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jueves, 4 de junio de 2020

¿CÓMO APRENDER A ESCUCHAR LAS INSPIRACIONES DEL ESPÍRITU SANTO?


¿Cómo aprender a escuchar las inspiraciones del Espíritu Santo?
El dulce Huésped del alma nunca está inactivo. San Pablo nos recuerda que actúa en nuestros corazones derramando el amor de Dios. El modo más común de su actuación son sus inspiraciones


Por: P. Jacques Philippe | Fuente: Catholic.net




Es un aprendizaje progresivo: se trata de convertirse en aquellas ovejas que reconocen la voz de su pastor en medio de las otras voces que las rodean (Jn 10, 3-5). Para lograr esto, es necesario crear poco a poco un cierto “clima de vida” que comprende los siguientes elementos:

- Estemos firmemente decididos a hacer en todo la voluntad de Dios. Dios habla a aquellos que desean obedecerle.

- Llevemos una vida de oración regular, en la que intentemos principalmente tener una actitud de confianza, de disponibilidad interior a la acción de Dios. La fidelidad a la oración favorece y hace más profunda la disposición de apertura y de escucha.

- Meditemos regularmente las Santas Escrituras: su manera de tocar y hablar a nuestro corazón despierta en nosotros una sensibilidad espiritual y nos acostumbra poco a poco a reconocer la voz de Dios.

- Evitemos lo más posible las actitudes que pueden cerrarnos a la acción del Espíritu: la agitación, las inquietudes, los miedos, los apegos excesivos a nuestra propia manera de hacer o de pensar. La escucha al Espíritu Santo requiere flexibilidad y desprendimiento interiores.

- Aceptemos con confianza los acontecimientos de nuestra vida, aun cuando a veces nos contraríen o no correspondan a lo que nosotros esperábamos. Si somos dóciles a la manera en la que Dios conduce los acontecimientos de nuestra vida, si nos abandonamos entre sus manos de Padre, Él sabrá hablar a nuestro corazón. Mantengámonos – dentro de lo posible – en paz y en confianza, pase lo que pase. Cuanto más nos esforcemos por mantener la paz, más escucharemos la voz del Espíritu.

- Sepamos acoger los consejos de las personas que nos rodean. Seamos humildes de cara a nuestros hermanos y hermanas, no busquemos siempre tener la razón o la última palabra en las conversaciones. Reconozcamos nuestros errores y dejémonos corregir. Quien sabe escuchar a su hermano sabrá escuchar a Dios.

- Purifiquemos constantemente nuestro corazón en el sacramento de la penitencia. El corazón purificado por el perdón de Jesús percibirá su voz con más claridad.

- Estemos atentos a lo que pasa en el fondo de nuestro corazón. El Espíritu Santo no se deja escuchar en el ruido ni en la agitación exterior, sino en la intimidad de nuestro corazón, por medio de mociones suaves y constantes.

- Aprendamos poco a poco a reconocer lo que viene de Dios a través de los frutos que produce en nuestra vida. Lo que viene del Espíritu trae consigo paz, nos hace humildes, confiados, generosos en el don de nosotros mismos. Lo que viene de nuestra sicología herida o del demonio produce dureza, inquietud, orgullo, ensimismamiento…

- Vivamos en un clima de gratitud: si agradecemos a Dios por un beneficio, él nos dará nuevas gracias, en especial las inspiraciones interiores que necesitamos para servirle y amarle.

domingo, 31 de mayo de 2020

VEN, ESPÍRITU SANTO


Ven, Espíritu Santo




“Frente a la aguda crisis actual, que es la pérdida del sentido de lo invisible, la crisis del sentido de Dios, el Espíritu está jugando en lo pequeño e invisible su partido victorioso”. En esta solemnidad de Pentecostés abre tu corazón al Divino Espíritu que anhela comunicarte sus dones admirables. Esta oración te ayudará a entrar en su presencia.

Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior, para que no me apegue a las cosas materiales, sino que busque siempre las realidades del espíritu. Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de amor: haz que mi corazón siempre sea capaz de más caridad. Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de verdad: concédeme llegar al conocimiento de la verdad en toda su plenitud. Ven a mí, Espíritu Santo, agua viva que salta hasta la vida eterna: concédeme la gracia de llegar a contemplar el rostro del Padre en la vida y en la alegría sin fin. Amén.

“El Espíritu Santo está presente tanto hoy como en tiempos de Jesús y los Apóstoles... está y actúa, llega antes que nosotros, trabaja más y mejor que nosotros. A nosotros no nos toca ni sembrarlo, ni despertarlo, sino ante todo reconocerlo, recibirlo, secundarlo, abrirle camino, seguirlo” (Carlos Martín). Que el Espíritu Santo te haga gozar la nueva vida.


* Enviado por el P. Natalio

LOS 7 DONDES DEL ESPÍRITU SANTO ¿CUÁLES SON Y CÓMO ACTÚAN?


Los 7 dones del Espíritu Santo 
¿Cuáles son y cómo actúan?





Los dones del Espíritu Santo son 7 y son habilidades y destrezas únicas dadas por el Espíritu Santo a los fieles seguidores de Cristo para servir a Dios para el beneficio común de su pueblo, la Santa Iglesia. Los dones del Espíritu son simplemente el poder de Dios para que los cristianos fieles hagan lo que Él nos ha llamado a hacer.

 "Su poder divino nos ha dado todo lo que necesitamos para la vida y la piedad a través de nuestro conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y bondad".( 2 Pedro 1,3)

Los dones del Espíritu Santo son parte de "todo lo que necesitamos" para cumplir sus planes para nuestras vidas.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña: "Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, conocimiento, piedad y temor del Señor. Pertenecen en su totalidad a Cristo, Hijo de David. Completan y perfeccionan las virtudes de aquellos que los reciben. Hacen a los fieles dóciles en la pronta obediencia a las inspiraciones divinas" (CIC 1831).

Estos dones tienen su origen en Isaías 11:1-3:

"Un brote saldrá del tronco de Jesé, y una rama crecerá de sus raíces. El espíritu del Señor se posará sobre él, el espíritu de sabiduría y de entendimiento, el espíritu de consejo y de poder, el espíritu de conocimiento y el temor del Señor. Su deleite estará en el temor del Señor. No juzgará por lo que sus ojos vean, ni decidirá por lo que sus oídos oigan".

Los dones del Espíirtu Santo son ofrecidos a cada cristiano por la acción del Espíritu que se inicia en el bautismo, se afirma en la confirmación y se renueva especialmente en la fiesta de Pentecostés.

Los 7 dones del Espíritu Santo
A continuación, una lista de los 7 dones del Espíritu Santo con una sencilla explicación de loq ue hace cada uno de ellos.


1. Don de sabiduría.
Es el primer regalo del Espíritu Santo. Es la capacidad de percibir la creación como la obra de Dios que actúa en nuestras vidas y en el mundo. De ejercer el buen juicio. Esto es particularmente importante para encontrar a Dios en todas las cosas, en particular en todo lo que nos sucede y en todos los que nos encontramos. Se basa en el sentido común y proviene de la experiencia y aprendizaje de la vida.

La sabiduría distingue entre el bien y el mal, busca y defiende la verdad y la justicia, y equilibra el bien personal con el bien común.

2. Don de Comprensión.
El Don de la comprensión es el regalo del Espíritu Santo de la inteligencia y la iluminación. Es la habilidad de percibir, comprender e interpretar la información; de tener perspicacia y discernir el significado. La capacidad de analizar y razonar, resolver problemas y decidir seguir a Cristo en nuestra vida diaria.

3. Don de Consejo.
Este es uno de los dones que mas se pide. Es la habilidad de enseñar e informar, guiar y dirigir, advertir y amonestar, recomendar y animar. El Espíritu Santo ofrece este don especial a los padres, maestros, entrenadores, mentores, consejeros, supervisores, ancianos y similares. Aconsejar no es sólo la habilidad de dar buenos consejos, sino también de recibirlos. También es la capacidad de discernir entre el bien y el mal y así elegir el bien sobre el mal y actuar en consecuencia.

4. Don de Fortaleza.
La capacidad de superar el miedo y estar dispuesto a caminar con Cristo y así resistir activamente la tentación de ceder a la presión y seguir a las masas cuando hacen el mal. La comunidad cristiana primitiva se describe como llena de coraje para vivir de acuerdo con las enseñanzas de Cristo y proclamarlo incluso si está amenazada de muerte.

5. Don de Conocimiento.
La capacidad de conocer a Dios y amarlo. Más profundamente, es la capacidad de estudiar y aprender; de adquirir, retener y dominar un amplio espectro de información y sobre la fe; y de hacer buen uso de ella con fines que edifiquen el cuerpo Místico de Cristo

6. Don de Piedad.
La capacidad de vivir humildemente y caminar con Dios en total respeto a todos los hijos de Dios. La piedad nos atrae para rezar y adorar. Es el único regalo que no forma parte de la lista original de Isaías. La piedad es la santidad personal, la habilidad de vivir una vida decente, libre de pecado, dedicada a Dios y obediente a la voluntad de Dios.

7. Don de Temor de Dios.
Es la capacidad de ser consciente de que siempre estamos en la presencia de Dios.  El temor al Señor es temor, reverencia y respeto a Dios. Desprecia la autosuficiencia humana y reconoce que todo viene de Dios. En consecuencia, aquellos que "Temen al Señor" ofrecen con gusto su alabanza, adoración y culto sólo a Dios. Según el Libro de los Proverbios: "El temor del Señor es el principio de la sabiduría". (Proverbios 1,7). El que teme al Señor conoce su lugar como hijo amado de un Padre amoroso.

Oremos siempre para recibir los dones del Espíritu Santo que nos harán crecer en santidad y fortaleza.



Oración por los 7 dones del Espíritu Santo.
Señor Jesucristo, que antes de ascender al cielo prometiste enviar el Espíritu Santo para terminar tu obra en las almas de tus apóstoles y discípulos, dígnate concederme el mismo Espíritu Santo para que perfeccione en mi alma la obra de tu gracia y tu amor.

Concédeme el Espíritu de Sabiduría para que desprecie las cosas perecederas de este mundo y aspire sólo a las cosas que son eternas, el Espíritu del Entendimiento para iluminar mi mente con la luz de Tu divina verdad, el Espíritu del Consejo para que pueda elegir el camino más seguro para complacer a Dios y ganar el Cielo, el Espíritu de Fortaleza para que pueda llevar mi cruz contigo, y para que pueda superar con valor todos los obstáculos que se oponen a mi salvación, el Espíritu del Conocimiento para que pueda conocer a Dios y conocerme a mí mismo y crecer perfecto en la ciencia de los Santos, el Espíritu de Piedad para que encuentre el servicio de Dios dulce y amable, el Espíritu del Miedo para que me llene de una amorosa reverencia hacia Dios, y pueda temer de cualquier manera desagradarle.

Márcame, querido Señor, con el signo de tus verdaderos discípulos y anímame en todas las cosas con tu Espíritu. Amén.




Oraciones al Espíritu Santo.
Espíritu Santo de luz y amor, tú eres el amor sustancial del Padre y del Hijo; escucha mi oración. Generoso otorgador de los dones más preciosos, concédeme una fe fuerte y viva que me haga aceptar todas las verdades reveladas y modelar mi conducta de acuerdo con ellas. Dame una esperanza muy confiada en todas las promesas divinas que me impulse a abandonarme sin reservas a ti y a tu guía. Infúndeme un amor de perfecta buena voluntad, y actúa según los más pequeños deseos de Dios. Hazme amar no sólo a mis amigos sino también a mis enemigos, a imitación de Jesucristo que por ti se ofreció en la cruz por todos los hombres. Espíritu Santo, anímame, inspírame y guíame, y ayúdame a ser siempre un verdadero seguidor tuyo. Amén.

Respira en mí, Espíritu Santo, para que todos mis pensamientos sean santos. Muévete en mí, Espíritu Santo, para que mi trabajo también sea santo. Atrae mi corazón, Espíritu Santo, para que pueda amar sólo lo que es santo. Fortaléceme, Espíritu Santo, para que pueda defender todo lo que es santo. Protégeme, Espíritu Santo, para que pueda ser siempre santo. Amén.

viernes, 29 de mayo de 2020

5 AFIRMACIONES QUE TODO CATÓLICO DEBE SABER SOBRE EL ESPÍRITU SANTO


5 afirmaciones que todo católico debe saber sobre el Espíritu Santo
Redacción ACI Prensa






Espíritu Santo. Crédito: Waiting for the Rules (CC-BY-2.0)
En Pentecostés los cristianos recuerdan la visita del Espíritu Santo a los discípulos, luego que Jesús ascendiera al cielo.

El hecho llenó de aliento a los apóstoles, quienes salieron a las calles de Jerusalén y comenzaron a predicar el Evangelio tal como lo relata Hechos 2:41 "los que acogieron su Palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron unas tres mil almas". 


A continuación se presentan algunos puntos para comprender quién es el Espíritu Santo.

1. El Espíritu Santo es una persona
El Espíritu Santo no es una "cosa" o un "qué", el Espíritu Santo es un "Él" y un "quién". Él es la tercera persona de la Santísima Trinidad, y aunque pueda parecer más misterioso que el Padre y el Hijo, es tan persona como ellos.

2. El Espíritu Santo es Dios
Que el Espíritu Santo sea la "tercera persona de la Trinidad" no significa que sea inferior que el Padre o el Hijo. Las tres personas, incluyendo el Espíritu Santo, son totalmente Dios y “tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad”, como dice el Credo de Atanasio.

3. El Espíritu Santo siempre ha existido
Aunque aprendemos la mayoría de cosas sobre Dios-Espíritu Santo (así como de Dios-Hijo) en el Nuevo Testamento, Éste siempre ha existido. Dios existe eternamente en tres personas. Así que, cuando lea acerca de Dios en el Antiguo Testamento, recuerde que se trata de las tres personas de la Trinidad, entre ellos el Espíritu Santo.

4. Así se recibe el Espíritu Santo 
El Espíritu Santo puede estar activo en el mundo de formas misteriosas y que no siempre se comprenden. Sin embargo, una persona recibe el Espíritu Santo de una manera especial por primera vez en el Bautismo y luego es fortalecido en sus dones en la Confirmación.

5. Los cristianos son templos del Espíritu Santo
Los cristianos tienen al Espíritu Santo que habita en ellos de una manera especial, y por lo tanto, existen graves consecuencias morales, como explica San Pablo:

“Huyan de las relaciones sexuales prohibidas. Cualquier otro pecado que alguien cometa queda fuera de su cuerpo, pero el que tiene esas relaciones sexuales peca contra su propio cuerpo ¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que han recibido de Dios y que está en ustedes? Ya no se pertenecen a sí mismos. Ustedes han sido comprados a un precio muy alto; procuren, pues, que sus cuerpos sirvan a la gloria de Dios”. (1 Cor 6:18-20)



Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en ChurchPop.

domingo, 12 de enero de 2020

AL ESPÍRITU SANTO


Al Espíritu Santo



El Espíritu Santo habita en el bautizado en estado de gracia como en un templo y es para nosotros el principio de la vida sobrenatural, así como el alma es el principio de la vida corporal. Por eso podría decirse que, si el hombre está compuesto de cuerpo y alma, el cristiano está compuesto de cuerpo, alma y Espíritu Santo. Aquí tienes una hermosa oración a este divino Espíritu.

Ven, Espíritu Santo, luz y gozo, Amor, que en tus incendios nos abrasas: renueva el alma de este pueblo tuyo que por mis labios canta tu alabanza.
En sus fatigas diarias, sé descanso; en su lucha tenaz, vigor y gracia: haz germinar la caridad del Padre, que engendra flores y que quema zarzas.
Ven, Amor, que iluminas el camino, compañero divino de las almas: ven con tu viento a sacudir al mundo y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.

El Espíritu Santo comunica al bautizado la vida divina, la vigoriza y perfecciona. Nos alienta a practicar buenas obras. Con este fin, nos enriquece con sus siete dones que generan en nuestra vida actos eminentes de virtud, llamados frutos del Espíritu. A saber, aplica a cada uno la Redención de Cristo, en especial por los sacramentos de la Iglesia. 


* Enviado por el P. Natalio

sábado, 16 de noviembre de 2019

LA GUÍA DEL ESPÍRITU SANTO


La guía del Espíritu Santo



1)  Para saber
El Concilio Ecuménico Vaticano II fue convocado por san Juan XXIII. Se cuenta que la mañana en que el Papa Juan le comunicó a su secretario su decisión para convocarlo, le comentó con su característico buen humor que pensaba que el Papa no era asistido por el Espíritu Santo. El secretario se sorprendió, pues sabía que el Espíritu Santo asiste siempre a la Iglesia y en especial al Papa. Entonces con delicadeza le peguntó al Papa por qué lo decía. El Papa sonriendo ante el desconcierto de su secretario le aclaró: “No se confunda Monseñor, efectivamente el Espíritu Santo no asiste al Papa, sino que el Papa es el asistente del Espíritu Santo”.

Con ello dejaba claro que quien conduce la Iglesia es Dios mismo y el Papa solo ha de obedecer las inspiraciones que recibe del Espíritu Santo.

El Papa Francisco, siguiendo su reflexión sobre los Hechos de los Apóstoles, hizo referencia al primer Concilio en la Historia de la Iglesia que fue en Jerusalén. Al terminar, escribieron a Antioquía las conclusiones, comenzado su carta diciendo: “El Espíritu Santo y nosotros pensamos que…”. Con ello mostraban cómo eran conscientes de que el Espíritu Santo es quien guía y acompaña a la Iglesia.

2)  Para pensar
El Papa Francisco se refirió a que la Iglesia tiene las puertas abiertas para todos, para que entre quien quiera, también los paganos y ateos, a todo el que sea dócil al llamado del Espíritu Santo.

Hace años, en un viaje de San Juan Pablo II a París, hubo una gran concentración de jóvenes en un famoso estadio deportivo llamado Parque de los Príncipes. Al terminar el acto, un joven se acercó y le grito: “Soy ateo, ¡ayúdeme!”. El Papa se acercó al muchacho y, tomándole aparte, le dirigió unas palabras. Ya en Roma, el Papa le dijo a su secretario que estaba preocupado, pues le parecía que su respuesta al joven ateo fue insuficiente y le encargó que lo localizaran. Aunque parecía una misión imposible, gracias a muchas personas que colaboraron y a las fotografías, encontraron al joven ateo. Le dijeron que el Papa había pedido que lo buscaran para decirle que estaba preocupado y rezaba por él. El joven contestó que después del acto fue a una librería y compró el Nuevo Testamento. Al abrirlo y leer, encontró la respuesta a sus dudas. Ahora recibía clases de la fe católica y pronto sería bautizado.

Podemos afirmar que por la oración del Papa y de muchos otros, el joven recibió la gracia del Espíritu Santo para su conversión. Pensemos con que actitud escuchamos al Espíritu Santo y si somos diligentes para poner por obra lo que nos inspira.

3)  Para vivir
Pero no pensemos que el Espíritu Santo solo inspira al Papa, al encargarse de dirigir a la Iglesia, sino que también dirige a cada uno de sus miembros. De ahí la importancia de ser dóciles al Espíritu Santo que desea guiarnos a la vida eterna y al amor de Dios.

El Santo Padre invitó a pedirle a Dios que nos ayude a vivir el diálogo, la escucha y el encuentro con nuestros hermanos y hermanas en la fe y con los que están lejos. Así nos alegraremos al ver la fecundidad de la Iglesia, que está llamada a ser “madre gozosa” de muchos hijos.


Pbro. José Martínez Colín

sábado, 11 de mayo de 2019

AL ESPÍRITU SANTO


Al Espíritu Santo



El Espíritu Santo habita en el bautizado en estado de gracia como en un templo y es para nosotros el principio de la vida sobrenatural, así como el alma es el principio de la vida corporal. Por eso podría decirse que, si el hombre está compuesto de cuerpo y alma, el cristiano está compuesto de cuerpo, alma y Espíritu Santo.

Ven, Espíritu Santo, luz y gozo, Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo que por mis labios canta tu alabanza.

En sus fatigas diarias, sé descanso; en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre, que engendra flores y que quema zarzas.

Ven, Amor, que iluminas el camino, compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.

El Espíritu Santo comunica al bautizado la vida divina, la vigoriza y perfecciona. Nos alienta a practicar buenas obras. Con este fin, nos enriquece con sus siete dones que generan actos eminentes de virtud, llamados frutos del Espíritu. A saber, aplica a cada uno la Redención de Cristo, en especial por los sacramentos de la Iglesia. 



* Enviado por el P. Natalio

jueves, 20 de septiembre de 2018

POSEÍDO POR EL ESPÍRITU SANTO


Poseído por el Espíritu Santo



“El Espíritu Santo está presente tanto hoy como en tiempos de Jesús y los Apóstoles... está y actúa, llega antes que nosotros, trabaja más y mejor que nosotros. A nosotros no nos toca ni sembrarlo, ni despertarlo, sino ante todo reconocerlo, recibirlo, secundarlo, abrirle camino, seguirlo” (Carlos Martini). Una anécdota que pasó en la península de Athos, poblada de monjes.

Cuando se llegaba a la puerta de su eremitorio, el padre Serafín tenía la costumbre de observar al recién llegado de la manera más impertinente, de la cabeza a los pies, durante cinco largos minutos, sin dirigirle ni una palabra. Aquéllos a quienes ese examen no hacía huir, podían escuchar el  áspero diagnóstico del monje: “En usted no ha descendido más abajo del mentón. De usted, no hablemos. Ni siquiera ha entrado. Usted... no es posible... ¡qué maravilla! Ha bajado hasta sus rodillas...” Hablaba del Espíritu Santo y de su descenso más o menos profundo en el hombre.

Así es como juzgaba la santidad de alguien: según el grado de ser poseído por el Espíritu. El hombre perfecto, el hombre transfigurado era para él, el habitado todo entero por la presencia del Espíritu Santo de la cabeza a los pies. "Esto no lo he visto –decía– sino una vez”. Trata de dejar al divino Espíritu un amplio espacio en tu vida.

* Enviado por el P. Natalio

sábado, 14 de julio de 2018

INSPIRACIONES DEL ESPÍRITU SANTO


Inspiraciones del Espíritu Santo


Es cierto que el Espíritu Santo nos quiere hablar, pero a veces nos cuesta escucharle. Esto sucede porque hay muchas otras voces que constantemente nos llegan de todos lados pidiendo atención. Todas quieren penetrar en nuestros razonamientos e influir en las decisiones que tomamos.

Saber escuchar las inspiraciones del Espíritu Santo, es un aprendizaje progresivo: se trata de convertirse en aquellas ovejas que reconocen la voz de su pastor en medio de las otras voces que las rodean (Jn 10, 3-5). Para lograr esto, es necesario crear poco a poco un cierto "clima de vida" que comprende los siguientes elementos:

1.- Estar decididos a hacer la voluntad de Dios
Dios habla a aquellos que desean obedecerle. La obediencia es una elección a largo plazo; cierra la puerta del infierno y abre las ventanas del cielo.
Por la disposición de Jesús a ser obediente, incontable multitud de personas fueron y son llevados todavía a la reconciliación con Dios.

2.- Llevar una vida de oración regular
Lleva una vida en la que intentemos principalmente tener una actitud de confianza, de disponibilidad interior a la acción de Dios.
La fidelidad a la oración favorece y hace más profunda la disposición de apertura y de escucha.

3.- Meditar regularmente las Santas Escrituras.
Su manera de tocar y hablar a nuestro corazón despierta en nosotros una sensibilidad espiritual y nos acostumbra poco a poco a reconocer la voz de Dios.

4.- Evitar actitudes que pueden cerrarnos a la acción del Espíritu
Actitudes como la agitación, las inquietudes, los miedos, los apegos excesivos a nuestra propia manera de hacer o de pensar.
La escucha al Espíritu Santo requiere flexibilidad y desprendimiento interiores.

5.- Aceptar con confianza los acontecimientos de nuestra vida
Aceptar lo acontecimientos aun cuando a veces nos contraríen o no correspondan a lo que nosotros esperábamos.
Si somos dóciles a la manera en la que Dios conduce los acontecimientos de nuestra vida, si nos abandonamos entre sus manos de Padre, Él sabrá hablar a nuestro corazón.
Mantengámonos (dentro de lo posible) en paz y en confianza, pase lo que pase. Cuanto más nos esforcemos por mantener la paz, más escucharemos la voz del Espíritu.

6.- Acoger los consejos de las personas que nos rodean
Seamos humildes de cara a nuestros hermanos y hermanas, no busquemos siempre tener la razón o la última palabra en las conversaciones.
Reconozcamos nuestros errores y dejémonos corregir. Quien sabe escuchar a su hermano sabrá escuchar a Dios.

7.- Purificar el corazón en el sacramento de la penitencia
El corazón purificado constantemente por el perdón de Jesús percibirá su voz con más claridad.

8.- Estar atentos a lo que pasa en el fondo de nuestro corazón
El Espíritu Santo no se deja escuchar en el ruido ni en la agitación exterior, sino en la intimidad de nuestro corazón, por medio de mociones suaves y constantes.

9.- Reconocer lo que viene de Dios a través de los frutos que produce en nuestra vida
Lo que viene del Espíritu trae consigo paz, nos hace humildes, confiados, generosos en el don de nosotros mismos.
Lo que viene de nuestra psicología herida o del demonio produce dureza, inquietud, orgullo, ensimismamiento.

10.- Vivir en un clima de gratitud
Si agradecemos a Dios por un beneficio, él nos dará nuevas gracias, en especial las inspiraciones interiores que necesitamos para servirle y amarle.
El Señor nos ama a todos por igual. Nos creó a todos con la misma capacidad espiritual, de modo que nadie debe sentirse en desventaja al tratar de escuchar la voz del Espíritu Santo o reconocer la obra de Dios en su vida.

La Escritura contiene magníficos relatos acerca de personas como San Pedro, la Virgen María y San Felipe, que percibieron la guía del Espíritu Santo aun cuando esa guía parecía extraña al principio.
El Espíritu Santo quiere hablarnos a nosotros, Él quiere infundir nuevos pensamientos en nuestra mente y en nuestros corazones. Sepamos abrirnos a sus inspiraciones.

Fuente: “Píldoras de Fe”

domingo, 20 de mayo de 2018

AL ESPÍRITU SANTO


Al Espíritu Santo




El Espíritu Santo habita en el bautizado en estado de gracia como en un templo y es para nosotros el principio de la vida sobrenatural, así como el alma es el principio de la vida corporal. Por eso podría decirse que, si el hombre está compuesto de cuerpo y alma, el cristiano está compuesto de cuerpo, alma y Espíritu Santo.

Ven, Espíritu Santo, luz y gozo, Amor, que en tus incendios nos abrasas: renueva el alma de este pueblo tuyo que por mis labios canta tu alabanza.

En sus fatigas diarias, sé descanso; en su lucha tenaz, vigor y gracia: haz germinar la caridad del Padre, que engendra flores y que quema zarzas.

Ven, Amor, que iluminas el camino, compañero divino de las almas: ven con tu viento a sacudir al mundo y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.

El Espíritu Santo comunica al bautizado la vida divina, la vigoriza y perfecciona. Nos alienta a practicar buenas obras. Con este fin, nos enriquece con sus siete dones que generan actos eminentes de virtud, llamados frutos del Espíritu. A saber, aplica a cada uno la Redención de Cristo, en especial por los sacramentos de la Iglesia. 


* Enviado por el P. Natalio

jueves, 17 de mayo de 2018

EL DON DEL TEMOR DE DIOS - ESPÍRITU SANTO


El don del Espíritu Santo: Temor de Dios
Los dones del Espíritu Santo y la oración. El alma llena de amor y consciente de su fragilidad, teme llegar a ofender a Dios, a perderle.


Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com 




Cuando se quiere mejorar la oración, un camino es el de disponer el corazón, cultivar las actitudes del orante. La actitud de hijo, de criatura, de pecador, de discípulo, de amigo... Cada actitud dispone para el diálogo con el Señor. Con sus dones el Espíritu Santo configura estas posturas del corazón y suscita la oración "de los santos según Dios" (Rm 8, 26).


El don de temor de Dios
Con el don llamado temor de Dios, el Espíritu Santo nos eleva a palpar la santidad transcendente de Dios. No se teme el castigo de Dios, sino que el alma llena de amor y consciente de su fragilidad, teme llegar a ofenderle a Dios, a perderle. Se podría hablar de un don de la reverencia, de la capacidad de descubrir la grandeza de Dios, motivo de adoración y alabanza.

¿Amor o temor?
Sin embargo, hay motivo para mantener la cualidad del "temor", pues se falsifica nuestra relación con Dios si nos olvidamos de quienes somos, de nuestra condición de creaturas y especialmente de nuestra fragilidad como pecadores: de los pecados cometidos, y del peligro de cometerlos. En la oración, cuánto más auténtica es nuestra toma de conciencia de la presencia de Dios, tanto más queda sobrecogida el alma, temerosa de no estar a la altura, de no prestarle al Señor la reverencia que merece.


Los frutos del Espíritu Santo, el don de temor de Dios y la oración

Cuando el Espíritu Santo se hace presente actuando el don, entramos de pronto con claridad y viveza en la experiencia inmediata de la santidad del Señor. Quizás es mejor que cada uno acuda a la propia experiencia, a los momentos en que ha sido más evidente la acción de Él. No en las emociones, sino en la actitud del alma. No sólo "sentir la grandeza de Dios", o "sentir su santidad", sino sentirse a la vez colmado de la experiencia de su grandeza y de la propia indignidad y fragilidad.

Surgen espontáneas en el alma la adoración y alabanza de Dios por un lado, y por otro la actitud humilde de quien se sabe creatura y aún pecador: "el publicano no levantaba la mirada sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" (Lc 18, 13). Pensemos en las figuras de los grandes orantes: Moisés descalzándose delante de la zarza ardiente. Isaías que exclama: "Ay de mí, soy un hombre de labios impuros". San Pablo que cae al suelo cuando Cristo le aparece en el camino. La misma Santísima Virgen María se turba frente al saludo del Ángel.

A esta luz hemos de querer y pedir que nuestro corazón sea auténtico delante del Señor: "¿Quién soy yo, Señor, para entrar en tu presencia? Una pobre creatura cargada de iniquidad, pero desde mi miseria yo te adoro rendidamente. Te pido perdón de mis muchos pecados".

De modo paradójico, este santo temor también se hace alegría cuando desde el amor cantamos la gloria de Dios: "Recordad la exclamación estupenda del himno de la Santa Misa festiva, llamado precisamente el Gloria: «te damos gracias por tu inmensa gloria»" (Pablo VI, 25 de abril de 1973)


¿Cómo cultivar el don de temor de Dios?
¿Podemos cultivar este don, hacer algo nosotros para alcanzar o secundar la acción del Espíritu Santo en nuestra oración? El cultivo de las virtudes correspondientes, la corrección de los defectos, la súplica perseverante y la espera confiada son todas actitudes que preparan el terreno para la acción del Espíritu. Y el alma queda libre para dejarse guiar u oponerse a la acción divina.

Para el don del temor de Dios, podemos reflexionar sobre nuestras actitudes como creaturas. Sobre la seriedad que damos a la cita con Él en la meditación. Sobre el trato que le damos: el respeto, la reverencia, la atención, las posturas. Sobre la sinceridad de nuestra pena cuando nos percatamos de las distracciones involuntarias. Sobre cómo reaccionamos cuando hay cansancio, calor o aridez: ¿es enojo, molestia? ¿o pena, vergüenza? Luego, de manera más importante, sobre nuestra conciencia y nuestro sentido del pecado. Nuestro deseo de ser puro y santo en su presencia, de que él nos purifique.

Y, finalmente, buscar meditar, contemplar, saborear las grandezas de Dios.

EL DON DE LA CIENCIA - ESPÍRITU SANTO


El Don de la Ciencia
Los dones del Espíritu Santo y la oración. Nos permite descubrir a Dios detrás de las obras humanas


Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com 




"En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, ... »" (Lc 10, 21)


Frutos del don de ciencia
Jesús nos manifiesta el don de ciencia cuando ora en el gozo del Espíritu Santo al ver volver a los setenta y dos discípulos su misión. Este don contribuye mucho a la oración, pues nos descubre la relación entre las cosas creadas y Dios.
Por la acción iluminadora del Espíritu Santo, perfecciona nuestra fe y concurre directamente a la contemplación, dándonos un conocimiento inmediato de la relación de las creaturas a Dios. Así nuestra mente descubre en la belleza e inmensidad de la creación, la presencia de la belleza, bondad y omnipotencia de Dios y se siente impulsado a traducir
este descubrimiento en alabanza, cantos, oración, acción de gracias, y exclamar: "Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra..".

Este don también nos permite descubrir a Dios detrás de las obras humanas: "Es la sensación
que experimentamos cuando admiramos una obra de arte o cualquier maravilla que es fruto del ingenio y de la creatividad del hombre: ante todo esto el Espíritu nos conduce a alabar al Señor desde lo profundo de nuestro corazón y a reconocer, en todo lo que tenemos y somos, un don inestimable de Dios y un signo de su infinito amor por nosotros." (Papa Francisco, 21 de mayo de 2014).


Lugares donde se manifiesta el don de ciencia
Los salmos, que por definición son oraciones inspiradas, son un constante manifestación de la acción de los dones del Espíritu Santo en los autores, y en especial del don de ciencia. También vemos esta ciencia espiritual en las parábolas de Jesucristo, al encontrar un sentido escondido en todas las realidades creadas: el agua, el pan, el vino, una piedra, los campos de labranza, el cielo, el sol, la vida, la higuera, la semilla, la tempestad. Allí se nos descubre el sentido último de las cosas materiales y de la misma vida humana: su relación ontológica con Dios, su Creador, su Padre y Redentor.

Otro efecto de este don en el alma, esencial para la oración y para abrirse a la gracia de la contemplación, es la conciencia de lo efímero de las criaturas. El hombre, iluminado por el don de ciencia, descubre al mismo tiempo la infinita distancia que separa a las cosas del Creador, su intrínseca limitación, la insidia que pueden constituir, cuando, al pecar, hace de ellas mal uso. Es un descubrimiento que le empuja a volverse con mayor ímpetu y confianza a Aquel que es el único que puede apagar plenamente la sed de infinito que le acosa. (Cfr. Juan Pablo II, 23 de abril de 1989). El libro de la Sabiduría comentaba a propósito de los ateos: "Tal vez como viven entre sus obras, se esfuerzan por conocerlas, y se dejan seducir por lo que ven. ¡Tan bellas se presentan a los ojos!" (Sab 13, 7). El creyente, a su modo, puede quedar tan cogido por las huellas de Dios, que en su oración ya no pasa más allá de ellas para quedarse sólo en el Creador. Esto constituye una advertencia para quien desea progresar en la oración contemplativa.

Cuando el alma, por ejemplo, se siente llena de paz delante un paisaje majestuoso, alabando al Creador, esa experiencia tan valiosa corre el peligro de detenerse en la belleza misma de la criatura. El don de ciencia viene en nuestra ayuda, para que el orante al final contempla no a las criaturas, sino a su Origen y Señor.

EL DON DEL ENTENDIMIENTO - ESPÍRITU SANTO


El Don del Entendimiento
Los dones del Espíritu Santo y la oración. Permite admirar la íntima armonía entre diversas verdades reveladas.


Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com 




Frutos del don de entendimiento
"No quiero, hermanos, que Uds. ignoren lo que se refiere a los dones espirituales... Por eso les hago saber que nadie puede decir «Jesús es el Señor», sino por el Espíritu Santo" (1Co 12, 1.3). Mediante el don del entendimiento, el Espíritu Santo, que "escruta las profundidades de Dios" (1 Co 2, 10), comunica al creyente una chispa de esa capacidad penetrante que le permite casi ver los misterios de Dios.

Por la fe creemos las verdades reveladas, sin entenderlas, pues son misterio. Reflexionando y orando, nuestro entendimiento se adentra a las profundidades del misterio. Cuanto más descubre el intelecto, más misteriosa se hace la verdad divina. Cuánto más luz recibe, más se vislumbra la inmensidad del misterio. El Espíritu de Amor responde a esta búsqueda amorosa del creyente. Aporta una penetración diversa, un ver, una intuición, un saber, que da a la mente un conocimiento inmediato, sereno, de la verdad sobrenatural sin que deje de ser misterio.

En la oración, este don ayuda y perfecciona al intelecto. Mientras no actúa el Señor, sería una temeridad querer orar sin la labor de nuestras mentes. Cuando el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda, captamos de un modo nuevo, claro y, por lo general, gozoso las verdades. El alma puede prorrumpir en la respuesta de alabanza y amor. Ya no hace falta investigar, ya se goza del conocimiento.


El don del entendimiento en las Escrituras
Así Isabel reconoció la maternidad divina de María: "Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»". Es así nuestra experiencia cuando se nos revela el sentido de una palabra de la Escritura. En ese momento se renueva en nosotros la experiencia de los discípulos de Emaús tras haber reconocido al Resucitado en la fracción del pan: "¿No ardía nuestro corazón mientras hablaba con nosotros en el camino, explicándonos las Escrituras?" (Lc 24, 32).

Otras veces el don del entendimiento permite al orante admirar la íntima armonía entre diversas verdades reveladas. Puede ser que captemos en alguna de ellas un resumen de todas. Así, por ejemplo, meditando el prólogo de San Juan, quizás alguno descubra en la frase "El verbo se hizo carne", todo el misterio del amor de Dios Creador y Redentor, y sólo le queda inclinar la cabeza, como hace la Iglesia al llegar a estas palabras en el Credo.


Cómo pedir el don del entendimiento
¿Cómo propiciamos este don en la oración? El evangelio nos ha dado el presupuesto: sencillez de corazón. Jesús lleno de gozo en el Espíritu Santo dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito... Nadie conoce quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». El orgullo del espíritu, con todas sus manifestaciones, es contrario a la presencia de este don. Dice Santa Catalina de Siena que la soberbia cubre el ojo de la inteligencia como una nube y le impide ver. La humildad del corazón abre la puerta para el Espíritu.

Luego, detenernos en la luz, según el sabio consejo de San Ignacio: "No el mucho saber harta y satisface el alma sino el sentir y gustar internamente de las cosas de Dios" (Ejercicios, nn. 2 y 76). María aquí es el gran ejemplo: escrutaba sin cansarse el sentido profundo de los misterios realizados en Ella por el Todopoderoso, dándoles vueltos en su corazón, es decir, con el amor más que con el raciocinio (cf. Lc 2, 19 y 51).

Y como siempre, pedir, pedir mucho: "Ven Espíritu Santo".

EL DON DEL CONSEJO - ESPÍRITU SANTO


El Don del Consejo
Los dones del Espíritu Santo y la oración. El Espíritu Santo nos habla al corazón, y nos ayuda a entender.


Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com 




María y el don de consejo
Se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda,su madre le dice a Jesús: «No tienen vino». Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora». Dice su madre a los sirvientes: «Hagan lo que él os diga. (Jn 2, 1-5).
Parecería un diálogo falto de lógica. Pero María ha comprendido lo que la lógica humana no ve y ha acertado en su indicación a los criados. Intuimos la presencia en su mente de otra luz, propia del don de consejo. Con este don la persona, bajo la inspiración del Espíritu Santo, juzga rectamente lo que conviene hacer, incluso en los casos más difíciles. "No faltan nunca problemas que a veces parecen insolubles. Pero el Espíritu Santo socorre en las dificultades e ilumina... Puede decirse que posee una inventiva infinita, propia de la mente divina, que provee
a desatar los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e impenetrables" (Juan Pablo II, 24 de abril de 1991).


El don del consejo y la virtud de la prudencia
El don del consejo perfecciona a la virtud de la prudencia. Por la prudencia discurrimos e investigamos cuidadosamente los medios más a propósito para alcanzar el fin inmediato a la luz del fin último. Con el don de consejo el Espíritu Santo nos habla al corazón, y nos da a entender de modo directo lo que debemos hacer. Así cuando llegó a la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén la noticia de la conversión de muchos griegos en Antioquía, enviaron allí a Bernabé, "hombre lleno de fe y del Espíritu Santo", para ver qué ocurre. Él por su parte toma la feliz decisión de ir a Tarso para buscar la ayuda de Saulo, y así da inicio al ministerio apostólico de Pablo (Hech. 1, 22-26). Sin duda, fue una decisión iluminada por el Espíritu Santo. Y cuando finalmente la Iglesia afronta la cuestión de la observación o no de la ley mosaica, la conclusión reza: "nos ha parecido a nosotros y al Espíritu Santo".


Frutos y petición del consejo
¿Cómo ayuda el don del consejo a la oración? Nuestra oración está llamada a influir en la vida: «No todo el que me diga: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial... Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca» ( Mt 7, 21. 24). Si el "hombre prudente" pone por obra la palabra escuchada en la oración, el don de consejo ayuda poderosamente a aclarar cuál es esta palabra concreta y su aplicación vital.

Para disponernos al don, necesitamos en primer lugar la humildad convertida en súplica: "Enséñame Señor a hacer tu voluntad porque tú eres mi Dios. Señor, muéstrame tus caminos, enséñame tus senderos" (Ps 143, 10; 25, 4). A veces Dios ilumina de pronto, sin previa reflexión; otras veces es una iluminación superior que guía nuestro razonar, pues el don perfecciona la virtud, no la elimina.

Luego, cultivemos el silencio del alma para dar espacio a la escucha del Espíritu. Callar sobre todo las preocupaciones, pasiones, apegos, todo lo que es ruído de la criatura. Y del yo. Cuándo escuchamos mucho ruído interior, podemos sospechar que allí no habla el Espíritu Santo.

Importa también la prontitud para poner por obra lo que le agrada al Divino Huésped. La persona ordinariamente dócil a sus inspiraciones,
se hace cada vez más connatural con Él: "En el momento en el que lo acogemos y lo albergamos en nuestro corazón, el Espíritu Santo comienza a hacernos sensibles a su voz y a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras intenciones según el corazón de Dios... De este modo madura en nosotros una sintonía profunda, casi connatural en el Espíritu" (Papa Francisco, 7 de mayo de 2014).

Pidamos a María, Madre del Buen Consejo, que nos alcance la gracia de este don.

EL DON DE LA FORTALEZA - ESPÍRITU SANTO


El don de la Fortaleza
Los dones del Espíritu Santo y la oración. El Espíritu Santo da fuerza y energía.


Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com 




Frutos del don de la fortaleza

Antes de la Ascensión, Jesús dice a los apóstoles: «Permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos de poder desde lo alto. Recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes» (Lc 24, 49; Hech 1, 3-4). El día de Pentecostes, impulsados por "las ráfagas" del Espíritu y el "fuego" que hacía arder sus palabras, los apóstoles se llenaron de valentía para predicar a Cristo (Hech 2, 2-4. 14-40). A través de su audacia, se cumplió la promesa de Cristo: "Cuando venga el Espíritu de la verdad, dará testimonio de mí. Y también ustedes darán testimonio de mí" (Jn 15, 26-27). Un testimonio que los apóstoles consumirán con el martirio cruento.

Esta es la fortaleza, don del Espírtu Santo. Hay una fortaleza humana, propia de los hombres valerosos. Corona las demás virtudes – a la caridad, celo, humildad, etc. – dándoles consistencia y fuerza. Sin embargo, tiene un límite inevitable: la debilidad humana. El don del Espíritu Santo perfecciona esta virtud dando fuerza y energía para hacer o padecer intrépidamente cosas grandes, a pesar de todas las dificultades. Nos es necesaria para resistir las tentaciones fuertes o persistentes, para emprender grandes obras, para superar la persecución, para practicar con perfección y perseverancia las virtudes.


La fortaleza y la oración
El don de la fortaleza también contribuye a nuestra oración. Conocemos bien su dificultad múltiple, la lucha contra el cansancio, el sueño, las distracciones, la aridez. Quien se propone llevar con seriedad una vida de oración, a dedicar un espacio diario a la oración mental, descubre que ni siquiera el paso de los años le permite afrontar sin dificultad la consigna del Señor a "orar sin desfallecer" (Lc 18, 1). Allí está Getsemaní. Cristo ha dicho a los apóstoles: "Velad y orad", pero no resisten. No es sólo cansancio físico, es también pesadumbre anímica. San Lucas nos dice que el Señor les encontró"dormidos por la tristeza" (Lc 22, 45) y Él mismo los excusa: "El espíritu está pronto, pero la carne es débil" (Mc 14, 38). El espíritu humano no es suficiente, necesitarán el "poder que viene de lo alto". Jesús, al contrario, quien bajo el impulso del Espíritu ya había afrontado los 40 días del desierto (Lc 4, 1-2), ahora "sumido en agonía, insistía más en su oración" (Lc 22, 44).


Pidamos la fuerza del Espíritu Santo para perseverar en la oración como más tarde los apóstoles supieron hacerlo, junto con María (Hech 1, 14; 2, 42. 46). El Señor quizás sólo quiere ver la sinceridad de nuestro empeño y la humildad de nuestra súplica para darnos este don.


El don de la fortaleza en los momentos difíciles
El don también es necesario para la oración bajo otra luz. Dentro de la dinámica propia de la oración no es raro que la voluntad se retrae frente a alguna moción del mismo Espíritu. Cuando nos pide el Señor un sacrificio especial, acoger su voluntad en una enfermedad, en alguna noticia familiar triste, en una situación personal dolorosa. O quizás lo que nos pide el Señor no parece tan dramático, pero no encontramos en nosotros la fuerza para aceptarlo, para decidirnos a cambiar o a trabajar. Pidamos al Espíritu Santo que venga con su fortaleza en ayuda de nuestra debilidad.

Finalmente, está la oración, que bajo el impulso del Espíritu se abre no sólo a acoger la voluntad de Dios sino a pedir una mayor identidad con Cristo, víctima por nuestros pecados. Jesucristo después "de ofrecer ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte", acogió con obediencia voluntaria el designio de su Padre y "por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios" (Heb 5, 7-8; 9, 14).

No nos es fácil rezar así con sinceridad. Sin embargo, el Espíritu Santo nos puede llevar a penetrar el Corazón de Cristo, a ver todo como él lo ve, a tener "el pensamiento de Cristo" según una frase de San Pablo (1Co 2, 16). Entonces con el don de su fortaleza hace posible que pidamos de verdad sufrir con Cristo por la expiación de los pecados y la redención de los hombres.

EL DON DE LA SABIDURÍA - ESPÍRITU SANTO


Don de la Sabiduría
Los dones del Espíritu Santo y la oración. La gracia de poder ver cada cosa con los ojos de Dios.


Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: la-oracion.com 




En qué consiste el don de la sabiduría

Con los diversos dones, el Espíritu Santo vivifica nuestra oración. Nos lleva a descubrir la presencia de Dios en la creación, a amarle filialmente, a reverenciar su santidad, a penetrar las verdades de la fe, a perserverar en las dificultades y atinar en las aplicaciones. El mayor de sus dones es la sabiduría, que es la gracia de poder ver cada cosa con los ojos de Dios. Es luz que se recibe de lo alto, una participación especial en ese conocimiento misterioso y sumo, que es propio de Dios. El don de la sabiduría perfecciona la virtud teologal de la caridad, produciendo un conocimiento nuevo, impregnado por el amor.


Ya en el orden natural, el amor agudiza la capacidad de penetrar el interior de otro. El conocimiento mutuo entre dos esposos que se aman, entre unos amigos cercanos, o el conocimiento de una mamá para con sus hijos, goza de una intuición muy allá de los factores intelectuales: el corazón vive lo que la razón no sabe. Ahora bien, en el orden sobrenatural "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rom 5, 5). Cuando el Espíritu Santo nos comunica el don de la sabiduría, especialmente en los momentos de oración, nos lleva a mirar y saborear a Dios y la creación a través del amor divino.


Ejemplos de sabiduría

Conocemos grandes ejemplos de este don. Pablo VI decía de Santa Catalina de Siena, mujer analfabeta quien vivió apenas 33 años: "Lo que más impresiona en esta santa es la sabiduría infusa, es decir, la lúcida, profunda y arrebatadora asimilación de las verdades divinas y de los misterios de la fe, debida a un carisma de sabiduría del Espíritu Santo" (4 de octubre de 1970). Y Juan Pablo II, declarando doctora de la Iglesia a Santa Teresa del Niño Jesús, recalcó que el centro de su doctrina es "la ciencia del amor divino. Se la puede considerar un carisma particular de sabiduría evangélica que Teresa, como otros santos y maestros de la fe, recibió en la oración (cf. Ms C 36 r)" (19 de octubre de 1997).

Son casos excepcionales, y sin embargo, todos podemos aspirar a que este don enriquezca nuestra oración. Hay, sí, una condición previa, la humildad de corazón, pues Dios se resiste a los soberbios. "La ciencia del amor divino, que el Padre de las misericordias derrama por Jesucristo en el Espíritu Santo, es un don, concedido a los pequeños y a los humildes, para que conozcan y proclamen los secretos del Reino, ocultos a los sabios e inteligentes (cf. Mt 11, 25-26)" (Ibid.).

Podemos además disponernos y colaborar al don orientando nuestra oración hacia el amor. Cualquiera que sea la materia de nuestra oración – un texto de la Sagrada Escritura, una lectura, una escena evangélica, un icono... – hay que pasar desde la consideración del intelecto, también necesaria, a verla con amor, más aún, desde el amor de Dios. Dios es amor, y no poseemos una verdad plenamente mientras no es amada.


María y el don de sabiduría

La Santísima Virgen María, Trono de la Sabiduría, es también aquí madre y maestra. El Magnificat es la primera oración del Nuevo Testamento. Nos enseña como el don de la sabiduría configura la oración cristiana. María daba vueltas a los acontecimientos y revelaciones "en su corazón", es decir desde el amor. "No mira sólo lo que Dios ha obrado en ella, convirtiéndola en Madre del Señor, sino también lo que ha realizado y realiza continuamente en la historia" (cfr. Benedicto XVI, 14 de marzo de 2012). Es la visión de la sabiduría, que ve todo desde Dios. En su cántico, prorrumpe en una oración de alabanza y de alegría, de celebración de la gracia divina. Pidamos su intercesión: "María, Madre de la oración cristiana, ruega por nosotros". Y pidamos el don de la sabiduría para nuestra oración: "Ven, Espíritu de amor".
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