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domingo, 20 de diciembre de 2015

MEDITACIÓN SOBRE LA VISITA DE MARÍA SANTÍSIMA A SU PRIMA SANTA ISABEL

En el misterio de la Visitación, 
el preludio de la misión del Salvador
Catequesis mariana
Santo Padre Juan Pablo II
2 de octubre de 1996



En el relato de la Visitación, san Lucas muestra cómo la gracia de la Encarnación, después de haber inundado a María, lleva salvación y alegría a la casa de Isabel. El Salvador de los hombres oculto en el seno de su Madre, derrama el Espíritu Santo, manifestándose ya desde el comienzo de su venida al mundo.

El evangelista, describiendo la salida de María hacia Judea, use el verbo anístemi, que significa levantarse, ponerse en movimiento. Considerando que este verbo se use en los evangelios pare indicar la resurrección de Jesús (cf. Mc 8, 31; 9, 9. 31; Lc 24, 7.46) o acciones materiales que comportan un impulso espiritual (cf. Lc 5, 27¬28; 15, 18. 20), podemos suponer que Lucas, con esta expresión, quiere subrayar el impulso vigoroso que lleva a María, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a dar al mundo el Salvador.

El texto evangélico refiere, además, que María realice el viaje "con prontitud" (Lc 1, 39). También la expresión "a la región montañosa" (Lc 1, 39), en el contexto lucano, es mucho más que una simple indicación topográfica, pues permite pensar en el mensajero de la buena nueva descrito en el libro de Isaías: "¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: 'Ya reina tu Dios'!" (Is 52, 7).

Así como manifiesta san Pablo, que reconoce el cumplimiento de este texto profético en la predicación del Evangelio (cf. Rom 10, 15), así también san Lucas parece invitar a ver en María a la primera evangelista, que difunde la buena nueva, comenzando los viajes misioneros del Hijo divino.

La dirección del viaje de la Virgen santísima es particularmente significativa: será de Galilea a Judea, como el camino misionero de Jesús (cf. Lc 9, 51).

En efecto, con su visita a Isabel, María realiza el preludio de la misión de Jesús y, colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en la obra redentora del Hijo, se transforma en el modelo de quienes en la Iglesia se ponen en camino para llevar la luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos.

El encuentro con Isabel presenta rasgos de un gozoso acontecimiento salvífico, que supera el sentimiento espontáneo de la simpatía familiar. Mientras la turbación por la incredulidad parece reflejarse en el mutismo de Zacarías, María irrumpe con la alegría de su fe pronta y disponible: "Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel" (Lc 1, 40).

San Lucas refiere que "cuando oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno" (Lc 1, 41). El saludo de María suscita en el hijo de Isabel un salto de gozo: la entrada de Jesús en la casa de Isabel, gracias a su Madre, transmite al profeta que nacerá la alegría que el Antiguo Testamento anuncia como signo de la presencia del Mesías.

Ante el saludo de María, también Isabel sintió la alegría mesiánica y "quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: 'Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno'" (Lc 1, 41¬42).
En virtud de una iluminación superior, comprende la grandeza de María que, más que Yael y Judit, quienes la prefiguraron en el Antiguo Testamento, es bendita entre las mujeres por el fruto de su seno, Jesús, el Mesías.

La exclamación de Isabel "con gran voz" manifiesta un verdadero entusiasmo religioso, que la plegaria del Avemaría sigue haciendo resonar en los labios de los creyentes, como cántico de alabanza de la Iglesia por las maravillas que hizo el Poderoso en la Madre de su Hijo.

Isabel, proclamándola "bendita entre las mujeres" indica la razón de la bienaventuranza de María en su fe: "¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" (Lc 1, 45). La grandeza y la alegría de María tienen origen en el hecho de que ella es la que cree.

Ante la excelencia de María, Isabel comprende también qué honor constituye pare ella su visita: "De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1, 43). Con la expresión "mi Señor", Isabel reconoce la dignidad real, más aun, mesiánica, del Hijo de María. En efecto, en el Antiguo Testamento esta expresión se usaba pare dirigirse al rey (cf. IR 1, 13, 20, 21, etc.) y hablar del rey-mesías (Sal 110, 1). El ángel había dicho de Jesús: "EI Señor Dios le dará el trono de David, su padre" (Lc 1, 32). Isabel, "llena de Espíritu Santo", tiene la misma intuición. Más tarde, la glorificación pascual de Cristo revelará en qué sentido hay que entender este título, es decir, en un sentido trascendente (cf. Jn 20, 28; Hch 2, 34-36).

Isabel, con su exclamación llena de admiración, nos invita a apreciar todo lo que la presencia de la Virgen trae como don a la vida de cada creyente.

En la Visitación, la Virgen lleva a la madre del Bautista el Cristo, que derrama el Espíritu Santo. Las mismas palabras de Isabel expresan bien este papel de mediadora: "Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo saltó de gozo el niño en mi seno" (Lc 1, 44). La intervención de María produce, junto con el don del Espíritu Santo, como un preludio de Pentecostés, confirmando una cooperación que, habiendo empezado con la Encarnación, esta destinada a manifestarse en toda la obra de la salvación divina.

LA SONRISA DE DIOS ES LA SONRISA DE MARÍA

La sonrisa de Dios es la sonrisa de María
María, nos invita a imitarla en un complaciente abandono a la palabra de Dios, que puede decirnos desde su obediencia,


Por: P. Alberto Ramírez Mozqueda | Fuente: Catholic.net 




Domingo cuarto de Adviento
Virgilio, el gran poeta latino, pagano, que ha tenido una gran influencia en la literatura universal, dice que el “niño comienza a conocer a su madre por la sonrisa”, anunciado proféticamente que la sonrisa de Dios es la sonrisa de María después del pecado, una vez que ella aceptó convertirse en la Madre de su Hijo Jesucristo, proporcionándole su Cuerpo precioso, un cuerpo necesario para realizar en los hombres y para los hombres la redención y la salvación de todo el genero humano.

Y hoy nos encontramos, ya en las inmediaciones de la Navidad, dejando atrás a Isaías y a San Juan Bautista, con el personaje central del Adviento, a María la Madre de Jesús, que nos dejará a las plantas del mismísimo Hijo de Dios encarnado.

Por eso, hoy queremos asistir embelezados al encuentro de dos mujeres pobres, gente del pueblo, las dos embarazadas, una de edad avanzada y la otra apenas una jovencita que tuvieron un papel destacado en la historia de la Salvación de nuestros pueblos.

Se trata de Isabel, la anciana, la que concibió en su seno prodigiosamente, ya en su ancianidad y María, que apenas en su adolescencia ofreció su cuerpo para que Dios realizara entre los hombres el prodigio inaudito de enviar para estar entre los hombres y para siempre a su mismísimo Hijo.

El encuentro no podía ser más agradable y simpático: “En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo en las montañas de Judea, y entrando, saludó a Isabel”. 

Fue ese viaje, el primer recorrido eucarístico, la primera vez que Cristo aún en el seno de su Madre, como el mejor tabernáculo, sagrario o manifestador pudo acercarse a los hombres y llevarles la presencia, la fuerza y la alegría del Espíritu Santo que lo había encarnado precisamente en el seno de aquella mujer singular.

Esa presencia y ese abrazo, hicieron que Juan Bautista, santificado en ese momento con la presencia del Espíritu Santo, saltara de gozo en el seno de su propia madre, que no escatimó la alabanza y la ternura a la mujercita que venía a atenderla en su propio parto:

“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre... Dichosa tú que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor!”.

Esas solas palabras, en las inmediaciones de la Navidad, nos sugieren muchas preguntas que no podemos dejar de contestar, porque ahí va implicada nuestra propia alegría, nuestra felicidad y en última instancia, nuestra propia salvación: ¿En qué creyó María, y qué le fue anunciado de parte del Señor?.

Podemos aventurar las respuestas diciendo que María le creyó al Padre que con un profundo respeto, una entrañable ternura, se acerca a la criatura, se abaja casi, para “pedirle”, hay que subrayarlo, para pedirle que se dignara ser la madre del Salvador. No se le impone la maternidad, no se la violenta, aunque se trate del Señor de Cielos y Tierra, dueño de todo.

Eso es ya una primera lección para los machistas, para los hombres que se creen superiores y con derecho a tratar a la mujer como su esclava, como simple objeto de placer y como una máquina de hacer hijos y criaturas muchas veces infelices.

María le creyó al Padre, y desde entonces se convierte en mujer “eucarística” toda la vida, dedicada en cuerpo y alma a su Hijo que con su Cuerpo logrará la santificación para todos los hombres.

La actitud de María, nos obliga entonces a imitarla en un complaciente abandono a la palabra de Dios, que puede decirnos desde su obediencia, “Hagan lo que él les diga”, no duden, pueden fiarse de la palabra de mi Hijo que pudo cambiar el agua en vino y que puede hacer del pan sencillo de los hombres nada menos que su propio Cuerpo y su propia Sangre, haciéndose para todos los hombres “pan de vida”.

A María le fue anunciada la presencia del Hijo de Dios que sería también hijo de María, a quien recibe amorosamente, anunciando a todos los bautizados la necesidad de recibir así como ella recibió la carne mortal, de Cristo, recibamos nosotros las especies sacramentales, las especies de pan y de vino, el Cuerpo y la Sangre del Señor.

María acertó a decir a Dios que aceptaba el compromiso de dedicarse totalmente a su Hijo con un famosísimo “Fíat”, hágase, realícese, consúmese en mí todo lo que tu palabra quiera, para enseñarnos a decir reverente y alegremente el “Amén” cada que recibimos presente con todo su ser humano-divino a Cristo en las especies de pan y de vino.

Ese fíat de María hizo que pronto pudiera recibir en sus brazos y arropar con todo cariño a Jesús, el Salvador de los hombres:

"Y la mirada embelezada de María al contemplar el rostro de Cristo recién nacido y al estrecharlo en sus brazos, ¿no es acaso el inigualable modelo de amor en el que ha de inspirarse cada comunión eucarística?” (Juan Pablo II).

Ese fíat de María le bastó y la fortaleció internamente, para prepararse a acompañar a su Hijo en todo momento, sin reparar en subir hasta cerca de él en alto de la cruz, correspondiendo a lo que el profeta le había anunciado:

“Y a ti una espada traspasará tu propia alma."

Pero si María tuvo que pasar por el Calvario y la cruz para acompañar a su Hijo, tuvo también la dicha de estar entre los apóstoles de su Hijo, acompañándoles en la oración y sosteniendo su esperanza en la resurrección de su hijo.

El Papa San Juan Pablo II, de quien estoy tomando todas estas ideas, de su encíclica sobre la Eucaristía, la cual recomiendo encarecidamente que lean todos mis cristianos catoliquísimos, nos hace asistir al momento sublime cuando María pudo escuchar en labios de los apóstoles “éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros.

Aquel Cuerpo entregado como sacrificio y presente en los signos sacramentales, ¡era el mismo cuerpo concebido en su seno! Recibir la Eucaristía debía significar para María como si acogiera de nuevo en su seno el corazón que había latido al unísono con el suyo y revivir lo que había experimentado en primera persona al pie de la cruz”.

Todo esto ha sido necesario para que nosotros podamos pasar una Navidad muy especial, acompañados de María, preparando no una cena ni unos vinos ni unos regalos, ni siquiera unos abrazos, a menos que se parezcan al abrazo de María a su prima Isabel, sino a preparar nuestros corazones para abrazarnos a Cristo hecho Carne y Sangre en el Sacramento Eucarístico, y recibirlo reverentemente como lo hizo María en la cuna de Belén. Será así la mejor de las Navidades.

Sonriendo con María, recibamos al Hijo de Dios hecho carne.

viernes, 6 de noviembre de 2015

EL SANTO ROSARIO

El SANTO ROSARIO




Paseaba un día el apóstol Santo Tomás por los jardines del cielo, cuando vio pasar un alma que no resplandecía tanto como las demás... y luego vio otra... y una más... De inmediato fue a reclamarle a San Pedro...Oye, Pedro, ¿por qué andan por ahí algunas almas que luego se ve que no tienen tantas cualidades y virtudes como las demás? Pedro le contestó un tanto nervioso, ya que Tomás era capaz de armarle un escándalo que hasta el puesto le podía costar. ¿Dime por dónde, Tomás? Por todos lados, indicó el quejoso. Vamos a ver -dijo Pedro-, y saliendo de la portería se dirigieron a los jardines.

En efecto, por doquier se veían almas que no resplandecían tanto. Sin embargo se veían felices de estar ahí.

Pues mira, esos no han pasado por la puerta. Yo no los hubiera dejado entrar... puntualizó Pedro. Pues entonces aquí está pasando algo raro, y más nos vale que investiguemos -dijo con determinación Tomás, el cual necesitaba ver el origen de la situación. Decidieron recorrer las vallas del Paraíso, y para su sorpresa encontraron un gran agujero en una de las vallas, la que quedaba más cerca de la Tierra.

¡ Caramba ! Es por aquí por donde se están colando -dijo con aire triunfal Tomás-. El que hizo esto, lo va a pagar caro con nuestro Dios, que aunque bueno, es muy justo... sentenció Pedro. Se acercaron ambos al agujero, y con sorpresa descubrieron que había atado de ahí un inmenso rosario que llegaba hasta la Tierra, y muchas almas por ahí venían subiendo.

Ambos apóstoles se giraron con cara de sorpresa y consternación... Tras un silencio, Pedro dijo: Ay, María no ha cambiado nada. Desde que la conocí en Caná supe que era de esas personas que no dejan de ayudar... (Jn 2, 1-11) Tomás resignado dijo: Si ni su Hijo se le escapa. ¿Te acuerdas de que no quería hacer el milagro de las bodas de Caná y con una sola mirada de Ella accedió? Pedro concluyó diciendo: Mira, Tomás, tú y yo no hemos visto nada... .

¿Vosotros también?, resonó una voz que los sobresaltó... Con cara de asustados se volvieron hacia el Señor y percibieron una grata sonrisa. Él les dijo: "No os preocupéis... Son cosas de Mamá".

Este es un simple cuentecillo, pero que sin duda refleja una gran verdad. Una vida Espiritual sólida se debe basar en el rezo diario del Rosario. Es habitual escuchar frases como "Tengo mucho que hacer, no tengo tiempo para el Rosario, etc." Nuestro principal deber es alcanzar la vida eterna... ¿De qué nos serviría ganar el mundo entero si perdemos nuestra alma?

martes, 3 de noviembre de 2015

ACTITUDES QUE LA VIRGEN MARÍA VIVIÓ PARA IMITAR HOY Y SIEMPRE


Actitudes que la Virgen María 
vivió para imitar hoy y siempre

Hay que pedir a nuestra Madre que nos ayude a tener sus mismas actitudes para acoger con plena disponibilidad el misterio de Dios en nuestras vidas.
Por: Luisa Restrepo | Fuente: Catholic-link.com 




Los sábados recordamos a la Virgen María, celebramos su sí, ese sí que trajo al mundo la salvación. Hoy es un día grande porque Ella nos ha enseñado que gracias a la cooperación humana se han abierto las puertas del cielo para nosotros. Hoy nos dejamos maravillar por el misterio de un Dios que quiso hacerse hombre en el seno de María para darnos la vida.

De generación en generación sigue vivo el asombro ante este misterio inefable. San Agustín, imaginando que se dirigía al ángel de la Anunciación, pregunta: “¿Dime, oh ángel, por qué ha sucedido esto en María?”. La respuesta, dice el mensajero, está contenida en las mismas palabras del saludo: “Alégrate, llena de gracia” (cf. Sermo 291, 6). De hecho, el ángel, “entrando en su presencia”, no la llama por su nombre terreno, María, sino por su nombre divino, tal como Dios la ve y la califica desde siempre:  “Llena de gracia (gratia plena)”, y la gracia no es más que el amor de Dios; por eso, en definitiva, podríamos traducir esa palabra así:  “amada” por Dios (cf. Lc 1, 28). Benedicto XVI
Por eso hemos querido hacer una lista para pedirle a nuestra Madre, hoy que la celebramos, nos ayude a tener sus mismas actitudes para acoger con plena disponibilidad el misterio de Dios en nuestra vida y ser capaces de amar como Ella lo hizo.

Silencio en su interior

María se sobrecoge ante la visita del ángel pero puede recibir y comprender el mensaje que él le comunica por el profundo silencio que llena su interior. Ella está acostumbrada a meditar las palabras del Señor, está acostumbrada al lenguaje Divino y lo capta con profundo recogimiento. Aprendamos de María a tener ese silencio interior que nos permita estar en sintonía con El Señor aún en medio de nuestras actividades cotidianas.

Escucha atenta

María escucha reverentemente al ángel. No está pensando en ella misma, ni en lo que tiene que hacer, ni en qué cosas va a tener que dejar para ser la Madre de Jesús. Ella se dispone, escucha, se deja tocar por las palabras y las medita en su corazón. Aprendamos de María a escuchar a Dios en el silencio y en medio de las circunstancias concretas de nuestra vida, y pidámosle que nos ayude a mantener nuestro corazón abierto a su palabra.


Acogida generosa

María después de escuchar acoge. Las palabras dan fruto en su interior, no pasan como el viento sino que se quedan y echan raíces en su corazón. Aprendamos de María a vivir una acogida humilde del Plan de Dios en nuestra vida. Que ella nos enseñe a aceptar con amor los designios Divinos y a no querer otra para nuestra vida.

Búsqueda

Esta actitud es la que lleva a María a preguntarse sobre el sentido profundo de las palabras del Mensajero de Dios en el momento de la Anunciación: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?”. Y su pregunta no es fruto de la duda, sino fruto de un anhelo de mayor luz para poder descubrir la profundidad del su misión. En ella esta el deseo de responder con mayor fidelidad y generosidad. Aprendamos de María a tener un corazón inquieto que no descanse hasta dar gloria a Dios con nuestra vida.

Disponibilidad al Plan de Dios

María se muestra totalmente disponible para hacer lo que Dios le pide. Esta actitud es la de un corazón que se ha educado en decir sí en cada cosa pequeña, un corazón que se ha educado en pensar primero en los demás que en sí mismo. Aprendamos de María a tener esa apertura, esa generosidad sin medida que se entrega por completo y por amor a Dios y a los demás.

Confianza en Dios y en sus promesas

María ha meditado desde pequeña las promesas hechas por Dios al pueblo de Israel. Ella las conoce y sabe que Él siempre ha sido fiel a pesar de la debilidad del pueblo. Su confianza no es ciega, está basada en las acciones de Dios. Ella ha dejado que Él sea el centro de su vida, se ha abierto a su amor. En ella están representados los anhelos y las luchas de un pueblo que aunque frágil ha creído en Dios. Aprendamos de María a confiar en que Dios siempre cumple sus promesas y que con nosotros no va a hacer una excepción porque Él es infinitamente Bueno y fiel.

Valentía

María no se achica frente a la misión excepcionalmente grande que le anuncia el ángel. Tiene miedo sí, pero se lanza con valentía a cumplir el Plan de Dios. Aunque sea una niña, ella confía profundamente en la gracia de Dios que agiganta sus pequeños esfuerzos y es capaz de reconocer el valor de su sí, el valor que Dios le da a la entrega libre de nuestra humanidad. Aprendamos de María a confiar en que Dios puede hacer cosas grandes con nuestra pequeñez cuando se la entregamos totalmente.

miércoles, 7 de octubre de 2015

MEDITANDO EL SALVE REGINA


Meditando el Salve Regina
Meditemos esta hermosa oración a María para disfrutar más el Rosario.



Dios te salve
Te saludamos con sonrisas, flores, y canciones. Oh María, la mujer más digna del amor. Desde niño me enseñaron esta oración mis padres queriendo que yo te amara y venerara como ellos lo hacían. Y desde entonces sigo rezando y cantando esta bella plegaria todos los sábados y a la hora del rosario cotidiano. Dios te salve, maravilla de mujer y de Madre, lirio hermoso de los valles y praderas. Pensando en Ti me vuelvo poeta me dan ganas de cantar. Mis versos son para Ti, mis canciones te las canto a Ti.

Reina y Madre de misericordia
Lo que más necesitamos es misericordia, porque somos infinitamente miserables. Tu amor inmenso hacia tus hijos se convierte en océano de bondad, de misericordia, y de piedad. Te agradecemos tu amor, tu virtud excelsa, veneramos tu grandeza incomparable pero sobre todo agradecemos la misericordia de tu rostro y de tu corazón. Tienes ojos y corazón hechos de bondad. Dios te salve, Reina y Madre de misericordia…

Vida nuestra
Nos animas a vivir. Haces feliz nuestra vida. Nos otorgas calidad de vida, porque contigo vale la pena vivir. No vamos solos por la vida. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? Tú lo dijiste. Y cumples las promesas.

Dulzura
Suavidad, serenidad, paz. Contigo estamos al abrigo de tormentas y huracanes. Tu corazón es refugio montañero, es brisa de primavera, es cantar de pajarillos, es cristalina fuente, dulzura de la vida, de mi vida.

Y esperanza nuestra
Todo lo espero de Dios por medio de Ti, porque Dios te ama muchísimo y Tú me amas muchísimo. Contigo no cabe la desesperanza y la tristeza. En las orillas de tu manso río crecen los pastos y las flores en toda estación. Tú eres una eterna primavera, rosal florido, perfumado, digno de contemplarse. De Ti lo espero todo y más de lo que esperan todos los niños de sus mamás. Espero que me lleves al cielo. Espero que me hagas feliz. Espero contemplarte en el cielo en un éxtasis de amor. Eres hermosísima paloma blanca que vuelas en mi jardín. Alegras mis días y mis noches. Me haces sonreír y mirar hacia delante con ilusión y entusiasmo. La vida sin Ti no tendría sabor ni sentido. Pero contigo sí quiero vivir. Quiero contemplarte en el lirio del campo, en la rosa perfumada, en el blanco clavel, en todas las flores de las praderas, en las estrellas de la noche.

Dios te salve
Te saludamos, te cantamos, te llevamos mañanitas. Oh dulce madre. Dios te salve.

A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva
Fuimos hijos de Eva para desgracia nuestra. Pero somos hijos tuyos para completa felicidad. Si triste y dura fue la herencia de nuestra madre Eva, inmensamente rica es la herencia que nos viene de Ti. El destierro se dulcifica porque Tú nos acompañas cada día. Así nuestro desierto florece y se vuelve llevadero. ¡Qué dura sería la vida sin tu dulce compañía! ¡Qué cardos, qué espinas no produciría! Pero entre los cardos y espinas tu mano amorosa ha plantado muy bellas rosas.

A Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas
Siempre nos quedas Tú. En medio de los peligros eres refugio, pararrayos contra la justa ira de Dios. En medio de las lágrimas, eres consuelo. Tus hijos pueden sufrir, pero nunca desesperan. Saben mirar a través de las lágrimas tu rostro materno que les llena de esperanza.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra…
El nombre de abogada significa defensora. Tú nos defiendes del maligno, del que atacó a nuestra madre Eva en el Paraíso, y la hirió pasándonos la herida. Tú nos libras de peligros y tentaciones que nos pudieran hacer perecer. Contigo llevamos la frente alta por la vida, hasta el destino final que es el cielo. Desde allí intercede ante tu Hijo por cada uno de tus hijos, por mí también.

Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos
Sí, tus ojos... Yo quiero asomarme a tus ojos, contemplarlos, porque sólo de mirarlos me curo de mis tristezas, su alegría se me contagia, su pureza infinita se me participa. Tus ojos, Madre Virgen, son océano de gracia y de pureza. Por eso necesito mirarlos, contemplarlos, para que la bienaventuranza de los puros de corazón me toque a mí también. Nos miras con amor y misericordia. Necesitamos de ambas realidades a morir. Porque somos débiles y miserables en abundancia. Misericordia es lo que suplicamos. Suplicamos a la misericordiosa Virgen. Suplicamos a la más amorosa Madre. A través de tus ojos aspiramos esa misericordia y ese amor. Es lo mejor que nos puedes regalar. Eres misericordia y eres amor, dos realidades que heredaste de Dios, para regalarlas a tus hijos.

Y, después de este destierro…
Destierro, porque la patria no está aquí. Porque la tierra, que es en sí hermosa, se nos vuelve inhóspita y agraz, al pensar en el cielo. Destierro, porque aquí te tenemos y tenemos a Dios, pero todavía no es del todo y para siempre. Podemos perderte, podemos perder a Dios… ¡Oh terrible posibilidad! En el cielo Tú serás nuestra y nosotros tuyos del todo y por toda la eternidad. ¡Qué inmensa beatitud!

Muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre
Lo más grande que Tú tienes es Jesús. Muéstranoslo, queremos verlo, conocerlo, amarlo entrañablemente. Desde que fuiste Madre de Jesús, nunca podrás separarte de Él, es tu hijo. Pero lo mismo que a Él, nos has engendrado a cada uno de nosotros. Somos por eso sus hermanos y tus hijos. Ser hijo no siempre es bien valorado por éste pero ser madre es muy bien conocido por ella. Yo no conozco bien lo que significa ser tu hijo, pero Tú sí sabes lo que significa ser mi madre. Jesús es el hermano mayor y especial. Debemos asemejarnos a Él. Danos la gracia de conocerlo como Tú lo conoces: Un Dios amor que nos quiere hasta la muerte de cruz, que nos dio a su Madre, a Ti, para cada uno. Déjanos ver su rostro, déjanos conocer su corazón, concédenos amarlo con todas nuestras fuerzas.

Oh clemente, Oh piadosa, Oh dulce Virgen María
Clemente, piadosa y dulce: la trilogía de la misericordia encarnada en Ti. Permítenos beber en tu fuente el agua dulce de tu piedad. Estamos tan necesitados de clemencia, dulzura y piedad. Pero tu fuente rebosa de esa agua pura. Virgen María dulce: Eres el rosal sin espinas, belleza de rosas perfumadas: corremos al olor de tus perfumes. Virgen María clemente: De Dios lo aprendiste… Oh Madre del hijo pródigo. Si algo sabes hacer con excelencia, es el arte de la misericordia con tus hijos pecadores. Necesitamos tanto tu capacidad de compasión, porque somos pecadores maltratados por Satanás. Virgen María piadosa: Te compadeces del pecador, de sus heridas purulentas, no queriendo ver su culpa. Respondes con piedad y misericordia a la negra ingratitud, como tu Hijo. Misericordia del Hijo, misericordia de su Madre. Gracias por ser dechados de piedad para nosotros, que, si algo necesitamos, es misericordia y piedad.



Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net

sábado, 19 de septiembre de 2015

CON MARÍA Y LA ENSEÑANZA DE LA HEMORROÍSA


Con María, y la enseñanza de la hemorroísa
El manto de Jesús, tiene unos flecos que esperan el roce de tus dedos. No temas, confía. Jesús tiene para ti Palabras de vida eterna.


Por: María Susana Ratero | Fuente: Ctholic.net 




En la Parroquia está comenzando la Misa. Mi corazón sabe que escuchas mis súplicas, más, mi impaciencia se adelanta siempre y pregunta más de lo que escuchar.

La Lectura de la Palabra trae a mi corazón tu respuesta, María, a través de la experiencia vivida por una simple mujer, tan sencilla e ignorada que su nombre no quedó en el corazón de los testigos. La Iglesia la llamará “la hemorroísa”

Escucho que el sacerdote lee: “Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor”

Y antes de que las preguntas broten en el alma, me invitas, María a la orilla del lago. Jesús desciende de la barca.

Uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, suplica al Maestro por su hijita. Jesús va con él. La multitud le rodea y lo aprieta por todos lados.

Caminamos entre la gente. Te escucho, Madre.

- Aunque veas muchos, no te inquietes. Para Jesús son “cada uno”…

A nuestro lado camina la hemorroísa. Una pobre mujer enferma y casi sin esperanza… Aún en medio de su dolor piensa “Con sólo tocar su manto quedaré curada”

- Mira tu propio corazón, hija mía- dices, mostrándome caminos.

Busco en mi interior y siento que mi corazón sangra tanto como el cuerpo de la enferma…

El viento de la tarde tiene compasión de mí y agita el manto del Maestro…

Y eso es lo que me presentas, María.

Un manto agitado por el viento. Unos flecos que rozan mis dedos suplicantes…

No me atrevo a aprisionar los flecos por temor a romper la tela.

- No temas, hija mía- siempre a mi lado, Madre, siempre atenta- yo lo he tejido, sé lo que alberga y lo que significa.

Estirar la mano y tomar los flecos es un paso que debe dar mi alma. Un paso de confianza serena y paciente espera.

Igual que la pobre mujer, yo también he gastado todo lo que tenía buscando curaciones fáciles. Y lo que tenía eran la gracia y la paz de Cristo. Mis bienes eran mis dones y los malgasté. Al igual que la pobre mujer, cada vez estaba peor…

Si el camino no me lleva a Jesús, Madrecita, es malgasto del alma.

Un manto y unos flecos. Pequeños milagros en espera. Estiro una mano, sólo una, pues la otra toma fuertemente la tuya, María

Y el alma respira el milagro y el Maestro torna su mirada y pregunta “¿Quién tocó mi manto?”

La pregunta no es comprendida por los demás, únicamente por quien ha recibido el milagro…

Y Jesús busca mis ojos. Y siento necesidad de arrojarme a sus pies ¿Cómo? ¿Dónde? Y te pregunto, Madre, y me respondes serenamente:

- La mujer, de rodillas, le confesó su verdad. Piensa, hija ¿Dónde está mi Hijo en espera de que le confieses la tuya?

Y mi alma ansía entonces el Sacramento de la Penitencia. El milagro se ha completado.

Terminada la Misa busco al sacerdote pidiéndole el Santo Sacramento.

Necesito escuchar, de Jesús, las mismas palabras que oyera aquella pobre mujer:”Vete en paz, quedas curada”

Con el alma serena miro a mi alrededor, buscando a mis amigas. Todas se han ido ya. La parroquia queda en silencio.

Y me viene el recuerdo de esa pobre mujer que mientras Jesús “todavía estaba hablando llegaron unas personas de la casa del Jefe de la Sinagoga ”

Todos partieron tras Jesús y la pobre se quedó sola… Necesitaba hablar con alguien, pero había quedado sola. Mi corazón te ve acercarte a ella, María, acercarte y escucharla. Ella te cuenta su historia, sus penas, hasta sus pensamientos, esos pensamientos que luego contarás a los discípulos.

Cuando quedamos solos, María, Tu estás allí, siempre… gracias… gracias… gracias…

Amigo, amiga que has compartido conmigo este momento. El manto de Jesús, tejido por María, tiene unos flecos que esperan el roce de tus dedos. No temas, confía. Jesús tiene para ti Palabras de vida eterna….



NOTA de la autora

"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.

sábado, 12 de septiembre de 2015

SU MADRE, NUESTRA MADRE


Su Madre, nuestra Madre
María no es el Evangelio. No hay ningún evangelio de María. Pero sin María tampoco hay Evangelio. Y ella no falta en ninguno de los cuatro.


Por: Redacción Catholic.net | Fuente: Catholic.net 




Y henos aquí, llegados al término de estas meditaciones sobre la figura de María a través de los cuatro evangelistas. Es cierto que todos ellos nos hablan de María con la intención última de decir lo que desean acerca de Jesús. Sus discursos acerca de Cristo encuentran en ella luz y apoyo. Pero ninguno pudo prescindir de ella para hablar de Jesús y presentárnoslo como Evangelio, que es decir: como anuncio de salvación.

María no es el Evangelio. No hay ningún evangelio de María. Pero sin María tampoco hay Evangelio. Y ella no falta en ninguno de los cuatro.

Ella no sólo es necesaria para envolver a Jesús en pañales y lavarlos... No sólo es necesaria para sostener los primeros pasos vacilantes de su niño sobre nuestra tierra de hombres. Su misión no sólo es contemporanea a la del Jesús terreno, sino que va más allá de su muerte en la Cruz: acompaña su resurrección y el surgimiento de su Iglesia.

Vestida de sol, coronada de estrellas, de pie sobre la luna, María, como su Hijo, permanece. Y aunque el mundo y los astros se desgasten como un vestido viejo, para confusión de los que en estas cosas pusieron su seguridad y vanagloria, María permanecerá, como la Palabra de Dios de la que es Eco.

María, Madre de Jesús, pertenece al acervo de los bienes comunes a Jesús y a sus discípulos. Su Padre es nuestro Padre. Su hora, nuestra hora. Su gloria, nuestra gloria. Su Madre, nuestra Madre.

María en San Marcos: La figura de María según Marcos es, como nos muestra su comparación con los pasajes paralelos de Mateo y Lucas, la figura más primitiva que podemos rastrear a través de los escritos del Nuevo Testamento.

María en San Mateo: Mateo enriquece la figura de María manifestando dos rasgos de la Madre del Mesías: Virgen y esposa de José, hijo de David.

María en San Lucas: A Lucas debemos una serie de rasgos de María, detalles de su figura, que proviene de un interés por ella como testigo de la vida de Jesús.

María en San Juan: La importancia que la figura de la Madre de Jesús tiene en el evangelio según San Juan no la podemos inferir de la abundancia de referencias a ella, pues, como hemos visto, son pocas. La hemos de deducir de la sugestiva colocación, dentro del plan total del evangelio, de las dos únicas y breves escenas en que ella aparece: Caná y el Calvario.

lunes, 3 de agosto de 2015

INVOCA A LA VIRGEN MARÍA


Invoca a María



Si se levanta la tempestad de las tentaciones, si caes en el escollo de las tristezas, eleva tus ojos a la Estrella del Mar… ¡Invoca a María!

Si te golpean las olas de la soberbia, de la maledicencia, de la envidia, mira a la estrella… ¡Invoca a María!

Si la cólera, la avaricia, la sensualidad de tus sentidos quieren hundir la barca de tu espíritu, que tus ojos vayan a esa estrella… ¡Invoca a María!

Si ante el recuerdo desconsolador de tus muchos pecados y de la severidad de Dios, te sientes ir hacia el abismo del desaliento o de la desesperación, lánzale una mirada a la estrella, e invoca a la Madre de Dios.

En medio de tus peligros, de tus angustia, de tus dudas, piensa en María… ¡Invoca a María!

El pensar en Ella y el invocarla, sean dos cosas que no se aparten nunca ni de tu corazón ni de tus labios.

Y para estar más seguro de su protección no te olvides de imitar sus ejemplos.

¡Siguiéndola no te pierdes en el camino!

¡Implorándola no te desesperarás!

¡Pensando en Ella no te descarriarás!

Si Ella te tiene de la mano no te puedes hundir. Bajo su manto nada hay que temer.

¡Bajo su guía no habrá cansancio, y con su favor llegarás felizmente al Puerto de la Patria Celestial!


San Bernardo

sábado, 25 de julio de 2015

LA VIRGEN MARÍA Y EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA


La Virgen y el sacramento de la Penitencia
La Virgen acompaña a cada sacerdote que confiesa y a cada penitente que pide humildemente perdón.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




La Virgen María ocupa un lugar muy particular para los creyentes en Cristo. Ella fue concebida inmaculada. Ella aceptó plenamente la voluntad de Dios en su vida. Ella, como Puerta del cielo, dio permiso a Dios para entrar en la historia humana. Ella estuvo al pie de la Cruz de su Hijo. Ella oraba con la primera comunidad cristiana en la espera del Espíritu Santo.

Por eso María está presente, de un modo discreto pero no por ello menos importante, en el sacramento de la Eucaristía. Las distintas plegarias la mencionan, pues no podemos participar en el misterio pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo sin recordar a la Madre del Redentor.

¿Está también presente la Virgen en el sacramento de la confesión? En el ritual de la Penitencia no hay menciones específicas de María. Ni en los saludos, ni en la fórmula de absolución, ni en la despedida.

En algunos lugares, es cierto, se conserva la devoción popular de iniciar la confesión con el saludo “Ave María purísima. Sin pecado concebida”. Pero se trata de un saludo no recogido por el ritual, y que muchos ya no utilizan.

Sin embargo, aunque el rito no haga mención explícita de la Virgen, Ella está muy presente en este sacramento.

En la tradición de la Iglesia María recibe títulos y advocaciones concretas que la relacionan con el perdón de los pecados. Así, la recordamos como Refugio de los pecadores, como Madre de la divina gracia, como Madre de la misericordia, como Madre del Redentor y del Salvador, como Virgen clemente, como Salud de los enfermos.

A lo largo del camino cristiano, Ella nos acompaña y nos conduce, poco a poco, hacia Cristo. La invitación en las bodas de Caná, “haced lo que Él os diga” (cf. Jn 2,5) se convierte en un estímulo para romper con el pecado, para acudir al Salvador, para abrirnos a la gracia, para iniciar una vida nueva en el Hijo.

Por eso, en cada confesión la Virgen está muy presente. Tal vez no mencionamos su nombre, ni tenemos ninguna imagen suya en el confesionario. Pero si resulta posible escuchar las palabras de perdón y de misericordia que pronuncia el sacerdote en nombre de Cristo es porque María abrió su corazón, desde la fe, a la acción del Espíritu Santo, para acoger el milagro magnífico de la Encarnación del Hijo.

La Virgen, de este modo, acompaña a cada sacerdote que confiesa y a cada penitente que pide humildemente perdón. Su presencia nos permite entrar en el mundo de Dios, que hizo cosas grandes en Ella, que derrama su misericordia de generación en generación (cf. Lc 1,48-50), hasta llegar a nosotros también en el sacramento de la Penitencia.

viernes, 17 de julio de 2015

7 PODEROSAS RAZONES DEL POR QUÉ LOS CATÓLICOS SOMOS DEVOTOS DE LA VIRGEN MARÍA


7 poderosas razones del por qué los católicos
 somos devotos a María
La verdadera devoción a María, no se queda en Ella, sino nos conduce hacia Dios


Por: Alejandra María Sosa 




Luego de haber realizado más de setenta mil exorcismos, el padre Gabrielle Amorth, fundador y presidente honorario de la Asociación Internacional de Exorcistas, exorcista oficial en Roma, afirma que el demonio le tiene odio feroz a la Virgen María.

El obispo de Nigeria declaró que Jesucristo le dejó ver que el rezo del Santo Rosario es un instrumento poderosísimo para terminar con la violencia de Boko Haram, un grupo islámico radical y sanguinario que se ha dedicado a perseguir, secuestrar, torturar, aterrorizar y asesinar miles y miles de cristianos de ése y otros países.

Scott Hahn, ex presbiteriano convertido al catolicismo, prolífico autor y actual profesor de teología en una universidad católica en EUA, cuenta que empezar a rezar el Rosario marcó una gran diferencia en su vida y lo ayudó en su conversión.

Tres testimonios muy distintos y una misma conclusión: A la Virgen María Dios le ha concedido un poder muy especial, capaz de vencer al demonio y de convertir los corazones. Los católicos lo sabemos y por ello nos acogemos confiados a su guía y protección. Pero hay muchas personas que no lo saben, y lamentablemente se pierden de su maternal intercesión.

Por eso, y aprovechando que vamos a iniciar el mes de mayo, mes tradicionalmente mariano, vale la pena recordar al menos siete razones de nuestra devoción a María.

1.- María es Madre de Jesucristo.

Lo dice en la Biblia (ver Mt 1,16.18;2,11; Lc 1, 42-43).

2.- María vive en el cielo, al lado de su Hijo.

Los católicos creemos que fue asunta al cielo en cuerpo y alma, pero para quienes no aceptan lo que no está en la Biblia (aunque la propia Biblia no pide eso), hay un argumento bíblico: Jesús afirma que “para Dios todos viven, porque no es un Dios de muertos sino de vivos” (Lc 20,38), así que María está viva y en el cielo.

3.- María nos comprende y nos ayuda.

Como ser humano, como mujer, nos comprende perfectamente. Y los Evangelios la muestran siempre atenta a las necesidades de los demás y siempre dispuesta a ayudar: por ej: en cuanto se entera de que su anciana prima está embarazada, va presurosa a apoyarla (ver Lc 1, 36.39-40), y en cuanto se da cuenta de que en cierta boda faltaba el vino, avisó a Jesús (ver Jn 2,3).

4.- María es nuestra Madre.

Desde la cruz, Jesús encomendó a María al discípulo amado (ver 19, 25-27), y en él, a todos nosotros.

5.- María intercede por nosotros.

No acudimos a Ella como si fuera diosa, nuestra devoción no es idolatría. Le pedimos, como en el Avemaría que ‘ruegue por nosotros’, a ¿quién? a Dios.

En revelaciones y apariciones como la de la Virgen de Guadalupe, María nos ha declarado su amor maternal y ofrecido su intercesión. En la Biblia dice que “hay un solo mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús” (1 Tim 2,5), pero ello no quita que María pueda interceder por nosotros ante su Hijo, al igual que tú o yo podemos orar por otros, como pide la Biblia (ver St 5, 16; 1Tim 2,1)

6.- María obtiene de Jesús cuanto le pide.

En el Antiguo Testamento vemos que la mujer más poderosa de un reino no era la esposa del rey (solían tener muchas), sino su madre (ver, por ej: 1Re 1). En el Evangelio vemos que también María, Madre del Rey, tiene el poder de obtener de su Hijo lo que le pide. En la boda de Caná, Jesús acepta intervenir, sólo porque Su Madre se lo pidió (ver Jn 2,6-11).

Hay quien dice que Jesús no tenía consideración a María porque en dos ocasiones la llamó ‘mujer’ en lugar de ‘mamá’, a lo que cabe responder que, como judío, Jesús sin duda cumplió el mandamiento de honrar al padre y a la madre (ver Ex 20,12). Llamar a María ‘mujer’ no era señal de desprecio, todo lo contrario, era encumbrarla a una posición universal, expresar que Ella es la nueva Eva, y que si por una mujer, Eva, nos vino el pecado y la muerte, por otra ‘mujer’, María, nos viene la redención, por medio de su Hijo.

7.- María nos lleva hacia Dios.

La verdadera devoción a María, no se queda en Ella, sino nos conduce hacia Dios. María no quiere nada para sí, Ella nos presenta a Jesús y siempre nos pide: “hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5). Acercarnos a Ella es acercarnos a Él, amarla para amarlo a Él.

viernes, 10 de julio de 2015

¿ES VERDAD QUE LOS CATÓLICOS ADORAMOS A LA VIRGEN MARÍA?


¿Es verdad que los católicos adoramos a la Virgen María?
Cinco datos que ignoran los que nos acusan de idolatría mariana


Por: Gary Zimak | Fuente: CatholicExchange.com 




Amo a la Santísima Virgen María… Ahí está, lo dije y me alegro de haberlo hecho.

Como católico soy muy afortunado de ser parte de la iglesia que verdaderamente honra y respeta a la Madre de mi Señor y Salvador. Debo admitir que a pesar de que soy católico de nacimiento, no siempre me sentí de esta manera. De hecho, durante la mayor parte de mi vida yo no entendía el papel de María, ni me importaba mucho. ¡Qué error! Ahora, después de muchas acusaciones de "adorar a María" en mi página de Facebook, es el momento de ponerme de pie por mi mamá. Y a pesar de que la amo y quiero defender su honor, no tengo ninguna intención de ser desagradable en mis respuestas. Más bien, prefiero presentarles cinco hechos sobre María.

Antes de acusar a los católicos de "adorar a María", les pido que se tomen un tiempo para evaluar estos hechos, algunos tienen una manera de tapar los agujeros en la teoría de que ponemos demasiado énfasis en María. Así que si aun después quieres acusarnos de adorar a María, te sugiero que ignores estos hechos.

1.- Dios envió al Salvador a través de María.

Señalo esto de primero porque es muy difícil minimizar la importancia de María, al mismo tiempo que se reconoce que el Mesías, al que por tanto tiempo esperamos, vino a la tierra para nacer a través de una mujer… y esa mujer fue María. De todas las formas en las que Jesús pudo haber llegado a la tierra, ¿por qué eligió a María? Entonces, si María fue muy importante para Dios, ¿no debería ella significar algo para nosotros?.

2.- Jesús realizó su primer milagro a petición de María.

Esta es otra buena razón. Oh lo sé, Jesús no necesitaba a María para convertir el agua en vino en Caná. Ella casualmente estaba allí. Bien, ¿por qué entonces San Juan cuando hizo la lista de los invitados a su boda puso a María de Primera?

"Tres días más tarde se celebraba una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí; También fue invitado Jesús a la boda con sus discípulos" (Juan 2,1-2)

Si María no es importante en este capítulo, ¿por qué está en la lista ANTES que los Apóstoles y ANTES que Jesús? San Juan Evangelista no es conocido por insertar detalles extraños. María estaba primero porque Juan quería destacar su presencia en la boda.

Pero ¿Qué hay de "el reproche"? Sabes, ese argumento que dice que Jesús le estaba diciendo a María que no se entrometiera cuando le dijo:

"Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía". (Juan 2,4)

Primero, déjame decirte que Jesús era un judío devoto y un seguidor obediente de los diez mandamientos. ¿Por qué Él deshonraría públicamente a su madre en violación al cuarto mandamiento? En segundo lugar, si se trataba de un "déjalo" de Jesús, ¿por qué siguió adelante y realizó el milagro de convertir agua en vino? Este no hubiera sido el final de esa solicitud. Por supuesto que no lo haría, a menos que Él no estuviera ignorando a María.

Cuando su madre intercedió en nombre de la pareja, Nuestro Señor decidió que su tiempo había llegado. ¿No crees que Jesús esté tratando de decirnos algo?, ¿No crees que sea probable de que Jesús esperara hasta el momento de la petición de María, con el fin de mostrarnos su poder de intercesión?, ¿No explica eso porque San Juan la mencionó primero en la lista de invitados?

3.- Jesús le entregó a María a Juan en la cruz.

En el momento en que Jesús sufrió y murió en la cruz, Jesús hizo una declaración muy profunda:

"Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo»; Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre» Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa". (Juan 19,27-28)

¿Por qué mientras luchaba para hablar en la cruz, Jesús habría dicho esas palabras si no significaban nada?, ¿Pudo haber tenido Él sólo una simple charla? Obviamente había una razón para que nuestro Señor hiciera lo que hizo.

La Iglesia siempre ha creído que Juan representa cada miembro de la Iglesia, y que desde ese momento en adelante, María se convirtió en una Madre espiritual. Las Escrituras nos dicen que ese día Juan acepto el regalo de Jesús "y la llevó a su casa" (Juan 19,27). ¿No deberíamos hacer lo mismo?

4.- Las primeras gracias de Jesús fueron dados a través de María.

Este es un hecho que con frecuencia es pasado por alto por aquellos que desean minimizar la importancia de María y viene directamente de la Biblia.

Después de aceptar el ofrecimiento de Dios de ser la Madre del Salvador, María viajó "con prontitud" a visitar a su pariente Isabel.

"Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo". (Lucas 1,41)

De acuerdo con este pasaje de la Biblia, incluso antes del nacimiento de Jesús, se utilizó la voz de María para entregar las gracias a Isabel. ¿Por qué?, ¿Porque ella no es importante?, ¿No hay otra forma en que esas gracias se podrían haber repartido? ¿No te convence esto? Escucha lo que Isabel dijo (también directamente desde la Biblia):

"Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas" (Lucas 1,44)

Es muy difícil negar la importancia de la presencia y la voz de María, en la dispensación de estas gracias a Isabel. ¿Las gracias se originaron de María? No, obviamente vinieron de Jesús. Sin embargo, Él eligió tener a María y usar su voz para entregarlas. ¿Por qué? Porque Él quiere que nos demos cuenta de que ella es importante.

5.- Jesucristo es el mediador único entre Dios y el hombre.

Ahora, ¡esto no tiene sentido!. ¿Cómo ayuda esto en apoyar la posición católica? Es por esto que nosotros los católicos "tenemos todo esto equivocado", ¿no es así? Lo siento si estoy reventando las burbujas de alguien, pero los católicos creemos absolutamente que Jesús es el único mediador entre Dios y el hombre. El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) así lo establece claramente:

"La intercesión es una oración de petición que nos lleva a orar como lo hizo Jesús. Él es el único intercesor ante el Padre en nombre de todos los hombres, especialmente los pecadores". (CIC 2634)

Esta enseñanza católica es apoyada por los siguientes pasajes Bíblicos:

"Dios es único, y único también es el mediador entre Dios y los hombre, Cristo Jesús hombre; Que en el tiempo fijado dio el testimonio: se entregó para rescatar a todos". (1 Timoteo 2,5-6)

Aunque Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres, no evita que otros (incluyendo a María) puedan estar involucrados en una mediación subordinada o intercesión. San Pablo, quien hizo la declaración anterior, obviamente es consiente ese hecho, ya que él varias veces insta a sus lectores a orar los unos por otros (Romanos 1:9, 1 Tesalonicenses 5,25, 1 Timoteo 2,1).

El Catecismo se refiere a este tipo de intercesión como una "participación en la intercesión de Cristo" (CIC 2635) y se pone en práctica cada vez que oramos los unos por otros. Pedir a María que interceda por nosotros de ninguna manera quita el papel de Jesús como mediador de Dios y los hombres.



Conclusión

Aunque no soy tan ingenuo como para pensar que la inclusión de estos cinco hechos hará que me inmune a nuevas acusaciones de "adorar a María", creo que tendrán efecto si se miran con una mente abierta.

La Sagrada Escritura, no contiene una gran cantidad de palabras sobre María, pero lo que está ahí tiene un gran alcance. Los teólogos han pasado 2000 mil años estudiando sus apariciones bíblicas y continuarán haciéndolo. Podemos aprender mucho al estudiar el papel de María como se documenta en las páginas de la Biblia. Si alguien quiere acusarme de ser un "adorador de María", le pido primero que mire estos cinco hechos. Si aun desea señalar con el dedo, tendrá que ignorar estas afirmaciones de hechos… porque aceptarlas socavará seriamente la credibilidad de los acusadores

sábado, 27 de junio de 2015

CÓMO REZAR BIEN EL AVEMARÍA



Cómo rezar bien el Avemaría
La fórmula del avemaría es un excelente vehículo, para tener un encuentro filial con nuestra Madre del cielo


Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: laoracion.com 




Cuando queremos hablar con la Virgen María podemos decirle lo que queramos de manera sencilla y natural, lo que brote del corazón, y cuanta más devoción pongamos, mejor. La fórmula del avemaría es un excelente vehículo, probado millones de veces durante siglos, para tener un encuentro filial con nuestra Madre del cielo. El avemaría nos ofrece palabras y actitudes adecuadas para venerarla, invocarla, decirle algo que sabemos que a ella le agrada y que a nosotros nos hace bien.

Pasos para rezar el Ave María


Propongo algunos pasos para rezar bien el Ave María o para renovar el modo en que lo hacemos. Rezando esta oración con la debida calma y con viva conciencia, poco a poco el Espíritu Santo irá afinando la sensibilidad de nuestra relación filial con Ella, de tal modo que apenas pronunciemos las primeras palabras del avemaría, brotarán del corazón profundas resonancias que favorecerán el contacto de fe y amor con la Santísima Virgen.

 

1) La recordamos
Lo primero es acordarse de élla. Simplemente con la memoria o con la ayuda de una imagen nos colocamos espiritualmente en su presencia. Se trata de ponerse delante de la Virgen María que está en el cielo, no de una estampa o de una estatua de mármol o de yeso, sino de su persona; las imágenes sólo nos hacen presente a la persona, como las fotografías de los grandes momentos o de nuestros seres queridos.

 

2) Acto de fe, amor y confianza filial
Teniéndola ya presente, establecemos un contacto de fe y amor con María; si no, la oración mariana por excelencia no será oración. Nos acercamos a ella con la confianza y el cariño con los que todo buen hijo se acerca a su madre, con el deseo de darle afecto, mostrarle gratitud y también de obtener de ella lo que necesitamos, seguros de que nos mirará con amor y nos escuchará con atención.

 

3) La veneramos

Le decimos que estamos aquí para expresarle afecto, respeto, admiración. Adoramos sólo a Dios, a María la veneramos como Madre de Dios, esposa del Espíritu Santo, Madre de Cristo, Su cooperadora en la Redención y también madre nuestra. Ella nos lleva siempre a Jesús, que es "el único Mediador, es el Camino de nuestra oración; María, su Madre y nuestra Madre es pura transparencia de Él: María muestra el Camino, es su Signo" (Catecismo 2674)


La Constitución Dogmática Lumen Gentium, nos enseña que: "ninguna criatura puede compararse jamás con el Verbo Encarnado nuestro Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es participado de varias maneras tanto por los ministros como por el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en formas distintas en las criaturas, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en sus criaturas una múltiple cooperación que participa de la fuente única. La Iglesia no duda en atribuir a María un tal oficio subordinado: lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador."


Te propongo que antes de seguir leyendo, te prepares de esta manera y reces luego un Ave María. Verás cuánto ayuda. Y esto vale igual para las personas más avanzadas en la vida de oración.

 

4) La alabamos
En la primera parte del avemaría la exaltamos, la elogiamos, celebramos a la humilde esclava del Señor por las maravillas que ha hecho Dios en ella y por medio de ella, en todos los seres humanos. Usamos las palabras del arcángel Gabriel, las de santa Isabel, y nos unimos a su asombro, a su admiración llena de afecto, al contemplar un alma tan bella y dócil al Espíritu Santo, tan humilde esclava del Señor.
Dios te salve, María.
Llena eres de gracia.
El Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres.
Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

 

5) Le suplicamos
En la segunda parte del avemaría la invocamos. María dio su sí a Dios en la Anunciación, lo sostuvo durante la infancia y la juventud de Jesús en su vida oculta en Nazaret, y al acompañarlo discretamente en la vida pública, y lo renovó en silencio manteniéndose en pie hasta el final junto a su Hijo crucificado. Desde entonces, Ella se ha ocupado de proteger e interceder como la mejor de las madres por los hermanos de su Hijo.


La Lumen Gentium lo explica así: "Una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora."


Santa María, Madre de Dios.
Ruega por nosotros pecadores.
Ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
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