jueves, 11 de diciembre de 2014

CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN MARÍA - SOY TODO TUYO MARÍA


SOY TODO TUYO MARIA
San Juan Pablo II


Virgen María, Madre mía
Me consagro a ti y confío en tus manos
Toda mi existencia.

Acepta mi pasado con todo lo que fue.
Acepta mi presente con todo lo que es.
Acepta mi futuro con todo lo que será.
Con esta total consagración
Te confío cuanto tengo y cuanto soy,
Todo lo que he recibido de Dios.

Te confío mi inteligencia,
Mi voluntad, mi corazón.
Deposito en tus manos mi libertad;
Mis ansias y mis temores;
Mis esperanzas y mis deseos;
Mis tristezas y mis alegrías.

Custodia mi vida y todos mis actos
Para que le sea más fiel al Señor
Y con tu ayuda alcance la salvación.
Te confío ¡Oh María! Mi cuerpo y mis sentidos
Para que se conserven puro
Y me ayuden en el ejercicio de las virtudes.
Te confío mi alma
Para que Tú la preserves del mal.
Hazme partícipe de una santidad

Igual a la tuya:
Hazme conforme a Cristo,
Ideal de mi vida.
Te confío mi entusiasmo
Y el ardor de mi juventud,

Para que Tú me ayudes a no envejecer en la fe.
Te confío mi capacidad y deseo de amar,
Enséñame y ayúdame a amar
Como Tú has amado y como Jesús quiere que se ame.
Te confío mi incertidumbres y angustias,
Para que en tu corazón yo encuentre
Seguridad, sostén y luz,
En cada instante de mi vida.

Con esta consagración
Me comprometo a imitar tu vida.
Acepto las renuncias y sacrificios
Que esta elección comporta,
Y te prometo, con la gracia de Dios
Y con tu ayuda,
Ser fiel al compromiso asumido.

Oh María, soberana de mi vida
Y de mi conducta
Dispón de mí y de todo lo que me pertenece,
Para que camine siempre junto al Señor
Bajo tu mirada de Madre.
¡Oh María!
Soy todo tuyo
Y todo lo que poseo te pertenece
Ahora y siempre.

AMEN.

LA NECESIDAD DE LA INTERCESIÓN DE LOS SANTOS Y DE MARÍA SANTÍSIMA


De la necesidad de la intercesión de los santos y María Santísima
María quien reza sin contar contigo es como quien pretende volar sin alas.



Por: Rafael Sanz Carrera | Fuente: Un blog de pensamiento cristiano




Seguimos con esta obrita de san Alfonso María de Ligorio, “El gran medio de la oración”. Además, estos días del Cónclave podemos acudir más a la Virgen María y a los santos para que nos concedan el Papa que la Iglesia necesita hoy.
Aquí aparece el lugar conveniente para tratar de la duda si es necesario también recurrir a la intercesión de los Santos para alcanzar las gracias divinas. (…) Pero volvamos a la duda que arriba nos atrevemos a exponer. ¿Hay verdadera obligación de invocar la intercesión de los Santos? No es mi propósito resolver aquí esta sutilísima cuestión. No quiero sin embargo dejar de exponer una doctrina del Angélico Doctor. (…) se propone a sí mismo con toda claridad la siguiente duda:
¿Debemos rogar a los Santos para que intercedan por nosotros? Hay un orden divinamente establecido en todas las cosas, según Dionisio Areopagita, y es que las últimas cosas vuelvan a Dios valiéndose de las intermedias. Y como los Santos ya están en la Patria y por tanto muy cerca de Dios, parece que está pidiendo el orden general establecido, que nosotros, que aún estamos con este cuerpo mortal y andamos peregrinando lejos de Dios, a Él volvamos por mediación de los Santos. Así sucede, cuando por ellos llegan hasta nosotros los efectos de la divina bondad, pues nuestra vuelta a Dios debe seguir en cierto modo el mismo proceso de la donación de su bondad, ya que los beneficios divinos llegan a nosotros por medio de los santos, así por medio de los mismos debemos volver a Dios. De aquí podemos concluir que cuando pedimos a los Santos que recen por nosotros, los constituimos intercesores y en cierto sentido mediadores nuestros.
Meditemos estas palabras del Angélico Doctor y veremos que según su doctrina el orden de la divina ley exige que nosotros, míseros mortales, nos salvemos por medio de los Santos, recibiendo de sus manos las gracias necesarias para nuestra salvación eterna. Como alguno puede objetar que parece superfluo acudir a los Santos, ya que Dios es infinitamente más misericordioso que ellos y más inclinado a socorrernos, responde el santo muy atinadamente que,si lo ha dispuesto así el Señor, no ha sido por falta de poder por parte suya, sino para conservar en todo el orden general establecido de obrar siempre por medio de las causas segundas. (…)
Y qué decir de De la intercesión de María Santísima.
Lo que hasta aquí llevamos dicho de la intercesión de los Santos puede decirse, pero con mucha mayor excelencia, de la intercesión de la Madre de Dios. Sus oraciones valen más que las de todo el paraíso. Da la razón Santo Tomás, diciendo que los santos, según su mérito, así es el poder que tienen de salvar a otros muchos; pero como Jesucristo y digamos lo mismo de su Divina Madre, tienen gracia tan abundante, por eso pueden salvar a todos los hombres. Lo dice así el Santo Doctor. Ya es cosa grande decir de un santo que tiene bastante gracia para salvar a muchos. Pero si pudiera decirse de alguno que la tenía tan grande que a todos los hombrespudiera dar la salvación sería la más grande alabanza. Mas ello solamente puede decirse de Jesucristo y de su Madre Santísima. San Bernardo hablando de la Virgen escribió estas hermosas palabras: Así como nosotros no podemos acercarnos al Padre sino por medio del Hijo, que es mediador de justicia, así no podemos acercarnos a Jesús si no es por medio de María que es la mediadora de la gracia y nos obtiene con su intercesión todos los bienes que nos ha concedido Jesucristo. En otro lugar saca el mismo santo de todo esto una consecuencia lógica, cuando dice que María ha recibido de Dios dos plenitudes de gracias: la primera, la encarnación del Verbo eterno, tomando carne humana en su purísimo seno; la segunda, la plenitud de las gracias que de Dios recibimos por su intercesión. Oigamos las palabras del mismo santo: Puso el Señor en María la plenitud de todos los bienes, y por tanto, si tenemos alguna gracia y alguna esperanza, si alguna seguridad tenemos de salvación eterna, podemos confesar que todo nos viene de Ella, pues rebosa de delicias divinas. Huerto de delicias es su alma y de allí corren y se esparcen suaves aromas, es decir, los carismas de todas las gracias.
Podemos por tanto asegurar que todos los bienes que del Señor recibimos, nos llegan por medio de la intercesión de María. ¿Qué por qué es así? Responde categóricamente San BernardoPorque así lo ha dispuesto el mismo Dios. Esta es su divina voluntad, son palabras de San Bernardo, que todo lo recibamos por manos de María. Pero San Agustín da otra razón y parece más lógica, y es que María es propiamente nuestra Madre; lo es, porque su caridadcooperó para que naciésemos a la vida de la gracia y fuéramos hechos miembros de nuestra cabeza que es Jesucristo. Pues Ella ha cooperado con su bondad al nacimiento espiritual de todos los redimidos, por eso ha querido el Señor que con su intercesión coopere a que tengan la vida de la gracia en este mundo, y en el otro mundo la vida de la gloria. Que por esto la Santa Iglesia se complace en llamar y saludarla con estas suavísimas palabras: Vida, dulzura y esperanza nuestra.
Nos exhorta San Bernardo a recurrir siempre a esta divina Madre, ya que sus súplicas son siempre escuchadas por su divino Hijo. Acudamos a María, exclama con fervoroso acento, lo digo sin vacilar…, el Hijo oirá a su Madre. A continuación añade: Hijos míos, Ella es la escala de los pecadores. Ella mi máxima esperanza, Ella, toda la razón de confianza del alma mía. La llama escala, porque así como no podemos subir el tercer escalón sin poner antes el pie en el segundo, de la misma manera nadie llega a Dios si no es por medio de Jesucristo, y a Jesucristo nadie llega sino por medio de María. Y añade que es su máxima esperanza y el fundamento de su confianza porque Dios ha dispuesto que todas las gracias nos pasen por manos de María. Por esto concluye recordándonos que todas las gracias que queramos obtener, las pidamos por medio de María, porque Ella alcanza todo lo que quiere y sus oraciones jamás serán desatendidas. He aquí sus textuales palabras: Busquemos la gracia, y busquémosla por medio de María, porque halla todo lo que busca y jamás pueden ser frustrados sus deseos. No de distinta forma hablaba el fervoroso San EfrénSólo una esperanza tenemos, decía, y eres tú, Virgen purísima. San Ildefonso, vuelto a la misma celestial Señora, le hablaba así: La Majestad divina ordenó que todos sus bienes pasaran por tus manos benditas. A Ti están confiados todos los tesoros divinos y todas las riquezas de las gracias. San Germán le decía todo tembloroso: ¿Qué será de nosotros si Tú nos abandonas, vida de todos los cristianos? San Pedro Damián: En tus manos están todos los tesoros de las misericordias de Dios. San Antonio: Quien reza sin contar contigo es como quien pretende volar sin alas. San Bernardino de Siena: Tú eres la dispensadora de todas las gracias: nuestra salvación está en tus manos. En otro lugar llegó a afirmar el mismo santo que no tan sólo es María el medio por el cual se nos comunican todas las gracias de Dios sino que desde el día en que fue hecha Madre de Dios, adquirió una especie de jurisdicción sobre todas las gracias que se nos conceden. Sigue ponderando la autoridad de la Virgen con estas palabras: Por María, de la cabeza de Cristo, pasan todas las gracias vitales a su Cuerpo Místico. El día en que siendo Virgen fue hecha Madre de Dios, adquirió una suerte de posesión y autoridad sobre todas las gracias que el Espíritu Santo concede a los hombres de este mundo, que nadie jamás obtendrá gracia alguna, sino según lo disponga esta Madre piadosísima. Y añade esta conclusión: Por tanto, sus manos misericordiosas dispensan a quien quiere dones, virtudes y gracias. Y lo mismo confirma San Bernardino de Siena con estas palabras: Ya que toda la naturaleza divina se encerró en el seno de María, no temo afirmar que por ello adquirió la Virgen cierta jurisdicción sobre todas las corrientes de las gracias, pues fue su seno el océano del cual salieron todos los ríos de las divinas gracias.
Por lo demás, si es cierto que le agrada al Señor que recurramos a los santos, mucho más le ha de agradar que acudamos a la intercesión de María para que supla Ella nuestra indignidad con la santidad de sus méritos. Así cabalmente lo afirma San Anselmo: para que la dignidad de la intercesora supla nuestra miseria. Por tanto, acudir a la Virgen no es desconfiar de la divina misericordia; es tener miedo de nuestra indignidad. Santo Tomás, cuando habla de la dignidad de María, no repara en llamarla casi infinita. Como es Madre de Dios tiene cierta especie de dignidad infinita. Y por tanto, puede decirse sin exageración que las oraciones de María son casi más poderosas que las de todo el cielo.
Pongamos fin a este primer capítulo resumiendo todo lo dicho y dejando bien sentada esta afirmación: que el que reza se salva y el que no reza se condena. (…)

ORACIONES A SANTA MARAVILLAS DE JESÚS




IMÁGENES DE SANTA MARAVILLAS DE JESÚS







SANTA MARAVILLAS DE JESÚS, VIRGEN, CARMELITA DESCALZA, 11 DE DICIEMBRE


Madre Maravilla de Jesús, Santa
Virgen, Carmelita Descalza, 11 de diciembre
Por: Vatican.va | Fuente: Vatican.va



Religiosa Carmelita

Martirologio Romano: En el monasterio de La Aldehuela, en la región de Madrid, en España, santa María de las Maravillas Pidal y Chico de Guzmán, virgen de la Orden de Carmelitas Descalzas, que fundó muchos monasterios en España y en la India, conjugando la vida contemplativa con una solícita caridad. († 1974)

Fecha de canonización: 4 de mayo de 2003, durante el pontificado de S.S. Juan Pablo II.

Nació en Madrid el 4 de noviembre de 1891. Desde su infancia deseó consagrarse a Dios y dedicó su juventud a ayudar a los necesitados. Atraída por la espiritualidad de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, y movida por su amor a la Virgen María, ingresó en el Carmelo de El Escorial el 12 de octubre de 1919. 

En 1924 fundó un monasterio de Carmelitas Descalzas en El Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la península, junto al monumento del Corazón de Jesús, como lugar de oración y de inmolación por la Iglesia y por España. 

Durante la persecución religiosa la Madre Maravillas brilló por su espíritu de reparación, fortaleza, serenidad y confianza en el Señor. Bajo el signo de la fidelidad a Santa Teresa fundó otros diez Carmelos recuperando lugares de tradición teresiano-sanjuanista. Priora durante largos años, enseñó a sus hermanas con el testimonio de sus virtudes y se distinguió por su vida mística, ardor apostólico y por la bondad unida a la firmeza ante quienes la tenían por verdadera madre. Murió en el Carmelo de La Aldehuela, el 11 de diciembre de 1974, expresando “¡Qué felicidad morir Carmelita!”. 

Fue beatificada por vuestra Santidad el 10 de mayo de 1998.

Canonizada por el Papa Juan Pablo II el 4 de mayo, 2003.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 10 DE DICIEMBRE DEL 2014



Jesús manso y humilde de corazón
Adviento

Mateo 11, 28-30. Adviento. Sólo Él nos llena de la tranquilidad interior. ¿Acaso no estamos necesitados más que nunca hoy de esa serenidad? 


Por: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Mateo 11, 28-30
En aquel tiempo Jesús dijo: «Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Oración introductoria
Señor, qué miserable soy cuando, a pesar de todos los innumerables dones con los que has colmado mi vida, aún me siento cansado y agobiado ante los problemas cotidianos de mi vida. Ilumina mi oración para experimentar tu cercanía, tu fidelidad, tu misericordia y bondad de corazón.

Petición
Vengo ante ti, Señor, fatigado por la carga de mis debilidades, dame tu gracia para tenerte en todo como mi modelo.

Meditación del Papa Francisco
Venid a mí. La invitación de Jesús es para todos. Pero de manera especial para los que sufren más.
Jesús promete dar alivio a todos, pero nos hace también una invitación, que es como un mandamiento: Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. El "yugo" del Señor consiste en cargar con el peso de los demás con amor fraternal. Una vez recibido el alivio y el consuelo de Cristo, estamos llamados a su vez a convertirnos en descanso y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde, a imitación del Maestro. La mansedumbre y la humildad del corazón nos ayudan no sólo a cargar con el peso de los demás, sino también a no cargar sobre ellos nuestros puntos de vista personales, y nuestros juicios, nuestras críticas o nuestra indiferencia.
Invoquemos a María santísima, que acoge bajo su manto a todas las personas cansadas y agobiadas, para que a través de una fe iluminada, testimoniada en la vida, podamos ser alivio para cuantos tienen necesidad de ayuda, de ternura, de esperanza» (Papa Francisco, 13 de julio de 2014)
Reflexión
En la sociedad agrícola de la época de Jesús, la terminología propia de la gente del campo tiene su importancia. El "yugo" es el instrumento de madera con el cual se sujetan el par de bueyes o mulas para tirar del arado o del carro. Jesús lo usa como una imagen que evoca la vida misma del hombre con sus afanes y responsabilidades. Porque todo hombre debe soportar una “carga” más o menos pesada y nadie está exento de ella.

Por eso, bien visto, el "yugo" que Jesucristo nos ofrece tiene sus ventajas. Quizás no siempre sabemos apreciarlas: pero, ¿por qué no lo buscamos más a menudo?

Con Jesucristo las cargas y responsabilidades de la vida se hacen livianas, o sea, "light". Vivimos en una sociedad en donde hasta los dulces de Navidad se venden con la etiqueta de "light". Dicen que lo ligero es mejor, quizás más sano, aunque no siempre. En el caso de nuestra vida cristiana, seríamos un poco necios si no prestáramos atención a esta invitación. Jesús quiere hacernos "liviana" nuestra carga. Y una vez más, si tenemos oídos no podemos dejar de atender: "Venid a mí... yo os daré descanso (...) porque mi yugo es suave y mi carga ligera". No podemos con las cargas de la vida sin Jesucristo, y de esto nos debemos convencer.

"Si conocieras el don de Dios, (...) tú le habrías pedido a Él..." (Jn 4, 10). Algo así, nos podría decir Jesucristo a cada uno cuando conociéndole no acudimos a Él. Porque todos experimentamos el cansancio en la lucha. Todos necesitamos la comprensión y el consuelo de los demás, en la familia, con mi esposo o esposa, con mis hijos y demás familiares y amigos. Pero aún más necesitamos a Dios, sobre todo cuando nos falta lo anterior. Su acción (si le dejamos), es tan fuerte, que actúa de bálsamo, de calmante, de medicina, que al mismo tiempo sana y vigoriza. Su presencia relativiza los problemas de cada día que nos pueden quitar la paz. Los coloca en su justo lugar para mirar al futuro con optimismo y esperanza. Sólo Él nos llena de la tranquilidad interior. ¿Acaso no estamos necesitados más que nunca hoy de esa serenidad?

Propósito
Ante el agobio y cansancio del trabajo o de los problemas diré: Jesús, en ti confío.

Diálogo con Cristo
Señor Jesús, enséñame a someterme siempre a la voluntad del Padre, para encontrar el descanso que me ofreces. Es paradójico como busco evadir todo lo que implique pobreza, soledad, fatiga, cuando vividos contigo y por amor a Ti, son los medios excelentes que me pueden llevar a crecer en el amor. Ayúdame a ser manso y humilde de corazón.

NADIE CAMINA POR LA VIDA


Nadie camina por la vida


Nadie camina por la vida, 
sin haber pisado en falso muchas veces.

Nadie llega a la otra orilla, 
sin haber ido haciendo puentes para pasar.

Nadie deja el alma lustrosa, 
sin el pulimento diario de la vida.

Nadie puede juzgar,
sin conocer primero su propia debilidad.

Nadie consigue su ideal, 
sin haber pensado muchas veces 
que persiguía un imposible.

Nadie deja de llegar, 
cuando se tiene la certeza de un don, 
el crecimiento de su voluntad, 
la abundancia de la vida, 
el poder para realizarse y 
el impulso de si mismo.

NECESITAMOS DE TÍ


Necesitamos de Tí



Necesitamos de Ti, de Ti solamente,
y de nadie más.
Solamente Tú, que nos amas,
puedes sentir por todos nosotros
que sufrimos, la compasión
que cada uno siente
en relación consigo mismo.

Solo Tu puedes medir que grande,
que inconmensurablemente grande
es la necesidad que hay de Ti
en este mundo, en esta hora.

Todos necesitamos de Ti,
también aquellos que no lo saben,
y estos necesitan bastante más
que los que lo saben.

El hambriento piensa
que debe de buscar pan y,
mientras tanto, tiene hambre de Ti.
El sediento juzga necesitar agua,
mientras siente sed de Ti.
El enfermo se ilusiona en desear salud;
su verdadero mal, sin embargo,
es la ausencia de Ti.

Quien busca la belleza del mundo
sin darse cuenta, te busca a Ti,
que eres la belleza plena.

El que en sus pensamientos busca la verdad,
sin darse cuenta te desea a Ti,
que eres la única verdad digna de ser conocida.

El que se esfuerza por conseguir la paz,
esta buscándote a Ti, única paz
donde pueden descansar
los corazones inquietos.

Ellos te llaman sin saber que te llaman,
y su grito es, misteriosamente,
más doloroso que el nuestro.

Te necesitamos. Ven, Señor.

¿QUÉ ES EL CIBERBULLYING?


Ciberbullying. Guía rápida.
Bombardear con mensajes intimidatorios o insultantes, crear páginas web ridiculizantes, son algunas formas del acoso online


Por: Jorge Flores Fernández | Fuente: http://www.pantallasamigas.net



¿Qué se entiende por ciberbullying?
Es el uso de los medios telemáticos (Internet, telefonía móvil y videojuegos online principalmente) para ejercer el acoso psicológico entre iguales. No se trata aquí el acoso o abuso de índole estrictamente sexual ni los casos en los que personas adultas intervienen.
¿Qué tiene que ver el ciberbullying con el bullying o acoso escolar?
No son tan similares como podría pensarse. En ambos se da un abuso entre iguales pero poco más tienen que ver en la mayoría de los casos. El ciberbullying atiende a otras causas, se manifiesta de formas muy diversas y sus estrategias de abordamiento y consecuencias también difieren. Sí es bastante posible que el bullying sea seguido de ciberbullying. También es posible que el ciberbullying pueda acabar también en una situación de bullying, pero desde luego esto último sí que es poco probable.
¿Cómo se manifiesta el ciberbullying?
Las formas que adopta son muy variadas y sólo se encuentran limitadas por la pericia tecnológica y la imaginación de los menores acosadores, lo cual es poco esperanzador. Algunos ejemplos concretos podrían ser los siguientes:
  • Colgar en Internet una imagen comprometida (real o efectuada mediante fotomontajes) datos delicados, cosas que pueden perjudicar o avergonzar a la víctima y darlo a conocer en su entorno de relaciones.
  • Dar de alta, con foto incluida, a la víctima en un web donde se trata de votar a la persona más fea, a la menos inteligente...y cargarle de “puntos” o “votos” para que aparezca en los primeros lugares.
  • Crear un perfil o espacio falso en nombre de la víctima, donde se escriban a modo de confesiones en primera persona determinados acontecimientos personales, demandas explícitas de contactos sexuales...
  • Dejar comentarios ofensivos en foros o participar agresivamente en chats haciéndose pasar por la víctima de manera que las reacciones vayan posteriormente dirigidas a quien ha sufrido la usurpación de personalidad.
  • Dando de alta la dirección de correo electrónico en determinados sitios para que luego sea víctima de spam, de contactos con desconocidos...
  • Usurpar su clave de correo electrónico para, además de cambiarla de forma que su legítimo propietario no lo pueda consultar, leer los mensajes que a su buzón le llegan violando su intimidad.
  • Provocar a la víctima en servicios web que cuentan con una persona responsable de vigilar o moderar lo que allí pasa (chats, juegos online, comunidades virtuales...) para conseguir una reacción violenta que, una vez denunciada o evidenciada, le suponga la exclusión de quien realmente venía siendo la víctima.
  • Hacer circular rumores en los cuales a la víctima se le suponga un comportamiento reprochable, ofensivo o desleal, de forma que sean otros quienes, sin poner en duda lo que leen, ejerzan sus propias formas de represalia o acoso.
  • Enviar menajes amenazantes por e-mail o SMS, perseguir y acechar a la víctima en los lugares de Internet en los se relaciona de manera habitual provocándole una sensación de completo agobio.
Factores que hacen que el ciberbullying sea un fenómeno creciente
ALTA DISPONIBILIDAD
Las nuevas tecnologías (Internet, móvil...) que son el medio o sustrato sobre el que se realiza el ciberabuso, están presentes cada vez en más lugares y durante más tiempo en la vida de niños y adolescentes. Esto significa que el acoso se puede perpretar en cualquier lugar y momento sin necesidad de que abusón y víctima coincidan ni en el espacio ni en el tiempo. Por ejemplo, quien abusa puede mandar una amenaza desde cientos de kilómetros a medianoche y quien lo recibe lo hará cuando a la mañana siguiente abra su correo electrónico.
IMPORTANCIA EN AUMENTO
El que podemos llamar “cuarto espacio de socialización” (tras el hogar, la escuela y la comunidad), el formado por el ciberespacio entendido como ese “lugar” donde las formas de ser, estar y relacionarse se crean y reinventan por momentos, tiene cada vez más importancia en la vida de nuestros menores. En consecuencia, un acoso en este “mundo” puede llegar a ser tan o más traumático que una situación de abuso en el centro escolar.
MENOR PERCEPCIÓN DEL DAÑO CAUSADO
Cuando el abuso se produce de la manera tradicional, víctima y verdugo se conocen, están cerca o incluso cara a cara, de manera que tanto el que abusa como el grupo de testigos pueden asistir de manera directa a las consecuencias y secuelas del abuso. En los casos de Ciberbullying esto no es así, con lo que la remisión de la actitud acosadora o la intervención defensiva de los testigos es improbable. No es fácil en este caso que por empatía alguien se desista en su actitud o actúe a favor de la víctima.
SENSACIÓN DE IMPUNIDAD
Detrás del ordenador, el acosador tiene la sensación de resultar completamente anónimo, aunque no sea así del todo, dado que el ordenador deja rastro cuando actúa en Internet. Lo que sí es cierto es que aunque descubran su identidad (bien porque se desvela o bien porque ha intervenido la policía en los casos más graves) tampoco es común que se enfrenten a las represalias de la víctima, sus compañeros o amigos, los responsables escolares, sus padres...
ADOPCIÓN DE ROLES Y ACTITUDES ACEPTADAS
En ocasiones, el abuso se produce como un juego en el que quien acosa no es consciente del daño que ejerce. Otras veces ocurre que ni siquiera se plantean las consecuencias de su acción, ya que ésta se atribuye a un personaje o rol que es interpretado en la Red. Estas dos circunstancias, junto con el caso en que una broma es malinterpretada por el receptor, son tres casos donde quien ciberacosa no es siquiera consciente de ello lo que hace imposible que se reconozca en su papel y lo abandone.
CARACTERÍSTICAS PROPICIAS DE INTERNET
La fácil agrupación de hostigadores, a quienes se puede pedir su colaboración de manera fácil y económica, sean personas conocidas o no y la cómoda reproducción y distribución de contenidos de carácter audiovisual son otros factores que en determinadas circunstancias resultan determinantes para que surja o se consolide una situación de ciberacoso.
Consejos para los menores
  • Sé muy cuidadoso con los datos personales, dónde aparecen y a quién se proporcionan: nombre, teléfono, dirección, fotografías, centro escolar... Cuanto menos sepan de uno, mejor. Ten en cuenta también lo que en los chats expones de modo abierto o incluso en las salas privada, ya que pueden ser pistas que otros usen para obtener vuestros datos. Usa siempre apodos y nombre figurados.
  • Presta especial atención a la netiqueta (reglas de comportamiento en Internet, como saludar, usar emoticonos para expresar estados de ánimo, no escribir en mayúsculas...). Además, hay que tener muy en consideración que los interlocutores pueden tener otra cultura, otra realidad social o malinterpretar lo que estamos queriendo decir en realidad. Si hay un malentendido, trata de aclararlo con cortesía.
  • Nunca debes responder a una provocación y mucho menos si eres presa de la furia. Es mejor calmarse antes. Si contar hasta diez no te vale, haz algo que te entretenga durante unos minutos antes de volver a sentarte delante del ordenador. Responder suele ser la mayor alegría para le puedes dar al ciberabusón además de significar con casi toda seguridad un agravamiento del problema.
  • Cuando una amenaza o un acoso es persistente, hay que guardar lo que se pueda a modo de prueba de lo sucedido (aunque no tenga validez legal es recomendable guardar o imprimir el mensaje o una captura de pantalla, por ejemplo) cerrar la conexión y pedir ayuda a una persona adulta.
  • En previsión de que hayan podido publicar online cosas sobre ti, puedes usar Google para buscar tus datos (nombre, apodo...) para ver si hay algo en la Red que hace referencia a tu persona.
Consejos para los adultos
  • Los adultos deben transmitir a los menores la confianza suficiente como para que recurran a ellos en caso de apuro.
  • No tienen que reaccionar de forma brusca porque eso no ayuda a mejorar las cosas, sino que deben prestar atención a la gravedad y frecuencia del acoso (para tratar de calibrar su magnitud) así como a la manera en que la víctima lo sufre. Apoyar al menor es lo primero de forma que remita su angustia. Luego ya llegará el momento de actuar.
  • Cuando se dan amenazas graves de daño físico directo el tema debe tomarse muy en serio, máxime cuando nos consta que quien acosa dispone de datos personales concretos del menor como dirección o centro escolar. Recurrir a la policía no está de sobra en estos casos.

CONSEJOS PARA MANTENER UNA FE VIVA EN CRISTO



Consejos para mantener una fe viva en Cristo
Debemos ejercitar a menudo esta fe en los méritos y satisfacciones adquiridos por nuestro Señor para nuestra santificación.
Por: Dom Columba Marmion | Fuente: Jesucristo vida del alma




5. Por qué debemos tener fe viva, sobre todo en el valor infinito de los méritos de Cristo. Cómo la fe es fuente de gozo

Hay un punto sobre el cual deseo detenerme, porque más que otro alguno debe constituir el objeto explícito de la fe si queremos vivir plenamente de la vida divina: es la fe en el valor infinito de los méritos de Jesucristo.

Ya he apuntado esta verdad al exponer cómo Jesucristo ha constituido el precio infinito de nuestra santificación. Pero al hablar de la fe, importa volverlo a tratar, puesto que la fe es la que nos permite aprovechar todas esas inagotables riquezas que Dios nos otorga en Jesús.

Dios nos legó un don inmenso en la persona de su Hijo Jesús; Cristo es un relicario en el que se encierran todos los tesoros que han podido reunir para nosotros la ciencia y la sabiduría divinas; El mismo, con su pasión y su muerte, mereció el privilegio de poder hacernos a nosotros partícipes de esas riquezas, y ahora vive en el cielo, abogando de continuo por nosotros delante de su Etemo Padre.- Pero es preciso que conozcamos el valor de este don y el uso que de él debemos hacer. Cristo, con la plenitud de su santidad y el infinito valor de sus merecimientos y de su crédito. constituye este don; pero este don no nos será útil sino en proporción a la medida de nuestra fe. Si ésta es rica, viva, profunda, si está a la altura de tan excelso don, en cuanto ello es posible a una criatura, no tendrán límites las comunicaciones divinas hechas a nuestras almas por la humanidad santa de Jesús; en cambio, si no tenemos un aprecio sin límites de los méritos infinitos de Cristo, es que nuestra fe en la divinidad de Jesús no es bastante intensa, y cuantos dudan de esta divina eficacia ignoran lo que significa la humanidad de un Dios.

Debemos ejercitar a menudo esta fe en los méritos y satisfacciones adquiridos por nuestro Señor para nuestra santificación.

Cuando oramos, presentémonos al Padre Etemo con una confianza inquebrantable en los merecimientos de su divino Hijo: Nuestro Señor lo ha pagado, saldado y adquirido todo; y «sin cesar interpela a su Padre por nosotros» (Heb 7,25). Digamos en vista de esto al Señor: «Dios mío, yo bien sé que soy un pobre miserable; que no hago más que aumentar todos los días el número de mis pecados; sé que ante vuestra infinita santidad, de mí mismo, no soy otra cosa sino cual lodo y barro ante el sol; pero me prosterno ante Vos; soy miembro, por la gracia, del cuerpo místico de vuestro Hijo, de vuestro Hijo que me ha comunicado esa misma gracia, luego de haberme rescatado con su sangre; ahora que tengo la dicha de pertenecerle, no queráis arrojarme de la presencia de vuestra divina Faz».

No, Dios no puede arrojarnos cuando así nos apoyamos en el valimiento de su Hijo, pues el Hijo trata de igual a igual con el Padre.- Además, al reconocer de este modo que nada valemos por nosotros mismos, ni somos capaces de hacer nada, «sin mí nada podéis» (Jn 15,5), y que, en cambio, lo esperamos todo de Cristo, en particular aquello que nos es necesario para vivir de la vida divina, «todo lo puedo en aquel que me conforta», reconocemos que ese divino Hijo lo es todo para nosotros, que fue constituido como nuestro Jefe y Pontífice; y de este modo, afirma San Juan, rendimos al Padre -«que ama al Hijo», y quiere que todo nos venga por su Hijo, «puesto que le ha dado poder absoluto para lo referente a la vida de las almas»-, un homenaje gratísimo; mientras que, por el contrario, el alma que no tiene esa confianza absoluta en Jesús, no le reconoce plenamente por lo que es: Hijo muy amado del Padre, y, por tanto, no ofrece tampoco al Padre esa glorificación que tanto apetece: El Padre desea «que todos den gloria al Hijo como se la dan al Padre. Quien no dé gloria al Hijo, tampoco se la da al Padre que le envió» (Jn 5,23).

Igualmente, cuando nos acerquemos al sacramento de la Penitencia, tengamos gran fe en la eficacia divina de la sangre de Jesús, esa sangre que lava entonces nuestras almas de sus faltas, las purifica, renovando sus fuerzas y devolviéndoles su prístina belleza, sangre que se nos aplica en el momento de la absolución juntamente con los méritos de Cristo y que ha sido derramada en beneficio nuestro debido ai incomparable amor de Jesús, méritos iníinitos, sí, pero adquiridos al precio de padecimientos increíbles y de afrentosas ignominias. ¡Si conocieras el don de Dios!

Del mismo modo también, cuando asistís a la santa Misa, os halláis presentes al sacrificio conmemorativo del de la Cruz; el Hombre Dios se ofrece por nosotros en el altar como lo hizo en el Calvario. Aunque difiera el modo de ofrecerse, el mismo Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, se inmola sobre el altar para hacernos partícipes de sus satisfacciones infinitas. Si fuera nuestra fe viva y profunda, ¡con qué reverencia asistiríamos a este sacrificio, y con qué avidez santa acudiríamos todos los dias -en conformidad con los deseos de nuestra Santa Madre la Iglesia- a la sagrada Mesa para unirnos con Cristo!; ¡con qué confianza inquebrantable recibiríamos a Cristo en el momento en que se nos da todo entero, su humanidad y su divinidad, sus tesoros y sus merecimientos; se nos da El mismo, rescate del mundo, el Hijo en quien Dios puso todas sus complacencias! «¡Si conocieras el don de Dios!»

Cuando hacemos frecuentes actos de fe en el poder de Jesucristo y en el valor de sus merecimientos, nuestra vida se convierte en un cántico perpetuo de alabanzas a la gloria de este Pontífice supremo, mediador universal y dador de toda gracia; con lo que entramos de lleno en los pensamientos eternos, en el plan divino, y adaptamos nuestras almas a las miras santificadoras de Dios, al mismo tiempo que nos asociamos a su voluntad de glorificar a su amantísimo Hijo: «Le glorifiqué y de nuevo le glorificaré» (ib. 12,28).

Acerquémonos, pues, a nuestro Señor; sólo El sabe decirnos palabras de vida eterna. Recibamosle primero con una fe viva, doquiera esté presente; en los sacramentos, en la Iglesia, en su cuerpo místico, en el prójimo, en su providencia, que dirige o permite todos los acontecimientos, incluso los adversos; recibámosle, cualquiera que sea la forma que toma y el momento en que viene, con una adhesión entera a su divina palabra y una entrega completa a su servico. En esto consiste la santidad.

Todos hemos leído en el Evangelio el episodio, referido por San Juan con detalles deliciosos, de la curación del ciego de nacimiento (Jn 9, 1-38). Luego que fue curado por Jesús, en día de sábado, le interrogan repetidas veces los fariseos enemigos del Salvador; quieren hacerle confesar que Cristo no es profeta, ya que no observa el reposo que la Ley de Moisés prescribe el día de Sábado. Pero el pobre ciego no sabe gran cosa; invariablemente responde que cierto hombre llamado Jesús le ha sanado enviándole a lavarse en una fuente; es todo cuanto sabe y lo que en un principio les contesta. Los fariseos no le pueden sonsacar nada contra Cristo y acaban por arrojarle de la sinagoga porque afirma que nunca se oyó decir que haya un hombre abierto los ojos a un ciego, y que, por tanto, Jesús debe ser el enviado de Dios. Habiendo llegado a oído de nuestro Señor esta expulsión, haciéndose el encontradizo con él, le pregunta: «¿Crees en el Hijo de Dios?» -Responde el ciego: «¿Quién es, Señor, para que yo crea en El?» ¡Qué prontitud de alma! -Dícele Jesús: «Le viste ya, y es el mismo que está hablando contigo». -Y al punto, el pobre ciego da fe a la palabra de Cristo: «Creo, Señor», y en la intensidad de su fe, se postra a los pies de Jesús para adorarle; abraza los pies de Jesús, y en Jesús, la obra entera de Cristo (Jn 9,38).

El ciego de nacimiento es la imagen de nuestra alma curada por Jesús, libertada de las tinieblas eternas y devuelta a la luz por la gracia del Verbo encarnado(+San Agustín. In Joan., XLIV, 1). Doquiera, pues, que se le presente Cristo, ha de decir: «¿Quién es, Señor, para que crea en El?» (Jn 9,36). Y luego inmediatamente deberá entregarse del todo a Cristo, a su servicio, a los intereses de su gloria, que es también la del Padre. Obrando siempre de este modo, llegamos a vivir de la fe; Cristo habita y reina en nosotros, y su divinidad es, por medio de la fe, principio de toda nuestra vida.

Esta fe, que se completa y se manifiesta por medio del amor, es además para nosotros fuente y manantial de alegría. Dijo nuestro Señor: «Bienaventurados aquellos que no vieron y creyeron» (Jn 20,29), y dijo estas palabras, no para sus discípulos, sino más bien para nosotros. Pero, ¿por qué proclama nuestro Señor «bienaventurados» a los que en El creen? La fe es causa de alegría, por cuanto nos hace participar de la ciencia de Cristo. El es el Verbo eterno, que nos ha enseñado los secretos divinos. «El Unigénito que habita en el seno del Padre es quien le dio a conocer» (ib. 1,18). Creyendo lo que nos ha dicho tenemos la misma ciencia que El; la fe es fuente de alegría, porque lo es también de luz y de verdad, que es el bien de la inteligencia.

Es además fuente de alegría, por cuanto nos permite poseer en germen los bienes futuros; es «sustancia de las realidades eternas que nos han sido prometidas» (Heb 11,1). Nos lo dice Jesucristo mismo: «Aquel que cree en el Hijo de Dios, tiene vida eterna» (Jn 3,36). Reparad en el tiempo presente «tiene»; no habla en futuro «tendrán, sino que habla como de un bien cuya posesión se halla ya asegurada [Dicitur iam finem aliquis habere propter spem finis obtinendi. I-II, q.69, a.2; y el Doctor Angélico añade: Unde et Apostolus dicit: Spe salvi facti sumus. Todo este artículo merece leerse]; del mismo modo que vimos cómo, aludiendo al que no cree dice que ya «está» juzgado. La fe es una semilla, y toda semilla lleva en sí el germen de la producción futura. Con tal de apartar de ella todo aquello que la pueda menoscabar, empailar y empequeñecer; con tal de desarrollarla por la oración y el ejercicio; con tal de proporcionarla constantemente ocasión de manifestarse en el amor, la fe pone a nuestra disposición la sustancia de los bienes venideros y hace nacer una esperanza inquebrantable: «Quien cree en El, no será confundido» (Rm 9,33).

Permanezcamos, como dice San Pablo, «cimentados en la fe» (Col 1,23); «fundados en Cristo y afianzados en la fe»: «Puesto que habéis recibido a Jesucristo nuestro Señor, andad en El, injertados en su raíz, y edificados sobre El y robustecidos en la fe, como así lo habéis aprendido» (Col 2, 6-7).

Permanezcamos, pues, firmes; porque esta fe ha de verse probada por este siglo de incredulidad, de blasfemia, de escepticismo, de naturalismo, de respeto humano, que nos rodea con su ambiente malsano. Si estamos firmes en la fe, dice San Pedro -el príncipe de los Apóstoles, sobre quien Cristo fundó su Iglesia al proclamar aquél que Cristo era Hijo de Dios- nuestra fe será «un título de alabanza, de honor y de gloria cuando aparezca Jesús, en quien creéis y a quien amáis sin haberle visto nunca vuestros ojos, pero en quien no podéis creer sin que este acto de fe haga brotar en vuestros corazones la fuente inagotable de una alegría inefable, ya que el fin y el premio de esta vida es la salvación, y, de consiguiente, la santidad de vuestras almas» (1Pe 1, 7-9).

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LORETO

ORACIÓN DE S.S. BENEDICTO XVI 
A LA VIRGEN DE LORETO
Visita al Santuario Lauretano
1 de Septiembre del 2007


María, Madre del sí, tú escuchaste a Jesús 
y conoces el timbre de su voz 
y el latido de su corazón.
Estrella de la mañana, háblanos de él 
y descríbenos tu camino 
para seguirlo por la senda de la fe.

María, que en Nazaret habitaste con Jesús, 
imprime en nuestra vida tus sentimientos, 
tu docilidad, tu silencio que escucha y hace florecer 
la Palabra en opciones de auténtica libertad.

María, háblanos de Jesús, para que el frescor 
de nuestra fe brille en nuestros ojos 
y caliente el corazón de aquellos 
con quienes nos encontremos, 
como tú hiciste al visitar a Isabel, 
que en su vejez se alegró contigo 
por el don de la vida.

María, Virgen del Magníficat 
ayúdanos a llevar la alegría al mundo 
y, como en Caná, impulsa a todos los jóvenes 
comprometidos en el servicio a los hermanos 
a hacer sólo lo que Jesús les diga.

María, dirige tu mirada al ágora de los jóvenes, 
para que sea el terreno fecundo de la Iglesia italiana. 
Ora para que Jesús, muerto y resucitado, 
renazca en nosotros 
y nos transforme en una noche llena de luz, 
llena de él.

María, Virgen de Loreto, puerta del cielo, 
ayúdanos a elevar nuestra mirada a las alturas. 
Queremos ver a Jesús, hablar con él 
y anunciar a todos su amor.
Amén
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