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domingo, 4 de abril de 2021

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO DE PASUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR - 4 DE ABRIL DE 2021



 Lecturas de hoy Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

Hoy, domingo, 4 de abril de 2021




Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34a.37-43):

EN aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:

«Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.

Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».


Palabra de Dios



Salmo

Sal 117,1-2.16ab-17.22-23

R/. Éste es el día en que actuó el Señor:

sea nuestra alegría y nuestro gozo


Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:

eterna es su misericordia. R/.


«La diestra del Señor es poderosa,

la diestra del Señor es excelsa».

No he de morir, viviré

para contar las hazañas del Señor. R/.


La piedra que desecharon los arquitectos

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

ha sido un milagro patente. R/.


Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-4):

HERMANOS:

Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.

Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.


Palabra de Dios

Secuencia

Hoy es obligatorio decir la Secuencia. Los días dentro de la Octava es potestativo.


Ofrezcan los cristianos

ofrendas de alabanza

a gloria de la Víctima

propicia de la Pascua.


Cordero sin pecado

que a las ovejas salva,

a Dios y a los culpables

unió con nueva alianza.


Lucharon vida y muerte

en singular batalla,

y, muerto el que es la Vida,

triunfante se levanta.


«¿Qué has visto de camino,

María, en la mañana?»

«A mi Señor glorioso,

la tumba abandonada,


los ángeles testigos,

sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras

mi amor y mi esperanza!


Venid a Galilea,

allí el Señor aguarda;

allí veréis los suyos

la gloria de la Pascua.»


Primicia de los muertos,

sabemos por tu gracia

que estás resucitado;

la muerte en ti no manda.


Rey vencedor, apiádate

de la miseria humana

y da a tus fieles parte

en tu victoria santa.


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):

EL primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:

«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.


Palabra del Señor



«Entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó»

Mons. Joan Enric VIVES i Sicília Obispo de Urgell

(Lleida, España)



Hoy «es el día que hizo el Señor», iremos cantando a lo largo de toda la Pascua. Y es que esta expresión del Salmo 117 inunda la celebración de la fe cristiana. El Padre ha resucitado a su Hijo Jesucristo, el Amado, Aquél en quien se complace porque ha amado hasta dar su vida por todos.

Vivamos la Pascua con mucha alegría. Cristo ha resucitado: celebrémoslo llenos de alegría y de amor. Hoy, Jesucristo ha vencido a la muerte, al pecado, a la tristeza... y nos ha abierto las puertas de la nueva vida, la auténtica vida, la que el Espíritu Santo va dándonos por pura gracia. ¡Que nadie esté triste! Cristo es nuestra Paz y nuestro Camino para siempre. Él hoy «manifiesta plenamente el hombre al mismo hombre y le descubre su altísima vocación» (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes 22).

El gran signo que hoy nos da el Evangelio es que el sepulcro de Jesús está vacío. Ya no tenemos que buscar entre los muertos a Aquel que vive, porque ha resucitado. Y los discípulos, que después le verán Resucitado, es decir, lo experimentarán vivo en un encuentro de fe maravilloso, captan que hay un vacío en el lugar de su sepultura. Sepulcro vacío y apariciones serán las grandes señales para la fe del creyente. El Evangelio dice que «entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó» (Jn 20,8). Supo captar por la fe que aquel vacío y, a la vez, aquella sábana de amortajar y aquel sudario bien doblados eran pequeñas señales del paso de Dios, de la nueva vida. El amor sabe captar aquello que otros no captan, y tiene suficiente con pequeños signos. El «discípulo a quien Jesús quería» (Jn 20,2) se guiaba por el amor que había recibido de Cristo.

“Ver y creer” de los discípulos que han de ser también los nuestros. Renovemos nuestra fe pascual. Que Cristo sea en todo nuestro Señor. Dejemos que su Vida vivifique a la nuestra y renovemos la gracia del bautismo que hemos recibido. Hagámonos apóstoles y discípulos suyos. Guiémonos por el amor y anunciemos a todo el mundo la felicidad de creer en Jesucristo. Seamos testigos esperanzados de su Resurrección.


domingo, 12 de abril de 2020

HOY DOMINGO DE RESURRECCIÓN SE INICIA LA OCTAVA DE PASCUA


Hoy se inicia la Octava de Pascua
Redacción ACI Prensa






Con el Domingo de Resurrección comienza los cincuenta días del tiempo pascual que concluye con la Solemnidad de Pentecostés.

La Octava de Pascua se trata de la primera semana de la Cincuentena; se considera como si fuera un solo día, es decir, el júbilo del Domingo de Pascua se prolonga ocho días seguidos.


Las lecturas evangélicas se centran en los relatos de las apariciones de Cristo Resucitado y las experiencias que los apóstoles tuvieron con Él.

En este tiempo litúrgico, la primera lectura que comúnmente se toma del Antiguo Testamento, se cambia por una de Los Hechos de los Apóstoles.

Para acceder a la Octava de Pascua ingrese al siguiente enlace

El segundo Domingo de Pascua también es llamado Domingo de la Divina Misericordia, según la disposición de San Juan Pablo II durante su pontificado tras la canonización de su compatriota Faustina Kowalska.

El decreto fue emitido el 23 de mayo del 2000 por la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, detallando que ésta tendrá lugar el segundo domingo de Pascua. La denominación oficial de este día litúrgico será «segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia».

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN,12 DE ABRILDE 2020


Lecturas de hoy Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor
Hoy, domingo, 12 de abril de 2020



Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34a.37-43):

EN aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
«Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

Palabra de Dios


Salmo
Sal 117,1-2.16ab-17.22-23

R/. Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R/.

«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-4):

HERMANOS:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

Palabra de Dios


Secuencia
Hoy es obligatorio decir la Secuencia. 
Los días dentro de la Octava es potestativo.

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):

EL primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy domingo, 12 de abril de 2020
Fernando Torres cmf


Vio y creyó

      El evangelio de este domingo más que un relato de la aparición de Jesús resucitado es un relato de desaparición. Lo que encuentran tanto María Magdalena como los dos apóstoles no es la manifestación gloriosa del Resucitado sino un sepulcro vacío. Ante ese hecho caben dos interpretaciones. La primera es la actitud inicial de María Magdalena: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. La otra es la respuesta de fe de los apóstoles: “Vio y creyó”. 

      La actitud más evidente, más obvia, es sin duda la de María Magdalena. Se observa en sus palabras una enorme carga de amor y cariño. Pero su perspectiva se queda en una distancia muy corta. La actitud de los apóstoles es diferente. Llegan al sepulcro y observan lo que ha sucedido. Sólo después se les abre la inteligencia y comprenden lo que no habían entendido antes en las Escrituras: “que Él había de resucitar de entre los muertos”.

      Jesús es, curiosamente, el gran ausente de este relato pero al mismo tiempo la auténtica fuerza que dinamiza la vida de los creyentes. Apenas las vendas y el sudario quedan como testigos mudos de que ahí estuvo su cuerpo muerto. Pero es precisamente sobre ese vacío como se afirma la fe. ¿No nos dijeron que la fe era creer lo que no se ve? Pues aquí tenemos una prueba concreta. En torno a la ausencia de Jesús brota la convicción de que está vivo, de que ha resucitado. No han sido los judíos o los romanos los que se han llevado su cuerpo. Ha sido Dios mismo, el Abbá de que tantas veces habló, el que lo ha levantado de entre los muertos. Y le ha dado una nueva vida. Una vida diferente, plena. Jesús ya no pertenece al reino de los muertos sino que está entre los vivos de verdad. En esa vida nueva su humanidad queda definitivamente transida de divinidad. La muerte ya no tiene poder sobre él.

      Pero no hay pruebas de ello. No hubo policías recogiendo las huellas dactilares. No hubo jueces ni comisiones parlamentarias. No hubo periodistas ni cámaras ni micrófonos. Nada de eso. Solamente el testimonio de los primeros testigos que nos ha llegado a través de los siglos. De voz en voz y de vida en vida ha ido pasando el mensaje: “Jesús ha resucitado”. Muchos han encontrado en esa fe una fuente de esperanza, de vitalidad, de energía que ha dado sentido a sus vidas. La vida de tantos santos, canonizados o no, es testimonio de ello. Pero no hay pruebas. Sólo la confianza en la palabra de aquellos testigos nos abre el camino hacia esa nueva forma de vivir. ¿Quieres tú también creer?



Para la reflexión

La fe en la resurrección de Jesús es una verdadera opción personal. Creer en ella nos debería llevar a vivir de un modo nuevo: en esperanza, en fraternidad, en servicio... Y más en esta situación que estamos viviendo. ¿En qué aspectos concretos de nuestra vida se podría/debería manifestar esa nueva vida? ¿Y en qué aspectos concretos de la vida de nuestra comunidad? ¿Cómo pasar a las generaciones siguientes el mensaje que hemos recibido de nuestros mayores sobre la resurrección de Jesús?

MENSAJE URBI ET ORBI 2020 DEL PAPA FRANCISCO EN DOMINGO DE RESURRECCIÓN


Mensaje Urbi et Orbi 2020 del Papa Francisco en Domingo de Resurrección
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media




El Papa Francisco se dirigió a los fieles de la ciudad de Roma y del mundo con el mensaje pascual previo a la Bendición “Urbi et Orbi” que este Domingo de Pascua 12 de abril impartió desde el interior de la Basílica Vaticana.

En su mensaje, el Santo Padre señaló que “hoy pienso sobre todo en los que han sido afectados directamente por el coronavirus: los enfermos, los que han fallecido y las familias que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido darles el último adiós”.

El Papa pidió que Cristo resucitado “ilumine a quienes tienen responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al llamamiento por un alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo. No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas”.

A continuación, el Mensaje Pascual del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua!

Hoy resuena en todo el mundo el anuncio de la Iglesia: “¡Jesucristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!”.

Esta Buena Noticia se ha encendido como una llama nueva en la noche, en la noche de un mundo que enfrentaba ya desafíos cruciales y que ahora se encuentra abrumado por la pandemia, que somete a nuestra gran familia humana a una dura prueba. En esta noche resuena la voz de la Iglesia: «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!» (Secuencia pascual).

Es otro “contagio”, que se transmite de corazón a corazón, porque todo corazón humano espera esta Buena Noticia. Es el contagio de la esperanza: «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!». No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas. No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no “pasa por encima” del sufrimiento y la muerte, sino que los traspasa, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, signo distintivo del poder de Dios.


El Resucitado no es otro que el Crucificado. Lleva en su cuerpo glorioso las llagas indelebles, heridas que se convierten en lumbreras de esperanza. A Él dirigimos nuestra mirada para que sane las heridas de la humanidad desolada.

Hoy pienso sobre todo en los que han sido afectados directamente por el coronavirus: los enfermos, los que han fallecido y las familias que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido darles el último adiós. Que el Señor de la vida acoja consigo en su reino a los difuntos, y dé consuelo y esperanza a quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas.

Que conceda su consolación y las gracias necesarias a quienes se encuentran en condiciones de particular vulnerabilidad, como también a quienes trabajan en los centros de salud, o viven en los cuarteles y en las cárceles. Para muchos es una Pascua de soledad, vivida en medio de los numerosos lutos y dificultades que está provocando la pandemia, desde los sufrimientos físicos hasta los problemas económicos.

Esta enfermedad no sólo nos está privando de los afectos, sino también de la posibilidad de recurrir en persona al consuelo que brota de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Reconciliación. En muchos países no ha sido posible acercarse a ellos, pero el Señor no nos dejó solos. Permaneciendo unidos en la oración, estamos seguros de que Él nos cubre con su mano (cf. Sal 138,5), repitiéndonos con fuerza: No temas, «he resucitado y aún estoy contigo» (Antífona de ingreso de la Misa del día de Pascua, Misal Romano).

Que Jesús, nuestra Pascua, conceda fortaleza y esperanza a los médicos y a los enfermeros, que en todas partes ofrecen un testimonio de cuidado y amor al prójimo hasta la extenuación de sus fuerzas y, no pocas veces, hasta el sacrificio de su propia salud. A ellos, como también a quienes trabajan asiduamente para garantizar los servicios esenciales necesarios para la convivencia civil, a las fuerzas del orden y a los militares, que en muchos países han contribuido a mitigar las dificultades y sufrimientos de la población, se dirige nuestro recuerdo afectuoso y nuestra gratitud.

En estas semanas, la vida de millones de personas cambió repentinamente. Para muchos, permanecer en casa ha sido una ocasión para reflexionar, para detener el frenético ritmo de vida, para estar con los seres queridos y disfrutar de su compañía. Pero también es para muchos un tiempo de preocupación por el futuro que se presenta incierto, por el trabajo que corre el riesgo de perderse y por las demás consecuencias que la crisis actual trae consigo.

Animo a quienes tienen responsabilidades políticas a trabajar activamente en favor del bien común de los ciudadanos, proporcionando los medios e instrumentos necesarios para permitir que todos puedan tener una vida digna y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales actividades cotidianas.

Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia. Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar. Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos.

Procuremos que no les falten los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir ahora cuando muchos negocios están cerrados, como tampoco los medicamentos y, sobre todo, la posibilidad de una adecuada asistencia sanitaria.

Considerando las circunstancias, se relajen además las sanciones internacionales de los países afectados, que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda adecuada, y se afronten —por parte de todos los Países— las grandes necesidades del momento, reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres.

Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas. Entre las numerosas zonas afectadas por el coronavirus, pienso especialmente en Europa. Después de la Segunda Guerra Mundial, este amado continente pudo resurgir gracias a un auténtico espíritu de solidaridad que le permitió superar las rivalidades del pasado.

Es muy urgente, sobre todo en las circunstancias actuales, que esas rivalidades no recobren fuerza, sino que todos se reconozcan parte de una única familia y se sostengan mutuamente. Hoy, la Unión Europea se encuentra frente a un desafío histórico, del que dependerá no sólo su futuro, sino el del mundo entero. Que no pierda la ocasión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo a soluciones innovadoras.

Es la única alternativa al egoísmo de los intereses particulares y a la tentación de volver al pasado, con el riesgo de poner a dura prueba la convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas generaciones.

Este no es tiempo de la división. Que Cristo, nuestra paz, ilumine a quienes tienen responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al llamamiento por un alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo. No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas.

Que sea en cambio el tiempo para poner fin a la larga guerra que ha ensangrentado a Siria, al conflicto en Yemen y a las tensiones en Irak, como también en el Líbano. Que este sea el tiempo en el que los israelíes y los palestinos reanuden el diálogo, y que encuentren una solución estable y duradera que les permita a ambos vivir en paz. Que acaben los sufrimientos de la población que vive en las regiones orientales de Ucrania. Que se terminen los ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes en varios países de África.

Este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas. Que el Señor de la vida se muestre cercano a las poblaciones de Asia y África que están atravesando graves crisis humanitarias, como en la Región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique.

Que reconforte el corazón de tantas personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías. Que proteja a los numerosos migrantes y refugiados —muchos de ellos son niños—, que viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera entre Grecia y Turquía. No quiero olvidar la isla de Lesbos. Que permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria.

Queridos hermanos y hermanas:

Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre! Esas palabras pareciera que prevalecen cuando en nosotros triunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no dejamos que sea el Señor Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que Él, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso.

Con estas reflexiones, quisiera desearos a todos una feliz Pascua.

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!












domingo, 1 de abril de 2018

TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR - DOMINGO DE RESURRECCIÓN


Testigos de la Resurrección del Señor
¡Que alegría y tranquilidad nos da el saber que el Señor está vivo entre nosotros!


Por: Pa´ que te salves | Fuente: Catholic.net 




Nuestro mundo de hoy está muy necesitado de buenos ejemplos. Siempre escuchamos noticias sobre robos, abusos, crímenes, y cosas así. Pero, ¡cuánta falta nos hace escuchar y ver testimonios de personas que verdaderamente creen en el Señor y están dispuestos a llevarlo a conocer a todas las criaturas. ¿Cuántas personas dependerán de tu buen ejemplo, de tu testimonio como cristiano? El Señor invitó sus apóstoles y discípulos a ser testigos de su Resurrección. A nosotros también nos invita a imitarlos.

¡Qué momentos más intensos están viviendo los discípulos que iban de camino a Emaús y los apóstoles del Señor! ¡Qué amorosos encuentros tienen con su Señor Resucitado!

En esta ocasión, se encontraban ya los discípulos que habían ido a Emaús contando todo lo que les sucedió, hasta que descubrieron al Señor al partir el pan. De pronto, el mismo Señor se hace presente. ¡Qué susto, qué desconcierto y qué temor los invadió! Sin embargo, ante la aparición amorosa del Resucitado, del Señor de la Vida, de su Maestro, se van tranquilizando pues Él, lleno de sabiduría y comprensión les invita a que no tengan miedo. Y Él continua paciente y dulcemente, ayudándoles para que el temor y la incredulidad fueran desapareciendo. ¡Tan sensible es el Señor que ayuda a cada uno de sus apóstoles y discípulos presentes a que se tranquilicen!

Entonces les muestra sus manos y sus pies. Los apóstoles ven las heridas de los clavos… ¡Qué felicidad va llenando los corazones de estos desconcertados amigos íntimos del Señor que van, poco a poco, reconociendo que era verdad todo lo que su Maestro les había anunciado con anterioridad. ¡El Señor ha Resucitado! ¡Era verdad todo lo que les había dicho! ¿Cómo vibraría el corazón de Pedro, el primer Papa, cuando volvió a encontrarse con su Señor? ¿Y qué decir de Juan, aquél apóstol lleno de sensibilidad y cercanía con el Señor? Pues bien, todos fueron serenándose. Contemplaban ante ellos al mismo Hijo de Dios, a su Maestro y Señor, a su Amigo, a su hermano amoroso, que había muerto y resucitado.

Y el Señor, después de confortarlos y animarlos, les dice: "Ustedes son testigos de esto (de su pasión, de su muerte y de su resurrección)". Él los invita a que lleven a todo el mundo el testimonio que ellos presenciaron. ¡El Señor está vivo! ¡Ha vencido a la muerte! ¡Venció a las tinieblas! ¡Nos ha abierto las puertas del Cielo!

Desde ese día los apóstoles estarían preparándose para lanzarse a todo el mundo a predicar el Evangelio, a predicar que era verdad que Jesús había resucitado de entre los muertos. Esperarán pacientemente a que el Espíritu Santo les ilumine para lanzarse al apostolado.

Quien es testigo de la grandeza y del amor de Dios querrá llevarlo a conocer a todas partes. ¡Esta es la vocación del cristiano! ¡Esta es nuestra propia vocación!

La vocación de todo cristiano ha de ser la de su propia santificación personal y la del apostolado. La santificación personal consiste en ser cada día más semejantes a Jesucristo, quien es nuestro Camino, la Verdad y la Vida. Será santo quien viva en amistad con Dios por medio de la gracia santificante, y se esfuerce día a día por ser mejor y parecerse más a su maestro.

Y la vocación al apostolado es la de llevar la buena nueva a todos los hombres. Todos estamos llamados a hacerlo.

Quien se considere verdaderamente cristiano ha de esforzarse por mantenerse cada día en amistad con Dios. No permitas, pues, que nada ni nadie te separe de Nuestro Señor. No permitas que el pecado te aparte del Señor.

La comodidad es uno de los grandes enemigos que posee el apóstol. Si tu estás convencido que has recibido la vocación de cristiano a llevar la buena nueva a los demás, lucha pacientemente contra la comodidad. Que tu amor a Dios y a las almas sea más fuerte que esa comodidad.

Los cristianos tenemos la gran vocación de ser testigos de la Resurrección del Señor, que nos propone lograr nuestra santificación personal que es mantener la amistad con el Señor, y a llevarlo a todo el mundo.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN!!! 1 ABRIL 2018


Domingo de Resurrección
Solemnidad, 1 de abril de 2018


Por: Cristina Huete García | Fuente: hagiopedia.blogspot.com 




Martirologio Romano: En este día, que el Señor ha realizado, solemnidad de las solemnidades y nuestra Pascua: Resurrección de nuestro Salvador Jesucristo según la carne.

Homilía Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, 
(31-3-2013), por José-Román Flecha.

"La Gloria de la Pascua" es el título homilético de José Román Flecha para Homilía Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor.

"¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?" Esa es la pregunta que la comunidad de los cristianos dirige en este día de Pascua a María Magdalena. Nosotros somos los que creen si haber visto. Por eso nos atrevemos a preguntar a los testigos de la primera hora qué es lo que han visto. En la mañana del aquel primer día de la semana. En la mañana de nuestra fe.

"¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!". En ese grito gozoso de María Magdalena se concentra la fuerza de los versos de la secuencia que se proclama en la liturgia de hoy. El amor es más fuerte que la muerte y la esperanza verdadera no sucumbe cuando se agotan las ilusiones inmediatas. El Resucitado es la fuente de la vida. Y el sentido para la vida.

El himno pone todavía en boca de Magdalena una invitación que se dirige a todos los discípulos del Maestro: "Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua". El ministerio de Jesús comenzó en Galilea. Y allí fue llamando a sus discípulos. Dispersados por el miedo, han de volver a los orígenes. Y recobrar el aliento de la llamada.



VER Y CREER

El amanecer del primer día de la semana es evocado también en el evangelio que hoy se proclama (Jn 20, 1-9). En la experiencia del amor, siempre se recuerdan con gozo los momentos iniciales del encuentro. En la experiencia de la fe pascual, los cristianos volvemos con gratitud a aquel amanecer que siguió a la condena, a la muerte y a la sepultura de Jesús.

El texto subraya la importancia de "ver". Al llegar al sepulcro de Jesús, María Magdalena se espantó. Vio la losa del sepulcro del Señor. Pero en el primer momento no pudo ver al Señor que habían depositado en el sepulcro. De pronto sintió que le faltaba la referencia última al Señor al que había seguido por los caminos. El creer y el ver se unían en su recuerdo.

A falta del punto de apoyo que había encontrado en el Maestro de los discípulos, fue a buscarlo en los discípulos del Maestro. Si ella corrió a llamarlos, corriendo fueron ellos al sepulcro. Al llegar al sepulcro vacío, Pedro "vió" las vendas y el sudario con que había envuelto el cuerpo y la cabeza de Jesús, pero no se dice que creyera.

El discípulo amado entró también al sepulcro. Vio lo mismo que Pedro y comenzó a creer. Pedro no había hecho todavía su profesión de amor a su Maestro. Magdalena y el otro discípulo son recordado por su amor. Así pues, para creer en la resurrección no basta ver con los ojos. Es preciso que el amor nos acerque al misterio del Señor.


LA MUERTE EN TI NO MANDA

El relato evangélico termina con una observación importante: "Hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos".

• Jesús había explicado a sus seguidores que tenía que ser condenado y que le darían muerte. Pero los discípulos guardaban en el corazón sus propias expectativas. Sus intereses personales no les permitían descubrir el misterio de su Maestro. Para que la fe surja en nuestra vida no basta con escuchar la palabra del Señor.

• Jesús había preguntado con frecuencia a sus discípulos si entendían su mensaje. Ellos solían responder afirmativamente. Pero el relato pascual nos revela que no es lo mismo entender las palabras del Maestro que aceptar su entrega. El proceso de la fe pasa por hacer nuestra la vida y la suerte del Señor.

• Jesús había anunciado una y otra vez que, a los tres días de su muerte, había de resucitar de entre los muertos. Pero los suyos se preguntaban qué significaba eso de resucitar. Ni antes ni después estaban preparados para ellos. La culminación de la fe no se logra por las razones humanas. Es siempre un don de Dios y una sorpresa.

- Señor Jesús, "primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa". Amén. ¡Aleluya!

QUÉ DIFERENCIA HAY ENTRE LA VIGILIA PASCUAL Y EL DOMINGO DE RESURRECCIÓN?


¿Qué diferencia hay entre la Vigilia Pascual y el Domingo de Resurrección?
Redacción ACI Prensa





El Domingo de Resurrección y la Vigilia Pascual son el aniversario del triunfo de Jesucristo, son la feliz conclusión de su Pasión y la alegría que sigue al dolor: la redención y liberación del pecado de la humanidad por el Hijo de Dios.

El P. Donato Jiménez explicó a ACI Prensa que la diferencia entre ambos radica en la fecha. En el Domingo de Resurrección la liturgia “es igual prácticamente a la que celebramos en la vigilia del Sábado Santo. Lo que pasa es que en la vigilia del Sábado Santo se hace de noche y la mayor parte de los fieles no puede asistir”.

Al día siguiente, prosiguió, “es lo mismo, pero como cada domingo para todos los fieles se celebra la Eucaristía de la Resurrección. La hemos celebrado en la Vigilia, pero como en ella no han estado todos los cristianos del mundo, entonces en el domingo tienen la oportunidad y la necesidad de participar gozosamente del hecho de la Resurrección”.

En la Vigilia Pascual se participa del júbilo por la Resurrección de Jesucristo, escuchando las 7 lecturas y con una ceremonia litúrgica extendida; mientras que en el domingo se oficia la Eucaristía de la Resurrección con el mismo gozo que en la Vigilia, aunque en Misa dominical.

La Pascua de Resurrección durará 50 días hasta la celebración de Pentecostés.

“Todos los días se celebrará con el mismo gozo y se serán como la prolongación de un solo día”, dijo el P. Jiménez en diálogo con ACI Prensa.

Es tan grande el acontecimiento de la Pascua que no puede caber en un día. Los domingos de Pascua serán las fechas más importantes donde se festeje la redención.

FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!!!









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