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sábado, 18 de julio de 2015

LA AUSENCIA DEL PADRE


La ausencia del Padre
La figura paterna es indispensable en la vida de los hijos pues crea en ellos estabilidad, forja la voluntad y da sentido de pertenencia como seres amados


Por: Luce Bustillo - Schott | Fuente: Catholic.net 




La figura paterna es indispensable en la vida de los hijos pues crea en ellos estabilidad, forja la voluntad y da sentido de pertenencia como seres amados. Hoy dia la asuencia del padre ha creado en los hijos debilitamiento en sus voluntades llevando a muchos a vivir en la soledad y creciendo con un sentimiento de desamor que muchos terminan llenos de complejos,miedos y dificultad para lograr un vínculo sano en las relaciones interpersonales.

Quienes tuvimos un  "papá" que nos amó y dedicó su vida en todo sentido de la palabra,  trabajando incansablemente para que fuéramos mujeres y hombres de bien, que fueron muchos los sacrificios, desvelos, inquietudes, para apoyarnos en las distintas dimensiones que el ser humano vive: físico, espiritual, moral y emocional,  sabemos que esa figura paterna ha sido indispensable en nuestro desarrollo integral como personas. Que ese "papá" no sólo es proveedor materialmente sino que es el que educa, aconseja, ama y es ejemplo a seguir para que sus hijos puedan también ser ejemplo para sus hijos.

No faltará quien comente, manifieste y deje salir el dolor por la ausencia del padre o dándole ese título a un abuelo, tío, inclusive un hermano que estuvo haciendo las veces de "papá" por la ausencia paterna ya sea por muerte o abandono. Más de una esposa abandonada sacará a relucir el dolor que ha vivido durante muchos años por estar haciendo el esfuerzo de llenar el vacío que deja el padre que abandona el hogar y que le toca salir a trabajar y suplir al papá ausente educando, aconsejando, jugando, cuidando a los hijos que sufren el vacío paternal.

Como esposa que ha vivido el abandono,  sé el dolor que se vive como esposa, mujer y madre de esos pequeños, que duele en lo más profundo del alma sentirse sola en esta ardua tarea de querer ser mamá y papá a la vez, pero también sé que no es posible llenar el vacío en el interior de los hijos por la ausencia del "papá". Por más que nos esforcemos, por más que queramos, nunca será posible que ese corazoncito de hijo abandonado alivie el dolor por no haber compartido los momentos cotidianos y los especiales como cumpleaños, grados, nacimiento de sus propios hijos y etc. También sé que el amor todo lo puede y es posible amar aun habiendo vivido el abandono, el desamor y la indiferencia.

Ojalá los padres en esa situación recapaciten para que regresen a sus hogares respondiéndole a Dios, a sus esposas e hijos  pudiendo dar cuentas de esos  que fueron encomendados a su cuidado y protección. Sé que los papás en esas condiciones tienen un corazón que llora y sangra de dolor por haber abandonado su hogar. Dios les mueva el corazón al arrepentimiento y tengan valor para recoger sus pasos y sus esposas e hijos les ofrezcan la esperanza de amor, perdón y reconciliación, viviendo también el gozo de regresar a Dios Padre quien los espera para abrazarlos, restaurarlos y transformarlos dándoles un corazón nuevo. Que sus familias estén dispuestas a abrazarlo, perdonarlo y recibirlo como si nunca si hubiera ido.

Invito a todas esas esposas que hemos sufrido el dolor por la ausencia del esposo y padre  ir a los pies de Jesús sanemos las heridas causadas por el abandono, que nos liberemos de rencores y resentimientos y pidamos un corazón nuevo manso y humilde abierto a la reconciliación con el esposo y también  esos hijos recuperen a su "papá". Tratemos de no alimentar en nuestros hijos rencores hacia ese "papá" que quizás por una debilidad, una voluntad frágil se dejó arrastrar por los engaños del mundo, la carne y el demonio y busquemos que reine entre todos  el amor, el perdón y la paz.



Oración:

Padre amado hoy pido por aquellos "papás" que se encuentran ausentes de la vida de sus hijos, que se han perdido de todos esos hermosos momentos que se viven al verlos crecer, te pido que los abraces y les des consuelo en sus corazones que sé y tengo certeza que hay dolor y no hay felicidad por una mala decisión y han vivido guardando en silencio durante tantos años haberse perdido de momentos tan importantes en la vida de sus hijos que con amor trajeron al mundo. Te pido Padre amado que acercándose ese día en el cual se les homenajea los acerques a sus hijos y juntos se abracen en amor,  dejando atrás todo lo que les impide amarse como Tu nos amas. Tómalos de Tu mano y por intercesión de mamita María guíalos por el camino de la verdad para que reciban la gracia de un arrepentimiento sincero y acepten de Ti esa oportunidad de reparar por el dolor causado a sus familias y logren el abrazo del perdón.

Luce Bustillo - Schott

lunes, 8 de junio de 2015

¿SE SALVARÁN MIS HIJOS?



¿Se salvarán mis hijos?
Cuántas veces, los padres católicos sufren profundas tribulaciones por el alejamiento de sus hijos de la vida de fe


Por: Jorge Novoa | Fuente: autorescatolicos.org




Cuántas veces, los padres católicos sufren profundas tribulaciones al constatar el alejamiento de sus hijos de la vida de fe o su total prescindencia. Esta dolorosa experiencia, es muchas veces acompañada por opciones de vida que van minando de preocupación y pesimismo el horizonte. Divorcios, hijos de distintos matrimonios, alcoholismo, drogas, enfermedades, etc... Los padres católicos sufren hondamente este Calvario moderno que viven sus hijos o nietos, por una fe que no se pudo comunicar adecuadamente y que ha sido desterrada de las opciones de vida sin el menor interés.

Recuerdo que una noche me desperté sobresaltado con un pensamiento lacerante: ¿se salvarán mis hijos? Y si se condenan? Que tremendo!!! ¿Es posible que alguien decida cambiar el banquete de la eternidad con Dios por las migajas de una vida tan breve?

Dios nos ha confiado a nuestros hijos que están llamados a ser sus hijos, no somos dueños de sus vidas sino colaboradores de la obra de Dios. Ciertamente que son nuestros, pero lo son más de Dios. Él, está más "interesado" que nosotros de su salvación y los está perfectamente, en cuanto sus intenciones no están minadas por sombras como las nuestras. ¡Qué maravilla es poder descubrir y vivir, el desafío de acompañar a nuestros hijos en este camino que tiene por meta la eternidad! ¡Qué gozo embarga nuestra alma, al saber que están llamados a ser ciudadanos del cielo!

Este pensamiento para nada nos invita a desentendernos de su suerte, por el contrario nos compromete en las opciones que les comunicamos en la niñez y adolescencia. Los padres saben, como buenos artesanos, que el momento de modelar es muy importante, la obra debe realizarse cuando todavía la arcilla se encuentra fresca . Pero el modelo, es único e irrepetible, como una pieza de valor incalculable, deben buscar y permitir, que vaya lentamente emergiendo la verdadera imagen que está esculpiendo el artesano Divino ¡Qué tremenda responsabilidad y al mismo tiempo que maravillosa tarea!¿Acaso pueden los padres encontrar una misión superior? ¡Con cuánto amor y respeto deben acercarse al misterio que oculta y manifiesta esta valiosa joya! ¡Qué sublime dignidad se cierne sobre su cabeza!

Dios no se desentiende del camino que te propone. Él necesita de tu compromiso. No estás solo en el Mundo, ni abandonado. El Padre vela por sus hijos y te sostiene a ti en tu fragilidad. No dejes que te destruyan los pensamientos que vienen del mal espíritu. Dios está haciendo todo lo posible para que tus hijos se salven. No bajes los brazos. Él no dejará que se pierdan los dolores de tu corazón. Renueva tu compromiso de servir a la obra que Dios está realizando.

¿Puede un corazón atribulado no recurrir a María Santísima? ¿No conoce ella tus preocupaciones? No tuvo ella que caminar en la oscuridad de la fe, en medio de los gritos que clamaban por la muerte de su Hijo ¿No tomará ella tus clamores como suyos y los presentará delante de Dios?

lunes, 4 de mayo de 2015

10 IDEAS PARA EDUCAR MEJOR A LOS HIJOS


10 ideas para educar mejor a los hijos
La conducta tiene una fuerza educativa o transformadora muy poderosa
Por: Fernando Sarráis | Fuente: www.sontushijos.org




El Doctor en Medicina por la Universidad de Navarra y especialista en Psiquiatría Fernando Sarráis ha ofrecido, en la jornada de talleres del 37 Congreso de APAS de Fomento (FEPACE), sus claves para “Educar a los hijos en la adversidad”. La intervención de Fernando Sarráis, que tuvo lugar en los colegios de Fomento Torrenova y Miralvent, se puede resumir en 10 ideas para educar mejor a los hijos:


· “El que algo quiere algo le cuesta”. La buena educación ha de costar a las dos partes: formador y formado. No se debe tener miedo a hacer sufrir al educar, siempre que se quiera a la personas a educar, pues el cariño impide pasar la frontera que lleva a producir un trauma psicológico.


· “El mejor educador es el ejemplo”. Si queremos que alguien a quien tenemos la responsabilidad de educar aprenda algo, debemos hacerlo nosotros delante de ellos con la mayor frecuencia posible. A veces, hacemos odioso aprender por un exceso de repetición oral de lo que se debe aprender.


· Enseñar en Libertad. En la educación de una personalidad madura es de capital importancia enseñar a ser libre, con la responsabilidad que supone recibir un premio o castigo como consecuencia de la propia conducta libre. La libertad, junto con hacer el bien, es necesaria para ser feliz en la vida, por ello es necesario no tener miedo a la libertad de la persona educada. El miedo es un gran enemigo de la buena educación, pues supone educar con el corazón (la afectividad) y no con la cabeza (la razón).


· “Aprender a poner buena cara al mal tiempo”. Uno de los capítulos más difíciles de aprender del libro de la vida es “sufrir con alegría”. Si no se logra este aprendizaje las personas suelen vivir, comportarse y pensar en función de evitar por miedo cualquier sufrimiento. Esto impide que las personas se planteen y aspiren lograr grandes objetivos en la vida, que llena la necesidad de realizarse personalmente y evitar la sensación de insatisfacción crónica que lleva a la infelicidad.


· Voluntad y constancia. Es necesario plantear modelos atractivos de modos de ser, pues si una persona quiere con fuerza lograr ser de una determinada manera, tendrá la fuerza y la constancia para poner los medios necesarios para lograrlo: “querer es poder”. Por esto es importante que las personas adultas que rodean a un joven en formación sean unos buenos modelos, pues fomentan el afán de emulación o imitación en el joven.


· “O vives como piensas o acabas pensando como vives”.

La conducta tiene una fuerza educativa o transformadora muy poderosa. De aquí la importancia de hacer lo que se quiere enseñar a los jóvenes alumnos. Una manera de lograrlo es que el educador y el educando lo hagan juntos.


· “Educar más con la cabeza que con el corazón”. Enseñar es una tarea más de la razón que de la afectividad. Un educador que se mueve más por sus emociones que por la razón debe encargar esa educación a otro educador.


· “La unión hace la fuerza”. La educación es una tarea de varios educadores, del padre y la madre en el caso de la educación familiar. De aquí la importancia de lograr un buen acuerdo entre los varios educadores de un joven, y de no desautorizarse entre sí, sino de comunicarse para evitar las diferencias educativas en los temas capitales y establecer los límites de cada territorio educativo de cada uno de los educadores.


· “Sembrar buena semilla suele producir buena cosecha”.

Un mal clima puede hacer que no sea una cosecha abundante pero no una mala cosecha. De ahí la importancia de no tirar la toalla en el proceso educativo en los momentos en que parece que no se consiguen los objetivos deseados, ya aparecerán más adelante. No cansarse de dar buen ejemplo y buenos consejos aunque en algunos momentos se consiga lo contrario, pues es un problema de libertad personal, y la libertad siempre se debe respetar. Siempre es mejor educar bien que dejar de educar. Educar en esos momentos oscuros es, también, una manera de enseñar la paciencia y la constancia.


· Exigencia con amor. Los hijos no se trauman tanto por la excesiva exigencia, si se sienten queridos, como por la falta de exigencia, que a veces supone un mayor cariño del educador a sí mismo que al educando pues es más fácil y cómodo dejar hacer, ceder, evitar la confrontación y sentirse querido por el educando a corto plazo si se le deja hacer lo que le gusta.

miércoles, 29 de abril de 2015

CÓMO AYUDAR A LOS HIJOS DEL DIVORCIO


Cómo ayudar a los hijos del divorcio
Los hijos son las primeras víctimas de una separación


Por: Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo | Fuente: alfa y omega



Los hijos «son las primeras víctimas» de una separación, ha dicho el Papa Francisco, pero pueden alcanzar la sanación de sus heridas gracias a la sanación de las heridas de sus padres. Poco a poco, la Iglesia está empezando a prestar atención pastoral a estas personas –padres e hijos– que sufren muchas veces una etiqueta injusta
«Ser hijo de padres separados condicionó mi manera de relacionarme con el mundo, la forma en el que se evalúan las relaciones y la manera en cómo se proyecta todo con fecha de vencimiento. Se vislumbra todo a corto plazo y desde la desconfianza. El matrimonio carece de sentido, y el compromiso afectivo es algo que no se está dispuesto a entregar fácilmente a cambio de nada… Mi visión del mundo es así, y difiere notablemente de mi grupo de amigos que no pasaron por esa experiencia»: éste no es el relato de un adolescente, sino el de un hombre ya adulto, entrado en años. Como aquel superviviente del avión uruguayo estrellado en Los Andes –la anécdota la refiere el psicoterapeuta familiar José María Contreras–, que después de pasar varios problemas personales, admitió: «Todavía no he superado todas mis cordilleras; me falta por superar la separación de mis padres».
Las consecuencias en los niños de la separación de sus padres han sido estudiadas por la psicóloga californiana Judith Wallerstein, que ha hecho el seguimiento de una veintena de niños cuyos padres se divorciaron en los años 70. Entre sus conclusiones, identifica «el miedo a que las relaciones amorosas de estas personas fracasen, tal como pasó con sus padres. Al carecer de un patrón sobre cómo son las relaciones estables, inventan sus propios códigos de conducta en una cultura que les ofrece muchos modelos de relación, pero pocas directrices. Muchos han vencido su miedo a ser traicionados y han encontrado una pareja estable, mientras que otros todavía no saben por qué se sienten tan asustados».
¿Ya no es un problema?
Fernando Alberca, experto en educación y asesor en rendimiento escolar y relaciones familiares, observa que, «hace diez años, un niño que vivía la separación de sus padres percibía que era un gran problema; hoy, no es así. Culturalmente, los niños ya no ven la separación como algo anormal en sus vidas, porque la mayoría de sus amigos también tiene padres con problemas o separados. La sociedad ya ha admitido que una pareja se separe si las cosas no van bien. Es muy frecuente y el niño lo ve como algo inevitable».
Sin embargo, el problema queda en estado latente en el niño y se enmascara. «Hay una depresión infantil creciente, vinculada en muchos casos con la inseguridad, desarraigo de la separación y sentido de culpa, especialmente preocupante en niños muy pequeños; hay sufrimientos, fracaso escolar, rebeldías adolescentes cada vez más tempranas, de 7 a 12 años, agotamiento emocional, endurecimiento de corazón, que hunden sus raíces en una separación conflictiva…», señala Alberca.
Además, «la separación como solución se transmite con facilidad a los hijos –continúa–. La mayoría de las separaciones tiene su causa en que, hoy, las cosas se tiran y se sustituyen…, pero no se arreglan. Nadie quiere solucionar problemas; si nos falla algo, lo sustituimos. Los niños están aprendiendo a evadirse de los problemas, como hacen los adultos, en lugar de solucionarlos. Los matrimonios se empiezan a romper con cada vez menos motivos, y los padres parecen menos fiables, porque lo que hoy dicen y sienten mañana puede ser distinto; y hay estudios que señalan que el 91% de los niños no entienden nunca por qué se separaron sus padres».
Una etiqueta injusta
Hace apenas una semana, el Papa Francisco ha denunciado que «muchos niños pagan el precio de uniones inmaduras y de separaciones irresponsables, son las primeras víctimas». Junto a ello, «resulta indispensable hacerse cargo de las consecuencias de la separación o del divorcio para los hijos; y buscar el modo de que puedan superar el trauma de la escisión familiar y crecer de la manera más serena posible», ha pedido la Asamblea que prepara el Sínodo de la Familia 2015.
En España, poco a poco, empiezan a surgir iniciativas de acompañamiento para separados y divorciados. La parroquia Nuestra Señora de la Visitación, en Las Rozas (Madrid) –uno de los municipios españoles con mayor índice de separaciones–, acoge al grupo Emaús, en el que varias mujeres se reúnen cada sábado para actividades de formación y momentos de oración, «o simplemente para pasar un rato juntas», señala su responsable, Mamen Carro, «porque lo que buscamos es que estas personas que comparten su fe se ayuden unas a otras. Igual que hay grupos de jóvenes, de matrimonios, etc., queremos reunir a personas que viven esta situación concreta».
Mamen lamenta que «esta sociedad frivoliza mucho la separación: Si te llevas bien con tu ex, entonces los niños lo llevarán bien; y esto no es verdad. Hollywood ha hecho mucho daño con lo de rehacer mi vida. Tenemos que reconocer que hay un problema social». Además, «en la Iglesia hemos llegado tarde ante este problema; muchas personas cargan por desconocimiento con una etiqueta injusta: Es que estoy separada… Estas personas están muy heridas y tienen mucha necesidad de acogida».
Tú naciste porque Dios quiso
Para ayudar a los niños, Mamen recomienda, sobre todo, empezar con los padres. «Los padres son los primeros educadores de sus hijos. Hay que formar grupos de padres y grupos de madres, que tengan formación, oración y apoyo mutuo, y que se sientan queridos». Y a los niños, «les diría siempre la verdad, les hablaría con esperanza. Hay que decirles que ellos son un fruto del amor, ser muy generosos siempre con ellos. Decirles: Tú naciste porque Dios quiso, tu madre y tu padre te quieren; intentar que se sientan muy queridos, y recordarles que Dios les quiere mucho».
Don Manuel Martín, párroco de Nuestra Señora de la Visitación, concluye que «los separados y divorciados son los pobres del siglo XXI; han hecho un proyecto y han fracasado. Eso destroza mucho psicológicamente, y también económicamente. Como los discípulos de Emaús, sólo en el encuentro con Cristo se reponen de este fracaso. Por eso, necesitan de la ayuda de la Iglesia, que tiene la obligación de dar consuelo a los más necesitados, de devolver la esperanza a quien la ha perdido. Si no lo hace, la Iglesia no cumple su misión».

5 claves para la ayuda
¿Cómo podemos ayudar a los niños de nuestro entorno, familia, colegio…, que han sufrido la separación de sus padres? Fernando Alberca da cinco claves:
- Ser siempre muy amables con las dos partes, muy acogedores y comprensivos; y no hablar nunca mal de los padres: el niño es muy sensible a esto.
– Ofrecer nuestra ayuda para solucionar los problemas que posibiliten una reconciliación, aunque no siempre es posible.
– Ayudar al niño en lo que necesite, quererle incondicionalmente, no sacar conclusiones rápidas, no juzgar nunca y ayudarlos a ser felices.
– Darles la estabilidad que han perdido, ser muy amables, perdonarles mucho. Un niño se puede creer culpable y llamar la atención, bajar las notas, desobedecer… Tenemos que quererlos mucho, tratarlos con cariño, sonreírles y no olvidarnos de sus padres aunque ya no los veamos.
– Ayudarlos con nuestro ejemplo para su futuro matrimonio: estos niños pueden ser muy felices en sus relaciones, y eso hemos de mostrárselo con nuestro propio ejemplo. Mostrarles que uno puede ser muy feliz casado, con nuestro propio matrimonio.

viernes, 24 de abril de 2015

CUANDO LOS HIJOS SE VAN ¿Y AHORA QUÉ?


Cuando los hijos se van… ¿y ahora qué?
Nido vacío: ¿un problema o una oportunidad?


Por: Álvaro Sierra Londoño, profesor investigador Instituto de La Familia | Fuente: Alianza LaFamilia.info y el Instituto de la Familia



La partida de los hijos no debe visualizarse como un evento negativo o una sensación de frustración. El tiempo ahora es para el disfrute en pareja de actividades aplazadas o relegadas, frente a tareas más importantes.
Esa expresión popular, "nido vacío", se relaciona con el ciclo reproductor de las aves, justamente cuando los polluelos, una vez emplumados y completamente desarrollados, abandonan la seguridad y el cobijo del entorno paterno para volar libremente, dando inicio a un nuevo ciclo vital. Esto, que en las aves ocurre sin trauma ninguno para los progenitores, en los humanos casi siempre es un evento doloroso, conflictivo y aún dramático.
¿Por qué algo natural y previsible como es la emancipación de los hijos, ha llegado a ser fenómeno traumático para los padres, que en lugar de sentir la satisfacción de una labor cumplida a cabalidad, se sienten solos, vacíos y desprogramados, como si su proyecto vital hubiera llegado a su fin y a partir de entonces su existencia no tuviera cabida sino para la nostalgia, la rememoración agridulce de tiempos mejores que han quedado atrás y la espera paciente de una corta visita, una llamada telefónica o una alegre celebración que pasa fugaz y deja un regusto amargo, mezcla de añoranza y abandono?
La denominación de "nido vacío" es un fenómeno reciente que describe esa realidad de padres solos, con frecuencia aún jóvenes, que ven marchar a sus hijos del hogar y se encuentran el uno frente al otro como seres descartados por la vida.
La familia nuclear, constituida por padre, madre y uno, dos o cuanto más tres hijos, hizo su aparición en los últimos años sesenta del siglo XX y dio lugar a un ciclo familiar corto, en el que padres de 45 o 50 años terminan la crianza de su(s) hijo(s) y ven marchar la prole cuando están aún en lo que podríamos denominar el tercio medio de su proyecto familiar.
En contraposición, la familia anterior a "la píldora" procreaba usualmente entre 5 y 8 hijos y por lo tanto invertía en el periodo de crianza mucho más tiempo; esto sin contar que la emancipación de los hijos era algo progresivo y tardaba años desde la marcha del primero. Adicionalmente en una constelación numerosa de hermanos no era extraño que alguno(a) de ellos permaneciera soltero(a) y continuara indefinidamente en la casa paterna. Total, no habían terminado de marcharse todos cuando los nietos empezaban a desfilar por la casa de los abuelos y entonces, "nido vacío" propiamente no había.
Nido vacío: ¿un problema o una oportunidad?
La respuesta a esta inquietud no es simple. Cada familia lo percibe diferente y cuando unos ven el arribo de un periodo de madurez y plenitud, otros sienten que es hora de "recomenzar" porque lo construido hasta hoy se ha venido abajo. Y no faltan los que destruyen el nido y con él la relación matrimonial, bajo el supuesto de que con la marcha de los hijos la responsabilidad ha terminado y han quedado libres de unas ataduras toleradas solo por no dar escándalo a hijos aún inmaduros.
Un punto de vista positivo: el matrimonio es una realidad dinámica como pocas. De una primera época de ajustes, que va construyendo un estilo familiar y una relación de pareja cada vez más madura y estable, se pasa a un periodo de crianza sugestivo y "engolosinante", que transforma el nido de amor en un entorno educativo, con tiempos muy bien determinados aunque translapables, según las edades de los hijos: primera infancia, escolaridad, pubertad, adolescencia y adulto joven.
Durante este lapso, que va de la boda hasta la misión de ser padres y sigue con la llegada a la edad adulta del primer hijo, no solo maduran los críos sino también los padres, en aspectos como la relación esponsal, la relación parental, el crecimiento físico, psíquico, espiritual, profesional, etc.; de tal manera, que una vez terminada la crianza, los esposos son mejores personas, mejores profesionales, mejores amigos… mejores hijos de Dios.
Si lo anterior es cierto, se aprecia el inicio de una nueva etapa en el dinamismo familiar, en la que se cosechan frutos y se gana tiempo para el disfrute en pareja de muchas actividades que debieron ser aplazadas o relegadas, frente a tareas más importantes y en ocasiones urgentes del periodo anterior.
Un punto de vista negativo: desde esta óptica, la familia nuclear de uno o dos hijos, no solo cambió la dinámica hogareña, sino que, en muchos casos, alteró el orden de los amores. Poco a poco, el amor de los esposos entre sí, realidad fundante y soporte básico del entorno familiar, fue cediendo terreno frente al amor filial, que con el correr del tiempo se ha ido convirtiendo en el único aunque frágil pegamento de la unión familiar.
Aquí, tanto la madre como el padre, pero sobre todo la primera, ven en el hijo la máxima aspiración de su proyecto matrimonial y su amor hacia este como el más perfecto y "desinteresado" amor humano y esto con un claro detrimento de la relación de pareja y de la figura del esposo-padre, quien no logra, aunque se lo proponga, romper la diana madre-hijo; quedando relegado a un papel secundario de proveedor o cuasi-madre que cambia también pañales, prepara teteros y compite con la esposa por los afectos de un hijo que funge de rey del hogar y vino para ser servido, porque, como afirman cada vez más los jóvenes tiranos, como razón de fondo para sus crecientes demandas: “Yo no pedí que me trajeran a este mundo”.
Es principalmente en este tipo de familias, donde la emancipación de los hijos se visualiza negativamente, porque el accionar de los padres, una vez se marchan los hijos, pierde vigencia, dejando un vacío de validez y motivación en la pareja de esposos, que para entonces son solo socios de una empresa caduca que los distrajo de ese otro fin matrimonial, para entonces olvidado o por lo menos imperfectamente asumido, cual es la ayuda y el perfeccionamiento mutuo.
Así pues, un "nido vacío", no es la etapa final en el ciclo natural de la familia. Muy al contrario, es el inicio de una nueva etapa en la que un amor maduro y aquilatado por un previo trasegar, pletórico de realidades complejas abre paso a una convivencia conyugal serena, esperanzada y enriquecida por el agradecimiento de unos hijos que se seguirán nutriendo indefinidamente del amor de sus padres.

lunes, 23 de marzo de 2015

OIGAMOS A NUESTROS HIJOS


Oigamos a nuestros hijos

  

No me des todo lo que pida, a veces yo sólo pido para ver cuánto puedo obtener.

No me des siempre órdenes; si a veces me pidieras las cosas lo haría con gusto.

Cumple tus promesas; si me prometes un premio o un castigo, dámelo.

No me compares con nadie, si me haces lucir peor que los demás seré yo quien sufra.

No me corrijas delante de los demás, enséñame a ser mejor cuando estemos a solas.

No me grites, te respeto menos cuando lo haces y me enseñas a gritar.

Déjame valerme por mí mismo o nunca aprenderé. Cuando estás equivocado admítelo, y crecerá la opinión que tengo de ti.

Haré lo que tú hagas, pero nunca lo que digas y no hagas.

Enséñame a conocer y amar a Dios.

Cuando te cuente mis problemas, no me digas no tengo tiempo; compréndeme y ayúdame.

Quiéreme y dímelo, me gusta oírtelo decir.

viernes, 2 de enero de 2015

EDUCA A TUS HIJOS CON UN POCO DE HAMBRE Y UN POCO DE FRIO


Educa a tus hijos con un poco de hambre y un poco de frío
Hoy nos preocupamos por llenar de cosas materiales a nuestros hijos y olvidamos por completo sus necesidades morales y espirituales
Por: . | Fuente: son tus hijos



El amor que les tenemos a nuestros hijos nos lleva muchas veces a cegarnos y a olvidar lo que los hará felices a la larga. Es muy común en estos tiempos que los padres de familia, sobre todo los de ciertos recursos económicos, les construyamos un mundo irreal, sacado de un cuento de Walt Disney, aislándolos así de la realidad.

Cuando tarde que temprano el cuento termina, nuestros hijos se enfrentan a un mundo que desconocen, que no comprenden, lleno de trampas y callejones sin salida que no saben sortear, y las consecuencias son peores a las que quisimos evitar.

Hace poco la imagen de un padre con lágrimas en los ojos conmovió profundamente al mundo entero. Pelé, el gran ídolo del fútbol de los últimos tiempos, quien a diferencia de otras ocasiones, dio una de las ruedas de prensa más tristes y dolorosas de su vida: su hijo, Edson de 35 años, fue arrestado junto a 50 personas más en la ciudad de Santos-Brasil. El hijo de Pelé fue acusado de asociación delictiva con narcotraficantes y puede ser condenado a 15 años de cárcel. Con lágrimas en los ojos, el ex futbolista brasileño admitió públicamente que su hijo resultó involucrado en una pandilla de traficantes de cocaína arrestados por la policía.

Pelé dijo a los medios: "como cualquier padre, es triste ver a tu hijo metido en grupos como ése y ser arrestado, pero él tendrá que sufrir las consecuencias". Y agregó, "desafortunadamente, yo quizás estaba demasiado ocupado y no me di cuenta. Es lamentable, porque yo siempre he peleado contra las drogas y no noté lo que pasaba en mi propia casa".

Pelé es un personaje mundial admirable como deportista y hombre honesto que no perdió su humildad como otras figuras del deporte. Sin embargo, es triste que un hombre bueno y talentoso como él se haya "distraído" en su jugada más importante: la formación de sus hijos. La historia de Pelé no es un hecho aislado.

Por desgracia es la vida de cientos de padres de familia de estas épocas atrapados en una agenda
saturada de trabajo y de compromisos fuera de casa. Papás que compensan la falta de atención a sus hijos con bienes materiales. Los inscriben en las mejores escuelas, los rodean de lujos y comodidades y piensan que con eso ya cumplieron con su tarea de padres, cuando lo único
que han logrado es formar niños que desconocen el hambre y tiran lo que no les gusta.

Hijos tiranos, pequeños monstruos insoportables y prepotentes que sufrirán y harán sufrir a sus semejantes porque desde pequeños se han salido con la suya. Muchachitos que creen que sentir frío o calor es cuestión de aire acondicionado, que el cansancio que han sentido se limita a caminar unas cuantas cuadras porque no hallaron estacionamiento frente a la discoteca, jovencitos que piensan que el trabajo de los padres es firmar cheques para que ellos tengan todo lo que se les antoja.

¿Qué posibilidades tienen nuestros hijos de convertirse en hombres y mujeres de bien si los papás les damos todo y no les educamos la voluntad?

¿Qué hijos estamos formando si con nuestra actitud les mostramos que el dinero es lo más importante en la vida?

Confucio decía "Educa a tus hijos con un poco de hambre y un poco de frío".

Proverbios señala "Corrige a tus hijos". Cuánto bien hacen los padres a los hijos cuando ponen esa máxima tan sencilla en práctica. Y cuánto daño les hacen al ponerles todo en bandeja de plata.

Hay muchas realidades que como padres quisiéramos desaparecer; el sufrimiento de los hijos, el exceso de sudor, de esfuerzo, y las carencias económicas. Sin embargo, quizás esas realidades no los hagan felices de momento, pero a la larga puedan forjarlos como hombres y mujeres de bien.

Ojalá que más padres de familia tengan la inquietud de enterarse por dónde andan sus hijos. Que no les vaya a pasar que cuando tengan tiempo deban decir: "Estaba demasiado ocupado y no me di cuenta".

"Encárgate hoy de lo posible, que Dios se encargará por ti de lo imposible”

Tus hijos son tu Responsabilidad. Cuando Dios puso en tus brazos ése pequeño ser, te lo dio Limpio, Sano, Puro, te dio un Maravilloso Material para que tú elaboraras una Extraordinaria Obra de Arte, ¿qué has hecho con ése pequeño ser? ¿En qué lo has convertido?, ¿qué cuentas le vas a entregar al Creador de la misión que te encomendó, de formar un ser humano de bien?

Dios te Reprende la falta de atención y la negligencia. Haz un examen de conciencia y reconoce tus errores y enmiéndalos, reconoce tus carencias y prepárate, busca tu dignidad y recupérala.

Hoy nos preocupamos por llenar de cosas materiales a nuestros hijos y olvidamos por completo sus necesidades morales y espirituales, también el alma necesita de alimento.

Enséñale a conocer y a practicar la generosidad, hay muchas cosas que dar: una sonrisa, una flor, amistad, amor, compañía, una palabra amable, una oración.

lunes, 24 de noviembre de 2014

CLAVES PARA CORREGIR A UN NIÑO DESOBEDIENTE



Claves para corregir a un niño desobediente
Aunque el aprender a obedecer parece un valor a inculcar solamente en los niños, toda persona puede, y debe, procurar su desarrollo.


Por: Noelia de Santiago Monteserín  



Prevenir que un niño sea desobediente está solo en manos de sus padres. La desobediencia es normal en los primeros años de la infancia del niño y, por ello, los padres debemos acompañar, exigir y explicar al niño que debe ser consciente de sus actos: diferenciando lo correcto de lo incorrecto, lo que se puede hacer y lo que no en cada situación y en cada caso.

La responsabilidad de los padres en la desobediencia infantil

La desobediencia en los niños suele estar ligada a una mala actuación por parte de los adultos, padres y profesores. No sabemos mandar o lo hacemos mal. No ponerse de acuerdo, la falta de autoridad o ser demasiado permisivo son algunas de las causas desencadenantes de la falta de obediencia.

1. La falta de autoridad de los padres

La disciplina y la autoridad son primordiales para el desarrollo psicológico del niño. Le dan seguridad y estabilidad, les proporciona un orden a su vida y les ofrece una imagen de los adultos como modelos a seguir. Sin embargo, la falta de autoridad es un defecto frecuente que observamos cada día:

- Perdonamos los castigos que le ponemos.

- Permitimos que no cumplan con aquello que le pedimos.

- No le responsabilizamos de las tareas del hogar.
- No les exigimos en el estudio.

- Evitamos cualquier discusión.

- Dejamos que acaben saliéndose con la suya.

2. Cómo deben los padres ejercer la autoridad

Los niños más estables y felices han sido, por norma general, educados por padres coherentes que sabían combinar la exigencia con el cariño. De esta forma, los niños podían conocer con facilidad las consecuencias de cumplir o no las normas del hogar. Para evitar caer en la falta de autoridad debemos recordar que:

- Repetir varias veces la misma orden es signo de falta de autoridad. 

- La eficacia de una orden depende, sobre todo, de la autoridad de quien la da.

- Levantar la voz fomenta a la pérdida de autoridad.

Claves para enseñar al niño a obedecer

- Establecer unas normas. Hay que tener en cuenta que mandar demasiadas cosas innecesarias desemboca a la pérdida de autoridad. Lo ideal es establecer pocas normas y ser exigentes en ellas.

-Motivar y reforzar positivamente el cumplimiento de las normas. Es mejor exigir en positivo.

- Marcar las consecuencias que se derivan de su incumplimiento. Es importante que las consecuencias que se deriven tanto del cumplimiento o incumplimiento de las norma sean consistentes.

- Ejercer bien la autoridad. Los castigos deben cumplirse. Debemos de tener especial cuidado al imponer castigos que finalmente no estemos dispuestos a cumplir. Se debe castigar la conducta, no al niño. El niño deberá comprender que, al incumplir una norma, él es el único causante de ser castigado.

Cómo fomentar la obediencia del niño

- En el orden. Necesario para hacer más grata la convivencia en el hogar: orden en los horarios de acostarse y levantarse, orden en el cuidado de sus cosas u orden en sus afectos.

- En la fidelidad a la verdad. Inculcarles la sinceridad y el rechazo a la mentira.

- En el cariño. El que deben mostrar a sus padres y hermanos, a otros miembros de la familia, a sus profesores y a sus amigos.

- En el servicio a los demás. El que deberán mostrar no solo con palabras, sino también con gestos, detalles y generosidad.

- En el trabajo. Despertar en ellos hábitos de estudio, ayudarles en sus tareas escolares y dar ejemplo de laboriosidad.

- En el uso del tiempo libre. Limitando los horarios de televisión, videojuegos, ofreciendo alternativas.

miércoles, 29 de octubre de 2014

EL CATÓLICO MAESTRO. APROXIMACIÓN A UN RETRATO



El Católico Maestro. Aproximación a un retrato
El maestro no necesita ser un hombre que descuelle en talentos o en cualidades humanas, aunque sí debe poner en juego las que posea.


Por: Estanislao Martín Rincón | Fuente: Catholic.net



Por estas fechas tenemos el curso académico recién comenzado o bien estamos comenzándolo. Por este motivo me ha parecido que encaja bien con el momento ofrecer al lector interesado en temas de educación alguna reflexión sobre la figura del hombre o mujer que siendo católico se dedica profesionalmente a la educación. Hablaré de él como el maestro, entendiendo la palabra maestro en sentido amplio, da igual el tramo del sistema educativo y da igual también si está fuera de él. Maestro es todo aquel que enseña de forma regular y continuada, sea en una escuela primaria, sea en la Universidad, sea en una academia especializada.

Pero antes de entrar en materia, permíteme lector dos avisos, el primero sobre el título, el segundo sobre el género.

Entiendo que el título pueda chocarte un poco porque parece que está al revés. A mí también me lo ha parecido y de hecho el primero que he puesto ha sido el inverso, “El maestro católico”, pero de inmediato me he dado cuenta de que no es correcto porque falta al rigor de la verdad. El lenguaje, todo lenguaje, deber ser lo más preciso posible, pero especialmente el lenguaje expositivo, que debe expresar la realidad con la mayor fidelidad posible. Esa fidelidad a la realidad no será nunca absoluta porque la realidad supera a la capacidades expresivas de nuestro lenguaje ya que este tiene sus limitaciones y sus dificultades. En el caso que nos ocupa, una de esas dificultades está en que en la expresión “el maestro católico” es inexacta. Parece decir lo que no dice y por tanto induce a errar. Explicaré por qué.

Las dos palabras que componen la expresión “maestro católico” son gramaticalmente un sustantivo (maestro) y un adjetivo (católico). Pues bien, ocurre que la realidad es al revés: en un maestro católico, lo sustantivo es su condición de católico y lo adjetivo es que sea maestro. Dicho de otra manera, una vez bautizados, el Bautismo nos confiere una dignidad tal, la de hijos de Dios, (dignidad ontológica) por la cual todo lo demás, sea ello lo que fuere, queda en un segundo plano y además a mucha distancia. Ante el hecho de ser hijo de Dios y miembro de la Iglesia, las demás diferencias no vienen a ser sino matices, coloraciones de nuestra existencia, pero lo nuclear, lo definitivo es que hemos sido hechos uno con Cristo. Al lado de nuestro bautismo, ser maestro, jardinero, médico o transportista pierde todo el valor que desde el mundo pagano tienen estas categorías. Desde el momento mismo de nuestro Bautismo quedamos injertados en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, y desde ese momento ya “no hay judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”, les dice San Pablo a los gálatas (3, 28). Lo que nos define desde la fe, lo sustantivo, es nuestra condición de hijos de Dios Padre y miembros de Cristo-Iglesia (que todo es uno), no el oficio que desempeñemos, por mucha importancia que el oficio tenga. Y la tiene. También esto merece quedar bien aclarado. Porque no se está diciendo que la profesión sea poco importante, al contrario, toda profesión tiene un enorme valor para el que la desempeña y para sus destinatarios, y si hubiera que diferenciar entre unas profesiones y otras -supongamos una escala graduada-, habría que decir que la de maestro no estaría en los últimos puestos. Pero cada cosa en su sitio, lo que fundamenta toda la acción del maestro católico no es su condición de maestro sino de católico; por eso lo radicalmente sustantivo no es el hecho de ser maestro sino de ser católico.

Hecha esta precisión, como el lenguaje es el que es y la palabra 'maestro' también es un sustantivo, a fin de hacer la lectura lo menos complicada posible, no me referiré tanto al católico maestro cuanto al maestro sin más.

La segunda advertencia se refiere al género. Utilizo el masculino genérico, que incluye en condiciones de igualdad al maestro y a la maestra, al católico y a la católica, etc.

Aclarados estos supuestos iniciales, pasamos ahora a ver algo sobre los rasgos que convienen al católico maestro, en tanto que maestro, es decir, alguien cuya vocación se sitúa en el mundo de la educación y la docencia. Creo que se pueden señalar tres: santidad, sabiduría y bondad. El maestro ha de ser un hombre sabio, bueno y santo. Si le falta una de esas tres grandes cualidades podrá tener cualquiera de las otras dos, lo cual ya sería mucho (sabio y bueno, sabio y santo, bueno y santo), pero no podrá ser constituido en referente de autoridad para los muchachos.

Parece claro que este modelo de maestro solo puede cumplir un maestro: El Maestro, Jesucristo. Él es el único sabio porque “en Él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia” (Col 2, 3). Él es el único santo porque es “el Santo de Dios” (Mc 1, 24), el tres veces santo. Él es el único bueno porque “pasó haciendo el bien” (Hc 10, 38) por este mundo y amando hasta el extremo (Cf Jn 13, 1).

Visto así, con estas exigencias, el oficio de maestro para un católico se torna más que difícil, utópico. Y ciertamente, estaríamos ante una utopía si solo contáramos con nuestras capacidades, nuestros alcances y nuestro saber hacer meramente humano (inteligencia, cualidades, simpatía, experiencia). Utopía absoluta. Pero por nuestra vocación (es decir por su llamada) y por la comunión con Él, se nos ha capacitado para actuar como actúa Él, para pensar como piensa Él y para sentir como Él siente. Lo que sí necesitamos es ponernos manos a la obra, poner empeño con “una grande y muy determinada determinación de no parar”, que decía Santa Teresa, no conformándonos con logros intermedios. El mundo de la enseñanza es un mundo exigente y apasionante, duro, muy duro, atractivo y beligerante en el que contamos con la iniciativa de la gracia y con lo que podamos poner de nuestra parte, que por mucho que sea siempre tendrá un sesgo de poquedad. Vamos a ver qué es eso que podemos poner nosotros.


Santidad

Para ser santo, entendiendo por santo el que vive habitualmente en gracia de Dios y desea crecer en unión con Él, el maestro necesita de la comunión con Dios que se nos da en Cristo y solo en Cristo. Y Cristo se nos da en la Iglesia, especialmente en la oración y en los sacramentos, y dentro de estos en la Santa Eucaristía, que es “fuente y cima de toda vida cristiana” (LG 11). El católico que no está en comunión con Dios porque voluntariamente la rechaza, se cierra voluntaria y torpemente a la acción del Espíritu Santo, con lo cual no hay santidad posible ya que no se puede pretender actuar con (ni desde) el Espíritu Santo sin el Espíritu Santo. Dios a nadie obliga, pero su lógica es inexorable. Conviene saber que sin Espíritu Santo todo hombre actuará como hombre mundano. Si ese hombre es maestro, será un maestro mundano y enseñará mundanamente, que quiere decir, ajustado a los criterios de este mundo, el que nos va tocando vivir en cada instante del tiempo presente. Actuar mundanamente no equivale necesariamente actuar mal, pero sí equivale a actuar a ras de suelo, sin sentido trascendente. Pues bien, una educación sin sentido trascendente, que no mire al más allá de las personas que la reciben, normalmente niños y jóvenes, no merece ser llamada educación; una educación que no sirve para la vida eterna, en realidad no sirve para nada. “La educación no es y nunca debe considerarse como algo meramente utilitario”, decía Benedicto XVI a los profesores  y religiosos del Colegio Universitario Santa María de Twickenham (London Bourough of Richmond) en el saludo que les dirigía el 17 de septiembre de 2010.

Digamos una sola palabra sobre la oración. Para todo católico -tenga el estado que tenga y dedíquese a lo que se dedique- la oración es el oxígeno del alma. Sin oración no hay crecimiento en la vida cristiana. Los autores espirituales coinciden unánimemente en afirmar el poder transformante de la oración y la necesidad imperiosa que tiene todo hombre de pasar ratos y ratos de intimidad con su Dios, tanto a solas como en comunidad.

Sin sacramentos y sin oración podríamos ser buenos instructores, didactas expertos, hábiles comunicadores, líderes en el campo educativo pero no católicos maestros; podríamos ser gentes con un alto dominio técnico de las materias que enseñamos pero absolutamente incapaces de dejar huella de santidad en el alma de los muchachos. Eso es así porque a un espíritu solo lo puede mover otro espíritu. Dicho con palabras de Jesucristo, el Señor: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). Cuando el Señor dice esto, alguien podría pensar: “Hombre, algo sí podemos hacer, porque hay muchas cosas que hacemos no solo sin Cristo, sino incluso en contra suya”. A alguien, o a muchos, eso les puede parecer cierto, pero la Palabra de Dios se mantiene inmutable. “Sin mí no podéis hacer nada” quiere decir nada que merezca la pena, nada que pueda mantenerse, nada que permanezca; o sea nada. Nada que haya hecho el hombre sin el Espíritu Santo permanecerá -no quedará piedra sobre piedra- y si no permanece, su fin no será otro que el de la torre de Babel, es decir, la nada, por más altas que sean sus pretensiones o tenga apariencia de solidez.

Quizá pueda venir al caso esa coplilla anónima de los siglos del barroco español que dice así:

La ciencia más acabada

es que el hombre en gracia acabe,

pues al fin de la jornada,

aquel que se salva, sabe,

y el que no, no sabe nada.


Sabiduría

Para ser sabio el maestro necesita tres cosas: La primera y más importante, participar de la sabiduría divina, que va ligada a la santidad y que se acaba de comentar. Añadiremos solo que esa sabiduría “no es de este mundo, ni de los príncipes de este mundo (...) sino que es una sabiduría divina, misteriosa, escondida” (Véase 1 Co 2, 6-7) que viene dada con el don de sabiduría que nos regala gratuitamente.

La segunda es el estudio. La palabra maestro viene de magister y esta de magis, más. El maestro es el que es más, el que sabe más, el que va por delante. Pues bien, ni ahora ni nunca el maestro ha podido prescindir del estudio continuo. Ni ahora ni nunca, pero especialmente ahora. En la era del conocimiento, el maestro necesita ser persona estudiosa. Enseñe lo que enseñe, tiene que tener una base de conocimientos sólida. Una base de conocimientos sólida no equivale a enciclopédica, aunque si lo fuera, tampoco estorba. Sólida quiere decir de conocimientos fundados, rigurosos, auténticos, tengan su origen en el pasado o lo tengan en el presente más actual.

La tercera es el contacto con quienes vayan por delante en su mismo camino. Todo maestro necesita a su vez de maestros experimentados, versados en su materia, o en sus modos de enseñar, en la organización de la enseñanza, en el trato con los alumnos, etc. En educación el francotirador no tiene cabida. La educación se realiza en comunidades, sea la familia, sea el colegio. Eso quiere decir que no es tanto el maestro individuo el que educa cuanto la comunidad en la que el maestro se integra.


Bondad

Para ser bueno, entendida la bondad en sentido amplio, se necesita la práctica de las virtudes. Aquí hay todo un programa ascético donde todas las virtudes son necesarias. Ahora bien, las características propias de las labores educativas hace que cobren especial relieve estas virtudes: Humildad, paciencia, alegría y esperanza.

Resumiendo: Vida de comunión con Dios, a través especialmente de la oración y los sacramentos, estudio, contacto y aprendizaje de otros maestros y práctica de las virtudes.

Si hubiera alguna fuente que aunara estas exigencias, o la mayor parte de ellas, esa fuente sería el lugar a donde acudir para adquirir santidad, sabiduría y bondad juntas. Hay que decir que tal fuente no existe como fuente única, aunque sí hay algo que encierra la práctica totalidad de esas exigencias. Ese algo es la Palabra de Dios, si bien hay que aprestarse de inmediato a entender que más que algo, la Palabra de Dios es Alguien.


El lugar de la Palabra de Dios.

Para dar unidad a las tres cosas (santidad, sabiduría y bondad), el maestro necesita la Palabra de Dios, el conocimiento profundo y vivo de la Sagrada Escritura. La Palabra es camino de santidad, fuente de sabiduría y principio de actuación, por varios motivos, pero en primer lugar, y en último, porque la Palabra de Dios es Dios.

La Palabra de Dios dice de sí misma que “toda Escritura es inspirada por Dios es también útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena” (2 Tim 3, 16–17). Todo un programa pedagógico, como puede verse.

Para ello, en buena lógica, es necesario un conocimiento de la Palabra cuanto más profundo mejor. El maestro católico debe conocer la Palabra de Dios, pero “conocer” no solo en sentido académico -que también- sino bíblico, es decir, el conocimiento que procede de mantener un estrecho contacto con ella. Benedicto XVI en la exhortación Verbum Domini ha insistido en la necesidad de trato y conocimiento que todo bautizado tiene de la Palabra de Dios y para ello ha empleado repetidamente la palabra “familiaridad”, lo cual nos está indicando que la relación con la palabra no es de un conocer externo. Podría saberse alguien la Biblia entera de memoria y no haberla “conocido” por no haber entrado en intimidad con ella.

No he abundado, como ves, amigo lector, en las cualidades humanas propias del educador. Y es que, al contrario de lo que pudiera parecer, tampoco hace falta que sean tantas. El maestro no necesita ser un hombre que descuelle en talentos o en cualidades humanas, aunque sí debe poner en juego las que posea. Si tiene muchas le vendrán bien, pero no son imprescindibles, entre otras cosas porque la educación de los muchachos no es cosa de un francotirador brillante, sino de una comunidad; literalmente hablando, de un 'colegio'. Y si hay colegio (grupo de maestros que funciona colegiadamente, a una) habrá tantas personalidades como personas. Eso es lo bueno, la riqueza colegiada, la posibilidad de que el niño o el joven tenga ante sí no solo un buen maestro (eso hay que darlo por supuesto) sino un gran collage, un amplio panorama multicolor, un 'colegio'.

Mil gracias por tu atención. Que Dios te bendiga.

Estanislao Martín Rincón

domingo, 26 de octubre de 2014

EDUCAR ES SER PADRES MÁS PADRES QUE SER HIJOS, MANUAL DE RECETAS


Educar es: "Ser padres es más que ser hijos: Manual de recetas"
Autor: Josemanuel Tarrío Ocaña



1. - Somos iguales pero, al mismo tiempo, somos distintos.

2. - Ser distintos no significa ser superior o inferior. Las diferencias personales hacen que la vida sea atrayente y divertida.

3. - Un mundo clónico sería un aburrimiento.

4. - Ser padre implica un rol distinto a ser hijo.

5. - Esta diferencia es un valor positivo, no algo negativo.

6. - Querer hacerte igual que tu hijo te despoja de lo que tu hijo necesita realmente que le aportes: esa diferencia que hace que seas su padre.

7. - Los amigos se eligen. Tu hijo no te ha elegido a ti como padre. Esta es la grandeza de la diferencia. Reflexiónalo.

8. - El desarrollo psicológico de un niño necesita de la figura clara de un padre y de una madre.

9. - La paternidad es un derecho de los hijos. No al revés. Un niño y detrás un padre y una madre.

10. - Revisa las modas de opinión. Lo que esté de moda, por el hecho de estarlo, no implica que ese algo sea bueno. El binomio amistad-paternidad está de moda.

11. - Si te haces igual que tu hijo, ¿qué le aportas? ¿Lo mismo que sus amigos?

12.- La familia no es una pandilla.

13. - Paternidad implica autoridad. No te asuste esta palabra. Aprende a aplicarla. La autoridad es un seguro de vida para los hijos.

14. - Haz planes de diversión familiares. Pero no hagas un botellón familiar.

15. - No te empeñes en que tu hijo te cuente todo. Como padre, no necesitas conocer todas los detalles. 

16. - Una cosa es ponerte al nivel de tus hijos para comprenderlos mejor y otra muy distinta es dar por bueno lo malo.

17. - Mal asunto es necesitar de un traductor para hablar con tus hijos porque habléis lenguajes distintos. Igual de malo es que uses el mismo lenguaje que sus amigos. No te engañes. Si esto ocurre, tu hijo preferirá hablar con sus amigos. Ten equilibrio.

18. - Sé padre, sé madre, sé profesor. Es lo que espera un pequeño y un mayor. Cuando encuentra colegueo termina defraudándose
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