lunes, 3 de julio de 2017

DIOS NO SE RESIGNA A PERDER A TOMÁS... A NADIE


Dios no se resigna a perder a Tomás...a nadie
Vamos a contemplar la figura de Santo Tomás a la luz de ese amor de Dios, hoy que celebramos su fiesta. 


Por: P. Juan J. Ferrán | Fuente: Catholic.net 




El Apóstol llamado Tomás en los Evangelios (Mt 10, 3; Mc 3,18, Lc 6,15) es apodado "Dídimo" que significa "gemelo" (Jn 11,16). Entra casi en el Evangelio de una forma silenciosa. Sus primeras palabras afirman en una ocasión su deseo de morir con Jesús (Jn 11, 16).

Posteriormente se manifiesta con un estilo racionalista ante las palabras de Jesús, asombrándose de cómo se puede conocer un camino, no sabiendo a dónde se va (Jn 14,4). Finalmente conocemos su incredulidad ante el hecho de la Resurrección ( Jn 20, 24-29) y su presencia en la aparición de Jesús en el lago de Tiberíades (Jn 2, 1-14).

Tras la Ascensión lo contemplamos en Jerusalén con los demás apóstoles. La tradición le asigna como actividad misionera Persia y la India. La ciudad hindú de Calamina, donde se supone que murió, no ha sido identificada. Santo Tomás murió mártir Sus restos fueron traslados a Edesa.

Vamos a contemplar la figura de Sto. Tomás a la luz de ese amor de Dios que siempre persigue al hombre para que se salve y llegue al conocimiento de la verdad. Es una de las formas más bellas de ver la misericordia divina.

Dios siempre persigue al hombre cuando éste se sale del camino del amor y de la verdad que él le ofrece. La misericordia no es tanto una actitud pasiva de Dios, siempre dispuesto a perdonar, cuanto una acción de Dios positiva consistente en buscar la oveja perdida una y otra vez. El Evangelio está lleno de imágenes bellísimas de este estilo de Dios. Desde el buen Pastor que abandona el rebaño a buen recaudo para ir a buscar a la oveja perdida, hasta ese Cristo que providencialmente se hace presente siempre allí donde alguien le necesita, la realidad es que Dios persigue al hombre una y otra vez ofreciéndole su Corazón abierto para que vuelva.

La misericordia divina, -un atributo precioso de Dios-, se convierte así en esa larga persecución de Dios al hombre a lo largo de toda la vida por medio de innumerables gracias que respetan indudablemente la libertad del hombre. No se resigna a perder a nadie. Dios no abandona a nadie, a no ser que alguien le abandone a él.
Desde el momento en que Dios crea a cualquier ser humano, esa persona se convierte en objeto inmediato del amor de Dios. A partir de ahí Dios se hace garante de un compromiso destinado a lograr, respetando la libertad humana, la salvación del hombre. Jamás desiste Dios de este compromiso, suceda lo que suceda y pase lo que pase. Es tal el amor de Dios hacia el hombre que, aun rechazado, olvidado, abandonado, blasfemado, Dios sigue llamando a las puertas del corazón una y otra vez, hasta el último momento de la vida. Este comportamiento divino se encierra en una palabra: "alianza". Dios ha hecho una alianza de amor con el hombre que él siempre respetará.

Desgraciadamente el hombre con frecuencia toma a broma este amor de Dios. Cree que la misericordia divina consiste en burlarse del amor de Dios que siempre terminará perdonando, incluso sin que medie la petición de perdón. Así muchos seres humanos juegan inconscientemente a lo largo de la vida con la misericordia divina, olvidándose de aquellas palabras de S. Pablo: "Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación". En esta actitud se da un equívoco de fondo. Nada tiene que ver la Misericordia infinita de Dios con la certeza de que el hombre va a estar dispuesto a pedir perdón un día. La Misericordia divina siempre estará asegurada; no así la petición de perdón del hombre. La Misericordia divina necesita la actitud humilde del hombre que reconoce su mentira, su equivocación, su deslealtad al amor de Dios.

A pesar de los pecados cometidos, una y otra vez, nunca hay motivo o razón para dudar de la Misericordia divina. El amor de Dios es más grande que nuestros pecados, por terribles que fueran. Ahí tenemos a Pedro, a Zaqueo, a la mujer adúltera, a tantas personas pecadoras con quienes Cristo se encontró. Nunca encontraron en él el reproche amargo, el rechazo cruel, la crítica amarga. Al revés, todos los pecadores, que reconocieron su pecado, encontraron en Cristo el perdón, el aliento, el ánimo, la esperanza que tanto les ayudó a encontrar el camino de la paz y del bien. No deja de tener un significado muy consolador esa imagen del Crucificado, en la que Cristo, clavado en la Cruz, tiene los brazos abiertos para siempre, convirtiéndose así en la imagen de ese Dios que siempre espera, que siempre acoge, que siempre abraza.



LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 1 - 2 y 3 DE JULIO


Los cinco minutos de María

Julio 1



La Misericordia de Dios actúa donde hay miseria, y cuando más miseria encuentra, tanto más actúa y convierte dicha miseria en gracias y dones. Nosotros somos los más miserables pecadores, y si no lo creemos así es porque Dios todavía no nos ha dado la luz suficiente como para que nos conozcamos a nosotros mismos, pues si nos viéramos realmente como somos, moriríamos de horror. 

Somos la miseria misma y no tenemos nada de valor. Pero María quiere algo de nosotros, que para Ella vale mucho, y es nuestro corazón, nuestro amor. Entonces vayamos a María, Reina de Misericordia, y ofrezcámosle nuestro corazón lleno de pecados y miserias, para que Ella, con su Misericordia, lo convierta en un corazón repleto de amor y de gracias, y nos haga hombres nuevos y llenos de celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas.

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Los cinco minutos de María

Julio 2

Dios ha hecho a María dueña de todo, porque Él le ha confiado todo su poder y la ha colmado de todas las gracias. Entonces no desconfiemos al acudir a la Virgen, pensando que no nos puede socorrer en alguna cosa, pues Ella todo lo puede con su oración, y todo lo puede porque Dios le ha participado de su Omnipotencia. 

No es que la Virgen sea igual a Dios en naturaleza, sino que Dios la ha hecho todopoderosa por gracia. De la mano de María no hay nada que temer, ni a los demonios, ni a nuestros pecados, ni al juicio de Dios, porque en todo esto María es la vencedora. De nuestra parte solo es necesaria una gran confianza y abandono en sus brazos maternales. Como dice el dicho popular: ¡Ave María y adelante!

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Los cinco minutos de María
Julio 3



El Corazón de María estuvo siempre lleno de Dios; lleno de Dios su espíritu por la plenitud de la gracia; llenas de Dios sus entrañas virginales por el misterio de la encarnación del Verbo; llena de Dios su memoria por la recordación viviente de la muerte y la resurrección de su Hijo.

Su corazón guardaba y vivía el misterio salvador de Dios.
¿Y el nuestro? ¿Qué guarda en su profundidad? ¿Está lleno o vacío de Dios?

Santa maría, camina delante de nosotros para que no equivoquemos el camino que lleva a tu Hijo.


* P. Alfonso Milagro

FELIZ SEMANA!!




viernes, 30 de junio de 2017

UNA PALABRA


Una palabra…



El apóstol Santiago en su carta nos recomienda vigilar la lengua que, a pesar de ser un miembro pequeño del cuerpo, puede provocar desastres, lo mismo que una chispa puede originar un incendio pavoroso. Amado Nervo, conocido poeta mejicano (1870-1919), brevemente explica el poder que tiene una sola palabra, ya sea acertada o fatal.

Una palabra cualquiera puede ocasionar una discordia. Una palabra cruel puede destruir una vida. Una palabra amarga puede crear odio. Una palabra brutal puede golpear y matar. Una palabra agradable puede suavizar el camino. Una palabra a tiempo puede ahorrar un esfuerzo. Una palabra alegre puede iluminar el día. Una palabra con amor y cariño puede curar y bendecir.

San Pablo recomendaba a los cristianos de Éfeso: “No profieran palabras inconvenientes; al contrario, que sus palabras sean siempre buenas, para que resulten edificantes cuando sea necesario y hagan bien a aquellos que las escuchan”. Palabras edificantes son las que construyen la paz, la alegría y la unión de los corazones. Nos encontramos aquí mañana. El Señor te bendiga.


* Enviado por el P. Natalio

NARDOS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, 30 DE JUNIO


Nardo del 30 de Junio
¡Oh Sagrado Corazón, Camino, Verdad y Vida!

Meditación: Sabes, Señor, me parece verte en una colina de la hermosa Galilea. Vestido de blanco estás, el manto no llevas, Tus discípulos están descansando y el cielo se está pintando de un rojo tornasolado. Se levanta un rico olor a tierra mojada, y sobre la colina en que pones Tu mirada un trigal se alza, parece como que el campo se ha vestido de dorado para alabar al Dios de lo alto. En la otra colina, sencillas flores multicolores esparcidas la tapizan, y sonríen al nuevo día. Más allá hay un campo ralo en el que no crece ningún sembrado. Señor, me parece que me quieres decir que el mundo así está. A pesar de que toda la tierra fue regada con la Santísima Sangre de Mi Señor, en muchos lugares la semilla no germinó pues no se trabajó con fe y amor. Fue entonces que la planta murió y la tierra en desierto se convirtió. La otra colina en la que germinan flores sencillas son las que han luchado en un campo no tan trabajado, pero donde los talentos a Dios se han presentado y El los ha premiado. El trigal del cual se saca el Pan son todos aquellos a quienes el Señor eligió para ser Sus testigos, y que se vistieron de dorado, abrazándose con nardos pues junto a El su vida han entregado.
Señor, que en la Santa Llaga de Tu Corazón nos abrazas a todos con el Fuego del Amor, escóndenos allí hoy, para evitar que caigamos en el mal. Purifícanos cual metal, para que alcancemos la Verdadera Vida en la Tierra Prometida.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!

¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Llenemos el altar que hemos preparado de flores físicas y espirituales, y cantemos en alabanza al Corazón del Amor, que es Jesús, Nuestro Redentor.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.


SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN TI CONFÍO, MÁS AUMENTA MI FE


7 RAZONES PARA PERDERLE EL MIEDO A LA CONFESIÓN


7 razones para perderle el miedo a la confesión
Uno debe enfrentarse a sus propias faltas en un auto examen que no suele ser muy agradable


Por: H. Edgar Henriquez, L.C. | Fuente: Catholic Exchange // Pildoras de fe 




Todos alguna vez hemos sentido miedo a la confesión. No sabemos qué va a suceder, nos enfrentamos a una situación nueva. “Es que me da vergüenza…”, “¡quizá qué cosa va a pensar el padre de mí!”, “ha pasado tanto tiempo, no sé si Dios me acepte…”, “no soy capaz de contar mis pecados…”. Éstas son frases que uno escucha a menudo. Todas tienen un matiz de temor, dolor, vergüenza y conciencia de las propias faltas. Eso es un buen comienzo. Se puede decir que el miedo a la confesión es algo normal, ya que uno debe enfrentarse a sus propias faltas en un auto examen que no suele ser muy agradable. Ponerse frente a los propios pecados cuesta, pero es gratificante saber que Dios siempre nos espera con los brazos abiertos y quiere reconciliarse con nosotros. La confesión (o reconciliación con Dios) es un sacramento necesario para avanzar en la vida espiritual y cristiana, ya que nos da la gracia que nos sostiene en la prueba y nos anima a continuar por el camino del bien.

Entonces, ¡no hay nada que temer! ¡Piérdele el miedo a la confesión! Porque la confesión…

1. Es conciencia de mi fragilidad

Una actitud que busca reparar el daño causado por nuestras faltas. Es conciencia de mi fragilidad, de mi pecado, de mis fallos. Me lleva a acercarme con humildad al Padre y pedirle perdón. Arrepentirse de los pecados cometidos toca directamente el corazón del hombre. Dios quiere sanarlo y lavarlo a través del sacramento de la confesión. Pero dejar entrar a Dios en nuestro interior significa abrir la puerta del corazón y la llave para ello es el arrepentimiento. Así es como Dios entra, mira todo lo que tenemos, ordena el desorden, sana las heridas, limpia la suciedad, reconforta el ánimo y nos devuelve la paz. Dios es quien renueva nuestra imagen y semejanza de Él. Es un acto de humildad y sinceridad. Es el primer paso para el perdón y la reconciliación. A éste se llega por un examen personal de los propios fallos cometidos, una reflexión íntima de nuestro interior de cara al Bien. Este arrepentimiento es necesario para la eficacia del sacramento, ya que no se puede perdonar a alguien que no está dolido o compungido de sus faltas.

«Yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado… Pero tú amas al de corazón sincero… El sacrificio que Dios quiere es un espíritu arrepentido: un corazón arrepentido y humillado tú, oh Dios, no lo desprecias» (Salmo 51 (50), 5.8.19).

2. Es perdón por amor

Dios nos ama tanto que no se puede pensar en un amor más grande. Dios no tiene amor por nosotros. Dios es Amor, por eso se da a sí mismo cuando ama. Este amor de Padre se ve manifestado en sus obras, ya que nos crea, nos acoge y nos redime. Siempre que caemos está Él allí para ayudarnos a ponernos de pie. Cuando nos arrepentimos con sinceridad y humilde corazón Él nos recibe con los brazos abiertos, es más, espera día y noche a que volvamos a su casa. El mejor ejemplo de este amor que se hace perdón está en la parábola del hijo pródigo, quien luego de abandonar su casa, gastarse toda la herencia que le corresponde y pasar por mil peripecias, vuelve a la casa del Padre quien le abraza, le besa y le recibe con una fiesta. Este perdón se manifiesta en la confesión. Quien logra profundizar en esto, no puede sino acudir gozoso a la confesión. «La mirada de Dios no es como la del hombre: el hombre ve las apariencias, pero el Señor ve el corazón» (1 Samuel 16,7). Así que no tengas miedo de Dios, al contrario, vive en su Amor que te llama constantemente a su lado.

«El hijo empezó a decirle: “Padre, pequé contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Traigan en seguida el mejor vestido y pónganselo; pónganle también un anillo en la mano y sandalias en los pies. Tomen el ternero gordo, mátenlo y celebremos un banquete de fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado”» (Lucas 15, 21-24).

3. Es reconciliación con nuestro Padre

Las parejas saben muy bien de esto. Es inevitable que no haya discusiones en la vida familiar, que uno se equivoque y se canse de vez en cuando. Pero lo mejor de la discusión y las peleas es la reconciliación. Volver a conciliar (re-conciliar), volver a unirse, renovar la concordia de corazones. Si es hermoso reconciliarse con los hermanos, con los padres, con los amigos… ¡cuánto más hermoso será reconciliarse con nuestro Padre del Cielo! A veces nos parece lejano, como si viviera físicamente en las estrellas o las nubes, pero no es así. Él está más cerca que cualquiera de nosotros, está en la Eucaristía, se ha hecho carne para vernos, para tocarnos, para visitarnos, para hablar con nosotros, para decirnos que nos ama. ¡Qué gran alegría siente el corazón cuando nos acercamos a esta verdad! 

«Dios…, reconciliados ya, nos salvará para hacernos partícipes de su vida. Y no sólo esto, sino que nos sentimos también orgullosos de un Dios que ya desde ahora nos ha concedido la reconciliación por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5, 10-11)

4. Es salud del alma

Vamos al médico cuando tenemos dolores, enfermedades, cuando necesitamos la cura y sanación del cuerpo. De la misma forma acudimos a Dios para sanar nuestros dolores y enfermedades, para buscar la cura del alma. El hombre está constituido de cuerpo y alma, si sanamos el cuerpo, también debemos sanar el alma. Es un estado completo de salud. Tal vez por eso le decimos a los sacerdotes “curas”, porque son los instituidos por Dios para acercar la sanación al alma de sus hijos. Un cuerpo sano y un alma sana te darán paz y alegría constantes. Pudiendo alejar los dolores y las enfermedades, ¿qué hacemos que aún no nos confesamos? A veces el miedo a la inyección es más fuerte que el deseo de sanar, pero debemos superarlo. El miedo a la confesión puede ser también más fuerte que el deseo de reconciliación, pero debemos enfrentarlo. Lo mejor de todo es que contamos con la ayuda del Espíritu Santo que nos empuja a acercarnos al confesionario y a dejarnos recibir la medicina. ¡Acércate al médico del alma para sanar tu interior!

«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Entiendan bien qué significa: misericordia quiero y no sacrificios; porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mateo 9,12).

5. Es revestirse del “hombre nuevo”

Esto es, cambiar de vida, decidirse a ser diferente, a poner la mirada en las cosas del Cielo. Es signo de conversión. Es renovarse completamente, ser un “yo” mejorado. El hombre nuevo se deja guiar por el Espíritu de Dios, goza en espíritu y en verdad. El hombre nuevo no es esclavo de las pasiones y del pecado como lo es el hombre viejo, al contrario, es un hombre libre que vive su vida con tranquilidad y regocijo en el Señor. Pienso que todo cristiano quisiera llevar a plenitud su vida, ya sea en la oración, en los sacramentos, en la vida cotidiana, en el trabajo. Que todos los aspectos de vida estén unidos y sean dirigidos por el Espíritu Santo, esto es revestirse del hombre nuevo. El hombre nuevo por excelencia es Jesucristo, por eso en la vida espiritual se habla de imitar a Cristo, quien «se desojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres» (Filipenses 2,7) en todo, menos en el pecado. 

«Despójense del hombre viejo y de sus acciones, y revístanse del hombre nuevo que, en busca de un conocimiento cada vez más profundo, se va renovando a imagen de su Creador… Como elegidos de Dios, pueblo suyo y amados por él, revístanse de sentimientos de compasión, de bondad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia» (Colosenses 3, 9-10.12).

6. Es fiesta en el Cielo

Sabemos que no estamos solos, antes bien, formamos parte de la comunión de los santos. La iglesia de la tierra (nosotros) somos la Iglesia Peregrina, la de las almas purgantes (purgatorio) es la Iglesia Purgante y quienes ya gozan de la visión beatífica (los santos) son la Iglesia Triunfante. Así, constituimos todos un mismo cuerpo y un mismo espíritu. Por ello, cuando un pecador se convierte, en el Cielo se celebra una Fiesta. Si el gozo aquí en la tierra es grande, ¡imagínense cómo se celebra en el Cielo! Allí están los Ángeles, los Arcángeles, los Tronos, las Potestades, las Dominaciones y todas las demás órdenes celebrando la conversión de un pecador, aquel que deja su antigua vida y se anima a seguir a Cristo como un hombre nuevo. No es un cuento de hadas, es real. 

«Cuando encuentra [a la oveja], la carga sobre sus hombros lleno de alegría, y al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: “¡Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido!”. Pues les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lucas 15, 5-7).

7. Es fuerza para la batalla

“La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios” (CEC). Luego de la confesión aumenta esta gracia en nosotros, es Dios mismo quien viene en nuestro auxilio y nos ayuda. Esta gracia será la fuerza en el combate diario. Si vives lleno de tentaciones, si las ocasiones de pecado son muchas que te llevan a caer, si no eres capaz de controlar tus impulsos pasionales… entonces, debes saber que la gracia recibida de Dios es fuerza en la lucha contra el mal. Y si esta gracia se acrecienta al recibir debidamente los sacramentos, ¡esta es tu oportunidad! El pecado debilita tu voluntad, te hace volátil, flexible, te dispone a caer de nuevo… la gracia será siempre ese don, ese favor, ese auxilio que te da Dios para vencer la prueba y salir victorioso. Ya sabes, aprovecha la gracia de Dios y combate el mal a fuerza de bien.

«Pero tú, hombre de Dios, evita todo esto (enriquecerse con trampas, amor al dinero y codicia), practica la justicia, la religión, la fe, el amor, la paciencia y la bondad. Mantente firme en el noble combate de la fe, conquista la vida eterna para la cual has sido llamado y de la cual has hecho solemne profesión ante muchos testigos» (1 Timoteo 6, 11-12).

Ya puedes perder el miedo a la confesión. Estas 7 razones te ayudarán a conocer más los sacramentos que Dios ha instituido para el bien de sus hijos, a quienes ama inmensamente. La confesión, bien entendida, deja de ser un lugar de miedo para transformarse en un acto de amor, de misericordia, de perdón y de reconciliación. Este es el verdadero sentido del perdón de los pecados: volver la mirada a Dios nuevamente, limpiarnos de toda mancha, tomar fuerzas para continuar nuestra lucha y no desanimarse si se vuelve a fallar. No podemos dejar que el tiempo pase y nuestras faltas se vayan “pudriendo”.  Apenas tengas conciencia de tu pecado y te arrepientas de ello, no dudes en acudir a la Iglesia en busca de esta medicina de Dios, de este sacramento. Ah, ¡y no te olvides de confesar todos tus pecados! 

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 30 DE JUNIO


Los cinco minutos de María
Junio 30



La Virgen, que fue Madre en la tierra, sigue siendo Madre en el cielo; sigue siendo Madre perfecta; la maternidad consiste en pensar continuamente en los hijos y procurarles los mayores bienes.

Tenemos en el cielo una Madre que piensa continuamente en nosotros, que desea sinceramente nuestro bien, que tiene en sus manos los tesoros de la divinidad y quiere comunicárnoslos.
Descansemos confiadamente, como niños pequeños, en los brazos de tan buena Madre.

Santa María participa de alguna manera de la Paternidad del Padre respecto de aquel Hijo que el Padre eterno engendró desde la eternidad y ella concibió de su carne en el tiempo.

Virgen Santa, sé nuestra Madre y muéstranos a Cristo.


* P. Alfonso Milagro

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 30 DE JUNIO DEL 2017

Si quieres…
Santo Evangelio según San Mateo 8, 1-4. XII Viernes de Tiempo Ordinario.


Por: H. Cristian Gutiérrez, L.C. | Fuente: www.missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Quiero, Señor, estar contigo estos minutos. Enséñame a orar. Mira lo mucho que necesito de Ti. Ayúdame a creer, a esperar y amar hoy un poco más. Gracias por todos los dones espirituales y materiales que me concedes. Gracias por tu inmenso amor. Gracias por tu presencia y tu acción en mi vida. Dame la gracia de serte siempre fiel y de ser un apóstol infatigable de tu Reino.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 8, 1-4
En aquel tiempo, cuando Jesús bajó de la montaña, lo iba siguiendo una gran multitud. De pronto se le acercó un leproso, se postró ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes curarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciéndole: "Sí quiero, queda curado".
Inmediatamente quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: "No le vayas a contar esto a nadie. Pero ve ahora a presentarte al sacerdote y lleva la ofrenda prescrita por Moisés para probar tu curación".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¡Qué hermosa petición la que este leproso te hace postrado a tus pies! "Señor, si quieres, puedes curarme". Tras esta petición se descubre la fe maravillosa de un enfermo que ha aceptado su enfermedad y que no la vive como un castigo sino como un don, un medio para acercarse a Ti. Es la fe manifestada en la disponibilidad del "si quieres". Esto me puede enseñar en mi vida a estar siempre abierto a la Voluntad de Dios. Eres Tú quien mejor sabes lo que me conviene en cada momento. Por ello, antes de cada petición podría decirte: "Señor, si quieres, concédeme…" "Si quieres, ayúdame…" "Si quieres, dame…"
Es la fe del que se abandona en tus manos esperando de Ti lo que necesita. Este leproso no pide la curación, pide la Voluntad de Dios.
Y como no hay nada que te conmueva más que la fe, tu respuesta es inmediata: "quiero, queda limpio". El "quiero" me demuestra que no eres la lámpara de Aladino que satisface todos mis deseos, no eres la máquina dispensadora de bebidas que sólo cuando lo necesito acudo a ella para que me dé lo que pido. El "quiero" manifiesta tu libertad divina que siempre actúa conforme a mi bien.
Concédeme, Señor, un poco más de fe para saber abandonarme en tus manos con confianza; para saber pedirte con humildad; para buscar ante todo tu Voluntad sobre mí; para aceptar con agrado lo que dispongas en cada momento de mi vida.
"Lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. Es precisamente lo que le sucedió al leproso: "Si quieres, puedes hacerlo". Los derrotados descritos en la primera carta, en cambio, rezaban a Dios, llevaban el arca, pero no tenían la fe, la habían olvidado. Cuando se pide con fe, Jesús mismo ha dicho que se mueven las montañas. "Lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré. Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá". Todo es posible, pero sólo con la fe. Y esta es nuestra victoria."
(Homilía de S.S. Francisco, 14 de enero de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré aceptar y solucionar alguna molestia o dificultad que se me presente, con la confianza de que Dios no me abandona y me ayudará a superarla.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.


BUENAS TARDES




jueves, 29 de junio de 2017

EL LEÓN Y EL LABRADOR


El león y el labrador


La prudencia es una virtud cardinal que ayuda en la vida práctica a decidirte por tu verdadero bien y a elegir los medios rectos para conseguirlo. Ella, como experto auriga que maneja las riendas de un carruaje, conduce a las otras virtudes señalándoles la regla y la medida adecuadas. Eres prudente cuando aplicas sin error los principios morales a cada caso particular.

Entró un león en el corral de un labrador, y éste, queriendo apresarlo, cerró la puerta. El león, al ver que no podía salir, empezó a devorar primero a los carneros, y luego a los bueyes. Entonces el labrador, temiendo por su propia vida, abrió la puerta. Se fue el león, y la esposa del labrador, al oírlo quejarse le dijo: Tienes lo que buscaste, pues ¿por qué has tratado de encerrar a una fiera que más bien debías de mantener alejada? (Esopo)

“El hombre prudente medita sus pasos” (Biblia). Otros refranes que iluminan esta virtud: “El que busca el peligro en él perecerá”; “Tanto va el cántaro a la fuente que al fin se rompe”. “Dime con quién andas y te diré quién eres”. “La ocasión hace al ladrón”. “El que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija”. “Más vale prevenir que curar”. Que la prudencia ilumine siempre tus decisiones.


* Enviado por el P. Natalio

SAN PEDRO Y SAN PABLO, 29 DE JUNIO


SS. Pedro y Pablo
29 de junio

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer 




Mateo 16, 13-19
Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Reflexión
Es un hecho que en las narraciones evangélicas se pone siempre un acento muy especial en la figura de Pedro. Teóricamente no había razón alguna para distinguirle. No es el primero en conocer a Cristo; no es un genio superior a los demás; no es tampoco el más santo o el más entregado; no será más valiente que sus compañeros a la hora de la pasión, incluso su traición será la más visible. Es uno más. Más audaz, más fogoso, pero un pescador como todos.

Pues bien, este Pedro, que ningún motivo especial tenía para una elección particular, comienza a destacar visiblemente en los evangelios. De él se habla con más frecuencia que de los otros once juntos. Él aparece en todos los catálogos de los apóstoles colocado siempre el primero. Esta preferencia sistemática ¿es casual?

El cambio de nombre.
Esta “vocación especial” había sido ya revelada en su primer encuentro con Jesús. Cuando Andrés le presenta a su hermano, Jesús hace algo tan insólito como cambiar el nombre de Pedro. Había éste recibido de su familia el nombre de Simón, común y familiar entre los judíos. Pero Jesús, al verle, le rebautizará con el nombre que le he quedado para siempre: Kephas, Pedro. ¿Qué quiere decir Jesús al denominarle “roca”? Sólo mucho más tarde lo entenderemos, en la escena que cambiará para siempre el destino del apóstol.

Ocurre en las tierras de Cesarea de Filipo. En esta región, pagana en su mayoría, Jesús se encontraba más tranquilo, más cerca de sus discípulos, casi en una especie de retiro espiritual. Tal vez fuera aquella paz la que incitó a Jesús a hablar a los doce de un tema especialmente delicado: su condición de Mesías. No le gustaba habitualmente mencionarlo. Temía que sus oyentes le dieran una interpretación política y que quisieran proclamarle rey o iniciar un tumulto. Aquí, en la soledad de Cesárea, no existía ese peligro.

Jesús, ¿era un simple enviado de Dios o Dios en persona?
Por lo demás ésta era la gran pregunta que los apóstoles se hacían unos a otros. Al cabo de año y medio de caminar a su lado no acababan de saber si su Maestro era, en verdad, el anunciado por los profetas. Y si lo era, ¿se trataba de un simple enviado de Dios o de Dios en persona? Cuando hablaba de su Padre ¿usaba una metáfora o afirmaba una realidad? ¿Y si era el Mesías, por qué lo ocultaba tan celosamente? Le molestaba hablar de ello, cambiaba de conversación cuando alguien aludía al tema, les mandaba ocultar las obras más extraordinarias que hacia. ¿Por que esta reticencia?

Pero esta vez Jesús juzgó que el tiempo había llegado. Tenía ya confianza en sus apóstoles y la tranquilidad de Cesárea había creado el clima apto para que pudieran comprenderle. Era la hora justa para comunicar abiertamente su mesianidad.

Se detuvo y se volvió a los apóstoles para preguntarles: ¿“Quién dicen los hombres que soy yo”? Y después de haber escuchado sus respuestas, les hizo una pregunta más íntima: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo”?
Fue entonces cuando la voz de Pedro se abrió paso entre ellos y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Pedro hablaba en nombre de todos.
Una especie de liderazgo personal había ido surgiendo entre ellos. Y todos se sintieron expresados por la voz de aquel pescador, tosco y violento, pero poseedor de una personalidad que le convertía en jefe nato. Por otro lado, Jesús esta vez no reprimía esa rotunda confesión de mesianismo. La aceptaba abiertamente, complacido. Era la primera vez que la declaraba sin metáforas.

Y la respuesta de Jesús iba a cargarse aún de novedades mucho mayores. No sólo no rechazaba la confesión de mesianismo, sino que la confirmaba en el nombre del Padre de los cielos. Y, tras una breve pausa, Jesús aún siguió: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.

Todo era, a la vez, misterioso y cargado de sentido en esta extraña frase de Jesús. El sobrenombre de "piedra" ya se lo había dado en otra ocasión a Pedro, pero entonces no había explicado su sentido, Ahora quedaba claro que Pedro sería el fundamento del templo espiritual que Jesús proyectaba construir.
Además Jesús hablaba ahora ya sin rodeos de su proyecto de construir una comunidad organizada, algo que tendría que durar después de Él, algo que sería tan sólido que ni las fuerzas del mal podrían contra ella.

Las expresiones de las llaves, de atar y desatar son típicamente semitas.
Aún hoy se puede ver en los países árabes a hombres que caminan con un par de gruesas llaves atadas, como prueba de que una casa es de su propiedad.
Los términos de “atar” y “desatar” conservan el mismo sentido que tenían en la literatura rabínica contemporánea. Los rabinos “ataban” cuando prohibían algo y “desataban” cuando lo permitían.

¿Entendieron los apóstoles, entendió el mismo Pedro, lo que Jesús quería decir con aquellas sorprendentes palabras? Lo solemne de la hora, la soledad espiritual en que estaban, pudieron ayudar a la comprensión. Por otro lado el progresivo liderazgo natural de Pedro ayudaba a la comprensión y, sin duda, se vio fortalecido por esta palabra. Pero sólo tras la resurrección comprenderían qué comunidad era la que Cristo deseaba y qué papel había de tomar en ella el colegio de los doce y cuál tomaría Pedro dentro de ese colegio.

Un texto muy atacado.
A lo largo de los siglos, pocas páginas del evangelio han sufrido tal cantidad de ataques como ésta prueba evidente de su importancia. Y, sin embargo, el texto sigue ahí, firme como el propio Pedro y sus sucesores. Y es fácil comprender que no se trataba de un elogio personal a las virtudes de Pedro. Pedro encontrará la santidad mucho más tarde. Y descubrirá con gozo que ni su virtud mereció la función para la que había sido elegido, ni sus pecados lograron anularla.
¡Que así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt

NARDOS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, DÍA 29 DE JUNIO, SAN PEDRO Y SAN PABLO


Nardo del día 29 de Junio
¡Oh Sagrado Corazón, Potestad Sublime!
Fiesta de San Pedro y San Pablo

Meditación: Oh Jesús, Mí Buen Pastor, que nos buscas como a ovejas en la tie
rra desierta, que nos cuidas y nos proteges, y Tu cayado levantas para evitar que el maligno hiera a Tus corderitos. Señor, que me buscas en la noche oscura y me libras de toda amargura. Amando siento Tu Presencia, y todo lo demás desaparece; es Tu Gran Poder el que me marca el camino y me guía como a un niño. Esa Luz dorada que de Ti se desprende, y cual luciérnagas hermosas, como estrellas fugaces veo las luces de Tus Angeles. Entonces siento que Tú, Mi Dios, todo eres, todo puedes, pues eres el Rey. Señor, que a pesar de mi pequeñez a mi casa vienes, para llevarme a Ti.
Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!

¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Comulguemos agradeciendo a Jesús por todas las gracias que derrama a través de Su Sagrado Corazón.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 29 DE JUNIO


Los cinco minutos de María
Junio 29



La Virgen tomó por guía en el camino de la santidad a Dios, que estaba con ella; practicó lo que más tarde diría Jesús: “Sean perfectos como el Padre celestial”

Observaba María lo que decía y hacía Jesús, lo meditaba en su Corazón y lo ponía en práctica.

También tú debes tener por guía a Jesús y a María; así alcanzarás la santidad. Imita a María, pues imitarla a ella es imitar a Jesús.
Santa María entra de lleno en el plan de la salvación, como predestinada a dar un cuerpo humano al Redentor y a formarlo en nuestro corazón.

Virgen clemente, llévanos por la senda de la santidad.


* P. Alfonso Milagro

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY SAN PEDRO Y SAN PABLO, 29 DE JUNIO 2017


Lecturas de hoy San Pedro y san Pablo, apóstoles
Hoy, jueves, 29 de junio de 2017




Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (12,1-11):

En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él. 
La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor y se iluminó la celda. 
Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo: «Date prisa, levántate.» 
Las cadenas se le cayeron de las manos y el ángel añadió: «Ponte el cinturón y las sandalias.»
Obedeció y el ángel le dijo: «Échate el manto y sígueme.» 
Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel. 
Pedro recapacitó y dijo: «Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos.»

Palabra de Dios

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Salmo
Sal 33,2-3.4-5.6-7.8-9

R/. El Señor me libró de todas mis ansias

Bendigo al Señor en todo momento, 
su alabanza está siempre en mi boca; 
mi alma se gloría en el Señor: 
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre. 
Yo consulté al Señor, y me respondió, 
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes, 
vuestro rostro no se avergonzará. 
Si el afligido invoca al Señor, 
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.

El ángel del Señor acampa 
en torno a sus fieles y los protege. 
Gustad y ved qué bueno es el Señor, 
dichoso el que se acoge a él. R/.

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Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4,6-8.17-18):

Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios

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Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-19):

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» 
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» 
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» 
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»

Palabra del Señor

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Comentario al Evangelio de hoy jueves, 29 de junio de 2017


Queridos amigos:

Hoy es una fiesta grande. Celebramos la vida de dos personas, dos personajes, que son dos “grandes” del cristianismo: San Pedro y San Pablo. Tan diferentes en su origen, en su camino, en su manera de ver las cosas... y los dos son pilares de la Iglesia...

Pedro... pescador, llano, del pueblo. La misma impulsividad para confesarle –“Tú eres el Mesías”- que para rechazar sus caminos de cruz. La misma generosidad para dejarle la barca que para ofrecerse a dar la vida por él. La misma sinceridad para intentar salvar el pellejo negándole que para llorar amargamente por haberle negado... Jesús le llamó “piedra”, pero también “satanás”. Al final, esa mirada que lo comprende todo y nada condena le rehabilitó, le levantó y le puso en su sitio: ni tan arriba, ni tan abajo. Y desde ahí, como hermano de sus hermanos, pudo seguir caminando, sirviendo a la Iglesia, hablando, discutiendo, haciendo las obras de Jesús, luchando, entregándose...

Pablo... judío donde los haya. Fariseo y perseguidor de la Iglesia en sus orígenes. Lo tenía todo muy claro... hasta que Dios le tocó el corazón y los ojos y todo quedó patas arriba. Tardó un tiempo en re-colocarse. Pero cuando lo hizo, abrazó el nuevo camino con el mismo ardor que el anterior. Predicó a unos y a otros. Escribió a muchos. Hizo equipo con otros. Discutió y concilió. Suscitó y acompañó la fe de muchas comunidades. Y cuando le tocó dar la vida, no se la guardó...
Pedro y Pablo. Tan distintos... Al final, la vida les unificó: en su amor a Cristo, en su celo por llevar a otros la Buena Noticia, en su muerte violenta a causa de la fe.

Hoy también hay muchos cristianos que caminan, caen, se levantan... que combaten su combate y corren hacia la meta. Con distintos acentos. Unidos en la diversidad, comulgando en lo importante.

Seguro que tú también eres uno de ellos. Por eso, hoy también es tu día.

Felicidades, y a seguir caminando.

Vuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF (luismanuel@claretianos.es)

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