lunes, 6 de abril de 2020

PAPA FRANCISCO: SI IGNORO A LOS POBRES, EL SEÑOR ME IGNORARÁ EL DÍA DEL JUICIO


Papa Francisco: “Si ignoro a los pobres, el Señor me ignorará el día del juicio”
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



“Si yo ignoro a los pobres, el Señor me ignorará en el día del juicio”. El Papa Francisco se expresó así en la Misa celebrada este lunes 6 de abril en la Casa Santa Marta.

El Santo Padre llamó la atención sobre el problema de la pobreza en las sociedades de hoy, un problema mayor del que se evidencia a simple vista, ya que la mayor parte de los pobres son pobres escondidos.

“Están los pobres que vemos, que son una parte mínima. La mayor parte de los pobres son aquellos que no vemos: pobres escondidos. Y nosotros no los vemos porque entramos en esa cultura de la indiferencia que es negacionista, y negamos: ‘No, no hay tantos, no se ven. Sí, está ese caso…’, disminuyendo siempre la realidad d ellos pobres. Pero hay muchos”, señaló el Pontífice.

Francisco lamentó que “incluso, aunque no entremos en esta cultura de la indiferencia, hay una costumbre de ver a los pobres como ornamentos de una ciudad: ‘Sí, ahí están, como las estatuas. Sí, los hay, se ven. Sí, aquella anciana que pide limosna, aquel otros… Pero como si fuese algo normal. Tener pobres forma parte de la ornamentación de la ciudad”.

Sin embargo, “la mayor parte son pobres víctimas de las políticas económicas, de las políticas financieras. Algunas estadísticas recientes lo resumen así: Hay mucho dinero en manos de unos pocos y mucha pobreza en manos de muchos”.

“Esa es la pobreza de tanta gente víctimas de la injusticia estructural de la economía mundial. Y hay muchos pobres que experimentan vergüenza de hacer ver que no llegan a fin de mes, tantos pobres de clase media que van a escondidas a Cáritas, y a escondidas piden y experimentan vergüenza. Los pobres son muchos más que los ricos”.

El Papa Francisco subrayó que “lo que decía Jesús es cierto: ‘Los pobres siembre los tendréis con vosotros’. Pero, ¿yo los veo? ¿Me doy cuenta de esa realidad? Sobre todo, de la realidad escondida, de aquellos que sienten vergüenza de decir que no llegan a final de mes”.

Para explicarlo, recurrió a una anécdota personal: “Recuerdo que en Buenos Aires me habían dicho que el edificio de una fábrica abandonada, vacía desde hacía años, estaba habitada por una quincena de familias que habían llegado en los últimos meses. Y yo fui allí”.

“Eran familias con niños y cada una se había quedado con una parte de la fábrica abandonada para vivir. Y mirando, vi que cada familia tenía buenos muebles, muebles de gente de clase media, tenían televisión, pero habían ido a vivir allí porque no podían pagar un alquiler”.

Ese ejemplo muestra la realidad de “los nuevos pobres que deben dejar su casa porque no pueden pagarla, va allí. Es esa injusticia de las organizaciones económicas y financieras la que los lleva allí. Y hay muchos, muchos, hasta el punto de que los veremos en el juicio”.

“La primera pregunta que nos hará Jesús es: ‘¿Qué has hecho con los pobres? ¿Les has dado de comer? Cuándo estaban en la cárcel, ¿los has visitado? En el hospital, ¿los has visto? ¿Has asistido a la viuda, al huérfano? Porque allí estaba yo’”.

“Y sobre eso seremos juzgados. No seremos juzgados por el lujo o los viajes que hagamos, o por la importancia social que tengamos. Seremos juzgados por nuestra relación con los pobres. Pero si yo, hoy, ignoro a los pobres, les dejo de lado, creo que no existen, el Señor me ignorará en el día del juicio”.

El Papa Francisco finalizó su homilía señalando que “cuando Jesús dice: ‘A los pobres siempre los tendréis con vosotros’, quiere decir: ‘Yo siempre estaré con vosotros en los pobres. Estaré presente allí’. Y esto no es ser comunista, esto es el centro del Evangelio: nosotros seremos juzgados por esto”.

Evangelio comentado por el Papa Francisco:

Juan 12:1-11
1 Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos.
2 Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
3 Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume.
4 Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar:
5 «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?»
6 Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella.
7 Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura.
8 Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre tendréis.»
9 Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos.
10 Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro,
11 porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.

¡QUÉDATE EN CASA!





domingo, 5 de abril de 2020

NO TE BAJES DE LA CRUZ - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO DE RAMOS - 5 DE ABRIL DE 2020


NO TE BAJES DE LA CRUZ


Según el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado se burlaban de él y, riéndose de su sufrimiento, le hacían dos sugerencias sarcásticas: si eres Hijo de Dios, «sálvate a ti mismo» y «bájate de la cruz».

Esa es exactamente nuestra reacción ante el sufrimiento: salvarnos a nosotros mismos, pensar solo en nuestro bienestar y, por consiguiente, evitar la cruz, pasarnos la vida sorteando todo lo que nos puede hacer sufrir. ¿Será también Dios como nosotros? ¿Alguien que solo piensa en sí mismo y en su felicidad?

Jesús no responde a la provocación de los que se burlan de él. No pronuncia palabra alguna. No es el momento de dar explicaciones. Su respuesta es el silencio. Un silencio que es respeto a quienes lo desprecian y, sobre todo, compasión y amor.

Jesús solo rompe su silencio para dirigirse a Dios con un grito desgarrador: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». No pide que lo salve bajándolo de la cruz. Solo que no se oculte ni lo abandone en este momento de muerte y sufrimiento extremo. Y Dios, su Padre, permanece en silencio.

Solo escuchando hasta el fondo este silencio de Dios descubrimos algo de su misterio. Dios no es un ser poderoso y triunfante, tranquilo y feliz, ajeno al sufrimiento humano, sino un Dios callado, impotente y humillado, que sufre con nosotros el dolor, la oscuridad y hasta la misma muerte.

Por eso, al contemplar al Crucificado, nuestra reacción no puede ser de burla o desprecio, sino de oración confiada y agradecida: «No te bajes de la cruz. No nos dejes solos en nuestra aflicción. ¿De qué nos serviría un Dios que no conociera nuestros sufrimientos? ¿Quién nos podría entender?».

¿En quién podrían esperar los torturados de tantas cárceles secretas? ¿Dónde podrían poner su esperanza tantas mujeres humilladas y violentadas sin defensa alguna? ¿A qué se agarrarían los enfermos crónicos y los moribundos? ¿Quién podría ofrecer consuelo a las víctimas de tantas guerras, terrorismos, hambres y miserias? No. No te bajes de la cruz, pues, si no te sentimos «crucificado» junto a nosotros, nos veremos más «perdidos».


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Mt (26,14–27,66)

EL PAPA FRANCISCO EN DOMINGO DE RAMOS: ÁNIMO, ABRE EL CORAZÓN A DIOS Y SENTIRÁS SU CONSUELO





El Papa en Domingo de Ramos: ¡Ánimo! Abre el corazón a Dios y sentirás su consuelo
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa






En la Misa celebrada en la Basílica de San Pedro del Vaticano en este Domingo de Ramos, el Papa Francisco reconoció que ante el drama de la pandemia del coronavirus, COVID19, Jesús dice a cada uno: “Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene”.

“Hoy, en el drama de la pandemia, ante tantas certezas que se desmoronan, frente a tantas expectativas traicionadas, con el sentimiento de abandono que nos oprime el corazón, Jesús nos dice a cada uno: ‘Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene’”, alentó el Papa.

El Santo Padre presidió este 5 de abril la Eucaristía en el interior de la Basílica de San Pedro del Vaticano, y no en la Plaza como es tradicionalmente, debido a las medidas adoptadas por las autoridades italianas ante la pandemia del coronavirus, COVID19.

En esta ceremonia que dio inicio a la Semana Santa, el Papa Francisco caminó de la sacristía hasta el altar de la cátedra en donde se llevó a cabo el tradicional rito del Domingo de Ramos, allí, el Papa bendijo simbólicamente unos olivos en macetas que estaban colocados frente al altar, pero no se realizó ninguna procesión con ramos, ni hubo tampoco procesión en el ofertorio.

Además, el Santo Padre bendijo con el incienso las dos imágenes que estuvieron presentes en el momento extraordinario de la Bendición Urbi et Orbi del pasado 27 de marzo: el ícono bizantino de la Salus Populi Romani y el Crucifijo de San Marcelo.

Imitar ejemplo de servicio de Jesús
En su homilía, el Pontífice recordó que “el Señor nos sirvió hasta el punto de experimentar las situaciones más dolorosas de quien ama: la traición y el abandono” y añadió que “Jesús sufrió la traición del discípulo que lo vendió y del discípulo que lo negó”.


Por ello, el Santo Padre señaló que “cuando nos sintamos entre la espada y la pared, cuando nos encontremos en un callejón sin salida, sin luz y sin escapatoria, cuando parezca que ni siquiera Dios responde, recordemos que no estamos solos. Jesús experimentó el abandono total, la situación más ajena a Él, para ser solidario con nosotros en todo. Lo hizo por mí, por ti, para decirte: ‘No temas, no estás solo. Experimenté toda tu desolación para estar siempre a tu lado’, indicó.

Verdaderos héroes que salen a la luz en estos días
Además, el Papa dirigió un mensaje especial a los jóvenes con ocasión de la 35º Jornada Mundial de la Juventud a nivel diocesano con el tema “¡Joven, a ti te digo, levántate!” (Lc 7,14) en que los animó a mirar “a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días” porque “no son los que tienen fama, dinero y éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás”.

“Siéntanse llamados a jugarse la vida. No tengan miedo de gastarla por Dios y por los demás: ¡La ganarán! Porque la vida es un don que se recibe entregándose. Y porque la alegría más grande es decir, sin condiciones, sí al amor. Como lo hizo Jesús por nosotros”, expresó el Papa.

En esta línea, el Santo Padre invitó a reflexionar en “¿cómo nos sirvió el Señor?” ya que “dando su vida por nosotros. Él nos ama, puesto que pagó por nosotros un gran precio” y agregó que “su amor lo llevó a sacrificarse por nosotros, a cargar sobre sí todo nuestro mal”.

“Esto nos deja con la boca abierta: Dios nos salvó dejando que nuestro mal se ensañase con Él. Sin defenderse, sólo con la humildad, la paciencia y la obediencia del siervo, simplemente con la fuerza del amor. Y el Padre sostuvo el servicio de Jesús, no destruyó el mal que se abatía sobre Él, sino que lo sostuvo en su sufrimiento, para que sólo el bien venciera nuestro mal, para que fuese superado completamente por el amor. Hasta el final”, afirmó.

Traición y abandono
Al referirse al relato del Evangelio de la pasión de Jesucristo, el Pontífice explicó que “el Señor nos sirvió hasta el punto de experimentar las situaciones más dolorosas de quien ama: la traición y el abandono”.

“Pensemos en las traiciones pequeñas o grandes que hemos sufrido en la vida. Es terrible cuando se descubre que la confianza depositada ha sido defraudada. Nace tal desilusión en lo profundo del corazón que parece que la vida ya no tuviera sentido. Esto sucede porque nacimos para amar y ser amados, y lo más doloroso es la traición de quién nos prometió ser fiel y estar a nuestro lado. No podemos ni siquiera imaginar cuán doloroso haya sido para Dios, que es amor”.

Por ello, animó a examinarnos interiormente porque “si somos sinceros con nosotros mismos, nos daremos cuenta de nuestra infidelidad. Cuánta falsedad, hipocresía y doblez. Cuántas buenas intenciones traicionadas. Cuántas promesas no mantenidas. Cuántos propósitos desvanecidos”.

“El Señor conoce nuestro corazón mejor que nosotros mismos, sabe que somos muy débiles e inconstantes, que caemos muchas veces, que nos cuesta levantarnos de nuevo y que nos resulta muy difícil curar ciertas heridas”.

En este sentido, el Papa animó a mirar el Crucifjo para meditar en que Jesús “nos curó cargando sobre sí nuestra infidelidad, borrando nuestra traición. Para que nosotros, en vez de desanimarnos por el miedo al fracaso, seamos capaces de levantar la mirada hacia el Crucificado, recibir su abrazo y decir: ‘Mira, mi infidelidad está ahí, Tú la cargaste, Jesús. Me abres tus brazos, me sirves con tu amor, continúas sosteniéndome... Por eso, ¡sigo adelante!’”.

“Queridos hermanos y hermanas: ¿Qué podemos hacer ante Dios que nos sirvió hasta experimentar la traición y el abandono? Podemos no traicionar aquello para lo que hemos sido creados, no abandonar lo que de verdad importa. Estamos en el mundo para amarlo a Él y a los demás. El resto pasa, el amor permanece”, recordó Francisco.

Pedir la gracia de vivir para servir
Luego, el Santo Padre explicó -refiriéndose a la pandemia del coronavirus- que “el drama que estamos atravesando nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor.”

“De este modo, en casa, en estos días santos pongámonos ante el Crucificado, que es la medida del amor que Dios nos tiene. Y, ante Dios que nos sirve hasta dar la vida, pidamos la gracia de vivir para servir. Procuremos contactar al que sufre, al que está solo y necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer”, animó.

Por último, el Papa Francisco destacó que “el Padre, que sostuvo a Jesús en la Pasión, también a nosotros nos anima en el servicio. Es cierto que puede costarnos amar, rezar, perdonar, cuidar a los demás, tanto en la familia como en la sociedad; puede parecer un vía crucis. Pero el camino del servicio es el que triunfa, el que nos salvó y nos salva la vida”, concluyó.

DOMINGO DE RAMOS: ANIMAN A PARTICIPAR EN PROCESIÓN VIRTUAL DE PALMAS


Domingo de Ramos: Animan a participar en “procesión virtual” de palmas
Redacción ACI Prensa





Ante la imposibilidad de ir a Misa por la cuarentena impuesta en muchos lugares por la epidemia del coronavirus (COVID19), los obispos de Polonia alentaron a los fieles a publicar fotografías de las ramas en sus redes sociales, para participar así en una “procesión virtual” de palmas el Domingo de Ramos, inicio de la Semana Santa.

“Dado que el número de personas en las iglesias está limitado a cinco, los fieles deberán seguir las celebraciones a través de la televisión o Internet. Sin embargo y para preservar la tradición, la Iglesia en Polonia alienta a no renunciar a hacer las palmas de Semana Santa”, señala una nota de la oficina de prensa del Episcopado polaco.


Por ello, los obispos de Polonia sugieren “que las familias en sus hogares se unan a la preparación de las palmas y luego publiquen sus fotos en Internet y juntas creen una ‘procesión virtual con palmas’”.

El vocero del Episcopado, P. Paweł Rytel-Andrianik, invitó a publicar las fotos con el hashtag #palms (#palmas) y tal vez acompañando la imagen con una cita bíblica, con lo que se tendrá una “procesión virtual” de palmas, con lo cual se podrá construir una comunidad espiritual pese a la cuarentena y el aislamiento.

“Podemos preparar las palmas a partir de los materiales que tenemos en nuestros hogares, también pueden ser ramas verdes", indicó.

La palma, rama o ramos se pueden colocar en las puertas o las ventanas de las casas.

En Internet se puede encontrar algunos tutoriales, como el de la iniciativa Santas Creaciones, que enseña cómo hacer palmas de papel, cuando no es posible conseguir alguna rama natural.

FELIZ DOMINGO DE RAMOS-¡QUÉDATE EN CASA!





sábado, 4 de abril de 2020

LECTURAS BÍBLICAS DEL DOMINGO DE RAMOS,5 DE ABRIL DE 2020 - CICLO A


Lecturas del Domingo de Pasión - Ciclo A
Domingo, 5 de abril de 2020




Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (50,4-7):

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 21,8-9.17-18a.19-20.23-24

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.» R/.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R/.

Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11):

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios

Evangelio
Evangelio segúnto según San Mateo (26,14–27,66), 
del domingo, 5 de abril de 2020



Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (26,14–27,66):

C. En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
S. «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
C. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
S. -«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
C. Él contestó:
+ «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
+ «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. «¿Soy yo acaso, Señor?»
C. Él respondió:
+ «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. «¿Soy yo acaso, Maestro?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo has dicho.»
C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
+ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo.»
C.. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo:
+ «Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre.»
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.
C. Entonces Jesús les dijo:
+ «Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»
C. Jesús le dijo:
+ «Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.»
C . Pedro le replicó:
S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. »
C. Y lo mismo decían los demás discípulos.
C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
+ «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:
+ «Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»
C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
+ «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil.»
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.»
C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.»
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S. «Al que yo bese, ése es; detenedlo.»
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. «¡Salve, Maestro!»
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ «Amigo, ¿a qué vienes?»
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:
+ «Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene que pasar.»
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.»
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos, hasta el palacio del sumo sacerdote, y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos, que dijeron:
S. «Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días."»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. «Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.»
C. Jesús le respondió:
+ «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.»
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?»
C. Y ellos contestaron:
S. «Es reo de muerte.»
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon, diciendo:
S. «Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada y le dijo:
S. «También tú andabas con Jesús el Galileo.»
C. Él lo negó delante de todos, diciendo:
S. «No sé qué quieres decir.»
C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. «Éste andaba con Jesús el Nazareno.»
C. Otra vez negó él con juramento:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S. «Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:
S. «No conozco a ese hombre.»
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces Judas, el traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, diciendo:
S. «He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.»
C. Pero ellos dijeron:
S. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre.»
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor.» Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?»
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Barrabás.»
C. Pilato les preguntó:
S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. «Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Que lo crucifiquen!»
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud, diciendo:
S. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. «¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía; lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también, diciendo:
S. «A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
+ «Elí, Elí, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. «A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber. Los demás decían:
S. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. «Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. «Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció: "A los tres días resucitaré." Por eso, da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos." La última impostura sería peor que la primera.»
C. Pilato contestó:
S. «Ahí tenéis la guardia. Id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.»
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio del domingo, 5 de abril de 2020
Fernando Torres cmf


La Pasión, palabra de aliento

      Hoy escuchamos el relato de la pasión según san Mateo. Es un relato apasionante que va del anuncio al cumplimiento. Hay un punto central en el relato. Justo en el momento en que va a ser arrestado, Jesús proclama: “Ha llegado la hora” (Mt 26,45). A partir de ese momento lo que en la primera parte del relato ha sido un anuncio se va cumpliendo poco a poco. 

      La primera parte es el relato de la Última Cena, momento en el que Jesús al bendecir el pan y el vino los refiere a sí mismo y a su propia entrega. Ellos son y serán para siempre el signo de la Nueva Alianza entre Dios y los hombres. Una nueva época está a punto de empezar, pero pasará necesariamente por la muerte de Jesús. En ese contexto, entendemos el anuncio de la traición de Judás y de las negaciones de Pedro. En ese contexto, en la soledad del Monte de los Olivos, compartimos el temor ante la muerte que experimenta Jesús. 

      En la segunda parte todo se cumple como si fuera un guión que los actores van actuando con fidelidad a la letra escrita del guión. La traición de Judas se consuma con un beso. El valor inútil de Pedro, jugando a defender al Maestro con una espada, se confirma en sus tres negaciones. ¿Quién fue el mayor traidor? El canto del gallo será un recordatorio para Pedro de su propia debilidad. El juicio marca el definitivo enfrentamiento de Jesús con las autoridades religiosas de Israel. Ésa es la auténtica causa de su muerte. El que ha pasado su vida pública hablando de Dios Padre y haciendo el bien es condenado como blasfemo. De algún modo, la condena de Jesús es una apuesta frente a Dios. Jesús muere en nombre de Dios. Y los que le condenan lo hacen también en nombre de Dios. 

      El relato culmina con la muerte de Jesús. Para llegar ahí, Jesús ha sido juzgado injustamente y ha sido torturado por los servidores del poder, que se aprovechan de su situación para abusar de los indefensos. Siempre el poder ha tenido lacayos a su servicio que le hacen el trabajo sucio. Nunca son los mismos los que condenan y los que torturan o clavan en la cruz o fusilan. A pesar de todo, Jesús muere creyendo en la esperanza. Las últimas palabras que el evangelista pone en su boca son el principio de un salmo (Sal 22). Es un salmo en que el autor experimenta el dolor, el sufrimiento y el abandono de Dios en ese sufrimiento, pero al final proclama su esperanza en la fuerza y la gracia de Dios que salva y da vida a los que creen en Él. Sin duda, el evangelista quiso expresar de esa manera cuáles eran los sentimientos de Jesús en los últimos momentos de su vida terrena. 

      La celebración de la Semana Santa ha sido y es para los abatidos por la vida, por la cruz que siempre está presente en ella, “una palabra de aliento”. Dios está con nosotros y en nuestro mundo hay un lugar para la esperanza. Aunque hayamos celebrado muchas Semanas Santas, nos sigue haciendo falta hacer memoria de Jesús de Nazaret para no desesperar frente a un mundo donde la muerte, en todas sus formas, sigue estando presente. Por más que nos cueste verlo, el Dios de la Vida triunfa sobre la muerte. Esa es nuestra fe.

IMÁGENES CON ORACIONES PARA COLOCAR LAS PALMAS DE DOMINGO DE RAMOS EN EL HOGAR






IMÁGENES DE DOMINGO DE RAMOS


















JESÚS ESTÁ EN LA VENTANA

JESÚS ESTÁ EN LA VENTANA




Durante el verano, Juan y su hermanita Teresa fueron a pasar unos días a la granja de sus abuelos. Como el niño no paraba quieto, su abuelo le dejó que jugara fuera y que practicara con su tirachinas. No lograba darle a ninguna de las latas que había preparado para hacer blanco. Desanimado, se dispuso a regresar a casa para cenar.

Mientras caminaba de regreso, vio un pato, al parecer el más querido por su abuela. Y, como un impulso, cogió el tirachinas y lanzó la piedra, sin pensar que podría acertar. Le dio al pato en plena cabeza y cayó en redondo. Él estaba impresionado y consternado. En un momento de pánico, escondió el pato muerto detrás de unas maderas. En ese momento vio que su hermana lo estaba observando. Teresa lo había visto todo, pero no dijo nada. Después del almuerzo del día siguiente,
la abuela dijo:
- Teresa, vamos a lavar los platos.
Pero Teresa dijo:
- Abuela, Juan me ha dicho que él quería ayudarte en la cocina.
Luego le susurró a él:
- ¿Recuerdas lo del pato?
Así es que Juan lavó los platos.
Más tarde, ese mismo día, el abuelo les preguntó a los niños si querían ir a pescar, y la abuela
dijo:
- Lo siento, pero necesito que Teresa me ayude a hacer la compra.
Teresa sonrió y dijo:
- Bueno, no hay problema, porque a Juan le apetece mucho ayudar a la abuela con la compra.
Ella, de nuevo, se acercó a su hermano y en voz baja le dijo:
- ¿Recuerdas al pato?
Así es que Teresa se fue a pescar y Juan se quedó ayudando.

Después de varios días en los que Juan hacía tanto sus tareas como las de su hermana, no aguantó más y decidió poner fin a lo que le estaba fastidiando las vacaciones. Le confesó a su abuela que había matado al pato.

La abuela reaccionó rápido, abrazó a su nieto y le dijo:
- Corazón, ya lo sabía. ¿Sabes? Yo estaba en la ventana cuando sucedió y vi todo lo que pasó. Pero, porque te quiero, te perdono. Sólo me preguntaba cuánto tiempo tardarías en decidirte y en permitir que tu hermana Teresa te hiciera chantaje. Nunca hay que tener miedo a decir la verdad, además siempre puede haber alguien que te vea por la ventana. Me preguntaba cuánto tiempo mas permitirías que Teresa te hiciera su esclavo.

Moraleja:

Lo que hayas hecho en tu pasado y el Diablo continúe restregándotelo en tu cara (mentiras, odios, ira, falta de perdón, amargura, robos, etc.), cualquier error que hayas cometido, has de saber que Jesús estaba parado en la ventana y Él vio todo lo sucedido.

Él ha visto tu vida completa y quiere que sepas que te Ama y que si le pides perdón, confesándote con un sacerdote, estás perdonado. Él sólo se está preguntando cuánto tiempo más dejarás que el Diablo te esclavice.

Lo maravilloso de Jesús es que cuando tú pides perdón, Él no sólo te perdona si no que lo olvida, porque nos salva por medio de Su Gracia y Su Misericordia.


Y recuerda siempre que... ¡Jesús está en la Ventana!

MI PADRE ES EL PILOTO


Mi padre es el piloto



Un niño muy educado y formal subió a un avión, buscó su asiento y se sentó. El niño abrió su cuaderno de pintar y empezó a colorearlo. No presentaba rasgos de ansiedad ni nerviosismo al despegar el avión.

Durante un buen rato, hubo tormenta y mucha turbulencia. En un determinado momento hubo una sacudida fuerte, y todos se pusieron muy nerviosos, pero el niño mantuvo su calma y serenidad en todo momento.

¿Cómo lo hacia?, ¿Por qué estaba tan calmado? Una mujer frenética le preguntó:
Niño: ¿no tienes miedo?

No señora-, contestó el niño y mirando su cuaderno de pintar le dijo: "Mi padre es el piloto".

¿Sorprendido? Hay tiempos en nuestra vida en los que los sucesos nos sacuden un poco y nos encontramos en turbulencia. No vemos terreno sólido y nuestros pies no pisan lugar seguro. No tenemos donde agarrarnos y no nos sentimos seguros. Pero recuerden que nuestro amantísimo Padre Celestial es nuestro piloto. A pesar de las circunstancias, nuestras vidas están puestas en el creador del cielo y la tierra. Y la próxima vez que llegue una tormenta a tu vida o si en este momento estás pasando por una, alza tu mirada al cielo, siéntete confiado y di para ti mismo: ¡Mi Padre es el piloto!
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