jueves, 30 de octubre de 2014

ORACIÓN POR LAS VOCACIONES SACERDOTALES Y RELIGIOSAS



ORACIÓN POR LAS
 VOCACIONES SACERDOTALES Y RELIGIOSAS


Oh Dios Todopoderoso y Eterno
en tu inagotable amor has provisto
ministros para tu Iglesia.

Concédenos en nuestros días
excelentes y adecuados sacerdotes
para que sirvan y santifiquen a tu pueblo.

Inspira una respuesta generosa y valiente
en los corazones de tu pueblo,
para así aumentar el número de
ordenaciones sacerdotales.

Confirma y sostén a aquellos
que se han comprometido
a llevar a cabo la obra de Cristo,
el Buen Pastor,
predicando el Evangelio y uniendo
a tu Santo pueblo
en uno solo en Cristo.

Esto te lo pedimos en el nombre
de Cristo nuestro Señor.
Amén.

57 CENTAVOS


57 Centavos


Esta historia real nos muestra lo que Dios puede hacer con sólamente... 57 centavos.

Una solloza niñita, Lidia, permanecía de pie cerca de una pequeña iglesia desde la cual se le había impedido su ingreso porque, según se le había dicho, había demasiada gente. "No puedo ir a la Escuela Dominical", acongojada le comentaba a un hombre que se le había acercado, que por casualidad era el pastor de esa pequeña iglesia. Viendo su apariencia andrajosa y desgreñada, el pastor adivinó la causa..., y tomándola de la mano la hizo pasar y encontró un lugar para ella en las Clases Dominicales. La niña fue tocada tan fuertemente por el Espíritu Santo que esa noche oró fervientemente al Señor por todos los niños que no tienen un lugar para reunirse y adorar en grupo a Jesucristo.

Pasados dos años, Lidia enfermó y murió en su casa que estaba ubicada en uno de los sectores mas pobres de la ciudad. Los padres de la niña llamaron al pastor que se había hecho muy amigo de Lidia, para que se hiciera cargo del doloroso asunto de su entierro. Al estar moviendo el pequeño cuerpo de la niña, una cartera de un color rojo medio gastado que parecía haber sido sacada de un basural, cayó al suelo desde uno de sus bolsillos. Dentro de la cartera encontraron 57 centavos y una nota que decía: "Este dinero es para ayudar a ampliar la pequeña iglesia para que muchos niños puedan asistir a la Escuela Dominical."

Durante dos años Lidia había estado ahorrando su ofrenda de amor. Cuando el pastor sollozando leyó la nota, él supo al instante qué era lo que debía hacer. Llevando esta nota y la harapienta carterita roja al púlpito, él contó la historia del amor desinteresado y de la devoción de la niña. El pastor desafió a la congregación a mantenerse ocupados para reunir suficiente dinero para agrandar el edificio de la iglesia.

Pero la historia, de la vida real, no termina ahí. 

Un periódico supo de la historia y la publicó. Un vendedor de propiedades leyó el aviso y le ofreció a la iglesia un terreno de unos cuantos miles de dólares. Cuando se le dijo que la iglesia no podría jamás juntar esa cantidad de dinero, él se las ofreció por 57 centavos. 

Además, se recibieron grandes donaciones de miembros de la iglesia y lugares bastante retirados. Al cabo de pocos años se pudo construir un lugar espacioso que no dejó afuera a ningún niño del sector.

La generosidad y el amor sincero de Lidia había producido grandes dividendos.


"Porque todos aquellos echaron para las 
ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta,
de su pobreza echó todo el sustento que tenía."
Lucas 21:4

BAILA CON DIOS


Baila con Dios


Estaba tan cansado que su rostro parecía sembrado de surcos. Como el cuero viejo, sus mejillas colgaban. Sus ojos veían a lontananza como si ya no quisieran mirar.

"¿Para qué?", se preguntó en voz alta. El tono de su voz sugería que no encontraba respuesta posible.

"Mi esposa me ha abandonado. Mi situación financiera es desastrosa. Mi salud va cuesta abajo. Pronto van a despedirme por no presentarme a trabajar".

Era cierto. No tenía sentido alguno decir al mecánico de 45 años que se alegrara. Su vida estaba en estado de desastre.

Se comprende que se hubiera olvidado de bailar con Dios. Ya no podía oír la música. Vacío y carente de energía, estaba sentado junto a la pared. Por lo que podía verse, este hombre abandonado dejaría de bailar para siempre.

Lo que había olvidado -si es que alguna vez lo había sabido- es que cuando bailamos con Dios bailamos a ritmo de vals. Nada rápido. Nada complejo. Apenas un movimiento lento y calmo. Un paso a la vez.

Los creyentes no necesitamos ver el mañana, la semana entrante o más allá. No buscamos comprender cómo se arreglarán las cosas. Por eso nos llaman creyentes.

Para bailar, sólo hay que poner un pie delante del otro. Es ésa toda la fe que necesitamos. Un paso y después otro. No tenemos que ver a dónde nos llevará el paso diez o el paso cien. Dios baila hacia adelante, a veces hacia los lados, y bailamos mejor cuando lo hacemos a su ritmo.

Levántate de esa silla. Da el primer paso. Vístete. Come un pan tostado. Sal por la puerta. ¿Qué harás cuando hayas salido? Ya tendrás tiempo de preguntártelo. Sigue moviéndote. Así es este baile.

Es difícil bailar sentado. Aún más si estás mirando al piso.

¿Y qué tal si te caes o si luces torpe al azotar contra el suelo? En ocasiones nos olvidamos de que Dios está a nuestro lado, de que nos tiende la mano y baila con nosotros. Eso hace toda la diferencia.

LA VIRGEN MARÍA, CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS



LA VIRGEN MARÍA, CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS

Hoy se buscan calmantes, pastillas contra el dolor, porque el dolor se ha multiplicado por todas partes. Cuando no son las enfermedades del cuerpo, son las tribulaciones del alma. El hombre de hoy, tú y yo, requerimos como algo urgente la mano que acaricia, el rostro que se inclina hacia nuestro dolor, el corazón que compadece y suaviza el sufrimiento. 

Necesitamos las manos, el rostro, el corazón de María. A todos los que sufren sin esperanza vayamos a decir que tienen una Madre, que los ama mucho.....

miércoles, 29 de octubre de 2014

EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 29 DE OCTUBRE DEL 2014


La puerta estrecha
Parábolas
Lucas 13, 22-30. Tiempo Ordinario. Nuestra salvación es don que hay que pedir con consatancia y fe a Dios. 


Por: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Lucas 13, 22-30
En aquel tiempo Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Él les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. «Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: "¡Señor, ábrenos!" Y os responderá: "No sé de dónde sois." Entonces empezaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas"; y os volverá a decir: "No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!" «Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.


Oración introductoria
Padre, ayúdame a aceptar tu Palabra y a comprender que no es posible alcanzar la santidad si mi vida está dominada por la ley del menor esfuerzo. Guía esta oración, ayúdame a guardar el silencio necesario para saber escucharte.


Petición
Señor, ayúdame a cambiar el mal en bien, el odio en amor, la venganza en perdón.


Meditación del Papa Francisco

En la actualidad pasamos ante muchas puertas que invitan a entrar prometiendo una felicidad que luego nos damos cuenta de que dura sólo un instante, que se agota en sí misma y no tiene futuro. Pero yo os pregunto: nosotros, ¿por qué puerta queremos entrar? Y, ¿a quién queremos hacer entrar por la puerta de nuestra vida? Quisiera decir con fuerza: no tengamos miedo de cruzar la puerta de la fe en Jesús, de dejarle entrar cada vez más en nuestra vida, de salir de nuestros egoísmos, de nuestras cerrazones, de nuestras indiferencias hacia los demás. Porque Jesús ilumina nuestra vida con una luz que no se apaga más. No es un fuego de artificio, no es un flash. No, es una luz serena que dura siempre y nos da paz. Así es la luz que encontramos si entramos por la puerta de Jesús.

Cierto, la puerta de Jesús es una puerta estrecha, no por ser una sala de tortura. No, no es por eso. Sino porque nos pide abrir nuestro corazón a Él, reconocernos pecadores, necesitados de su salvación, de su perdón, de su amor, de tener la humildad de acoger su misericordia y dejarnos renovar por Él.» (S.S. Francisco, 25 de agosto de 2013)


Reflexión
El hombre siempre ha andado a la búsqueda de la seguridad, de evitar riesgos y de tener todo bajo control. Prácticamente hoy día no existe ninguna institución de humana que no tenga algún contrato con una compañía de seguros de vida. Buscamos una seguridad para nuestra vida que a veces se convierte en una obsesión. Dicho esto, más de alguno podría preguntarse pero, ¿qué asegura la vida eterna?

Ya desde los tiempos de Jesús los hombres buscaban esta seguridad y Cristo no la niega, pero es claro: “esforzaos” porque nos es fácil alcanzarla.

El secreto para encontrar la paz en Jesús la encontramos en una respuesta que Él da a una pregunta similar cuando dice: “Para los hombres (la salvación) es imposible pero para Dios todo es posible”. Por tanto, el secreto lo encontramos en la fe. Nuestra salvación es don que hay que pedir con consatancia y fe a Dios. No cabe duda que también depende de nuestras obras pero es ante todo un don de Dios. No nos cansemos por tanto de luchar, de estar atentos, de orar porque cuando menos lo pensemos nos llegará la hora de dar cuentas.


Propósito
Confiemos en la gracia de Cristo y ayudemos al triste a confiar en Él.


Diálogo con Cristo
Jesús, el camino está claro, pero siento que me falta fuerza para realmente querer recorrer esa senda que lleva a tu Reino, cruzar esa puerta estrecha que implica negarme a mí mismo. Dame la luz para comprender que sólo hay ese camino por lo que debo convertirme en un instrumento dócil y confiado en tu voluntad.


PENSAMIENTO MARIANO 41



PENSAMIENTO MARIANO

Pide al Señor cuantas gracias se te ocurran; no esperes alcanzarlas si no media la intercesión de la Santísima Virgen. 

San Cayetano
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