lunes, 21 de septiembre de 2015

HOY SE INICIA LA NOVENA A LOS SANTOS ARCÁNGELES MIGUEL, GABRIEL Y RAFAEL DEL 21 AL 28 SEPTIEMBRE


Hoy se inicia la Novena a los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael
Por Abel Camasca(ACI)


 El 29 de septiembre la Iglesia celebrará la Fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, quienes aparecen en la Biblia con misiones importantes de Dios. Por ello, aquí una novena en honor de estos tres amigos del cielo que tienen la tarea de defender al hombre en la lucha contra los planes del demonio.

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contrición

¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, 
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. 
Amén.

Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, bendito y alabado seas por toda la eternidad. Que todos los ángeles y los hombres que has creado te adoren, te amen y te sirvan, Dios Santo, Dios Fuerte, Dios Inmortal.

Y tú, María, reina de los ángeles, medianera de todas las gracias, todopoderosa en tu oración, recibe bondadosamente la oración que les dirigimos a los arcángeles y hazla llegar hasta el Trono del Altísimo para que obtengamos gracia, salvación y auxilio. Amén.



Oración a los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael:

San Miguel Arcángel, tú eres el Príncipe de las milicias celestiales, el vencedor del dragón infernal, has recibido de Dios la fuerza y el poder para aniquilar por medio de la humildad el orgullo de los poderes de las tinieblas. Te imploramos, suscita en nosotros la auténtica humildad del corazón, la fidelidad inquebrantable, para cumplir siempre la voluntad de Dios, la fortaleza en el sufrimiento y las necesidades, ayúdanos a subsistir delante del tribunal de Dios.



San Gabriel Arcángel, tú eres el ángel de la Encarnación, el mensajero fiel de Dios, abre nuestros oídos para captar los más pequeños signos y llamamientos del corazón amante de nuestro Señor; Permanece siempre delante de nuestros ojos, te imploramos, para que comprendamos correctamente la Palabra de Dios y la sigamos y obedezcamos y para cumplir aquello que Dios quiere de nosotros. Haznos vigilantes en la espera del Señor para que no nos encuentre dormidos cuando llegue.



San Rafael Arcángel, tú eres el mensajero del amor de Dios. Te imploramos, hiere nuestro corazón con un amor ardiente por Dios y no dejes que esta herida se cierre jamás para que permanezcamos sobre el camino del amor en la vida diaria y venzamos todos los obstáculos por la fuerza de este amor.

Ayudadnos hermanos grandes y santos, servidores como nosotros delante de Dios. Protegednos contra nosotros mismos, contra nuestra cobardía y tibieza, contra nuestro egoísmo y nuestra avaricia, contra nuestra envidia y desconfianza, contra nuestra suficiencia y comodidad, contra nuestro deseo de ser apreciados. Desligadnos de los lazos del pecado y de toda atadura al mundo.

Desatad la venda que nosotros mismos hemos anudado sobre nuestros ojos, para dispensarnos de ver la miseria que nos rodea, y poder mirar nuestro propio yo sin incomodarnos y con conmiseración.

Clavad en nuestro corazón el aguijón de la santa inquietud de Dios, para que no cesemos jamás de buscarlo con pasión, contrición y amor.

Buscad en nosotros la Sangre de Nuestro Señor que se derramó por nosotros. Buscad en nosotros las lágrimas de vuestra Reina vertidas por nuestra causa. Buscad en nosotros la imagen de Dios destrozada, desteñida, deteriorada, imagen a la cual Dios quiso crearnos por amor.

Ayudadnos a reconocer a Dios, a adorarlo, amarlo y servirlo. Ayudadnos en la lucha contra los poderes de las tinieblas que nos rodean y nos oprimen solapadamente.

Ayudadnos para que ninguno de nosotros se pierda, y para que un día, gozosos, podamos reunirnos en la felicidad eterna. Amén.

(Se dicen las intenciones de la novena y se rezan tres Padre Nuestro, Ave María y Gloria)


Invocaciones finales

San Miguel, lucha a nuestro lado con tus ángeles, ayúdanos y ruega por nosotros.

San Rafael, lucha a nuestro lado con tus ángeles, ayúdanos y ruega por nosotros.

San Gabriel, lucha a nuestro lado con tus ángeles, ayúdanos y ruega por nosotros. Amén.

HOMILÍA DE PAPA FRANCISCO EN LA MISA DE LA PLAZA DE LA REVOLUCIÓN, LA HABANA, CUBA


«Quien no vive para servir, no sirve para vivir»
Homilía del Papa en la Misa en la Plaza de la Revolución de La Habana. 20 de septiembre de 2015


Por: Papa Francisco | Fuente: es.radiovaticana.va 




En el segundo día de su Viaje Apostólico a Cuba la mañana del Papa inició con la Santa Misa en el XXV domingo del tiempo ordinario en la Plaza de la Revolución José Martí de La Habana. La Plaza, lugar simbólico del país, fue escenario de la histórica Misa presidida por el Santo Padre Francisco con la presencia de miles de fieles y peregrinos que se dieron cita para oír las palabras del Sucesor de Pedro.



HOMILÍA COMPLETA DEL SANTO PADRE

El Evangelio nos presenta a Jesús haciéndole una pregunta aparentemente indiscreta a sus discípulos: «¿De qué discutían por el camino?». Una pregunta que también puede hacernos hoy: ¿De qué hablan cotidianamente? ¿Cuáles son sus aspiraciones? «Ellos –dice el Evangelio– no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante». Los discípulos tenían vergüenza de decirle a Jesús de lo que hablaban. En los discípulos de ayer, como en nosotros hoy, nos puede acompañar la misma discusión: ¿Quién es el más importante?

Jesús no insiste con la pregunta, no los obliga a responderle de qué hablaban por el camino, pero la pregunta permanece no solo en la mente, sino en el corazón de los discípulos.

¿Quién es el más importante? Una pregunta que nos acompañará toda la vida y en las distintas etapas seremos desafiados a responderla. No podemos escapar a esta pregunta, está grabada en el corazón. Recuerdo más de una vez en reuniones familiares preguntar a los hijos: ¿A quién querés más, a papá o a mamá? Es como preguntarle: ¿Quién es más importante para vos? ¿Es tan solo un simple juego de niños esta pregunta? La historia de la humanidad ha estado marcada por el modo de responder a esta pregunta.

Jesús no le teme a las preguntas de los hombres; no le teme a la humanidad ni a las distintas búsquedas que ésta realiza. Al contrario, Él conoce los «recovecos» del corazón humano, y como buen pedagogo está dispuesto a acompañarnos siempre. Fiel a su estilo, asume nuestras búsquedas, aspiraciones y les da un nuevo horizonte. Fiel a su estilo, logra dar una respuesta capaz de plantear un nuevo desafío, descolocando «las respuestas esperadas» o lo aparentemente establecido. Fiel a su estilo, Jesús siempre plantea la lógica del amor. Una lógica capaz de ser vivida por todos, porque es para todos.

Lejos de todo tipo de elitismo, el horizonte de Jesús no es para unos pocos privilegiados capaces de llegar al «conocimiento deseado» o a distintos niveles de espiritualidad. El horizonte de Jesús, siempre es una oferta para la vida cotidiana también aquí en «nuestra isla»; una oferta que siempre hace que el día a día tenga sabor a eternidad.

¿Quién es el más importante? Jesús es simple en su respuesta: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás.     

He ahí la gran paradoja de Jesús. Los discípulos discutían quién ocuparía el lugar más importante, quién sería seleccionado como el privilegiado, quién estaría exceptuado de la ley común, de la norma general, para destacarse en un afán de superioridad sobre los demás. Quién escalaría más pronto para ocupar los cargos que darían ciertas ventajas.

Jesús les trastoca su lógica diciéndoles sencillamente que la vida auténtica se vive en el compromiso concreto con el prójimo.

La invitación al servicio posee una peculiaridad a la que debemos estar atentos. Servir significa, en gran parte, cuidar la fragilidad. Cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Son los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados a los que Jesús propone mirar e invita concretamente a amar. Amor que se plasma en acciones y decisiones. Amor que se manifiesta en las distintas tareas que como ciudadanos estamos invitados a desarrollar. Las personas de carne y hueso, con su vida, su historia y especialmente con su fragilidad, son las que estamos invitados por Jesús a defender, a cuidar, a servir. Porque ser cristiano entraña servir la dignidad de sus hermanos, luchar por la dignidad de sus hermanos y vivir para la dignidad de sus hermanos. Por eso, el cristiano es invitado siempre a dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la  mirada concreta a los más frágiles.

Hay un «servicio» que sirve; pero debemos cuidarnos del otro servicio, de la tentación del «servicio» que «se» sirve.  Hay una forma de ejercer el servicio que tiene como interés el beneficiar a los «míos», en nombre de lo «nuestro». Ese servicio siempre deja a los «tuyos» por fuera, generando una dinámica de exclusión.

Todos estamos llamados por vocación cristiana al servicio que sirve y a ayudarnos mutuamente a no caer en las tentaciones del «servicio que se sirve». Todos estamos invitados, estimulados por Jesús a hacernos cargo los unos de los otros por amor. Y esto sin mirar al costado para ver lo que el vecino hace o ha dejado de hacer. Jesús nos dice: «Quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos». No dice, si tu vecino quiere ser el primero que sirva. Debemos cuidarnos de la mirada enjuiciadora y animarnos a creer en la mirada transformadora a la que nos invita Jesús.

Este hacernos cargo por amor no apunta a una actitud de servilismo, por el contrario, pone en el centro de la cuestión al hermano: el servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos la «padece» y busca su promoción. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas.

El santo Pueblo fiel de Dios que camina en Cuba, es un pueblo que tiene gusto por la fiesta, por la amistad, por las cosas bellas. Es un pueblo que camina, que canta y alaba. Es un pueblo que tiene heridas, como todo pueblo, pero que sabe estar con los brazos abiertos, que marcha con esperanza, porque su vocación es de grandeza. Hoy los invito a que cuiden esa vocación, a que cuiden estos dones que Dios les ha regalado, pero especialmente quiero invitarlos a que cuiden y sirvan, de modo especial, la fragilidad de sus hermanos. No los descuiden por proyectos que puedan resultar seductores, pero que se desentienden del rostro del que está a su lado. Nosotros conocemos, somos testigos de la «fuerza imparable» de la resurrección, que «provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo» (cf. Evangelii gaudium, 276.278).

No nos olvidemos de la Buena Nueva de hoy: la importancia de un pueblo, de una nación; la importancia de una persona siempre se basa en cómo sirve la fragilidad de sus hermanos. En eso encontramos uno de los frutos de una verdadera humanidad.

«Quien no vive para servir, no sirve para vivir».

SAN MATEO APÓSTOL, DE PUBLICANO A SANTO


Mateo, de publicano a santo
El cobrador de impuestos, no calcula las consecuencias, no regatea. Deja absolutamente todo y comienza una nueva vida al lado de Cristo.


Por: P. Juan J. Ferrán | Fuente: Catholic.net 




Mateo, el publicano, tuvo la gran suerte de encontrarse con Cristo y así su vida experimentó un gran cambio hasta convertirse en el gran apóstol y evangelista que conocemos. Experimentó sin duda la angustia y la tristeza del pecado desde su condición de publicano, pero después fue valiente y decidido a la hora de abandonar aquella vida para ponerse de rodillas ante la verdad de Dios que quería su corazón plenamente. Así se operó la conversión: de publicano a santo.

Al pasar vio a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: "Sígueme" (Mt 9, 9). La misión de Cristo fue siempre la de salvar al hombre de la esclavitud del mal. Parece que siempre está comprometido en esta lucha.

Cristo siempre pasa, y siempre se encuentra con alguien: con Zaqueo, con la Samaritana, con la pecadora pública. Al pasar se encuentra con Mateo, un publicano, un ser señalado por los judíos que se creían buenos, un hombre de mala reputación, un pecador. Cristo se dirige a él y le ofrece otro camino: cambiar la mesa de los impuestos por una vida de entrega generosa y desinteresada a los demás, cambiar la vida de pecado por una vida de amistad con Dios, cambiar en definitiva el corazón. Una auténtica conversión. Él acepta esta invitación, porque la mirada de aquel hombre le había hecho comprender su pobreza interior, la pobreza que siempre conlleva el pecado.

"Él se levantó y le siguió" (Mt 9,9). Admira la prontitud con que Mateo abandona su vida de pecado para abrazar el amor de Dios. No hace consideraciones, no calcula las consecuencias, no regatea a Cristo. Deja absolutamente todo y comienza una nueva vida al lado de Cristo. Realiza dos gestos, sintetizados en dos palabras: "Se levantó", como si se dijera que abandona aquella mesa, símbolo de su vida pasada y de su pecado; y es que para salir del pecado siempre hay que abandonar algo propio, personal. Y "le siguió", es decir, abrazó una nueva vida, una vida junto a Dios, una vida centrada en otros valores, una vida nueva en Cristo. No fue sin duda fácil para Mateo esta decisión, pero bien valía la pena probar otro camino distinto de aquel que se había convertido para él en tantos momentos de dolor, de angustia y de remordimiento.

"No he venido a llamar a justos sino a pecadores" (Mt 9,13). Jesús aceptó la invitación de Mateo a comer en su casa, casa que se llenó enseguida de publicanos y pecadores. Los fariseos preguntaron a los discípulos por qué comía su Maestro con publicanos y pecadores. Pero fue Jesús el que les respondió: "No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender lo que significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio" (Mt 9, 10-13).

Es maravilloso el comprender cómo el Corazón de Dios busca la oveja perdida y cómo se llena de alegría verdadera y profunda cuando la encuentra. Por eso se enfrenta con estas palabras tan consoladoras a aquellos fariseos que se extrañaban de que el Maestro se sentara a la mesa con los pecadores. No sabían aquellos hombres que Cristo había venido a salvar precisamente a aquellos que ellos despreciaban y, más aún, ignoraban los fariseos que tal vez era más fácil sacar del abismo del mal a personas que se aceptaban pecadoras que a ellos mismos que se consideraban justos.

SAN MATEO EVANGELISTA, 21 DE SEPTIEMBRE 2015


San Mateo
Apóstol y Evangelista
21 de Septiembre


Nacido en Cafarnaún, era de profesión publicano o recaudador de impuestos cuando Jesús lo llamó. Escribió en arameo el primero de los evangelios, que relata así su vocación. Vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». Y a partir de entonces el nombre de Mateo figura entre los Doce elegidos por el Señor. En su evangelio proclama principalmente que Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán, llevó a plenitud el Antiguo Testamento. Por lo demás, poco sabemos de su actividad apostólica y de las circunstancias de su martirio. Se dice que predicó en el Oriente.


Oración: Oh Dios, que en tu infinita misericordia te dignaste elegir a san Mateo para convertirlo de publicano en apóstol, concédenos que, fortalecidos con su ejemplo y su intercesión, podamos seguirte siempre y permanecer unidos a ti con fidelidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


© Directorio Franciscano    

FOTOS DEL PAPA FRANCISCO EN LA HABANA, CUBA - 20 DE SEPTIEMBRE 2015


























domingo, 20 de septiembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: DOMINGO 20 DE SEPTIEMBRE DEL 2015

La grandeza de los pequeños
Tiempo Ordinario
Marcos 9, 30-37.Domingo 25o.Tiempo Ordinario B. ¡Qué grande y que hermosa es la fe y la sencillez de los niños.


Por: P. Sergio A. Córdova | Fuente: Catholic.net 



Te adelantamos las Reflexiones del Evangelio de la 25a. Semana del Tiempo Ordinario,  del domingo 20 al sábado 26 de septiembre 2015.
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Del santo Evangelio según san Marcos 9, 30-37
Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.» Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.» Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.» 

Oración introductoria
Señor, vengo abrirte mi corazón porque, aunque te he fallado, confío en tu misericordia y creo en tu infinito amor. No quiero tener nunca miedo de acercarme a Ti, porque sólo en Ti podré encontrar la respuesta a los interrogantes de mi vida.

Petición
Señor, permite que sepa imitar tu ejemplo de paciencia, donación y servicio a los demás.

Meditación del Papa Francisco
Las divisiones entre los cristianos, mientras hieren a la Iglesia, hieren a Cristo. Y nosotros divididos hacemos una herida a Cristo. De hecho, la Iglesia es el cuerpo del que Cristo es la cabeza. Sabemos bien cuanto estaba en el corazón de Jesús que sus discípulos permanecieran unidos en su amor. Basta pensar en sus palabras que aparecen en el capítulo diecisiete del Evangelio de Juan, la oración dirigida al Padre en la inminencia de su Pasión: "Padre santo, cuídalos en tu nombre, los que me has dado, para que sean una sola cosa, como nosotros".
Esta unidad estaba ya amenazada mientras Jesús estaba aún entre los suyos: en el Evangelio, de hecho, se recuerda que los apóstoles discutían entre ellos quién era el más grande, el más importante. El Señor, sin embargo, ha insistido mucho en la unidad en el nombre del Padre, haciéndonos entender que nuestro anuncio y nuestro testimonio serán más creíbles cuanto más seamos capaces de vivir en común y querernos.
Es lo que sus apóstoles, con la gracia del Espíritu Santo, después comprendieron profundamente y se tomaron en serio, tanto que san Pablo llegará a implorar a la comunidad de Corintio con estas palabras: "Hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir".(S.S. Francisco, audiencia del 8 de octubre de 2014).

Reflexión
Amigo lector, déjame hacerte hoy una confidencia personal. ¿Sabes? A mí me encantan los niños y disfruto mucho estando y conversando con ellos. Tal vez también a ti te suceda algo igual. Y la razón es muy simple: porque nos fascina su sencillez, su inocencia, su bondad natural, la transparencia de su alma, su pureza y su candor. Casi todos los niños son así. Aunque algunos sean un poco más pícaros, poseen un alma noble y son muy sensibles ante lo grande y lo bello. Te podría contar muchas experiencias, y seguramente también tú tendrás muchas de ellas. Si quisieras contarme alguna, me encantaría que me escribieras a mi dirección de internet para compartirla conmigo. Mira, yo te quiero contar hoy una historia para que veas la grandeza de la fe, la inocencia y el candor de los pequeños.

Es un hecho real, por supuesto. Sucedió hace algunos años en unas misiones del Africa. Dejemos a la misionera que nos lo cuente personalmente.

Una noche yo había trabajado mucho ayudando a una madre en su parto. Pero, a pesar de todo lo que hicimos, murió la madre dejándonos un bebé prematuro y una hija de dos años. Nos iba a resultar difícil mantener el bebé con vida porque no teníamos incubadora -¡no había electricidad para hacerla funcionar!-, ni facilidades especiales para alimentarlo. Aunque vivíamos en el Ecuador africano, las noches frecuentemente eran frías y con vientos traicioneros.

Una estudiante de partera fue a buscar una cuna que teníamos para tales bebés, y la manta de lana con la que lo arroparíamos. Otra fue a llenar la bolsa de agua caliente. Volvió enseguida diciéndome irritada que, al llenar la bolsa, había reventado. La goma se deteriora fácilmente en el clima tropical. -"¡Era la última bolsa que nos quedaba! -exclamó-; y no hay farmacias en los senderos del bosque".
-"Muy bien -dije-; pongan al bebé lo más cerca posible del fuego y duerman entre él y el viento para protegerlo. Su trabajo es mantener al bebé abrigado".

Al mediodía siguiente, como hago muchas veces, fui a orar con los niños del orfanato que se querían reunir conmigo. Les sugerí a los niños varias intenciones para su oración y les hablé del bebé prematuro. Les conté el problema que teníamos para mantenerlo abrigado, pues se había roto la bolsa de agua caliente y el bebé se podía morir fácilmente si cogía frío. También les dije que su hermanita de dos años estaba llorando porque su mamá había muerto. Durante el tiempo de oración, Ruth, una niña de 10 años, oró con la acostumbrada seguridad consciente de los niños africanos: –"Por favor, Dios –oró– mándanos una bolsa de agua caliente. Mañana no servirá porque el bebé ya estará muerto. Por eso, Dios, mándala esta tarde". Mientras yo contenía el aliento por la audacia de su oración, la niña agregó: –"Y mientras te encargas de ello, ¿podrías mandar una muñeca para la pequeña, y así pueda ver que tú la amas realmente?"

Con frecuencia las oraciones de los chicos me ponen en evidencia. ¿Podría decir honestamente "Amén" a esa oración? No creía que Dios pudiese hacerlo. Sí, claro, sé que Él puede hacer cualquier cosa. Pero hay límites, ¿no? Y yo tenía algunos grandes "peros". La única forma en la que Dios podía responder a esta oración en particular, era enviándome un paquete de mi tierra natal. Había ya estado en Africa casi cuatro años y nunca jamás recibí un paquete de mi casa. De todas maneras, si alguien llegara a mandar alguno, ¿quién iba a poner una bolsa de agua caliente?

A media tarde, cuando estaba enseñando en la escuela de enfermeras, me avisaron que había llegado un auto a la puerta de mi casa. Cuando llegué, el auto ya se había ido, pero en la puerta había un enorme paquete de once kilos. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Por supuesto, no iba a abrir el paquete yo sola. Así que invité a los chicos del orfanato a que juntos lo abriéramos. La emoción iba en aumento. Treinta o cuarenta pares de ojos estaban enfocados en la gran caja. Había vendas para los pacientes del leprosario. Luego saqué una caja con pasas de uvas variadas. Eso serviría para hacer una buena horneada de panecitos el fin de semana. Volví a meter la mano y sentí... ¿sería posible? La agarré y la saqué... ¡Sí, era una bolsa de agua caliente nueva!

Lloré... Yo no le había pedido a Dios que mandase una bolsa de agua caliente, ni siquiera creía que Él podía hacerlo. Ruth estaba sentada en la primera fila, y se abalanzó gritando: –"¡Si Dios mandó la bolsa, también tuvo que mandar la muñeca!". Escarbé el fondo de la caja y saqué una hermosa muñequita. A Ruth le brillaban los ojos. Ella nunca había dudado. Me miró y dijo: –"¿Puedo ir contigo a entregarle la muñeca a la niñita para que sepa que Dios la ama en verdad?”

Ese paquete había estado en camino por cinco meses. La había preparado mi antigua profesora de religión, quien había escuchado y obedecido la voz de Dios mucho antes de que sucedieran las cosas, y fue Él quien la impulsó a mandarme la bolsa de agua caliente, a pesar de estar yo en el Ecuador africano. Y una de las niñas había puesto una muñequita para alguna niñita africana cinco meses antes, en respuesta a la oración llena de fe de una niña de diez años que la había pedido para esa misma tarde».

¿Ves qué grande y qué hermosa es la fe y la sencillez de los niños? Nosotros, los adultos, ¿tenemos una fe igual que la de ellos? Por eso, nuestro Señor nos dijo en el Evangelio que “si no nos hacemos como niños, no entraremos en el Reino de los cielos”. Y también: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al Padre que me ha enviado”. ¡Ojalá que nosotros no nos avergoncemos de ser un poco como ellos!

Propósito
Tener una atención, un acto de servicio, o al menos una sonrisa, con la persona que más me cuesta «soportar», con la sencillez de un niño.

Diálogo con Cristo 
Jesús, qué testimonio de paciencia y comprensión ante la debilidad. En vez de valorar el plan de salvación que me propones, me distraigo en lo pasajero, en la tentación del poder, del tener o del aparecer, cuando mi único afán debe ser entregarme con la confianza y docilidad de un niño a mi misión, como discípulo y misionero de tu amor. Te ofrezco éste y todos mis días. Tómame Señor, como tu servidor. Cuenta conmigo.

 

Preguntas o comentarios al autor  P. Sergio Cordova LC

EL AMOR ES...



El amor es...


El amor es la razón
para vivir soñando
para seguir creyendo 
para continuar esperando.

El amor es la razón
para mirar con ternura
para tratar con dulzura
para sentir el alma pura . 

El amor es la razón
para tener fuerza en la vida
para sanar toda herida
para levantarse después de una caída.

El amor es la razón
de que seamos aceptados sin condiciones
de que Dios responda nuestras oraciones
de que me inspire en poemas y canciones.

El Amor es la energía que nos llena día con día
es la inmensa alegría que nos alienta a seguir cada día
es una cita esperada como tu mejor melodía
es ir del brazo de tu amado o amada Todo El día

El amor es expresar la alegría de tu corazón
en vivir con gozo cada momento aún sin razón
es dar más que recibir para asegurar la salud de nuestro corazón
Es mostrar Al Mundo Nuestro Dios que Vive en el Corazón

El Amor Es Cristo Mismo Y Su Evangelio De Amor
Es Su Espíritu Llenando Nuestro Corazón
Es Su Gloria que nos regala día con día 
llenándonos de Esperanza . alegría y amor.

El amor es la razón
del calvario cruel tornado en redención
de la inmerecida Gracia de Su perdón
del raudal de gozo que Nos llena El corazón.

EL ÁGUILA Y LA SERPIENTE


El águila y la serpiente
Autor: Padre Rafael García-Herreros


En el interior de cada persona se libra una gran batalla. Por un lado 
encuentra el águila que asciende. Todo lo que el águila representa es bondad y belleza. Esta se eleva muy por encima de las nubes y, aun cuando cae en picada hacia los valles, construye su nido en los riscos verticales de las montañas.

Este águila se alimenta de esfuerzo y entrega, forma también parte de su menú el sacrificio y las luchas. Está acostumbrado a soportar privaciones y lleva con hidalguía las pruebas. Nunca se derrota y está siempre dispuesta a volver a empezar.

Al otro lado de nuestro interior se encuentra la escurridiza serpiente, la víbora de cascabel. Este taimado y engañoso reptil representa los peores aspectos de una persona: su lado oscuro. La serpiente se alimenta de los fracasos y caídas de la persona. La depresión es otro de sus bocados  y se justifica a sí misma por su presencia en la masa escurridiza. Por eso nos enseña a huir y a nunca enfrentarnos a nosotros mismos. Tiene la facilidad de arrástranos a los vicios y suscitar en nosotros nuestros más bajos instintos...

La gran pregunta es ¿Cuál de las dos ganará la batalla por nuestra vida?

La respuesta es mas sencilla de lo que nos imaginamos:

¡ganará a la que más alimentemos!!

¿A cuál estás alimentando más mi querido hermano?

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Si en tu vida toma control el fracaso y la mediocridad que te llevan a
eludir constantemente tus responsabilidades... ¿no será que dejaste que la serpiente se enseñoreara en tu vida?.

Dios no creó para el fracaso, sino para la libertad, y aunque digamos que ésta nos ha traído muchos sinsabores, también es cierto que nos ha regalado experiencias maravillosas y felices junto a nuestros seres queridos.

¡¡Deja de alimentar a la serpiente y de quejarte de tu propia suerte!!

¡¡Si te caíste, sigue el ejemplo del águila y  vuélvete a levantar!!

"Porque nunca nos ha enviado el Señor
una prueba que no podamos soportar
sino que juntamente con la prueba
nos dará la salida para que podamos resistir"
San Pablo: I Cor. 10,13

SI UNO QUIERE SER EL PRIMERO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 20 DE SEPTIEMBRE 2015


Si uno quiere ser el primero…


«Entonces se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos”». ¿Es que Jesús condena, con estas palabras, el deseo de sobresalir, de hacer grandes cosas en la vida, de dar lo mejor de uno, y privilegia en cambio la dejadez, el espíritu abandonista, a los negligentes? Así lo pensaba el filósofo Nietzsche, quien se sintió en el deber de combatir ferozmente el cristianismo, reo, en su opinión, de haber introducido en el mundo el «cáncer» de la humildad y de la renuncia. En su obra ‘Así hablaba Zaratustra’ él opone a este valor evangélico el de la «voluntad de poder», encarnado por el superhombre, el hombre de la «gran salud», que quiere alzarse, no abajarse.

Puede ser que los cristianos a veces hayan interpretado mal el pensamiento de Jesús y hayan dado ocasión a este malentendido. Pero no es ciertamente esto lo que quiere decirnos el Evangelio. «Si uno quiere ser el primero...»: por lo tanto, es posible querer ser el primero, no está prohibido, no es pecado. No sólo Jesús no prohíbe, con estas palabras, el deseo de querer ser el primero, sino que lo alienta. Sólo que revela una vía nueva y diferente para realizarlo: no a costa de los demás, sino a favor de los demás. Añade, de hecho: «...sea el último de todos y el servidor de todos».

¿Pero cuáles son los frutos de una u otra forma de sobresalir? La voluntad de poder conduce a una situación en la que uno se impone y los demás sirven; uno es «feliz» (si puede haber felicidad en ello), los demás infelices; sólo uno sale vencedor, todos los demás derrotados; uno domina, los demás son dominados.

Sabemos con qué resultados se puso por obra el ideal del superhombre por Hitler. Pero no se trata sólo del nazismo; casi todos los males de la humanidad provienen de esta raíz. En la segunda lectura de este domingo Santiago se plantea la angustiosa y perenne pregunta: «¿De dónde proceden las guerras?». Jesús, en el Evangelio, nos da la respuesta: ¡del deseo de predominio! Predominio de un pueblo sobre otro, de una raza sobre otra, de un partido sobre los demás, de un sexo sobre el otro, de una religión sobre otra...

En el servicio, en cambio, todos se benefician de la grandeza de uno. Quien es grande en el servicio, es grande él y hace grandes a los demás; más que elevarse por encima de los demás, eleva a los demás consigo. Alessandro Manzoni concluye su evocación poética de las empresas de Napoleón con la pregunta: «¿Fue verdadera gloria? En la posteridad la ardua sentencia». Esta duda, acerca de si se trató de verdadera gloria, no se plantea para la Madre Teresa de Calcuta, Raoul Follereau y todos los que diariamente sirven a la causa de los pobres y de los heridos de las guerras, frecuentemente con riesgo para su propia vida.

Queda sólo una duda. ¿Qué pensar del antagonismo en el deporte y de la competencia en el comercio? ¿También estas cosas están condenadas por la palabra de Cristo? No; cuando están contenidas dentro de límites de corrección deportiva y comercial, estas cosas son buenas, sirven para aumentar el nivel de las prestaciones físicas y... para bajar los precios en el comercio. Indirectamente sirven al bien común. ¡La invitación de Jesús a ser el último no se aplica, ciertamente, a las carreras ciclistas o a las de Fórmula 1!

Pero precisamente el deporte sirve para aclarar el límite de esta grandeza respecto a la del servicio. «En las carreras del estadio todos corren, más uno solo recibe el premio», dice San Pablo (1 Co 9,24). Basta con recordar lo que ocurre al término de una final de 100 metros lisos: el vencedor exulta, es rodeado de fotógrafos y llevado triunfalmente en volandas; todos los demás se alejan tristes y humillados. «Todos corren, más uno solo recibe el premio».

San Pablo extrae, sin embargo, de las competiciones atléticas, también una enseñanza positiva: «Los atletas -dice- se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros en cambio [para recibir de Dios la] corona incorruptible [de la vida eterna]». Luz verde, por lo tanto, a la nueva carrera inventada por Cristo en la que el primero es quien se hace último de todos y siervo de todos.


P. Raniero Cantalamessa

ORACIÓN POR EL PAPA FRANCISCO Y SU VISITA A CUBA


ORACIÓN POR EL PAPA FRANCISCO 
Y SU VISITA A CUBA


Oh, Dios, Padre bueno y rico en misericordia:
por la intercesión de la Virgen de la Caridad,
Madre de tu Hijo y Madre nuestra,
dirige tu mirada amorosa 
y derrama tu gracia
sobre tu siervo el Papa Francisco,
a quien has hecho
Pastor Universal de la Iglesia.

Concédele que su palabra y testimonio de amor
lleguen al corazón del pueblo cubano,
que Él viene a visitar
como misionero de la Misericordia.

Te lo pedimos a Ti,
que vives y reinas con Jesucristo, tu Hijo,
en la unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.

Amén.


LA COCINA DE DIOS


La cocina de Dios
Dios, en Su infinita bondad, saca de nosotros aquello de lo que disponemos, lo que sea y lo convierte en algo maravilloso.


Por: Oscar Schmidt | Fuente: www.reinadelcielo.org 




Siempre he admirado a esas mujeres, reinas de su hogar, que llegan tarde y cansadas a casa con el firme impulso del amor por los suyos retumbando en el corazón. Sin demasiado tiempo y con el cosquilleo en el estómago de los habitantes del nido familiar, se dirigen con confianza al refrigerador y, detenidas en posición de plena sabiduría maternal, miran y estudian lo que hay disponible.

Unos restos de la comida de anoche, un poco de verduras que quedaron de la última incursión culinaria, un proyecto de aderezo que no fue utilizado aún, y algunas cosas que fueron tomadas de las góndolas del supermercado por aquí y por allá. ¡Manos a la obra! El proyecto ya está claro en su mente. Se pica una cebolla y se enciende el fuego, con una sartén con aceite a calentar, los utensillos aparecen como por arte de magia y los maravillosos perfumes brotan de sus manos adornando toda las habitaciones y los corazones. ¡La casa está viva!

Pronto se ve a todos los habitantes de su reino, chicos y grandes, convocados a poner la mesa y a sorprenderse una vez más de tan grande muestra de habilidad, y de amor. ¿Quién no disfruta o ha disfrutado de estos momentos maravillosos, donde el amor se vuelve alimento y envuelve a los que se reúnen alrededor de la mesa familiar? Creo que todos guardamos recuerdos de esos olores, esos sabores, de esos deliciosos platos puestos frente a nuestros ojos de niños. Recuerdos que nos conmueven, donde un simple aroma nos vuelve décadas atrás, nos transporta a otro tiempo y a otro lugar, y nos deja envolvernos con el amor en el recuerdo, amor que traspasa toda barrera y se abre a la sencillez de nuestra niñez más inocente.

Creo que Dios hace lo mismo con nosotros: El mira dentro de nosotros como si fuéramos un refrigerador espiritual y hace un rápido cuadro de las materias primas que tenemos a Su disposición. Una virtud poco desarrollada por aquí, un deseo de justicia por allá, un recuerdo que infunde amor en nuestro corazón, un dolor surgido en un episodio que aún no logramos olvidar, un poquito de fortaleza escondida en algún rinconcito de nuestra alma. Dios, parado en la puerta de nuestro refrigerador espiritual, busca y rebusca, mira y sopesa cada articulo que encuentra, deja algunos para utilizarlos luego, y va poniendo otros encima de Su Cocina Espiritual. Y mientras cierra la puerta de nuestro refrigerador, se dice a Sí mismo: ¡Manos a la obra!

Rápido y sabiendo a la perfección cual es Su plan de cocina, trabaja sobre las especies y los utensillos con Mano Maestra. Pela y pica algunos condimentos, lava otros, mezcla, condimenta, fríe y cocina, y pone todo en una hermosa presentación, listo para ser disfrutado. ¡La comida está lista! Las obras de bien, que siempre son obras de Dios, brotan de Sus manos maestras en forma imprevista y haciendo que surjan de quien ni siquiera había anticipado tal posibilidad. Por supuesto que lo hace con la seguridad de proveer el más sabroso sabor y aroma que comida alguna puedan jamás producir: el amor. Sus platos son siempre ricos en amor, tanto en sabor como en aroma. Y por supuesto que alimentan a los comensales, alimento para el alma, para el espíritu.

Dios, en Su infinita bondad, saca de nosotros aquello de lo que disponemos, lo que sea. Será poco, o será mucho. Será el más exquisito producto de cocina, o el más humilde resto de la cena de ayer. Pero siempre es suficiente para que El se sienta feliz de poder elaborar un exquisito plato de amor, adornado por la Mano del que todo lo puede.

¿Y que tenemos que hacer nosotros? Simplemente abrir la puerta de nuestro refrigerador, para que El pueda servirse de lo que tenemos dentro, para que sea El el que siga Su plan maestro de cocina y haga de nosotros un rico plato pleno de virtudes, alimento para los comensales que se sienten con nosotros a la mesa. Así como una madre es capaz de mostrar el amor del que es capaz, en algo tan simple y cotidiano como un plato de comida hogareña, así es capaz el amor de nuestro Dios de producir exquisitos manjares espirituales a partir de nuestra voluntad. Solo debemos ponerla a Su disposición, abrir los portales de nuestro corazón y dejar que sea El el que desarrolle las recetas que nos alimenten, nos den vida, y den sentido a nuestro día.

PENSAMIENTO DEL PAPA FRANCISCO SOBRE EL ESPÍRITU SANTO


sábado, 19 de septiembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: SÁBADO 19 DE SEPTIEMBRE DEL 2015


Explicación de la parábola del sembrador
Parábolas


Lucas 8, 4-15. Tiempo Ordinario. Que la Palabra de Dios entre como una semilla y de fruto en nuestro corazón. 


Por: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 8, 4-15 
En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente, y viniendo a él de todas las ciudades, dijo en parábola: Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte cayó al borde del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre terreno pedregoso, y después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado. Dicho esto, exclamó: El que tenga oídos para oír, que oiga. Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola, y él dijo: A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan. La parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios. Los del borde del camino, son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, la reciben con alegría; pero éstos no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba desisten. Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez. Lo que en buena tierra, son los que, después de haber oído, conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia.

Oración Introductoria
Padre mío, quiero tener un corazón bueno y bien dispuesto para ser esa tierra buena que acoja tu semilla y la haga fructificar. Los afanes, dificultades y distracciones de la vida ordinaria pueden ahogar fácilmente esta semilla, por ello te pido humildemente que tu gracia la riegue y fertilice en esta meditación.

Petición
Jesús, concede que la semilla de tu gracia crezca y dé muchos frutos para estar cerca de ti y llevarte a los demás.

Meditación del Papa Francisco
Para hablar de salvación, se recuerda aquí la experiencia de cada año que se renueva en el mundo agrícola: el momento difícil y fatigoso de la siembra, y la alegría tremenda de la recogida. Una siembra que se acompaña con las lágrimas, porque se tira lo que todavía se podría convertir en pan, exponiéndose a una espera llena de inseguridades: campesino trabaja, prepara el terreno, esparce la semilla, pero, como tan bien ilustra la parábola del sembrador, no sabe donde caerá esta semilla, si los pájaros se la comerán, si se echará raíces, si se convertirá en espiga. Esparcir la semilla es un gesto de confianza y de esperanza; es necesario el trabajo del hombre, pero luego se entra en una espera impotente, sabiendo que muchos factores serán determinantes para el buen resultado de la recogida y que el riesgo de un fracaso está siempre presente. [...] En la cosecha todo se transforma, el llanto termina, deja su lugar a gritos de alegría exultante. Benedicto XVI, 13 de octubre de 2011.

Reflexión
Todos los hombres, de todos los países y épocas, hemos recibido la redención de Cristo. El pagó por todos los pecados; los de ayer, los de hoy y los de mañana. A todos se nos han abierto las puertas del cielo.
Sin embargo, la actitud de cada uno ante este regalo de infinito valor es muy diversa.
Para algunos, Cristo no representa nada en su vida. O porque no han recibido todavía su mensaje, o porque no les interesa. Dan verdadera lástima, porque viven sin saber a lo que están llamados. Pasan los años como si todo terminase aquí, sin más esperanza.
Otros han oído hablar del Señor, pero su fe es superficial. Viven metidos en el pecado sin preocuparse lo más mínimo. Son los cristianos que han adaptado sus costumbres a las del mundo. Piensan que así están bien y que al final todo se solucionará. Pero sus malas acciones le duelen profundamente al Corazón de Jesús.
Sin embargo, un número considerable de personas es consciente de que realmente Dios les ama y tiene un plan de salvación para cada uno. Son los que, a pesar de sus limitaciones y caídas, se levantan y siguen por el camino que Cristo les ha marcado. Son los que han acogido el Evangelio, y los que dan frutos, construyen y santifican la Iglesia. Son el modelo y testimonio de la vida cristiana. Por ellos ha valido la pena la entrega de Cristo en la cruz.

Propósito
Preguntarme qué puedo hacer para hacer fructificar mi fe y la de mi familia.

Diálogo con Cristo
Qué fácilmente me olvido de la semilla de gracia que sembraste en mí el día de mi bautismo. Ayúdame a aprender la lección del Evangelio y dame la fuerza para saber renunciar a todo lo que me aparte del fruto que mi semilla puede y debe dar. Que sepa renunciar a mi egoísmo y a todo aquello que constituya un obstáculo para amarte mejor a Ti y a los demás.

DECÁLOGO DE LA SERENIDAD

 
Decálogo de la Serenidad
Autor: Juan XXIII
 

1.- SOLO POR HOY:   Trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.

2.- SOLO POR HOY:   Tendré el máximo cuidado de mi aspecto, cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie sino a mí mismo.

3.- SOLO POR HOY:   Seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en este también.

4.- SOLO POR HOY:   Me adaptaré a las circunstancias sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos.

5.- SOLO POR HOY:   Dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.

6.- SOLO POR HOY:   Haré una buena acción y no lo diré a nadie.

7.- SOLO POR HOY:   Haré por lo menos una cosa que no deseo hacer, y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.

8.- SOLO POR HOY:   Me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré a cabalidad, pero lo redactaré y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.

9.- SOLO POR HOY:   Creeré aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo.

10.- SOLO POR HOY:   No tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y creer en la bondad. Puedo hacer bien durante doce horas, lo que me descorazonaría si pensase tener que hacerlo durante toda mi vida.  

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