viernes, 7 de febrero de 2014

BESOS EN EL AIRE


Besos en el aire


A menudo aprendemos mucho de nuestros hijos. Hace algún tiempo, un amigo castigó a su hija de tres años por desperdiciar un rollo completo de papel dorado para envolturas. Estaban escasos de dinero y el se puso furioso cuando la niña trató de decorar una caja para ponerla bajo el árbol de Navidad. A pesar de todo, la pequeña niña le llevó el regalo a su Papa la mañana siguiente y le dijo: "Esto es para ti, papi." El se sintió avergonzado de su reacción anterior, pero su enojo volvió cuando vio la caja vacía. El le gritó: "¿No sabes que cuando uno da un regalo, se supone que haya algo dentro de el?" La pequeña niña lo miró con lagrimas en sus ojos y dijo: "Papi, no esta vacía, yo tire besitos dentro de la caja, todos para ti, papito." El padre se sintió destrozado. El rodeo con sus brazos a su hijita y le rogó que lo perdonara.

Mi amigo me dijo que él conservó aquella caja dorada junto a su cama por años. Cuando él se sentía desanimado, sacaba uno de aquellos besos en el aire y recordaba el amor con que una niña los había depositado allí.

HUELLAS EN LA ARENA



Huellas en la Arena


Una noche tuve un sueño... soñé que estaba caminando por la playa con el Señor y, a través del cielo, pasaban escenas de mi vida.

Por cada escena que pasaba, percibí que quedaban dos pares de pisadas en la arena: unas eran las mías y las otras del Señor.

Cuando la última escena pasó delante nuestro, miré hacia atrás, hacia las pisadas en la arena y noté que muchas veces en el camino de mi vida quedaban sólo un par de pisadas en la arena.

Noté también que eso sucedía en los momentos más difíciles de mi vida. Eso realmente me perturbó y pregunté entonces al Señor: "Señor, Tu me dijiste, cuando resolví seguirte, que andarías conmigo, a lo largo del camino, pero durante los peores momentos de mi vida, había en la arena sólo un par de pisadas.

No comprendo porque Tu me dejaste en las horas en que yo más te necesitaba". Entonces, El, clavando en mi su mirada infinita me contestó: "Mi querido hijo.

Yo te he amado y jamás te abandonaría en los momentos más difíciles. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas fue justamente allí donde te cargué en mis brazos".

ORACIÓN PARA OFRECER LA COMUNIÓN DE LOS PRIMEROS VIERNES DE MES AL CORAZÓN DE JESÚS


ORACIÓN PARA OFRECER LA COMUNIÓN DE LOS PRIMEROS VIERNES DE MES AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


Corazón Sacratísimo de Jesús, que por el grande amor que nos tienes, te has dignado prometernos la perseverancia final y la gracia de no morir sin Sacramentos, haciéndote nuestro seguro asilo en la última hora de nuestra vida; humildemente te pido que cumplas en mí tu palabra, que tanta confianza inspira a nuestros coraz0nes. Yo, por mi parte, prometo hacer cuanto pueda para amarte más y más y para hacerme digno de una tan grande Promesa, evitando el pecado y todo cuanto pueda desagradarte. Te pido para ello, tu gracia, que espero alcanzar por lo méritos de tu mismo Corazón. Amén.

A JESÚS POR MARÍA


A Jesús por María
Padre Tomás Rodríguez Carbajo


“María  es siempre el camino que conduce a Cristo” (Pablo VI).

Toda la razón de ser de las prerrogativas de María está en su función de Madre de Dios.

Todo el que se ha acercado a María es para terminar en Jesús. no se puede concebir un amor a María, que no germine en un amor a Cristo, ya que Él es el centro de nuestra vida y todo lo demás son medios para acercarnos a Él.

En la vida ordinaria vemos la lección, uno que es auténtico devoto de María, no puede menos de amar a Jesús. La experiencia nos la podrían contar todos los santuarios marianos, lugares de regeneración espiritual para muchos que llegan allí hechos un desastre en su conducta y que salen rejuvenecidos dispuestos a dar un sentido a su vida.

Nuestro amor a la Madre, si es auténtico, no se puede concebir sin el mismo amor al Hijo, ya que si amamos de verdad a una persona, tenemos que amar lo que Ella ama.

Nuestro acudir a María es sencillamente, porque Ella puede alegar sus méritos y su vida a favor nuestro ante su Hijo. Ella es licenciada en pleitos divinos-humanos.

Acudimos a María para llegar a Jesús. porque es acomodadora de la misericordia y del perdón.

Como el niño acude al regazo de la madre para buscar su protección, así los cristianos acudimos a María para ir de su mano a Dios, pues, nuestra condición de pecadores nos  da vergüenza, si nos acercamos directamente.

María es un atajo seguro, que desemboca en Cristo, quien va de su mano tiene la certeza de que  tarde o temprano se unirá a Jesús. 

María consciente de su puesto de Medianera de todas las gracias está siempre a nuestra total disposición. Ella fue la que sirvió de enlace, para que Dios bajase a nosotros y sigue siendo el acceso que tenemos los hombres para llegar a Dios.

AMAR SIN MIEDO


Amar sin miedo

Un peregrino llegó a la aldea de Abu-Yazid.

Enséñame la manera más rápida de llegar hasta Dios, le pidió.

Abu-Yazid respondió con apenas cinco palabras...: Ámalo con todas tus fuerzas.

Eso ya lo hago.

Entonces necesitas ser amado por los demás.

Por qué, preguntó el peregrino...

Porque Dios mira el corazón de todos los hombres.

Cuando visite el tuyo, ciertamente verá tu amor por Él, y se alegrará.

Siembra ya, si en el corazón de otras personas encuentra tu nombre escrito con cariño, ten por seguro que pondrá mucha más atención en ti.

CITAS SOBRE LA AMISTAD


Citas sobre la amistad

Ninguna cualidad procurará a un hombre más amigos que la buena disposición para admirar las cualidades de los demás. 
(James Boswell)

Una amistad noble es una obra maestra a dúo. (Paul Bourget)

La primera ley de la amistad consiste en pedir a los amigos cosas honestas, y hacer por los amigos cosas honestas. 
(Marco Tulio Cicerón)

El verdadero amigo se conoce en los peligros.
 (Marco Tulio Cicerón)

Haced bien a vuestros amigos y enemigos, porqué así conservaréis los unos y os será posible atraer a los otros. (Cleóbulo)

Amigos son aquellos extraños seres que nos preguntan cómo estamos y se esperan a oír la contestación. (Cunninghan)

Amigos son los que en las prosperidades acuden al ser llamados y en las adversidades sin serlo. (Demetrio I)

Un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano. (Benjamín Franklin)

Tómate tiempo en escoger a un amigo, pero sé más lento aún en cambiarlo. (Benjamín Franklin)

Es amigo mío aquel que me socorre, no el que me compadece. (Thomas Fuller)

La peor moneda con que se puede pagar al amigo son los consejos; la única moneda buena son las ayudas. (Ferdinando Galiani)

Dedicamos más tiempo a hablar de nuestros enemigos que a hablar bien de nuestros amigos. (M. Lenoir)

Mi mejor amigo es el que enmienda mis errores o reprueba mis desaciertos. (San Martín de Tours)

El hombre más rico del mundo no es el que conserva el primer dólar que ganó, sino el que conserva el primer amigo que tuvo.
 (Marta Mason)

La amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso hay que salvarla como sea. (Alberto Moravia)

Si alguien habla mal de tu amigo escúchale como si hablaran mal de ti. (Proverbio etíope)

El amigo verdadero no es aquel que te seca las lágrimas cuando lloras, sino el que hace todo lo posible para que no derrames ninguna. (Proverbio popular)

La amistad y la paz son las únicas cosas que crecen cuando las compartimos. (Proverbio popular)

Un amigo es aquel que advierte siempre el momento en que se le necesita. (Jules Renard)

La concordia hace crecer la cosas pequeñas. La discordia destroza las grandes. (Salustio)

Un amigo fiel es un refugio seguro, el que lo encuentra halla un tesoro. (Libro de Sirácida 6,14)

No abandones al viejo amigo, porque el nuevo no valdrá lo que él. El vino nuevo es el amigo nuevo, cuando se haga viejo lo beberás con placer. (Libro de Sirácida 9,10)

Si soportas los defectos del amigo sin corregirlos, los haces tuyos. (Publio Siro)

Procura conocerte, de seguro que te amarás menos; y a conocer a los demás, entonces los querrás más. (Paul-Jean Toulet)

Reprende al amigo en secreto y alábalo en público. (Leonardo da Vinci)

PENSAMIENTOS SOBRE LA AMISTAD PARA IMPRIMIR





















EL ÁRBOL DE LOS AMIGOS


El árbol de los amigos

Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino.
Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar y hay otras que apenas vemos entre un paso y otro. A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos.

Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza uno de nuestros amigos. El primero que nace del brote es nuestro amigo papa y nuestra amiga mama, que nos muestran lo que es la vida. Después vienen los amigos hermanos, con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros y luego pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien.
Mas el destino nos presenta a otros amigos, los cuales no sabíamos que irían a cruzarse en nuestro camino. A muchos de ellos los denominamos amigos del alma y del corazón. Son sinceros, son verdaderos. Saben cuando no estamos bien, saben lo que nos hace feliz y lo que necesitamos sin que se lo pidamos.

A veces uno de esos amigos del alma estalla en nuestro corazón y entonces nos hemos enamorado y tenemos un amigo enamorado. Ese amigo da brillo a nuestros ojos, música a nuestros labios, saltos a nuestros pies.

Más también hay de aquellos amigos por un tiempo, tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas. Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro, durante el tiempo que estamos cerca.

También hay amigos distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre una hoja y otra y aunque no los vemos seguido están siempre cerca en nuestro corazón.

El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas, algunas nacen en otro verano y otras permanecen por muchas estaciones. Pero lo que nos deja más felices es que las que cayeron continúan cerca, alimentando nuestra raíz con alegría. Son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestras vidas.

Cada persona que pasa en nuestra vida es única y siempre, siempre, deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros.
Te deseo, hoja de mi árbol, paz, amor y salud, hoy y siempre.
Sin embargo, habrá también los que se llevarán mucho y, habrá de los que no nos dejaran casi nada. Esta es la situación en la que se comprueba que dos almas no se encuentran por casualidad.

LA AGONÍA CONTINÚA



Autor: Marcelino de Andrés y Juan Pablo Ledesma | Fuente: Catholic.net
La agonía continúa
Mientras tantos hombres sigan con apatía y frialdad, sin mover ni un dedo para corresponderle.


Una de las ventajas que solemos tener los hombres es que no podemos saber a ciencia cierta lo que nos ocurrirá en el futuro. Digo ventaja, ante el asombro de alguno, porque hay veces que de haber sabido con anterioridad lo que se nos venía encima, quizá nos habríamos caído muertos antes de tiempo. 

A cuántas personas hemos escuchado afirmar que si hubieran sabido con antelación todo lo que les iba a ocurrir después, se lo hubieran pensado dos veces (o más) antes de tomar el rumbo que tomaron. O cuántos nos aseguran que de haber tenido noticia de lo que iban a sufrir, hubieran preferido incluso no haber estado ya vivos. 

Aún así, en el horizonte de nuestra vida, a veces despunta certero, como nubarrón de tormenta, un infortunio o padecimiento que nos va a coger de lleno. Y, ¡cómo llega a inquietarse uno en esos momentos! Porque el conocer con certidumbre los propios sufrimientos futuros, suele levantar en el interior un oleaje de miedos y congojas que ponen a prueba el dique de nuestras seguridades más profundas. 

Cuántos conocidos nuestros, al diagnosticárseles una enfermedad dolorosa e incurable, se tambalean o incluso se derrumban en su ánimo, viendo ante sí el derrotero de su ya breve y penosa existencia. O imaginemos, por un instante, cómo los mártires cristianos, tras una condena inicua, aguardaban el suplicio inminente. ¡Qué angustia mortal habrá atenazado el alma de algunos de ellos! ¡Qué aguda sería en otros la tentación del abandono tratando de estrangular su fe, su confianza y su amor! 

Hay algo en lo más íntimo de cada hombre que se resiste rebelde ante un tormento cercano. ¡Cómo retrocede y se encoje el corazón humano ante el sufrimiento y el dolor que inexorables se avecinan! 

Hace 2000 años, a las afueras de Jerusalén, un reservado huerto de olivos fue testigo silencioso de la agonía de un hombre que era, a su vez, Dios. El corazón de Jesucristo que hacía breves instantes había estallado inundando de amor el cenáculo y a los que en él se encontraban, aquella noche entre los olivos, experimentaba angustia y tristeza hasta el punto de morir. 

Ahí estaba Cristo, caído rostro en tierra, vencido, aplastado por lo que le venía encima de sacrificio, de escarnio, de humillación, de traición, de soledad, de muerte. Ahí yacía, sumido en agonía por todo eso y por el peso de los pecados de la humanidad entera que grababa implacable sobre Él. También los tuyos y los míos. Todos. 

Trágica agonía la de Cristo, más que nada porque conocía la indiferencia y el desprecio de tantos que pasarían aquella tarde -y seguirían pasando hasta hoy-, ante su cuerpo crucificado, como ante un objeto cualquiera. Terrible agonía suya, sobre todo porque veía la aparente inutilidad de su cruenta inmolación para tantas almas -de entonces y de ahora- insensibles y cerradas a su amor. Eso fue y sigue siendo lo más duro de su calvario... 

Y en aquella hora sobrecogedora, del alma abatida de Jesús sólo pudo elevase al cielo una súplica empapada en lágrimas y en sangre: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú. 

Me atrevo a decir que quizá Cristo no salió consolado de aquella intensa y sincera oración. Desde luego, salió fortalecido en su adhesión a la voluntad del Padre. Salió confortado para apurar con pulso firme el cáliz amargo de su pasión y muerte. Salió alentado para aceptar incluso que el derramamiento de su sangre, pudiera haber parecido inútil para tantas y tantas almas a lo largo de los siglos. Pero no salió consolado. Al menos no del todo. 

Sí, Cristo sigue en agonía. Y su agonía continuará mientras en este mundo persista la apatía y frialdad de tantos hombres, de tantos cristianos, de tantos de nosotros que ante su amor infinito, permanecemos impasibles, sin mover ni un dedo para corresponderle. 

SALMO 150 - ALABAD AL SEÑOR


Salmo 150
Alabad al Señor


Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento.

Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.

Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,

alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,

alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.

Todo ser que alienta alabe al Señor.  

EL EVANGELIO DE HOY: 07.02.2014

Autor: Diego Calderón, L.C. | Fuente: Catholic.net
Muerte de Juan el Bautista
Marcos, 6, 14-29. Tiempo Ordinario. Juan atestiguó su fe entregando su propia vida. Cristo, nos dio el testimonio más grande de amor al morir en la cruz.
 
Muerte de Juan el Bautista
Del santo Evangelio según san Marcos, 6, 14-29

La fama de Jesús llegó a oídos del rey Herodes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas.» Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas.» Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado.» Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.» Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.» Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.» Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.» El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

Oración introductoria

Señor Jesucristo, te ruego que aumentes mi fe para verte y encontrarte en cada momento y circunstancia de mi vida. Enséñame a confiar sencillamente para abandonarme, sin temores, en la aceptación diaria de tu voluntad. Abre, Señor, las puertas de mi corazón para amarte con más fuerza y dame la gracia, siguiendo el ejemplo de Juan el Bautista, de ser un testimonio de vida coherente y fiel con mi fe ante las dificultades y contrariedades presentes en el mundo. Te pido, Dios mío, por todos mis familiares y por todos aquellos que no te conocen. También pongo mi oración en las manos de la Virgen María para que Ella me guíe en este diálogo contigo, Señor.

Petición

Dios mío, tu conoces mi debilidad. Por eso te pido, con toda confianza, que me ayudes a demostrarte mi amor viviendo coherentemente las exigencias de mi fe. Dame la gracia de ser fiel a tus mandamientos por encima de las sugerencias y tentaciones que el mundo me pueda presentar.

Meditación del Papa Francisco

Herodes sembró muerte para defender su propio bienestar, su propia pompa de jabón. Y esto se sigue repitiendo... Pidamos al Señor que quite lo que haya quedado de Herodes en nuestro corazón; pidamos al Señor la gracia de llorar por nuestra indiferencia, de llorar por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros, también en aquellos que en el anonimato toman decisiones socio-económicas que hacen posibles dramas como éste. "¿Quién ha llorado?". ¿Quién ha llorado hoy en el mundo? Señor, en esta liturgia, que es una liturgia de penitencia, pedimos perdón por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas, te pedimos, Padre, perdón por quien se ha acomodado y se ha cerrado en su propio bienestar que anestesia el corazón, te pedimos perdón por aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que llevan a estos dramas. ¡Perdón, Señor! (S.S. Francisco, 8 de julio de 2013).

Reflexión apostólica

San Juan atestiguó su fe en Jesucristo con la entrega de su propia vida. Cristo, por su parte, nos dio el testimonio más grande de amor al morir en la cruz por nosotros. ¿Yo qué haré por el Señor? El mandamiento que Jesús nos ha dejado es el de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a mí mismo. De esta forma yo estoy llamado a testimoniar el amor de Cristo en mis hermanos. La caridad es el signo distintivo del cristiano. Por lo tanto, la caridad debe resplandecer en mi trato con los demás, en mis relaciones familiares y laborales. Mi amor a Dios se concreta en la caridad hacia mis hermanos y en la fidelidad a mi conciencia.

Propósito

Haré un esfuerzo especial por ser fiel a la voz de mi conciencia a pesar de las aparentes incomodidades que humanamente pueda encontrar. Recordar a lo largo del día la necesidad de obedecer a Dios antes que a los hombres.

Diálogo con Cristo

Señor, Tú conoces el barro del que estamos hechos y sabes que somos frágiles. Por eso te pido que me ayudes a ser coherente con mis compromisos católicos y a vencer el respeto humano. Yo quiero cumplir tus mandamientos y ser fiel a mi conciencia sólo por amor a Ti, Dios mío. Gracias, Padre Santo, por tu misericordia y por cada uno de los dones y gracias que tan bondadosamente me regalas cada día.

"Nuestra única felicidad en esta tierra es amar a Dios y saber que Él nos ama" (El santo cura de Ars)



  • Preguntas o comentarios al autor
  • Diego Calderón, L.C. 

    jueves, 6 de febrero de 2014

    LOS HIJOS DE VAN


    Los hijos se van

    Hay que aceptarlos con esa condición, hay que criarlos con esa idea, hay que asumir esa realidad. 

    No es que se van... es que la vida se los lleva. 

    Ya no eres su centro. 

    Ya no eres propietario, eres consejero. 

    No diriges, aceptas. No mandas, acompañas.

    No proyectas, respetas.

    Ya necesitan otro amor, otro nido y otras perspectivas.

    Ya les crecieron alas y quieren volar.

    Ya les crecieron las raíces y maduraron por dentro.

    Ya les pasó las borrascas de la adolescencia y tomaron el timón.

    Ya miraron de frente la vida y sintieron el llamado, para vivirla por su cuenta. 

    Ya saben que son capaces de las mayores aventuras, y de la más completa realización. Ya buscarán un amor, que los respete, que quiera compartir sin temores ni angustias las altas y las bajas en el camino que les endulce el recorrido y los ayude en el fin que quieren conseguir.

    Y si esa primera experiencia fue equivocada, tendrán la sabiduría y las fuerzas para soltarlas, así, otro amor les llegará para compartir sus vidas en armonía.

    Ya no les caben las raíces en tu maceta, ni les basta tu abono para nutrirse, ni tu agua para saciarse, ni tu protección para vivir. Quieren crecer en otra dimensión, desarrollar su personalidad, enfrentar el viento de la vida, al sombro del amor y al rendimiento de sus facultades.

    Tienen un camino y quieren explorarlo, lo importante es que sepan desandarlo, tienen alas y quieren abrirlas. Lo importante es el corazón sensible, la libertad asumida y la pasión a flor de piel.

    Que la rienda sea con responsabilidad, y la formación, llena de luz.

    Tú quedas adentro. En el cimiento de su edificio, en la raíz de su árbol, en la corteza de su estructura, en lo profundo de su corazón. Tu quedas atrás.

    En la estela luminosa que deja el barco al partir.

    En el beso que les mandas.

    En el pañuelo que los despide.

    En la oración que los sigue.

    ¡En la lágrima que los acompaña!

    Tú quedas siempre en su interior aunque cambies de lugar.

    EL PODER DE LA ORACIÓN


    El poder de la oración

    Gabriela Louise Redden, una mujer pobremente vestida y con una expresión de derrota en el rostro, entró en una tienda de abarrotes. Se acercó al dueño de la tienda, y de una forma muy humilde le preguntó si podía fiarle algunas cosas.
    Hablando suavemente, explicó que su marido estaba muy enfermo y no podía trabajar, que tenían 7 hijos, y que necesitaban comida. John Longhouse, el abarrotero, se mofó de ella y le pidió que saliera de la tienda. Visualizando las necesidades de su familia, la mujer le dijo: "Por favor señor, le traeré el dinero tan pronto como pueda." John le dijo que no podía darle crédito, ya que no tenía cuenta con la tienda.

    Junto al mostrador había un cliente que oyó la conversación. El cliente se acercó al mostrador y le dijo al abarrotero que él respondería por lo que necesitara la mujer para su familia. El abarrotero, no muy contento con lo que pasaba, le preguntó de mala gana a la señora si tenía una lista. Louise respondió: "¡Sí señor!". "Está bien," le dijo el tendero, "ponga su lista en la balanza, y lo que pese la lista, eso le daré en mercancía."
    Louise pensó un momento con la cabeza baja, y después sacó una hoja de papel de su bolso y escribió algo en ella. Después puso la hoja de papel cuidadosamente sobre la balanza, todo esto con la cabeza baja. Los ojos del tendero se abrieron de asombro, al igual que los del cliente, cuando el plato de la balanza bajó hasta el mostrador y se mantuvo abajo. El tendero, mirando fijamente la balanza, se volvió hacia el cliente y le dijo: "¡No puedo creerlo!". 

    El cliente sonrió mientras el abarrotero empezó a poner la mercancía en el otro plato de la balanza. La balanza no se movía, así que siguió llenando el plato hasta que ya no cupo más. El tendero vio lo que había puesto, completamente disgustado. Finalmente, quitó la lista del plato y la vio con mayor asombro.

    No era una lista de mercancía. Era una oración que decía: "Señor mío, tú sabes mis necesidades, y las pongo en tus manos".
    El tendero le dio las cosas que se habían juntado y se quedó de pie, frente a la balanza, atónito y en silencio. Louise le dio las gracias y salió de la tienda. El cliente le dio a John un billete de 50 dólares y le dijo: "Realmente valió cada centavo" Fue un tiempo después que John Longhouse descubrió que la balanza estaba rota.

    En consecuencia, solo Dios sabe cuanto pesa una oración.

    EL SENDERO DE LA AMISTAD


    EL SENDERO DE LA AMISTAD

    La amistad es un sendero del que puedes disfrutar paseos largos y bellos llenos de felicidad. Es un camino tan lindo y adornado sin igual con las flores más bonitas que puedes imaginar.
    La amistad es un sendero al que debes implantar el cariño, la alegría sinceridad y bondad.

    Y por cosas de la vida aunque sea bueno y demás, tiene sus piedras pequeñas que te hacen tropezar.

    La amistad es un sendero por el que hay que caminar con el corazón abierto y sabiendo perdonar.

    Siembra tu mejor semilla y así podrás cultivar de las flores, las más bellas y crecerán muchas más. 

    La amistad es un sendero que al andarle sin cesar con los años se convierte en una eterna... hermandad.

    EL ALTAR, PUERTO DE LLEGADA Y DE PARTIDA



    Autor: P. Carlos M. Buela | Fuente: Catholic.net
    El altar, puerto de llegada y de partida
    Es el lugar donde está el Cuerpo y la Sangre, es navío donde se transportan nuestras intenciones al corazón de Dios.



    Hay una criatura que me ha sorbido el seso. 
    Es una criatura irracional. 
    Más aún, es una criatura inanimada. 

    Sin embargo, desde hace muchos años todos los días la beso dos veces. Una, cuando me acerco a ella; otra cuando me alejo y despido. Y lo hago porque así lo manda la Santa Madre Iglesia. A veces, incluso, la incienso. Esa criatura ¡…es el altar…! 

    Es el centro del templo. El templo es un pequeño cielo en la tierra, pero lo que en el templo hay de más celestial y divino, es el altar. 

    Es el polo más importante de la acción litúrgica por excelencia, la Eucaristía. 

    El altar es, una cosa excelsa, elevada, no sólo por el lugar elevado que ocupa, sino por las funciones que sobre él se celebran. 

    Es lecho donde reposa el Cuerpo entregado y la Sangre derramada. 

    Es atalaya desde donde se divisan los horizontes del mundo, ya que «cuando yo sea levantado de la tierra – dijo Cristo – atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). 

    Es navío por donde se transportan nuestras intenciones al corazón de Dios. 

    Es faro que ilumina todas las realidades existentes, sin excluir ninguna, en especial las humanas, porque «el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado». 

    Es pupitre porque en él la Santa Trinidad escribe en nuestras almas las más sublimes palabras de vida eterna. 

    Es oasis en el que los cansados del camino renuevan las fuerzas: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11, 28). 

    Es base de lanzamiento de donde pasa la Víctima divina junto con nuestros sacrificios espirituales al altar del cielo. 

    Es ágora, punto de encuentro y de contacto de todos los hombres y mujeres que fueron, que son y que serán. 

    Es puerto de llegada y de partida. 

    Es mástil y torreta de navío desde donde debe mirarse el camino a recorrer para no errar el rumbo. 

    Es «fuente de la unidad de la Iglesia y de concordia entre hermanos». 

    Es cabina de comando desde donde deben tomarse las correctas decisiones para hacer siempre la Voluntad de Dios. 

    Es clarín que convoca a los que se violentan a sí mismos: «El Reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo conquistan» (Mt 11, 12). 

    Es bandera desplegada porque abiertamente nos manifiesta todo lo que Dios nos ama y, con toda libertad, nos enseña cómo ser auténticamente libres. 

    Es ejército en orden de batalla, donde claudican las huestes enemigas. 

    Es regazo materno, seguro cobijo para el desamparado. 

    Es encrucijada de todas las lenguas, razas, pueblos, culturas, tiempos y geografías, y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad de toda creencia, porque «por todos murió Cristo» (2 Cor 5, 15). 

    Es antorcha porque la cruz «mantiene viva la espera … de la resurrección». 

    Es trampolín que nos lanza a la vida eterna. 

    Es hogar, horno, brasero, donde obra el Espíritu, «el fuego del altar» (Ap 8, 5). 

    Es mesa donde se sirve el banquete de los hijos de Dios, por eso se le pone encima mantel. Sobre él, se reitera el milagro de la Última Cena en el Cenáculo de Jerusalén. Se realiza la transubstanciación. 

    Es «símbolo de Cristo», que fue el sacerdote, la víctima y el altar de su propio sacrificio, como decían San Epifanio y San Cirilo de Alejandría. 

    Es el Altar vivo del Templo celestial. «El altar de la Santa Iglesia es el mismo Cristo». Es el propiciatorio del mundo. «El misterio del altar llega a su plenitud en Cristo». María está junto a Él. 

    Es imagen del Cuerpo místico, ya que «Cristo, Cabeza y Maestro, es altar verdadero, también sus miembros y discípulos son altares espirituales, en los que se ofrece a Dios el sacrificio de una vida santa». San Policarpo amonesta a las viudas porque «son el altar de Dios». «¿Qué es el altar de Dios, sino el espíritu de los que viven bien?… Con razón, entonces, el corazón (de los justos) es llamado altar de Dios», enseña San Gregorio Magno. 

    Es ara. Sobre todo, es ara. Sobre él se perpetúa, a través de los siglos y hasta el fin del mundo, de manera incruenta, el Único sacrificio de la cruz. 

    FONDOS DE PANTALLA DE JESÚS










    FONDOS DE PANTALLA DE LA VIRGEN DE FÁTIMA
















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