martes, 2 de febrero de 2016

MARÍA PRESENTA A SU HIJO


María presenta a su Hijo
La fiesta de hoy debe recordarnos la decisión de cumplir la voluntad de Dios con Espíritu de humildad.


Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net 




Hoy celebramos una fiesta muy hermosa: la purificación de María y la presentación del Niño en el templo. En esta fiesta se dan la mano la humildad de María y el amor a la misión de Cristo. Ni María necesitaba ofrecerse al Padre, pues toda su vida no tenía otro sentido, otra finalidad distinta de la de hacer la voluntad de Dios. Ojalá aprendamos en este día estos dos aspectos tan bellos: la humildad y el sentido de la consagración, como ofrecimiento permanente a Dios ... Humildad que es actitud filial en manos de Dios, reconocimiento de nuestra pequeñez y miseria. Humildad que es mansedumbre en nuestras relaciones con el prójimo, que es servicialidad, que es desprendimiento propio.

María, como Cristo, quiso cumplir hasta la última tilde de la ley; por eso se acerca al templo para cumplir con todos las obligaciones que exigía la ley a la mujer que había dado a luz su primogénito.

Este misterio, como los demás de la vida de Cristo, entraña un significado salvífico y espiritual.

Desde los primeros siglos, la Iglesia ha enseñado que en el ofrecimiento de Cristo en el templo también estaba incluido el ofrecimiento de María. En esta fiesta de la purificación de María se confirma de nuevo su sí incondicional dado en la Anunciación: “fiat” y la aceptación del querer de Dios, así como la participación a la obra redentora de su hijo. Se puede, pues, afirmar que María ofreciendo al Hijo, se ofrece también a sí misma.

María hace este ofrecimiento con el mismo Espíritu de humildad con el que había prometido a Dios, desde el primer momento, cumplir su voluntad: “he aquí la esclava el Señor”.

Aunque la Iglesia, al recoger este ejemplo de María, lo refiere fundamentalmente a la donación de las almas consagradas, sin embargo, tiene también su aplicación para todo cristiano. El cristiano es, por el bautismo, un consagrado, un ofrecido a Dios. “Sois linaje escogido, sacerdocio regio y nación santa” (1Pe 2, 9). Más aún, la presencia de Dios por la gracia nos convierte en templos de la Trinidad: pertenecemos a Dios.

La festividad debe recordarnos la decisión de cumplir la voluntad de Dios con Espíritu de humildad: somos creaturas de Dios y nuestra santificación depende de la perfección con que cumplamos su santa voluntad. (Cfr 1Ts 4, 3).

Conforme al mandato de la ley y a la narración del evangelio, pasados cuarenta días del nacimiento de Jesús, el Señor es presentado en el templo por sus padres. Están presentes en el templo una virgen y una madre, pero no de cualquier criatura, sino de Dios. Se presenta a un niño, lo establecido por la ley, pero no para purificarlo de una culpa, sino para anunciar abiertamente el misterio.

Todos los fieles saben que la madre del Redentor desde su nacimiento no había contraído mancha alguna por la que debiera de purificarse. No había concebido de modo carnal, sino de forma virginal....

El evangelista, al narrarnos el hecho, presenta a la Virgen como Madre obediente a la ley. Era comprensible y no nos debe de maravillar que la madre observara la ley, porque su hijo había venido no para abolir la ley, sino darle cumplimiento. Ella sabía muy bien cómo lo había engendrado y cómo lo había dado a luz y quien era el que lo había engendrado. Pero, observando la ley común, esperó el día de la purificación y así ocultó la dignidad del hijo.


¿Quién crees, oh Madre, que pueda describir tu particular sujeción? ¿Quién podrá describir tus sentimientos? Por una parte, contemplas a un niño pequeño que tu has engendrado y por otra descubres la inmensidad de Dios. Por una parte, contemplamos una criatura, por otra al Creador. (Ambrosio Autperto, siglo VIII, homilía en la purificación de Santa María).


¡Oh tú, Virgen María, que has subido al cielo y has entrado en lo más profundo del templo divino! Dígnate bendecir, oh Madre de Dios, toda la tierra. Concédenos, por tu intercesión un tiempo que sea saludable y pacífico y tranquilidad a tu Iglesia; concédenos pureza y firmeza en la fe; aparta a nuestros enemigos y protege a todo el pueblo cristiano. Amén. (Teodoro Estudita, siglo VIII)



Meditación del Papa Juan Pablo II Presentación de Jesús en el Templo Audiencia General del miércoles 20 de junio de de 1990

FELIZ MARTES!!


lunes, 1 de febrero de 2016

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 1 DE FEBRERO DEL 2016


Cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo
Milagros


Marcos 5, 1-20. Tiempo Ordinario. Creemos en Él siempre y cuando no eche por el precipicio 


Por: Misael Cisneros | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él y gritó con gran voz: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. Es que Él le había dicho: Espíritu inmundo, sal de este hombre. Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Le contesta: Mi nombre es Legión, porque somos muchos. Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región. Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le suplicaron: Envíanos a los puercos para que entremos en ellos. Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara - unos 2000 - se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido. Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término. Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con Él. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti. Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.

Oración introductoria
Padre Santo, ten misericordia de mí. Tú conoces mi miseria y sabes cuánto necesito de tu gracia para poder seguir tu mandato del amor. Concédeme que este momento de oración aumente mi fe, esperanza y caridad.

Petición
Señor, dame la gracia de la confianza para crecer en la esperanza.

Meditación del Papa Francisco
Y Jesús sanaba: dejaos curar por Jesús. Todos nosotros tenemos heridas, todos: heridas espirituales, pecados, enemistades, celos; tal vez no saludamos a alguien: «¡Ah! Me hizo esto, ya no lo saludo». Pero hay que curar esto. «¿Y cómo hago?». Reza y pide a Jesús que lo sane. Es triste cuando en una familia los hermanos no se hablan por una estupidez, porque el diablo toma una estupidez y hace todo un mundo. Después, las enemistades van adelante, muchas veces durante años, y esa familia se destruye. Los padres sufren porque los hijos no se hablan, o la mujer de un hijo no habla con el otro, y así los celos, las envidas… El diablo siembra esto. Y el único que expulsa los demonios es Jesús. El único que cura estas cosas es Jesús. Por eso, os digo a cada uno de vosotros: dejaos curar por Jesús. Cada uno sabe dónde tiene la herida. Cada uno de nosotros tiene una; no sólo tiene una: dos, tres, cuatro, veinte. Cada uno sabe. Que Jesús cure esas heridas. Pero, para esto, tengo que abrir el corazón, para que Él venga. ¿Y cómo abro el corazón? Rezando. «Pero, Señor, no puedo con esa gente, la odio, me ha hecho esto, esto y esto…». «Cura esta herida, Señor». Si le pedimos a Jesús esta gracia, Él nos la concederá. Déjate curar por Jesús. Deja que Jesús te cure.  (Homilía de S.S. Francisco, 8 de febrero de 2015).

Reflexión
¿Nuestra vida es un tormento por ver a Jesús, como la de este endemoniado? ¿Es un tormento que nos ciega al pecado y hace herir constantemente nuestra alma? ¿Ya nadie es capaz de soportarnos, ni siquiera nosotros mismos, sino sólo Cristo que nos visita?

Cristo se dirigió a la región de Gerasa explícitamente para salvar al endemoniado, aunque el endemoniado no lo sabía y una vez que lo supo no lo aceptó. El mismo poseído es quien se arroja a sus pies para pedirle que se aleje de él, para pedirle que no lo atormente. La presencia de Cristo nos perturba cuando nuestro pecado nos mantiene alejados de Él. Y podría ser que también nosotros nos arrojemos a sus pies para pedirle que se vaya, en lugar de pedirle nuestra curación. Parecería que es una visita casual, por pura coincidencia, lo que para Él es la salvación de nuestra alma. Pero ya lo dice Cristo "No son los sanos los que necesitan de curación, sino los enfermos".

Por otro lado, ¿cuántas veces optamos por el valor material de las cosas que tener a Cristo entre nosotros? Preferimos la cantidad de nuestras posesiones al bien y salvación de un alma. Porque, ¿qué son 2000 cerdos comparados con la gracia de ser curado por Cristo? Los habitantes de la región de Gerasa escuchaban atentos el milagro y se alegraban con el desposeído, pero sus corazones se cerraron al escuchar la pérdida de los cerdos por el precipicio. Creemos en Jesús pero hasta la multiplicación de los panes, no hasta la cruz. Creemos en Él siempre y cuando no eche por el precipicio a "nuestros cerdos".

Propósito
Confiemos plenamente en Jesús. No importa si para ello necesita de nuestros bienes, pues ¿de qué nos sirve ganar todo el mundo si al final perdemos nuestra alma?

Diálogo con Cristo
Gracias, Señor, por buscarme constantemente y mostrarme tu infinita misericordia, a pesar de mi debilidad, de mi infidelidad. Aumenta mi caridad para que viva atento a las múltiples oportunidades que me das para colaborar con tu gracia y crecer en el amor. Que sepa tomar cada encuentro con los otros como una oportunidad para dar testimonio de Jesucristo.

OTRO HIJO PRÓDIGO



Otro ‘hijo pródigo’
Autor:  Padre Guillermo Ortiz SJ.


Un oyente de 28 años nos dio su testimonio:

“Yo estaba en la mala - dice. Estaba en la droga. Pasa que yo era muy para dentro. No me sacaban una palabra ni a garrotazos. No los culpo, pero me faltaba el afecto de mis padres y entré en la droga. Me daba cuenta del peligro. Estaba mal porque rozaba la muerte, pero no quería saber nada con ningún centro de rehabilitación. Un día soñé con la Virgen. Yo estaba en una guerra, en un campo de batalla y llegaban muchísimos soldados. Corrí buscando refugio y en el sueño ví una gran cortina. Abrí esa cortina y había una imagen inmensa de María. Yo me refugié en ese lugar. Desde entonces empecé a rezar el rosario todos los días, para que la virgen me proteja en esta guerra a muerte con la droga. Rezaba uno, seis, diez rosarios por día.” “Todavía me cuesta, me dice nuestro amigo, porque tengo muchas tentaciones, pero la Virgen me ayudó a salir”.

Esta es la cuaresma de nuestro amigo, ese tiempo fuerte de prueba y oración profunda y decidida. Ese tiempo de prueba que también Jesús, el Hijo amado de Dios, vivió en el desierto, donde rechazó el mal con la fuerza del amor indestructible y persistente del Padre Dios.

Los que entienden lo que significa salir de la droga después de estar tan metido en ella, consideran que la experiencia de Néstor, es un verdadero milagro del amor de Dios, y el dice que no se lo merece.

Señor, que el poder de la cruz nos cure del mal y nos llene de la fuerza de tu Vida.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS: LUNES 1 DE FEBRERO DEL 2016


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS 
Febrero 1


Ya iniciamos el segundo mes del año; los días ya se van pasando y el tiempo con ellos y la vida con él.
La gente vulgar sólo piensa en pasar el tiempo; la gente de talento piensa más bien en aprovecharlo; porque, entre el pasado que ya no es y el futuro que aún no es, está el presente en el que residen nuestros deberes y que está bajo nuestra responsabilidad.

Una cosa es perder el tiempo y otra es emplearlo; el poeta dijo con acierto:
"Y continuo se te acuerde
de que el tiempo bien gastado,
aunque parezca pasado,
ni se pasa, ni se pierde"

¿Quién será el que pierde el tiempo? El que lo pasa sin ser útil para Dios ni para el prójimo.
A veces nos preguntamos qué día habrá sido el más feliz de nuestra vida; no es difícil responder: cada día es el más feliz, porque cada día se nos presenta la oportunidad de emplearlo mejor en el servicio de Dios y de los prójimos, y en ese servicio precisamente radica nuestra felicidad y la de los demás.
La causa de la alegría será la práctica del bien; tu acción en ti mismo, el esfuerzo por mejorarte; tu acción apostólica, que intenta hacer el bien en los demás; ojalá imites al Maestro, del que se pudo afirmar: “Pasó haciendo el bien” (Hech 7,38). ¿Se podrá decir lo mismo de ti?


* P. Alfonso Milagro

CONOCE AL ÁNGEL DE DACHAU ASESINADO POR LOS NAZIS Y DECLARADO MÁRTIR POR EL PAPA


Conoce al “Ángel de Dachau” asesinado por los nazis y declarado mártir por el Papa



 (ACI).- El P. Engelmar Unzeitig fue un joven sacerdote de origen checo que fue arrestado por los nazis el 21 de abril de 1941.

¿Su crimen? Predicar contra el Tercer Reich, especialmente contra el trato hacia el pueblo judío. También por incentivar a su congregación a permanecer fiel a Dios y a resistir las mentiras del régimen nazi.

Como castigo, el sacerdote fue enviado al campo de concentración de Dachau, conocido como “el monasterio más grande del mundo” porque llegó a encerrar a cerca de 2700 clérigos, de los cuales el 95 por ciento eran sacerdotes católicos polacos.

El P. Unzeitig tenía 30 años, y había sido ordenado dos años antes de su llegada a Dachau. Nació en 1911 en Greifendorf, la actual República Checa. Ingresó al seminario a los 18 años y se convirtió en sacerdote de la Sociedad Misionera Mariannhill, cuyo lema era: “Si nadie más va: ¡yo voy!”.

Durante su cautiverio estudió ruso para poder ayudar a los que llegaban de Europa Oriental y por su actitud de servicio a los demás se le consideró como un hombre santo dentro de Dachau.

El trato hacia los sacerdotes y ministros en Dachau era impredecible: a veces les permitían alabar y otras eran tratados severamente. Por ejemplo, en un Viernes Santo, para “celebrar la ocasión”, los nazis seleccionaron a decenas de sacerdotes para torturarlos.

Por varios años el P. Unzeitig gozó de buena salud pese al maltrato que recibía. Sin embargo, cuando una epidemia de fiebre tifoidea asoló el campo, él y otros 19 sacerdotes se ofrecieron de voluntarios para hacer lo que nadie quería: atender a los enfermos y moribundos, lo que significaba una certera sentencia de muerte.

Así él y sus compañeros bañaban y cuidaban a los enfermos. También oraban con ellos y les administraban los últimos ritos.

A pesar de las circunstancias difíciles, el P. Unzeitig encontró esperanza y alegría en su fe, tal como se refleja en las cartas que le envió a su hermana:

“Hagamos lo que hagamos, queramos lo que queramos, es seguramente solo la gracia que nos lleva y nos guía. La gracia todopoderosa de Dios nos ayuda a superar obstáculos...el amor duplica nuestra fuerza, nos hace ingeniosos, nos hace sentir contentos y libres interiormente. Si la gente se diera cuenta de lo que Dios tiene preparado para los que le aman! ", escribió.

En otra carta señaló:

“Incluso detrás de los sacrificios más difíciles y los peores sufrimientos está Dios con su amor paternal, que está satisfecho con la buena voluntad de sus hijos y a ellos y otros da la felicidad ".

El 2 de marzo de 1945 el P.Unzeitig sucumbió a la fiebre tifoidea junto con otros dos sacerdotes voluntarios. El campo de concentración de Dachau fue liberado por los soldados estadounidenses unas semanas después.

En reconocimiento a sus virtudes heroicas, el P. Engelmar Unzeitig fue declarado Venerable por el Papa Benedicto XVI el 3 de julio del año 2009.

El pasado 21 de enero el Papa Francisco reconoció oficialmente al P. Unzeitig como mártir, asesinado por odio a la fe, lo cual abre el camino para su beatificación.



Traducido por María Ximena Rondón. 
Publicado originalmente en CNA.

SIN ORACIÓN NO HAY CONVERSIÓN


Sin oración no hay conversión



La oración es necesaria para convertirnos y para convertir a las personas, porque la conversión es una gracia que da Dios, y Él la da porque es obtenida mediante la oración.

Efectivamente si rezamos por los pecadores, obtendremos su conversión. Y si queremos convertirnos, debemos rezar nosotros, o alguien debe rezar por nosotros.

Si estamos en amistad con Dios y vamos por el buen camino, es porque alguien ha rezado por nuestra conversión alguna vez, ya sea un alma de la tierra, o del Purgatorio o del Cielo.

De modo que si buscamos la salvación del mundo, o al menos de nuestras familias y seres más queridos, no tenemos otra alternativa sino rezar mucho. Entonces sí que veremos verdaderos milagros a nuestro alrededor, y el verdadero y completo fruto de nuestra oración recién lo veremos en el Cielo.

¿Es que no nos preguntamos nunca por qué la Virgen, en todas sus apariciones, nos pide con tanta insistencia que oremos, y mucho? Ella sabe muy bien que la salvación individual y colectiva sólo puede venir por la oración.

Dejemos de lado, entonces, tantas cosas que nos hacen perder un precioso tiempo inútilmente, y dediquemos más tiempo a la oración, en especial el Santo Rosario, y preparémonos a ver cosas admirables en nuestras vidas y en las vidas de aquellos que amamos.

La oración es la solución a todo, porque si está bien hecha, la oración lo obtiene todo de Dios.

Pero aunque nuestra oración no sea perfecta, oremos igualmente, y mucho, porque a orar se aprende orando, y con el paso del tiempo iremos mejorando nuestro trato personal, de amor y amistad con Dios, su Madre, los Ángeles, los Santos y las Benditas Almas, pues no otra cosa es la oración, sino un diálogo con Dios, la Virgen y los Santos.

Seguramente las cosas quizás no nos van del modo que querríamos que nos vayan. Pues bien, tenemos una solución a ello: Rezar. Y si las cosas se complican, recemos más aún, porque la perseverancia en la oración obtiene infaliblemente dones del Señor, que si no son los que esperamos, sí en cambio serán aquellos que necesitamos.


© Sitio Conviértanse

MI SEÑOR...


MI SEÑOR...


Mi Señor, quiero poder siempre caminar contigo y experimentar a tu lado el nuevo rostro de Dios. Quiero ser transformado por Ti para luego ir al mundo entero a darte los frutos que corresponda. Estoy llamado a cooperar contigo en la extensión de tu Reino, a trabajar continuamente por tu Iglesia y por llevar tu Palabra a los que aún no te conocen o creen conocerte pero no viven según tus mandatos. Quiero imitar tu ejemplo e vida que pasaste por el mundo haciendo el bien, llevando alegrías y sanando los dolores.


 Ayúdame a llevarte hoy a todas las personas con las que pueda encontrarme en este camino de vida que me estoy trazando. Tú me has elegido para ser tu amigo, no tu esclavo. Eres mi gran amigo, el que nunca falla y que todo lo perdona. Tú me has elegido y quieres que te acompañe en este viaje por la vida y por nuestra salvación. Contigo estoy dispuesto a todo, porque me siento seguro de que me acompañas y pides al Padre por mi protección y porque nunca caiga en las trampas del mundo. Deseo vivir mi profesión de fe unido a tu voluntad y a tu amor. Amén.

EL VALOR DEL PERDÓN


El valor del perdón
Una actitud valiente de perdón y humildad obtendrá lo que la venganza y el odio nunca pueden


Fuente: encuentra.com 




Los resentimientos nos impiden vivir plenamente sin saber que un simple acto del corazón puede cambiar nuestras vidas y de quienes nos rodean.

En los momentos que la amistad o la convivencia se rompen por cualquier causa, lo más común es la aparición de sentimientos negativos: la envidia, el rencor, el odio y el deseo de venganza, llevándonos a perder la tranquilidad y la paz interior. Al perder la paz y la serenidad, los que están a nuestro alrededor sufren las consecuencias de nuestro mal humor y la falta de comprensión. Al pasar por alto los detalles pequeños que nos incomodan, no se disminuye la alegría en el trato cotidiano en la familia, la escuela o la oficina.

Sin embargo, no debemos dejar que estos aspectos nos invadan, sino por el contrario, perdonar a quienes nos han ofendido, como un acto voluntario de disculpar interiormente las faltas que han cometido otros.

En ocasiones, estos sentimientos son provocados por acciones o actitudes de los demás, pero en muchas otras, nos sentimos heridos sin una razón concreta, por una pequeñez que ha lastimado nuestro amor propio.

La imaginación o el egoísmo pueden convertirse en causa de nuestros resentimientos:

Cuando nos damos el lujo de interpretar la mirada o la sonrisa de los demás, naturalmente de manera negativa;


– Por una respuesta que recibimos con un tono de voz, a nuestro juicio indiferente o molesta;

– No recibir el favor que otros nos prestan, en la medida y con la calidad que nosotros habíamos supuesto;

– En el momento que a una persona que consideramos de “una categoría menor”, recibe un favor o una encomienda para lo cual nos considerábamos más aptos y consideramos injusta la acción.
Es evidente que al ser susceptibles, creamos un problema en nuestro interior, y tal vez enjuiciamos a quienes no tenían la intención de lastimarnos.


Para saber perdonar necesitamos:

– Evitar “interpretar” las actitudes.

– No hacer juicios sin antes de preguntarnos el “por qué” nos sentimos agredidos (así encontraremos la causa: imaginación, susceptibilidad, egoísmo).

– Si el malentendido surgió en nuestro interior solamente, no hay porque seguir lastimándonos: no hay que perdonar. Lamentamos bastante cuando descubrimos que no había motivo de disgusto… entonces nosotros debemos pedir perdón.

Si efectivamente hubo una causa real o no tenemos claro qué ocurrió:

– Tener disposición para aclarar o arreglar la situación.

– Pensar la manera de llegar a una solución.

– Buscar el momento más adecuado para platicarlo con calma y tranquilidad, sobre todo de nuestra parte.

– Escuchar con paciencia, buscando comprender los motivos que hubo.

– Exponer nuestras razones y llegar a un acuerdo.

– Olvidar en incidente y seguir como si nada hubiera pasado.

El Perdón enriquece al corazón porque le da mayor capacidad de amar; si perdonamos con prontitud y sinceramente, estamos en posibilidad de comprender las fallas de los demás, actuando generosamente en ayudar a que las corrijan.

Es necesario recordar que los sentimientos negativos de resentimiento, rencor, odio o venganza pueden ser mutuos debido a un malentendido, y es frecuente encontrar familia en donde se forma un verdadero torbellino de odios. Nosotros no perdonamos porque los otros no perdonan. Es necesario romper ese círculo vicioso comprendiendo que “Amor saca amor”. Una actitud valiente de perdón y humildad obtendrá lo que la venganza y el odio nunca pueden, y es lograr restablecer la armonía.

Una sociedad, una familia o un individuo lleno de resentimientos impiden el desarrollo hacia una esfera más alta.

Perdonar es más sencillo de lo que parece, todo está en buscar la forma de mantener una convivencia sana, de la importancia que le damos a los demás como personas y de no dejarnos llevar por los sentimientos negativos.

ORACIÓN POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO DE SANTA GERTRUDIS




LA FE ES UN DON GRATUITO


La fe es un don gratuito
A veces se tienen tesoros que no somos capaces de valorar, la fe es un gran tesoro, las dificultades ponen a prueba nuestra fe, y de nada sirve una fe muerta sino viva.


Por: P. Eusebio Gómez Navarro | Fuente: Catholic.net 




La fe es gratuita y la respuesta también es libre. La fe es un gran tesoro. Tenemos tesoros que no somos capaces de valorar. Es como el que tiene una avioneta arrumbada en un oscuro garaje, llena de polvo y telarañas, que nunca ha usado. La avioneta está ahí sin sospechar lo que es. Cree que es un trasto más del garaje, como la estantería llena de botes o ruedas viejas. Y un día viene alguien y la saca, la limpia, le engrasa el motor, le llena el depósito de gasolina, arranca… y ¡a volar!

¿Os imagináis lo que sentiría la avioneta si fuese capaz de sentir? Creo que lo más grande no sería la emoción de notar el viento de frente con fuerza o de ver pasar a gran velocidad los bosques, los montes y las colinas desde lo alto…, sino descubrir de repente lo que en realidad era, aquello para lo que fue creada… ¡Para volar!

Existe además la fe religiosa, la fe en Dios, en Jesús. El creyente vive de la fe. Vivir la fe es más importante que hablar de ella, y quien oye hablar de ella sin fe, no descubre nada, es como un ciego al que le explican cómo es la luz. Jesús no hace muchas preguntas a sus oyentes, no les exige admitir verdades, sino que les dice: ¿Creéis que puedo hacer esto? ¿Os fiáis de mí? . ¿Por qué no me creéis? ; etc.

Muchas personas, cuando les preguntamos si creen, nos hablan de una fe apoyada en el ambiente, en la tradición: Siempre se ha hecho así; Mi familia ha sido siempre católica…. Y reducen su fe a los sacramentos, que tienen más un tinte social que de expresión de fe. Y sin embargo, sabemos que la auténtica fe cristiana brota de una experiencia de Dios, exige creer en Él y una respuesta personal. No basta con creer lo que otros digan, ni siquiera con creer a los curas.

Queremos que la fe sea un seguro de vida ante el dolor o ante los problemas. Ser creyente supone asumir todos los valores personales, familiares y sociales con su realidad actual y sus expectativas de futuro. Jesús no imponía nada, invitaba a seguirlo. Es verdad que a nadie adulaba o pretendía engañar con falsas promesas. Habla de las exigencias del seguimiento, pero en cualquier caso uno es libre de aceptar. Y quien lo siga tendrá la alegría del que ha encontrado un gran tesoro.

Quien tiene fe, ve a Dios en todos los acontecimientos y en todas partes. La fe no es visión, no es conocimiento ni seguridad. La fe es vivir con la firme convicción de que estamos en manos de Dios, que es a la vez Amor y Poder. La fe es desprendernos de nuestras ansiedades y temores, de nuestras dudas y desesperaciones. La fe es un salto, un impulso, un intento, un no aferrarse a las seguridades. La fe es un don, no se gana a puños. Jesús mandará a sus discípulos a dar testimonio de su fe, a anunciar lo que habían visto, oído y vivido (1 Jn 1, 1-4).

La fe, como la esperanza y el amor, puede crecer o perderse. Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. ¿Cómo crecer en la fe? Respirando el amor y el poder de Dios.

A veces somos víctimas del miedo, de la duda, de la inseguridad… Y a nuestra mente se asoman pensamientos negativos: no soy…, no puedo…, no quiero. Y esto nos debilita la fe, nos roba las fuerzas y nos quita la paz. La fe se conoce, se profundiza, se defiende, se alimenta y se transmite. Se alimenta con la Palabra de Dios, con la oración, con la confesión periódica, con la eucaristía. El cristiano debe defenderla sin miedo, propagarla y testimoniarla.

La fe es un don gratuito que nos ha hecho Dios. Dios nos amó primero (1 Jn 4, 19). Nosotros hemos de acogerla, cultivarla, hacer fructificar esos talentos. La fe es un don que exige una respuesta humana.

A veces esta respuesta resulta difícil, ya que en muchos momentos nos encontramos en situaciones complicadas que no sabemos cómo resolver, o en momentos difíciles de asumir, o en circunstancias duras, y la vida no es fácil: una enfermedad o la muerte de un ser querido… Cuando las cosas van mal, tendemos a hundirnos, a ponernos tristes, y es entonces cuando deberíamos confiar más en Dios, en los momentos de duda, por la noche, cuando estés cansado y desanimado, cuando aparentemente nada tiene sentido y te sientes confuso y frustrado.

Aunque no sepas adónde lleva el camino, dondequiera que estés y sientas lo que sientas, ¡Dios lo sabe! Y no temas, porque Jesús es tu luz y tu fuerza. Yo soy la luz, el que me sigue no andará en tinieblas (Jn 12, 46).

La fe es un tesoro que hemos recibido de Dios, de la Iglesia y de nuestra familia. Y que algunos no han sabido o no han querido conservar y engrandecer. Sin ella no nos salvamos (Mc 16,16). Según san Juan, la fe consiste en creer en Jesucristo (Jn 3, 15); en recibirlo (1, 12); en escucharlo (5, 40), en seguirlo (8, 12); en permanecer en Él (15, 4-5), en su palabra (8, 31), en su amor (15, 9). Y así es como por la fe conocemos a Dios. Creer en El evangelio es condición indispensable para entrar en el Reino (Mc 1, 15).

La fe en Jesús realiza milagros (Mt 13, 58), sana y salva (Mc 5, 34). Por eso sin la fe es imposible agradar a Dios (Hb 11,6), y quien persevera en ella, obtendrá la vida eterna (Mt 10,22). Por supuesto que nadie está obligado a creer, es un acto libre y amoroso que sólo el hombre es capaz de hacer.

Lo que la Escritura nos dice es que Dios nos llama, pero sin coaccionar a nadie. Es la fe la que nos lleva a abandonarnos en las manos de Dios, pues sabemos de quién nos fiamos, Y dejamos nuestra suerte en sus manos, seguros y ciertos de que su bondad y misericordia nos acompañan todos los días de nuestra vida.


Las dificultades ponen a prueba nuestra fe y esperanza. La fe nos da nuevos ojos, para ver con los ojos de la fe a Jesús como lo vieron los discípulos. Guiarse por la fe es confiar en Dios, creer en lo que dice y hace. La fe compromete nuestra vida con lo que creemos.

No sirve una fe muerta, sino viva (St 2,14-26), por las obras y no por la fe se justifica la persona (St 2,24). Y la fe tiene que estar encarnada en el aquí, en nuestra historia. Es una pena ver como en pueblos cristianos se da una gran incoherencia. Para que sea viva necesita alimentarse de la palabra, de la oración y sacramentos y fortificarla en la vida.

El crecimiento de la fe es un proceso, como lo es el amor y la esperanza. 

FELIZ LUNES!!


domingo, 31 de enero de 2016

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 31 DE ENERO 2016


Ningún profeta es bien recibido en su patria
Tiempo Ordinario

Lucas 4, 21-30. Tiempo Ordinario. El hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón. 


Por: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 4, 21-30
En aquel tiempo comenzó Jesús a decir en la sinagoga: - Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy. Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: ¿No es éste el hijo de José? Él les dijo: Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria. Y añadió: En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio. Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

Oración introductoria
Espíritu Santo, acompaña e inspira esta oración para que me identifique con los sentimientos y con la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, reconociéndolo, glorificándolo y siguiendo fielmente la voluntad del Padre.

Petición
Jesús, dame la fe para saber reconocerte y seguirte con generosidad a donde quiera que vayas.

Meditación del Papa Francisco
Jesús recrimina a los habitantes de Nazaret por su falta de fe: al principio es escuchado con admiración, pero después explota la ira, la indignación. Esta gente escuchaba con gusto lo que decía Jesús, pero no a uno, dos o tres no le ha gustado lo que decía, y quizás algún murmurador se levantó y dijo: ‘¿Pero éste de qué viene a hablarnos? ¿Dónde ha estudiado para decirnos estas cosas? ¡Que nos enseñe la licenciatura! ¿En qué Universidad ha estudiado? Este es el hijo del carpintero y le conocemos bien’. Y estalló la furia, también la violencia. Y le echaron fuera de la ciudad y lo llevaron al borde del monte. Querían despeñarlo.
Recordemos en nuestra vida las muchas veces que hemos oído estas cosas: la humildad de Dios es su estilo; la sencillez de Dios es su estilo. Y también en la celebración litúrgica, en los sacramentos, lo bonito es que se manifieste la humildad de Dios y no el espectáculo mundano. Nos hará bien recorrer nuestra vida y pensar en las muchas veces que el Señor nos ha visitado con su gracia, y siempre con este estilo humilde, el estilo que también Él nos pide que tengamos: la humildad. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 9 de marzo de 2015, en Santa Marta).
Reflexión
El evangelio de hoy me hace recordar una de tantas series de televisión que vi cuando era pequeño. La película se interrumpía en un momento de clímax: casi siempre cuando el héroe, después de varios "golpes" y peripecias exitosas, se llegaba a encontrar en un trance difícil, rodeado o apresado por sus enemigos, o en un peligro inminente. De esta suerte, se agudizaba el interés de los espectadores dejándolos por una semana en "suspense".

La narración del evangelio del domingo pasado se nos quedó interrumpida, partida por la mitad, para quedar completada con la escena que nos presenta hoy la liturgia. El texto de la otra semana, en efecto, concluía con estas palabras de Jesús: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Y hoy inicia con estas mismas palabras, como retomando la escena, para hacernos recordar dónde nos habíamos quedado.

"Todos en la sinagoga -nos dice Lucas- le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios". Todo iba tan bien cuando, de pronto, comienzan los problemas para Jesús. Pero lo curioso es que, leyendo el evangelio, parece que es Jesús el que "provoca" a sus paisanos y les dirige una diatriba, echándoles en cara su incredulidad: "Sin duda me recitaréis aquel refrán -les reprocha nuestro Señor-: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz también aquí en tu tierra los milagros que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm".

Un buen político o un hábil orador se hubiera ahorrado cuidadosamente de poner en contra suya a sus oyentes. Una de las técnicas en la oratoria es tratar de ganar siempre al inicio la "benevolencia" del auditorio. Y, sin embargo, nuestro Señor se enfrenta abiertamente con ellos. ¿Por qué? Seguramente porque Él no venía a halagar a nadie y no tenía reparo en desenmascarar actitudes ficticias y falsas, como lo hizo muchas otras veces con los fariseos o con los judíos que no creían en Él.

Pero no sólo. También aquí hay que tener en cuenta otro elemento importante que aparece más claro en la narración paralela que nos ofrecen Mateo y Marcos. Nos refieren que sus paisanos, al ver llegar a Jesús a Nazaret, comenzaron a murmurar de él y a criticarlo: "No es éste –comentaban con un tono despectivo- el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María y sus hermanos no viven aquí con nosotros?"... Y añaden los evangelistas: "Y se escandalizaban de él".

El problema entonces no estaba en Jesús, sino en la incredulidad de sus oyentes. Y cuando una persona está cerrada en sus prejuicios y actitudes, tristemente, no hay nada que hacer, a menos que cambie de postura. Y éste fue el escenario con el que se encontró nuestro Señor. Por eso Jesús no hizo allí ningún milagro: porque les faltaba fe. Y enseguida comenzó a recordarles el ejemplo de la viuda de Sarepta y de Naamán el sirio. Esa gente había recibido favores especiales de parte de Dios, y no eran del pueblo judío. Pero tenían fe.

"Está claro -diría Pedro, después de Pentecostés, hablando a los judíos convertidos de la primitiva Iglesia- que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta a todo el que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea" (Hech 10, 35). Dios no hace distinciones por motivos de linaje, raza, cultura o religión. Los judíos se sentían superiores a los demás porque ellos eran el "pueblo elegido". Y a los nazaretanos les pasaba ahora algo semejante: los típicos celos y rivalidades de pueblo, las envidias, riñas y pleitos partidistas tan propios de las aldeas… y no sólo de las aldeas, pues también se dan entre ciudades y entre países vecinos. ¡Es un mal que todos llevamos metido en la médula de los huesos!

Pero éste no era un criterio válido para Jesús, por supuesto. Juan Bautista también había echado en cara este mismo defecto a los judíos que no querían convertirse porque se consideraban superiores y con derechos adquiridos: "Raza de víboras -les apostrofaba con energía- ¿quién os ha enseñado a huir de la ira de Dios? Haced dignos frutos de penitencia y no os jactéis diciéndoos: "Tenemos por padre a Abraham", porque yo os digo que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abraham” (Mt 3, 8-9).

"A oír estas palabras de Jesús -continúa la narración- todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo con la intención de despeñarlo". ¡Hasta dónde es capaz de llegar la soberbia, el odio y la cerrazón del corazón del hombre! Aquel encuentro, que comenzó como un poema o un idilio, estuvo a punto de convertirse en una tragedia. Lo que inició en aprobación y admiración, termina en rechazo y en odio. Así sucede cuando no se tiene fe.

Propósitos
Bueno, y nosotros, ¿qué enseñanzas y aplicaciones podemos sacar de este pasaje para nuestras vidas? Muchas. Pero yo sólo voy a proponer aquí dos sugerencias:
Primera: la llamada a la conversión –es decir, a acercarnos más a Dios, a la vida de gracia y a los sacramentos—, basada en la fe y en una humildad profunda de alma. No seamos nosotros como esos judíos, incrédulos y duros de corazón, que no hacen caso a Dios porque se sienten superiores a los demás y con derechos adquiridos. "Yo no necesito confesarme" –dice mucha gente, más por pereza, superficialidad e indiferencia que por verdadera malicia-.

Y segunda: aceptar a los demás con sencillez y caridad, sin criticar ni murmurar del prójimo, pues nosotros no conocemos sus motivos ni sus intenciones. No juzguemos por el exterior, porque casi siempre nos equivocamos. El hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón.

Diálogo con Cristo
Señor, este domingo, tu día, será especial para mi familia si me decido a vivirlo con plenitud, poniendo todo lo que esté de mi parte para hacer más agradable la vida a todos y propiciando un ambiente que los lleve a participar en la Eucaristía. Con tu gracia, sé que lo podré lograr.


 

NO QUIERAS MATAR A DIOS


No quieras matar a Dios
Hay quienes se alejan de Dios por contradicciones de la vida a las que no saben sobreponerse


Por: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net 




¿Quieren saber ustedes cómo se portan algunos hombres con Dios?... Se lo voy a responder después de narrarles un cuento algo divertido de hace ya muchos siglos..

El cuento nos dice que un guerrero de la antigüedad pagana, adorador del Sol como su dios, se subió a una alta montaña durante la noche callada, sin más testigo que las estrellas. El general había sido vencido en la batalla, pudo escapar de la muerte por las justas, y ahora ascendía a la altura para vengarse de su dios el Sol. Iba vestido de militar y con todas las armas dispuestas para el ataque. A los campesinos de la comarca les había advertido:

Mañana no se levanten ni salgan a trabajar, porque no van a tener luz y va a hacer mucho frío.

Los labradores le preguntaban ansiosos:

¿Por qué? Pues, ¿qué va a ocurrir? 

Y el general se lo explicaba claro:

Porque yo le voy a prohibir al Sol que se alce sobre el horizonte. Si lo hace, se va a acordar. Vale más que no lo intente. Mis saetas son poderosas para llegar hasta él y clavarse en su corazón. 

Los campesinos, que no habían ido a la escuela, pero que no eran tontos, se apostaron al pie de la montaña para observar. Todos se reían, pero algunos tenían miedo, porque la venganza del general, al sentir un nuevo fracaso --ahora en su lucha con el dios Sol, al que ellos también adoraban-- podría volverse contra el pueblo y, al no haber podido contra su dios, se volvería contra ellos y los mataría a filo de espada. Pasaron todos la noche al raso: el guerrero en la cima; los demás, ocultos a prudente distancia, observando todos los movimientos de aquel loco.

Eran ya las cinco de la mañana y empezaba a verse en la lejanía del Oriente la primera luz. El general, se dispone para la lucha con todos sus arreos militares. Con la mano izquierda sostiene el arco, tiene en la derecha la saeta más larga y más aguda, y la aljaba está llena con buena provisión de flechas. Cuando ya la luz aumentaba demasiado y se adivinaba la presencia del Sol, comienza a gritar con voz imperiosa:

¡Sol, detente! ¡No te presentes más aquí! Como te asomes, te clavo la primera saeta en la frente. Si avanzas, las demás saetas se te van a clavar en el corazón.

Los campesinos, escondidos, seguían riendo y temiendo a la vez.

¡A ver, a ver en qué para todo esto!...

El sol, sin hacer ningún caso al general, empezó a alzar la cabeza. La primera flecha del guerrero subió alta, muy alta, pero el Sol seguía sin hacer ningún caso y continuó ascendiendo cada vez más, mientras el guerrero enloquecido gritaba como un energúmeno:

¡Detente, que, si no, las últimas te las clavo en el corazón!...

Agotadas todas las flechas de la aljaba, y sin que el Sol se hubiera doblegado, el general, despechado, saca el puñal y se lo clava en su propio pecho, ya que no ha podido clavar sus flechas en el de su dios. Pero antes, se despide de todo lanzando el último rugido contra su enemigo el dios Sol.
¡Has vencido! Eres un dios y yo no puedo contra ti. De lo contrario, ahora estarías muerto sin remedio...

Los campesinos, que habían visto y oído todo, se acercaron tranquilos al lugar donde yacía el cadáver. Ya no podía el general vengarse en ellos, los adoradores del Sol. Ni quisieron enterrar al loco aquel, y se decían:

No vale la pena. Como hay en la región muchos cuervos, les regalamos el muerto para que celebren un banquete bien contentos...


Debo decirles a ustedes que, cuando leí este cuento --un poco largo, pero he preferido narrarlo entero-- vi en él retratados a perfección a los que se enfrentan de mil maneras con Dios. Y me pregunté:

¿Qué hacemos los creyentes? ¿Reírnos? ¿Temer su venganza? ¿Despreciarlos?...

Nosotros pensamos que es mejor compadecerlos, y hacer algo por que usen la sensatez para que se salven, antes de que se suiciden y se pierdan sin remedio, ya que el suicidio del alma es mil veces peor que el ejecutado con una pistola...

En el general del cuento, radicaba todo en que no le salieron bien las cosas durante una batalla, y la culpa se la echaba a su dios el Sol. Entre nosotros, hay quienes se alejan de Dios por contradicciones de la vida a las que no saben sobreponerse, y achacan la responsabilidad a Dios. Y si Dios no me ayuda --se dicen--, ¿Dios para qué?...
Es más frecuente el desinterés de Dios, el de aquellos que se dicen:

Si no necesito a Dios, ¿por qué ha de haber encima de mí un Dios que me manda, que me vigila, que me estorba?...

Nosotros, creyentes sinceros por la gracia de Dios, preferimos vivir y morir pendientes de su mano divina, y le decimos:

¡Señor, Tú eres el sol que nos alumbras el camino! Que nunca nos falte tu luz...
¡Señor, Tú nos quieres tanto! Que vivamos siempre pendientes de tu Providencia amorosa...
¡Señor, Tú eres el Padre que nos esperas a tu lado! Que alcancemos la felicidad en que soñamos...
Y a los que no creen en ti y te dejan de lado, a los que te creen enemigo suyo, muéstrales la salvación que les mandaste con tu Hijo Jesús...

PAPA FRANCISCO: LA EUCARISTÍA ES UNA ESCUELA DE SERVICIO HUMILDE QUE CAMBIA LOS CORAZONES


Papa Francisco: la Eucaristía es una escuela de servicio humilde que cambia los corazones

 (ACI).- El Papa Francisco ha recordado en un video-mensaje que la Eucaristía “es una escuela de servicio humilde” que “nos enseña a estar preparados para ser para los demás”, lo que también está “en el centro del discipulado misionero”.

El mensaje ha fue enviado por la clausura del Congreso Eucarístico Internacional que se ha celebrado en Cebú (Filipinas) del 24 al 31 de enero.

La Santa Misa también “cambia los corazones” y “nos permite ser premurosos, proteger a quien es pobre y vulnerable y ser sensibles al grito de nuestros hermanos y nuestras hermanas en necesidad”, dijo.

En el vídeo, el Papa recuerda la visita que efectuó al país hace ahora justo un año. “Pude constatar en persona la fe profunda y la capacidad de recuperación de la población (a causa de los tifones). Bajo la protección del Santo Niño, el pueblo filipino ha recibido el Evangelio de Jesucristo hace runos 500 años. Desde entonces, ha dado siempre al mundo un ejemplo de fidelidad y de profunda devoción al Señor y a su Iglesia”.

“Ha sido un pueblo de misioneros, difundiendo la luz del Evangelio en Asia y en los confines de la tierra”, asegura.



Francisco recuerda que Jesucristo “está siempre vivo y presente en su Iglesia, sobre todo en la eucaristía, el sacramento de su cuerpo y de su sangre”.

“La presencia de Cristo en medio de nosotros no es solo un consuelo, sino también una promesa y una invitación”, añade después.

“Es una promesa que un día la alegría y la paz eternas nos pertenecerán en la plenitud de su reino”, pero también es una invitación “a salir, como misioneros, para llevar el mensaje de ternura del Padre, de su perdón y de su misericordia a todo hombre, mujer y niño”.

Francisco asegura que en el mundo hay mucha necesidad de este mensaje y “si pensamos en todos los conflictos, las injusticias, las crisis humanitarias urgente que marcan nuestro tiempo nos damos cuenta de lo importante que es para todo cristiano ser un verdadero discípulo misionero, llevando la buena noticia del amor redentor de Cristo a un mundo tan necesitado de reconciliación, justicia y paz”.

Recordando que el Jubileo de la Misericordia, el Papa afirma que “estamos llamados a llevar el bálsamo de la misericordia de Dios a toda la familia humana, vendar las heridas, llevar la esperanza donde la desesperación tan habitual parece haber vencido”.

El Papa habló después de dos “gestos” de Jesús en la Última Cena: el convivir con los discípulos y el Lavatorio de Pies.

“Jesús podía escuchar a los otros, escuchar sus historias, apreciar las esperanzas y las aspiraciones y hablarles del amor del Padre”.

El Santo Padre invitó a que en cada Eucaristía se siga el ejemplo de Jesús “yendo al encuentro de los otros, con espíritu de respeto y apertura, para compartir con ellos el don que nosotros mismos hemos recibido”.

Para el Papa la Iglesia en Asia es clave dado que trabaja en el “respetuoso diálogo” con otras religiones. “Este testimonio profético se da muy a menudo a través del diálogo de vida”, añadió.

“El testimonio de la vida transformada por el amor de Dios es para nosotros la mejor forma de proclamar la promesa del reino de la reconciliación, justicia y unidad para la familia humana”.

Sobre el Lavatorio de pies, el Pontífice explica que Jesús lo hizo “como signo de servicio humilde, del amor incondicional con el que ha dado su vida en la cruz por la salvación del mundo”.

GRACIAS SEÑOR, POR LA EUCARISTÍA


Gracias, Señor, por la Eucaristía
Oración de acción de gracias al Señor para después de la Eucaristía y para la Comunión espiritual


Por: Anónimo | Fuente: www.devocionario.com 




Gracias Señor, porque en la última cena partiste tu pan y vino en infinitos trozos, para saciar nuestra hambre y nuestra sed...

Gracias Señor, porque en el pan y el vino nos entregas tu vida y nos llenas de tu presencia.

Gracias Señor, porque nos amaste hasta el final, hasta el extremo que se puede amar: morir por otro, dar la vida por otro.

Gracias Señor, porque quisiste celebrar tu entrega, en torno a una mesa con tus amigos, para que fuesen una comunidad de amor.

Gracias Señor, porque en la eucaristía nos haces UNO contigo, nos unes a tu vida, en la medida en que estamos dispuestos a entregar la nuestra...

Gracias, Señor, porque todo el día puede ser una preparación para celebrar y compartir la eucaristía...


Gracias, Señor, porque todos los días puedo volver a empezar..., y continuar mi camino de fraternidad con mis hermanos, y mi camino de transformación en ti...
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