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lunes, 12 de agosto de 2019

QUÉ ES EL AGUA BENDITA Y PARA QUÉ SIRVE?


¿Qué es el agua bendita y para qué sirve?
El empleo del agua bendita es antiquísimo, y hay testimonios de la costumbre de usarla ya entre los primeros cristianos


Por: P. Miguel A. fuentes, IVE | Fuente: TeologoResponde.org 




Pregunta:
¿Me puede usted informar algo sobre el agua bendita y su empleo?
Respuesta:

Estimada:
El empleo del agua bendita es antiquísimo, y hay testimonios de la costumbre de usarla ya entre los primeros cristianos. “La Iglesia recomienda su uso aun fuera de la liturgia como medio para alejar las insidias del diablo, para conjurar los peligros, para atraer las bendiciones celestiales sobre las casas, el campo, el trabajo, las personas. El deseo de los fieles de usar frecuentemente este sacramental hizo nacer la costumbre generalizada más tarde de poner a la entrada de la iglesia la llamada ‘pila del agua bendita’. En los siglos VIII a IX el agua bendita adquiere el largo empleo que todavía conserva en toda clase de bendiciones” [1].

Santa Teresa de Jesús era particularmente devota y la usaba cuando tenía tentaciones y desconsuelos; dice ella: “Debe ser grande la virtud del agua bendita. Para mí es particular y muy conocida consolación que siente mi alma cuando la tomo” [2]. Una de las compañeras de la Santa, Ana de Jesús, cuenta en el proceso de beatificación: “Nunca quería que caminásemos sin ella (sin agua bendita). Y por la pena que le daba si alguna vez se nos olvidaba, llevábamos calabacillas de ella colgadas a la cinta, y siempre quería la pusiéramos una en la suya, diciéndonos: ‘no saben ellas el refrigerio que se siente teniendo agua bendita; que es un gran bien gozar tan fácilmente de la sangre de Cristo’. Y cuantas veces comenzábamos por el camino a rezar el Oficio Divino, nos la hacía tomar” [3].

Y en una de sus cartas escribe a una persona que sentía mucho temor: “Este temor que dice, entiendo cierto debe ser que el espíritu entiende siente el mal espíritu, y aunque con los ojos corporales no lo vea, débele de ver el alma, o sentir. Tenga agua bendita junto a sí, que no hay cosa con que más huya. Esto me ha aprovechado muchas veces a mí. Algunas no paraba en solo miedo, que me atormentaba mucho; esto para sí solo. Mas, si no le acierta a dar el agua bendita, no huye, y así es menester echarla alrededor” [4].

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NOTAS:

[1] Cf. Cardenal Francesco Roberti, Diccionario de Teología Moral, Ed. Litúrgica Española, 1960, voz “agua”.

[2] Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida, cap. 31.

[3] BMC, 18, p. 465.

[4] Santa Teresa, Cartas, 9.

martes, 16 de julio de 2019

QUÉ SIGNIFICA LAS LETRAS JHS?

¿Qué significa las letras JHS?
Jesús, Hombre, Salvador


Por: P. Jose Luis Quijano | Fuente: Catholic.net 



Este símbolo IHS o JHS es muy famoso y se usa en multitud de lugares.

Su significado es muy sencillo: es la abreviatura del nombre de Jesús.

Hoy es precisamente el Dulce Nombre de Jesús, pues a los 8 días de nacer San José y la Virgen, como judíos piadosos y observantes de la Ley que eran lo llevaron al templo para circuncidarlo y le pusieron el nombre que el arcángel San Gabriel había dicho a María: A los ocho días circuncidaron al niño y le pusieron por nombre Jesús, el mismo nombre que el ángel había dicho a María antes de que estuviera encinta

J: Jesús
H: Hombre
S: Salvador

Significa Joshua (En español se traduce como Jesús y significa Salvador) por eso "jesus hombre salvador"

En el hebreo no se escribían las vocales, así como el de Dios es YHVH y significa Yahvé (En español se traduce como "Yo soy".

jueves, 10 de enero de 2019

UNA VISITA A SANTA MARTA


Una visita a Santa Marta



La basílica de San Pedro, la capilla Sixtina e incluso la parroquia de Santa Ana son conocidas por visitantes y peregrinos en el Vaticano. Sin embargo, el pequeño Estado cuenta con otros lugares de oración, habitualmente cerrados al público. Hoy, descubrimos la capilla de la residencia de Santa Marta, donde el Papa celebra su misa diaria.

Entre las capillas menos conocidas del Vaticano hay una que recibe una atención casi diaria entre muchos fieles: la capilla del Espíritu Santo, también conocida como Santa Marta, por el nombre de la residencia que la alberga. En efecto, es aquí donde el papa Francisco celebra su misa diaria y cuyas homilías atraviesan las paredes de la capilla gracias a la publicación de extractos en el portal oficial Vatican News.

Desde el inicio de su pontificado, el papa Francisco no ha querido instalarse en los apartamentos pontificios del Palacio Apostólico, sino que escogió la residencia de Santa Marta. Este enorme inmueble fue construido en 1996 al sur de la basílica de San Pedro, inicialmente para servir de alojamiento a los huéspedes de paso y para los cardenales durante los cónclaves. Sus habitaciones, cómodas pero sin ostentaciones, están amuebladas con sobriedad.

Para el Soberano Pontífice argentino, la elección de esta residencia estuvo guiada ante todo por el deseo de escapar de la soledad inherente a su cargo de jefe de la Iglesia católica. Instalado en la habitación número 201 de Santa Marta, el ocupante papal puede tener hasta 130 vecinos, repartidos en las cuatro plantas que componen este hotel eclesiástico.

Prácticamente todas las mañanas, el obispo de Roma celebra misa a las 7 en la pequeña capilla de la planta baja de la Casa de Santa Marta, entre la residencia y la Muralla Leonina: la capilla del Espíritu Santo. A esta eucaristía pueden asistir diariamente unas cincuenta personas de entre los empleados del Vaticano. Los fieles “jubilares”, es decir, que celebran un aniversario importante de matrimonio o de ordenación, pueden solicitar asistir también.

Desde 2014, el sucesor de Pedro ha propuesto incluso que la misa esté abierta a los feligreses romanos, para que puedan rezar junto a su obispo. Son los curas de la capital italiana los encargados de pedir autorización para participar en la celebración con un grupo de fieles. Son unos 25 privilegiados los que reciben permiso para asistir cada día.

Dedicada a la tercera persona de la Trinidad, hay muchos elementos decorativos de la capilla que evocan al Espíritu Santo. Una paloma dorada, por ejemplo, domina uno de los ábsides. Sobre el altar se lee una inscripción en latín: “Ven Espíritu Santo a renovar el corazón de tus fieles”. Toda la capilla está compuesta por motivos triangulares, símbolo de la Trinidad. Es el caso del enlosado, por ejemplo, cuyos colores recuerdan la bandera del Vaticano. El mármol del altar, la techumbre o incluso los pilares a lo largo de la nave se componen también de motivos triangulares.

Además, la capilla está decorada en su lado derecho con un gran ventanal que da directamente a la muralla que forma la frontera del Estado más pequeño del mundo. En el lado izquierdo, una Santa Virgen en bronce vela a su Hijo en brazos. Tiene la cabeza girada hacia el ambón en mármol blanco, donde predica el Pontífice. Cabe destacar la presencia de un pequeño órgano, regalo al papa Juan Pablo II de parte de la organización benéfica estadounidense de los Caballeros de Colón en 1997.

Este pequeño remanso de paz moderno y silencioso recibe cada día las oraciones del Vicario de Cristo sobe la tierra. El Sucesor de Pedro no solo celebra misa y predica en este lugar, sino que también se recoge en silencio en ciertos momentos del día, en particular por la tarde, para un tiempo de meditación.



Fuente: Aleteia

lunes, 22 de octubre de 2018

3 SACRAMENTALES QUE DEBES TENER SIEMPRE EN CASA


3 sacramentales que debes tener siempre en casa
Seguramente te sorprenderá el ver esta pequeña lista


Por: Redacción | Fuente: EnlaCecatolico.info 




Los sacramentales son signos sagrados, muchas veces con materia y forma, por medio de los cuales se reciben efectos espirituales y que son actos públicos de culto y santificación. Pueden ser “cosas” o “acciones”, por la intercesión de la Iglesia (Cfr. CIC. no.1166).

Ellos fueron instituidos por la Iglesia, a diferencia de los sacramentos, que fueron instituidos por Cristo. Tienen ciertas semejanzas con los sacramentos. Son signos de la oración de la Iglesia y nos disponen para recibir la gracia.


A continuación te presentamos 3 de ellos, que si se usan adecuadamente ofrecerán un estímulo para nuestro hogar.


1.- Agua Bendita
El agua bendita es un sacramental, instituido por la Iglesia, y usada con fe y devoción, purifica al cristianos de sus faltas veniales. Las bendiciones de personas y de cosas van acompañadas de algunos signos, y los principales son la imposición de manos, la señal de la cruz, el agua bendita y la incensación (Bendicional 26). El agua bendita es constituida por la bendición del sacerdote o del diácono (ib. 1224-1225), y como todos los sacramentales, “tiende como objetivo principal a glorificar a Dios por sus dones, impetrar sus beneficios y alejar del mundo el poder del maligno” (ib.11),

2.- Sal Bendita
Hoy en día el uso de la sal bendita en la liturgia se da con mayor frecuencia en la Forma Extraordinaria, especialmente en exorcismos, bautizo, la reconsagración de un altar, y la bendición del agua bendita.


3.- Crucifijo 
el crucifijo, el Santo Rosario, la Biblia, son parte del arsenal espiritual de la Iglesia para liberar a un alma que sufre de lo demoníaco, y son sacramentales.
El crucifijo y la señal de la cruz son odiados por lo demoníaco, ya que representan la victoria de Cristo en el Calvario, donde fue derrotado satanás.


Mira lo que dice el Catecismo:

1671 Entre los sacramentales figuran en primer lugar las bendiciones (de personas, de la mesa, de objetos, de lugares).

Toda bendición es alabanza de Dios y oración para obtener sus dones.

En Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre “con toda clase de bendiciones espirituales”.

Por eso la Iglesia da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa de la cruz de Cristo.

jueves, 4 de octubre de 2018

QUÉ ES UN SÍNODO DE OBISPOS?

¿Qué es un Sínodo de Obispos?
El sínodo no es un congreso de obispos, sino que es una asamblea de carácter consultivo


Por: Daniel Alberto Robles Macías | Fuente: ConMasGracia.org 



Este año, el Papa Francisco ha convocado un Sínodo de Obispos con el lema: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. A través de esta Asamblea, la Iglesia busca escuchar y comprender la voz de los jóvenes de este siglo para que vuelvan a reconectarse con su fe; hecho que me parece muy importante y de interés para toda la Iglesia. Estoy seguro que, más de alguno, pudiera preguntarse ¿Qué es un sínodo? ¿Cuál es su objetivo? Vamos a descubrirlo.
El sínodo es una asamblea de obispos de carácter internacional, la cual se lleva a cabo cuando un Papa lo convoca. El Código de Derecho Canónico lo define así: “El sínodo de los Obispos es una asamblea de Obispos escogidos de las distintas regiones del mundo, que se reúnen en ocasiones determinadas para fomentar la unión estrecha entre el Romano Pontífice y los Obispos, y ayudar al Papa con sus consejos para la integridad y mejora de la fe y costumbres y la conservación y fortalecimiento de la disciplina eclesiástica, y estudiar las cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo” (CIC 342). De modo que, esta asamblea episcopal, permite al Papa estar en comunión con toda la Iglesia universal, a través de los obispos  a quienes convocó para pedir su consejo en temas específicos.
El sínodo no es un congreso de obispos, sino que es una asamblea de carácter consultivo, en el que los obispos pueden discutir, discernir y aportar propuestas al Papa sobre temas de gran importancia para la Iglesia y el mundo. Entre los asuntos que han sido razón suficiente para convocar un sínodo han sido: la familia, la Biblia, la Eucaristía, la Nueva Evangelización, etc.
Las conclusiones que arrojan estos encuentros son presentadas al Santo Padre, para que, luego, como ya es tradición, se publique una exhortación apostólica, misma que resume las ideas y aportaciones que surgieron entre todos los participantes.
Existen dos tipos de sínodoslos generales y los especiales. Los primeros, versan sobre asuntos que tienen que ver con la Iglesia universal. Los especiales, por su parte, trata sobre temas en específico que tienen que ver con algún sector o región de la Iglesia. Los sínodos generales pueden ser ordinarios y extraordinarios.Los ordinarios son los más comunes y se suelen celebrar cada tres años en el mes de octubre en Roma. Mientras que, los extraordinarios, se convocan sólo para tratar cuestiones que exigen una resolución rápida y urgente.
Un sínodo suele durar entre dos y tres semanas. En él participan entre 200 y 250 obispos, junto con el Santo Padre. De los purpurados que participan en este encuentro, acuden de todo el mundo y son elegidos por los obispos de sus respectivas conferencias episcopales y a otros los puede elegir directamente el Santo Padre. Reunidos en asamblea plenaria, cada obispo puede hablar solamente tres minutos. Pero ya en los pequeños grupos que se forman se profundiza con detenimiento cada tema hasta obtener conclusiones específicas.
Con la celebración de este nuevo sínodo, la Iglesia busca acercarse y conectarse con la juventud, ayudándolos a vivir su fe y a descubrir su vocación. En él participarán casi 270 obispos y además 34 jóvenes de todo el mundo. Pidamos por el fruto de este encuentro que es para bien de toda la Iglesia.

viernes, 10 de agosto de 2018

POR QUÉ NOS PERSIGNAMOS AL PASAR FRENTE A UNA IGLESIA?


¿Por qué nos persignamos al pasar frente a una Iglesia?
Es curioso observar cómo la gente al pasar por una Iglesia católica tiene diversas reacciones


Por: Daniel Alberto Robles Macías | Fuente: ConMasGracia.org 




Entre los católicos se acostumbra que cada vez que pasamos frente a una Iglesia nos santiguamos haciendo la señal de la cruz. Pero ¿Qué significa hacer este signo? ¿Es obligación hacerla o no?

Es curioso observar cómo la gente al pasar por una Iglesia católica tiene diversas reacciones, desde aquellos que se detienen por un momento y hacen la señal de la cruz, otros que parecen hacer ciertas muecas como si se avergonzaran de que los vieran y tratan de disimular haciéndolo de manera rápida y sin sentido, finalmente, están los que pasan de largo sin hacer ningún signo.

Hacer la señal de la cruz o santiguarse de manera consciente es una forma de saludo a Dios, de quien decimos que todo templo es su casa, porque allí habita en la forma del pan, en el Santísimo Sacramento del Altar.

Pero no solamente nos santiguamos cuando pasamos frente a un templo, también lo hacemos al levantarnos en las mañanas, al salir de casa, al empezar la jornada de trabajo diaria, antes de recibir los alimentos y al acostarnos por el día que termina.

El Catecismo de la Iglesia Católica refiere en su numeral 2157 que: “El cristiano comienza su jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la cruz, “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. El bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios e invoca la gracia del Señor que le permite actuar en el Espíritu como hijo del Padre. La señal de la cruz nos fortalece en las tentaciones y en las dificultades”.

Por tanto, hacemos este signo para recordar nuestra fe en Cristo Jesús que murió por nosotros en la cruz aun siendo pecadores; asimismo, nos reconocemos hijos de Dios a quien invocamos en el misterio de la Santísima Trinidad para ponernos bajo su protección y ayuda.

Cuando nos persignarnos retomamos una tradición apostólica muy antigua. El escritor Tertuliano, escribía: “En todos nuestros viajes y movimientos, en todas nuestras salidas y llegadas, al ponernos nuestros zapatos, al tomar un baño, en la mesa, al prender nuestras velas, al acostarnos, al sentarnos, en cualquiera de las tareas en que nos ocupemos, marcamos nuestras frentes con el signo de la cruz”.

Para nosotros los católicos la cruz no es símbolo de muerte, sino de salvación, pues ésta es la llave por la que nosotros podemos entrar al Reino. Ya lo dijo Jesús: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga” (Mc 8, 34). Por tanto, más que el signo de la cruz y el acto de persignarse, nos recuerdan que queremos ser seguidores de Jesús de una manera total y comprometida.

Hay que decir que fuera de la Misa y de las oraciones, no es obligatorio hacer la señal de la cruz, pero sí es necesario y bueno ya que nos hace ser coherentes con nuestra fe en vida, palabra y actos.

No perdamos esta costumbre de reconocimiento a Dios que se encuentra vivo y presente en el Sacramento del Altar en cada Iglesia que hay en el mundo. ¡No te avergüences! Hagamos la señal de la cruz con amor, devoción y orgullo de sabernos hijos amados por Dios. Recuerda las palabras de Jesús: “Yo les aseguro: Si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la Gloria de su Padre rodeado de sus santos ángeles” (Mc 8, 38).

viernes, 22 de junio de 2018

LA IGLESIA Y EL DEPORTE


La Iglesia y el deporte
¿Dónde radica, en última instancia, el interés eclesial por el deporte?


Por: Alexandre Borges de Magalhaes | Fuente: CEC Conectado Con lo Esencial 




El interés de la Iglesia por la actividad deportiva no es nuevo, pero en las últimas décadas ha experimentado un crecimiento significativo que coincide con la difusión del deporte a círculos cada vez más amplios de la sociedad. Los últimos Papas han estado atentos al mundo deportivo y a través de encuentros con equipos, selecciones y deportistas, han regalado importantes luces que propician una comprensión integral del deporte. En los últimos años, este esfuerzo eclesial se ha traducido en la creación de la sección “Iglesia y deporte”, del Pontificio Consejo para los Laicos, la Familia y la Vida y del Departamento de Deporte en el Pontificio Consejo para la Cultura, que buscan fomentar la reflexión acerca de la relación entre fe cristiana y deporte, impulsar la pastoral de los deportistas y difundir los valores cristianos asociados a la práctica deportiva, pues la Iglesia «está llamada a prestar atención también a todo lo que concierne al deporte, que puede ser considerado como uno de los puntos neurálgicos de la cultura contemporánea y frontera de la nueva evangelización»1.

Pero, ¿dónde radica, en última instancia, el interés eclesial por el deporte? Con mucha claridad lo dice el Papa Francisco: “Los lazos entre la Iglesia y el deporte son una bella realidad que se ha ido consolidando en el tiempo, porque la comunidad eclesial ve en el deporte un válido instrumento para el crecimiento integral de la persona humana. La práctica del deporte, en efecto, estimula una sana superación de sí mismos y de los propios egoísmos, entrena el espíritu de sacrificio y, si se enfoca correctamente, favorece la lealtad en las relaciones interpersonales, la amistad y el respeto de las reglas”2.

También nos ayuda remontarnos a la célebre intervención del Papa Pío XII acerca de los cuatro fines del deporte, donde enseña que el deporte «tiene como fin próximo el educar, el desarrollar y fortificar el cuerpo en su lado estético y dinámico; como fin más remoto, el uso del cuerpo por parte del alma, así preparado para el despliegue de la vida interior y exterior de la persona; como fin aún más profundo, el de contribuir a su perfección; por último, como fin supremo, en general y común a toda forma de actividad humana, el de acercar al hombre a Dios»3.

Al precisar la finalidad de la actividad deportiva, el Papa Pio XII muestra el trasfondo del interés eclesial por el deporte, que es la salvación del hombre en su totalidad, cuerpo y espíritu, dejando en evidencia que para la Iglesia el deporte es una actividad humana sumamente relevante, pues es un instrumento que permite al ser humano desarrollarse integralmente y acercarse a Dios.

La Iglesia se interesa por la práctica deportiva porque antes que nada se interesa por el bienestar físico y espiritual del ser humano, porque lo concibe como una unidad, no compuesta de partes aisladas e independientes, sino de realidades unidas, que interactúan y se influencian permanentemente. La visión cristiana del ser humano busca ser integral, evitando cualquier reduccionismo antropológico.


En la misma línea, se entiende el deporte no sólo en su aspecto físico, sino también en cuanto «ordenado al perfeccionamiento intelectual y moral del alma»4, como una «gimnasia del espíritu, un ejercicio de educación moral»5 que ayuda al ser humano a la consecución de los fines supremos para los que ha sido creado. «Asimismo, cuando se practica deportes de alto nivel hace falta preservar la armonía interior entre el cuerpo y el espíritu, no reduciendo el deporte solamente a la mera obtención de resultados»6.

“Nada hay nada verdaderamente humano que no encuentre eco”7 en el corazón del Pueblo de Dios, nos enseñaron los padres conciliares en la Gaudium et spes. En la misma dirección el Papa Francisco nos exhorta a seguir: ‘‘La Iglesia se interesa por el deporte porque le preocupa el ser humano, todo el ser humano, y reconoce que la actividad deportiva repercute en la formación de la persona, en sus relaciones, en su espiritualidad”8.

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1 Nota de prensa con ocasión de la fundación de la oficina “Iglesia y deporte” del Pontificio Consejo para los Laicos.
2 Papa Francisco, Mensaje a los Delegados de los Comités Olímpicos Europeos, 23/11/2013.
3 Pío XII, Discurso al Congreso italiano de educación física, 8/11/1952.
4 Pío XII, Discurso al Centro Deportivo Italiano, 5/10/1955.
5 Pablo VI, Discurso a los ciclistas del Giro de Italia, 30/5/1964.
6 Benedicto XVI, Discurso al equipo de ski alpino de Austria, 6/10/2007.
7 GS, 1.
8 Papa Francisco, Discurso a los miembros de la Federación Italiana de Tenis, 8/5/2015.

sábado, 5 de mayo de 2018

PERSECUCIÓN, EL AMOR NO SE IMPONE POR LA VIOLENCIA NI EL FANATISMO


Persecución
Nuestra verdad es la verdad del amor y el amor no se impone por la violencia ni el fanatismo


Por: Pedro Luis Llera Vázquez | Fuente: Catholic.net 




Cuando hablamos de “persecución” y de “martirio”, se nos vienen a la cabeza escenas de fieras en el circo romano devorando a los cristianos ante un emperador despótico y unas masas enardecidas y sedientas de sangre. Olvidamos a menudo que las persecuciones más sangrientas contra la Iglesia tuvieron lugar el siglo pasado a manos de dictadores como Stalin, Mao o Hitler; o en la II República española antes y durante la Guerra Civil. El 13 de octubre de 2013, en Tarragona, hemos celebrado la fiesta de beatificación de 480 mártires españoles de la Guerra Civil.

Pero si el Siglo XX fue un siglo de mártires entre los cristianos, el XXI va camino de superar todas las marcas. El domingo 22 de septiembre fue uno de esos días teñidos de rojo por la sangre de nuestros mártires. En un centro comercial de Nairobi – el Westgate – el grupo terrorista Al Shabab asesinó a más de sesenta personas por el mero hecho de no ser musulmanes. Para los integristas islámicos de la órbita de Al Qaeda, los cristianos somos sus enemigos a batir.

Y ese mismo domingo, en Peshawar – Pakistán – dos terroristas suicidas asesinaron a más de ochenta fieles a la salida de misa en la Parroquia de Todos los Santos: una masacre. El único delito de las víctimas fue ir a misa a cumplir con el precepto dominical. Su crimen era ser cristianos en un país de mayoría musulmana.

La persecución a los cristianos en el siglo XXI está resultando cruel, terrorífica. En países como Arabia Saudí no se pueden construir iglesias ni anunciar el Evangelio. La conversión al cristianismo para un musulmán está penada con la muerte. Afganistán, Yemen, Pakistán, Egipto, Siria, Irán, Irak… Pero no son sólo los países de mayoría musulmana quienes asesinan, secuestran o torturan a los cristianos. Otro tanto ocurre en países comunistas como Corea del Norte o China, donde la Iglesia Católica está perseguida y vive en la clandestinidad, como en la época de las catacumbas. Y ante todo esto, la llamada “Comunidad Internacional” mira hacia otro lado y calla: no sé si por cobardía, por intereses económicos o por ambas causas.

Ser cristiano es arriesgado. No se puede seguir a Cristo sin cargar con la cruz y asumir las persecuciones y humillaciones que este seguimiento inevitablemente te va a acarrear. No hay fe auténtica sin persecución. Esto ha sido así siempre y lo seguirá siendo hasta el final de los tiempos. En muchas partes del mundo ir a misa significa jugarse la vida. Y aquí, en Europa hay quienes siguen opinando que la misa es aburrida...

En esta España mundanizada y pagana en la que nos ha tocado vivir, los católicos también estamos sufriendo ciertos modos de persecución. Tenemos un doble frente. Por un lado tenemos a los laicistas anticlericales de toda la vida: socialistas, comunistas, anarquistas y liberales. Todos ellos odian a la Iglesia – con mayor o menor virulencia – y propugnan y difunden un relativismo moral que se extiende como una mancha de aceite por toda España. Para todos estos, la fe representa oscurantismo y caverna. La única verdad para ellos es la verdad científica: no hay más realidad que la material, que lo que podemos ver y tocar. La Iglesia es el enemigo a batir, porque anuncia a un Dios, una Verdad, una vida sobrenatural y unos principios morales que para los enemigos de Cristo resultan inaceptables. Este frente laicista, materialista y ateo tiene sus expresiones más radicales en el homosexualismo político y sus marchas del orgullo gay, convertidas en verdaderos aquelarres, violentamente anticatólicos; y, peor aún, en esos grupos anarquistas que últimamente están perdiendo el miedo y ya se atreven a atentar en la Catedral de la Almudena de Madrid o, más recientemente, contra la Basílica del Pilar de Zaragoza. La ideología de género, la defensa del aborto como derecho de la mujer y de la eutanasia para asesinar impunemente a enfermos y ancianos; el apoyo a la investigación con embriones humanos y a las prácticas eugenésicas, son común denominador de todas estas ideologías que representan lo que se ha venido en llamar “cultura de la muerte”. Aquí todavía no nos matan a los católicos (se burlan de nosotros, blasfeman y nos humillan), pero todo se andará y cualquier día las bombas en iglesias acabarán por provocar víctimas inocentes.

El otro frente es más sutil, pero no menos destructivo para los católicos: es la quinta columna infiltrada dentro de la propia Iglesia. Que te persigan los comunistas o los anarquista entra dentro de lo “normal”. Pero que la persecución se dé dentro de la propia Iglesia, resulta infinitamente más doloroso. Se trata de una serie de católicos que pretenden convertir la fe en ideología al servicio de sus propios intereses. Entre ellos, distinguimos dos bandos:

Por un lado, tenemos los católicos “progresistas”, abanderados por la llamada teología de la liberación, que con una utilización demagógica y torticera de la irrenunciable opción preferencial por los pobres, asume los medios y las estrategias de la izquierda radical para apoyar opciones revolucionarias. Son los que utilizan el Concilio Vaticano II para pedir una “democratización” de la Iglesia, para atacar sistemáticamente a la Jerarquía, a los dogmas, a la doctrina y al catecismo católico para trasformar las estructuras sociales desde postulados inmanentistas. Para ellos, el Reino de Dios y el paraíso comunista son básicamente lo mismo. Son estos quienes adulteran la liturgia, quienes plantean el sacerdocio femenino, quienes apoyan el matrimonio homosexual desde dentro de la Iglesia y un largo etcétera de heterodoxias. No les gusta la Iglesia ni aceptan sus principios, pero no se van de ella. Los nuevos herejes buscan destruir la Iglesia desde sus entrañas. Si realmente creyeran en el sacerdocio femenino, en la supresión del celibato para los sacerdotes y en esa Iglesia democratizada, lo tendrían fácil: con irse a la Iglesia anglicana o a la luterana lo tendrían resuelto y todas sus aspiraciones cumplidas: sacerdotisas, obispos y obispas gays y lesbianas... Todo lo que ellos quieren para la Iglesia Católica y más. Pero estos no se van ni con agua hirviendo y siguen erre que erre dando la tabarra.

Pero hay un segundo frente de enemigos quintacolumnistas que es todavía más peligroso. Este segundo grupo es más sutil. Muchos de sus integrantes son de misa diaria: gente conservadora, personas de orden de toda la vida. Yo los denominaría católicos “liberales”. A ellos les gusta denominarse “demócratas cristianos”, aunque al fin y a la postre, ni lo uno ni lo otro. Muchos de ellos son nostálgicos de la transición, donde se sintieron protagonista del cambio político en España. Son muy tolerantes y abiertos a todas las sensibilidades, siempre y cuando esa sensibilidad coincida con la suya. En realidad, son “posibilistas” que tratan de conciliar lo irreconciliable y pretenden casar su condición de católicos con la militancia en partidos que defienden políticas abiertamente contrarias al magisterio de la Iglesia. Son los católicos que miran hacia otro lado y callan como muertos cuando el ministro de justicia aplaude con las orejas la sentencia del Constitucional que ratifica la legalidad del matrimonio homosexual; o quienes callan ante el reiterado retraso de la anunciada reforma de la ley del aborto (que ya verán ustedes en qué va a quedar), mientras miles de niños inocentes mueren cada día en las clínicas del horror. Estos católicos anteponen los cargos, los sueldos y los privilegios que les reporta su militancia política o su cercanía al poder, a sus obligaciones como miembros de su Iglesia. Para estos católicos light (o tibios como los llama el Apocalipsis), quienes permanecen firmes en la defensa de la Doctrina Social de la Iglesia y de los principios no negociables son unos integristas fanáticos. No soportan la virtud y la autenticidad de los católicos coherentes, porque esa integridad pone de manifiesto y denuncia su hipocresía y su fariseísmo. Sus acciones contradicen sus palabras: por sus hechos los conoceréis. Les gusta ocupar los primeros puestos y se codean con obispos y cardenales. Presumen de su condición de católicos; pero en realidad, son sepulcros blanqueados que no ocultan sino podredumbre y muerte.

Si defender lo mismo que el Papa y los obispos, te convierte en un integrista, yo lo soy sin duda. Si no casarse con los intereses de este mundo te convierte en un fanático, bendito fanatismo. Si mantenerse aferrado a la sana doctrina de la Iglesia te convierte en un intolerante, pues también me apunto a esa intolerancia. Nosotros no podemos ser intransigentes ni fanáticos. Lo deja claro el Papa Francisco en su Encíclica Lumen Fidei: nuestra verdad es la verdad del amor y el amor no se impone por la violencia ni el fanatismo. La Verdad que proclamamos es Cristo y Éste, crucificado.

Conozco de primera mano alguna institución católica dirigida por este tipo de católicos, tan tolerantes y liberales ellos, que han puesto en marcha verdaderas purgas contra directores de colegio, rectores de universidad y profesores verdaderamente santos y competentes por ser católicos “integristas” – yo diría que íntegros – de esos que creen en Dios y no negocian con su fe ni con los principios ni con su adhesión a la doctrina de la Iglesia. La tolerancia de estos católicos “liberales” se torna en persecución contra todos aquellos que se niegan a claudicar ante los valores de este mundo. ¿Es posible que pasen estas cosas? Puede parecer increíble, incluso kafkiano; pero sí. Esto pasa en España en 2013. Y lo peor del caso es que nadie mueve un dedo ante lo que está pasando. Todos parecen mirar hacia otro lado, mientras los lobos disfrazados de corderos devoran a las ovejas. Esto también es persecución: una persecución silenciosa e incruenta, pero que está provocando mucho sufrimiento y dolor en muchas personas buenas y santas. Yo podría dar el nombre de unos cuantos.

¿Y qué podemos hacer ante tanta persecución y tanta injusticia? Paciencia, perdón y amor hacia nuestros enemigos; rezar por quienes nos ofenden y nos humillan y seguir el ejemplo de los santos. No queda otra. El mal acabará devorándose a sí mismo. Y el triunfo final es del Señor: ante su presencia, todos tendremos que rendir cuentas. Hasta entonces, el trigo y la cizaña seguirán creciendo juntos y el Señor continuará haciendo salir el sol sobre justos e impíos. Pero al Señor no se le puede engañar porque para Él nada hay oculto.

lunes, 23 de abril de 2018

A LA IGLESIA CATÓLICA AÚN LE IMPORTA EL LATÍN?


¿A la Iglesia Católica aún le importa el latín? Aquí la respuesta
Redacción ACI Prensa







Pareciera que el latín, cuya existencia se remonta varios cientos de años antes de Cristo, es un objeto de estudio poco probable para nuevas investigaciones, pero la Iglesia mantiene vigente un concurso donde es requisito el uso de esta lengua.

Se trata del Premio de las Academias Pontificias y se abre cada año.

¿Por qué la Iglesia Católica se preocupa tanto por promover el latín? Por varias razones.

“En el Vaticano algunos de los documentos más importantes emitidos por el Papa y la Santa Sede están oficialmente escritos en latín”, dijo en 2017 el secretario de la Pontificia Academia para el Latín, P. Roberto Spataro, en conversación con CNA –agencia en inglés del Grupo ACI–.


A lo anterior se suma que la versión estándar de la Biblia, llamada la Vulgata, también está escrita en latín.

Aparte de esta razón muy práctica, dijo el sacerdote, es a través del latín que se puede estar en contacto con la vasta herencia de la Iglesia a lo largo de los siglos y “descubrir que este mismo lenguaje ha sido durante mucho tiempo el medio del diálogo entre la fe y la razón”.

El premio anual de las Pontificias Academias es auspiciado por el Pontificio Consejo para la Cultura y la Pontificia Academia para el Latín, fundada por el Papa Benedicto XVI en el 2012 a través del motu proprio Latina Lingua.

Ese motu proprio asegura la importancia del estudio y la preservación del latín, pero de ninguna manera el único.

“El Papa Benedicto quiso inspirar a la Iglesia universal para que no olvide que el latín es la llave de un inmenso tesoro de sabiduría y conocimiento”, dijo Spataro.


En 1962, San Juan XXIII emitió la constitución apostólica Veterum Sapientia, en la que “declaró solemnemente” que el latín tiene tres características distintivas que hacen de este antiguo lenguaje el “lenguaje legítimo para la Iglesia Católica Romana”, dijo Spataro.

Así como la Iglesia es por naturaleza “católica” o “universal”, la lengua latina es también internacional, no perteneciendo a un país o lugar; y como ya no es una lengua viva, también es inmutable.

Esto “lo hace perfecto para las evaluaciones dogmáticas y litúrgicas ya que tal actividad intelectual requiere un lenguaje lúcido que no deja ambigüedad en la expresión. Es hermoso y elegante, y la Iglesia siempre es amante de las artes y la cultura”, explicó el sacerdote.

viernes, 16 de marzo de 2018

CÓMO SE PERFECCIONA UN EXORCISTA PARA ENFRENTAR AL DIABLO?


¿Cómo se “perfecciona” un exorcista para enfrentar al diablo?
POR DAVID RAMOS | ACI Prensa
Foto: Pixabay / Dominio público.





“Se podría decir, en líneas generales, que sí, que se necesitaría un mayor número de exorcistas para atender los casos que se presentan, pero sobre todo que se necesita una mejor capacitación”. Así lo asegura el P. Pedro Barrajón, Director del Instituto Sacerdos, que organiza un curso especial para capacitar a exorcistas en Roma, Italia.

En declaraciones a ACI Prensa este 15 de marzo, el P. Barrajón es claro: “no importa solo el número sino la calidad de las personas”.

Por lo “especial y delicado” de este ministerio, señala, se requiere que el exorcista tenga “una preparación sólida”.

El Instituto Sacerdos, del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma, organiza del 16 al 21 abril de 2018 su 13° Curso de Exorcismo y de Oración de Liberación.

El presbítero español indica que “un grupo de sacerdotes, hace ya más de diez años, nos pidió tratar el tema del exorcismo y la oración de liberación. Ellos encontraban en su ministerio casos pastorales a los que no sabían muy bien qué solución dar, pues habían recibido poca formación al respecto en seminarios y en las facultades de teología”.

“Y es cierto que durante bastante tiempo este tema se dejó más bien a la práctica pastoral, pero no había demasiada profundización teológica”.


El también doctor en teología por la Pontificia Universidad Gregoriana, asegura que en el curso para exorcistas “tratamos de ofrecer un programa serio, bien estructurado, con buena fundamentación bíblica, teológica, pastoral, canónica y en las ciencias humanas. El curso fue muy acogido desde el inicio”.

El perfil de un exorcista

El P. Barrajón destaca que la labor de un exorcista, asignada por un obispo a uno de sus sacerdotes, requiere de “hombres de Dios, prudentes, con fortaleza de espíritu, de profunda oración, de sana y sólida formación teológica y espiritual”.

Estos sacerdotes, precisa, deben ser “obedientes a la Iglesia y a los pastores, que no crean que el poder contra el diablo viene de ellos mismos”.

Por el contrario, advierte, tienen que estar conscientes de que “es Cristo Salvador quien es capaz de vencer al príncipe de este mundo”.

Teología, liturgia, psicología y culturas

El sacerdote español indica que el curso organizado por el Instituto Sacerdos se enfoca en “las bases teológicas sobre la existencia y naturaleza de las creaturas puramente espirituales que son los ángeles y, más en concreto de los ángeles caídos, los demonios”.

También, precisa “es muy necesaria también la formación litúrgica”, pues “no hay que olvidar que el exorcismo es un sacramental”.

“Y, además, es necesaria la formación canónica, elementos de psicología que permiten distinguir una enfermedad mental de verdadera acción diabólica, comprender cuáles son los criterios de discernimiento para poder juzgar si se trata verdaderamente de un caso de posesión”.

“Se da un panorama de la práctica del exorcismo en diversos continentes y culturas, se exponen los elementos que ayuden a la vida espiritual de quien se dedique a este ministerio y a los laicos que apoyan con la oración, etc.”, explica.

Entre los varios ponentes del curso figuran Mons. Luigi Negri, Obispo Emérito de Ferrara (Italia); Mons. Rafael Martinelli, Obispo de Frascati (Italia); el sacerdote exorcista César Truqui; y la psicóloga Anna Maria Giannini.

El P. Barrajón precisa luego que si bien el curso “está dirigido principalmente a sacerdotes que quieren tener una formación en este ámbito”, pueden participar “también laicos que tengan un serio interés científico o pastoral en el tema”.

“Para ellos se requiere una carta de su obispo”, explica.

Para saber más sobre el 13° Curso de Exorcismo y de Oración de Liberación del Instituto Sacerdos, puede entrar AQUÍ.

lunes, 5 de marzo de 2018

5 RAZONES POR LAS QUE UN CATÓLICO DEBE FORMARSE EN LA FE


5 razones por las que un católico debe formarse en la fe
Redacción ACI Prensa
 Foto: Pixabay (Dominio Público)




En la actualidad muchos católicos se encuentran en distintas situaciones en las que son abordados por personas que no comparten las mismas creencias o las cuestionan, y en ocasiones no son capaces de dar respuestas satisfactorias debido a la falta de formación de la fe.

Uno de los pastores de la Iglesia que más resaltan la necesidad de la formación cristiana es Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de la Plata, quien ha alentado a los laicos a formarse "en las verdades de la fe para poder vivir de ellas y adquirir criterios para discernir y evaluar las cosas del mundo".

En la misma línea de alentar la formación intelectual, el magíster en gestión de la educación, Julián Echandía, compartió con ACI Prensa 5 razones por las que un católico debe formarse en la fe.

1. Porque conociendo la fe se le ama

“Conocer nuestra fe para amarla, porque nadie ama lo que no conoce. Los católicos debemos conocer los contenidos de nuestra fe, porque la fe no es esencialmente un sentimiento sino que es la adhesión de todo nuestro ser a un conjunto de verdades”, explicó Echandía.  

Por lo tanto, añadió, “debemos para ello conocer a fondo la fe de la iglesia. La fe que no se conoce, no se ama”.

2. Porque aprendemos a vivir cristianamente

Si queremos servir al Señor y amar a la Iglesia debemos esforzarnos por formarnos integralmente ¿Cómo podemos vivir cristianamente si no sabemos lo que es nuestro cristianismo?  Esta formación no puede ser superficial sino encarnada e integral. Conocer y amar para vivir.

3. Porque debemos dar razón de nuestras creencias

El experto manifestó que para compartir nuestra fe debemos aprender a dar razón de lo que creemos.

“San Pedro invitaba a los cristianos a que ‘estén siempre dispuestos a dar a todos los que le pidan la razón de su esperanza’ (1 Pe 3,15). Estas palabras también se aplican a nosotros. Mostrar nuestra convicción con argumentos”, precisó.

4. Porque nos permite defendernos

La formación del cristiano es especialmente necesaria en nuestro tiempo ya que vivimos en un ambiente contrario a la fe. Se atacan nuestras creencias y valores a través de la prensa, el gobierno de turno, etc.

5. Porque nos ayuda a dialogar con aquellos que están alejados de la Iglesia

Finalmente, aseguró que formarnos ayudará al diálogo con los hermanos separados y de otras religiones.

“La mejor manera de dialogar es saber bien cuál es nuestra fe y saber encontrar los puntos que tenemos en común y los que nos diferencian”, concluyó el experto.

sábado, 24 de febrero de 2018

QUÉ ES UN RETIRO ESPIRITUAL?


¿Qué es un retiro espiritual?
Soledad, sosiego, silencio, serenidad. Vida interior...Un verdadero encuentro con Dios.


Por: Javier Martínez. | Fuente: la Capellanía de la Universidad de Navarra 




¿De qué se trata?

Hacer unos Ejercicios Espirituales, un Curso de retiro, es una manera eficacísima de acercarse a Dios, una oportunidad estupenda para tratarle con paz, con mayor intensidad. Conocerle y conocernos con la luz que El nos da, de modo que ese conocimiento influya en nuestra vida, mejorándola, amando más a Dios y al prójimo. Muchas veces será el inicio de una sincera conversión.

Hay momentos en la vida en que es necesario pararse; épocas en las que hay un nuevo despertar, en las que surgen -con la fuerza de la primera vez-, pasiones e iniciativas, afanes nobles que necesitan un cauce; periodos en que las necesidades espirituales se agudizan, y se mira la vida cara a Dios, y uno se plantea las grandes cuestiones de todos los tiempos: ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Cuál es nuestro origen? ¿Cuál es nuestro fin? ¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe?

Muchas veces vamos por la vida como a galope. Más que ir nosotros, nos traen y nos llevan las cosas, las situaciones, las circunstancias. ¡Siempre con prisas! ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Para quién trabajo de esta manera?… ¡Que se detenga el mundo un par de días! ¡Necesito pensar! Pues bien, en cierto sentido un Curso de retiro hace realidad ese “milagro”.

En muchas ocasiones nos limitamos a actuar como dice San Josemaría Escrivá en el nº 837 de Camino: “¡Galopar, galopar!…¡Hacer, hacer!… Fiebre, locura de moverse… Maravillosos edificios materiales…

Espiritualmente: tablas de cajón, percalinas, cartones repintados… ¡galopar!, ¡hacer! —Y mucha gente corriendo: ir y venir.

Es que trabajan con vistas al momento de ahora: “están” siempre “en presente”. —Tú… has de ver las cosas con ojos de eternidad, “teniendo en presente” el final y el pasado… Quietud. —Paz. —Vida intensa dentro de ti. Sin galopar, sin la locura de cambiar de sitio, desde el lugar que en la vida te corresponde, como una poderosa máquina de electricidad espiritual, ¡a cuántos darás luz y energía!…, sin perder tu vigor y tu luz.”
La paz de unos días de retiro sirve para pensar con calma en lo importante, y poner un poco de orden en las ideas. Familia, trabajo, vida cristiana, amistades… ¿Está cada cosa en su sitio? ¿Tengo que redimensionar algún aspecto de mi vida?

Soledad, sosiego, silencio, serenidad. Vida interior

Buscar la soledad es una constante en la historia de la espiritualidad, porque en la soledad acontece con más facilidad el encuentro del alma con Dios.

“Siempre empiezo a rezar en silencio, porque es en el silencio del corazón donde habla Dios. Dios es amigo del silencio: necesitamos escuchar a Dios, porque lo que importa no es lo que nosotros le decimos, sino lo que El nos dice y nos transmite” (Beata Madre Teresa de Calcuta. Camino de sencillez).

Para oír la voz de Dios se necesita un ambiente apropiado. Un clima de silencio, de recogimiento interior, que facilite el diálogo personal con El. Hablarle y escucharle. Eso es la oración. Y en ese ambiente, podemos preguntarnos sobre el sentido de nuestra vida, y preguntárselo a Dios, que es quien nos la ha dado.

Retirarnos algunos días a un lugar solitario, para descubrir los valores del espíritu y ejercitarlos más en nuestra vida. Para ahondar hasta llegar a las raíces de lo que somos, de la grandeza y dignidad de ser y sabernos hijos de Dios. Para meditar sobre nuestro destino eterno.
“Distraerte. —¡Necesitas distraerte!…, abriendo mucho tus ojos para que entren bien las imágenes de las cosas, o cerrándolos casi, por exigencias de tu miopía…

¡Ciérralos del todo!: ten vida interior, y verás, con color y relieve insospechados, las maravillas de un mundo mejor, de un mundo nuevo: y tratarás a Dios…, y conocerás tu miseria…, y te endiosarás… con un endiosamiento que, al acercarte a tu Padre, te hará más hermano de tus hermanos los hombres.” (San Josemaría Escrivá, Camino, nº 283).

Pegas y excusas

Sin cesar aparecerán razonadas pegas y excusas para dilatar, o no hacer un Curso de retiro: “sería estupendo, lo reconozco, pero…” “no es que no quiera hacerlo, es que…” Siempre habrá algo urgente que nos impida encontrar tiempo para lo importante. Y unos días de retiro –procura que sean cada año- son muy importantes para tu vida. Las mayores dificultades son la pereza, no querer rectificar y evitar enfrentarse consigo mismo.
Piensa..¿No sientes que a tu vida -tan llena de ciertas cosas- le falta sentido? Querrías cambiar y, ¿no sabes cómo? Haz un Curso de retiro.

Meditaciones y charlas

El Curso de retiro consta de distintos actos de piedad, -charlas, meditaciones, etc.- y de muchos momentos de silencio dedicados al examen personal y a la oración.

En las meditaciones y charlas se suelen recordar las verdades fundamentales de la fe y de la moral cristiana, -de acuerdo con lo que el Magisterio de la Iglesia ha declarado doctrina segura-, para que nos lo apliquemos y mejoremos personalmente. Se procura que descubramos a Dios que se nos da a conocer en medio del trabajo, en la vida familiar o social, por la calle… que nos invita a participar de su felicidad, y que pide nuestra correspondencia.

En el Curso de retiro no se plantean temas discutibles. Por eso no vamos para opinar o a hacer debates; vamos a aprovechar el tiempo, a aprender y a adquirir la doctrina cierta, en la que se fundamenta la vida espiritual y de la que se desprenden los criterios prácticos de conducta.

Es posible que, en alguna ocasión necesitemos tratar con mayor detenimiento algún aspecto de las meditaciones o charlas, o que tengamos alguna duda que nos interese aclarar. Entonces, para no distraer la atención de los demás, con sencillez, podemos acudir en privado al sacerdote o a alguna de las personas encargadas de atender el Curso de retiro.

Santa Misa y Sacramento de la Reconciliación

En el Curso de retiro se celebra diariamente la Santa Misa, y tenemos la oportunidad de recibir al Señor. La Santa Misa es lo más importante en la vida de un cristiano; es “el centro y la raíz de la vida interior”. Porque es el mismo Sacrificio de la Cruz. Cuando se celebra una Misa, se hace presente lo que sucedió en el Calvario, aunque de una manera incruenta –sin derramamiento de sangre- y misteriosa.

Para vivir esta aventura estupenda de tanta intimidad con el Señor –lo tocamos, lo comemos, nos “endiosamos” al recibirle-, hay que estar en gracia, haber conseguido antes el perdón de nuestros pecados. Este es otro de los grandes dones que el Señor nos hace en el Curso de retiro.

Con la Confesión bien hecha, Cristo perdona los pecados. Cuanto mejor se confiesa uno, más gracia recibe y más se aproxima a El. Y acercarnos a Dios es encontrar la alegría y la paz. Por eso es muy importante aprovechar el sosiego y el recogimiento interior de esos días, para preparar y hacer una buena Confesión.

Visita al Santísimo y exposición con el Santísimo

En el retiro, se hace la Visita al Santísimo. Consiste en devolverle con todo cariño, esa visita que El antes hizo a nuestra alma, cuando le recibimos en la Comunión. Es un detalle de delicadeza humana y sobrenatural.

La ceremonia de la exposición con el Santísimo es sencilla y solemne, y mueve mucho a la piedad. Además de la estación a Jesús Sacramentado, se cantan diversos himnos, p.ej. Pange lingua (¡Canta, oh lengua!), Tantum ergo (Veneremos, pues) y Laudate (Alabad al Señor), cánticos antiquísimos y llenos de significado. Se termina con unos actos de desagravio a Dios y a sus santos.

Lectura espiritual, Vía Crucis y trato con María

Aprovecha el Curso de retiro para conocer mejor a Jesucristo, y así poder tratarle y quererle más. ¿Cómo? Ayudándote, en los ratos libres, de algún libro sobre su vida; o haciendo lectura meditada de los Evangelios, o del Catecismo de la Iglesia Católica.

Durante el Curso de retiro hará mucho bien a tu alma, dedicar todos los días algún rato a hacer el Via Crucis. Recorrer la vía dolorosa hacia el Calvario junto a Jesús, nos da la oportunidad de contemplar los dolores físicos y morales del Señor y, verlos como lo que realmente son, fruto de nuestros pecados, de los tuyos y de los míos. San Pablo lo explica con claridad cuando dice que cada vez que el cristiano peca, renueva la Pasión de Cristo. Por esta razón, la devoción del Vía Crucis nos ayuda a arrepentirnos de nuestros pecados, a pedirle perdón y a desear no volver a actualizar sus sufrimientos.

Busca modos personales para tratar a la Virgen. Es propio de buenos hijos querer mucho a su Madre, y demostrárselo con detalles de cariño. Algunos son tradición antiquísima de la Iglesia: como el rezo del Angelus y la Salve. Entre las oraciones y devociones que son más gratas a la Virgen, el rezo del Santo Rosario es, quizá, la más popular.

Hacer examen. Sinceridad. Propósitos de cambio

En el retiro te ayudará asistir a las meditaciones, charlas, lectura, etc., pero no basta con participar en estos actos, sino que lo fundamental y prioritario estará en examinar la conducta y la conciencia: repasar nuestra vida reciente y pasada, con relación a Dios y al prójimo.

El encuentro con Dios en esos días, consiste esencialmente en una sincera y profunda apertura del alma, que muestra la situación de la propia vida, la fe y la confianza en Jesucristo, el arrepentimiento de las culpas, la rectificación de la vida y las necesidades que agobian o pesan.
Porque no es suficiente no desear ofender a Dios, sino que tenemos que llegar a quererle como se quieren los amigos de verdad. Si faltase la sinceridad, desaparecería la posibilidad misma de la intimidad con Jesús, que no puede hacer nada con la doblez, con quien se oculta, con aquella persona que no quiere abrirle de par en par su interioridad.

“Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida.” (S. Agustín, Las Confesiones).

Véncete, y trata de aprovechar bien los días de retiro, y vendrán los frutos: propósitos de cambio -grandes o pequeños- en algún aspecto de tu vida. Y con la gracia de Dios -y también, si queremos, con la ayuda del sacerdote- cambiar lo que haya que cambiar; mejorar lo que haya que mejorar. Después vendrá la vida ordinaria, en la que tendremos que poner por obra, luchando, lo que con la gracia de Dios hemos visto durante esos días.
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