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jueves, 14 de julio de 2016

EL MESÍAS DISFRAZADO


El Mesías disfrazado



Había una vez un monasterio en el que la piedad había decaído. No es que los monjes fueran malos, pero sí que en la casa había una especie de gran aburrimiento, que los monjes no parecían felices; nadie quería ni estimaba a nadie y eso se notaba en la vida diaria como una capa espesa de mediocridad.

Tanto, que un día el Padre prior fue a visitar a un famoso sabio con fama de santo, quien, después de oírle y reflexionar, le dijo: "La causa, hermano, es muy clara. En vuestro monasterio habéis cometido todos un gran pecado: Resulta que entre vosotros vive el Mesías camuflado, disfrazado, y ninguno de vosotros se ha dado cuenta."

El buen prior regresó preocupadísimo a su monasterio porque, por un lado, no podía dudar de la sabiduría de aquel santo, pero, por otro, no lograba imaginarse quién de entre sus compañeros podría ser ese Mesías disfrazado.

¿Acaso el maestro de coro? Imposible. Era un hombre bueno, pero era vanidoso, creído. ¿Sería el maestro de los novicios? No, no. Era también un buen monje, pero era duro, irascible. Imposible que fuera el Mesías. ¿Y el hermano portero? ¿Y el cocinero? Repasó, uno por uno, la lista de sus monjes y a todos les encontraba llenos de defectos. Claro que -se dijo a sí mismo - si el Mesías estaba disfrazado, podía estar disfrazado detrás de algunos defectos aparentes, pero ser, por dentro, el Mesías.

Al llegar a su convento, comunicó a sus monjes el diagnóstico del santo y todos sus compañeros se pusieron a pensar quién de ellos podía ser Mesías disfrazado y todos, más o menos, llegaron a las mismas conclusiones que su prior. Pero, por si acaso, comenzaron a tratar todos mejor a sus compañeros, a todos, no sea que fueran a ofender al Mesías. Y comenzaron a ver que tenían más virtudes de las que ellos sospechaban.

Y, poco a poco, el convento fue llenándose de amor, porque cada uno trataba a su vecino como si su vecino fuese Dios mismo. Y todos empezaron a ser verdaderamente felices amando y sintiéndose amados.


* Web católico de Javier

lunes, 11 de julio de 2016

LA FE EN JESUCRISTO


La fe en Jesucristo
¿Quién es este Jesús que nos ama? ¿Le conocemos, sabemos quién es, y lo aceptamos?


Por: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net 





¡Hoy se nos dice muchas veces que nuestra religión cristiana no es una religión de verdades ni de mandamientos ni de culto, sino que es una religión que se centra en la Persona de Jesucristo. ¿Cómo podemos entender esto? Y, sin explicaciones que nos serían un enredo para todos, empezando por mí, me parece que una comparación de fe humana nos va a hacer entender lo que es la fe en Jesucristo.

Pensemos en dos jóvenes con dos nombres muy familiares: él se llama Luis y ella se llama Rosita. Rosita nos va a enseñar lo que es la fe humana y, por ella, vamos a aprender lo que es la fe cristiana.

Luis le dice un día a Rosita: ¡Te quiero! Y Rosita se hace unas ilusiones inmensas, como es natural. Comienza el noviazgo, que desemboca en una boda feliz. Antes de la boda, le preguntamos a Rosita:
- Pero, ¿ya sabes lo que haces, y te casas bien segura?
Y Rosita nos responde con profunda convicción.
- Sí, me caso con plena seguridad. Conozco bien a Luis, sé que es sincero cuando me asegura que me quiere, y confío plenamente en que me va a hacer feliz. Por eso quiero yo también a Luis, a él uno mi destino y me doy del todo a él y para siempre.
Rosita habla enamorada y con una convicción que nos asombra. Nos ponemos a examinar su fe en Luis, y vemos que tiene estos elementos.

* Primero, y ante todo, conocimiento claro de quién es Luis, pues dice convencida: Lo conozco bien. Sé que no me engaña cuando me dice que me ama, porque me ama de verdad.
* Segundo, una gran confianza, ya que sin la confianza no se le podrá dar nunca, y por eso dice también: Me fío plenamente de Luis. Sé que no me va a fallar y que con él voy a ser feliz del todo.
* Tercero, amor, mucho amor, y esto es lo principal que Rosita asegura: Yo también le quiero a Luis. Estoy enamorada perdida.
* Cuarto, donación total, que es la consecuencia final que ella saca: Me entrego a Luis del todo y no voy a vivir más que para él.

¿Hay un acto de fe humana, de fe en un hombre, más grande que el de Rosita en Luis y, ya se entiende, también de Luis en Rosita? Porque Luis ha pensado y ha dicho de Rosita lo mismo que ella de él.

Si queremos saber lo que es la fe cristiana, no tenemos más que trasladar el amor encantador de Rosita y de Luis a Jesucristo y a cada una de las personas, a usted, a mí...

Jesucristo es el que nos amó primero. Es Jesús quien nos dijo como Luis a Rosita: ¡Te quiero! Fue Jesús quien optó primero por nosotros. Se fió de nosotros. Y nos eligió. La iniciativa partió de Jesús.

Ahora viene nuestra respuesta. ¿Quién es este Jesús que así nos ama? Le conocemos, sabemos quién es, y lo aceptamos. Aceptamos su Persona, como Rosita a Luis.

* Como Rosita cree en la palabra de Luis, así nosotros, al saber quién es Jesucristo y aceptar su Persona, aceptamos ante todo su palabra, y le creemos aunque nos diga lo más imposible para nuestra cabeza.

¿Me dice que Él es Dios, el chiquillo que llora en Belén y el Crucificado del Calvario? Es Dios, aunque me parezca imposible. Tengo bastante con que me lo diga Él...

¿Me dice que su Madre fue virgen siempre, a pesar de su maternidad? Yo no lo veo, pero lo creo, porque me lo dice Él...

¿Me dice que eso que parece pan y vino es su Cuerpo y su Sangre? No lo entenderé jamás, pero lo creo a pie juntillas, sólo porque me lo dice Él...

¿Me dice que hay un infierno de penas inacabables, por pecados de esta vida que pasó tan pronto? Yo no lo entiendo ni a la de tres, pero lo creo sólo porque lo dice Él...

Porque creo en la Persona de Jesucristo creo en toda su Palabra, aunque me diga al parecer lo más absurdo. Él es incapaz de engañarse y de mentirme. Las verdades que me propone la Iglesia las acepto a ciegas porque son las verdades que enseñó Jesucristo, y Jesucristo no me puede engañar, lo conozco bien.

* Como Rosita en Luis, nosotros nos fiamos de Jesucristo porque sabemos que es fiel, y que cumplirá todo lo que nos promete. Y si me promete una vida eterna con Él en el Cielo, yo creo en ese Cielo, espero en ese Cielo, y sé que ese Cielo será mío porque me lo promete Jesucristo. La fe en Jesús lleva a una confianza sin límites en Él.

* Como Rosita a Luis, al creer en Jesucristo y fiarnos de Él, le amamos con locura, y le decimos hasta con lágrimas en los ojos, como Pedro a la orilla del lago:
- ¡Señor, Tú sabes que yo te quiero!

* Y también como Rosita con Luis, no nos quedamos en palabras, sino que le damos la vida entera. Viviremos para Jesús. Y ya puede mandarnos lo que quiera, que cumpliremos todo lo que nos diga, porque nuestra vida ya no es para nosotros, sino para Jesucristo.

Así vemos cómo la fe en Dios y en Jesucristo no es una fe de verdades ni nuestra religión una religión de mandamientos ni de prácticas de culto, sino una entrega a una Persona, a Jesucristo. Por eso creemos todas las verdades que Él nos enseña, practicamos todos los mandamientos que Él nos da, celebramos sus misterios y rezamos y cantamos porque le amamos y esperamos estar con Él en su mismo Cielo.

Y acabamos todos dando gracias a Rosita y a Luis por habernos prestado sus nombres y su historia amorosa para hacernos entender la fe en nuestro Señor Jesucristo... .

lunes, 4 de julio de 2016

DÓNDE ESTÁS, MI SEÑOR?


¿Dónde estás, mi Señor?
¿Está Él presente en lo que hacemos o vivimos?


Por: . | Fuente: ReinaDelCielo.org 




¿Cuántas veces nos hacemos ésta pregunta?. Vivimos en un mundo tan confuso, donde el mal y la falta de amor son tan abundantes que cuesta encontrar el camino de la luz. Nos esforzamos en discernir si esto que nos plantean o aquello que nos ocurre es agradable a Dios, o si El está presente en lo que hacemos o vivimos, si Su Voluntad es la que guía el pequeño mundo que nos rodea. ¡Que difícil es!. Sin embargo, hay una brújula que nos puso Dios a disposición, que no podemos dejar de tener en nuestro corazón en todo momento: ¡El Espíritu Santo!.

¿Pero, cómo nos aseguramos de estar siguiendo el rumbo que nos marca el amor de Dios hecho persona?. Bien sabemos que debemos vaciarnos de nosotros mismos para dejar entrar al Espíritu Santo, ya que si Él no encuentra espacio en nuestro interior, no hay modo de obrar en la Luz de Dios. Cuando el Espíritu Divino ingresa a nosotros, es porque han sido expulsadas de nuestro corazón las pasiones y los intereses por las cosas del mundo.

¿Y cómo sabemos que El está actuando?.

¡Pues esto es muy fácil!. Baste con ver amor, sincero y desinteresado amor, para saber que allí está obrando Dios, porque el Espíritu Santo es Espíritu de Amor.

Y los frutos del amor son tan evidentes y palpables: ante todo el amor irradia paz, paz que es paciencia, tolerancia, humildad. El amor escucha, sonríe, perdona, acepta, ayuda. El verdadero amor también une, une alrededor de intenciones auténticas, que respetan al otro, que no lo amedrentan ni tratan de dominar. Cuando en los corazones entra el amor, todo es posible, porque allí habrá ingresado el Espíritu de Dios, que nos guiará por un sendero seguro hacia la fuente de Luz, nuestro Señor Jesucristo.

Señor, vacíame de mi yo, y haz que mi interior sea cálido, para que Tu Espíritu pueda anidar en mi corazón. Ayúdame a negarme a mi mismo, hazme nada, para que pueda encontrarte a Ti. ¡Porque sólo Tú eres!

domingo, 3 de julio de 2016

EL AMOR DE CRISTO NO TIENE LÍMITES



El amor de Cristo no tiene límites
El amor está en las cosas pequeñas. Soñamos con lo imposible y no hacemos lo que está a nuestro alcance.


Por: P. Eusebio Gómez Navarro | Fuente: Catholic.net 




Jesús nos amó hasta el final, dio la vida por nosotros. “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Jn 13,2).

Una de las características del amor de Cristo es que no tiene límites. Él se rompió amando, con sus palabras, con sus manos, con sus gestos, con sus actitudes. En aquella tarde, Jesús amó a los suyos como nadie los había amado hasta entonces, los amó, hasta el límite, hasta el fin, hasta el extremo, hasta dar la vida. Jesús demostró este amor al otro en el servicio y en el estar atento en las cosas pequeñas. “Se levantó de la mesa, se quitó los vestidos y, tomando una toalla se la ciñó luego echó agua en la jofaina, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a enjugárselos con la toalla que tenía ceñida” (Jn 13.5). Echar agua, lavar, secar los pies, era un oficio de esclavos. Y Jesús se convierte en esclavo, en servidor; se empobrece, se rebaja poniéndose a sus pies. Este servicio humilde y callado lo hizo Jesús con sus discípulos; quien no se deje lavar los pies por él, no tendrá parte en su reino.

Jesús fue un hombre especial, extraordinario en generosidad, bueno de verdad, que pasó haciendo el bien sobre la tierra y curando a los oprimidos por el mal, porque Dios estaba con él (Hch 10,38). Por eso Pablo aconsejaba a los cristianos como norma de vida: "Mantengamos fijos los ojos en Jesús" (Hb 12,2), para tener sus mismos sentimientos, para obrar como él. Fue enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres, a proclamar la liberación a los cautivos, a dar vista a los ciegos, a dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor (Lc 4,18-19). Él vino para los casos difíciles, para "salvar lo que estaba perdido" (Lc 19,10).

Jesús fue un hombre bueno, con una bondad de calado profundo, de inversión de valores, de búsqueda de lo esencial. Lo radical de su bondad estaba en el hecho de su estar "a la escucha" de las necesidades de los otros. Él dio su vida por todos, su entrega fue total, él no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por todos (Mc 10,45). Nunca condenó a nadie, trató de salvar a todos, de dar vida y de ser vida y fuente de agua viva. Toda la vida de Jesús fue una donación al Padre y se entregó como precio de nuestra liberación. El “amarás a Dios con todo tu corazón y toda tu alma”, encuentra su nueva plenitud en la palabra y en vida de Jesús. Dios, para él, es el único bueno (Mc 10,18), el Padre amoroso (Mt 5, 45) que busca la oveja perdida (Lc 15,4-7), porque es un Dios que busca y acoge lo que se había perdido (Lc 15,2).

En sus enseñanzas repetía que lo más importante era buscar a Dios, su Reino, que no se preocuparan de lo demás. Mil veces invitaba a sus oyentes a no tener miedo, a no dudar, a creer de verdad (Jn 8,46). A todos les dio ejemplo de amor y el amor fue su único mandato. El amor se concretiza en las cosas pequeñas. Soñamos con lo imposible y no hacemos lo que está a nuestro alcance. “Atender a cosas aún menudas, y no hacer caso de unas muy grandes”, porque “quedamos contentas con haber deseado las cosas imposibles y no echamos mano de las sencillas” (7M 4,14).

San Jerónimo escribió un comentario a las cartas de Juan, donde dice que cuando a Juan le preguntaban sus discípulos cristianos, constantemente respondía: “Hijos míos, amaos los unos a los otros”. Cansados los discípulos de esa machacona insistencia, le preguntaron que por qué repetía tanto lo de “amaos”. Su respuesta fue bien sencilla: “porque éste es el mandamiento del Señor, y si lo cumplimos es suficiente”.

Efectivamente, quien comprende y experimenta lo que es el amor, no puede por menos de gritar como Francisco de Asís: Dios es amor, amor, amor. Dios es amor: quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él (Jn 4,16) El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor (1Jn 4,8). Por eso insistía Juan: “Amigos míos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (1Jn. 4, 7). Esto mismo había encomendado Jesús a sus discípulos y les pide que se ayuden, se apoyen, se consuelen. Por eso Jesús insistirá: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros; igual que yo os he amado, amaos también entre vosotros. En esto conocerán que sois discípulos míos, en que os amáis unos a otros” (Jn 13,34-35).

Juan era un experto en la ciencia del amor, había comido junto a Jesús y había sentido el latir del corazón del Amado. En esto se ha manifestado el amor de Dios por nosotros, en que ha mandado a su Hijo unigénito al mundo para que nosotros vivamos por él (1Jn 4,9). Para Juan el amor es la piedra angular del reino de Cristo (Jn 3,16) y exhorta siempre a los hermanos al amor recíproco (2Jn 5,6). El amor de Dios se ha revelado en un acontecimiento histórico: el hecho de Jesucristo, que inaugura el tiempo de la misericordia divina. Este acontecimiento histórico, revelación única y suficiente de Dios manifiesta también que Dios no sólo ha amado y ama, sino que “es amor” (1Jn 4,8).

Juan aprendió muy bien la lección del amor, como lo más importante y como lo único que merecía enseñarse e insistir. La primera carta de Juan es una joya. De ella entresaco algunos pensamientos.
- El que ama a su hermano, ése es hijo de Dios (3,10).
- Quien ama a su hermano ha pasado de la muerte a la vida (3,14).
- Amar de verdad es dar su vida por el hermano (4,10).
- El que ama comparte sus bienes con el hermano necesitado (4,17).
- Amarnos es cumplir lo que Jesús nos mandó (3,23).
- El que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios (4,7).
- Nuestro deber de amar se funda en que Él nos amó (4,11)
- Si amamos al hermano, Dios permanece en nosotros (4,12).
- Amemos, ya que Él nos amó primero (4,19).
- Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve (4, 20).
- Si alguien ama a Dios, ame también a su hermano (4, 21).

domingo, 26 de junio de 2016

QUIÉN ES JESUCRISTO? Y PARA TI... QUIÉN ES?


¿Quién es Jesucristo? Y para ti... ¿Quién es...?
Conoce el amor y la misericordia de Dios sobre ti, y no habrá nada más importante en tu vida.


Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net 




La respuesta la da San Pedro cuando contesta: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo»

Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Ellas; otros, que Jeremías u otro de los profetas. Y El les dijo: Y vosotros: ¿Quién decís que soy yo? Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. (Mt. 16, 13-16)

No ha habido en la historia de la humanidad persona tan controvertida como Jesucristo.

Ya se ve claro en la respuesta que dan los discípulos a la pregunta del Maestro: Para unos es un personaje importante: Juan el Bautista, Elías, Jeremías u otro de los profetas. Nunca ha negado nadie -salvo algún fanático sectario- que Jesús ha sido un hombre importante en la historia humana. Alguien con una personalidad capaz de arrastrar tras sí a la gente, no sólo en su tiempo, sino siempre.

Lo que no todos son capaces de descubrir es la razón íntima por la que Jesús atrae. La respuesta la da San Pedro cuando contesta: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» Para ello hace falta -como Jesús le dice a Pedro- que lo revele el Padre eterno. Hace falta la fe, que es un don de Dios.

No se puede entender a Jesucristo si no se cree que ese hombre, que llamamos Jesús de Nazaret, encierra en sí mismo un misterio: La Segunda Persona divina, el Verbo, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre al asumir la naturaleza humana.

Ya sabemos que en la mentalidad del judaísmo de la época de Jesús se estaba esperando próximamente al Mesías. La mujer samaritana -que no era ninguna mujer culta- le dice a Jesús: sé que está para venir el Mesías. La profecía de Daniel y otras sobre el tiempo de la venida del Mesías coincidía aproximadamente con estos años.

En estas circunstancias aparece en Galilea Jesús de Nazaret. Juan el Bautista, que tenía un gran prestigio entre todos los judíos de su tiempo -hasta Herodes le escuchaba con gusto-, da testimonio a favor de Jesús. Le llama «el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Este es de quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre que es más que yo, porque existía antes que yo Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que ha de bautizar en el Espíritu Santo. Y yo he visto y atestiguo que él es el Hijo de Dios» (Jn. 1, 30-34)

Comienza Jesús a predicar y su predicación está llena de misericordia para con todos. Su doctrina es una doctrina de perdón y compasión. Enseña que Dios ama a todos los hombres y que incluso los pecadores pueden alcanzar el amor de Dios, si se convierten. El pueblo piensa y dice de él, que «nunca nadie ha hablado como este hombre» (Jn. 7, 46) porque hablaba con autoridad, no como los escribas y fariseos. Y es el mismo Jesús quien en la sinagoga de Nazaret, después de leer una profecía de Isaías referente a los tiempos del Mesías, dice: «Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír» (Lc. 4, 21) Su doctrina va acompañada de abundantes milagros, movido por la compasión que sentía: sanar enfermedades, resucitar muertos, multiplicar la comida, etcétera.

No es de extrañar, por tanto, que la gente sencilla y los de corazón abierto le tuvieran por el Mesías esperado. Efectivamente, ¿qué mejor rey se podía tener que uno para quien no habrá problema de carestía ni de hambres? ¿Qué mejor rey que quien puede curar a los enfermos y resucitar a los muertos? ¿Quién puede gobernar mejor a un país, que un hombre que da muestras de tal sabiduría? Por todo esto no es de extrañar que en una ocasión, después de haber dado de comer a cinco mil hombres con unos pocos panes y peces, quieran proclamarle rey.

Indudablemente, a Jesús le seguía la masa del pueblo, compuesta en su mayoría por gente sencilla y humilde: ¿Acaso algún magistrado o fariseo ha creído en Él? Pero esta gente que ignora la Ley, son unos malditos(Jn. 7, 48-49) Es verdad que también algunos personajes importantes le siguieron, y aunque al principio con miedo, luego no tuvieron reparo en confesarse amigos suyos a la hora de su muerte. Así fueron Nicodemo, José de Arimatea y otros.

Estas gentes sencillas, que frecuentemente eran despreciadas por los orgullosos fariseos, ven con buenos ojos la doctrina de Jesús. Unos le seguían, efectivamente, movidos por su doctrina aunque no la entendían plenamente, como pasó con sus discípulos. Otros le seguían porque les daba de comer; otros porque hacía milagros.

Posiblemente algunos también le seguían por gratitud, al haber sido curados.

Ciertamente su bondad, su trato exquisito para con los débiles del mundo y severo para con los que obraban injustamente, serían motivos para que las masas le siguiesen.

¿Quién es para ti Jesucristo? Hoy te hace la misma pregunta que a los apóstoles y lo único que quiere es oir tu respuesta de amor. Conoce el amor y la misericordia de Dios sobre ti, y no habrá nada más importante en tu vida.

lunes, 20 de junio de 2016

CADA DÍA ES UN REGALO DE DIOS


Cada día es un regalo de Dios
La vida es una sorpresa, Dios nos sale al encuentro en cada recodo del camino.


Por: P Idar Hidalgo | Fuente: Catholic.net 




Cada día es una maravillosa oportunidad de dar gracias a Dios por todo lo que se nos da tan gratuita, tan regalado, tan como Don.

Muchas ocasiones vemos la vida como una cadena de sufrimiento, y por momentos se nos hace que vivimos encadenados al desorden, al pecado, al sufrimiento, sin embargo, deteniendo un poco la existencia, en la contemplación del amor de Dios, nos damos cuenta que cada situación vivida es una oportunidad o una prueba que nos prepara para dar respuesta a la siguiente oportunidad, por eso me parece importante ver la vida como un continuo nacer para recuperar el sentido de sorpresa, es decir: ¡Que maravilloso es vivir la luz del sol!

Que milagro respirar en este instante. La vida es una permanente sorpresa, Dios nos sale al encuentro en cada recodo del camino, con dones espirituales y materiales.

Este sentido de nacer cada día para agradecer a Dios, en ningún momento significa olvidar la experiencia, es decir esa historia vivida, experimentada y disfrutada. Para poder dar una respuesta a Dios en el día de hoy, Dios en su infinita bondad me preparó el día de ayer, por eso he de nacer cada día sin olvidar.

Nacer para descubrir el encanto del presente providente de Dios, sin olvidar la misericordia de nuestro padre Dios que nos ha llamado desde toda la eternidad a vivir con Él.

Nacer cada día a la Providencia de Dios, sin olvidar su eterna Misericordia.

PARA CONFIAR MÁS EN DIOS


Para confiar más en Dios


Al fin de una jornada agitada de lucha y de trabajo, nada ayuda tanto a restaurar la paz en el alma como una oración llena de confianza en el Señor. En efecto, en él encontramos un refugio seguro, un guardián siempre vigilante, un pastor que nos acompaña con solícito cuidado.

Señor, quiero creer en tus promesas, quisiera confiar más en tu poder y en tu amor para que toda mi vida esté realmente en tus manos. Regálame, Señor, el don de la confianza. Así todo lo que me suceda será para mi bien y para el bien de los demás. Tómame en tus brazos y no permitas que me llene de temores inútiles. Quiero conocer la alegría de la libertad espiritual, el gozo de darte a ti el control de mi existencia. Pero también quiero elevar mis ojos hacia ti y dejar en tus brazos todos mis seres queridos. Protégelos, Señor, te los confío, te los entrego para que todo lo que les suceda tenga un buen fin. Dales también la fuerza de tu amor para que conozcan la verdadera alegría. Amén. (Víctor M. Fernández).

“Descarguen en el Señor todas sus inquietudes, ya que él se ocupa de ustedes”. Si lees y meditas la Biblia, encontrarás esta exhortación y otras semejantes. Te ayudarán a fortalecer tu confianza en Dios que te ofrece refugio “a la sombra de sus alas mientras vienen calamidades” de cualquier clase y magnitud. “No temas, contigo estoy. Yo te amo”, te asegura Dios.


* Enviado por el P. Natalio

viernes, 10 de junio de 2016

CUÁNDO DESVIRTUAMOS LA CRUZ DE CRISTO?


¿Cuándo desvirtuamos la cruz de Cristo?
Cuando vivimos, pensamos, sentimos como si las enseñanzas del Maestro no fuesen importantes.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




San Pablo advirtió fuertemente sobre el peligro de desvirtuar la cruz de Cristo, de vivir como enemigos de la Redención que se hizo concreta en el Calvario (cf. 1Cor 1,17; Flp 3,18-19). ¿Cuándo desvirtuamos la cruz de Cristo?

La cruz de Cristo se desvirtúa si olvidamos el centro del mensaje cristiano, el amor misericordioso y salvador de Dios, y buscamos sucedáneos en la sabiduría del mundo, en la técnica, en los estudios científicos, en los medios materiales.

Desvirtuamos la cruz de Cristo si no pensamos ni hablamos del pecado, ni de la conversión, ni de la gracia, ni de las bienaventuranzas, ni de los sacramentos, ni de la Iglesia.

Desvirtuamos la cruz de Cristo si, por miedo al mundo, nos acomodamos a su mentalidad y usamos un vocabulario tibio, vacío de contenidos, que oscurece las maravillas de la acción de Dios en la historia humana.

Desvirtuamos la cruz de Cristo si denunciamos sólo aquello que ya denuncian los dueños de la cultura moderna, mientras guardamos un silencio cómplice ante pecados e injusticias sumamente graves, como las que se cometen con la trivialización de la sexualidad, con el aborto, con el desprecio al matrimonio.



Desvirtuamos la cruz de Cristo si promovemos un falso ecumenismo, que deja de lado la verdad revelada, que no se alimenta de la fe, tal y como está expresada en la Palabra de Dios a través de la Escritura y de la Tradición, y como es tutelada por el Magisterio de la Iglesia católica.

Desvirtuamos la cruz de Cristo si tenemos vergüenza de rezar en público para no “incomodar” a los demás, si ocultamos nuestra condición de católicos para camuflarnos entre familiares, amigos, compañeros de trabajo.

Desvirtuamos la cruz de Cristo si aceptamos entre los católicos el espíritu maligno de las murmuraciones, las envidias, los golpes bajos, el desprecio a otros porque pertenecen o no pertenecen a tal o cual grupo eclesial.

Desvirtuamos la cruz de Cristo si vivimos apegados al dinero, si damos el primado a los bienes materiales, si nos interesa más el progreso tecnológico que el estudio de la Biblia.

Desvirtuamos la cruz de Cristo si olvidamos la invitación a rezar continuamente, a vigilar para no caer en la tentación, a invocar y acoger el perdón a través del sacramento de la Penitencia.

Desvirtuamos la cruz de Cristo si no confiamos en la Providencia del Padre, si acudimos a horóscopos, a la magia o a otros métodos que buscan “controlar” un futuro que no nos pertenece.

Desvirtuamos la cruz de Cristo, en definitiva, cuando vivimos, pensamos, sentimos como si las enseñanzas del Maestro no fuesen importantes, mientras recurrimos a lecturas y a técnicas de autoestima, autorrealización, autosatisfacción, autocontrol, y otras parecidas en la galaxia New Age, para lograr la “salvación” por nosotros mismos.

El verdadero creyente no vacía de su fuerza esa cruz que salva, que lava, que abre el cielo. Desde la asistencia del Espíritu Santo, tiene certezas inamovibles: sólo hay un Salvador: Jesucristo. Sólo hay una Iglesia verdadera: la católica. Sólo hay un medio para seguir al Maestro: negarnos y tomar la propia cruz cada día... (cf. Mc 8,34).

martes, 31 de mayo de 2016

DONDE ESTÁ MARÍA, ALLÍ ESTÁ CRISTO



Donde está María, allí está Cristo
Palabras de Santo Padre Juan Pablo II
Fiesta de la Visitación de la Virgen, 31 de mayo del 2001




"María se puso en camino y fue aprisa a la montaña..." (Lc 1, 39).

Resuenan en nuestro corazón las palabras del evangelista san Lucas: "En cuanto oyó Isabel el saludo de María, (...) quedó llena de Espíritu Santo" (Lc 1, 41). El encuentro entre la Virgen y su prima Isabel es una especie de "pequeño Pentecostés". Quisiera subrayarlo esta noche, prácticamente en la víspera de la gran solemnidad del Espíritu Santo. En la narración evangélica, la Visitación sigue inmediatamente a la Anunciación: la Virgen santísima, que lleva en su seno al Hijo concebido por obra del Espíritu Santo, irradia en torno a sí gracia y gozo espiritual. La presencia del Espíritu en ella hace saltar de gozo al hijo de Isabel, Juan, destinado a preparar el camino del Hijo de Dios hecho hombre.

Donde está María, allí está Cristo; y donde está Cristo, allí está su Espíritu Santo, que procede del Padre y de él en el misterio sacrosanto de la vida trinitaria. Los Hechos de los Apóstoles subrayan con razón la presencia orante de María en el Cenáculo, junto con los Apóstoles reunidos en espera de recibir el "poder desde lo alto". El "sí" de la Virgen, "fiat", atrae sobre la humanidad el don de Dios: como en la Anunciación, también en Pentecostés. Así sigue sucediendo en el camino de la Iglesia.

Reunidos en oración con María, invoquemos una abundante efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia entera, para que, con velas desplegadas, reme mar adentro en el nuevo milenio. De modo particular, invoquémoslo sobre cuantos trabajan diariamente al servicio de la Sede apostólica, para que el trabajo de cada uno esté siempre animado por un espíritu de fe y de celo apostólico. Es muy significativo que en el último día de mayo se celebre la fiesta de la Visitación. Con esta conclusión es como si quisiéramos decir que cada día de este mes ha sido para nosotros una especie de visitación. Hemos vivido durante el mes de mayo una continua visitación, como la vivieron María e Isabel. Damos gracias a Dios porque la liturgia nos propone de nuevo hoy este acontecimiento bíblico .

A todos vosotros, aquí reunidos en tan gran número, deseo que la gracia de la visitación mariana, vivida durante el mes de mayo y especialmente en esta última tarde, se prolongue en los días venideros.

(©L'Osservatore Romano - 8 de junio de 2001)

lunes, 30 de mayo de 2016

CRISTO ES LA RESPUESTA VERDADERA


Cristo es la respuesta verdadera
Si Cristo, don de Dios al mundo, es lo mejor para el hombre, entonces es imposible no vivir con gozo y alegría mi fe.


Por: P. Juan P. Ferrer | Fuente: Catholic.net 




En los hombres de hoy, es posible que la vida espiritual y religiosa esté impregnada de modos fríos, racionalistas, calculadores, lejanos todos ellos de ese talante alegre, cordial y humano que debe caracterizarnos como hijos de Dios.

Hay que decir que a veces el debilitamiento en la fe de muchos hermanos nuestros ha sido culpa de no ver en la religión a una persona, sino sólo un conjunto de principios y normas. Si nuestra religión no es Cristo, si el porqué de nuestra fidelidad no es su Persona, si en cada mandamiento no vemos el rostro de Jesús, la religión terminará agobiándonos, porque se convertirá en un montón de deberes, sin relación a Aquél a quien nosotros queremos servir. Vamos, pues, a exponer algunas de las características que deben brillar en la vivencia de nuestra fe y de nuestros deberes religiosos:

Si Cristo, don de Dios al mundo, es lo mejor para el hombre, entonces es imposible no vivir con gozo y alegría profunda la fe, es decir, la relación personal del hombre con Dios. Muchas veces los cristianos con nuestro estilo de vivir la fe, marcado por la tristeza, la indiferencia, el cansancio, estamos demostrando a quienes buscan en nosotros un signo de vida una profunda contradicción.

El cristianismo es la religión de la alegría y no puede producir hombres insatisfechos. Al revés, la religión vivida de veras, como fe en Jesucristo, confiere al hombre plenitud, gozo, ilusión. Frente a todas las propuestas de felicidad, que terminan con el hombre en la desesperación, Cristo es la respuesta verdadera que no sólo no engaña sino que colma mucho más de lo esperado. Esta certeza debe reflejarse en nuestro rostro, rostro de resucitados, rostro de hombres salvados.

Si Cristo está vivo y es Hijo de Dios, mi relación con él tiene que ser mucho más personal, cercana e íntima. Tal vez ha faltado en muchas educaciones religiosas ese acercamiento humano a la figura de Cristo, un acercamiento que nos permite establecer con él una relación más cordial y sincera, como la que se tiene con un amigo. Es fácil comprender por qué con frecuencia la vida de oración de muchos creyentes es árida, seca, distraída. No se entra en contacto con la Persona, sino sólo tal vez con una idea de Dios, aun dentro del respeto y de la veneración.

De ahí el peligro para muchos hombres de racionalizar la misma oración, convirtiéndola en reflexión religiosa, pero no en experiencia de Dios. Lógicamente la fe se empobrece mucho así. Y no debe ser así. La fe ha de ser vivida como experiencia personal de Cristo, y por tanto en un clima de cordialidad y de cercanía.

Si Cristo es, en fin, la esperanza del mundo, de la que hablaron Moisés y los profetas, entonces hay que vivir en la práctica la fe con seguridad y convencimiento. Podemos dar la impresión los cristianos de que creemos en Cristo, pero no lo suficiente como para abandonar otros caminos de felicidad al margen de él, de su Evangelio, de su Persona. Y esto en la vida se convierte en una contradicción práctica.

Aparentamos tener lo mejor, pero nos cuidamos las espaldas teniendo reemplazos. Es como si afirmáramos que tal vez la fe en Cristo no es del todo segura y cierta, que tal vez él nos puede fallar. El mundo necesita de nosotros hoy la certeza de nuestra fe, una certeza que nos lleve a quemar los barcos, porque ya no los necesitamos, seguros como estamos de que hemos elegido la mejor parte.

¡Cómo se necesita en estos momentos en nuestra vida de cristianos y creyentes estas características en nuestra relación con Dios¡


 Un estilo de fe lleno de gozo y de entusiasmo.
 Una relación con Dios cercana y cordial.
 Una certeza absoluta de Dios como lo mejor para el hombre de hoy.

En esta sociedad en que por desgracia la fe se ha convertido en una carga, hacen falta testigos vivos de un Evangelio moderno y verdadero. En este mundo en que falta alegría en muchos cristianos que viven un poco a la fuerza su fe, hacen falta rostros alegres porque saben vivir su religión en la libertad. Y en este peregrinar hacia la eternidad en el que muchos creyentes miran hacia atrás acordándose de lo que dejan, hacen falta hombres que caminen con seguridad y certeza, sin volver los ojos atrás, hacia el futuro que Dios nos promete.

sábado, 14 de mayo de 2016

POR QUÉ EL PEZ ES TAMBIÉN UN SÍMBOLO DE LOS CRISTIANOS?


¿Por qué el Pez es también un símbolo de los cristianos?
El símbolo del Pez no despertó sospechas cuando se adoptó como símbolo cristiano en tiempos de persecución


Por: María Lourdes 




El Evangelio de Juan muestra cómo Jesús Resucitado aparece a siete discípulos suyos junto el lago de Tiberíades con pan y pescado sobre brasas. Dirigiéndose a San Pedro: «toma el pan y se lo da, y lo mismo con el pescado.” (Jn. 21,13)

El pan y el pescado recuerdan la multiplicación milagrosa de panes y peces, prefiguración del Banquete de la Eucaristía.

Pero, según "Simbolismo del Ichthys" de la Enciclopedia Católica, la popularidad del símbolo entre los primeros cristianos no se debe a esa referencia bíblica:

"La popularidad del pez como símbolo cristiano se debe al famoso acróstico que consiste en que las letras iniciales de cinco palabras griegas que forman la palabra griega que significa pez (Ichthys), que describen brevemente quién es cristo y la razón de que sea adorado por los creyentes : "Iesous Christos Theou Yios Soter", i.e. Jesús Cristo hijo de Dios Salvador. (ver el discurso del emperador Constantino , “Ad coetum Sanctorum” c. xviii.)

Más aún, San Agustín explica:



"Místicamente, es el pez asado figura de Cristo crucificado; El mismo es el pan que bajó del cielo. A éste está incorporada la Iglesia para participar de la bienaventuranza eterna." (in Ioannem, tract., 123, en “Catena Aurea” de Sto. Tomás de Aquino).

El símbolo también tenía usos muy prácticos para los primeros cristianos.

"No es improbable que esta fórmula se originara en Alejandría y se usaba como protesta contra la apoteosis pagana de los emperadores. En una moneda de Alejandría de tiempos de Domiciano ( 81-96) este emperador se dice Theou Yios: «hijo de dios»." (Enciclopedia Católica)

El acróstico se hizo popular en el siglo II como expresión de fe en la Divinidad del Señor, y el pez en sí fue muy popular como símbolo de los cristianos en el siglo III, apareciendo en muchas catacumbas, por ejemplo. El pez era un símbolo pagano de fertilidad en tiempos romanos [y para los chinos lo sigue siendo de longevidad y de prosperidad]. Por eso era tan común, que no despertó sospechas cuando se adoptó como símbolo cristiano en tiempo de persecución.

Los cristianos, para ver si alguien con quien se encontraban era cristiano también, trazaban un arco para ver si la otra persona terminaba de dibujar la figura del pez, expresando así su fe en Cristo.

"Los que creían en este Ichthys místico eran pequeños peces según el bien conocido paisaje de Tertuliano (De baptismo, c.1): «nosotros, pequeños peces, siguiendo la imagen de nuestro «Ichthys», Jescristo, nacemos en el agua». La asociación de «Ichthys» con la Eucaristía está muy enfatizada en el epitafio de Abercius, obispo del siglo segundo, de Hierópolis en Frigia […] y en el epígrafe algo posterior de Pectorius de Autun." (Enciclopedia Católica)

La asociación del símbolo del pez con los mismos cristianos refleja la promesa del Señor a sus primeros Apóstoles cuando les llamó:

"Venid conmigo y os haré pescadores de hombres” (Mt. 4,19)

Además: "La asociación de «Ichthys» con la Eucaristía está muy enfatizada en el epitafio de Abercius, obispo del siglo segundo, de Hierópolis en Frigia […] y en el epígrafe algo posterior de Pectorius de Autun." (Enciclopedia Católica)

Somos peces «pescados» del mundo por medio del Bautismo, que nos saca del agua a una nueva vida en Cristo, en la que somos alimentados por Él mismo en la Eucaristía

Así lo pone en labios del Señor, Santa Catalina de Siena, (1347-1380) en «El diálogo» [Traducción mía de una versión en inglés]:

Del estado excelente del alma que recibe el Sacramento en gracia

Mira, queridísima hija, en qué estado excelente se encuentra el alma que recibe (como debería de hacer) este Pan de Vida, esta Comida de los Ángeles. Recibiendo este Sacramento, habita en Mí y Yo en ella, como el pez en el mar, y el mar en el pez. Así habito en el alma, y el alma en Mí, el Pacífico Mar.

En ese alma habita la gracia ya que, como ha recibido este Pan de Vida en un estado de gracia, Mi gracia permanece en ella, después de que los accidentes del pan hayan sido consumidos. Te dejo una impresión de gracia, como hace un sello que, cuando se levanta de la cera caliente sobre la que ha sido impresa, deja su impresión, de la misma forma la virtud de este Sacramento permanece en el alma, eso es, el calor de Mi Divina Caridad, y la Piedad del Espíritu Santo.

También permanece en ti la sabiduría de Mi Único Hijo, por la cual el ojo de tu intelecto ha sido iluminado para ver y para conocer la doctrina de Mi Verdad, y, junto con esta sabiduría, participas en Mi fuerza y poder, que fortalecen el alma contra su amor propio sensual, contra el Demonio, y contra el mundo. […]

El Abismo de Mi deseo amoroso por tu salvación te ha dado, por Mi dispensación y Divina Providencia viniendo en ayuda de tus necesidades, esta dulce Verdad como Comida en esta vida (donde sois peregrinos y caminantes), para que podáis tener refresco, y no olvidar el beneficio de la Sangre. Mira entonces con qué estrechez estáis limitados y obligados a devolverme amor, porque os amo tanto, y, siendo el Bien Supremo y Eterno, merezco vuestro amor.

lunes, 2 de mayo de 2016

NUNCA A LA OTRA ORILLA


Nunca a la otra orilla



Cuántas veces ansiamos maravillosos jardines que se ven a lo lejos en el horizonte, mientras nos olvidamos de aspirar la fragancia y admirar la belleza del rosal plantado junto a nuestra ventana. Gran parte de la infelicidad humana nace de no valorar todo lo que tenemos (tal esposa/o, hijos, casa, auto, etc.) y dejarnos arrastrar por la envidia comparándonos con los demás.

¿Por qué miras siempre hacia el otro lado? ¿Por qué piensas siempre que los otros, amigos, conocidos y vecinos, son más dichosos, y dices con ligereza: “A los otros les va mucho mejor, y yo doy lo mejor de mí y no llego a nada”? La otra orilla siempre es más bella. Yace muy lejos. Como petrificado, miras fijamente hacia la bella claridad. Jamás tuviste en cuenta que también los de la otra orilla te observan y piensan que posees mucha más felicidad, pues ellos solo ven tu parte agradable. Tus preocupaciones no las conocen. Vivir feliz es un arte. Para ello conviene sentirse satisfecho. La felicidad no está en la otra orilla. ¡Está en tu forma de ver tu orilla!  Aprecia la orilla donde Dios te puso, y no creas que la otra es la mejor, pues Dios te puso donde debes estar.

Enumera tus bendiciones, todo lo positivo y gratificante que hay en tu propia vida, y tendrás sentimientos de gratitud y alegría que te harán feliz. Está siempre atento para no dejarte atrapar de la insatisfacción y descontento que paralizarían tus energías. El desafío de tu vida es florecer allí donde Dios te ha puesto, con la esposa/o que elegiste, con los hijos que Dios te ha dado.


* Enviado por el P. Natalio

martes, 19 de abril de 2016

LA PRESENCIA DE DIOS EN LO PEQUEÑO Y COTIDIANO


La Presencia de Dios en lo pequeño y cotidiano
Dios se comunica con nosotros de múltiples maneras, solo hay que saber oírlo y verlo en las pequeñas cosas cotidianas.


Por: Oscar Schmidt | Fuente: www.reinadelcielo.org 




Tomás de Kempis nos aconseja en su inmortal obra "La imitación de Cristo" (escrita varios siglos atrás): "Atender  a qué es lo que se dice y no a quién lo dice".

Dios se comunica con nosotros de múltiples maneras, solo hay que saber oírlo y verlo en las pequeñas cosas cotidianas. Muchas veces esperamos grandes manifestaciones, cuando en realidad Dios es el Rey de lo pequeño, lo humilde, cuando actúa aquí en la tierra. Toda la Gloria y Omnipotencia de Dios, se transformó en humildad y pequeñez cuando EL se manifestó, hecho hombre, entre nosotros. Una cueva en Belén, el hogar mas humilde, una vida escondida, todo señala la pequeñez como puerta hacia la Santidad. Los hechos, las obras, las más simples expresiones de nuestra voluntad,  son el signo de nuestro estado espiritual. Ni grandes manifestaciones, ni una vida extremadamente visible u ostentosa, nada de eso fue enseñado a nosotros a través del ejemplo dado por Jesús, a lo largo de Su vida en la tierra, como Criatura/Dios. El nos enseñó con los hechos, con Su Palabra. Y quienes lo juzgaron y condenaron, simplemente miraron quien hablaba, olvidando o pasando por alto el mensaje.

¡Se mató al mensajero, en la Cruz!.

¿Cuantas veces en este mundo vemos que se hace lo mismo?. Se da valor a las ideas  o a las obras a partir del prestigio del autor, y se descartan enormes mensajes para la humanidad, simplemente por no aceptarse a los mensajeros más humildes, más pequeños,  más simples. Pero la trampa es más compleja aún, ya que para llegar a ser respetado se debe adherir a  las reglas del mundo: vanidad, egocentrismo, corrupción, envidia, poder, etc.

De este modo, se vuelve muy difícil llegar a difundir las buenas obras, desde mensajeros basados en la humildad, la pequeñez, la sinceridad, el amor, la unión verdadera y la entrega.


¿Cuantos casos como la Madre Teresa pueden pasar los filtros que el mundo pone?.

¿Cuantos quedan en el camino?.

Sepamos escuchar a Dios, El está dentro nuestro, en las cosas pequeñas, en los mensajes de humildad y sencillez. Y sepamos verlo en aquellos a los que el mundo condena por no cumplir con sus estándares, aquellos que solo quieren vivir en la simpleza del día a día. Los modelos a imitar muchas veces están mas cerca de nosotros de lo que pensamos, solo hace falta prestar atención, poner una mirada a nuestro alrededor, y descubrir la Presencia de Dios donde menos la esperamos.

domingo, 17 de abril de 2016

EL CAMINO


El camino


Jesús es la “gran noticia” que necesita el hombre de hoy. Es la única respuesta a tus más íntimas aspiraciones. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. La ciencia y la tecnología hacen más confortable el cotidiano vivir, pero no alivian el corazón que sufre ni liberan de la angustia: nada reemplaza la presencia de Dios en ti y el amor de Jesús que ilumina tu vida.

Un explorador inexperto se perdió en medio de la tupida y peligrosa selva africana. Por fin, tras varias horas de caminar, se encontró con un nativo a quien le rogó:
— ¿Me puede mostrar usted el camino a través del bosque, por favor? Ya habían avanzado un buen trecho, cuando el explorador empezó a dudar y preguntó al guía:
—Disculpe, señor, ¿es éste el camino? El nativo respondió:
—Señor, aquí no hay caminos; confíe en mí, yo soy el camino.

Los primeros cristianos eran conscientes que para llegar a Dios había que recorrer el camino de Jesús. Como Buen Pastor va adelante guiando a sus ovejas porque, hoy como ayer, hay también muchos caminos de mentira y engaño que terminan en una vida sin sentido. ¡Gracias, Jesús, tú me llevas por el camino seguro de la verdadera vida!

Enviado por el P. Natalio

miércoles, 13 de abril de 2016

BUSCAR A JESÚS CON CONFIANZA


 

Buscar a Jesús con confianza
Desde la humildad podemos suplicar insistentemente a Jesús. ¿Qué necesidad tenemos y queremos pedir a Jesús?


Por: P. Guillermo Serra, LC | Fuente: la-oracion.com 




La oración es mirar a Jesús con la confianza de un niño; caer a sus pies con la confianza de un enfermo y suplicarle con insistencia con la confianza de un pobre. Él está cerca de ti, viene como Padre, médico y rey de tu corazón, no temas, acércate y tu alma gozará de su presencia y de su amor. Es la fe la que te dará alas para llegar hasta Él.

Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía. (...) Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer. (Mc 5, 22-24; 35-43)

Buscar a Jesús

Mis ojos en tu mirada y tu mirada en mis ojos
Acudir a Jesús es ponerse en camino, estar atento a sus señales, sus huellas, sus palabras. Es oír de Él para buscarlo a Él. Buscar sus huellas es el primer paso. Abrir el corazón y la mente para que el mundo y los hombres nos hablen de Él. La oración es vivir sus huellas, tener hambre de Él para que poniéndonos en su presencia se nos revele, nos regale su mirada, su Palabra, su vida y su corazón.

Jairo era un personaje importante, jefe de la sinagoga, donde los judíos daban culto. Había escuchado del Maestro Jesús. Un nuevo profeta con sabiduría y poder. En un principio vio en Él al médico que podría curar a su hija. Tenía una gran necesidad de encontrarlo, pues Él quizás podría darle el regalo de curar a su hija gravemente enferma. Busca, pregunta, sale de sus seguridades y con la mente y su corazón puestos en su hija, lo encuentra.

Su búsqueda ha dado su fruto, está allí, en medio de la muchedumbre. Se acerca con cautela al inicio pero con decisión. No puede perder tiempo, tiene que reclamar su atención, su hija está grave.

Así es también nuestra oración, está búsqueda del maestro nos tiene que llevar a salir de nosotros, de nuestras seguridades, del afán de controlar nuestra vida, de ser creadores de nuestra propia felicidad para salir a la búsqueda de quien no sólo da la felicidad, sino de quien es la Felicidad. Muchas veces Dios usa la cruz, la enfermedad, la soledad, la tristeza como medios para salir en búsqueda de su corazón. Así nuestros ojos tan centrados en nosotros mismos volarán hasta los de Cristo y entonces, podremos experimentar la alegría de ser penetrados por la mirada de Aquel que nos consuela porque nos conoce y nos ama.

Mis rodillas se doblan irresistiblemente ante ti
El cruzar la mirada con la de Jesús lleva a la acción. Más bien a la pasividad de la acción: Jairo se deja caer de rodillas en signo de adoración, admiración, pequeñez, súplica. El amor expresado en una mirada suaviza el corazón, debilita todo miedo y da paso a este signo de sumisión y de entrega total en las manos de Dios.

Ponerse de rodillas ante Dios es señal de abandono, de seguridad puesta a los pies del Maestro. De rodillas no tenemos facilidad de movimientos, no podemos huir, no nos podemos defender. Sí, la oración verdadera es un acto de humildad, de presentarnos indefensos ante el amor de Dios. ¿Cuántas veces vivimos defendiéndonos del amor de Dios, del camino estrecho de su seguimiento, de la cruz? Cuanto más recemos y estemos en su presencia, más humildes seremos, más cerca de la tierra estaremos y así recordaremos nuestro origen y la necesidad de Dios.

Pero Cristo no quiere humillarnos. Nos deja así de rodillas para que levantemos la mirada, olvidándonos de nosotros mismos, para así contemplar su mano que se tiende para levantarnos, sostenernos y acariciar nuestras heridas. El ejercer su poder sobre nosotros a través del amor incondicional y constante.

Por eso puedo decir que la oración debe ser para mí un doblar irresistiblemente las rodillas ante su amor, un sentirme seguro en mi inseguridad, un humillarme para ser exaltado por su mano que se tiende para sostenerme, acogerme, y abrazarme.

Levantados por Cristo podemos pedir con confianza
De rodillas se ve el mundo desde una perspectiva distinta. No hay escapatoria, vemos todo más cerca del suelo y más lejos del cielo. Pero Cristo no nos quiere allí tendidos. Nos permite unos minutos, unas horas en esa postura espiritual porque sabe que nos hace bien.

Al inicio de la oración hemos buscado salir de nosotros mismos, lo hemos buscado a Él, hemos llegado hasta su mirada y sus ojos nos han penetrado el corazón. Esta fuerza poderosa de Jesús nos ha "derribado" hasta el suelo y de rodillas nos hemos reconocido pecadores, enfermos, pobre, necesitados de su amor.

Ahora, con nuestro corazón bien dispuesto podemos pedir lo que más necesitamos. Desde la perspectiva de la humildad podemos suplicar insistentemente como lo hizo Jairo. ¿Qué necesidad vital tenemos y queremos pedir a Jesús? Entremos en nuestro corazón desde la humildad y veamos qué queremos, necesitamos, amamos para presentarlo al divino Maestro. Tenemos la seguridad de que Él conoce nuestro corazón mejor que nosotros y desde antes de que se lo pidamos, ya se encuentra nuestra petición en su corazón. Por eso, cuando Él nos levanta, nos vuelve a mirar y nos escucha ya sabe lo que necesitamos.

El final de esta historia de Jairo ya lo conocemos: Cristo le dice, "no temas, ten fe" y lo demás, sucede porque ya estaba escrito en el corazón de Jesús.

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