sábado, 19 de marzo de 2022

JOSÉ, HIJO DE DAVID, NO TEMAS TOMAR CONTIGO A LA MARÍA TU MUJER



 «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer»

+ Mons. Ramon MALLA i Call Obispo Emérito de Lleida

(Lleida, España)



Hoy, celebra la Iglesia la solemnidad de San José, el esposo de María. Es como un paréntesis alegre dentro de la austeridad de la Cuaresma. Pero la alegría de esta fiesta no es un obstáculo para continuar avanzando en el camino de conversión, propio del tiempo cuaresmal.

Bueno es aquel que, elevando su mirada, hace esfuerzos para que la propia vida se acomode al plan de Dios. Y es bueno aquel que, mirando a los otros, procura interpretar siempre en buen sentido todas las acciones que realizan y salvar la buena fama. En los dos aspectos de bondad, se nos presenta a San José en el Evangelio de hoy.

Dios tiene sobre cada uno de nosotros un plan de amor, ya que «Dios es amor» (1Jn 4,8). Pero la dureza de la vida hace que algunas veces no lo sepamos descubrir. Lógicamente, nos quejamos y nos resistimos a aceptar las cruces.

No le debió ser fácil a San José ver que María «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,18). Se había propuesto deshacer el acuerdo matrimonial, pero «en secreto» (Mt 1,19). Y a la vez, «cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños» (Mt 1,20), revelándole que él tenía que ser el padre legal del Niño, lo aceptó inmediatamente «y tomó consigo a su mujer» (Mt 1,24).

La Cuaresma es una buena ocasión para descubrir qué espera Dios de nosotros, y reforzar nuestro deseo de llevarlo a la práctica. Pidamos al buen Dios «por intercesión del Esposo de María», como diremos en la colecta de la misa, que avancemos en nuestro camino de conversión imitando a San José en la aceptación de la voluntad de Dios y en el ejercicio de la caridad con el prójimo. A la vez, tengamos presente que «toda la Iglesia santa está endeudada con la Virgen Madre, ya que por Ella recibió a Cristo, así también, después de Ella, San José es el más digno de nuestro agradecimiento y reverencia» (San Bernardino de Siena).

EL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 19 DE MARZO DE 2022, SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA



 19 de Marzo: San José, esposo de la Virgen María

19 de marzo de 2022



1ª Lectura (2Sam 7,4-5a.12-14a.16): En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor: «Ve y dile a mi siervo David: ‘Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. El construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre’».




Salmo responsorial: 88

R/. Su linaje será perpetuo.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad».


Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: «Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades».


El me invocará: «Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora». Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable.

2ª Lectura (Rom 4,13.16-18): Hermanos: No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos». Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que, no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia».

Versículo antes del Evangelio (Sal 83,5): Dichosos los que habitan en tu Casa, te alabarán por siempre.

Texto del Evangelio (Mt 1,16.18-21.24a): Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado.




«Su madre, María, estaba desposada con José»

Abbé Marc VAILLOT

(París, Francia)


Hoy, nos invita la Iglesia a contemplar la amable figura del santo Patriarca. Elegido por Dios y por María, José vivió como todos nosotros entre penas y alegrías. Hemos de mirar cualquiera de sus acciones con especial interés. Aprenderemos siempre de él. Nos conviene ponernos en su piel para imitarle, pues así lograremos responder, como él, al querer divino.

Todo en su vida —modesta, humilde, corriente— es luminoso. Por eso, célebres místicos (Teresa de Avila, Hildegarde de Bingen, Teresita de Lisieux), grandes Fundadores (Benito, Bruno, Francisco de Asís, Bernardo de Clairvaux, Josemaría Escrivá) y tantos santos de todos los tiempos nos animan a tratarle y amarle para seguir las huellas del que es Patrón de la Iglesia. Es el atajo para conseguir santificar la intimidad de nuestros hogares, metiéndonos en el corazón de la Sagrada Familia, para llevar una vida de oración y santificar también nuestro trabajo.

Gracias a su constante unión a Jesús y a María —¡ahí está la clave!— José puede vivir sencillamente lo extraordinario, cuando Dios se lo pide, como en la escena del Evangelio de la misa de hoy, pues realiza sobre todo habitualmente las tareas ordinarias, que nunca son irrelevantes pues aseguran una vida lograda y feliz, que conduce hasta la Beatitud celeste.

Todos podemos, escribe el papa Francisco, «encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad (...). José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca».

HOY 19 DE MARZO CELEBRAMOS LA SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA Y CUSTODIO DE LA IGLESIA CATÓLICA



Hoy es la Solemnidad de San José, Esposo de la Virgen María y custodio de la Iglesia Católica



Hoy, 19 de marzo, la Iglesia Católica celebra la Solemnidad de ‘San José, esposo de la Virgen María’. José es un personaje central de nuestra fe católica por designio divino, ya que Dios le concedió el privilegio y la bendición incomparables de estar al lado de María, y de criar junto con ella a su propio Hijo. En el plan de amor infinito, Dios le encomendó el ‘trabajo’ más importante, la misión de ser cabeza de la Sagrada Familia.

Asimismo, San José es el patrono de la Iglesia Universal; y lo es también, en particular, de muchísimas comunidades religiosas, instituciones e incluso naciones; también es conocido como el ‘patrono de la buena muerte’, como se explicará más adelante.


Una misión

Quiso Dios que el amor del corazón de José de Nazareth se volcara sobre María, al punto de elegirla como esposa. Ese amor que Dios inspiró se fue perfeccionando poco a poco a lo largo de su vida adulta, incluso en momentos difíciles, llenos de incertidumbre. Dice la Escritura que el ángel le habló a José, varón justo, en sueños: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt. 1, 20-21).


Ser la sombra del Padre

La misión confiada a San José fue inmensa, capaz de desbordar cualquier cálculo humano. Frente a ella, José respondió con valor y sencillez; no hizo aspavientos ni buscó reconocimientos. Muy por el contrario, confió en Dios y se puso manos a la obra -¡Le costó! ¡Hubo esfuerzo, sin duda!-. Al mismo tiempo, lo suyo no fue ocupar un lugar protagónico, su puesto recuerda a lo contemplativo, razón por la cual se le conoce como el “santo del silencio”. Con todo, siempre llamará la atención el contraste entre todo lo que le fue requerido y lo ‘poco’ que aparece en el relato bíblico; no se conoce palabra que haya salido de su boca -sabemos que los Evangelios no recogen nada-. Eso sí, quedan de manera prístina sus obras, su fe y su amor; las que influenciaron en Jesús y forjaron su carácter, las que cimentaron su santo matrimonio.


Esposo y custodio

Junto a Santa María, San José sufrió las vicisitudes que rodearon el nacimiento del Mesías. Basta recordar que la acompañó embarazada, a poco de dar a luz, con la angustia de que no los quisieran recibir en Belén, justo en aquella noche fría en la que nació el Salvador de los hombres.

Basta contemplar el misterio por el que el Hijo de Dios, encomendado a sus cuidados, vino al mundo en un establo y, a los pocos días, fue llevado fuera del país rumbo a Egipto. Fue José quien tuvo que organizar la huida, como si hubiese cometido un delito, luchando por pensar solo en su objetivo: poner a Jesús a buen recaudo, lejos de la mano asesina de Herodes. Qué gozo debe haber sentido al ver cómo la Providencia coronaba su esfuerzo manteniendo a su familia a salvo.


Paternidad real y ejercida

Como José era carpintero, no pudo darle lujos a Jesús y tuvo que hacerlo convivir con la pobreza. Por supuesto, eso no fue límite alguno para su amor: José le dedicó todo el tiempo que pudo para atender a su hijo y enseñarle su profesión. De seguro, las atenciones del santo carpintero fueron más que suficientes para que el Señor conociera el cariño y la guía de un padre. José no se guardaría nada para sí y entregaría todo por su hijo. Supo comprender a Jesús cuando su misión lo apremiaba, como aquella vez que se extravió y lo encontró enseñando en el templo. Hasta en eso José fue desprendido y generoso.

El hogar de Nazareth era, pues, un auténtico cenáculo de amor, vivido en perfecta presencia de Dios. José pasó allí sus mejores años, en contacto directo con la fuente de todo amor. ¡Dios conviviendo con él bajo el mismo techo! ¡Cuántas veces la mirada de José debe haberse cruzado con la de Jesús! ¡Cuántas veces debe haberse quedado contemplando la grandeza de Dios presente en Jesús niño, o siendo adolescente, o mientras se hacía hombre! ¡Cuántas veces deben haber hablado de padre a hijo y compartido experiencias! Y es que Dios, en su humildad infinita, quiso dejarse educar mansamente por San José, mientras este se dejaba educar por su propio hijo a través de sus palabras y sus gestos.


San José, motivo de veneración

Hay mucho de maravilloso y ejemplar en San José para cualquier padre que quiera amar como Dios manda. Sin embargo, por ahora, valdrá la pena resaltar un último aspecto: San José ha sido llamado ‘patrono de la buena muerte’. La razón es profunda y no deja de estar envuelta por el misterio; el carpintero de Nazaret tuvo la dicha de morir acompañado y consolado por Jesús, Dios hecho hombre, y María, su esposa y Madre de Dios. Por otro lado, la Iglesia católica lo tiene como ‘santo patrono’ y protector desde siempre. Esa misión especial fue explicitada oficialmente por el Papa Pío IX en 1847.

Ya Santa Teresa de Ávila había profundizado y difundido la devoción a San José a consecuencia del milagro de la recuperación de su salud, obtenida por su intercesión. Teresa solía decir: "Otros santos parecen que tienen especial poder para solucionar ciertos problemas. Pero a San José le ha concedido Dios un gran poder para ayudar en todo".

En otro momento la santa continúa: “Durante 40 años, cada año en la fiesta de San José le he pedido alguna gracia o favor especial, y no me ha fallado ni una sola vez. Yo les digo a los que me escuchan que hagan el ensayo de rezar con fe a este gran santo, y verán que grandes frutos van a conseguir".


La varita de San José

Una tradición popular cuenta que doce jóvenes pretendieron casarse con María y se presentaron ante ella cada uno con un bastón de madera en la mano, a la usanza de la época. De pronto, cuando la Virgen debía escoger entre todos ellos, el bastón de José floreció milagrosamente. Los ojos de María, entonces, se fijaron en él. Se dice que esta es la razón por la que al santo se le suele representar con una ‘vara florecida’ en las manos. 

ORACIÓN A SAN JOSÉ


ORACIÓN A SAN JOSÉ

¡Oh San José!
estamos aquí todos para Ti y Tú se todo para nosotros.
Tú indícanos el camino,
sosténnos a cada paso, condúcenos adonde
la Divina Providencia
quiere que lleguemos;
sea largo o corto el camino,
fácil o difícil, se vea o no se vea
con ojos humanos la meta,
deprisa o despacio,
nosotros contigo estamos seguros
de caminar siempre bien.

Amén.

(San José Marello)

 

miércoles, 16 de marzo de 2022

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 16 DE MARZO DE 2022



Miércoles 2 de Cuaresma

Miércoles 16 de marzo de 2022



1ª Lectura (Jer 18,18-20): Algunos dijeron: «Venga, tramemos un plan contra Jeremías porque no faltará la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo del profeta. Venga, vamos a hablar mal de él y no hagamos caso de sus oráculos». Hazme caso, Señor, escucha lo que dicen mis oponentes. ¿Se paga el bien con el mal?, ¡pues me han cavado una fosa! Recuerda que estuve ante ti, pidiendo clemencia por ellos, para apartar tu cólera.



Salmo responsorial: 30

R/. Sálvame, Señor, por tu misericordia.

Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo. A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás.


Oigo el cuchicheo de la gente, y todo me da miedo; se conjuran contra mí y traman quitarme la vida.


Pero yo confío en ti, Señor; te digo: «Tú eres mi Dios». En tu mano está mi destino: líbrame de los enemigos que me persiguen.

Versículo antes del Evangelio (Jn 8,12): Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida.


Texto del Evangelio (Mt 20,17-28): En aquel tiempo, cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el camino: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de Él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará».

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».

Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».




«El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor»

Rev. D. Francesc JORDANA i Soler

(Mirasol, Barcelona, España)


Hoy, la Iglesia —inspirada por el Espíritu Santo— nos propone en este tiempo de Cuaresma un texto en el que Jesús plantea a sus discípulos —y, por lo tanto, también a nosotros— un cambio de mentalidad. Jesús hoy voltea las visiones humanas y terrenales de sus discípulos y les abre un nuevo horizonte de comprensión sobre cuál ha de ser el estilo de vida de sus seguidores.


Nuestras inclinaciones naturales nos mueven al deseo de dominar las cosas y a las personas, mandar y dar órdenes, que se haga lo que a nosotros nos gusta, que la gente nos reconozca un status, una posición. Pues bien, el camino que Jesús nos propone es el opuesto: «El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo» (Mt 20,26-27). “Servidor”, “esclavo”: ¡no podemos quedarnos en el enunciado de las palabras!; las hemos escuchado cientos de veces, hemos de ser capaces de entrar en contacto con la realidad que significan, y confrontar dicha realidad con nuestras actitudes y comportamientos.

El Concilio Vaticano II ha afirmado que «el hombre adquiere su plenitud a través del servicio y la entrega a los demás». En este caso, nos parece que damos la vida, cuando realmente la estamos encontrando. El hombre que no vive para servir no sirve para vivir. Y en esta actitud, nuestro modelo es el mismo Cristo —el hombre plenamente hombre— pues «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28).

Ser servidor, ser esclavo, tal y como nos lo pide Jesús es imposible para nosotros. Queda fuera del alcance de nuestra pobre voluntad: hemos de implorar, esperar y desear intensamente que se nos concedan esos dones. La Cuaresma y sus prácticas cuaresmales —ayuno, limosna y oración— nos recuerdan que para recibir esos dones nos debemos disponer adecuadamente. 

IMÁGENES Y GIFS DE SAN JOSÉ - IMÁGENES DEL ROSARIO DE SAN JOSÉ


















































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