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jueves, 24 de marzo de 2016

LA ORACIÓN EN LA AGONÍA DE GETSEMANÍ


La oración en la agonía de Getsemaní
Pasión de Nuestro Señor: Pasión de la Iglesia




I. Después de la Última Cena, Jesús tiene una inmensa necesidad de orar. Su alma está triste hasta la muerte. En el Huerto de los Olivos cae abatido: se postró rostro en tierra (Mateo 26, 39), precisa San Mateo. "Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no sea yo como quiero, sino como quieres Tú". En Jesús se unen a la tristeza, un tedio y una angustia mortales.

Buscó apoyarse en la compañía de sus amigos íntimos y los encontró durmiendo; pero, entre tanto, uno no dormía; el traidor conjuraba con sus enemigos. Él, que es la misma inocencia, carga con los pecados de todos y cada uno de los hombres, y se ofreció, con cuánto amor, como Víctima para pagar personalmente todas nuestras deudas... y de cuántos solo recibe olvido y menosprecio.

¡Cuánto hemos de agradecer al Señor su sacrificio voluntario para librarnos del pecado y de la muerte eterna! En nuestra vida puede haber momentos de profundo dolor, en que cueste aceptar la Voluntad de Dios, con tentaciones de desaliento. La imagen de la Agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos nos enseña a abrazar la Voluntad de Dios, sin poner obstáculo alguno ni condiciones, aunque por momentos pidamos ser librados, con tal de que así pudiésemos identificarnos con la Voluntad de Dios. Debe ser una oración perseverante.

II. Hemos de rezar siempre, por nosotros y por la Iglesia; pero hay momentos en que esa oración se ha de intensificar, cuando la lucha se hace más dura; abandonarla sería como dejar abandonado a Cristo y quedar nosotros a merced del enemigo: "solo me condeno; con Dios me salvo" decía San Agustín.

Nuestra meditación y oración diaria, siempre a través de la Santísima Virgen, para poner el corazón con el de Ella en Dios, siendo verdadera oración, nos mantendrá vigilantes ante el enemigo que no duerme: "vigilad y orad para que no caigáis en tentación..." Y nos hará fuertes para sobrellevar y vencer tentaciones y dificultades. Si nos descuidáramos perderíamos la alegría y nos veríamos sin fuerzas para combatir y dar testimonio de la Verdad.

III. Los santos han sacado mucho provecho para su alma y para la Iglesia de este pasaje de la vida del Señor. Santo Tomás Moro nos muestra cómo la Agonía del Señor en Getsemaní ha fortalecido a muchos cristianos ante grandes dificultades y tribulaciones. También él fue fortalecido con la contemplación de estas escenas, mientras esperaba el martirio por ser fiel a la fe. Y puede ayudarnos a nosotros a ser fuertes en las dificultades, grandes o pequeñas, de nuestra vida ordinaria y aprovecharlas para reparar por nuestras faltas y ofrecer por la Iglesia. El primer misterio doloroso del Santo Rosario puede ser tema de nuestra oración cuando nos cueste descubrir la Voluntad de Dios en los acontecimientos de nuestra vida personal y en los de la historia de la Iglesia que quizá no entendemos. Podemos entonces rezar con frecuencia a modo de jaculatoria:

"Quiero lo que quieres, quiero porque quieres, quiero como lo quieres, quiero hasta que quieras (Misal Romano, Acción de gracias después de la Misa, oración universal de Clemente XI)"

LA PREPARACIÓN DE LA CENA PASCUAL - JUEVES SANTO



La preparación de la cena pascual

La Pasión de Jesús. Llegó el día de los Ázimos, en el cual había que sacrificar la Pascua. 
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net 


La preparación de la cena pascual
El jueves por la tarde, Jesús volvió a subir a Jerusalén, pero no públicamente como los días anteriores, sino con precauciones para evitar problemas con los que le buscan para matarle. Quiere calma y las condiciones materiales más adecuadas para un designio que cruzará los siglos. Judas espía dónde van a ir, pero no le es posible enterarse; Jesús da indicaciones muy cuidadosas a Juan y a Pedro. Hasta que llegan a una casa espaciosa y rica, en la zona más acomodada de aquella Jerusalén, en el monte Sión, no lejos de la casa de Caifás.

"Llegó el día de los Ázimos, en el cual había que sacrificar la Pascua. Envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: Id y preparadnos la Pascua para comerla. Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos? Y les respondió: Mirad, cuando entréis en la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle hasta la casa en que entre, y decid al dueño de la casa: el Maestro te dice: ¿dónde está la estancia en que he de comer la Pascua con mis discípulos? El os mostrará una habitación superior, grande, aderezada. Preparadla allí. Marcharon y encontraron todo como les había dicho, y prepararon la Pascua"(Lc).

Juan y Pedro llegan a la ciudad antes que los demás. Entran por la puerta de Siloé. Allí les sale al encuentro un hombre con un cántaro de agua, acción que solían realizar las mujeres. Es alguien previamente avisado para prepararles el lugar. La cantidad de gente en Jerusalén hace casi imposible encontrar una casa adecuada para trece personas si no se ha previsto mucho antes. Aquel hombre sabía como solucionar el problema. La casa era grande, en la mejor zona de la ciudad, alfombrada, con todo lo necesario para la pascua: mesas, divanes, iluminación, alimentos. Todo esto requiere mucha preparación. No se improvisa. Jesús, con el dueño de la casa que desconocemos, lo ha preparado todo, de modo que los agentes del sanedrín no puedan detenerle en aquel momento tan solemne.

Llegan a la casa. Suben al piso superior. Se admiran de lo espléndido del lugar, cosa que contrasta con los lugares donde habitualmente se alojaban. Y comienzan los preparativos para la cena pascual. Algunas de las mujeres han acudido también, y viven la fiesta separadas de los varones, como era la costumbre. Probablemente cuidan de lo que necesitan para la pascua. La Virgen María está allí por especial designio divino. Jesús no quiere apartarla de los momentos más importantes de su vida, quiere que se asocie a su modo con lo que va a suceder.

Significado de la Pascua
La Pascua era la fiesta más grande para Israel. Recuerda la liberación de la esclavitud de los israelitas en Egipto. Dios quería salvar a su pueblo, pero el faraón se opone y es castigado con diez plagas hasta que doblega su terca voluntad. La décima plaga consistió en herir a los primogénitos de Egipto con el ángel exterminador. Los hebreos podían librarse de este castigo si marcaban el dintel de la puerta de su casa con sangre de un cordero. "Aquella noche comerían su carne, asada al fuego, con panes sin levadura y hierbas amargas. Cenarían, ceñidos los riñones, con los zapatos puestos, bastón en la mano y a toda prisa", como viajeros dispuestos a partir. Era el recuerdo del Paso del Señor, de su Pascua. Durante siete días debían abstenerse de pan fermentado y consagrar a Dios la semana entera.

La tradición judía
La tradiciones rabínicas precisaban más el modo de celebrar la fiesta. No se debía romper ni un hueso del cordero, que se cocería al fuego vivo, ensartado en una varilla de granado, se bendecían cuatro copas de vino rojo mezclado con agua. Se cantaban diversos himnos llamados los del hallel.

La fiesta se celebraba el día quince de Nisán, y la cena la vigilia. En nuestro calendario el jueves de aquel año era el seis de abril. Los judíos seguían el calendario lunar, por eso la Pascua era cambiante cada año, justo el día de la luna llena de primavera. La noche del jueves se consideraba ya como el día de viernes, por eso la cena pascual -celebrada la vigilia de aquel viernes- marcaba el comienzo de la Pascua.

La cena
Al anochecer del jueves, pasadas ya las cinco y media de la tarde, se sentaron en la mesa. En un principio la cena se comía de pie. En aquellos momentos, era ya costumbre comerla recostados como expresión de que el pueblo elegido era ya libre después de la salida de Egipto. Jesús preside, y todos se sientan alrededor. Juan a su derecha, Pedro a su izquierda. En la mesa están los corderos asados y preparados, la salsa llamada harroset para mojar el pan, las copas para el vino y las hierbas amargas que recuerdan su antigua esclavitud.

Al situarse ya hay una pequeña contienda entre ellos. Todos quieren estar cerca de Jesús. "Entonces se suscitó entre ellos una disputa sobre quién sería tenido como el mayor. Pero él les dijo: Los reyes de las naciones las dominan y los que tienen potestad sobre ellas son llamados bienhechores; no seáis así vosotros, sino que el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que manda como el que sirve. Porque ¿quién es mayor: el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Sin embargo, yo estoy en medio de vosotros como quien sirve. Vosotros sois los que habéis permanecido junto a mí en mis tribulaciones. Por eso yo os preparo un Reino como mi Padre me lo preparó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel"(Lc).

"Cuando llegó la hora, se puso a la mesa y los Apóstoles con Él. Y les dijo: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer"(Lc). Jesús está lleno de deseos de entrega. Su corazón vibra de amor a los hombres. Sabe que dentro de unos momentos se va a hacer realidad el gran invento divino de la Eucaristía. Va a poder entrar en comunión íntima de alma y cuerpo con los que le quieran. El amor no puede hacer más, pues siempre busca el bien del y la unión con el otro. "Sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos en el mundo, los amó hasta el fin"(Jn) Su mirada recorre los rostros de todos. Todos le observan con atención y en silencio expectante. Ha pensado mucho en este momento. Sabe que podrá amar de un modo aún mayor que antes. Y el amor le llena el espíritu, sin olvidar lo que va a suceder, y lo que va a padecer. Quiere y quiere querer, arde en deseos de entrega. Está con el alma en vilo. Por fin ha llegado el momento, aunque sea tan difícil. Sabe que es la última cena con ellos. Por eso añade "porque os digo que no la volveré a comer hasta que tenga su cumplimiento en el Reino de Dios"(Lc). La plenitud de la salvación llegará al final de los tiempos cuando Jesús vuelva glorioso a vencer el último enemigo que es la muerte y funde unos nuevos cielos y la nueva tierra. El reino de Dios llegará, pero de un modo bien distinto a como podríamos imaginarlo los hombres, será toda la plenitud y toda la belleza, pero vencido el mal en su más íntima raíz.

LA MISA Y LA ÚLTIMA CENA


La Misa y la Última Cena
El misterio pascual no es un recuerdo de algo que sucedió, sino una acción que sigue verificándose hoy.
Por: Milagros Sotelo de Gómez



La institución de la Eucaristía se encuentra relatada cuatro veces en el N.T., en los tres sinópticos y en la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios.

San Juan por su parte, no refiere el momento de la institución de la Eucaristía, atento a su propósito de no repetir lo que otros narraron, sino más bien de precisarlos o concretarlos y es por ello que en el cap. 6 tenemos la promesa de la Eucaristía, que es una pieza doctrinal sobre ella y que llamamos el discurso de: El Pan de Vida, en el cual se destacan dos partes:

a) Que es don del Padre a los hombres y ha de ser tomado por la fe.

b) Que es don de Jesús que sólo se da en el futuro y se toma por comida y bebida.

Los trozos particulares están enlazados por la idea a la Eucaristía y en ellos se halla la terminología de la última cena. La doctrina de la promesa, se resume en tres proposiciones:


1. «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo»

2. «Si alguno come de este pan, vivirá eternamente»

3. «El pan que yo os voy a dar es mi carne para que el mundo viva»

La palabra griega que usa Jesús para decir carne es sarx, que traduce la hebrea basar; y que significa el compuesto humano formado por el cuerpo y el alma como unidad indivisible; esto se opone al concepto griego dualista de alma y cuerpo como realidades separadas.

Decimos que en la mentalidad hebrea decir basar = sarx = carne; incluye al hombre entero es decir un cuerpo con alma. Consecuentemente, cuando Jesús habla de comer su "carne", eso es alimentarse de su humanidad completa, que en El va unida inseparablemente su divinidad.

El realismo de esta promesa de un alimento, queda reforzado por lo que Jesús añade:

«Si no bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros» Al mencionar su sangre, acentúa el realismo del don de su persona, ya que "carne y sangre" es una expresión hebraica que significa "hombre", un ser humano completo y vivo. No es como el maná, ni tampoco como el pan con que se alimentó la muchedumbre, sino verdadera comida y bebida, alimento que produce vida eterna y la resurrección final.

La institución de la Eucaristía, tuvo lugar durante la última cena pascual que celebró con sus discípulos y los cuatro relatos coinciden en lo esencial, en todos ellos la consagración del pan precede a la del cáliz; aunque debemos recordar, que en la realidad histórica, la celebración de la Eucaristía ( Fracción del Pan ) comenzó en la Iglesia primitiva antes de la redacción de los Evangelios.

Para entender mejor la Eucaristía ubiquémonos en el marco de los acontecimientos:

a) Dentro de una comida festiva de despedida.

b) La institución de la Eucaristía fue encajada en el marco de la cena pascual.

En este contexto hay un mensaje claro, Cristo en persona es la nueva pascua. La Antigua Alianza ha quedado superada por la Nueva y definitiva Alianza, que se sella con la sangre del Cordero pascual que es Cristo. El pueblo de la Antigua Alianza, conmemora el paso, la Pascua, de Yahveh; en cambio el pueblo de la Nueva Alianza, celebra la presencia del Señor entre nosotros.

La celebración eucarística, va más allá, como podemos deducir por lo antes expuesto, de reunirse para recordar lo que Jesús hizo por nosotros, tal como lo hacen nuestros hermanos separados, no puede ser el Señor un recuerdo, el pan de vida, es eso, Vida y como "memorial", la celebración eucarística tiene la connotación de actualidad; por la acción del Espíritu Santo el acontecimiento salvífico, al cual nosotros en nuestro aquí y ahora nos asociamos, no es que se repita una y otra vez sino que se hace presente.

Durante la consagración se realiza el milagro de la transubstanciación, es decir que aún cuando ante nuestros ojos aparezcan las especies de pan y vino; estas ya no son tales, sino que estamos ante la presencia real y substancial de Cristo con su cuerpo, sangre, alma y divinidad; esto es la Eucaristía, que podemos contemplar en sus dos vertientes; como sacramento en el cual Cristo se nos da como alimento para santificarnos y como sacrificio en cuanto que Cristo se ofrece a Dios como víctima para el perdón de los pecados. Cristo efectivamente no fue inmolado en ése momento, pero si se ofreció para ser inmolado en la Cruz:" Este es mi cuerpo que será entregado por vosotros. Esta es mi sangre que será derramada por vosotros." Se ve pues, que su cuerpo y su sangre tuvieron ya carácter de víctima inmolada; y por eso si la Misa es la renovación del sacrificio de la Cruz, la última Cena fue la anticipación de el.

Hay también una íntima relación entre la Misa y la última Cena, porque ésta fue la primera Misa celebrada por Cristo, las que siguen después son el cumplimiento de las palabras que entonces pronunció " Haced esto en memoria mía "

A la luz de la Revelación en la Escritura, y en el desarrollo de la Tradición, vemos y entendemos que el Señor tiene una intención clara en la última Cena, donde también queda instituido el sacramento del Orden (en virtud del requerimiento del mandato). Deja un mandamiento claro "haced esto en memoria mía", para que su presencia y su salvación lleguen a todos los hombres y en todas las épocas, para que podamos tener vida eterna, al comer su carne y beber su sangre.

Todos los elementos y palabras presentes en los relatos de la institución de la Eucaristía, recogen todas las grandes ideas del Antiguo Testamento. ( Alianza y Reino de Dios, expiación y martirio, culto y predicación escatológica). Cristo es el centro de todo, por El se realiza la obra salvadora de Dios en plenitud y consumación. En la Eucaristía se concentra todo lo que Dios ha hecho y ha de hacer por los hombres en la historia de la salvación. El Reino de Dios no sólo es proclamado por El como próximo, sino que fue inaugurado ya por su presencia y por su obra; en este sentido, la Eucaristía es un adelanto de lo que en plenitud gozaremos en el Cielo.

Para ilustrar lo que significa la Eucaristía como misterio de fe, remitámonos a Juan 6,25-40 dentro del discurso del Pan de Vida. Jesús les declara que ese pan destinado a dar la vida al mundo es El en persona, pero puntualiza que es condición indispensable el tener fe, hay que creer en Jesús y eso nos plantea una pregunta: ¿ Que es creer en Jesús ? para El, "creer en El " es lo mismo que " ir a El " , es entregarse a El. No es un simple acontecimiento, sino un acercamiento afectivo y una decisión de la voluntad para seguir a Jesús y además dice que esto es una Gracia que el Padre concede: «que todo el que vea al Hijo y crea en el, tenga vida eterna», Jesús a lo largo del Evangelio repite que Dios llama a todos los hombres a la fe, luego el don es ofrecido a todos los hombres, pero es aceptado por unos y rechazado por otros, por otra parte como don de Dios se entiende que es gratuito y que no tiene el hombre ningún mérito propio para recibirlo. El mérito que podemos tener, consiste en el ejercicio que hagamos de ese don, es decir si lo abrazamos y lo vivimos.

En teoría todo cristiano sabe ( o debe saber) que en la Eucaristía esta presente Jesús en cuerpo, sangre, alma y divinidad. Pero parece en la práctica, que no lo lleváramos impreso en nuestra conciencia, ni el corazón, porque se así fuera sentiríamos en nuestro ser hambre y sed de recibirlo diariamente como verdadera comida y verdadera bebida, Toda nuestra vida estaría centrada alrededor de la presencia real del Maestro y la Santa Misa sería, como consecuencia lógica, la primera , diaria y más importante necesidad de nuestra vida.

Por otra parte al estar inmersos en la celebración eucarística, no cabría ninguna distracción y la profundidad del misterio nos invadiría. De esta forma viviendo y dejándonos penetrar por la Gracia, los que nos rodean verían al trasluz que nuestra fe es vida y no sólo teoría.

El carácter de "memorial" que tiene la Sta. Misa, por definición, exige de nosotros la actitud de introducirnos al misterio pascual tal y como es; no como recuerdo de algo que sucedió, sino asociándonos a una acción que sigue verificándose hoy, por ello cuando celebramos la Sta. Misa, nos trasladamos, nos hacemos presentes en la Cena del Señor y estamos con María al pié de la Cruz. Estamos alimentándonos del Cuerpo y Sangre del Señor, estamos siendo salvados en virtud de su sacrificio. Estaremos participando de la unidad en comunión con el Señor y por ello podemos unir nuestros sacrificios y sufrimientos a los de Cristo. Sólo "por El ,con El y en El" tienen un profundo sentido y acceden a la dimensión redentora.

Necesariamente el encuentro con Cristo Eucaristía es una experiencia personal e íntima, ha de ser el encuentro pleno de dos que se aman. Es por tanto imposible generalizar acerca de ellos. Porque sólo Dios conoce los corazones de los hombres. Sin embargo sí debemos traslucir en nuestra vida, la trascendencia del encuentro íntimo con el Amor. Resulta lógico pensar que quien recibe esta Gracia, está en mayor capacidad de amar y de servir al hermano y que además alimentado con el Pan de Vida debe estar más fortalecido para enfrentar las pruebas, para encarar el sufrimiento, para contagiar su fe y su esperanza. En fin para llevar a feliz término la misión, la vocación, que el Señor le otorgue.

Si apreciáramos de veras la Presencia real de Cristo en el sagrario, nunca lo encontraríamos solo, únicamente acompañado de la lámpara Eucarística encendida, el Señor hoy nos dice a todos y a cada uno, lo mismo que les dijo a los Apóstoles "Con ansias he deseado comer esta Pascua con vosotros " Lc.22,15. El Señor nos espera con ansias para dársenos como alimento; ¿somos conscientes de ello, de que el Señor nos espera el Sagrario, con la mesa celestial servida.? Y nosotros ¿ por qué lo dejamos esperando.? O es que acaso, ¿ cuando viene alguien de visita a nuestra casa, lo dejamos sólo en la sala y nos vamos a ocupar de nuestras cosas.?

Eso exactamente es lo que hacemos en nuestro apostolado, cuando nos llenamos de actividades y nos descuidamos en la oración delante del Señor, que nos espera en el Sagrario, preso porque nos "amó hasta el extremo" y resulta que, por quien se hizo el mundo y todo lo que contiene (nosotros incluidos) se encuentra allí, oculto a los ojos, pero increíblemente luminoso y poderoso para saciar todas nuestras necesidades.

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA CRISMAL DE JUEVES SANTO


Homilía del Papa Francisco en la
 Misa Crismal de Jueves Santo



(ACI).- El Papa Francisco presidió esta mañana (hora local) la Misa Crismal en la Basílica de San Pedro en la que consagró el óleo que será utilizado durante todo el año para los distintos sacramentos en las parroquias de Roma.

A continuación el texto completo de su homilía gracias a Radio Vaticano:

Después de la lectura del pasaje de Isaías, al escuchar en labios de Jesús las palabras: «Hoy mismo se ha cumplido esto que acaban de oír», bien podría haber estallado un aplauso en la Sinagoga de Nazaret. Y luego podrían haber llorado mansamente, con íntima alegría, como lloraba el pueblo cuando Nehemías y el sacerdote Esdras le leían el libro de la Ley que habían encontrado reconstruyendo el muro. Pero los evangelios nos dicen que hubo sentimientos encontrados en los paisanos de Jesús: le pusieron distancia y le cerraron el corazón.

Primero, «todos hablaban bien de él, se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca» (Lc 4,22); pero después, una pregunta insidiosa fue ganando espacio: «¿Pero no es este el hijo de José, el carpintero?». Y al final: «Se llenaron de ira» (Lc 4,28). Lo querían despeñar... Se cumplía así lo que el anciano Simeón le había profetizado a nuestra Señora: «Será bandera discutida» (Lc 2,34). Jesús, con sus palabras y sus gestos, hace que se muestre lo que cada hombre y mujer tiene en su corazón.

Y allí donde el Señor anuncia el evangelio de la Misericordia incondicional del Padre para con los más pobres, los más alejados y oprimidos, allí precisamente somos interpelados a optar, a «combatir el buen combate de la Fe» (1 Tm 6,12). La lucha del Señor no es contra los hombres sino contra el demonio (cf. Ef 6,12), enemigo de la humanidad. Pero el Señor «pasa en medio» de los que buscan detenerlo «y sigue su camino» (Lc 4,30). Jesús no confronta para consolidar un espacio de poder. Si rompe cercos y cuestiona seguridades es para abrir una brecha al torrente de la Misericordia que, con el Padre y el Espíritu, desea derramar sobre la tierra. Una Misericordia que procede de bien en mejor: anuncia y trae algo nuevo: cura, libera y proclama el año de gracia del Señor.

La Misericordia de nuestro Dios es infinita e inefable y expresamos el dinamismo de este misterio como una Misericordia «siempre más grande», una Misericordia en camino, una Misericordia que cada día busca el modo de dar un paso adelante, un pasito más allá, avanzando sobre las tierras de nadie, en las que reinaba la indiferencia y la violencia.

Y esta fue la dinámica del buen Samaritano que «practicó la misericordia» (Lc10,37): primer paso, se conmovió, se acercó al herido, vendó sus heridas, lo llevó a la posada, se quedó esa noche y prometió volver a pagar lo que se gastara de más. Esta es la dinámica de la Misericordia, que enlaza un pequeño gesto con otro, y sin maltratar ninguna fragilidad, se extiende un poquito más en la ayuda y el amor. Cada uno de nosotros, mirando su propia vida con la mirada buena de Dios, puede hacer un ejercicio con la memoria y descubrir cómo ha practicado el Señor su misericordia para con nosotros, cómo ha sido mucho más misericordioso de lo que creíamos y, así, animarnos a desear y a pedirle que dé un pasito más, que se muestre mucho más misericordioso en el futuro. «Muéstranos Señor tu misericordia» (Sal 85,8).

Esta manera paradójica de rezar a un Dios siempre más misericordioso ayuda a romper esos moldes estrechos en los que tantas veces encasillamos la sobreabundancia de su Corazón. Nos hace bien salir de nuestros encierros, porque lo propio del Corazón de Dios es desbordarse de misericordia, desparramarse, derrochando su ternura, de manera tal que siempre sobre, ya que el Señor prefiere que se pierda algo antes de que falte una gota, que muchas semillas se la coman los pájaros antes de que se deje de sembrar una sola, ya que todas son capaces de portar fruto abundante, el 30, el 60 y hasta el ciento por uno.

Y como sacerdotes, nosotros somos testigos y ministros de la Misericordia siempre más grande de nuestro Padre; tenemos la dulce y confortadora tarea de encarnarla, como hizo Jesús, que «pasó haciendo el bien» (Hch 10,38), de mil maneras, para que llegue a todos. Nosotros podemos contribuir a inculturarla, a fin de que cada persona la reciba en su propia experiencia de vida y así la pueda entender y practicar —creativamente— en el modo de ser propio de su pueblo y de su familia y también de su persona.

Hoy, en este Jueves Santo del Año Jubilar de la Misericordia, quisiera hablar de dos ámbitos en los que el Señor se excede en su Misericordia. Dado que es él quien nos da ejemplo, no tenemos que tener miedo a excedernos nosotros también: un ámbito es el del encuentro; el otro, el de su perdón que nos avergüenza y dignifica.

El primer ámbito en el que vemos que Dios se excede en una Misericordia siempre más grande, es en el encuentro. Él se da todo y de manera tal que, en todo encuentro, directamente pasa a celebrar una fiesta. En la parábola del Padre Misericordioso quedamos pasmados ante ese hombre que corre, conmovido, a echarse al cuello de su hijo; cómo lo abraza y lo besa y se preocupa de ponerle el anillo que lo hace sentir como igual, y las sandalias del que es hijo y no empleado; y luego, cómo pone a todos en movimiento y manda organizar una fiesta.

Al contemplar siempre maravillados este derroche de alegría del Padre, a quien el regreso de su hijo le permite expresar su amor libremente, sin resistencias ni distancias, nosotros no debemos tener miedo a exagerar en nuestro agradecimiento. La actitud podemos tomarla de aquel pobre leproso, que al sentirse curado, deja a sus nueve compañeros que van a cumplir lo que les mandó Jesús y vuelve a arrodillarse a los pies del Señor, glorificando y dando gracias a Dios a grandes voces.

La misericordia restaura todo y devuelve a las personas a su dignidad original. Por eso, el agradecimiento efusivo es la respuesta adecuada: hay que entrar rápido en la fiesta, ponerse el vestido, sacarse los enojos del hijo mayor, alegrarse y festejar... Porque sólo así, participando plenamente en ese ámbito de celebración, uno puede después pensar bien, uno puede pedir perdón y ver más claramente cómo podrá reparar el mal que hizo.

A todos nosotros, puede hacernos bien preguntarnos: Después de confesarme, ¿festejo? O paso rápido a otra cosa, como cuando después de ir al médico, uno ve que los análisis no dieron tan mal y los mete en el sobre y pasa a otra cosa. Y cuando doy una limosna, ¿le doy tiempo al otro a que me exprese su agradecimiento y festejo su sonrisa y esas bendiciones que nos dan los pobres, o sigo apurado con mis cosas después de «dejar caer la moneda»?

El otro ámbito en el que vemos que Dios se excede en una Misericordia siempre más grande, es el perdón mismo. No sólo perdona deudas incalculables, como al siervo que le suplica y que luego se mostrará mezquino con su compañero, sino que nos hace pasar directamente de Ia vergüenza más vergonzante a la dignidad más alta sin pasos intermedios. El Señor deja que la pecadora perdonada le lave familiarmente los pies con sus lágrimas. Apenas Simón Pedro le confiesa su pecado y le pide que se aleje, Él lo eleva a la dignidad de pescador de hombres. Nosotros, en cambio, tendemos a separar ambas actitudes: cuando nos avergonzamos del pecado, nos escondemos y andamos con la cabeza gacha, como Adán y Eva, y cuando somos elevados a alguna dignidad tratamos de tapar los pecados y nos gusta hacernos ver, casi pavonearnos.

Nuestra respuesta al perdón excesivo del Señor debería consistir en mantenernos siempre en esa tensión sana entre una digna vergüenza y una avergonzada dignidad: actitud de quien por sí mismo busca humillarse y abajarse, pero es capaz de aceptar que el Señor lo ensalce en bien de la misión, sin creérselo. El modelo que el Evangelio consagra, y que puede servirnos cuando nos confesamos, es el de Pedro, que se deja interrogar prolijamente sobre su amor y, al mismo tiempo, renueva su aceptación del ministerio de pastorear las ovejas que el Señor le confía.

Para entrar más hondo en esta avergonzada dignidad, que nos salva de creernos, más o menos, de lo que somos por gracia, nos puede ayudar ver cómo en el pasaje de Isaías que el Señor lee hoy en su Sinagoga de Nazaret, el Profeta continúa diciendo: «Ustedes serán llamados sacerdotes del Señor, ministros de nuestro Dios» (Is 61,6). Es el pueblo pobre, hambreado, prisionero de guerra, sin futuro, el pueblo sobrante y descartado, a quien el Señor convierte en pueblo sacerdotal.

Como sacerdotes, nos identificamos con ese pueblo descartado, al que el Señor salva y recordamos que hay multitudes incontables de personas pobres, ignorantes, prisioneras, que se encuentran en esa situación porque otros los oprimen. Pero también recordamos que cada uno de nosotros conoce en qué medida, tantas veces estamos ciegos de la luz linda de la fe, no por no tener a mano el evangelio sino por exceso de teologías complicadas. Sentimos que nuestra alma anda sedienta de espiritualidad, pero no por falta de Agua Viva —que bebemos sólo en sorbos—, sino por exceso de espiritualidades «gaseosas», de espiritualidades light.

También nos sentimos prisioneros, pero no rodeados como tantos pueblos, por infranqueables muros de piedra o de alambrados de acero, sino por una mundanidad virtual que se abre o cierra con un simple click. Estamos oprimidos pero no por amenazas ni empujones, como tanta pobre gente, sino por la fascinación de mil propuestas de consumo que no nos podemos quitar de encima para caminar, libres, por los senderos que nos llevan al amor de nuestros hermanos, a los rebaños del Señor, a Ias ovejitas que esperan la voz de sus pastores.

Y Jesús viene a rescatarnos, a hacernos salir, para convertirnos de pobres y ciegos, de cautivos y oprimidos. en ministros de misericordia y consolación. Y nos dice, con las palabras del profeta Ezequiel al pueblo que se prostituyó y traicionó tanto a su Señor: «Yo me acordaré de la alianza que hice contigo cuando eras joven... Y tú te acordarás de tu conducta y te avergonzarás de ella, cuando recibas a tus hermanas, las mayores y las menores, y yo te las daré como hijas, si bien no en virtud de tu alianza. Yo mismo restableceré mi alianza contigo, y sabrás que yo soy el Señor. Así, cuando te haya perdonado todo lo que has hecho, te acordarás y te avergonzarás, y la vergüenza ya no te dejará volver a abrir la boca —oráculo del Señor—» (Ez 16,60-63).

En este Año Santo Jubilar, celebramos con todo el agradecimiento de que sea capaz nuestro corazón, a nuestro Padre, y le rogamos que "se acuerde siempre de su Misericordia"; recibimos con avergonzada dignidad Ia Misericordia en Ia carne herida de nuestro Señor Jesucristo y le pedimos que nos lave de todo pecado y nos libre de todo mal; y con la gracia del Espíritu Santo nos comprometemos a comunicar la Misericordia de Dios a todos los hombres, practicando Ias obras que el Espíritu suscita en cada uno para el bien común de todo el pueblo fiel de Dios.

HOY ES JUEVES SANTO - REFLEXIÓN


Hoy comienza el Triduo Sacro celebrando la Última Cena
Jueves santo. Jesús instituye el Sacramento de la Eucaristía, el Orden Sacerdotal y nos recuerda el mandamiento del amor.
Por: San Juan Pablo II 




Hoy comienza el Triduo Sacro con la celebración de la Pascua, de la Última Cena, donde Jesús instituye el Sacramento de la Eucaristía y del Orden Sacerdotal y nos recuerda el mandamiento del amor con su ejemplo en el lavatorio de los pies. Es un día para contemplar su amor infinito hecho servicio, hecho un pedazo de pan, hecho presencia continua entre nosotros.


La Última Cena

Después de la Cena se va a Getsemaní con sus discípulos. Ahí en la presencia de su Padre pasa la noche velando en oración para prepararse para la hora definitiva, para la cruz. Un momento para acompañar a Jesús y velar con él.

Texto sobre la Última Cena:

1. "Habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1).

Estas palabras, recogidas en el pasaje evangélico que se acaba de proclamar, subrayan muy bien el clima del Jueves Santo. Nos permiten intuir los sentimientos que experimentó Cristo "la noche en que iba a ser entregado" (1 Co 11, 23) y nos estimulan a participar con intensa e íntima gratitud en el solemne rito que estamos realizando.

Esta tarde entramos en la Pascua de Cristo, que constituye el momento dramático y conclusivo, durante mucho tiempo preparado y esperado, de la existencia terrena del Verbo de Dios. Jesús vino a nosotros no para ser servido, sino para servir, y tomó sobre sí los dramas y las esperanzas de los hombres de todos los tiempos. Anticipando místicamente el sacrificio de la cruz, en el Cenáculo quiso quedarse con nosotros bajo las especies del pan y del vino, y encomendó a los Apóstoles y a sus sucesores la misión y el poder de perpetuar la memoria viva y eficaz del rito eucarístico.
Por consiguiente, esta celebración nos implica místicamente a todos y nos introduce en el Triduo sacro, durante el cual también nosotros aprenderemos del único "Maestro y Señor" a "tender las manos" para ir a donde nos llama el cumplimiento de la voluntad del Padre celestial.

2. "Haced esto en conmemoración mía" (1 Co 11, 24-25). Con este mandato, que nos compromete a repetir su gesto, Jesús concluye la institución del Sacramento del altar. También al terminar el lavatorio de los pies, nos invita a imitarlo: "Os he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con vosotros, también lo hagáis vosotros" (Jn 13, 15). De este modo establece una íntima correlación entre la Eucaristía, sacramento del don de su sacrificio, y el mandamiento del amor, que nos compromete a acoger y a servir a nuestros hermanos.

No se puede separar la participación en la mesa del Señor del deber de amar al prójimo. Cada vez que participamos en la Eucaristía, también nosotros pronunciamos nuestro "Amén" ante el Cuerpo y la Sangre del Señor. Así nos comprometemos a hacer lo que Cristo hizo, "lavar los pies" de nuestros hermanos, transformándonos en imagen concreta y transparente de Aquel que "se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo" (Flp 2, 7).

El amor es la herencia más valiosa que él deja a los que llama a su seguimiento. Su amor, compartido por sus discípulos, es lo que esta tarde se ofrece a la humanidad entera.”

JUEVES SANTO: HOY TAMBIÉN ES EL DÍA DEL SACERDOTE!!


Jueves Santo: Hoy también es el día del sacerdote
Por Abel Camasca


 (ACI).- El Jueves Santo, día en que Jesús instituyó el Sacramento del Orden sacerdotal, se celebra el día del sacerdote. ¿Quién no conoce algún obispo o presbítero que ayudó a ver la vida más alegre con un gesto o una palabra?

“Este día es especialmente grande para nosotros, queridos hermanos sacerdotes. Es la fiesta de los sacerdotes. Es el día en que nació nuestro Sacerdocio, el cual es participación del único Sacerdocio de Cristo Mediador”, escribió San Juan Pablo II a los presbíteros con ocasión del Jueves Santo de 1986.

“En este día, los sacerdotes del mundo entero son invitados a concelebrar la Eucaristía con sus obispos y a renovar a su alrededor las promesas de sus compromisos sacerdotales al servicio de Cristo y de su Iglesia”, añadió.

Según las estadísticas de la Iglesia Católica del 2014, el número de sacerdotes en el mundo ha crecido, alcanzando la cifra de 414.313. Ellos tienen la gracia de hacer que Cristo se haga presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad con la consagración del pan y del vino. Así como la de perdonar los pecados.


Con la gracia de Dios se ha mantenido en la Iglesia Católica una línea de sucesión jerárquica desde los apóstoles y que se mantiene hasta hoy. Sólo los Obispos pueden ordenar sacerdotes y todos ellos le deben obediencia al Papa, el Obispo de Roma, sucesor de Pedro y Vicario de Cristo.

La vida del sacerdote no es fácil. Tiene que dejar el hogar de sus padres y privarse de tener una familia propia. Educan y forman a miles de fieles, que muchas veces terminan haciendo lo contrario a sus consejos.

Algunos incluso pasan hambre, sed y frío por llevar el Evangelio a lugares recónditos. Otros son incomprendidos, perseguidos y calumniados por anunciar la verdad.

Lo importante, como recordó el Papa Francisco el Jueves Santo del 2013, es que el sacerdote debe hacer “que nuestra gente nos sienta discípulos del Señor, sienta que estamos revestidos con sus nombres, que no buscamos otra identidad; y pueda recibir a través de nuestras palabras y obras ese óleo de alegría que les vino a traer Jesús, el Ungido”.


A continuación una Oración por la Santificación de los Sacerdotes, de Santa Teresita del Niño Jesús.

Oh Jesús que has instituido el sacerdocio para continuar en la tierra
la obra divina de salvar a las almas
protege a tus sacerdotes (especialmente a: ..............)
en el refugio de tu SAGRADO CORAZÓN.

Guarda sin mancha sus MANOS CONSAGRADAS,
que a diario tocan tu SAGRADO CUERPO,
y conserva puros sus labios teñidos con tu PRECIOSA SANGRE.

Haz que se preserven puros sus Corazones,
marcados con el sello sublime del SACERDOCIO,
y no permitas que el espíritu del mundo los contamine.

Aumenta el número de tus apóstoles,
y que tu Santo Amor los proteja de todo peligro.

Bendice Sus trabajos y fatigas,
y que como fruto de su apostolado obtenga la salvación de muchas almas que sean su consuelo aquí en la tierra y su corona eterna en el Cielo. Amén.

FELIZ JUEVES SANTO!!


jueves, 2 de abril de 2015

IMÁGENES DE JUEVES SANTO



JUEVES SANTO, SIGNIFICADO DE LA CELEBRACIÓN


Jueves Santo
2 de abril 2015. Jueves en que Cristo instituyó el sacramento de la Eucaristía, también conocido como la Última Cena. 


Por: Teresa Vallés | Fuente: Catholic.net



Significado de la celebración

El Jueves Santo se celebra:
  •  La Última Cena.
  •  El Lavatorio de los pies,
  •  La institución de la Eucaristía y del Sacerdocio
  • La oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní.
En la mañana de este día, en todas las catedrales de cada diócesis, el obispo reúne a los sacerdotes en torno al altar y, en una Misa solemne, se consagran los Santos Óleos que se usan en los Sacramentos del Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos.

En la Misa vespertina, antes del ofertorio, el sacerdote celebrante toma una toalla y una bandeja con agua y lava los pies de doce varones, recordando el mismo gesto de Jesús con sus apóstoles en la Última Cena.

a)Lecturas bíblicas:

Libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14; Primera carta del apóstol San Pablo a los corintios 11, 23-26; Evangelio según San Juan 13, 1-15.

b)La Eucaristía

Este es el día en que se instituyó la Eucaristía, el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino. Cristo tuvo la Última Cena con sus apóstoles y por el gran amor que nos tiene, se quedó con nosotros en la Eucaristía, para guiarnos en el camino de la salvación.
Todos estamos invitados a celebrar la cena instituida por Jesús. Esta noche santa, Cristo nos deja su Cuerpo y su Sangre. Revivamos este gran don y comprometámonos a servir a nuestros hermanos.

c)El lavatorio de los pies

Jesús en este pasaje del Evangelio nos enseña a servir con humildad y de corazón a los demás. Este es el mejor camino para seguir a Jesús y para demostrarle nuestra fe en Él. Recordar que esta no es la única vez que Jesús nos habla acerca del servicio. Debemos procurar esta virtud para nuestra vida de todos los días. Vivir como servidores unos de otros.

d)La noche en el huerto de los Olivos

Lectura del Evangelio según San Marcos14, 32-42.: 

Reflexionemos con Jesús en lo que sentía en estos momentos: su miedo, la angustia ante la muerte, la tristeza por ser traicionado, su soledad, su compromiso por cumplir la voluntad de Dios, su obediencia a Dios Padre y su confianza en Él. Las virtudes que nos enseña Jesús este día, entre otras, son la obediencia, la generosidad y la humildad.

Los monumentos y la visita de las siete iglesias 

Se acostumbra, después de la Misa vespertina, hacer un monumento para resaltar la Eucaristía y exponerla de una manera solemne para la adoración de los fieles.
La Iglesia pide dedicar un momento de adoración y de agradecimiento a Jesús, un acompañar a Jesús en la oración del huerto. Es por esta razón que las Iglesias preparan sus monumentos. Este es un día solemne.

En la visita de las siete iglesias o siete templos, se acostumbra llevar a cabo una breve oración en la que se dan gracias al Señor por todo su amor al quedarse con nosotros. Esto se hace en siete templos diferentes y simboliza el ir y venir de Jesús en la noche de la traición. Es a lo que refieren cuando dicen “traerte de Herodes a Pilatos”.

La cena de pascua en tiempos de Jesús

Hace miles de años, los judíos vivían en la tierra de Canaán, pero sobrevino una gran carestía y tuvieron que mudarse a vivir a Egipto, donde el faraón les regaló unas tierras fértiles donde pudieran vivir, gracias a la influencia de un judío llamado José, conocido como El soñador.

Después de muchos años, los israelitas se multiplicaron muchísimo en Egipto y el faraón tuvo miedo de que se rebelaran contra su reino. Ordenó matar a todos los niños varones israelitas, ahogándolos en el río Nilo. Moisés logró sobrevivir a esa matanza, pues su madre lo puso en una canasta en el río y fue recogido por la hija del faraón.
El faraón convirtió en esclavos a los israelitas, encomendándoles los trabajos más pesados.

Dios eligió a Moisés para que liberara a su pueblo de la esclavitud. Como el faraón no accedía a liberarlos, Dios mandó caer diez plagas sobre Egipto.

La última de esas plagas fue la muerte de todos los primogénitos del reino.
Para que la plaga no cayera sobre los israelitas, Dios ordenó a Moisés que cada uno de ellos marcara la puerta de su casa con la sangre de un cordero y le dio instrucciones específicas para ello: En la cena, cada familia debía comerse entero a un cordero asado sin romperle los huesos. No debían dejar nada porque al día siguiente ya no estarían ahí. Para acompañar al cordero debían comerlo con pan ázimo y hierbas amargas. La hierbas amargas ayudarían a que tuvieran menos sed, ya que tendrían que caminar mucho en el desierto. El pan al no tener levadura no se haría duro y lo podían llevar para comer en el camino. Les mandó comer de pie y vestidos de viaje, con todas sus cosas listas, ya que tenían que estar preparados para salir cuando les avisaran.

Al día siguiente, el primogénito del faraón y de cada uno de los egipcios amaneció muerto. Esto hizo que el faraón accediera a dejar a los israelitas en libertad y éstos salieron a toda prisa de Egipto. El faraón pronto se arrepintió de haberlos dejado ir y envió a todo su ejército para traerlos de nuevo. Dios ayudó a su pueblo abriendo las aguas del mar Rojo para que pasaran y las cerró en el momento en que el ejército del faraón intentó pasar.

Desde ese día los judíos empezaron a celebrar la pascua en la primera luna llena de primavera, que fue cuando Dios los ayudó a liberarse de la esclavitud en Egipto.
Pascua quiere decir “paso”, es decir, el paso de la esclavitud a la libertad. El paso de Dios por sus vidas.

Los judíos celebran la pascua con una cena muy parecida a la que tuvieron sus antepasados en la última noche que pasaron en Egipto.

Las fiesta de la pascua se llamaba “Pesaj” y se celebraba en recuerdo de la liberación del pueblo judío de la esclavitud de Egipto. Esto lo hacían al llegar la primavera, del 15 al 21 del mes hebreo de Nisán, en la luna llena.
Los elementos que se utilizaban en la cena eran los siguientes:
  • El Cordero: Al salir de Egipto, los judíos sacrificaron un cordero y con su sangre marcaron los dinteles de sus puertas.
  • Karpas: Es una hierba que se baña en agua salada y que recuerda las miserias de los judíos en Egipto.
  • Naror: Es una hierba amarga que simboliza los sufrimientos de los hebreos durante la esclavitud en Egipto. Comían naror para recordar que los egipcios amargaron la vida sus antepasados convirtiéndolos en esclavos.
  • Jarose: Es una mezcla de manzana, nuez, miel, vino y canela que simboliza la mezcla de arcilla que usaron los hebreos en Egipto para las construcciones del faraón.
  • Matzá: Es un pan sin levadura que simboliza el pan que sacaron los hebreos de Egipto que no alcanzó a fermentar por falta de tiempo.
  • Agua salada: Simboliza el camino por el Mar Rojo.
  • Cuatro copas de vino: Simbolizan cuatro expresiones Bíblicas de la liberación de Israel.
  • Siete velas: Alumbran dan luz. Esta simbolizan la venida del Mesías, luz del mundo.
    La cena constaba de ocho partes:
1. Encendido de las luces de la fiesta: El que presidía la celebración encendía las velas, todos permanecían de pie y hacían una oración.

2. La bendición de la fiesta (Kiddush): Se sentaban todos a la mesa. Delante del que presidía la cena, había una gran copa o vasija de vino.
Frente a los demás miembros de la familia había un plato pequeño de agua salada y un plato con matzás, rábano o alguna otra hierba amarga, jaroses y alguna hierba verde.
Se servía la primera copa de vino, la copa de acción de gracias, y les daban a todos los miembros de la familia. Todos bebían la primera copa de vino. Después el sirviente presentaba una vasija, jarra y servilleta al que presidía la celebración, para que se lavara sus manos mientras decía la oración. Se comían la hierba verde, el sirviente llevaba un plato con tres matzás grandes, cada una envuelta en una servilleta. El que presidía la ceremonia desenvolvía la pieza superior y la levantaba en el plato.

3. La historia de la salida de Egipto (Hagadah) Se servían la segunda copa de vino, la copa de Hagadah. Alguien de la familia leía la salida de Egipto del libro del Éxodo, capítulo 12. El sirviente traía el cordero pascual que debía ser macho y sin mancha y se asaba en un asador en forma de cruz y no se le podía romper ningún hueso. Se colocaba delante del que presidía la celebración les preguntaba por el significado de la fiesta de Pesaj. Ellos respondían que era el cordero pascual que nuestros padres sacrificaron al Señor en memoria de la noche en que Yahvé pasó de largo por las casas de nuestros padres en Egipto. Luego tomaba la pieza superior del pan ázimo y lo sostenía en alto. Luego levantaba la hierba amarga.

4.Oración de acción de gracias por la salida de Egipto: El que presidía la ceremonia levantaba su copa y hacía una oración de gracias. Colocaba la copa de vino en su lugar. Todos se ponían de pie y recitaban el salmo 113.

5. La solemne bendición de la comida: Todos se sentaban y se bendecía el pan ázimo y las hierbas amargas. Tomaba primero el pan y lo bendecía. Después rompía la matzá superior en pequeñas porciones y distribuía un trozo a cada uno de los presentes. Ellos lo sostenían en sus manos y decían una oración. Cada persona ponía una porción de hierba amarga y algo de jaroses entre dos trozos de matzá y decían juntos una pequeña oración.

6. La cena pascual: Se llevaba a cabo la cena.

7. Bebida de la tercera copa de vino: la copa de la bendición.- Cuando se terminaban la cena, el que presidía tomaba la mitad grande de la matzá en medio del plato, la partía y la distribuía a todos los ahí reunidos. Todos sostenían la porción de matzá en sus manos mientras el que presidía decía una oración y luego se lo comían. Se les servía la tercera copa de vino, “la copa de la bendición”. Todos se ponían de pie y tomaban la copa de la bendición.

8. Bendición final: Se llenaban las copas por cuarta vez. Esta cuarta copa era la “Copa de Melquisedec”. Todos levantaban sus copas y decían una oración de alabanza a Dios. Se las tomaban y el que presidía la ceremonia concluía la celebración con la antigua bendición del Libro de los Números (6, 24-26).
Día de la Caridad:

En México, los obispos, han establecido que el Jueves Santo sea el día de la caridad. El objetivo de esto no es llevar a cabo una colecta para los pobres, sino mas bien el impulso de seguir el ejemplo de Jesús que compartió todo su ser.

Sugerencias para vivir esta fiesta:
  • Dedicar un tiempo a la adoración a la Eucaristía
  • Hacer la visita de las siete casas.

JUEVES SANTO, MISTERIO EUCARÍSTICO


Jueves Santo. Misterio Eucarístico
Caigamos de rodillas y pidámosle que nos alimente con su Eucaristía mientras recorremos el camino de la vida.


Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net




Hoy Jueves Santo sentimos una necesidad imperiosa de recordar y más que recordar llegar con nuestra imaginación y nuestro sentir hasta el Cenáculo, lugar que tuvo que quedar perfumado con las palabras eucarísticas que pronunció allí Jesús la misma noche en que sería entregado a la muerte.

En aquel sagrado recinto vemos a Cristo rodeado de sus apóstoles junto a una mesa y le vemos tomar el pan y el cáliz en sus manos sacerdotales para convertirlos en su Cuerpo y en su Sangre divinos.

Jesucristo se nos presenta con todo el poder de que es verdadero Dios, por su milagro, por el dominio de su pena interna, por el infinito amor con que corresponde a la soledad de los sagrarios de todo el mundo y de todos los tiempos, a los sacrilegios y perversiones de los corazones de los hombres, al desamor, y a la tibieza de los malos cristianos que lo reciben con gran indiferencia.

San Pablo nos dice: Porque yo aprendí del Señor lo que también os tengo enseñado; y es que el Señor Jesús, la noche misma en que había de ser entregado, tomó el pan y dando gracias lo partió y dijo a sus discípulos: "Tomad y comed. Esto es mi cuerpo que por vosotros será entregado a la muerte. Haced esto en memoria mía". Y de la misma manera el cáliz, después de haber cenado, diciendo: "Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre. Haced esto cuantas veces lo bebiereis en memoria mía, pues todas las veces que comierais este pan o bebierais este cáliz, anunciareis la muerte del Señor hasta que venga.

Así es que, cualquiera que comiera este pan o bebiera el cáliz del Señor indignamente será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Porque quién lo come o bebe indignamente, se traga y bebe su propia condenación". (Cor, ll,2O-32).


Las palabras del Señor en esa noche son una promesa de amor de que jamás estaremos solos sin El, de que podremos alimentar nuestra alma y cuerpo con el mismo Dios nuestro Creador que se quedó en el Sagrario pero también palabras fuertes de una advertencia grave para que no tomemos a la ligera al acercarnos a recibirle sin que antes reconciliemos nuestro corazón, si le hemos ofendido gravemente, con el acto humilde de reconocer nuestros pecados en el Sacramento de la Penitencia.

Y de nuevo ante esta inconmensurable escena de amor en el noche del Jueves Santo podemos ver su rostro trasfigurado y sus ojos llenos de pesadumbre, su corazón dolorido y sus palabras misteriosas para quedarse por siempre, hasta la consumación de los siglos, entre los hombres

Caigamos de rodillas y pidámosle que nos alimente con su Eucaristía mientras recorremos el camino de la vida, que nos consuele en nuestras penas, que participe de nuestras alegría y que nos ayude a no perder la gracia para poderlo recibir frecuentemente y de una manera digna.

jueves, 17 de abril de 2014

JUEVES SANTO EN QUE CRISTO INSTITUYÓ EL SACRAMENTO DEL A EUCARISTÍA

Jueves en que Cristo instituyó el sacramento de la Eucaristía, también conocido como la Última Cena.




El Jueves Santo se celebra: 
- La Última Cena,
- El Lavatorio de los pies,
- La institución de la Eucaristía y del Sacerdocio
- La oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní.


En la mañana de este día, en todas las catedrales de cada diócesis, el obispo reúne a los sacerdotes en torno al altar y, en una Misa solemne, se consagran los Santos Óleos que se usan en los Sacramentos del Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos.

En la Misa vespertina, antes del ofertorio, el sacerdote celebrante toma una toalla y una bandeja con agua y lava los pies de doce varones, recordando el mismo gesto de Jesús con sus apóstoles en la Última Cena.


a) Lecturas bíblicas: 
Libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14; Primera carta del apóstol San Pablo a los corintios 11, 23-26; Evangelio según San Juan 13, 1-15.

b) La Eucaristía 
Este es el día en que se instituyó la Eucaristía, el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino. Cristo tuvo la Última Cena con sus apóstoles y por el gran amor que nos tiene, se quedó con nosotros en la Eucaristía, para guiarnos en el camino de la salvación. 

Todos estamos invitados a celebrar la cena instituida por Jesús. Esta noche santa, Cristo nos deja su Cuerpo y su Sangre. Revivamos este gran don y comprometámonos a servir a nuestros hermanos. 

c) El lavatorio de los pies
Jesús en este pasaje del Evangelio nos enseña a servir con humildad y de corazón a los demás. Este es el mejor camino para seguir a Jesús y para demostrarle nuestra fe en Él. Recordar que esta no es la única vez que Jesús nos habla acerca del servicio. Debemos procurar esta virtud para nuestra vida de todos los días. Vivir como servidores unos de otros.

d) La noche en el huerto de los Olivos
Lectura del Evangelio según San Marcos 14, 32-42.: 

Reflexionemos con Jesús en lo que sentía en estos momentos: su miedo, la angustia ante la muerte, la tristeza por ser traicionado, su soledad, su compromiso por cumplir la voluntad de Dios, su obediencia a Dios Padre y su confianza en Él. Las virtudes que nos enseña Jesús este día, entre otras, son la obediencia, la generosidad y la humildad.


Los monumentos y la visita de las siete iglesias 
Se acostumbra, después de la Misa vespertina, hacer un monumento para resaltar la Eucaristía y exponerla de una manera solemne para la adoración de los fieles. 

La Iglesia pide dedicar un momento de adoración y de agradecimiento a Jesús, un acompañar a Jesús en la oración del huerto. Es por esta razón que las Iglesias preparan sus monumentos. Este es un día solemne.

En la visita de las siete iglesias o siete templos, se acostumbra llevar a cabo una breve oración en la que se dan gracias al Señor por todo su amor al quedarse con nosotros. Esto se hace en siete templos diferentes y simboliza el ir y venir de Jesús en la noche de la traición. Es a lo que refieren cuando dicen “traerte de Herodes a Pilatos”. 


La cena de pascua en tiempos de Jesús
Hace miles de años, los judíos vivían en la tierra de Canaán, pero sobrevino una gran carestía y tuvieron que mudarse a vivir a Egipto, donde el faraón les regaló unas tierras fértiles donde pudieran vivir, gracias a la influencia de un judío llamado José, conocido como El soñador.

Después de muchos años, los israelitas se multiplicaron muchísimo en Egipto y el faraón tuvo miedo de que se rebelaran contra su reino. Ordenó matar a todos los niños varones israelitas, ahogándolos en el río Nilo. Moisés logró sobrevivir a esa matanza, pues su madre lo puso en una canasta en el río y fue recogido por la hija del faraón.

El faraón convirtió en esclavos a los israelitas, encomendándoles los trabajos más pesados.

Dios eligió a Moisés para que liberara a su pueblo de la esclavitud. Como el faraón no accedía a liberarlos, Dios mandó caer diez plagas sobre Egipto.

La última de esas plagas fue la muerte de todos los primogénitos del reino.

Para que la plaga no cayera sobre los israelitas, Dios ordenó a Moisés que cada uno de ellos marcara la puerta de su casa con la sangre de un cordero y le dio instrucciones específicas para ello: En la cena, cada familia debía comerse entero a un cordero asado sin romperle los huesos. No debían dejar nada porque al día siguiente ya no estarían ahí. Para acompañar al cordero debían comerlo con pan ázimo y hierbas amargas. La hierbas amargas ayudarían a que tuvieran menos sed, ya que tendrían que caminar mucho en el desierto. El pan al no tener levadura no se haría duro y lo podían llevar para comer en el camino. Les mandó comer de pie y vestidos de viaje, con todas sus cosas listas, ya que tenían que estar preparados para salir cuando les avisaran.

Al día siguiente, el primogénito del faraón y de cada uno de los egipcios amaneció muerto. Esto hizo que el faraón accediera a dejar a los israelitas en libertad y éstos salieron a toda prisa de Egipto. El faraón pronto se arrepintió de haberlos dejado ir y envió a todo su ejército para traerlos de nuevo. Dios ayudó a su pueblo abriendo las aguas del mar Rojo para que pasaran y las cerró en el momento en que el ejército del faraón intentó pasar.

Desde ese día los judíos empezaron a celebrar la pascua en la primera luna llena de primavera, que fue cuando Dios los ayudó a liberarse de la esclavitud en Egipto.

Pascua quiere decir “paso”, es decir, el paso de la esclavitud a la libertad. El paso de Dios por sus vidas. 

Los judíos celebran la pascua con una cena muy parecida a la que tuvieron sus antepasados en la última noche que pasaron en Egipto.

Las fiesta de la pascua se llamaba “Pesaj” y se celebraba en recuerdo de la liberación del pueblo judío de la esclavitud de Egipto. Esto lo hacían al llegar la primavera, del 15 al 21 del mes hebreo de Nisán, en la luna llena. 

Los elementos que se utilizaban en la cena eran los siguientes:

El Cordero: Al salir de Egipto, los judíos sacrificaron un cordero y con su sangre marcaron los dinteles de sus puertas.

Karpas: Es una hierba que se baña en agua salada y que recuerda las miserias de los judíos en Egipto.

Naror: Es una hierba amarga que simboliza los sufrimientos de los hebreos durante la esclavitud en Egipto. Comían naror para recordar que los egipcios amargaron la vida sus antepasados convirtiéndolos en esclavos.

Jarose: Es una mezcla de manzana, nuez, miel, vino y canela que simboliza la mezcla de arcilla que usaron los hebreos en Egipto para las construcciones del faraón.

Matzá: Es un pan sin levadura que simboliza el pan que sacaron los hebreos de Egipto que no alcanzó a fermentar por falta de tiempo.

Agua salada: Simboliza el camino por el Mar Rojo.

Cuatro copas de vino: Simbolizan cuatro expresiones Bíblicas de la liberación de Israel.

Siete velas: Alumbran dan luz. Esta simbolizan la venida del Mesías, luz del mundo.


La cena constaba de ocho partes:
1. Encendido de las luces de la fiesta: El que presidía la celebración encendía las velas, todos permanecían de pie y hacían una oración.

2. La bendición de la fiesta (Kiddush): Se sentaban todos a la mesa. Delante del que presidía la cena, había una gran copa o vasija de vino. 

Frente a los demás miembros de la familia había un plato pequeño de agua salada y un plato con matzás, rábano o alguna otra hierba amarga, jaroses y alguna hierba verde. 

Se servía la primera copa de vino, la copa de acción de gracias, y les daban a todos los miembros de la familia. Todos bebían la primera copa de vino. Después el sirviente presentaba una vasija, jarra y servilleta al que presidía la celebración, para que se lavara sus manos mientras decía la oración. Se comían la hierba verde, el sirviente llevaba un plato con tres matzás grandes, cada una envuelta en una servilleta. El que presidía la ceremonia desenvolvía la pieza superior y la levantaba en el plato. 

3. La historia de la salida de Egipto (Hagadah) Se servían la segunda copa de vino, la copa de Hagadah. Alguien de la familia leía la salida de Egipto del libro del Éxodo, capítulo 12. El sirviente traía el cordero pascual que debía ser macho y sin mancha y se asaba en un asador en forma de cruz y no se le podía romper ningún hueso. Se colocaba delante del que presidía la celebración les preguntaba por el significado de la fiesta de Pesaj. Ellos respondían que era el cordero pascual que nuestros padres sacrificaron al Señor en memoria de la noche en que Yahvé pasó de largo por las casas de nuestros padres en Egipto. Luego tomaba la pieza superior del pan ázimo y lo sostenía en alto. Luego levantaba la hierba amarga.

4.Oración de acción de gracias por la salida de Egipto: El que presidía la ceremonia levantaba su copa y hacía una oración de gracias. Colocaba la copa de vino en su lugar. Todos se ponían de pie y recitaban el salmo 113. 

5. La solemne bendición de la comida: Todos se sentaban y se bendecía el pan ázimo y las hierbas amargas. Tomaba primero el pan y lo bendecía. Después rompía la matzá superior en pequeñas porciones y distribuía un trozo a cada uno de los presentes. Ellos lo sostenían en sus manos y decían una oración. Cada persona ponía una porción de hierba amarga y algo de jaroses entre dos trozos de matzá y decían juntos una pequeña oración. 

6. La cena pascual: Se llevaba a cabo la cena.

7. Bebida de la tercera copa de vino: la copa de la bendición.- Cuando se terminaban la cena, el que presidía tomaba la mitad grande de la matzá en medio del plato, la partía y la distribuía a todos los ahí reunidos. Todos sostenían la porción de matzá en sus manos mientras el que presidía decía una oración y luego se lo comían. Se les servía la tercera copa de vino, “la copa de la bendición”. Todos se ponían de pie y tomaban la copa de la bendición. 

8. Bendición final: Se llenaban las copas por cuarta vez. Esta cuarta copa era la “Copa de Melquisedec”. Todos levantaban sus copas y decían una oración de alabanza a Dios. Se las tomaban y el que presidía la ceremonia concluía la celebración con la antigua bendición del Libro de los Números (6, 24-26).


Día de la Caridad: 
En México, los obispos, han establecido que el Jueves Santo sea el día de la caridad. El objetivo de esto no es llevar a cabo una colecta para los pobres, sino mas bien el impulso de seguir el ejemplo de Jesús que compartió todo su ser.


Sugerencias para vivir esta fiesta:
Dedicar un tiempo a la adoración a la Eucaristía
Hacer la visita de las siete casas.
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