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domingo, 19 de marzo de 2023

MONICIONES Y LECTURAS BÍBLICAS PARA LA MISA SOLEMNE DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE MARÍA - 2023



 Moniciones y Lecturas lunes 20 de marzo de 2023 – Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María



Monición de entrada

Queridos hermanos, en el camino de la Pascua, nos reunimos hoy para celebrar la Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María.

Aunque en la Cuaresma nuestra mirada está fija en Cristo Jesús, que va subiendo a la Cruz, san José no nos distrae en el camino. Al contrario, en nuestra preparación de la Pascua, nos ayuda este santo humilde, trabajador, fiel, hombre «justo», a quien Pío IX, en 1870, nombró Patrono de la Iglesia Universal, y Juan XXIII introdujo su nombre en la lista de santos del canon romano.

Dispongamos todo nuestro ser para celebrar dignamente esta gran fiesta, y para aprender de las virtudes de este gran hombre, que tiene mucho que enseñarnos, especialmente a los padres de familia. Cantemos…

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Moniciones a las lecturas.

Monición única para todas las lecturas

Las tres lecturas de la misa de hoy nos ayudan a entender la riqueza de valores de san José, recordándonos las promesas de descendencia que Dios hizo a Abraham y a David. De ellos surgirá un pueblo y un Rey. José es quien vincula a Jesús con la descendencia de David. ¡Escuchemos con atención!


Moniciones a cada una de las lecturas

Monición a la primera lectura (2 Sam 7, 4-5a. 12-14a. 16)

El profeta Natán le anuncia a David un hijo que, históricamente, sería Salomón. Pero pronto el pueblo de Israel vio en el descendiente de David la personificación del futuro Mesías. A José se le presenta en el evangelio precisamente como de la familia de

David. Escuchemos.


PRIMERA LECTURA

Lectura del segundo libro de Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor:

—«Ve y dile a mi siervo David: «Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Él construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo.

Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre»».

Palabra de Dios.

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Monición al salmo responsorial (salmo 88)

Como si el salmo 88 fuese la continuación de la primera lectura, la promesa del linaje de David sigue manteniéndose y anunciándose. Por eso decimos con el salmista:


Salmo responsorial: Salmo 88, 2-3. 4-5. 27 y 29

R. Su linaje será perpetuo.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,

anunciaré tu fidelidad por todas las edades.

Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,

más que el cielo has afianzado tu fidelidad». R. 


Sellé una alianza con mi elegido,

jurando a David, mi siervo:

«Te fundaré un linaje perpetuo,

edificaré tu trono para todas las edades». R. 


El me invocará: «Tú eres mi padre,

mi Dios, mi Roca salvadora».

Le mantendré eternamente mi favor,

y mi alianza con él será estable. R. 

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Monición a la segunda lectura

En su carta a los romanos, San Pablo reflexiona sobre la figura de Abrahán y alaba su fe, porque creyó en Dios contra toda esperanza. José es como el nuevo Abrahán del Nuevo Testamento. Modelo de fe y confianza absoluta en Dios. Escuchemos.


SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 4, 13. 16-18. 22

Hermanos:

No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo.

Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos».

Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe, Abrahán creyó.

Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia».

Por lo cual le valió la justificación.

Palabra de Dios.

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Monición al Evangelio (Mateo 1, 16. 18-21. 24a)

El Evangelio de San Mateo nos narra una escena en la que presenta a José como un hombre de fe, sencillo, respetuoso con el plan de Dios.  Preparémonos, cantando preparémonos para escuchar esta buena noticia y aprender de las virtudes de San José. 


EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Mateo 1, 16. 18-21. 24a

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.


El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:

María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

—«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Palabra del Señor.


O bien:

Monición al Evangelio (Lucas 2, 41-51a)

En la escena que nos narra San Lucas en el Evangelio de hoy, San José nos da una gran lección de fe, experimentando el mismo dolor de tantas familias; pero demostrándonos que todo se puede superar desde la confianza en Dios. 


Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 41-51a

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.

Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.

Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.

A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.

Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:

—«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados».

Él les contestó:

—«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?».

Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.

Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.

Palabra del Señor.


Oración de los fieles

Opción 1

Presidente: A Dios Padre, que siempre es fiel a sus promesas, dirijámonos con confianza y oremos juntos diciendo:

Señor, haznos justos, como san José.


Por la Iglesia, para que dé testimonio de cómo la fe hace justos a los hombres, capaces, como san José, de acoger y responder al proyecto de Dios incluso aunque parezca difícil. Oremos. 

Por el Papa, los obispos y los sacerdotes, para que sean mediadores misericordiosos, a través de los cuales todo hombre pueda experimentar la benévola paternidad de Dios. Oremos. 

Por los que también a nivel político, están comprometidos con formar a las personas, para que vivan el papel de padres de manera responsable y preparada; por los que ponen en marcha iniciativas cuyo objetivo es defender el valor de la familia y de la vida, para que experimenten la preciosa protección de San José, custodio de la Santa Familia de Nazareth. Oremos. 

Oremos también por los huérfanos y los que han sido abandonados o descuidados por sus progenitores, por los que sufren el dolor de la separación de sus padres, para que cada uno de ellos se sienta consolado por la mirada paterna de Dios que se posa sobre todos en cada instante de la existencia. Oremos. 

Por todos los que han recibido el don de la paternidad, para que nunca falten a su fundamental misión educadora, delegando a otros la formación de sus hijos; que sean conscientes del don recibido y asuman con amor y fidelidad las responsabilidades que comporta. Oremos. 

Por todos nosotros, para que, al celebrar la festividad de San José, aprendamos a enfrentar con fe las vicisitudes de la vida, a valorar y proteger los valores familiares y a defender la vida. Oremos. 

Presidente: Padre Santo, que has constituido un Reino destable para siempre para aquellos que se aben a la gracia de la justificación, escucha nuestras oraciones y haz que todos los hombres sean salvados por tu gracia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


Opción 2

Presidente: Hermanos, con la confianza de que Dios escucha nuestras oraciones, como escuchó a San José, dirijamos nuestras súplicas diciendo:

Por intercesión de San José, escúchanos, Señor.


Por el Papa Francisco, para que con sabiduría dirija a nuestra Iglesia, como San José dirigió a la familia de Nazareth. Oremos.

Por los que gobiernan las naciones, especialmente por los de nuestro país, para que la sabiduría de Dios les ilumine en la conducción de los pueblos. Oremos.

Por los que sufren, especialmente por los huérfanos, para que encuentren un hogar que les adopte y acojan con alegría. Oremos.

Por todos nosotros, para que, al celebrar la Solemnidad de San José, sepamos imitar sus virtudes. Oremos.

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Presentación de las Ofrendas

Así como San José ofrendó su vida a Dios, ahora nosotros, con el Pan y el Vino, ofrezcamos nuestras vidas al Señor, para que se haga en nosotros su voluntad.

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Comunión

Ahora tenemos la oportunidad de sentir cerca a Jesús, como San José lo tuvo en su hogar de Nazareth. Acerquémonos a recibirle en nuestros corazones.


Final

Con la alegría de haber participado y vivido esta Santa Misa, ahora vayamos a nuestros hogares a hacer vida lo que hemos aprendido. Cantamos…




sábado, 19 de marzo de 2022

JOSÉ, HIJO DE DAVID, NO TEMAS TOMAR CONTIGO A LA MARÍA TU MUJER



 «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer»

+ Mons. Ramon MALLA i Call Obispo Emérito de Lleida

(Lleida, España)



Hoy, celebra la Iglesia la solemnidad de San José, el esposo de María. Es como un paréntesis alegre dentro de la austeridad de la Cuaresma. Pero la alegría de esta fiesta no es un obstáculo para continuar avanzando en el camino de conversión, propio del tiempo cuaresmal.

Bueno es aquel que, elevando su mirada, hace esfuerzos para que la propia vida se acomode al plan de Dios. Y es bueno aquel que, mirando a los otros, procura interpretar siempre en buen sentido todas las acciones que realizan y salvar la buena fama. En los dos aspectos de bondad, se nos presenta a San José en el Evangelio de hoy.

Dios tiene sobre cada uno de nosotros un plan de amor, ya que «Dios es amor» (1Jn 4,8). Pero la dureza de la vida hace que algunas veces no lo sepamos descubrir. Lógicamente, nos quejamos y nos resistimos a aceptar las cruces.

No le debió ser fácil a San José ver que María «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,18). Se había propuesto deshacer el acuerdo matrimonial, pero «en secreto» (Mt 1,19). Y a la vez, «cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños» (Mt 1,20), revelándole que él tenía que ser el padre legal del Niño, lo aceptó inmediatamente «y tomó consigo a su mujer» (Mt 1,24).

La Cuaresma es una buena ocasión para descubrir qué espera Dios de nosotros, y reforzar nuestro deseo de llevarlo a la práctica. Pidamos al buen Dios «por intercesión del Esposo de María», como diremos en la colecta de la misa, que avancemos en nuestro camino de conversión imitando a San José en la aceptación de la voluntad de Dios y en el ejercicio de la caridad con el prójimo. A la vez, tengamos presente que «toda la Iglesia santa está endeudada con la Virgen Madre, ya que por Ella recibió a Cristo, así también, después de Ella, San José es el más digno de nuestro agradecimiento y reverencia» (San Bernardino de Siena).

HOY 19 DE MARZO CELEBRAMOS LA SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA Y CUSTODIO DE LA IGLESIA CATÓLICA



Hoy es la Solemnidad de San José, Esposo de la Virgen María y custodio de la Iglesia Católica



Hoy, 19 de marzo, la Iglesia Católica celebra la Solemnidad de ‘San José, esposo de la Virgen María’. José es un personaje central de nuestra fe católica por designio divino, ya que Dios le concedió el privilegio y la bendición incomparables de estar al lado de María, y de criar junto con ella a su propio Hijo. En el plan de amor infinito, Dios le encomendó el ‘trabajo’ más importante, la misión de ser cabeza de la Sagrada Familia.

Asimismo, San José es el patrono de la Iglesia Universal; y lo es también, en particular, de muchísimas comunidades religiosas, instituciones e incluso naciones; también es conocido como el ‘patrono de la buena muerte’, como se explicará más adelante.


Una misión

Quiso Dios que el amor del corazón de José de Nazareth se volcara sobre María, al punto de elegirla como esposa. Ese amor que Dios inspiró se fue perfeccionando poco a poco a lo largo de su vida adulta, incluso en momentos difíciles, llenos de incertidumbre. Dice la Escritura que el ángel le habló a José, varón justo, en sueños: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt. 1, 20-21).


Ser la sombra del Padre

La misión confiada a San José fue inmensa, capaz de desbordar cualquier cálculo humano. Frente a ella, José respondió con valor y sencillez; no hizo aspavientos ni buscó reconocimientos. Muy por el contrario, confió en Dios y se puso manos a la obra -¡Le costó! ¡Hubo esfuerzo, sin duda!-. Al mismo tiempo, lo suyo no fue ocupar un lugar protagónico, su puesto recuerda a lo contemplativo, razón por la cual se le conoce como el “santo del silencio”. Con todo, siempre llamará la atención el contraste entre todo lo que le fue requerido y lo ‘poco’ que aparece en el relato bíblico; no se conoce palabra que haya salido de su boca -sabemos que los Evangelios no recogen nada-. Eso sí, quedan de manera prístina sus obras, su fe y su amor; las que influenciaron en Jesús y forjaron su carácter, las que cimentaron su santo matrimonio.


Esposo y custodio

Junto a Santa María, San José sufrió las vicisitudes que rodearon el nacimiento del Mesías. Basta recordar que la acompañó embarazada, a poco de dar a luz, con la angustia de que no los quisieran recibir en Belén, justo en aquella noche fría en la que nació el Salvador de los hombres.

Basta contemplar el misterio por el que el Hijo de Dios, encomendado a sus cuidados, vino al mundo en un establo y, a los pocos días, fue llevado fuera del país rumbo a Egipto. Fue José quien tuvo que organizar la huida, como si hubiese cometido un delito, luchando por pensar solo en su objetivo: poner a Jesús a buen recaudo, lejos de la mano asesina de Herodes. Qué gozo debe haber sentido al ver cómo la Providencia coronaba su esfuerzo manteniendo a su familia a salvo.


Paternidad real y ejercida

Como José era carpintero, no pudo darle lujos a Jesús y tuvo que hacerlo convivir con la pobreza. Por supuesto, eso no fue límite alguno para su amor: José le dedicó todo el tiempo que pudo para atender a su hijo y enseñarle su profesión. De seguro, las atenciones del santo carpintero fueron más que suficientes para que el Señor conociera el cariño y la guía de un padre. José no se guardaría nada para sí y entregaría todo por su hijo. Supo comprender a Jesús cuando su misión lo apremiaba, como aquella vez que se extravió y lo encontró enseñando en el templo. Hasta en eso José fue desprendido y generoso.

El hogar de Nazareth era, pues, un auténtico cenáculo de amor, vivido en perfecta presencia de Dios. José pasó allí sus mejores años, en contacto directo con la fuente de todo amor. ¡Dios conviviendo con él bajo el mismo techo! ¡Cuántas veces la mirada de José debe haberse cruzado con la de Jesús! ¡Cuántas veces debe haberse quedado contemplando la grandeza de Dios presente en Jesús niño, o siendo adolescente, o mientras se hacía hombre! ¡Cuántas veces deben haber hablado de padre a hijo y compartido experiencias! Y es que Dios, en su humildad infinita, quiso dejarse educar mansamente por San José, mientras este se dejaba educar por su propio hijo a través de sus palabras y sus gestos.


San José, motivo de veneración

Hay mucho de maravilloso y ejemplar en San José para cualquier padre que quiera amar como Dios manda. Sin embargo, por ahora, valdrá la pena resaltar un último aspecto: San José ha sido llamado ‘patrono de la buena muerte’. La razón es profunda y no deja de estar envuelta por el misterio; el carpintero de Nazaret tuvo la dicha de morir acompañado y consolado por Jesús, Dios hecho hombre, y María, su esposa y Madre de Dios. Por otro lado, la Iglesia católica lo tiene como ‘santo patrono’ y protector desde siempre. Esa misión especial fue explicitada oficialmente por el Papa Pío IX en 1847.

Ya Santa Teresa de Ávila había profundizado y difundido la devoción a San José a consecuencia del milagro de la recuperación de su salud, obtenida por su intercesión. Teresa solía decir: "Otros santos parecen que tienen especial poder para solucionar ciertos problemas. Pero a San José le ha concedido Dios un gran poder para ayudar en todo".

En otro momento la santa continúa: “Durante 40 años, cada año en la fiesta de San José le he pedido alguna gracia o favor especial, y no me ha fallado ni una sola vez. Yo les digo a los que me escuchan que hagan el ensayo de rezar con fe a este gran santo, y verán que grandes frutos van a conseguir".


La varita de San José

Una tradición popular cuenta que doce jóvenes pretendieron casarse con María y se presentaron ante ella cada uno con un bastón de madera en la mano, a la usanza de la época. De pronto, cuando la Virgen debía escoger entre todos ellos, el bastón de José floreció milagrosamente. Los ojos de María, entonces, se fijaron en él. Se dice que esta es la razón por la que al santo se le suele representar con una ‘vara florecida’ en las manos. 

ORACIÓN A SAN JOSÉ


ORACIÓN A SAN JOSÉ

¡Oh San José!
estamos aquí todos para Ti y Tú se todo para nosotros.
Tú indícanos el camino,
sosténnos a cada paso, condúcenos adonde
la Divina Providencia
quiere que lleguemos;
sea largo o corto el camino,
fácil o difícil, se vea o no se vea
con ojos humanos la meta,
deprisa o despacio,
nosotros contigo estamos seguros
de caminar siempre bien.

Amén.

(San José Marello)

 

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