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jueves, 9 de abril de 2020

JUEVES SANTO: HOY TAMBIÉN ES EL DÍA DEL SACERDOTE


(Oblatos de San José - Provincia del Perú)


Jueves Santo: Hoy también es el día del sacerdote
Redacción ACI Prensa






El Jueves Santo, día en que Jesús instituyó el Sacramento del Orden sacerdotal, se celebra el día del sacerdote. ¿Quién no conoce algún obispo o presbítero que ayudó a ver la vida más alegre con un gesto o una palabra?

“Este día es especialmente grande para nosotros, queridos hermanos sacerdotes. Es la fiesta de los sacerdotes. Es el día en que nació nuestro Sacerdocio, el cual es participación del único Sacerdocio de Cristo Mediador”, escribió San Juan Pablo II a los presbíteros con ocasión del Jueves Santo de 1986.

“En este día, los sacerdotes del mundo entero son invitados a concelebrar la Eucaristía con sus obispos y a renovar a su alrededor las promesas de sus compromisos sacerdotales al servicio de Cristo y de su Iglesia”, añadió.


Los sacerdotes tienen la gracia de hacer que Cristo se haga presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad con la consagración del pan y del vino. Así como la de perdonar los pecados.

Con la gracia de Dios se ha mantenido en la Iglesia Católica una línea de sucesión jerárquica desde los apóstoles y que se mantiene hasta hoy. Sólo los Obispos pueden ordenar sacerdotes y todos ellos le deben obediencia al Papa, el Obispo de Roma, sucesor de Pedro y Vicario de Cristo.

La vida del sacerdote no es fácil. Tiene que dejar el hogar de sus padres y privarse de tener una familia propia. Educan y forman a miles de fieles, que muchas veces terminan haciendo lo contrario a sus consejos.

Algunos incluso pasan hambre, sed y frío por llevar el Evangelio a lugares recónditos. Otros son incomprendidos, perseguidos y calumniados por anunciar la verdad.

Lo importante, como recordó el Papa Francisco el Jueves Santo del 2013, es que el sacerdote debe hacer “que nuestra gente nos sienta discípulos del Señor, sienta que estamos revestidos con sus nombres, que no buscamos otra identidad; y pueda recibir a través de nuestras palabras y obras ese óleo de alegría que les vino a traer Jesús, el Ungido”.

HOY CELEBRAMOS EL JUEVES SANTO, LA ÚLTIMA CENA DEL SEÑOR


Hoy celebramos el Jueves Santo: La Última Cena del Señor
Redacción ACI Prensa






Hoy la Iglesia celebra el Jueves Santo. En este día, durante la Última Cena, Jesús instituyó dos sacramentos: La Eucaristía y el Orden Sacerdotal.

La Iglesia conmemora este día con una eucaristía especial. En ella, el sacerdote realiza el lavatorio de pies a doce personas quienes representan a los apóstoles. 


Con esta acción, Jesús nos transmite el mensaje de la caridad. “Cuando dice: Lo mismo que yo hice con ustedes, practiquenlo en favor de los demás”.

También en este día, Cristo nos dejó un mandamiento nuevo: “Amaos los unos a los otros así como yo los he amado”.

El P. Donato Jiménez, en conversacón con ACI Prensa, recuerda que durante el Jueves Santo debemos aprovechar la oportunidad de reconciliarnos con el prójimo y de interiorizar esta enseñanza. Además, señala que mucha gente acude a esta eucaristía por un acto de fe. Más bien, lo que debemos hacer es acudir con un corazón dispuesto a encontrar el sentido del amor al prójimo.

Por otro lado,también celebramos que Cristo instituyó el Sacramento Sacerdotal e instituyó la Eucaristía, cuando partió el pan durante la última cena y les dijo a los apóstoles : “Hagan esto en memoria mía”.

Nos comenta el P. Donato Jiménez, que en este día Jesús nos deja su testamento: La Eucaristía, el Sacerdocio y el mandato de amarnos los unos a los otros.


miércoles, 8 de abril de 2020

IMÁGENES Y GIFS DE JESÚS EN EL HUERTO











ORACIÓN PARA EL JUEVES SANTO


Oración para el Jueves Santo




Señor, quiero que mi relación contigo sea más intensa cada día. Te alabo desde lo profundo de mi corazón porque has decidido quedarte con nosotros y acompañarnos hasta el fin de los tiempos.

Has decidido alimentarnos con tu propio cuerpo a través de la Sagrada Eucaristía y aunque nuestros engañosos sentidos humanos solo vean un trozo de pan, allí estás Tú, esperando que nos hagamos uno contigo

Ayúdame a entender que para seguir tu proyecto de vida debo amar y ser servidor de los demás, pues si Tú, siendo el Rey de reyes, lavaste los pies a tus discípulos, yo debo también debo imitarte en obras y pensamientos

Así como Tú has sanado mis heridas, sé mi fuente de poder para poder hacer lo mismo con aquellos que no han salido de su dolor, escucharlos, atenderlos y sobre todo, acercarlos a tu amor.

Con el ejemplo que me has dado me enseñas a vivir en el amor y a salir de ese camino egoísta que la sociedad hoy propone: "la superación personal sin importar a quien dejo atrás en el camino".

Dame, Señor mío, conciencia para crecer y ser cada día mejor, que tu alimento divino sea la fuente que me impulse y me proyecte a hacerlo todo bien sembrando esperanzas a mi paso

Te doy gracias por todas las bendiciones que hoy me darás.  Ayúdame a esforzarme sin desánimo y a ser la mejor versión de mí mismo.

Te amo, confío en tu poder transformante que consuela y renueva el espíritu victorioso en cada uno de nosotros a través de la Eucaristía.

Amén.

MEDITACIÓN DE JUEVES SANTO - 9 DE ABRIL DE 2020


JUEVES SANTO
(9 de abril)



La última Cena. Por la mañana de¡ Jueves, Pedro y Juan se adelantan para preparar la cena en Jerusalén. A la tarde llegaron al Cenáculo. Allí Jesús lavó los pies uno a uno. Luego, sentados a la mesa celebra la primera Misa: les da a comer su Cuerpo y su Sangre y les ordena sacerdotes a los Apóstoles para que, en adelante, ellos celebren la Misa. Judas salió del Cenáculo antes, para entregarle. Jesús se despidió de su Madre y se fue al huerto de los Olivos. Allí sudó sangre, viendo lo que le esperaba. Los discípulos se durmieron. Llegó Judas con todos los de la sinagoga y le da un beso. Entonces, le cogieron preso y todos los Apóstoles huyeron. Lo llevan al Palacio de Caifás, el Sumo Sacerdote. Le interrogan durante toda la noche: no duerme nada.

Hazle tú hoy compañía al Señor, que está solo. Haz el propósito de no abandonarle nunca, y de visitarle con frecuencia en el sagrario.

IMÁGENES DE JUEVES SANTO






lunes, 6 de abril de 2020

UNA PRECIOSA ORACIÓN PARA REZAR EN FAMILIA EL JUEVES SANTO, DÍA DEL AMOR FRATERNO


Una preciosa oración para rezar en familia el Jueves Santo, Día del Amor Fraterno
Redacción ACI Prensa






La Conferencia Episcopal Española y Cáritas España invitaron a celebrar el Jueves Santo, también conocido como Día del amor fraterno, como “un momento privilegiado, en estos días que celebramos como Iglesia la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, para llamar a vivir la fraternidad y hacer vida real el mandamiento nuevo del amor”.

Por eso animaron a expresar de manera concreta la “solidaridad y cercanía con todos aquellos que atraviesan por circunstancias difíciles a causa del coronavirus”.

Una de ellas es el gesto que Cáritas y la Conferencia Episcopal proponen para el día de Jueves Santo bajo el lema “La fraternidad alumbra la esperanza”.

Se trata de encender una vela en el momento de compartir la cena, acompañado de una oración-bendición. Con este gesto se invita a unirse a Jesús en su Última Cena y a todos por los que Él se entrega.

“En un día donde, a causa del aislamiento, sólo hemos podido celebrar la Eucaristía de manera virtual, este gesto nos ayudará a sentirnos, si cabe, más unidos entre nosotros, más en común-unión con todos y con toda la Humanidad sufriente por esta pandemia global. Al encender una vela, nos unimos en comunidad fraterna y alumbramos la Pascua que esperamos”, precisan.


Cáritas y la Conferencia Episcopal proponen esta oración-bendición para acompañar el encendido de la vela en el momento de la cena:

Gracias Señor, porque nos amaste hasta el final,
hasta el extremo que se puede amar: dar la vida por otro.


Gracias Señor, porque en la última cena
partiste tu pan y vino, para saciar nuestra hambre y nuestra sed…

Gracias Señor, porque en la Eucaristía nos haces UNO contigo,
nos unes a tu vida, en la medida en que estamos dispuestos
a entregar la nuestra…

Gracias Señor, porque en el pan y el vino
nos entregas tu vida y nos llenas de tu presencia.

Gracias Señor, porque quisiste celebrar tu entrega, en torno a una mesa
con tus amigos, para que fuesen una comunidad de amor.

Bendice nuestra cena, Señor; bendice a nuestros hermanos más frágiles
y enfermos con quienes hoy nos sentimos especialmente unidos;
que la fraternidad alumbre para ellos la esperanza.


AMEN. 



Entre otras propuestas, también animan a mostrar el amor al prójimo a través del apoyo económico a las personas más vulnerables. Es decir, una cercanía solidaria con los afectados ante el impacto del coronavirus que puede manifestarse a través del apoyo económico a la campaña de emergencia “Cada gesto cuenta” lanzada por Cáritas para apoyar las necesidades más urgentes de las personas en situación más vulnerable.

Las 70 Cáritas Diocesanas que hay en España han lanzado innumerables proyectos e iniciativas solidarias bajo el lema “La Caridad No Cierra” para acompañar las necesidades básicas de quienes se encuentran en condiciones de mayor precariedad, como son, entre otros, las personas sin hogar, los mayores o las familias con escasos recursos.

Según precisan, “los efectos del Covid-19 en las condiciones económicas y sociales del país están siendo muy intensos y todo indica que, debido a la crisis de empleo en ciernes y la falta de ingresos a la que ya se enfrentan cientos de miles de familias, las demandas de apoyo urgente van a multiplicarse”.

Ante esta situación, los esfuerzos de acompañamiento de Cáritas estarán allí donde las necesidades de las personas más frágiles sean mayores.

También recuerdan que cada Jueves Santo, la Iglesia hace memoria agradecida de la Última Cena de Jesús con sus discípulos y de esa experiencia radical del amor fraterno que Jesús quiso expresar en el gesto del lavatorio de los pies, que es expresión del amor hecho servicio. 

“No hay amor si no se aprende a conjugar el verbo servir, si no se está dispuesto a despojarse de todo aquello que estorba, sin ponerse a los pies de aquel que nos necesita”, precisan.

Por eso, en este Día del Amor Fraterno de 2020, “cuando Jesús nos invita a sentarnos a su mesa, a compartir el pan y la vida, a aprender la lección del servicio, es el momento en el que este servicio debemos centrarlo de forma concreta en los golpeados por el coronavirus y, especialmente, en quienes están en situación de mayor vulnerabilidad y exclusión social ante la pandemia”.

Dentro de la llamada que Cáritas y la Conferencia Episcopal lanzan para vivir este año la jornada del Amor Fraterno potencian el valor de la acogida, se apuntan algunas actitudes que pueden ayudar a vivir el amor fraternal como son la mirada atenta para descubrir la necesidad del otro, comenzando por aquellos con quienes compartimos el hogar y el confinamiento.

La humildad para reconocer la propia vulnerabilidad y acoger el cariño y la cercanía del otro, la ayuda mutua, porque es la hora de una fraternidad inteligente, ejemplar y creativa para superar el individualismo y descubrir que nos necesitamos todos, así como la compasión, es decir, sentir con el otro y estar al lado compartiendo desalientos y esperanzas.

También animan a la responsabilidad para cuidarse y cuidar al otro, asumiendo las consecuencias de las propias acciones, la gratuidad, porque amar es dar, es dar-se, ofrecer lo que soy y tengo, aunque parezca insignificante y acompañar como expresión del amor hecho servicio generoso, entregado y cercano.

Y a unirse a la oración contemplando a Cristo en su Cruz y mirando con ternura a todos los que sufren, así como la esperanza, la que viene de Cristo resucitado, que ilusiona y abre al futuro porque con la Pascua llegan días de salvación y alegría. 

jueves, 29 de marzo de 2018

HOY JUEVES 29 DE MARZO CELEBRAMOS EL JUEVES SANTO, LA ÚLTIMA CENA DEL SEÑOR


Hoy celebramos el Jueves Santo: La Última Cena del Señor
Redacción ACI Prensa





Hoy la Iglesia celebra el Jueves Santo. En este día, durante la Última Cena, Jesús instituyó dos sacramentos: La Eucaristía y el Orden Sacerdotal.

La Iglesia conmemora este día  con una eucaristía especial. En ella, el sacerdote realiza el lavatorio de pies a doce personas quienes representan a los apóstoles. 

Con esta acción, Jesús nos transmite el mensaje de la caridad. “Cuando dice: Lo mismo que yo hice con ustedes, practiquenlo en favor de los demás”.

También en este día, Cristo nos dejó un mandamiento nuevo: “Amaos los unos a los otros así como yo los he amado”.

El P. Donato Jiménez, en conversacón con ACI Prensa, recuerda que durante el Jueves Santo debemos aprovechar la oportunidad de reconciliarnos con el prójimo y de interiorizar esta enseñanza. Además, señala que mucha gente acude a esta eucaristía por un acto de fe. Más bien, lo que debemos hacer es acudir con un corazón dispuesto a encontrar el sentido del amor al prójimo.

Por otro lado,también celebramos que Cristo instituyó el Sacramento Sacerdotal e instituyó la Eucaristía, cuando partió el pan durante la última cena y les dijo a los apóstoles : “Hagan esto en memoria mía”.

Nos comenta el P. Donato Jiménez, que en este día Jesús nos deja su testamento: La Eucaristía, el Sacerdocio y el mandato de amarnos los unos a los otros.

UN AMOR DE ENTREGA Y PRESENCIA EN SU CUERPO Y SANGRE


Un amor de entrega y presencia en su Cuerpo y Sangre
Jueves Santo. La Eucaristía, una presencia que se hace compañía cada vez que nosotros nos acercamos al Sagrario.


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net 




Siempre que uno reflexiona sobre el misterio de la Eucaristía, podría dejar de lado que la Eucaristía es un misterio de presencia de Cristo, un misterio de entrega de Cristo. Una entrega que se hace presencia cada vez que el sacerdote pronuncia las palabras sacramentales sobre el pan; una presencia que se hace compañía cada vez que nosotros nos acercamos al sagrario.

Vamos a contemplar el misterio de la institución de la Eucaristía, pidiendo a Jesús entregarnos con Él, que se entrega; hacerme don con Él, que se da; dejar invadir mi corazón del corazón de Cristo entre los hombres. Un amor hecho entrega y presencia en su Cuerpo y su Sangre Eucarísticos.

"Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; y les dijo: con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros[...] Tomó luego pan, y, dando gracias, lo partió y se los dio diciendo: Éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío’. De igual modo, después de cenar, tomó la copa diciendo: Esta copa es la Nueva Alianza de mi sangre que es derramada por vosotros."

Un pan y un cáliz que yo sé, por la fe, que son su cuerpo y su sangre. Se ha realizado un milagro, el milagro más grande. La pasión de Cristo se ha realizado de una forma incruenta. Efectivamente su cuerpo y su sangre son su sacrificio. Cristo ha realizado su sacrificio, incluso antes de morir. Como si su amor fuese tan grande que fuese capaz de anticipar el misterio de la redención para mí. Y este don, este sacrificio se me da a mí como cristiano; se da a todos los hombres.

¿Qué es lo que hace Cristo? ¿Cómo se entrega Cristo? El pan, que es partido, roto, por las manos de Cristo, ese pan ya no es una mezcla de harina con levadura, sino que es su cuerpo. Se rompe Él mismo, se da Él mismo; y, al mismo tiempo, ese pan roto y dado es el gesto del Padre que da al Hijo, que entrega al Hijo como don a la humanidad.

Entre los judíos, la Pascua se celebraba en familia, y el que presidía la cena pascual representaba al padre de familia. En el misterio de la Eucaristía, Cristo -el Hijo- está al mismo tiempo siendo Padre que da al Hijo; el Padre -Dios-, que da al Hijo -Cristo— a los hombres, es el pan y el vino. El Padre que da al Hijo, que entrega al Hijo a la humanidad. La Eucaristía es así el pan roto y entregado, es el amor del Padre hasta el extremo de entregar al Hijo en sacrificio por los pecados.

El pan que Cristo me da es su cuerpo que se entrega por mí; la sangre que Cristo derrama es derramada por mí. En ese cáliz, que el sacerdote tiene entre sus manos, está la sangre de Cristo, la sangre del Cordero, para que se produzca la conclusión de una Alianza Nueva, de un nuevo pacto puesto en favor de los hombres.

Debemos contemplar todo esto y dejar que nuestro corazón discurra sobre los gestos de Cristo, sobre las palabras de Cristo; sobre todo lo que está contenido en este misterio. Misterio que nos da una Alianza ofrecida sobre una persona. Una persona que no es simplemente una persona humana, es la persona del Hijo de Dios. Dios de Dios, Luz de Luz, y al mismo tiempo cuerpo entregado y sangre derramada.

¿Qué hay en el corazón de Cristo? ¿Cuál es el corazón de Cristo ante el misterio de la Eucaristía? Intentemos contemplar el corazón y el alma de Cristo; veamos su corazón que busca darse sin barreras. Un corazón que anhela, que desea dar todo lo que Él es. Y para lograrlo no encuentra otro camino mejor que darse en el pan y en el vino, como cuerpo y sangre; alma y divinidad.

Cristo se da sin barreras de tiempo y espacio. Cada vez que comulgamos, cada vez que recibimos la Eucaristía, se rompen todas las barreras físicas de la eternidad en el tiempo, de una época con otra, y entramos en misteriosa comunicación con Cristo. Y se cumple ese don, cuando misteriosamente, sacramentalmente, Jesucristo penetra en mi persona y se me entrega sin ninguna barrera. Cristo busca, además, manifestarme su amor, como dirá San Juan: “nos amó hasta el extremo”. Él me manifiesta su amor queriendo y pudiendo entrar en mi persona. Si el amor es la comunión de aquellos que se aman, ¿qué mayor comunión que la del cuerpo y la sangre de Cristo con mi espíritu, con mi alma, con mi persona? Cristo, en su corazón, busca continuar cerca de mí.

Él sabe, Él es consciente de que vivimos muchas veces en soledad, aunque estemos acompañados por mucha gente, aunque haya muchas personas a nuestro alrededor. Una soledad que no solamente la sentimos nosotros, sino que es muchas veces patrimonio de todos los hombres. Cristo quiere quebrar esa soledad con la Eucaristía. Cristo no quiere que yo esté solo, y quiere darse Él como acompañante para transmitirme su vida. “Quien me come vivirá por mí; aquél que me come no morirá para siempre”.

El misterio de la Eucaristía es promesa de vida eterna. Cada vez que recibo a Cristo en la Eucaristía, se me está entregando la promesa de la vida que no acaba para siempre. Éste es el gesto supremo del amor que busca la identificación de voluntades y de existencia. "¡Con qué anhelo he deseado comer esta Pascua con vosotros!" Cristo me busca más a mí, de lo que yo lo busco a Él. Cristo quiere estar más cerca de mí, de lo que yo quisiera estar cerca de Él. En su interior está el deseo de vivir esta Pascua, que es la antesala de la realización del Reino de Dios entre los hombres. La Pascua con la que Él va a llevar a plenitud su obra, con la que va a realizar el anhelo que le trajo al mundo.

En el corazón del Cristo, en la Última Cena, brilla radiante un deseo: comer la Pascua, cumplir la Pascua en el Reino de Dios. El anhelo de realizar la voluntad del Padre, el deseo ardiente de cumplir con lo que el Padre le pide. Para Cristo, comer la Pascua, no es sólo repetir un rito que recordaba a los hebreos su liberación de Egipto. Para Cristo, comer la Pascua, es realizarla en su persona; es ofrecer su persona como precio de la liberación de su pueblo; es partir en dos el pan del pecado con la sangre de sus venas, con el último latido de su corazón.

¿Qué es lo que yo hago ante este Cristo de la Eucaristía? Cuando el Hijo de Dios se hace pan y se hace vino entregado por mí, derramado por mí, no puedo sino suscitar en mí sentimientos y determinaciones de comunión, de identificación con mi misión redentora. ¿Qué otra cosa puedo hacer? ¿Acaso puedo llegar a captar plenamente, con mi inteligencia pequeña, limitada, todo lo que sucede en la Eucaristía? ¿No tendré más bien que determinarme a decir: “Señor, quiero comulgar contigo, quiero empaparme de ese sentimiento, de ese anhelo de realizar la Pascua, de tenerte cerca de mí, de estar tú y yo en comunión, en identificación”? Al recibir a Cristo debo animarme a un compromiso total ante el suyo, sin mediocridades, sin tibiezas, sin dudas. Tengo que saberme fortalecido en todas mis soledades y acompañado en mis fracasos y triunfos.

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA CRISMAL DEL JUEVES SANTO


Homilía del Papa Francisco en la Misa Crismal del Jueves Santo
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




En la Misa Crismal celebrada este Jueves Santo, 29 de marzo, el Papa Francisco pidió sacerdotes cercanos que sean, como Jesús, predicadores callejeros.

El Santo Padre destacó la importancia de la cercanía en la misión pastoral y en la labor sacerdotal. “La cercanía es más que el nombre de una virtud particular, es una actitud que involucra a la persona entera, a su modo de vincularse, de estar a la vez en sí mismo y atento al otro”, afirmó el Pontífice.

A continuación el texto completo de la homilía del Papa Francisco:

Queridos hermanos, sacerdotes de la diócesis de Roma y de las demás diócesis del mundo:

 Leyendo los textos de la liturgia de hoy me venía a la mente, de manera insistente, el pasaje del Deuteronomio que dice: «Porque ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?» (4,7). La cercanía de Dios... nuestra cercanía apostólica.

En el texto del profeta Isaías contemplamos al enviado de Dios ya «ungido y enviado», en medio de su pueblo, cercano a los pobres, a los enfermos, a los prisioneros... y al Espíritu que «está sobre él», que lo impulsa y lo acompaña por el camino.

En el Salmo 88 vemos cómo la compañía de Dios, que ha conducido al rey David de la mano desde que era joven y que le prestó su brazo, ahora que es anciano, toma el nombre de fidelidad: la cercanía mantenida a lo largo del tiempo se llama fidelidad.

El Apocalipsis nos acerca, hasta que podemos verlo, al «Erjómenos», al Señor que siempre «está viniendo» en Persona. La alusión a que «lo verán los que lo traspasaron» nos hace sentir que siempre están a la vista las llagas del Señor resucitado, siempre está viniendo a nosotros el Señor si nos queremos «hacer próximos» en la carne de todos los que sufren, especialmente de los niños.


En la imagen central del Evangelio de hoy, contemplamos al Señor a través de los ojos de sus paisanos que estaban «fijos en él» (Lc 4,20). Jesús se alzó para leer en su sinagoga de Nazaret. Le fue dado el rollo del profeta Isaías. Lo desenrolló hasta que encontró el pasaje del enviado de Dios. Leyó en voz alta: «El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido y enviado...» (61,1). Y terminó estableciendo la cercanía tan provocadora de esas palabras: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4,21).

Jesús encuentra el pasaje y lee con la competencia de los escribas. Él habría podido perfectamente ser un escriba o un doctor de la ley, pero quiso ser un «evangelizador», un predicador callejero, el «portador de alegres noticias» para su pueblo, el predicador cuyos pies son hermosos, como dice Isaías (cf. 52,7).

Esta es la gran opción de Dios: el Señor eligió ser alguien cercano a su pueblo. ¡Treinta años de vida oculta! Después comenzará a predicar. Es la pedagogía de la encarnación, de la inculturación; no solo en las culturas lejanas, también en la propia parroquia, en la nueva cultura de los jóvenes...

La cercanía es más que el nombre de una virtud particular, es una actitud que involucra a la persona entera, a su modo de vincularse, de estar a la vez en sí mismo y atento al otro. Cuando la gente dice de un sacerdote que «es cercano» suele resaltar dos cosas: la primera es que «siempre está» (contra el que «nunca está»: «Ya sé, padre, que usted está muy ocupado», suelen decir). Y otra es que sabe encontrar una palabra para cada uno. «Habla con todos», dice la gente: con los grandes, los chicos, los pobres, con los que no creen... Curas cercanos, que están, que hablan con todos... Curas callejeros.

Uno que aprendió bien de Jesús a ser predicador callejero fue Felipe. Dicen los Hechos que recorría anunciando la Buena Nueva de la Palabra predicando en todas las ciudades y que estas se llenaban de alegría (cf. 8,4.5-8). Felipe era uno de esos a quienes el Espíritu podía «arrebatar» en cualquier momento y hacerlo salir a evangelizar, yendo de un lado para otro, uno capaz hasta de bautizar gente de buena fe, como el ministro de la reina de Etiopía, y hacerlo ahí mismo, en la calle (cf. Hch 8,5; 36-40).

La cercanía es la clave del evangelizador porque es una actitud clave en el Evangelio (el Señor la usa para describir el Reino). Nosotros tenemos incorporado que la proximidad es la clave de la misericordia, porque la misericordia no sería tal si no se las ingeniara siempre, como «buena samaritana», para acortar distancias.

Pero creo que nos falta incorporar más el hecho de que la cercanía es también la clave de la verdad. ¿Se pueden acortar distancias en la verdad? Sí se puede. Porque la verdad no es solo la definición que hace nombrar las situaciones y las cosas a distancia de concepto y de razonamiento lógico. No es solo eso. La verdad es también fidelidad (emeth), esa que te hace nombrar a las personas con su nombre propio, como las nombra el Señor, antes de ponerles una categoría o definir «su situación».

Hay que estar atentos a no caer en la tentación de hacer ídolos con algunas verdades abstractas. Son ídolos cómodos que están a mano, que dan cierto prestigio y poder y son difíciles de discernir. Porque la «verdad-ídolo» se mimetiza, usa las palabras evangélicas como un vestido, pero no deja que le toquen el corazón. Y, lo que es mucho peor, aleja a la gente simple de la cercanía sanadora de la Palabra y de los sacramentos de Jesús.

En este punto, acudimos a María, Madre de los sacerdotes. La podemos invocar como «Nuestra Señora de la Cercanía»: «Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 286), de modo tal que nadie se sienta excluido. Nuestra Madre no solo es cercana por ir a servir con esa «prontitud» (ibíd., 288) que es un modo de cercanía, sino también por su manera de decir las cosas.

En Caná, el momento oportuno y el tono suyo con el cual dice a los servidores «Hagan todo lo que él les diga» (Jn 2,5), hará que esas palabras sean el molde materno de todo lenguaje eclesial. Pero para decirlas como ella, además de pedirle la gracia, hay que saber estar allí donde «se cocinan» las cosas importantes, las de cada corazón, las de cada familia, las de cada cultura. Solo en esta cercanía uno puede discernir cuál es el vino que falta y cuál es el de mejor calidad que quiere dar el Señor.

Les sugiero meditar tres ámbitos de cercanía sacerdotal en los que estas palabras: «Hagan todo lo que Jesús les diga» deben resonar ?de mil modos distintos pero con un mismo tono materno? en el corazón de las personas con las que hablamos: el ámbito del acompañamiento espiritual, el de la confesión y el de la predicación.

La cercanía en la conversación espiritual, la podemos meditar contemplando el encuentro del Señor con la Samaritana. El Señor le enseña a discernir primero cómo adorar, en Espíritu y en verdad; luego, con delicadeza, la ayuda a poner nombre a su pecado y, por fin, se deja contagiar por su espíritu misionero y va con ella a evangelizar a su pueblo. Modelo de conversación espiritual es el del Señor, que sabe hacer salir a la luz el pecado de la Samaritana sin que proyecte su sombra sobre su oración de adoradora ni ponga obstáculos a su vocación misionera.

La cercanía en la confesión la podemos meditar contemplando el pasaje de la mujer adúltera. Allí se ve claro cómo la cercanía lo es todo porque las verdades de Jesús siempre acercan y se dicen (se pueden decir siempre) cara a cara. Mirando al otro a los ojos ?como el Señor cuando se puso de pie después de haber estado de rodillas junto a la adúltera que querían apedrear, y puede decir: «Yo tampoco te condeno» (Jn 8,11), no es ir contra la ley. Y se puede agregar «En adelante no peques más» (ibíd.), no con un tono que pertenece al ámbito jurídico de la verdad-definición ?el tono de quien siente que tiene que determinar cuáles son los condicionamientos de la Misericordia divina? sino que es una frase que se dice en el ámbito de la verdad-fiel, que le permite al pecador mirar hacia adelante y no hacia atrás. El tono justo de este «no peques más» es el del confesor que lo dice dispuesto a repetirlo setenta veces siete.


Por último, el ámbito de la predicación. Meditamos en él pensando en los que están lejos, y lo hacemos escuchando la primera prédica de Pedro, que debe incluirse dentro del acontecimiento de Pentecostés. Pedro anuncia que la palabra es «para los que están lejos» (Hch 2,39), y predica de modo tal que el kerigma les «traspasó el corazón» y les hizo preguntar: «¿Qué tenemos que hacer?» (Hch 2,37). Pregunta que, como decíamos, debemos hacer y responder siempre en tono mariano, eclesial.

La homilía es la piedra de toque «para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 135). En la homilía se ve qué cerca hemos estado de Dios en la oración y qué cerca estamos de nuestro pueblo en su vida cotidiana.

La buena noticia se da cuando estas dos cercanías se alimentan y se curan mutuamente. Si te sientes lejos de Dios, acércate a su pueblo, que te sanará de las ideologías que te entibiaron el fervor. Los pequeños te enseñarán a mirar de otra manera a Jesús. Para sus ojos, la Persona de Jesús es fascinante, su buen ejemplo da autoridad moral, sus enseñanzas sirven para la vida.

Si te sientes lejos de la gente, acércate al Señor, a su Palabra: en el Evangelio, Jesús te enseñará su modo de mirar a la gente, qué valioso es a sus ojos cada uno de aquellos por los que derramó su sangre en la Cruz. En la cercanía con Dios, la Palabra se hará carne en ti y te volverás un cura cercano a toda carne. En la cercanía con el pueblo de Dios, su carne dolorosa se volverá palabra en tu corazón y tendrás de qué hablar con Dios, te volverás un cura intercesor.

Al sacerdote cercano, ese que camina en medio de su pueblo con cercanía y ternura de buen pastor (y unas veces va adelante, otras en medio y otras veces va atrás, pastoreando), no es que la gente solamente lo aprecie mucho; va más allá: siente por él una cosa especial, algo que solo siente en presencia de Jesús.

Por eso, no es una cosa más esto de «discernir nuestra cercanía». En ella nos jugamos «hacer presente a Jesús en la vida de la humanidad» o dejar que se quede en el plano de las ideas, encerrado en letras de molde, encarnado a lo sumo en alguna buena costumbre que se va convirtiendo en rutina.

Le pedimos a María, «Nuestra Señora de la Cercanía», que «nos acerque» entre nosotros y, a la hora de decirle a nuestro pueblo que «haga todo lo que Jesús le diga», nos unifique el tono, para que en la diversidad de nuestras opiniones, se haga presente su cercanía materna, esa que con su «sí» nos acercó a Jesús para siempre.

JUEVES SANTO: HOY TAMBIÉN ES EL DÍA DEL SACERDOTE


Jueves Santo: Hoy también es el día del sacerdote
Redacción ACI Prensa





El Jueves Santo, día en que Jesús instituyó el Sacramento del Orden sacerdotal, se celebra el día del sacerdote. ¿Quién no conoce algún obispo o presbítero que ayudó a ver la vida más alegre con un gesto o una palabra?

“Este día es especialmente grande para nosotros, queridos hermanos sacerdotes. Es la fiesta de los sacerdotes. Es el día en que nació nuestro Sacerdocio, el cual es participación del único Sacerdocio de Cristo Mediador”, escribió San Juan Pablo II a los presbíteros con ocasión del Jueves Santo de 1986.

“En este día, los sacerdotes del mundo entero son invitados a concelebrar la Eucaristía con sus obispos y a renovar a su alrededor las promesas de sus compromisos sacerdotales al servicio de Cristo y de su Iglesia”, añadió.

Los sacerdotes tienen la gracia de hacer que Cristo se haga presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad con la consagración del pan y del vino. Así como la de perdonar los pecados.

Con la gracia de Dios se ha mantenido en la Iglesia Católica una línea de sucesión jerárquica desde los apóstoles y que se mantiene hasta hoy. Sólo los Obispos pueden ordenar sacerdotes y todos ellos le deben obediencia al Papa, el Obispo de Roma, sucesor de Pedro y Vicario de Cristo.

La vida del sacerdote no es fácil. Tiene que dejar el hogar de sus padres y privarse de tener una familia propia. Educan y forman a miles de fieles, que muchas veces terminan haciendo lo contrario a sus consejos.

Algunos incluso pasan hambre, sed y frío por llevar el Evangelio a lugares recónditos. Otros son incomprendidos, perseguidos y calumniados por anunciar la verdad.

Lo importante, como recordó el Papa Francisco el Jueves Santo del 2013, es que el sacerdote debe hacer “que nuestra gente nos sienta discípulos del Señor, sienta que estamos revestidos con sus nombres, que no buscamos otra identidad; y pueda recibir a través de nuestras palabras y obras ese óleo de alegría que les vino a traer Jesús, el Ungido”.

JUEVES SANTO: ESTAMPAS DE LAS 7 VISITAS A LA IGLESIA









IMÁGENES DE JUEVES SANTO

















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