jueves, 21 de mayo de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: JUEVES 21 DE MAYO DEL 2015


Que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos

Evangelio Pascua

Juan 17, 20-26. Pascua. Fidelidad a Jesucristo y a su Evangelio, y anunciarlo con la palabra y con la vida, dando testimonio del amor de Dios



Por: P. Vicente Yanes | Fuente: Catholic.net




Del santo Evangelio según san Juan 17, 20-26
No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplan mi gloria, la que ma has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.

Oración introductoria
Señor Jesús, en Ti se restaura la unidad perfecta con Dios. Podré participar en ella con el cumplimiento del mandamiento del amor, por eso te pido que envíes a tu Espíritu Santo para que esta oración me una más planamente a Ti y a tu Iglesia.

Petición
Señor, ayúdame a descubrir qué puedo hacer para trasmitir tu mensaje de amor y unidad a los demás.

Meditación del Papa Francisco
En el Evangelio de hoy, Jesús reza al Padre con estas palabras: “Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos y yo en ellos”. La fidelidad hasta la muerte de los mártires, la proclamación del Evangelio a todos se enraízan, tienen su raíz, en el amor de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, y en el testimonio que hemos de dar de este amor en nuestra vida diaria. […]
Fidelidad a Jesucristo y a su Evangelio, para anunciarlo con la palabra y con la vida, dando testimonio del amor de Dios con nuestro amor, con nuestra caridad hacia todos: los santos que hemos proclamado hoy son ejemplos luminosos de esto, y nos ofrecen sus enseñanzas, pero también cuestionan nuestra vida de cristianos: ¿Cómo es mi fidelidad al Señor? Llevemos con nosotros esta pregunta para pensarla durante la jornada: ¿Cómo es mi fidelidad a Cristo? ¿Soy capaz de “hacer ver” mi fe con respeto, pero también con valentía? ¿Estoy atento a los otros? ¿Me percato del que padece necesidad? ¿Veo a los demás como hermanos y hermanas a los que debo amar? Por intercesión de la Santísima Virgen María y de los nuevos santos, pidamos que el Señor colme nuestra vida con la alegría de su amor. Así sea. (Homilía de S.S. Francisco, 12 de mayo de 2013).
Reflexión
Nos gustan los "tianguis". Es fácil encontrar de todo y más barato. Pero, curiosamente, somos compradores exigentes. Sometemos a múltiples exámenes los artículos que nos ofrecen. Buscamos el holograma que me asegure que estos lentes son auténticos "Ray Ban" o que este reloj tan llamativo sea "Casio" original, con banco de datos y calculadora para los exámenes...

Y si nos gusta poseer cosas auténticas, más nos agrada encontrar la autenticidad encarnada en las personas con quienes convivimos. No nos gustan las hipocresías, ni los dobleces y las mentiras.

Lo que no es auténtico no convence, ni da pruebas de garantía o confianza. Por eso Cristo pidió a su Padre que los suyos se distinguieran por dos características inequívocas: la unidad y el amor.

Con estos dos rasgos es fácil discernir quién sí es de Cristo, y quien, por el contrario no lo es. ¿Eres verdadero cristiano? Será porque vives el amor y tratas de crear a tu alrededor un ambiente de unidad, a pesar de las diferencias que todos tenemos. Si no... lo serás sólo de nombre. Pero no te preocupes, que para eso se adelantó Jesús rogando por ti. Pídele que te ayude, para que seas un cristiano auténtico según su corazón y no sólo de etiqueta.

Propósito
Fortalecer mi unidad con Dios en la oración, y con mi familia, en el diálogo continuo y fraterno.

Diálogo con Cristo
Jesucristo, la unidad es la base para vivir el mandamiento de la caridad. Tú esperas que viva como los primeros cristianos, difundiendo mi fe, siendo un solo corazón y una sola alma con los demás. Quiero corresponderte pensando y hablando siempre bien de los demás, y buscando siempre construir, nunca destruir, lo que me lleve a una unidad sincera con los demás.

FLORECILLAS A MARÍA: 21 DE MAYO


Flor del 21 de mayo: María en la Resurrección

Meditación: María en la soledad, María en el dolor esperaba en la Resurrección la promesa del Señor. Ella era dueña de toda fortaleza, con su Corazón enllagado esperaba el cumplimiento de lo por su Hijo anunciado. No tenia una fe débil, como la de los apóstoles, Ella creía que su Hijo resucitaría. En el dolor, la esperanza…en el dolor, la fe…en el dolor, sólo buscarlo a El. Oh alma mía, si alguna vez te agobia el peso de la cruz, confía en las delicias de la Divina Bondad, que Ella te consolará, te abrazará, te hará esperar segura de que Dios jamás te abandonará y te la hará más llevadera, anticipando los regalos eternos que se nos reservan en el Paraíso.

Oración: ¡María fortaleza de toda agonía, María esperanza mía!, fortaléceme en la fe y en la esperanza también, seguro de que al Rey me haréis ver. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).



Florecilla para este día: Meditar y hallar el dolor y el temor de este día, y entregarlo a María confiado en que será Ella la que intercederá ante su Hijo para que El se haga cargo de nuestra vida.

LA AMISTAD QUIZÁS SEA ESO...


La amistad quizás sea eso



Me considero uno de tus mejores amigos y creo que tú también lo eres, por lo mucho que ya has hecho, sonriendo y llorando por mi.

Pero no tengo el derecho a exigirte que confíes ciegamente en mi,
Ni a saberlo todo sobre ti,
Ni a robarte tu tiempo,
Ni a interferir en tus caminos,
Ni a chantajearte con mi bondad,
Ni a exigir que llores primero en mi hombro,
Ni a exigir que corras primero hacia mi,
Ni a reclamar por las verdades que no dijiste,
Ni por las mentiras que proferiste,
Ni por los secretos que ocultaste.

El ser amigo(a) tuyo no me ningún derecho sobre tu conciencia. Al
contrario, ser amigo tuyo supone solamente querer tu bien , porque te quiero bien. Solo eso.

Te llamare la atención ante ciertos peligros, estaré a tu lado cuando te equivoques y cuando aciertes, estaré preocupado cuando sufras un dolor intenso, estaré inquiero cuando sepa que no estas bien, sonreiré de alegría cuando sepa que eres feliz.

Para mi no quiero nada. Ni siquiera el consuelo de saber si soy o no soy tu mejor amigo, lo que dices o dejas de decir, lo que sientes o dejas de sentir; de saber si crees que soy la mejor persona que paso por tu vida.

¿Qué es entonces lo que espero y lo que deseo?
Lo que espero y deseo es:
Que nunca te canses de mi amistad,
Que nunca te canses de saber que alguien se preocupa por ti, que nunca digas: “ Ya esta aquí otra vez ese pesado”.

Lo que espero y lo que sueño es:
Que si un día necesitas que alguien te escuche, cuentes con mis oídos; que si algún día el dolor te aplana, tengas el coraje sin el temor de encontrarme cansado, amargado, escandalizado o vacío, de acercarte a mi y decirme que necesitas a alguien como que yo, que busque tan solo tu paz interior.

Lo que realmente anhelo es:
Que entiendas que no te quiero para mi, sino solamente para ti; que no te quiero con exclusividad, sino con ternura sincera de hermano; que entiendas que si fuera preciso, daría mi vida por ti, que, si las
circunstancias lo exigieran, me retiraría para que mi recuerdo o mi
presencia jamás te impidieran ser feliz.

No, no necesito de ti; pero, como soy tu amigo, quiero necesitar de ti. Puedo vivir sin ti, pero con tu amistad se que crecería mucho mas.

Finalmente, quiero que conozcas la mayor de las razones por las que he sido tu amigo(a) de todas las horas:

Sin saberlo, me has elevado , muy alto, hasta muy cerca de Dios, siempre que al mirarme en los ojos o al mirar yo los tuyos he descubierto que querías de mi solamente que yo fuera una presencia amiga en tus alegrías y en tus lagrimas.

Y el día en que descubrí que me quieres, pero que no te hago falta y que no es necesario que te agarres a mi como tabla de salvación, ese día fue cuando sentí la victoria de ser amigo.

Todo lo que quise y lo que quiero es conquistarte para devolverte a tu propia tranquilidad.

De ti solo deseo guardar un recuerdo:

El de las muchas veces que vi todo lo que tenias de Dios dentro de tu rabia contenida y de tu corazón generoso y empapado de lagrimas. Tu me enseñaste mucho mas de lo que crees. Por eso, cuando no podía hablar de Dios contigo, hablaba a Dios de ti. Y de alguna forma nunca deje de estar a tu lado.

Pero ¿sabes que es lo que mas me encanta de nuestra amistad?
Creo que has permanecido libre a pesar de haberme escuchado tanto y se que nunca me has esclavizado.
Si todo esto no es amistad, entonces no soy tu amigo.
Si todo esto es amistad, entonces estamos en paz.
Tu creciste en Dios por tu lado, y yo crecí por el mío.

¡ La amistad quizá sea eso!

¿CÓMO ACTÚA EN NOSOTROS EL ESPÍRITU SANTO?


¿Cómo actúa en nosotros el Espíritu Santo?
El oficio del Espíritu Santo consiste en formar en nosotros a Jesucristo
Por: P. José María del Niño Jesús, D.J. | Fuente: Catholic.net




Si el Espíritu es el principio de nuestra vida, que lo sea también de nuestra conducta. (Gal V,25)

El Espíritu Santo, el espíritu de Jesús, ese Espíritu que vino Él a traer al mundo, es el principio de nuestra santidad. La vida interior no es otra cosa que unión con el Espíritu Santo, obediencia a sus mociones. Estudiemos estas operaciones que realiza en nosotros.

Notad, ante todo, que es el Espíritu Santo quien nos comunica a cada uno en particular los frutos de la Encarnación y de la Redención. El Padre nos ha dado a su Hijo; el Verbo se nos da y en la Cruz nos rescata: tales son los efectos generales de su amor.

¿Quién es el que nos hace participar de estos efectos divinos? Pues el Espíritu Santo. Él forma en nosotros a Jesucristo y le completa. Por lo que ahora, después de la Ascensión, es el tiempo propio de la misión del Espíritu Santo. Esta verdad nos es indicada por el Salvador cuando nos dice; "Os conviene que yo me vaya, porque si no el Espíritu Santo no vendrá a vosotros" (Jn XVI, 7). Jesús nos ha adquirido las gracias; ha reunido el tesoro y ha depositado en la Iglesia el germen de la santidad. Pues el oficio propio del Espíritu Santo es cultivar este germen, conducirlo a su pleno desenvolvimiento, acabando y perfeccionando la obra del Salvador. Por eso decía Nuestro Señor; "Os enviaré a mi Espíritu, el cual os lo enseñará todo y os explicará cuantas cosas os tengo dichas; si Él no viniera os quedaríais flacos e ignorantes."

Al principio el Espíritu flotaba sobre las aguas para fecundarlas. Es lo que hace con las gracias que Jesucristo nos ha dejado; las fecunda al aplicárnoslas, porque habita y trabaja en nosotros. El alma justa es templo y morada del Espíritu Santo, quien habita en ella, no ya tan sólo por la gracia, sino personalmente; y cuanto más pura de obstáculos está el alma y mayor lugar deja al Espíritu Santo, tanto más poderosa es en ella esta adorable Persona. No puede habitar donde hay pecado, porque entonces estamos muertos, nuestros miembros están paralizados y no pueden cooperar a su acción, siendo así que esta cooperación es siempre necesaria. Tampoco puede obrar con una voluntad perezosa o con afectos desordenados, porque si bien en ese caso habita en nosotros, se halla imposibilitado de obrar.

El Espíritu Santo es una llama que siempre va subiendo y quiere hacernos subir consigo. Nosotros queremos pararlo y se extingue; o más bien acaba por desaparecer del alma así paralizada y pegada a la tierra, pues no tarda ella en caer en pecado mortal. La pureza resulta necesaria para que el Espíritu Santo habite en nosotros. No sufre que haya en el corazón que posee ninguna paja, sino que la quema al punto, dice san Bernardo.

Hemos dicho que el oficio del Espíritu Santo consiste en formar en nosotros a Jesucristo. Bien es verdad que tiene un oficio general que consiste en dirigir y guardar la infalibilidad de la Iglesia; pero su misión especial respecto al de las almas es formar en ellas a Jesucristo. Esta nueva creación, esta transformación hácela por medio de tres operaciones que requieren en absoluto nuestro asiduo concurso.


1. El Espíritu Santo nos inspira pensamientos y sentimientos conformes con los de Jesucristo

Primeramente nos inspira pensamientos y sentimientos conformes con los de Jesucristo. Está en nosotros personalmente, mueve nuestros afectos, renueva nuestra alma, hace que Nuestro Señor acuda a nuestro pensamiento. Es de fe que no podemos tener un solo pensamiento sobrenatural sin el Espíritu Santo. Pensamientos naturalmente buenos, razonables, honestos, sí los podemos tener sin él; pero ¿qué viene a ser eso? El pensamiento que el Espíritu Santo pone en nosotros es al principio débil y pequeño, crece y se desarrolla con los actos y el sacrificio.

¿Qué hacer cuando se presentan estos pensamientos sobrenaturales? Pues consentir en ellos sin titubeos. Debemos también estar atentos a la gracia, recogidos en nuestro interior para ver si el Espíritu Santo nos inspira pensamientos divinos. Hay que oírle y estar recogidos en sus operaciones. Pudiera objetarse a esto que si todos nuestros pensamientos provinieran del Espíritu Santo seríamos infalibles. A lo cual contesto: de nosotros mismos somos mentirosos, o sea expuestos al error. Pero cuando estamos en gracia y seguimos la luz que nos ofrece el Espíritu Santo, entonces sí, ciertamente que estamos en la verdad y en la Verdad divina. He ahí por qué el alma recogida en Dios se encuentra siempre en lo cierto, pues el que es sobrenaturalmente sabio no da falsos pasos. Lo cual no puede atribuírsele a él porque no procede de él; no se apoya en sus propias luces, sino en las del Espíritu de Dios, que en él está y le alumbra. Claro que si somos materiales y groseros y andamos perdidos en las cosas exteriores, no comprenderemos sus palabras; pero si sabemos escuchar dentro de nosotros mismos la voz del Espíritu Santo, entonces las comprenderemos fácilmente.

¿Cómo se distingue el buen manjar del malo? Pues gustándolo. Lo mismo pasa con la gracia, y el alma que quiera juzgar sanamente no tiene más que sentir en sí los efectos de la gracia, que nunca engaña. Entre en la gracia, que así comprenderá su poder, del propio modo que conoce la luz porque la luz le rodea; son cosas que no se demuestran a quienes no las han experimentado. Nos humilla quizás el no comprender, porque es una prueba de que no sentimos a menudo las operaciones del Espíritu Santo, pues el alma interior y bien pura es constantemente dirigida por el Espíritu Santo, quien le revela sus designios directamente por una inspiración interior e inmediata.

Insisto sobre este punto, el mismo Espíritu Santo guía al alma interior y pura, siendo su maestro y director. Por cierto que debe siempre obedecer a las leyes de la Iglesia y someterse a la órdenes de su confesor en cuanto concierne a sus prácticas de piedad y ejercicios espirituales; pero en cuanto a la conducta interior e íntima, el mismo Espíritu Santo es quien la guía y dirige sus pensamientos y afectos, y nadie, aunque tenga la osadía de intentarlo, podrá poner obstáculos. ¿Quién querría inmiscuirse en el coloquio del divino Espíritu con su amada? Vano intento por lo demás. Quien divisa un hermosos árbol no trata de ver si sus raíces son sanas o no, pues bastante a las claras se lo dicen las hermosura del árbol y su vigor. De igual modo, cuando una persona adelanta en el bien, sus raíces, por ocultas que estén, son sanas y más vivas cuanto más ocultas. Más, desgraciadamente, el Espíritu Santo solicita con frecuencia nuestro consentimiento a sus inspiraciones y nosotros, no lo queremos. No somos más que maquinas exteriores y tendremos que sufrir la misma confusión que los judíos por causa de Jesucristo; en medio de nosotros está el Espíritu Santo y no lo conocemos.


2. El Espíritu Santo ora en nosotros y por nosotros

La oración es toda la santidad, cuando menos en principio, puesto que es el canal de todas las gracias. Y el Espíritu Santo se encuentra en el alma que ora (Rom VII,26). Él ha levantado a nuestra alma a la unión con Nuestro Señor. Él es también el sacerdote que ofrece a Dios Padre, en el ara de nuestro corazón, el sacrificio de nuestros pensamientos y de nuestras alabanzas. Él presenta a Dios nuestras necesidades, flaquezas, miserias, y esta oración, que es la de Jesús en nosotros unida a la nuestra, la vuelve omnipotente. Somos verdaderos templos del Espíritu Santo, y como quiera que un templo no es más que una casa de oración, debemos orar incesantemente.

Hacedlo en unión con el divino Sacerdote de este templo. Os podrán dar métodos de oración, pero sólo el Espíritu Santo os dará la unción y la felicidad propias de la oración. Los directores son como chambelanes que están a la puerta de nuestro corazón; dentro sólo el Espíritu Santo habita. Hace falta que Él lo penetre del todo y por doquier para hacerlo feliz. Orad, por consiguiente, con Él, que Él os enseñará toda verdad.


3. El Espíritu Santo nos forma en las virtudes de Jesucristo

La tercera operación del Espíritu Santo es formarnos en las virtudes de Jesucristo, comunicándonos para ello la inteligencia de las mismas. Es una gracia insigne la de comprender las virtudes de Jesús, pues tienen como dos caras. La una repele y escandaliza; es lo que tienen ellas de crucifícante. Razón sobrada tiene el mundo, desde el punto de vista natural, para no amarlas. Aun las virtudes mas amables, como la humildad y la dulzura, son de suyo muy duras cuando han de practicarse. No es fácil que continuemos siendo mansos cuando nos insultan y, no teniendo fe, comprendo que las virtudes del cristianismo sean repugnantes para el mundo. Pero ahí está el Espíritu Santo para descubrirnos la otra cara de las virtudes de Jesús, cuya gracia, suavidad y unción nos hacen abrir la corteza amarga de las virtudes para dar con la dulzura de la miel y aun con la gloria más pura. Queda uno asombrado entonces ante lo dulce que es la cruz. Y es que en lugar de la humillación y de la cruz, no se ve en los sacrificios, más que el Amor de Dios, su gloria y la nuestra.

A consecuencia del pecado las virtudes resultan difíciles para nosotros; sentimos aversión a ellas por cuanto son humillantes y crucificantes. Más el Espíritu Santo nos hacer ver que Jesucristo les ha comunicado nobleza y gloria, practicándolas el primero. Y así nos dice; "¿No queréis humillaros?" Bueno, sea así; ¿pero no habéis de asemejaros a Jesucristo? Parecerle es, no ya bajar, sino subir, ennoblecerse. De la misma manera que la pobreza y los harapos se truecan en regios vestidos por haberlos llevado primero Jesucristo, las humillaciones vienen a ser una gloria y los sufrimientos una felicidad, porque Jesucristo ha puesto en ellos la verdadera gloria y felicidad. Más no hay nadie fuera del Espíritu Santo que nos haga comprender las virtudes y nos muestre oro puro encerrado en minas rocosas y cubiertas de barro. A falta de esta luz se paran muchos hombres a medio andar en el camino de la perfección; como no ven más que una sombra de las virtudes de Jesús, no llegan a penetrar sus secretas grandezas. A este conocer íntimo y sobrenatural añade el Espíritu Santo una aptitud especial para practicarlas. Hasta tal punto nos hace aptos, que bien pudiéramos creernos nacidos para ellas. Vienen a sernos connaturales, pues nos da el instinto de las mismas. Cada alma recibe una aptitud conforme a su vocación.

En cuanto a nosotros, adoradores, el Espíritu Santo nos hace adorar en espíritu y en verdad. Ora en nosotros y nosotros oramos a una con Él; es, por encima de todo, el Maestro de la Adoración. El dio a los Apóstoles la fuerza y el espíritu de la oración (Zach XII, 10).

Unámonos, pues, con él. Desde Pentecostés se cierne sobre la Iglesia y habita en cada uno de nosotros para enseñarnos a orar, para formarnos según el dechado que es Jesucristo y hacernos en todo semejantes a Él, con objeto de que así podamos estar un día unidos con Él sin velos en la gloria. San Pedro Julián Eymard.

miércoles, 20 de mayo de 2015

SANTIGUARSE DE MANERA CORTA Y DE MANERA FORMAL


Santiguarse de manera corta y de manera formal
Al hacer el signo de la Cruz, con nuestros dedos, de nuestra mano, invocamos la acción Redentora y Salvadora de Dios
Por: Margarita González | Fuente: Catholic.net




Al hacer el signo de la Cruz, con nuestros dedos, de nuestra mano, invocamos la acción Redentora y Salvadora de Dios.

Este gesto nos pone delante de la acción misericordiosa de Dios, que vela por sus hijos, y les quiere participar su Amor y Su Bendición.

Hacemos la señal de la Cruz de forma corta, para llamar la atención de Dios a nuestra persona, que se encuentra en un momento de acción, sea esta de inicio del día, de alguna labor, de un ministerio, de algún apostolado, de una misión, pidiéndole Su Compañía, Su Presencia, su Apoyo, Su Bendición.

La forma larga comprende el rito de santiguarse, primero en la frente, como inicio de un afán, de un inicio más perfecto, de una invocación más formal, pidiendo a Dios purifique nuestros pensamientos, para que sean los suyos los que nos enriquezcan, y nos apoyen, y proyectemos la Luz de Dios en nuestros esfuerzos  por no ensuciar nuestra Conciencia Superior.

La Señal de la Cruz en nuestros labios, nos invita a expresar con Pureza, lo que nuestra conciencia y corazón desean transmitir, siendo palabras que transmitan Paz y alegría, comunión de Amor y Bienestar hacia los demás, así como lo experimentamos hacia nosotros mismos.  Bien hablar.

La Señal de la Cruz en nuestro pecho, nos invita a reflexionar sobre lo bondadoso que es Dios, al que albergamos en nuestro corazón, y le pedimos nos fortalezca para no dar cabida a sentimientos ajenos a la Acción de Dios, como son ira, violencia, deshonor,  sentimientos que nos perjudican a nosotros mismos y a los demás.  Y así, reine en nosotros mismos y en nuestro entorno, la Paz, la alegría, la Bondad.

Así, con estas tres señales, confirmamos nuestra Fe en Dios Uno y Trino, generoso y amoroso, que completamos en la señal final, que abarca todo nuestro cuerpo y espíritu, pidiendo a Dios su Luz, su compañía, su bendición, su Paz.  Caminar por la vida con la seguridad de que amamos y somos amados por Dios, y lo experimentamos hacia los demás.  Sentimientos nobles y generosos que nos dan dignidad y hora.  Paz en nuestras familias y en la sociedad.

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO FRENTE AL SANTÍSIMO SACRAMENTO


Oración al Espíritu Santo frente al Santísimo
Es el Espíritu Santo a quien tenemos que llamar y pedirle que siempre nos acompañe e ilumine en nuestro diario caminar.


Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net




Es jueves, Señor, y estoy frente a ti...

Voy a empezar este diálogo con una invocación al Espíritu Santo:

"Oh, Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo. Inspírame ser siempre razonable en mi pensar, acertar lo que voy a decir, cuando me convienen hablar y cuando me conviene callar, ilumíname para escribir, impúlsame para actuar, que tengo que hacer para saber perdonar procurando tu mayor gloria y bien de las alma y mi propia santificación. ¡Espíritu Santo ilumina mi entendimiento y fortalece mi voluntad!. Amén"

Yo se que esta oración te agrada porque cuando te llegó el momento de partir hacia el Padre, tu corazón de hombre supo de la pena, de lo que es una despedida... Dejabas a tu Madre que tanto amabas....la dejaste al cuidado y protección de Juan, pero...."la dejabas".... a tus queridos amigos, a las personas que te seguían fieles y que tanto estimabas.

Por eso nuestra fe, nuestra religión es única y verdadera por ser revelada cuando dijiste: - "Si me amais guardareis mis mandamientos y yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito (abogado y consejero) para que esté con vosotros para siempre. Espíritu de verdad a quién el mundo no puede recibir porque no lo ve ni le conoce. Pero vosotros le conoceis porque mora en vosotros y en vosotros está". Juan 14, 15-17.

Tu, Jesús, nos enseñaste esta gran verdad... ¡y qué poco pensamos en ella !

El Espíritu Santo que es el Espíritu de Dios, no tiene otro deseo que el que le llamemos, ¡ven Espíritu Santo! para venir en nuestra ayuda en medio de nuestras tristezas y desolaciones...

¡Qué poca fe, Señor, perdónanos!

El es una fuente de gracias y de inspiraciones para llevarnos a obrar, en todos los momentos de nuestra vida con la seguridad de poder acertar en el seguimiento de la voluntad de Dios. Es la Tercera persona de la Santísima Trinidad. Es Dios de la misma sustancia divina que el Padre y el Hijo pero al mismo tiempo una Persona distinta de las otras dos, pero solo hay un Dios.

Y ese Dios-Padre por nadie fue hecho ni creado ni engendrado. El Hijo fue engendrado y se hizo hombre y es Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo porque es el AMOR de ambos.

Y ese AMOR y ese ESPIRITU lleno de Dios es al que tenemos que llamar y pedirle que siempre nos acompañe e ilumine en nuestro diario caminar. En este diario vivir que siempre nos salen al paso diferentes alternativas y decisiones y muchas veces son tan importantes que dudamos ante ¿dónde estará lo correcto?.

Oremos.
Vivamos esta gran maravilla de Dios que desea que nos acompañe el GRAN CONSOLADOR.

Salimos y dejamos tu sacramental presencia en el Sagrario reconfortados por esta reflexión de hoy donde has puesto en nuestro corazón la fortaleza y la paz de ese tu Gran Espíritu.

¡Gracias, Jesús !

MISSIO CANÓNICA DE LOS PROFESORES DE RELIGIÓN

Missio Canónica de los profesores de religión
El profesor de religión y moral católica es, sobre todo, un creyente católico y testigo de su fe, que quiere enseñar en nombre de la Iglesia la Buena Noticia de la salvación de Dios que se ha manifestado en Cristo y su Evangelio 


Por: Mons. Casimiro López Llorente 




Queridos profesores y profesoras de Religión:

1.Estamos celebrando vuestra ‘missio canónica’. En esta celebración recibiréis el envío y el encargo para enseñar en nombre de la Iglesia la Religión y Moral católicas en los distintos niveles formativos de la escuela pública y privada. Si bien sois nombrados por la Administración educativa, vuestra tarea es un verdadero ministerio eclesial al que sois enviados por la Iglesia; participáis así en el ámbito del anuncio de la Palabra de Dios del ministerio apostólico, cuya plenitud reside en el ministerio episcopal. Como los mismos apóstoles y sus sucesores, los Obispos, también vosotros sois enviados hoy por el mismo Señor a través de mis manos al anuncio de la Buena Nueva a vuestros alumnos.

Esta celebración os debe llevar a todos a adquirir una conciencia más viva de esta vuestra condición de enviados por Cristo y por su Iglesia al mundo escolar. Y como enviados habéis de ser servidores fieles y solícitos del Señor y de su Palabra tal como nos llega a través de la tradición viva de la Iglesia, en bien de la educación integral de vuestros alumnos. Se trata de un verdadero don, recibido en último término de Dios, y una tarea, que, en palabras de San Pablo, no es otra sino evangelizar sin alardes literarios para que no se desvirtúe la cruz de Cristo (1 Cor 1, 17). Porque no sois dueños, sino servidores de la Palabra; y de quien sirve se pide que sea fiel a la tarea encomendada y solícito para que la Palabra llegue plena e íntegra al destinatario.

De nuevo quiero expresaros a los profesores de religión mi más sincero agradecimiento por la acogida del don que recibís en la ‘missio’; y os agradezco la entrega generosa que día a día demostráis en vuestros respectivos ambientes educativos. Lleváis a cabo una hermosa tarea, que ayuda a vuestros alumnos a crecer en el conocimiento de Dios, de Jesucristo y de su Evangelio, que les ayudará a dirigir sus vidas por el camino que Dios les ha señalado, confiriéndolas así sentido y unidad.

2. No sabemos todavía cómo quedará regulada la Clase de religión católica ni el estatuto de los profesores de Religión en los decretos que apliquen la LOE. No es este momento de entrar en estas cuestiones.

Hoy deseo resaltar el carácter confesional, en nuestro caso católico, que necesariamente ha de tener la enseñanza religiosa para responder al derecho de los padres a educar a sus hijos conforme a sus convicciones religiosas y morales. Los padres, al escoger la formación religiosa y moral católica para sus hijos, depositan en la Iglesia Católica su confianza para que sus hijos reciban la formación adecuada tal y como la entiende la Iglesia católica. Depende, pues, de la autoridad de la Iglesia determinar la formación religiosa católica, sus contenidos y su pedagogía; y compete al Obispo diocesano organizarla y ejercer vigilancia (CIC. c.804).

Para ello, el Ordinario del lugar debe cuidar que los profesores de religión destaquen por su recta doctrina, por su aptitud pedagógica y por el testimonio de vida cristiana (CIC c. 804 & 2). El derecho de los padres a pedir esta enseñanza para sus hijos implica que se les garantice la idoneidad de sus profesores. Sin ello quedaría mermado el derecho de los padres a la formación religiosa y moral por la que han optado.

La formación religiosa católica, que impartís, pide que estéis identificados con lo que enseñáis. Vuestra libre opción para ser profesores de religión no puede basarse en el mero deseo de completar un horario ni tampoco en tener un puesto de trabajo seguro y remunerado. No os podéis limitar tampoco a ser meros especialistas conocedores de la materia. El profesor de religión y moral católica es, sobre todo, un creyente católico y testigo de su fe, que quiere enseñar en nombre de la Iglesia la Buena Noticia de la salvación de Dios que se ha manifestado en Cristo y su Evangelio; es un profesor que quiere transmitir la realidad viva de Dios, que posibilita la dignidad, grandeza, verdad y libertad del hombre, es decir su salvación, y que le hace protagonista en la construcción de su Reino y da sentido a su vida.

Como profesores de religión participáis de una manera específica de la misión evangelizadora de la Iglesia. La Iglesia ha sido elegida por Dios para continuar la misión de Jesucristo, que no es otra que evangelizar, hacer presente y operante a Cristo y su Evangelio, para que el Reino crezca como el grano de mostaza y transforme al hombre y a la sociedad.

Si ya por ser cristianos sois llamados y enviados a proclamar a Cristo y su Evangelio de palabra y por el testimonio de vida, como profesores de religión sois elegidos y enviados por el Obispo para enseñar en nombre suyo y de la Iglesia. En vuestra misión proclamáis con vuestra vida, con vuestra palabra y con vuestra especifica enseñanza la comunión con Dios en el seno de la Iglesia que os otorga esta dignidad de enseñar. En vuestra tarea trasmitís no sólo conocimientos sino ante todo vida, la vida que hace posible ese proyecto que da sentido, dignidad y libertad. La naturaleza misma de la formación religiosa católica y la naturaleza del profesor de religión, como cristiano católico elegido para participar en la misma misión de la Iglesia, exigen que exista coherencia entre la vida y lo que se enseña.

La enseñanza de la religión católica se imparte en nombre de la Iglesia, que envía a través del Obispo. Ello implica no sólo que sus contenidos y métodos respondan a la doctrina y moral católica, pero también que sea impartida desde una actitud y vida confesantes. El profesor de religión y moral católica no imparte su propia enseñanza ni una formación entendida a su manera sino la enseñanza católica y la formación cristiana tal como la entiende la Iglesia y la demandan los padres.

3. No se me oculta la situación harto difícil en la que debéis llevar a cabo vuestra tarea educativa. La palabra de Dios, que hemos escuchado, es fuerza en la dificultad. Dios no se cansa ni fatiga, el reanima al cansado y reconforta al débil (cf. Is 40, 27-31). ‘La debilidad de Dios es más fuerte que los hombres’, nos dice San Pablo. Porque la semilla de la Palabra siempre encuentra una tierra buena y da su fruto; la Palabra de Dios nunca vuelve vacía a Él. Las enseñanzas de Jesucristo, su vida y su persona son fuente de valores, de vida y de cultura.

La educación y maduración en la fe y vida cristiana se realiza, de otro lado, por diversos cauces, entre los que destacan la familia, la parroquia y la escuela; todos ellos, con objetivos y medios diferentes, han de ser convergentes en la acción educativa de niños, adolescentes y jóvenes. Cuando se prescinde de una de estas vías, se producen vacíos, rupturas y desajustes lamentables en el proceso de maduración y de educación en la fe.

Ante una cultura que en muchos casos presenta antivalores erigidos como nuevos ídolos o referentes vitales, el anuncio del acontecimiento de Jesucristo en la Iglesia, va contra corriente y exige una respuesta personal y comprometida. Ante los síntomas de debilitamiento de la fe, dudas y desorientación en el camino, los testigos de la Palabra, -y vosotros y vosotras estáis llamados y enviados a serlo-, deben estar a la escucha de Aquel, que los envía: El es la Palabra viva, la fuerza y la esperanza.

La enseñanza religiosa se enfrenta hoy a nuevos retos en la transmisión de la fe a las nuevas generaciones. Lo que se nos pide es que la enseñanza en la nueva evangelización no sea sólo hablar de Cristo sino en cierto modo hacerlo ver. En este sentido, la fe y la razón deben ir unidas al testimonio, a fin de que la transmisión de la fe pueda ser personalizada y vivida. Del Evangelio emerge el rostro de Cristo que hoy debemos transmitir con la humildad y disponibilidad de aquel que sabe que el hecho revelado y recibido en la comunidad de creyentes es gracia que viene del Padre.

Hoy es necesaria una propuesta de la fe que integre la fe y la vida, que dialogue con la cultura y que promueva una nueva síntesis que muestre la fuerza humanizadota de la fe. Así se comprende que el anuncio de la fe debe ir unido a la educación del ser humano, para que el mensaje de la fe pueda ser acogido en la vida, pueda generar cultura, y entre en la historia. La prioridad de la Iglesia debe centrarse, por ello, en el anuncio de Cristo. El mismo se presenta ante el corazón y la libertad de todos como una compañía humana que se puede ver, tocar y escuchar, y que nos recuerda que la vida tiene un sentido y nos llama a descubrir nuestra dignidad de hijos de Dios. La transmisión de la fe conlleva la renovación de la fe de los cristianos, redescubrir la sencillez del mensaje de la fe y conquistar la verdadera libertad cristiana en un mundo que quiere imponer sus valores.

4. Jesús nos pide como a Pedro: “Rema mar adentro, y echad las redes para pescar” (Lc 5,4). Puede que como Pedro seamos escépticos, en la situación cultural que nos encontramos. Pero, como Pedro, decimos esta tarde: “puesto que tú lo dices, echaremos las redes” (Lc 5,5). Volvamos nuestra mirada al Señor, confiemos en su palabra y en su presencia en medio de nosotros. El os dice esta tarde: “remad mar adentro” y “echad de nuevo las redes” en vuestra hermosa tarea de anunciar a Cristo y su evangelio en la escuela: Cristo y la Iglesia os llama y os envía. Frente a cansancios y temores, ante una situación religiosamente adversa o simplemente indiferente a la propuesta del Evangelio, acojamos la invitación del Señor, fiémonos de su palabra y se hará posible lo que humanamente parece impensable. Fiados de su palabra avivemos nuestra confianza en Él y retomemos el aliento necesario para el camino.

¡Que Santa María, la Virgen, que supo acoger con fe y obediencia la Palabra de Dios y transmitirla a los demás sea vuestro modelo en vuestra misión! ¡Que ella os aliente, os conforte y os proteja! Amén.

EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 20 DE MAYO DEL 2015


Padre, cuida en tu nombre a los que me has dado

Pascua


Juan 17, 11-19. Pascua. El amor de Cristo es eterno, está presente siempre y en todo lugar. 



Por: P. Vicente Yanes | Fuente: Catholic.net




Del santo Evangelio según san Juan 17, 11-19
Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.

Oración introductoria
Señor, gracias por este tiempo que puedo dedicar a la oración. Aunque no soy del mundo, las cosas pasajeras ejercen una fuerte atracción, pero creo y espero en Ti, porque eres fiel a tus promesas, por eso te pido la gracia de que me reveles la verdad sobre mi vida en esta oración.

Petición
Señor, concédeme no tener en la vida otra tarea, otra ocupación, otra ilusión que ser santificado en la verdad.


Meditación del Papa Francisco
Los mártires y la comunidad cristiana tuvieron que elegir entre seguir a Jesús o al mundo. Habían escuchado la advertencia del Señor de que el mundo los odiaría por su causa; sabían el precio de ser discípulos. Para muchos, esto significó persecución y, más tarde, la fuga a las montañas, donde formaron aldeas católicas. Estaban dispuestos a grandes sacrificios y a despojarse de todo lo que pudiera apartarles de Cristo –pertenencias y tierras, prestigio y honor–, porque sabían que sólo Cristo era su verdadero tesoro.
En nuestros días, muchas veces vemos cómo el mundo cuestiona nuestra fe, y de múltiples maneras se nos pide entrar en componendas con la fe, diluir las exigencias radicales del Evangelio y acomodarnos al espíritu de nuestro tiempo. Sin embargo, los mártires nos invitan a poner a Cristo por encima de todo y a ver todo lo demás en relación con él y con su Reino eterno. Nos hacen preguntarnos si hay algo por lo que estaríamos dispuestos a morir.
Además, el ejemplo de los mártires nos enseña también la importancia de la caridad en la vida de fe. La autenticidad de su testimonio de Cristo, expresada en la aceptación de la igual dignidad de todos los bautizados, fue lo que les llevó a una forma de vida fraterna que cuestionaba las rígidas estructuras sociales de su época. Fue su negativa a separar el doble mandamiento del amor a Dios y amor al prójimo lo que les llevó a una solicitud tan fuerte por las necesidades de los hermanos. Su ejemplo tiene mucho que decirnos a nosotros, que vivimos en sociedades en las que, junto a inmensas riquezas, prospera silenciosamente la más denigrante pobreza; donde rara vez se escucha el grito de los pobres; y donde Cristo nos sigue llamando, pidiéndonos que le amemos y sirvamos tendiendo la mano a nuestros hermanos necesitados. (Homilía de S.S. Francisco, 16 de agosto de 2014).
Reflexión
Un padre de familia se ve obligado a dejar su hogar. El ejército lo necesita. Hace unos días recibió la carta, y hoy debe partir. Su esposa ya lo conocía; pero Jaime, su hijo "mayor" de 8 años, no. Ya en la calle, con su equipaje al hombro, después de darle un beso lleno de emoción a su mujer y a Nancy, su hija de dos años, se arrodilla para abrazar a su hijo. "Jaime, te pido que cuides de tu mamá y de tu hermanita. Estaré unos días fuera. Sé bueno y recuerda que eres el hombre de la casa". Con el corazón en la garganta se aleja por la calle...

Jesús, el Buen Pastor, antes de comenzar el drama de su pasión, encomendó a los suyos a quien sabía que velaría por ellos con tanto amor como Él lo había hecho: a su Padre. Padre santo, cuida a los que me diste. Voy a ti y los dejo solos, cuida de ellos.

El amor de Cristo es eterno, supera la barrera del tiempo y del espacio. Su amor está presente siempre y en todo lugar. Ésta debe ser la principal alegría de un cristiano: saberse amado por Jesús y por su Padre. Con un amor más fuerte que el odio del mundo. Este amor de Cristo es nuestra insignia, nuestro escudo y nuestra arma de lucha. No puede concebirse un cristiano que huya de la lucha, que se oculte cobardemente tras un árbol quitándose una espina cuando sus pastores y tantos hermanos son atacados por los enemigos del rebaño de Cristo.

Por eso Cristo no pidió al Padre que nos apartara del mundo y nos encerrara en un "mundo perfecto", sino que nos santificara (que nos fortaleciera con su gracia) para vencer el mal y extender su Reino.

Propósito
Hacer un examen de conciencia para ver cómo puedo dar mayor gloria a Dios con los dones que me ha dado.

Diálogo con Cristo
Señor, dejo en tus manos mis preocupaciones. Ayúdame a confiar en tu providencia, para que la revisión de mis actitudes y comportamiento, me ayude a vivir lo que creo. Sé que Tú estás conmigo, pero frecuentemente se me dificulta compartir mi fe con los demás. Dame la fortaleza para hablar de Ti y de tu amor, especialmente a mi familia.

FLORECILLAS A LA VIRGEN MARÍA: DÍA 20 DE MAYO

Flor del 20 de mayo: María Corredentora

Meditación: Llegaron los días del Calvario para el Hijo, el Cristo…y también para la Madre. Cristo se entrega, María se entrega y entrega al Cordero de Dios en oblación de amor. ¡Qué dolor!. La Madre sigue el rastro de la Santa Sangre en la calle de la amargura, el Gólgota. Busca en su Dulce Jesús la preciosa mirada del Niño que alguna vez acunaba. El Cristo, su Cristo es una sola Llaga…y la miraba…su Corazón traspasado, también Sangre derramaba al ver la tragedia Sagrada, veía los Clavos como taladraban aquellas Manos que un día la acariciaban…y aquellos Pies que tanto caminaron sanando y santificando la tierra seca fruto del pecado. Ella que escuchó Sus primeras Palabras también las últimas escuchaba…y Su última mirada…a Su Madre amada sólo Amor confesaba…Su último latido, el de su Niño que había perdido. El Padre le pidió lo que Abraham ofreció, pero Ello tomó ese cáliz y lo bebió hasta el final. Perdón María porque sola te dejamos, porque no queremos nuestro pequeño calvario, perdón por preferir sólo vivir para mí, lleno de egoísmos y de vacíos, perdón por decir que mi cruz es pesada, si tú por mí haz sido también clavada…clavada espiritualmente la Madre, clavado en Su Cruz el Hijo, y todos esos Clavos debieron ser míos.

Oración: ¡Oh María Dolorosa, Oh Madre Corredentora!. Hazme un alma piadosa que esté junto a tí en el Calvario y permíteme participar del dolor de la Cruz para ser como tú, para asemejarme al Rey, y así poderlo ver. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Meditar sobre nuestro destino de corredención junto a la Madre, que nos enseña el camino de la Cruz y nos invita a recorrerlo junto a Su Hijo, Jesús, como Ella lo hizo.

DABA SEGÚN GASTABA


Daba según gastaba



Una mujer en Bengala Occidental, cada vez que entraba en una tienda, un almacén o un cine, sacaba un  librito negro y anotaba algo en él. Alguien, por fin, le preguntó un día: 

–– “¿Lleva usted una relación de todo lo que gasta?”. 

–– “¡Oh, no! Sólo llevo una nota de lo que compro que puedo considerar como lujo: perfumes, y todas 
esas cosas”.

–– “Pero ¿para qué utiliza la lista? –le preguntó. 

–– “Pues, en realidad –contestó la mujer–, me siento tan egoísta disfrutando de tantas comodidades y  viendo que hay tantos sufrimientos en el mundo, que llevo esta lista, y siempre que quiero gastar  dinero en comodidades personales, doy una pequeña caridad a alguien que no tenga hogar o que esté enfermo”.

OLVÍDALO



Olvídalo



Las resacas que dejaron las tormentas
de este año...¡Olvídalas!

Los pasos tambaleantes, los pasos retrasados, los pasos hacia atrás...¡Olvídalos!

Las veces que pasaste ignorado, inadvertido,
lastimado... ¡Olvídalas!

Los sueños consumidos, las ilusiones
hechas cenizas, los intentos hechos polvo y el
amor hecho recuerdo... ¡Olvídalos!

Las veces que latió tu corazón y nadie se dio
cuenta, que quisiste hacer y no te dejaron, que
abriste los ojos y te cerraron los párpados...
¡Olvídalas!

Las estrelladas apagadas, los días opacos, el
tiempo en blanco, la luna dividida y las horas de
cerrazón... ¡Olvídalas!

El manto de insignificancia, de masa, de
anonimato... de rutina... ¡Olvídalo!

Las espinas largas y hondas, los secretos
angustiosos y tristes, las piedras altas e insalvables... ¡Olvídalas!

Las semillas que se te quedaron dormidas,
los vuelos que se te quedaron a ras de tierra,
las rosas que se secaron antes de tiempo...
¡Olvídalas!

La cáscara de la semilla, el lucimiento de la
vanidad, la máscara del hombre y el ropaje de la
verdad... ¡Olvídalo!

No vivas hacia atrás. 
No comiences recargado de sombras. 
No des la espalda a la luz.
No te reflejes en lo que pasaste. 
No te aferres al mismo punto de partida. 
Párate en la proa de tu barco, levanta de nuevo las velas, mira hacia lo largo y lo ancho del mar... cuando te convenzas
de su inmensidad encontrarás otro camino, y
cuando mires al cielo parecerás gaviota que
apartándose de todo encuentra el camino.

Con el pasado aprendes, con el presente
renaces y con el futuro sueñas.

Vivir empezando, es la forma de llegar. 
Lo demás... ¡Olvídalo!

¿CÓMO SABER SI ESTOY HACIENDO LA VOLUNTAD DE DIOS?


¿Cómo saber si estoy haciendo la voluntad de Dios?
La paz es uno de los signos de que estamos haciendo la Voluntad de Dios en nuestras vidas
Por: P. Jacques Philippe 




El signo principal de que estamos haciendo la voluntad de Dios es la paz. Paz que no es una simple tranquilidad psicológica porque todo va bien, sino una paz que es mucho más profunda, mucho más íntima. Esta paz se percibe y se confirma especialmente cuando estoy en presencia de Dios, en la oración. La paz del que hace la voluntad de Dios va acompañada de otros elementos: un sentimiento interior de libertad (incluso cuando la voluntad de Dios puede ser exigente, no se cumple como algo restringido o forzado, sino con una motivación personal y libre), una cierta dilatación del corazón (el corazón se hace grande en el deseo de amar a Dios más y más, en la ternura y bondad hacia el prójimo), una alegría interior.

Dicho esto, el sentimiento de paz y aquello que lo acompaña (libertad, amor, alegría) no siempre se siente intensamente, y esto es por diferentes razones. A veces vivimos tiempos de pruebas, de tentaciones, de preguntas y dudas, incluso tormentas interiores, que son normales en toda vida espiritual y que hacen que, aunque seamos fieles a Dios y hagamos su voluntad, no gocemos sensiblemente de esta paz. Pero estos tiempos de prueba son pasajeros y la paz vuelve después de un tiempo, más profunda que antes.

Hay que saber también que no siempre podemos tener la certeza absoluta de estar haciendo la voluntad de Dios. Habrá de repente tiempos de "tantear" en la vida espiritual, tiempos de búsqueda, de interrogación sobre nuestras decisiones, sin que tengamos siempre una respuesta inmediata. La respuesta llegará algún día si tenemos buena voluntad, pero se necesita tiempo. Por otra parte, Dios quiere que nos mantengamos pobres y pequeños, siempre con deseos de progresar. Si alguien tuviera permanentemente la certeza total de hacer la voluntad de Dios, podría tener el riesgo de caer en un cierto orgullo o presunción, de estar demasiado seguro de sí mismo; a veces es mejor para nosotros vivir en una cierta pobreza e incertidumbre, guardando simplemente la buena voluntad. Dios nos da siempre luz para las decisiones esenciales, pero eso no impide que haya una parte de oscuridad o de interrogación en la comprensión de su voluntad.

Otras veces puede haber razones psicológicas que hacen que, aunque estemos en la voluntad de Dios, el corazón no logre sentir paz: un temperamento escrupuloso o demasiado inquieto, un periodo de depresión o de angustia, etc.
De todo esto se derivan las siguientes consecuencias prácticas:

- Cuando estamos en una paz estable y profunda, en general es signo de que estamos en la voluntad de Dios. Pero hay que cuidar no caer en la presunción; debemos mantenernos humildes y pequeños, sabiendo que no estamos exentos de buscar comprender y cumplir cada vez mejor esta voluntad de Dios. Hay que estar siempre en búsqueda... No con inquietud y tensión, obviamente, sino con confianza y paz, deseando siempre y con fuerza avanzar.

- Si no se tiene esta paz hay que intentar comprender por qué. A veces puede significar que no estoy en la voluntad de Dios. Otras veces quiere decir que tengo demasiados escrúpulos, o que estoy en una fase de prueba o de combate espiritual. Y otras veces es el demonio quien, para inquietarme y desmotivarme, me acusa sin un motivo verdadero (en la Escritura, el demonio se llama "acusador de los hermanos").

- Cuando no logremos ver claro por nosotros mismos, es bueno pedir consejo a un orientador espiritual que pueda ayudarnos en nuestro discernimiento. Cuando nos abrimos a una persona que conoce la vida espiritual, en general es bastante fácil descubrir si la falta de paz viene de una infidelidad a Dios o de otra causa.
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