viernes, 22 de abril de 2011

DE RODILLAS FRENTE A LA CRUZ

Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Ponte de rodillas delante de Cristo crucificado
Viernes Santo. Cristo abraza el dolor redentor en la cruz para salvarnos a nosotros.


Reflexionemos en Cristo en la cruz, en el crucifijo en el cual nosotros acabamos aprendiendo a Cristo, acabamos reconociendo a Cristo. ¿Qué es lo que vemos cuando miramos el crucifijo? La cruz de Cristo en el Calvario es el testimonio de la fuerza del mal contra el mismo Hijo de Dios; es el poder del mal que en estos momentos parece no tener freno. Incluso Aquél que había vencido al mal, en sus diversos medios de presentarse en la historia del hombre, en el pecado, en el dolor, en la muerte, ahora se ve totalmente a disposición del mal.

La cruz que se levanta sobre la tierra, la cruz que se eleva sobre todos los hombres, que le hace ser Redentor, es al mismo tiempo la más clara manifestación del poder del mal sobre Cristo, es la más clara muestra de que Cristo está dejado por Dios para que todo el mal que sufre el hombre se clave en Él. Sin embargo, Cristo es inocente.

Él es el único, entre los hombres de toda la historia, libre de pecado, incluso de la desobediencia de Adán y del pecado original.
Es en Cristo, —en quien no conocía el pecado—, donde el pecado se hace, al menos aparentemente, señor de su vida. Es la obediencia de Cristo hasta la muerte, y muerte de cruz, la que va a hacer posible que las cadenas del pecado sean vencidas a partir de este momento por todo hombre que se una a la cruz del Salvador.

Sin embargo, si miramos en el corazón de Cristo, ¡con cuánto dolor sufriría el verse hecho pecado!, ¡cuánta repugnancia moral sentiría al verse reducido, no sólo a la condición de pecador, sino de maldito por la ley! “Maldito el hombre que cuelga de un madero”, decía la ley de Moisés.

¡Con cuánto amor habrá tenido que arder el corazón del Señor para ser capaz de vencer la repugnancia del pecado! Es esto lo que vemos: vemos a Jesús crucificado, vemos a Jesús insultado, vemos a Jesús que grita en la cruz: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?” Los esbirros se acercan a la cruz, toman las palabras de Cristo como una burla. Unos le dicen que llaman a Elías, otros le empapan una esponja en vinagre y le dan de beber, y algunos, en el último chiste macabro, le dicen: “Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarlo”.

“Pero Jesús, dando un fuerte grito, exhaló el espíritu. En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos”. Acababa de cumplirse en Cristo hasta la última de las profecías, y por eso, el velo del Santuario que impedía que los fieles viesen al Santo de los Santos, ya no tenía ningún sentido, no tenía ningún porqué, y se rasga en dos.

¿Qué es lo que hace que Cristo llegue hasta ahí? Si hemos visto su alma en Getsemaní y hemos visto su alma antes de salir al Calvario, ¿cuál es esta última de las profecías, cuál es esta última de las obediencias que Cristo tiene que sufrir? "¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?", el salmo que recitaría nuestro Señor como última oración en el Calvario y que podría ser para nosotros un momento de especial encuentro en el alma de Cristo; que se va identificando con todos estos sentimientos, que mira a sí misma y ve los ultrajes recibidos y, por otra parte, mira a Dios y ve que Él es su Creador, su Señor, en su alma humana, en su naturaleza humana. Al mismo tiempo, Cristo se ve a sí mismo y se da cuenta de que no puede desconfiar de Dios y, sin embargo, está sufriendo la más tremenda de las obscuridades, la más tremenda de las noches del alma, cuando Dios mismo se aparta del alma de Cristo en un misterio insondable, en un misterio irreconocible, en un misterio ante el cual nosotros solamente podemos caer de rodillas y decir: “Creo, Señor, te adoro y te pido perdón, porque todo esa obscuridad, esa noche, la has querido pasar por mí.”

Y como quien no quisiera tocar la herida dolorosa de su Señor, pongámonos simplemente de rodillas delante de Cristo crucificado y pidámosle perdón, porque por nosotros, Él tuvo que llegar a sufrir incluso el despojo absoluto de su Padre.

Si nosotros llegásemos hasta ese encuentro, veríamos cómo Cristo nuestro Señor tiene que sufrir en su alma el sentimiento de la más tremenda de las injusticias: la ignominia de la muerte, que es la suma debilidad del ser humano al ver cómo su cuerpo se deshace por medio de la muerte. ¡Qué duro es ver morir a un ser querido, qué duro debe ser esa impotencia de Cristo, sin otro camino que el de la aceptación! Sólo cuando el hombre ha hecho de la cruz la presencia de Dios en su vida, como Cristo, su mente y su corazón es capaz de ver en la muerte un inclinarse profundo de Dios hacia cada uno de los hombres en los momentos más difíciles y dolorosos.

Cada vez que besamos una cruz, no besamos simplemente un instrumento de tortura en el que han muerto miles y miles de hombres a lo largo de toda la historia de la humanidad, besamos el signo que nuestro Señor hizo bendito con su muerte. En la cruz de Cristo, sobre la que viene la muerte en un torrente de impotencia y de amor, nosotros vemos el toque del amor eterno de Dios sobre las heridas del pecado, que son las que de verdad causan el dolor de la experiencia terrena del hombre. El alma de Cristo, imponente ante la muerte que ve venir, sabe que es el toque de amor eterno de Dios sobre la obscuridad de su debilidad como hombre, y de nuestras debilidades.

Pongámonos nosotros a los pies de la cruz, y dentro de nuestro corazón recitemos ese canto del siervo de Yahvé: “Despreciado y deshecho de hombre, varón de dolores, sabedor de dolencias como ante quien se oculta el rostro despreciable y no le tuvimos en cuenta. Eran nuestras dolencias las que Él llevaba y nuestros dolores los que Él soportaba. Nosotros le vimos, nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. Él ha sido herido por nuestras rebeldías, herido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz y con sus cardenales hemos sido curados”.

En Cristo, Varón de Dolores, se encierra el dolor de la cruz; un dolor que abraza el dolor de todos los hombres de la historia. Son nuestras dolencias las que son llevadas; son nuestros dolores los que son soportados; son nuestras rebeldías las que abren su carne; son nuestras culpas las que muelen su cuerpo; son nuestros castigos, que Él soporta, los que nos traen la paz.

Cristo se convierte así en el depositario de toda la culpa de la humanidad. Cristo es el depositario de toda tu culpa y de toda mi culpa, de toda tu vida y de toda mi vida. Veamos a Cristo cargado con nuestros pecados, atrevámonos a decirle: “¿Te acuerdas de este pecado mío? Es tuyo. ¿Te acuerdas de esta otra infidelidad, te acuerdas de esta otra ingratitud? Te la llevas en tus hombros. Todos nosotros, como ovejas, erramos; cada uno marchó por su camino, y Yahvé descargó sobre Él la culpa de todos nosotros
Cristo abraza el dolor redentor en la cruz. Entre malhechores, entre insultos, entre esbirros que se burlan, va cumpliendo, una detrás de otra, las profecías que lo presentan como un cordero llevado al degüello, como oveja que, ante los que la trasquilan, está muda. Tampoco Él abrió la boca. Es el dolor redentor que pasa por la opresión, por la humillación, por el ser lavado, por el silencio...

“Tras arresto y juicio fue arrebatado de sus contemporáneos; quien se preocupa fue arrancado de la tierra de los vivos; por las rebeldías de su pueblo fue herido.” Personalicemos esto y démonos cuenta de que no es un juego que se repite toda la Semana Santa para que el pueblo cristiano tenga algo de que dolerse y algo de que arrepentirse; es una vida humana la que cargó sobre sí todos mis pecados. Una vida que fue considerada impía, maldita, alejada de Dios aun en su muerte. Pero Él era inocente. Su fecundidad proviene precisamente de su don.

Si nosotros nos atrevemos a ver esto así, atrevámonos también a hacer con Cristo un acto de oblación personal, a ofrecernos junto con Cristo en el misterio de la cruz, a ofrecernos junto con Cristo como el único sentido que tiene nuestra vida cristiana.

¿Cómo se puede ser feliz? ¿Cómo se puede perseverar y ser auténtico cuando mira uno a Cristo en la cruz? Solamente hay un camino: siendo corredentor con Cristo en la cruz, estando siempre clavados en esa cruz. Y, cuando vengan los problemas, piensen que ustedes quisieron ser de Cristo, crucificados con Cristo, salvadores de los hombres. Siempre que busquemos otra cosa en nuestra vida, vamos por un camino equivocado, vamos fuera del plan de Dios.

“En la vida de un cristiano, la luz tiene que estar presente y tiene que doblegarnos bajo su peso. No penséis nunca en una vida fácil, lejos del sufrimiento y del sacrificio. La vida terrena es para luchar, para caer en el polvo mil veces y levantarse otras mil veces, es una vida para ser humillados por amor a Cristo. No soñéis con vidas sin cruces. Porque la cruz es un instrumento connatural a la vida del hombre y en especial para aquellos que, por vocación hemos aceptado seguir a Cristo por los caminos del Calvario.

Ahora bien, llevad esa cruz con alegría, con el amor con que se ama a Cristo. Llevad esa cruz con optimismo, con el optimismo del cristiano, que por la fe conoce la trascendencia de su vida de frente a la eternidad. Llevad esa cruz y ayudar a otros a llevarla como buenos samaritanos”.

La muerte de Cristo en la cruz se convierte para nosotros en redención. Y si es un momento de profundo dolor, de negra pena, es al mismo tiempo, un momento de profunda liberación. Mi alma ante ese Cristo crucificado tiene que echarse hacia atrás, mi alma tiene que empujar, tiene que tomar su condición de apóstol, consciente de que a partir de ahora, el Señor crucificado vive en mí, que a partir de ahora el Señor redentor redime con mis palabras, redime con mi corazón, redime con mi celo apostólico, redime con mi ilusión de traer almas para Cristo, redime con mi obediencia, redime por vivir con delicadeza mi vocación.

Así es como Cristo muere este Viernes Santo en la cruz. No es repitiendo de nuevo su sacrificio que nosotros simplemente vamos a conmemorar. Es, sobre todo, haciendo que nosotros nos abracemos con más claridad y con más fuerza a este sacrificio redentor, hecho garantía, hecho amor, hecho corazón dispuesto a servir a los hombres.

miércoles, 20 de abril de 2011

EUCARISTÍA, MILAGRO DE AMOR


Eucaristía, amor de Cristo hasta el extremo
Autor: Padre Mariano de Blas, L.C.

Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo. Los suyos entonces eran los que le veían: Juan y Pedro y los demás compañeros. Hoy los suyos somos tú y yo, todos nosotros; por lo tanto: “Habiendo amado a los suyos, es decir, a los que hoy están en el mundo, los ama hasta el extremo.

Esto es la Eucaristía: el amor de Cristo hasta el extremo para ti, para mí, durante toda la vida. Porque la Eucaristía es poner a tu disposición toda la omnipotencia, bondad, amor y misericordia de Dios, todos los días y todas las horas de tu vida. En cada sagrario del mundo Cristo está para ti todos los días de tu vida. Según sus mismas palabras: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Al decir con vosotros, es decir contigo, conmigo.

El sol no te alumbra o calienta menos a ti cuando alumbra o calienta a muchos. Si tú solo disfrutas del sol, o hay millones de gentes bajo sus rayos, el sol te calienta lo mismo... te calienta con toda su fuerza.

Así, Cristo se ha quedado solo para ti en la Eucaristía, como si tú solo lo visitaras, tú solo comulgaras, tú solo asistieras a la misa. Allí esta, pues, Cristo, medicina de tus males; pero pide como el leproso: “Señor, si quieres, puedes curarme”. Pide como Bartimeo: ”Hijo de David, ten compasión de mí”. Pide como el ladrón: “ Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino”. Allí esta a todas horas, solo para ti, el único bien verdadero, el único bien perdurable, el único amigo sincero, el único amigo fiel; el único que nos tiende la mano y nos ayuda y nos ama en la juventud, en la edad madura, en la la vejez, en la tumba y en la eternidad. Cada uno tiene sus problemas, fallos, miedos, soberbia... tráelos aquí; verás cómo se solucionan. Cristo tiene soluciones.

¿Quieres, necesitas consuelo, fortaleza, santidad, alguna gracia en especial? Sólo pídela con fe, y no tengas miedo de pedir milagros, porque todo es posible para el que cree.
Jesús ha querido quedarse en el Sagrario para darnos una ayuda permanente.

ORACIONES EUCARÍSTICAS..

JUEVES SANTO: CAER DE RODILLAS ANTE JESÚS


Caigamos de rodillas y pidámosle que nos alimente con su Eucaristía mientras recorremos el camino de la vida.
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net


Hoy Jueves Santo sentimos una necesidad imperiosa de recordar y más que recordar llegar con nuestra imaginación y nuestro sentir hasta el Cenáculo, lugar que tuvo que quedar perfumado con las palabras eucarísticas que pronunció allí Jesús la misma noche en que sería entregado a la muerte.

En aquel sagrado recinto vemos a Cristo rodeado de sus apóstoles junto a una mesa y le vemos tomar el pan y el cáliz en sus manos sacerdotales para convertirlos en su Cuerpo y en su Sangre divinos.

Jesucristo se nos presenta con todo el poder de que es verdadero Dios, por su milagro, por el dominio de su pena interna, por el infinito amor con que corresponde a la soledad de los sagrarios de todo el mundo y de todos los tiempos, a los sacrilegios y perversiones de los corazones de los hombres, al desamor, y a la tibieza de los malos cristianos que lo reciben con gran indiferencia.

San Pablo nos dice: Porque yo aprendí del Señor lo que también os tengo enseñado; y es que el Señor Jesús, la noche misma en que había de ser entregado, tomó el pan y dando gracias lo partió y dijo a sus discípulos: "Tomad y comed. Esto es mi cuerpo que por vosotros será entregado a la muerte. Haced esto en memoria mía". Y de la misma manera el cáliz, después de haber cenado, diciendo: "Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre. Haced esto cuantas veces lo bebiereis en memoria mía, pues todas las veces que comierais este pan o bebierais este cáliz, anunciareis la muerte del Señor hasta que venga.

Así es que, cualquiera que comiera este pan o bebiera el cáliz del Señor indignamente será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Porque quién lo come o bebe indignamente, se traga y bebe su propia condenación". (Cor, ll,2O-32).


Las palabras del Señor en esa noche son una promesa de amor de que jamás estaremos solos sin El, de que podremos alimentar nuestra alma y cuerpo con el mismo Dios nuestro Creador que se quedó en el Sagrario pero también palabras fuertes de una advertencia grave para que no tomemos a la ligera al acercarnos a recibirle sin que antes reconciliemos nuestro corazón, si le hemos ofendido gravemente, con el acto humilde de reconocer nuestros pecados en el Sacramento de la Penitencia.

Y de nuevo ante esta inconmensurable escena de amor en el noche del Jueves Santo podemos ver su rostro trasfigurado y sus ojos llenos de pesadumbre, su corazón dolorido y sus palabras misteriosas para quedarse por siempre, hasta la consumación de los siglos, entre los hombres

Caigamos de rodillas y pidámosle que nos alimente con su Eucaristía mientras recorremos el camino de la vida, que nos consuele en nuestras penas, que participe de nuestras alegría y que nos ayude a no perder la gracia para poderlo recibir frecuentemente y de una manera digna.

martes, 19 de abril de 2011

TRÁTAME CON PUREZA

Trátame con pureza

No me catalogues,
no soy un objeto.

No me etiquetes,
no soy mercadería.

No me juzgues,
no soy tu reo.

No me acuses,
no eres mi fiscal.

No me condenes,
no eres mi juez.

No me enmarques,
no soy espejo ni cuadro.

No me definas,
soy un misterio.

No me minimices,
soy más complejo de lo que crees.

No me divulgues,
no soy un producto o una cosa.

No me vulgarices,
soy alguien muy especial.

No me apuntes,
no soy un blanco de tiro.

No me idolatres,
no soy un ídolo.

No me calumnies,
tengo el derecho a la verdad de los hechos.

No me difames,
tengo el derecho de ser quien soy.

No me esquematices,
soy mas libre de lo que te imaginas.

No creas demasiado en mi,
soy falible.

No dudes siempre de mí,
soy mas verdad que error.

Recuerda siempre que:

Soy gente como tú.

Soy humano como tú.

Soy limitado como tú.

Soy hijo de Dios como lo eres tú.

Trátame como gente
y como hermano y serás para mí
aquello que no lograste ver en mi persona:
¡Un amigo de verdad!

AVE MARÌA PURÌSIMA!

¿Por qué el Padre elige este camino?


Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
¿Por qué el Padre elige este camino?
Martes Santo. Padre, aparta de mí este cáliz; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras Tú.


Getsemaní es el momento de la obscuridad de la voluntad de Dios; momentos en los cuales el mismo Cristo pide que se le aparte el cáliz: “¡Abba, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.”

San Marcos refleja la obscuridad que se presenta dentro del alma de Cristo. Los comentaristas de la Escritura siempre han visto aquí un momento en el cual como que Cristo viene a preguntarse: Todo lo que yo voy a hacer, ¿merecerá la pena?

No hay que olvidar el tremendo realismo que supone para Cristo la encarnación, y Él no ha querido, en cierto sentido, ahorrarse ni siquiera esas obscuridades interiores de saber si verdaderamente merecería la pena todo el esfuerzo que Él iba a hacer.

Pero junto con esta obscuridad, hay también otra obscuridad en el camino de Cristo, en el alma de Cristo: ¿Por qué el Padre elige ese camino? ¿Por qué no eligió otro? La elección del camino por parte del Padre es una elección que entra dentro del misterio eterno. ¿Por qué razón la cruz, por qué tanto sufrimiento, por qué tanto dolor? Y si es tremenda la obscuridad ante el camino particularmente duro que se le muestra a Cristo, creo que hay un aspecto muy preocupante y difícil, que es el hecho de que Dios Padre busca en Él el abandono total sin condiciones.

Cristo se sabe Hijo, se sabe, por lo tanto, amado por el Padre, a pesar del dolor que puede embargar el corazón, a pesar de la sangre que pueda brotar de la herida que le produce la renuncia de sí mismo. Sabe que el Padre le exige un abandono total, sin condiciones.

“Si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Cristo es consciente de que su amor por el Padre no puede tener otra opción sino la renuncia de sí mismo. ¿Qué amor sería el que desconfiara de su fuerza sobre el odio, sobre el dolor, sobre la renuncia total? Cristo se sabe amado por toda la eternidad, desde toda la eternidad, pero eso no le ahorra ni un momento de obscuridad.

El relato evangélico es suficientemente claro respecto a esta obscuridad y soledad que nuestro Señor siente ante la voluntad del Padre. Entremos en la obscuridad en el alma de Cristo.

Cristo ha querido tocar todo el dolor humano, y por eso, también Cristo ha querido, como tantas almas humanas, pasar por la obscuridad, de manera que también el alma de Cristo asuma sobre sí la obscuridad y la redima por medio de la oblación libre, del ofrecimiento libre al Padre.

Cristo sabe que el amor no quita del alma la presencia de la soledad purificadora, que reclama un desprendimiento absoluto de todo lo que podría haberle servido de soporte; la soledad del que tiene que lanzarse a la obscuridad, al dolor, a la angustia; la soledad del que sabe que su camino entra al desfiladero de la muerte, del despojo absoluto de toda seguridad humana; la soledad del que siente en su alma el mordisco implacable de la tristeza y de la amargura. Esa soledad que nadie puede evitar al hombre cuando quiere vivir sin pactos fáciles todas las exigencias de su identidad; una profunda soledad interior que reclama una verdadera convicción, para dar hacia adelante el siguiente paso, para darlo con decisión, con energía, porque sabe que su soledad no es excusa para no entregarse al Padre.

Cristo quiere tocar la soledad de todos los hombres, de los hombres que se sienten retados por la obscuridad del alma ante la misión que se les confía. Y el alma de Cristo es consciente de que esa soledad que Él revive por su libre oblación es posible superarla a través de la oración. Y Cristo busca la oración, busca el contacto con el Padre. Cristo busca el encuentro con su Padre para fortalecerse, quizá no para superar la obscuridad. Porque no hay que olvidar que muchas veces la obscuridad no se supera sino que simplemente se soporta. Muchas veces la obscuridad no se puede quitar, no se puede arrancar del alma por mucho que se quiera.

En el alma de Cristo está presente la obscuridad que proviene del dolor interior, que proviene del peso de los pecados ajenos, y Cristo se abraza a este cáliz del Señor. Cristo quiere ser capaz de corresponder a su Padre abrazándose al cáliz que se le ofrece. Cada uno de nosotros debemos preguntarnos también por todas nuestras obscuridades. No es difícil ser fiel cuando todo es claro, cuando todo es amable. La fidelidad es difícil, más difícil todavía, cuando se realiza en la obscuridad, cuando sólo sabes que tienes que ser fiel, cuando sólo te queda la convicción de que tienes que seguir adelante. Y así es la fidelidad de Cristo en Getsemaní. “Si es posible que pase, pero no lo que yo quiera sino lo que quieras tú”. Como dirá la carta a los Hebreos: “Aprendió con gritos y con lágrimas la obediencia, y así se constituyó en causa de salvación para todos los que le obedecen.”

¿Qué hago yo con mis noches en la obscuridad cuando no entiendo qué quieren de mí? ¿Qué hago cuando soy tomado por Dios en caminos que yo no habría escogido para mí, cuando la misión es difícil, cuando el reclamo de la misión supone dar más todavía, cuando yo pensaba que ya estaba en el borde y más no se podía dar?

No tenemos que olvidar que la firmeza interior está en el homenaje de la libertad, en la ofrenda de mi libertad que se vuelve a ofrecer a Dios en medio de la obscuridad. Esa es la fidelidad interior, esa es la firmeza de mi alma. Cristo me da el ejemplo, y Cristo es fiel a sí mismo, fiel a su identidad, fiel a su Padre y fiel a mí, aunque lo único que ve es la obscuridad de una muerte ignominiosa. Fiel, aunque sabe que lo único que lo espera es la noche, el tiempo de las tinieblas, la hora en que el poder, la fuerza, es misteriosamente entregada a los enemigos del Dios fiel que nunca abandona a sus hijos. Cristo es fiel para mí, aunque yo no vea nada, aunque no entienda, aunque a mis ojos el panorama sea sólo la obscuridad, porque la fidelidad en la obscuridad es otro nombre del amor.

lunes, 18 de abril de 2011

PENSAMIENTO MARIANO


¡Madre! —Llámala fuerte, fuerte. —Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha.

San Josemaría Escrivá de Balaguer

ORACIÓN AL ANGEL DE LA GUARDA

Benditos sean

Benditos sean
Benditos sean los que tienden la mano para ayudar, los que intentan comprender, los que anhelan compartir.
Benditos sean lo que para dar su opinión no necesitan subirse a ningún podio, los que se hacen tiempo para escuchar y los que saben que siempre hay algo por aprender.
Benditos sean aquellos que tratan de pulir y de borrar sus mezquindades y no simplemente de ocultarlas.

Benditos sean los buenos amigos y el culto a la amistad.
Benditos sean los que llenan las noches de filosofía, los que riegan los caminos hacia la utopía con batallas épicas y los que a cada historia de amor la cargan de locuras.
Benditos sean los que disfrutan del sol y de la luna, del cielo abierto y de la noche cerrada, de escalar la montaña y de zambullirse en el mar.

Benditos sean los que pueden eludir la costra y ver la esencia, los que pueden gozar de la poesía que tiene este mundo maravilloso.
Benditos sean los que no abandonan sus principios ni sus raíces, pero que no se cierran a los cambios ni renuncian a intentar volar.
Benditos sean los que sueñan despiertos, sobre todo si sueñan mejorar el mundo que los rodea, y benditos los que del sueño saltan a la acción.

Benditos los que leen lo que otros escriben, los que escuchan atentamente a quienes tienen necesidad de hablar y los que pierden, a conciencia, para que gane un ser querido.
Benditos sean los que odian el egoísmo, el dolor, y la apatía ante la injusticia.
Benditos sean los que creen que nunca se llega al ideal pero luchan con pasión infatigable por sus ideales.
Benditos sean los que entienden que el amanecer en la playa, el pan recién horneado, la música y las caricias son partes de una fiesta que merecemos todos.

Benditos sean los que piden perdón, los que dicen gracias y los que no se olvidan de decir por favor.
Benditos sean los que aspiran que el mundo tenga lugar suficiente tanto para la hormiga laboriosa como para la cigarra, con su tan necesario arte.
Benditos sean los que quieren abolir las quejas, los que quieren que asciendan mucho los de abajo y desciendan un poco los de arriba, benditos los que quieren que la muerte muera.
Benditos sean los que no subsisten sollozando, mientras esperan el milagro, sino que se proponen forjar algo milagroso.

Benditos sean los que se arriesgan por las causas perdidas, por conquistar corazones y por el bien de los amigos.
Benditos sean los que se arriesgan a mostrar sus sentimientos.
Benditos sean los que se arriesgan.
Benditos sean los que aman la vida.
Benditos sean todos los lugares donde hemos estado, los lugares donde quiero llevarte, los lugares donde estaremos juntos.

Bendito sea el camino que me llevó a conocer tu sonrisa, puerta de tu alma.
Benditos sean tus ojos, porque es bueno que lo sepas, aun en la soledad más profunda me acompaña tu mirada.

LA ALEGRÍA ESTÁ DENTRO


La alegría esta dentro
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD





Dice, sobre el puente el amigo al amigo: “¡Contempla la alegría de los peces en el río!”
Mas el otro le replica: “¿Cómo tú, no-pez, conoces la alegría de los peces en el río?.”
El le responde: “Por mi alegría sobre el puente”.
Les doy mi gozo. Quiero que tengan en ustedes mi propio gozo, y que su gozo sea completo” (Jn 15,11).

El evangelio es buena nueva y comienza con una inmensa alegría para todos aquellos que esperan y necesitan u n salvador. El cristiano debe ser mensajero de gozo y testigo de la resurrección. La alegría que brota de su corazón revela la presencia de Alguien en quien confía y que es fuente de gozo, de paz y de todo lo bueno; por lo tanto la sonrisa no es fingida, sino un don que regala Dios a todos aquellos que lo buscan con sincero corazón: “se alegrarán cuantos en ti confían, exultarán por siempre” (Sal. 5,12).

“Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios” (Is 40,10). Dios es la causa de la alegría y Él colmará todas las aspiraciones del ser humano. Quien pone los ojos y corazón en el Señor, podrá disfrutar de todo lo bueno de la creación, sin conocer el temor, la tristeza y la angustia. El alegrarse con Dios lleva a compartir la alegría con los otros, deseando y procurando la felicidad para el hermano.

“Entra en el gozo de tu Señor” (Mt, 25,21). La paz eterna, el gozo eterno, es un premio al haber corrido sin desfallecer, velando con las lámparas encendidas. El Gozo definitivo conlleva prescindir de todo gozo que no sea verdadero, aunque a veces haya que callar, sufrir, esperar.

Dios está con nosotros, está de nuestra parte; nuestro esfuerzo sólo consistirá en creer que Él puede hacernos completamente felices si es que lo amamos. Por lo que llevamos dentro, “por nuestra alegría sobre el puente”, podremos ver la alegría de los peces en el río.

domingo, 17 de abril de 2011

Mendigos

Mendigos
No sólo son Mendigos los que andan por las calles mal vestidos, pidiendo de comer o beber porque tienen hambre, sed o frío… Hay en muchos rincones del mundo, miles de limosneros escondidos; elegantes, con techo, pan y vino, pero carentes de amor y sintiéndose por dentro vacíos.

Mendigos de un abrazo, de consuelo, de un beso, una mirada, de la presencia de un verdadero amigo o simplemente de una palabra de cariño.

Mendigos que sienten vergüenza de admitir que aunque tienen todo lo material, viven en la pobreza espiritual y se sienten frágiles como niños. Mendigos que darían todo lo que tienen por encontrar el verdadero amor o hallar dentro de sus familias la paz y el calor de hogar. Mendigos que temen volver a amar, porque ya bastante han sufrido han sido traicionados y heridos, tienen miedo de confiar.

Hay muchos hombres y mujeres que les cuesta aceptar y expresar la necesidad tan grande que tienen de sentirse realmente amados y valorados; Madres que imploran la atención de sus hijos; abuelos olvidados, niños y jóvenes que aunque lo tienen todo, se sienten abandonados por sus padres.

El amor y la amistad no se deben mendigar, se merecen por dignidad; fue la herencia que a todos sus hijos Dios por igual nos ha dejado; Pero aún así son demasiados los corazones rotos; que aunque por fuera se ven elegantes y bien vestidos; realmente en su interior están destrozados. ¿Cuántas veces hemos pasado por el lado de mendigos de amor y los hemos ignorado? ¿Cuántas veces hemos juzgado mal a personas que hacen lo que hacen, porque están hambrientos de ternura y afecto y nadie se los ha dado?

A lo mejor tú o yo algunas veces nos hemos sentido carentes de cariño y anhelamos que alguien nos ame de tal forma que nos devuelvan la ilusión, lográndose reparar y fortalecer nuestro corazón. Son esos momentos en que hemos perdido lo que más hemos querido, o simplemente no hemos encontrado lo que tanto anhelamos, nos sentimos tan solos y deprimidos que creemos perder la razón.

Seamos de aquellos que son capaces de brindar a todos amor y amistad, hagamos que amando sin distinción, logremos acabar con esa mendicidad; para que podamos construir un mundo mejor y pueda reinar por fin la paz en cada rincón. Es el mandato que El Maestro nos ha querido dejar, cuando nos dijo:

"Ámense unos a los otros como yo los he amado"

viernes, 15 de abril de 2011

DOBLE CLICK EN TU VIDA

Doble Click en tu vida


En esta época de tecnología, esta es una forma en la que todos entenderemos los términos en los que se habla. Espero les guste y/o que interpreten los mensajes directos que cada una de las expresiones

Haga un DOBLE CLICK

ARRASTRA a Jesús para tu DIRECTORIO PRINCIPAL.

Guárdalo en todos tus ARCHIVOS PERSONALES.

SELECCIONALO como tu DOCUMENTO MAESTRO.

Que EL sea tu MODELO para FORMATEAR tu vida.

JUSTIFICALO y ALINEALO a la derecha y a la izquierda, sin INTERRUPCIONES en tu caminata.

Que JESUS no sea solamente un ICONO, un ACCESORIO, una HERRAMIENTA, un PIE DE PAGINA,

pero si el ENCABEZADO, la LETRA CAPITAL, la BARRA DE ARRASTRE de tu caminar.

Que EL sea la FUENTE de gracia para tu AREA DE TRABAJO, la BROCHA DE PINTURA para COLOREAR tu sonrisa, la CONFIGURACION de tu vida.

Que sea la NUEVA VENTANA para VISUALIZAR el TAMAÑO de su amor,

el PANEL DE CONTROL para impedir tus RETROCESOS,

compartir tus RECURSOS y

ACCESAR el corazon de tus amistades.

COPIA todo lo que es bueno, BORRA tus errores.

No dejes al MARGEN a nadie, abre los BORDES de tu corazon, saca de el, los VIRUS del egoísmo.

Antes de CERRAR, pon a JESUS en tus FAVORITOS y tu vida sera el ATAJO para la felicidad.

Ahora, CLICK OK para ACTUALIZAR tus CONTENIDOS.




¿Dónde está Dios?

¿Dónde está Dios?
En el silencio de la noche...ahí está Dios
En el bullicio de la ciudad...ahí está Dios
En la profundidad del océano...ahí está Dios
En lo más alto del cielo...ahí está Dios
En tus tristezas y penas...ahí está Dios
En tus alegrías y gozos...ahí está Dios
Cuando duermes...ahí está Dios
Cuando estás despierto...ahí está Dios
En la intimidad de tu hogar...ahí está Dios
En el ajetreo de tu trabajo...ahí está Dios
En los lugares más pobres...ahí está Dios
En los mejores hoteles y mansiones...ahí está Dios
En los corazones de aquellos que creen en El...ahí está Dios
En los corazones de quienes no creen en El...ahí está Dios

ORACIÓN POR LA VIDA..

EL ESPÍRITU SANTO

El Espíritu Santo

El Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad, es Dios. Verdadero Dios como lo son el Padre y el Hijo. Es el Amor del Padre y el Hijo.

Cristo prometió que este Espíritu de Verdad iba a venir y moraría dentro de nosotros. "Yo rogaré al Padre y les dará otro Intercesor que permanecerá siempre con ustedes. Este es el Espíritu de Verdad que el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes saben que él permanece con ustedes, y estará en ustedes" (Jn 14, 16-17)
El Espíritu Santo vino el día de Pentecostés y nunca se ausentará. Cincuenta días después de la Pascua, el Domingo de Pentecostés, los Apóstoles fueron transformados de hombres débiles y tímidos en valientes proclamadores de la fe; los necesitaba Cristo para difundir su Evangelio por el mundo.

El Espíritu Santo está presente de modo especial en la Iglesia, comunidad de quienes creen en Cristo como el Señor. Ayuda a su iglesia a que continúe la obra de Cristo en el mundo. Su presencia da gracia a los fieles para unirse más a Dios y entre sí en amor sincero, cumpliendo sus deberes con Dios y los demás. La gracia y vida divina que prodiga hacen a la Iglesia ser mucho más grata a Dios; la hace crecer con el poder del Evangelio; la renueva con sus dones y la lleva a unión perfecta con Jesús.

El Espíritu Santo guía al Papa, a los obispos y a los presbíteros de la Iglesia en su tarea de enseñar la doctrina cristiana, dirigir almas y dar al pueblo la gracia de Dios por medio de los Sacramentos. Orienta toda la obra de Cristo en la Iglesia: solicitud por los enfermos, enseñar a los niños, preparación de la juventud, consolar a los afligidos, socorrer a los necesitados.

Es nuestro deber honrar al Espíritu Santo amándole por ser nuestro Dios y dejarnos dócilmente guiar por Él en nuestras vidas. San Pablo nos lo recuerda diciendo: "¿No saben ustedes que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?"(1 Cor 3, 16).

Conscientes de que el Espíritu Santo esta siempre con nosotros, mientras vivamos en estado de gracia santificante, debemos pedirle con frecuencia la luz y fortaleza necesarias para llevar una vida santa y salvar nuestra alma.

jueves, 14 de abril de 2011

Satanás vende objetos usados

 Satanás vende objetos usados

No puedo evitar el compartir con ustedes estas "perlas" que me llegan para
meditar y reflexionar. Disculpen si los saturo, no es mi intención.

Como necesita adaptarse a los nuevos tiempos, Satanás decidió hacer una
liquidación de gran parte de su stock de tentaciones. Puso anuncios en los
diarios y atendió a los clientes, en su oficina, durante todo el día.

Era un stock fantástico: piedras para que los virtuosos tropezaran, espejos
que aumentaban la importancia personal, anteojos que disminuían la
importancia de los demás. Colgados de la pared, algunos objetos llamaban
mucho la atención: un puñal de hoja curva, para ser usado en la espalda de
alguno, y grabadoras que sólo registraban chismes y mentiras.

-¡No se preocupen por el precio! -gritaba el viejo Satanás a los potenciales
compradores. -¡Llévenlo hoy, paguen cuando puedan!

Uno de los visitantes notó, puestas en un costado, dos herramientas que
parecían muy usadas y que casi no llamaban la atención. Sin embargo, eran
carísimas. Curioso, quiso saber la razón de esa aparente discrepancia.

-Están gastadas porque son las que más uso -respondió Satanás, riendo.
-Si llamaran mucho la atención, la gente sabría cómo protegerse de ellas.

"Sin embargo, ambas valen el precio que pido por ellas: una es la Duda y la
otra es el Complejo de Inferioridad. Todas las otras tentaciones siempre
pueden fallar, pero estas dos siempre funcionan."

AL AMOR DE LOS AMORES JESÚS SACRAMENTADO


 AL AMOR DE LOS AMORES JESÚS SACRAMENTADO
ORACIÓN DE SANTA TERESA DE LISIEUX

Sagrario del Altar el nido de tus más tiernos y regalados amores. Amor me pides, Dios mío, y amor me das; tu amor es amor de cielo, y el mío, amor mezclado de tierra y cielo; el tuyo es infinito y purísimo; el mío, imperfecto y limitado. Sea yo, Jesús mío, desde hoy, todo para Ti, como Tú los eres para mi. Que te ame yo siempre, como te amaron los Apóstoles; y mis labios besen tus benditos pies, como los besó la Magdalena convertida. Mira y escucha los extravíos de mi corazón arrepentido, como escuchaste a Zaqueo y a la Samaritana. Déjame reclinar mi cabeza en tu sagrado pecho como a tu discípulo amado San Juan. Deseo vivir contigo, porque eres vida y amor.

Por sólo tus amores, Jesús, mi bien amado, en Ti mi vida puse, mi gloria y porvenir. Y ya que para el mundo soy una flor marchita, no tengo más anhelo que, amándote, morir.

ORACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ

SER VERDADERAMENTE HIJOS DE DIOS



Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Ser verdaderamente hijos de Dios
Jueves quinta semana de Cuaresma. Tenemos un Dios que nos persigue y busca llegar hasta el fondo de nosotros mismos.

Ser verdaderamente hijos de Dios
Gn 17, 3-9
Jn 8, 51-59

El tiempo cuaresmal es un camino de conversión que no es simplemente arrepentirnos de nuestros pecados o dejar de hacer obras malas. El camino de conversión no es otra cosa sino el esfuerzo constante, por parte nuestra, de volver a tener la imagen, la visión que Dios nuestro Señor tenía de nosotros desde el principio. El camino de conversión es un camino de reconstrucción de la imagen de Dios en nuestra alma.

La liturgia del día de hoy nos presenta dos actitudes muy diferentes ante lo que Dios propone al hombre. En la primera lectura, Dios le cambia el nombre a Abram. Y de llamarse Abram, le llama Abraham. Este cambio de nombre no es simplemente algo exterior o superficial. Esto requiere de Dios la disponibilidad a cambiar también el interior, a hacer de este hombre un hombre nuevo.
Pero, al mismo tiempo, requiere de Abraham la disponibilidad para acoger el nombre nuevo que Dios le quiere dar.

Por otro lado, en el Evangelio vemos cómo Jesús se enfrenta una vez más a los judíos, haciéndoles ver que aunque se llamen Hijos de Abraham, no saben quién es el Dios de Abraham.

Son las dos formas en las cuales nosotros podemos enfrentarnos con Dios: la forma exterior; totalmente superficial, que respeta y vive según una serie de ritos y costumbres; una forma que incluso nos cataloga como hijos de Abraham o hijos de Dios. Y por otro lado, el camino interior; es decir, ser verdaderamente hijos de Abraham, ser verdaderamente hijos de Dios.

Lo primero es muy fácil, porque basta con ponerse una etiqueta, realizar determinadas costumbres, seguir determinadas tradiciones. Y podríamos pensar que eso nos hace cristianos, que eso nos hace ser católicos; pero estaríamos muy equivocados. Porque todo el exterior es simplemente un nombre, y como un nombre, es algo que resuena, es una palabra que se escucha y el viento se lleva; es tan vacía como cualquier palabra puede ser. Es en el interior de nosotros donde tienen que producirse los auténticos cambios; de donde tiene que brotar hacia el exterior la verdadera transformación, la forma distinta de ser, el modo diferente de comportarse.

No son las formas exteriores las que configuran nuestra persona. Son importantes porque manifiestan nuestra persona, pero si las formas exteriores fuesen simplemente toda nuestra estructura, toda nuestra manera de ser, estaríamos huecos, vacíos. Entonces también Jesús a nosotros podría decirnos: “Sería tan mentiroso como ustedes”. También Jesús nos podría llamar mentirosos, es decir, los que vacían la verdad, los que manifiestan al exterior una forma como si fuese verdad, pero que realmente es mentira.

Qué difícil y exigente es este camino de conversión que Dios nos pide, porque va reclamando de nosotros no solamente una «partecita», sino que acaba reclamando todo lo que somos: toda nuestra vida, todo nuestro ser. El camino de conversión acaba exigiendo la transformación de nuestras más íntimas convicciones, de nuestras raíces más profundas para llegar a cristianizarlas.

Para los judíos solamente Dios estaba por encima de Abraham, por eso, cuando Cristo les dice: “Antes de que Abraham existiese, Yo soy”, ellos entendieron perfecta- mente que Cristo estaba yendo derecho a la raíz de su religión; les estaba diciendo que Él era Dios, el mismo Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Y es por eso que agarran piedras para intentar apedrearlo, por eso buscan matarlo.

No es simplemente una cuestión dialéctica; ellos han entendido que Cristo no se conforma con cambiar ciertos ritos del templo. Cristo llega al fondo de todas las cosas y al fondo de todas las personas, y mientras Él no llegue ahí, va a estar insistiendo, va a estar buscando, va a estar perseverando hasta conseguir llegar al fondo de nuestro corazón, hasta conseguir recristianizar lo más profundo de nosotros mismos.

El hecho de que Dios le cambie el nombre a Abram, además de significar el querer llegar al fondo, está también significando que solamente quien es dueño de otro le puede cambiar el nombre. (Según la mentalidad judía, solamente quien era patrón de otro podía cambiarle el nombre). Algo semejante a lo que hicieron con nosotros el día de nuestro Bautismo cuando el sacerdote, antes de derramar sobre nuestra cabeza el agua, nos impuso la marca del aceite que nos hacia propiedad de Dios.

¿Realmente somos conscientes de que somos propiedad de Dios? Dios es tan consciente de que somos propiedad suya, que no deja de reclamarnos, que no deja de buscarnos, que no deja de inquietarnos. Como a quien le han quitado algo que es suyo y cada vez que ve a quien se lo quitó, le dice: ¡Acuérdate de que lo que tú tienes es mío! Así es Dios con nosotros. Llega a nuestra alma y nos dice: Acuérdate de que tú eres mío, de que lo que tú tienes es mío: tu vida, tu tiempo, tu historia, tu familia, tus cualidades. Todo lo que tú tienes es mío; eres mi propiedad.

Esto que para nosotros pudiera ser una especie como de fardo pesadísimo, se convierte, gracias a Dios, en una gran certeza y una gran esperanza de que Dios jamás va a desistir de reclamar lo que es suyo. Así estemos muy alejados de Él, sumamente hundidos en la más tremenda de las obscuridades o estemos en el más triste de los pecados, Dios no va a dejar de reclamar lo que es suyo. Sabemos que, estemos donde estemos, Dios siempre va a ir a buscarnos; que hayamos caído donde hayamos caído, Dios nos va a encontrar, porque Él no va a dejar de reclamar lo que es suyo.

Éste es el Dios que nos busca, y lo único que requiere de nosotros es la capacidad y la apertura interior para que, cuando Él llegue, nosotros lo podamos reconocer. “El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre”. No habrá nada que nos pueda encadenar, porque el que es fiel a las palabras de Cristo, será buscado por Él, que es la Resurrección y la Vida.

Ojalá que nosotros aprendamos que tenemos un Dios que nos persigue y que busca llegar hasta el fondo de nosotros mismos, y que nos va hacer bajar hasta el fondo de nosotros para que nos podamos, libremente, dar a Él.

¿De qué otra manera más grande puede Dios hacer esto, que a través de la Eucaristía? ¿Qué otro camino sigue Dios sino el de la misma presencia Eucarística? ¿Acaso alguien en la tierra puede bajar tan a lo hondo de nosotros mismos como Cristo Eucaristía? Cristo es el único que, amándonos, puede penetrar hasta el alma de nuestra alma, hasta el espíritu de nuestro espíritu, para decirnos que nos ama.

Permitamos que el Señor, en esta Semana Santa que se avecina, pueda llegar hasta nosotros. Permitámosle hacer la experiencia de estar con nosotros. Y nosotros, a la vez, busquemos la experiencia de estar con Él. Un Dios que no simplemente caminó por nuestra tierra, habló nuestras palabras y vio nuestros paisajes. Un Dios que no simplemente murió derramando hasta la última gota de sangre; un Dios que no solamente resucitó rompiendo las ataduras de la muerte. Un Dios que, además, ha querido hacerse Eucaristía para poder estar en lo más profundo de nuestras vidas y poder encontrarnos, si es necesario, en lo más profundo de nosotros mismos.

miércoles, 13 de abril de 2011

UN AMIGO.. UN TESORO

MARÍA, UN MISTERIO


Autor: San Luis María Grignion de Montfort | Fuente: www.mercaba.org
María: un misterio.
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, por San Luis María Grignion de Montfort. (1o. Parte)


María: un misterio.
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, por San Luis María Grignion de Montfort.


María en el designio de Dios.

1. Por medio de la Santísima Virgen vino Jesucristo al mundo y por medio de Ella debe también reinar en el mundo.


MARIA ES UN MISTERIO:

a. A causa de su humildad.

2. La vida de María fue oculta. Por ello, el Espíritu Santo y la Iglesia la llaman alma mater. Madre oculta y escondida. Su humildad fue tan grande que no hubo para Ella anhelo más firme y constante que el de ocultarse a sí misma y a todas las creaturas, para ser conocida solamente de Dios.

3. Ella pidió pobreza y humildad. Y Dios, escuchándola, tuvo a bien ocultarla en su concepción, nacimiento, vida, misterios, resurrección y asunción, a casi todos los hombres. Sus propios padres no la conocían. Y los ángeles se preguntaban con frecuencia uno a otros ¿Quién es ésta?. Porque el Altísimo se la ocultaba. O, si algo les manifestaba de Ella, era infinitamente más lo que les encubría.


b. Por disposición divina.

4. Dios Padre a pesar de haberle comunicado su poder, consintió en que no hiciera ningún milagro al menos portentoso durante su vida.

Dios Hijo a pesar de haberle comunicado su sabiduría consintió en que Ella casi no hablara.

Dios Espíritu Santo a pesar de ser Ella su fiel Esposa consintió en que los Apóstoles y Evangelistas hablaran de Ella muy poco y sólo cuanto era necesario para dar a conocer a Jesucristo.


c. Por su grandeza excepcional.

5. María es la excelente obra maestra del Altísimo.

Quien se ha reservado a sí mismo el conocimiento y posesión de Ella.

María es la Madre admirable del Hijo. Quien tuvo a bien humillarla y ocultarla durante su vida, para fomentar su humildad, llamándola mujer, como si se tratara de una extraña, aunque en su corazón la apreciaba y amaba más que a todos los ángeles y hombres.

María es la fuente sellada, en la que sólo puede entrar el Espíritu Santo, cuya Esposa fiel es Ella.

María es el santuario y tabernáculo de la Santísima Trinidad, donde Dios mora más magnífica y maravillosamente que en ningún otro lugar del universo sin exceptuar los querubines y serafines: a ninguna creatura, por pura que sea, se le permite entrar allí sin privilegio especial.

6. Digo con los santos, que la excelsa María es el paraíso terrestre del nuevo Adán, quien se encarnó en él por obra del Espíritu Santo para realizar allí maravillas incomprensibles. Ella es el sublime y divino mundo de Dios, lleno de bellezas y tesoros inefables. Es la magnificencia del Altísimo, quien ocultó allí, como en su seno, a su Unigénito y con El todo lo más excelente y precioso.

¡Oh qué portentos y misterios ha ocultado Dios en esta admirable creatura, como Ella misma se ve obligada a confesarlo no obstante su profunda humildad ¡El Poderoso ha hecho obras grandes por mí! El mundo los desconoce porque es incapaz e indigno de conocerlo.

7. Los santos han dicho cosas admirables de esta ciudad Santa de Dios. Y, según ellos mismo testifican, nunca han estado tan elocuentes ni se han sentido tan felices como al hablar de Ella. Todos a una proclaman que:



La altura de sus méritos, elevados por Ella hasta el trono de la Divinidad, es inaccesible;


La grandeza de su poder, que se extiende hasta sobre el mismo dios, es incomprensible.


Y, en fin, la profundidad de su humildad y de todas sus virtudes y gracias es un abismo insondable.


¡Oh altura incomprensible! ¡Oh anchura inefable! ¡Oh grandeza sin medida! ¡Oh abismo impenetrable!

8. Todos los días, del uno al otro confín de la tierra, en lo más alto del cielo y en lo más profundo de los abismos, todo pregona y exalta a la admirable María. Los nueve coros angélicos, los hombres de todo sexo, edad y condición, religión, buenos y malos, y hasta los mismo demonios, de grado o por fuerza, se ven obligados por la evidencia de la verdad a proclamarla bienaventurada.

Todos los ángeles en el cielo dice San Buenaventura le repiten continuamente: "¡Santa, santa, santa María! ¡Virgen y Madre de Dios!" y le ofrecen todos los días millones y millones de veces la salutación angélica: "Dios te salve, María...", prosternándose ante Ella y suplicándole que, por favor, los honre con alguno de sus mandatos. "San Miguel llega a decir San Agustín aún siendo el príncipe de toda la milicia celestial, es el más celoso en rendirle y hacer que otros le rindan toda clase de honores, esperando siempre sus órdenes para volar en socorro de alguno de sus servidores".

9. Toda la tierra está llena de su gloria, particularmente entre los cristianos que la han escogido por tutela y patrona de varias naciones, provincias, diócesis y ciudades. ¡Cuántas catedrales no se hallan consagradas a Dios bajo su advocación! ¡No hay iglesia sin un altar en su honor, ni comarca ni religión donde no se dé culto a alguna de sus imágenes milagrosas, donde se cura toda suerte de enfermedades y se obtiene toda clase de bienes! ¡Cuántas cofradías y congregaciones en su honor! ¡Cuántos institutos religiosos colocados bajo su nombre y protección! ¡Cuántos congregantes en las asociaciones piadosas, cuántos religiosos en todas las Ordenes! ¡Todos publican sus alabanzas y proclaman sus misericordias!

No hay siquiera un pequeñuelo que, al balbucir el Avemaría, no la alabe. Ni apenas un pecador que, aunque obstinado, no conserve alguna chispa de confianza en Ella. Ni siquiera un solo demonio en el infierno que, temiéndola, no la respete.

CRISTO EN LA CRUZ PONE TODO POR NOSOTROS


Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Cristo en la cruz pone todo por nosotros
Miércoles quinta semana de Cuaresma. La cruz de Cristo se convierte en punto de partida para nosotros.


Dn 3, 14-20.91-92.95
Jn 8, 31-42

Durante toda la Cuaresma la Iglesia nos ha ido preparando para encontrarnos con el misterio de la Pascua, que es el juicio que Dios hace del mundo, el juicio con el cual Dios señala el bien y el mal del mundo. La Pascua no es solamente el final de la pasión; la Pascua es la proclamación de Cristo como juez del universo. Un juez que, por ser juez del universo, pone a sus pies a todos: sus amigos, que pueden ser los que le han servido; y a sus enemigos, que pueden ser los que no le han servido.

El juicio que Dios hace del hombre dependerá de cómo el hombre se ha comportado con Cristo. Ser conscientes de esto es, al mismo tiempo, dejar entrar en nuestro corazón la pregunta de cuál es la opción fundamental de nuestras vidas.

Escuchábamos en la narración del Libro de Daniel, que los tres jóvenes son salvados del horno del fuego ardiente por el ángel del Señor. Yo creo que lo fundamental de esta narración es la reflexión final: “Bendito sea el Dios de Sadrak, Mesak y Abed Negó, que ha enviado a su ángel para librar a sus siervos que, confiando en él, desobedecieron la orden del rey y expusieron su vida antes que servir y a adorar a un dios extraño”.

Éste es el punto más importante: el ser capaz de juzgar nuestra vida de tal forma que nuestros actos se vean discriminados según nuestra opción por Dios. O sea, Dios como criterio primero, y no al revés. Que nuestra forma de afrontar la vida, nuestra forma de pensar, de juzgar a las personas, de entender los acontecimientos, no se vean discriminadas por «lo que a mí me parecería» , es decir, por un criterio subjetivo.

Esta situación debe ser para todos nosotros punto de examen de conciencia, sobre todo de cara a la Pascua del Señor, para ver si efectivamente nuestra vida está decidida por Dios. La cruz se convierte así, para cada uno de nosotros, en el punto de juicio, el punto al cual todos tenemos que llegar para ver si mi vida está o no decidida por Cristo nuestro Señor.

Cristo en la cruz apuesta todo por nosotros. Cristo en la cruz pone todo por nosotros. Cristo en la cruz se entrega totalmente a nosotros. La cruz de Cristo se convierte en punto de juicio para nosotros: Si Él nos ha dado tanto, ¿nosotros qué damos? Si Él ha sido tanto para nosotros, ¿nosotros qué somos para Él? Si Él ha vivido de esa manera con nosotros y para nosotros, ¿nosotros cómo vivimos para Él?

Jesús, en el Evangelio, pide a los judíos que le escuchaban que examinen quién es su Padre. Ellos le dicen: “Nosotros tenemos por padre a Dios”. Pero Jesús les contesta que no es verdad, porque les dice: “Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado”.

Cuando nuestra vida choca con la cruz, cuando nuestra vida choca con los criterios cristianos, tenemos que preguntarnos: ¿Quién es mi padre?; no ¿cuál es mi título?; no ¿cuál es la etiqueta que yo traigo puesta en mi vida? ¿Cuál es el fruto que da en mi vida la opción por Cristo? ¿Qué es lo que realmente brota en mi vida de mi opción por Cristo? Porque ése es verdaderamente el origen de mi existencia.

Jesús dice a los de su época que ellos no son los hijos de Abraham; porque el fruto de Abraham sería una opción definitiva por Dios, hasta el punto de ser capaz de arriesgar el propio interior, el propio juicio para seguir a Dios. Recordemos que Abraham puso, incluso lo ilógico de la orden de Dios de matar a su propio hijo, para obedecer a Dios.

Cristo y su cruz se convierten en un reclamo para cada uno de nosotros: ¿quién eres Tú? El misterio Pascual es para todos nosotros una llamada. No me puedo quedar nada más en los ritos exteriores. ¿Cuál es la obra que me está diciendo a mí si opto por Cristo o no? Mi comportamiento cristiano, mi compromiso cristiano, mi opción definitiva por Jesucristo es donde puedo ver quién es verdaderamente mi Padre, allí es donde sé quién es auténticamente el Señor de mi vida.

Cuando los judíos le responden a Jesús: “Nosotros no somos hijos de prostitución, no tenemos más padre que Dios”, están tocando un tema muy típico de toda la Escritura: la relación con Dios. El pueblo de Dios como un pueblo amado, un pueblo fiel, un pueblo esposo de Dios. Por eso dicen: “no somos hijos de prostitución, no somos hijos de adulterio, somos hijos genuinos de Dios”.

Pero Cristo les responde: “Si Dios fuera su Padre me amarían a mí[...]”. Si realmente fuesen un pueblo esposo de Dios, me amarían a mí. Si realmente fuesen un pueblo fiel a Dios, un pueblo que nace del amor esponsal a Dios, amarían a Cristo.

Podría ser que en nuestra alma hubiese algunos campos en los que todavía Cristo nuestro Señor no es el vencedor victorioso, no es el esposo fiel. ¿No podría haber campos en nuestra vida, rasgos en nuestra alma, en los que por egoísmo, por falta de generosidad, por pereza, por frialdad, nuestra alma todavía no corriese al ritmo de Dios, no estuviese alimentándose de la vida de Dios, no estuviese nutriéndose de la opción fundamental, definitiva, única, exclusiva por Dios nuestro Señor?

La Semana Santa es un período de reflexión muy importante. Un período que nos va a mostrar a un Cristo que se ofrece a nosotros; un Cristo que se hace obediente por nosotros; un Cristo que es la garantía del amor esponsal de Dios por su pueblo. Un Cristo que reclama de cada uno de nosotros el amor fiel, el amor de don total del corazón hecho obras, manifestado en un comportamiento realmente cristiano. El misterio pascual es la raya que define si soy alguien que vive de Dios, o soy alguien que vive de sí mismo.

Jesucristo, en la Eucaristía, viene a redimirnos de esto. Jesucristo quiere darnos la Eucaristía para que de nuevo en esa unión íntima del Creador, del Señor, del Redentor con el alma cristiana, se produzca la opción fuerte, definitiva, amorosa por Dios.

Pidámosle que esta opción llegue a iluminar todos los campos de nuestra vida. Que ilumine nuestro interior, que ilumine nuestra alma, que ilumine también nuestra vida social, nuestra vida familiar, y, sobre todo, que ilumine nuestra libertad para que optemos definitivamente, sin ninguna cadena, por aquello que únicamente nos hace libres: el amor de Dios.
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