lunes, 26 de marzo de 2012

ALÉGRATE LLENA DE GRACIA

Alégrate Llena de Gracia
Padre Javier Soteras



Lc. 1, 26-38
Hoy vamos a detenernos particularmente en esta expresión que utiliza el Ángel para vincularse con María, de manera tan sorprendente como que ella dice de no entender nada, cómo puede ser esto, yo no convivo con ningún hombre. Es la expresión que dice LLENA DE GRACIA. ¡ Alégrate, Llena de Gracia !

Fíjate que el Ángel no le dice "María, el Señor te trae una noticia", sino dice "alégrate, Llena de Gracia". Como si le hubiera cambiado el nombre. No la llama por el nombre suyo, sino por este otro nombre que le resulta a ella del todo familiar aunque nunca lo había escuchado.

Del todo familiar, porque allí radica la identidad misma de María, que justamente en Lourdes se va a presentar como la Inmaculada Concepción, que es una de las formas de decir que está llena de gracia. Es una de las maneras de decir esto mismo, Llena de Gracia. La identidad de María corresponde a esta expresión del Ángel.

Decimos que una persona tiene gracia cuando es bella, cuando tiene destreza, cuando en ella hay hermosura. Pero también decimos que una persona ha sido agraciada, cuando ha sido perdonada de una determinada culpa con la que debía pagar una pena. Recibió la gracia de ver saldada su deuda.

Estas dos realidades tienen lugar en María. Ella es Llena de Gracia, Plena de Gracia, porque es hermosa, bella. La más bella de todas las creaturas que Dios ha hecho sobre la faz de la tierra. Pero al mismo tiempo es porque ha sido preservada del pecado. Ha sido creada por el Padre, sin pecado. Sin pecado concebida. Es lo mismo que decir inmaculada en su concepción.

Llena de Gracia, Plena de Gracia, Inmaculada en la concepción, hermosa y bella, sin pecado concebida. Esto es lo que hoy celebramos justamente, al celebrar a María de Lourdes. Fíjate que la Iglesia, después de un largo tiempo, haciendo memoria de su tradición, en la expresión de Pío Nono, la declara como "Inmaculada" a María, como la concebida sin pecado.

Al mismo tiempo Ella se le presenta a Bernardita Soubirou, con esa misma expresión: YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN. La inmaculada quiere decir la que no tiene mácula, no tiene mancha, la que no tiene pecado. Ha sido concebida sin pecado.

Esta expresión, sin pecado,, que dice de estar llena de gracia por parte de Dios, en el Iglesia latina se manifiesta de esa manera. Pero en la Iglesia ortodoxa, se la llama María en vez de Inmaculada, para expresar un rasgo de su plenitud de gracia, toda santa. Lo que nosotros, en la Iglesia latina llamamos Inmaculada, la Iglesia ortodoxa la llama "Toda Santa".

Toda Santa es "toda llena de virtud", toda llena de los dones de Dios, plena, llena de la gracia. Es como una definición puesta en positivo. Es lo mismo dicho de otra manera. En la Iglesia latina marcamos este rasgo de Inmaculada en su concepción, sin mancha, mientras que en la ortodoxa se expresa se expresa esta otra realidad: la plenitud de los dones del Espíritu en su corazón.

¿De dónde le viene esto a María? Dios ha mirado la pequeñez de su servidora, dice ella. La gracia es Gracia. Y esto es como "gratuidad", como otro rasgo que conviene hoy como remarcar muy bien. No corresponde a su bondad. No corresponde a su condición virtuosa primero, para que Dios mire esto ni en función de eso, la llena de su gracia: corresponde a una total gratuidad de Dios.

La gracia de Dios es gratis. Con todo esto el Señor nos está invitando a nosotros a la apertura a su gracia. Si queremos imitar a María en algo, abrámonos a la Gracia de Dios. Es decir, pongámonos de cara al Señor y dejemos que nos penetre su mirada. Que una vez más no tome su bondad. Que una vez más nos bendiga su presencia grande.

María, la Llena de Gracia, nos invita a nosotros a ser, entre otras cosas, agradecidos. Ser agradecidos no es como cuando jugábamos al truco ayer con unos amigos, decirle al otro: quiero retruco. Mientras Dios te da algo, vos le respondés poniéndote por arriba a Dios en ese mismo reconocimiento, pero poniéndosela redoblada a la cuestión que el mismo Dios te ofrece.

Ser agradecido es levantar los brazos y alabarlo a Dios, alabarlo y bendecirlo en el reconocimiento de la indignidad de que aquello que nos es dado, no lo merecemos, pero al mismo tiempo lo necesitamos, nos hace falta. Eso es ser agradecido, es tener el corazón de hijos.

La Llena de Gracia lo reconoce así: MI ALMA CANTA LA GRANDEZA DEL SEÑOR. Mi alma alaba la grandeza del Señor. Canta, alaba y bendice a Dios porque ha mirado la humildad de su servidora. Reconoce que ha sido totalmente tomada por el Señor, y por eso lo bendice y por eso lo alaba.

Nosotros también, de cara a Dios, en el día de la Inmaculada Concepción de la Toda Santa, somos invitados a bendecir, alabar y agradecerlo al Señor.

San Agustín, hablando de la humanidad de Jesús, dice ¿cómo mereció llegara a ser hijo unigénito de Dios? ¿Precedió algún mérito a esta unión? ¿Qué obró, qué creyó o qué exigió precisamente para llegar a tan inefable y soberana dignidad, Jesús? Y responde Agustín: busca méritos busca justicia, busca motivos, y a ver si encuentras algo que no sea gracia. Ésta es la respuesta.

También en María. En su plena comunión de alianza nueva con Jesús. ¿Qué le mereció a llegar a ser la Madre de Dios? ¿Qué mérito previo tuvo esta mujer para ser visitada por el Ángel y recibir semejante mensaje y semejante misión? ¿Qué obró o qué creyó o qué exigió para llegar a tan inefable y soberana dignidad?

Busquemos méritos, dice Agustín, de Jesús, nosotros decimos de María, busquemos justicia, busquemos motivos y sólo vamos a encontrar gracia. La Llena de Gracia. Éste es el nombre que le cabe y allí está su identidad.

¡ ALÉGRATE, LLENA DE GRACIA !

Cuando nosotros vamos emparentándonos con Ella, cuando nos vamos familiarizando en el trato con Ella, descubrimos que no solamente esto es así para Ella, sin también para los hijos que nacemos y renacemos cada día en el trato con Ella. Aprendemos a descubrir en Ella y desde Ella, con Jesús, que todo es Gracia de Dios, que todo es don gratuito de Dios.

Pablo lo decía de una manera maravillosa en al primera Carta a los Corintios, en el cap. 15, en el v. 10 hay una expresión que dice justamente esto, respecto del Apóstol: Por gracia de Dios soy lo que soy. Llegamos a ser lo mejor de nosotros mismos, es decir, alcanzar nuestra vocación, alcanzar el proyecto que Dios tiene para con nosotros, cuando dócilmente nos entregamos con sencillez y con fidelidad a la Gracia de Dios, aceptando de Él lo que así venga, con absoluta indiferencia. Dice Ignacio de Loyola, no importándonos más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, tener que no tener: santa indiferencia, con el corazón solo dispuesto a aceptar la voluntad y e querer, el Amor de Dios en nosotros.

Cuando el corazón se dispone y entra en esta clave de sintonía con el Señor, nosotros vamos también descubriendo que lo que podemos llegar a ser, sólo es don gratuito de Dios, que obra en nosotros de manera meritoria, haciéndonos vencer el pecado, la muerte, los vicios, los defectos y todo aquello que en nuestra naturaleza se muestra como herido.

Nosotros sí, tenemos una herida.

Y es tanto el amor de la Madre y de Jesús por nosotros y tanto el deseo de identificarse con nosotros, para ponernos donde ellos están llenos y plenos de gracia, que también ellos han querido dejarse herir. La Cruz es el lugar donde la Alianza de Amor entre María y Jesús nos alcanza también a nosotros, los que así nacimos, con pecado. Es decir, nacimos con una herida.

De hecho, en el momento en que la espada atraviesa el corazón del Maestro, también atraviesa el corazón de la Madre. La espada que atraviesa el corazón del Maestro es justamente la del pecado de la humanidad toda, y alcanza a la Madre por la plena comunión con Jesús. Ahora la sin pecado también aparece al pie de la cruz, herida por Amor. Y el que viene de lo alto, del Padre, el que fue concebido sin pecado, también es alcanzado por los efectos del pecado y aparece herido en la cruz.

Este misterio de alianza de amor que existe entre Jesús y la Madre, nos alcanza también a nosotros. Nosotros, en nuestro pecado, los herimos y ellos, en el derramamiento de su sangre, nos liberan del pecado, Jesús nos libera del pecado en comunión plena con la Madre, la concebida sin pecado, y nos permite entrar en plena comunión con ese misterio de amor.

Podemos llegar nosotros también a la plenitud del proyecto que Dios tiene para con nosotros, si nos dejamos alcanzar por la gracia de Jesús. Si nos dejamos tomar por la gracia. Llegamos a ser plenos, totalmente felices, sólo cuando nos dejamos tomar por la Gracia. Somos lo que estamos llamados a ser cuando la gracia de Dios nos gana el Corazón.

Yo soy lo que soy, dice el Apóstol, sólo por la gracia de Dios. ¿Te pusiste a pensar a qué estás llamado o llamada a ser? Toda persona tiene una vocación, nace con un designio. Dios Padre creador nos puso un código con el cual identificarnos en el tiempo. Hay que descubrirlo.

María lo descubre en el anuncio del Ángel. Hasta aquí nadie la llamó Llena de Gracia. Se llamaba María de Nazaret, la hija de Joaquín, de Ana, pero María, hasta aquí. Sólo María, pero Llena de Gracia....

Este secreto estaba reservado hasta ese tiempo. Hay un tiempo en tu vida donde Dios también quiere revelarte el secreto, que es tu vocación, que es tu llamado. Esto tiene que ver con tu proyecto. Es más que tener un trabajo. Es más que encontrar una solución a tus problemas económicos, matrimoniales; es más que encontrar una respuesta a tus problemas familiares, es mucho más que eso.

Una vocación es un don. Es un llamado. Es un llamado a la felicidad y a la plenitud. Solamente uno puede descubrirlo cuando, con santa indiferencia, dirá Ignacio de Loyola, se abre al querer y a la voluntad de Dios. A "sea lo que sea", lo que Dios quiera. Supone una actitud de abandono y de entrega, que se percibe claramente en el corazón de María ante el anuncio del Ángel.

Cuando el Ángel la invita a ser la Madre de Dios, después de Ella decir "yo no sé cómo será esto", el Ángel le explica y ella dice "Aquí está la servidora del Señor, que se haga en mí lo que has dicho". Es decir, se entrega. Se abandona.

Para que nosotros alcancemos el proyecto que Dios pensó desde siempre para nosotros, para que alcancemos la plenitud y la felicidad que Dios soñó para siempre para nosotros, hace falta tener esta actitud en el corazón: la actitud del abandono y de la entrega. De ponernos en las manos de Dios y decirle, como María, que se haga tu voluntad.

¿Qué tenemos que hacer ante la gracia que Dios nos derrama en nuestros corazones donde está contenido el proyecto, el plan, el designio de Dios para nuestra vida? Lo primero que debemos hacer es, nos enseña Pablo, dar gracias. A la gracia se responde con gracias, no queriendo retrucarla, sino ubicándonos en el lugar de creaturas. Pablo dice de una manera maravillosa en la primera Carta a los Corintios: Doy gracias a Dios sin cesar por ustedes, y, dice, a causa de la gracia de Dios. Doy gracias a Dios a causa de la misma gracia de Dios.

A la gracia de Dios debe seguir el gracias de nosotros, los hombres. Dar gracias no significa restituirle a Dios un favor que nos hizo, eso que decíamos recién, Dios nos dice truco, nosotros decimos quiero retruco. No se trata de eso.

¿Quién podría darle a Dios la contrapartida de lo que Dios le da? ¿Quién de nosotros?

Dar gracias significa mas bien, reconocer la gracia, aceptar la gratuidad. No querer por nosotros mismos salvarnos y encontrar el camino, sino humildemente ponernos a la mirada de Dios, como María y desde allí dejarnos rescatar por Dios.

Ésta es como una actitud religiosa fundamental, el ser agradecidos, el reconocernos deudores, dependientes, significa dejarle a Dios el lugar de Dios. Ser agradecidos es eso. María lo dice en el Magnificat: "Mi alma glorifica al Señor porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí.”

La lengua hebrea no conoce una palabra que significa "gracias", o exprese la idea de agradecimiento. Esa palabra no está en el lenguaje hebreo. Cuando se quiere dar gracias a Dios, el hombre bíblico, el hebreo, se dispone a alabarlo, a exaltarlo, a proclamar sus maravillas con entusiasmo. No solamente de boca, sino con todo su ser.

David aparece así en el templo, bailando, cantando, con los brazos en alto, con júbilo, con alegría por la grandeza de Dios. El Magnificat es el agradecimiento de María por tanta gracia recibida, inmerecida. "Ha mirado la humildad de su esclava". La nada. Quiere decir esto. No tuvo un acto de humildad y por eso Dios le dio determinada gracia, sino María reconoce que no es nada, sino en Dios.

Quizás también sea que por eso que en el Magnificat no aparece la palabra agradecer, sino glorificar, exultar, y cuando nosotros la contemplamos en esa oración, no podemos contemplarla sino con los brazos en alto, sonriente, alegre, feliz, cantando y bailando.

En la cultura semita las palabras siempre van en profunda consonancia con el cuerpo. Exultar y alabar es decirle a Dios: GRACIAS, DIOS, gracias por tu bondad, expresándolo también con el cuerpo. Así la contemplamos. Así la miramos.

María le devuelve a Dios el hecho de ser Dios en su acción de gracias y reconoce que todo lo que hay en ella es por Él. Ella le atribuye a Dios la mirada al decirle gracias. Lo extraordinario que está ocurriendo en ella, no se atribuye a sí misma ningún mérito. Ella está llena de gracia y esto es obra de Dios.

El icono que mejor expresa, dice Cantalamesa, en un texto que te lo recomiendo, "María, Espejo de la Iglesia". Dice Raniero Cantalamesa, predicador de Juan Pablo II, y de la Curia Romana, antes de que lo hiciera Mons. François Van Thuan, el icono que mejor expresa todo esto es el de la Panajia, o Toda Santa.

Hay una imagen que la muestra así y que se venera en Rusia muy especialmente. ¿Cómo aparece María? La Madre de Dios está en pie, con los brazos elevados y en una actitud de total apertura y de total acogida. El Señor está con ella. Esta imagen lo dice, relata Cantalamesa. Es la expresión del rostro de un niño que se hace visiblemente transparente. En el centro de la imagen aparece el rostro de María, como una niña, resplandeciente de transparencia. Es un rostro todo asombro, es un rostro todo silencio, es un rostro todo acogida, como si dijera, dice Cantalamesa, miren, miren lo que el Señor ha hecho en mí en el día en que quiso poner sobre esta pequeñez de creatura su mirada.

Esta invitación de "miren", miren esta transparencia, miren esta sencillez, miren lo que Dios ha hecho en mí, en esa expresión hay una invitación a hacerse discípulo de María.

Brota de la misma expresión. María es un camino que Dios nos abre, para entender cómo debemos disponer el corazón para recibir la gracia de Dios.

Ayer lo compartíamos en la Eucaristía, en la reflexión de la mañana por la radio. Unos catequistas invitaron a unos chicos a ir a la iglesia Catedral de su ciudad, y cuando se acercaron a los vitreaux donde estaban las imágenes de algunos santos, el catequista les explicaba a los chicos: Miren, esos que están allí son los santos. Los amigos de Dios.

Uno de los chicos, al regreso a su casa, se encuentra con la madre haciéndole algunas preguntas de cómo le fue, de qué hicieron, por donde anduvieron. Cuando le contó que fueron a la catedral y vieron algunos santos, la madre le preguntó: ¿y quiénes son los santos? Los santos, contestó el chico, son los que dejan pasar la luz. Haciendo referencia al vitreau.

María es eso. La Llena de Gracia deja pasar la luz y nosotros estamos llamados a eso también. Lo podemos hacer si nos dejamos tomar por Ella, y nos hacemos uno en alianza de amor con Ella, al punto tal, que nosotros podamos decir también, como lo dice el Apóstol, y como de algún modo también lo expresa Ella, "Yo ya no vivo, es Cristo quien vive en mí". Este es el camino de la santidad.

Ya no ser uno, sino la gracia de Dios en uno. "Soy lo que soy, por la gracia de Dios", dice el Apóstol también. Esta posibilidad está dada en el reconocimiento de la pequeñez. Esta posibilidad de dejarnos tomar todo por la gracia de Dios para que nuestra vida alcance su plenitud, y el proyecto de Dios sea plenitud en nuestra vida, está dada por el reconocimiento de nuestra pequeñez, de nuestra condición humilde.

Cuando Pablo siente que en su carne tiene clavada una espina, cuando se encuentra con su límite, cuando se encuentra con su pobreza, con su pequeñez, escucha una voz que le dice: te basta mi gracia. En tu debilidad Yo me hago fuerte.

Esto es lo que Dios quiere de nosotros, que reconozcamos nuestra pequeñez, que dejemos de lado la omnipotencia, que dejemos de lado la prepotencia, que nos apartemos de aquel lugar donde nos paramos para defendernos de nosotros mismos, que ponernos la coraza, y empezar a descubrir aquello que mejor tenemos a los ojos de Dios, que es nuestra pobreza.

Cuando soy débil entonces soy fuerte, dice el Apóstol. Él hace esta experiencia. Es la misma que hace María, y es la que Jesús pide que hagamos nosotros, que reconozcamos que somos pequeños, que sin Dios no podemos, que sin Él nada podríamos hacer. Que todo lo bueno en nosotros depende de la gracia de Dios.

"Yo soy el que soy, -le decía el Señor a Santa Catalina,- tú eres la que no eres", y entonces Catalina comienza a descubrir que ella puede comenzar a ser ella misma, en Aquél que le decía YO SOY EL QUE SOY. Lo mismo le decía el Señor a Moisés en el desierto: Yo soy.

Yo soy, dice el Señor, pero también utilizaba otra expresión para hablara de ese "Yo soy el que soy". El Señor pasó ante él proclamando. El Dios compasivo, el clemente, el paciente, el misericordioso y fiel. Tarado en la cólera y rico en gracia. Cuando Dios dice "ser el que es", está diciendo que en Él está la riqueza de todo don y de toda gracia.

Nosotros, como Catalina de Siena, tenemos que reconocer que "no somos", que sin Él, no podemos.

GRACIA...

Gracia
SS. Juan Pablo II



La Iglesia sabe y enseña que todo "el influjo salvífico de la Santísima Virgen" sobre los hombres dimana del divino beneplácito y de la "superabundacia de los méritos de Cristo"; se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. Y, lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes con Cristo, la fomenta. Este saludable influjo está mantenido por el Espíritu Santo, quien, igual que cubrió con su sombra a la Virgen María comenzando en ella la maternidad divina, mantiene así continuamente su solicitud hacia los hermanos de su Hijo.
María con razón es honrada con especial culto por la Iglesia; ya desde los tiempos más antiguos es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles en todos sus peligros y necesidades acuden con sus súplicas. Este culto es del todo particular: contiene en sí y expresa aquel profundo vínculo existente entre la Madre de Cristo y la Iglesia. Como virgen y madre, María es para la Iglesia un modelo perenne. El Misterio de la Iglesia consiste también en el hecho de engendrar a los hombres a una vida nueva e inmortal: es su maternidad en el Espíritu Santo. Y aquí María no sólo es modelo y figura de la Iglesia, sino mucho más: con materno amor coopera a la generación y educación de los hijos e hijas de la madre Iglesia.

Esta maternidad suya ha sido comprendida y vivida particularmente por el pueblo cristiano en el sagrado Banquete, en el cual Cristo, su verdadero cuerpo nacido de María Virgen, se hace presente. Con razón la piedad del pueblo cristiano ha visto siempre un profundo vínculo entre la devoción a la Santísima Virgen y el culto a la Eucaristía. María guía a los fieles a la Eucaristía.

De la encíclica Redemptoris Mater

EL SÍ DE MARÍA, UN GRAN DÍA PARA LA HUMANIDAD

Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
El sí de María, un gran día para la humanidad
El Misterio de amor y de misericordia, prometido al hombre miles de años atrás y anunciado por tantos profetas, se iba a hacer realidad.
 
El sí de María, un gran día para la humanidad


La noche se alejó y la suave luz del amanecer empezó a iluminar un nuevo día. Un nuevo día que parecía como uno más pero que sería el DÍA de todos los días. El gran día para la Humanidad.

Fresca la mañana, limpia la brisa en ese día de días. Día de primavera, 25 de marzo. No hubo trompetas, no hubo cañonazos, no hubo concentración de millares de personas como en los grandes eventos. Fue discretamente, sencilla y naturalmente como suelen ser todas las cosas grandes de Dios.

Una virgen en oración. Un lugar: Nazaret, ciudad de Palestina y el arcángel Gabriel como embajador de Dios. Un saludo: - ¡Dios te salve María, llena eres de gracia! Y con este saludo, una petición de colaboración.

El Misterio de amor y de misericordia, prometido al género humano miles de años atrás y anunciado por tantos profetas, se iba a hacer realidad.

Creo yo que todo quedó en suspenso. La naturaleza, el aire, el universo en pleno tuvieron que contener su aliento vital en la espera de oír la respuesta de María. Los labios de la virgen se movieron, primero para aclarar una duda, pero una vez que esta fue disipada, volvió a hablar para dar su consentimiento a esa misión celestial.

María, la llena de gracia, aceptaba humildemente el Gran Designio para el que se le pedía su cooperación, sin envanecimiento porque sabía que la realeza y la gloria de su gracia pertenecían a Dios, venía de Dios.

Y María dijo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según Tu Palabra".

Necesariamente tuvo que haber habido un estremecimiento en todo el orbe. Los cielos y la tierra, la creación entera tuvo que conmoverse en ese grandioso momento. Y en ese instante, de allá del Seno del Padre, el Espíritu Santo descendió y cubrió a la siempre virgen, a la llena de gracia, con su sombra y el Verbo de Dios quedó para siempre unido a la raza humana.

El Hijo de Dios, el Hijo de María daba comienzo a su vida de hombre, sin dejar de ser Dios, en el seno de esta mujer escogida por el Altísimo para cooperar, para cocrear con Dios con su libre consentimiento y ser desde el instante de este ¡Fiat!, corredentora de la Humanidad.

Después ... después pasaron muchas cosas. Todas las que estaban escritas, pero los cristianos no podemos, no debemos olvidar ese día, ese momento y mucho menos a la siempre virgen, a la llena de gracia, a María la Madre de Dios y Madre nuestra.

Por eso el Papa Juan Pablo II tenía una muy especial devoción al "Ángelus", esa oración que se dice al comenzar el día, al tiempo del mediodía y cuando el día está en el ocaso:

"El ángel del Señor anunció a María"- "Y concibió por gracia del Espíritu Santo"- Y se reza un Ave María.

"He aquí la esclava del Señor"- "Hágase en mí según Tu Palabra"- Otra Ave María.

"Y el Verbo se hizo carne" - "Y habitó entre nosotros" y se termina con un Ave María.

Sencilla oración. Diario recuerdo amoroso a nuestra Madre la Virgen María.

Cuando esta bella oración del Ángelus se extienda por todo el mundo, cuando esto suceda... nuestro mundo será mejor.



La Anunciación del Ángel a la Virgen Máría. Fiesta de Jesús que se encarnó y fiesta de la Virgen, que fue la que dijo "Hágase en mí según tu palabra"



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  • Ma. Esther de Ariño

    sábado, 24 de marzo de 2012

    INTENTA...

    Intenta

    Cierra los ojos por algunos minutos
    y deja tus pensamientos volar por sitios de amor.
    No podemos cambiar el mundo,
    ni quitar todo el dolor de la tierra,
    ni tener ya resueltos todos nuestros problemas,
    pero podemos a cada minuto
    mirar con ojos del amor a cada cosa.

    Si pensamos que todo es pasajero,
    miraremos con cariño lo negativo
    que te encamina a la elevación y perfección,
    y luego observaremos con felicidad
    el cambio del mal en bien,
    de tristezas en alegrías.

    Lo que hoy nos hace sonreír
    fueron las cosas que nos hicieron llorar ayer.
    Nuestras faltas de hoy también son las alegrías
    de mañana. Las personas se van,
    los amores se pierden en el tiempo,
    los problemas se solucionan,
    hasta el mismo sol se va cada noche
    para renacer al día siguiente.

    No te quedes en el medio del camino,
    sigue adelante sin rendirte. Intenta,
    porque allá al final... algo te espera!.

    NADIE PUEDE VIVIR SIN AMOR...

    Nadie puede vivir sin amor
    Autor:  Padre Guillermo Ortiz SJ.



    Es tan importante el amor en la vida de las personas que de tan importante es verdaderamente sagrado. Pero no es sagrado porque es importante. Es sagrado porque es un don de Dios, algo que viene de lo alto, algo que no logramos los humanos haciendo de tripas corazón.
    El amor es un don que se alcanza por la comunión con las Personas divinas, por la comunión con el Padre Dios y su Hijo Jesús que viven en este Espíritu de Amor, y nos bendicen con este don a los humanos. Y esta comunión con las personas divinas es el Amor de Dios y a Dios.
    Por eso Dios desde el principio nos da los mandamientos, y estos mandamientos se resumen en el amor a Dios y al prójimo, pero no como algo que podamos lograr haciendo de tripas corazón. Este amor que Dios nos exige es un don que viene de lo alto, y hay que pedirlo con insistencia en la oración y buscarlo en los sacramentos de la reconciliación y la Eucaristía.
    Concédeme Señor tu Espíritu de Amor.
    Ven Espíritu Santo.

    CRISTO ES REDENTOR PORQUE ES HIJO DE DIOS

    Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
    Cristo es redentor porque es Hijo de Dios
    Sábado cuarta semana de Cuaresma. Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos.
     
    Cristo es redentor porque es Hijo de Dios


    La liturgia de estos días nos va hablando de cómo Jesús se va encontrando cada vez más ante un juicio. Un juicio que Él hace sobre el mundo y, al mismo tiempo, un juicio que el mundo hace sobre Él. El juicio que el mundo hace sobre Él se define en la fe, y por eso dirá: "Si no creen que Yo soy". Ese juicio, que se define en la fe, es el juicio del hombre que tiene que acabar por aceptar la presencia de Dios tal y como Él la quiere poner en su vida, porque mientras el hombre no acepte esto, Jesucristo no podrá verdaderamente salvarlo.

    Cristo es acusado, y por eso dirá: "Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre conocerán lo que Yo soy". Pero, al mismo tiempo es juez, y es Él mismo el que realiza el veredicto definitivo sobre nuestro pecado.

    El juicio que nosotros hacemos sobre Cristo se resume en la cruz. Dios envía a su Hijo, y el mundo lo crucifica; Dios realiza la obra de la redención a través del juicio que el mundo hace de su Hijo, es decir de la cruz.

    Esto es para nosotros un motivo de seria reflexión. El darnos cuenta de que nuestro juicio sobre Cristo es un juicio condenatorio, porque lo llevan a la cruz.

    Nuestros pecados, nuestras debilidades, nuestras miserias, reconocidas o no, son las que juzgan a Cristo. Y lo juzgan haciéndolo que tenga que ser levantado y muerto por nosotros. Ésa es nuestra palabra sobre Cristo; pero, al mismo tiempo, tenemos que ver cuál es la palabra de Cristo sobre nosotros. Jesús dirá: "Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces conocerán que Yo soy". Ese "Yo soy", no es simplemente un pronombre y un verbo, "Yo soy" es el nombre de Dios. Cuando Cristo está diciendo "Yo soy", está diciendo Yo soy Dios.

    La cruz es la que nos revela, en ese misterio tan profundo, la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, porque la cruz es el camino que Dios elige, que Dios busca, que Dios escoge para hacer que nuestro juicio sobre Él de ser condena, se transforme en redención. Ésa es la moneda con la que Dios regresa el comportamiento del hombre con su Hijo.

    Hay situaciones en las que, por nuestros pecados y por nuestras debilidades, vivimos en la obscuridad y en la amargura. Parecería que la expulsión de la comunión con Dios, que produce todo pecado, sería la auténtica respuesta de Dios al hombre, y, sin embargo, no es así. La auténtica respuesta de Dios al hombre es la redención. Mientras que el hombre responde a Dios juzgando, condenando y crucificando a su Hijo, Dios responde al hombre con un juicio diferente: la redención, el perdón. Pero para eso nosotros necesitamos ponernos en manos de Dios nuestro Señor.

    Cristo constantemente nos está diciendo que Él es redentor porque es Hijo de Dios. Es decir, Él es el redentor porque es igual al Padre. "Yo soy", no me ha dejado solo, yo hago siempre lo que a Él le agrada. Ése es Cristo. Por eso es nuestro redentor. Cristo no es solamente alguien que se solidariza con nosotros, con nuestros pecados, con nuestras debilidades; Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos.

    Tenemos urgencia de descubrir esto para hacer de Cristo el primero. Único y fundamental punto de referencia; criterio, centro y modelo de toda nuestra vida cristiana, apostólica, espiritual y familiar, para que verdaderamente Él pueda redimir nuestra vida personal, para que Él pueda redimir la vida conyugal de los esposos cristianos, para que Él pueda redimir la vida familiar, para que Él pueda redimir la vida social de los seglares cristianos, porque si Cristo no se convierte en punto de referencia, no podrá redimirnos.

    Se acerca la Semana Santa, que son momentos en los que podríamos quedarnos simplemente en una contemplación sentimental de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor, cuando lo que está sucediendo en la Semana Santa es que Cristo se convierte en el juez y Señor de la historia, en el único que puede vencer a lo que destruye a la historia, que es la muerte. Cristo, vencedor de la muerte, se convierte así en el Señor de toda la historia y de toda la humanidad; en juez de toda la historia de la humanidad, y lo hace a través de la cruz, por lo que se transforma de condena en redención.

    Seamos capaces de ir cristianizando cada vez más nuestros criterios, de ir cristianizando cada vez más nuestros comportamientos y de ir haciendo de nuestro Señor el punto de referencia de nuestra existencia. Que nuestra fe, nuestra adhesión, nuestro ponernos totalmente del lado de Cristo se conviertan en la garantía de que nosotros no muramos en nuestros pecados, sino que hagamos de la condena que sobre ellos tendría que cernirse, redención; y del castigo que sobre ellos tendría que caer en justicia, hagamos misericordia en nuestros corazones.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Cipriano Sánchez LC

    viernes, 23 de marzo de 2012



    «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». 

    Mateo 16,13-20

    EL MISTERIO DE MARÍA...


    El misterio de María
    Padre Tomás Rodríguez Carbajo



    Todo lo que dice relación a Dios está impregnado de misterio, de realidad incomprensible. María está cerca, está dentro, está llena de Dios y por lo tanto de misterio.

    Dios la eligió como Madre y ella lo albergó en su seno.

    Tiene un solo Hijo y al mismo tiempo es Madre de todos los hombres.

    Su dignidad no le hace olvidar las necesidades perentorias de los que le rodean.

    Es la mujer esperada durante tantos siglos en el pueblo de Israel y no publica a nadie su llegada.

    Carece de medios materiales y posee la riqueza del cielo.

    No desdeña obedecer las leyes humanas, quien tiene autoridad moral sobre quien dictó las leyes naturales.

    Se vacía de Sí misma, para llenarse de Dios.

    Junta en Sí al mismo tiempo la virginidad y la maternidad.

    Coopera en la salvación de las personas, que es al mismo tiempo la primera redimida.

    Muere de amor y alcanza ser Reina de los mártires.

    Une en su persona la sencillez de una madre y la excelencia de una Reina.

    Su aprecio y estima no está puesta en los aderezos, sino en el cultivo del amor de Dios en su corazón.

    Siempre estuvo atenta a los deseos de la voluntad de Dios sin que se lo impidiera el trajín del mundo.

    En su corazón no se guardaba como en caja fuerte lo que iba aprendiendo de Dio, sino que lo difundía como aroma, que no se puede contener.

    Era sumisa a su marido y estaba siempre complaciente con lo que pedía Dios.

    Los vínculos de la sangre no son más acreditativos ante su Hijo que su fidelidad a la Palabra de Dios.

    Nosotros aceptamos el misterio de María, todo comenzó en Dios, que quiso nacer de una mujer.

    AMOR FRATERNAL

    Amor fraternal


    La historia cuenta que había dos hermanos que se querían con toda el alma.

    Ambos eran agricultores. Uno se casó y el otro permaneció soltero.

    Decidieron seguir repartiendo toda su cosecha a medias.

    Una noche el soltero soñó: ¡No es justo! Mi hermano tiene mujer e hijos y recibe la misma proporción de cosecha que yo que estoy solo. Iré por las noches a su montón de trigo y le añadiré varios sacos sin que él sé de cuenta.

    A su vez el hermano casado soñó también una noche: ¡No es justo! Yo tengo mujer e hijos y mi futuro estará con ellos asegurado. A mi hermano, que está solo, ¿quién lo ayudará? Iré por las noches a su montón de trigo y le añadiré varios sacos sin que sé de cuenta.

    Así lo hicieron ambos hermanos. Y ¡oh, sorpresa!, Ambos se encontraron en el camino, una misma noche, portando sacos una para el otro.

    Se miraron, comprendieron lo que pasaba y se abrazaron con un abrazo de hermano, aún más fuerte, y para siempre.

    A veces, es necesario hacer un alto en nuestra vida y revalorizar las bendiciones que tenemos al contar con un hermano, es esencial, como cristianos, amarnos y procurarnos como tales.

    No podemos dar testimonio de Vida, si no amamos a los que están más cerca de nosotros. El Señor nos pide caridad y entrega.

    Hoy es un buen día para empezar.


    LA POBREZA Y LA FE

    La pobreza y la fe
    Autor: Padre Mamerto Menapace  OSB


    No habrá tenido mucho. Pero lo que tenía era muy suyo. Sobre todo, porque de tanto llevarlo encima había terminado por sentir indispensables todas esas realidades: sus botas, su poncho, sus ropas, su chambergo y su facón.

    ¡Habían compartido tantas cosas juntos, que había terminado por encariñarse con todo eso! Más que cosas suyas, las sentía como parte de sí mismo. Como realidades de su misma historia. Al sentir consigo todas esas realidades, se sentía viviendo una historia con continuidad: historia con pasado. Y todo hombre que está en camino siente la tentación del pasado. Tentación que se concretiza en el poseer; en el no dejar.

    Al llegar a la orilla de ese río, la opción le resultó dura. Esa realidad del río que atravesaba como un tajo su camino, le exigía una decisión dolorosa. No es que no quisiera atravesarlo; ¡si para eso se había puesto en camino! Lo duro no estaba en vadearlo; sino en que para vadearlo debía tomar una actitud nueva frente a todas sus cosas viejas; frente a todo lo que era suyo; frente a todo lo que se le había adherido.

    Todo bicho exigido a dejar el pellejo, busca arrinconarse. Lo busca hasta el gusano que quiere ser mariposa. Para poder crecer hasta el volido, necesita aceptar el retiro del capullo. La rosa y el gusano lo hacen por instinto; al cristiano, por ser hombre, le toca decidirlo.

    Al llegar a la orilla del río, nuestro hombre se acurrucó en silencio. Antes de despojarse por afuera necesitaba unificarse por dentro. Necesitaba mirar la correntada, dejar que ella le entrara por los ojos y se le fuera corazón adentro. Necesitaba que el corazón pasase primero, para poder luego seguirlo su cuerpo. En esa actitud se le fue la tarde, y la noche le cayó encima con todo su misterio. Y en esa actitud lo pilló el lucero. Fue entonces recién cuando dijo: "sí". Un sí que lo venía arreando desde lejos. El mismo sí, que lo pusiera en movimiento al comienzo.

    Despacio se puso de pie, se quitó el poncho y lo tendió en el suelo. Se sacó las botas y las colocó en el centro. Luego el facón, el pañuelo, la faja y el chambergo. A cada pilcha que entregaba, el hombre se iba empobreciendo. Los grandes momentos de la vida no necesitan dramatismo. El drama es el escenario ficticio que necesitan ciertos acontecimientos cuando carecen de suficiente espesor para impactarnos por sí mismos. O cuando no han sido aceptados por la rumia y nos resultan indigestos.

    Por eso el hombre, sin broma ni drama, ató las cuatro puntas del poncho que contenía todo los suyo. Lo voleó tres veces como un lazo para darle impulso y lo tiró por encima de la correntada para que fuera a caer a la otra orilla. De este modo colocaba lo suyo allí donde él mismo debía llegar. Hacía que lo suyo se le adelantara para esperarlo en la meta.

    Y allí quedó él, en la orilla de acá, liberado de todo para poder vadear mejor ese río y urgido a vadearlo para poder encontrarse con todo lo suyo, que lo había precedido. Porque era un hombre que amaba profundamente lo suyo.

    Nada se ha de perder de lo que el Padre nos ha dado.

    Hace más de veintitrés siglos un joven salmista, al que le pasó algo parecido, le decía al Señor en un largo poema:

    Yo pongo mi esperanza en vos Señor, que no quede frustrada mi esperanza

    (Salmo 118)

    QUE EL SEÑOR SANTIFIQUE NUESTRA VOLUNTAD...

    Autor: P. Cipriano Sánchez | Fuente: Catholic.net
    Que el Señor santifique nuestra voluntad
    Viernes cuarta semana de Cuaresma. Aceptar plenamente el camino, el designio de Dios sobre nuestra vida.
     
    Que el Señor santifique nuestra voluntad
    Sb 2, 1. 12-22
    Jn 7, 1-2; 10, 25-30

    "Jesucristo -nos dice el Evangelio-, no es capturado porque todavía no había llegado su hora”. Es éste uno de los temas que más recurren en San Juan: la hora de Cristo como el momento de la redención, como el momento en el cual Él va a librarnos a todos de nuestros pecados. La hora de Cristo es una hora que no es suya, no está impuesta por Él, sino que es la hora que el Padre le ha impuesto, y mientras no llegue ese momento, Jesucristo va a vivir, por así decir, libre de sus enemigos; pero en el momento que esa hora llegue, Jesucristo va a ser entregado a sus enemigos.

    Esto nos podría parecer una especie de determinismo o de falta de libertad, cuando realmente es un sumergirse en la orientación de nuestra libertad a la adhesión total a Dios. En el caso de Cristo, el hecho de tener que obedecer a Dios va a significar, en ese momento concreto, escaparse de sus enemigos: "Todavía no había llegado su hora". Sin embargo, sabremos que después, cuando llegue su hora, Jesucristo será entregado. Es lo que Jesús dice a los soldados que van a aprenderlo en el Huerto de los Olivos: "Ésta es vuestra hora y la del Príncipe de las Tinieblas".

    Es una disposición interior que nosotros tenemos que llegar a tomar: la disposición interior de llegar a aceptar la hora de Dios sobre nuestra vida. Es decir, aceptar plenamente el camino, el designio de Dios sobre nuestra vida, lo cual requiere nuestra capacidad de purificar nuestra voluntad, nuestra capacidad de decir a nuestra voluntad que no es ella la que tiene que mandar, sino que es Dios nuestro Señor quien lo tiene que hacer.

    Podríamos decir que es la vida la que nos va guiando, porque aunque nosotros podemos planear unas cosas u otras, a la hora de la hora, es la vida la que nos va diciendo por dónde tenemos que ir. Nosotros podríamos tener planes, pero cuántas veces esos planes se rompen, se quebrantan precisamente cuando nosotros pensaríamos que más falta nos hace que no se quebrantasen. Este aspecto de nuestra vida requiere que nosotros aprendamos a encontrar y aceptar, en nuestra voluntad, lo que Dios nos pide, y no como quien se resigna, sino como quien libremente se ofrece a Dios. La libertad y la voluntad son elementos que tienen que conectarnos con Dios.

    El libro de la Sabiduría habla de "lo que los malvados dicen entre sí y discurren equivocadamente". Nos dice todos los planes que tienen contra el hombre justo, cómo están dispuestos a atacarlo, cómo están dispuestos a romperlo, cómo están dispuestos a matarlo: "Condenémoslo a muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él". Y termina diciendo: "Así discurren los malvados, pero se engañan; su malicia los ciega. No conocen los ocultos designios de Dios, no esperan el premio de la virtud, ni creen en la recompensa de una vida intachable".

    No nos dice nada de que al justo se le vaya a librar de todos esos planes de los malvados, simplemente nos dice que estos hombres no conocen lo que Dios espera oír de ellos.

    Nos podríamos preguntar: ¿Y el justo que tiene que enfrentarse con esa injusticia de parte de los malvados? ¿Y el justo que tiene que sufrir todo lo que ellos dicen? Este aspecto llama a nuestra voluntad a hacerse una pregunta: ¿Realmente mi voluntad está puesta en Dios, independientemente del «entrecruzarse» de las libertades humanas, de los ambientes, de las situaciones que nos acaecen? ¿Nuestra libertad, cada vez que se da cuenta de que Dios llega a la vida, ha aprendido a abrirse de tal manera al Señor que, en todo momento, acepte y se abrace libremente a ese misterio que es la presencia de Dios en nuestras vidas?

    Quizá ése es el punto más difícil de llegar a entender. Podemos entender el abrazarnos a determinadas situaciones positivas, incluso algunas negativas, pero es difícil cuando el alma siente la impotencia, cuando sentimos que el alma se nos rompe o que nuestra voluntad no termina de obedecernos, no termina de ubicarnos y orientarnos hacia donde tendríamos nosotros que ir.

    Es precisamente este designio el que tendríamos que controlar, y para lograrlo es necesario ver en qué lugar nuestra voluntad no está plenamente orientada hacia Dios.

    Sabemos que no es fácil orientar en todo momento la voluntad hacia Dios, porque basta que algo no salga como nosotros querríamos y de nuevo volvemos a ser retados, y de nuevo nuestra voluntad vuelve a ser puesta en cuestionamiento para ver qué vamos a hacer con ella.

    El camino de purificación de nuestra voluntad y de nuestra libertad es la constante sumisión libre a Dios; el constante abrazarnos al modo concreto en el cual Dios se nos va presentando en nuestra vida."Salva el Señor la vida de sus siervos; no morirán quienes en él esperan".

    En el fondo, la purificación de nuestra voluntad tiene este objetivo: esperar en Dios, aunque pueda parecer que alrededor están las cosas muy difíciles; aunque pueda parecer que todo alrededor es obscuridad, es dificultad. "Muchas tribulaciones para el justo, pero de todas ellas Dios lo libra".

    Hay veces que nuestra inteligencia no ve más arriba, no sabe por dónde llevarnos y puede arrastrar a nuestra voluntad y alejarla de Dios. Nuestra voluntad, aun en medio de las dificultades, de las tribulaciones y de las pruebas, tiene que ser capaz de entender que solamente quien se abraza a Dios puede llegar a estar cerca de Él. "El Señor no está lejos de sus fieles". La fidelidad es obra de nuestra voluntad purificada, puesta totalmente en manos de Dios nuestro Señor.

    Que en este camino de Cuaresma aprendamos a descubrir esta purificación de nuestra voluntad. Cada uno en su ambiente, en su lugar, con sus circunstancias. Una purificación de la voluntad que supone el constante exigirse y llamarse a sí mismo al orden, para ver si en todo momento estamos viviendo según la hora de Dios o estamos viviendo según nuestra hora; según la voluntad de Dios o según nuestra voluntad.

    Dejemos que el Señor santifique nuestra voluntad, de tal manera que podamos adherirnos a Él, que podamos ponernos totalmente en Él en este camino de conversión que es la Cuaresma, que reclama no solamente una serie de obras de penitencia interior, sino que reclama, sobre todo, la reestructuración y la reeducación de nuestra vida hacia Dios.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Cipriano Sánchez LC

    jueves, 22 de marzo de 2012

    ORACIÓN POR LA FAMILIA

    ORACION POR LA FAMILIA

    Padre Celestial, nos has dado un modelo de vida en la Sagrada Familia de Nazaret. Ayúdanos, Padre amado, a hacer de nuestra familia otro Nazaret, donde reine amor, la paz y la alegría.

    Que sea profundamente contemplativa, intensamente eucarística y vibrante con alegría. Ayúdanos a permanecer unidos por la oración en familia en los momentos de gozo y de dolor. Enséñanos a ver a Jesucristo en los miembros de nuestra familia especialmente en los momentos de angustia.

    Haz que el corazón de Jesús Eucaristía haga nuestros corazones mansos y humildes como el suyo y ayúdanos a sobrellevar las obligaciones familiares de una manera santa.

    Haz que nos amemos más y más unos a otros cada día como Dios nos ama a cada uno de nosotros y a perdonarnos mutuamente nuestras faltas como Tú perdonas nuestros pecados.

    Ayúdanos, oh Padre amado, a recibir todo lo que nos das y a dar todo lo que quieres recibir con una gran sonrisa. Inmaculado Corazón de María, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.

    Santos Angeles de la Guarda permaneced a nuestro lado, guiadnos y protegednos. Amén

    Madre Teresa M.C.

    DIOS TE SALVE, MARÍA...

    Dios te salve, María...
    Ornella Accatino



    El mundo entero te saluda como a su Reina
    y como a la creatura más sublime.
    Por eso te repiten sin cesar:
    ¡DIOS TE SALVE, MARIA!

    Vos sos la auténtica triunfadora sobre el Mal.
    Estás siempre presente
    en todas las empresas limpias,
    en todos los sueños puros,
    en todas las sonrisas sinceras.Por eso te decimos sin temor a exagerar:
    ¡LLENA ERES DE GRACIA!

    Estás sobre los ángeles y arcángeles,
    sobre las nubes y sobre las estrellas.
    Pero igualmente te encontramos
    en esa niña que fuiste,
    en el amor de esa joven que vos sentiste,
    en el sufrimiento de ese perseguido político
    que vos experimentaste,
    en la soledad de esa madre
    de hijo ajusticiado por la que pasaste,
    en las penurias de quien tiene que vivir
    -como vos viviste- con un jornal de hambre,
    en la vejez de quien se acoge
    en la casa de otro como te cobijaste vos.
    Estás con todos y por eso gritamos:
    ¡EL SEÑOR ESTA CONTIGO!

    Porque dejaste hacer al Señor Dios,
    porque conservabas todo -todo lo que no entendías- para meditarlo luego en tu corazón.
    Porque creíste, porque callaste, porque no figuraste, dos mil años después de todo eso te seguimos diciendo:
    ¡BENDITA TU ERES ENTRE TODAS LAS MUJERES!

    Lo tuyo, María, siempre fue llevar hacia tu hijo.
    Se lo mostraste a los buenos pastores, a los opulentos magos,
    a los boquiabiertos camareros de Caná, a los primeros cristianos,
    a Don Bosco, a María Mazzarello, a Laurita, a nosotros...
    Por eso ahora, al bendecirte, añadimos:
    ¡Y BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE, JESUS!

    Privilegios, títulos, advocaciones o simples piropos
    te han envuelto, Madre, desde el primer instante de tu lnmaculada Concepción.
    Fuiste la Madre, la Maestra y la Auxiliadora;
    sin embargo, sabemos que todo se sustenta
    en el hecho misterioso de que seas:
    ¡SANTA MARIA, MADRE DE DIOS!

    Sos el cauce, sos el canal,
    sos la Medianera Universal de todas las gracias que nos regala Dios.
    Sos la Madre que un día nos engendró a la vida de gracia
    y que lo seguirás siendo en el momento de nuestra entrega definitiva.

    Por eso clamamos finalmente:
    RUEGA POR NOSOTROS –PECADORES-AHORA Y EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE.
    ¡AMEN!

    PADRE NUESTRO, A MANOS LLENAS

    Padre Nuestro, a manos llenas
    Autor: Fran Alvarez


    ¡Oh Padre Nuestro! que estás en el cielo,
    llevo tu nombre como voz que suena
    en ese espacio que llevamos dentro,
    santificando todas nuestras penas.

    Cierra la herida que se abrió en mi pecho
    y que tu Reino rompa mis cadenas,
    tu voluntad será mi fe y silencio
    y correrá tu sangre por mis venas.

    Danos el pan que amasas en tu templo,
    escancia el vino de la última cena,
    perdona ofensas que pagué en el tiempo
    que yo también perdonaré condenas.

    Tú eres el Padre que cubrió mi cuerpo
    con esa miel que dejan tus colmenas,
    sobre tus labios colgaré mis versos
    al aire limpio de tu luz serena.

    Que no tropiece en tentación mi vuelo,
    colma mi vientre de almas y azucenas
    y no permitas que roce el invierno
    mi corazón, que es tuyo a manos llenas

    ¡Oh Padre Nuestro!, que estás en el cielo,
    danos el pan y el vino de tu cena.
    Tú eres el Padre que ha puesto en mi cuerpo
    un corazón, que es tuyo a manos llenas.

    MEDITACIONES EUCARÍSTICAS AL ROSARIO MARIANO

    MEDITACIONES EUCARÍSTICAS
    AL ROSARIO MARIANO

    Misterios de Luz

    Primer Misterio de luz: el bautismo de Jesús en el Jordán. El Espíritu Santo había sobrevolado sobre el vientre virginal de María, consagrando la Humanidad santísima del Verbo de Dios; ahora, en forma de paloma, sobrevuela en el Jordán, sobre la cabeza de Jesús, revelando públicamente a Jesús como el Hijo Unigénito del Padre; sobre el altar eucarístico, el Espíritu Santo, por medio del sacerdote ministerial, que actúa in Persona Christi, sobrevuela sobre el altar no como paloma, sino como viento y fuego, y convierte las ofrendas inertes del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesús resucitado.

    Segundo Misterio de luz: las bodas de Canaá. Por un pedido de María, Jesús convierte el agua en vino, alegrando de esa manera el banquete de los esposos. El agua se convierte en un vino exquisito, y con este vino los cónyuges pueden celebrar con alegría la alianza esponsal. El vino convertido del agua es un don de Jesús a los esposos, es el regalo de bodas de Jesús y de María a los cónyuges. El milagro de Canaá es una prefiguración de un milagro que provocará asombro infinito en quien lo contemple, porque será infinitamente más grandioso que la conversión del agua en vino: el milagro de Canaá es figura de la conversión del vino en su Sangre, la sangre del Cordero. En Canaá, María pide a su Hijo que con el poder de su Espíritu convierta el agua en vino; en la Misa, la Iglesia, de quien María es modelo, pide a Jesucristo que convierta, con el poder del Espíritu infundido sobre el altar, el vino en la Sangre del Señor Jesús. En Canaá, el vino que viene del agua alegra la mesa de los cónyuges, que celebran su alianza esponsal; en la Iglesia, el vino que se convierte en la Sangre de Jesús alegra el banquete celestial, con el cual Dios celebra su Alianza esponsal con la humanidad. En Canaá se alegraron los esposos por el vino nuevo, en la Misa se alegran los hombres santificados por Jesucristo por el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre del Cordero.

    Tercer Misterio de luz: la proclamación del Reino. El Reino es la gracia de Cristo Dios, la gracia es la participación a su vida, su vida es luz divina. Quien vive en gracia, vive iluminado por la luz de Cristo, y vive ya, en esta vida, en el Reino de Dios. Y si el Reino es la gracia de Cristo Dios, como la Eucaristía es Cristo Dios, que es la Fuente de la Gracia, porque es la Gracia Increada, cuando estamos delante de la Eucaristía, estamos delante del Rey del Reino de Dios, y el Reino de Dios está donde está su Rey. Tener la Eucaristía es tener el Reino de Dios; contemplar la Eucaristía es contemplar el Reino de Dios; consumir la Eucaristía es poseer dentro de sí el Reino de Dios.

    Cuarto Misterio de luz: la Transfiguración en el Monte Tabor. La luz de la gloria de Dios se trasluce a través de la humanidad de Cristo en el Monte Tabor, antes de la Pasión, para que cuando Jesús sea crucificado, al recordar la luz del Tabor, los discípulos se fortalezcan en la fe en la resurrección. Cuando Jesús sea golpeado, insultado, coronado de espinas y crucificado, los discípulos no podrán reconocer en el Crucificado a su Maestro, y sin embargo, el Señor crucificado es el mismo Señor de la gloria que en el Tabor hace resplandecer la luz de Dios. La luz del Tabor será el consuelo de los discípulos cuando las tinieblas del Calvario cubran la tierra. Luz en el Tabor, tinieblas en el Calvario, luz en el Nuevo Monte Tabor, el altar eucarístico de la Iglesia santa. La luz del Tabor es la luz de Jesús resucitado, antes de sufrir la Pasión; la luz del altar, la luz de Cristo Eucaristía, es la luz de Jesús resucitado cuando ya ha cumplido su misterio pascual de muerte y resurrección, que no solo nos recuerda el futuro de gloria y eternidad en las horas de cruz de esta vida, sino que nos concede ya de su gloria y de su resurrección en la comunión.

    Quinto Misterio de luz: la institución de la Eucaristía.
    ¿Por qué la institución de la Eucaristía es un misterio de luz? Si contemplamos la Eucaristía, tiene el aspecto y la luminosidad de un pan común, pero de ninguna manera irradia luz. ¿Por qué entonces es un misterio de luz? La respuesta está en las palabras de Jesús en el Evangelio: “Yo Soy la luz del mundo” (Jn 8, 12). Jesús es la luz del mundo, porque Jesús es Dios y Dios es luz: no una luz conocida, como la del sol o la luz artificial, sino una luz desconocida, que brota del seno mismo de Dios Uno y Trino. Dios Trino es luz infinita, brillante, inaccesible, desconocida para las creaturas; es una luz que además de iluminar, da vida divina a quien ilumina, y con la vida da la alegría, la paz y el amor de Dios. Esa Luz que es Dios, es la que brilla en Jesús de Nazareth, porque Jesús procede eternamente del Padre –“Dios de Dios, Luz de Luz”, decimos en el Credo-, y como la Eucaristía es Jesús en Persona, entonces la Eucaristía es luz: la Eucaristía es el misterio de la luz de Cristo en medio de la noche del mundo.

    MARIA DE BETANIA SIGUIÓ A CRISTO POR AMOR...

    Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
    María de Betania siguió a Cristo por amor
    Jueves cuarta semana de Cuaresma. Jesús, cuando ve un alma generosa no la deja en buenos deseos sino que la une a Él.
     
    María de Betania siguió a Cristo por amor

    Reflexionaremos en el gesto que tiene María de Betania con Jesucristo nuestro Señor cuando ella unge a Jesús, según narra San Juan. Este Evangelio, en el que María realiza la unción de Jesús, nos habla de una mujer que ha puesto totalmente, sin reticencias de ningún tipo y con mucha firmeza, su corazón en Jesucristo. Lo que la lleva a dar testimonio público de agradecimiento para nuestro Señor.

    Esta mujer se presenta ante el mundo como fiel seguidora de Jesucristo. Es un gesto de amor, de gratitud, pero que en el fondo, es un gesto profundo de compromiso; porque la unción compromete a María a estar cada vez más cerca de Cristo.

    ¿Cuáles son los detalles que María de Betania muestra? Delante de todos, toma una libra de perfume de nardo puro, muy caro, unge los pies de Cristo y los seca con sus cabellos. No mide su gratitud con Aquél que es objeto de su amor. Es alguien que está convencida del bien que Cristo ha hecho en su vida, porque Cristo ha hecho un cambio profundo en ella. Detrás de todo está la sensibilidad profunda que la lleva a no medir su gratitud.

    El gesto de la mujer, que es el gesto de una profunda gratitud, es el fruto de un corazón comprometido, que no sólo quiere recibir, sino dar agradecimiento. Esta dimensión cambia totalmente el gesto, porque hace de un gesto común, un detalle de amor, de donación personal, de compromiso.

    Siendo Jesús un hombre discreto, que no gusta de honores, deja que María lo haga, porque Jesús ve en su corazón el compromiso personal que ella tiene con Él. Dice Jesús: “Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura”, la estoy uniendo al misterio más grande, que es mi donación personal por la salvación de los hombres. Jesús une ese darse de María de Betania al misterio de su cruz, al gesto de su don personal en la cruz; hace que esa mujer se asocie al don que Él va a dar en la cruz. Jesús llama de esta forma al amor a María de Betania: la llama a seguirlo con decisión hasta la sepultura; hasta compartir con Él el misterio de su pasión.

    Así es Jesús. Jesús, cuando ve a un alma generosa no la deja en buenos deseos sino que la une a Él. Esto es lo que el Señor ve en todas las almas a las que llama a un mayor compromiso, a las que pide un paso más de entrega: ve un corazón como el de María de Betania.

    “A Mí no siempre me tendréis”. Ésta es la segunda dimensión con la que Jesús mira a María de Betania. La dimensión de una mujer que ha captado que seguir a Cristo es un compromiso exigente, firme, sin remilgos. María quizá no había entendido quién era Cristo, pero había experimentado que seguirlo a Él no puede dejar indiferente su vida, que para seguirlo tiene que transformar hasta las fibras más íntimas de su corazón. Es un implícito acto de adoración a Cristo, de adoración a Alguien que la une a su misterio doloroso, a su misterio de don al hombre, a Alguien que se convierte para ella en una persona.

    Cristo es una persona que me ha unido a su misión redentora y que además es mi Señor. Al ser llamados, no nos podemos quedar con el buen deseo de amarlo, tenemos que llegar a la dimensión de que Cristo es el Señor, el Creador Todopoderoso, y que, además, me ha querido unir a su don a la humanidad, al misterio de salvación que es su entrega por cada uno de los hombres.

    Si es grande el misterio de su llamada, es más grande el misterio de la respuesta de María, que se entrega en ese momento, se pone a su disposición ante la llamada a hacer del amor a Cristo un amor personal, y hacer de la decisión por Cristo una opción y una decisión eficaz, sin otro límite que el del propio corazón. Esta opción nace de la conciencia profunda de haber hecho la experiencia profunda de Cristo en su alma.

    El gesto de María no tendría sentido si no fuera fruto del conocimiento personal de su opción por Cristo. Los gestos debemos llenarlos de sentido. Nuestra opción por Cristo debe tener un sentido en todas partes: en casa, en el apostolado, en la sociedad, porque los mismos gestos tienen diferente contenido, porque es una opción ofrecida a Jesucristo nuestro Señor por amor a Él.

    Cada uno de nosotros tiene que ser consciente de que, por el bautismo, es una persona más unida a Cristo, porque en cada gesto, en cada detalle que hace, hay una particular donación de su vida a Jesucristo.

    En nuestras vidas hay los mismos gestos, pero el amor es diferente, porque amamos con más profundidad, porque hemos sido unidos más a la sepultura del Señor, a la redención de Cristo, al misterio de la salvación de la humanidad.

    Cristo es dado a la humanidad. En cierto sentido, María de Betania, por su experiencia de Cristo, es también dada a Cristo. María es de Cristo porque ha tocado, ha descubierto la dimensión personal del Señor, y para ella ser cristiana no es pertenecer a una religión, sino enamorarse de una persona, tener arraigada en el corazón a una persona. Ser cristiano es seguir a Cristo, es amar a una persona, seguirla y vivir según esa persona. Es un compromiso distinto, sobre todo cuando vemos que el compromiso nace de dos dones: el don de Cristo a mi vida y el don de mi vida a Cristo para la salvación de la humanidad, en mi ambiente, en mi casa, con los míos.

    Pidámosle a Jesucristo que la unción en Betania tenga sentido en nuestras vidas, porque de la opción personal por Cristo depende todo lo que hagamos. Debemos ver a María de Betania como la mujer que ve a su Señor, se une a Él, se acerca a Él y lo experimenta personalmente.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Cipriano Sánchez LC

    miércoles, 21 de marzo de 2012

    EL PODER DEL AMOR

    Autor: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net
    El poder del amor
    El amor no es un mero sentimiento, es mucho más que eso, es una fuerza, una potencia, es un don de Dios eterno.
     
    El poder del amor

    Tolstoi narra en uno de sus cuentos la historia de un zapatero que, regresando una noche a su casa, encontró un andrajoso desconocido en la puerta de una iglesia. Lo llevó consigo a casa y su mujer le recibió con bastantes malos modos. A medida que la mujer multiplicaba sus asperezas, el desconocido se iba haciendo cada vez más pequeño. A cada palabra cruel, su rostro se arrugaba; pero cuando la mujer le dio de comer, el desconocido empezó a crecer en tamaño y hermosura. Explicaba Tolstoi que el desconocido era un ángel que había caído del cielo, y que por eso no podía vivir mas que en una atmósfera de bondad y de amor.

    Según las apariencias todo lo lograría el poder, pero la experiencia muestra que es el amor el que todo lo puede. Es el amor el que apacigua e ilumina.

    Es el amor el que une y el que alegra, es el amor el que acerca y el que cura. Sólo el amor nos hace de verdad hijos de Dios y hermanos de los demás.

    Todo lo puede el amor, pero muchos tienen que sufrir serios golpes antes de aprender que el amor está por encima del poder y el poseer. Cuesta aprender que:

  • No hay dificultad por muy grave que sea, que el amor no supere.
  • No hay enfermedad por muy grave que sea, que el amor no sane.
  • No hay puerta por muy cerrada que esté, que el amor no abra.
  • No hay distancias por muy extremas que sean, que el amor no acorte.
  • No hay muro por muy alto que esté, que el amor no derrumbe.
  • No hay pecado por muy grave que sea, que el amor no redima.
  • No importa cuán serio sea un problema o cuán desesperada una situación, el amor tiene poder para superar todo esto, porque el amor todo lo vence.

    No olvidemos nunca que éste es el distintivo de Dios. Él mismo es amor, y está dispuesto a salir a nuestro encuentro para acogernos, acompañarnos y ayudarnos a salir adelante, pero sobre todo, está dispuesto a llenarnos de su amor. ¿Cuál es la fuerza de tu amor?, ¿ella proviene de Dios?, ¿te dejas cautivar por Él?, ¿te dejas perdonar por Él?, ¿vences todas las dificultades gracias al poder del amor que hay dentro de tí?

    El amor no es un mero sentimiento, es mucho más que eso, es una fuerza, una potencia, es un don de Dios eterno. Efectivamente, el Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que se nos ha dado, nos diría San Pablo. Ahora nos toca darlo, y así, iluminar a nuestro mundo, a nuestra sociedad, a nuestra familia. Seamos esa antorcha de amor, que tantos hoy necesitan para caminar con paz y serenidad.



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Dennis Doren LC

    martes, 20 de marzo de 2012

    ORACIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS


    ORACIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

    Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas.
    Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres altísimo.
    Tú eres rey omnipotente, tú eres Padre santo, Rey del cielo y de la tierra.
    Tú eres trino y uno, Señor Dios, todo bien.
    Tú eres el bien, todo bien, sumo bien, Señor Dios, vivo y verdadero.
    Tú eres caridad y amor, tú eres sabiduría.
    Tú eres humildad, tú eres paciencia, tú eres seguridad.
    Tú eres quietud, tú eres gozo y alegría.
    Tú eres justicia y templanza.
    Tú eres todas nuestras riquezas a satisfacción.
    Tú eres hermosura, tú eres mansedumbre.
    Tú eres protector, tú eres custodio y defensor.
    Tú eres fortaleza, tú eres refrigerio.
    Tú eres esperanza nuestra, tú eres fe nuestra.
    Tú eres la gran dulzura nuestra.
    Tú eres la vida eterna nuestra, grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso salvador.

    CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ


    CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ

    Oh Glorioso Patriarca San José, heme aquí, postrado de rodillas ante vuestra presencia, para pediros vuestra protección.

    Desde ya os elijo como a mi padre, protector y guía. Bajo vuestro amparo pongo mi cuerpo y mi alma, propiedad, vida y salud. Aceptadme como hijo vuestro. Preservadme de todos los peligros, asechanzas y lazos del enemigo. Asistidme en todo momento y ante todo en la hora de mi muerte. Amén.

    EL GRAN AMÉN



    El gran Amén
    Autor: Padre José María Bover



    Amén es una palabra hebrea, difícil de traducir a nuestro idioma.

    Amén equivale a sólido, duradero, seguro. Amén es una bella exclamación que significa "Así es", "estoy de acuerdo", "estoy cierto".

    Amén es un grito de fortaleza y de seguridad. Es una expresión de fe, de entusiasmo, de alegría.

    Amén es la invocación que todos los creyentes dirigen a Dios: los cristianos, los judíos, los musulmanes.

    El amén, dicho en la misa, ratifica la unión de quienes configuran la Asamblea litúrgica: Obispos, presbíteros, diáconos y laicos.

    Amén es algo más que un "así sea", resignado y conformista. Amén es un compromiso que se ratifica. Amén es el plebiscito de toda la asamblea que clama a Dios a pleno pulmón para aceptar su palabra y para urgirle que cumpla sus promesas (Ap. 1,7; 22, 10)

    Amén el la palabra que Dios se aplica a sí mismo, para garantizar lo que promete (Is. 3,14; 65, 16), y la que sirve al mismo Jesús para definirse como el "Sí", como el "Amén" de Dios para nosotros (Ap. 3, 14).

    Amén es la palabra que usa Jesús, y que emplean con frecuencia los evangelios (30 veces en Mateo, 15 en Marcos, 16 en Lucas, 25 en Juan)

    Amén es la voz que resonaba en la liturgia de los apóstoles (Rom. 1,25; 1Cor. 14, 16; 1 Ped. 5, 11; Ap. 5, 14).

    Amén, decían en el siglo II los cristianos, como cuenta el mártir San Justino: "se presenta pan, vino y agua, y el que preside eleva oraciones y acciones de gracias, y el pueblo aclama, diciendo: "Amén" (1 Ap. 67)

    Para Dionisio de Alejandría, en el siglo III, los tres actos del culto eucarístico eran: "escuchar la acción de gracias, responder el Amén y comulgar" (Hist. Ecl. VII, 9, 4).

    Tertuliano, en África, protestaba contra los que gritaban en favor de los gladiadores, con los mismos labios que habían dicho "amén a lo Santo.

    San Jerónimo habla de que las basílicas romanas retumbaban cuando se cantaba el Amén, como si en ellas hubiese estallado una tempestad (Ad. Gal. II).

    Agustín de Hipona pensaba que en el idioma del cielo sólo había dos palabras importantes: Amén y Aleluya. Aquella para admirar al Dios que se nos revelará, y ésta para alabarlo.


    Jesucristo es el "Sí" absoluto y universal; el sí de las promesas divinas, el sí de las aspiraciones humanas, el sí de los oráculos proféticos, de las esperanzas de Israel, de los suspiros de todas las naciones.

    El es, el sí de la verdad, plenitud desbordante de la vida. No hay en Jesucristo un No desesperante; en El todo es sí.

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