domingo, 25 de septiembre de 2016

NOVENA EN HONOR A SAN FRANCISCO DE ASÍS, DEL 25 DE SEPTIEMBRE AL 3 DE OCTUBRE


Hoy 25 de septiembre se inicia la Novena 
a San Francisco de Asís


(ACI).- “Ninguna otra cosa hemos de hacer sino ser solícitos en seguir la voluntad de Dios y en agradarle en todas las cosas”, decía San Francisco de Asís, que recibió el don de los estigmas y que fue declarado “Patrono de los cultivadores de la ecología” por San Juan Pablo II en 1979.


El Papa Francisco, que tomó su nombre por este santo y que ha publicado su encíclica Laudato Si’ sobre la ecología, destacó en su visita a Asís en 2013 que San Francisco “da testimonio del respeto hacia todo lo que Dios ha creado y como Él lo ha creado, sin experimentar con la creación para destruirla”.

Cercanos a la Fiesta de San Francisco de Asís, que se celebra cada 4 de octubre, aquí una novena en su honor para pedir su intercesión:




Primer Día de la Novena a San Francisco de Asís
25 de septiembre


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Oración de San Francisco ante el Cristo de San Damián (OrSD)
Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.


Oración de San Juan Pablo II a San Francisco de Asís
Oh San Francisco,
que recibiste los estigmas en La Verna,
el mundo tiene nostalgia de ti
como icono de Jesús crucificado.
Tiene necesidad de tu corazón
abierto a Dios y al hombre,
de tus pies descalzos y heridos,
y de tus manos traspasadas e implorantes.
Tiene nostalgia de tu voz débil,
pero fuerte por el poder del Evangelio.
Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy
a reconocer el mal del pecado
y a buscar su purificación en la penitencia.
Ayúdalos a liberarse también
de las estructuras de pecado,
que oprimen a la sociedad actual.
Reaviva en la conciencia de los gobernantes
la urgencia de la paz
en las naciones y entre los pueblos.
Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,
capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.
A los ofendidos por cualquier tipo de maldad
concédeles, Francisco,
tu alegría de saber perdonar.
A todos los crucificados por el sufrimiento,
el hambre y la guerra,
ábreles de nuevo las puertas de la esperanza. Amén.


Lecturas del primer día
Leyenda Mayor 5,7

Aunque Francisco animaba con todo su empeño a los hermanos a llevar una vida sobria, sin embargo, no era partidario de una severidad intransigente, es decir una vida sin misericordia. Prueba de ello es el siguiente hecho.

Cierta noche, un hermano que ayunaba hacía varios días, se sintió atormentado con un hambre tan terrible, que no podía estar tranquilo. Dándose cuenta San Francisco, llamó al hermano, le preparó la mesa con alimentos y -para evitarle toda posible vergüenza- comenzó él mismo a comer primero, invitándole dulcemente al hermano que sufría, que también él comiera.

Venció el hermano su vergüenza y tomó el alimento necesario, sintiéndose muy confortado, porque, gracias a la prudente acción del santo, había superado su desvanecimiento corporal, y además había recibido un gran ejemplo de edificación. A la mañana siguiente, el varón de Dios, Francisco, llamó a sus hermanos y les contó lo sucedido aquella noche, añadiéndoles esta prudente recomendación: «Hermanos, que les sirva de ejemplo, en este caso, no tanto el alimento, sino el amor».

Les enseñó, además, a guardar la discreción, como reguladora de las virtudes; pero no la discreción que sugiere la carne, sino la que enseñó Cristo, un verdadero ejemplo de perfección.

Reflexión
San Francisco se esforzó mucho por ser fiel a Jesús, haciendo oración, dando gracias por todas las cosas recibidas de parte de Dios, y también practicando la justicia con quienes el Señor le había regalado para vivir juntos la vida en fraternidad. Francisco era exigente consigo mismo y bondadoso con los demás. Esta es una muestra de la justicia que descubría en su Señor, y que debía practicar con sus hermanos. Así lo afirma la lectura que acabamos de escuchar.

Imaginemos a Francisco de Asís, un joven que después de tenerlo todo, quiso seguir al Señor que lo llamaba y decidió dejarlo todo, y quería ser fiel a ese llamado. Por eso, su vida era de penitencia y oración. Hacía largos ayunos porque decía que también Cristo lo hizo, y él quería hacer lo mismo. En una ocasión, tal como escuchamos, un hermano que también ayunaba sintió hambre, ese deseo tan natural de comer, de ingerir alimento para recobrar las fuerzas; y con toda la profundidad que san Francisco vivía su vida. Su devoción y empeño no fueron obstáculo para dejar de lado su ayuno y acudir al llamado de su compañero.

Es una verdadera renuncia de sí mismo en bien de un hermano, que tiene su fundamento en el amor, tal como lo dice ahora a nosotros: “hermanos, que nos sirva de ejemplo el amor”. Esta hermosa historia nos ayuda a descubrir que nuestra justicia debe estar fundamentada en el amor, para que sea verdadera justicia evangélica, de la misma manera que la practicó Cristo, dando a cada hombre y mujer lo que necesitaba, atendiendo las necesidades del prójimo. Que también a nosotros nos sirva de enseñanza este pasaje, para estar atentos a lo que el amor nos exige a cada uno, sea en el hogar o el trabajo, en la iglesia o en la calle, en nuestra familia y con nuestros vecinos, y practicar la justicia misericordiosa que Jesús nos dio a conocer.

Oración en honor a las llagas de San Francisco
Gloriosísimo Protector y Padre mío, San Francisco, a ti acudo, implorando tu poderosa intercesión, para entender el amor que Dios Nuestro Señor te manifestó al martirizar vuestra carne y vuestro espíritu. Tus llagas son cinco focos de caridad divina; cinco lenguas que me recuerdan las misericordias de Jesucristo; cinco fuentes de gracia celestiales que el Creador te confió para que las distribuyas entre tus devotos. ¡Oh Santo amabilísimo!, pide por mí a Jesús crucificado una chispa del fuego que ardía en tu alma aquel día dichoso en que recibiste la seráfica crucifixión, a fin de que, recordando tus privilegios sobrenaturales, imite tus ejemplos y siga tus enseñanzas, viviendo y muriendo, amando a Dios sobre todas las cosas.

Se dicen las intenciones de la novena y se rezan 5 padrenuestros, avemarías y glorias en honor de las cinco llagas de San Francisco.

Oración Final
Seráfico Padre mío San Francisco, pobre y desconocido de todos, y, por esto, engrandecido y favorecido de Dios. Porque te veo tan rico en tesoros divinos, vengo a pedirte limosna. Dámela generoso, por amor al buen Jesús y a nuestra Madre, la Inmaculada Virgen María, y por el voto que hiciste de dar por su amor todo lo que se te pidiese. Por amor de Dios te ruego que me obtengas dolor de mis pecados, la humildad y el amor a tu pasión; conformidad con la voluntad de Dios, prosperidad para la Iglesia y para el Papa, exaltación de la fe, confusión de la herejía y de los infieles, conversión de los pecadores, perseverancia de los justos y eterno descanso de las almas del Purgatorio. Te lo pido por amor de Dios. Así sea.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.




Segundo Día de la Novena a San Francisco de Asís
26 de septiembre


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración de San Francisco ante el Cristo de San Damián (OrSD)
Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.

Oración de San Juan Pablo II a San Francisco de Asís
Oh San Francisco,
que recibiste los estigmas en La Verna,
el mundo tiene nostalgia de ti
como icono de Jesús crucificado.
Tiene necesidad de tu corazón
abierto a Dios y al hombre,
de tus pies descalzos y heridos,
y de tus manos traspasadas e implorantes.
Tiene nostalgia de tu voz débil,
pero fuerte por el poder del Evangelio.
Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy
a reconocer el mal del pecado
y a buscar su purificación en la penitencia.
Ayúdalos a liberarse también
de las estructuras de pecado,
que oprimen a la sociedad actual.
Reaviva en la conciencia de los gobernantes
la urgencia de la paz
en las naciones y entre los pueblos.
Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,
capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.
A los ofendidos por cualquier tipo de maldad
concédeles, Francisco,
tu alegría de saber perdonar.
A todos los crucificados por el sufrimiento,
el hambre y la guerra,
ábreles de nuevo las puertas de la esperanza. Amén.

Lecturas del segundo día
Vida segunda según Celano, nº 9

San Francisco se apartaba instintivamente con horror de los leprosos. Los evitaba cuanto podía y no deseaba encontrase con alguno. Un día que paseaba a caballo cerca de Asís, le salió al paso uno de ellos. Y por más que le causara mucha repugnancia y horror, sea por su mal olor u horrible apariencia, para no fallar en la práctica del amor, que descubría en su oración, saltando del caballo, corrió a besarlo. Y el leproso, al extenderle su mano a Francisco, el santo se la besó. Volvió Francisco a montar el caballo, miró luego a uno y otro lado, y, aunque era un campo abierto sin estorbos a la vista, ya no vio al leproso. Lleno de admiración y de gozo por lo vivido, pocos días después trata de repetir la misma acción. Se va al lugar donde moran los leprosos, y va besando la mano y la boca de cada uno de ellos. Así, lo amargo que le era ver a los leprosos se convirtió en dulzura para su alma.

Reflexión
Para san Francisco era muy desagradable encontrarse con los leprosos. Ellos representaban lo feo y más degradante del ser humano. Eran aquellas personas que por tener lepra, enfermedad que descompone la carne del cuerpo, bastante común en el tiempo de Francisco, eran expulsados de la ciudad y condenados a vivir fuera para esperar la muerte. Significaban, por lo tanto, lo más indigno de la sociedad, aquellos despreciados que nadie quería tocar. Francisco se encuentra con ellos en un momento decisivo de su conversión. Aquel momento en que su vida cambia de tal manera que aquello que antes le era desagradable pasará a ser dulzura del alma. Es decir, un verdadero encuentro con Dios, pues descubre en los despreciados el rostro humano del Cristo sufriente. Francisco se da cuenta de que Jesús también fue pobre en su vida, y ahora se le manifestaba a él en lo despreciable a los ojos de los hombres, lo leprosos. También Jesús se encontró con ellos y los curaba de sus dolencias, transformando las situaciones de dolor e injusticia en verdadera liberación de las personas y sus esclavitudes. Francisco se dio cuenta y quiso practicar la misericordia y la justicia con los más pobres de su tiempo y desde ahí comenzar a vivir como ellos, fuera de la ciudad y sin nada propio. Dios, que se ha manifestado plenamente en su Hijo pobre y humilde, continúa presente especialmente desde los pobres. Por ello, reivindicar el primado de Dios es, para Francisco, hacer penitencia desde ellos, y por lo tanto, llevar una vida sobria, practicando la justicia, respetando a cada hombre y mujer por lo que es: un hijo de Dios, y por lo tanto, hermano mío. En nuestra actualidad también tenemos leprosos. Pensemos en las personas que menos cuentan en nuestra sociedad y descubramos en ellos el rostro de Cristo sufriente que nos invita a amarlo.

Oración en honor a las llagas de San Francisco
Gloriosísimo Protector y Padre mío, San Francisco, a ti acudo, implorando tu poderosa intercesión, para entender el amor que Dios Nuestro Señor te manifestó al martirizar vuestra carne y vuestro espíritu. Tus llagas son cinco focos de caridad divina; cinco lenguas que me recuerdan las misericordias de Jesucristo; cinco fuentes de gracia celestiales que el Creador te confió para que las distribuyas entre tus devotos. ¡Oh Santo amabilísimo!, pide por mí a Jesús crucificado una chispa del fuego que ardía en tu alma aquel día dichoso en que recibiste la seráfica crucifixión, a fin de que, recordando tus privilegios sobrenaturales, imite tus ejemplos y siga tus enseñanzas, viviendo y muriendo, amando a Dios sobre todas las cosas.

Se dicen las intenciones de la novena y se rezan 5 padrenuestros, avemarías y glorias en honor de las cinco llagas de San Francisco.

Oración Final
Seráfico Padre mío San Francisco, pobre y desconocido de todos, y, por esto, engrandecido y favorecido de Dios. Porque te veo tan rico en tesoros divinos, vengo a pedirte limosna. Dámela generoso, por amor al buen Jesús y a nuestra Madre, la Inmaculada Virgen María, y por el voto que hiciste de dar por su amor todo lo que se te pidiese. Por amor de Dios te ruego que me obtengas dolor de mis pecados, la humildad y el amor a tu pasión; conformidad con la voluntad de Dios, prosperidad para la Iglesia y para el Papa, exaltación de la fe, confusión de la herejía y de los infieles, conversión de los pecadores, perseverancia de los justos y eterno descanso de las almas del Purgatorio. Te lo pido por amor de Dios. Así sea.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.




Tercer Día de la Novena a San Francisco de Asís
27 de septiembre


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Oración de San Francisco ante el Cristo de San Damián (OrSD)
Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.


Oración de San Juan Pablo II a San Francisco de Asís
Oh San Francisco,
que recibiste los estigmas en La Verna,
el mundo tiene nostalgia de ti
como icono de Jesús crucificado.
Tiene necesidad de tu corazón
abierto a Dios y al hombre,
de tus pies descalzos y heridos,
y de tus manos traspasadas e implorantes.
Tiene nostalgia de tu voz débil,
pero fuerte por el poder del Evangelio.
Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy
a reconocer el mal del pecado
y a buscar su purificación en la penitencia.
Ayúdalos a liberarse también
de las estructuras de pecado,
que oprimen a la sociedad actual.
Reaviva en la conciencia de los gobernantes
la urgencia de la paz
en las naciones y entre los pueblos.
Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,
capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.
A los ofendidos por cualquier tipo de maldad
concédeles, Francisco,
tu alegría de saber perdonar.
A todos los crucificados por el sufrimiento,
el hambre y la guerra,
ábreles de nuevo las puertas de la esperanza. Amén.

Lecturas del tercer día
Leyenda de los Tres Compañeros nº 26

Como más tarde él mismo atestiguó, había aprendido, por revelación divina, este saludo: «El Señor te dé la paz». Por eso, en toda predicación suya iniciaba sus palabras con el saludo que anuncia de la paz. Yes de admirar -y no se puede admitir sin reconocer en ello un milagro que antes de su conversión había tenido un precursor, que para anunciar la paz solía ir con frecuencia por Asís saludando de esta forma: «Paz y bien, paz y bien». Se creyó firmemente que así como Juan, que anuncio a Cristo, desapareció al empezar Cristo a predicar, de igual manera este precursor, cual otro Juan, precedió al bienaventurado Francisco en el anuncio de la paz y no volvió a comparecer cuando éste estuvo ya presente. Dotado de improviso el varón de Dios del espíritu de los profetas, en cuanto desapareció su heraldo, comenzó a anunciar la paz, a predicar la salvación; y muchos que habían permanecido enemistados con Cristo y alejados del camino de la salvación, se unían en verdadera alianza de paz por sus exhortaciones.

Reflexión
Como hemos mencionado, el común de las personas relaciona a San Francisco con la paz, que todos los líderes religiosos se reunieran en Asís el año 1986 para orar por la paz es significativo. Por ello, en sí San Francisco provoca y crea un sentimiento de unión y respeto entre quienes le admiran, no importando condición. Por lo tanto, el hermano de Asís es un modelo a seguir para quienes desean ser constructores de paz. El saludo de Francisco “el Señor te de la paz”, con el cual procuraba iniciar toda predicación y además recomendaba a sus hermanos hacer, ha perdurado en el tiempo consolidándose como el lema particular de toda la familia franciscana, tal como lo anunciaba el precursor por las calles de Asís. Paz y bien! Paz y Bien! El deseo de paz que alojaba en el corazón y en la vida de Francisco no es otro que el regalo de Dios al hombre, pues el Señor le reveló que dijese ese saludo (Test.23) Quien siente la gratuidad de Dios en su vida no hace otra cosa que compartirla. Así, el deseo de paz se recibe como uno de los dones más grandes de Dios “que el Señor te de su paz”. En consecuencia, la paz que predica Francisco es la paz que Dios ofrece a todos los hombres.

Oración en honor a las llagas de San Francisco
Gloriosísimo Protector y Padre mío, San Francisco, a ti acudo, implorando tu poderosa intercesión, para entender el amor que Dios Nuestro Señor te manifestó al martirizar vuestra carne y vuestro espíritu. Tus llagas son cinco focos de caridad divina; cinco lenguas que me recuerdan las misericordias de Jesucristo; cinco fuentes de gracia celestiales que el Creador te confió para que las distribuyas entre tus devotos. ¡Oh Santo amabilísimo!, pide por mí a Jesús crucificado una chispa del fuego que ardía en tu alma aquel día dichoso en que recibiste la seráfica crucifixión, a fin de que, recordando tus privilegios sobrenaturales, imite tus ejemplos y siga tus enseñanzas, viviendo y muriendo, amando a Dios sobre todas las cosas.

Se dicen las intenciones de la novena y se rezan 5 padrenuestros, avemarías y glorias en honor de las cinco llagas de San Francisco.

Oración Final
Seráfico Padre mío San Francisco, pobre y desconocido de todos, y, por esto, engrandecido y favorecido de Dios. Porque te veo tan rico en tesoros divinos, vengo a pedirte limosna. Dámela generoso, por amor al buen Jesús y a nuestra Madre, la Inmaculada Virgen María, y por el voto que hiciste de dar por su amor todo lo que se te pidiese. Por amor de Dios te ruego que me obtengas dolor de mis pecados, la humildad y el amor a tu pasión; conformidad con la voluntad de Dios, prosperidad para la Iglesia y para el Papa, exaltación de la fe, confusión de la herejía y de los infieles, conversión de los pecadores, perseverancia de los justos y eterno descanso de las almas del Purgatorio. Te lo pido por amor de Dios. Así sea.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.




Cuarto Día de la Novena a San Francisco de Asís
28 de septiembre 


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Oración de San Francisco ante el Cristo de San Damián (OrSD)
Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.


Oración de San Juan Pablo II a San Francisco de Asís
Oh San Francisco,
que recibiste los estigmas en La Verna,
el mundo tiene nostalgia de ti
como icono de Jesús crucificado.
Tiene necesidad de tu corazón
abierto a Dios y al hombre,
de tus pies descalzos y heridos,
y de tus manos traspasadas e implorantes.
Tiene nostalgia de tu voz débil,
pero fuerte por el poder del Evangelio.
Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy
a reconocer el mal del pecado
y a buscar su purificación en la penitencia.
Ayúdalos a liberarse también
de las estructuras de pecado,
que oprimen a la sociedad actual.
Reaviva en la conciencia de los gobernantes
la urgencia de la paz
en las naciones y entre los pueblos.
Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,
capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.
A los ofendidos por cualquier tipo de maldad
concédeles, Francisco,
tu alegría de saber perdonar.
A todos los crucificados por el sufrimiento,
el hambre y la guerra,
ábreles de nuevo las puertas de la esperanza. Amén.

Lecturas del cuarto día
Leyenda de los Tres Compañeros 58 y Admonición 15

Todo su afán era que así él como los hermanos estuvieran tan enriquecidos de buenas obras, que el Señor fuera alabado por ellas. Y les decía: «Que la paz que anuncian de palabra, la tengan, y en mayor medida, en sus corazones Que ninguno se vea provocado por ustedes a ira o escándalo, sino que por su mansedumbre todos sean inducidos a la paz, a la benignidad y a la concordia. Pues para esto hemos sido llamados: para curar a los heridos, para vendar a los quebrados y para corregir a los equivocados. Pues muchos que parecen ser miembros del diablo, llegarán todavía a ser discípulos de Cristo». Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9). Son verdaderamente pacíficos aquellos que, con todo lo que padecen en este siglo, por el amor de nuestro Señor Jesucristo, conservan la paz en el alma y en el cuerpo.

Reflexión
En nuestra vida cotidiana nos esforzamos o por lo menos deseamos crear espacios que fomenten las relaciones pacíficas. No son pocas las organizaciones que promueven la paz dentro y fuera de la familia franciscana. Sin embargo, la paz sólo encuentra verdadero asidero en el corazón del hombre, de ahí puede brotar hacia los otros, pues recordemos que no podemos dar lo que no poseemos. Si poseemos la paz en nuestro interior será mucho más fácil y real transmitirla a los otros. San Francisco insiste más en poseer la paz “Que la paz que anunciáis de palabra, la tengáis, y en mayor medida, en vuestros corazones…” (Cf.TC 58) así afirmamos que quien posee la paz como consecuencia crea la paz. Una forma de medir cuanta paz poseemos la descubrimos en la admonición o consejo que da Francisco; en él nos muestra que los verdaderos pacíficos son aquellos que, por amor de nuestro Señor Jesucristo soportan todas las adversidades con un espíritu de verdadera paz, por ello podemos decir que la paz se mide en el momento de la prueba. Uno de los caminos para llegar a amar a Jesucristo y por este amor conservar la paz es la vivencia del evangelio. Si procuramos guardar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo (cf. 1R. 1) seremos poseedores de los elementos que nos ayuden a vivir la paz; en primer lugar en nuestra propia vida y luego en nuestro entorno cotidiano. Seremos capaces de dar testimonio como cristianos que otro mundo es posible, un mundo donde reine la paz y la concordia. Comencemos hermanos porque hasta el presente poco o nada hemos hecho.

Oración en honor a las llagas de San Francisco
Gloriosísimo Protector y Padre mío, San Francisco, a ti acudo, implorando tu poderosa intercesión, para entender el amor que Dios Nuestro Señor te manifestó al martirizar vuestra carne y vuestro espíritu. Tus llagas son cinco focos de caridad divina; cinco lenguas que me recuerdan las misericordias de Jesucristo; cinco fuentes de gracia celestiales que el Creador te confió para que las distribuyas entre tus devotos. ¡Oh Santo amabilísimo!, pide por mí a Jesús crucificado una chispa del fuego que ardía en tu alma aquel día dichoso en que recibiste la seráfica crucifixión, a fin de que, recordando tus privilegios sobrenaturales, imite tus ejemplos y siga tus enseñanzas, viviendo y muriendo, amando a Dios sobre todas las cosas.

Se dicen las intenciones de la novena y se rezan 5 padrenuestros, avemarías y glorias en honor de las cinco llagas de San Francisco.

Oración Final
Seráfico Padre mío San Francisco, pobre y desconocido de todos, y, por esto, engrandecido y favorecido de Dios. Porque te veo tan rico en tesoros divinos, vengo a pedirte limosna. Dámela generoso, por amor al buen Jesús y a nuestra Madre, la Inmaculada Virgen María, y por el voto que hiciste de dar por su amor todo lo que se te pidiese. Por amor de Dios te ruego que me obtengas dolor de mis pecados, la humildad y el amor a tu pasión; conformidad con la voluntad de Dios, prosperidad para la Iglesia y para el Papa, exaltación de la fe, confusión de la herejía y de los infieles, conversión de los pecadores, perseverancia de los justos y eterno descanso de las almas del Purgatorio. Te lo pido por amor de Dios. Así sea.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Quinto Día de la Novena a San Francisco de Asís
29 de septiembre


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Oración de San Francisco ante el Cristo de San Damián (OrSD)
Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.


Oración de San Juan Pablo II a San Francisco de Asís
Oh San Francisco,
que recibiste los estigmas en La Verna,
el mundo tiene nostalgia de ti
como icono de Jesús crucificado.
Tiene necesidad de tu corazón
abierto a Dios y al hombre,
de tus pies descalzos y heridos,
y de tus manos traspasadas e implorantes.
Tiene nostalgia de tu voz débil,
pero fuerte por el poder del Evangelio.
Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy
a reconocer el mal del pecado
y a buscar su purificación en la penitencia.
Ayúdalos a liberarse también
de las estructuras de pecado,
que oprimen a la sociedad actual.
Reaviva en la conciencia de los gobernantes
la urgencia de la paz
en las naciones y entre los pueblos.
Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,
capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.
A los ofendidos por cualquier tipo de maldad
concédeles, Francisco,
tu alegría de saber perdonar.
A todos los crucificados por el sufrimiento,
el hambre y la guerra,
ábreles de nuevo las puertas de la esperanza. Amén.


Lecturas del quinto día
Vida primera según Celano, nº77

Su espíritu de caridad se derramaba en piadoso afecto, no sólo sobre hombres que sufrían necesidad, sino también sobre los mudos y brutos animales, reptiles, aves y demás criaturas sensibles e insensibles. Pero, entre todos los animales, amaba con particular afecto y predilección a los corderillos, ya que, por su humildad, nuestro Señor Jesucristo es comparado frecuentemente en las Sagradas Escrituras con el cordero, y porque éste es su símbolo más expresivo. Por este motivo, amaba con más cariño y contemplaba con mayor regocijo las cosas en las que se encontraba alguna semejanza alegórica del Hijo de Dios. De camino por la Marca de Ancona, después de haber predicado en la ciudad de este nombre, marchaba a Osimo junto con el señor Pablo, a quien había nombrado ministro de todos los hermanos en la dicha provincia; en el campo dio con un pastor que cuidaba un rebaño de cabras e irascos. Entre tantas cabras e irascos había una ovejita que caminaba mansamente y pacía tranquila. Al verla, el bienaventurado Francisco paró en seco y, herido en lo más vivo de su corazón, dando un profundo suspiro, dijo al hermano que le acompañaba: «¿No ves esa oveja que camina tan mansa entre cabras e irascos? Así, créemelo, caminaba, manso y humilde, nuestro Señor Jesucristo entre los fariseos y príncipes de los sacerdotes. Por esto, te suplico, hijo mío, por amor de Cristo, que, unido a mí, te compadezcas de esa ovejita y que, pagando por ella lo que valga, la saquemos de entre las cabras e irascos».


Reflexión
El relato que hemos escuchado nos revela el inmenso amor de Francisco por toda la obra de Dios; este amor así vivido representó en su tiempo algo radicalmente sorprendente y nuevo. Fue una experiencia que comunicaba al hombre directamente con lo divino. Francisco logra ver, de una manera asombrosa, en toda la Creación la belleza que Dios había impreso en cada espacio del universo. Para Francisco la realidad entera, participante de idéntico origen y dignidad, estaba a su misma altura, todas las creaturas, sin distinción recibían el nombre de hermanas, inclusive el hombre leproso en su carne o en sus ideas, el hereje o infiel. Esta mirada contemplativa sobre la Creación en Francisco es consecuencia del despojo de toda sed de dominio y de poder. Francisco vive pobre y es pobre, ama la vida y todo lo que hay en la vida con una infinita ternura. En él no hay espacio para la destrucción y la explotación de la obra creada por Dios. De un corazón simple y pobre brotan la ternura y la simpatía, y a través de ellas se contempla la presencia de Dios en medio nuestro. El mundo para Francisco es una gran ventana donde se puede observar a Dios.


Oración en honor a las llagas de San Francisco
Gloriosísimo Protector y Padre mío, San Francisco, a ti acudo, implorando tu poderosa intercesión, para entender el amor que Dios Nuestro Señor te manifestó al martirizar vuestra carne y vuestro espíritu. Tus llagas son cinco focos de caridad divina; cinco lenguas que me recuerdan las misericordias de Jesucristo; cinco fuentes de gracia celestiales que el Creador te confió para que las distribuyas entre tus devotos. ¡Oh Santo amabilísimo!, pide por mí a Jesús crucificado una chispa del fuego que ardía en tu alma aquel día dichoso en que recibiste la seráfica crucifixión, a fin de que, recordando tus privilegios sobrenaturales, imite tus ejemplos y siga tus enseñanzas, viviendo y muriendo, amando a Dios sobre todas las cosas.

Se dicen las intenciones de la novena y se rezan 5 padrenuestros, avemarías y glorias en honor de las cinco llagas de San Francisco.

Oración Final
Seráfico Padre mío San Francisco, pobre y desconocido de todos, y, por esto, engrandecido y favorecido de Dios. Porque te veo tan rico en tesoros divinos, vengo a pedirte limosna. Dámela generoso, por amor al buen Jesús y a nuestra Madre, la Inmaculada Virgen María, y por el voto que hiciste de dar por su amor todo lo que se te pidiese. Por amor de Dios te ruego que me obtengas dolor de mis pecados, la humildad y el amor a tu pasión; conformidad con la voluntad de Dios, prosperidad para la Iglesia y para el Papa, exaltación de la fe, confusión de la herejía y de los infieles, conversión de los pecadores, perseverancia de los justos y eterno descanso de las almas del Purgatorio. Te lo pido por amor de Dios. Así sea.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.




Sexto Día de la Novena a San Francisco de Asís
30 de septiembre

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Oración de San Francisco ante el Cristo de San Damián (OrSD)
Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.

Oración de San Juan Pablo II a San Francisco de Asís
Oh San Francisco,
que recibiste los estigmas en La Verna,
el mundo tiene nostalgia de ti
como icono de Jesús crucificado.
Tiene necesidad de tu corazón
abierto a Dios y al hombre,
de tus pies descalzos y heridos,
y de tus manos traspasadas e implorantes.
Tiene nostalgia de tu voz débil,
pero fuerte por el poder del Evangelio.
Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy
a reconocer el mal del pecado
y a buscar su purificación en la penitencia.
Ayúdalos a liberarse también
de las estructuras de pecado,
que oprimen a la sociedad actual.
Reaviva en la conciencia de los gobernantes
la urgencia de la paz
en las naciones y entre los pueblos.
Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,
capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.
A los ofendidos por cualquier tipo de maldad
concédeles, Francisco,
tu alegría de saber perdonar.
A todos los crucificados por el sufrimiento,
el hambre y la guerra,
ábreles de nuevo las puertas de la esperanza. Amén.

Lecturas del sexto día
Vida primera según Celano, nº 47

Caminando los hermanos en simplicidad ante Dios y con confianza ante los hombres, merecieron por aquel tiempo el gozo de la divina revelación. Mientras, inflamados del fuego del Espíritu Santo, cantaban el Padre Nuestro con voz suplicante, en melodía espiritual, no sólo en las horas establecidas, sino en todo tiempo, ya que ni la solicitud terrena ni el enojoso cuidado de las cosas les preocupaba, una noche el beatísimo padre Francisco se ausentó corporalmente de su presencia. Yhe aquí que a eso de la media noche, estando unos hermanos descansando y otros orando fervorosamente en silencio, entró por la puertecilla de la casa un carro de fuego deslumbrador que dio dos o tres vueltas por la habitación; sobre él había un gran globo, que, semejándose al sol, hizo resplandeciente la noche. Quedaron atónitos cuantos estaban en vela y se sobresaltaron los que dormían; sintiéronse iluminados no menos en el corazón que en el cuerpo. Reunidos todos, se preguntaban qué podría significar aquello; mas por la fuerza y gracia de tanta claridad quedaban patentes las conciencias de los unos para los otros. Comprendieron finalmente y descubrieron que era el alma del santo Padre, radiante con aquel inmenso fulgor, la cual, en gracia, sobre todo, a su pureza y a su gran piedad con sus hijos, había merecido del Señor don tan singular.

Reflexión
Si miramos nuestras vidas y la forma en como hemos construido nuestro mundo, nos damos cuenta que todo está medido por el valor de lo que se puede comprar o no. En una sociedad en la que todo se transforma en mercancías no hay puesto para la gratuidad, pues lo gratuito o no vale o es propaganda. Si todo tiene su precio, entonces no hay espacio para el amor gratuito de Dios. Para Francisco Dios, la vida, los campos, los mares, las montañas, el sol, la luna, las estrellas es la manifestación de lo más gratuito que existe; desde su sentir nos señala un nuevo camino, abrirnos a la novedad de Dios implica llenarnos de optimismo, de una nueva humanidad y de unas ganas inconmensurables de vivir. Francisco nos llama a acoger lo diverso de la vida con alegría, a llenarnos de asombro por las maravillas que Dios ha hecho en nosotros y alrededor de nosotros. Francisco ofrece a la sociedad actual una cultura de la austeridad y la moderación en el uso de las cosas, gracias a esta actitud el hombre moderno descubrirá el rostro gratuito de la vida y podrá aprender a dar gracias y a revestirse de simpatía, de cortesía y de amabilidad, caminos necesarios para una utopía de lo cotidiano. Vivir así la vida, es abrir nuestro corazón para acoger toda la vida que existe en el Universo desde la vida humana hasta la más pequeña expresión que refiere al amor de Dios. Esta es la vida que Dios nos ofrece, y este es el camino que emprendió San Francisco.

Oración en honor a las llagas de San Francisco
Gloriosísimo Protector y Padre mío, San Francisco, a ti acudo, implorando tu poderosa intercesión, para entender el amor que Dios Nuestro Señor te manifestó al martirizar vuestra carne y vuestro espíritu. Tus llagas son cinco focos de caridad divina; cinco lenguas que me recuerdan las misericordias de Jesucristo; cinco fuentes de gracia celestiales que el Creador te confió para que las distribuyas entre tus devotos. ¡Oh Santo amabilísimo!, pide por mí a Jesús crucificado una chispa del fuego que ardía en tu alma aquel día dichoso en que recibiste la seráfica crucifixión, a fin de que, recordando tus privilegios sobrenaturales, imite tus ejemplos y siga tus enseñanzas, viviendo y muriendo, amando a Dios sobre todas las cosas.

Se dicen las intenciones de la novena y se rezan 5 padrenuestros, avemarías y glorias en honor de las cinco llagas de San Francisco.

Oración Final
Seráfico Padre mío San Francisco, pobre y desconocido de todos, y, por esto, engrandecido y favorecido de Dios. Porque te veo tan rico en tesoros divinos, vengo a pedirte limosna. Dámela generoso, por amor al buen Jesús y a nuestra Madre, la Inmaculada Virgen María, y por el voto que hiciste de dar por su amor todo lo que se te pidiese. Por amor de Dios te ruego que me obtengas dolor de mis pecados, la humildad y el amor a tu pasión; conformidad con la voluntad de Dios, prosperidad para la Iglesia y para el Papa, exaltación de la fe, confusión de la herejía y de los infieles, conversión de los pecadores, perseverancia de los justos y eterno descanso de las almas del Purgatorio. Te lo pido por amor de Dios. Así sea.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Séptimo Día de la Novena a San Francisco de Asís
1 de octubre


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Oración de San Francisco ante el Cristo de San Damián (OrSD)
Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.


Oración de San Juan Pablo II a San Francisco de Asís
Oh San Francisco,
que recibiste los estigmas en La Verna,
el mundo tiene nostalgia de ti
como icono de Jesús crucificado.
Tiene necesidad de tu corazón
abierto a Dios y al hombre,
de tus pies descalzos y heridos,
y de tus manos traspasadas e implorantes.
Tiene nostalgia de tu voz débil,
pero fuerte por el poder del Evangelio.
Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy
a reconocer el mal del pecado
y a buscar su purificación en la penitencia.
Ayúdalos a liberarse también
de las estructuras de pecado,
que oprimen a la sociedad actual.
Reaviva en la conciencia de los gobernantes
la urgencia de la paz
en las naciones y entre los pueblos.
Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,
capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.
A los ofendidos por cualquier tipo de maldad
concédeles, Francisco,
tu alegría de saber perdonar.
A todos los crucificados por el sufrimiento,
el hambre y la guerra,
ábreles de nuevo las puertas de la esperanza. Amén.

Lecturas del séptimo día
Vida primera según Celano, nº 21-22

Entre tanto, el santo de Dios, cambiado su vestido exterior y restaurada la iglesia ya mencionada [la de San Damián], marchó a otro lugar próximo a la ciudad de Asís; allí puso mano a la reedificación de otra iglesia muy deteriorada y semiderruida [la de San Pedro]... De allí pasó a otro lugar llamado Porciúncula, donde existía una iglesia dedicada a la bienaventurada Virgen Madre de Dios, construida en tiempos lejanos y ahora abandonada, sin que nadie se cuidara de ella. Al contemplarla el varón de Dios en tal estado, movido a compasión, porque le hervía el corazón en devoción hacia la madre de toda bondad, decidió quedarse allí mismo. Cuando acabó de reparar dicha iglesia, se encontraba ya en el tercer año de su conversión. En este período de su vida vestía un hábito como de ermitaño, sujeto con una correa; llevaba un bastón en la mano, y los pies calzados. Pero cierto día se leía en esta iglesia el evangelio que narra cómo el Señor había enviado a sus discípulos a predicar; presente allí el santo de Dios, no comprendió perfectamente las palabras evangélicas; terminada la misa, pidió humildemente al sacerdote que le explicase el evangelio. Como el sacerdote le fuese explicando todo ordenadamente, al oír Francisco que los discípulos de Cristo no debían poseer ni oro, ni plata, ni dinero; ni llevar para el camino alforja, ni bolsa, ni pan, ni bastón; ni tener calzado, ni dos túnicas, sino predicar el reino de Dios y la penitencia, al instante, saltando de gozo, lleno del Espíritu del Señor, exclamó: «Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica». Rebosando de alegría, se apresura inmediatamente el santo Padre a cumplir la doctrina saludable que acaba de escuchar; no admite dilación alguna en comenzar a cumplir con devoción lo que ha oído...

Reflexión
Una característica que hace de Francisco un hombre ecuménico es su relación con la palabra de Dios . Del encuentro con el Evangelio brota la elección de su vida y la vida de sus hermanos. Pues la vida de los hermanos franciscanos es una vida “según el santo Evangelio”, tal como nos lo señala la regla bulada: La regla y vida de los Hermanos Menores es ésta, a saber, guardar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin propio y en castidad. La interpretación de la palabra de Dios en San Francisco es clara y lineal: “la letra mata, el Espíritu da Vida” (Adm .7); El principio interpretativo de Francisco no es de erudición, sino de conversión, es total prontitud para obrar con el propósito de en todo momento dar Gloria a Dios. Para Francisco la caridad, el contenido de la palabra de Dios, vale más que a lectura, por lo cual no duda en regalar a una persona necesitada el texto del Nuevo Testamento (LP56). Su profunda lectura sapiencial y experiencial de la palabra de Dios lo preserva no solo de una interpretación ad litteram, sino también de una pura observancia literal: el haber buscado siempre el mensaje del espíritu fue para él fuente de creatividad y de gestos proféticos, de distensión, de diálogo, de conciliación. Y es precisamente la escucha de la única palabra de Dios la que acompaña a las Iglesias cristianas en lento camino hacia la unidad. Camino del cual los franciscanos tenemos una vocación particular y arraigada en la vida de Francisco. (La Vocación ecuménica del Franciscano. Tomo 2.p.127).


Oración en honor a las llagas de San Francisco
Gloriosísimo Protector y Padre mío, San Francisco, a ti acudo, implorando tu poderosa intercesión, para entender el amor que Dios Nuestro Señor te manifestó al martirizar vuestra carne y vuestro espíritu. Tus llagas son cinco focos de caridad divina; cinco lenguas que me recuerdan las misericordias de Jesucristo; cinco fuentes de gracia celestiales que el Creador te confió para que las distribuyas entre tus devotos. ¡Oh Santo amabilísimo!, pide por mí a Jesús crucificado una chispa del fuego que ardía en tu alma aquel día dichoso en que recibiste la seráfica crucifixión, a fin de que, recordando tus privilegios sobrenaturales, imite tus ejemplos y siga tus enseñanzas, viviendo y muriendo, amando a Dios sobre todas las cosas.

Se dicen las intenciones de la novena y se rezan 5 padrenuestros, avemarías y glorias en honor de las cinco llagas de San Francisco.

Oración Final
Seráfico Padre mío San Francisco, pobre y desconocido de todos, y, por esto, engrandecido y favorecido de Dios. Porque te veo tan rico en tesoros divinos, vengo a pedirte limosna. Dámela generoso, por amor al buen Jesús y a nuestra Madre, la Inmaculada Virgen María, y por el voto que hiciste de dar por su amor todo lo que se te pidiese. Por amor de Dios te ruego que me obtengas dolor de mis pecados, la humildad y el amor a tu pasión; conformidad con la voluntad de Dios, prosperidad para la Iglesia y para el Papa, exaltación de la fe, confusión de la herejía y de los infieles, conversión de los pecadores, perseverancia de los justos y eterno descanso de las almas del Purgatorio. Te lo pido por amor de Dios. Así sea.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Octavo Día de la Novena a San Francisco de Asís
2 de octubre

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Oración de San Francisco ante el Cristo de San Damián (OrSD)
Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.


Oración de San Juan Pablo II a San Francisco de Asís
Oh San Francisco,
que recibiste los estigmas en La Verna,
el mundo tiene nostalgia de ti
como icono de Jesús crucificado.
Tiene necesidad de tu corazón
abierto a Dios y al hombre,
de tus pies descalzos y heridos,
y de tus manos traspasadas e implorantes.
Tiene nostalgia de tu voz débil,
pero fuerte por el poder del Evangelio.
Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy
a reconocer el mal del pecado
y a buscar su purificación en la penitencia.
Ayúdalos a liberarse también
de las estructuras de pecado,
que oprimen a la sociedad actual.
Reaviva en la conciencia de los gobernantes
la urgencia de la paz
en las naciones y entre los pueblos.
Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,
capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.
A los ofendidos por cualquier tipo de maldad
concédeles, Francisco,
tu alegría de saber perdonar.
A todos los crucificados por el sufrimiento,
el hambre y la guerra,
ábreles de nuevo las puertas de la esperanza. Amén.

Lecturas para el octavo día
Leyenda Mayor de San Buenaventura (capítulo 9,8)

Acompañado, pues, de un hermano llamado Iluminado -hombre realmente iluminado y virtuoso-, se puso en camino, y de pronto le salieron al encuentro dos ovejitas, a cuya vista, muy alborozado, dijo el Santo al compañero: «Confía, hermano, en el Señor, porque se cumple en nosotros el dicho evangélico: He aquí que os envío como ovejas en medio de lobos» (Mt 10,16). Y, avanzando un poco más, se encontraron con los guardias sarracenos, que se precipitaron sobre ellos como lobos sobre ovejas y trataron con crueldad y desprecio a los siervos de Dios salvajemente capturados, profiriendo injurias contra ellos, afligiéndoles con azotes y atándolos con cadenas. Finalmente, después de haber sido maltratados y atormentados de mil formas, disponiéndolo así la divina Providencia, los llevaron a la presencia del sultán, según lo deseaba el varón de Dios. Entonces el jefe les preguntó quién los había enviado, cuál era su objetivo, con qué credenciales venían y cómo habían podido llegar hasta allí; y el siervo de Cristo Francisco le respondió con intrepidez que había sido enviado no por hombre alguno, sino por el mismo Dios altísimo, para mostrar a él y a su pueblo el camino de la salvación y anunciarles el Evangelio de la verdad. Ypredicó ante dicho sultán sobre Dios trino y uno y sobre Jesucristo salvador de todos los hombres con tan gran convicción, con tanta fortaleza de ánimo y con tal fervor de espíritu, que claramente se veía cumplirse en él aquello del Evangelio: Yo os daré palabras y sabiduría, a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro (Lc 21,15). De hecho, observando el sultán el admirable fervor y virtud del hombre de Dios, lo escuchó con gusto y le invitó insistentemente a permanecer consigo. Pero el siervo de Cristo, inspirado de lo alto, le respondió: «Si os resolvéis a convertiros a Cristo tú y tu pueblo, muy gustoso permaneceré por su amor en vuestra compañía. Mas, si dudas en abandonar la ley de Mahoma a cambio de la fe de Cristo, manda encender una gran hoguera, y yo entraré en ella junto con tus sacerdotes, para que así conozcas cuál de las dos creencias ha de ser tenida, sin duda, como más segura y santa». Respondió el sultán: «No creo que entre mis sacerdotes haya alguno que por defender su fe quiera exponerse a la prueba del fuego, ni que esté dispuesto a sufrir cualquier otro tormento». Había observado, en efecto, que uno de sus sacerdotes, hombre íntegro y avanzado en edad, tan pronto como oyó hablar del asunto, desapareció de su presencia. Entonces, el Santo le hizo esta proposición: «Si en tu nombre y en el de tu pueblo me quieres prometer que os convertiréis al culto de Cristo si salgo ileso del fuego, entraré yo solo a la hoguera. Si el fuego me consume, impútese a mis pecados; pero, si me protege el poder divino, reconoceréis a Cristo, fuerza y sabiduría de Dios, verdadero Dios y Señor, salvador de todos los hombres». El sultán respondió que no se atrevía a aceptar dicha opción, porque temía una sublevación del pueblo. Con todo, le ofreció muchos y valiosos regalos, que el varón de Dios -ávido no de los tesoros terrenos, sino de la salvación de las almas- rechazó cual si fueran lodo. Viendo el sultán en este santo varón un despreciador tan perfecto de los bienes de la tierra, se admiró mucho de ello y se sintió atraído hacia él con mayor devoción y afecto. Y, aunque no quiso, o quizás no se atrevió a convertirse a la fe cristiana, sin embargo, rogó devotamente al siervo de Cristo que se dignara aceptar aquellos presentes y distribuirlos -por su salvación- entre cristianos pobres o iglesias. Pero Francisco, que rehuía todo peso de dinero y percatándose, por otra parte, que el sultán no se fundaba en una verdadera piedad, rehusó en absoluto condescender con su deseo.

Reflexión
Francisco llevó consigo al hermano Iluminado de Rieti, su compañero desde 1210. Al principio, tomados probablemente como espías, son golpeados pero pronto los soldados dudan. De acuerdo con sus deseos, los dos frailes son llevados a la presencia del sultán Melek-el-kamel, el sultán interroga a Francisco: “El servidor de Cristo responde que había sido enviado desde más allá de los mares, no por hombre alguno, sino por el mismo Dios Altísimo” (LM 9,8). Se separa así de los cruzados y su violencia. Desearíamos saber más detalles de la conversación pero no tenemos muchos elementos. Sin embargo, sabemos lo esencial, Francisco se declara cristiano y es escuchado por el sultán. Luego de muchos días Francisco constata aspectos positivos en los llamados “infieles”. Se da cuenta de la profunda religiosidad del Islam, ya que cinco veces al día Francisco e Iluminado escuchan al muecín lanzar la llamada a la oración. Francisco descubre que estos hombres no solamente son sus hermanos como creaturas, no son solamente sus hermanos a causa de la sangre derramada por Jesús por todos. Todo esto él lo sabía, pero descubre que los llamados infieles son sus hermanos por esta comunión en la oración al único Dios. Dos semanas después de encontrarse con el sultán se acaba la tregua y es el momento de la partida. El sultán, admirado por la sabiduría de este “monje”, trata de retenerlo con tesoros y regalos. Pero Francisco es pobre y solo desea la conversión del sultán. Llega la hora del adiós; tanto Francisco como el sultán saben que no volverán a verse. Por ello Melek-el -Kamel se encomienda a las oraciones de un no musulmán. Con Iluminado, Francisco emprende la marcha acompañado por una escolta de príncipes, es el último gesto del sultán hacia Francisco. Francisco y el sultán en medio de la guerra, tuvieron un encuentro en Paz, gracias a la hospitalidad de uno y a la apertura al dialogo de ambos. Si bien Francisco no logra hacer que el sultán se haga cristiano, tampoco el sultán logra retener a este “monje” llamado Francisco ofreciéndole suntuosos regalos y dinero. Sin embargo, ambos vivenciaron un encuentro en paz, en donde cada uno pudo exponer al otro su perspectiva en un franco diálogo. Gracias a este encuentro en paz que hoy en día los franciscanos viven en paz custodiando los lugares santos en medio de tierras no cristianas. (El diálogo de los creyentes. Tomo 3. Curia general OFM. Secretaria de Evangelización. Secretaría para la formación y estudios. ISE. Venecia.Roma.2005.p.78-79).

Oración en honor a las llagas de San Francisco
Gloriosísimo Protector y Padre mío, San Francisco, a ti acudo, implorando tu poderosa intercesión, para entender el amor que Dios Nuestro Señor te manifestó al martirizar vuestra carne y vuestro espíritu. Tus llagas son cinco focos de caridad divina; cinco lenguas que me recuerdan las misericordias de Jesucristo; cinco fuentes de gracia celestiales que el Creador te confió para que las distribuyas entre tus devotos. ¡Oh Santo amabilísimo!, pide por mí a Jesús crucificado una chispa del fuego que ardía en tu alma aquel día dichoso en que recibiste la seráfica crucifixión, a fin de que, recordando tus privilegios sobrenaturales, imite tus ejemplos y siga tus enseñanzas, viviendo y muriendo, amando a Dios sobre todas las cosas.

Se dicen las intenciones de la novena y se rezan 5 padrenuestros, avemarías y glorias en honor de las cinco llagas de San Francisco.

Oración Final
Seráfico Padre mío San Francisco, pobre y desconocido de todos, y, por esto, engrandecido y favorecido de Dios. Porque te veo tan rico en tesoros divinos, vengo a pedirte limosna. Dámela generoso, por amor al buen Jesús y a nuestra Madre, la Inmaculada Virgen María, y por el voto que hiciste de dar por su amor todo lo que se te pidiese. Por amor de Dios te ruego que me obtengas dolor de mis pecados, la humildad y el amor a tu pasión; conformidad con la voluntad de Dios, prosperidad para la Iglesia y para el Papa, exaltación de la fe, confusión de la herejía y de los infieles, conversión de los pecadores, perseverancia de los justos y eterno descanso de las almas del Purgatorio. Te lo pido por amor de Dios. Así sea.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.




Noveno Día de la Novena a San Francisco de Asís
3 de octubre


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Oración de San Francisco ante el Cristo de San Damián (OrSD)
Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.

Oración de San Juan Pablo II a San Francisco de Asís
Oh San Francisco,
que recibiste los estigmas en La Verna,
el mundo tiene nostalgia de ti
como icono de Jesús crucificado.
Tiene necesidad de tu corazón
abierto a Dios y al hombre,
de tus pies descalzos y heridos,
y de tus manos traspasadas e implorantes.
Tiene nostalgia de tu voz débil,
pero fuerte por el poder del Evangelio.
Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy
a reconocer el mal del pecado
y a buscar su purificación en la penitencia.
Ayúdalos a liberarse también
de las estructuras de pecado,
que oprimen a la sociedad actual.
Reaviva en la conciencia de los gobernantes
la urgencia de la paz
en las naciones y entre los pueblos.
Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,
capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.
A los ofendidos por cualquier tipo de maldad
concédeles, Francisco,
tu alegría de saber perdonar.
A todos los crucificados por el sufrimiento,
el hambre y la guerra,
ábreles de nuevo las puertas de la esperanza. Amén.

Lecturas para el noveno día
Lectura:
En el año del Señor de 1226, el día 3 de octubre, domingo, cuando caía la noche, nuestro bienaventurado Padre san Francisco, habiendo imitado la vida y trabajos de los apóstoles, libre de ataduras del cuerpo, coronando con el mejor fin sus promisorios principios, voló, para su dicha, a la mansión delos eternos goces, en la ciudad de Asís, en Santa María de los Ángeles de la Porciúncula, lugar en que había nacido la Orden de Hermanos Menores.

Reflexión:
Hace ya casi 800 años en la Porciúncula, Francisco poco antes de morir, se dirigió a los hermanos que le rodeaban, como a representantes de toda la Orden, presentes y futuros. Entonces los fue bendiciendo a todos, apoyando su mano derecha sobre la cabeza de cada uno de ellos. Bendijo también a todos los que entonces pertenecían a la Orden, y a los que pertenecerían a ella hasta el fin de los tiempos (LP117). Todos nosotros, hermanos y hermanas, ahora celebramos no sólo la muerte sino, sobre todo, el nacimiento, de Francisco a la Vida. Nos sentimos solidarios en esa bendición de nuestro Padre, y nos comprometemos a vivir en unidad y fidelidad al Evangelio en nuestros días.

Oración en honor a las llagas de San Francisco
Gloriosísimo Protector y Padre mío, San Francisco, a ti acudo, implorando tu poderosa intercesión, para entender el amor que Dios Nuestro Señor te manifestó al martirizar vuestra carne y vuestro espíritu. Tus llagas son cinco focos de caridad divina; cinco lenguas que me recuerdan las misericordias de Jesucristo; cinco fuentes de gracia celestiales que el Creador te confió para que las distribuyas entre tus devotos. ¡Oh Santo amabilísimo!, pide por mí a Jesús crucificado una chispa del fuego que ardía en tu alma aquel día dichoso en que recibiste la seráfica crucifixión, a fin de que, recordando tus privilegios sobrenaturales, imite tus ejemplos y siga tus enseñanzas, viviendo y muriendo, amando a Dios sobre todas las cosas.

Se dicen las intenciones de la novena y se rezan 5 padrenuestros, avemarías y glorias en honor de las cinco llagas de San Francisco.

Oración Final
Seráfico Padre mío San Francisco, pobre y desconocido de todos, y, por esto, engrandecido y favorecido de Dios. Porque te veo tan rico en tesoros divinos, vengo a pedirte limosna. Dámela generoso, por amor al buen Jesús y a nuestra Madre, la Inmaculada Virgen María, y por el voto que hiciste de dar por su amor todo lo que se te pidiese. Por amor de Dios te ruego que me obtengas dolor de mis pecados, la humildad y el amor a tu pasión; conformidad con la voluntad de Dios, prosperidad para la Iglesia y para el Papa, exaltación de la fe, confusión de la herejía y de los infieles, conversión de los pecadores, perseverancia de los justos y eterno descanso de las almas del Purgatorio. Te lo pido por amor de Dios. Así sea.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Fuente: ACIPRENSA

LA HUMILDAD


LA HUMILDAD



Se acercaba mi cumpleaños y quería ese año pedir un deseo especial al apagar las velas de mi pastel. 

Caminando por el parque me senté al lado de un mendigo que estaba en uno de los bancos, el más retirado, viendo dos palomas revolotear cerca del estanque y me pareció curioso ver a un hombre de aspecto abandonado, mirar las avecillas con una sonrisa en la cara que parecía eterna. 

Me acerqué a él con la intención de preguntarle por qué estaba tan feliz.

Quise también sentirme afortunado al conversar con él para sentirme más orgulloso de mis bienes, por que yo era un hombre al que no le faltaba nada. Tenía mi trabajo, que me producía mucho dinero. Claro que... ¿cómo no iba a producírmelo trabajando tanto?. Tenía mis hijos a los que, gracias a mi esfuerzo, tampoco les faltaba nada y tenían todos los juguetes que quisiesen tener. En fin, gracias a mis interminables horas de trabajo no le faltaba nada a mi familia.

Me acerqué entonces al hombre y le pregunté:

- Caballero, ¿qué pediría usted como deseo en su cumpleaños? 

Pensaba yo que el hombre me contestaría que pediría dinero. Así, de paso, yo le daría unos billetes que tenía y realizaría la obra de caridad del año. 

No sabe usted mi asombro cuando el hombre me contesta lo siguiente, con la misma sonrisa en su rostro que no se le había borrado y nunca se le borró: 

-Amigo, si pidiese algo más de lo que tengo sería muy egoísta, yo ya he tenido de todo lo que necesita un hombre en la vida y más. Vivía con mis padres y mi hermano antes de perderlos una tarde de junio. Hace mucho, conocí el amor de mi padre y mi madre, que se desvivían por darme todo el amor que les era posible dentro de nuestras limitaciones económicas. Al perderlos, sufrí muchísimo pero entendí que hay otros que nunca conocieron ese amor, yo sí y me sentí mejor. 

De joven, conocí una chica de la cual me enamoré perdidamente. Un día la besé y estalló en mí el amor hacia aquella joven tan bella. Cuando se marchó, mi corazón sufrió tanto... Recuerdo ese momento y pienso que hay personas que nunca han conocido el amor y me siento mejor. 

Un día en este parque, un niño correteando cayó al suelo y comenzó a llorar. Yo fui, lo ayudé a levantarse, le sequé las lágrimas con mis manos y jugué con él por unos instantes más y aunque no era mi hijo, me sentí padre y me sentí feliz porque pensé que muchos no han conocido ese sentimiento. 

Cuando siento frío y hambre en el invierno, recuerdo la comida de mi madre y el calor de nuestra pequeña casita y me siento mejor porque hay otros que nunca lo han sentido y tal vez no lo sentirán nunca. Cuando consigo dos piezas de pan comparto una con otro mendigo del camino y siento el placer que da compartir con quien lo necesita, y recuerdo que hay unos que jamás sentirán esto. 

Mi querido amigo, ¡qué más puedo pedir a Dios o a la vida cuando lo he tenido todo, y lo más importante es que soy consciente de ello!

Puedo ver la vida en su más simple expresión, como esas dos palomitas jugando. ¿Qué necesitan ellas? Lo mismo que yo, nada... Estamos agradecidos al Cielo de esto, y sé que usted pronto lo estará también. 

Miré hacia el suelo un segundo como perdido en la grandeza de las palabras de aquel sabio que me había abierto los ojos en su sencillez. Cuando miré a mi lado ya no estaba, sólo las palomitas y un arrepentimiento enorme de la forma en que había vivido sin haber conocido la vida. Pensé que aquel mendigo era tal vez un ángel enviado por Dios, que me daría el regalo más precioso que se le puede dar a un ser humano... la humildad.

CREO EN DIOS PADRE


Creo en Dios Padre
¿A quién pues compararán su Dios, qué imagen harán que se le asemeje? 


Por: P. Eusebio Gómez Navarro | Fuente: Catholic.net 




El padre había faltado del hogar. A su vuelta, todos los hijos querían estar en sus brazos. Fue entonces cuando la pequeñita dijo: Ahora me toca a mí; ahora me toca a mí. Y la hermanita pequeña le decía: Sepárame de los brazos del padre, si es que puedes. No puedo, decía el hermano, pero yo voy a subir ahí a tu lado, pues veo que queda sitio para mi.

Dios aparece con varios nombres en la Biblia. Para el hombre antiguo el nombre era esencial; daba a cada persona una identidad entre los demás y frente a Dios. El padre era el encargado de poner el nombre a su hijo.

Dios cambió el nombre de Abrán en Abraham, el de Sarai en Sara. Adán dio nombre a los animales (Gn 2,19ss). También Jesús cambió el nombre de Simón por el de Pedro.

Para Dios también el nombre tiene gran importancia. Después de la lucha entre Dios y Jacob, que llevó al cambio de Jacob por Israel, Dios se negó a revelar su nombre (Gn 32,29).
Cada nombre revelaba algo de la revelación gradual de Dios al hombre. Dios era llamado con frecuencia El, que significaba dios en la lengua semita.

Dios era identificado por el lugar donde se le adoraba (EL-Bethel, Gn 35,7) o de quien lo veneraba, así era conocido como el Dios de Abrahán, de Isaac, de Jacob.

Mas tarde se le llamó Elohim, que significaba Dios de los dioses o Dios supremo.
En la alianza que hizo Dios con Abraham, se designaba el mismo El-Shaddai, Dios omnipotente.
Y cuando Moisés le preguntó su nombre, Dios habló así: Yo soy el que soy… Dirás a los israelitas… Yo soy me envía a vosotros: (Éx 3, 14-15).
El nombre de Dios en hebreo se dice YHWH.
En Jesús, Dios es revelado como el Padre amoroso

Es san Juan el que proclama la realidad misteriosa de Dios: Dios es amor (1Jn 4, 8.16).
Dios es Padre. El Dios que nos revela Jesús es el Dios de la misericordia (Lc15, 11-22), el Dios del amor incondicional (Rm 5,8), el Dios de la gratuidad (Mc 10,45), el Dios de la libertad (Ga 5,5), el Dios encarnado (Jn 1,14), el Dios Pascual (Jn 12, 23-24), el Dios de la esperanza, el Dios Padre, el Dios del amor.

Quiero presentar unos rasgos del Dios Padre- Madre, del Dios Amor.

Jesús se dirige a Dios llamándole Abba (Mc 14, 36). Jesús se dirige a Yahveh con la misma confianza que un niño judío lo hace con su padre, sin temor y sin distancia. Y porque Dios es Padre nos llega su reino. Lo más original de Jesús es la vinculación indisoluble entre las dos categorías: el Abba y el reino. La exégesis de una experiencia por la otra. La experiencia de Dios en la humanidad que se realiza, en la esclavitud que salta, en la prostituta que llega a ser mujer (...) lo que el mismo evangelio llama alegría en el cielo (González Faus).

Jesús vive en íntima relación con el Padre, en continua comunicación. El dirá que el Padre y él son uno (Jn 10,38). El vive entregado a cumplir la voluntad del Padre; ésta es su alimento y da sentido a su vida (Jn 4, 34). Su fe y su obediencia son total en él. Su unión con él es tal que el mismo Jesús llega a decir que el que lo ve a él, ve al Padre (Jn 14,9). Jesús vivió y murió en las manos del Padre.
Toda la vida de Jesús está orientada a anunciar la Buena Noticia de que Dios es Padre que sabe acoger y perdonar (Lc 15,11-32), que se preocupa de los últimos (Mt 20,1-16), que busca la recuperación de lo perdido (Lc 15,4-7), que su Padre es puro amor.
Es, precisamente, esta conciencia de Dios Padre la que derribará todos los muros y divisiones entre los humanos para crear una civilización del amor.

Dios es Madre. Dios es padre, más aún , es madre, no quiere hacernos mal, quiere hacernos sólo bien a sus hijos. Estas palabras las pronunció Juan Pablo I en el Ángelus el 10 de septiembre de 1978, citando el pasaje de Isaías 49,15. La plena realización del ser humano en Cristo, supone la integración de lo femenino y masculino, pues en Cristo ya no hay distinción entre judío o griego, hombre o mujer (Ga 3,28), dado que en el Señor no puede concebirse la mujer sin el varón, ni el varón sin la mujer (1Co 11,11).
Hoy se puede hablar de Dios en femenino, aunque no es fácil borrar tantos años de tradición, modelos de expresión y costumbres. Hoy día nos alegramos de estos cambios y nos preguntamos que por qué no se dieron antes. Durante mucho tiempo se ha hablado de Dios con imágenes masculinas. Ha habido expresiones radicales como Si Dios es varón, el varón es Dios (M. Daly).
La autoridad y la decisión recaen sobre el varón; la mujer queda en inferioridad y en un segundo plano.

Para entender a Dios usamos las metáforas de Dios Padre y Dios Madre. Para comprender la figura materna de Dios, es bueno tener en cuenta el papel o el significado de ser madre en Israel. Los aportes de la psicología nos indican que el niño pequeño despierta a la conciencia de sí por la llamada amorosa de la madre; con gestos, palabras, caricias que la madre hace al niño, éste despierta al amor. El niño, según afirma Peguy, se lanza al regazo materno rodando como una pelota.

¿A quién pues compararán su Dios, qué imagen harán que se le asemeje? (Is 40,18). Algunos textos de la Biblia nos hablan de Dios desempeñando el papel de Madre. Dios es la madre tierna que no se olvida de sus hijos (Is 49,15); él es quien enseña a Efraín a caminar tomándole por los brazos (Os 11,1-4). Nadie mejor que una madre para cuidar de sus hijos, para alentarlos en los momentos difíciles, para curar y sanar las heridas. Dios es la madre que hace todo esto y mucho más.
Jesús viene a ser como una madre que trata de cobijar a los hijos de Jerusalén como una gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas (Mt 23,37). Como un padre siente ternura por sus hijos, el Señor siente ternura por sus fieles (Sal 103,13). El lenguaje del padre y de la madre es el de la ternura: abrazos, caricias, besos, cercanía y siempre genera amor y confianza. En Jesús, que pasó haciendo el bien sobre la tierra, ha aparecido la bondad y la ternura de nuestro Dios ( Tt 2,11).

Cada creyente es hijo de Dios y, como tal, así se debe comportar. Cada espíritu llega a ser un carbón ardiente que Dios ha encendido en el fuego de su infinito amor. Todos juntos somos un brasero inflamado que no puede nunca ser apagado, con el Padre y el Hijo y en la unidad del Espíritu Santo (Jan Ruysbroeck). Quien ama se parece a Dios, da vida y comunica vida: es feliz. Nosotros somos felices al comenzar, al amar y al gozar con Dios (Jan Ruysbroeck). ¡Es una pena conocer tarde al Amor!

Y nos resulta difícil conocer y amar a Dios Padre, pues vivimos en una sociedad sin padres. Sabemos que en nuestra sociedad actual, la figura paterna está bastante deteriorada. Y cada vez más proliferan las madres solteras, sin pareja, e incluso empiezan a surgir las parejas de homoxesuales con hijos...

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 25 DE SEPTIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Septiembre 25



Vivimos en el mundo del movimiento y del ruido; hoy es imposible detenerse y, sin embargo, quizá por eso mismo estamos obligados a buscar el silencio.

Pero un silencio que no sea tanto externo cuanto interno; un silencio que imponga el ordenamiento de todos nuestros afectos y sentimientos, de nuestros pensamientos e incluso de nuestros problemas y preocupaciones.

Silencio, ante actitudes que pueden herirnos, ante palabras no del todo acertadas, ante olvidos que nosotros no esperábamos.
En esas ocasiones el canto del silencio, en lugar de elevar la estridencia de los gritos o la amargura de la discusión, será más beneficioso.

Ese canto del silencio solamente lo pueden entonar los hombres que saben dominarse a sí mismos y a las circunstancias en las que deben actuar.

“Más vale maña que fuerza; pero la sabiduría del pobre es despreciada y nadie escucha sus palabras; las palabras de los sabios oídas con clama, valen más que los gritos del que gobierna a los necios” (Ecl 9,16-17). No es, entonces, cuestión de hablar mucho, sino de saber hablar lo necesario, y lo conveniente; en no pocas ocasiones será el silencio el que mejor toque el corazón.


* P. Alfonso Milagro

MEDITACIONES DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 25 DE SEPTIEMBRE DEL 2016


NO IGNORAR AL QUE SUFRE



El contraste entre los dos protagonistas de la parábola es trágico. El rico se viste de púrpura y de lino. Toda su vida es lujo y ostentación. Solo piensa en «banquetear espléndidamente cada día». Este rico no tiene nombre pues no tiene identidad. No es nadie. Su vida vacía de compasión es un fracaso. No se puede vivir solo para banquetear.

Echado en el portal de su mansión yace un mendigo hambriento, cubierto de llagas. Nadie le ayuda. Solo unos perros se le acercan a lamer sus heridas. No posee nada, pero tiene un nombre portador de esperanza. Se llama «Lázaro» o «Eliezer», que significa «Mi Dios es ayuda».

Su suerte cambia radicalmente en el momento de la muerte. El rico es enterrado, seguramente con toda solemnidad, pero es llevado al «Hades» o «reino de los muertos». También muere Lázaro. Nada se dice de rito funerario alguno, pero «los ángeles lo llevan al seno de Abrahán». Con imágenes populares de su tiempo, Jesús recuerda que Dios tiene la última palabra sobre ricos y pobres.

Al rico no se le juzga por explotador. No se dice que es un impío alejado de la Alianza. Simplemente, ha disfrutado de su riqueza ignorando al pobre. Lo tenía allí mismo, pero no lo ha visto. Estaba en el portal de su mansión, pero no se ha acercado a él. Lo ha excluido de su vida. Su pecado es la indiferencia.

Según los observadores, está creciendo en nuestra sociedad la apatía o falta de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno. Evitamos de mil formas el contacto directo con las personas que sufren. Poco a poco, nos vamos haciendo cada vez más incapaces para percibir su aflicción.

La presencia de un niño mendigo en nuestro camino nos molesta. El encuentro con un amigo, enfermo terminal, nos turba. No sabemos qué hacer ni qué decir. Es mejor tomar distancia. Volver cuanto antes a nuestras ocupaciones. No dejarnos afectar.

Si el sufrimiento se produce lejos es más fácil. Hemos aprendido a reducir el hambre, la miseria o la enfermedad a datos, números y estadísticas que nos informan de la realidad sin apenas tocar nuestro corazón. También sabemos contemplar sufrimientos horribles en el televisor, pero, a través de la pantalla, el sufrimiento siempre es más irreal y menos terrible. Cuando el sufrimiento afecta a alguien más próximo a nosotros, no esforzamos de mil maneras por anestesiar nuestro corazón.

Quien sigue a Jesús se va haciendo más sensible al sufrimiento de quienes encuentra en su camino. Se acerca al necesitado y, si está en sus manos, trata de aliviar su situación.


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc 16,19-31

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«Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males»


Hoy, Jesús nos encara con la injusticia social que nace de las desigualdades entre ricos y pobres. Como si se tratara de una de las imágenes angustiosas que estamos acostumbrados a ver en la televisión, el relato de Lázaro nos conmueve, consigue el efecto sensacionalista para mover los sentimientos: «Hasta los perros venían y le lamían las llagas» (Lc 16,21). La diferencia está clara: el rico llevaba vestidos de púrpura; el pobre tenía por vestido las llagas.

La situación de igualdad llega enseguida: murieron los dos. Pero, a la vez, la diferencia se acentúa: uno llegó al lado de Abraham; al otro, tan sólo lo sepultaron. Si no hubiésemos escuchado nunca esta historia y si aplicásemos los valores de nuestra sociedad, podríamos concluir que quien se ganó el premio debió ser el rico, y el abandonado en el sepulcro, el pobre. Está claro, lógicamente.

La sentencia nos llega en boca de Abraham, el padre en la fe, y nos aclara el desenlace: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males» (Lc 16,25). La justicia de Dios reconvierte la situación. Dios no permite que el pobre permanezca por siempre en el sufrimiento, el hambre y la miseria.

Este relato ha movido a millones de corazones de ricos a lo largo de la historia y ha llevado a la conversión a multitudes, pero, ¿qué mensaje hará falta en nuestro mundo desarrollado, hiper-comunicado, globalizado, para hacernos tomar conciencia de las injusticias sociales de las que somos autores o, por lo menos, cómplices? Todos los que escuchaban el mensaje de Jesús tenían como deseo descansar en el seno de Abraham, pero, ¿cuánta gente en nuestro mundo ya tendrá suficiente con ser sepultados cuando hayan muerto, sin querer recibir el consuelo del Padre del cielo? La auténtica riqueza es llegar a ver a Dios, y lo que hace falta es lo que afirmaba san Agustín: «Camina por el hombre y llegarás a Dios». Que los Lázaros de cada día nos ayuden a encontrar a Dios.



Rev. D. Valentí ALONSO i Roig 
(Barcelona, España)

LECTURAS BÍBLICAS Y EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 25 DE SEPTIEMBRE 2016


XXVI del Tiempo Ordinario – Ciclo C
Domingo 25 de Septiembre de 2016

“Lázaro grita, porque no escuchamos…“

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Primera lectura
Lectura de la profecía de Amos (6,1a.4-7):

Así dice el Señor todopoderoso: «¡Ay de los que se fían de Sión y confían en el monte de Samaría! Os acostáis en lechos de marfil; arrellenados en divanes, coméis carneros del rebaño y terneras del establo; canturreáis al son del arpa, inventáis, como David, instrumentos musicales; bebéis vino en copas, os ungís con perfumes exquisitos y no os doléis del desastre de José. Pues encabezarán la cuerda de cautivos y se acabará la orgía de los disolutos.»

Palabra de Dios    

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Salmo
Salmo Responsorial: 145,7.8-9a.9bc-10

R/.Alaba, alma mía, al Señor

Él mantiene su fidelidad perpetuamente,
él hace justicia a los oprimidos,
él da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos. R/.

Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.

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Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Timoteo (6,11-16):

Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos. En presencia de Dios, que da la vida al universo, y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio Pilato con tan noble profesión: te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que en tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor e imperio eterno. Amén.

Palabra de Dios

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Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (16,19-31)

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: “Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.” Pero Abrahán le contestó: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.” El rico insistió: “Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento.” Abrahán le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen.” El rico contestó: “No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán.” Abrahán le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.”»

Palabra del Señor

FELIZ DOMINGO!!!

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