jueves, 10 de noviembre de 2011

JESÚS Y MARÍA ....

Jesús y María

Mi mejor invento, dice Dios, es mi Madre. Me faltaba una y me la hice. Hice yo a mi Madre antes que ella me hiciese. Así era más seguro.

Ahora sí que soy hombre como los demás. Ya no tengo nada que envidiarles, porque tengo una Madre, una Madre de veras.

Mi Madre se llama María. Su alma es absolutamente pura y llena de gracia.

Su cuerpo es virginal y habitado de una luz tan espléndida, que cuando yo estaba en el mundo, no me cansaba nunca de mirarla, de escucharla, de admirarla.

Qué bonita es mi Madre!. Qué bien se está en los brazos de mi Madre!

Además, hice a mi Madre así también para mis hermanos los hombres, para que tengan una Madre de veras en el cielo.

Ah, si de verdad creyesen esto!

Que se aprovechen!, dice Dios. En el cielo tienen una Madre que les sigue con sus ojos, que les ama con todo su corazón. Si los hombres quisieran.... bien se aprovecharían. Cómo no se darán cuenta de que yo no puedo negar nada a mi Madre?

Qué queréis! (Es mi Madre! Yo lo quise así.... Y no me arrepiento.

Fuente:  educadormarista.com

ORACIÓN PARA UNA VISITA A JESÚS SACRAMENTADO

ORACIÓN PARA UNA VISITA A JESÚS SACRAMENTADO

¡Oh Jesús de mi alma, encanto único de mi corazón!, heme aquí postrado a tus plantas, arrepentido y confuso, como llegó el hijo pródigo a la casa de su padre. Cansado de todo, sólo a Ti quiero, sólo a Ti busco, sólo en Ti hallo mi bien. Tú, que fuiste en busca de la Samaritana; Tú, que me llamaste cuando huía de Ti, no me arrojarás de tu presencia ahora que te busco.

Señor, estoy triste, bien lo sabes, y nada me alegra; el mundo me parece un desierto. Me hallo en oscuridad, turbado y lleno de temor e inquietudes...; te busco y no te encuentro, te llamo y no respondes, te adoro, clamo a Ti y se acrecienta mi dolor. ¿Dónde estás, Señor, dónde, pues no gusto las dulzuras de tu presencia, de tu amor?

Pero no me cansaré, ni el desaliento cambiará el afecto que me impulsa hacia Ti. ¡Oh buen Jesús! Ahora que te busco y no te encuentro recordaré el tiempo en que Tú me llamabas y yo huía... Y firme y sereno, a despecho de las tentaciones y del pesar, te amaré y esperaré en Ti.

Jesús bueno, dulce y regalado padre y amigo incomparable, cuando el dolor ofusque mi corazón, cuando los hombres me abandonen, cuando el tedio me persiga y la desesperación clave su garra en mí, al pie del Sagrario, cárcel donde el amor te tiene prisionero, aquí y sólo aquí buscaré fuerza para luchar y vencer.

No temas que te abandone, cuando más me huyas, más te llamaré y verteré tantas lágrimas que, al fin, vendrás... Sí..., vendrás, y al posarte, disfrutaré en la tierra las delicias del cielo.
Dame tu ayuda para cumplir lo que te ofrezco; sin Ti nada soy, nada puedo, nada valgo... Fortaléceme, y desafiaré las tempestades.

Jesús, mío, dame humildad, paciencia y gratitud, amor..., amor, porque si te amo de veras, todas las virtudes vendrán en pos del amor.

Te ruego por los que amo... Tú los conoces, Tú sabes las necesidades que tienen; socórrelos con generosidad. Acuérdate de los pobres, de los tristes, de los huérfanos, consuela a los que padecen, fortalece a los débiles, conmueve a los pecadores para que no te ofendan y lloren sus extravíos.

Ampara a todos tus hijos, Señor, más tierno que una madre.

Y a mí, que te acompaño cuando te abandonan otros, porque he oído la voz de la gracia; a mí, que no te amo por el cielo, ni por el infierno te temo; a mí, que sólo busco tu gloria y estoy recompensado con la dicha de amarte, auméntame este amor y dadme fortaleza para luchar y obtener el apetecido triunfo.

Adiós, Jesús de mi alma salgo de tu presencia, pero te dejo mi corazón; en medio del bullicio del mundo estaré pensando en Ti, y a cada respiración, entiende. oh Jesús, que deseo ser tuyo.

Amén.


TE AMO SEÑOR... !PERO NO LO GRITO!


Autor: Ma Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net
Te amo Señor...¡pero no lo grito!
Si he conocido lo que es amarte... ¡cómo es posible que no lo grite y a veces hasta guarde silencio!



Te amo Señor...¡pero no lo grito!
Hoy es jueves, Señor, y al saber que me estás esperando me he sentido indigna de ese amor, de ese beneficio...


Yo te amo, Señor, pero a veces siento que soy avara de ese amor... que no pienso, que no reparo, que si he conocido lo que es amarte... ¡sea posible que no lo grite a los "cuatro vientos"! Y no solo que no lo grite sino que guarde silencio a veces por respeto humano, porque no se sonrían burlonamente, por no entrar en discusión....porque no me tachen de "mocha"...¡Qué gran cobardía! ¡Perdón, mi amado Jesús !.

El Papa Benedicto XVI nos lo pide. La Iglesia nos lo pide y Tu mi Jesús Sacramentado, nos lo pediste desde hace muchos siglos... pero no nos animamos a dar la respuesta con decisión, con una postura radical y valiente.

La respuesta tiene que ser ahora y desde este momento.

Tenemos un serio y grave compromiso, como hijos de Dios, de ser verdaderos apóstoles.

Este compromiso me enfrenta primero, con los más cercanos, con los seres que me rodean, con las personas que forman mi familia y mi entorno.

En todo momento, tu nos pides, Señor, que estemos "en pie de lucha", que quiere decir que no deje pasar la ocasión para acercarme a quién pudiera sentir o pensar que me necesita.

Solemos decir: - " No, yo no me meto... yo no digo nada, cada quién su vida"... Es cierto que a veces no es fácil abordar o penetrar en la forma de vivir de las personas, pero si están muy cerca de nosotros, tal vez no sea tan difícil buscar la ocasión para poder brindarle, a esa persona, nuestro apoyo y consuelo, hablándole de Dios, del amor que nos tiene, de que trate de encontrar o recuperar esa fe que no se sabe en qué momento se perdió.... y orar, orar mucho por esa persona, ante Ti, ante este misterio de amor que nos brindas diariamente ¡oh, tu mi Jesús Sacramentado!.

Tu nos oyes siempre y la oración puede no cambiar las cosas... pero si cambia los corazones y la forma de ver las cosas.

Ya no podemos decir: - "Eso hay que dejárselo a los sacerdotes". Los sacerdotes son pocos y la mies es mucha.

No dejes que lo olvidemos....ha llegado nuestro momento.

Si estamos convencidos de que tenemos la VERDAD, en nuestra religión católica, es indispensable que esa VERDAD, la trasmitamos con el mismo ardor, con muchísimo más ardor que invitamos y casi empujamos a los amigos animándolos para que vayan a ver una obra de teatro o película, que nos pareció excelente o que no se pierdan un paseo o lugar sensacional porque los queremos y deseamos que disfruten tanto como nosotros lo disfrutamos...

Seguirte a Ti, mi Jesús, es una aventura tan maravillosa para el ser humano que en ello hemos de poner toda la fuerza de nuestra existencia.

Seguirte a Ti, mi Jesús, es participar de la verdad sublime de sabernos hijos de Dios y herederos del Cielo... pero no para nosotros solos...

No tengo que tener miedo o reparo de hablar de Dios, de Ti, Jesús, de la Santísima Virgen a los demás....Hay tanta ansia en el corazón de los hombres y mujeres de encontrar un camino....y nosotros les podemos hablar te ti, del único Camino, del que dijo:- " yo soy la luz, yo soy el camino, la verdad y la vida, quién cree en mí no morirá". ¡Qué triste no compartir, no participar a los demás de esa grandeza de amor que ciega la vista por ser más luminosa que el mismo sol...!

Hemos de ser valientes con nuestra fe y proclamarla.

Ayudanos, Jesús para hablar con los que nos rodean, de esta "gran experiencia" que aún en medio de los sufrimientos o infortunios, nos traerá la paz en nuestro diario caminar por la vida.




  • Preguntas o comentarios al autor
  • Ma. Esther de Ariño

    ABRIR CORAZONES

    ABRIR CORAZONES

    Un día hallándose de paso en Nueva York, Dominique Lapierre lee en un periódico la noticia sorprendente: “La Madre Teresa de Calcuta ha abierto, en pleno corazón de las calles más calientes de Manhatan, un hogar para acoger las víctimas del sida sin recursos. Seis hermanas atienden a presidiarios de Sing, toxicómanos negros de Harlem, visitantes asiduos de los lupanares “gay” cercanos”.

    Siempre me entusiasma el ver personas que dedican su vida a atender a los más necesitados: pobres, enfermos, ancianos... Un día se encontraron con el Dios de la vida desde los gritos de cólera, desde los sollozos de la rebeldía de los cuerpos deshechos. Entonces decidieron entregar su vida para ser fuerza de una vida que se iba secando por falta de savia.

    Cuando el ser humano da cabida a Dios en su corazón, éste no puede por menos de abrirse al de los otros seres humanos. Sin haber mirado de cerca a Dios, puede pasar desapercibido todo el dolor de los que desde niños, han sufrido la falta de ternura, de amor y de pan. Muchos que nacen en esta escuela se entrenan en un duro aprendizaje, caldo de cultivo para todas las desgracias.

    Dios quiere que vivamos como hermanos, hijos del mismo Padre. La realidad es bien distinta y bien distante de sus deseos. El mundo se desangra por las guerras, por la falta de justicia social. No reina la ley del amor, sino del odio, del rencor. El más fuerte impone las reglas del juego. El 80% de las riquezas del mundo están en manos de un 20%.

    ¿Qué hacer para tomar conciencia de que necesitamos cambiar? Es fundamental la educación. Los niños y jóvenes deben aprender por ósmosis a amar, a compartir, a ser los constructores de una sociedad más humana y más divina. La escuela es importante para este aprendizaje, pero el hogar es imprescindible.

    Algunas escuelas y familias aprovechan el tiempo de vacaciones para que los jóvenes puedan acercarse al mundo de los pobres, para tocar puertas y abrir corazones. Algunos hablan de misionar y ser misionados al mismo tiempo. Puede ayudarnos el testimonio de una adolescente, que traigo aquí algunas de sus reflexiones. Dice así:
    Desde la primera casa que entré me di cuenta de que no habíamos venido a misionar, sino a ser misionados. Bajo lluvia y frío tocamos todas las puertas, y con cada una que se abría, también se abría una más en nuestro corazón, tanto así que terminamos todos con los corazones abiertos a la entrega.

    Cuando vine a misionar no esperaba nada más que aventurarme un poco al frío, pero me equivoqué. Viví la realidad de un modo totalmente. Viví lo que es aprender a amarse como una familia, aprendí lo que es un hogar. Vi de cerca una casita hecha con unas cuantas ramas, sin agua; vi a un bebé recién nacido temblar de frío y a los chicos que caminaban descalzos, pero andaban contentos porque tenían una familia.

    Aunque no haya nacido aquí, con esta gente quiero llorar y reír. Estas familias, también son mi familia, porque no es sólo familia los de la misma sangre, sino todos los que se les quiere, se les escucha y se sabe que son hermanos.

    Mientras hablaba en la capilla lloré de emoción, desde lo más profundo de mi alma lloré porque me tenía que ir y ver que había alcanzado un sueño. Mas las misiones no habían terminado, simplemente acababan de empezar a abrir los ojos y el corazón a Dios y a los otros.

    Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D

    miércoles, 9 de noviembre de 2011

    BENDITA SEA TU PUREZA


    REFLEJO DE TUS ACCIONES


    Reflejo de tus acciones

    Conducía camino a mi casa durante una noche lluviosa; delante de mi iba otro automóvil que constatemente me deslumbraba con una luz proveniente de la parte de  atrás del automóvil.

    Me molesté pues a demás de la lluvia y el estado de la  carretera tenía que lidiar con el destello que aquel automóvil me reflejaba. Pensé que algún niño travieso llevaba algún artefacto luminoso e iba jugando por la carretera.

    Más adelante llegamos a un semáforo donde un poco molesto me coloqué al lado de  aquel automóvil, cuando se abrió la ventana del otro auto y el conductor me dijo:
     - "Disculpe, pero su luz izquierda está desprendida Debería repararla o puede tener algún accidente"
     Me dí cuenta entonces que el reflejo era producto de mi luz averiada.

     Esto me hizo reflexionar mucho sobre lo que pensamos de los demás. A veces una  actitud negativa o mala de otras personas, puede no ser mas que el reflejo de  nuestras acciones en aquella persona.

    Comprendí entonces las palabras de Jesús  de tratar a los demás como quisiéramos ser tratados, y servir como si fuéramos  los últimos para así ser los primeros.

    Mantén la paz con tus amigos y compañeros, y antes de criticar o juzgar, mira tu  corazón y piensa si aquello no es el resultado de tus acciones para con aquella persona Y recuerda no juzgar pues con la misma medida serás juzgado, deja el juicio y a Dios, que ES MISERICORDIOSO, lento para enojarse y generoso para
    perdonar.

    Eficacia de las tres Avemarias

    Eficacia de las tres Avemarias
    Andrés Molina Prieto, pbro.


    El P. Nazario Pérez, ejemplar jesuita fallecido santamente hace varias décadas y fecundo escritor mariano, que tanto ha contribuido con su pluma a difundir la devoción a la Virgen y la consagración según el espíritu de san Luís María Grignion de Montfort, asegura la autenticidad del hecho que narramos a continuación.

    Estando un sacerdote en el confesonario de la Capilla Angélica de la Virgen del Pilar en Zaragoza, vio a un militar allí rezando, quien por tres veces salió y volvió a entrar. Iba ya el padre a salir del confesionario, cuando le detiene el militar diciendo: "Espere, quiero confesarme, pero le voy a contar lo que me pasa. Hace muchos años que no vivo como cristiano. Al morir mi madre me hizo dos encargos: rezar todos los días tres Avemarías y hacer una visita a la Virgen del Pilar de Zaragoza. Siempre he rezado las tres Avemarías, y hoy, aunque sentía tentaciones de dilatarlo, he venido a hacer la visita. Rezando a los pies de la Virgen, he sentido una voz interior que me decía: "Confiésate", y he respondido: "No quiero". De nuevo he oído la misma voz: "Confiésate", y por segunda vez he constestado: "Antes morir". Por tercera vez he oído la voz misteriosa: "Confiésate o mueres". Por dos veces me he levantado para salir de la iglesia y no he podido. He tenido que volver a los pies de la Virgen. Ya no puedo resistir más. Padre, quiero confesarme. Hace treinta y seis años que no lo hago".

    El militar arrepentido se confesó, comulgó y pasó todo aquel día a los pies de la Virgen. Cuando el sacristán por la noche tuvo que cerrar las puertas, le mandó salir y vio que el sitio donde había estado quedaba humedecido por las lágrimas.

    COMENTARIO BREVE. La fidelidad al rezo de las tres Avemarías hizo el milagro moral de la conversión del militar que hemos referido, como ha originado y seguirá provocando innumerables conversiones. La narración sincera de lo que ocurrió en la Capilla Angélica acredita que estamos ante una extraordinaria intervención de Nuestra Señora Intercesora y Medianera de todas las gracias. Ella sabe mover el corazón de un pecador endurecido y reacio al Sacramento de la Reconciliación, pero muy perseverante en obsequiarla a diario con las tres Avemarías.

    En el Libro de las Revelaciones (particulares) de santa Matilde se lee que, encontrándose la sierva de Dios en oración pidiendo a la Virgen que la asistiera en la hora de la muerte, oyó esta amabilísima respuesta: "Sí que te asistiré. Pero quiero que me reces todos los días tres Avemarías para agradecer las gracias obradas en mí por las tres Personas de la Santísima Trinidad: Del Padre recibí el poder. Del Hijo recibí la sabiduría. Y por el Espíritu Santo me fue otorgada la misericordia".

    ¡Hermosa y sencilla devoción, facilísima de cumplir, y que se ve recompensada tan espléndidamente por nuestra Señora! Que nunca la dejemos por nada del mundo.

    martes, 8 de noviembre de 2011

    ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN

    ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN

    Señor Jesús, que me conozca a mi
    y que te conozca a Ti,
    Que no desee otra cosa sino a Ti.
    Que me odie a mí y te ame a Ti.
    Y que todo lo haga siempre por Ti.
    Que me humille y que te exalte a Ti.
    Que no piense nada más que en Ti.
    Que me mortifique, para vivir en Ti.
    Y que acepte todo como venido de Ti.
    Que renuncie a lo mío y te siga sólo a Ti.
    Que siempre escoja seguirte a Ti.
    Que huya de mí y me refugie en Ti.
    Y que merezca ser protegido por Ti.
    Que me tema a mí y tema ofenderte a Ti.
    Que sea contado entre los elegidos por Ti.
    Que desconfíe de mí
    y ponga toda mi confianza en Ti.
    Y que obedezca a otros por amor a Ti.
    Que a nada dé importancia sino tan sólo a Ti.
    Que quiera ser pobre por amor a Ti.
    Mírame, para que sólo te ame a Ti.
    Llámame, para que sólo te busque a Ti.
    Y concédeme la gracia
    de gozar para siempre de Ti. Amén.

    CARGAR LAS PIEDRAS...

    Cargar las piedras


    Hu-Ssong propuso a sus discípulos el siguiente relato:

    -Un hombre que iba por el camino tropezó con una gran piedra. La recogió y la llevó consigo. Poco después tropezó con otra. Igualmente la cargó. Todas las piedras con que iba tropezando las cargaba, hasta que aquel peso se volvió tan grande que el hombre ya no pudo caminar. ¿Qué piensan ustedes de ese hombre?

    -Que es un necio -respondió uno de los discípulos-. ¿Para qué cargaba las piedras con que tropezaba?

    Dijo Hu-Ssong:

    -Eso es lo que hacen aquellos que cargan las ofensas que otros les han
    hecho, los agravios sufridos, y aun la amargura de las propias
    equivocaciones. Todo eso lo debemos dejar atrás, y no cargar las pesadas piedras del rencor contra los demás o contra nosotros mismos.

    Si hacemos a un lado esa inútil carga, si no la llevamos con nosotros,
    nuestro camino será más ligero y nuestro paso más seguro.

    Así dijo Hu-Ssong, y los discípulos se hicieron el propósito de no cargar
    nunca el peso del odio o del resentimiento.

    PENSAMIENTO SOBRE LA PAZ


    LA OTRA ORILLA

    La otra orilla

    Por qué miras siempre hacia el otro lado?
    ¿Por qué piensas siempre que los otros, amigos, conocidos y vecinos, son más dichosos, y dices con ligereza: a los otros les va mucho mejor, y yo doy lo mejor de mí y no llego a nada?

    La otra orilla siempre es más bella. Yace muy lejos.
    Como petrificado, miras fijamente hacia la bella claridad.

    Jamás tuviste en cuenta que también los de la otra orilla te observan y piensan que posees mucha mas felicidad, pues ellos solo ven tu parte agradable.

    Tus pequeñas y grandes preocupaciones no las conocen.
    Vivir feliz es un arte.
    Para ello conviene sentirse satisfecho.
    La felicidad no está en la otra orilla...Está en tu forma de ver tu orilla!!!!

    Aprecia la orilla donde Dios te puso, y no creas que la otra es la mejor, pues Dios te puso donde debes estar.

    lunes, 7 de noviembre de 2011

    LO QUE NECESITAMOS...

    LO QUE NO NECESITAMOS...

    Estaba Sócrates caminando por la tienda de túnicas cuando sus discípulos miraban tal acto y decidieron reunir dinero para entregarlo a Sócrates y que éste se comprara una túnica nueva ya que la suya estaba sucia, vieja y rota.

    Cuando los discípulos reunieron cierta cantidad de dinero, fueron y se lo entregaron  a Sócrates:

    Discípulos: Sócrates, hemos reunido este dinero para que usted pueda comprarse una túnica nueva ya que la suya está vieja y maltratada.

    Sócrates: Queridos discípulos, yo no necesito comprarme nada, estoy bien con lo que tengo.

    Discípulos:  Pero maestro si lo vemos desde hace rato parado frente a la vitrina de esta tienda mirando las túnicas.

    Sócrates:  Os equivocáis, yo no miro las túnicas ni las ropas, yo veo todo aquello que no necesito.

    A veces nos entretenemos por buscar algo que no necesitamos, nos rodeamos de muchas cosas que guardamos por tanto  tiempo , que al final ni las utilizamos.

    Debemos saber discernir qué es lo que verdaderamente necesitamos y si esto nos va a ayudar en realidad.

    SABER MIRAR...

    Saber mirar
    Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

            
    Un día, al atardecer, un campesino se sentó a la puerta de su casa a tomar el fresco. Pasaba por allá el sendero en dirección al cercano pueblo.

    Un hombre que iba de camino, al divisar al campesino sentado pensó para sí: Este hombre es un perezoso. No trabaja, y pasa el día sin hacer nada sentado a su puerta.
    Y siguió de largo.

    Luego cruzó otro hombre en dirección al pueblo y, al ver al campesino sentado rumió en su interior: Ese hombre es un mujeriego. Pasa el rato sentado junto al camino para apreciar el paso de las muchachas y alternar con ellas.

    Y siguió de largo.
    Pasó otro viajero en dirección al pueblo y, al ver al campesino sentado junto a la puerta de su casa, reflexión para sí: Este hombre es muy trabajador. Ha trabajado duro todo el día y ahora, al caer la tarde, se toma un merecido descanso.


    Segundo Galilea


    “La lámpara del cuerpo es el ojo; si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; si tu ojo está malo, todo tu cuerpo está a oscuras” (Mt, 6.22.23).

    Los ojos son la expresión de lo que somos: alegría, tristeza, bondad o malicia. Ellos ponen al descubierto lo que llevamos dentro: codicia, avaricia, envidia…amor. Con la mirada salvamos o matamos.

    Cristo, porque era todo amor, curó y sanó a través de su mirada. Miró con cariño al joven que quería seguirle y le dijo: “sólo una cosa te falta” (Mc. 10.21). Miraba con cercanía a todos porque El estaba muy unido al Padre, siempre alzaba y levantaba los ojos al Padre para pedirle, darle gracias, entregarse (Mc 6.41. 7.34).

    Los ojos de un niño son la lumbrera de nuestra humanidad. No sólo tendríamos que ver a través de ellos, sino también leer los signos y mirar profunda y contemplativamente al Dios de nuestra salvación. Si los padres pudieran sacar cada día diez minutos para ver de cerca los ojos de sus hijos, sin parpadear, todo el “otro que han perdido”, todos los valores que han despilfarrado, volverían a sus manos. Cuando se acepta la presencia de un niño, su inocencia, y se escucha el palpitar de su corazón, no habrá corazón endurecido que pueda resistir la explosión de ternura y vida.

    Dios es la lumbre de los ojos para quien no lleva los ojos en otra cosa ni cuidado si no es en Dios. Quien mira la bondad de Dios, podrá descubrir lo bueno del otro, porque mirará con el corazón de Dios. Tendrá la mirada tierna de un niño.

     

    EL ÁRBOL QUE DABA MANZANAS


    El árbol que daba manzanas

    Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo amaba mucho y todos los días jugaba alrededor de él. Trepaba al árbol hasta el tope y el le daba sombra. El amaba al árbol y el árbol amaba al niño.

    Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol.
    Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste:

    "¿Vienes a jugar conmigo?" pero el muchacho contestó "Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos".

    "Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero... Te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas. De esta manera tú obtendrás el dinero para tus juguetes".

    El muchacho se sintió muy feliz.
    Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz.

    Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste.

    Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó:

    "¿Vienes a jugar conmigo?" "No tengo tiempo para jugar. Debo de trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos.

    ALMA DE CRISTO


    LA CONFESIÓN, LA IMPORTANCIA QUE MERECE

    Autor: P. Fernando Pascual L.C. | Fuente: Catholic net
    Darle a la confesión la importancia que merece
    Para el cristiano un tema central, decisivo, del cual depende la vida eterna de miles y miles de personas, es el de la confesión.
     
    Darle a la confesión la importancia que merece
    Darle a la confesión la importancia que merece
    Puede ocurrir que en corazones católicos haya más preocupación por el fútbol, por la marcha de la bolsa, por los accidentes de tráfico, por las obras que crean desorden en la propia ciudad, por la muerte de un famoso actor de cine, y por muchos otros temas... que por la confesión.

    Cine, fútbol, economía, tráfico, obras públicas: son argumentos que tocan nuestra vida, que interesan a unos más y a otros menos, que incluso exigen una reflexión seria a la luz de los auténticos principios éticos.

    Pero para el cristiano un tema central, decisivo, del cual depende la vida eterna de miles y miles de personas, es el de la confesión.

    Porque el sacramento de la penitencia, o confesión, es un encuentro que permite a Dios derramar su misericordia en el corazón arrepentido. Se trata, por lo tanto, de la medicina más profunda, más completa, más necesaria para todo ser humano que ha sido herido por la desgracia del pecado.

    Por eso, precisamente por eso, la confesión debe ocupar un puesto muy importante en las reflexiones de los bautizados. ¿Valoramos este sacramento? ¿Reconocemos que viene de Cristo? ¿Apreciamos la doctrina de la Iglesia católica sobre la confesión? ¿Conocemos sus “etapas”, los actos que corresponden al penitente, la labor que debe realizar el sacerdote confesor?

    San Juan María Vianney sabía muy bien, después de miles y miles de confesiones, lo que ocurría en este magnífico sacramento, por lo que pudo decir: “No es el pecador el que vuelve a Dios para pedirle perdón, sino Dios mismo quien va tras el pecador y lo hace volver a Él”.

    Uno de los objetivos del Año sacerdotal (2009-2010) convocado por el Papa Benedicto XVI era precisamente promover entre los sacerdotes un mayor aprecio por este sacramento, para que dedicasen más tiempo al mismo, y acogiesen a los penitentes con competencia y entusiasmo, desde la identificación con el mismo Corazón de Cristo que busca cada una de sus ovejas, que desea celebrar una gran fiesta por la conversión de cada pecador (cf. Jn 10; Lc 15).

    La crisis que ha llevado en muchos lugares al abandono de este importante sacramento ha de ser superada, lo cual exige que los sacerdotes “se dediquen generosamente a la escucha de las confesiones sacramentales; que guíen el rebaño con valentía, para que no se acomode a la mentalidad de este mundo (cf. Rm 12,2), sino que también sepa tomar decisiones contracorriente, evitando acomodamientos o componendas” (Benedicto XVI, 11 de marzo de 2010).

    En este día, miles de personas se presentarán ante el tribunal de Dios. ¿Qué mejor manera de prepararse al encuentro con un Dios que es Amor que hacerlo a través de una buena confesión?

    También en este día, miles de personas sucumbirán al mal; dejarán que la avaricia, la soberbia, la pereza, les ciegue; actuarán desde odios o envidias muy profundas; acogerán las caricias engañosas de las pasiones de la carne o de la gula desenfrenada. ¿Qué mejor remedio para borrar el pecado en la propia vida y para reemprender la lucha cristiana hacia el bien que una confesión sincera, concreta, valiente y llena de esperanza en la misericordia divina?

    Si los católicos damos, de verdad, a nuestra fe el lugar que merece en la propia vida, dejaremos de lado gustos, pasatiempos o incluso algunas ocupaciones sanas y buenas, para encontrar ese momento irrenunciable que nos lleva al encuentro con Alguien que nos espera y nos ama.

    Dios perdona, si se lo pedimos con la humildad de un pecador arrepentido (cf. Lc 18,13). En la sencillez de una cita envuelta por el misterio de la gracia, un sacerdote dirá entonces palabras que tienen el poder que sólo Dios le ha dado: tus pecados quedan perdonados, vete en paz.

    Preguntas o comentarios al autor

    sábado, 5 de noviembre de 2011

    VUELVE A EMPEZAR....


    ALÉGRATE....

    Alégrate
    Autor: Amado Nervo

    Si eres pequeño, alégrate;
    porque tu pequeñez sirve de contraste
    a otros en el universo; porque esa pequeñez
    constituye la razón esencial de su grandeza;
    porque para ser ellos grandes,
    han necesitado que tu seas pequeño,
    como la montaña para culminar
    necesita alzarse entre colinas, lomas y cerros.

    Si eres grande, alégrate, porque lo inevitable se manifestó en ti
    de manera excelente, porque eres un éxito del artista eterno.

    Si eres sano, alégrate; porque en ti las fuerzas de la naturaleza
    han llegado a la ponderación y a la armonía.

    Si eres enfermo, alégrate; porque luchan en tu organismo
    fuerzas contrarias que acaso buscan una resultante de belleza
    porque en ti se ensaya ese divino alquimista que se llama el dolor.

    Si eres rico, alégrate, por toda la fuerza que el Destino
    ha puesto en tus manos para que la derrames...

    Si eres pobre, alégrate; porque tus alas serán más ligeras;
    porque la vida te sujetará menos; porque el Padre realizara en ti
    más directamente que en el rico, el amable prodigio periódico del pan cotidiano...

    Alégrate si amas; porque eres más semejante a Dios que los otros.

    Alégrate si eres amado;  porque hay en esto  una predestinación maravillosa.

    Alégrate si eres pequeño,
    alégrate si eres grande;
    alégrate si tienes salud;
    alégrate si la has perdido;
    alégrate si eres rico;
    si eres pobre, alégrate;
    alégrate si te aman;
    si amas, alégrate;
    ¡alégrate, siempre,
    siempre, siempre!

    COMENZAR...

    Comenzar...

    Que tiene de importante el comienzo de un nuevo año?

    Muchos piensan que es un nuevo comienzo, es el dejar atrás las cosas viejas y empezar otras nuevas. Pero yo te digo... no pienses que el comenzar requiere un nuevo año.

    No importa la estación... No importa el dia o la hora... No
    importa si te perdiste en el camino... lo que tienes que hacer es bajar tu cabeza y pedirle al Padre que perdone tus pecados...

    Entonces puedes comenzar de nuevo. Un nuevo comienzo... una nueva vida. No te preocupes si tropiezas y caes porque el Señor siempre te recogerá cuando le llames.

    Olvida las resoluciones de año nuevo... haz un compromiso de caminar en la luz de Cristo, entonces te regocijaras cada dia de tu vida.

    Así que recuerda, amigo/a, no esperes por las campanadas de medianoche, sino que coge tu Biblia hoy y lee Su Santa Palabra y simplemente comienza...

    viernes, 4 de noviembre de 2011

    PIENSA BIEN Y ACERTARÁS

    Piensa bien y acertarás
    Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

     
    En nuestras manos está el ser libres o esclavos. Nosotros mismos nos hacemos señores o dependientes de lo que somos y tenemos. Los pensamientos, según sean, hacen de nosotros personas libres o esclavas. “Nuestras vidas son el producto de nuestros pensamientos” (Marco Aurelio).
     
    Indudablemente que cada uno es lo que piensa. Si se piensa en cosas tristes, se vivirá tristemente; si se piensa en positivo, se vivirá alegremente. Si el miedo al fracaso se ha apoderado de nuestra mente y nuestro corazón, no tardaremos en ver cómo toda nuestra existencia se arruina. Es, pues, necesario acostumbrarse a pensar bien. El que la vida sea bella o trágica depende, muchas veces, de cómo se piense, de cómo se oriente. Si se mejora el pensamiento sobre las cosas y personas, todo mejorará en la vida. “Lo que amarga nuestra vida es que pensamos muy poco en lo bueno que tenemos y vivimos pensando en lo que nos falta” (Schopenhauer). La felicidad está en disfrutar lo que se tiene y no vivir quejándose de lo que falta.

            Para cambiar los pensamientos, los dolores y los problemas, se tiene que actuar como si no existieran. Hay personas que ponen peros a todo. Son profetas de lamentaciones, de aguar cualquier fiesta y matar hasta las ilusiones más puras. Es necesario reemplazar los pensamientos y palabras tristes por pensamientos, palabras y obras positivas y entusiastas. “La acción logra cambiar los sentimientos. Así que si alguien siente que ha perdido alegría y entusiasmo, que se dedique a obrar como si tuviera entusiasmo y alegría, y verá cómo la acción transforma su sentimiento” (W. James).
     
    “Al mal tiempo, buena cara”, dice el refrán popular. Buena cara pedía San Francisco de Asís a  sus frailes: “Tengan cuidado para no aparecer jamás como melancólicos, con semblante hosco y cabizbajo”. El alegre no se queja por nada; en cambio, el triste se queja de todo. “Las personas más desdichadas que he conocido no son las más enfermas, ni las más pobres, ni las más ignorantes, sino las que no sienten amor a Dios y las que no tienen alegría” (Madre Teresa de Calcuta).
     
     Hay una receta mágica que obra milagros hasta en el corazón más herido y endurecido: dejar los problemas a Dios y darle gracias por todo. Hay un buen negocio al alcance de cualquiera: cambiar quejas por acción de gracias.
     
    Nunca tenemos que angustiarnos, aunque el problema sea enorme. Hay que hacer lo que se pueda y el resto dejárselo a Dios. “Descarga en Yahvé tu peso, y él te sustentará” (Sal 55,23). Cada día hay que renovar fuerzas y energías, olvidándose de las espinas de ayer, confiando en Jesús. “En el mundo tendréis dificultades. Pero, ¡ánimo!: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).
                        Hay que agradecer a Dios todo lo que nos ha dado. Hay que acostumbrarse a ver con los ojos de Dios, a creer profundamente que de todo lo que acontece se puede sacar provecho...
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