domingo, 6 de octubre de 2019

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY DOMINGO 6 DE OCTUBRE DE 2019


Lecturas de hoy Domingo 27º del Tiempo Ordinario - Ciclo C
Hoy, domingo, 6 de octubre de 2019


Primera lectura
Lectura de la profecía de Habacuc (1,2-3;2,2-4):

¿Hasta cuándo, Señor,
pediré auxilio sin que me oigas,
te gritaré: ¡Violencia!,
sin que me salves?
¿Por qué me haces ver crímenes
y contemplar opresiones?
¿Por qué pones ante mí
destrucción y violencia,
y surgen disputas
y se alzan contiendas?
Me respondió el Señor:
Escribe la visión y grábala
en tablillas, que se lea de corrido;
pues la visión tiene un plazo,
pero llegará a su término sin defraudar.
Si se atrasa, espera en ella,
pues llegará y no tardará.
Mira, el altanero no triunfará;
pero el justo por su fe vivirá.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 94,1-2.6-7.8-9

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: 
«No endurezcáis vuestro corazón».

V/. Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.

V/. Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.

V/. Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron,
aunque habían visto mis obras». R/.


Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo
 (1,6-8.13-14):

Querido hermano:
Te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza. Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios.
Ten por modelo las palabras sanas que has oído de mí en la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Vela por el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,5-10):

En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor:
«Auméntanos la fe».
El Señor dijo:
«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera:
“Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.
¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida, ven y ponte a la mesa”?
¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”?
¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid:
“Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy domingo, 6 de octubre de 2019
Fernando Torres cmf


Señor, auméntanos la fe

      Cuando era pequeño, me dijeron que fe es “creer lo que no se ve”. Entonces, ¿cómo podían hablar los apóstoles de fe? ¿Cómo podían pedir a Jesús que les “aumentase la fe”? Ellos ya lo veían, lo tenían delante. No necesitaban la fe para creer que Jesús era Jesús. Además, le veían hacer milagros, escuchaban sus palabras. ¿Sería que no necesitaban la fe?

      La realidad es muy diferente. La fe es precisamente “creer lo que no se ve”. Y los apóstoles no veían más allá de un hombre que hacía cosas extraordinarias, algunas de las cuales no eran capaces de entender. Le fe les invitaba a ir más allá, a experimentar la presencia de Dios en aquel hombre. Lo mismo pasa con las relaciones humanas. Podemos demostrar que dos y dos son cuatro pero ¿cómo demostrar la amistad o el amor entre dos personas? Ahí no nos podemos servir más que de indicios, de pistas –la manera como se tratan, la forma como actúan, la persistencia en el tiempo de la relación, la superación de las dificultades...–. Dicho con un ejemplo, cuando dos enamorados se miran a los ojos y se dicen que se quieren, cada uno de ellos cree al otro porque la verdad es que no tienen una prueba fehaciente de que esas palabras sean algo más que palabras. Desgraciadamente no sería la primera vez que una persona engaña a otra. Por eso, de entrada toda relación humana es siempre una relación de fe, de confianza. Confiamos en que el otro no nos engaña. Creemos en él. 

      Lo mismo se puede decir de la fe en Dios. No se trata de aceptar unas verdades imposibles de comprender y decir “vale, lo acepto”. No se trata de comulgar con ruedas de molino. Se trata de experimentar la presencia de Dios, de sentirlo presente en mi vida, en la vida de los hermanos y hermanas, en la vida de la Iglesia, en el mundo, en la creación, y confiar que esa presencia es una presencia bondadosa, hecha de amor y misericordia, que desea nuestra libertad, nuestro bien, nuestra felicidad. 

      Pero a veces nuestra fe decae. Esa relación de confianza conoce momentos de debilidad, de recelo, de sospecha. Entonces nos sentimos desanimados, sin fuerzas. El amor de Dios que sentíamos que llenaba nuestro corazón de fuerza y entusiasmo se desvanece. El compromiso por ser mejores, por ayudar a los necesitados, por amar a los que viven con nosotros, por perdonar sin medida, como Dios nos perdona, flaquea. Todos hemos experimentado alguna vez esos sentimientos de duda, de pérdida de la confianza. 

      Ahí viene la petición de los apóstoles. “Señor, auméntanos la fe”. Y el texto de Pablo que nos dice: “reaviva el don de Dios que recibiste... porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde sino un espíritu de energía, amor y buen juicio”.



Para la reflexión

      ¿Me he sentido alguna vez desanimado en mi vida cristiana? ¿He orado en ese momento pidiendo a Dios que me “aumente la fe”? ¿Confío realmente en Dios, en que él me ofrece su perdón y su amor para mí y para mis hermanos y hermanas?

AL INAUGURAR EL SÍNODO DE LA AMAZONÍA EL PAPA FRANCISCO PIDE REAVIVAR EL FUEGO DE LA MISIÓN


Al inaugurar el Sínodo de la Amazonía el Papa pide reavivar el fuego de la misión
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco abrió el Sínodo de los Obispos sobre la Amazonía este domingo 6 de octubre con una Misa celebrada en la Basílica de San Pedro del Vaticano en la que pidió que la Asamblea Sinodal sirva “para renovar los caminos de la Iglesia en la Amazonía, de modo que no se apague el fuego de la misión”.

La Misa, celebrada con gran solemnidad, contó con la presencia de los 13 nuevos Cardenales creados en el Consistorio celebrado ayer sábado 5 de octubre, y de representantes de los pueblos originarios de la Amazonía.

De hecho, algunos miembros de los pueblos indígenas presentaron al Papa las ofrendas durante el ofertorio.

En su homilía, el Santo Padre contrapuso el fuego de Dios al fuego del mundo. “El fuego de Dios, como en el episodio de la zarza ardiente, arde, pero no se consume. Es fuego de amor que ilumina, calienta y da vida, no fuego que se extiende y devora”.


En cambio, “cuando los pueblos y las culturas se devoran sin amor y sin respeto, no es el fuego de Dios, sino del mundo”.

“Y, sin embargo, cuántas veces el don de Dios no ha sido ofrecido sino impuesto, cuántas veces ha habido colonización en vez de evangelización. Dios nos guarde de la avidez de los nuevos colonialismos”.

Advirtió que “el fuego aplicado por los intereses que destruyen, como el que recientemente ha devastado la Amazonia, no es el del Evangelio. El fuego de Dios es calor que atrae y reúne en unidad. Se alimenta con el compartir, no con los beneficios. El fuego devorador, en cambio, se extiende cuando se quieren sacar adelante solo las propias ideas, hacer el propio grupo, quemar lo diferente para uniformar todos y todo”.

El Papa Francisco hizo un llamado a los Obispos a reavivar el fuego de Dios, porque “el fuego no se alimenta por sí solo, muere si no se mantiene vivo, se apaga si las cenizas lo cubren”.

El Papa recordó a los Obispos que “somos Obispos porque hemos recibido un don de Dios”.


“Hemos recibido un don para ser dones. Un don no se compra, no se cambia y no se vende: se recibe y se regala. Si nos aprovechamos de él, si nos ponemos nosotros en el centro y no el don, dejamos de ser pastores y nos convertimos en funcionarios: hacemos del don una función y desaparece la gratuidad, así terminamos sirviéndonos de la Iglesia para servirnos a nosotros mismos”.

El Pontífice pidió a los Obispos que renueven ese don, porque “si todo permanece como está, si nuestros días están marcados por el ‘siempre se ha hecho así’, el don desaparece, sofocado por las cenizas de los temores y por la preocupación de defender el status quo”.

El Papa Francisco finalizó su homilía recordando que “muchos hermanos y hermanas en Amazonia llevan cruces pesadas y esperan la consolación liberadora del Evangelio y la caricia de amor de la Iglesia”.

“Muchos hermanos y hermanas en Amazonía han entregado su vida”, afirmó para pedir “un gesto de la Iglesia por aquellos que han entregado la vida en la Amazonía. Por ellos, por aquellos que han dado su vida, con ellos, caminemos juntos”, finalizó.


Homilía del Papa Francisco en la Misa de apertura del Sínodo de la Amazonía
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco presidió este domingo 6 de octubre en la Basílica de San Pedro del Vaticano la Misa de apertura de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica, conocida también como Sínodo de la Amazonía, y que se desarrollará en el Vaticano hasta el próximo 27 de octubre.

En la Misa, en la que han participado también los 13 nuevos Cardenales creados en el consistorio celebrado ayer sábado 5 de octubre, el Santo Padre contrapuso el fuego de Dios, “que ilumina, calienta y da vida”, al fuego del mundo, “que destruye”.

El Santo Padre destacó la importancia del Sínodo “para renovar los caminos de la Iglesia en Amazonía, de modo que no se apague el fuego de la misión”. Asimismo, recordó que “muchos hermanos y hermanas en Amazonia llevan cruces pesadas y esperan la consolación liberadora del Evangelio y la caricia de amor de la Iglesia. Por ellos, con ellos, caminemos juntos”.

A continuación, la homilía completa del Papa Francisco:

El apóstol Pablo, el mayor misionero de la historia de la Iglesia, nos ayuda a “hacer Sínodo”, a “caminar juntos”. Lo que escribe Timoteo parece referido a nosotros, pastores al servicio del Pueblo de Dios.

Ante todo, dice: «Te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos» (2 Tm 1,6). Somos obispos porque hemos recibido un don de Dios. No hemos firmado un acuerdo, no nos han entregado un contrato de trabajo “en propia mano”, sino la imposición de manos sobre la cabeza, para ser también nosotros manos que se alzan para interceder y se extienden hacia los hermanos.


Hemos recibido un don para ser dones. Un don no se compra, no se cambia y no se vende: se recibe y se regala. Si nos aprovechamos de él, si nos ponemos nosotros en el centro y no el don, dejamos de ser pastores y nos convertimos en funcionarios: hacemos del don una función y desaparece la gratuidad, así terminamos sirviéndonos de la Iglesia para servirnos a nosotros mismos. Nuestra vida, sin embargo, por el don recibido, es para servir. Lo recuerda el Evangelio, que habla de «siervos inútiles» (Lc 17,10).

Es una expresión que también puede significar «siervos sin utilidad». Significa que no nos esforzamos para conseguir algo útil para nosotros, un beneficio, sino que gratuitamente damos porque lo hemos recibido gratis (cf. Mt 10,8). Toda nuestra alegría será servir porque hemos sido servidos por Dios, que se ha hecho nuestro siervo. Queridos hermanos, sintámonos convocados aquí para servir, poniendo en el centro el don de Dios.

Para ser fieles a nuestra llamada, a nuestra misión, san Pablo nos recuerda que el don se reaviva. El verbo que usa es fascinante: reavivar literalmente es “dar vida al fuego” [anazopurein]. El don que hemos recibido es un fuego, es un amor ardiente a Dios y a los hermanos. El fuego no se alimenta por sí solo, muere si no se mantiene vivo, se apaga si las cenizas lo cubren.

Si todo permanece como está, si nuestros días están marcados por el “siempre se ha hecho así”, el don desaparece, sofocado por las cenizas de los temores y por la preocupación de defender el status quo. Pero «la Iglesia no puede limitarse en modo alguno a una pastoral de “mantenimiento” para los que ya conocen el Evangelio de Cristo. El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial» (BENEDICTO XVI, Exhort. apost. postsin. Verbum Domini, 95). Porque la Iglesia está siempre en camino, siempre en salida, nunca cerrada en sí misma. Jesús no ha venido a traer la brisa de la tarde, sino el fuego sobre la tierra.

El fuego que reaviva el don es el Espíritu Santo, dador de los dones. Por eso san Pablo continúa: «Vela por el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros (2 Tm 1,14). Y también: «Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de prudencia» (v. 7).

No es un espíritu cobarde, sino de prudencia. Alguno piensa que la prudencia es una aduana, una virtud que lo para todo para no equivocarse. No. La prudencia es virtud cristiana, es virtud de vida. También es la virtud del gobierno. Pablo contrapone la prudencia a la cobardía. ¿Qué es entonces esta prudencia del Espíritu? Como enseña el Catecismo, la prudencia «no se confunde ni con la timidez o el temor», si no que «es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo» (n. 1806). La prudencia no es indecisión, no es una actitud defensiva.

Es la virtud del pastor, que, para servir con sabiduría, sabe discernir, sensible a la novedad del Espíritu. Entonces, reavivar el don en el fuego del Espíritu es lo contrario a dejar que las cosas sigan su curso sin hacer nada. Y ser fieles a la novedad del Espíritu es una gracia que debemos pedir en la oración. Que Él, que hace nuevas todas las cosas, nos dé su prudencia audaz, inspire nuestro Sínodo para renovar los caminos de la Iglesia en Amazonia, de modo que no se apague el fuego de la misión.

El fuego de Dios, como en el episodio de la zarza ardiente, arde, pero no se consume (cf. Ex 3,2). Es fuego de amor que ilumina, calienta y da vida, no fuego que se extiende y devora. Cuando los pueblos y las culturas se devoran sin amor y sin respeto, no es el fuego de Dios, sino del mundo. Y, sin embargo, cuántas veces el don de Dios no ha sido ofrecido sino impuesto, cuántas veces ha habido colonización en vez de evangelización. Dios nos guarde de la avidez de los nuevos colonialismos.

El fuego aplicado por los intereses que destruyen, como el que recientemente ha devastado la Amazonia, no es el del Evangelio. El fuego de Dios es calor que atrae y reúne en unidad. Se alimenta con el compartir, no con los beneficios. El fuego devorador, en cambio, se extiende cuando se quieren sacar adelante solo las propias ideas, hacer el propio grupo, quemar lo diferente para uniformar todos y todo.


Reavivar el don; acoger la prudencia audaz del Espíritu, fieles a su novedad; san Pablo dirige una última exhortación: «No te avergüences del testimonio […]; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios» (2 Tm 1,8). Pide testimoniar el Evangelio, sufrir por el Evangelio, en una palabra, vivir por el Evangelio. El anuncio del Evangelio es el primer criterio para la vida de la Iglesia. Es su misión, su identidad. Poco después Pablo escribe: «Pues yo estoy a punto de ser derramado en libación» (4,6).

Anunciar el Evangelio es vivir el ofrecimiento, es testimoniar hasta el final, es hacerse todo para todos (cf. 1 Cor 9,22), es amar hasta el martirio. Agradezco a Dios porque en el Colegio Cardenalicio hay algunos hermanos Cardenales mártires, que han experimentado en la vida la Cruz del martirio. De hecho, subraya el Apóstol, se sirve el Evangelio no con la potencia del mundo, sino con la sola fuerza de Dios: permaneciendo siempre en el amor humilde, creyendo que el único modo para poseer de verdad la vida es perderla por amor.

Queridos hermanos: Miremos juntos a Jesús Crucificado, su corazón traspasado por nosotros. Comencemos desde allí, porque desde allí ha brotado el don que nos ha generado; desde allí ha sido infundido el Espíritu Santo que renueva (cf. Jn 19,30). Desde allí sintámonos llamados, todos y cada uno, a dar la vida.

Muchos hermanos y hermanas en Amazonia llevan cruces pesadas y esperan la consolación liberadora del Evangelio y la caricia de amor de la Iglesia. Muchos hermanos y hermanas en Amazonía han entregado su vida.

Permitidme que repita las palabras de nuestro amado Cardenal Hummes, cuando llega a las pequeñas ciudades de la Amazonía, acude a los cementerios, a buscar las tumbas de los misioneros. Un gesto de la Iglesia por aquellos que han entregado la vida en la Amazonía. Y luego, con un poco de picardía, dice al Papa: ‘No se olvide de ellos. Se merecen ser canonizados’.

Por ellos, por aquellos que han dado su vida, con ellos, caminemos juntos.

HOY INICIAMOS LA NOVENA A SANTA TERESA DE JESÚS - 6 AL 14 DE OCTUBRE

Hoy 6 de octubre iniciamos la Novena a Santa Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia

 (ACI).- “Rogarle (a Dios) que vaya siempre adelante el aumento de la Iglesia Católica”, exhortaba Santa Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia, fundadora de las Carmelitas Descalzas y patrona de los escritores españoles católicos; y cuya fiesta celebra la Iglesia universal este 15 de octubre.


Por ello, cercanos a su fiesta central, ofrecemos una novena para pedir su intercesión.



Primer Día de la Novena a Santa Teresa de Jesús


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración preparatoria para todos los días
Dulcísimo, amantísimo y reverendísimo Jesucristo, padre de todas las misericordias: aquí me tienes rendido a tus pies para manifestarte que te amo sobre todas las cosas y con la pena de haberte ofendido, te suplico de todo corazón que me perdones mis culpas y pecados; te suplico también por intercesión de tu queridísima Madre, María Santísima, me concedas la gracia para participar de esta Novena en honor de tu hija Santa Teresa.

Primer día
Amada en Jesucristo y de su querida Madre, Santa Teresa de Jesús, quien inspirada por Dios para reformar la Sagrada Orden del Carmen, fuiste espejo de castidad y pureza abrasada en el amor de Dios, consígueme la gracia de imitarte hasta la muerte.

Aquí me tienes postrado a tus plantas, deseando que obres en mí esa celestial sabiduría que te hizo predilecta para Jesucristo y su divina Madre, María Santísima. Yo te dedico esta novena para tu honra y gloria y bien de mi alma. Amén.

Se rezan tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias a la Santísima Trinidad y se dice la petición que se desea obtener por medio de esta novena.

Oración a Santa Teresa de Jesús
Oh, Santa Teresa, Virgen seráfica, querida esposa de tu Señor Crucificado, tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso
hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso, obtén para mí también,
te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas,
aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado
por todos los hombres.
Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor,
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios. Amén.

Oración final
Santa Teresa, esposa virgen, especialmente amada del Crucificado, y doctora de la Iglesia, alcánzame que a imitación tuya prefiera cumplir la voluntad y ganar la amistad el Sumo Bien, antes que todos los goces de la tierra. Dame fortaleza para seguir tu ejemplo de servir públicamente a Cristo con la perfección que Él pide, a pesar de todas las contradicciones. Y que con tu auxilio pueda superar las dificultades de esta vida y merecer el descanso sin fin del cielo. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Segundo Día de la Novena a Santa Teresa de Jesús


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración preparatoria para todos los días
Dulcísimo, amantísimo y reverendísimo Jesucristo, padre de todas las misericordias: aquí me tienes rendido a tus pies para manifestarte que te amo sobre todas las cosas y con la pena de haberte ofendido, te suplico de todo corazón que me perdones mis culpas y pecados; te suplico también por intercesión de tu queridísima Madre, María Santísima, me concedas la gracia para participar de esta Novena en honor de tu hija Santa Teresa.

Segundo día
Aquí me tienes ¡oh Dios mío! a mí, vil gusanillo de la tierra, ciego por el camino de la perdición, que no teniendo en cuenta lo que padeciste por todas las criaturas, sufriendo tu sacratísima pasión y muerte por todos los pecadores, dame, Señor, esa luz divina que me inspire en tu bondad y misericordia infinita, para que sea digno de alcanzar la bienaventuranza, como la alcanzó la seráfica y gloriosa virgen Santa Teresa de Jesús. Amén.

Se rezan tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias a la Santísima Trinidad y se dice la petición que se desea obtener por medio de esta novena.

Oración a Santa Teresa de Jesús
Oh, Santa Teresa, Virgen seráfica, querida esposa de tu Señor Crucificado, tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso
hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso, obtén para mí también,
te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas,
aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado
por todos los hombres.
Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor,
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios. Amén.

Oración final
Santa Teresa, esposa virgen, especialmente amada del Crucificado, y doctora de la Iglesia, alcánzame que a imitación tuya prefiera cumplir la voluntad y ganar la amistad el Sumo Bien, antes que todos los goces de la tierra. Dame fortaleza para seguir tu ejemplo de servir públicamente a Cristo con la perfección que Él pide, a pesar de todas las contradicciones. Y que con tu auxilio pueda superar las dificultades de esta vida y merecer el descanso sin fin del cielo. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Tercer Día de la Novena a Santa Teresa de Jesús

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración preparatoria para todos los días
Dulcísimo, amantísimo y reverendísimo Jesucristo, padre de todas las misericordias: aquí me tienes rendido a tus pies para manifestarte que te amo sobre todas las cosas y con la pena de haberte ofendido, te suplico de todo corazón que me perdones mis culpas y pecados; te suplico también por intercesión de tu queridísima Madre, María Santísima, me concedas la gracia para participar de esta Novena en honor de tu hija Santa Teresa.

Tercer día
¡Oh! mi buen Jesús, Dios y Señor de todo lo creado; yo te adoro y te amo de todo corazón con arrepentimiento sincero de todas mis culpas y pecados. Te pido que por favor abraces mi corazón como a tu amada esposa Santa Teresa de Jesús. Comunícame, Señor, esa llama celestial que limpie mi alma de toda culpa, para que sea digno de alcanzar la gloria que tanto deseo. Amén.

Se rezan tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias a la Santísima Trinidad y se dice la petición que se desea obtener por medio de esta novena.

Oración a Santa Teresa de Jesús
Oh, Santa Teresa, Virgen seráfica, querida esposa de tu Señor Crucificado, tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso
hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso, obtén para mí también,
te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas,
aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado
por todos los hombres.
Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor,
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios. Amén.

Oración final
Santa Teresa, esposa virgen, especialmente amada del Crucificado, y doctora de la Iglesia, alcánzame que a imitación tuya prefiera cumplir la voluntad y ganar la amistad el Sumo Bien, antes que todos los goces de la tierra. Dame fortaleza para seguir tu ejemplo de servir públicamente a Cristo con la perfección que Él pide, a pesar de todas las contradicciones. Y que con tu auxilio pueda superar las dificultades de esta vida y merecer el descanso sin fin del cielo. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Cuarto Día de la Novena a Santa Teresa de Jesús



Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración preparatoria para todos los días
Dulcísimo, amantísimo y reverendísimo Jesucristo, padre de todas las misericordias: aquí me tienes rendido a tus pies para manifestarte que te amo sobre todas las cosas y con la pena de haberte ofendido, te suplico de todo corazón que me perdones mis culpas y pecados; te suplico también por intercesión de tu queridísima Madre, María Santísima, me concedas la gracia para participar de esta Novena en honor de tu hija Santa Teresa.

Cuarto día
Te saludo resplandeciente lirio de la hermosura y sosegada primavera, Virgen Sagrada, divina esposa de Jesucristo que mereciste los dones celestiales y la predilección de María Santísima, dando al mundo ejemplos de virtud y de ternura.

Te suplico ¡oh Santa Teresa de Jesús! me comuniques la gracia del Eterno que tú mereciste para ser admitida en el seno de los cielos y así tener la dicha de acompañarte en la mansión de los justos. Amén.

Se rezan tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias a la Santísima Trinidad y se dice la petición que se desea obtener por medio de esta novena.

Oración a Santa Teresa de Jesús
Oh, Santa Teresa, Virgen seráfica, querida esposa de tu Señor Crucificado, tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso
hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso, obtén para mí también,
te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas,
aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado
por todos los hombres.
Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor,
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios. Amén.

Oración final
Santa Teresa, esposa virgen, especialmente amada del Crucificado, y doctora de la Iglesia, alcánzame que a imitación tuya prefiera cumplir la voluntad y ganar la amistad el Sumo Bien, antes que todos los goces de la tierra. Dame fortaleza para seguir tu ejemplo de servir públicamente a Cristo con la perfección que Él pide, a pesar de todas las contradicciones. Y que con tu auxilio pueda superar las dificultades de esta vida y merecer el descanso sin fin del cielo. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Quinto Día de la Novena a Santa Teresa de Jesús



Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración preparatoria para todos los días
Dulcísimo, amantísimo y reverendísimo Jesucristo, padre de todas las misericordias: aquí me tienes rendido a tus pies para manifestarte que te amo sobre todas las cosas y con la pena de haberte ofendido, te suplico de todo corazón que me perdones mis culpas y pecados; te suplico también por intercesión de tu queridísima Madre, María Santísima, me concedas la gracia para participar de esta Novena en honor de tu hija Santa Teresa.

Quinto día
Santa Teresa de Jesús, yo te escojo como ayuda piadosa, madre de mi flaqueza, de mis atenciones y necesidades; yo me entrego en tus brazos, lleno de arrepentimiento de todos mis pecados, para que me cubras con tu hábito seráfico, como a hijo tuyo, para que me consueles con tu gracia pidiendo a nuestro Señor Jesucristo, y a su purísima Madre, por este mortal que desea de todo corazón participar de la gloria reservada a las almas justas. Amén.

Se rezan tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias a la Santísima Trinidad y se dice la petición que se desea obtener por medio de esta novena.

Oración a Santa Teresa de Jesús
Oh, Santa Teresa, Virgen seráfica, querida esposa de tu Señor Crucificado, tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso
hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso, obtén para mí también,
te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas,
aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado
por todos los hombres.
Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor,
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios. Amén.

Oración final
Santa Teresa, esposa virgen, especialmente amada del Crucificado, y doctora de la Iglesia, alcánzame que a imitación tuya prefiera cumplir la voluntad y ganar la amistad el Sumo Bien, antes que todos los goces de la tierra. Dame fortaleza para seguir tu ejemplo de servir públicamente a Cristo con la perfección que Él pide, a pesar de todas las contradicciones. Y que con tu auxilio pueda superar las dificultades de esta vida y merecer el descanso sin fin del cielo. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Sexto Día de la Novena a Santa Teresa de Jesús

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración preparatoria para todos los días
Dulcísimo, amantísimo y reverendísimo Jesucristo, padre de todas las misericordias: aquí me tienes rendido a tus pies para manifestarte que te amo sobre todas las cosas y con la pena de haberte ofendido, te suplico de todo corazón que me perdones mis culpas y pecados; te suplico también por intercesión de tu queridísima Madre, María Santísima, me concedas la gracia para participar de esta Novena en honor de tu hija Santa Teresa.

Sexto día
Santa Teresa de Jesús, aquí me tienes sumisa y arrepentida de todos mis pecados, pidiéndote la protección de Jesús y de su divina Madre, María Santísima. Por favor intercede para que obtenga la misericordia del Dios y la gracia de servirlo cumpliendo los mandamientos. Asimismo te pido que me socorras en el trance crítico de la muerte para morir en santa gracia. Amén.

Se rezan tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias a la Santísima Trinidad y se dice la petición que se desea obtener por medio de esta novena.

Oración a Santa Teresa de Jesús

Oh, Santa Teresa, Virgen seráfica, querida esposa de tu Señor Crucificado, tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso
hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso, obtén para mí también,
te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas,
aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado
por todos los hombres.
Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor,
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios. Amén.

Oración final
Santa Teresa, esposa virgen, especialmente amada del Crucificado, y doctora de la Iglesia, alcánzame que a imitación tuya prefiera cumplir la voluntad y ganar la amistad el Sumo Bien, antes que todos los goces de la tierra. Dame fortaleza para seguir tu ejemplo de servir públicamente a Cristo con la perfección que Él pide, a pesar de todas las contradicciones. Y que con tu auxilio pueda superar las dificultades de esta vida y merecer el descanso sin fin del cielo. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Séptimo Día de la Novena a Santa Teresa de Jesús

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración preparatoria para todos los días
Dulcísimo, amantísimo y reverendísimo Jesucristo, padre de todas las misericordias: aquí me tienes rendido a tus pies para manifestarte que te amo sobre todas las cosas y con la pena de haberte ofendido, te suplico de todo corazón que me perdones mis culpas y pecados; te suplico también por intercesión de tu queridísima Madre, María Santísima, me concedas la gracia para participar de esta Novena en honor de tu hija Santa Teresa.

Séptimo día
Oh Dios misericordioso y clemente, cuyo espíritu de bondad manifiestas a los mortales cuando más pecadores se manifiestan. Eres, pues, pastor de las ovejas descarriadas que con vuestra infinita bondad y misericordia las diriges al redil de la bienaventuranza.

Te pido, mi buen Jesús, infiltres en mí ese espíritu para que yo me arrepienta de todos los pecados cometidos durante mi vida y sea yo tan feliz, como Santa Teresa de Jesús, para alabarte en la gloria por siempre jamás. Amén.

Se rezan tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias a la Santísima Trinidad y se dice la petición que se desea obtener por medio de esta novena.

Oración a Santa Teresa de Jesús
Oh, Santa Teresa, Virgen seráfica, querida esposa de tu Señor Crucificado, tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso
hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso, obtén para mí también,
te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas,
aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado
por todos los hombres.
Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor,
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios. Amén.

Oración final
Santa Teresa, esposa virgen, especialmente amada del Crucificado, y doctora de la Iglesia, alcánzame que a imitación tuya prefiera cumplir la voluntad y ganar la amistad el Sumo Bien, antes que todos los goces de la tierra. Dame fortaleza para seguir tu ejemplo de servir públicamente a Cristo con la perfección que Él pide, a pesar de todas las contradicciones. Y que con tu auxilio pueda superar las dificultades de esta vida y merecer el descanso sin fin del cielo. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Octavo Día de la Novena a Santa Teresa de Jesús

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración preparatoria para todos los días
Dulcísimo, amantísimo y reverendísimo Jesucristo, padre de todas las misericordias: aquí me tienes rendido a tus pies para manifestarte que te amo sobre todas las cosas y con la pena de haberte ofendido, te suplico de todo corazón que me perdones mis culpas y pecados; te suplico también por intercesión de tu queridísima Madre, María Santísima, me concedas la gracia para participar de esta Novena en honor de tu hija Santa Teresa.

Octavo día
Señor mío Jesucristo, yo te adoro y amo de todo corazón y quisiera participar de los dolores de tu Pasión y muerte que sufriste por nosotros los pecadores. Pase por mí también el amargo cáliz de tantos padecimientos, como te dignaste favorecer a Santa Teresa de Jesús, para que mi alma quede purificada y pueda alcanzar la gloria que tienes reservada a los que te sirven. Amén.

Se rezan tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias a la Santísima Trinidad y se dice la petición que se desea obtener por medio de esta novena.

Oración a Santa Teresa de Jesús
Oh, Santa Teresa, Virgen seráfica, querida esposa de tu Señor Crucificado, tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso
hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso, obtén para mí también,
te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas,
aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado
por todos los hombres.
Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor,
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios. Amén.

Oración final
Santa Teresa, esposa virgen, especialmente amada del Crucificado, y doctora de la Iglesia, alcánzame que a imitación tuya prefiera cumplir la voluntad y ganar la amistad el Sumo Bien, antes que todos los goces de la tierra. Dame fortaleza para seguir tu ejemplo de servir públicamente a Cristo con la perfección que Él pide, a pesar de todas las contradicciones. Y que con tu auxilio pueda superar las dificultades de esta vida y merecer el descanso sin fin del cielo. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Noveno Día de la Novena a Santa Teresa de Jesús


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración preparatoria para todos los días
Dulcísimo, amantísimo y reverendísimo Jesucristo, padre de todas las misericordias: aquí me tienes rendido a tus pies para manifestarte que te amo sobre todas las cosas y con la pena de haberte ofendido, te suplico de todo corazón que me perdones mis culpas y pecados; te suplico también por intercesión de tu queridísima Madre, María Santísima, me concedas la gracia para participar de esta Novena en honor de tu hija Santa Teresa.

Noveno día
Dios y Señor de todo lo creado, agradable es a tu divina misericordia la muerte de los que abandonan en gracia esta miserable vida y van a ser partícipes de la eterna bienaventuranza. Concédeme, Señor, a mí esa virtud con que favoreciste a Santa Teresa de Jesús por sus muchas virtudes dándole una muerte feliz, cuya alma voló al cielo en forma de blanca paloma donde la esperaban gozosos para celebrar su triunfo millares de coros de vírgenes, ángeles, arcángeles y serafines.

Te suplico, oh Santa Teresa de Jesús, que pidas por mí a tu esposo, nuestro Señor Jesucristo y a su bendita Madre, María Santísima, que se me conceda una buena muerte y que vaya después a gozar la eterna gloria. Amén.

Se rezan tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias a la Santísima Trinidad y se dice la petición que se desea obtener por medio de esta novena.

Oración a Santa Teresa de Jesús
Oh, Santa Teresa, Virgen seráfica, querida esposa de tu Señor Crucificado, tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso
hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso, obtén para mí también,
te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas,
aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado
por todos los hombres.
Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor,
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios. Amén.

Oración final
Santa Teresa, esposa virgen, especialmente amada del Crucificado, y doctora de la Iglesia, alcánzame que a imitación tuya prefiera cumplir la voluntad y ganar la amistad el Sumo Bien, antes que todos los goces de la tierra. Dame fortaleza para seguir tu ejemplo de servir públicamente a Cristo con la perfección que Él pide, a pesar de todas las contradicciones. Y que con tu auxilio pueda superar las dificultades de esta vida y merecer el descanso sin fin del cielo. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



FELIZ DOMINGO





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