martes, 24 de noviembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: MARTES 24 DE NOVIEMBRE DEL 2015



No se dejen engañar
Tiempo Ordinario


Lucas 21, 5-11. Tiempo Ordinario. Como cristianos trabajemos firme y constante por edificar nuestra casa en roca firme. 


Por: P Clemente González | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 21, 5-11
En aquel tiempo algunos ponderaban la belleza del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas. Jesús les dijo: Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida. Le preguntaron: Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir? Él dijo: Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy" y "el tiempo está cerca". No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato. Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo. 

Oración introductoria
Señor y Dios mío, buscarte equivale a encontrarte, porque siempre Tú estás dispuesto, esperándome en el Sagrario y en la oración. No quiero anteponer nada a tu amor que es lo único definitivo y seguro que tengo en la vida. ¡Ven Espíritu Santo! Ilumina y guía esta meditación.

Petición
Señor, concédeme la gracia de afianzar mi vida en Ti para poder ser testigo y misionero de tu amor.

Meditación del Papa Francisco
Jesús dijo: “Esto que ven, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida”. Naturalmente le preguntan: ¿cuándo sucederá esto?, ¿cuáles serán los signos? Pero Jesús dirige la atención de estos aspectos secundarios – ¿cuándo será?, ¿cómo será? – la dirige a las verdaderas cuestiones. Y son dos:
Primero: no dejarse engañar por falsos mesías y no dejarse paralizar por el miedo. Segundo: vivir el tiempo de la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia. Y nosotros estamos en este tiempo de la espera, de la espera de la venida del Señor.
Esta alocución de Jesús es siempre actual, también para nosotros que vivimos en el Siglo XXI. Él nos repite: “Miren, no se dejen engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre”.
Es una invitación al discernimiento. Esta virtud cristiana de comprender dónde está el Espíritu del Señor y dónde está el mal espíritu. También hoy, en efecto, hay falsos “salvadores”, que tratan de sustituir a Jesús: líderes de este mundo, santones, también brujos, personajes que quieren atraer a sí las mentes y los corazones, especialmente de los jóvenes. Jesús nos pone en guardia: “¡No los sigan!”. “¡No los sigan!”. (S.S. Francisco,  Ángelus del 17 de noviembre de 2013).


Reflexión
No busquemos aterrarnos mutuamente ni vivir en el miedo pensando en que el tiempo está cerca y ya se acaba la figura de este mundo con la venida del Justo Juez, Cristo. Y no es así porque El mismo nos lo acaba de decir: Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy" y "el tiempo está cerca". ¿Quiere Cristo que vivamos atemorizados? No ¿Quiere que nos la pasemos analizando cada guerra y cada peste e interpretándolo todo bajo esta óptica terrorífica? No. Entonces, ¿qué quiere Cristo?

Quiere que nos dejemos de cuentos de terror y de una pasividad estéril y vivamos, sí, velando para cuando venga, pero velando como siervos fieles, esto es, cumpliendo como el soldado que tiene una misión en la vida. "Velar" por tanto no es estar en estado de terror e infundiendo terror en los demás, sino "trabajar" por hacer que cada día más este Rey sea más adorado y amado por los hombres; para que el imperio del amor triunfe sobre los mezquinos deseos humanos.

¿Por qué el Templo será derruido? Por la codicia de los hombres. ¿Por qué habrá guerras? Por el odio de unos contra otros. ¿Por qué pestes, hambre, desolación? Por culpa del pecado que no busca soluciones sino que trae daños estériles.

Pero en cambio si el cristiano trabaja firme y constante por edificar su propia casa en Roca firme; si se empeña por trabajar en la viña del Señor y sacar fruto abundante, el ciento por uno; si procura que en su casa jamás falte el aceite para su lámpara, no sea que venga el Esposo; si se esmera en realizar cuanto le ha sido confiado por el Dueño, como siervo trabajador; si, en fin, saca tiempo de debajo de las piedras y hace del amor su tesoro, y reproduce todos sus talentos, ¿le quedará tiempo para aterrarse por el fin del mundo?

Propósito
Trabajar por edificar mi casa, es decir mi vida de cada día sobre roca firme, sobre Dios. A través de la oración, de la confianza y esperanza en Él.

Diálogo con Cristo
Señor, sé que al final triunfará tu Reino, pero mi corazón a menudo no entiende y le cuesta aceptar acontecimientos que parecen no tener ningún sentido, como la muerte de un joven. Enséñame que el sentimiento puede ayudarme, pero no es lo esencial. Ayúdame a ser optimista, a edificar mi vida en la roca firme de tu voluntad y a tenerla como mi guía en todo mi obrar.

EL MUNDO SUSPIRA POR AMARTE


El mundo suspira por amarte
Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB
Libro: Momentos de paz





“¡Oye, corazón mío, los suspiros del mundo, que está queriendo amarte!” ( Tagore).

Me gustaría que hoy hicieras un ejercicio muy simple: respirar y expirar aire en tus pulmones para que entres en este momento de paz.

Siéntate cómodo en tu butaca. Deja tu mente en limpio como la lana blanca del cordero recién nacido.
Por tus oídos atentos a percibir lo susurros de la naturaleza. Oye el canto del búho en la noche; escucha el zumbido de los grillos cuando mueven rápidamente sus alas; oye el ruido multitudinario de los jóvenes que se divierten en las discotecas o en los pubes o transitando por la calle de la “movida”.
Y tú, tranquilo y reflexivo, vas adentrando en tu interior todo cuanto oyes de este mundo que te rodea en tu calle o chalet, en las afueras de la gran urbe.

¿No te das cuenta de que todo ser viviente lanza suspiros buscando algo fundamental que los llenes de gozo?
Desde el animal o el insecto hasta la persona que gime en la noche del dolor de la enfermedad, todos, absolutamente todos, buscan amor.
Tú, sin duda, buscas ahora mismo una atención especial para sentirte a gusto contigo mismo cuando la soledad de la noche aumenta el tiempo psicológico en los entresijos ocultos de tu ser.

Tú mismo, sin duda, estás deseando manifestar a alguien tu adhesión, tu cariño, tu afecto, tu amor.
Y te imagino feliz con tu corazón puesto al lado de otros corazones que te necesitan en este momento. Decía un anciano:” me paso la noche despierto pensando, orando y amando a los otros”.

¡Vive hoy feliz!

¿CÓMO ORAR CUANDO SIENTES MIEDO?


¿Cómo orar cuando sientes miedo?
Cuando un hijo se dirige a su padre con humildad y absoluta confianza, lo obtiene todo de él.


Por: P Evaristo Sada LC


Todos queremos seguridad y buscamos seguridades. Nos da miedo cuando no hay seguridad, cuando perdemos nuestras seguridades o cuando se ven amenazadas o reducidas.

Te da seguridad un buen empleo, la aceptación de los demás, las cosas que posees, los amigos que te respaldan, un entorno conocido, tus habilidades, tu formación profesional, tus títulos, el dinero, recibir reconocimientos y dignidades, ser consultado, recibir atenciones, tu hogar, una buena salud, etc.

Cuando se ponen en riesgo nuestras seguridades nos entra miedo. Se derrumban o disminuyen nuestras seguridades y corremos el riesgo de desmoronarnos. Cuando esto sucede nos encontramos en la posición del pobre, del que nunca ha tenido nada o del que lo ha perdido todo y depende totalmente de la gratuidad del amor de Dios.

Es humano tener miedo. No nos extraña que hasta los Papas sientan miedo cuando son elegidos. Tengo a la mano una oración del Cardenal Eduardo Pironio, argentino, en que se presenta ante Dios con mucho miedo. Tuve la gracia de tratar mucho con él y hablaba con frecuencia de la confianza, de la virtud de la esperanza; tal vez por el miedo que sentía. Extraigo partes de una de sus oraciones:

Señor,
Hoy necesito hablar contigo con sencillez de pobre, con corazón quebrantado pero enteramente fiel.

Sufro, Señor, porque tengo miedo,
mucho miedo, más que nunca.
Yo no sé por qué, o mejor, sí se por qué:
porque Tú, Señor, adorablemente lo quieres.
Y yo lo acepto.
Pero también escucho tu voz de amigo:
"No tengas miedo, no se turbe tu corazón.
Soy yo. Yo estaré contigo hasta el final."
Repítemelo siempre Señor,
y en los momentos más difíciles,
suscita a mi alrededor almas muy simples
que me lo digan en tu nombre.

Tengo miedo, Señor, mucho miedo.
Miedo de no comprender a mis hermanos
y decirles las palabras que necesitan.
Miedo de no saber dialogar,
de no saber elegir bien a mis colaboradores,
de no saber organizar la diócesis,
de no saber planear,
de dejarme presionar por un grupo o por el otro,
de no ser suficientemente firme
como corresponde a un Buen Pastor,
de no saber corregir a tiempo,
de no saber sufrir en silencio,
de preocuparme excesivamente por las cosas al modo humano,
y entonces, estoy seguro de que me irá mal.
Por eso, Señor, te pido que me ayudes.

Me hace bien sentirme pobre,
muy pobre, muy inútil y pecador.
Ahora siento profundamente mis pecados.
He pecado mucho en mi vida
y tú me sigues buscando y amando.
Pero te repito, sigo teniendo miedo, mucho miedo.
No lo tendría si fuera más humilde.
Yo creo que me asusta la posibilidad del fracaso.
Temo fracasar, sobre todo, después de que me esperaron tanto.
Pero no pienso que Tú también fracasaste,
que no todos aceptaron tu enseñanza.
Hubo muchos que te dejaron porque "les resultaba dura" y absurda tu doctrina.

Nunca te fue bien, Señor:
te criticaron siempre y quisieron despeñarte.
Si no te mataron antes fue por miedo al pueblo que te seguía.
Pero te rechazaron los sacerdotes; te traicionó Judas; te negó Pedro;
te abandonaron todos tus discípulos
¿y no sufrías entonces?
Y yo, ¿quiero ser más que el Maestro y tener más fortuna que mi Señor?
Jesús, enséñame a decir que sí y a no dejarme aplastar por el miedo.

El Cardenal Pironio sabía ver en el sufrimiento la mano providente de Dios Padre. En su testamento espiritual escribe: Que nadie se sienta culpable de haberme hecho sufrir, porque han sido instrumento providencial de un Padre que me amó mucho.

Lo que más aprendo de esta oración es la humildad y la confianza con que se dirige a Dios. Cuando un hijo se dirige a su padre con humildad y absoluta confianza, lo obtiene todo de él. El padre es protector y proveedor. Si el hijo expone a su padre su debilidad, su miseria, sus faltas, su condición vulnerable, y se dirige a él pidiendo ayuda con absoluta confianza, un buen padre siempre responde.

Cuando sentimos miedo al perder nuestras seguridades o al no tener seguridad alguna, podemos tener la certeza de que si lo aceptamos con humildad y acudimos con confianza a Dios Padre, el amor de Dios vendrá en nuestro auxilio. La confianza filial lo obtiene todo de Dios.

Cuando sentimos miedo también podemos orar con la ayuda del Salmo 23: Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo. Tu vara y tu cayado me sosiegan y del Salmo 30 En ti, Señor, me cobijo, nunca quede defraudado. Sé mi roca de refugio, alcázar donde me salve; pues tú eres mi peña y mi alcázar.

Cuando sentimos miedo, la roca firme del amor misericordioso de Dios es nuestra seguridad.

PENSAMIENTO DEL ADVIENTO


CINCO DETALLES QUE TAL VEZ NO CONOCÍAS DE LA CORONA DE ADVIENTO


5 detalles que tal vez no conocías de la Corona de Adviento
Por Abel Camasca




 (ACI).- La Iglesia se prepara a iniciar el tiempo de Adviento este domingo 29 de noviembre y como es tradición los fieles se reunirán para rezar y encender la primera vela. Aquí 5 cosas que todo cristiano debe saber de la famosa Corona de Adviento.  

1. Tradición y evangelización

La Corona de Adviento tiene su origen en una tradición pagana europea que consistía en prender velas durante el invierno para representar al fuego del dios sol y para que regresara con su luz y calor durante el invierno. Los primeros misioneros aprovecharon esta tradición para evangelizar a las personas. Partían de sus costumbres para enseñarles la fe católica.

2. ¿Por qué debe tener una forma circular?

Tiene forma circular porque el círculo no tiene principio, ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno y también de nuestro amor al Señor y al prójimo que debe renovarse constantemente y nunca detenerse.

3. Usar ramas verdes

Verde es el color de la esperanza y vida, y Dios quiere que busquemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas. El anhelo más importante debe ser el llegar a una unión más estrecha con Dios, nuestro Padre, así como el árbol y sus ramas.


4. Lleva cuatro velas

Las velas permiten reflexionar en la obscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue dando poco a poco una esperanza de salvación que iluminó todo el universo, como las velas la Corona.

En este sentido, así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, los siglos se fueron iluminando cada vez más con la cercana llegada de Cristo al mundo.

Las cuatro velas que se colocan en la Corona de Adviento se van prendiendo semana a semana, en los cuatro domingos de adviento, y con una oración especial.


5.- Incluye una vela rosada

Tradicionalmente las velas de la Corona de Adviento son tres moradas y una rosada que se enciende el Tercer Domingo de Adviento. Este día es también llamado “Domingo de Gaudete”, o de la alegría, debido a la primera palabra del introito de la Misa: Gaudete. Es decir, regocíjense.

En la Celebración Eucarística de este día, los ornamentos del sacerdote y los manteles del altar son de color rosa como signo de gozo y se invita a los fieles a alegrarse porque ya está cerca el Señor.

En algunos lugares, todas las velas de la Corona se sustituyen por velas rojas y en la Noche de Navidad, en el centro, se coloca una vela blanca o sirio simbolizando a Cristo como centro de todo cuanto existe.


Sugerencias

a) Ármala o decórala en familia y motiva a los niños a vivir el Adviento explicándoles esta costumbre y su significado.

b) Colócala en un sitio especial del hogar, de preferencia en un lugar fijo donde la puedan ver los miembros de la familia para recordar la venida de Jesús y la importancia de prepararse para la Navidad.

c) Establece con anticipación el horario en el que se encenderán las velas y usa una liturgia cada semana.

d) Recuerda que así como se prepara la visita de un invitado, con la tradición de la Corona esperamos a Jesús, el invitado más importante que podemos tener en nuestra familia.

e) En las liturgias de Adviento, distribuye las funciones entre los miembros de la familia para que todos participen y se sientan involucrados en la ceremonia.
Estos son algunos roles:

Arreglar y limpiar el lugar donde irá la Corona antes de comenzar la liturgia.
Encender y apagar las velas.
Dirigir el canto o poner la grabadora con algún villancico.
Dirigir las oraciones.
Leer las lecturas.

FELIZ MARTES!!!


lunes, 23 de noviembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: LUNES 23 DE NOVIEMBRE DEL 2015


La viuda de las dos monedas
Tiempo Ordinario


Lucas 21, 1-4. Tiempo Ordinario. Cristo no mira las apariencias y no se ha quedado indiferente ante el gesto de la viuda. 


Por: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 21, 1-4
En aquel tiempo, alzando Jesús la mirada, vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir.

Oración introductoria
Señor, contemplando el ejemplo de la viuda pobre del Evangelio, quiero ofrecerte mi vida entera, quiero entregártela sin reservas, como lo hizo la Virgen María. Concédeme tu gracia en esta oración para que este ofrecimiento sea una realidad al darte todo mi amor y todo mi ser, con alegría y generosidad.

Petición
Señor, enséñame a darlo todo por Ti y por los demás, con alegría, generosidad y caridad.

Meditación del Papa Francisco
Pero los pobres –y este es el tercer punto– no sólo son personas a las que les podemos dar algo. También ellos tienen algo que ofrecernos, que enseñarnos. ¡Tenemos tanto que aprender de la sabiduría de los pobres!
Un santo del siglo XVIII, Benito José Labre, que dormía en las calles de Roma y vivía de las limosnas de la gente, se convirtió en consejero espiritual de muchas personas, entre las que figuraban nobles y prelados. En cierto sentido, los pobres son para nosotros como maestros. Nos enseñan que una persona no es valiosa por lo que posee, por lo que tiene en su cuenta en el banco. Un pobre, una persona que no tiene bienes materiales, mantiene siempre su dignidad. Los pobres pueden enseñarnos mucho, también sobre la humildad y la confianza en Dios. En la parábola del fariseo y el publicano, Jesús presenta a este último como modelo porque es humilde y se considera pecador. También la viuda que echa dos pequeñas monedas en el tesoro del templo es un ejemplo de la generosidad de quien, aun teniendo poco o nada, da todo»(S.S. Francisco, Mensaje para la XXIX Jornada mundial de la juventud, enero 2014).

Reflexión
¡Qué hermosos ojos tiene nuestro Redentor que tan bellamente posa su mirada en cada uno de nuestros actos! A Cristo no le es indiferente cuanto podamos hacer, sobre todo, cuando son pequeñas menudencias que sólo Él ha visto y que sabrá premiar en su debido tiempo.

Hay en la escena algunos ricos echando grandes cantidades de dinero para Dios. Es lo que significa su ofrenda al Templo. Está lejos de Él una condena a los ricos, como alguna literatura ha querido ver en este y otros pasajes. Al contrario, seguramente se sintió a gusto al ver cómo los que cuentan con los medios necesarios, ponen en práctica la hermosa virtud de la magnificencia. ¡Qué sería del Templo, de las grandes obras de la Iglesia si no hubiera gente generosa a lo grande! Además está muy lejos de Cristo esa clase de favoritismos por unos o por otros. Y es que Dios no mira las apariencias como los hombres.

Precisamente porque no mira las apariencias se impresionó por el gesto de esa mujer pobre. Lo ha dado todo para Dios, ¡todo lo que tenía para su existencia! Y Cristo no se ha quedado indiferente ante tan grandioso gesto. Si hasta lo ha comunicado a sus apóstoles como diciendo: “aprended de esa mujer lo que es creer de veras en Dios”. Darlo todo. Y hay tanta gente que lo da todo en nuestro mundo del siglo XXI y, quizás sería importante abrir más los ojos y no dejarnos impresionar por las apariencias sino mirar con la mirada de Cristo y obrar con la generosidad de esa viuda. Porque para Dios ella no ha quedado desamparada. Porque a los que así obran Dios no los abandona sino que se conmueve de amor ante sus pequeños actos de generosidad. Pensemos sólo que gracias a ese pequeño acto de la viuda ella sigue siendo hasta ahora modelo para nosotros.

Propósito
No ofrecer lo que me sobra, tomar ejemplo de la viuda que da todo lo que tenía para vivir, y así se da a sí misma. Dar mi tiempo al escuchar con antención, acompañar, ayudar, agradecer, servir a los demás.

Diálogo con Cristo
Señor, no te puedo dar nada que no haya recibido de Ti, por lo que pongo en tus manos mi amor y mi total dependencia a tu voluntad. Con tu gracia podré vivir desprendido de las cosas y sabré darme con más generosidad y más amor a los demás.

JESUCRISTO REY DEL HOGAR


Jesucristo Rey del hogar




Comenzamos con una anécdota de hace ya muchos años, pues se remonta a Septiembre de 1907, cuando un sacerdote peruano, el santo misionero Padre Mateo, se presentaba ante el Papa San Pío X, que estaba ante la mesa de su escritorio, entretenido en cortar las hojas de un libro nuevo que acababa de llegarle.

- ¿Qué te ha pasado, hijo mío? Me han dicho que vienes de Francia...
- Sí, Santo Padre. Vengo de la capilla de las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María. Contraje la tuberculosis, y, desahuciado de los médicos, fui a la Capilla a pedir al Sagrado Corazón la gracia de una santa muerte. Nada más me arrodillé, sentí un estremecimiento en todo mi cuerpo. Me sentí curado de repente. Vi que el Sagrado Corazón quería algo de mí. Y he trazado mi plan.

El Papa San Pío X aparentaba escuchar distraído, sin prestar mucha atención a lo que le decía el joven sacerdote, que parecía un poco soñador.

- Santo Padre, vengo a pedir su autorización y su bendición para la empresa que quiero iniciar.
- ¿De qué se trata, pues?
- Quiero lanzarme por todo el mundo predicando una cruzada de amor. Quiero conquistar hogar por hogar para el Sagrado Corazón de Jesús. Entronizar su imagen en todos los hogares, para que delante de ella se consagren a Él, para que ante ella le recen y le desagravien, para que Jesucristo sea el Rey de la familia. ¿Me lo permite, Santo Padre?

San Pío X era bastante bromista, y seguía cortando las hojas del libro, en aparente distracción. Ahora, sin decir palabra, mueve la cabeza con signo negativo. El Padre Mateo se extraña, y empieza a acongojarse:

- Santo Padre, pero si se trata de... ¿No me lo permite?
- ¡No, hijo mío, no!  -sigue ahora el Papa, dirigiéndole una mirada escrutadora y cariñosa, y pronunciando lentamente cada palabra-  ¡No te lo permito! Te lo mando, ¿entiendes?... Tienes mandato del Papa, no permiso. ¡Vete, con mi bendición!

A partir de este momento, empezaba la campaña de la Entronización del Corazón de Jesús en los hogares. Fue una llamarada que prendió en todo el mundo. Desde entonces, la imagen o el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús ha presidido la vida de innumerables hogares cristianos. Jesucristo, el Rey de Amor, desde su imagen bendita ha acogido súplicas innumerables, ha enjugado torrentes de lágrimas y ha estimulado heroísmos sin cuento.

¿Habrá pasado a la historia esta práctica tan bella? Sobre todo, y aunque prescindamos de la imagen del Sagrado Corazón, ¿dejará de ser Jesucristo el Rey de cada familia?

Hoy la familia constituye la preocupación mayor de la Iglesia y de toda la sociedad en general. Porque vemos cómo el matrimonio se tambalea, muchas veces apenas contraído. El divorcio está a las puertas de muchas parejas todavía jóvenes. Los hijos no encuentran en la casa el ambiente en que desarrollarse sanamente, lo mismo en el orden físico que en el intelectual y el moral.

Partimos siempre del presupuesto de que la familia es la célula primera de la sociedad. Si esa célula se deteriora viene el temido cáncer, del que dicen que no es otra cosa sino una célula del cuerpo mal desarrollada.

Esto que pasa en el orden físico, y de ahí tantas muertes producidas por el cáncer, pasa igual en el orden social. El día en que hayamos encontrado el remedio contra esa célula que ya nace mal o ha empezado a deformarse, ese día habremos acabado con la mayor plaga moral que está asolando al mundo.

Todos queremos poner remedio a las situaciones dolorosas de la familia. Y todos nos empeñamos cada uno con nuestro esfuerzo y con nuestra mucha voluntad en hacer que cada casa llegue a ser un pedacito de cielo.

¿Podemos soñar, desde un principio, en algún medio para evitar los males que se han echado encima de las familias? ¿Podemos soñar en un medio para atraer sobre los hogares todos los bienes?

¡Pues, claro que sí! Nosotros no nos cansaremos de repetirlo en nuestros mensajes sobre la familia. Este medio es Jesucristo.

Empecemos por meter a Jesucristo en el hogar. Que Cristo se sienta invitado a él como en la boda de Caná. Que se meta en la casa con la libertad con que entraba en la de los amigos de Betania. Que viva en ella como en propia casa, igual que en la suya de Nazaret... Pronto en ese hogar se notará la presencia del divino Huésped y Rey de sus moradores. En el seno de esa familia habrá paz, habrá amor, habrá alegría, habrá honestidad, habrá trabajo, habrá ahorro, habrá esperanza, habrá resignación en la prueba, habrá prosperidad de toda clase.

Jesucristo, Rey universal, ¿no es Rey especialmente de la familia?... Acogido amorosamente en el hogar, con Él entrarán en la casa todos los bienes.


Autor: Pedro García, Misionero Claretiano / Fuente: Catholic.net / 

¿ES JESÚS EL REY DE TU VIDA?


¿ES JESÚS EL REY DE TU VIDA?




¿Es Jesús el rey de tu vida? ¿Reina en tus pensamientos, sentimientos y deseos? ¿Reina en tu trabajo y tu descanso? ¿Reina en tus diversiones y tiempo libre? ¿Reina en tu afectividad? ¿Es el rey y dueño de tu casa, de tus posesiones y de tu dinero? ¿Es el rey de tu matrimonio y de tu familia? ¿Estás consagrado a Jesús por María? ¿Has pensado seriamente en entregar toda tu vida al servicio del Señor? ¿Quieres ser santo? ¿Has hecho ya la entronización del Corazón de Jesús en tu hogar? ¿Haces oración en familia? En tu casa, ¿hay amor, paz y comprensión? ¿Es Jesús un miembro más de tu familia? ¿Es Jesús Eucaristía el centro de tu vida? ¿Vas a misa todos los días?

Jesús espera mucho de ti y te necesita para la gran tarea de la salvación del mundo. Él cuenta contigo. ¿Qué le vas a responder? Él quiere que seas santo y des lo mejor de ti mismo. No te des por vencido, no te detengas... En el camino de Dios, en el camino del amor, en el camino de la santidad, hay un camino infinito por recorrer. Jesús te espera con María al final del camino. Recuerda que un ángel bueno te acompaña. ¡Feliz viaje hacia la santidad!


P. Ángel Peña

LA CONFESIÓN: UN SERVICIO ECLESIAL ESPECÍFICO



La confesión: un servicio eclesial específico

Discurso del Papa Benedicto XVI. 17 febrero 2007



El sacerdote, obedeciendo con dócil adhesión al magisterio de la Iglesia, se hace ministro de la consoladora misericordia de Dios



Por: Papa Benedicto XVI | Fuente: www.vatican.va 





El sacramento de la Penitencia, que tanta importancia tiene en la vida del cristiano, actualiza la eficacia redentora del misterio pascual de Cristo. En el gesto de la absolución, pronunciada en nombre y por cuenta de la Iglesia, el confesor se convierte en el instrumento consciente de un maravilloso acontecimiento de gracia. Obedeciendo con dócil adhesión al magisterio de la Iglesia, se hace ministro de la consoladora misericordia de Dios, muestra la realidad del pecado y manifiesta al mismo tiempo la ilimitada fuerza renovadora del amor divino, amor que devuelve la vida.
Así pues, la confesión se convierte en un renacimiento espiritual, que transforma al penitente en una nueva criatura. Sólo Dios puede realizar este milagro de gracia, y lo hace mediante las palabras y los gestos del sacerdote. El penitente, experimentando la ternura y el perdón del Señor, es más fácilmente impulsado a reconocer la gravedad del pecado, y más decidido a evitarlo, para permanecer y crecer en la amistad reanudada con él.
En este misterioso proceso de renovación interior, el confesor no es un espectador pasivo, sino persona dramatis, es decir, instrumento activo de la misericordia divina. Por tanto, es necesario que, además de una buena sensibilidad espiritual y pastoral, tenga una seria preparación teológica, moral y pedagógica, que lo capacite para comprender la situación real de la persona. Además, le conviene conocer los ambientes sociales, culturales y profesionales de quienes acuden al confesonario, para poder darles consejos adecuados y orientaciones espirituales y prácticas. El sacerdote no debe olvidar que en este sacramento está llamado a desempeñar la función de padre, juez espiritual, maestro y educador. Ello exige una constante actualización; con este fin se programan los cursos del así llamado "fuero interno" organizados por la Penitenciaría apostólica.
Queridos sacerdotes, vuestro ministerio reviste sobre todo un carácter espiritual. Por tanto, además de la sabiduría humana y la preparación teológica, es preciso añadir una profunda vena de espiritualidad, alimentada por el contacto con Cristo, Maestro y Redentor, en la oración. En efecto, en virtud de la ordenación presbiteral, el confesor presta un servicio peculiar "in persona Christi", con una plenitud de dotes humanas reforzadas por la gracia. Su modelo es Jesús, el enviado del Padre; el manantial del que toma abundantemente es el soplo vivificante del Espíritu Santo. Ciertamente, ante una responsabilidad tan alta las fuerzas humanas son inadecuadas, pero la humilde y fiel adhesión a los designios salvíficos de Cristo nos convierte, queridos hermanos, en testigos de la redención universal realizada por él, poniendo en práctica la exhortación de san Pablo, que dice:  "En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, (...) poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación" (2 Co 5, 19).
Para cumplir esta tarea, ante todo debemos arraigar en nosotros mismos este mensaje de salvación y dejar que nos transforme profundamente. No podemos predicar el perdón y la reconciliación a los demás si no estamos personalmente impregnados de ellos. Aunque es verdad que en nuestro ministerio hay varios modos e instrumentos para comunicar a los hermanos el amor misericordioso de Dios, es en la celebración de este sacramento donde podemos hacerlo de la forma más completa y eminente. Cristo nos ha elegido, queridos sacerdotes, para ser los únicos que podamos perdonar los pecados en su nombre:  se trata, pues, de un servicio eclesial específico al que debemos dar prioridad.


¡Cuántas personas que atraviesan dificultades buscan el consuelo y el apoyo de Cristo! ¡Cuántos penitentes encuentran en la confesión la paz y la alegría que anhelaban desde hacía tiempo! ¿Cómo no reconocer que también en nuestra época, marcada por tantos desafíos religiosos y sociales, es necesario redescubrir y volver a proponer este sacramento?
Queridos hermanos, sigamos el ejemplo de los santos, en particular de los que, como vosotros, se dedicaban casi exclusivamente al ministerio del confesonario, como san Juan María Vianney, san Leopoldo Mandic y, más recientemente, san Pío de Pietrelcina. Que ellos os ayuden desde el cielo para que sepáis distribuir en abundancia la misericordia y el perdón de Cristo.
Que María, Refugio de los pecadores, os obtenga la fuerza, el aliento y la esperanza para continuar generosamente esta indispensable misión. Os aseguro de corazón mi oración, a la vez que con afecto os bendigo a todos.
Del discurso del Papa Benedicto XVI a los penitenciarios de las cuatro Basílicas Papales de Roma (19 de febrero de 2007)    

DIOS DIRIGE MI VIDA


Dios dirige mi vida
Con su ayuda es posible entrar en el buen camino. Basta con mantener encendida la lámpara de la fe, el entusiasmo de la esperanza, y el amor.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




De un modo sencillo y casi misterioso, Dios dirige mi vida. Lo hace con su gracia, que me acompaña desde el bautismo. Lo hace con su Palabra, acogida y explicada en la Iglesia católica. Lo hace con las inspiraciones continuas del Espíritu Santo.

Lo hace, de un modo sorprendente, a través de la historia. Nada escapa a su Providencia. Si algo ha ocurrido, incluso el pecado, es porque Él lo tenía ya previsto. No quiso el mal, pero tampoco impidió que algunos de sus hijos abusasen de la libertad.

Muchas veces, con su gracia, me ayudó a evitar el pecado. Muchas otras veces me iluminó tras una caída, me inspiró confianza en su misericordia, me sacó de la fosa (cf. Sal 40,3) y me vistió un traje de fiesta cuando, arrepentido, volví a casa (cf. Lc 15,20-24).

A lo largo del camino, ha estado siempre a mi lado. Supo esperar cuando mi egoísmo cerró puertas y partí lejos de casa. Buscó una y mil veces cómo despertarme del mal y enseñarme el camino de la vida. Incluso estuvo dispuesto a morir en una cruz para rescatarme del pecado.

No pudo hacer más por mí. Todo está ofrecido en el Calvario. El cielo ha quedado abierto. La fuerza del Espíritu Santo actúa en los corazones. Desde que nació la Iglesia, los discípulos repiten la invitación de Cristo Maestro: convertíos y creed (cf. Mc 1,15; Hch 2,38; 3,19).


Con su ayuda es posible entrar en el buen camino. Basta con mantener encendida la lámpara de la fe, el entusiasmo de la esperanza, y el amor de Dios que “ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (cf. Rm 5,5).

Como un niño en brazos de su madre (cf. Sal 131), dejo que Dios dirija mi vida. Me llevará a verdes praderas, me conducirá a fuentes tranquilas (cf. Sal 23), viviré en paz. Porque sé que Él me ama, y eso me basta.

EL PAPA FRANCISCO PIDE ORACIONES POR SU PRIMER VIAJE A ÁFRICA


El Papa Francisco pide oraciones por su primer viaje a África
Por Walter Sánchez Silva




 (ACI).- Tras el rezo del Ángelus este domingo, el Papa Francisco afirmó que irá a la República Centroafricana, un país devastado por la guerra y que vive una grave crisis actualmente. El Santo Padre pidió a todos rezar por este que es el primer viaje de su vida a África.

“El próximo miércoles (25 de noviembre) comenzaré el viaje a África para visitar Kenia, Uganda y la República Centroafricana. Les pido a todos ustedes que recen por este viaje para que sea para todos estos queridos hermanos, y también para mí, un signo de cercanía y de amor”, dijo el Santo Padre.

El Pontífice también instó a los fieles a “pedir juntos a la Virgen que bendiga estas queridas tierras (africanas) para que haya en ellas paz y prosperidad”.



El jueves 19 de noviembre y en conferencia de prensa, el Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, se refirió al tema de la seguridad del Papa y dijo que “las autoridades del Vaticano están trabajando con las locales. Sabemos que en la República Centroafricana hay tropas de la ONU y de Francia. El Papa no está particularmente preocupado por su propia seguridad, lo está más por la de los demás”.

El sacerdote dijo también que no hay problema con el toque de queda vigente en ese país e indicó que “si se va a realizar un evento (durante la visita del Papa) es porque todo para que se haga ya está previsto”.

En su primer viaje a África, dijo el P. Lombardi, “el Papa es quien decide ir a la República Centroafricana y el programa sigue así. Todos nos orientamos de ese modo y el estado actual es que iremos”.

El Papa Francisco estará del 25 al 27 de noviembre en Kenia donde sostendrá un encuentro con los jóvenes que aún recuerdan la masacre de 147 estudiantes en la Universidad de Garissa, perpetrada por terroristas musulmanes el Jueves Santo de este año. Luego irá a Uganda, del 27 al 29, donde visitará el Santuario de los Mártires de Namugongo.

La visita a la República Centroafricana está programada del 29 al 30. Allí el Papa abrirá la Puerta Santa de la Catedral de Bangui en ocasión del inicio del Año Santo de la Misericordia que comienza oficialmente el 8 de diciembre en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción.

FELIZ LUNES!!

domingo, 22 de noviembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY:DOMINGO 22 DE NOVIEMBRE DEL 2015


Mi Reino no es de este mundo
Solemnidades y Fiestas


Juan 18, 33-37. Solemnidad de Cristo Rey. Cristo reina desde la cruz y con los brazos abiertos, que abarcan a todos los pueblos de la tierra y les atrae a la unidad.


Por: Pedro Gracía. Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Juan 18, 33-37
En aquel tiempo preguntó Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?» Pilato le respondió: «¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» Jesús le contestó: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis seguidores habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero no, mi Reino no es de aquí». Pilato le dijo: Conque ¿tú eres rey? Jesús le contestó:«Tú lo dices: soy Rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».

Oración introductoria
Señor mío, Tú eres mi Dios, mi Señor, mi Redentor. Quiero que seas mi Rey, mi Dueño. Toma mi libertad, mi voluntad, mi mente y mi corazón. Quiero que Tú imperes en mí con la fuerza de tu bondad, de tu misericordia y de tu caridad. Aleja de mi alma todo aquello que me separa de Ti y ven a instaurar tu Reino en mi corazón.

Petición
Jesús, ayúdame a luchar todos los días para hacerte reinar más en mi corazón y en el de los demás. ¡Venga tu Reino!

Meditación del Papa Francisco
Jesús es el centro de la creación; y así la actitud que se pide al creyente, que quiere ser tal, es la de reconocer y acoger en la vida esta centralidad de Jesucristo, en los pensamientos, las palabras y las obras. Y así nuestros pensamientos serán pensamientos cristianos, pensamientos de Cristo. Nuestras obras serán obras cristianas, obras de Cristo, nuestras palabras serán palabras cristianas, palabras de Cristo. En cambio, La pérdida de este centro, al sustituirlo por otra cosa cualquiera, solo provoca daños, tanto para el ambiente que nos rodea como para el hombre mismo.
Además de ser centro de la creación y centro de la reconciliación, Cristo es centro del pueblo de Dios. Y precisamente hoy está aquí, en el centro. Ahora está aquí en la Palabra, y estará aquí en el altar, vivo, presente, en medio de nosotros, su pueblo. […]
            En este día, nos vendrá bien pensar en nuestra historia, y mirar a Jesús, y desde el corazón repetirle a menudo, pero con el corazón, en silencio, cada uno de nosotros: "Acuérdate de mí, Señor, ahora que estás en tu Reino. Jesús, acuérdate de mí, porque yo quiero ser bueno, quiero ser buena, pero me falta la fuerza, no puedo: soy pecador, soy pecadora. Pero, acuérdate de mí, Jesús. Tú puedes acordarte de mí porque tú estás en el centro, tú estás precisamente en tu Reino." ¡Qué bien! Hagámoslo hoy todos, cada uno en su corazón, muchas veces. "Acuérdate de mí, Señor, tú que estás en el centro, tú que estas en tu Reino.  (Homilía de Papa Francisco, 24 de noviembre de 2013).
Reflexión
Hemos llegado al último domingo del tiempo ordinario, antes de iniciar el período del adviento. Y la Iglesia siempre celebra y proclama en este día a Jesucristo, Rey universal.

Las lecturas de la Misa de hoy nos presentan al Cristo Rey ya glorificado y Señor de la historia: en el Apocalipsis aparece Jesucristo, "el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra". Él es "el que es, el que era y el que viene"; o sea el Eterno, el Todopoderoso. Es este mismo Jesús glorificado a quien contempla el profeta Daniel en su visión apocalíptica: "Yo vi en una visión nocturna venir a un Hijo de hombre sobre las nubes del cielo, y a Él se le dio el poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su poder es eterno, no cesará; su reino no acabará".

En el Evangelio, en cambio, vemos al Jesús "terreno", al Jesús histórico, que comparece ante Pilato poco antes de ser condenado a muerte y colgado sobre la cruz. Y aparece el Cristo Hombre en toda su majestad y grandeza, como prefigurando ya su divinidad: "Tú lo dices -responde a Pilato—: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo".... ¡Sí! Para ser Rey.

Pero Cristo no es un rey cualquiera: “Mi reino no es de este mundo”. No es un reino de honores, de riquezas, de poderes y dignidades como lo entiende el mundo. Su reino es de una dimensión trascendente y muy superior. No es un reino terreno, sino celestial. Es un reino de amor, de justicia, de gracia y de paz; un reino que está muy por encima de las ambiciones humanas. Un reino que heredarán los pobres, los mansos, los que sufren, los misericordiosos, los humildes, los pacíficos, los perseguidos… Un reino, en definitiva, que poseeremos plenamente en la otra vida, pero que ya ha iniciado desde ahora.

Hay en la Biblia una relación, de suma importancia, sobre la unción de David en Hebrón como rey de Israel. Dios lo había escogido hacía muchos años, en sustitución de Saúl. Pero la vida de David había sido hasta el presente muy azarosa. Al principio fue fulgurante, cuando, matado con la honda el gigante Goliat, salían las muchachas bailando y cantando:
- ¡Saúl ha matado mil, y David ha liquidado a diez mil!

Era como decir: el próximo rey será David. Y le entraron los celos a Saúl, que, de amigo, se convirtió en enemigo implacable. Llega un momento en que David, después de una vida de guerrero valiente y estratega magnífico, consulta a Dios:
- ¿Debo ir a alguna ciudad de Judá?
- Sí; vete a Hebrón.

Allí se establece David, que desde Samuel había recibido la promesa de que un día llegaría a ser el rey de todo el pueblo. Primero le ungen como rey los hombres de Judá, y en Hebrón reinará siete años. Muerto Saúl, llegan los hombres de las diez tribus de Israel, que le dicen:
- Somos como huesos tuyos y carne tuya.
- ¿Qué queréis decirme con esto?
- Que tú, aunque viviera todavía Saúl, nos guiabas antes como jefe nuestro. Ahora, ha llegado el momento de que se cumpla la palabra del Señor sobre ti, pues te dijo: Tú apacentarás como un pastor a mi pueblo; tú serás el rey de Israel.

Subido a Jerusalén, allí reinará treinta y tres años, completando, con los siete de Hebrón, cuarenta años de reinado sobre el Pueblo de Dios.
Pero, esto será nada más que un signo: a David le promete Dios darle en uno de sus descendientes un reino eterno. Cuando llegue el momento, dirá el Angel a María:
- El hijo que vas a tener será grande; Dios le dará el trono de David, su antepasado; reinará para siempre sobre Judá, y su reinado no tendrá fin.

Jesús será Rey. ¡Pero será un Rey tan distinto del que soñaban los judíos de su tiempo!...

Nos basta ver cuándo y cómo es proclamado por los demás, y cómo se proclama Él mismo como Rey, para darnos cuenta de que va a ser y es un Rey muy especial.
- Mi reino no es de este mundo, le dice a Pilato, el cual, le pregunta a su vez:
- Entonces, ¿tú eres rey?.
- Sí; yo soy rey.

La investidura de semejante Rey es muy original. Los hombres lo hacen todo por burla, pero Dios convierte esa burla en el acto más sagrado y solemne. Herodes, un miserable reyezuelo, acaba de echarle encima una vestidura brillante y vieja, para decirle que es un rey loco... Los soldados brutos, se han dicho:
- ¿Que éste es el rey de los judíos? ¡Pues, vamos a coronarlo!
Y le ciñen una corona de espinas. Pilato lo muestra así al pueblo:
- ¡Mirad al hombre! ¡Mirad a vuestro Rey!...
Y hace colocar en el patíbulo de la cruz la causa de su condena a muerte:
- Jesús Nazareno, el Rey de los judíos.

Está claro, que nuestro Rey Jesús es un Rey muy especial. En vez de empezar su reinado -conquistado con su propia sangre- aplastando a sus enemigos, lo primero que hace es perdonar:
- Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen.

Y al ladrón, que le confiesa como Rey desde su propia cruz, le promete con gozo inmenso:
- ¡Hoy, hoy mismo, estarás conmigo en el paraíso!...

Porque su reino va a ser esto: un reinado de amor, de perdón, de santidad, de paz. Y el premio que dará a los suyos, al final de todo -acabada la guerra contra todos los enemigos de Dios-, será hacerles participar de su propio Reino en una gloria inacabable:
- Venid, benditos de mi Padre, venid al reino que os está preparado desde la creación del mundo.

La Biblia entera, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, proclama continuamente al Mesías o al Cristo como Rey de todas las cosas.
La Iglesia lo ha reconocido mejor que nadie, y modernamente ha instituido la Fiesta de Jesucristo Rey para recordar a todos los pueblos que tienen un Soberano con autoridad suprema sobre todas las naciones. Pero no hay que temerlo. Como canta un himno de Navidad ante la matanza de los Inocentes, les dice la Iglesia a todos las palabras dirigidas a Herodes: No quita los reinos de la tierra el que a todos da el Reino de los Cielos.

Jesucristo es Rey para salvar. Si lucha, no es sino contra Satanás, para arrebatarle su imperio y arrancar de sus garras las almas que lleva a la perdición. Y Jesucristo se las arrebata para salvarlas a todas.

Propósito
Asistir, preferentemente en familia, a la Sagrada Eucaristía que celebra hoy a Cristo Rey.

Diálogo con Cristo 
Señor, somos súbditos fieles tuyos, del Rey de reyes. Estamos comprometidos a ser los dispensadores de tu paz, de tu perdón, de tu amor. Ahora, nos toca la lucha de cada día, e ir teñidos en sangre, como nuestro Rey en el pretorio de Pilato y en la cruz. ¿El día de mañana?..., nos tocará ceñir corona de oro y manto de púrpura, como Tu, el Rey inmortal de los siglos....

 


Preguntas o comentarios al autor  P. Pedro García Cmf
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...