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lunes, 16 de octubre de 2017

EL SÍNDROME DE JONÁS


El síndrome de Jonás
Homilía de la Misa matutina en la Capilla de la Domus Sanctae Martahe, el Lunes 14 de octubre de 2013


Por: SS Francisco | Fuente: Catholic.net 




Hay una grave enfermedad que amenaza hoy a los cristianos: el «síndrome de Jonás», aquello que hace sentirse perfectos y limpios como recién salidos de la tintorería, al contrario de aquellos a quienes juzgamos pecadores y por lo tanto condenados a arreglárselas solos, sin nuestra ayuda. Jesús en cambio recuerda que para salvarnos es necesario seguir el «signo de Jonás», o sea, la misericordia del Señor. Es éste en sustancia el sentido de la reflexión que propuso el Papa Francisco durante la misa celebrada el lunes 14 de octubre.

Comentando las lecturas de la liturgia, tomadas de la carta de san Pablo a los Romanos (1, 1-7) y del Evangelio de Lucas (11, 29-32), el Pontífice inició precisamente por aquella «palabra fuerte» con la que Jesús se dirige a un grupo de personas llamándolas «generación perversa». Es «una palabra —observó— que casi parece un insulto: esta generación es una generación perversa. ¡Es muy fuerte! Jesús, tan bueno, tan humilde, tan manso, pero dice esta palabra». Sin embargo, como explicó el Pontífice, Él no se refería ciertamente a la gente que le seguía; se refería más bien a los doctores de la ley, a los que buscaban ponerle a prueba, hacerle caer en una trampa. Era toda gente que le pedía signos, pruebas. Y Jesús responde que el único signo que se les dará será «el signo de Jonás».

¿Pero cuál es el signo de Jonás? «La semana pasada —recordó el Papa— la liturgia nos ha hecho reflexionar sobre Jonás. Y ahora Jesús promete el signo de Jonás». Antes de explicar este signo, el Papa Francisco invitó a reflexionar sobre otro detalle que se deduce de la narración evangélica: «el síndrome de Jonás», lo que el profeta tenía en su corazón. Él «no quería ir a Nínive y huyó a España», dijo el Santo Padre. Pensaba que tenía las ideas claras: «la doctrina es ésta, se debe creer esto. Si ellos son pecadores, que se las arreglen; ¡yo no tengo que ver! Este es el síndrome de Jonás». Y «Jesús lo condena. Por ejemplo, en el capítulo vigésimo tercero de san Mateo los que creen en este síndrome son llamados hipócritas. No quieren la salvación de esa pobre gente. Dios dice a Jonás: pobre gente, no distinguen la derecha de la izquierda, son ignorantes, pecadores. Pero Jonás continúa insistiendo: ¡ellos quieren justicia! Yo observo todos los mandamientos; ellos que se las arreglen».

He aquí el síndrome de Jonás, «que golpea a quienes no tienen el celo por la conversión de la gente, buscan una santidad —me permito la palabra— una santidad de tintorería, o sea, toda bella, bien hecha, pero sin el celo que nos lleva a predicar al Señor». El Papa recordó que el Señor «ante esta generación, enferma del síndrome de Jonás, promete el signo de Jonás». Y añadió: «En la otra versión, la de Mateo, se dice: pero Jonás estuvo en la ballena tres noches y tres días... La referencia es a Jesús en el sepulcro, a su muerte y a su resurrección. Y éste es el signo que Jesús promete: contra la hipocresía, contra esta actitud de religiosidad perfecta, contra esta actitud de un grupo de fariseos».

Para aclarar más el concepto, el Obispo de Roma se refirió a otra parábola del Evangelio «que representa bien lo que Jesús quiere decir. Es la parábola del fariseo y del publicano que oran en el templo (Lucas 14, 10-14). El fariseo está tan seguro ante el altar que dice: te doy gracias Dios porque no soy como todos estos de Nínive ni siquiera como ese que está allí. Y ese que estaba allí era el publicano, que decía sólo: Señor ten piedad de mí que soy pecador».

El signo que Jesús promete «es su perdón —precisó el Papa Francisco— a través de su muerte y de su resurrección. El signo que Jesús promete es su misericordia, la que ya pedía Dios desde hace tiempo: misericordia quiero, y no sacrificios». Así que «el verdadero signo de Jonás es aquél que nos da la confianza de estar salvados por la sangre de Cristo. Hay muchos cristianos que piensan que están salvados sólo por lo que hacen, por sus obras. Las obras son necesarias, pero son una consecuencia, una respuesta a ese amor misericordioso que nos salva». Las obras solas, sin este amor misericordioso, no son suficientes.

Por lo tanto «el síndrome de Jonás afecta a quienes tienen confianza sólo en su justicia personal, en sus obras». Y cuando Jesús dice «esta generación perversa», se refiere «a todos aquellos que tienen en sí el síndrome de Jonás». Pero hay más: «El síndrome de Jonás —afirmó el Papa— nos lleva a la hipocresía, a esa suficiencia que creemos alcanzar porque somos cristianos limpios, perfectos, porque realizamos estas obras, observamos los mandamientos, todo. Una grave enfermedad, el síndrome de Jonás». Mientras que «el signo de Jonás» es «la misericordia de Dios en Jesucristo muerto y resucitado por nosotros, por nuestra salvación».

«Hay dos palabras en la primera lectura —añadió— que se relacionan con esto. Pablo dice de sí mismo que es apóstol, no porque haya estudiado, sino que es apóstol por llamada. Y a los cristianos dice: vosotros sois llamados por Jesucristo. El signo de Jonás nos llama». Que la liturgia del día, concluyó el Pontífice, nos ayude a comprender y a hacer una elección: «¿Queremos seguir el síndrome de Jonás o el signo de Jonás?».

domingo, 15 de octubre de 2017

ORAR CON EL CORAZÓN


Orar con el corazón



“Por «corazón» se entiende el centro del ser humano, la raíz de las facultades activas del intelecto y la voluntad, el punto de donde proviene y hacia el cual converge toda la vida espiritual. Es la surgente oscura y profunda de la que brota toda la vida síquica y espiritual del hombre” (A. Gasparino). La Reina de la Paz pide que te atrevas a orar desde el corazón.

Hoy los invito a la oración con el corazón. Durante este tiempo de gracia yo deseo que cada uno de ustedes esté unido con Jesús, pero sin la oración incesante ustedes no podrán experimentar la belleza y la grandeza de la gracia que Dios les ofrece. Por tanto, hijitos, en todo momento llenen sus corazones incluso con las más pequeñas oraciones. Yo estoy con ustedes y velo sin cesar por cada corazón que se entrega a Mí. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

La oración que haces al comenzar la jornada y al terminarla, es la expresión de tu amor y confianza en Dios. Entre estos dos momentos, si amas de verdad a Dios con toda el alma y con todas las fuerzas, como dice la Palabra, de alguna manera el recuerdo y la presencia del Señor te acompañarán en las variadas tareas de tu jornada.


* Enviado por el P. Natalio

miércoles, 11 de octubre de 2017

APUNTES DE ANATOMÍA


APUNTES DE ANATOMÍA



 Que los PIES te lleven por el camino más largo hacia la felicidad, porque la felicidad son sólo puntos en el mapa de la vida, y el verdadero disfrute está en buscarlos en el conocimiento y profundidad de DIOS.

Que los OJOS reconozcan la diferencia entre un colibrí y el vuelo que lo sostiene. Aunque se detenga seguirá siendo un colibrí, y es conveniente que sepas, para que no confundas el sol con la luz, ni lo alto del cielo con la LA GRANDEZA DE DIOS.

Que las MANOS se tiendan generosas en el dar y agradecidas en el recibir, y que su gesto más  frecuente sea la caricia para reconfortar a los que te rodean igual que Jesús entregó sus manos en la cruz.

Que el OÍDO sea tan fiel a la hora del reproche, como debe serlo a la hora del halago, para que puedas mantener el equilibrio en cualquier circunstancia, y así poder distinguir la voz del Señor al hablarte.

Que las RODILLAS te sostengan con firmeza a la altura de tus sueños y se aflojen mansamente cuando llegue el tiempo de oración y charla con el Todopoderoso.

Que la ESPALDA sea tu mejor soporte y no la carga más pesada, pues en la cruz se entregaron y vencieron las cargas de tu alma.

Que la BOCA refleje la sonrisa que hay adentro, para que sea una ventana del alma y no la vidriera de los dientes, para que te comuniques con sabiduría y entendimiento.

Que los DIENTES te sirvan para aprovechar mejor el alimento, y no para conseguir la tajada más grande en desmedro de los otros, y para que los muestres al mundo en señal de agradecimiento por las bendiciones que Dios te ha concedido.

Que la LENGUA encuentre las palabras más exactas para expresarte sin que te malinterpreten, hablando palabras de consolación y vida.

Que las UÑAS crezcan lo suficiente para protegerte, sin lastimar a nadie, siempre peleando la buena batalla.

Que la PIEL te sirva de puente y no de valla, cuando al tacto de tus semejantes emanes la energía espiritual de sanidad y salvación que nuestro Divino Señor ha depositado en ti.

Que el PELO le de abrigo a tus ideas, que siempre adornen más que un buen peinado, adornando pensamientos de prosperidad.

Que los BRAZOS sean la cuna de los abrazos y no camisa de fuerza para nadie, y sí la fuerza para apoyar al herido y levantar al caído. 

Que el CORAZÓN toque su música con amor para que tu vida sea un paso del UNIVERSO hacia delante, bendiciendo tu vida y la de los tuyos.

EL BARRENDERO ESTIMADO



El barrendero estimado



“No hay mayor sabiduría que reconocer que esta tarea que me toca hacer, mientras no aparezca otra cosa en mi camino, es la mejor que podría realizar. Y ya que es lo que me toca hacer ahora, entonces lo vivo con todas mis energías y mis ganas, sin pensar en otras cosas que podría realizar en este momento” (P. Fernández).

No hay trabajo que no tenga importancia. Toda tarea que eleve a la humanidad, es digna e importante, y debería ser asumida con aplicada excelencia. Si alguien está llamado a ser barrendero, debería barrer como Miguel Ángel pintaba, como Beethoven componía música o como Shakespeare escribía versos. Debería barrer las calles tan bien, que todos los habitantes del cielo y de la tierra, se detuvieran a decir: “Aquí vivió un gran barrendero, que cumplió bien con su trabajo” (Martín Luther King).

Las tareas sencillas y cotidianas son realmente responsabilidades simples; pero, ser fieles al quehacer de cada día es algo importante. La felicidad humana generalmente no se logra con acciones de especial relevancia, que pueden acontecer muy raras veces, sino en ese sencillo deber que realizas todos los días con mucho amor. Valorízalo en ti y en los demás.


* Enviado por el P. Natalio

martes, 10 de octubre de 2017

EL PRÍNCIPE HEREDERO


El príncipe heredero



Compadecido Dios del miserable estado en que se hallaba el hombre, su criatura predilecta, después que pecó en el Edén, concibió un admirable plan para volverlo a su primer esplendor y belleza. Le proporcionaría un modelo de hombre nuevo que activaría las fuerzas que permanecían adormecidas en su interior.

Cuenta la leyenda que el rey, la reina y toda la corte estaban tristes y preocupados. El príncipe heredero tenía ya nueve años, pero su aspecto era lamentable. Había nacido maltrecho y deforme. Un día el hombre más sabio del reino despertó en el rey y su corte una gran esperanza. Se encargó al mejor escultor que hiciera una bella estatua del niño. Tan sólo cada día debía sentarse por una hora contemplando su propia figura esbelta y airosa. Con ansias el príncipe esperaba esa hora en que miraba fascinado su propia estatua de finísimo mármol blanco. Embelesado, se inflamaba su imaginación y el corazón aceleraba sus palpitaciones. Le brotaban ardientes lágrimas de los ojos, y se activaba una lenta, imperceptible metamorfosis en su estropeado cuerpo. A los pocos meses el rey y la reina y toda la corte, llenos de alegría y felicidad, celebraron el cambio total y maravilloso del príncipe heredero.

Jesús es el modelo perfecto del hombre nuevo. Dios nuestro Padre nos invita a transformarnos en él, haciendo nuestros sus sentimientos y actitudes. Para lograrlo nada mejor que meditar e interiorizar sus palabras y ejemplos cada día, con el Evangelio en la mano. Ojalá que como san Pablo puedas decir “Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí”.


* Enviado por el P. Natalio

domingo, 8 de octubre de 2017

ENCUENTRO AFORTUNADO


Encuentro afortunado



Tratar bien a todo el mundo es lo correcto, porque toda persona merece respeto y atención. Pero además es una conducta prudente, porque bajo una apariencia común, esa persona puede ser un personaje. La historia de hoy la representan en distintos lugares, casi cada día, otros actores.

Un organista estaba practicando una pieza de Félix Mendelssohn en la iglesia, pero no le salía muy bien. Al fin frustrado, recogió su partitura y se dirigió a la salida. No había notado a un extraño que se había sentado en un banco de atrás. Cuando el organista ya estaba cerca de la puerta, el extraño se le acercó y le preguntó si podía tocar él esa pieza. El organista respondió bruscamente: «¡Nunca dejo que nadie toque este órgano!». Pero, después de amables insistencias, el músico gruñón le dio su consentimiento. El extraño se sentó y pulsando magistralmente el teclado, llenó el templo con melodías celestiales. Cuando terminó, el organista preguntó: «¿Quién es usted?». El hombre contestó: «Yo soy Félix Mendelssohn».

Jesús te abre una perspectiva más profunda y de fe para tratar a los demás. Todo lo que haces al pobre, al humilde, al hambriento, a los que sufren, él lo premiará como hecho a él mismo. Por lo tanto nos pide poner mucha consideración, dulzura y amor en nuestras relaciones humanas, porque detrás de nuestros prójimos nos visita el mismo Jesús. ¿Nos encontramos aquí, mañana?


* Enviado por el P. Natalio

sábado, 7 de octubre de 2017

UN JOVEN


UN JOVEN



Un joven  de 24 años estaba mirando a través de la ventana del ómnibus y  gritó:


- "¡Papá, mira los árboles como van corriendo detrás!"
El padre sonrió y una pareja de jóvenes sentados cerca, miro al joven de 24 años con conducta infantil y murmuraron que ya era lo suficientemente grande como para andar diciendo eso, de pronto, otra vez exclamó:
- "¡Papá, mira las nubes están corriendo con nosotros!"

La pareja no pudo resistirse y le dijeron al padre:
- ¿Por qué no lleva a su hijo a un buen médico?" a lo que el padre respondió:

- "Ya lo hice y recién estamos viniendo del hospital, mi hijo era ciego de nacimiento, y hoy por primera vez puede ver”
Los jóvenes enmudecieron...

Es que cada persona tiene una historia y no debemos juzgar a la gente antes de realmente conocerla.

La verdad puede sorprenderte…. 

jueves, 5 de octubre de 2017

COMPARTIR EL MEJOR MAÍZ


Compartir el mejor maíz



La generosidad es una virtud que te pone en sintonía con Dios que es todo amor y donación de sí mismo. Cada día puedes empezar a ser generoso en gestos pequeños. Con la práctica se te irá abriendo el corazón, descubrirás la alegría de dar y comprobarás, maravillado, que recibes mucho más de lo que das.

Un agricultor, cuyo maíz siempre había obtenido el primer premio en la Feria del Estado, tenía la costumbre de compartir sus mejores semillas de maíz con todos los demás agricultores de los contornos. Cuando le preguntaron por qué lo hacía, dijo: "En realidad, es por puro interés. El viento tiene la virtud de trasladar el polen de unos campos a otros. Por eso, si mis vecinos cultivaran un maíz de clase inferior, la polinización rebajaría la calidad de mi propio maíz. Ésta es la razón por la que me interesa enormemente que sólo planten el mejor maíz"

Más bien que buscar el beneficio personal, pregúntate cómo puedes servir. En lugar de querer poseer más, trata de compartir tus bendiciones, guiado solamente por el deseo de ayudar a satisfacer las necesidades de los otros. Hay quienes poseen poco y lo dan todo. Estos son los que creen en la vida y en su generosidad, y su cofre jamás se verá vacío.


* Enviado por el P. Natalio

miércoles, 4 de octubre de 2017

CARA A CARA


Cara a cara



En la Biblia encontramos pensamientos inspirados por Dios, capaces de levantar el ánimo por más deprimido que estés. En Isaías (43) el Señor te dice: “Tú eres de gran precio ante mis ojos, porque eres valioso y yo te amo. No tengas miedo, yo estoy contigo”. Por más baja que esté tu autoestima, esta declaración de Dios tiene una poderosa eficacia para ponernos de pie.

A caminar sin ti, Señor, no atino; tu palabra de fuego es mi sendero;
me encontrarás cansado y prisionero del desierto, del cardo y del espino.

Descansa aquí conmigo del camino, que en Emaús hay trigo en el granero,
hay un poco de vino y un alero que cobije tu sueño, Peregrino.

Yo contigo, Señor, herido y ciego; tú conmigo, Señor, enfebrecido,
el aire quieto, el corazón en fuego. Y en diálogo sediento y torturado
se encontrarán en un solo latido, cara a cara, tu amor y mi pecado. Amén.

“Día tras día, Señor de mi vida, quede delante de Ti, cara a cara. De manos juntas, quedaré delante de Ti, Señor de todos los mundos, cara a cara. En este mundo que es tuyo, en medio de las fatigas, del tumulto, de las luchas, de la multitud agitada, he de mantenerme delante de Ti, cara a cara. Y, cuando mi tarea en este mundo estuviere acabada, oh Rey de Reyes, solo y en silencio, permaneceré delante de Ti, cara a cara”. Hermosa oración para completar el soneto del día.


* Enviado por el P. Natalio

martes, 3 de octubre de 2017

QUÉ HACER CON QUIEN SUFRE?



¿Qué hacer con quien sufre?




1)  Para saber
El Papa Francisco mostró su cercanía y solidaridad con las víctimas del terremoto que asoló México y que dejó más de 300 muertos como consecuencia del derrumbe de numerosas edificaciones.
“En este momento de dolor quiero manifestar mi cercanía y oración a toda la querida población mexicana”, señaló el Santo Padre en la Plaza de San Pedro en el Vaticano. El Pontífice, también invitó a rezar por los fallecidos, los heridos, los que han perdido sus hogares y por todos los que ayudan en las tareas de rescate: “Elevemos todos juntos nuestra plegaria a Dios para que acoja en su seno a los que han perdido la vida, conforte a los heridos, sus familiares y a todos los damnificados".

2) Para pensar
Se cuenta que había una pareja que tenían una niña llamada Mariana. Como eran ateos, jamás le hablaron de Dios a la niña. Una noche, cuando Mariana tenía 5 años, sus padres pelearon y el papá lleno de enojo le disparó a la mamá y después se suicidó. Todo esto delante de la niña.
La enviaron a un hogar adoptivo. Su nueva mamá, Cristina, la llevó a la iglesia. Ese día la mamá la llevó a la clase de catecismo y le explicó a la maestra que la niña jamás había escuchado hablar de Jesús y que por favor le tuviera paciencia.
La maestra tomó una figura de Jesús y le preguntó a todos los niños del salón: "¿Alguno de ustedes sabe quién es esta persona?". La pequeña Mariana al ver la figura se alegró y respondió: "Yo sé, maestra, yo lo conozco”. La maestra sorprendida le preguntó: ¿Y cómo es que le conoces?” Mariana respondió: “Ese es el señor que estuvo tomando mi mano y me consoló la noche que en mis padres murieron".
Independientemente de lo real del relato, lo que sí podemos afirmar es que Jesús está al lado de quien sufre y no deja de prestarle ayuda. El reciente sismo de la Ciudad de México no fue la excepción. Podemos afirmar que en ese, y todos los desastres, nuestro Señor no abandona a nadie y está al lado de quienes sufren algún daño y de sus seres queridos.

3) Para vivir
El Papa se cuestionó qué hacer cuando se viven momentos difíciles: “Quizás alguno piensa tomar una pastilla para dormir y huir de los acontecimientos, o tomar tres o cuatro copas de alcohol, pero esto no ayuda”, aseguró el Papa.
Francisco reveló que se pueden hacer dos cosas.
- La primera está en el salmo 87: “Llegue hasta Ti mi oración, Señor”. Se necesita orar: “Es una oración de llamar a la puerta. El mismo Señor nos enseña cómo orar en esos momentos tan feos. Orar con autenticidad, es también desahogarse.
- Y lo segundo que se puede hacer ante una persona que sufre es estar con él, lo importante es mostrar cariño, más que hacer discursos. Cuando una persona sufre, se debe ayudar con el silencio, la cercanía, las caricias, con la oración ante el Padre”. Silencio; pero silencio con mucho amor, con caricias.
Francisco concluyó orando a Dios “para que nos de la gracia de orar cuando seamos sometidos a este estado, y también la gracia de saber acompañar a las personas que sufren momentos feos de tristeza”.



© Pbro. José Martínez Colín

viernes, 29 de septiembre de 2017

SORPRENDENTE CONVERSIÓN


Sorprendente conversión



El P. Mateo Crawley, infatigable misionero, narró la siguiente anécdota. Una niña se presentó un día en mi parroquia. Terminada la confesión de sus pecados, me dijo: Padre yo veo todos los días a Jesús. ¿Y cuándo lo ves? Apenas recibo la Comunión y regreso a mi puesto, Jesús se pone a mi lado y hablamos. ¿Y los otros no lo ven también? No lo sé, Padre. ¿Y qué es lo que te dice? Me dice siempre que me quiere mucho y que quiere ser muy amado. ¿En qué forma ves a Jesús? Corno un niño. ¿Y qué cosas le preguntas? Nada, Padre. ¿Qué cosas le puedo preguntar?

Quise entonces cerciorarme de que Jesús realmente se le aparecía a esta niña y, para hacerlo, se me ocurrió una prueba. Le dije: Escúchame, pequeña. La próxima vez que veas a Jesús después de hacer tu comunión, le dirás que yo deseo convertir a un pecador, que me lo mande. Y después vendrás a decirme lo que Jesús te responda.

Al día siguiente, finalizada la Misa, se presentó de nuevo la niña en el confesonario. Padre, ha venido Jesús y me ha dicho que el pecador llegaría enseguida. Entretanto advertí que a la iglesia acababa de entrar una persona. Me dirigí entonces hacia el fondo de la iglesia. Se encontraba allí un hombre de rostro turbado. Daba la impresión de que quería hablarme. Padre, hace muchos años que no entro en una iglesia, pero hace media hora he sentido una voz interior que me urgía a hacerlo. Ha sido tan insistente que me he decidido entrar, pues tengo una sensación de que si no me confieso no podré vivir nunca más en paz. La conversión de este pecador era la prueba más maravillosa de la aparición de Jesús a esa niñita.



* Enviado por el P. Natalio

miércoles, 27 de septiembre de 2017

TODO CON AMOR


Todo con amor



La regla de oro de las grandes religiones es el amor al prójimo. En el libro de Tobías el anciano ciego, sintiéndose cercano a la muerte, dio preciosos consejos a su hijo. Entre ellos se destaca: “No hagas a nadie lo que no te agrada a ti”. Norma fundamental y obvia, pero tantas veces transgredida por egoísmo o inconsciencia. “Al final de la vida se nos juzgará por el amor”.

Es bueno hacer lo que Dios quiere; pero quizá sea mejor, y cueste más, querer lo que Dios hace. Y todavía puedes dar otro paso adelante: querer lo que Dios hace, pero quiérelo con amor; porque lo que en la vida se hace sin amor, vale muy poco; en cambio, lo que se hace con amor, vale más que el oro.. Entre un ramo de flores que te tiran a la cara, o el capullito que te ofrecen con cariño, con razón tú preferirás lo segundo. Si las cosas de tu vida las realizas con amor y por amor, nadie te preguntará qué es lo que has hecho, sino más bien se fijarán en el amor con que lo has hecho. Nadie te preguntará; tampoco Dios, que no se fija tanto en lo que hacemos cuanto en el amor con que lo hacemos. Ama: ésta es la ley, el consejo, la meta, todo.

El amor auténtico se manifiesta en servir, ayudar, proteger. “Obras son amores, y no buenas razones”, dice el refrán español. Bajar a lo concreto, aterrizar en la realidad de la vida, es el signo del amor maduro. Evidentemente esto requiere sacrificio, entrega y olvido de ti mismo.


* Enviado por el P. Natalio

GIME EL DESIERTO


Gime el desierto



¿Ha perdido “actualidad” la palabra pecado? Pareciera que sí. Sin embargo es una radical experiencia humana. Basta mirar con sinceridad dentro de nosotros para descubrir una cuota de egoísmo y de fragilidad que nos induce a hacer el mal que deberíamos evitar y a no hacer el bien que estamos llamados a practicar.

Refieren los viajeros que, cuando el viento a la caída de la tarde roza la arena del desierto, se oye a lo lejos algo así como un suspiro prolongado: “Escucha” –dice entonces la voz del beduino–  “el desierto se lamenta, porque quisiera ser pradera“. En cuántos hombres, caídos por el pecado, existe la añoranza de lo que podrían ser y no son...

Nunca el hombre es tan grande como cuando cae de rodillas y pide ser purificado, cuando, desde lo profundo del alma grita: “¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad; por tu gran compasión, borra mis faltas!” (Sal 51, 3) ¡Cuánta paz trae una confesión hecha con humilde arrepentimiento!


* Enviado por el P. Natalio

lunes, 25 de septiembre de 2017

ID A MI VIÑA


"Id a mi viña"



La parábola de los obreros enviados a trabajar en la viña en horas diferentes, y que reciben todos la misma paga de un denario, ha plantado siempre problemas a los lectores del Evangelio. ¿Es aceptable el modo de actuar del propietario? ¿No viola el principio de la recompensa justa? Los sindicatos se sublevarían al unísono si alguien actuara como ese propietario.

La dificultad nace de un equívoco. Se considera el problema de la recompensa en abstracto, o bien en referencia a la recompensa eterna. Vista así, el tema contradiría en efecto el principio según el cual Dios «dará a cada cual según sus obras» (Rm 2,6). Pero Jesús se refiere aquí a una situación concreta. El único denario que se da a todos es el Reino de los Cielos que Jesús ha traído a la tierra; es la posibilidad de entrar a formar parte de la salvación mesiánica. La parábola comienza: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana...». Es el Reino de los Cielos por lo tanto el tema central y el fondo de la parábola. El problema es, una vez más, el de la postura de judíos y paganos, o de justos y pecadores, frente a la salvación anunciada por Jesús. Si bien los paganos (respectivamente los pecadores, los publicanos, las prostitutas, etc.) sólo ante la predicación de Jesús se decidieron por Dios, mientras que antes estaban lejanos («ociosos»), no por esto ocuparán en el Reino una posición de segunda clase. También ellos se sentarán en la misma mesa y gozarán de la plenitud de los bienes mesiánicos.

Más aún, puesto que los paganos se muestran más dispuestos a acoger el Evangelio que los llamados «justos» (los fariseos y los escribas), se realiza aquello que Jesús dice como conclusión de la parábola: «Los últimos serán primeros y los primeros, últimos». Una vez conocido el Reino, esto es, una vez abrazada la fe, entonces sí que hay lugar para las diferenciaciones. No es idéntica la suerte de quien sirve a Dios toda la vida, haciendo rendir al máximo sus talentos, respecto a quien da a Dios sólo las sobras de la vida, con una confesión reparadora, en cierto modo, en el último momento.

Aclarado este punto central, es legítimo sacar a la luz las otras enseñanzas de la parábola. Una es que Dios llama a todos y a todas horas. ¡Existe una llamada universal a la viña del Señor! Se trata, en resumen, del problema de la llamada más que del de la recompensa. Este es el modo en que nuestra parábola es utilizada en la exhortación de Juan Pablo II «sobre vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo» («Christifideles laici»): «Los fieles laicos pertenecen a aquel Pueblo de Dios representado en los obreros de la viña... "Id también vosotros a mi viña"» (n. 1-2).

La parábola evoca también el problema del desempleo: «¡Nadie nos ha contratado!»: esta respuesta desconsolada de los obreros de la última hora podrían hacerla propia millones de desempleados. Todos sabemos lo que significa estar desempleado para quien tiene familia o para un joven que quiere casarse y no puede porque falta trabajo y con él la mínima garantía de poder mantener dignamente a la familia. Si falta trabajo para muchos, uno de los motivos (no el único, no el principal, pero ciertamente relevante) es que algunos tienen demasiado. Acumulando diferentes trabajos, todos, en modo distinto, retribuidos.

Otra enseñanza se puede sacar de la parábola. Aquel propietario sabe que los obreros de la última hora tienen las mismas necesidades que los demás, tienen también sus niños que alimentar, como los de la primera hora. Dando a todos la misma paga, el propietario muestra no tener en cuenta tanto el mérito como la necesidad. Muestra ser no sólo justo, sino también «bueno», generoso, humano.


© P. Raniero Cantalamessa

TURBULENCIAS



Turbulencias




Confiar en Dios, es depositar toda nuestra fe en él. Dejarle el cuidado de tus cosas. Permitirle disponer de tu futuro, porque sabes que te ama más que tú mismo. Reposar en él “como un niño en brazos de su madre” (salmo 131). Y confiar sobre todo en las pruebas, cuando las cosas resultan duras e incomprensibles.

Todo ocurre en un aeropuerto. Un niño está solo en la sala de espera y luego la azafata lo guía hacia el avión. El niño continúa solo. Qué raro, pues siempre los niños van acompañados de una persona adulta. Él estaba solo y en la ventanilla. De repente, en el viaje se presenta una turbulencia. Todos estaban nerviosos y otros gritaban desesperados. Y el niño como si nada. Una señora se acerca y le pregunta al niño, ¿tú no tienes miedo?, y él responde: no. ¿Y por qué? Su respuesta fue certera: “Mi papá es el piloto”. ¡Qué confianza!

“Descarguen en el Señor sus inquietudes, ya que él se ocupa de ustedes”. Si lees y meditas la Biblia, encontrarás esta exhortación y otras semejantes. Te ayudarán a fortalecer tu confianza en Dios que te ofrece refugio “a la sombra de sus alas mientras vienen calamidades” de cualquier clase y magnitud. “No temas, contigo estoy. Yo te amo”,  te asegura Dios.



* Enviado por el P. Natalio

ESCUCHAR CON LOS OJOS


Escuchar con los ojos
Dios se revela en la Palabra que necesita ser escuchada, para que nazca la fe y se dé el cambio en la persona.


Por: P. Eusebio Gómez Navarro | Fuente: Catholic.net 




Había oído la expresión hablar con los ojos, pero nunca había visto escuchar con los ojos, si se puede decir así. Y es cierto; lo vi en una misa, en directo, en la catedral de san Agustín.

El P. Rene Robert hablaba a los sordomudos en su lenguaje. Cuando él callaba, Maureen Ann Longo traducía a los presentes. Johnny Mayoral, que hacía de monaguillo, tenía una traductora para él sólo. Al presenciar esta maravilla de comunicación pensé que Dios habla a cada uno acomodándose a nuestro lenguaje.

El Señor se complace en aquellos que escuchan su palabra y los colma de bendiciones (Gn 22,17), da vida al alma (Is 55,1-3) y establece su morada en medio de su pueblo (Lv 26,12). Escuchar a Dios es la fuente de la felicidad y de la vida. Hemos de escuchar a Dios en el momento presente y llevar lo que se escucha a la vida.

Dios nos escucha en silencio y propone el mismo método para escucharle. "Dios es la Palabra y, al mismo tiempo, el gran Oyente, que acoge nuestras palabras dispersas, despeinadas, inquietas, y les va restituyendo su profundidad. Quien se ha ejercitado en oír y escuchar el Silencio es capaz de entender lo que no es dicho", dice Melloni.

Dios habla, se revela, pero hace falta que alguien recoja su palabra lanzada. Dios se revela en la Palabra que necesita ser escuchada, para que nazca la fe y se dé el cambio en la persona. La fe nace de la escucha.

El Señor constantemente suplica a su pueblo que le escuche: "Escucha, Israel" (Dt 6,4). "Escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios" (Jr 7,23). "Éste es mi hijo muy amado... Escuchadlo" (Mc 9,7). La escucha es la condición primera y fundamental para el amor de Dios, y es este amor a Dios el mejor fruto que se puede conseguir. Todo el afán de la Sabiduría será llevar al creyente a la escucha.

Escuchar supone abandonarse en fe, esperanza y amor, tener la misma actitud de Abraham, Samuel y María. La escucha requiere confianza en los interlocutores.

Quien es de Dios escucha a Dios (Jn 8,47) y ha de escuchar al pobre, al huérfano y al necesitado (St 5,4). Escuchar la voz del Señor es no endurecer el corazón (Hb 3,7). Quien escucha al Señor encontrará vida en su alma (Is 55,2-3). Todo el que es de Dios escucha sus palabras (Jn 8,47) y las pone en práctica (Mt 7,26). Todo el que pertenece a la verdad escucha su voz (Jn 18,37).

Dios me habla hoy, a mí, en este mismo momento. Él quiere dialogar conmigo. Me ofrece su vida y su amistad.

Quien quiera tener vida deberá alimentarse de todo lo que sale de la boca de Dios, tendrá que escucharlo "hoy" y grabarlo en el corazón.

jueves, 21 de septiembre de 2017

SÚPLICA EN EL TEMOR


Súplica en el temor



“Ya no temo, Señor, la tristeza, ya no temo, Señor, la soledad;  porque eres, Señor, mi alegría, tengo siempre tu amistad. Ya no temo, Señor, a la noche, ya no temo, Señor, la oscuridad; porque brilla tu luz en las sombras ya no hay noche, tú eres luz”.

Señor, hay nubes en el horizonte. El mar está agitado. Tengo miedo. El recelo me paraliza la sangre. Manos invisibles me tiran hacia atrás. No me atrevo. Una bandada de oscuras aves está cruzando el firmamento. ¿Qué será? Dios mío, di a mi alma: Yo soy tu Victoria. Repite a mis entrañas: no temas, yo estoy contigo (Ignacio Larrañaga).

“Ya no temo, Señor, los fracasos, ya no temo, Señor, la ingratitud; porque el triunfo, Señor, en la vida tú lo tienes, tú lo das. Ya no temo, Señor, los abismos, ya no temo, Señor, la inmensidad; porque eres, Señor, el camino y la vida, la verdad”. Levanta el alma a Dios y él alegrará tu corazón.


* Enviado por el P. Natalio

miércoles, 20 de septiembre de 2017

ENCONTRAR LA PUERTA


Encontrar la puerta


Todos en una época de su vida tienen que afrontar una decisión importante: ¿qué seré cuando sea grande? Es el planteo del problema vocacional. Resolverlo con acierto es decisivo porque incide en tu felicidad. Para eso debes empezar por conocer tu propia verdad: inclinaciones y disposiciones naturales que te marcan, desde el vamos,  una dirección.

Un pensador ruso que pasaba por una etapa de crisis interior decidió ir a descansar unos días a un monasterio. Allí le asignaron una habitación que tenía un cartelito sobre la puerta donde estaba escrito su nombre. Por la noche no logrando conciliar el sueño, decidió salir a dar un paseo por el imponente claustro. A su vuelta, se encontró con que no había suficiente luz en el pasillo para leer su nombre que figuraba en la puerta del  cuarto. Recorrió el claustro y todas las puertas le parecían iguales. Por no despertar a los monjes, pasó la noche entera dando vueltas por el enorme y oscuro corredor. Con la primera luz del amanecer distinguió al fin cuál era la puerta de su habitación, por delante de la cual había pasado tantas veces a lo largo de la noche, sin advertirlo.

El deambular de ese hombre en aquella noche oscura es una imagen de lo que tantas veces sucede a las personas. Pasan por delante de la puerta que conduce al camino al que están llamados, pero les falta luz para verlo. Esta luz te la dará Dios. Tú, por tu parte, hazte estas preguntas: ¿qué inclinación y aptitudes tengo?, y ¿qué necesidades veo a mi alrededor? De allí saldrá la solución de tu problema vocacional. Que el Señor te proteja y bendiga.


* Enviado por el P. Natalio

martes, 19 de septiembre de 2017

PERDONAR A TODOS


Perdonar a todos




Hay que perdonar a todos, incluso a los difuntos. Dice la mística María Simma que un día fue a visitarla un campesino y le dijo:

—  Estoy construyendo un establo y cada vez que el muro llega a cierta altura, se cae. Hay algo extraño y sobrenatural en esto. ¿Qué puedo hacer?
—  ¿Hay algún difunto que tiene algo contra ti, a quién guardas rencor?
—  Oh sí, pensaba que no podía ser sino él. Me hizo mucho daño y no lo puedo perdonar.
—  Él quiere que lo perdones para estar en paz.
—  ¿Perdonarlo yo? ¿A él que tanto daño me ha hecho de vivo? ¿Para que vaya al cielo? No.
—  Pues no te dará reposo hasta que lo hayas perdonado de corazón. ¿Cómo puedes decir en el Padrenuestro: “Perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”? Es como si dijeras a Dios: No me perdones como yo tampoco perdono.

El hombre se quedó pensativo y dijo: Tienes razón. En nombre de Dios lo perdono para que Dios me perdone también a mí. Desde ese día, no tuvo más problemas con el establo y pudo tener paz y amor en su corazón.


* Enviado por el P. Natalio

lunes, 18 de septiembre de 2017

EL PODER DEL BUEN EJEMPLO


Poder del buen ejemplo


Un refrán dice “las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran”. El poder del testimonio es enorme y decisivo. Las palabras están devaluadas. Nunca el mensaje de Jesús tuvo tanta fuerza como cuando pregonó el amor desde la cruz. Para construir a tu alrededor una civilización del amor aporta cada día gestos de servicio, de humildad y generosidad.

En una ciudad alemana bombardeada en la última Guerra Mundial, encontraron, entre las ruinas, un Cristo a quien le faltaban las manos y las piernas. Aquellos habitantes decidieron conservar así, sin manos y sin pies, a aquel Cristo, como recuerdo de la barbarie de la guerra, y de que somos nosotros los llamados a ser las manos y los pies de Cristo. Una excelente manera de describir nuestra misión de testigos: ser las manos y los pies de Cristo para llevar su mensaje de justicia, de fraternidad, de esperanza, de amor a cuantos nos rodean.

Tanto los buenos como los malos ejemplos moldean el ambiente en que vivimos. Ojalá que triunfen los que favorecen lo bueno, digno, noble. Porque si prevalece el egoísmo salvaje, llegaremos a una pérdida tal de los valores humanos que la vida será muy triste, que faltará lo más hermoso: el respeto, la comprensión, el amor. Amigo/a: aporta hoy tu granito de arena.


* Enviado por el P. Natalio
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