lunes, 16 de marzo de 2015

IMÁGENES DE SAN JOSÉ























EL PADRE SABE LO QUE TE HACE FALTA


El Padre sabe lo que te hace falta
Meditaciones para toda la Cuaresma
Lunes cuarta semana de Cuaresma. ¿Qué es lo que nosotros estamos dándole a Dios en nuestra existencia?


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net




Cuaresma es el tiempo de conversión del corazón. Cuaresma es el tiempo de regreso a Dios. Esto tendría que inquietarnos para ver si efectivamente estamos regresando a Dios no solamente las cosas que Él nos ha dado, sino si nosotros mismos estamos regresando a Dios.

Podríamos decir que cada uno de nosotros es un don de Dios para uno mismo; la vida es un don que Dios nos da. ¿Cómo estamos regresando ese don a Dios? Esta conversión del corazón, ese regresar a Dios, ese volver a poner a Dios en el centro de la vida, ¿cómo lo estoy haciendo? ¿Hasta qué punto puedo decir que realmente nuestro Señor está recibiendo de mí lo que me ha dado?

Cuando nos enfrentamos con nuestra vida, con nuestros dolores, con nuestras caídas, con nuestras miserias, con nuestros triunfos y gozos, podría darnos miedo de que no estuviésemos en la condición de dar al Señor lo que Él espera de nosotros. Miedo de que no estuviésemos en la situación de regresar, con ese corazón convertido, todo lo que el Señor nos ha dado a nosotros.

Jesús en el Evangelio dice: “El Padre sabe lo que les hace falta antes de que se lo pidan”. Dios nuestro Señor sabe perfectamente qué es lo que necesitamos en ese camino de conversión hacia Él. Sabe perfectamente cuáles son los requerimientos interiores que tiene nuestra alma para lograr una verdadera conversión del corazón.

Yo me pregunto si a veces no tendremos miedo de este conocimiento que Dios tiene de nosotros. ¿No tendremos miedo, a veces, de que el Señor puede llegar a conocer lo que necesitamos?

Sin embargo, debemos dejar que el alma se abra a su mirada. En la oración que el Señor nos enseña en el Evangelio y que repetimos en la Misa: “Padre nuestro, que estás en los cielos”, nos llama a confiar plenamente en el Señor, a pedirle que Él sea santificado y que venga a vivir en nosotros su Reino. Es la oración de un corazón que sabe pedir a Dios lo que Él le dé y que se abre perfectamente para que el Señor le diga lo que necesita.

¡Cuántas veces a nosotros nos puede faltar esto! Deberíamos exigirnos que nuestra vida vuelva a Dios con una confianza plena; que se adhiera a Dios sólo y únicamente como el único en quien de veras se puede confiar.

Creo que ésta podría ser una de las principales lecciones de conversión del corazón.

¿Qué es lo que nosotros estamos dándole a Dios en nuestra existencia? ¿Con qué fecundidad estamos dándole a Dios en nuestra vida? Si al examinarnos nos damos cuenta de que nos faltan muchos frutos, si al examinarnos nos damos cuenta de que no tenemos toda la fecundidad que tendríamos que tener, no tengamos miedo, Dios sabe lo que necesitamos, y Dios sabe qué es lo que en cada momento nos va pidiendo. ¿Por qué si Dios lo sabe, no dejarme totalmente en sus manos? ¿Por qué, entonces, si Dios lo sabe, no ponerme totalmente a su servicio en una forma absoluta, plena, delicada?

Precisamente esto es la auténtica conversión del corazón. La conversión del corazón en la Cuaresma no va a ser hacer muchos sacrificios; la conversión del corazón en la Cuaresma es llegar al fondo de nosotros y ahí abrirnos a Dios nuestro Señor y ponernos ante Él con plenitud.

Vamos a pedirle a Dios que sepamos regresarle todo lo que nos ha dado, que sepamos hacer fecundo en nuestro corazón ese don que es nuestra vida cotidiana, ese don que somos nosotros mismos para cada uno de nosotros. Que esa sea nuestra intención, nuestra oración y sobre todo, el camino de conversión del corazón.

domingo, 15 de marzo de 2015

¿QUÉ ES EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA?

¿Qué es el Jubileo de la Misericordia?
Un perdón general, una indulgencia abierta a todos, y la posibilidad de renovar la relación con Dios y con el prójimo...


Por: Redacción Radio Vaticano | Fuente: es.radiovaticana.va



El Papa Francisco anunció este viernes, 13 de marzo de 2015, en la Basílica de San Pedro, la celebración de un Año Santo extraordinario. Este Jubileo de la Misericordia se iniciará el presente año con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica Vaticana durante la solemnidad de la Inmaculada Concepción y concluirá el 20 de noviembre de 2016 con la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. El Santo Padre, al inicio del año, exclamó: “Estamos viviendo el tiempo de la misericordia. Éste es el tiempo de la misericordia. Hay tanta necesidad hoy de misericordia, y es importante que los fieles laicos la vivan y la lleven a los diversos ambientes sociales. ¡Adelante!”
El anuncio se realizó en el segundo aniversario de la elección del Papa Francisco, durante la homilía de la celebración penitencial con la que el Santo Padre dio inicio a la 24 horas para el Señor, iniciativa propuesta por el Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización para promover en todo el mundo la apertura extraordinaria de las iglesias y favorecer la celebración del sacramento de la Reconciliación. El tema de este año ha sido tomado de la carta de San Pablo a los Efesios: “Dios rico en misericordia” (Ef 2,4).
La apertura del próximo Jubileo adquiere un significado especial ya que tendrá lugar en el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, ocurrida en 1965. Será por tanto un impulso para que la Iglesia continúe la obra iniciada con el Vaticano II. Durante el Jubileo las lecturas para los domingos del tiempo ordinario serán tomadas del Evangelio de Lucas, conocido como “el evangelista de la misericordia”. Dante Aligheri lo definía “scriba mansuetudinis Christi”, “narrador de la mansedumbre de Cristo”. Son bien conocidas las parábolas de la misericordia presentes en este Evangelio: la oveja perdida, la moneda extraviada, el padre misericordioso.
El anuncio oficial y solemne del Año Santo tendrá lugar con la lectura y publicación junto a la Puerta Santa de la Bula, el Domingo de la Divina Misericordia, fiesta instituida por San Juan Pablo II que se celebra el domingo siguiente a la Pascua.
Antiguamente, para los hebreos el jubileo era un año declarado santo, que recurría cada 50 años, y durante el cual se debía restituir la igualdad a todos los hijos de Israel, ofreciendo nuevas posibilidades a las familias que habían perdido sus propiedades e incluso la libertad personal. A los ricos, en cambio, el año jubilar les recordaba que llegaría el tiempo en el que los esclavos israelitas, llegados a ser nuevamente iguales a ellos, podrían reivindicar sus derechos. “La justicia, según la ley de Israel, consistía sobre todo en la protección de los débiles (S. Juan Pablo II, Tertio Millennio Adveniente 13).
La Iglesia católica inició la tradición del Año Santo con el Papa Bonifacio VIII, en el año 1300. Este Pontífice previó la realización de un jubileo cada siglo. Desde el año 1475 – para permitir a cada generación vivir al menos un Año Santo – el jubileo ordinario comenzó a espaciarse al ritmo de cada 25 años. Un jubileo extraordinario, en cambio, se proclama con ocasión de un acontecimiento de particular importancia.
Los Años Santos ordinarios celebrados hasta hoy han sido 26. El último fue el Jubileo del año 2000. La costumbre de proclamar Años Santos extraordinarios se remonta al siglo XVI. Los últimos de ellos, celebrados el siglo pasado, fueron el de 1933, proclamado por Pío XI con motivo del XIX centenario de la Redención, y el de 1983, proclamado por Juan Pablo II por los 1950 años de la Redención.
La Iglesia católica ha dado al jubileo hebreo un significado más espiritual. Consiste en un perdón general, una indulgencia abierta a todos, y en la posibilidad de renovar la relación con Dios y con el prójimo. De este modo, el Año Santo es siempre una oportunidad para profundizar la fe y vivir con un compromiso renovado el testimonio cristiano.
Con el Jubileo de la Misericordia, el Papa Francisco pone al centro de la atención el Dios misericordioso que invita a todos a volver hacia Él. El encuentro con Él inspira la virtud de la misericordia.
El rito inicial del jubileo es la apertura de la Puerta Santa. Se trata de una puerta que se abre solamente durante el Año Santo, mientas el resto de años permanece sellada. Tienen una Puerta Santa las cuatro basílicas mayores de Roma: San Pedro, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María Mayor. El rito de la apertura expresa simbólicamente el concepto que, durante el tiempo jubilar, se ofrece a los fieles una “vía extraordinaria” hacia la salvación.
Después de la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, serán abiertas sucesivamente las puertas de las otras basílicas mayores. La misericordia es un tema muy sentido por el Papa Francisco quien ya como obispo había escogido como lema propio  “miserando atque eligendo”. Se trata de una cita tomada de las homilías de san Beda el Venerable, el cual, comentando el episodio evangélico de la vocación de San Mateo, escribe: “Vidit ergo lesus publicanum et quia miserando atque eligendo vidit, ait illi Sequere me” (Vio Jesús a un publicano, y como le miró con sentimiento de amor y le eligió, le dijo: Sígueme). Esta homilía es un homenaje a la misericordia divina. Una traducción del lema podría ser: “Con ojos de misericordia”.
En el primer Ángelus después de su elección, el Santo Padre decía que: “Al escuchar misericordia, esta palabra cambia todo. Es lo mejor que podemos escuchar: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia” (Ángelus del 17 de marzo de2013).
También este año, en el Ángelus del 11 de enero, manifestó: “Estamos viviendo el tiempo de la misericordia. Éste es el tiempo de la misericordia. Hay tanta necesidad hoy de misericordia, y es importante que los fieles laicos la vivan y la lleven a los diversos ambientes sociales. ¡Adelante!”. Y en el mensaje para la Cuaresma del 2015, el Santo Padre escribe: “Cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia”.
En el texto de la edición española de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium el término misericordia aparece 29 veces.
El Papa Francisco ha confiado al Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización la organización del Jubileo de la Misericordia.
Lista de los años jubilares con los respectivos papas:
  • 1300: Bonifacio VIII
  • 1350: Clemente VI
  • 1390: proclamado por Urbano VI, presidido por Bonifacio IX
  • 1400: segundo jubileo de Bonifacio IX
  • 1423: Martín V
  • 1450: Nicolás V
  • 1475: proclamado por Pablo II, presidido por Sixto IV
  • 1500: Alejandro VI
  • 1525: Clemente VII
  • 1550: proclamado por Pablo III, presidido por Julio III
  • 1575: Gregorio XIII
  • 1600: Clemente VIII
  • 1625: Urbano VIII
  • 1650: Inocencio X
  • 1675: Clemente X
  • 1700: Abierto por Inocencio XII, concluido por Clemente XI
  • 1725: Benedicto XIII
  • 1750: Benedicto XIV
  • 1775: proclamado por Clemente XIV, presidido por Pío VI
  • 1825: León XII
  • 1875: Pío IX
  • 1900: León XIII
  • 1925: Pío XI
  • 1933: Pío XI
  • 1950: Pío XII
  • 1975: Pablo VI
  • 1983: Juan Pablo II
  • 2000: Juan Pablo II
  • 2015: Francisco
  • En los años 1800 y 1850 no hubo jubileo a causa de las circunstancias políticas de la época. 

PAPA FRANCISCO: UN BUEN PROFESOR AMA CON MÁS INTENSIDAD AL ALUMNO DIFÍCIL


Francisco: un buen profesor ama con más intensidad 
al alumno difícil
 Fecha: 14 de Marzo de 2015



Enseñar es un trabajo bellísimo, porque permite ver crecer día tras día a las personas que son confiadas a nuestro cuidado. Es un poco como ser padres, al menos espiritualmente y es una gran responsabilidad. Así lo ha asegurado el papa Francisco en la audiencia con los miembros de la Unión Católica Italiana de Profesores, Dirigentes, Educadores, Formadores (UCIIM). A ellos se ha dirigido como “colegas” porque “también yo he sido profesor como vosotros y conservo un bonito recuerdo de los días pasados en el aula con los estudiantes”.


El Papa ha explicado que enseñar es un trabajo serio, que solo una personalidad madura y equilibrada puede asumir. “Un compromiso de este tipo puede intimidar, pero es necesario recordar que ningún profesor está solo: siempre comparte el propio trabajo con otros colegas y con toda la comunidad educativa a la que pertenece”.

Por otro lado el Pontífice ha recordado que esta Asociación ha cumplido 70 años y ha invitado a hacer balance. “En estos años habéis contribuido a hacer crecer el país, habéis contribuido a reformar la escuela, habéis contribuido sobre todo a educar generaciones de jóvenes”, ha observado Francisco.  

Haciendo referencia al mandamiento “ama al Señor tu Dios y a tu prójimo”, el Santo Padre se ha preguntado, “¿quién es el prójimo para un profesor?” El prójimo son sus estudiantes, es con ellos con los que pasa sus días. “¡Son ellos los que esperan de él una guía, una dirección, una respuesta y, antes aún, buenas preguntas!”, ha asegurado.

Por otro lado, ha indicado que el deber de un buen profesor --más incluso en el caso de un profesor cristiano-- es el de amar con mayor intensidad a sus estudiantes más difíciles, más débiles, más desfavorecidos. "Y hay algunos que hacen perder la paciencia, ¡pero a esos debemos amarlos más!", ha exclamado. Así, el Santo Padre ha pedido a los presentes “amar más a los estudiantes ‘difíciles’, a los que no quieren estudiar, a los que se encuentran en situaciones complicadas, a los discapacitados y los extranjeros, que hoy son un gran desafío para la escuela”.

También ha querido recordar que si hoy una asociación profesional de profesores cristianos “quiere testimoniar la propia inspiración, está llamada a comprometerse en las periferias de la escuela, que no pueden ser abandonadas a la marginación, la ignorancia, a la  delincuencia”. En un sociedad a la que le cuesta encontrar puntos de referencia --ha advertido-- es necesario que los jóvenes encuentren en la escuela una referencia positiva. Y esto ocurre si “dentro hay profesores capaces de dar un sentido a la escuela, al estudio y a la cultura, sin reducir todo solo a la transmisión de conocimientos técnicos sino con el objetivo de construir una relación educativa con cada estudiantes, que debe sentirse acogido y amado por lo que es, con todos sus límites y sus potencialidades”. A propósito el Papa ha asegurado a los presentes que deben enseñar no solo contenidos de una materia, sino también los valores de la vida y las costumbres de la vida.

Además, el Obispo de Roma ha recordado que la comunidad cristiana tiene muchos ejemplos de grandes educadores que se han dedicado a colmar las carencias de la formación escolar o a fundar escuelas a su vez. A este punto, ha mencionado a san Juan Bosco. “A estas figuras podéis mirar también vosotros, profesores cristianos, para animar desde dentro una escuela que, a prescindir de su gestión estatal o no estatal, necesita educadores creíbles y testigos de una humanidad madura y completa”, ha exhortado el Pontífice.

Finalmente, el Papa ha subrayado que la enseñanza no es solo un trabajo: es una relación en la que cada profesor debe sentirse por entero implicado como persona, para dar sentido a la tarea educativa hacia los propios alumnos.  

JESÚS ESTÁ CONMIGO, DIOS ESTÁ CONMIGO


Jesús está conmigo, Dios está conmigo
Meditaciones para toda la Cuaresma
Cuarto domingo de Cuaresma. Reflexionar si nuestro corazón está realmente puesto en Dios o en nuestros criterios humanos.


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net




Cuando Jesús habla de los contrastes tan profundos que hay entre el modo de entender la fe por parte de sus contemporáneos, y la fe que Él les está proponiendo, no lo hace simplemente para que nosotros digamos: ¿Cómo es posible que esta gente teniendo tan claro no entendiesen nada? Jesús viene a fomentar en todos nosotros un dinamismo interior que nos permita cambiar de comportamiento y hacer que nuestro corazón se dirija hacia Dios nuestro Señor con plenitud, con vitalidad, sin juegos intermedios, sin andar mercadeando con Él.

La mentalidad de los fariseos, que también puede ser la nuestra, se expresa así: “Yo soy el pueblo elegido, por lo tanto yo tengo unos privilegios que recibir y que respetar”. Sin embargo, Jesús dice: “No; el único dinamismo que va a permitir encontrarse con la salvación no es el de un privilegio, sino el de nuestro corazón totalmente abierto a Dios”. Éste es el dinamismo interior de transformarme: orientándome hacia Dios nuestro Señor, según sus planes, según sus designios.

Esto tiene que hacer surgir en mi interior, no el dinamismo del privilegio, sino el dinamismo de humildad; no el dinamismo de engreimiento personal, sino el dinamismo de ser capaz de aceptar a Dios como Él quiere.

Una conversión que acepte el camino por el cual Dios nuestro Señor va llevando mi vida. No es un camino a través del cual yo manipule a Dios, sino un camino a través del cual Dios es el que me marca a mí el ritmo.
Lo que Jesús nos viene a decir es que revisemos a ver si nuestro corazón está realmente puesto en Dios o está puesto en nuestros criterios humanos, a ver si nosotros hemos sido capaces de ir cambiando el corazón o todavía tenemos muchas estructuras en las cuales nosotros encajonamos el actuar de Dios nuestro Señor.

Más aún, podría ser que cuando Dios no actúa según lo que nuestra inteligencia piensa que debe ser el modo de actuar, igual que los contemporáneos de Jesús, que “se llenan de ira, y levantándose lo sacan de la ciudad”, o cuando nuestro corazón no convertido encuentra que el Señor le mueve la jugada, podríamos enojarnos, porque tenemos un nombramiento, porque nosotros tenemos ante el Señor una serie de puntos que el Él tiene que respetar. Si pretendemos que se hagan las cosas sólo como yo digo, como yo quiero, ¿acaso no estamos haciendo que el Señor se aleje de nosotros?

Cuando nosotros queremos manejar, encajonar o mover a Dios, cuando no convertimos nuestro corazón hacia Él, poniendo por nuestra parte una gran docilidad hacia sus enseñanzas para que sea Él el que nos va llevando como Maestro interior, ¿por qué nos extraña que el Señor se quiera marchar? Él no va a aceptar que lo encajonen. Puede ser que nos quede una especie de cáscara religiosa, unos ritos, unas formas de ser, pero por dentro quizá esto nos deje vacíos, por dentro quizá no tenemos la sustancia que realmente nos hace decir: “Jesús está conmigo, Dios está conmigo.”

¿Realmente estoy sediento de este Dios que es capaz de llenar mi corazón? O quizá, tristemente, yo ando jugando con Dios; quizá, tristemente, yo me he fabricado un dios superficial que, por lo tanto, es simplemente un dios de corteza, un dios vacío y no es un dios que llena. Es un dios que cuando lo quiero yo tener en mis manos, me doy cuenta de que no me deja nada.

Debemos convertir nuestro corazón a Dios, amoldando plenamente nuestro interior al modo en el cual Él nos quiere llevar en nuestra vida. Y también tenemos que darnos cuenta de que las circunstancias a través de las cuales Dios nuestro Señor va moviendo las fichas de nuestra vida, no son negociables. Nuestra tarea es entender cómo llega Dios a nuestra existencia, no cómo me hubiera gustado a mí que llegase.

Si nuestra vida no es capaz de leer, en todo lo que es el cotidiano existir, lo que Señor nos va enseñando; si nuestra vida se empeña en encajonar a Dios, y si no es capaz de romper en su interior con esa corteza de un dios hecho a mi imagen y semejanza, «un dios de juguete», Dios va a seguir escapándose, Dios va a continuar yéndose de mi existencia.

Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué no tengo progreso espiritual? Sin embargo, ¡qué progreso puede venir, qué alimento puede tener un alma que en su interior tiene un dios de corteza!

Insistamos en que nuestro corazón se convierta a Dios. Pero para esto es necesario tener que ser un corazón que se deja llevar plenamente por el Señor, un corazón que es capaz de abrirse al modo en el cual Dios le va enseñando, un corazón que es capaz de leer las circunstancias de su vida para poder ver por dónde le quiere llevar el Señor.

Dios no nos garantiza triunfos, no nos garantiza quitar las dificultades de la vida; los problemas de la existencia van a seguir uno detrás de otro. Lo que Dios me garantiza es que en los problemas yo tenga un sentido trascendente.

Que el Señor se convierta en mi guía, que Él sea quien me marque el camino. Es Dios quien manda, es Dios quien señala, es Dios quien ilumina. Recordemos que cuando nosotros nos empeñamos una y otra vez en nuestros criterios, Él se va a alejar de mí, porque habré perdido la dimensión de quién es Él, y de quién soy yo.

Que esta Cuaresma nos ayude a recuperar esta dimensión, por la cual es Dios el que marca, y yo el que leo su luz; es Dios quien guía en lo concreto de mi existencia, y soy yo quien crece espiritualmente dejándome llevar por Él.

sábado, 14 de marzo de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: SÁBADO 14 DE MARZO DEL 2015


¡Ten compasión de mí, que soy pecador!
Cuaresma y Semana Santa

Lucas 18, 9-14. Cuaresma. Señor, ayúdame a ser humilde para reconocer mis faltas y pecados. 


Por: H. Marco Antonio de la Cruz | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola por algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias." En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.

Oración introductoria
Señor, contemplando el amor que nos has tenido y con el que nos has amado, queremos reconocer que sin tu gracias no podemos realizar la buenas obras. Ayudándonos y guiándonos por el camino del amor. Deseamos caminar en este día de tu mano y valorar cada vez más todo lo que haces por nosotros.

Petición
Señor, ayúdame a ser humilde para reconocer mis faltas y pecados. Invoco el auxilio de tu gracia para ser cada día mejor cristiano e imploro tu divina misericordia ante mis caídas y debilidades.

Meditación del Papa Francisco
La del publicano es la oración del pobre, es la oración que agrada a Dios que “sube hasta las nubes", mientras que la del fariseo está marcada por el peso de la vanidad.
A la luz de esta Palabra, quisiera preguntarles a ustedes, queridas familias: ¿Rezan alguna vez en familia? Algunos sí, lo sé. Pero muchos me dicen: ¿Cómo se hace? La oración es algo personal, y además nunca se encuentra el momento oportuno, tranquilo…
Sí, es verdad, pero es también cuestión de humildad, de reconocer que tenemos necesidad de Dios, como el publicano. Y se requiere sencillez. Rezar juntos el "Padrenuestro", alrededor de la mesa, se puede hacer. Y rezar juntos el Rosario, en familia, es muy bello, da mucha fuerza. Y rezar el uno por el otro: el esposo por la esposa, los papás por los hijos, los hijos por los papás, y también por los abuelos. Rezar los unos por los otros, esto es rezar en familia y vuelve fuerte la familia... La oración.» (Homilía de S.S. Francisco, 27 de octubre de 2013).
Reflexión
El escriba, conocedor de las escrituras, se dirige a Dios con orgullo y vanidad. Le ha faltado humildad para reconocerse necesitado de la gracia de Dios. Es necesario tener una clara conciencia de que somos creaturas frágiles para vivir, con sinceridad, de cara a Dios. A nosotros no nos corresponde juzgar y criticar a los demás, pues eso es algo que sólo le compete a Nuestro Señor.
Muy diferente es la actitud publicano. Se queda en la esquina y sin el valor de elevar los ojos a Dios. Es humilde y se reconoce pecador, necesitado de la misericordia de Dios. Los humildes agradan inmensamente a Dios. La humildad del publicano consiste en reconocer sus faltas, pedir perdón y realizar un sincero propósito de enmienda.

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¡Qué es la confesión sino un acercarnos a Dios con la misma actitud del publicano!
En el sacramento de la penitencia buscamos con humildad la misericordia de Dios. Cuando reconozco mis pecados y le pido perdón a Dios en la confesión estoy formando, al mismo tiempo, un corazón más comprensivo y bondadoso para no juzgar ni criticar a los demás. A través de la confesión obtengo, con toda certeza, el perdón de mis pecados y puedo regresar a mi vida diaria con paz y tranquilidad de conciencia porque le he dado el primer lugar a Dios en mi vida.

Propósito
Me confesaré si llevo largo tiempo sin hacerlo y promoveré la participación a este sacramento entre mis familiares y amigos.

Diálogo con Cristo
Jesús, reconozco que tengo muchas carencias y que, en algunas ocasiones, el egoísmo forma parte de mis pensamientos y juicios. Dame el valor y la gracia de prepararme y realizar una buena confesión. Ayúdame, Dios mío, a ser misericordioso y bondadoso con los demás. Te pido que me des la fuerza para no criticar ni juzgar al prójimo. Señor, si mil veces caigo, que mil veces esté dispuesto a levantarme y seguir luchando por Ti.

No queremos otro don que Jesús, no suspiramos por otro amor que por el suyo. Mons. Luis María Martínez

 
Preguntas o comentarios al autor  Marco Antonio de la Cruz


TERTULIA ANGELICAL


 TERTULIA ANGELICAL



Unos ángeles estaban de tertulia en el cielo y hablaban de lo que ocurre en la Tierra. Querían repasar las noticias de los últimos años terrícolas:

-Las noticias que llegan del mundo humano son descorazonadoras: guerras, hambres, abortos, infanticidios, abandono de ancianos, congelación y uso de embriones como si fuesen animales de laboratorio... 

-¿No será que los hombres quieren cometer una especie de “suicidio colectivo”? 

-Bueno, bueno, no hay que ser tan pesimistas. También hay cosas buenas. Acabo de encontrarme con una familia “extraña”: los esposos se quieren, se respetan, y son fieles a su matrimonio. Han acogido los 10 hijos que Dios les ha ofrecido, los educan con cariño (que vale mucho más que el dinero), y viven con una alegría envidiable. 

-Pero te olvidas que muchos a su alrededor están criticándoles por su modo de ser “generosos”. Los familiares y amigos dicen que son irresponsables, que no saben en qué mundo viven, que hay que pensar en la carrera de los hijos, que luego habrá problemas de drogas en los más pequeños, etc. 

-No hay que escuchar todo lo que dicen los demás. De lo contrario, nadie podría hacer casi nada: siempre vas a encontrar quien te señale con el dedo. Lo principal es el amor. Si dos esposos se aman y quieren amar los hijos que Dios les permita tener, ¿por qué esa envidia o esa incomprensión que viene de quienes ven cada hijo más como un problema que como una alegría inmensa para sus padres, para el mundo y para el cielo? 

-También he escuchado que hay médicos que se niegan a hacer abortos, y otros que buscan maneras para ayudar a no abortar a las mujeres que sienten una presión muy fuerte para eliminar al hijo más necesitado de ayuda. 

-¿Ves cómo hay cosas buenas allá abajo? Bueno, pido perdón al ángel guardián, pues en el mundo del espíritu no hay arriba y abajo, pero nos entendemos. Lo que importa es mirar a los corazones, y ver que el bien, aunque no aparezca en la televisión, está mucho más activo de lo que se piensa. 

- Me impresionaron mucho esas personas, algunos simples niños, que buscaron maneras para llevarle agua a una pobre señora que estaba agonizando porque le quitaron los tubos de alimentos y de hidratación. Se llamaba Terri y murió el 31 de marzo de 2005, según el calendario de la Tierra. Los policías, claro, tenían que cumplir con su deber, y prefirieron arrestar a estos valientes antes que poner en peligro su carrera. Lo triste es cuando casi todos piensan como los policías: entonces se acabaron los héroes, y las injusticias continúan por años interminables. 

-Héroes los habrá siempre. Acaban de contarme de nuevo la vida del P. Maximiliano Kolbe, que estando prisionero en un campo de concentración, ofreció su vida a cambio de la de un padre de familia, cuyos seres queridos le necesitaban. Hombres y mujeres como él hacen hermosa la Tierra. Aunque a nosotros nos parezca a veces que todo va de mal en peor. 

-Bueno, creo que tenemos que terminar nuestra tertulia de hoy. Acabo de saber que mientras moría aquella señora, Terri (que es una abreviación de Teresa), en un rincón de Europa una señora médica, casada con un médico, daba a luz a su séptima hija, y la van a bautizar con el nombre de Teresa. Será coincidencia, pero frente a quienes buscan la muerte de sus semejantes otros acogen con alegría y generosidad (que a veces implica sacrificios) el nacimiento de nuevos hijos, que algún día también vendrán por acá, a la Casa del Padre. 

-Como siempre digo, los hombres no son tan malos. Si dejásemos que la prensa reservase un 10 por ciento de espacio para buenas noticias, para presentar la generosidad de los que aman la vida de sus semejantes, la gente sería menos pesimista y más dispuesta a hacer el bien. 

El ángel guardián toca la campana. Llega la hora de volver cada uno a sus trabajos. El planeta Tierra gira, las nubes pasean de un lado para otro, y una niña recién nacida puede sentir la caricia de dos padres y seis hermanos que la miran con esa alegría de quienes saben lo hermoso que es la vida enamorada. 

CRISTO QUE NOS LLAMA A LA CONVERSIÓN DEL ESPÍRITU


Cristo que nos llama a la conversión del espíritu
Meditaciones para toda la Cuaresma
Sábado tercera semana Cuaresma. ¿Qué esfuerzo he hecho para que Cristo sea el centro de mi vida?


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net




La experiencia de buscar convertir nuestro corazón a Dios, que es a lo que nos invita constantemente la Cuaresma, nace necesariamente de la experiencia que nosotros tengamos de Dios nuestro Señor. La experiencia del retorno a Dios, la experiencia de un corazón que se vuelve otra vez a nuestro Señor nace de un corazón que experimenta auténticamente a Dios. No puede nacer de un corazón que simplemente contempla sus pecados, ni del que simplemente ve el mal que ha hecho; tiene que nacer de un corazón que descubre la presencia misteriosa de Dios en la propia vida.

Durante la Cuaresma muchas veces escuchamos: “tienes que hacer sacrificios”. Pero la pregunta fundamental sería si estás experimentando más a Dios nuestro Señor, si te estás acercando más a Él.

En la tradición de la Iglesia, la práctica del Vía Crucis —que la Iglesia recomienda diariamente durante la Cuaresma y que no es otra cosa sino el recorrer mentalmente las catorce estaciones que recuerdan los pasos de nuestro Señor desde que es condenado por Pilatos, hasta el sepulcro—, necesariamente tiene que llevarnos hacia el interior de nosotros mismos, hacia la experiencia que nosotros tengamos de Jesucristo nuestro Señor.

Tenemos que ir al fondo de nuestra alma para ahí ver la profundidad que tiene Dios en nosotros, para ver si ya ha conseguido enraizar, enlazarse con nosotros, porque solamente así llegamos a la auténtica conversión del corazón. Al ver lo que Cristo pasó por mí, en su camino a la cruz, tengo que preguntarme: ¿Qué he hecho yo para convertir mi corazón a Cristo? ¿Qué esfuerzo he hecho para que mi corazón lo ponga a Él como el centro de mi vida?

Frecuentemente oímos: “es que la vida espiritual es muy costosa”; “es que seguir a Cristo es muy costoso”; “es que ser un auténtico cristiano es muy costoso”. Yo me pregunto, ¿qué vale más, lo que a mí me cuesta o lo que yo gano convirtiéndome a Cristo? Merece la pena todo el esfuerzo interior por reordenar mi espíritu, por poner mis valores en su lugar, por ser capaz de cambiar algunos de mis comportamientos, incluso el uso de mi tiempo, la eficacia de mi testimonio cristiano, convirtiéndome a Cristo, porque con eso gano.

A la persona humana le bastan pequeños detalles para entrar en penitencia, para entrar en conversión, para entrar dentro de sí misma, pero podría ser que ante la dificultad, ante los problemas, ante las luchas interiores o exteriores nosotros no lográramos encontrarnos con Cristo.

Nosotros, que tenemos a Jesucristo todos los días si queremos en la Eucaristía; nosotros, que tenemos a Jesucristo si queremos en su Palabra en el Evangelio; nosotros, que tenemos a Jesucristo todos los días en la oración, podemos dejarlo pasar y poner otros valores por encima de Cristo. ¡Qué serio es esto, y cómo tiene que hacer que nuestro corazón descubra al auténtico Jesucristo!

Dirá Jesucristo: “¿De qué te sirve ganar todo el mundo, si pierdes tu alma? ¿Qué podrás dar tú a cambio de tu alma?” Es cuestión de ver hacia dónde estamos orientando nuestra alma; es cuestión de ver hacia dónde estamos poniendo nuestra intención y nuestra vida para luego aplicarlo a nuestras realidades cotidianas: aplicarlo a nuestra vida conyugal, a nuestra vida familiar, a nuestra vida social; aplicarlo a mi esfuerzo por el crecimiento interior en la oración, aplicarlo a mi esfuerzo por enraizar en mi vida las virtudes.

Cuando en esta Cuaresma escuchemos en nuestros oídos la voz de Cristo que nos llama a la conversión del espíritu, pidámosle que sea Él quien nos ayude a convertir el corazón, a transformar nuestra vida, a reordenar nuestra persona a una auténtica conversión del corazón, a una auténtica vuelta a Dios, a una auténtica experiencia de nuestro Señor.

¿CÓMO SANAR LAS HERIDAS DE CRISTO EN LA ORACIÓN?




¿Cómo sanar las heridas de Cristo en la oración? 

Aquí estoy, déjame sanar tu corazón Jesús.
Por: P. Guillermo Serra, LC | Fuente: La-oracion.com



La oración es acompañar a un Dios que se hace vulnerable y que toma sobre sí mi pecado. Es mirar cómo me ama, cómo sufre, cómo es herido y cómo en silencio sube hasta la cruz por mí. Es hacer silencio para escuchar ese corazón herido, entrar en Él y para nunca más volver a salir. Es seguir viendo el rostro de Dios en un Cristo que se deja deformar por el odio cruel, y así formar en mí el cielo de laredención.

Contemplar las heridas de Cristo y mi respuesta
Aquella primera herida de tu Corazón en Getsemaní: aquella soledad que te llenó de pavor y llevó tu alma hasta una tristeza de muerte. Tus amigos te traicionaban, te entregaban y te dejaban solo: "Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22, 42).
No te abandonaré, te haré compañía, secaré tus lágrimas, consolaré tu corazón con mifidelidad y mi presencia. Escucharé tu diálogo al Padre y lo haré mío. Abrazaré mi cáliz cada día, aprenderé de Ti y buscaré sólo consolar tu corazón. Mi beso no será como el de Judas, sino el del amigo fiel que se hace presente.
Aquí estoy, déjame sanar tu corazón Jesús.

¿Cómo quito de tu rostro los salivazos, de tu espalda las llagas y la sangre que corre tras los terribles latigazos?

Me presentaré ante Ti cada día, limpiaré tu rostro con mi amor delicado, constante, sencillo y tierno. Cubriré tu espalda del bálsamo de mi feesperanza y caridad.
Aquí estoy, déjame sanar tus llagas.

¿Cómo te quito la corona de espinas que penetró tu cabeza sagrada?

Miraré tu santa frente, las espinas crueles clavadas en ti. Pensaré en mis pecados y seré fiel para que nunca más se claven en tu santa cabeza. Quitaré tu corona alejando de mí las envidias, malos pensamientos, orgullo, odio, rencor.
Aquí estoy, déjame sanar tu santa cabeza.

¿Cómo alivio las heridas de tus manos traspasadas por los clavos, de tus pies fijados al madero?

Pondré mis manos en las tuyas, mis dedos entre los tuyos y no me separaré de tu divina voluntad. Entrelazaré mis dedos entre los tuyos para que dirijas mi vida y no se separe de Ti. Fijaré mis pies junto a los tuyos, dejaré libertades para fijarlos en Ti. Caminaré por donde Tú camines, subiré tus montañas, viajaré tus mares, junto a Ti.
Aquí estoy, déjame aliviar las heridas de tus pies y manos.

¿Cómo consuelo la herida del costado abierto por la lanza?

Consolaré su costado escondiéndome en él para siempre. Haré silencio en mi corazón para escuchar sólo sus latidos, así mi corazón latirá al unísono. Seremos un corazón, un mismo sentir, un mismo querer.
Dejaré que mi corazón también quede abierto, para que Él pueda entrar. Su Eucaristíaserá mi consuelo, el signo de nuestro amor sellado hoy en la cruz.
Llevaré almas a su corazón y su corazón a las almas. Hablaré sólo de amor y por el amor. Experimentaré su infinita misericordia y abriré siempre mi miseria a su infinito amor. Le pediré perdón y escucharé su perdón. Dejaré que Él me robe mi corazón y también robaré el suyo como el buen ladrón.
Aquí estoy, déjame habitar siempre en tu corazón.

Para la oración

  1. Seguir repasando la Pasión, cada detalle de amor de Cristo y convertirlo en un diálogo y en un compromiso.
  2. Contemplar sus heridas y mis heridas. Decirle: "todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío" (Jn 17,10).
  3. Diálogo: "Perdóname Señor por tantas heridas. Déjame curarlas con mi fidelidad, mi ternura, mi delicadeza en el amor. Aquí estoy, yo te he herido y yo quiero sanar tus heridas".

PENSAMIENTOS DEL PAPA FRANCISCO



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