jueves, 20 de diciembre de 2018

GIFS Y IMÁGENES VARIADAS DE NAVIDAD

























































































Y MI REGALO?


¿Y mi regalo?



Existe una inmensa alegría en poder alegrar a otros a pesar de nuestra propia situación. La aflicción compartida disminuye la tristeza, pero cuando la alegría es compartida, se duplica. Si deseas sentirte feliz y realizado, basta compartir tus bendiciones, esas que no se pueden comprar con dinero.

Rebeca le dice a su marido: —Oye, Isaac, llevamos treinta años de casados y nunca me compraste nada. —Es cierto, –contesta Isaac– pero, no me diste oportunidad. Dime, ¿acaso tú pusiste un negocio de algo?

San Pablo aconseja ser ricos en buenas obras, dar con generosidad y saber compartir los bienes. “Así —dice— adquirirán para el futuro un tesoro que les permitirá alcanzar la verdadera Vida” 
(1Tm 6, 17-19). Encerrarte en ti mismo te dejará atrofiado y no te realizarás jamás. Una señal de madurez es entregarte más a los demás que a ti mismo.



* Enviado por el P. Natalio

REGALOS PARA LOS HIJOS


Regalos para los hijos



Muchas veces observamos con preocupación cómo se pierde el sentido de estas fiestas, y se comienzan a convertir en una época en la que sólo importa lo material.

Nuestros hijos pueden verse envueltos en este fenómeno: la emoción de abrir un regalo tras otro puede convertirse en una adicción y comienzan a sentir que nunca es suficiente. Es por esto que debemos tener muy en cuenta algunas maneras de hacerlos pausar y tomar conciencia de lo que verdaderamente importa.

En primer lugar debemos conversar con los abuelos y familiares para que las fiestas no se conviertan en una competencia de regalos. Debemos entender que ellos quieren ver la cara de alegría de los niños al abrir sus regalos, pero en ningún momento estos regalos deben ser desproporcionados o ser un obstáculo en la buena educación de nuestros hijos. Debemos orientarlos en las reglas del hogar, en lo que a nuestros hijos les gusta, y en lo que necesitan, para que los regalos se ajusten lo más posible a su realidad.

También debemos esmerarnos en enseñar a nuestros hijos que los regalos son algo que sale del corazón, y que le demuestran a una persona que pensamos en ella. Es importante que participen en los regalos que les hacemos a amigos, parientes o maestros. Podemos hornear con ellos algunas galletas de Navidad y darlas de regalo, o hacer unas tarjetas con mensajes personalizados para los abuelos. De esta manera nuestros hijos entenderán que la importancia del regalo no está en su valor material, sino el amor y el cariño con el que lo regalamos.

Al comprarles sus regalos podemos seguir estas cuatro reglas:

1. Algo que desean: siempre es bonito mantener la ilusión de los niños de recibir en Navidad algo que realmente desean. Cuando nos concentramos en una cosa, los hacemos pensar en aquello que verdaderamente quieren en vez de nombrar muchas cosas que les gustaría tener.

2. Algo que necesiten: puede ser unas nuevas zapatillas de fútbol pues ya las que tienen no le quedan, o una nueva mochila para la escuela. Recibir en Navidad algo que necesitan le da valor a las cosas que tienen y quitan la costumbre de pensar que todo lo que necesiten hay que comprárselos en el momento.

3. Algo para usar: los niños siempre necesitan algo del armario. Aunque a algunos no les haga gracia el hecho de recibir ropa, pues hay que esmerarse en conseguir algo que les haga ilusión y que comprendan que estos regalos también suponen esfuerzo.

4. Algo para leer: es una linda costumbre que nuestros hijos reciban un libro cada Navidad. Un libro es un excelente regalo pues les abre la mente, fomenta su creatividad y genera el hábito de la lectura frecuente. Hay que hacer el esfuerzo de conseguir algún libro que a nuestros pequeños les guste y les ilusione recibir en Navidad.

Finalmente debemos esmerarnos en fomentar en nuestros hijos el agradecimiento. Hay muchos niños que ni siquiera en Navidad reciben un regalo. Debemos hacerles entender que son privilegiados y que un manera de agradecer es dar. Es por esto que es bueno que en esta época participemos en familia en alguna actividad de caridad, para que experimenten en primera persona que la mayor alegría de la vida no se encuentra en recibir, sino en dar.

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 20 DE DICIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
20 de Diciembre




Ese anuncio de Cristo, ese predicar a Cristo, ese dar a conocer a Cristo, ese gritar a todo viento y a toda voz, oportuna e inoportunamente, como dice el apóstol Pablo, que Jesucristo es el Salvador, que solamente en Cristo podemos tener esperanza, pero que la esperanza en Cristo es una esperanza cierta y fundada; ese aprovechar la oportunidad para iluminar las tinieblas que nos circundan con la Luz, que es Cristo; ese presentar a todos, no tanto un sistema filosófico, político o social, cuanto una  persona, que es el Camino, la Verdad y la Vida: Cristo, en el que se halla en el que únicamente se halla la iluminación de todos los problemas y los caminos de solución para todas las situaciones de opresión, injusticia y miseria que están ahogando al mundo actual.

Ese es el anuncio de la salvación, la proclamación "kerigmática"; eso es encender una antorcha que ilumine la ruta del hombre y del mundo; eso es enseñarle a este mundo, que se debate en al negrura de un horizonte sin salida, que sí hay esperanza, que no está todo perdido, que si el hombre y el mundo de hoy se hallan desesperados y agónicos es porque aún no acudieron al único que es capaz de remediar sus males.

Esa primera proclamación de la fe, ese evangelizar al mundo, constituye la razón de ser del cristianismo. Evangelizar, es dar a conocer el Evangelio, la Buena Noticia de que el Señor Jesús ha venido para estar con nosotros y ha querido quedarse con nosotros, porque nos quiere salvar.



P. Alfonso Milagro

QUÉ ESPERAMOS EN LA NAVIDAD?


¿Qué esperamos en la Navidad?
El sentido verdadero y profundo de la celebración navideña.


Por: Gustavo Daniel D´Apice | Fuente: Gustavo Daniel D´Apice 




Más que una simple reunión familiar, que en estos tiempos ya es mucho, san Bernardo dice que podemos distinguir Tres Venidas del Salvador: la histórica de Belén, la última al final de los tiempos, y la intermedia entre estas dos.

Una es la histórica, cuando apareció pobre y humilde en Belén, habiendo comenzado ya el misterio de la Encarnación, naciendo junto a María y a José, sus padres virginales, entre los animales y su cálido aliento (el burrito y el buey de Is. 1,3), y siendo visitado para adorar primero por los pastores, representantes del pueblo elegido, y luego por los magos de oriente, en quienes estamos simbolizados todos los que no pertenecemos al antiguo pueblo de Israel, asociándose en el Anuncio Gozoso los ángeles del cielo de Lucas 2, 13-15 y los elementos de la naturaleza (la estrella que guió a los magos astrólogos de Mateo 2,10).

Ésta es la época en que recorrió los polvorientos caminos de Palestina: Nazareth, Galilea, Jerusalén, anunciando la Buena Noticia del Evangelio y realizando portentos y milagros. Cuando fue injustamente juzgado y condenado. Burlado, crucificado, muerto y sepultado. Pero resucitando glorioso, inmortal, incorruptible, repleto de luz, con un cuerpo de suma claridad, ágil, y sutil, al Tercer Día.

La Última Venida es la que llamamos “la Segunda Venida Gloriosa”. Es también lo que se llama “el fin del mundo” o el “Juicio Final”, que lejos de ser catastrófico, será un día de dicha sin fin, en que los muertos resucitarán incorruptibles y el universo será transformado e inmortalizado, gozándonos en la contemplación de Dios y en la compañía de unos con otros, donde no existirá ya el llanto ni el dolor, y donde no habrá ninguna maldición. No existirá la noche, porque el Señor Dios será la Luz Eterna, tal como se dice en los últimos capítulos del Apocalipsis, principalmente desde el número 21, donde se narran los “Cielos nuevos y la tierra nueva”: El mundo creado bueno en un principio, no está destinado al fracaso y a la destrucción, sino a ser inmortalizado desde dentro, y renovado con una claridad superior e incorruptible. Jesús aparecerá glorioso así como ahora está, resucitado con su propio cuerpo y lleno de “Poder y Majestad”, en su postrera y definitiva manifestación, llamada también “Parusía”, es decir, Venida Final.

Entre estas Dos Venidas, está la Venida Intermedia. Ésta todos la podemos percibir (no sólo los “elegidos”), y es cuando Jesús nos visita para darnos algún consuelo, cuando nos da una sensación intensa de felicidad interior, o de seguridad, o de ternura inefable, o de dicha no por las cosas terrenas solamente, sino por un consuelo celestial. Principalmente, sí, la perciben sus amigos íntimos, esos que le abren la puerta cuando Él golpea, y cenan con Él, según el Apocalipsis 3,20. De éstos tenemos que tratar de ser. Esta Visita se percibe cuando se quiere cumplir su Voluntad, lejos de la corrupción y de la coima, de la deshonestidad y de la lujuria, del robo y de la mentira. Se está cerca de experimentarla cuando se transita el camino de las virtudes.





María acompañó fielmente la Primera Venida histórica, desde el fiel consentimiento cuando le dijo que “-Sí” al Ángel que le anunciaba que sería la Madre de Dios (en la “Anunciación”), hasta ofrecerlo al Padre en el Altar de la Cruz, donde de pie y sin desesperarse, aunque con un dolor afligido, entregó a su Hijo para la salvación de todos.

También la Virgen vendrá con Jesús en la Segunda Venida Gloriosa al final de los tiempos, ya que es la única de la que podemos asegurar con plena fe que está glorificada corporalmente con Jesús. Así estaremos nosotros, y lejos de ser una contemplación estática y aburrida, también el cuerpo gozará de las alegrías del Cielo.

Y en la Visita Intermedia, que continúa la Primera Venida en la pobreza humilde de Belén y prepara la Majestad de la Segunda, también está presente la Madre, ya que con la fuerza irresistible de su intercesión nos procura la unión con Jesús, fuente y cumbre de nuestra única, auténtica y verdadera felicidad.

Para gozar de una Verdadera Navidad con las Tres Venidas de Jesús, el camino es permanecer unidos a María, y, por qué no, también a José, su padre virginal, semejante a María en todo.

Ellos nos transportarán a la dulzura inenarrable de Belén, nos prepararán con una esperanza gozosa e inclaudicable para la Majestad de la Segunda Venida, y nos proporcionarán la experiencia espiritual de la Visita Intermedia entre las dos, esa que nos transforma y nos cambia a semejanza del Modelo Divino que es Jesús.

GRACIAS, MADRE, MIL GRACIAS, POR HABER DICHO QUE SÍ


Gracias, Madre, mil gracias, por haber dicho que sí
Sin luz, sin amor, sin sentido de vivir. ¿Qué hubiera sido de nosotros, sin Ti, Virgen Misericordiosa?


Por: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net 




Gracias, Madre, mil gracias, Bendita,
por haber dicho que sí.
Nos trajiste lo mejor.
Estábamos destinados al eterno dolor
Éramos enemigos del Dios que tú amas.
Éramos hijos pródigos devorando bellotas,
Éramos casi como los animales que las comían,
pues apacentamos nuestras feas pasiones.
en los campos de Satanás.

La desesperación hubiera sido nuestra forma de vivir,
una tristeza creciente, sin cambio, sin sol.
Las tinieblas de muchos pecados
nos ocultaban el sol del amor.
Sin luz, sin amor, sin sentido de vivir.
¿Qué hubiera sido de nosotros, sin Ti,
Virgen Misericordiosa?

No había esperanza para nosotros,
prisioneros de ese campo de concentración
que hubiera sido el mundo.
El número de suicidas hubiera sido mayor
que el de los que quisieran seguir viviendo,
Pero llegaste Tú, la elegida, la abogada,
la llena de gracia…

Y nuestro mundo triste y amargado
se convirtió en lugar de consuelo y de paz.
Gracias por haber existido, por ser quien eres, por ser como eres.
Gracias mil veces porque nos trajiste la salvación.

Durante nueve meses, como todas las madres,
paseaste a Jesús en tu seno
por las calles de Nazareth, de Belén,
por los caminos y campos de Palestina,
La noche del mundo se convirtió en mediodía
cuando diste a luz al que se llamaría a sí mismo
Luz del mundo.
Tú fuiste la esclava sublime del Dios Altísimo.
Tú respondiste al Dios tres veces Santo
en nuestro lugar.
Borraste todas nuestras indignas respuestas
con tu sí heroico y generoso.
Y Dios, al complacerse en Ti.
nos miró también a nosotros con amor.
Porque eres de carne y hueso como nosotros,
Eres de nuestra raza
Y nuestra raza dió en Ti
la respuesta que Dios esperaba.

Jesús viene. Es el salvador,
pero ha querido venir a través de Ti.
Antes de ser de todos como redentor
fue todo tuyo, porque nadie lo sabía,
ni siquiera José, tu fiel esposo,
Luego, desde la cuna de Belén
no lo quisiste solo para Ti,
nos lo diste a todos los hombres.
A mí me has dado con inmenso amor
el fruto de tus entrañas purísimas.
Jesús es tuyo y Jesús es mío, `
porque Él es mi hermano y salvador
desde que Tú eres madre de ambos.
¿Qué cosa más grande, más hermosa,
más maravillosa podías darnos que a Jesús?

Un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado, confirma la Sagrada Biblia.
Desde entonces puedo llamar padre a Dios,
igual que te llamo a Ti madre.

Mi Padre bendito, mi Madre bendita.
Desde entonces Jesús es mi Dios, mi compañero, mi padre, mi grande y único amor
y la única razón de mi existencia.
Desde entonces he bebido una y mil veces
de la fuente de agua vivas
en los sacramentos de la Iglesia.

Tú asististe a mi bautismo.
El primer beso en mi frente de niño cristiano
lo recibí de tus labios, oh Madre.

Tú preparaste mi alma para recibir
por primera vez a tu Jesús y a mi Jesús.
¡Qué día tan hermoso para mí,
para Ti y para Jesús.

Tú estuviste presente en mis bodas de Caná
Deseándome que me fuera como a Ti
en tu matrimonio con José.
Tal vez no me ha ido lo mismo…
Tú sabes mejor que nadie cómo me ha ido
en mis amores..
Ten misericordia de mi matrimonio,
esposa magnífica, como no ha habido
ni habrá ninguna.

Misericordia de mis hijos.
Aunque estén en malos pasos
quiero dejarlos siempre en tus manos buenas,
para que los salves del maligno,
del mundo y de sus pasiones.
Concédeme de parte de Dios una Navidad,
si no totalmente feliz, al menos en paz, alegría,
en amor, como debe ser.

Vienes a darnos, a darme otra vez a Jesús.
Y hoy es el día y la noche buena.
Si alguna vez y algún día debo estar feliz,
es en esta noche buena y el día de Navidad.
Permíteme disfrutar algo de la felicidad del cielo
en esta Navidad
porque viene a mi corazón y a mi familia
el cielo entero con Jesús.
Pero viene el cielo, viene Dios
de la forma más sorprendente.

A todos nos ha dejado sin palabra ese Dios niño,
ese gitanillo precioso.
Perdona que así lo llame,
porque ha nacido como otros gitanillos,
si no debajo de un puente,
sí en un portal de animales.
Gitanillo se hizo por mí,
por amor, por amor, por amor.

El Niño Jesús es todo amor,
sólo amor y siempre amor para mí.
Déjame besarlo, abrazarlo con cariño,
y amarlo con todas las fuerzas de mi alma.
Déjame besarte, déjame abrazarte, Madre querida,
con toda la ternura de mi corazón.

¿Cómo no amarte, ángel de mi vida, Madre bendita,
si nos has traído al tres veces Santo,
si nos has dado al Verbo de Dios,
si has convertido al Hijo eterno del Padre
en un niño de esta tierra.
Con qué seriedad y cariño se llamará a sí mismo
el Hijo del Hombre.
El Hijo amadísimo del Padre
en quien tiene todas sus complacencias
insiste en llamarse el Hijo del Hombre,
para que quedara claro cuánto nos amaba.

Pues Tú, Madre bendita, convertiste al Hijo de Dios
en hijo del hombre, al darle tu sangre.
Nos diste un Dios niño, con cuerpecito de niño,
con un corazón de niño.
Pero a través de sus latidos
nos ama el Dios que es Amor.
Lloraba ese niño lágrimas de niño
y lágrimas de Dios.

Latía aquel corazón chiquito
como el de cualquier niño
pero era el corazón de Dios
que nos ha amado con eterno amor.
Madre admirable,
Enséñame a amar a tu Hijo divino…
Enséñame a amarlo todo lo que Él quiera,
todo lo que Tú quieras.

¿Será tan difícil amar entrañablemente
a un niño como el tuyo, María,
a un Dios que se hace niño por mí,
a un salvador que me ama con infinito amor?

En esta Navidad, Madre querida,
dame al Jesús de tus entrañas adorables,
al Jesús de tu alma y de tu vida,
al Jesús que amas como Virgen purísima
y como Madre amantísima.
Quiero amar a tu hijo con todo mi ser,
al mismo Jesús que Tú amas así,
quiero amarlo yo también,
con mi pobre corazón,
con mi vida que no es tan pura,
con mi alma que necesita ser redimida por Él.
Quiero amar y servir a ese ser divino
pero que es también carne de tu carne
y sangre de tu sangre,
rosa de tu rosal, a Jesús niño.

Reto a los ateos a que vengan al portal de Belén
¿A quién niegan? ¿A quién odian?
A un pedacito de carne, de carne viva
que se ha hecho niño por amor a ellos.
Él te ha dado la vida, ateo desconcertante,
ateo inexplicable, ateo desagradecido.
No sabes a quién desprecias.
Odias no a un ser cualquiera,
odias al ser más adorable,
al que han adorado hasta el martirio
millones y millones de tus hermanos hombres
Que vengan los perversos…
¿Quién no puede arrodillarse ante ese Dios hecho niño?

Te adoro, mi Dios, con cuerpecillo de niño.
Te adoro mi Rey en trono de paja.
Te adoro mi Señor, que no sabes ni hablar.
Te adoro y te amo…
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