domingo, 23 de junio de 2013

PERDONAR NO ES OLVIDAR, ES RECORDAR EN PAZ



Perdonar no es olvidar,
es recordar en paz

 Quizás hayan observado que, con inusitada frecuencia, a la hora de escribir estos artículos, el Señor me pide hacerlo sobre el tema del perdón y la reconciliación. Y yo feliz.
Y es que el rencor mata, corroe, esclaviza, asfixia. No hay nada mejor en el mundo que perdonar. Lo repito, nada hay mejor que perdonar. Y si no, hagan la prueba. No se lleven que yo lo dije, no. Hagan la prueba.

¡Haz la prueba! Decídete y perdona al que te ofendió o te causó algún daño. Si crees que el otro piensa que fuiste tú quien tuvo la culpa, pues igual, simple y llanamente pídele perdón, y asunto arreglado. Total, lo importante es lograr la paz, la convivencia, el poder saludar y sonreír y conversar con quien hasta hace poco le volteabas la cara, o le gruñías, o le deseabas el mal, o lo ignorabas, y arriba de eso afirmabas que no, que tú no habías dejado de quererlo, pero que no querías tener nada que ver con esa persona.

El problema es ese. Que lo que dice el Señor es muy distinto. "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Difícilmente tu propia persona te sea indiferente.
A los que tengan algún tipo de rencilla, les ruego encarecidamente dediquen unos minutos y presten atención a lo que les voy a contar. Léanlo también los que como yo estamos en paz con el mundo, para la gloria de Dios, que les será útil para llevar este mensaje a los peleones.

Jesús relata la historia de aquel rey que perdona una gran deuda a uno de sus servidores, y al salir del palacio, éste se encuentra a un compañero que le debía unos centavos, y lo hace meter preso hasta que le pague. Al enterarse el rey, le recriminó su injusticia enviándolo a la cárcel. Concluye Jesús diciendo que “lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”.

Entonces, te pregunto: De todas esas barbaridades que has cometido en tu vida, ¿recuerdas tan sólo una que Dios no te haya perdonado? ¿No? Y entonces, ¿quién eres tú para negarle tu perdón a alguien que mucho o poco te haya molestado, ofendido, irritado, perjudicado o llámese como sea lo que te haya hecho esa otra persona, y mucho peor si es un hermano?

No, mi querido amigo, no vale la pena vivir así. No hay tranquilidad. A mi me pasaba igual. Recuerdo una situación por la que viví, y a sabiendas de que a esa persona me la encontraba los domingos en misa, tenía la respuesta lista por si acaso se atrevía a saludarme: “¡Vade retro Satanás! ¡Retírate Satanás!” ¡Y eso se lo pensaba decir en plena iglesia!
Hoy, sin embargo, vivo tranquilo. A esa persona -¡y a tantas otras!- no tan sólo la perdoné, sino que le pedí perdón, porque estando ya en los caminos del Señor, me cuestioné seriamente si no habría sido yo quien la había ofendido. ¡Qué bien se siente uno! Quise visitarla, y darle un abrazo, pero no quiso. Qué pena. Siempre está presente en mis oraciones.

El perdón no borra lo sucedido. Lo hecho, hecho queda, y a menos que caigamos en Alzheimer, difícil es olvidar nuestra historia de vida. Pero qué distinto es recordar esos incidentes en paz. Ahí radica la gran diferencia. Perdonar no es olvidar, es recordar en paz.
Bendiciones y paz.


Juan Rafael Pacheco
Fuente: Catholic.net


 






MIEDOS

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MIEDOS...

Hay dolores que aprietan y atenazan como garfios, que asfixizian, aprisionan y retuercen el corazón hasta verlo verter la ultima gota de su sangre, hasta dejarlo seco, vacío...vacío de vida...vacío de calor , vacío de amor, completa mente muerto, sin la mínima fuerza de un latido mas.

El mal no descansa y vive en muchos seres que a diario lo alimentan, que llenos de veneno, lo esparcen y lo inyectan en quien menos debieran, en almas que a sus horas dieron color y vida, que de bellos momentos les llenaron sus días, dando si...dando siempre cariño...compañia.

Tristemente esos seres, de humanidad no saben, ni sentir, ni de dar, en el fondo de ellos solo albergan maldad, que riegan a su paso con la conciencia muerta y el pecho hecho una piedra, duro, seco insensible, recibir solo saben y algo bueno de ellos nunca jamas saldrá pues en su triste infancia...no aprendieron a amar.
Pero después de todo, merecen compasión, pues forrados de hierro...cual ridículo escudo las lanzas del dolor, de desamor, de golpes y de heridas no los traspazaran...pero en su loco invento de evitar el dolor se niegan la gran dicha de vivir plenamente,
de sin miedos sentir...lo que es un gran amor!!!


EL AVE MARÍA EN IMÁGENES


Ave María
Ave María
el Señor es contigo


bendito es el fruto de tu vientre Jesús




Ruega por nosotros ahora
llena eres de gracia
bendita tú eres entre todas las mujeres


Santa María Madre de Dios




y en la hora de nuestra 




muerte







Amén

SOLO DIOS...


EL EVANGELIO DE HOY:22.06.2013

Autor: P . Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
Una encuesta, un compromiso, un mistero
Lucas 9, 18-24. Domingo XII Tiempo Ordinario C. Jesús te pregunta hoy: Y tú, ¿quién dices que soy yo?.
Una encuesta, un compromiso, un mistero
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 18-24

Y sucedió que mientras él estaba orando a solas, se hallaban con él los discípulos y él les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos respondieron: "Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado." Les dijo: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Pedro le contestó: "El Cristo de Dios." Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: "El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día." Decía a todos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará.

Oración introductoria

Señor, quiero acompañarte siempre porque sólo así mi vida tendrá sentido. Sé que eres fiel y que mi compromiso bautismal es, como dijo el Papa Francisco: «ser de Cristo, pensar, actuar, amar como Él, dejando que tome posesión de nuestra existencia para que la cambie, la trasforme, la libere de las tinieblas del mal y del pecado» (10/4/2013). ¡Gracias Señor, por todo tu amor!

Petición

Dame la gracia de experimentar tu amor en esta oración y en la Eucaristía de este día.

Meditación del Papa

Se decía -pienso en Nietzsche, pero también en muchos otros- que el cristianismo es una opción contra la vida. Se decía que con la cruz, con todos los Mandamientos, con todos los "no" que nos propone, nos cierra la puerta de la vida; pero nosotros queremos tener la vida y escogemos, optamos, en último término, por la vida liberándonos de la cruz, liberándonos de todos estos Mandamientos y de todos estos "no". Queremos tener la vida en abundancia, nada más que la vida.
Aquí de inmediato viene a la mente la palabra del evangelio de hoy: "El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará". Esta es la paradoja que debemos tener presente ante todo en la opción por la vida. No es arrogándonos la vida para nosotros como podemos encontrar la vida, sino dándola; no teniéndola o tomándola, sino dándola. Este es el sentido último de la cruz: no tomar para sí, sino dar la vida. (Benedicto XVI, 2 de marzo de 2006).

Reflexión

El Evangelio de este domingo me trae a la memoria una experiencia de mi niñez que se me quedó muy grabada. Recuerdo que, cuando yo estudiaba la primaria, nuestro profesor nos mandó un día hacer una encuesta. Era la tarea que debíamos llevar la siguiente vez a la clase de religión. Cada uno de nosotros teníamos que preguntar a treinta personas –familiares, vecinos y gente de la calle- quién era Jesús para ellos.

Por la tarde de aquel mismo día, inicié mi recorrido "periodístico". Yo vivía en un pueblecito de unos 25.000 habitantes, muy católico. Todas las respuestas fueron, pues, doctrinalmente muy correctas.

Pero yo creo que, si realizáramos hoy la misma encuesta en Norteamérica o en las grandes ciudades de cualquier país de la Europa "pluralista" y secularizada –por no decir de Asia-, escucharíamos respuestas bastante variopintas: desde el hombre excepcional, el maestro y modelo de buenas costumbres, el revolucionario y reformador de la sociedad; pasando por el Cristo poético y romántico al estilo "hippy" –el Jesus Christ Super Star de los años setentas- o el Jesús deformado por las diversas filosofías e ideologías; hasta llegar al Cristo visto por hombres y mujeres de fe, pero de distinto credo y religión. Un teólogo católico contemporáneo, el P. Javier García, presenta un abanico muy interesante de posibilidades en su libro: "Jesucristo, Hijo de Dios, nacido de mujer".

Jesús fue el primero, en la historia del cristianismo, en llevar a cabo una encuesta o un "sondeo de opinión" acerca de su propia persona. Y sus discípulos se manejaron en aquella ocasión con bastante desenvoltura.

Pero los resultados de la sociología y de las encuestas no le interesan a Jesús. Lo que a Él realmente le importa es la respuesta personal: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" -les pregunta a sus apóstoles-. Sin duda, esa pregunta les provocó un silencio embazoso. Hasta que Pedro, armándose de valor, se pronunció en nombre de los Doce: "Tú eres el Mesías de Dios".

Pues también ahora Jesús nos plantea este mismo interrogante a cada uno de nosotros, a ti, que estás leyendo ahora este artículo: "Y tú, ¿quién dices que soy yo?". Aquí no se valen las respuestas evasivas, ambiguas o de mero "compromiso". Ni tampoco espera Cristo respuestas teóricas, académicas y doctrinalmente "correctas". Él no quiere ver qué es lo que "sabemos" sobre Él, sino lo que realmente creemos y testimoniamos -con nuestra fe, nuestras obras y nuestra vida entera- acerca de Él.

De verdad, ¿quién es Jesucristo para nosotros? Es un interrogante existencial, que hay que responder desde el fondo de nuestra conciencia, a solas con Cristo, mirándole directamente a los ojos. Y hay que darla con el corazón. Es una pregunta que requiere un verdadero compromiso personal y vital con el Señor. Una respuesta que debe cambiar toda nuestra existencia, nuestros criterios y comportamientos "mundanos", para comenzar a asemejarnos un poco más a Él en nuestras palabras, gestos, pensamientos y acciones concretas de cada día.

Pero a continuación viene la siguiente escena, que es desconcertante para nuestras categorías humanas: "El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día". Pedro le acaba de proclamar el Mesías de Dios. La narración del evangelio de san Mateo es mucho más fuerte que la de Lucas.

Después de la confesión de Pedro, en efecto, Jesús lo felicita, lo llama bienaventurado y le otorga los poderes del Primado sobre los demás apóstoles. Enseguida, Jesús les comunica el primer anuncio de la pasión. Y Pedro trata de disuadirlo y de apartarle de ese camino. Es entonces cuando Jesús reacciona de un modo enérgico llamándolo "Satanás" porque no entiende las cosas de Dios; es decir, el valor de la cruz.

Seguir a Jesús no es -glosando las palabras de aquel famoso rey azteca- como "estar en un lecho de rosas". Ser discípulo de Cristo, ser auténtico cristiano, no siempre es cosa fácil. Porque muchas veces nos exige ir "contra corriente" y plantar cara a la mentalidad humana, a veces demasiado humana –o sea, "mundana", sensual y naturalista- propia del mundo y de la cultura de nuestro tiempo. Ser un cristiano de verdad es un compromiso exigente. Y en ocasiones también misterioso. Porque Dios nos desconcierta y sus modos de actuar no son como los de los hombres, ni siempre inteligibles para nuestra razón.
Vivir el Evangelio exige mucha fe porque Dios es misterioso y casi siempre se nos presenta envuelto en el misterio. Y exige también mucha valentía, generosidad y amor porque, para hay que seguir a Jesús por la vía de la cruz: "El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo". Tenemos que pasar por el misterio de la cruz, del dolor y del sufrimiento para poder llegar hasta Él, para tener vida eterna, para ayudarle en la redención de la humanidad. Y sólo con mucha fe y con un amor muy grande y generoso, la cruz no será para nosotros un motivo de escándalo, sino un instrumento bendito de salvación y de santificación.

Diálogo con Cristo

Jesús, no te pido que quites las cruces de mi camino, pero dame la luz y la fuerza para avanzar hasta el final. Te pido la gracia de experimentar tu amor, especialmente en las dificultades. Sé que éste es un don que Tú estás dispuesto a dar a todos aquellos que te lo piden con humildad, fe y perseverancia.

Propósito

Éste es el reto que Cristo hoy nos presenta. Ojalá que nuestra respuesta sea valiente, generosa, decidida, consecuente. Entonces podremos llamarnos y ser en verdad auténticos "cristianos". O sea, seguidores de un Cristo crucificado y resucitado.




  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Sergio Cordova LC 

    sábado, 22 de junio de 2013

    EL PADRE NUESTRO EN IMÁGENES











    PERSONA SANTA



    Persona Santa
    Autor: Anthony de Mello, S.J.
    Libro: Caminar sobre las aguas


    En la India, los místicos y los poetas se preguntaron muchas veces que es una persona santa. Y llegaron a respuestas maravillosas.

    "La persona santa es como una rosa". ¿Ya ha escuchado decir a una rosa: "Daré mi fragancia solamente a las personas buenas que me huelan, y voy a negar mi perfume a las rosas malas?" ¡No, no! Expandir el perfume es la naturaleza de la rosa.

    "La persona santa es como una lámpara encendida en un cuarto oscuro" ¿Puede una lámpara decir que va a iluminar solamente a las personas buenas y esconder su luminosidad de las personas malas?.

    "La persona santa es como un árbol dando sombra tanto para las personas buenas como para las personas malas. El árbol da su sombra aún a la persona que lo está cortando Y si fuere aromático dejará su perfume en el hacha".

    EL AMOR MÁS GRANDE

    Autor: Coronel John W. Mansur | Fuente: Del Libro Chocolate caliente para el Alma
    El Amor más grande
    ¿Serías capaz de dar la vida por un amigo?
     
    El Amor más grande
    El Amor más grande

    Más allá de todos los blancos planeados, las bombas hicieron impacto en una pequeña aldea vietnamita, más exactamente en un orfanato a cargo de un grupo de misioneros. Todos éstos, y uno o dos niños, murieron en el acto. Hubo varios menores heridos, entre ellos, una pequeña de ocho años.

    De inmediato, los habitantes de la aldea solicitaron asistencia médica a un pueblo vecino que tenía contacto radial con las fuerzas armadas de los Estados Unidos. Finalmente, un médico norteamericano de la marina y una enfermera llegaron en un jeep, sin ningún otro implemento médico más que sus maletines. Cuando terminaron de examinar a todos los heridos, dijeron que la niña de ocho años presentaba el caso más crítico. Si no se actuaba de inmediato, moriría a causa de una conmoción cerebral y la pérdida de sangre.

    Era imperioso hacerle con urgencia una transfusión de sangre y, para ello, se requería un donante compatible. Un rápido examen demostró que ni el médico ni la enfermera tenían el tipo de sangre que se necesitaba; en cambio, algunos de los niños heridos si lo tenían. Aunque de modo muy precario, el médico hablaba la lengua de los aldeanos y la enfermera tenía los conocimientos básicos de francés, aprendidos en el colegio secundario; ambos, con la ayuda de un lenguaje de señas improvisado, trataron de explicar a los pequeños y asustados espectadores que, si alguno no donaba sangre para la pequeña, ella moriría sin remedio. Luego les preguntaron si alguno en particular deseaba ser el donante.

    Todos permanecieron callados, con los ojos completamente desorbitados. Tras un prolongado silencio, uno alzó su pequeña mano, temblorosa como una hoja, al mismo tiempo que la bajaba y la volvía a subir.

    -¡Oh, muchas gracias! -dijo la enfermera, en francés-. ¿Cual es tu nombre?

    -Heng -respondió el pequeño.

    Sin perder tiempo, lo acostaron en una camilla, le frotaron el brazo con alcohol e introdujeron la aguja en una vena diminuta. Heng se mantuvo tieso y en silencio durante el primer paso de la dura experiencia.

    Al cabo de un momento, cubriéndose la cara con el otro brazo, dejó oír un sollozo estremecedor.

    -¿Te duele, Heng? -preguntó el doctor. El niño respondió que no, sacudiendo la cabeza, pero más tarde volvió a lamentarse, siempre cubriéndose el rostro. EL doctor insistió con su pregunta. Sin embargo, Heng volvió a responder que no con la cabeza.

    Los sollozos discontinuos se transformaron en una incesante torrente de lágrimas, cerrando los ojos con fuerza y presionando el puño contra la boca. La enfermera y el médico se inquietaron ante la extraña actitud del niño. Era obvio que había un problema, y muy serio. Para entonces, se había hecho presente en el lugar una enfermera vietnamita para ofrecer ayuda, quien, al notar el sufrimiento del pequeño, se dirigió a él en su idioma. La enfermera escuchó atentamente la respuesta de Heng y le respondió con voz calma, procurando serenarlo.

    Pasados unos minutos, el pequeño paciente dejo de llorar y, con ojos inquisidores, miró a la enfermera vietnamita. Cuando ella asintió con la cabeza, Heng suspiró aliviado.

    Levantando la mirada, la enfermera se dirigió a los norteamericanos con estas palabras :

    -Heng pensó que iba a morir. No comprendió lo que ustedes dijeron. Creyó que, para que la niña pudiera sobrevivir, él debía donar toda su sangre.

    -Pero ¿por qué habría querido hacerlo? -preguntó la enfermera de la marina. La vietnamita le repitió la pregunta a Heng, y el respondió :

    -Porque es mi amiga.

    EL AGUA QUE QUERÍA SER FUEGO


    El agua que quería ser fuego.

    “Ya estoy cansada de ser fría y de correr río abajo. Dicen que soy necesaria. Pero yo preferiría ser hermosa. Y encender entusiasmos. Y hacer arder el corazón de los enamorados y ser roja y cálida. Dicen que yo purifico lo que toco, pero más fuerza purificadora tiene el fuego. Quisiera ser fuego y llama.” 

    Así pensaba en septiembre el agua de un río de montaña. 
    Y, como quería ser fuego, decidió escribir una carta a Dios y pedir que cambiara su identidad. 

    “Querido Dios: Tú me hiciste agua. Pero quiero decirte con todo respeto que me he cansado de ser transparente. 
    Prefiero el color rojo para mí. Desearía ser fuego. ¿Puede ser? 
    Tú mismo, Señor, te identificaste con la zarza ardiente y dijiste que habías venido a poner fuego en la tierra. No recuerdo que te compararas con el agua. 
    Por eso, creo que comprenderás mi deseo. No es un simple capricho. Yo necesito este cambio para mi realización personal...” 

    El agua salía todas las mañanas a su orilla para ver si llegaba la respuesta de Dios. 
    Una tarde pasó una lancha muy blanca y dejó caer al agua un sobre muy rojo. El agua lo abrió y lo leyó: 

    “Querida hija: me apresuro a contestar tu carta. Parece que te has cansado de ser agua, yo lo siento mucho porque no eres un agua cualquiera. Tu abuela fue la que me bautizó en el Jordán, y yo te tenía destinada a caer sobre la cabeza de muchos niños. Tu preparas el camino del fuego. Mi espíritu no baja a nadie que no haya sido lavado por ti. El agua siempre es primero que el fuego.” 

    Mientras el agua estaba embebida leyendo la carta, Dios bajó a su lado y la contempló en silencio. El agua se miró a sí misma y vio el rostro de Dios reflejado en ella. 

    Y Dios seguía sonriendo, esperando una respuesta. 

    Ella comprendió que el privilegio de reflejar el rostro de Dios, solo lo tiene el agua limpia... 

    Suspiró y dijo: “Sí Señor, seguiré siendo agua, seguiré siendo tu espejo. Gracias. 

    LA BIBLIA ROTA



    La Biblia rota

    Conoció a Jesucristo y asistía con asiduidad a la congregación.

    Llevaba su ejemplar de las Escrituras en todo momento. Pero un sábado cualquiera, camino de la iglesia, amigos suyos lo llamaron desde una esquina. El fingió no escucharlos. Entonces de uno de sus antiguos compañeros de farra le ofreció a gritos: Ven, tómate una cerveza. Está fría, como te gusta. No la despreciarás. Y nuestro protagonista vaciló. Se detuvo. En su interior batallaba el viejo hombre que le decía: "Tómate una cerveza, no es pecado". Será solo una. Y también el hombre nuevo que insistía: No te dejes vencer por la tentación. Resiste. Dios está contigo. Y tomó una decisión: "Tomaré una cerveza". Luego vino otra y una tercera más. Terminó ebrio, sentado en una silla. La Biblia cayó a un lado.

    Desde ese día Armando era conocido simplemente como "biblia rota". El asegura que tomarse un trago no es pecado. Y lo hace con demasiada frecuencia. Volvió a ser borracho de antes. Jamás lo olvide: los principios bíblicos no se negocian.

    UNA ESCOBA...


    EL EVANGELIO DE HOY: 22.06.2013

    Autor: H. Roberto Villatoro | Fuente: Catholic.net
    No se preocupen por el día de mañana
    Mateo 6, 24-34. Nuestra actitud es diferente cuando ponemos todo nuestro esfuerzo confiando en que Dios hará el resto.
     
    No se preocupen por el día de mañana
    Del santo Evangelio según san Mateo 6, 24-34

    En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá l primero y no le hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero. Por eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con que se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento ¿Y porqué se preocupen por el vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo que no trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe? No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones. A cada día le bastan sus propios problemas. 

    Oración introductoria

    Señor, gracias porque estás siempre conmigo. Gracias por que no me abandonas, gracias por ser mi Padre. Ya sé que Tú me amas mucho y que harías lo que fuera para que sea feliz y alcance el cielo que nos has prometido. Pero ayúdame a ver de buen grado todos los acontecimientos de mi vida, sabiendo que ahí estás Tú.

    Petición

    Dios mío, confío en ti. ¿Cómo no confiar en ti? Padre, que me abandone en ti.

    Meditación del Papa

    Ante la situación de tantas personas, cercanas o lejanas, que viven en la miseria, estas palabras de Jesús podrían parecer poco realistas o, incluso, evasivas. En realidad, el Señor quiere dar a entender con claridad que no es posible servir a dos señores: a Dios y a la riqueza. Quien cree en Dios, Padre lleno de amor por sus hijos, pone en primer lugar la búsqueda de su reino, de su voluntad. Y eso es precisamente lo contrario del fatalismo o de un ingenuo irenismo. La fe en la Providencia, de hecho, no exime de la ardua lucha por una vida digna, sino que libera de la preocupación por las cosas y del miedo del mañana. Es evidente que esta enseñanza de Jesús, si bien sigue manteniendo su verdad y validez para todos, se practica de maneras diferentes según las distintas vocaciones: un fraile franciscano podrá seguirla de manera más radical, mientras que un padre de familia deberá tener en cuenta sus deberes hacia su esposa e hijos. En todo caso, sin embargo, el cristiano se distingue por su absoluta confianza en el Padre celestial, como Jesús. Precisamente la relación con Dios Padre da sentido a toda la vida de Cristo, a sus palabras, a sus gestos de salvación, hasta su pasión, muerte y resurrección. Jesús nos demostró lo que significa vivir con los pies bien plantados en la tierra, atentos a las situaciones concretas del prójimo y, al mismo tiempo, teniendo siempre el corazón en el cielo, sumergido en la misericordia de Dios. Benedicto XVI, Ángelus del 27de febrero de 2011.

    Reflexión 

    Lo decía San Juan de la Cruz y otros grandes santos: "De Dios recibimos tanto cuanto esperamos". Lo que nos puede pasar a nosotros, cristianos de a pie, y no místicos como San Juan de la Cruz, es que no nos la creemos. No creemos en el abandono en Dios. Pensamos poco en quién es Dios, en su omnipotencia, en que Él es Padre y quiere lo mejor para nosotros. San Francisco de Asís se lo dijo al Papa, cuando quería fundar su pobre congregación: "La congregación será una madre muy pobre, pero Dios es un Padre muy generoso.
    Es verdad que el abandono en Dios, no implica un abandono de las cosas de "aquí abajo". Tampoco nos puede llevar a desentendernos de nuestros deberes y responsabilidades. Pero nuestra actitud es diferente cuando ponemos todo nuestro esfuerzo confiando en que Dios hará el resto. "Dios pone casi todo y tú pones tu casi nada, pero Dios no pone su casi todo si tú no pones tu casi nada".

    Propósito

    Iré a visitar al Santísimo, y le confiaré mis proyectos, preocupaciones y alegrías.

    Diálogo con Cristo

    Padre, que no tenga miedo a abandonarme en ti. Que sepa, Dios mío, que el abandonarme en ti, implica toda mi vida. Tú me has tomado en serio, y por eso me cuidas, me proteges, me das la vida y muchos dones. Ayúdame, pues, para que al abandonarme en ti, yo también te tome en serio.


    Toda mi esperanza estriba solo en tu gran misericordia 
    (San Agustín, Conf. 10)




  • Preguntas o comentarios al autor
  • Roberto Villatoro 

    viernes, 21 de junio de 2013

    ORACIÓN CONTRA LA ANSIEDAD Y EL ESTRES


    ORACIÓN POR EL PAPA FRANCISCO


    ORACIÓN POR EL PAPA FRANCISCO

    Oh Jesús, Rey y Señor de la Iglesia: renuevo en tu presencia mi adhesión incondicional a tu Vicario en la tierra, el Papa FRANCISCO. En él tú has querido mostrarnos el camino seguro y cierto que debemos seguir en medio de la desorientación, la inquietud y el desasosiego. Creo firmemente que por medio de él tú nos gobiernas, enseñas y santificas, y bajo su cayado formamos la verdadera Iglesia: una, santa, católica y apostólica. 

    Concédeme la gracia de amar, vivir y propagar como hijo fiel sus enseñanzas. Cuida su vida, ilumina su inteligencia, fortalece su espíritu, defiéndelo de las calumnias y de la maldad. Aplaca los vientos erosivos de la infidelidad y la desobediencia, y concédenos que, en torno a él, tu Iglesia se conserve unida, firme en el creer y en el obrar, y sea así el instrumento de tu redención. Así sea. 

    Autor: Marcial Maciel

    ALMUERZO CON DIOS


    ALMUERZO CON DIOS

    Había una vez un pequeño niño que quería conocer a Dios. Él sabía que era un largo viaje llegar hasta donde Dios vivía, así es que preparó su mochila con sandwiches y botellas de leche chocolatada y comenzó su viaje.

    Cuando había andado tres cuadras, se encontró con un viejecita. Ella estaba sentada en el parque observando a unas palomas.

    El niño se sentó a su lado y abrió su mochila. Estaba a punto de tomar un trago de su leche chocolatada cuando notó que la viejecita parecía hambrienta, así es que le ofreció un sandwich. Ella agradecida lo aceptó y le sonrió. Su sonrisa era tan hermosa que el niño quiso verla otra vez, así que le ofreció una leche chocolatada. Una vez más, ella le sonrió. El niño estaba encantado.

    Permanecieron sentados allí toda la tarde comiendo y sonriendo, aunque nunca se dijeron ni una palabra. A medida que oscurecía, el niño se dio cuenta de cuan cansado estaba y se levantó para marcharse. Antes de dar unos pasos más, se dio la vuelta, corrió hacia la viejecita y le dio un abrazo. Ella le ofreció su sonrisa más amplia.

    Cuando el niño abrió la puerta de su casa un rato más tarde, a su madre le sorprendió la alegría en su rostro. Ella le preguntó: "¿Qué hiciste hoy que te puso tan contento?" Él le respondió: "Almorcé con Dios." Pero antes de que su madre pudiese responder añadió: "¿Y sabes qué? ¡Ella tiene la sonrisa más hermosa que he visto!"

    Mientras tanto la viejecita, también radiante de dicha, regresó a su casa. Su vecina estaba impresionada con el reflejo de paz sobre su rostro, y le preguntó: "¿Qué hiciste hoy que te puso tan contenta?" Ella respondió: "Yo comí sandwiches con Dios en el parque". Pero antes de que su vecina respondiera a esto, añadió: "¿Sabes?, es mucho más joven de lo que esperaba."

    COMO CONQUISTAR LA PAZ INTERIOR


    Cómo conquistar la paz interior

    Hay personas que atraen, que sin querer ser el centro de la atención la captan con facilidad, con las que es agradable compartir, con las que uno se siente desde el principio como en familia; que tienen “un algo” que les hace amables (es más fácil quererles o amarles); estas personas tienen una característica común: la alegría.

    Es que, cuando uno está cerca de alguien alegre te la pasas bien, no sólo por que nos hace reír, sino por que ve la vida con optimismo y eso es contagioso. No me refiero a los que se pasan haciendo bromas, algunas pesadas, a los que a veces hieren a quienes están a su alrededor para mostrar lo ingeniosos que son o a los que a veces “caen mal” por querer hacerse los chistosos o los demasiado simpáticos. No, me refiero a una actitud un poco más pasiva, pero que se nota enseguida, a las personas que transmiten paz. Para los que transmiten paz parecería que los problemas no existen, o que por lo menos no son tan graves. Y una persona que transmite paz está siempre feliz, siempre con una sonrisa en los labios, eso refleja algo que lleva dentro. Refleja la paz interior.

    Yo me imagino a Jesús así. Siempre con una sonrisa, siempre con una palabra amable, dando ánimos y pasándola bien con los que están a su alrededor. Por eso, si viste la película de la Pasión de Mel Gibson, estarás de acuerdo conmigo de que la mejor escena es el flash back de cuando Jesús juega con su madre. 

    Ese sentido de alegría constante, de paz es algo que atrae mucho a las personas. Pero cual es el secreto para conquistar esa paz. Quisiera comentar brevemente dos textos que nos pueden ayudar a buscar este significado:

    1 Me escribes y copio: "Mi gozo y mi paz. Nunca podré tener verdadera alegría si no tengo paz. ¿Y qué es la paz? La paz es algo muy relacionado con la guerra. La paz es consecuencia de la victoria. La paz exige de mí una continua lucha. Sin lucha no podré tener paz". 

    Este sencillo punto de camino nos pone ante una realidad bien clara, no se puede tener verdadera alegría sino se tiene paz. Desde este punto de vista, se ve cómo la paz del espíritu no puede ser resultado de un equilibrio, de hacer un mix entre “las cosas que nos gustan” y las cosas de Dios. Es más bien la realización de una tarea que empeña toda la vida, como es la lucha por llegar a nuestro último fin, llegar a Dios. 

    La vida del hombre es un camino que puede llegar a distintos puertos, a distintos finales. Lo importante es que nuestro camino termine en Dios. Pero, durante este caminar debemos luchar contra algunos espejismos que se nos presentan agradables y atractivos, pero que nos conducen hacia la angustia y el miedo, que nos separan de nuestra meta. Estos espejismos son los del placer, los del culto al propio yo, los de la sensualidad o los de la pereza, que nos apartan del verdadero camino y de la verdadera fuente de la paz interior: el amor a Dios. 

    El amor a Dios, que es nuestro último fin, no sólo corrige el apego a estos espejismos, falsos o aparentes, sino que llena y satisface todas las inclinaciones humanas, llenando el corazón de paz y de alegría. 

    2 Nos interesa destacar el secreto de la insondable alegría que Jesús lleva dentro de sí y que le es propia. Es sobre todo el evangelio de san Juan el que nos descorre el velo, descubriéndonos las palabras íntimas del Hijo de Dios hecho hombre. Si Jesús irradia esa paz, esa seguridad, esa alegría, esa disponibilidad, se debe al amor inefable con que se sabe amado por su Padre. 

    Podemos decir que Jesús tiene esa paz por que se sabe amado por su Padre, y por un Padre que es Todopoderoso. Y es que, quien puede tener miedo de algo cuando cuentas siempre con un Padre que te puede sacar adelante frente a cualquier problema, a cualquier dificultad. Si, como dice San Pablo, todo lo que sucede es para el bien de los que aman a Dios. Cómo perder la paz ante las contrariedades si todo lo que me pasa lo quiere Dios, si además ese Dios no me pide que gane todas las batallas sino simplemente que ponga lo mejor de mi. Sí, Dios sólo nos pide una buena voluntad. Y basta. Si tenemos buena voluntad se contenta con cualquier resultado. 

    La paz cristiana procede del abandono en Dios, de arrojar sobre El todas las preocupaciones, tomando a cambio el yugo de su mansedumbre y humildad. El Señor es el único que puede dar la paz: «no os la doy, como la da el mundo» Jn 14,27, porque efectivamente nada ni nadie la puede quitar, porque es sobrenatural, fruto de la sabiduría de las cosas del espíritu, donación del Espíritu Santo, y anticipo de la paz y descanso perfecto, lleno de felicidad, del cielo.

    Podemos decir que la paz interior incluye, en primer término, el conocimiento y la aceptación de sí mismo: de la propia realidad actual -en sus aspectos positivos y negativos, deslucidos y brillantes-, y de los vínculos -condicionamientos, derechos y deberes legítimos- libremente contraídos en el pasado. Pero la paz también comporta una visión prometedora y segura del propio futuro. Por eso, se le oponen la actitud de descontento habitual ante la vida, así como la incertidumbre del porvenir. Podemos terminar con la frase de la escritura que tantas veces nos repitió Juan Pablo II: “No tengáis miedo”, ni al presente ni al futuro que si nos decidimos a servir a Dios siempre encontraremos esta paz.


    1 San Josemaría, Camino, No. 308
    2 Pablo VI, Exhortación Apostólica GAUDETE IN DOMINO

    EL EVANGELIO DE HOY:21.06.2013

    Autor: Roberto Villatoro | Fuente: Catholic.net
    Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón
    Mateo 6, 19-23. Tiempo Ordinario. Hemos visto con claridad la luz de Dios en nuestra vida, su amor, su misericordia. Pero la queremos ahogar o esconder, cubriéndola con nuestros problemas.
     
    Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón
    Del santo Evangelio según san Mateo 6, 19-23

    En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón.
    Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra no será tu propia oscuridad!".


    Oración introductoria

    Ayúdame a ver con los ojos de la fe. Que todo acontecimiento en mi vida y en la de los demás, lo vea en el plano sobrenatural. Que vea con tus ojos, y así pueda servirte a ti y a mis hermanos los hombres. Ayúdame, pues sé que solo no podré, pero con tu gracia no se nublará mi vista. Y viéndote con claridad en mi vida te sirva sólo a ti.

    Petición

    Señor Jesús, te entrego mis ojos para ver como Tú ves.

    Meditación del Papa

    De la introducción a la Oración sacerdotal de Jesús (cf. Jn 17, 1), el Canon usa luego las palabras: "elevando los ojos al cielo, hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso". El Señor nos enseña a levantar los ojos y sobre todo el corazón. A levantar la mirada, apartándola de las cosas del mundo, a orientarnos hacia Dios en la oración y así elevar nuestro ánimo. En un himno de la Liturgia de las Horas pedimos al Señor que custodie nuestros ojos, para que no acojan ni dejen que en nosotros entren las "vanitates", las vanidades, la banalidad, lo que sólo es apariencia. Pidamos que a través de los ojos no entre el mal en nosotros, falsificando y ensuciando así nuestro ser. Pero queremos pedir sobre todo que tengamos ojos que vean todo lo que es verdadero, luminoso y bueno, para que seamos capaces de ver la presencia de Dios en el mundo. Pidamos, para que miremos el mundo con ojos de amor, con los ojos de Jesús, reconociendo así a los hermanos y las hermanas que nos necesitan, que están esperando nuestra palabra y nuestra acción. Benedicto XVI, Homilía en la Misa «IN CENA DOMINI», Jueves Santo 9 de abril de 2009.

    Reflexión 

    Juan Pablo II en una ocasión dijo que no podíamos negar en la oscuridad, en momentos difíciles, lo que hemos podido ver con claridad en la luz. Y es que en algún momento de nuestra vida, hemos visto con claridad la luz de Dios en nuestra vida, su amor, su misericordia. Pero en ocasiones, la queremos ahogar o esconder, cubriéndola con nuestros problemas, o incluso con nuestros éxitos. Sin embargo, sabemos que la hemos visto.
    Y esa luz que hemos visto, no podemos negarla ante la primera adversidad, o esconderla en los momentos de éxito. Hemos visto, hemos sido testigos. Por eso debemos cuidar siempre que nuestra vista no se nuble. Asegurarnos, y pedirle a Dios la gracia. De manera que podamos únicamente servir a un solo Señor.

    Propósito

    Veré la mano de Dios en las cosas sencillas de mi vida ordinaria.

    Diálogo con Cristo

    Señor, ayúdame a ver la claridad de tu luz. Que no sea ciego a tu amor, a tu fidelidad, a tu constante intervención en mi vida. Que ante tantas “lucecitas del pecado”, que me ofrecen una felicidad incierta, brille ante todo tu luz en mi vida. Y que, con mis obras, refleje tu luz, para que mis hermanos puedan alabarte y servirte también a ti.


    Es propio de la luz el iluminar en cualquier parte en que se encuentre (San Hilario, Catena Aurea, vol. I, p. 263)


  • Preguntas o comentarios al autor
  • Roberto Villatoro 

    jueves, 20 de junio de 2013

    EN TU TORMENTA...


    QUIERO IR AL CIELO...


    Quiero ir al cielo

    Ortiz de Landázuri respondió a un periodista que le entrevistaba:
    –– “Me da lo mismo una sepultura, un nicho o una fosa común. Ni tengo dinero ni vanidad para ocupar un panteón”.
    También habló del lugar al que quería ir:
    –– “Eso es lo único que me preocupa: ir al Cielo. Sí, creo en el Cielo. El lugar donde gozaré de la presencia de Dios”.

    NO DESMAYES Y CONFÍA


    Nos desmayes y confía


    Cuentan que una vez una expedición que iba a darle la vuelta al mundo en globo se vio atrapada en un cúmulo de nubes a 6000 metros de altura, nubes tan espesas y extensas que el globo se empezó a cubrir de escarcha. Esto hacía que perdieran peso rápidamente y la única forma de salir de allí era poder salir por encima de las nubes para que el sol deshiciera la escarcha y que ahí el otro globo les asistiera. Pero descendían rápidamente, empezaron entonces a tirar las cámaras de video, el equipo la ropa y hasta los libros, hasta que finalmente se quedaron solamente con lo que andaban puesto y con su fe y oración. El globo comenzó poco a poco a salir hasta que los rayos del sol empezaron a derretir ese hielo en el globo y pudieron ser asistidos.


    Muchas veces en nuestras vidas sentimos que todo va hacia abajo, y que cada vez hay mas peso que nos lleva hacia el abismo. Jesús mandaba a sus apóstoles sin nada adicional mas que su ropa y un bastón, para enseñarles a confiar en Dios y no en lo material que tenían. Nosotros estamos atados a dinero, comodidades, lujos, autos y casas, y por eso muchas veces sentimos que vamos hacia el vacío. Deja todas esas cosas materiales, así como tus rencores, odios y tristezas. Confía solamente en Dios, y El sacará tu globo a flote por encima de las nubes y su luz te librará de todas las cosas que pesaban sobre tu vida.

    Sigue adelante! No desmayes y confía!
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