martes, 8 de noviembre de 2011

CARGAR LAS PIEDRAS...

Cargar las piedras


Hu-Ssong propuso a sus discípulos el siguiente relato:

-Un hombre que iba por el camino tropezó con una gran piedra. La recogió y la llevó consigo. Poco después tropezó con otra. Igualmente la cargó. Todas las piedras con que iba tropezando las cargaba, hasta que aquel peso se volvió tan grande que el hombre ya no pudo caminar. ¿Qué piensan ustedes de ese hombre?

-Que es un necio -respondió uno de los discípulos-. ¿Para qué cargaba las piedras con que tropezaba?

Dijo Hu-Ssong:

-Eso es lo que hacen aquellos que cargan las ofensas que otros les han
hecho, los agravios sufridos, y aun la amargura de las propias
equivocaciones. Todo eso lo debemos dejar atrás, y no cargar las pesadas piedras del rencor contra los demás o contra nosotros mismos.

Si hacemos a un lado esa inútil carga, si no la llevamos con nosotros,
nuestro camino será más ligero y nuestro paso más seguro.

Así dijo Hu-Ssong, y los discípulos se hicieron el propósito de no cargar
nunca el peso del odio o del resentimiento.

PENSAMIENTO SOBRE LA PAZ


LA OTRA ORILLA

La otra orilla

Por qué miras siempre hacia el otro lado?
¿Por qué piensas siempre que los otros, amigos, conocidos y vecinos, son más dichosos, y dices con ligereza: a los otros les va mucho mejor, y yo doy lo mejor de mí y no llego a nada?

La otra orilla siempre es más bella. Yace muy lejos.
Como petrificado, miras fijamente hacia la bella claridad.

Jamás tuviste en cuenta que también los de la otra orilla te observan y piensan que posees mucha mas felicidad, pues ellos solo ven tu parte agradable.

Tus pequeñas y grandes preocupaciones no las conocen.
Vivir feliz es un arte.
Para ello conviene sentirse satisfecho.
La felicidad no está en la otra orilla...Está en tu forma de ver tu orilla!!!!

Aprecia la orilla donde Dios te puso, y no creas que la otra es la mejor, pues Dios te puso donde debes estar.

lunes, 7 de noviembre de 2011

LO QUE NECESITAMOS...

LO QUE NO NECESITAMOS...

Estaba Sócrates caminando por la tienda de túnicas cuando sus discípulos miraban tal acto y decidieron reunir dinero para entregarlo a Sócrates y que éste se comprara una túnica nueva ya que la suya estaba sucia, vieja y rota.

Cuando los discípulos reunieron cierta cantidad de dinero, fueron y se lo entregaron  a Sócrates:

Discípulos: Sócrates, hemos reunido este dinero para que usted pueda comprarse una túnica nueva ya que la suya está vieja y maltratada.

Sócrates: Queridos discípulos, yo no necesito comprarme nada, estoy bien con lo que tengo.

Discípulos:  Pero maestro si lo vemos desde hace rato parado frente a la vitrina de esta tienda mirando las túnicas.

Sócrates:  Os equivocáis, yo no miro las túnicas ni las ropas, yo veo todo aquello que no necesito.

A veces nos entretenemos por buscar algo que no necesitamos, nos rodeamos de muchas cosas que guardamos por tanto  tiempo , que al final ni las utilizamos.

Debemos saber discernir qué es lo que verdaderamente necesitamos y si esto nos va a ayudar en realidad.

SABER MIRAR...

Saber mirar
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

        
Un día, al atardecer, un campesino se sentó a la puerta de su casa a tomar el fresco. Pasaba por allá el sendero en dirección al cercano pueblo.

Un hombre que iba de camino, al divisar al campesino sentado pensó para sí: Este hombre es un perezoso. No trabaja, y pasa el día sin hacer nada sentado a su puerta.
Y siguió de largo.

Luego cruzó otro hombre en dirección al pueblo y, al ver al campesino sentado rumió en su interior: Ese hombre es un mujeriego. Pasa el rato sentado junto al camino para apreciar el paso de las muchachas y alternar con ellas.

Y siguió de largo.
Pasó otro viajero en dirección al pueblo y, al ver al campesino sentado junto a la puerta de su casa, reflexión para sí: Este hombre es muy trabajador. Ha trabajado duro todo el día y ahora, al caer la tarde, se toma un merecido descanso.


Segundo Galilea


“La lámpara del cuerpo es el ojo; si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; si tu ojo está malo, todo tu cuerpo está a oscuras” (Mt, 6.22.23).

Los ojos son la expresión de lo que somos: alegría, tristeza, bondad o malicia. Ellos ponen al descubierto lo que llevamos dentro: codicia, avaricia, envidia…amor. Con la mirada salvamos o matamos.

Cristo, porque era todo amor, curó y sanó a través de su mirada. Miró con cariño al joven que quería seguirle y le dijo: “sólo una cosa te falta” (Mc. 10.21). Miraba con cercanía a todos porque El estaba muy unido al Padre, siempre alzaba y levantaba los ojos al Padre para pedirle, darle gracias, entregarse (Mc 6.41. 7.34).

Los ojos de un niño son la lumbrera de nuestra humanidad. No sólo tendríamos que ver a través de ellos, sino también leer los signos y mirar profunda y contemplativamente al Dios de nuestra salvación. Si los padres pudieran sacar cada día diez minutos para ver de cerca los ojos de sus hijos, sin parpadear, todo el “otro que han perdido”, todos los valores que han despilfarrado, volverían a sus manos. Cuando se acepta la presencia de un niño, su inocencia, y se escucha el palpitar de su corazón, no habrá corazón endurecido que pueda resistir la explosión de ternura y vida.

Dios es la lumbre de los ojos para quien no lleva los ojos en otra cosa ni cuidado si no es en Dios. Quien mira la bondad de Dios, podrá descubrir lo bueno del otro, porque mirará con el corazón de Dios. Tendrá la mirada tierna de un niño.

 

EL ÁRBOL QUE DABA MANZANAS


El árbol que daba manzanas

Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo amaba mucho y todos los días jugaba alrededor de él. Trepaba al árbol hasta el tope y el le daba sombra. El amaba al árbol y el árbol amaba al niño.

Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol.
Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste:

"¿Vienes a jugar conmigo?" pero el muchacho contestó "Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos".

"Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero... Te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas. De esta manera tú obtendrás el dinero para tus juguetes".

El muchacho se sintió muy feliz.
Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz.

Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste.

Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó:

"¿Vienes a jugar conmigo?" "No tengo tiempo para jugar. Debo de trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos.

ALMA DE CRISTO


LA CONFESIÓN, LA IMPORTANCIA QUE MERECE

Autor: P. Fernando Pascual L.C. | Fuente: Catholic net
Darle a la confesión la importancia que merece
Para el cristiano un tema central, decisivo, del cual depende la vida eterna de miles y miles de personas, es el de la confesión.
 
Darle a la confesión la importancia que merece
Darle a la confesión la importancia que merece
Puede ocurrir que en corazones católicos haya más preocupación por el fútbol, por la marcha de la bolsa, por los accidentes de tráfico, por las obras que crean desorden en la propia ciudad, por la muerte de un famoso actor de cine, y por muchos otros temas... que por la confesión.

Cine, fútbol, economía, tráfico, obras públicas: son argumentos que tocan nuestra vida, que interesan a unos más y a otros menos, que incluso exigen una reflexión seria a la luz de los auténticos principios éticos.

Pero para el cristiano un tema central, decisivo, del cual depende la vida eterna de miles y miles de personas, es el de la confesión.

Porque el sacramento de la penitencia, o confesión, es un encuentro que permite a Dios derramar su misericordia en el corazón arrepentido. Se trata, por lo tanto, de la medicina más profunda, más completa, más necesaria para todo ser humano que ha sido herido por la desgracia del pecado.

Por eso, precisamente por eso, la confesión debe ocupar un puesto muy importante en las reflexiones de los bautizados. ¿Valoramos este sacramento? ¿Reconocemos que viene de Cristo? ¿Apreciamos la doctrina de la Iglesia católica sobre la confesión? ¿Conocemos sus “etapas”, los actos que corresponden al penitente, la labor que debe realizar el sacerdote confesor?

San Juan María Vianney sabía muy bien, después de miles y miles de confesiones, lo que ocurría en este magnífico sacramento, por lo que pudo decir: “No es el pecador el que vuelve a Dios para pedirle perdón, sino Dios mismo quien va tras el pecador y lo hace volver a Él”.

Uno de los objetivos del Año sacerdotal (2009-2010) convocado por el Papa Benedicto XVI era precisamente promover entre los sacerdotes un mayor aprecio por este sacramento, para que dedicasen más tiempo al mismo, y acogiesen a los penitentes con competencia y entusiasmo, desde la identificación con el mismo Corazón de Cristo que busca cada una de sus ovejas, que desea celebrar una gran fiesta por la conversión de cada pecador (cf. Jn 10; Lc 15).

La crisis que ha llevado en muchos lugares al abandono de este importante sacramento ha de ser superada, lo cual exige que los sacerdotes “se dediquen generosamente a la escucha de las confesiones sacramentales; que guíen el rebaño con valentía, para que no se acomode a la mentalidad de este mundo (cf. Rm 12,2), sino que también sepa tomar decisiones contracorriente, evitando acomodamientos o componendas” (Benedicto XVI, 11 de marzo de 2010).

En este día, miles de personas se presentarán ante el tribunal de Dios. ¿Qué mejor manera de prepararse al encuentro con un Dios que es Amor que hacerlo a través de una buena confesión?

También en este día, miles de personas sucumbirán al mal; dejarán que la avaricia, la soberbia, la pereza, les ciegue; actuarán desde odios o envidias muy profundas; acogerán las caricias engañosas de las pasiones de la carne o de la gula desenfrenada. ¿Qué mejor remedio para borrar el pecado en la propia vida y para reemprender la lucha cristiana hacia el bien que una confesión sincera, concreta, valiente y llena de esperanza en la misericordia divina?

Si los católicos damos, de verdad, a nuestra fe el lugar que merece en la propia vida, dejaremos de lado gustos, pasatiempos o incluso algunas ocupaciones sanas y buenas, para encontrar ese momento irrenunciable que nos lleva al encuentro con Alguien que nos espera y nos ama.

Dios perdona, si se lo pedimos con la humildad de un pecador arrepentido (cf. Lc 18,13). En la sencillez de una cita envuelta por el misterio de la gracia, un sacerdote dirá entonces palabras que tienen el poder que sólo Dios le ha dado: tus pecados quedan perdonados, vete en paz.

Preguntas o comentarios al autor

sábado, 5 de noviembre de 2011

VUELVE A EMPEZAR....


ALÉGRATE....

Alégrate
Autor: Amado Nervo

Si eres pequeño, alégrate;
porque tu pequeñez sirve de contraste
a otros en el universo; porque esa pequeñez
constituye la razón esencial de su grandeza;
porque para ser ellos grandes,
han necesitado que tu seas pequeño,
como la montaña para culminar
necesita alzarse entre colinas, lomas y cerros.

Si eres grande, alégrate, porque lo inevitable se manifestó en ti
de manera excelente, porque eres un éxito del artista eterno.

Si eres sano, alégrate; porque en ti las fuerzas de la naturaleza
han llegado a la ponderación y a la armonía.

Si eres enfermo, alégrate; porque luchan en tu organismo
fuerzas contrarias que acaso buscan una resultante de belleza
porque en ti se ensaya ese divino alquimista que se llama el dolor.

Si eres rico, alégrate, por toda la fuerza que el Destino
ha puesto en tus manos para que la derrames...

Si eres pobre, alégrate; porque tus alas serán más ligeras;
porque la vida te sujetará menos; porque el Padre realizara en ti
más directamente que en el rico, el amable prodigio periódico del pan cotidiano...

Alégrate si amas; porque eres más semejante a Dios que los otros.

Alégrate si eres amado;  porque hay en esto  una predestinación maravillosa.

Alégrate si eres pequeño,
alégrate si eres grande;
alégrate si tienes salud;
alégrate si la has perdido;
alégrate si eres rico;
si eres pobre, alégrate;
alégrate si te aman;
si amas, alégrate;
¡alégrate, siempre,
siempre, siempre!

COMENZAR...

Comenzar...

Que tiene de importante el comienzo de un nuevo año?

Muchos piensan que es un nuevo comienzo, es el dejar atrás las cosas viejas y empezar otras nuevas. Pero yo te digo... no pienses que el comenzar requiere un nuevo año.

No importa la estación... No importa el dia o la hora... No
importa si te perdiste en el camino... lo que tienes que hacer es bajar tu cabeza y pedirle al Padre que perdone tus pecados...

Entonces puedes comenzar de nuevo. Un nuevo comienzo... una nueva vida. No te preocupes si tropiezas y caes porque el Señor siempre te recogerá cuando le llames.

Olvida las resoluciones de año nuevo... haz un compromiso de caminar en la luz de Cristo, entonces te regocijaras cada dia de tu vida.

Así que recuerda, amigo/a, no esperes por las campanadas de medianoche, sino que coge tu Biblia hoy y lee Su Santa Palabra y simplemente comienza...

viernes, 4 de noviembre de 2011

PIENSA BIEN Y ACERTARÁS

Piensa bien y acertarás
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

 
En nuestras manos está el ser libres o esclavos. Nosotros mismos nos hacemos señores o dependientes de lo que somos y tenemos. Los pensamientos, según sean, hacen de nosotros personas libres o esclavas. “Nuestras vidas son el producto de nuestros pensamientos” (Marco Aurelio).
 
Indudablemente que cada uno es lo que piensa. Si se piensa en cosas tristes, se vivirá tristemente; si se piensa en positivo, se vivirá alegremente. Si el miedo al fracaso se ha apoderado de nuestra mente y nuestro corazón, no tardaremos en ver cómo toda nuestra existencia se arruina. Es, pues, necesario acostumbrarse a pensar bien. El que la vida sea bella o trágica depende, muchas veces, de cómo se piense, de cómo se oriente. Si se mejora el pensamiento sobre las cosas y personas, todo mejorará en la vida. “Lo que amarga nuestra vida es que pensamos muy poco en lo bueno que tenemos y vivimos pensando en lo que nos falta” (Schopenhauer). La felicidad está en disfrutar lo que se tiene y no vivir quejándose de lo que falta.

        Para cambiar los pensamientos, los dolores y los problemas, se tiene que actuar como si no existieran. Hay personas que ponen peros a todo. Son profetas de lamentaciones, de aguar cualquier fiesta y matar hasta las ilusiones más puras. Es necesario reemplazar los pensamientos y palabras tristes por pensamientos, palabras y obras positivas y entusiastas. “La acción logra cambiar los sentimientos. Así que si alguien siente que ha perdido alegría y entusiasmo, que se dedique a obrar como si tuviera entusiasmo y alegría, y verá cómo la acción transforma su sentimiento” (W. James).
 
“Al mal tiempo, buena cara”, dice el refrán popular. Buena cara pedía San Francisco de Asís a  sus frailes: “Tengan cuidado para no aparecer jamás como melancólicos, con semblante hosco y cabizbajo”. El alegre no se queja por nada; en cambio, el triste se queja de todo. “Las personas más desdichadas que he conocido no son las más enfermas, ni las más pobres, ni las más ignorantes, sino las que no sienten amor a Dios y las que no tienen alegría” (Madre Teresa de Calcuta).
 
 Hay una receta mágica que obra milagros hasta en el corazón más herido y endurecido: dejar los problemas a Dios y darle gracias por todo. Hay un buen negocio al alcance de cualquiera: cambiar quejas por acción de gracias.
 
Nunca tenemos que angustiarnos, aunque el problema sea enorme. Hay que hacer lo que se pueda y el resto dejárselo a Dios. “Descarga en Yahvé tu peso, y él te sustentará” (Sal 55,23). Cada día hay que renovar fuerzas y energías, olvidándose de las espinas de ayer, confiando en Jesús. “En el mundo tendréis dificultades. Pero, ¡ánimo!: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).
                    Hay que agradecer a Dios todo lo que nos ha dado. Hay que acostumbrarse a ver con los ojos de Dios, a creer profundamente que de todo lo que acontece se puede sacar provecho...

El hombre «light»

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhK1zWpZzIjgDHzm4e6sWtlvmC24t7AQ10UElqU9ttLpjRRcwiyiWYlzRzgwOOBU6o-SvDK3ZFaB0G2dNQ8LdIVDCIcu_hU0SxPsCTeqSO4OYF3hTjFWnXjQ90Cc69HbkHkqq23vjC7i4o/s1600/CTV%252CLaCreacion%252C1.gif
El hombre «light»
 
El adjetivo inglés «light» en su sentido originario viene referido a cierto tipo de productos alimenticios: la coca-cola light sin cafeína ya no será la «chispa de la vida», la cerveza light sin alcohol, la mantequilla light sin grasa, la sacarina light o azúcar sin glucosa.
Al decir hombre «light» queremos definir a ese tipo de hombre sin sustancia, ligero, casi vacío, hueco por dentro, con mucha fachada y escaso fondo, que vive de impresiones, de fogonazos, sin ninguna resonancia interior, sin brío y sin brillo. Esta palabra se puso de moda en USA hacia los años ochenta y después llegó a Europa y a todo el mundo.
 
I. Perfil espiritual del hombre light:

1) Horizontalista: sin esa verticalidad que dan las virtudes teologales que oxigenan el espíritu y conectan inmediatamente con Dios, que nos ponen en su misma onda y sintonía hertziana. El hombre light vive la hipertrofia de lo material, de lo inmediato para satisfacer las necesidades más elementares y primarias (comer, divertirse, dormir, vestirse) y no busca satisfacer las necesidades íntimas: su hambre de Dios, de eternidad, de sentido. Ya su mente no busca la verdad suprema... ni su voluntad se adhiere al bien supremo... ni su corazón se enamora del amor supremo. Es una flota sin asideros, una casa sin cimientos, un piso sin columnas.
 
2) Desorientado: no sabe a dónde va, qué quiere, qué anhela en la vida de consagración. Va a la caza de espejismos que encuentra en la cuneta de la vida, cuando camina por la vereda de su egoísmo. Cuando lo urgente sería ponerse en el camino de Dios y de su voluntad santísima. Hombre sin orientación clara: no sabe exactamente a dónde va, qué pretende con esta formación que está recibiendo. Ha perdido el rumbo. No tiene a Dios como última referencia de su pensar, querer, obrar.
 
3) Desorganizado: Hombre sin programas serios, comprometidos que camina a la deriva; no se ha sentado para hacerse su mapa de ruta: no tiene programa de meditaciones, ni de exámenes prácticos, ni de lecturas espirituales, ni programa de primavera ni de verano ni de otoño ni de invierno. Vive al «ahí se va», «a lo que se tercie».
 
4) Desmotivado: La motivación en general siempre es energía, fuerza, resorte, incentivo, estímulo interno, impulso para reaccionar frente a una situación determinada. Por ejemplo, ante la sed se siente uno movido a buscar algo que le sacie esa sed. Por tanto la motivación viene a ser como un mecanismo interno de defensa, de autoconservación en la vida. El hombre light es un hombre sin motivaciones espirituales: no estudia por motivos espirituales, sino por motivos espúreos: acrecentar su ciencia y fama, sus intereses y curiosidades intelectuales. No trabaja sino para conseguir más dinero.
 
5) Descrucificado: el hombre light ha tirado a la cuneta la cruz. Y cuando no puede, la ha dulcificado, amortigua la aspereza de esa cruz: el hombre light pone cojines, terciopelo, algodón de su comodidad. Ya la cruz no pesa, no raspa, no hiere, no se hunde en nuestra carne, no corta nuestras pasiones, no purifica nuestro corazón, no nos madura, no nos da peso interior, no nos convierte en corredentores junto con Cristo. Me contaba ayer un señor que él no entiende lo del sufrimiento y que está dispuesto a hacer que sus hijos no sufran, como él ha tenido que sufrir en esta vida.
 
Autor: Antonio Rivero, L.C.
 
 

jueves, 3 de noviembre de 2011

ORACIÓN A SAN CARLOS BORROMEO


SAN CARLOS BORROMEO - 4 DE NOVIEMBRE

Autor: P. Ángel Amo. | Fuente: Catholic.net
Carlos Borromeo, Santo
Arzobispo de Milán, Noviembre 4
Carlos Borromeo, Santo

Cardenal Arzobispo de Milán

Martirologio Romano: Memoria de san Carlos Borromeo, obispo, que nombrado cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo de Milán, fue en esta sede un verdadero pastor fiel, preocupado por las necesidades de la Iglesia de su tiempo, y para la formación del clero convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis con el fin de fomentar las costumbres cristianas y dio muchas normas para bien de los fieles. Pasó a la patria celeste en la fecha de ayer (1584)

Etimología: Carlos = Aquel que es dotado de noble inteligencia, es de origen germánico

La gigantesca estatua que sus conciudadanos le dedicaron en Arona, sobre el Lago Mayor en el norte de Italia, expresa muy bien la gran estatura humana y espiritual de este santo activo, bienhechor y comprometido en todos los campos del apostolado cristiano.
Había nacido en 1538. Sobrino del Papa Pío IV, fue creado cardenal diácono cuando sólo tenía 21 años. El mismo Papa lo nombró secretario de Estado, siendo el primero que desempeñó este cargo en el sentido moderno. Aún permaneciendo en Roma para dirigir los asuntos, tuvo el privilegio de poder administrar desde lejos la arquidiócesis de Milán.

Cuando murió su hermano mayor, renunció definitivamente al título de conde y a la sucesión, y prefirió ser ordenado sacerdote y obispo a los 24 años de edad. Dos años después, muerto el Papa Pío IV, Carlos Borromeo dejó definitivamente Roma y fue recibido triunfalmente en la sede episcopal de Milán, en donde permaneció hasta la muerte, cuando tenía sólo 46 años.

En una diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria, Carlos estaba presente en todas partes. Su escudo llevaba un lema de una sola palabra: “Humilitas”, humildad. No era una simple curiosidad heráldica, sino una elección precisa: él, noble y riquisimo, se privaba de todo y vivía en contacto con el pueblo para escuchar sus necesidades y confidencias. Fue llamado “padre de los pobres”, y lo fue en el pleno sentido de la palabra. Empleó todos sus bienes en la construcción de hospitales, hospicios y casas de formación para el clero.

Se comprometió en llevar adelante las reformas sugeridas por el concilio de Trento, del que fue uno de los principales actores. Animado por un sincero espíritu de reforma, impuso una rígida disciplina al clero y a los religiosos, sin preocuparse por las hostilidades que se iban formando en los que no querían renunciar a ciertos privilegios que brindaba la vida eclesiástica y religiosa. Fue blanco de un atentado mientras rezaba en la capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente a su atacante.

Durante la larga y terrible epidemia que estalló en 1576, viajó a todos los rincones de su diócesis. Empleó todas las energías y su caridad no conoció límites. Pero su robusta naturaleza tuvo que ceder ante el peso de tanta fatiga. Murió el 3 de noviembre de 1584. Fue canonizado en 1610 por el Papa Pablo V.

Si quieres saber más consulta corazones.org

TELÉFONOS DE EMERGENCIA


¿ME REGLAS UNA SONRISA?

¿Me regalas una sonrisa?

Un día, un niño se adentró en la selva, y después de haber caminado mucho, vio una pobre cabaña. Creyendo que la cabaña no estaba habitada, se acercó con toda cautela y miró por las rendijas. Vio a un anciano con una larga barba blanca, echado sobre una cama.

–– “Pasa niño –le dijo–. ¡Ven, acércate! Te sentí llegar cuando estabas a un kilómetro de distancia. ¡Ven!”.

El niño entró, se acercó, y preguntó:

–– “¿Cómo es posible que tú me hayas sentido desde tan lejos?”.

–– “Ves, mi querido amigo –replicó el anciano–, cuando se llega a esta edad es tan grande el deseo de tener a alguien cerca, que es como si prestara su oído al nuestro, para así poder oírle desde lejos. Después de haber visto tantas cosas tengo la nostalgia de una sonrisa, ¿puedes regalarme una sonrisa tuya?”.

SABER AGRADECER...

Saber agradecer

Siempre es buen momento de tener un recuerdo agradecido...
Son muchos quienes a lo largo del tiempo han dejado su huella en ti.
Experiencias sobre las que puedes recordar nombres.
Quizá algunos te hayan lanzado a una aventura para sacar algo de ti y  despertar tu "yo dormido", conseguir aquello que te parecía imposible,  cambiar, crecer y madurar.

Descubrir en ti las huellas de "otros amigos" encontrados a lo largo
del camino, todo esto es motivo de alegría y gratitud. Es motivo de
gratitud el que hayas podido experimentar a Dios, creer en la vida
y en tu capacidad de encuentro, creer que alguien haya podido ayudarte a descubrir lo mejor que existe dentro de ti.

Agradece a:
Aquellos que desde su manera de ser, te ayudaron a ser
más humano, mas sencillo, mas sensible a las cosas de Dios.
Aquel que inesperado y oportuno supo escucharte comprensivo.
Aquellos con quienes compartiste tus ratos de juego.
Aquel que te ayuda a develar tu riqueza interior.
Aquel que con su gran bondad te hizo ser sencillo.
Aquel que descubriste un día y "se quedo en ti".
Aquel que corrigiéndote con cariño te hizo caminar.
Aquel que con su vida incansable te animó a luchar.
Aquel que sin cansancio siempre espero lo mejor de ti.
Aquel que te exigía siempre haciéndote crecer en la grandeza.
Aquel que te hace sentir importante cuando necesita de ti.
Aquel que estando lejos lo sentiste cerca.
Aquel que con su desacuerdo te hace descubrir tu verdad.
Aquel que sabes que te quiere y siempre te espera.
Aquel que siempre te anima a ver lo positivo.
Aquel que te quiere como eres animándote a crecer.
Aquel que con su necesidad de ti hizo que te sintieras "único".
Aquellos que con su experiencia interior
te ayudaron a conocer a Dios...



ORACIONES A SAN MARTÍN DE PORRES




SAN MARTÍN DE PORRES, 3 DE NOVIEMBRE

Autor: . | Fuente: Archidiócesis de Madrid
Martín de Porres, Santo
Religioso dominico, noviembre 3



Martín de Porres, Santo
Religioso dominico, peruano

El racismo, esa distinción que hacemos los hombres distinguiendo a nuestros semejantes por el color de la piel es algo tan sinsentido como distinguirlos por la estatura o por el volumen de la masa muscular. Y lo peor no es la distinción que está ahí sino que ésta lleve consigo una minusvaloración de las personas -necesariamente distintas- para el desempeño de oficios, trabajos, remuneraciones y estima en la sociedad. Un mulato hizo mayor bien que todos los blancos juntos a la sociedad limeña de la primera mitad del siglo XVII.

Fue hijo bastardo del ilustre hidalgo -hábito de Alcántara- don Juan de Porres, que estuvo breve tiempo en la ciudad de Lima. Bien se aprecia que los españoles allá no hicieron muchos feos a la población autóctona y confiemos que el Buen Dios haga rebaja al juzgar algunos aspectos morales cuando llegue el día del juicio, aunque en este caso sólo sea por haber sacado del mal mucho bien. Tuvo don Juan dos hijos, Martín y Juana, con la mulata Ana Vázquez. Martín nació mulato y con cuerpo de atleta el 9 de diciembre de 1579 y lo bautizaron, en la parroquia de San Sebastián, en la misma pila que Rosa de Lima.

La madre lo educó como pudo, más bien con estrecheces, porque los importantes trabajos de su padre le impedían atenderlo como debía. De hecho, reconoció a sus hijos sólo tardíamente; los llevó a Guayaquil, dejando a su madre acomodada en Lima, con buena familia, y les puso maestro particular. 

Martín regresó a Lima, cuando a su padre lo nombraron gobernador de Panamá. Comenzó a familiarizarse con el bien retribuido oficio de barbero, que en aquella época era bastante más que sacar dientes, extraer muelas o hacer sangrías; también comprendía el oficio disponer de yerbas para hacer emplastos y poder curar dolores y neuralgias; además, era preciso un determinado uso del bisturí para abrir hinchazones y tumores. Martín supo hacerse un experto por pasar como ayudante de un excelente médico español. De ello comenzó a vivir y su trabajo le permitió ayudar de modo eficaz a los pobres que no podían pagarle. Por su barbería pasarán igual labriegos que soldados, irán a buscar alivio tanto caballeros como corregidores.

Pero lo que hace ejemplar a su vida no es sólo la repercusión social de un trabajo humanitario bien hecho. Más es el ejercicio heroico y continuado de la caridad que dimana del amor a Jesucristo, a Santa María. Como su persona y nombre imponía respeto, tuvo que intervenir en arreglos de matrimonios irregulares, en dirimir contiendas, fallar en pleitos y reconciliar familias. Con clarísimo criterio aconsejó en más de una ocasión al Virrey y al arzobispo en cuestiones delicadas.

Alguna vez, quienes espiaban sus costumbres por considerarlas extrañas, lo pudieron ver en éxtasis, elevado sobre el suelo, durante sus largas oraciones nocturnas ante el santo Cristo, despreciando la natural necesidad del sueño. Llamaba profundamente la atención su devoción permanente por la Eucaristía, donde está el verdadero Cristo, sin perdonarse la asistencia diaria a la Misa al rayar el alba.

Por el ejercicio de su trabajo y por su sensibilidad hacia la religión tuvo contacto con los monjes del convento dominico del Rosario donde pidió la admisión como donado, ocupando la ínfima escala entre los frailes. Allí vivían en extrema pobreza hasta el punto de tener que vender cuadros de algún valor artístico para sobrevivir. Pero a él no le asusta la pobreza, la ama. A pesar de tener en su celda un armario bien dotado de yerbas, vendas y el instrumental de su trabajo, sólo dispone de tablas y jergón como cama.

Llenó de pobres el convento, la casa de su hermana y el hospital. Todos le buscan porque les cura aplicando los remedios conocidos por su trabajo profesional; en otras ocasiones, se corren las voces de que la oración logró lo improbable y hay enfermos que consiguieron recuperar la salud sólo con el toque de su mano y de un modo instantáneo.

Revolvió la tranquila y ordenada vida de los buenos frailes, porque en alguna ocasión resolvió la necesidad de un pobre enfermo entrándolo en su misma celda y, al corregirlo alguno de los conventuales por motivos de clausura, se le ocurrió exponer en voz alta su pensamiento anteponiendo a la disciplina los motivos dimanantes de la caridad, porque "la caridad tiene siempre las puertas abiertas, y los enfermos no tienen clausura".

Pero entendió que no era prudente dejar las cosas a la improvisación de momento. La vista de golfos y desatendidos le come el alma por ver la figura del Maestro en cada uno de ellos. ¡Hay que hacer algo! Con la ayuda del arzobispo y del Virrey funda un Asilo donde poder atenderles, curarles y enseñarles la doctrina cristiana, como hizo con los indios dedicados a cultivar la tierra en Limatombo. También los dineros de don Mateo Pastor y Francisca Vélez sirvieron para abrir las Escuelas de Huérfanos de Santa Cruz, donde los niños recibían atención y conocían a Jesucristo.

No se sabe cómo, pero varias veces estuvo curando en distintos sitios y a diversos enfermos al mismo tiempo, con una bilocación sobrenatural.

El contemplativo Porres recibía disciplinas hasta derramar sangre haciéndose azotar por el indio inca por sus muchos pecados. Como otro pobre de Asís, se mostró también amigo de perros cojos abandonados que curaba, de mulos dispuestos para el matadero y hasta lo vieron reñir a los ratones que se comían los lienzos de la sacristía. Se ve que no puso límite en la creación al ejercicio de la caridad y la transportó al orden cósmico.

Murió el día previsto para su muerte que había conocido con anticipación. Fue el 3 de noviembre de 1639 y causada por una simple fiebre; pidiendo perdón a los religiosos reunidos por sus malos ejemplos, se marchó. El Virrey, Conde de Chinchón, Feliciano de la Vega -arzobispo- y más personajes limeños se mezclaron con los incontables mulatos y con los indios pobres que recortaban tantos trozos de su hábito que hubo de cambiarse varias veces.

Lo canonizó en papa Juan XXIII en 1962.

Desde luego, está claro que la santidad no entiende de colores de piel; sólo hace falta querer sin límite.


¿Qué nos enseña su vida?

La vida de San Martín nos enseña:

A servir a los demás, a los necesitados. San Martín no se cansó de atender a los pobres y enfermos y lo hacía prontamente. Demos un buen servicio a los que nos rodean, en el momento que lo necesitan. Hagamos ese servicio por amor a Dios y viendo a Dios en las demás personas.

A ser humildes. San Martín fue una persona que vivió esta virtud. Siempre se preocupó por los demás antes que por él mismo. Veía las necesidades de los demás y no las propias. Se ponía en el último lugar. 
A llevar una vida de oración profunda. La oración debe ser el cimiento de nuestra vida. Para poder servir a los demás y ser humildes, necesitamos de la oración. Debemos tener una relación intima con Dios

A ser sencillos. San Martín vivió la virtud de la sencillez. Vivió la vida de cara a Dios, sin complicaciones. Vivamos la vida con espíritu sencillo.

A tratar con amabilidad a los que nos rodean. Los detalles y el trato amable y cariñoso es muy importante en nuestra vida. Los demás se lo merecen por ser hijos amados por Dios.

A alcanzar la santidad en nuestra vidas. Por alcanzar esta santidad, luchemos...

A llevar una vida de penitencia por amor a Dios. Ofrezcamos sacrificios a Dios.

San Martín de Porres se distinguió por su humildad y espíritu de servicio, valores que en nuestra sociedad actual no se les considera importantes. Se les da mayor importancia a valores de tipo material que no alcanzan en el hombre la felicidad y paz de espíritu. La humildad y el espíritu de servicio producen en el hombre paz y felicidad.

Oración
Virgen María y San Martín de Porres, ayúdenme este día a ser más servicial con las personas que me rodean y así crecer en la verdadera santidad.
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