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miércoles, 3 de junio de 2015

REZANDO EL PADRE NUESTRO FRENTE A LA EUCARISTÍA


Rezando el Padre Nuestro frente a la Eucaristía
Te pido mi Jesús, que cada vez que rece la oración que tú me enseñaste, lo haga despacio, con calma, con amor.
Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net




Estoy frente a ti, Señor, en esta mañana de cielo azul y sol resplandeciente, en las visperas de la Solemnidad de Corpus Christi. Me dispongo a rezar, después de saludarte y empiezo:

"Padre Nuestro... me detengo y llega hasta mi como un relámpago la escena en que tú, Jesús, les decías a aquel grupo de hombres que habías escogido, que te seguían y que te veían orar.

Te preguntaron cómo debían orar y tú dijiste:

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. (Mt 6, 9-13)

Y añadiste: Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes. (Mt 6, 9-15)

Me detengo unos momentos para pensar lo que estoy diciendo, ya que generalmente esa oración es una rutina en mi vida.

Su comienzo es toda una maravilla de grandeza, de fuerza, de ternura... y revelada por ti, Señor, porque sino ¿quién se atrevería a llamar PADRE, al Omnipotente, al Creador del cielo y de la tierra, a la Divinidad, al Todopoderoso, al que dijo: "Yo Soy El que Soy"? Pues bien, Jesús, tú que eres su Hijo, dijiste que es así como le podemos llamar, con plena confianza, con respeto pero con mucho amor: Padre

También nos dices que hay que santificar ese NOMBRE, que debemos darle todo el respeto y la gloria de que es merecedor y después añades una petición: Que venga tu Reino, ese Reino por el que Tú te hiciste hombre y es el que viniste a anunciar y que fue el causante de tu muerte y nos sigues pidiendo que recordemos que es también nuestra misión el anunciarlo.

Y lo que sigue, ¡qué bien lo sabes tú, Jesús! Cada día, en todos los rincones de la Tierra hay alguien que te dice, aún con lágrimas en los ojos y el corazón roto de dolor, ¡hágase tu Voluntad! ¡Qué difícil, cómo cuesta dejar todo en tus manos y aceptar tu Voluntad!

Y sigue otra petición: Nuestro pan Señor que no nos falte. ¡Que todos tus hijos, sin distinción de razas y credos, tengan el alimento de cada día, ya que a ti te preocupaba y apenaban aquellos hombres que te seguían y no tenían que comer y que tenían hambre... y lleno de piedad hiciste uno de los milagros más hermosos. Ahora nos toca a nosotros luchar porque llegue el día en que no exista el hambre en esta Tierra.
Y lo más importante, que nunca nos falte TU Pan, la Eucaristía, que siempre podamos recibirla, que aumentes nuestra fe para amar cada día más Tu presencia en ese pequeño pedacito de Pan donde quieres quedarte con nosotros para siempre.

Y luego, la petición de la humildad pidiendo perdón de nuestras ofensas, pero ese perdón, lleva una condición. ¡Ay, Jesús, esa condición, tú lo sabes porque conoces nuestro corazón, cómo nos cuesta! Mira que le ponemos al Padre, el ejemplo de que nos perdone "cómo nosotros perdonamos" y nosotros somos los que siempre decimos: "¡yo eso no lo voy a perdonar, no puedo, me han hecho demasiado daño o es una persona que no la soporto, me cae muy mal y no la voy a perdonar!" o "yo perdono pero... no olvido". ¡Ay, Jesús!, tú que sabes y recuerdas que diste hasta la última gota de tu preciosa sangre para que fuésemos perdonados y sabes también que esa es la condición del amor por nuestros semejantes. Perdonar y olvidar, porque así es el perdón que Dios, nuestro Padre, nos da. Y nosotros sabemos muy bien cómo es nuestro perdón...

Ya voy a terminar la oración más hermosa que nos pudiste enseñar, pidiendo: Que no nos dejes caer en la tentación, qué seamos fuertes para no rendirnos a los mil sortilegios y engaños del enemigo de ese Dios que tanto nos ama y ¡líbranos del mal! Si, líbranos de ese mal y de tantos males para que no echen raíces en nuestro corazón, y nos puedan alejar de nuestro Padre Dios.

Bendita, como ninguna, la oración del Padre Nuestro, que siendo tan hermosa la decimos todos los días pero tan rutinariamente que no le podemos dar todo el maravilloso sentido y poder que ella encierra.

Te pido mi Jesús, que cada vez que rece la oración que tú me enseñaste, lo haga despacio, con calma, con amor, sabiendo que la dirijo a mi Padre Bueno que me escucha y me ama.

Gracias por estar presente en la Eucaristía... gracias por Tu Pan de cada día.

miércoles, 27 de mayo de 2015

CELEBRAR A CRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE, NOS LLENA DE ALEGRÍA


Celebrar a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote,
 nos llena de alegría
Cristo es el único Salvador del mundo. De un modo personal, profundo, quiere ser, también, mi Salvador.


Por: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net




Nuestro corazón está herido por el pecado, nuestra mente vive dispersa en mil distracciones vanas, nuestra voluntad flaquea entre el bien y el mal, entre el egoísmo y el amor.

¿Quién nos salvará? ¿Quién nos apartará del pecado y de la muerte? Sólo Dios. Por eso necesitamos acercarnos a Él para pedir perdón.

Pero, entonces, "¿quién subirá al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar en su recinto santo?" Sólo alguien bueno, sólo alguien santo: "El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura" (Sal 24,3-4).

Sabemos quién es el que tiene las manos limpias, quién es el que tiene un corazón puro, quién puede rezar por nosotros: Jesucristo.

Jesucristo puede presentarse ante el Padre y suplicar por sus hermanos los hombres. Es el verdadero, el único, el "Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec" (Hb 5,10; 6,20). Es el auténtico "mediador entre Dios y los hombres" (1Tm 2,5), como explica el "Catecismo de la Iglesia Católica" (nn. 1544-1545).

Cristo es el único Salvador del mundo. De un modo personal, profundo, quiere ser, también, mi Salvador.

Celebrar a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, nos llena de alegría. El altar recibe la Sangre del Cordero. El Sacerdote que ofrece, que se ofrece como Víctima, es el Hijo de Dios e Hijo de los hombres. El Padre, desde el cielo, mira a su Hijo, el Cordero que quita el pecado del mundo, el Sumo Sacerdote que se compadece de sus hermanos.

El pecado queda borrado, el mal ha sido vencido, porque el Hijo entregó su vida para salvar a los que vivían en tinieblas y en sombras de muerte (cf. Lc 1,79).

Podemos, entonces, subir al monte del Señor, acercarnos al altar de Dios, participar en el Banquete, tocar al Salvador.

Como en la Última Cena, Jesús nos dará su Cuerpo y su Sangre. Como a los Apóstoles, lavará nuestros pies, y nos pedirá que le imitemos: "Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). “Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros” (Jn 13,15).

Ese es nuestro Sumo Sacerdote, el Cordero que salva, el Hijo amado del Padre. A Él acudimos, cada día, con confianza: "Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado.

Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna" (Hb 4,15-16).

miércoles, 13 de mayo de 2015

CONTRA LA TIBIEZA, LA EUCARISTÍA


Contra la tibieza, Eucaristía
Porque la tibieza lleva al alma a la rutina, a la indiferencia, a la frialdad, al apartamiento de las cosas de Dios.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net




Nos asusta el avance del ateísmo y de la indiferencia religiosa en el mundo. Pero nos debería asustar igual o más ver cómo la tibieza anida en tantos corazones cristianos.

Porque la tibieza lleva al alma a la rutina, a la indiferencia, a la frialdad, al apartamiento de las cosas de Dios.

Porque la tibieza arruina a los jóvenes, los acerca al pecado, los aleja de los sacramentos, los empequeñece en su formación católica.

Porque la tibieza lleva a los esposos a descuidar los gestos de cariño, a no rezar en la mañana o en la noche, a no ir a misa los domingos, a no confesarse más que una vez al año (o incluso más tarde), a usar anticonceptivos con excusas vanas y contra lo que enseña la Iglesia, a no tener aquellos hijos que podrían recibir amorosamente como regalo de Dios.

Porque la tibieza lleva a los trabajadores al mínimo esfuerzo, a pequeñas trampas y robos “insignificantes”, a la mentira, a crearse certificados falsos para no ir a la oficina, a arrojar palabras de crítica para que otro “baje” y uno pueda ascender.

Porque la tibieza lleva a los mismos consagrados, a los religiosos, a los sacerdotes, a pensar más en sí mismos que en las almas que tienen encomendadas, a buscar el menor esfuerzo, a rehuir los trabajos difíciles, a evitarse problemas y “enemigos” al precio de no enseñar a los hombres la belleza y la exigencia del Evangelio.

Pero la tibieza se rompe si nos acercamos al fuego, si dejamos a Dios el primer lugar en la propia vida, si tomamos la Palabra divina y la aplicamos en serio, si estudiamos (para vivirlas) las enseñanzas de la Iglesia.

La tibieza queda herida de muerte, sobre todo, si nos acercamos a la Eucaristía. Si hacemos de la Misa dominical el centro de toda la semana. Si buscamos momentos para visitar, en una iglesia, a Jesucristo presente en el Tabernáculo.

La tibieza retrocede, incluso se apaga, ante la compañía del Cordero, que da su Cuerpo, que da su Sangre, que lava, que cura, que anima, que corrige, que enseña, que susurra al corazón palabras llenas de Amor pleno.

Valen, para romper el cerco de la tibieza, las palabras sinceras y exigentes que Dios dirigió a la Iglesia de Laodicea:

“Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.

Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo.

Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista.

Yo, a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.

Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias” (Ap 3,15-22).

miércoles, 6 de mayo de 2015

EUCARISTÍA, PAN PARTIDO PARA TU SALVACIÓN


Eucaristía, Pan partido para tu salvación
¡Qué grande es nuestra alegría sabiendo que en el altar cada día se ofrece el sacrificio de Cristo


Por: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholioc.net




¡Queridos hermanos y hermanas!

Qué grande debe ser nuestra alegría sabiendo que en el altar,(...) cada día se ofrecerá el sacrificio de Cristo; sobre este altar Él seguirá inmolándose, en el sacramento de la Eucaristía, para nuestra salvación y la del mundo entero. En el Misterio eucarístico, que se renueva en cada altar, Jesús se hace realmente presente. La suya es una presencia dinámica, que nos aferra para hacernos suyos, para asimilarnos a él; nos atrae con la fuerza de su amor haciéndonos salir de nosotros mismos para unirnos a Él, haciendo de nosotros una sola cosa con Él.

La presencia real de Cristo hace de cada uno de nosotros su "casa", y todos juntos formamos su Iglesia, el edificio espiritual del que habla también san Pedro. "Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios -escribe el apóstol-, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por medio de Jesucristo" (1 Pe 2, 4-5).

Casi desarrollando esta bella metáfora, san Agustín observa que mediante la fe los hombres son como maderos y piedras cogidos de los bosques y de los montes para la construcción; mediante el bautismo, la catequesis y la predicación se van desbastando, escuadrando y puliendo; pero se convierten en casa del Señor sólo cuando se acompañan por la caridad. Cuando los creyentes se ponen en contacto en un orden determinado, se yuxtaponen y cohesionan mutua y estrechamente, cuando todos están unidos con la caridad se convierten verdaderamente en casa de Dios que no teme derrumbarse (cfr Serm., 336).

Es por tanto el amor de Cristo, la caridad que "no tendrá fin" (1 Cor 13,8), la energía espiritual que une a cuantos participan del mismo sacrificio y se nutren del único Pan partido para la salvación del mundo. De hecho ¿es posible estar en comunión con el Señor si no estamos en comunión entre nosotros? ¿Cómo podemos presentarnos ante el altar de Dios divididos, lejanos unos de otros? Este altar, sobre el cual dentro de poco se renueva el sacrificio del Señor, sea para vosotros, queridos hermanos y hermanas, una constante invitación al amor; a él os debéis acercar siempre con el corazón dispuesto a acoger el amor de Cristo y a difundirlo, a recibir y a conceder el perdón.

(...) Cada vez que os acerquéis al altar para la celebración eucarística, vuestra alma debe abrirse al perdón y a la reconciliación fraterna, dispuestos a aceptar las excusas de cuantos os hayan herido y dispuestos, por vuestra parte, a perdonar.

En la liturgia romana el sacerdote, tras presentar la ofrenda del pan y del vino, inclinado hacia el altar, reza en sumisamente:

"Humildes y arrepentidos acógenos, Señor: acepta nuestro sacrificio que hoy te presentamos".

Se prepara así a entrar, con toda la asamblea de los fieles, en el corazón del misterio eucarístico, en el corazón de esa liturgia celeste a la que se refiere la segunda lectura, tomada del Apocalipsis. San Juan presenta a un ángel que ofrece "muchos perfumes para que, con las oraciones de los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono" (cfr Ap 8, 3). El altar del sacrificio se convierte, de cierta forma, en punto de encuentro entre el Cielo y la tierra; el centro, podríamos decir, de la única Iglesia que es celeste y al mismo tiempo peregrina en la tierra, donde, entre las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios, los discípulos del Señor anuncian su pasión y muerte hasta que vuelva en la gloria (cfr Lumen gentium, 8). Es más, cada celebración eucarística anticipa el triunfo de Cristo sobre el pecado y sobre el mundo, y muestra en el misterio el fulgor de la Iglesia, "esposa inmaculada del Cordero sin mancha, Esposa que Cristo a amado y por la que se ha entregado, a fin de hacerla santa" (ibid., 6).

Es necesario que toda la comunidad crezca en la caridad y en la dedicación apostólica y misionera. Concretamente se trata de dar testimonio con la vida de vuestra fe en Cristo y la confianza total que ponéis en él. Se trata también de cultivar la comunión eclesial que es ante todo un don, fruto del amor libre y gratuito de Dios, y que por tanto es divinamente eficaz, y está siempre presente y operante en la historia, más allá de cualquier apariencia contraria.

La comunión eclesial es también una tarea confiada a la responsabilidad de cada uno. Que el Señor os conceda una comunión cada vez más convencida y operante, en la colaboración y en la corresponsabilidad en todos los niveles: entre presbíteros, consagrados y laicos, entre las distintas comunidades cristianas de vuestro territorio, entre las distintas agrupaciones de laicos. (...)


Homilía del Papa en la dedicación del altar de la catedral de Albano, el lunes 22 de septiembre de 2008.

miércoles, 8 de abril de 2015

EL VALOR INFINITO DE LA EUCARISTÍA


El valor infinito de la Eucaristía
Ver con los ojos de la fe, ya que sabemos muy bien que sobre el Altar está presente el Señor.
Por: Oscar Schmidt 



Se ha instalado en los últimos años una cierta controversia alrededor del modo de recibir al Señor Eucarístico. Se debate sobre si debe ser en la boca o en la mano, y de cierto modo también si debe ser de rodillas o de pie, o si corresponde realizar una reverencia ante el Señor.

No deseamos profundizar en las disposiciones de la Iglesia a éste respecto, ya que en buena medida se ha delegado en cada Obispado el establecimiento de las condiciones mínimas a utilizar en las Misas del lugar. Sin embargo, sí podemos decir que como regla general la Iglesia nunca obliga a recibir al Señor en la mano, sino que es algo que se permite bajo determinadas condiciones a cumplir, siendo la regla general la de recibirlo en la boca. Respecto de la comunión de rodillas, la cuestión formal es menos concreta, quedando el tema en gran medida en manos de los sacerdotes de cada jurisdicción.

De éste modo, queda un gran campo de acción librado al discernimiento de los fieles respecto de cómo recibir el Pan Sagrado: son ellos quienes deben tomar tan importante decisión. Y es en el sentido de ayudar a elegir el camino más acertado que queremos realizar algunas reflexiones al respecto, con humildad y cautela, ante lo delicado del tema.

Lo primero y fundamental es resaltar la esencia de lo que ocurre en la Misa: la Iglesia es el legado más maravilloso que nos dejó el Señor, ya que Ella es Su propio Cuerpo Místico. Jesús, Cabeza del Cuerpo Místico, nos ha unido a Ella a quienes formamos la Iglesia Militante (los que aún estamos en la tierra), junto a la Iglesia Purgante (las almas del Purgatorio) y la Iglesia Glorificada (las almas que entraron al Reino). O sea que la Iglesia es Cristo unido a todos nosotros, donde la Misa es la fiesta diaria en la que se celebra ésta unión, unión obtenida por la Sangre derramada, por Su Muerte y Resurrección consumadas diariamente por medio del Pan y el Vino. De éste modo, la Eucaristía es el centro de la Misa y de la Iglesia, por ende es el centro de éste mundo y también del Cielo. En cada Misa Jesús se hace realmente Presente en el Pan y el Vino, no es una representación o un recuerdo. El se manifiesta allí para Gloria de Dios Padre y Dios Espíritu Santo, para que lo Adoren la Virgen Santísima, los santos y los ángeles. Si pudiéramos ver como se produce en el plano sobrenatural cada celebración de la Eucaristía, ¡caeríamos de rodillas!. Ante el Cuerpo de Cristo se postran ángeles y santos, mientras María, al pie de la Cruz, contempla al Cordero de Dios. ¡En cada Misa, en cada lugar en que se celebra la Eucaristía!.

Ahora bien, si el mismo Dios se manifestara ante ti en éste momento, en Cuerpo y Alma, ¿qué harías?. Sin dudas que caerías de rodillas, postrado ante el Santo de los Santos. ¡Piedad, Hijo de David!, le gritaban a Su paso los leprosos. Los ángeles se postran, rodillas en tierra, ante Su sola mirada. Los coros celestiales cantan y alaban al Trono de Dios, sin cesar. No hay medida para el anonadamiento que invade al alma de la criatura cuando contempla a Su Creador, Puro Amor y Misericordia. En la Aparición de Fátima, San Miguel Arcángel se aparece a los tres pastorcitos varios meses antes que la Madre de Dios se empiece a manifestar. Y allí el príncipe de la milicia celestial le da la Eucaristía a Lucía (que ya había tomado la primera Comunión) y el Cáliz a Jacinta y Francisco (que todavía no habían recibido al Señor). Pero, ¿de que modo lo hace?. El Angel dejó suspendido en el aire el Cáliz, sobre el cual flotaba la Hostia, de la cual caían gotas de Sangre. Y postrándose en Adoración, invitó a los tres pastorcitos a imitarlo. Así, los cuatro adoraron el Cuerpo Eucarístico del Señor. No fue casual que Dios enviara Su Cuerpo y Sangre a los Pastorcitos en Fátima. El cuadro del Angel Miguel Adorando la Eucaristía y dando el Pan y el Vino a los tres humildes niños es todo un símbolo de la importancia de la Eucaristía y de nuestra debida Adoración al Dios Vivo.

Nosotros, con nuestros limitados ojos humanos, no podemos ver el mundo sobrenatural que desciende en cada Celebración Eucarística, como lo vieron los tres pastorcitos en 1917 en Cova de Iría. Pero sí lo podemos ver con los ojos de la fe, ya que sabemos muy bien que sobre el Altar está Presente el Señor, realmente Presente.

Meditemos en silencio, y busquemos en nuestro corazón el camino al discernimiento respecto de la mejor forma en que debemos recibir al Señor.

Hagamos todo lo posible por dignificar tan importante acto de la vida cristiana, ya que la Eucaristía es el centro de nuestra vida. La Iglesia nos deja un campo de acción para buscar, en cada templo, hacer lo mejor al alcance de nuestras manos para asegurarnos de recibir al Señor del modo más digno posible. Y así, de a poco, iremos difundiendo en otros la importancia de la Eucaristía, con nuestro testimonio, con nuestro amor a Cristo.

jueves, 5 de marzo de 2015

VIVIR LA EUCARISTÍA


Vivir la Eucaristía 
Decálogo para participar correctamente en la 
Actitudes, formas de, comportamientos adecuados, para vivir la Santa Misa


Por: Eleuterio Fernández Guzmán 




En esta nueva categoría, “Vivir la Eucaristía” se van a proponer actitudes, formas de, comportamientos adecuados, para vivir la Santa Misa de una forma que no nos aleje del gozo que supone asistir a ella así como, también, la necesaria comprensión de tan gozoso tiempo de vivencia espiritual.

“La Iglesia siempre ha comprendido que su centro vivificante está en la eucaristía, que hace presente a Cristo, continuamente, en el sacrificio pascual de la redención. En la santa misa, el mismo Autor de la gracia se manifiesta y se da a los fieles, santificándoles y comunicándoles su Espíritu” (Síntesis de la Eucaristía, p. 3).

Por eso, la Santa Misa no deja de ser el símbolo de la entrega de Cristo por la humanidad entera (aunque parte de la misma no quiera darse cuenta de tal acto de amor supremo y hasta el extremo) y, por lo mismo, los creyentes en Dios Todopoderoso y Único, tenemos a la Eucaristía como la verdadera Acción de Gracias a partir de la cual vivimos y existimos.

Desde la Arquidiócesis de Yucatán (México), en concreto desde la Parroquia Cristo Resucitado, don José Huerta Morales me envió un decálogo que a nuestro entender vale la pena compartir. Es, digamos, el primer paso de comprensión, teórica y práctica, de la Santa Misa que iniciamos en esta nueva categoría de “Vivir la Eucaristía”.

Por eso, les traigo aquí el siguiente “Decálogo para participar correctamente en la Santa Misa“:


1.- Si vas a una fiesta viste ropa de fiesta.

Tal vez te preguntes ¿le interesa a Dios como visto? ¿Si Él me ama tal como soy por qué preocuparnos del vestido? ¿Si el importante soy yo, por qué darle importancia a lo externo? ¿Qué tiene de malo ir cómodos y confortables a misa?

Sabemos profundamente que vestir bien va con ocasiones importantes. ¿Es para ti ir a misa una ocasión importante? la forma en que vestimos refleja cuanto respetamos al anfitrión y la dignidad del evento.

Es verdad que el interior es muy importante, por eso, necesariamente lo del interior tendrá que manifestarse en lo exterior.

Todo nuestro ser debe prepararse para la gran celebración que es la misa dominical. Todo lo visible ayuda a elevarnos al Dios invisible. Si no vestimos la mejor ropa para la Santa Misa, ¿Para quién la reservamos? El pudor y el respeto nos deben guiar. No vayas a Misa con short, bermudas, chancletas, minifaldas, escotes, gorras, etc.

2.- Que tu misa sea completa, escucha misa entera.

Cuando vamos al cine ¿Qué tan frecuente es llegar pasados10 minutos desde que inicio la película; y que tan frecuente es salirnos antes del último capítulo que marca el final?

Cuando vas a un espectáculo o concierto, ¿Te da igual llegar un buen tiempo después de que el concierto inicio? ¿Y cuándo vas a misa? Como católicos se nos invita a “oír misa entera” es decir, participar activa y conscientemente en la Eucaristía.

La Misa empieza cuando el sacerdote se dirige al altar y nos ponemos de pie para recibirlo. La Misa termina cuando el sacerdote besa el altar, abandona el templo y se hace el canto final. Al terminar no salgas precipitadamente, es de bien nacidos ser agradecidos hasta que el sacerdote entra en la sacristía o este fuera del templo saludando a los participantes.

3.- Ninguna llamada puede ser más importante que la de Él.

La comunicación exige atención y concentración, nos molesta que mientras hablamos nos den la espalda o no nos escuchen. Pero tal parece que eso se nos olvido con la llegada del celular. Nos hicieron vivir los beneficios del celular sin educarnos en el uso del mismo.

Es increíble como el móvil nos ha hecho adictos y dependientes a él. No se está en contra de esta tecnología, sino del mal uso que le damos.

Hay persona que al menos se salen cuando suena el móvil, aunque tampoco esto es correcto, porque distrae a otros, lo ideal es apagarlo pues la Eucaristía es el encuentro con Dios ¿Y qué llamada puede ser más importante que la de Él?, como para literalmente decirle “Señor, espérame tantito".

¿Tu qué haces cuando suena (o vibra) tu móvil? Sería muy interesante aprender a distinguir los contextos, no en todos los lugares ni circunstancias deberíamos darle al celular el lugar número uno de nuestra atención.

4.- Dejen que los niños se acerquen a mí.

Esta petición y deseo de Jesús para con los niños, no debe ser una excusa tanto para justificar el comportamiento de los niños en la misa (hablar, correr, hacer ruidos, llantos, berrinches, etc.) como para evitar ir a misa con estos niños llamados “traviesos".

Si no los encaminamos desde ahora evitaremos la oportunidad de hacerlos crecer y educarse.

Si tu niño llora, corre, brinca o grita en la misa, ayúdalo atendiendo en ese momento su necesidad, cálmalo, distráelo y si es necesario salte un momento con él del templo.

Que no te de pena levantarte e ir por él. A veces distrae mas lo que el niño hace que el hecho de levantarte, ir por él y calmarlo.

No traigas reproductor de video portátil o videojuegos para distraerlos, porque también distraes a los demás.

5.- Se puente y no obstáculo para los demás.

Todos estamos llamados a participar activa y gozosamente en la celebración eucarística.

Para aquellos que se les hace más difícil su participación, principalmente por motivos de salud o alguna otra causa física (la edad, u otra limitación física), como los amigos que ayudan al paralítico a encontrarse con Jesús, ayúdanos respetando los lugares que corresponde a estos hermanos nuestros. Esos lugares son para ellos, incluso los espacios en el estacionamiento.

6.- Cuida Su casa, que es tu casa y nuestra casa.

El templo parroquial y todo lo que en él esta, ha sido consagrado a Dios, ciertamente cada objeto tiene su dignidad, merece respeto.

Por eso te invitamos a cuidar (si vas con menores) y no pisar los reclinatorios, al momento de usarlos desplegarlos con cuidado. Evita pisar o rayar las bancas. Cuida Su casa, que es también la tuya, es nuestra casa.

7.- Que tu boca sea para alabar al Señor.

“El celo de tu casa me devora” dice Jesús, “la casa de mi Padre es casa de oración". Que tu voz, que tu boca y que tu corazón sean siempre para alabar al Señor, para hablar con Él, para bendecir, para agradecer, para pedir, para ofrecer….no platiques durante la misa, para no distraerte y no distraer a los demás.

Es el momento para escucharle y hablar con Él, para luego poder hablar de Él.

Evita ir a misa ya sea masticando chicle o ingiriendo algún alimento o bebida. De este modo también les damos testimonio a los demás.

8.- Que nadie ocupe tu lugar.

Jesús llamo personalmente a sus discípulos, ciertamente uso intermediarios, pero el encuentro con Él es personal. En el cine, en el circo, en el carnaval y en cualquier evento es válido apartar los lugares de aquellos que aun no llegan.

En la misa no es así, el que llega a tiempo tiene derecho ocupar lugar si no ha sido ocupado por otro personalmente. No se vale poner la bolsa, el suéter y otras pertenencias sobre las bancas para apartar lugar. Date la oportunidad de ser amable, fraterno y educado, somos parte del cuerpo místico de Cristo.

9.- Trátalo como se merece.

Las posturas que asumimos y el modo de comportarnos en la misa tiene mucho que ver con la persona con la que se entra en relación y con nuestra disposición. Al entrar en el templo se recomienda un momento de meditación, saludo, preparación para el acontecimiento más importante que existe, primero sentado (no piernas cruzadas) escuchar al Señor en las lecturas, que nos dice, que le dices, en el Evangelio oír a Jesús de pie, posteriormente en el momento de la consagración se debe estar de rodillas, se está al pie de la Cruz, con la Virgen María y S. Juan; si no te es posible, es más recomendable que permanezcas sentado y no de pie. Si vas a recibir la Sagrada Forma (Jesús) no te distraigas en el camino es un encuentro privilegiado, procura llevar las manos juntas y nunca en los bolsillos. Busca lo menos posible pasar por en medio del pasillo central ya iniciada la misa, o querer un lugar de adelante, distraes a todos. Si se está llevando a cabo alguna celebración como boda, rosario, hora santa, etc., estas esperando o ya terminó la ceremonia, puedes saludar y platicar fuera del templo.

10.- Estar siempre preparado.

La vida sacramental y el seguimiento a Jesús no se improvisan. Los sacramentos tienen un lugar, un tiempo de preparación y una dignidad para celebrarlos. No existen “confesiones rapiditas” o de “un minuto".

Cuida no llegar 5 o 10 minutos antes de la misa para pedir por alguna intención.

Es bueno prever y organizar nuestro tiempo, eso habla de la importancia que tienen las cosas según el tiempo que se les dedica. Para darte un mejor servicio solicita tus intenciones de misa en horario de oficina y las confesiones en su horario establecido.

Y, hasta aquí, el Decálogo. Con franqueza tengo que decir que, a lo mejor, es difícil de cumplir pero, en realidad, nadie ha dicho que sea sencillo ser buen católico. Al menos, no debería ser demasiado cómodo aunque sí gozoso.

jueves, 5 de febrero de 2015

LA EUCARISTÍA ES FUENTE DE ALEGRÍA


La Eucaristía es fuente de alegría
Festeja la Alianza que hizo Jesús con nosotros, porque es imagen del banquete celestial, porque da sentido a nuestros dolores ofrecidos al Señor.


Por: P Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.net




¿Qué es la alegría? Es ese sentimiento o efecto del amor, dice santo Tomás. Pero hay tantas clases de alegría como clases de amor, unas más profundas, otras más superficiales.

Está la alegría de quien ganó la lotería; la alegría de haber encontrado algo perdido, la alegría de tener un hijo, la alegría de una curación, la alegría de volver a ver a alguien querido, la alegría de haber recobrado la gracia y la amistad con Dios, la alegría de haber aprobado un examen, la alegría de estar enamorado, la alegría del casamiento, la alegría de una ordenación sacerdotal.

El Evangelio está lleno de manifestaciones de alegría: La alegría por haberse encontrado con Jesús, la alegría de los pastores al ver al Niño, la alegría de Simeón, la alegría de los Magos, la alegría en el Tabor al ver a Jesús, la alegría de María Magdalena, la alegría de los discípulos de Emaús, la alegría de María: “Mi alma canta...”.

Pero hay una alegría secreta e íntima en la eucaristía. Es fracción del pan, banquete. Nos encontramos en comunidad. La comida produce euforia. Quien participa de la misa debería experimentar esa euforia y alegría espiritual. Es el clima de la vida cristiana. ¡Nunca nos faltará!

Por eso Jesús escogió el signo del vino y el vino alegra el corazón.

Caná es el primer anuncio del Nuevo Testamento de la eucaristía: el agua se convirtió en vino. El vino alegra el corazón del hombre, dice la Sagrada Escritura. La parábola del festín es otro anuncio: “Venid y comed”. Cuando uno come está satisfecho y feliz. A un banquete va la gente feliz y risueña.

La eucaristía es fuente de alegría porque festeja la Alianza que hizo Jesús con nosotros, porque es imagen del banquete celestial, porque da sentido a nuestros dolores ofrecidos al Señor. “Vuestra tristeza se convertirá en alegría” (Jn. 16, 20).

Es una alegría que se abre a los demás, para compartir con ellos un gozo superior a los demás.

“¿No tienes dinero? ¿No tienes nada para regalar? ¡Qué importa! No olvides que puedes ofrecer tu alegría, que puedes regalar esa paz que el mundo no puede dar en tu lugar. Tus reservas de alegría deberían ser inagotables”.

jueves, 29 de enero de 2015

NOS HACE FALTA LA VIRTUD DE LA ESPERANZA, SEÑOR


Nos hace falta la virtud de la esperanza, Señor
La esperanza es la luz que puede romper las negras sombras cuando parece que todo está perdido.
Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net





Hoy es jueves, Señor, y vengo con el alma en sombras, sombras que se llegan a convertir en oscuridad si nos falta la virtud de la Esperanza....

Cuando eso sucede hay noches en las que parece que el tiempo se ha detenido y jamás veremos el amanecer... en ellas oímos el palpitar de nuestro corazón y cada latido nos duele.

Noches de negrura espiritual en las que todo parece agrandarse, nuestra pena, nuestra angustia y nuestro malestar.

Nos pesa la vida y en el silencio de esa noches nos parece que no hay pena como nuestra pena.

Pero...si hay un poco de esperanza en nuestro corazón, estamos salvados.

Sabemos de casos que esa gran "desesperanza" ha llegado a tal límite, a tal profundidad que no se ha encontrado otra solución que el buscar la "puerta falsa". Es el escape, el terminar con algo que pesa demasiado y el sentirse sumergido en las tinieblas de una noche "sin mañana"... sin esperanza. ¡Eso fue lo que les faltó a esas vidas, LA ESPERANZA.

La esperanza es un mañana mejor, la esperanza es la luz que puede romper las negras sombras cuando parece que todo está perdido.

Sin esperanza no se puede vivir.

Cuando hay Esperanza a pesar de la desilusión y del dolor, siempre habrá otro camino que no sea el de la desesperación y el total aniquilamiento del verdadero yo.

Es cierto que hay situaciones en la vida que son como la más oscura de las noches, noches en que las horas parecen no pasar...pero cuando hay fe, cuando sabemos que tenemos un Dios Padre que sabe de nuestro sufrimiento, cuando nos sabemos amados por El, a pesar de que nuestro sentimiento de soledad sea inmenso, si nos dejamos arropar y abandonar en sus brazos y en los de nuestra Madre María Santísima, la Esperanza, de saber que Dios nos ama, llegará con su luz que sabe consolar.

Quien se siente amado no puede caer en la desesperación y Dios nos ama.

La ESPERANZA, es una virtud que tenemos que cultivar como la flor más delicada y valiosa. Tres son las virtudes teologales : Fe, Esperanza y Caridad, cuyo objeto directo es Dios Sin ellas es muy difícil caminar por la vida y no podemos olvidar que la Esperanza siempre será la luz en nuestras noches cuando las penas y las dificultades las hagan muy oscuras.

Estos momentos ante Ti, Jesús, te pedimos que nos llenes de esperanza y que recordemos que el Papa Benedicto XVI ha dedicado una Carta encíclica «Spe salvi», para hablarnos de la esperanza: " (...) se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino. 

EL SACERDOTE ES PARA LA EUCARISTÍA


El sacerdote es para la Eucaristía

El sacerdote es para la Eucaristía

Hoy por hoy en la Iglesia contamos con una referencia absolutamente extraordinaria: el Papa. ¡Cómo celebra la Eucaristía!



Por: Alejandro Cases Ramon | Fuente: Catholic.net




La palabras que ahora os dirijo, son pobres y parciales a la hora de expresar lo que significa la Eucaristía. Cuando un sacerdote celebra la Eucaristía con respeto, asombro, con mimo y delicadeza, evangeliza más que cualquier otra cosa que aunque en apariencia resultara más conmovedor, dinámico y entretenido en nada se compararía al misterio de la Eucaristía.

Los mejores testimonios y ejemplos los encontramos en los santos. El padre Pío celebraba la Eucaristía con una unción tan extraordinaria, que llegaba al alma de los fieles tan solo con que le vieran celebrar, sus Eucaristías se prolongaban hasta horas y sin embargo, largas colas se quedaban a la puerta porque no podían acceder al templo, porque estaba lleno.

Lo mismo con el santo cura de Ars, que cuidaba al detalle la celebración eucarística, porque comprendió que ahí estaba el tesoro de la Iglesia, que es Cristo presente en la Eucaristía, preparaba los sermones con suma exquisitez.

El nuevo doctor de la Iglesia, San Juan de Ávila se refiere a ella con estas palabras:

"La presencia de Cristo en la Eucaristía es real, con su cuerpo, alma y divinidad (cfr. Ser 37, 1031 ss). «El pan y el vino se convierten en cuerpo y sangre de Jesucristo» (Ser 36, 161ss). «Cosa nunca oída ni vista, que hallase Dios manera cómo, subiéndose al cielo, se quedase acá su misma persona por presencia real, encerrada y abreviada debajo de unos accidentes de pan y de vino; y con inefable amor dio a los sacerdotes ordenados... que, diciendo las palabras que el Señor dijo sobre el pan y el vino, hagan cada vez que quisieren lo mismo que el Señor hizo el Jueves Santo» (Ser 35, 217ss).

Por la fuerza de las palabras de la consagración, está el cuerpo o la sangre; pero consecuentemente está siempre cuerpo, sangre, alma y divinidad (Ser 46, 709ss). Aceptar este misterio es cuestión de fe y no de razonamiento: «O te has de quedar sin Él o tomarlo así escondido... Sí, en la menor partícula está tan entero como está allá en su reino» (Ser 46, 499ss). «Y mira que mientras menos entiendes este misterio, mayor es la merced que te hace» (Ser 38, 532s).

El enemigo quiere distraernos con otras cosas, que incluso en apariencia parecen lícitas, buenas, correctas..., nuevas fórmulas, dinámicas, inventos...nada, patrañas de comedias que no conducen a nada. Si nuestra labor pastoral, si la nueva evangelización no tiene como motor, centro, fuente..., la Eucaristía, no hay nada, Cristo no llegará al corazón de las personas, y nosotros los sacerdotes simplemente nos convertiremos en personajes de entretenimiento, se nos agotará la paciencia viendo que "invento" tras "invento" ninguno llega a calar...la pregunta es: ¿por qué?.

Os doy la respuesta con San Francisco de Asís que en una ocasión salió con un hermano a "evangelizar" y cuando llegaron del paseo el otro hermano le preguntó: ¿cuándo vamos a evangelizar?, a lo que el santo le respondió: ya lo hemos hecho, al caminar recogidos en oración,con nuestro hábito y nuestro pensamiento en Cristo, ya lo hemos hecho.

Cuando un cura cuida la Eucaristía, le tiemblan todavía las manos al tocar a Cristo, aun se le entrecorta casi la voz al pronunciar las palabras de la Consagración, cuida al detalle todo: la preparación próxima, los vasos sagrados, las vestiduras, la homilía... evangeliza mucho, mucho, mucho...

La evangelización es sencilla cuando uno es fiel, si somos fieles, somos fecundos, de eso no hay duda. Un cura que trata la Eucaristía como cualquier cosa, con ligereza, con rutina, sin ponerse las vestiduras sagradas con excusas vanas, cuando no se prepara...el enemigo hace estragos, ya que sin la Eucaristía una comunidad jamás puede crecer en el Amor a Dios y menos, servirle.

Es tan tan importante que nos lo tomemos en serio!, yo cada día estoy más convencido. ¿Queremos evangelizar?, pues más oración, más adoración del Santísimo, más vivencia auténtica de la Eucaristía. Lo demás será buscarnos a nosotros mismos, lo demás, será perder el precioso tiempo y el extraordinario don que Dios nos ha dado.

Aquel del anuncio decía: "el algodón no engaña", por analogía, cuando una parroquia celebra la Eucaristía con amor, la evangelización es extraordinaria, el amor en ella "no engaña".

Estamos a punto de comenzar el año de la fe que el Santo Padre abrirá oficialmente el próximo jueves. Parece que hay que organizar agenda, situar en el calendario muchos eventos, muchos buenos ¡si!, pero no es lo que nos pide el Papa, él apunta como siempre con acierto, a la búsqueda de lo esencial: a buscar más en serio la santidad de vida, a determinarnos con más firmeza a seguir a Jesucristo, a identificarnos plenamente con Él. Y para eso hay que tomarse mucho más en serio la vida cristiana, los sacerdotes, ser más SACERDOTES, ser más signos de contradicción y no diluirnos en un mundo que quiere apagar la llama de Cristo, la llama de la fe.

Al dirigiros estas palabras en voz alta, a través de este medio, no pretendo en absoluto ponerme como maestro de nadie, más al contrario, como aprendiz de los que realmente han llegado a comprender y vivir lo que significa la vida escondida con Cristo, en Dios. Hoy por hoy en la Iglesia contamos con una referencia absolutamente extraordinaria: el Papa. ¡Cómo celebra la Eucaristía!, ¡con qué celo dispone todo!... aprendamos de él, hagámosle caso, los sacerdotes especialmente, y la Iglesia crecerá hasta donde no nos imaginamos, este año de la fe será un año de gracia absoluto.

No tendremos que hacer nada más, tan sólo ser espectadores de la gracia, espectadores de la actuación de Dios que sabe llegar a las almas, y de la manera menos imaginable para nosotros, de la manera más insospechada.

Favorezcamos el encuentro con ÉL y ÉL se encargará de todo. "¡Tú llevas la Iglesia Señor y no yo!, por eso me voy a dormir tranquilo" - decía el Beato Juan XXIII-.

Pues nosotros tranquilos, a echar las redes en su nombre y de lo demás se encargará ÉL, nos vamos a quedar boquiabiertos!!!. LAUS DEO.

jueves, 22 de enero de 2015

¿ES LA EUCARISTÍA UNA COSA SAGRADA?


¿Es la Eucaristía una cosa sagrada?
La Eucaristía no es una cosa, es la presencia de una Persona Santísima: Jesucristo Nuestro Señor.


Por: Rubén Robles Monge | Fuente: anmconsamex.homestead.com




¿Es la Eucaristía una cosa sagrada?
La Eucaristía NO ES UNA COSA, aunque le pongamos el adjetivo de sagrada. La Eucaristía ES UNA PERSONA; es la presencia de una PERSONA SANTISIMA: Jesucristo Nuestro Señor

¿Es la Eucaristía una cosa sagrada?
Si lo fuera seríamos idólatras y, por cierto, de los más vulgares, baratos y corrientes.

Sin embargo, cada vez que hago esta pregunta, la respuesta rápida es: ¡sí!

Por alguna razón el Pueblo de Dios ha mantenido esta idea corrupta de la Eucaristía, en su mente y en su corazón, que pervierte sus sentimientos hacia quien está presente en los dones consagrados.

Y es que la Eucaristía NO ES UNA COSA, aunque le pongamos el adjetivo de sagrada.

La Eucaristía ES UNA PERSONA; es la presencia de una PERSONA SANTISIMA: Jesucristo Nuestro Señor, El Verbo Eterno, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

Quizá en parte se deba a que se le designan sus características con palabras que, fuera de un contexto complementario que manifieste su calidad de persona, en principio dan idea de cosas.

Así sucede con las palabras como sacramento, santísimo o Santísimo Sacramento con que se ha designado a la Presencia Santa durante siglos.

Y no es que esas palabras designen algo que no es.

La Eucaristía es verdaderamente un sacramento. El Señor no se presenta con un cuerpo físico como hace dos mil años lo fué Jesús de Nazaret, sino que se presenta como signo en los dones consagrados, es decir, como sacramento.

Igualmente, es verdaderamente Santísimo --o Santísima (Eucaristía)--; es el Señor "tres veces santo"; es aquel de quien se dice "ángeles y querubines dicen santo, santo, santo".

Como Dios Hijo es verdaderamente el Santísimo que se presenta como Sacramento. Es realmente el Santísmo Sacramento.

El problema está, como se dijo antes, que esas palabras tienen que ir complementadas con otras que afirmen y confirmen que el Santísimo, o el Santísimo Sacramento, es una Persona.

Por ejemplo, en las preces litánicas para la reserva del Santísimo Sacramento se dice maravillosamente: "Bendito sea JESÚS en el Santísimo Sacramento del Altar".

En nuestro Ritual Nacional, en México, se dice: "¡CRISTO, Pan Celestial, danos la vida eterna!"

La Adoración Nocturna Española tiene como su lema de presentación; ¡Adorado sea JESÚS Sacramentado!

Frases acordes a esta necesidad serían: "El Señor Jesús en el Santísimo Sacramento"; "El Señor de la Eucaristía"; "Nuestro Señor Jesucristo Sacramentado"... y así de forma semejante.

Con la palabra eucaristía sucede lo mismo. Igualmente, al usarla sin su contexto de persona, como primera idea se entiende una cosa.

Alguien podría decir, peyorativamente, que se es perfeccionista. Entonces pregúntese si es válido el actual desprestigio del Resucitado, el Viviente de la Eucaristía, que se observa en los ambientes de fe, tan infestados, más en otras latitudes, de relativismo infantil.

Para muchas otras fiestas y celebraciones religiosas, hay ocasiones en que se derrocha gusto y fervor, se hacen las inmensas peregrinaciones. ¿Cuántas peregrinaciones grandiosas, al menos en nuestro país, se harán a Guadalajara con motivo del Congreso Eucarístico Internacional, para acudir al llamado del Señor de la Eucaristía, Nuestro Dios y Señor Jesucristo? ¿O siquiera peregrinaciones sencillas? Quizá se realicen de estas últimas; pero pocas.

Es que la cosa no llama, no se le escucha; la cosa solo sirve para usarse utilitariamente.

Pero si sabemos que quien llama es una persona, se pondrá más atención al llamado. Y si amamos a esa Persona, porque sabemos que nos ama con amor divino e infinito, más fácilmente acudiremos a su llamado; es que no podemos quedar mal con ALGUIEN que amamos y que sabemos que nos ama.

San Pedro Julián Eymard, Apóstol de la Eucaristía, observa: "La Eucaristía es la Persona del Señor...La Sagrada Eucaristía es Jesús pasado, presente y futuro... Es Jesús hecho Sacramento". Y con palabras que son válidas en nuestros días, también dice: "El gran mal de nuestra época es que no vemos a Jesucristo como su salvador y a su Dios. Se abandona el único fundamento, la única fe, la única gracia de la salvación... Entonces ¿qué hacer? Regresar a la fuente de la vida, pero no al Jesús histórico o al Jesús glorificado en el cielo sino al Jesús que está en la Eucaristía..."

El Pueblo de Dios merece que se le anuncie la verdad sobre el Viviente que está con nosotros en la Eucaristía.

Que sepa que Dios misericordioso ha puesto su tienda junto a la nuestra: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros..." (Jn 1, 14). "He aquí que Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). "No los voy a dejar huérfanos; volveré para estar con ustedes. Dentro de poco, los que son del mundo ya no me verán; pero ustedes me verán y vivirán porque Yo vivo" (Jn 14, 18-19).

El Señor Jesús, en la Eucaristía, se ha hecho, por amor, nuestro vecino, nuestro amigo, nuestro confidente, nuestro prójimo.

Es la Persona del Santísimo Sacramento, la Eucaristía, que, brazo al hombro, nos va contando de cómo Él va preparando nuestra historia rumbo a la patria prometida y de cómo, en comunión con Él, compartimos el mismo destino: la instauración del Reino.


¡Adorado sea el Santísimo Sacramento! ¡Ave María Purísima!

viernes, 26 de diciembre de 2014

¿QUÉ ES LA COMUNIÓN ESPIRITUAL?


La comunión espiritual
La comunión espiritual fue recomendada vivamente por el Concilio de Trento y ha sido practicada por todos los santos con gran provecho espiritual



Por: Antonio Royo Marín | Fuente: Teología Moral para Seglares




Con el nombre de Comunión Espiritual se entiende el piadoso deseo de recibir la Sagrada Eucaristía, cuando no se la puede recibir sacramentalmente.

"De dos maneras -advierte Santo Tomás- se puede recibir espiritualmente a Cristo. Una en su estado natural, y de esta manera la reciben espiritualmente los ángeles, en cuanto unidos a Él por la fruición de la caridad perfecta y de la clara visión, y no con la fe, como nosotros estamos unidos aquí (en la Tierra) a Él. Este pan lo esperamos recibir, también en la gloria. Otra manera de recibirlo espiritualmente es en cuanto contenido bajo las especies sacramentales, creyendo en Él y deseando recibirlo sacramentalmente. Y esto no solamente es comer espiritualmente a Cristo, sino también recibir espiritualmente el sacramento" (III, 80, 2).

De las palabras finales del Doctor Angélico, se deduce que la Comunión Espiritual nos trae, de cierto modo, el fruto espiritual de la propia Eucaristía recibida sacramentalmente, aunque no sea ex opere operato, sino únicamente ex opere operantis.


  • Excelencia

    Por la noción que acabamos de dar, se puede vislumbrar la gran excelencia de la Comunión Espiritual. Fue recomendada vivamente por el Concilio de Trento (D 881), y ha sido practicada por todos los santos, con gran provecho espiritual.

    Sin duda, constituye una fuente ubérrima de gracias para quien la practique fervorosa y frecuentemente. Más aún: puede ocurrir que con una Comunión Espiritual muy fervorosa se reciban mayor cantidad de gracias que con una Comunión Sacramental recibida con poca devoción. Con la ventaja de que la Comunión Sacramental no puede recibirse más que una sola vez por día, y la Espiritual puede repetirse muchas veces.

  • Modo de hacerla

    No se prescribe ninguna fórmula determinada, ni es necesario recitar ninguna oración vocal. Basta un acto interior por el cual se desee recibir la Eucaristía. Es conveniente, sin embargo, que abarque tres actos distintos, aunque sea brevísimamente:

    a) Un acto de Fe, por el cual renovamos nuestra firme convicción de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Es excelente preparación para comulgar espiritual o sacramentalmente;

    b) Un acto de deseo de recibir sacramentalmente a Cristo y de unirse íntimamente con Él. En este deseo consiste formalmente la Comunión Espiritual;

    c) Una petición fervorosa, pidiendo al Señor que nos conceda espiritualmente los mismos frutos y gracias que nos otorgaría e l a Eucaristía realmente recibida.

  • Advertencias

    1) La Comunión Espiritual, como ya dijimos, puede repetirse muchas veces al día. Puede hacerse en la iglesia o fuera de ella, a cualquier hora del día o de la noche, antes o después de las comidas.

    2) Todos los que no comulgan sacramentalmente deberían hacerlo al menos espiritualmente, al oír la Santa Misa. El momento más oportuno es, naturalmente, aquel en que comulga el sacerdote.

    3) Los que están en pecado mortal deben hacer un acto previo de contrición, si quieren recibir el fruto de la Comunión Espiritual. De lo contrario, para nada les aprovecharía, y sería hasta una irreverencia, aunque no un sacrilegio.

jueves, 4 de diciembre de 2014

LA EUCARISTÍA ES...



LA EUCARISTÍA ES...
Fray Antonio Corredor:


Es misterio, 
Es sacramento. 
Es sacrificio.

Como misterio, se cree.
Como sacramento, se recibe.
Como sacrificio, se ofrece.

Se propone al entendimiento como misterio.
Se da al alma como alimento.
Se ofrece a Dios como homenaje .

Como misterio, asombra.
Como sacramento, alimenta.
Como sacrificio, redime.
Como sacramento, esfuerza.
Como sacrificio, rescata.
Como misterio, es admirable.
Como sacramento, es deleitable.
Como sacrificio, es inefable.
Como misterio, es un portento.
Como sacramento, es un compañero.
Como sacrificio, alimenta.
Como misterio, es impenetrable.
Como sacramento, es sabrosísimo.
Como sacrificio, es valiosísimo.
Como misterio... debo meditarlo.
Como sacramento... debo gustarlo.
Como sacrificio... debo apreciarlo sobre todo
Es misterio de fe. Debo creerlo.

Es sacramento de amor. Debo amarlo .
Es sacrificio de un Dios. Debo confiar en él.
Como misterio, se esconde ... Es el sagrario.
Como sacramento, alimenta... Es convite... Es la comunión.
Como sacrificio, se inmola ...Es víctima... Es la Santa Misa.

¡OH MISTERIO ADORABLE! El sagrario será mi refugio.

¡OH SACRAMENTO DULCÍSIMO! Comulgar será mi mayor deseo.

¡OH SACRIFICIO ESTUPENDO! La misa será mi devoción primera.
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