martes, 31 de marzo de 2015

LAS SIETE PALABRAS



Las siete palabras

Semana Santa

El sermon de las siete palabras se predica tradicionalmente en la mañana o mediodía del Viernes Santo



Por: Devocionario Católico | 


Las siete palabras de Cristo en la cruz fueron recopiladas y analizadas en detalle por vez primera por el monje cisterciense Arnaud de Bonneval (+1156) en el siglo XII. A partir de ese momento las consideraciones teológicas o piadosas de esas palabras se multiplican. Pero fue san Roberto Berlarmino (Doctor de la Iglesia, 1542-1621) quién más impulsó su difusión y práctica al escribir el tratado Sobre las siete palabras pronunciadas por Cristo en la cruz. Desde entonces se propagó la costumbre de predicar el tradicional "sermón de las siete palabras" en la mañana o mediodía del Viernes Santo. 

Este es quién cargó sobre sí los dolores de todos. He aquí el que fue muerto en Abel, atado en Isaac, exiliado en Jacob, vendido en José. He aquí el que fue expuesto a las aguas en Moisés e inmolado en el cordero. Este es el que se encarnó en el seno de la Virgen, el que fue clavado en la cruz y sepultado en la tierra, el que resucitó de entre los muertos y subió a lo alto de los cielos. El es el cordero que no abre su boca, el cordero inmolado, el cordero que nació de María, cordera sin mancha. El resucitó de entre los muertos y resucita al hombre de la profundidad del sepulcro.
Melitón de Sardes

 




PRIMERA PALABRA


[Primera palabra de Jesús en la cruz]
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
(Lc. 23,34)
[Adorno]
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz, a fin de pagar con vuestras penas la deuda de mis pecados, y abristeis vuestra divina boca para obtenerme el perdón de la justicia eterna: tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mí en aquella hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre derramada por nuestra salvación, concedednos un dolor tan vivo de nuestras culpas que nos haga morir en el seno de vuestra infinita misericordia.
Tres Gloria.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.

SEGUNDA PALABRA


[Segunda palabra de Jesús en la cruz]
En verdad, en verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso
(Lc. 23,43)
[Adorno]
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz y que con tanta prontitud y liberalidad correspondisteis a la fe del buen ladrón que os reconoció por Hijo de Dios en medio de vuestras humillaciones, y le asegurasteis el Paraíso: tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mi en aquella hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, haced que revive en nuestro espíritu una fe tan firme y constante que no se incline a sugestión alguna del demonio, para que también nosotros alcancemos el premio del santo Paraíso.

Tres Gloria.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.

TERCERA PALABRA

[Tercera palabra de Jesús en la cruz]
Mujer, he ahí a tu hijo; hijo he ahí a tu madre
(Jn. 19, 26-27)
[Adorno]
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz y olvidando vuestros sufrimientos nos dejasteis en prenda de vuestro amor vuestra misma Madre Santísima para que por su medio podamos recurrir confiadamente a Vos en nuestras mayores necesidades: tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mi en aquella hora postrera; y por el interior martirio de una tan amada Madre, reavivad en nuestro corazón la firme esperanza en los infinitos méritos de vuestra preciosísima Sangre, a fin de que podamos evitar la eterna condenación que tenemos merecida por nuestros pecados.
Tres Gloria.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.

 




CUARTA PALABRA
[Cuarta palabra de Jesús en la cruz]
¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?
(Mc. 15, 34; Mt. 27, 46)
[Adorno]
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz y que, añadiendo sufrimiento a sufrimiento, además de tantos dolores en el cuerpo, sufristeis con infinita paciencia la mas penosa aflicción de espíritu a causa del abandono de vuestro eterno Padre: tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mi en aquella hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, concedednos la gracia de sufrir con verdadera paciencia todos los dolores y congojas de nuestra agonía, a fin de que, unidas a las vuestras nuestras penas, podamos después participar de vuestra gloria en el Paraíso.
Tres Gloria.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.




QUINTA PALABRA
[Quinta palabra de Jesús en la cruz]
Tengo sed
(Jn. 19,28)
[Adorno]
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz y que, no saciado aún con tantos vituperios y sufrimientos, quisierais sufrirlos todavía mayores para la salvación de todos los hombres, demostrando así que todo el torrente de Vuestra Pasión no es bastante para apagar la sed de vuestro amoroso Corazón: tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mí en aquella hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, encended tan vivo fuego de caridad en nuestro corazón que lo haga desfallecer con el deseo de unirse a Vos por toda la eternidad.
Tres Gloria.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.





SEXTA PALABRA
[Sexta palabra de Jesús en la cruz]
Todo está cumplido
(Jn. 19, 30)
[Adorno]
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz y desde esta cátedra de verdad anunciasteis el cumplimiento de la obra de nuestra Redención, por la que, de hijos de ira y perdición, fuimos hechos hijos de Dios y herederos del cielo; tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mí en aquella hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, desprendednos por completo así del mundo como de nosotros mismos; y en el momento de nuestra agonía, dadnos gracia para ofreceros de corazón el sacrificio de la vida en expiación de nuestros pecados.
Tres Gloria.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.




SÉPTIMA PALABRA
[Séptima palabra de Jesús en la cruz]

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
(Lc. 23, 46)

[Adorno]

Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz, y que en cumplimiento de tan grande sacrificio aceptasteis la voluntad del Eterno Padre al encomendar en sus manos vuestro espíritu para enseguida inclinar la cabeza y morir: tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mí en aquella hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, otorgadnos en nuestra agonía una perfecta conformidad a vuestra divina voluntad, a fin de que estemos dispuestos a vivir o a morir según sea a Vos más agradable; y que no suspiremos para nada más que por el perfecto cumplimiento en nosotros de vuestra adorable voluntad.

Tres Gloria.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.


ORACIÓN A LA VIRGEN DOLOROSA

Madre Santísima de los Dolores, por el intenso martirio que sufristeis al pie de la Cruz durante las tres horas de agonía de Jesús, dignaos en nuestra agonía asistirnos a todos los que somos hijos de vuestros dolores, a fin de que con vuestra intercesión, podamos pasar del lecho de muerte a ser vuestra corona en el santo Paraíso. Amén.
V. De muerte súbita e imprevista.
R. Líbranos, Señor.
V. De las insidias del diablo.
R. Líbranos, Señor.
V. De la muerte eterna.
R. Líbranos, Señor.
Oración final.
Oh Dios, que en la muerte dolorosísima de vuestro Hijo habéis constituido un ejemplo y un auxilio para la salvación del linaje humano: concedednos, os rogamos, que en el peligro último de nuestra muerte merezcamos alcanzar el efecto de tan grande caridad y entrar en la gloria del Redentor. Por el mismo Jesucristo Señor nuestro. Amén.

MIÉRCOLES SANTO EN SEVILLA: EL CRISTO DE LA SED


Miércoles Santo en Sevilla: El Cristo de La Sed
Cristo representado en una cruz de tipo leñoso, con cuatro clavos, en el momento en el que exclama: tengo sed


Por: Carlosrs / Otros | Fuente: sevillapedia.wikanda.es / Otros



El Santísimo Cristo de la Sed de Sevilla es una escultura procesional titular de la Hermandad de La Sed de esta ciudad.
La imagen del Santísimo Cristo de la Sed fue realizada en el año 1970 por el escultor Luis Álvarez Duarte, cuando su autor contaba con sólo veinte años de edad.
Se trata de la talla de un Crucificado vivo, fijado a una cruz de tipo leñoso con cuatro clavos, según el modelo trazado por el Cristo de la Clemencia de Montañés, representado en el momento en el que exclama: tengo sed.
Su estética responde en líneas generales al espíritu del neobarroco sevillano, y de ello dan muestra detalles como el complicado sudario cordífero que se recoge y ata a un lado en su cadera y el titulus o tablilla superior sobre el palo vertical de la cruz, donde se explica el delito cometido como reo.
La cabeza, desprovista de corona de espinas, aparece adelantada con el rostro suplicante de líneas muy efectistas y expresivas.
La imagen fue bendecida por el arzobispo Bueno Monreal el día 6 de septiembre de 1970.
Inició su historia procesional en la tarde del Viernes de Dolores por las calles del Barrio de Nervión, haciendo paradas delante de el Hospital de San Juan de Dios y también delante de la cárcel, pasando a hacer estación de penitencia a la Catedral en abril de 1979.
El Santísimo Cristo de la Sed recibe culto en su sede de la iglesia de la Concepción Inmaculada, que se encuentra situada en la calle Cristo de la Sed del sevillano barrio de Nervión.
Tiene su salida procesional, acompañando a su Hermandad en su estación de penitencia desde su sede hasta la Santa Iglesia Catedral, en la tarde-noche del Miércoles Santo de la Semana Santa sevillana. Procesiona seguido en su paso de palio por la Virgen Santa María de Consolación.

Hermandad de La Sed (Sevilla)
Hospitalaria Hermandad Sacramental de Congregantes de la Concepción Inmaculada de la Santísima Virgen María y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Sed y Santa María de Consolación Madre de la Iglesia, San Juan Evangelista y San Juan de Dios
Es fundada por un grupo de feligreses de la parroquia de la Concepción Inmaculada y su superior el Padre Don Manuel Calero Gutiérrez, lo hacen bajo las normas del decreto del 8 de septiembre de 1969 del Cardenal Don José María Bueno Monreal. Dedicando su más ferviente devoción al Santísimo Sacramento de Caballeros Congregantes de la Inmaculada Concepción, establecida en la iglesia desde 1930. Durante un tiempo estuvo saliendo el Cristo los Viernes de Dolores sólo por su barrio y hasta la cárcel, los hermanos llevaban el antifaz negro sin capirote y túnica negra. En 1978 fue admitida como cofradía de nazarenos y en 1979 hizo su primera estación de penitencia hasta la Catedral de Sevilla, ya con los dos pasos.
En el paso del Señor, se representa a Cristo crucificado al pronunciar la quinta palabra “Tengo sed”. En el paso de palio, la Virgen de Consolación bajo palio. El Cristo fue tallado en 1970 por Luis Álvarez Duarte, siendo restaurado en 1991. La Virgen fue realizada en 1969 por el escultor Antonio Dubé de Luque, siendo restaurada, por su propio autor, en 1991 y en 2013.
La imágen de María Santísima de Consolación, Madre de la Iglesia, es la única con ojos azules, junto a la Virgen de los Remedios de la Hermandad de las Siete Palabras, de toda la Semana Santa Sevillana.
Las andas del paso de Cristo son de estilo neobarroco, dorado, iluminado por candelabros de guardabrisas. Este paso es tallado en 1990, con cartelas, arcángeles y ángeles. También tiene cuatro cartelas con pinturas. El paso de palio tiene orfebrería plateada. Lleva miniaturas en plata. El techo es de terciopelo celeste. El manto es de terciopelo azul celeste liso. La Virgen de Consolación luce corona de plata sobredorada, realizada en 1996.

Bibliografía
Cuando Cristo pasa por Sevilla: escultura, iconografía y devoción, Juan Manuel González Gómez. En: Sevilla Penitente, volumen II. Editorial Gever, S.A., Sevilla, 1995.

IMAGEN DE MARTES SANTO




EL EVANGELIO DE HOY: MARTES 31 DE MARZO DEL 2015



Les aseguro que uno de ustedes me entregará
Cuaresma y Semana Santa

Juan 13, 21-33. 36-38. Martes Santo. También en nuestra vida existe la posibilidad de traicionar o de ofender al Maestro. 


Por: Gustavo Yael Rodríguez | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Juan 13, 21-33.36-38
Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?» Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche. Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto». «Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros. Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces».

Oración introductoria
Señor, me pongo en tu presencia porque eres la fuente del amor. Tú eres mi luz y mi salvación. Creo en ti porque eres fiel a tus promesas. Confío en Ti porque eres el amigo que da la por sus amigos. Te amo porque me has amado Tú primero. Señor, inspírame el deseo de seguirte, de entregarme a Ti sin reservas y perseverar en el amor.

Petición
Señor que me dé cuenta de que soy un cristiano necesitado de tu gracia y de tu amor. Que tome conciencia de que sin tu gracia no puedo ser fiel a tu amistad.

Meditación del Papa Francisco
El Cenáculo nos recuerda la despedida del Maestro y la promesa de volver a encontrarse con sus amigos. “Cuando vaya…, volveré y les llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes”. Jesús no nos deja, no nos abandona nunca, nos precede en la casa del Padre y allá nos quiere llevar con Él.
Pero el Cenáculo recuerda también la mezquindad, la curiosidad –“¿quién es el traidor?”–, la traición. Y cualquiera de nosotros, y no sólo siempre los demás, puede encarnar estas actitudes, cuando miramos con suficiencia al hermano, lo juzgamos; cuando traicionamos a Jesús con nuestros pecados.
El Cenáculo nos recuerda la comunión, la fraternidad, la armonía, la paz entre nosotros. ¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un río de su fuente, que al principio es un arroyo y después crece y se hace grande… Todos los santos han bebido de aquí; el gran río de la santidad de la Iglesia siempre encuentra su origen aquí, siempre de nuevo, del Corazón de Cristo, de la Eucaristía, de su Espíritu Santo.
El Cenáculo, finalmente, nos recuerda el nacimiento de la nueva familia, la Iglesia, nuestra santa madre Iglesia jerárquica, constituida por Cristo resucitado» (Homilía de S.S. Francisco, 26 de mayo de 2014).
Reflexión 
También en nuestra vida existe la posibilidad de traicionar o de ofender al Maestro. Por esta razón, es necesario vivir en una continua comunión con Dios. Todos los días hemos de pedirle al Señor que nos conceda la gracia de la perseverancia final en nuestra fe. La experiencia del fracaso, de las limitaciones, de la debilidad y del pecado nos debe llevar a reflexionar en el hecho de que por nuestro solo esfuerzo nada podemos, pero ayudados de la gracia de Dios seremos fieles a la amistad de Cristo. Sin Jesús no podemos hacer nada. De San Juan hemos de aprender ese gran amor y esa gran confianza en Jesucristo. Como el discípulo amado, estamos llamados a buscar nuestro consuelo y alegría junto al sagrario.

Propósito
Rezaré en algún momento un padrenuestro o haré una comunión espiritual para pedir a Dios la gracia de no abandonarle.

Diálogo con Cristo
Jesús, Tú me conoces bien. Sabes quién soy, sabes que sin Ti soy pobre y débil, pero contigo lo puedo todo. Te pido que nunca te alejes de mí y no permitas que yo me aparte de Ti. Te necesito, Dios mío, porque sin tu amor mi vida carece de todo sentido.


En la Iglesia no faltan cristianos indignos y traidores, a cada uno de nosotros nos corresponde contrarrestar el mal que ellos realizan con nuestro testimonio fiel a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. (Benedicto XVI, audiencia 18 de octubre de 2010)

Preguntas o comentarios al autor   Gustavo Yael Rodríguez

RAMOS DE FLORES A LOS ENFERMOS


Ramos de flores a los enfermos
Autor:  Padre Justo López Melús




Está bien llevar ramos de flores a las tumbas de los seres queridos. Pero estaría mejor llevarlos antes de morir, para que puedan oler el perfume de nuestro cariño. Pero aún estaría mejor consolarlos y alegrarlos en su enfermedad. Que nadie se nos vaya sin sentir nuestro cariño y cercanía. Esto vale más que los homenajes y elogios póstumos.

Unos indios de la selva ecuatoriana lloraban sentados alrededor de su abuela moribunda. Un forastero les preguntó por qué lloraban delante de ella si todavía estaba viva. Y ellos le contestaron: «para que sepa que la queremos mucho. Que no se nos vaya sin saber nuestro cariño. Que lo sepa a tiempo. Que vea el amor que le hemos tenido y ahora se lo expresamos con pena al saber que ya no va a quedarse con nosotros».

FÁBULA PARA IMPACIENTES




Fábula para impacientes



La siguiente fábula del escritor chino Xue Tao es bien apropiada para las personas impacientes: 

Un mandarín, a punto de asumir su primer puesto oficial, recibió la visita de un gran amigo que iba a despedirse. 

-Sobre todo, sé paciente, -le recomendó su amigo- y de esa manera no tendrás dificultades en tus funciones. 

El mandarín dijo que no lo olvidaría y dio gracias por el consejo. 

Su amigo le repitió tres veces la misma recomendación, y cada vez, el futuro magistrado le prometió seguir su consejo. 

Pero cuando por cuarta vez le hizo la misma advertencia, estalló y dijo: 

-¿Crees que soy un imbécil? ¡Basta! ¡Ya van cuatro veces que me has repetido lo mismo! 

-Ya ves que no es fácil ser paciente, -le contestó su amigo con calma-. Lo único que he hecho es repetir mi consejo dos veces más de lo conveniente y ya has montado en cólera.

OASIS EN EL DESIERTO


Oasis en el desierto
Autor: Padre Justo López Melús



Cuando Dios creaba el mundo, después de los astros, la tierra y el mar, creó también a las personas. Eran bellas criaturas, pero sin alma. «Hay que crear el alma», dijo Dios. Entonces Dios bajó a la tierra y dio un alma a cada persona. Alguna le salió deteriorada, y un día una de ellas dijo una pequeña mentira. Dios se dio cuenta y les dijo que no se debía mentir. «Por cada mentira, arrojaré un granito de arena», dijo Dios.

Los hombres no hicieron caso. La tierra era toda verde, no importaba un granito de arena; pero las mentiras se multiplicaron y el fraude y el engaño invadieron el mundo. Cayeron del cielo torrentes de arena y el vergel de la tierra se convirtió en un desierto. Sólo de cuando en cuando, donde todavía vivía alguna buena persona, quedaron algunos oasis. Los santos son como un enclave divino en la tierra, hermosos oasis que alegran la vista y producen numerosos frutos.

MEDITACIÓN PARA EL MARTES SANTO: ¿POR QUÉ EL PADRE ELIGE ESTE CAMINO?


¿Por qué el Padre elige este camino?
Meditaciones para toda la Cuaresma
Martes Santo. Padre, aparta de mí este cáliz; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras Tú.


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net




Getsemaní es el momento de la obscuridad de la voluntad de Dios; momentos en los cuales el mismo Cristo pide que se le aparte el cáliz: "¡Abba, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú."

San Marcos refleja la obscuridad que se presenta dentro del alma de Cristo. Los comentaristas de la Escritura siempre han visto aquí un momento en el cual como que Cristo viene a preguntarse: Todo lo que yo voy a hacer, ¿merecerá la pena?

No hay que olvidar el tremendo realismo que supone para Cristo la encarnación, y Él no ha querido, en cierto sentido, ahorrarse ni siquiera esas obscuridades interiores de saber si verdaderamente merecería la pena todo el esfuerzo que Él iba a hacer.

Pero junto con esta obscuridad, hay también otra obscuridad en el camino de Cristo, en el alma de Cristo: ¿Por qué el Padre elige ese camino? ¿Por qué no eligió otro? La elección del camino por parte del Padre es una elección que entra dentro del misterio eterno. ¿Por qué razón la cruz, por qué tanto sufrimiento, por qué tanto dolor? Y si es tremenda la obscuridad ante el camino particularmente duro que se le muestra a Cristo, creo que hay un aspecto muy preocupante y difícil, que es el hecho de que Dios Padre busca en Él el abandono total sin condiciones.

Cristo se sabe Hijo, se sabe, por lo tanto, amado por el Padre, a pesar del dolor que puede embargar el corazón, a pesar de la sangre que pueda brotar de la herida que le produce la renuncia de sí mismo. Sabe que el Padre le exige un abandono total, sin condiciones.

"Si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". Cristo es consciente de que su amor por el Padre no puede tener otra opción sino la renuncia de sí mismo. ¿Qué amor sería el que desconfiara de su fuerza sobre el odio, sobre el dolor, sobre la renuncia total? Cristo se sabe amado por toda la eternidad, desde toda la eternidad, pero eso no le ahorra ni un momento de obscuridad.

El relato evangélico es suficientemente claro respecto a esta obscuridad y soledad que nuestro Señor siente ante la voluntad del Padre. Entremos en la obscuridad en el alma de Cristo.

Cristo ha querido tocar todo el dolor humano, y por eso, también Cristo ha querido, como tantas almas humanas, pasar por la obscuridad, de manera que también el alma de Cristo asuma sobre sí la obscuridad y la redima por medio de la oblación libre, del ofrecimiento libre al Padre.

Cristo sabe que el amor no quita del alma la presencia de la soledad purificadora, que reclama un desprendimiento absoluto de todo lo que podría haberle servido de soporte; la soledad del que tiene que lanzarse a la obscuridad, al dolor, a la angustia; la soledad del que sabe que su camino entra al desfiladero de la muerte, del despojo absoluto de toda seguridad humana; la soledad del que siente en su alma el mordisco implacable de la tristeza y de la amargura. Esa soledad que nadie puede evitar al hombre cuando quiere vivir sin pactos fáciles todas las exigencias de su identidad; una profunda soledad interior que reclama una verdadera convicción, para dar hacia adelante el siguiente paso, para darlo con decisión, con energía, porque sabe que su soledad no es excusa para no entregarse al Padre.

Cristo quiere tocar la soledad de todos los hombres, de los hombres que se sienten retados por la obscuridad del alma ante la misión que se les confía. Y el alma de Cristo es consciente de que esa soledad que Él revive por su libre oblación es posible superarla a través de la oración. Y Cristo busca la oración, busca el contacto con el Padre. Cristo busca el encuentro con su Padre para fortalecerse, quizá no para superar la obscuridad. Porque no hay que olvidar que muchas veces la obscuridad no se supera sino que simplemente se soporta. Muchas veces la obscuridad no se puede quitar, no se puede arrancar del alma por mucho que se quiera.

En el alma de Cristo está presente la obscuridad que proviene del dolor interior, que proviene del peso de los pecados ajenos, y Cristo se abraza a este cáliz del Señor. Cristo quiere ser capaz de corresponder a su Padre abrazándose al cáliz que se le ofrece. Cada uno de nosotros debemos preguntarnos también por todas nuestras obscuridades. No es difícil ser fiel cuando todo es claro, cuando todo es amable. La fidelidad es difícil, más difícil todavía, cuando se realiza en la obscuridad, cuando sólo sabes que tienes que ser fiel, cuando sólo te queda la convicción de que tienes que seguir adelante. Y así es la fidelidad de Cristo en Getsemaní. "Si es posible que pase, pero no lo que yo quiera sino lo que quieras tú". Como dirá la carta a los Hebreos: "Aprendió con gritos y con lágrimas la obediencia, y así se constituyó en causa de salvación para todos los que le obedecen." 

¿Qué hago yo con mis noches en la obscuridad cuando no entiendo qué quieren de mí? ¿Qué hago cuando soy tomado por Dios en caminos que yo no habría escogido para mí, cuando la misión es difícil, cuando el reclamo de la misión supone dar más todavía, cuando yo pensaba que ya estaba en el borde y más no se podía dar?

No tenemos que olvidar que la firmeza interior está en el homenaje de la libertad, en la ofrenda de mi libertad que se vuelve a ofrecer a Dios en medio de la obscuridad. Esa es la fidelidad interior, esa es la firmeza de mi alma. Cristo me da el ejemplo, y Cristo es fiel a sí mismo, fiel a su identidad, fiel a su Padre y fiel a mí, aunque lo único que ve es la obscuridad de una muerte ignominiosa. Fiel, aunque sabe que lo único que lo espera es la noche, el tiempo de las tinieblas, la hora en que el poder, la fuerza, es misteriosamente entregada a los enemigos del Dios fiel que nunca abandona a sus hijos. Cristo es fiel para mí, aunque yo no vea nada, aunque no entienda, aunque a mis ojos el panorama sea sólo la obscuridad, porque la fidelidad en la obscuridad es otro nombre del amor.

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