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lunes, 6 de febrero de 2017

ELIGE Y ESCOGE


ELIGE Y ESCOGE



• Elige el amor: Ninguna circunstancia justifica la amargura.

• Escoge la paciencia: En vez de maldecir al que se ha puesto en tu lugar, invítale a dialogar. En vez de quejarte porque tienes que esperar demasiado tiempo, sé agradecido por tener un momento de oración.

• Escoge la bondad: Sé bondadoso con los pobres, porque ellos están solos muy a menudo. Practica la bondad también con los ricos, porque muy frecuentemente tienen miedo. Sé bondadoso con los duros de corazón, y así comprenderás cómo Dios trata contigo.

• Escoge la benevolencia: Prepárate para reconocer tus fallas antes que culpar, y para ser examinado, antes que para vanagloriarte.

• Escoge la honradez: Cumple tus promesas, para que tus acreedores nunca lamenten haber confiado en ti, para que tus amigos nunca cuestionen tu palabra, ni tu familia dude de tu amor.

• Escoge la mansedumbre: Nada se gana por la fuerza. Si levantas tu voz, hazlo para alabar. Si aprietas los puños, hazlo para orar. Si haces una exigencia, haz que sea primero acerca de ti mismo.

Si consigues vivir según estos principios, recuesta esta noche tu cabeza sobre tu almohada… ¡Y que duermas bien! ¡Te lo mereces! Porque eres un hijo de Dios. 

miércoles, 1 de febrero de 2017

SEMILLAS: EL ÁNGEL VENGADOR


Semillas: el Ángel vendedor


Te ofrezco hoy una hermosa parábola moderna que ilustra una verdad de mucha trascendencia para la vida. Te aclarará lo que Dios espera de ti. Lo que logra la oración y lo que no puedes esperar con los brazos cruzados.

Anoche tuve un sueño raro. En la plaza mayor de la ciudad habían abierto un negocio nuevo. El cartel decía: "Regalos de Dios". Entré: un Ángel atendía a los clientes. Yo, asombrado, le pregunté: —¿Qué es lo que vendes, ángel del Señor?  —Ofrezco cualquier don de Dios. —¿Cobras muy caro? —No, los dones de Dios son gratis. Miré los estantes; estaban llenos de ánforas de amor, frascos de fe, de esperanza, de salvación y muchas cosas más. Yo tenía necesidad de todo. Cobré valor y le dije al Ángel: —Dame, por favor, bastante amor a Dios; también perdón de Dios; un bulto de esperanza, otro de fe y otro de salvación. Me sorprendí cuando vi que el Ángel, de todo el pedido, me hizo un solo paquete; y tan pequeño como el tamaño de mi corazón. —¿Será posible, esto es todo? —pregunté. El Ángel me explicó: —Es todo, Dios nunca da frutos maduros; él sólo da pequeñas semillas, que cada uno debe cultivar.

Querido amigo, Dios te ayudará con sus gracias, pero te dejará un buen margen de acción para que colabores con él. No te anula, sino que te invita a poner toda tu buena voluntad con la libertad de un hijo de Dios, “creado a su imagen y semejanza”.


* Enviado por el P. Natalio

lunes, 30 de enero de 2017

EL ALUMNO


EL ALUMNO 


El alumno, según él, había terminado el cuadro. Llamó a su maestro para que lo evaluara. Se acercó el maestro y observó la obra con detenimiento y concentración durante un rato.

Entonces, le pidió al alumno la paleta y los pinceles. Con gran destreza dio unos cuantos trazos aquí y allá. Cuando el maestro le regresó las pinturas al alumno el cuadro había cambiado notablemente.

El alumno quedó asombrado; ante sus propios ojos la obra había pasado de mediocre a sublime.

Casi con reverencia le dijo al maestro:

- ¿Cómo es posible que con unos cuantos toques, simples detalles, haya cambiado tanto el cuadro?

- Es que en esos pequeños detalles está el arte. Contestó el maestro.
Si lo vemos despacio, nos daremos cuenta que todo en la vida son detalles. Los grandes acontecimientos nos deslumbran tanto que a veces nos impiden ver esos pequeños milagros que nos rodean cada día. Un ave que canta, una flor que se abre, el beso de un hijo en nuestra mejilla, son ejemplos de pequeños detalles que al sumarse pueden hacer diferente nuestra existencia.

Todas las relaciones -familia, matrimonio, noviazgo o amistad- se basan en detalles. Nadie espera que remontes el Océano Atlántico por él, aunque probablemente sí que le hables el día de su cumpleaños. Nadie te pedirá que escales el Monte Everest para probar tu amistad, pero sí que lo visites durante unos minutos cuando sabes que está enfermo. 

sábado, 28 de enero de 2017

EL SENTIDO DE LA VIDA


El sentido de la vida



La vida es nuestro máximo valor y, a la vez, nuestro máximo problema. Tememos perderla; nos angustia la muerte física. Pero hay otra muerte más sutil que nos envuelve: no encontrarle sentido a la vida. ¿Es exagerado decir que el hombre de hoy ya no sabe a dónde va ni para qué vive? Vive nadando entre el placer y la comodidad... pero insatisfecho: no experimenta la alegría de vivir.

Santa Paula tuvo en Roma una juventud rodeada de lujos. Se casó muy bien. Continuó en el matrimonio aquella vida de esplendor y bienestar. Sentía repulsión por los pobres. Pero, un día, entró en su palacio la tristeza y el luto. Paula perdió a su marido. Pasó varios días encerrada en su dolor. Cuando dejó su retiro, estaba transformada. Había encontrado a Cristo. Reapareció vestida con sencillez. Las puertas del palacio se abrieron a los pobres y enfermos. Andaba presurosa por Roma, hacia el barrio de los pobres. Lavaba a los enfermos sus heridas purulentas. A los niños les limpiaba las cabezas llenas de parásitos. Antes de morir dejó, por testamento,  todos sus bienes a los pobres.

El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás encuentra su madurez y plenitud. “Si te preocupas demasiado por ti mismo, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque la vida sin amor no vale nada”.


* Enviado por el P. Natalio

jueves, 26 de enero de 2017

CURAR LAS CEGUERAS DEL ALMA


Curar las cegueras del alma
Son muchas las cegueras del alma. Desde perezas, cobardías, orgullos y egoísmos y los ojos dejan de ver la luz.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




A base de pequeñas traiciones a la conciencia, el corazón puede endurecerse. Poco a poco inicia una ceguera que dificulta ver el bien, la verdad, la justicia. Entonces alma queda encarcelada entre caprichos y pecados que destruyen y que ahogan.

Son muchas las cegueras del alma. Desde perezas y cobardías, desde ambiciones y envidias, desde lujurias y odios, desde orgullos y egoísmos, los ojos dejan de ver la luz y quedan prisioneros de las tinieblas.

Como enseña san Juan, “quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos” (1Jn 2,11). San Pablo ofrece un análisis más detallado del camino que lleva a la oscuridad y al pecado:

“Porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos. (...) Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entrególos Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados” (Rm 1,21‑31).

¿Cómo salir de ese estado de ceguera? ¿Cómo recuperar nuevamente la vista? Si nos dejamos curar por Cristo, si le permitimos tocar nuestros párpados y humedecer nuestras pupilas, volveremos a ver la luz (cf. Jn 9; Ap 3,18).


“Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo” (Ef 5,14b). Con el Maestro podemos salir de las cegueras del alma. Entonces todo quedará iluminado de una manera distinta, y nuestros ojos percibirán, gracias a la misericordia que cura, un horizonte maravilloso de bondad y de belleza. Seremos así capaces de vivir la plenitud de la Ley: amaremos a Dios y a los hermanos (cf. Mt 22,36-39).

sábado, 21 de enero de 2017

EN UN PEQUEÑO PUEBLO


EN UN PEQUEÑO PUEBLO..



En un pequeño pueblo vivía un anciano con su hijo de 17 años. Un día, el único caballo blanco con que trabajaba saltó la reja y se fue con varios caballos salvajes. La gente del pueblo murmuraba: ¡Qué desgracia la suya, Don Cipriano!, y él, tranquilo, contestaba: "Quizás una desgracia o quizás una bendición".

Días después, el caballo blanco volvió junto a un hermoso caballo salvaje, y la gente saludaba al anciano diciéndole: ¡Qué bendición!, a lo que Don Cipriano replicaba: "Quizás una desgracia o quizás una bendición".

A los pocos días, el hijo adolescente, mientras montaba el caballo salvaje para domarlo, fue derribado y se fracturó una pierna, a raíz de lo cual empezó a cojear, y la gente le decía al anciano; ¡Qué desgracia la suya, buen hombre!, a lo que él replicaba: "Quizás una desgracia o quizás una bendición".

Días después se inició una guerra y todos los jóvenes del pueblo fueron llevados al frente de batalla, pero a su hijo no lo llevaron por su cojera, y toda la gente del pueblo saludaba al anciano y le comentaba: ¡Qué bendición la suya, Don Cipriano! Y él, con su fe inquebrantable, contestó una vez más diciendo: "Sólo Dios lo sabe, quizás sea una bendición o quizás una desgracia".
Efectivamente, sólo Dios sabe, y Él nunca se equivoca.


Web católico de Javier

martes, 17 de enero de 2017

EL PODER DE UN ABRAZO


EL PODER DE UN ABRAZO



El poder de un abrazo hace que uno se sienta bien.

Investigaciones científicas apoyan el hecho de que los abrazos son absolutamente necesarios y muy recomendables para el bienestar físico y emocional, veamos:

Un abrazo, es agradable y ahuyenta la soledad,
Aquieta los nervios,
Fortalece la autoestima,
Demora el envejecimiento,
Ayuda a dominar el apetito,
Alivia las tensiones,
Combate el insomnio,
Es democrático.
Para darse no necesita de un lugar especial,
Hace más felices los días difíciles.
Más soportables de los insoportables.
Llena los vacíos de la vida.
Al dar un abrazo se expresa y se hace sentir:

Amor, cariño, seguridad, protección, confianza,
Fortaleza, apoyo, aprecio, amistad, alegría, felicidad.
¿Abrazos? ¿dónde?, ¿cuándo?:

Cualquier lugar es bueno para un abrazo.
A cualquier hora, en la mañana, tarde o noche.
Acompañados siempre de una sonrisa.
Se debe recordar:

4 abrazos para sobrevivir
8 para mantenerse en pie
12 para crecer.
Pero lo más importante son los espontáneos, los que damos o nos dan a la hora inesperada.

Anónimo

ABRIR EL CORAZÓN



Abrir el corazón



La sinceridad es una virtud exigente, ya que puedes faltar a la verdad de distintas y sutiles maneras. Por ejemplo, con la simulación, que es mentir con los hechos, o con la hipocresía pasando por lo que no eres, o con jactancias atribuyéndote excelencias que no posees, o con adulaciones cuando engañas para sacar algún provecho de los otros.

Abrir el corazón es ser sincero por encima de todos los engaños que nos hacen aparentar ser fríos e invulnerables. Es un acto de generosidad con los demás y un ejercicio de honestidad con nosotros mismos. Es apuntar a lo más sublime de nuestro ser, reconociendo en los demás aquello que también está en nosotros. Es sembrar ahora mismo la semilla selecta que hemos guardado para un mejor momento. Es seguir el impulso de lo noble, justo y recto que hay en ti. Deja hablar al corazón, porque ése es el mejor maestro que te llevará a un conocimiento más profundo.

Vivir con sinceridad es decidirte a hablar con la verdad en la mano aunque a veces te cueste; a no mentir para salir de una dificultad o librarte de una responsabilidad; a no mentir para que los demás piensen algo bueno de ti; a reconocer con honestidad cuando te has equivocado sin tratar de justificarte. He aquí un camino exigente de grandeza moral.


* Enviado por el P. Natalio

jueves, 12 de enero de 2017

LAS VISITAS A CRISTO Y A LA VIRGEN MARÍA


Las visitas a Cristo y a la Virgen
Ellos están ahí, cerca de tu puerta, con una sonrisa cada día, con amor cada hora, con las manos repletas de bendiciones para ti.


Por: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net 





Las visitas a la Santísima Virgen y a Jesucristo, realizadas con fe y fervor, infunden no pocos ánimos. En tu ciudad viven, a unos pasos de tu calle; no cuesta gran cosa visitarles un minuto, darles los buenos días, pedirles una misericordia para la jornada. Esas pequeñas visitas, esos pequeños momentos, robados a tu abultada agenda, inyectarán vigor a tu alma triste; ve a visitarles con más frecuencia, con más amor y menos prisa, que son los amigos de tu alma, los que ponen suavidad y eficacia en tus actividades febriles.

María Santísima y Jesús están ahí, cerca de tu puerta, con una sonrisa cada día, con amor cada hora, con las manos repletas de bendiciones para ti.

Jesús y María son dos antiguos amigos desaprovechados; siempre los tuviste, siempre los tendrás muy cerca de ti, a total disposición, con un amor que, si supieras... pero conocer es el arte que pocos aprenden; si conocieras quién es... suena a dulce reto.

Si el arte de vivir es amar y ser amado, ahí tienes dos amigos que siempre te han querido y a los que no has sabido amar.

Una breve visita, un corto detenerse, un pequeño gesto de cariño, un mirar y ser mirado, un alargar la mano y dar la diaria limosnita de amor.

lunes, 9 de enero de 2017

USTEDES SERÁN MIS TESTIGOS


“Ustedes serán  mis testigos”



Un día Jesús dijo a una famosa mística francesa, Gabriela Bossis, después de la comunión:

"Vive sólo para mí. Cuando hables, que se vea bien que lo único que te importa soy Yo. No temas mencionar mi nombre en la conversación, pues todos, sin saberlo, tienen necesidad de mí. Y el Nombre de Dios puede suscitar el bien en las almas. Trata de adquirir este hábito y Yo te ayudaré. Vendrán a ti para oír hablar de mí. ¿Qué podrías temer, si Yo me tomo la parte más grande de tu trabajo? Que te dé placer sembrar mi Nombre en las palabras que pronuncias; como una tierna reparación por el dolor que me causan todos aquéllos que quieren borrarme en todas partes, aún en el alma de los niños pequeños. Siembra mi Nombre. Yo daré el crecimiento.”

Como testigos de Cristo debemos dar testimonio valiente de nuestra pertenencia a él. No sólo en circunstancias especiales como lo hicieron los mártires, sino en el día a día.  Con sencillez y entereza el discípulo de Cristo irradia quién es para él el tesoro de su corazón, la razón de su vida, la fuerza que lo sostiene.


* Enviado por el P. Natalio

domingo, 18 de diciembre de 2016

DECISIÓN VALIOSA


Decisión valiosa


Comienza con lo que tienes, no con lo que te hace falta. Tú ya tienes todo lo que necesitas para comenzar a crear tu futuro. Sin embargo, a veces te encuentras diciendo: si tan sólo tuviera esto, si al menos esto fuera distinto, si tuviera más dinero... No exageres la importancia de las cosas que no tienes. Empieza con lo que tienes.

Un día decidí no esperar las oportunidades, sino ir a buscarlas yo mismo. Y así después de tantos años, un día como cualquiera decidí triunfar... Decidí ver cada problema como una oportunidad para encontrar una solución. Decidí ver cada desierto como una oportunidad para encontrar un oasis. Decidí ver cada día como una nueva oportunidad para ser feliz. Descubrí que mi único rival, no eran más que mis propias debilidades y que, en éstas, está la única y mejor forma de superarme. Aquel día dejé de lado el temor a perder. Descubrí que no era yo el mejor y que quizás nunca lo fui. Me dejó de importar quién ganara y quién perdiera. Ahora me importa simplemente saberme mejor que ayer.

Es maravilloso el número de cosas difíciles que la gente decidida logra realizar. Tú deberías formar parte de ese equipo. No dejes las tareas de hoy para mañana. La demora que te ha retrasado fue efecto del temor. El secreto para disipar el temor está en proceder sin vacilación. Afronta los desafíos de cada día con valentía.

* Enviado por el P. Natalio

lunes, 28 de noviembre de 2016

NO SOY DIGNO


No soy digno

Si se entiende bien, ante este tipo de dificultades para responder a la vocación diría que se puede pasar por alto la incompetencia, pero no la pusilanimidad: alma encogida, insuficiencia moral, desmoralización. Me explicaré -espero- de modo que se compre


Por: Juan Manuel Roca | Fuente: Fluvium.com 




Si se entiende bien, ante este tipo de dificultades para responder a la vocación diría que se puede pasar por alto la incompetencia, pero no la pusilanimidad: alma encogida, insuficiencia moral, desmoralización. Me explicaré -espero- de modo que se comprenda, trayendo a nuestra consideración un conocido pasaje del Evangelio.

San Lucas relata que Jesús se subió un día a la barca de Pedro para predicar desde allí a la multitud y, al terminar, pidió a Pedro que llevara la barca mar adentro (es el Duc in altum!, ¡mar adentro!, que nos ha repetido Juan Pablo II como consigna para el tercer Milenio cristiano) y echara las redes para pescar. Pedro le respondió que habían estado toda la noche bregando y no habían pescado nada, pero añadió: "sin embargo porque tú lo dices echaré la red". Así lo hizo y quedó atónito, impresionado, al ver que casi no podían sacar la red del agua de tantos peces como habían cogido. Entonces se echó de rodillas a los pies de Jesús, con la cabeza inclinada hasta el suelo, y le dijo: "apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador" (Lc 5, 1-11).

Al ver el prodigio que había hecho Jesús contando con su obediencia, Pedro se asustó, porque se consideraba indigno de servir de instrumento a tales milagros. Pero Jesús le dijo: "no temas. Desde ahora serán hombres lo que tendrás que pescar". No sólo no considera que la indignidad de Pedro sea un obstáculo, sino que se apoya en su humildad para hacerle capaz de atraer a Dios a una muchedumbre incontable de hombres y mujeres, como sucedió ya durante su vida.

Por supuesto que somos indignos de que Dios nos elija para servirse de nosotros como instrumentos: sería grotesco que no nos diéramos cuenta. Pero ya hemos dicho que Dios no nos llama por nuestros méritos (Pedro, con toda su experiencia y su dominio del oficio, había estado toda la noche faenando en vano), sino porque quiere; por eso basta que reconozcamos nuestra indignidad y le hagamos caso, fiándonos de Él, para dar con nuestra vida obediente un fruto maravilloso.

Me parece muy lúcida esta manera de explicar cómo la indignidad y la humildad de los santos hacen que Dios se luzca en los frutos: "Un santo es un avaricioso que va llenándose de Dios, a fuerza de vaciarse de sí. Un santo es un pobre que hace su fortuna desvalijando las arcas de Dios. Un santo es un débil que se amuralla en Dios y en Él construye su fortaleza. Un santo es un imbécil del mundo -stulta mundi- que se ilustra y se doctora con la sabiduría de Dios. Un santo es un rebelde que a sí mismo se amarra con las cadenas de la libertad de Dios. Un santo es un miserable que lava su inmundicia en la misericordia de Dios. Un santo es un paria de la tierra que planta en Dios su casa, su ciudad y su patria. Un santo es un cobarde que se hace gallardo y valiente, escudado en el poder de Dios. Un santo es un pusilánime que se dilata y se acrece con la magnificencia de Dios. Un santo es un ambicioso de tal envergadura que sólo se satisface poseyendo cada vez más y más ración de Dios... Un santo es un hombre que todo lo toma de Dios: un ladrón que le roba a Dios hasta el Amor con que poder amarle. Y Dios se deja saquear por sus santos. Ése es el gozo de Dios. Y ése, el secreto negocio de los santos" (P. Urbano, El hombre de Villa Tevere).

Ya se ve que lo decisivo aquí es el amor impresionante de Dios por el hombre, que nos da motivos para esperarlo todo de Él. El quid de la santidad es una cuestión de fe, de confianza: lo que el hombre esté dispuesto a dejar que Dios haga en él. No es tanto el "yo hago", "yo lo haré", como el "hágase en mí" de aquella muchacha desconocida de Nazaret a la que Dios comunicó que la había elegido para ser Madre de su Hijo.

Las realidades grandes empiezan con humildad: "No te elegí porque seas grande, por el contrario eres el más pequeño de los pueblos; te he elegido porque te amo" dice el Señor al Pueblo de Israel en el Antiguo Testamento. Ciertamente, Dios no nos elige por nuestra grandeza; al contrario, la grandeza de Dios entra en nuestra vida cuando nos abrimos humildemente a sus planes amorosos, como nos enseña la Virgen María, que después de haber concebido en su seno purísimo al Hijo de Dios, canta, llena de humilde alborozo: "Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se llena de gozo en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la pequeñez de su esclava. Desde ahora me llamarán bendita todas las generaciones, porque el Todopoderoso ha hecho obras grandes en mí" (Lc 1, 46-49).

viernes, 25 de noviembre de 2016

CAER Y LEVANTARSE


¡Caer y levantarse!



“No se equivoca el hombre que ensaya distintos caminos para alcanzar sus metas, se equivoca aquel que por temor a equivocarse no actúa. No se equivoca el pájaro que ensayando el primer vuelo cae al suelo, se equivoca aquel que por temor a caerse renuncia a volar permaneciendo en el nido.

Una noche la gente oyó un ruido espantoso que provenía de la casa de Nasrudin. A la mañana siguiente y apenas se levantaron lo fueron a visitar y le preguntaron: "¿Qué fue todo ese ruido?". "Mi capa cayó al suelo". Respondió Nasrudín. Pero… "¿una capa puede hacer tal ruido?" Le cuestionaron: "Por supuesto, si usted está dentro de ella, como yo lo estaba".   

El error más grande lo cometes cuando, por temor a equivocarte, no te arriesgas para lograr tus objetivos. No se equivoca el río cuando, al encontrar una montaña en su camino, retrocede para seguir avanzando hacia el mar; se equivoca el agua que por temor a equivocarse, se estanca y se pudre en la laguna” (A.D.)


* Enviado por el P. Natalio 

viernes, 18 de noviembre de 2016

QUÉ HORA ES?


¿Qué hora es?



Una vez vi un bonito reloj y me aproximé para verlo más de cerca. Debajo del reloj, había una pregunta curiosa que decía ¿Qué hora es?

Estas tres palabras unidas forman una gran pregunta para nuestras vidas. Luego de leer esta pregunta, vinieron a mi mente muchas respuestas para cada persona, como por ejemplo:

Es Hora de Perdonar, es la respuesta de las personas que a lo largo de los años han vivido odiando a alguien.

Es Hora de Arrepentirse puede ser la respuesta de los pecadores

Es Hora de Olvidar, responderá alguien que vive de recuerdos, pensando en el pasado, amarrado al pasado, atrapado en el pasado.

Es Hora de Dar, tendría que responder una persona que ha sido mezquina, que ha sido egoísta y se ha olvidado del prójimo

Es hora de ser Humilde, sería la respuesta de las personas orgullosas

Es hora de estar alegres, por la esperanza que tenemos (Romanos 12,12) sería la respuestas de miles que viven tristes y sin esperanza.

Es hora de buscar la Paz, es hora de buscar la Armonía, tendrían que responder los que viven en guerra, buscando la violencia.

Es hora de ser valientes y trabajadores, tendrían que responder los perezosos y flojos.

Es hora de seguir el Camino, la Verdad y la vida, dirían los que están perdidos

Es hora de seguir al Buen Pastor, dirían las ovejas descarriadas

Es hora de buscar la Luz, exclamarían los que viven en la oscuridad

Es hora de Ayunar, es hora de la penitencia, es hora de la limosna, dirían los feligreses en Cuaresma.

Es hora de buscar a Dios, dirán también muchos

Para la pregunta "¿Qué hora es?" existen muchas y diversas respuestas. Hay diferentes maneras de contestar, pero de manera particular la respuesta que yo daría, mi respuesta preferida, la que más me emociona es: ES HORA de: "AMAR A DIOS con todo nuestro CORAZON, con toda nuestra ALMA, y con toda nuestra MENTE y con todas nuestras FUERZAS (Mc 12,29)"

Por gracia de Dios, nosotros tenemos aún un reloj: el reloj de nuestra vida. Aún nos queda el tiempo necesario para responder adecuadamente a la pregunta: ¿Qué hora es? 

Responde con tu vida a esta pregunta, con tus acciones; responde con buenas obras.

Un consejo: Durante el resto de tu vida, prepara la repuesta que salvará tu vida.

Si aprovechas el reloj de la vida y aprendes a responder a esta pregunta, cuando mueras y te encuentres ante el tribunal de Cristo, a ti te corresponderá hacer esta pregunta. Sí, en efecto, probablemente cuando llegues asombrado por el cambio de estado, preguntaras: ¿Qué hora es Señor? 

Y si en la vida terrenal aprendiste a responder a esta pregunta, Jesucristo seguro te responderá:

Es hora de la ETERNIDAD, Es hora de la VIDA ETERNA.


© Web Católico de Javier

HERIDAS QUE AHOGAN EL ALMA


Heridas que ahogan el alma
No puedo permitir que esas heridas paralicen mi alma. Tengo mil horizontes que se harán realidad si empiezo a dar un nuevo paso.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




Los golpes de la vida dejan heridas. Algunas, gracias a Dios, cicatrizan con cierta velocidad. Otras tardan en cerrarse. Otras siguen abiertas por semanas, meses, incluso años.

Las heridas del corazón tienen un comportamiento parecido. Una ofensa, una traición, un desengaño, un fracaso, pueden hacernos daño durante un tiempo breve, pero sin dejar grandes huellas en la propia vida. Otras veces tardan más tiempo, pero al final cicatrizan. Pero existen heridas del alma que sangran durante un tiempo largo, muy largo, casi asfixiante.

Esas heridas ahogan el corazón y lo sumergen en depresiones intensas, en miedos que aturden, en odios que destruyen, en sospechas hacia todos y hacia todo, en desesperanza, en agonía interior.

Es casi imposible evitar los malos momentos, los golpes fuertes en el camino de la vida. Pero es importante saber afrontarlos con un corazón sano y con un realismo sereno. Sobre todo, con la esperanza puesta en Dios.

En el mundo no todos son buenos, pero tampoco todos son malos. No todas mis decisiones llevan a buenos resultados, pero no todas están condenadas al fracaso. Entre mis amigos no todos son fieles y sinceros, pero gracias a Dios no son todos traidores y miserables.

Las heridas forman parte de la vida, constituyen un ingrediente inevitable entre quienes emprenden un camino. A veces, porque uno mismo es torpe y no supo prever dónde estaba el peligro. Otras veces, porque los otros, con o sin culpa, obstruyen nuestra vida, provocan heridas en el cuerpo o en el alma, cortan nuestros mejores sueños o también (gracias a Dios) impiden que llevemos a cabo planes absurdos.

No puedo permitir que esas heridas paralicen mi alma. Tengo entre mis manos mil horizontes que se harán realidad si empiezo a dar un nuevo paso. Hay ojos y corazones amigos que piden, que suplican, que me levante de mi pena, que deje mis angustias, que supera ofensas, que pida perdón a Dios y a quien he dañado de algún modo, que ponga en marcha mi inteligencia y mi voluntad para conquistar metas buenas.

Hoy es un día en el que mi corazón puede recibir una terapia profunda, intensa, desde las manos de un Dios que no dejará nunca de amarme, porque soy obra de sus manos. Basta simplemente que le dé permiso para que limpie, para que cosa, para que le deje hablar en lo más íntimo del alma, para que consuele mi dolor, para que perdone mi pecado, y para que me lleve, suavemente, a perdonar a todo aquel que me haya provocado alguna herida en este camino misterioso del existir humano.

viernes, 11 de noviembre de 2016

PORQUE ÉL TE AMA!!

¡Porque Él te ama!



En la plaza principal de una gran ciudad, un ateo decía cierto día, un discurso en el que blasfemaba groseramente el nombre de Dios. Por fin, exclamó, como, con soberbia y en tono autoritario: 

-¡Doy cinco minutos a Dios para que me mate, si es que dice la verdad! 

Durante cinco minutos permaneció callado y su auditorio también. Después, el orador exclamó triunfante: 

- ¡Vieron ! ¿No les dije yo que no hay Dios de ningún tipo? ... ¡Si Dios existiese Él me hubiera escuchado y yo estaría muerto ahora ! 

Una señora de edad avanzada le preguntó: 

- ¿Usted tiene hijos?

- Tengo - respondió el hombre-. Pero no veo la relación que eso pueda tener con el asunto del que nos estamos ocupando.

- ¡Tiene y mucha! - continuó la señora. Si uno de sus hijos le diese una daga y, le dijese: 
- -¡Padre, mátame con esta daga!, ¿usted lo mataría? 

- Ciertamente que no - replicó el hombre.

- ¿Por qué ? - continuó la sabia señora.

- ¡Porque los amo! - afirmó el hombre.

- ¡Ah! ..., ahí está la razón por la que Dios no lo mató. ¡Él también lo ama, a pesar de su maldad ! 

Y la señora con la mirada erguida al Cielo, dijo: 

- ¡No te mató, porque te Ama!. 

domingo, 6 de noviembre de 2016

TODAVÍA...


Todavía…



El paso fugaz del tiempo es percibido por todos. El tiempo es un bien muy valioso. Pero, la verdad es que tendemos a desperdiciarlo, en vez de aprovecharlo con prudencia. Es evidente que no debes emplear demasiado tiempo en tareas pequeñas y, por el contrario, poco tiempo en los asuntos importantes. Pide a Dios  le enseñe a valorar este regalo de un día más.

Todavía estás a tiempo de soñar. Todavía estás a tiempo de cambiar. Todavía estás a tiempo de crear, de crecer y de buscar. Todavía estás a tiempo de seguir un ideal. Todavía estás a tiempo de emprender un nuevo camino, de sembrar y cosechar. Todavía estás a tiempo de dar. Todavía estás a tiempo de madurar. Todavía estás a tiempo de perdonar, de probar y de amar. Todavía estás a tiempo de hacer realidad alguna de tus más apreciados sueños. Toda la fuerza para que esto suceda está en tu interior.

Responsabilidad, valor de las pequeñas tareas cotidianas, manifestaciones de bondad, superación del egoísmo, son líneas maestras de un serio programa espiritual que ayuda a crecer y madurar cada día. “Ser maduro es un aprendizaje constante y culmina cuando nos retiramos de esta fiesta que es la vida”. El Señor te acompañe con su bondad.


* Enviado por el P. Natalio 

lunes, 31 de octubre de 2016

LA UNIÓN FAMILIAR


La unión familiar



Las piedras de los cerros caen al lecho de los torrentes y allí rozándose entre sí, pulen sus aristas, se suavizan y se vuelven brillantes. La convivencia familiar nos ayuda a madurar y pulirnos. Es un taller donde se forma la personalidad y se arraigan virtudes fundamentales, como la paciencia, la humildad y la esperanza. Aprovéchalo.  

Un padre tenía siete hijos, que casi siempre estaban en desacuerdo. Algunos malvados pensaron aprovechar esta debilidad para apoderarse de la herencia al morir el viejo. Entonces el padre reunió a sus hijos, les mostró un atado de siete varas y les dijo: “Aquél que logra romper estos palos, recibirá la chacra en herencia.” Uno tras otro, usando todas las fuerzas, lo intentó inútilmente. Y dijeron: “¡Es imposible!”.  “Y sin embargo no hay nada más fácil”, replicó el padre. Desató las sogas, separó los palos, y sus gastadas fuerzas fueron suficientes para quebrarlos uno tras otro. “¡Claro!”, exclamaron los hijos, “así es fácil, ¡hasta un niño lo hace!” Pero el padre añadió: “Hijos míos, lo mismo sucederá con ustedes. Mientras estén unidos, nadie los podrá vencer”.

El amor que pide Jesús debe llevarte a evitar en tu familia las faltas de aceptación, incomprensiones, y malentendidos. El Señor te quiere ver bondadoso, pacífico, servicial… No es fácil, pero lo puedes, si lo pides cada día: “Señor, ayúdame a ser hoy comprensivo, compasivo y paciente en mi hogar”. Que tengas un día de buena convivencia.


* Enviado por el P. Natalio 

sábado, 29 de octubre de 2016

EL EJECUTIVO


El Ejecutivo


Un exitoso hombre de negocios se estaba haciendo viejo y sabía que era el momento de elegir un sucesor para hacerse cargo del negocio.  En lugar de elegir uno de sus gerentes o sus hijos, decidió hacer algo diferente.  Él llamó a todos los jóvenes ejecutivos de su compañía en conjunto.

Dijo: "Es hora de que me retire y elegiré el próximo Director.  He decidido elegir a uno de ustedes".  Los jóvenes ejecutivos se sorprendieron, pero continuó el jefe.  "Hoy voy a dar a cada uno de ustedes una semilla, una muy especial semilla.  Quiero que planten la semilla, le pongan agua y vuelvan aquí dentro de un año con lo que ha crecido de la semilla que les he dado.  Luego juzgaré las plantas que traigan y el dueño de la planta que yo elija será el próximo Director".

Un hombre, llamado Jim, estaba allí ese día y al igual que los otros, recibió una semilla.  Fue a su casa y con entusiasmo le contó  a su esposa la historia.  Ella le ayudó a conseguir un bote, la tierra, la composta y plantó la semilla. Todos los días, añadía agua y miraba si había crecido algo la planta. 

Después de unas tres semanas, algunos de los otros ejecutivos comenzaron a hablar de sus semillas y de las plantas que comenzaban a crecer.  Jim miraba su semilla, pero nada que crecía.

Tres semanas, cuatro, cinco semanas pasaron, todavía nada.  Por ahora, otros hablaban de sus plantas, pero Jim no tenía una planta y se sentía un fracaso.

Pasaron seis meses y aún no había nada en el bote de Jim.  Sólo sabía que había dañado su semilla.  Todo el mundo tenía árboles y plantas altas, pero él no tenía nada.  Jim no le dijo nada a sus colegas, sin embargo, mantuvo regando y fertilizando la semilla… deseaba que la semilla creciera.

Un año pasó y por último todos los jóvenes ejecutivos de la empresa trajeron sus plantas delante del Director general para la inspección.  Jim le dijo a su esposa que no iba a llevar un bote vacío.  Pero ella le pidió que fuera honesto acerca de lo sucedido.

Jim se sintió mal, pensó que iba a ser el momento más embarazoso de su vida, pero sabía que su esposa estaba en lo cierto.  Tomó su bote vacío y lo llevo a la sala de juntas.  Cuando Jim llegó, se sorprendió de la variedad de plantas cultivadas por los demás ejecutivos. Eran hermosas, en todas las formas y tamaños.  Jim puso el bote vacío  en el suelo y muchos de sus colegas se rieron, algunos sentían pena por él…

Cuando el Director llegó, examinó la habitación y saludó a sus jóvenes ejecutivos.  Jim sólo trató de esconderse en la parte posterior.  "Vaya, qué grandes plantas, árboles y flores que han crecido," dijo el Director.  "¡Hoy uno de ustedes será nombrado Director en reemplazo mío!"

De repente, el Director  vio a Jim en el fondo de la sala con su bote vacío.  Ordenó al Gerente Financiero traerlo al frente.  Jim estaba aterrorizado. Pensaba  "El Director sabe que soy un fracaso. Tal vez me va a despedir"

Cuando Jim llegó a la parte delantera, el Director le preguntó qué le había pasado a la semilla.  Jim le contó la historia.  El Director  pidió a todos sentarse, excepto Jim.  Miró a Jim, y luego anunció a los jóvenes ejecutivos: "He aquí a un lado su nuevo Director.  Su nombre es ¡Jim!"

Jim no lo podía creer.  "¿Cómo podía ser el nuevo Director?” Dijeron los otros.

A continuación, dijo el Director: "Hace un año, les di a todos en esta sala una semilla. Yo les dije que tomaran la semilla, la plantaran, la regaran con agua y la trajeran de vuelta a mi hoy. Pero yo les di a todos semillas muertas, no era posible que crecieran.  Todos ustedes, a excepción de Jim, me han traído árboles, plantas y flores. Cuando encontraron que la semilla que yo les di no crecería, la sustituyeron por otra semilla.  Jim fue el único con el coraje y la honestidad que me trajera un bote con mi semilla que le di. Por lo tanto, él es el que será el nuevo Director"

* Si plantas honestidad, recogerás confianza.
* Si plantas bondad,  cosecharás amigos.
* Si plantas humildad, cosecharás grandeza.
* Si plantas perseverancia, cosecharás felicidad.
* Si usted trabaja duro, cosechará el éxito.
* Si plantas perdón, cosecharas la reconciliación.

domingo, 9 de octubre de 2016

PUEDO LIMPIAR MI CORAZÓN?


¿Puedo limpiar mi corazón?
La confesión un verdadero encuentro con Cristo que purifica cualquier intención.


Por: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net 






No hace mucho tiempo escuché en la predicación de unos ejercicios espirituales una frase que por su sencillez, dramatismo y realismo ejemplifica muy bien las consecuencias del pecado en nuestro corazón. “Hacer el mal produce placer. El placer pasa, el pecado queda. Hacer el bien produce dolor. El dolor pasa, el bien queda”.

Al pecar, nuestro corazón queda infectado. No solamente comete la falta, sino que queda herido en su naturaleza. Son huellas que quedan y que de alguna manera, le restan fuerza, claridad y vigor en la lucha constante por hacer siempre el bien, por conseguir la virtud que nos hemos propuesto alcanzar. Querámoslo o no, el pecado va debilitando la fuerza de voluntad. Imagínate tu corazón como esa bomba de amor que constantemente esta haciendo llegar una savia pura y fresca a todas las acciones de tu obrar cotidiano, que te impele a estar siempre obrando el bien con el fin único de alcanzar la santidad, el parecerte a Jesucristo. Los pecados son basuras que se van incrustando en la bomba y que no permiten que circule libremente la savia vivificadora. No es que el corazón se estropee. Es que al corazón se le van adhiriendo basuras, vicios, comportamientos que impiden que en todas las acciones que debe realizar brille la virtud que debes conquistar. Al paso del tiempo podemos muy bien preguntarnos: “... y bien, ¿por qué no soy lo que debo ser? ¿Por qué estoy retrocediendo en lugar de avanzar?”

Cuentan que Leonardo Da Vinci, buscaba modelos para su obra “La última cena”. Fácilmente encontró a Jesús: un joven florentino en la primavera de la vida: fuerte, alto, con la mirada fresca, envolvente y cautivadora. Limpia. Fue fácil invitarlo a posar. Pasó el tiempo y entre las distintas actividades del gran maestro el cuadro no quedaba terminado. Serían diez años desde que había comenzado el cuadro y para dar por terminada la obra faltaba otro de los personajes principales de la escena: Judas, el discípulo que traicionó a Jesús. No era cosa de otro mundo buscar una persona que pudiera servir de modelo, si bien a nadie le agradaba tal empresa, por las heridas que en la susceptibilidad personal pudieran causarse: eso de quedar inmortalizado en la historia como un traidor no era del todo halagador para nadie. Así las cosas, Leonardo buscó entre las peores tabernas a los posibles personajes que pudieran desempeñar el triste papel de Judas Iscariote. Buscando, buscando, lo encontró: un hombre, no muy grande, de unos treinta años pero con una mirada triste, perdida, el ceño fruncido y las espaldas ya algo cargadas por el paso del tiempo. Con todo respeto lo invitó a la osada empresa y el sujeto aceptó. Habría sido en las primeras sesiones cuando nuestro modelo, sin notarlo, comenzó a llorar. Leonardo, tratando de congraciarse con él y admirando su exquisita sensibilidad le dijo:
-Pero hombre. No llores, no es para tanto. Tú no eres un traidor, tan sólo me estás ayudando en esta empresa. Es cierto que te ha tocado jugar un papel muy poco halagador, pero por favor, no lo tomes así.
A lo que el hombre respondió:
-No lloro por lo que tú me estás diciendo. Lloro por mí mismo. ¿Es que no me reconoces? Cuánto habré cambiado que al cabo de diez años tú mismo me pediste que posara como Jesucristo y ahora me invitas a ser Judas Iscariote...

El corazón también ha sido comparado por un gran maestro espiritual del siglo XX como una papa. Comparación poco elegante, ciertamente, pero muy efectiva. Una papa si se la deja en cualquier parte, es capaz de echar raíces ahí en donde se le coloca. Puede ser en la bodega, en la alacena de una casa, en lo oscuro de un diván. Echa raíces. De la misma manera, nuestro corazón se habitúa a actuar de cualquier forma. Si no estamos atentos irá adquiriendo tendencias malas de aquí y allá y al final no nosotros mismos acabaremos por reconocerlo.

Es por ello que debemos hacer de vez en cuando una purificación de nuestro corazón, una limpieza profunda para quitar esas manchas, esos virus que puedan haberse incrustado en el camino diario.

¿Signos con los que podemos detectar que ya necesitamos una purificación de nuestro corazón? Hay varios.

Primero: nos dejamos de doler por nuestras faltas, especialmente aquellas faltas que cometemos por culpa de nuestro defecto dominante. Ya no le damos la importancia necesaria como la solíamos dar al inicio de nuestro programa de reforma de vida. Nos hemos ido acostumbrado poco a poco a esas fallas. Nuestro corazón “ha aprendido a convivir” con esas fallas. Como los virus que ya no son detectados por los anticuerpos. Nuestro cuerpo se ha habituado de tal manera a convivir con ellos que ya no detecta su presencia. En la vida espiritual puede pasarnos algo semejante. No es que no le demos importancia a las fallas, pero ya no nos duelen tanto, no nos movemos tanto hacia una conversión fuerte, eficaz, ya no nos causa tanto dolor el haber cometido esas faltas. El pecado ha “obnubilado” la forma de ver las cosas. Lo que antes nos causaba gran dolor, ahora simplemente nos causa fastidio o flojera y podemos tener expresiones como las de “se ve que yo soy así y me va a ser muy difícil cambiar”. “Lo he intentado todo...” “Total: no es tan malo...” Si una alarma contra incendios no funciona bien, el día menos pensado que necesitemos de sus servicios nos fallará y entonces lamentaremos las consecuencias de no haberle dado un servicio de mantenimiento con la frecuencia con la que se lo habríamos de haber dado.

Otro de los signos con los cuales podemos detectar que las cosas no marchan ya muy bien en nuestro corazón es el hacernos esclavos de las circunstancias. Tengo mi programa de reforma de vida, pero yo mismo hago mis espacios mentales para no cumplirlo, porque las circunstancias indican otras cosa o son desfavorables, según nuestro propio y peculiar juicio. “Una vez al año, no hace daño.” “Ahora estoy con mis amigos.” “En estos momentos me siento tan cansado.” “Era muy difícil no haber caído: la tentación se me presentó en forma tan inesperada...” Y justificaciones similares. Las circunstancias son las que cada día se van enseñoreando más de nuestro corazón hasta dominarlo. Nos convertimos en hombre y mujeres de circunstancias, porque nos fuimos habituando a dejar que ellas fueran dictándonos los comportamientos de nuestro obrar. Y nuestro corazón, si bien seguía bombeando, la savia ya no pasaba porque había sido taponada por las circunstancias.

Confundimos la ilusión con la realidad. Creemos que ciertas cosas pueden hacernos bien y no nos damos cuenta del mal que nos provocan. Hemos trastocado los términos de todo. Lo bueno ya no lo vemos tan bueno y lo malo, por consecuencia, ya no lo vemos tan malo.

Un último signo es la justificación para no obrar el bien con la fuerza y la constancia con la que deberíamos hacerlo. Encontramos una respuesta fácil y cómoda para explicar nuestra falta de virtud. No nos preocupamos por alcanzar las cumbres de la santidad. Nos justificamos con que no somos malas personas y así, vamos tirando en la vida.

Cuando alguno de estos signos se presentan, señal es de que nuestro corazón comienza a atrofiarse, a ensuciarse. Es tiempo de una buena purificación, de una buena limpieza interior. Y esta limpieza debe ser profunda, debe ir a las raíces de las faltas. No quedarnos en la superficialidad, sino ir al fondo. ¿Cómo logra esta purificación? La Iglesia católica nos recomienda la confesión de nuestros pecados. Pero debe ser una confesión profunda íntima, llena de fe. Una confesión que mire más las actitudes por las que hemos cometido las faltas, que las faltas en cuanto tal.

Sabemos que la gracia actúa en el alma, porque la gracia es eficaz, actúa por sí misma. Pero las buenas disposiciones del alma, ayudan a que la gracia actúe con mayor profundidad, porque el individuo se presta para ello: prepara los lugares en donde la gracia puede actuar. Puedes confesarte con mucho sentido de arrepentimiento, con mucho dolor de los pecados, pero si no hay las disposiciones, los medios para cambiar, será difícil que la gracia actúe. Borrará los pecados, de eso no nos cabe la menor duda, pero que actúe en tu corazón, que lo disponga a actuar siempre para el bien, que lo fortalezca, que lo vigorice, eso dependerá de tus buenas disposiciones.

¿Cómo disponernos a una buena purificación de nuestro corazón para que actúe la gracia? ¿Cómo disponernos para que cada confesión sea un verdadero encuentro con Cristo que fortalezca nuestro corazón y lo lance a obrar siempre y de mejor manera el bien para vencer nuestro defecto dominante y alcanzar la virtud que queremos conquistar?

Te invito a conocer y saber cómo hacerlo, en el siguiente artículo. Por mientras, te dejo de tarea el que revises un poco cómo son tus confesiones. No te pido que revises únicamente la mecánica de tus confesiones o de qué pecados te confiesas con mayor frecuencia, sino que analices las actitudes de tus confesiones. ¿Cuál es la actitud fundamental por la que recurres al sacramento de la penitencia? ¿Cómo dispones tu corazón al sacramento de la confesión? ¿Qué pasaría si no pudieras confesarte? ¿Vivirías igual? ¿Cambia tu vida después de cada confesión? ¿O sigue más o menos igual? ¿Es para ti la confesión un verdadero encuentro con Cristo?
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