domingo, 15 de septiembre de 2013

LOS JÓVENES E INTERNET

Autor: Santiago Casanova Miralles | Fuente: imision
Los jóvenes e internet
La Iglesia llama a los jóvenes a usar internet adecuadamente, a enriquecerse con él y enriquecer la vida de otros, a prepararse con responsabilidad para su futuro, a usarlo como un medio privilegiado para hacer el bien
 
Los jóvenes e internet
Los jóvenes e internet
No hace mucho que me encontré con el documento
“La Iglesia e Internet”, publicado por el Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales nada menos que en ¡2002! Me parece un documento imprescindible para entender la postura de la Iglesia ante la realidad de la red y de las redes sociales. Luego, es verdad, el mismo Papa Benedicto XVI, y ahora Francisco, le han dado una continuidad arrolladora a este asunto.


No voy a pararme en muchos de los puntos del documento. ¡Hay tanto que vale la pena! Pero sí quiero dedicar hoy unas líneas a su parte final, a las recomendaciones que se hacen a los dirigentes eclesiales, agentes pastorales, catequistas y educadores, padres y, finalmente, niños y jóvenes. Y en estos últimos quiero centrar mi atención.

La Iglesia es muy clara con los jóvenes y con sus formadores en cuanto a internet y a las redes sociales:“Internet pone al alcance de los jóvenes en una edad inusualmente temprana una inmensa capacidad de hacer el bien o el mal, a sí mismos y a los demás.”

La Iglesia llama a los jóvenes a usar Internet adecuadamente, a enriquecerse con él y enriquecer la vida de otros, a prepararse con responsabilidad para su futuro, a usarlo como un medio privilegiado para hacer el bien. No sólo eso: la Iglesia llama los jóvenes a ir contracorriente, ejercer la contracultura y prepararse para ser perseguidos por defender lo verdadero y lo bueno también en este medio. Muy fuerte.

Esto que la Iglesia pide no es automático. Requiere de discernimiento, educación, formación y, también, de la fuerza del Espíritu. Lo último sólo se puede pedir incesantemente en la oración y llevando un vida cristiana plena, en comunidad y participando de los sacramentos. Lo primero sólo requiere determinación y manos a la obra.

Discernimiento: Nuestros chicos y chicas deben saber discernir. Discernir lo que es bueno y lo que es malo, lo que les conviene y lo que no. Discernir qué fotos compartir, qué mensajes publicar. Discernir qué retuitear y a quién seguir. Discernir qué webs visitar. Discernir cuándo hablar y cuándo callar. Discernir su tarea concreta como cristiano en la red, su llamada particular, su misión. Discernir qué haría Jesucristo en cada situación que se les presente. Esta tarea requiere aprendizaje, escucha y silencio. Discernir requiere haber aprendido a hacerlo. Por eso necesitan nuestra ayuda. Sus educadores, padres y catequistas debemos acompañarlos, vivir cerca de ellos en su “estar” en internet y en las redes sociales. Debemos acostumbrarles y ayudarles a hacer lo mismo fuera de internet y hacer del discernimiento una constante en su vida.

Educación: Antes nuestros padres nos enseñaban a manejarnos y actuar en la calle, en el colegio, en casa… No ir con extraños, con quién no hablar, qué situaciones evitar, cómo actuar con nuestros mayores, el respeto a la autoridad… Ahora se sigue haciendo todo esto (cuando se hace) pero nadie ha afrontado la parte de la red. ¿Quién educa para estar en la red? ¿Quién enseña a niños y jóvenes cómo estar, con quién relacionarse? ¿Quién habla de la amistad en las redes y conoce a los amigos de nuestros chicos en las redes? ¿Quién enseña cómo actuar ante un ataque, cómo defender al débil, cómo levantar la mano cuando se necesita? Hay una laguna que debe ser cubierta de forma urgente. Para ello es imprescindible que padres, educadores y catequistas nos movamos en la red con soltura y entendamos sus resortes.

Formación: Internet es un lugar con una potencialidad enorme. Hay que conocerlo. No basta con estar. Hay que conocer su funcionamiento, sus reglas, las leyes que lo regulan, las implicaciones que tiene un desliz, los detalles de la privacidad, las huellas que uno deja cuando se mueve en sus rincones… Nuestros jóvenes sólo serán buenos testigos del Evangelio si son prudentes como serpientes y sencillos como palomas. No sirve la buena voluntad, la ingenuidad… Cuando un joven quiere conducir, va al autoescuela. Cuando queremos trabajar, antes pasamos por la universidad o por los planes de formación profesional. No puede ser distinto aquí. Y ya que esta formación, por ahora, no se aborda en planes de estudios en la escuela habrá que ser audaces y hacer propuestas creativas para formar a los nuestros.

Internet es tarea y misión para todos. La Iglesia nos pide que estemos y que lo hagamos como creyentes. No llega con compartir una bonita frase en Facebook o tuitear un versículo del salmo del día. No llega con querer estar. Si no sabes discernir y no estás educado o formado, no eres un cristiano útil. La red te devorará.

No podemos abandonar a los jóvenes en este duro camino. Abandonarlos sería claudicar y no seguir las directrices de la Iglesia. Como un día dijo Pablo VI, cada uno deberá responder ante Dios por sus acciones también en este medio. Tomemos nota y seamos valientes. No hay excusas.

* Santiago Casanova Miralles es miembro del staff de iMisión

JESÚS, ES SALVACIÓN


EL EVANGELIO DE HOY: 15.09.2013

Autor: P. Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
La debilidad de Dios
Lucas 15, 1-32. Tiempo Ordinario. Él siempre nos ama y nos acoge, aunque nosotros nos hayamos comportado como aquel hijo pródigo.
 
La debilidad de Dios
Del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-32


Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos. Entonces les dijo esta parábola. ¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión. O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido. Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta. Dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros. Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus siervos: Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado. Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano. El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado! Pero él le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado.

Oración introductoria 

Dios mío, te busco como te buscó el hijo pródigo. Te pido me concedas la gracia de iniciar mi oración con un gran espíritu de conversión, con un deseo profundo y ardiente de mejorar mi conducta, con la decisión de aprovechar esta meditación como una oportunidad para levantarme y recomenzar, para abandonar el pecado y elegirte en todo a Ti. En una palabra, Señor, ayúdame a amarte más.

Petición

Señor, hazme comprender que tus mandamientos no son preceptos negativos, sino indicaciones concretas para salir de mi egoísmo y así poder entrar en diálogo contigo y los demás.

Meditación del Papa Francisco

Pensad en aquel hijo menor que estaba en la casa del Padre, era amado; y aun así quiere su parte de la herencia; y se va, lo gasta todo, llega al nivel más bajo, muy lejos del Padre; y cuando ha tocado fondo, siente la nostalgia del calor de la casa paterna y vuelve. ¿Y el Padre? ¿Había olvidado al Hijo? No, nunca. Está allí, lo ve desde lejos, lo estaba esperando cada día, cada momento: ha estado siempre en su corazón como hijo, incluso cuando lo había abandonado, incluso cuando había dilapidado todo el patrimonio, es decir su libertad; el Padre con paciencia y amor, con esperanza y misericordia no había dejado ni un momento de pensar en él, y en cuanto lo ve, todavía lejano, corre a su encuentro y lo abraza con ternura, la ternura de Dios, sin una palabra de reproche: Ha vuelto. Y esta es la alegría del padre. En ese abrazo al hijo está toda esta alegría: ¡Ha vuelto!. Dios siempre nos espera, no se cansa. Jesús nos muestra esta paciencia misericordiosa de Dios para que recobremos la confianza, la esperanza, siempre. (S.S. Francisco, 7 de abril de 2013).

Reflexión

Cuenta la famosa leyenda de la guerra de Troya que el héroe de los griegos, Aquiles, era hijo de una diosa y, por tanto, era inmortal. Pero sólo tenía un punto débil, que era el talón. Y fue precisamente allí donde fue herido, por una flecha, y murió. Perdóneseme la analogía, pero yo creo que podríamos aplicar un poco este símil a Dios nuestro Señor. Sabemos que Él es Todopoderoso, pero también tiene Él –si podemos hablar de un modo humano— su punto débil.

El ya fallecido cardenal vietnamita Francois Nguyen van Thuan solía decir que, aunque pareciera herejía, él amaba a Jesús por sus defectos. Y el primer defecto –decía- es que Nuestro Señor no tiene buena memoria. ¿Cómo era posible, si no, que sobre la cruz, perdonara todos los crímenes a aquel ladrón que estaba crucificado con él a su derecha, y de un plumazo le cancelara toda su deuda? "En verdad te digo –le dijo al ladrón— hoy estarás conmigo en el Paraíso". Y lo mismo hizo el Señor con la pecadora pública, con Zaqueo, con la adúltera, con la samaritana y con tanta gente pecadora que se encontró a lo largo de la vida. Si Jesús fuera como nosotros, les hubiéramos dicho: "Sí, te perdono, pero antes tienes que expiar todas tus culpas con 20 años de purgatorio"...

Efectivamente, Dios nuestro Señor también tiene su punto débil. Y es su infinito amor y su misericordia. Nadie que haya acudido a Él con sinceridad y con el corazón arrepentido, y le haya pedido perdón, ha quedado jamás defraudado. Todo el Antiguo Testamento está lleno de gestos de misericordia de parte de Dios. Accede a las súplicas de Abraham y de Moisés, cuando interceden por su pueblo y le piden perdón por sus pecados; los profetas –sobre todo Isaías, Jeremías y Oseas- fueron fieles transmisores de la bondad y de la ternura de Dios hacia el pueblo de Israel. Pero es sobre todo con Jesús en donde aparece mucho más patente el corazón infinitamente amoroso y misericordioso de nuestro Padre celestial.

Todo el Evangelio es una prueba constante del perdón generoso que Jesús nos alcanza de parte de Dios. Toda su vida pública fue un acto ininterrumpido de misericordia: la predicación del amor del Padre, los milagros y curaciones sin número que obraba por doquier, movido sólo por su gran bondad y compasión hacia toda clase de gente; y, al final de su vida, la entrega más total y desinteresada en su pasión y en su cruz para salvarnos, para redimirnos del pecado y alcanzarnos el premio del paraíso por medio de su muerte y su resurrección.

En el pasaje evangélico de hoy, Jesús nos narra tres hermosas parábolas de la misericordia: la oveja perdida, la dracma perdida y el hijo pródigo, también perdido y luego encontrado.
Nosotros, los seres humanos, nos perdemos muchas veces a lo largo de nuestra vida: perdemos el camino, la ruta, nos escondemos de Dios y lo ofrendemos, tal vez gravemente. Y quizá en ocasiones no hemos querido saber nada de Él, a pesar de haber sido Él nuestro gran bienhechor.

Él nos ha dado todo: la vida, el ser, la fe, la familia, la educación, los sacramentos, la felicidad… TODO, absolutamente todo. Y nosotros, como hijos malcriados y caprichosos, le hemos echado en cara, con gran despecho e ingratitud, nuestros mismos errores y maldades, culpándolo a Él de nuestra desgracia y ceguera voluntaria.

Ese hijo ingrato de la parábola somos, definitivamente, cada uno de nosotros. También tú y yo, como aquel hijo, hemos pedido al padre la herencia y nos hemos “largado” de casa para vivir a nuestras anchas, libres de la “esclavitud” del padre, para derrochar sus bienes con malas compañías llevando una vida libertina y disoluta. Pero todo lo material es caduco y se acaba. Y, en poco tiempo, el hijo aquel se encontró en la miseria, sin dinero y, obviamente, sin amigos.

Llegó tan bajo en su prostración que se puso, en un país extraño, a cuidar cerdos, en una pocilga; hubiese querido llenar su vientre con las algarrobas que comían las bestias, pero nadie se las daba. ¡Hasta dónde había llegado la miseria de aquel que era un hijo de rey! Es eso lo que nosotros, hijos amados de Dios, hemos hecho con nuestra dignidad a causa de nuestro pecado.

El hijo, entonces, comienza a pensar con inmensa nostalgia en la casa de su padre. Y, para poder llenar su vientre –motivos no del todo nobles, pero Dios se vale también de eso para hacernos volver a Él—, se decide regresar a la casa paterna. Seguramente sentiría una profunda vergüenza y confusión. ¿Con qué cara se presentaría ahora a su padre, después de todo lo que había hecho? Pero su hambre y su necesidad fue más fuerte que su vergüenza. Y se puso en camino.

Pero lo mejor de todo viene a continuación. Todos los días –continúa la narración— el padre aquel se subía a la terraza del palacio para ver si volvía su hijo. ¿Qué padre, aquí en la tierra, sigue esperando el regreso de un hijo que se ha comportado como un sinvergüenza y como un ingrato, y que ha derrochado toda la herencia? Y, si acaso volviera, con rostro adusto, seguro que le daría una buena reprimenda y un castigo severo para que aprendiera a comportarse como se debe y que todo hay que pagarlo a su debido precio.

Sin embargo, cuando, después de meses y de años de espera, por fin ve venir a lo lejos a su hijo, a aquel bondadoso anciano se le conmueven las entrañas y le da mil vuelcos el corazón; los ojos se le convierten en un mar de lágrimas por la alegría y el alma se le derrite en infinita ternura. Y enseguida, como puede, aquel padre sale corriendo al encuentro de su hijo y se le echa al cuello, lo abraza, lo acaricia y lo cubre de besos. Y enseguida manda que lo laven y le perfumen, le pongan el vestido más rico y espléndido, calcen sus pies con sandalias y le pongan un anillo en su mano, signos todos de su dignidad y nobleza recuperada…

El hijo no se esperaba nada de esto, ni soñó jamás con aquel recibimiento. Él sólo quería un poco de pan y un techo donde cobijarse del invierno, aunque el resto de sus días fuera como el “último de los jornaleros”. Al fin y al cabo, él se lo había buscado y se lo había merecido. Y bien sabía que no era digno de nada más que eso. ¡Y cuál no fue su sorpresa al encontrarse con el corazón inmensamente tierno y cariñoso de su padre, que lo perdonaba y lo seguía amando como siempre lo había amado, a pesar de todo!

Así de maravilloso es nuestro Padre Dios con nosotros. Él siempre nos ama y nos acoge, aunque nosotros nos hayamos comportado como aquel hijo pródigo. Él nos perdona todo, absolutamente todo, con infinita ternura, incondicionalmente, e incluso nos ahorra la vergüenza de tener que humillarnos. Su comprensión es tan gigantesca y tan misericordiosa que nos hace más fácil el camino del retorno; y cuando, al fin, nos postramos para reconciliarnos, Él nos levanta, nos recibe con un fuerte y tierno abrazo, y nos cubre de besos y de caricias.

Propósito

Ojalá que nunca le tengamos miedo a Dios y nos acerquemos con inmensa confianza al sacramento de la reconciliación. Él siempre nos acogerá, infinitamente mejor que el padre de la parábola. Sólo así descubriremos el corazón dulce y bondadoso de Dios, nos daremos cuenta de que es incapaz de resistirse a la misericordia y conoceremos, por propia experiencia, ¡¡que Dios es Amor!!



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Sergio Cordova LC 

    sábado, 14 de septiembre de 2013

    TE NECESITO A TÍ, SEÑOR!!


    TE NECESITO A TÍ, SEÑOR!!

    Envíame a alguien, Señor,
    que tenga tiempo para estar conmigo
    que venga a verme
    y rompa el pesado silencio de mis días,
    que me sonría y piense conmigo,
    que se sienta libre
    para poner su mano en mi corazón
    y sacar a la luz
    mis más íntimos pensamientos.

    ¿No serás Tú a quien yo espero?
    Tú no tienes reparo en regalarme tu tiempo,
    con tal de que yo sea capaz
    de advertir tu presencia.

    Tú sabes escucharme,
    con tal de que yo también te escuche
    y sepa estar en silencio delante de Ti.
    Toma mi mano, Señor,
    y quédate junto a mí
    te necesito..

    PERSONALIDAD


    PERSONALIDAD


    Castillo Feudal Un  rey le contaba a un sabio lo extraordinariamente buenos y generosos que eran sus súbditos. 

     -Estás muy equivocado –le dijo el sabio-. La gente de tu reino actúa de acuerdo a las apariencias.  Le dan muy poca importancia a los hechos, que son los que demuestran espíritus grandiosos. 

    Al oir esto, los cortesanos se pusieron bravos y le rogaron al rey que no hiciera caso a ese falso sabio. 

    -Majestad, ellos dirán lo que quieran, pero en este mundo vil, todo funciona al revés:  la persona más preciosa no vale nada, y la persona que no vale nada es la más preciosa.  

    -Demuéstramelo –dijo el rey-. Si no lo haces, mandaré que te corten la cabeza por decir cosas falsas y  descabelladas. 


     El sabio invitó al rey a que se disfrazara como una persona común y así dieran una vuelta por la ciudad. Llegaron al mercado y el sabio le insinuó al rey que pidiera un kilo de cerezas que habrían de servir para salvarle la vida a un enfermo muy grave. 

    Fueron inútiles las súplicas del rey. El comerciante, cansado de argüir con él, lo expulsó del lugar y le dijo que si no se iba pronto, lo sacaría a palos. 

    - Las cosas que tiene que oir uno en la vida –mascullaba el comerciante-. ¿Acaso tengo cara de idiota? Estos mendigos miserables ya no saben qué inventar para engañar a uno.  

    El rey estaba a punto de revelar su identidad, cuando el sabio se lo llevó de allí. Caminaron un buen rato y llegaron a orillas de un río que corría crecido con las aguas del deshielo. En un descuido, el sabio le dio un empujón al rey que cayó al agua. Empezó a gritar pidiendo ayuda, pero aunque se acercaron muchos curiosos atraídos por sus gritos, nadie hizo nada. Ya estaba a punto de ahogarse, cuando un mendigo, el más harapiento de la ciudad, se lanzó al agua y salvó al rey. 

     Entonces el sabio se acercó al rey, que temblaba de frío y de indignación, y le dijo: 

     -¿Viste cómo era cierto lo que yo te dije? Cuando tú, que eres la persona más valiosa del reino pediste un kilo de cerezas para salvar la vida de un enfermo, no obtuviste nada y hasta estuviste a punto de que te partieran la cabeza a golpes. En cambio este mendigo, que supuestamente es la persona que menos vale en tu reino, ha expuesto su vida por ti y te ha salvado. No son las apariencias lo que cuentan, sino los hechos.       


     Moraleja:    
    Vivimos la vida como actuación. Cada día se nos impone con mayor fuerza la cultura de la apariencia, del  qué dirán. Regalamos por cumplir, por no quedar mal,  porque todos lo hacen..., no por agradar. Manejados por la publicidad y las propagandas, compramos no lo que necesitamos, sino lo que el mercado necesita que compremos. El mercado crea incesantemente nuevos productos y la televisión se encarga de convertirlos en necesidades. Hablamos sin pensar lo que decimos, vivimos rutinas, compramos propagandas.   Decimos que nos divertimos mucho en la fiesta porque se espera que digamos eso, que nos gustó mucho la película publicitada que todo el mundo dice que es muy buena, aunque nos hayamos aburrido soberanamente al verla. Aplaudimos porque todos lo hacen; sonreimos, sin saber por qué, cuando todos lo hacen. En breve, cada día son menos las personas que se atreven a vivir, a ser dueños de su propia vida: la mayoría son vividos por los demás: el televisor, las costumbres, las modas, el qué dirán...    

     Tratamos a los demás de acuerdo a su aspecto. Nos  sentimos crecidos cuando podemos ver o dar la mano a un ídolo de la canción, a un personaje famoso, sin importar si es un soberano egoísta,  o un cretino, esclavo de su imagen y su fama. Por otra parte, despreciamos  y nos alejamos de los pobres, los humildes,  a quienes vemos con frecuencia como amenazas. 

     Necesitamos una educación que enseñe a ver la realidad, más allá de las apariencias. 

    EL EVANGELIO DE HOY: 14.09.2013


    Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
    Edificar sobre roca
    Lucas 6, 43-49. Tiempo Ordinario. Comienza a edificar sobre Su roca y deja que El arregle las cosas que a ti no te salen.
     
    Edificar sobre roca
    Del santo Evangelio según san Lucas 6, 43-49

    En aquel tiempo decía Jesús a sus discípulos: No hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca. ¿Por qué me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que digo? Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es semejante: Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por estar bien edificada. Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió el torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de aquella casa.

    Oración Introducción

    Señor, Señor, soy de esos que te llaman y no hacen lo que dices. Dame una fe fuerte, segura, que pueda dar frutos de bondad, así estaré construyendo mi vida sobre la roca firme de Tu Amor.

    Petición

    Dios mío, ayúdame a producir frutos buenos y abundantes.

    Meditación del Papa Francisco

    Apoyado en la esperanza, contra toda esperanza. También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Custodiar la creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada de ternura y de amor; es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperanza. Y, para el creyente, para nosotros los cristianos, como Abraham, como san José, la esperanza que llevamos tiene el horizonte de Dios, que se nos ha abierto en Cristo, está fundada sobre la roca que es Dios.
    Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella de la esperanza: protejamos con amor lo que Dios nos ha dado. (S.S. Francisco, 19 de marzo de 2013).

    Reflexión

    Cristo nos enseña que la Misericordia de Dios es más fuerte que la dureza del pecado. Podríamos pensar, leyendo superficialmente este pasaje, que tendrían razón los que piensan en la "predestinación eterna", que si hemos nacido zarza no hay nada que hacer; por más que nos matemos trabajando por ser buenos, ¿para qué, si al fin y al cabo me condenaré? Soy árbol malo y no bueno. Estoy condenado a chamuscarme eternamente en el infierno.

    Pero esto sería tan absurdo como haber venido el mismo Verbo de Dios al mundo y haber sufrido tremendamente por unos pocos afortunados. A Dios no le importa dejar 99 ovejas por una que se le escapa del redil; a Dios no le importa esperar toda una vida por el hijo que se le ha ido de su casa; a Dios no le importa llenar de besos y celebrar con fiesta grande al que parecía muerto por el pecado.

    Nuestro Dios es un Dios de tremenda misericordia. Ya lo dice el mismo Cristo en el pasaje antes leído: ¿por qué me llamáis: "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo? El vino para que el hombre tenga vida eterna en El. El nos enseña el camino. De nuestra parte está el hacerle caso o no.
    Si eres un árbol malo, - pocos podemos gloriarnos de dar buenos frutos -, mira a Cristo, comienza a edificar sobre su roca, deja que El arregle las cosas, colabora activamente con la gracia. El lo hará todo, si le dejas. Y de zarza llegarás a ser deliciosa higuera. Darás frutos de salvación. Si Dios ya hubiera dispuesto quién se salva y quién no, habría mandado a sus ángeles a sacar la cizaña del trigo y a quemarla. Pero ha dejado el campo sin tocar porque espera tu respuesta a su amor. Está esperando que le des permiso para que edifique un grandioso palacio inamovible en la roca de su Corazón, y llegues a ser un delicioso árbol para los demás.

    ¿Podríamos ser tan obstinados en cerrar las puertas a un Dios que no se cansa de buscar a su oveja perdida?

    Propósito

    Empezaré a leer diariamente un pasaje del Evangelio para construir mi vida sobre la Palabra de Dios.

    Diálogo con Cristo

    Jesucristo, quiero iluminar mi vida con la luz de tu Palabra y conducirme en todo siguiendo tus criterios. Quiero construir mi vida con el cimiento fuerte de la oración, sólo así será una construcción que va prevalecer a pesar de las tempestades y dificultades que puedan surgir. 

    viernes, 13 de septiembre de 2013

    LA ORACIÓN


    LA CIUDAD BENDITA


    La ciudad bendita 

    Era yo muy joven cuando me dijeron que en cierta ciudad todos sus habitantes vivían con apego a las Escrituras.
    Y me dije: "Buscaré esa ciudad y la santidad que en ella se encuentra".

    Y aquella ciudad quedaba muy lejos de mi patria. 

    Reuní gran cantidad de provisiones para el viaje, y emprendí el camino. Tras cuarenta días de andar divisé a lo lejos la ciudad, y al día siguiente entré en ella. Pero, ¡oh sorpresa! vi que todos los habitantes de esa ciudad sólo tenían un ojo y una mano.

    Me asombró mucho aquello, y me dije:

    "¿Por qué tendrán los habitantes de esta santa ciudad sólo un ojo, y sólo una mano?"

    Luego, vi que también ellos se asombraban, pues les maravillaba que yo tuviera dos manos y dos ojos.

    Y como hablaban entre sí y comentaban mi aspecto, les pregunté:

    -¿Es esta la Ciudad Bendita, en la que todos viven con apego a las Escrituras?

    -Sí, esta es la Ciudad, Bendita -me contestaron.

    Y añadí-; ¿Qué desgracia os ha ocurrido, y qué sucedió a vuestros ojos derechos y a vuestras manos derechas?

    Toda la gente parecía conmovida.

    -Ven; y observa por ti mismo -me dijeron.

    Me llevaron al templo, que estaba en el corazón de la ciudad. Y en el templo vi una gran cantidad de manos y ojos, todos secos.

    -¡Dios mío! -pregunté-, ¿qué inhumano conquistador ha cometido esta crueldad con vosotros?

    Y hubo un murmullo entre los habitantes. Uno de los más ancianos dio un paso al frente, y me dijo:

    -Esto lo hicimos nosotros mismos: 

    Dios nos ha convertido en conquistadores del mal que había en nosotros. Y me condujo hasta un altar enorme; todos nos siguieron. Y aquel anciano me mostró una inscripción grabada encima del altar.
    Leí: "Si tu ojo derecho peca, arráncalo y apártalo de ti; porque es preferible que uno de tus miembros perezca, a que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha peca, córtatela y apártala de ti, porque es preferible que uno de tus miembros perezca, a que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno".

    Entonces comprendí:

    Y me volví hacia el pueblo congregado, y grité:

    "¿No hay entre vosotros ningún hombre, ninguna mujer con dos ojos y dos manos?"

    Me contestaron:

    "No; nadie; sólo quienes son aún demasiado jóvenes para leer las Escrituras y comprender su mandamiento".

    Y al salir del templo inmediatamente abandoné aquella Ciudad Bendita, pues no era yo demasiado joven, y sí sabía leer las Escrituras.

    UN CIEGO CON LUZ


    Un ciego con luz 

    Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce.

    Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo.

    Entonces, le dice: -¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano?
    ¡Si tú no ves!
    Entonces, el ciego le responde: - Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria.

    Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi... No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.

    Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno mismo y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite.

    EL EVANGELIO DE HOY: 13.09.2013

    Autor: Clemente González | Fuente: Catholic.net
    Espíritu de benevolencia
    Lucas 6, 39-42. Tiempo Ordinairo. Busca hacer felices a los que viven a tu lado sin pensar en ti mismo.
     
    Espíritu de benevolencia
    Del santo Evangelio según san Lucas 6, 39-42 


    En aquel tiempo ponía Jesús a sus discípulos esta parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo", no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano. 

    Oración Introductoria

    Padre mío, gracias por tu paciencia y por tu misericordia. Te pido perdón por las veces en que he ignorado tu presencia. Ayúdame a descubrir en esta oración los medios que tengo que concretar para ya no defraudarte y corresponder siempre a tu amor.

    Petición

    Dios mío, ayúdame a ser misericordioso y que no me atreva nunca a juzgar a los demás.

    Meditación del Papa Francisco

    ¡Qué bello es escuchar esto! Cuando uno ha sido convocado por el juez o tiene un juicio, lo primero que hace es buscar a un abogado para que lo defienda. Nosotros tenemos uno que nos defiende siempre, nos defiende de las insidias del diablo, nos defiende de nosotros mismos, de nuestros pecados.
    Queridos hermanos y hermanas, tenemos este abogado: ¡no tengamos miedo de acudir a él a pedir perdón, a pedir la bendición, a pedir misericordia! Él nos perdona siempre, es nuestro abogado: nos defiende siempre ¡No olviden esto! La Ascensión de Jesús al Cielo nos permite conocer esta realidad tan consoladora para nuestro camino: en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nuestra humanidad ha sido llevada ante Dios; Él nos ha abierto el camino; Él es como un guía cuando se sube a una montaña, que llegado a la cima, nos tira hacia él llevándonos a Dios. Si confiamos a Él nuestra vida, si nos dejamos guiar por Él estamos seguros de estar en buenas manos, en las manos de nuestro Salvador, de nuestro abogado» (S.S. Francisco, 17 de abril de 2013)..

    Reflexión

    Hoy vemos que la perseverancia en esa lucha por lograr unirse cada vez más a la voluntad santísima de Dios, pues en ello estriba la verdadera perfección, tiene su premio.

    Aunque la vida esté llena de dificultades, desalientos y trabajos, también es verdad que es muy corta y que es pasajero el sufrir. Pronto llegará el fin de la jornada y ahí encontraremos el descanso y el premio si hemos sabido luchar por Jesucristo.

    Qué hermoso programa el seguir a Cristo buscando hacer felices a los que viven a nuestro lado sin pensar en nosotros mismos y a la vez cuánta fuerza de voluntad y cuánta abnegación nos exige y qué premio tan grande nos conquista para el cielo. Ser viriles en la caridad, ser generosos y magnánimos, sin entregarnos a la estrechez tacaña de lo que es obligación estricta. Más allá comienza el amplio campo de la delicadeza y de las atenciones, del sacrificio y de la afabilidad ingeniosa para dar gusto a los demás en todo. Hay que llegar al detalle y no despreciar las pequeñas ocasiones de sacrificarse dando a nuestro hermano una muestra de atención, un rostro alegre, una palabra de aliento, una condescendencia en la conversación.

    Hay que aprovechar esa vida tan pequeña, que es un punto en medio de la eternidad, pues al final nos espera el premio, la corona; nos espera la inefable dicha de poseer a Dios, a Jesús, con plenitud y sin temor de perderle más.

    Propósito

    Hacer el ejercicio constante de no juzgar la actuación de las personas con las que convivo.

    Diálogo con Cristo

    Señor, Tú me enseñas que nunca debo juzgar ni criticar a los demás. Haz que logre tratar a los demás como Tú me tratas Señor: comprendiendo sus limitaciones, disculpando sus faltas, poniendo atención a sus necesidades, sin guardar ningún rencor, ningún resentimiento, con la capacidad de ser misericordioso y bondadoso, siempre y con todos. 

    jueves, 12 de septiembre de 2013

    EL PESO DE LA ORACIÓN


    EL PESO DE LA ORACIÓN 

    Una mujer pobremente vestida, con un rostro que reflejaba derrota, entró a una tienda. La mujer se acercó al dueño de la tienda y, en la manera más humilde, le preguntó si podía llevarse algunas cosas a crédito (fiado). Con voz suave, le explicó que su esposo estaba muy enfermo y que no podía trabajar; tenían siete niños y necesitaban comida. El dueño le gritó y le pidió que abandonara su tienda.


    Viendo la necesidad que estaba pasando su familia la mujer continuó: 
    "¡Por favor señor! Se lo pagaré tan pronto como pueda". El dueño le dijo que no podía darle crédito ya que no tenía una cuenta en su tienda.
    De pie, cerca del mostrador, se encontraba un cliente que escuchó la conversación entre el dueño de la tienda y la mujer. El cliente se acercó y le dijo al dueño de la tienda que él se haría cargo de lo que la mujer necesitara para su familia.
    El dueño, de una manera muy tosca, preguntó a la mujer: "¿Tiene usted una lista de la compra?". La mujer dijo: "Sí señor".
    "Está bien," dijo el dueño, "ponga su lista en la balanza y lo que pese su lista, le daré yo en comestibles". La mujer titubeó por un momento y cabizbaja, buscó en su cartera un pedazo de papel y escribió algo en él. Puso el pedazo de papel, cabizbaja aún, en la balanza.


    Los ojos del dueño y el cliente se llenaron de asombro cuando la balanza se fue hasta lo mas bajó y se quedó así. El dueño entonces, sin dejar de mirar la balanza y de mala gana, dijo: "¡No lo puedo creer!".
    El cliente sonrió y el dueño comenzó a poner comestibles al otro lado de la balanza. La balanza no se movió por lo que continuó poniendo más y más comestibles hasta que no aguantó más. 
    El dueño se quedó allí parado con gran disgusto. Finalmente, agarró el pedazo de papel y lo miró con mucho más asombro.... No era una lista de compra, era una oración que decía:
    "Querido Señor, tú conoces mis necesidades y yo voy a dejar esto en tus manos".
    El dueño de la tienda le dio los comestibles que había reunido y quedó allí en silencio. La mujer le agradeció y abandonó su tienda. El cliente le entregó un billete de cincuenta dólares al dueño y le dijo: "Valió cada centavo de este billete, ahora sabemos cuanto pesa una oración".

    La oración es uno de los mejores regalos gratuitos que recibimos. No tiene costo pero sí muchas recompensas.

    ESTOY CONTIGO


    Estoy contigo

    A veces es difícil encontrar la respuesta a esa sencilla pregunta.

    ¿Para qué buscarte?  Me preguntaba...

    ¿Qué gano con seguirte?  Me cuestionaba...

    ¿Porqué he de hacer tu voluntad?  Me replicaba...

    Y hoy, estando solo y con miles de problemas encima, hoy cuando los que creí mis amigos me han abandonado, hoy cuando más solo me siento, y atareado me encuentro, vienen a mi mente las respuestas a estas preguntas, pues en medio de
    los problemas, sin importar cuanto le he fallado, Tu sigues firme a mi lado.

    Y en medio del cansancio siento tus brazos sostenerme.  Y entre el bullicio de cada día y los problemas que me agobian, escucho tu dulce voz susurrarme al oído:  "Calma, estoy contigo".

    Y ahora me doy cuenta que todo vale la pena, y que aquellas dudas no eran mas que trampas de mi enemigo para evitar tu consuelo, tu paz, tu compañía.

    Gracias Señor, porque a pesar de todas mis dudas me recibiste en tu seno, y siempre que te cuestionaba sonriendo me decías:  "Tranquilo, que ya llegarán unos de esos días".

    INTELIGENCIA EMOCIONAL


    Inteligencia emocional

    Uno de los libros de más venta en E.U., Canadá y otros países, invita a un gran cambio en la valoración propia y ajena.

    Se titula "Inteligencia emocional" y supone una recuperación de nuestra dimensión afectiva.

    Nos ahogamos en una sociedad en la que pensamos poco y sentimos menos.

    Una cultura que ha supervalorado la razón en detrimento de lo espiritual y lo emocional.

    Pero el mundo avanza y, aunque los pesimistas no lo crean, se está acabando el reinado de la diosa razón.

    Ya haya empresas que realizan test emocional a sus a sus empleados y cada día le dan más importancia a este campo.

    Saben que sin equilibrio emocional de poco sirven los títulos y los muchos conocimientos. No quieren más doctores y peritos esclavos de la ira, el egoísmo, el sexo, el alcohol o la droga.

    Sí, más que datos necesitamos amor, más que saber mucho, nos hace falta sentir mucho. Lo que necesitamos es inteligencia emocional.

    LA CRUZ EN MI BOLSILLO


    LA CRUZ EN MI BOLSILLO

    Llevo una cruz en mi bolsillo
    un recordatorio de que soy cristiano.
    No importa donde me encuentre.

    Esta pequeña cruz no es mágica
    ni es un talismán de buena suerte.
    No esta hecha para protegerme de todo daño.

    No es para identificación
    para que todo el mundo la vea.
    Es simplemente un acuerdo entre mi Salvador y yo.

    Cuando meto la mano en mi bolsillo
    para sacar una moneda o una llave,
    la cruz esta ahí para recordarme que 
    El se sacrificó por mí.

    Me recuerda también dar las gracias 
    por mis bendiciones diarias
    y esforzarme por servir a Dios mejor en todo
    lo que digo y hago.

    También es un recordatorio diario por la paz
    y el bienestar que comparto con quienes
    conocen al Señor y se entregan a su cuidado.

    Por lo tanto, llevo una cruz en mi bolsillo.
    Recordándome a mi solo
    que Jesucristo será Señor de mi vida
    únicamente con permitirle que lo sea.

    EL EVANGELIO DE HOY: 12.09.2013

    Autor: María Cruz | Fuente: Catholic.net
    El amor hacia los enemigos
    Lucas 6, 27-38. Tiempo Ordinario. Te pedimos nos concedas un corazón misericordioso que se compadezca de las necesidades de nuestros hermanos.
     
    El amor hacia los enemigos
    Del santo Evangelio según san Lucas 6, 27-38


    En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos. «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá». 

    Oración introductoria

    Gracias, Señor, porque conoces mi debilidad y aún así me llamas a la santidad. Te suplico que mi oración me llene de confianza, no en mi esfuerzo o virtud, sino en tu inmensa misericordia, en tu compasión para conmigo y en tu gracia que hace que todo sea posible.

    Petición

    Señor, ayúdame a no defraudarte y a corresponderte buscando la perfección en mi amor, hoy más que ayer.

    Meditación del Papa Francisco

    Y, hermanos y hermanas, el rostro de Dios es el de un padre misericordioso, que siempre tiene paciencia. ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios, la paciencia que tiene con cada uno de nosotros? Ésa es su misericordia. Siempre tiene paciencia, paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, no se cansa de perdonarnos si sabemos volver a Él con el corazón contrito. «Grande es la misericordia del Señor», dice el Salmo. [...] El problema es que nosotros nos cansamos, no queremos, nos cansamos de pedir perdón. Él jamás se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón. No nos cansemos nunca, no nos cansemos nunca. Él es Padre amoroso que siempre perdona, que tiene ese corazón misericordioso con todos nosotros. Y aprendamos también nosotros a ser misericordiosos con todos. Invoquemos la intercesión de la Virgen, que tuvo en sus brazos la Misericordia de Dios hecha hombre. (S.S. Francisco, 17 de marzo de 2013)..

    Reflexión

    En nuestra sociedad, amamos a los que nos aman; hacemos el bien a quienes nos lo hacen y prestamos a quienes sabemos nos lo van a devolver. Una conducta muy razonada, que no compromete en nada. Pero obrando así, ¿qué es lo que nos distingue de los que no tienen fe?. Al cristiano se le pide un "plus" en su vida: amar al prójimo, hacer el bien y prestar sin esperar recompensa, pues eso es lo que hace Dios con nosotros, que nos ama primero para que nosotros le amemos.

    Tenemos que adelantarnos a hacer el bien, para despertar en el corazón de los otros sentimientos de perdón, de entrega, de generosidad, paz y gozo; así nos vamos pareciendo al Padre del cielo y vamos formando en la tierra la familia de los hijos.

    Propósito

    Transformar los problemas y conflictos del día de hoy en oportunidades para crecer en la confianza en la providencia de Dios.

    Diálogo con Cristo 

    Señor, Dios Todopoderoso, rico en misericordia y perdón, mira nuestra torpeza para amar, nuestra poca generosidad en la entrega y nuestra dificultad a la hora de perdonar. Te pedimos nos concedas un corazón misericordioso que se compadezca de las necesidades de nuestros hermanos. 

    miércoles, 11 de septiembre de 2013

    APROVECHA LA AYUDA DE DIOS


    APROVECHA LA AYUDA DE DIOS
    -Padre
    -Dime hijo
    -Estoy sufriendo mucho, tengo muchos problemas
    -¿Qué pasa? ¿Por qué?
    -Me siento solo, sin apoyo ...
    -¿Sin apoyo? me tienes a mí, hijo.
    -Pero no es lo mismo, tú no puedes venir y abrazarme y consolarme, tú no pue..
    -¡Hey! ¿Por qué no?
    -Pues porque tú estás ahí arriba y yo aquí abajo.
    -Sí, pero yo siempre estoy contigo.
    -Sí pero ... es que Tú no entiendes Señor. Tú eres un padre amoroso en quien puedo confiar pero yo necesito alguien como tú aquí abajo
    -Ya lo envié una vez y mira lo que le hicieron.
    -Cierto.
    -Hijo, yo estoy contigo en todo momento, estoy contigo en tu madre que te abraza todos los días, estoy contigo en el amigo que te consuela porque estallaste, pero tú no lo ves ... Hay personas que tienen tanto que darte de ayuda y tú no la aceptas ...

    "Si tienes una amistad, aprovéchala
    Si tienes una familia aprovéchala
    Si tienes un amor aprovéchalo
    Si tienes un error aprovéchalo para ser mejor
    Si tienes dificultades ábrete a toda ayuda
    Si tienes problemas, resuélvelos con alegría
    Y si tienes una vida aprovéchala, porque si no la aprovechas de nada te serviría."

    -Padre, hoy he comprendido que a veces Tú me das más ayuda de la que necesito, y que si tengo un problema te tengo a Tí en muchas otras personas, y que cuando me sienta solo por no tener apoyo, mire hacia arriba y se dibuje en mí una sonrisa, porque sé que hay alguien que nunca me deja.
    -Te la doy porque sé que tú me necesitas.
    -Gracias Padre, ¿Cómo te podría pagar toda tu ayuda?
    -Aprovechándola, hijo, aprovechándola.

    EL EVANGELIO DE HOY:11.09.2013

    Autor: María Cruz | Fuente: Catholic.net
    Las bienaventuranzas
    Lucas 6, 20-26. Tiempo Ordinario. Salir de nuestros egoísmos para acercarnos a los otros; reír con los que ríen y llorar con los que lloran.
     
    Las bienaventuranzas
    Del santo Evangelio según san Lucas 6, 20-26


    En aquel tiempo Jesús alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas». «Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas. 

    Oración 

    Gracias, Señor, por este momento de oración. Qué dicha y alegría el poder experimentar tu presencia, tu cercanía. Humildemente te pido, ¡ven Señor Jesús! Ilumina mi oración para que crezcan mi fe y mi fortaleza para saber escogerte siempre a Ti.

    Petición

    Jesús, dame la sabiduría para saber reconocer en dónde y cómo se encuentra la felicidad.

    Meditación del Papa

    El cardenal Claudio Hummes: un gran amigo, un gran amigo. Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa, él me confortaba. Y cuando los votos subieron a los dos tercios, hubo el acostumbrado aplauso, porque había sido elegido. Y él me abrazó, me besó, y me dijo: "No te olvides de los pobres". Y esta palabra ha entrado aquí: los pobres, los pobres. De inmediato, en relación con los pobres, he pensado en Francisco de Asís. Después he pensado en las guerras, mientras proseguía el escrutinio hasta terminar todos los votos. Y Francisco es el hombre de la paz. Y así, el nombre ha entrado en mi corazón: Francisco de Asís. Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en este momento, también nosotros mantenemos con la creación una relación no tan buena, ¿no? Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre... ¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres! (S.S. Francisco, 16 de marzo de 2013).

    Reflexión

    Si miramos a nuestro mundo vemos gentes que son pobres, que pasan hambre, que sufren, que son excluidos y proscritos... y a nadie se nos ocurre llamarlos dichosos ni tampoco ellos mismos se sienten como tales. Por el contrario vemos gente rica, que disfruta de todas las comodidades posibles y goza el momento presente como si poseyera el mayor tesoro, y todo los miramos con cierta envidia y los calificamos como gente con suerte.

    ¿Cómo entender el Evangelio? ¿Dónde está el contraste? ¿Cómo explicar estas antinomias?
    El Evangelio es una fuerza revolucionaria que trastorna la mentalidad de este mundo presente; las personas que se dejan alcanzar por su influjo se abren a nuevas dimensiones y son capaces de descubrir la riqueza del compartir, de gozar la alegría de la entrega, de experimentar la paz en medio del desconcierto...

    Todos necesitamos hacernos pobres de ambicionar cosas superfluas; salir de nuestros egoísmos para acercarnos a los otros; reír con los que ríen y llorar con los que lloran.

    Propósito

    Que mi cercanía y apoyo a una persona que sufre, le haga experimentar el amor de Cristo.

    Diálogo con Cristo

    Dios de cielos y tierra que alimentas los pájaros del campo y no olvidas nada de lo que has creado, te pido por todos los hombres que pasan hambre para que descubran en tu Palabra la fuerza que los conforte y encuentren hermanos que sacien su necesidad. 

    LAS BIENAVENTURANZAS MEDITADAS


    LAS BIENAVENTURANZAS
    (Mt 5,3-12)


    Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

    Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.

    Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

    Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

    Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

    Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

    Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

    Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

    Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.

    Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos.

    Las bienaventuranzas están en el centro de la predicación de Jesús. Con ellas Jesús recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham; pero las perfecciona ordenándolas no sólo a la posesión de una tierra, sino al Reino de los cielos:

    Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las tribulaciones; anuncian a los discípulos las bendiciones y las recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos.


     
    Las bienaventuranzas que marcan el inicio del Sermón de la Montaña, el primero de los sermones de Nuestro Señor en el Evangelio de San Mateo. Cuatro de ellas reaparecen en una forma ligeramente diferente en el Evangelio de San Lucas (6, 22), de igual modo al comienzo de un sermón, y que discurren paralelamente a Mateo, 5-7, si no a otra versión del mismo. Y aquí se ilustran con la oposición de las cuatro maldiciones. El relato más completo y el lugar más destacado que se da a las Bienaventuranzas en San Mateo están bastante de acuerdo con el alcance y la tendencia del Primer Evangelio, en el que el carácter espiritual del reino mesiánico – la idea suprema de las Bienaventuranzas – es continuamente destacado, en agudo contraste con los prejuicios judíos.

    La forma en la que Nuestro Señor manifestó sus bienaventuranzas las convierte, quizás, en el único ejemplo de sus dichos que puede ser calificado de poético al ser inequívocamente claro el paralelismo de pensamiento y expresión, que es la característica más notable de la poesía bíblica.

    Primera bienaventuranza.-

    La palabra pobre parece representar un encorvado, afligido, miserable, pobre; mientras que manso es más bien sinónimo de la misma raíz, que se inclina, humilde, manso, gentil. Algunos agregan también a la primera palabra un sentido de humildad; otros piensan en los “mendigos ante Dios” que reconocen humildemente su necesidad de ayuda divina.

    Los bienaventurados son pobres “de espíritu”, que por su propia voluntad están dispuestos a soportar por amor de Dios esta dolorosa y humilde condición, incluso aunque realmente sean ricos y felices; mientras que, por otro lado, los realmente pobres pueden no alcanzar esta pobreza “de espíritu”.

    Segunda bienaventuranza.-

    Puesto que la pobreza es un estado de humilde sujección, el “pobre de espíritu”, está próximo al “manso”, sujeto de la segunda bienaventuranza. Los que humilde y mansamente se inclinan ante Dios y el hombre, “heredarán la tierra” y poseerán su herencia en paz. Esta es una frase tomada del Salmo 36 donde se refiere a la Tierra Prometida de Israel, pero aquí en las palabras de Cristo, es por supuesto sólo un símbolo del Reino de los Cielos, el reino espiritual del Mesías.

    Tercera bienaventuranza.-

    Los “que lloran” en la tercera bienaventuranza se oponen en Lucas (6, 25) a la risa y a la alegría mundana de similar carácter frívolo. Los motivos del llanto no derivan de las miserias de una vida de pobreza, abatimiento y sometimiento, sino más bien los de las miserias que el hombre piadoso sufre en sí mismo y en otros, y la mayor de todas el tremendo poder del mal por todo el mundo.

    A tales dolientes el Señor Jesús les trae el consuelo del reino celestial, “la consolación de Israel” predicha por los profetas, incluso los judíos tardíos conocían al Mesías por el nombre de Menahem, el Consolador.

    Estas tres bienaventuranzas, pobreza, abatimiento y sometimiento son un elogio de lo que ahora se llaman virtudes pasivas: abstinencia y resistencia, y la Octava Bienaventuranza nos lleva de nuevo a la enseñanza.

    Cuarta Bienaventuranza.-

    Lo primero de todo, “hambre y sed” de justicia: un deseo fuerte y continuo de progreso en perfección moral y religiosa, cuya recompensa será el verdadero cumplimiento del deseo, el continuo crecimiento en santidad.

    Quinta Bienaventuranza.-

    A partir de este deseo interior se debe dar un paso más hacia la acción por las obras de “misericordia”, corporales y espirituales. Por medio de éstas los misericordiosos logran la misericordia divina del reino mesiánico, en esta vida y en el juicio final.

    La maravillosa fertilidad de la Iglesia en obras e instituciones de misericordia corporal y espiritual de toda clase muestra el sentido profético, por no decir el poder creativo, de esta sencilla palabra del Maestro divino.

    Sexta Bienaventuranza.-

    Según la Biblia, la “limpieza de corazón” no puede encontrarse exclusivamente en la castidad interior, ni siquiera, en una pureza general de conciencia, como opuesta a la pureza levítica, o legal, exigida por escribas y fariseos. Cuando menos el lugar adecuado de tal bienaventuranza no parece estar entre la misericordia y la pacificación, ni detrás de la virtud aparentemente de más alcance del hambre y sed de justicia.

    Pero frecuentemente en el Antiguo y Nuevo Testamento el “corazón puro” es la simple y sincera buena intención, el “ojo sano”, y opuesto así a los inconfesables fines de los fariseos. Este “ojo sano” o “corazón puro” es más que todo lo precisado en las obras de misericordia y celo en beneficio del prójimo. Y se pone de manifiesto a la razón que la bienaventuranza, prometida a esta continua búsqueda de la gloria de Dios, consistirá en la “visión” sobrenatural del propio Dios, la última meta y finalidad del reino celestial en su plenitud.

    Séptima Bienaventuranza.-

    Los “pacíficos” son no sólo los que viven en paz con los demás sino que además hacen lo mejor que pueden para conservar la paz y la amistad entre los hombres y entre Dios y el hombre, y para restaurarlas cuando han sido perturbadas.

    Es por esta obra divina, “una imitación del amor de Dios por el hombre” como la llama San Gregorio de Nisa, por la que serán llamados hijos de Dios, “hijos de su Padre que está en los cielos”.

    Octava Bienaventuranza.-

    Cuando después de todo esto a los piadosos discípulos de Cristo se les retribuya con ingratitud e incluso “persecución” no será sino una nueva bienaventuranza, “pues suyo es el reino de los cielos”.

    Así, la última bienaventuranza vuelve a la primera y a la segunda. Los piadosos, cuyos sentimientos y deseos, cuyas obras y sufrimientos se presentan ante nosotros, serán bienaventurados y felices por su participación en el reino mesiánico, aquí y en el futuro.

    Las ocho condiciones requeridas constituyen la ley fundamental del reino, la auténtica médula y tuétano de la perfección cristiana.

    Por su profundidad y amplitud de pensamiento, y su relación práctica sobre la vida cristiana, el pasaje puede ponerse al mismo nivel que el Decálogo en el Antiguo Testamento, y que la Oración del Señor en el Nuevo, y supera ambos por su belleza y estructura poética.
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