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viernes, 19 de junio de 2015

¿Y DÓNDE ESTABA DIOS?


¿Y donde estaba Dios...?
En quienes se levantan por encima del mal que les ha sucedido y muestran que son más grandes que los males que vivieron


Por: Fr. Nelson Medina, OP | Fuente: fraynelson.com




Quien le escribe es un joven de 18 años que sabe muchas cosas traumáticas de la vida y está conociendo acerca del amor de Dios, sólo que en su caminar le nace una interrogante: ¿Dónde esta Dios cuando ocurre una violación o un asesinato? ¿Dónde esta Dios cuando se clama auxilio? ¿Por qué no manda angeles a detener a los abusadores de inocentes? ¿Acaso si se viola a un niño se lo está castigndo por algo que ha hecho?

Perdone la crudeza de la pregunta pero creo que las dudas se resuelven cuando están candentes, le pido por favor me responda y me ayude. Gracias.
Empecemos por la parte más sencilla, de en medio de este conjunto de preguntas tan complicadas: cuando el inocente sufre no sufre "por algo que haya hecho".

La pregunta supone que Dios debería evitar que se cometieran injusticias. Lo que uno puede decir es: ¿en dónde empiezan las injusticias en las que Dios debería intervenir? Si sucede la violación de un niño, o incluso antes de eso: ¡un aborto!, lo que uno piensa es: "Ahí Dios debería haber intervenido" Pero si un empresario paga salarios de hambre a miles de obreros, ¿no debería intervenir Dios también ahí? Si un país invade injustamente a otro país, ¿no sería otro caso que Dios debería impedir? ¿Y no sería también motivo suficiente cuando un hombre casado, de veinte años de matrimonio, sale a su primera "aventura," que en realidad es un adulterio, y que en realidad va a arruinar su vida, al de su esposa y al de sus hijos?

Por el camino de las "intervenciones" uno no llega muy lejos. O mejor dicho: uno llega a que Dios tendría que estar todo el tiempo suprimiendo la libertad que dio al hombre. Sería un Dios en perpetua contradicción consigo mismo.

Lo que Dios hace es muy distinto. Él no quita la libertad que dio pero tampoco renuncia a su propia libertad que es siempre sabia, poderosa y compasiva. Ejerciendo su propia libertad, Dios conduce la historia humana sin negar la obra de nuestra libertad. ¿Cómo? A partir de las consecuencias que puedan tener los actos perversos. Es decir: no todas las personas manejan del mismo modo el "después" de las cosas malas que les suceden. Hay personas, sin duda guiadas por Dios, que aprovechan los traumas de su niñez para hacer respetar los derechos de los niños. Hay personas que han conocido los horrores de la droga y hoy son los mejores terapistas y acompañantes de quienes quieren abandonar ese infierno. Hay personas que, siguiendo el ejemplo de Cristo, y sostenidos, sin duda, por el amor de Cristo, se levantan por encima del mal que les ha sucedido y muestran que son más grandes que las desgracias que los visitaron. ¡Ahí está Dios!

miércoles, 17 de junio de 2015

EL CORAZÓN DE DIOS SE ESTREMECE ANTE EL SUFRIMIENTO


El Corazón de Dios se estremece ante el sufrimiento
Demos cabida a Dios en nuestra vida para que él nos consuele, nos ayude, nos de paciencia.
Por: P Juan J. Ferrán | Fuente: Catholic.net



Contemplamos a Cristo siempre en acción, haciendo el bien, de ciudad en ciudad. Un día se dirige a una ciudad llamada Naín, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. De repente en la puerta de la ciudad se cruza con un cortejo fúnebre. Se llevaba a enterrar a un muerto, hijo único de una madre viuda, tal vez muy conocida en la ciudad, porque la acompañaba mucha gente. Jesús, al ver aquella escena, se conmueve y dijo a la madre: "No llores". Luego se dirigió al féretro, lo tocó, y dijo: "Joven, a ti te digo: Levántate". El milagro fue espectacular: el joven se incorporó y se puso a hablar. Y Jesús, dice curiosamente el Evangelio, "Se lo dio a su madre". Aquel milagro provocó un gran temor y admiración y frases como "Dios ha visitado a su pueblo" empezaron a ir de boca en boca. Aquel hecho traspasó los límites del pueblo y se extendió por toda la comarca.

En la vida de la mujer, madre, esposa, soltera, viuda, joven o mayor siempre se termina dando una realidad estremecedora que es la aparición del dolor y del sufrimiento. Es una forma de participación en la cruz de Cristo. El dolor por los hijos en sus múltiples formas, el abandono de un marido, la ansiedad por un futuro no resuelto, el rechazo a la propia realidad, en anhelo de tantas cosas bellas no conseguidas, las expectativas no realizadas, la soledad que machaca a corazones generosos en afectos, la impotencia ante el mal constituyen formas innumerables de sufrimiento. Y ante el sufrimiento y el dolor siempre se experimenta la impotencia y la incapacidad. Nunca se está tan solo como ante el dolor.

El mal, el sufrimiento, el dolor han entrado al mundo por el pecado. Dios no ha querido el mal ni quiere el mal para nadie. Es una triste consecuencia, entre otras muchas, de ese pecado que desbarató el plan original de Dios sobre el hombre y la humanidad. Por ello, no echemos la culpa a Dios del sufrimiento, sino combatamos el mal que hay en el ser humano y que es la raíz de tanto dolor en el mundo. Demos cabida a Dios en nuestra vida para que él nos consuele, nos ayude, nos de paciencia. Saquemos del dolor y del sufrimiento la lección que Cristo nos ha dado en la cruz: el dolor es fuente de salvación y de mérito.

No tratemos de racionalizar el sufrimiento y el dolor. Es ya parte de una realidad que es nuestra condición humana. La razón se estrella contra el dolor. Por ello, hay que buscar otros caminos. En lugar de tratar de explicarlo, démosle sentido; en lugar de querer comprenderlo, hágamoslo meritorio; en lugar de exigirle a Dios respuestas, aceptémoslo con humildad. No llena el corazón el conocer por qué una madre ha perdido un hijo o una esposa ha sido abandonada por su marido o una mujer no encuentra quien la quiera. El dolor no se soluciona conociendo las respuestas. El dolor se asume dándole sentido. Eso es lo que el Señor nos enseña desde la Cruz.

Abramos también el corazón a la pedagogía del dolor y del sufrimiento. El dolor es liberador: enseña el desprendimiento de las cosas, educa en el deseo del cielo, proclama la cercanía de Dios, demuestra el sentido de la vida humana, proclama la caducidad de nuestras ilusiones. Además el dolor es universal: sea el físico o el moral, se hace presente en la vida de todos los seres humanos: niños y jóvenes, adultos o ancianos. Nadie se libra de su presencia. No nos engañemos ante las apariencias, si bien hay sufrimientos más desgarradores y visibles que otros. Y el dolor es salvador: el sufrimiento vivido con amor salva, acerca a Dios, hace comprender que sólo en Dios se pude encontrar consuelo.

Jesús es Perfecto Dios y Hombre Perfecto. Por eso, ante aquella visión de una mujer viuda que acompaña al cementerio a su joven hijo muerto, "tuvo compasión de ella ", como dice el Evangelio. Dios sabe en la Humanidad de Cristo lo que es sufrir. Y, por ello, cualquier sufrimiento, el sufrimiento más grande y pequeño de uno de sus hijos, le duele a Él. Dios no es insensible ante el sufrimiento humano. No es aquél que se carcajea desde las alturas cuando ve a sus hijos retorcerse de dolor y de angustia.

"Sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda". En pocas frases no se puede concentrar tanto dolor y sufrimiento: -muerto, hijo único-, -madre viuda-. Parece que el mal se ha cebado en aquella familia. Una mujer que fue esposa y ahora es viuda, y una mujer que fue madre y ahora se encuentra sola. ¿Qué más podría haber pasado en aquella mujer? ¿Iba a llenar aquel vacío la presencia de aquella multitud que la acompañaba al cementerio? Después, al volver a casa, se encontraría la soledad y esa soledad la carcomería día tras día. No hay consuelo para tanto dolor.

"Al verla, el Señor tuvo compasión de ella". El Corazón de Dios se estremece ante el sufrimiento, ese sufrimiento que él no ha querido y que ha tenido que terminar aceptando, fruto del pecado querido por el hombre. Y esta historia se repite: en cualquier lugar en donde alguien sufre, allí está Dios doliéndose, consolando, animando. No podemos menos que sentirnos vistos por Dios y amados tiernamente cuando nuestro corazón rezuma cualquier tipo de dolor. Por medio de la humanidad de Cristo, el Corazón de Dios se ha metido en el corazón humano. Nada nuestro le es ajeno. Enseguida por el Corazón de Cristo pasó todo el dolor de aquella madre, lo hizo suyo e hizo lo que pudo para evitarlo.

"Joven, a ti te digo: Levántate". Dios siempre consuela y llena el corazón de paz a pesar del sufrimiento y del dolor. No siempre hace este tipo de milagros que es erradicar el hecho que lo produce. ¿Dónde están, sin embargo, los verdaderos milagros? ¿En quién se cura de una enfermedad o en quien la vive con alegría y paciencia? ¿En quien sale de un problema económico o en quien a través de dicho problema entiende mejor el sentido de la vida? ¿En quien nunca es calumniado o en quien sale robustecido en su humildad? ¿En quien nunca llora o en quien ha convertido sus lágrimas en fuente de fecundidad? Es difícil entender a Dios, ya lo hemos dicho muchas veces. Si recibimos los bienes de las manos de Dios, ¿por qué no recibimos también los males?

Tarde o temprano el sufrimiento llamará a nuestra puerta. Para algunos el dolor y el sufrimiento serán acogidos como algo irremediable, ante lo cual sólo quedará la resignación, y ni siquiera cristiana. Para nosotros, el sufrimiento y el dolor tienen que ser presencia de Cristo Crucificado. Si en mi cruz no está Cristo, todo será inútil y tal vez termine en la desesperación. El sufrimiento para el cristiano tiene que ser escuela, fuente de méritos y camino de salvación.

El sufrimiento en nuestra vida se tiene que convertir en una escuela de vida. Si me asomo al sufrimiento con ojos de fe y humildad empezaré a entender que el sufrimiento me enseña muchas cosas: me enseña a vivir desapegado de las cosas materiales, me enseña a valorar más la otra vida, me enseña a cogerme de Dios que es lo único que no falla, me enseña a aceptar una realidad normal y natural de mi existencia terrestre, me enseña a pensar más en el cielo, me enseña lo caduco de todas las cosas. El sufrimiento es una escuela de vida verdadera. Y va en contra de todas esas propuestas de una vida fácil, cómoda, placentera que la sociedad hoy nos propone.

El sufrimiento se convierte para el cristiano en fuente de méritos. Cada sufrimiento vivido con paciencia, con fe, con amor se transforma en un caudal de bienes espirituales para el alma. El ser humano se acerca a Dios y a las promesas divinas a través de los méritos por sus obras. El sufrimiento y el dolor, vividos con Cristo y por Cristo, adquieren casi un valor infinito. Si Dios llama a tu puerta con el dolor, ve en él una oportunidad de grandes méritos, permitida por un Padre que te ama y que te quiere.

El sufrimiento es camino de salvación. La cruz de Cristo es el árbol de nuestra salvación. El dolor con Cristo tiene ante el Padre un valor casi infinito que nos sirve para purificar nuestra vida en esa gran deuda que tenemos con Dios como consecuencia de las penas debidas por nuestros pecados. Pero además desde el dolor podemos cooperar con Cristo a salvar al mundo, ofreciendo siempre nuestros sufrimientos, nuestras penas, nuestras angustias, nuestras tristezas por la salvación de este mundo o por la salvación de alguna persona en particular. Cuando sufrimos con fe y humildad estamos colaborando a mejorar este mundo y esta sociedad.

Ante la Cruz de Cristo, en la que sufre y se entrega el Hijo de Dios, no hay mejor actitud que la contemplación y el silencio. Ante esa realidad se intuyen muchas cosas que uno tal vez no sepa explicar. Para nosotros la Cruz de Cristo es el lenguaje más fuerte del amor de Dios a cada uno de nosotros.

Para Dios nuestro sufrimiento, sobre todo la muerte, debería ser el gesto más hermoso de nuestra entrega a él, a su Voluntad. Dios quiera que nunca el sufrimiento y el dolor nos descorazonen, nos aparten de él, susciten en nosotros rebeldía, nos hundan en la tristeza, nos hagan odiar la vida. Al revés, que el sufrimiento y el dolor sirvan para hacer más luminoso nuestro corazón y para ayudarnos a comprender más a todos aquellos que sufren.

miércoles, 10 de junio de 2015

DIOS ESTÁ PRESENTE EN TU VIDA

Dios está presente en la historia de tu vida
Al volver la vista atrás en la propia vida podemos descubrir la presencia de Dios que nos acompaña y cuida con mano de Padre.
Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net




¡Sí! La historia nos habla de la presencia y del amor de Dios para la humanidad y para cada hombre personalmente. Desde el inicio de la creación, cuando Dios creó al hombre a su imagen y el hombre rechazó esta amistad por su desconfianza y desobediencia, la historia nos muestra el esfuerzo del hombre para volver a encontrar la felicidad que tenía al principio pero había perdido.

También nos habla de la presencia continua de Dios que ayuda el hombre a descubrir que su verdadera felicidad sólo se encuentra en Él. Podemos ver todo esto en concreto en el Antiguo Testamento, que es nada más que la historia del Pueblo Escogido de Israel y nos habla, como la historia de tantos otros pueblos, de reyes, de guerras, de héroes y de traidores, pero, también, de manera explícita, de la presencia perenne y de la acción favorable de Dios hacía “su” Pueblo.

Pero el instante definitivo de la historia ha llegado hace más de 2000 años cuando Dios se ha hecho hombre, en la Persona de Jesucristo, y ha querido vivir y compartir la vida humana en todas sus realidades cotidianas de la familia, del trabajo, del amor y del sufrimiento. La vida de Jesucristo no sólo ha marcado al mundo durante unos años, sino que su influencia ha venido perpetuándose hasta hoy. Además, varias de las páginas más importantes y más bellas de la historia, después de Cristo, han sido escritas por discípulos suyos, tal como San Francisco de Asís y Santo Teresa del Niño Jesús, o más cercano, por San Juan Pablo II.

Desde que Dios quiso entrar en el tiempo no sólo la historia de un Pueblo está acompañada por la presencia de Dios, sino toda la humanidad, así como cada persona. Al volver la vista atrás en la propia vida y en la propia historia personal, muchos pueden descubrir también esta presencia divina que les acompaña y les cuida con mano de Padre.

El Pueblo de Israel supo descubrir la especial intervención de Dios en su historia, y cómo la bendición que Dios dio a los judíos era un bien para toda la humanidad. Con Cristo se hizo realidad la promesa: Dios entró en la historia y quiso rescatar a los que vivíamos en las tinieblas del pecado y del error (Ef 5,8; Col 1,13-14). Por eso la historia tiene un sentido sagrado: cada momento puede quedar redimido por Cristo, o puede seguir manifestando las tinieblas del pecado.

A pesar de que alguno tenga motivos para pensar que hay más pecado que santidad y que el cristianismo ha fracasado después de más 2000 años de historia, lo cierto es que el perdón de Dios sigue disponible para todos los que lo acojan. Pablo de Tarso se convirtió cuando perseguía a los cristianos.

También hoy cada hombre o mujer puede cambiar su vida cuando llegue a esta certeza: Cristo "me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2,20).

martes, 9 de junio de 2015

LOS TIEMPOS DE DIOS


Los tiempos de Dios
Dios ha desarrollado su plan de manera perfecta para cada uno. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¡Solo El lo sabe!.
Por: Oscar Schmidt 




Tres tiempos ha pensado Dios para el desarrollo de la historia de la humanidad, dentro del gran misterio que representa Su Plan para nosotros.

Los primeros tiempos fueron los de la Creación, los tiempos del Padre que con Su Pensamiento y Su Voluntad creó todo lo que nos rodea. Y fueron también los tiempos de la Fe: Fe en la existencia de un Dios único, omnipotente, lleno de amor por sus criaturas. Pero, fue el propio hombre el que corrompió la perfección de esa creación, haciendo uso de su voluntad, del libre albedrío que Dios le dio. Y fue utilizando mal ese libre albedrío que el hombre volvió a caer, una vez más, olvidándose en forma creciente del Dios Creador.

Dios Padre abrió entonces la puerta a los segundos tiempos: los de la Redención, los tiempos de la Salvación, tiempos del Hijo. Y sin dudas que estos tiempos fueron los de la Esperanza, ya que el Mesías nos trajo el anuncio del Reino, la promesa de un futuro de felicidad. La llegada de Cristo abrió las puertas del Cielo y también abrió nuestros corazones al Arca en que Dios quiso resguardarnos de los males del mundo: María. ¿Acaso podía el Padre elegir un modo imperfecto en el acto de dar Su naturaleza Humana al Hombre Dios, a Su Hijo?. Los tiempos de la redención no pueden entenderse, entonces, sin unir a Madre e Hijo, Redentor y Corredentora, en la Pasión, Muerte y Resurrección que nos conducen a la esperanza de una vida de plenitud.

Y fue el mismo Jesús quien anunció la llegada del tercer tiempo en la historia de la humanidad, al anticipar la venida del Espíritu Santo, Espíritu de Santificación. Estos son, entonces, los tiempos de la Santificación. Y son también los tiempos de la caridad, ya que el Espíritu Santo es Espíritu de Amor, como Jesús nos lo enseñó con su nuevo y principal mandamiento. De este modo, el Espíritu de Dios se derrama sobre el mundo, buscando los corazones que le den acogida, que lo dejen actuar. Somos los hombres los que debemos reconocer y facilitar su accionar, por el camino de la humildad y el amor. En estos tiempos es el Espíritu Santo el que habla a través de quienes Evangelizan y llevan el mensaje renovado (¡una vez más!) por obra del Soplo Divino. Llevar a las almas a Dios es la caridad perfecta, es el amor que difunde el mensaje de Salvación.

De este modo hemos visto una humanidad que ha recorrido distintas etapas a lo largo de su historia:

Los tiempos del Padre, de la Creación, del Pensamiento Divino que todo lo hizo. Fueron tiempos de Fe.

Los tiempos del Hijo, de la Redención, del amor del Padre expresado en el Hombre Dios, nacido de la Nueva Eva, la Mujer Perfecta. Son los tiempos de la Esperanza.

Y finalmente los tiempos del Espíritu Santo, de la Santificación, del amor derramado sobre el mundo. Tiempos de Caridad.

Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Creación, Redención y Santificación.
Fe, Esperanza y Caridad.

Dios ha desarrollado su Plan de manera perfecta, dejando que en cada tiempo se manifieste un aspecto nuevo y maravilloso de Su Divinidad. Es un camino con un destino cierto, un destino de plenitud. Cuando se haya alcanzado esa plenitud, cuando el plan esté completo, estaremos en condiciones de presenciar el gran final que el Señor nos tiene preparados. ¿Cuándo?. ¿Cómo? ¡Solo El lo sabe!

viernes, 5 de junio de 2015

HÁBLAME DE DIOS


Háblame de Dios 


Dije al almendro: háblame de Dios
y el almendro floreció,
Dije al pobre: háblame de Dios,
y el pobre me ofreció su capa.
Dije al sueño: háblame de Dios
y el sueño se hizo realidad.
Dije a un campesino: háblame de Dios
y el campesino me enseñó a labrar.
Dije a la naturaleza: háblame de Dios
y la naturaleza se cubrió de hermosura
Dije a un amigo: háblame de Dios
y el amigo me enseñó a amar.
Dije a un pequeño: háblame de Dios
y el pequeño sonrió.
Dije a un ruiseñor: háblame de Dios
y el ruiseñor se puso a cantar.
Dije a la fuente: háblame de Dios
y el agua brotó.
Dije a mi madre: háblame de Dios
y mi madre me dio un beso en la frente.
Dije a la gente: habladme de Dios
y la gente se amaba.
Dije a la voz: háblame de Dios
y la voz no encontró palabras.
Dije al dolor: háblame de Dios
y el dolor se transformó en agradecimiento.
Dije a la Biblia: háblame de Dios
y la Biblia no paró de hablar
Dije a Jesús: háblame de Dios
y Jesús rezó el Padrenuestro.
Dije temeroso al sol poniente: háblame de Dios
y el sol se ocultó sin decirme nada.
Pero al día siguiente al amanecer,
cuando abría la ventana, ya me volvió a sonreír.


Nikos Kazantzakis

miércoles, 3 de junio de 2015

¿DÓNDE ESTÁS, MI SEÑOR?


¿Dónde estás, mi Señor?
¿Está Él presente en lo que hacemos o vivimos?
Por: . | Fuente: ReinaDelCielo.org




¿Cuántas veces nos hacemos ésta pregunta?. Vivimos en un mundo tan confuso, donde el mal y la falta de amor son tan abundantes que cuesta encontrar el camino de la luz. Nos esforzamos en discernir si esto que nos plantean o aquello que nos ocurre es agradable a Dios, o si El está presente en lo que hacemos o vivimos, si Su Voluntad es la que guía el pequeño mundo que nos rodea. ¡Que difícil es!. Sin embargo, hay una brújula que nos puso Dios a disposición, que no podemos dejar de tener en nuestro corazón en todo momento: ¡El Espíritu Santo!.

¿Pero, cómo nos aseguramos de estar siguiendo el rumbo que nos marca el amor de Dios hecho persona?. Bien sabemos que debemos vaciarnos de nosotros mismos para dejar entrar al Espíritu Santo, ya que si Él no encuentra espacio en nuestro interior, no hay modo de obrar en la Luz de Dios. Cuando el Espíritu Divino ingresa a nosotros, es porque han sido expulsadas de nuestro corazón las pasiones y los intereses por las cosas del mundo.

¿Y cómo sabemos que El está actuando?.

¡Pues esto es muy fácil!. Baste con ver amor, sincero y desinteresado amor, para saber que allí está obrando Dios, porque el Espíritu Santo es Espíritu de Amor.

Y los frutos del amor son tan evidentes y palpables: ante todo el amor irradia paz, paz que es paciencia, tolerancia, humildad. El amor escucha, sonríe, perdona, acepta, ayuda. El verdadero amor también une, une alrededor de intenciones auténticas, que respetan al otro, que no lo amedrentan ni tratan de dominar. Cuando en los corazones entra el amor, todo es posible, porque allí habrá ingresado el Espíritu de Dios, que nos guiará por un sendero seguro hacia la fuente de Luz, nuestro Señor Jesucristo.

Señor, vacíame de mi yo, y haz que mi interior sea cálido, para que Tu Espíritu pueda anidar en mi corazón. Ayúdame a negarme a mi mismo, hazme nada, para que pueda encontrarte a Ti. ¡Porque sólo Tú eres!

martes, 2 de junio de 2015

CADA DÍA ES UN REGALO DE DIOS


Cada día es un regalo de Dios
La vida es una sorpresa, Dios nos sale al encuentro en cada recodo del camino.


Por: P Idar Hidalgo | Fuente: Catholic.net




Cada día es una maravillosa oportunidad de dar gracias a Dios por todo lo que se nos da tan gratuita, tan regalado, tan como Don.

Muchas ocasiones vemos la vida como una cadena de sufrimiento, y por momentos se nos hace que vivimos encadenados al desorden, al pecado, al sufrimiento, sin embargo, deteniendo un poco la existencia, en la contemplación del amor de Dios, nos damos cuenta que cada situación vivida es una oportunidad o una prueba que nos prepara para dar respuesta a la siguiente oportunidad, por eso me parece importante ver la vida como un continuo nacer para recuperar el sentido de sorpresa, es decir: ¡Que maravilloso es vivir la luz del sol!

Que milagro respirar en este instante. La vida es una permanente sorpresa, Dios nos sale al encuentro en cada recodo del camino, con dones espirituales y materiales.

Este sentido de nacer cada día para agradecer a Dios, en ningún momento significa olvidar la experiencia, es decir esa historia vivida, experimentada y disfrutada. Para poder dar una respuesta a Dios en el día de hoy, Dios en su infinita bondad me preparó el día de ayer, por eso he de nacer cada día sin olvidar.

Nacer para descubrir el encanto del presente providente de Dios, sin olvidar la misericordia de nuestro padre Dios que nos ha llamado desde toda la eternidad a vivir con Él.

Nacer cada día a la Providencia de Dios, sin olvidar su eterna Misericordia.

miércoles, 20 de mayo de 2015

¿CÓMO SABER SI ESTOY HACIENDO LA VOLUNTAD DE DIOS?


¿Cómo saber si estoy haciendo la voluntad de Dios?
La paz es uno de los signos de que estamos haciendo la Voluntad de Dios en nuestras vidas
Por: P. Jacques Philippe 




El signo principal de que estamos haciendo la voluntad de Dios es la paz. Paz que no es una simple tranquilidad psicológica porque todo va bien, sino una paz que es mucho más profunda, mucho más íntima. Esta paz se percibe y se confirma especialmente cuando estoy en presencia de Dios, en la oración. La paz del que hace la voluntad de Dios va acompañada de otros elementos: un sentimiento interior de libertad (incluso cuando la voluntad de Dios puede ser exigente, no se cumple como algo restringido o forzado, sino con una motivación personal y libre), una cierta dilatación del corazón (el corazón se hace grande en el deseo de amar a Dios más y más, en la ternura y bondad hacia el prójimo), una alegría interior.

Dicho esto, el sentimiento de paz y aquello que lo acompaña (libertad, amor, alegría) no siempre se siente intensamente, y esto es por diferentes razones. A veces vivimos tiempos de pruebas, de tentaciones, de preguntas y dudas, incluso tormentas interiores, que son normales en toda vida espiritual y que hacen que, aunque seamos fieles a Dios y hagamos su voluntad, no gocemos sensiblemente de esta paz. Pero estos tiempos de prueba son pasajeros y la paz vuelve después de un tiempo, más profunda que antes.

Hay que saber también que no siempre podemos tener la certeza absoluta de estar haciendo la voluntad de Dios. Habrá de repente tiempos de "tantear" en la vida espiritual, tiempos de búsqueda, de interrogación sobre nuestras decisiones, sin que tengamos siempre una respuesta inmediata. La respuesta llegará algún día si tenemos buena voluntad, pero se necesita tiempo. Por otra parte, Dios quiere que nos mantengamos pobres y pequeños, siempre con deseos de progresar. Si alguien tuviera permanentemente la certeza total de hacer la voluntad de Dios, podría tener el riesgo de caer en un cierto orgullo o presunción, de estar demasiado seguro de sí mismo; a veces es mejor para nosotros vivir en una cierta pobreza e incertidumbre, guardando simplemente la buena voluntad. Dios nos da siempre luz para las decisiones esenciales, pero eso no impide que haya una parte de oscuridad o de interrogación en la comprensión de su voluntad.

Otras veces puede haber razones psicológicas que hacen que, aunque estemos en la voluntad de Dios, el corazón no logre sentir paz: un temperamento escrupuloso o demasiado inquieto, un periodo de depresión o de angustia, etc.
De todo esto se derivan las siguientes consecuencias prácticas:

- Cuando estamos en una paz estable y profunda, en general es signo de que estamos en la voluntad de Dios. Pero hay que cuidar no caer en la presunción; debemos mantenernos humildes y pequeños, sabiendo que no estamos exentos de buscar comprender y cumplir cada vez mejor esta voluntad de Dios. Hay que estar siempre en búsqueda... No con inquietud y tensión, obviamente, sino con confianza y paz, deseando siempre y con fuerza avanzar.

- Si no se tiene esta paz hay que intentar comprender por qué. A veces puede significar que no estoy en la voluntad de Dios. Otras veces quiere decir que tengo demasiados escrúpulos, o que estoy en una fase de prueba o de combate espiritual. Y otras veces es el demonio quien, para inquietarme y desmotivarme, me acusa sin un motivo verdadero (en la Escritura, el demonio se llama "acusador de los hermanos").

- Cuando no logremos ver claro por nosotros mismos, es bueno pedir consejo a un orientador espiritual que pueda ayudarnos en nuestro discernimiento. Cuando nos abrimos a una persona que conoce la vida espiritual, en general es bastante fácil descubrir si la falta de paz viene de una infidelidad a Dios o de otra causa.

jueves, 14 de mayo de 2015

EL AMOR DE DIOS


El Amor de Dios



Usa la imaginación que Dios te ha dado e imagínate como un bebe pequeño en los brazos de su padre y piensa que ese padre es Dios. Te quiere porque has nacido en su familia, eres parte suya.  Tienes su sangre, la de Jesús. El ha dado su vida, la vida eterna. La tienes dentro de ti, El quería otro hijo en la familia, por eso te engendró.

Ahora, tú eres ese bebé en los brazos de tu Padre Dios y está durmiendo. Para qué le sirves?

    - Para que te mire. A Dios le gusta mirarte.
    - Para que te sienta. A Dios le gusta sentirte en sus brazos.
    - Para que te ame. Dios es amor y le gusta amar.
    - Para que te tenga. Dios es un Padrazo y le gusta tener hijos en su familia

    Qué tienes que hacer para que Dios te mire ? Nada
    Qué tienes que hacer para que Dios te sienta ? Nada
    Qué tienes que hacer para que Dios te tenga ? Nada
    Qué tienes que hacer para que Dios te... ? Nada
    Qué tienes que hacer para que Dios te ame ? N... A... D... A...

Dios te ama porque eres suyo. Si eres bueno o malo, todavía te ama. El padre amaba al hijo pródigo (y era malo) porque era su hijo. Dios te ama porque quiere amarte y no hay nada que puedas hacer para que te deje amar o puedas ganar su amor. Es su naturaleza amar.

martes, 12 de mayo de 2015

LAS GRACIAS SIEMPRE A DIOS


Las gracias siempre a Dios
Acordémonos en cada momento de dar gracias a nuestro Padre, siempre hay cosas por las cuales debemos agradecer


Por: Orlando Carmona | Fuente: Catholic.net




Analizando la carta Apostólica de Juan Pablo II “Mane Domiscum Domine” en el año de la Eucaristía expresa algo muy trascendental en el mundo de hoy día, dice “En nuestra cultura secularizada se respira el olvido de Dios y se cultiva la vana autosuficiencia del hombre”. Que palabras tan llenas de profundidad y realidad, y es así mayormente , hoy día  el hombre o se olvida de Dios o se acuerda de Él solamente en los momentos de angustia. Las  gracias se las damos casi siempre  a otras personas, incluso a nosotros mismos. ¡Que mal agradecido somos! Debemos estar agradecido por todo, Dios nos ama tanto que desde la Creación del mundo nos adorno el Cielo de estrellas y aves, de mares y peces y le dio al hombre todo lo que se mueve y tiene vida (Gen 9,3). Por eso acordémonos en cada momento de darle las gracias a nuestro Padre, porque tenemos los brazos abiertos cuando hay muchos que los tienen mutilados, cuando nuestros ojos pueden ver y hay quienes no pueden ver luz, cuando nuestra vos canta cuando hay tantos que enmudecen, cuando nuestras manos trabajan cuando hay quienes mendigan, cuando sonreímos cuando hay quienes odian, cuando vivimos cuando hay quienes agonizan, es decir hay infinidad de cosas por la cual debemos dar las gracias.

Les quiero contar una parábola del encuentro de Pedro el Apóstol de Jesús y un alma que recién llegaba al cielo. “Un alma  recién llegada al cielo se encontró con  San Pedro, el Santo lo llevo en un recorrido por cielo, ambos caminaron paso a paso hasta llegar a talleres grandes, llenos con  ángeles, San Pedro se detuvo en una sección y le dijo al alma “Este es la sección de recibo, aquí todas las peticiones hechas a Dios mediante la oración son recibidas”. Él alma miró  la sección y vio que estaba terriblemente ocupada con muchos ángeles clasificando peticiones escritas que llegan de todo el mundo. Siguieron caminando hasta que llegaron a la siguiente sección  y San Pedro le dijo que  era la sección de empaque y entrega  en donde las gracias y bendiciones que la gente pide son empacadas y enviadas a las personas que las solicitaron. El alma vio cuan ocupado estaban los ángeles en esta sección. Finalmente en la esquina mas lejana se detuvieron en la ultima sección, para sorpresa del alma, solo un ángel permanecía en ella, ocioso haciendo poca cosa, era la sección de agradecimiento, sin embargo el alma le Pregunto a San Pedro  ¿como es que hay tan poco trabajo aquí? San Pedro le respondió “Después que las personas reciben las bendiciones que pidieron, muy pocas envían su agradecimiento”.

¿Cómo uno le agradece las bendiciones a Dios? Pregunto el alma y San Pedro le dijo “Es simple solo tienes que decir, gracias Señor”.

lunes, 4 de mayo de 2015

¿CÓMO SABEMOS QUE DIOS EXISTE?

¿Cómo sabemos que Dios existe?
El orden del universo habla de una causa: la sabiduría de Dios
Por: Ma. Teresa Ovalle | Fuente: Catholic.net




Sobre todo por el hecho de que el mundo no es un caos, sino un cosmos, es decir, un todo ordenado, armónico, no absurdo, sino inteligible. Los científicos son los testigos privilegiados de esta realidad. Si el mundo no fuera hecho según un designio inteligente y providente, la ciencia misma sería imposible. Por eso, si los científicos son honestos, no pueden sino constatar la maravilla del orden del universo, el cual habla de una causa: la sabiduría de Dios.

Juan Pablo II hacía presente esto en el discurso sobre el caso Galileo que ya antes citamos (cf. nº 31): «Quien se dedica a la investigación científica y técnica admite como presupuesto de su trabajo que el mundo no es un caos, sino un «cosmos», es decir, que existen un orden y unas leyes naturales, que se dejan captar y pensar, y que tienen por tanto una cierta afinidad con el espíritu. Einstein solía decir: «Lo que en el mundo hay de eternamente incomprensible, es el hecho de que sea comprensible» (En The journal of the Franklin Institute, vol. 221, n. 3, marzo de 1936). Esta inteligibilidad, atestiguada por los prodigiosos descubrimientos de la ciencia y de la técnica, remite en definitiva al Pensamiento transcendente y original, cuya huella llevan todas las cosas» (Discurso del Santo Padre a la Pontificia Academia de las Ciencias, sábado 31 de octubre de 1992).

Ya el Concilio Vaticano II se había expresado de modo semejante: «quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, está llevado, aun sin saberlo, como por la mano de Dios, quien, sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser» (GS 36).

Toda la creación es la huella de Dios en el mundo. Ningún hombre es capaz de crear cosas tan bellas y perfectas como las que nos rodean. Puede modificarlas, copiarlas, etc., pero no crearlas.

Todo en el mundo es huella de Dios: el universo creado (el microcosmos y el macrocosmos) y, sobre todo, el hombre, creado a imagen y semejanza Suya, por encima de los demás seres materiales creados, por ser capaz de entender y de amar.

Una huella es como una impresión en la tierra que indica el paso de un ser por ese lugar. Si uno sigue las huellas, tarde o temprano llegará a ese ser. Este hombre es como un cazador que sigue las huellas de Dios para alcanzar su fin. Pero para llegar a Dios, el hombre necesita seguir un tipo de huellas que no son tanto impresiones en la tierra, sino la tierra misma y todo lo que existe, pero principalmente las señales en los seres vivos. Me explico.

Por el estilo de diseñar podemos descubrir si una obra es de Miguel Ángel o de Picasso. Cada uno de estos artistas tiene un estilo muy peculiar de pintar. En cierto modo son huellas artísticas que nos indican el grado de genialidad que poseían.

Algo similar sucede con Dios. Viendo la creación, obra suya, la perfección con que cuenta y su organización tan detallada, encontramos huellas de Dios en todo lo que nos rodea. Desde la flor que baila con el viento hasta la bestia salvaje en busca de comida. La mente humana también es un reflejo de la inteligencia divina que nos ha creado a su imagen y semejanza. Nosotros somos huellas vivas de Dios y para entender esto nos basta con saber que hay dos aspectos que podemos encontrar en una huella: su materialidad, que es como la impresión física en la tierra, y su calidad de signo, que indica la presencia de un ser vivo que la dejó impresa. Nosotros, las huellas de Dios, somos signos vivientes de Dios.

domingo, 3 de mayo de 2015

QUE DIOS TE BENDIGA


"Que Dios te bendiga"
Reparte bendiciones donde vayas, no sólo de palabras, sino de hechos. Ellas volverán a ti, cuando menos lo esperes.
Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net




Cuando alguien te dice ´QUE DIOS TE BENDIGA´ no solo te está deseando lo mejor para ti, sino que también esta actuando en favor suyo. Pues cuando bendices a alguien también atraes el favor de Dios hacia ti.

El efecto de la Bendición es multiplicador, ya que es dado por Dios a sus Hijos.

¡¡¡BENDICIONES!!!

La bendición invoca el apoyo activo de Dios para el bienestar de la persona, habla del agradecimiento, implica salud, provisión y felicidad en la persona que recibe buenos deseos de nuestra parte.

La bendición comienza en el hogar, en las relaciones de padres e hijos. Los niños que reciben el regalo de la bendición de parte de sus padres, tienen un buen comienzo espiritual y emocional en la vida.

Reciben un firme fundamento de amor y aceptación. Este principio también se aplica a la íntima relación de pareja. Las amistades se profundizan y fortalecen, la hermandad de las Iglesias se incrementa, trayendo compañerismo, sanidad y esperanza a muchos que nunca han recibido una palabra de bendición.

EL poder de la vida y la muerte está en la Palabra. Al bendecir, se otorga vida, no sólo al que recibe la bendición, sino también al que la da.

Por eso, hoy te bendigo, mi bendición va para ti, porque al bendecirte de todo corazón, me bendigo a mí mismo. Reparte bendiciones donde vayas, no sólo de palabras, sino de hechos. Ellas volverán a ti, cuando menos lo esperes. En general, la persona que vive en la presencia de Dios, amándole y obedeciéndole, goza de la bendición divina siempre.


DIOS TE LLENE DE BENDICIONES

viernes, 24 de abril de 2015

GRACIAS A DIOS


Gracias a Dios



Aunque me tapo los oídos con la almohada y gruño de rabia cuando suena el despertador... gracias a Dios que puedo oír.
Hay muchos que son sordos.

Aunque cierro los ojos cuando, al despertar, el sol se mete en mi habitación... gracias a Dios que puedo ver.
Hay muchos ciegos.

Aunque me pesa levantarme y pararme de la cama... gracias a Dios que tengo fuerzas para hacerlo.
Hay muchos postrados que no pueden.

Aunque me enojo cuando no encuentro mis cosas en su lugar porque los niños hicieron un desorden... gracias a Dios que tengo familia.
Hay muchos solitarios.

Aunque la comida no estuvo buena y el desayuno fue peor... gracias a Dios que tengo alimentos.
Hay muchos con hambre.

Aunque mi trabajo en ocasiones sea monótono rutinario gracias a Dios que tengo ocupación.
Hay muchos desempleados.

Aunque no estoy conforme con la vida, peleo conmigo mismo y tengo muchos motivos para quejarme...
gracias a Dios que estoy vivo.

Recuerda decir: "Gracias".

sábado, 18 de abril de 2015

DIFICULTADES PARA LLEGAR A DIOS


Dificultades para llegar a Dios
Las vías existenciales de las que el Señor se sirve para salir a nuestro encuentro 



Por: José Ignacio Munilla Aguirre 




El Catecismo de la Iglesia católica recoge la doctrina del Concilio Vaticano I, en la que se afirma la capacidad racional del hombre para conocer la existencia de Dios:

“La santa Iglesia, nuestra Madre, mantiene y enseña que Dios, principio y fin de todas cosas, puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas” (CIC 36).

A esto añade el mismo Catecismo una constatación realista: son muchas las dificultades que en la práctica tenemos para llegar al conocimiento de Dios, mediante el ejercicio de la razón (Cf. CIC 37).

Esas dificultades, lejos de decrecer, en nuestros días han aumentado. En efecto, la cultura dominante no se caracteriza por la racionalidad, sino por el impacto visual, visceral, puntual y voluble.

En este contexto, los argumentos metafísicos con los que Santo Tomás de Aquino demostraba en el siglo XIII la existencia de Dios, sin haber dejado de ser verdaderos, están supeditados a la capacidad de raciocinio del hombre, que no siempre podemos dar por supuesta. Desgraciadamente, la filosofía occidental contemporánea ha renunciado mayoritariamente a plantearse las cuestiones fundamentales sobre la verdad objetiva y el sentido de la existencia, para reducirse al ámbito de la practicidad inmediata, ignorando los anhelos más profundos del hombre.

Juan Pablo II describía así en la encíclica Fides et Ratio la crisis de pensamiento del momento presente: “Tanto la fe como la razón se han empobrecido y debilitado una ante la otra. La razón, privada de la aportación de la Revelación, ha recorrido caminos secundarios que tienen el peligro de hacerle perder de vista su meta final. La fe, privada de la razón, ha subrayado el sentimiento y la experiencia, corriendo el riesgo de dejar de ser una propuesta universal.” (n. 48)

En este contexto, y sin dejar en el olvido la labor subsidiaria que la fe está llamada a desarrollar en el terreno de la reflexión filosófica, es necesario proponer al hombre de hoy otras vías de acceso a Dios, que, aunque sean menos concluyentes desde el punto de vista racional, frecuentemente serán más efectivas, supuestas las características de nuestra cultura. Por lo demás, las vías racionales del conocimiento de Dios, siempre estuvieron complementadas con estas otras “vías existenciales”. Proponemos brevemente algunas de ellas:

1.- El testimonio de los santos:
Las virtudes heroicas que el Espíritu Santo ha suscitado en los santos, maravillan y cuestionan a todos aquellos que buscan la verdad y están dispuestos a seguirla una vez encontrada. En la historia de la Iglesia hemos podido comprobar frecuentemente que el testimonio de los santos ha ganado más almas para Dios que la erudición de los sabios. Es verdad que no debemos oponer las vías racionales a las existenciales, pero tampoco conviene que olvidemos aquel refrán: "Las palabras -a lo sumo- convencen, pero el ejemplo arrastra".

2.- El grupo cristiano:
Es claro que Dios es “familia” y que tiene un estilo “comunitario”. Quiso revelarse a un pueblo, y está especialmente presente allí donde nos reunimos en su nombre. El encuentro con Dios no se suele producir caminando “por libre”. De hecho, es mucho más difícil encontrar la meta caminando en solitario.
Por el contrario, Dios sale al encuentro del hombre en su Iglesia, y con frecuencia lo hace a través de otras personas o del arropamiento de algún carisma concreto.

3.- El cultivo de la paz interior:
El estrés sofocante que comporta nuestro ritmo de vida, ha desarrollado una sensibilidad especial que valora sobremanera la paz interior. La Iglesia está llamada a cuidar espacios de silencio para el encuentro con Dios. Uno de los signos de los tiempos que observamos con sorpresa en estos momentos de intensa secularización, es la gran atracción que ejercen los monasterios contemplativos.
Sin embargo, conviene que hagamos una matización: mientras que en determinadas escuelas, la paz interior se oferta como una “técnica” para alcanzar un estado psicológico placentero; sin embargo, la Iglesia predica la fe cristiana, no precisamente como una técnica de relajación, sino como la “clave de sentido” de la que la paz interior es una mera consecuencia.

4.- El humanismo cristiano:
En nuestra cultura agnóstica, el hombre es presentado como la medida de todas las cosas. La existencia de Dios se pone en cuestión, ante la sospecha de que la fe pueda mermar la autonomía del hombre. Sin embargo, estos prejuicios caen por su propio peso, en la medida en que se demuestra la capacidad humanizadora del cristianismo. La Iglesia ha sido y es experta en humanidad, de forma que en su experiencia nos muestra a Cristo como la culminación de las aspiraciones de plenitud de la humanidad y como el camino práctico para verlas realizadas. La historia se ha encargado de demostrar que sin Dios no hay creencia auténtica en el hombre.

5.- La capacidad crítica ante los límites del agnosticismo:
No podemos menospreciar la “vía negativa” para llegar a Dios. En efecto, hay quienes llegan a Dios por exclusión (“Si Dios no existe, todo está permitido” Dostoiewski). La cruda experiencia de la degeneración moral en la que desemboca la secularización, ha permitido a muchos superar sus prejuicios ideológicos de partida, para abrirse al hecho religioso con disposición receptiva. Chesterton lo expresaba con gran agudeza: “Quitad lo sobrenatural, y no encontraréis lo natural, sino lo antinatural”.

En resumen, las tradicionales vías racionales para el conocimiento de Dios, son complementadas por tantas vías "existenciales” de las que el Señor se sirve para salir a nuestro encuentro. No en vano, Benedicto XVI afirmaba en una de sus catequesis sobre los Santos Padres, que el camino privilegiado para conocer a Dios es el amor. “No existe un auténtico conocimiento de Dios sin enamorarse de Él”.


viernes, 10 de abril de 2015

PADRE, PORQUE ME PONGO EN TUS MANOS


Padre, porque me pongo en tus manos
Autor: Padre José Luis Martín Descalzo




Cuando Él dijo "Padre"..., el mundo se preguntó por qué aquel día amanecía dos veces... La palabra estalló en el aire como una bengala..., y todos los árboles quisieron ser frutales y los pájaros decidieron enamorarse antes de que llegara la noche...

Hacía siglos que el mundo no había estado tan de fiesta: los lirios 
empezaron a parecerse a las trompetas y aquella palabra comenzó a circular de mano en mano, bella como una muchacha enamorada...

Los hombres husmeaban un universo recién descubierto y a todos les  parecía imposible pero pensaban que, aun como sueño, era ya suficientemente hermoso...

Hasta entonces los hombres se habían inventado dioses tan aburridos como ellos... serios y solemnes faraones... atrapamoscas con sus tridentes de opereta... dioses que enarbolan el relámpago cuando los hombres encendían una cerilla en sábado... o que reñían como colegiales por un quítame allá ese incienso... dioses egoístas y pijoteros que imponían mandamientos de amar sin molestarse en cumplirlos... vanidosos como cantantes de ópera... pavos reales de su propia gloria a quienes había que engatusar con becerros bien cebados...

Y he aquí que, de pronto, el fabricante de tormentas bajaba (¿bajaba?) a  ser Padre..., se uncía al carro del amor..., y se sentaba sobre la pradera a  comer con nosotros el pan... Era un nuevo Dios bastante poco excelentísimo..., que no desentonaba en las tabernas... y ante quien sólo era necesario descalzar el alma... 

Aquel día los hombres empezaron a ser felices porque dejaron de buscar  la felicidad como quien excava una mina... No eran felices porque fueran  felices..., sino porque amaban y eran amados..., porque su corazón tenía una casa..., y su Dios, las manos calientes...

miércoles, 8 de abril de 2015

DIOS NO FRACASA Y NO PATROCINA FRACASOS



Dios no fracasa ¡y no patrocina fracasos!
Dios... no nos hizo para fracasar. Hubo un momento en el que dejaste de creer en el amor.


Por: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net





Hace poco reflexionaba unas palabras del Santo Padre Benedicto XVI, en ellas afirmaba lo siguiente: Dios no fracasa. "Fracasa" aparentemente; así sucedió con Adán y con tantos otros, pero en realidad no fracasa, pues de ello saca nuevas oportunidades de misericordia mayor, y su creatividad es inagotable. No fracasa, porque siempre encuentra modos nuevos de llegar a los hombres y abrir más su gran casa, a fin de que se llene del todo. No fracasa porque no renuncia a pedir a los hombres que vengan a sentarse a su mesa, a tomar el alimento que cada día pone a nuestra disposición, en el que ofrece el don precioso que es Él mismo. Dios tampoco fracasa hoy. Aunque muchas veces nos responda "no", podemos tener la seguridad de que Dios no fracasa.

Toda la historia, desde Adán, nos deja una lección: Dios no fracasa y por lo tanto no patrocina fracasos. También hoy encontrará nuevos caminos para llamar a los hombres, y quiere contar con nosotros como sus mensajeros y sus servidores. ¿Sabes qué se necesita para ser mamá? Bueno, podrías darme argumentos como: para ser mamá, primero se necesita ser responsable, tener madurez física e intelectual, planificar bien... etc. Pero la verdad, básicamente, lo que se necesita para ser mamá es un "papá" ¿cierto? Bien, ahora que ya sabemos lo que se necesita para ser mamá dime, ¿Cómo se hace un bebé? Bueno, para nadie es un secreto que para engendrar un bebé ambos padres aportan células importantes. En el interior de la mamá se lleva a cabo una verdadera carrera de vida o muerte, un maratón en donde millones y millones corren para anidarse y llegar a su nueva casa, al lugar que lo va a cobijar, proteger, cuidar y hacer crecer durante nueve largos meses. Pero lo sabemos, a esta meta, como en toda carrera, sólo uno es el ganador. ¿Sabes? y permíteme recordártelo, sólo el más capaz, el más rápido, el más fuerte, el que le ganó a esos millones, es el que ha recibido el premio de la vida.

No sé si me llegas a entender lo que quiero decir. En esa carrera no hay premio para el segundo lugar... es decir, de millones sólo uno alcanza el premio de la vida, el campeón o la campeona, es decir..., tú. Desde el momento en que eres concebido, en el vientre de tu madre ya traes la casta de campeón o campeona, ya eres un ganador. Por eso podemos afirmar, ¡Dios no patrocina fracasos! Si Dios que es el Señor de la vida quiso darte ese don, no es por un azar de la vida, o por un "despistín" de nuestros papás. Es porque Él tiene un plan maravilloso para tí. Por eso, cuando tú dices: "yo no sirvo para nada, yo no sé por qué nací, yo soy lo peor, yo soy un desastre"... estás ofendiendo a Dios; porque Él te hizo a su imagen y semejanza.

Dios... no nos hizo para fracasar. Hubo un momento en el que dejaste de creer en el amor, y luego apareció esa persona y no pudiste dejar de amarla cada día más. Hubo un momento en el que creías que la tristeza sería eterna; pero volviste a sorprenderte a tí mismo riendo sin parar. Hubo un momento en el que la amistad parecía no existir; y conociste a ese amigo que te hizo reír y llorar, en los mejores y en los peores momentos. Hubo un momento en el que estabas seguro que la comunicación con alguien se había perdido; y fue luego cuando te llegaron a tu chat unas palabras de esa persona. Hubo un momento en el que una pelea prometía ser eterna; y sin dejarte ni siquiera entristecerte, terminó en un abrazo.

Hubo un momento en que un examen parecía imposible de pasar; y hoy es un examen más que aprobaste en tu carrera. Hubo un momento en el que dudaste de encontrar un buen trabajo; y hoy puedes darte el lujo de ahorrar para el futuro. Hubo un momento en el que sentiste que no podrías hacer algo: y hoy te sorprendes a tí mismo haciéndolo. Hubo un momento en el que creíste que nadie podía comprenderte; y te quedaste boquiabierto mientras alguien parecía leer tu corazón.

Así como hubo momentos en que la vida cambió en un instante, nunca olvides que aún habrá momentos en que lo imposible se tornará un sueño hecho realidad. Nunca dejes de soñar, porque soñar es el principio de un sueño hecho realidad.

"Todo lo que sucede, sucede por una razón, tiene un por qué y un para qué" y éstos están bañados y barnizados por el amor. Sí, el artífice de todo esto es Dios..., por eso tenemos que saber aceptar con humildad sus designios y sus tiempos, pues lo sabemos, son para nuestro bien.

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