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lunes, 16 de diciembre de 2013

POESÍA SOBRE EL ADVIENTO



El Adviento

El Adviento es larga espera
de un Dios que se va gestando
y en el seno revelando
de la humanidad entera;
y en su seno de esperanza
se gesta la sementera.

Por vericuetos sin nombre,
-incansable peregrino-
Dios siempre está de camino
viniendo en busca del hombre.
¿Hay alguien que no se asombre
de ver a Dios empeñado
en llegar apresurado
al encuentro con el hombre?

Dios mismo trazó el camino
cuando se vino a encarnar
y así poder caminar
junto al hombre peregrino.
Un Dios que encarnado llega,
hecho hombre de verdad
y carne de humanidad,
auténtica, no de pega.

El mismo Jesús lo dijo:
"Soy Verdad, Camino y Vida,
por mí al Padre es la subida
y en mí halláis camino fijo".

Ya está la duda resuelta,
pues, Jesús para esto vino,
para ser nuestro camino,
nuestro Camino de vuelta.

Y el Dios que a nosostros viene
en advientos cotidianos,
transita con pies y manos;
los que Jesús tuvo y tiene
en los hombres sus hermanos.


Tomada del blog del
P. José Luis Martínez

VIENE EL PRÍNCIPE DE LA PAZ


VIENE EL PRÍNCIPE DE PAZ

Cada año hacia noviembre-diciembre nos da por regalar cosas y recibimos también regalos de otras personas. En el fondo de este fenómeno curioso está lo sucedido en la primera Navidad de la historia cuando un Dios quiso darse Él mismo como regalo en un pueblito llamado Belén. Ese Niño Dios, envuelto en pañales, que probó por primera vez el frío de nuestro mundo y que quedó cautivado por primera vez por la sonrisa de su mamá, ha sido y seguirá siendo el mejor regalo que todos los seres humanos de todas las épocas recibimos.

Así funciona nuestra fe: primero recibimos de Dios muchos dones y regalos y estamos llamados a darle regalos y dones a Él y a cada prójimo. La actitud de quien sólo quiere recibir regalos y no dar nada, la actitud de quien quiere que otros se le entreguen y él no está dispuesto a entregarse, es la raíz de todos los problemas del mundo.

Vivir la Navidad al estilo del Niño Dios es convertirse en regalo para los demás. Que esta Navidad sea una pequeña muestra de que queremos al Niño Dios. De que queremos vivir nuestra fe. De que queremos dar gratis lo que gratis hemos recibido. De que queremos dar y no sólo recibir. De que queremos cambiar el mundo de la mano del Niño Dios…

Siglos antes de la venida del Niño Dios, el profeta Isaías anunciaba:

"Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y proclaman su nombre: Consejero Admirable, Dios Fuerte, Padre que no muere, Príncipe de la Paz."

¡Príncipe de la Paz! Hoy nuestras ciudades sufren por la inseguridad. Hoy más que nunca necesitamos al Niño Dios, Príncipe de la Paz. Hoy más que nunca nos toca contagiar la paz que nos viene del Niño Dios. Porque la paz que nos quiere regalar el Niño Dios se instala en el fondo del corazón. La paz que nos da Dios no puede depender de alarmas sofisticadas ni de guardaespaldas entrenados. La paz de Dios es más profunda. Ninguna tragedia le puede arrebatar la paz a quien se sabe en las manos del Príncipe de la Paz.

Aceptemos el regalo de la paz del Niño Dios y contagiémosla a los demás. La paz del Niño Dios que es la paz del alma, de la conciencia, de la misericordia, del perdón mutuo, de la caridad cristiana, de la alegría cristiana en medio del dolor, del dar sin esperar nada a cambio.

Querido Niño Dios, regálale tu paz a cada niño, a cada joven, a cada adulto y a cada anciano. Querido Niño Dios, regálanos tu paz. Mamá del Niño Dios, María, sigue cautivando con tu sonrisa a tu hijito Príncipe de la Paz y contagia tu sonrisa a todas las mamás de Saltillo porque donde hay una mamá que sonríe a su hijo ahí hay un pequeño príncipe de la paz.

Arturo Guerra

domingo, 15 de diciembre de 2013

ESTAR PREPARADOS EN ADVIENTO


Estar preparados...

«En el capitulo 13 que Pablo escribió a los cristianos en Roma, dice el Apóstol lo siguiente: “La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz. Andemos decentemente y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, ni en amancebamientos y libertinajes, ni en querellas y envidias, antes vestíos del Señor Jesucristo...” Según eso, Adviento significa ponerse en pie, despertar, sacudirse del sueño. ¿Qué quiere decir Pablo? Con términos como “comilonas, borracheras, amancebamientos y querellas” ha expresado claramente lo que entiende por «noche». Las comilonas nocturnas, con todos sus acompañamientos, son para él la expresión de lo que significa la noche y el sueño del hombre. 

Esos banquetes se convierten para San Pablo en imagen del mundo pagano en general que, viviendo de espaldas a la verdadera vocación humana, se hunde en lo material, permanece en la oscuridad sin verdad, duerme a pesar del ruido y del ajetreo. La comilona nocturna aparece como imagen de un mundo malogrado. 

¿No debemos reconocer con espanto cuan frecuentemente describe Pablo de ese modo nuestro paganizado presente? Despertarse del sueño significa sublevarse contra el conformismo del mundo y de nuestra época, sacudirnos, con valor para la virtud v la fe, sueño que nos invita a desentendernos a nuestra vocación y nuestras mejor posibilidades. Tal vez las canciones del Adviento, que oímos de nuevo esta semana se tornen señales luminosas para nosotros que nos muestra el camino y nos permiten reconocer que hay una promesa más grande que la el dinero, el poder y el placer. Estar despiertos para Dios y para los demás hombres: he ahí el tipo de vigilancia a la que se refiere el Adviento, la vigilancia que descubre la luz y proporciona más claridad al mundo».

Juan el Bautista y María

«Juan el Bautista y María son los dos grandes prototipos de la existencia propia del Adviento. Por eso, dominan la liturgia de ese período. ¡Fijémonos primero en Juan el Bautista! Está ante nosotros exigiendo y actuando, ejerciendo, pues, ejemplarmente la tarea masculina. Él es el que llama con todo rigor a la metanoia, a transformar nuestro modo de pensar. Quien quiera ser cristiano debe “cambiar” continuamente sus pensamientos. Nuestro punto de vista natural es, desde luego, querer afirmarnos siempre a nosotros mismos, pagar con la misma moneda, ponernos siempre en el centro. Quien quiera encontrar a Dios tiene que convertirse interiormente una y otra vez, caminar en la dirección opuesta. Todo ello se ha de extender también a nuestro modo de comprender la vida en su conjunto. Día tras día nos topamos con el mundo de lo visible. Tan violentamente penetra en nosotros a través de carteles, la radio, el tráfico y demás fenómenos de la vida diaria, que somos inducidos a pensar que sólo existe él. Sin embargo, lo invisible es, en verdad, más excelso y posee más valor que todo lo visible. Una sola alma es, según la soberbia expresión de Pascal, más valiosa que el universo visible. Mas para percibirlo de forma vida es preciso convertirse, transformarse interiormente, vencer la ilusión de lo visible y hacerse sensible, afinar el oído y el espíritu para percibir lo invisible. Aceptar esta realidad es más importante que todo lo que, día tras día, se abalanza violentamente sobre nosotros. Metanoeite: dad una nueva dirección a vuestra mente, disponedla para percibir la presencia de Dios en el mundo, cambiad vuestro modo de pensar, considerar que Dios se hará presente en el mundo en vosotros y por vosotros. Ni siquiera Juan el Bautista se eximió del difícil acontecimiento de transformar su pensamiento, del deber de convertirse. ¡Cuán cierto es que éste es también el destino del sacerdote y de cada cristiano que anuncia a Cristo, al que conocemos y no conocemos!».

sábado, 14 de diciembre de 2013

ESPERAR CON ALEGRÍA EN EL ADVIENTO


Esperar con alegría en el ADVIENTO


 Todos nos sentimos un poco motivados a ella, porque está ya cerca la Navidad. Pero muchas veces nos basamos en la alegría barata y hueca que nos quieren dar los anuncios de compras y de fiestas mundanas. La liturgia nos invita a una alegría sincera y profunda, que es un don del Espíritu, que no tiene directa relación con el placer o la comodidad o la fortuna, ni es cuestión de temperamento, sino de la gracia y del saber que “el Señor está cerca”.

Y por lo tanto no se puede seguir a Cristo estando tristes. Santa Teresa decía: “Un santo triste es un triste santo”. Quería decir que era un santo falso o que no lo era.

No es fácil el estar alegres en medio de tantas contrariedades como vemos en la vida. Un autor dice: “Esto de la alegría es cosa seria”. Por lo tanto no es lo mismo seriedad y alegría, aunque muchas veces la alegría debe notarse externamente. Hoy mismo lo dice san Pablo: “Que vuestra amabilidad (fruto de la alegría interna) sea conocida por todos”. Y sigue diciendo que nada nos debe preocupar, de modo que caigamos en la tristeza, en la depresión. Y esto porque “el Señor está cerca”.

Esa cercanía la vivimos ahora en la Navidad. En esos días recordamos y revivimos la presencia de Dios hecho hombre entre nosotros. Pero es que está cerca, porque en realidad vive entre nosotros. Vive en la Eucaristía y debe vivir en nuestro corazón por el amor. Esto es lo que nos debe llenar de alegría profunda: Dios nos ama y no nos abandona. Nunca estamos solos, sino que estamos con Dios y esperamos que esta unión sea total y eterna después de la muerte. Esperamos que un día Cristo Jesús pueda decirnos, en su última venida: “Entra en el gozo de tu Señor”.

Pero la alegría interior del corazón debe manifestarse en obras de correspondencia al amor de Dios. Hoy es día también para que nos preguntemos: ¿Qué debo hacer? Esto le preguntaban a san Juan Bautista las personas que habían sentido sus palabras entrar en su corazón y estaban en proceso de conversión. Todos los años en este tercer domingo de Adviento, igual que en el segundo, nos presenta la Iglesia en el evangelio la figura de san Juan Bautista, el Precursor, el que nos debe ayudar para prepararnos mejor a la venida del Señor. Hoy nos presenta ese diálogo de la gente que le pregunta al Bautista y las respuestas del santo, que son también para nosotros.

Lo primero que pide es el desprendimiento de bienes para compartir con quien no tiene. Entra plenamente en el espíritu de la Navidad. Y es algo que Jesús pedirá a los que quieran ser sus discípulos: estar dispuestos a renunciar a todo para estar disponibles para el bien de los demás. Una clase de personas que le preguntaba eran cobradores de impuestos, que solían aprovecharse de la gente. A éstos les dice que no exijan más de lo debido. En nuestra vida no se trata sólo de dinero; pero la verdad es que a veces por seguir nuestro egoísmo exigimos a otros lo que no debemos. De una manera concreta suele suceder en los que tienen alguna autoridad. En aquel tiempo los soldados eran autoridad. A ellos les dicen que no extorsionen a nadie y se contenten con lo que es justo. Suele haber mucho abuso de la autoridad, también en una familia, cuando en realidad debe ser un servicio hecho con amor.

Prepararnos para la venida de Jesús, la de Navidad, la de todos los días y la definitiva, debe ser sobre todo crecer en el amor. Si el amor es profundo hacia Dios y hacia los demás, quizá tendremos que sufrir; pero en lo más hondo del alma brotará la alegría sincera, que nos proporcionará la paz por la presencia de Dios.

P. Silverio Velasco (España)

AFÉRRATE A LA FE EN EL ADVIENTO


AFÉRRATE A LA FE

Aférrate a la fe porque es la fuente de la creencia de que todo es posible.  Es la fibra y la fortaleza de un alma confiada.

Aférrate a la esperanza porque destierra la duda y da lugar a actitudes positivas y alegres.

Aférrate a la confianza porque se encuentra en el corazón de las relaciones fructíferas que son seguras y satisfechas.

Aférrate a la familia y a los amigos porque son las personas más importantes en tu vida y porque hacen del mundo un lugar mejor. 

 Ellos son la vida que ha crecido con el tiempo para alimentarte, ayudarte a seguir tu camino y permanecer siempre cerca de ti.

Aférrate a todo lo que eres y a todo lo que has aprendido, porque esto es lo que te conviene en un ser singular.

No menosprecies lo que sientes y lo que crees que es bueno e importante; tu corazón te habla con más fuerza que tu mente.

Aférrate a tus sueños, alcánzalos de manera diligente y honrada. 

 No tomes nunca el camino más fácil ni te rindas ante el engaño. 

Recuerda a otros en tu camino y dedica tiempo para atender sus necesidades.

Disfruta de la belleza que te rodea. Ten valor para ver las cosas de manera diferente y más clara.  Haz del mundo un lugar mejor día a día y no te olvides de las cosas importantes que dan significado a tu vida.

viernes, 13 de diciembre de 2013

ACTITUDES DEL ADVIENTO


Actitudes del Adviento


1. Actitud de espera
El mundo necesita de Dios. La humanidad está desencantada y desamparada. Las aspiraciones modernas de paz y de dicha, de unidad, de comunidad, son terreno preparado para la buena nueva. El Adviento nos ayuda a comprender mejor el corazón del hombre y su tendencia insaciable de felicidad.

2. El retorno a Dios
La experiencia de frustración, de contingencia, de ambigüedad, de cautividad, de pérdida de la libertad exterior e interior de los hombres de hoy, puede suscitar la sed de Dios, y la necesidad de «subir a Jerusalén» como lugar de la morada de Dios, según los salmos de este tiempo. La infidelidad a Dios destruye al pueblo. Su fidelidad hace su verdadera historia e identidad. El Adviento nos ayuda a conocer mejor a Dios y su amor al mundo. Nos da conocimiento interno de Cristo, que siendo rico por nosotros se hace pobre.

3. La conversión
Con Cristo, el reino está cerca dentro de nosotros. La voz del Bautista es el clamor del adviento: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios...» (Is 40,3-5). El Adviento nos enseña a hacernos presentes en la historia de la salvación de los ambientes, a entender el amor como salida de nosotros mismos y la solidaridad plena con los que sufren.

4. Jesús es el Mesías
Será el liberador del hombre entero. Luchará contra todo el mal y lo vencerá no por la violencia, sino por el camino de una victimización de amor. La salvación pasa por el encuentro personal con Cristo.

5. Gozo y alegría
El reino de Cristo no es sólo algo social y externo, sino interior y profundo. La venida del Mesías constituye el anuncio del gran gozo para el pueblo, de una alegría que conmueve hasta los mismos cielos cuando el pecador se arrepiente. El Adviento nos enseña a conocer que Cristo, y su pascua, es la fiesta segura y definitiva de la nueva humanidad.

Meditación

Alzad la vista, restregaos los ojos, otead el horizonte. Daos cuenta del momento. Aguzad el oído. Captad los gritos y susurros, el viento, la vida... Empezamos el Adviento, y una vez más renace la esperanza en el horizonte.
Al fondo, clareando ya,  la Navidad. Una Navidad sosegada, íntima, pacífica, fraternal, solidaria, encarnada, también superficial, desgarrada, violenta...; más siempre esposada con la esperanza.
Es Adviento esa niña esperanza que todos llevamos, sin saber cómo, en las entrañas; una llama temblorosa, imposible de apagar, que atraviesa el espesor de los tiempos; un camino de solidaridad bien recorrido; la alegría contenida en cada trayecto; unas huellas que no engañan; una gestación llena de vida; anuncio contenido de buena nueva; una ternura que se desborda... Estad alerta y escuchad.
Lleno de esperanza grita Isaías: "Caminemos a la luz del Señor".
Con esperanza pregona Juan Bautista: "Convertíos, porque ya llega el reino de Dios".
Con la esperanza de todos los pobres de Israel, de todos los pobres del mundo, susurra María su palabra de acogida: "Hágase en mí según tu palabra".
Alegraos, saltad de júbilo. Poneos vuestro mejor traje. Perfumaos con perfumes caros. ¡Que se note!
Viene Dios. Avivad alegría, paz y esperanza. Preparad el camino. Ya llega nuestro Salvador. Viene Dios... y está a la puerta. ¡Despertad a la vida!

Ulibarri, Fl

VIVE EL ADVIENTO CON JESÚS


Vive el Adviento con Jesús


Se acaba el año… Esta es una de las frases que escuchamos constantemente a lo largo de estos días. Y nos toca correr al ritmo que lo hace mucha gente en la calle. Diciembre es un mes de fiestas. El día 8, les rendimos honor a la Inmaculada Concepción. El día 25, celebramos el nacimiento del Niño Jesús, y el día 31, le damos un adiós definitivo a este año y celebramos por el que ha de venir. Pero este tiempo es un momento oportuno para reflexionar sobre lo que hemos hecho y lo que no, sobre el sentido de nuestro ser y quehacer. Puede ser oportuno hacerlo desde lo que empezamos a celebrar este domingo 2 de diciembre, cuando iniciamos el Adviento…

Llegó el tiempo de la espera y la esperanza. El tiempo de preparar caminos… ¿En qué consiste esa esperanza, que unos años nos encuentra felices, y otros con ánimo bajo? ¿De qué está hecha esa confianza en que Dios sigue viniendo? ¿Cómo se enciende esa luz que rompe tinieblas, noches, sombras y que ilumina los rincones más oscuros? Y es tan humano el esperar y ponerse en camino, el desear y luchar por algo, el creer cuando todo parece invitar al descreimiento… ¿Qué ingredientes tiene esa esperanza poderosa que provoca escalofríos a los infames y hace sonreír a los heridos?

Esperamos porque sabemos de quién nos hemos fiado. Porque preparamos los caminos para una venida que ya comenzó hace mucho. Porque en la vida es fundamental mantener una memoria agradecida por todo lo recibido. Aprender de una historia muchas veces trenzada en golpe y dicha... En los momentos de dicha recordamos que todo es don. Y en las noches oscuras, en los momentos en que parece que algo falta, en las épocas de dolor o sufrimiento, recordamos las bendiciones que en otros momentos han llenado nuestras vidas de pasión. Y la entrega de un Dios cuya salvación ya comenzó de manera inexorable. La sorpresa del Dios del pesebre y la historia de una salvación extraña. Recordamos con gratitud, y nos vivimos como partes de una historia.

Esperamos porque sabemos lo que puede llegar. A veces lo intuimos. Otras lo soñamos. En ocasiones sencillamente queremos que las cosas sean diferentes. Imaginamos futuros mejores, para nosotros, pero sobre todo para aquellos cuyos presentes son sombríos; hasta ahí, nada distinto de los "buenos deseos" con los que se reciben estas fechas en las teles y los mercados, en las promociones navideñas y las declaraciones institucionales. Pero entonces se enciende una luz en nuestra entraña, se escucha una voz que, muy hondo, muy dentro, muy suave, susurra: "¿Por qué no? Y el deseo se convierte en urgencia, en anhelo, y quema y aquieta a un tiempo. El deseo es también llamada, y algo me dice: "lucha por lo que deseas", y eso es Adviento…

Adviento, Navidad, fin de año. Seguirá siendo un momento oportuno para reflexionar si de verdad hemos vivido todo profundamente y si ello nos ha llevado a Dios. Porque todo en la vida, vivido hondamente, nos puede llevar a Dios.

Padre José Domingo Cuesta S.J.

PREPAREN EL CAMINO DEL SEÑOR EN ADVIENTO


PREPAREN EL CAMINO DEL SEÑOR EN ADVIENTO

Quitad toda piedra, donde el Señor, a su paso pueda tropezar.

Quitad todo resentimiento, donde el Señor, cuando venga, pueda caer.

Quitad todo rencor, donde el Señor, cuando pise, pueda herirse.

Quitad toda mentira, donde el Señor, cuando nazca, pueda confundirse.

Quitad toda tristeza, con la que el Señor, cuando se presente, 
pueda llorar.

Quitad toda barrera, donde el Señor, cuando llame, no pueda entrar.
Quitad toda frialdad, donde el Señor, cuando baje, no pueda cobijarse.

Y, si quitáis todo eso, el Señor –de verdad- nacerá.


J.Leoz

miércoles, 11 de diciembre de 2013

EL ESPÍRITU SANTO, NUESTRO GUÍA EN ADVIENTO

Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
El Espíritu Santo, nuestro guía en Adviento
Únicamente los sencillos pueden reconocer la voz del Espíritu Santo en su interior, sólo ellos son capaces de dejarse guiar por Él.
 
El Espíritu Santo, nuestro guía en Adviento

Durante el Adviento no podemos olvidar la presencia del Espíritu Santo que primero actúa profetizando la venida del Mesías, y después, en Jesucristo. Esto es para nosotros una muy especial indicación por parte de Dios Nuestro Señor de que las necesidades que posee el hombre sólo pueden realizarse desde una perspectiva: la del Espíritu Santo. Sin embargo, tampoco podemos olvidar que esto únicamente es posible para el alma que se convierte en dócil instrumento del Espíritu Santo, pues es Él quien nos permite ir llegando con paso firme a todas y cada una de las metas que Dios nos va poniendo a lo largo de la vida. No estamos solos, el Señor no nos abandona. La presencia de Jesucristo en nuestras vidas no es nada más una compañía, es también una guía, una luz. Y nunca olvidemos que esta iluminación quien la realiza es el Espíritu Santo.

El profeta Isaías nos habla de un momento, en los tiempos mesiánicos (cuando venga el Mesías), en que todo será paz, y cómo el Espíritu de Dios colmará el mundo. Dice el Profeta: “Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la Tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar”.

En la Encarnación es el Espíritu Santo el que cubre con su sombra a la Santísima Virgen para que sea engendrado el Hijo de Dios. Y es también el Espíritu Santo el que, cada vez que queremos tener a Cristo en nuestra alma, se hace presente para construir en nosotros la presencia, la vida de Cristo. El Espíritu Santo es el Santificador, es el que realiza en el alma la función de dar vida en el Señor. Es Él quien nos aconseja, guía e ilumina, fortaleciéndonos para que el mensaje que la Navidad viene a traer a nuestras almas se pueda cumplir.

En este Adviento, en este camino hacia la Navidad, hacia la presencia plena de Cristo en nuestra alma, no estamos guiados por una estrella, estamos guiados por el Espíritu de Dios Nuestro Señor. Esto tiene que ser para nosotros una grandísima certeza, tiene que darnos una gran paz y una gran serenidad. Sin embargo, exige de nosotros un entrenamiento que consiste en aprender a escuchar lo que el Espíritu Santo va diciendo a nuestra conciencia, el someter nuestro juicio a lo que Él nos va pidiendo y el ser capaces de amar el modo concreto con el cual va educando nuestro corazón.

Únicamente los sencillos pueden reconocer la voz del Espíritu Santo en su interior, sólo ellos son capaces de dejarse guiar por Él. Si tuviéramos dentro de nosotros esta presencia constante del Espíritu Santo podríamos participar de la acción de gracias que Jesucristo hace al Padre: “Te doy gracias Padre del Cielo y de la Tierra, porque has revelado estas cosas, no a los sabios y entendidos, sino a los sencillos”.

¡Cuántas veces nuestra forma de ver las cosas y nuestros juicios son los que gobiernan nuestras vidas! ¡Cuántas veces pretendemos entender todas las cosas según la cuadrícula de nuestra sabiduría, y nos olvidamos que la sabiduría de Dios es la que tiene que regir nuestra vida!

Cuando leemos las profecías de Isaías, donde aparece el lobo habitando con el cordero, la pantera con el cabrito, el novillo y el león pastando juntos, podría aparecer la pregunta: ¿Todo eso existe? ¿Es un sueño o es una realidad? Lo que el profeta nos está diciendo es que aun aquello que parece imposible al hombre, que en la lógica humana jamás podría llegar a darse, el Espíritu Santo lo puede realizar.

En este Adviento, aprendamos a romper las lógicas humanas, a deshacer nuestras cuadrículas, nuestras formas de ver muchas situaciones, de vernos, incluso, a nosotros mismos. Dejemos a un lado tantas y tantas cosas que clasifican nuestra existencia de una manera determinada y que, en definitiva, la alejan de Dios. Permitamos al Espíritu Santo hablar en nuestra vida, guiarnos e inspirarnos. No es tan difícil, es cuestión de aprender a escuchar, de no hacer ruido en nuestra alma, de ponernos delante de Dios y no oír otra cosa más que a Él, para que nada interrumpa esa comunicación de amor entre Dios y cada uno de nosotros.

Nuestro corazón debe estar dispuesto a escuchar a Dios, para que este tiempo de Adviento, en el que se produce la mayor alegría para el hombre, que es el encuentro con el Señor, no pase con las hojas del calendario, sino que sea un tiempo que permanezca en el corazón. Con una gran apertura interior, permitámosle al Espíritu Santo hablar, para así poder ir quitando todo aquello que nos impiden tener paz en el alma, junto a Cristo en Belén.

El profeta Isaías nos dice: “Aquel día, la raíz de Jesé se levantará como bandera de los pueblos, la buscarán todas las naciones”. ¿Hay en mi alma avidez de Dios? ¿Hay en mi corazón sed de este Cristo, que es la raíz de Jesé? ¿Hay en mi interior el anhelo de encontrarme con Jesús? Si no lo hay, permitamos que el Espíritu Santo vaya cambiando nuestro corazón hasta que Él lo llene. Y pidámosle que en este período de Adviento, Él vaya transformando nuestra existencia de tal manera que nunca nos sintamos solos, para que se pueda cumplir en nosotros la profecía de que somos dichosos porque vemos la presencia de Cristo en nuestra vida, vemos su influjo en la sociedad: “Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis”.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Cipriano Sánchez LC 

    martes, 10 de diciembre de 2013

    QUIEN ESPERA


    QUIEN ESPERA...

    Quien espera no quema el tiempo porque se aburre, sino porque está ansioso, tiene esperanzas en algo, está enfocado en una meta.  Pues bien, la meta de la espera prenavideña es una fiesta, la fiesta de nuestra encarnación, de nuestro llegar a ser lo que somos, de nuestra unión mística con Dios.  Pero no solamente nosotros esperamos, Dios también nos espera, nos espera hasta que nos abrimos a la vida y al amor, ya que "esperar" significa, en el fondo, vivir en el "puesto de observación".  El "puesto de observación" es el lugar desde donde se divisa, es decir, la atalaya.
    Esperar significa, entonces, buscar con la vista, ver si viene alguien, mirar los alrededores, todo lo que viene hacia nosotros.
    Sin embargo, esperar puede significar también prestar atención a algo, cuidar de algo, así como el vigilante cuida a una persona y le presta atención.  La espera provoca ambas cosas en nosotros: la lejanía de la mirada y la atención al momento, a lo que estamos viviendo, a las personas con las cuales estamos hablando.
    La espera toca nuestro corazón y lo ensancha, nuestro anhelo nos dice: no nos bastamos a nosotros mismos, debemos extender nuestros brazos hacia aquel que nos hace palpitar el corazón.

    VIVIR EL ADVIENTO

    Autor: Felipe Borau | Fuente: www.mercaba.org
    Vivir el Adviento
    El auténtico Adviento procede del interior del corazón creyente del hombre y, sobre todo, de la hondura del amor de Dios
     
    Vivir el Adviento
    Vivir el Adviento
    Vivir el Adviento no es tan fácil. Para muchos apenas adquiere relevancia, ni la palabra en sí y mucho menos su contenido.

    Apenas una suma pequeña de domingos que nos conduce a la Navidad.

    Es necesario reivindicar el sentido pleno del Adviento como actitud cristiana fundamental: esperar a Dios y esperarlo en Jesús; creer en su venida progresiva, misteriosa pero real, a nosotros, al mundo. El Adviento es ese tiempo concreto que rompe nuestra inconcreción y nuestra monotonìa para ponernos en camino de conversión, para centrar nuestra vida no en una irrealidad, sino en la realidad maravillosa de Jesús que se acerca a la vida de los hombres como nuestro Salvador.

    Cada día esperábamos, a veces hasta acomodados en un sueño profundo; oíamos voces, ecos; alguien que viene, que vendrá...

    También nos habíamos cansado de esperar... casi siempre todos los días eran lo mismo, subía el egoísmo de los hombres y el panorama era un puro desierto de soledad. Cada día era una continua espera desde los solitarios valores de los hombres. Parecía que el cielo estaba más lejos de nosotros. Nuestra espera se había convertido en una actitud inútil. Aunque las fiestas de la Iglesia recuerdan algo pasado, son también presente, realización viva, pues lo que ha ocurrido una vez en la historia, debe volver a ocurrir una y otra vez en la vida de los creyentes. Cada uno de nosotros debe vivir la expectación, la llegada del Señor desde su propia realización y su propia lucha para obtener con ello la Salvación. ¿Qué es eso de esperar a Alguien que viene de otra parte? ¿Qué hay más importante que encontrar en mi vida al Amigo? Un amigo es algo grande y precioso. Pero, ¿me lo puedo hacer yo mismo? Ciertamente, no. Puedo estar vigilante y receptivo, para notar cuando se me acerca una persona que puede ser importante para mí; pero tiene que venir. Venir, desde ese ámbito, inabarcable con la vista, que es la vida humana. En cualquier ocasión nos encontramos, entramos en conversación, y entonces se desarrolla esa cosa fecunda y hermosa que se llama amistad... Alguien que viene a nosotros desde la amplitud de los cielos, desde la inmensidad... hemos extendido las manos, hemos abierto las puertas... Alguien ha penetrado profundamente en nuestra vida.

    Nuestra salvación descansa en una venida. Aquel que viene, no lo han podido inventar ni producir los hombres mismos; ha venido a ellos desde el misterio de la libertad de Dios. ¡Cuántas veces lo han intentado! En todos los pueblos y en todas las épocas surgen las figuras de salvadores y redentores que apenas pueden modificar la realidad humana. Por haber nacido del mundo, no pudieron llevar el mundo a la libertad; y por estar hechos de la materia de su tiempo desaparecieron.

    El auténtico Redentor, Aquél a quien esperamos, ha procedido de la libertad de Dios: ha surgido en una pequeña nación, en una época que nadie podría demostrar que era la apropiada y en figura ante la cual nos invade el asombro: ¿por qué precisamente ésta? La decisión de la fe consiste en buena medida en prescindir de qué es lo correcto y apropiado, y recibir al que proviene de la libertad de Dios: "Bendito el que viene en el nombre del Señor".

    Este es el comienzo de la Buena Nueva, de la Buena Noticia.

    Estamos ya en el camino de la esperanza.

    Esto nos dice el Adviento. Todos los años nos exhorta a considerar el prodigio de esta Venida. Pero nos recuerda también que su sentido sólo puede adquirir su plenitud si el Redentor no viene sólo para la humanidad en su conjunto, sino para cada uno de nosotros en particular: en sus alegrías y miserias, en sus convicciones, perplejidades y tentaciones, en todo lo que constituye su ser y su vida. Descubrir desde lo hondo de nuestras conciencias que Cristo es mi Redentor y viene a mi vida, es ponerse en el camino de Adviento. El auténtico Adviento procede del interior. Del interior del corazón creyente del hombre y, sobre todo, de la hondura del amor de Dios. Debemos preparar el camino a su Amor y descubrir formas nuevas que nos pongan en disposición de recibir "al Salvador de Dios". De nuevo volverá a tener vigencia y sentido este bello deseo y oración: "Ven, Señor Jesús".

    RECETAS PARA LA SALUD EMOCIONAL


    Recetas para la salud emocional


    1. Enfrente de a uno por vez los problemas que le causan tensión emocional, y haga una cosa por vez.

    2. Haga lo mejor que pueda en cada situación de estrés, y luego deje de preocuparse por ella.

    3. Sea positivo y exprese sus sentimientos con honestidad.

    4. Trate a los demás con el respeto que espera para usted mismo.

    5. Tome conciencia de sus necesidades, en lugar de dejar que se la dicten los otros.

    6. No contemple a su vida como algo cerrado; considere que siempre hay alternativas.

    7. Elija sentirse bien y contento.

    8. Tome distancia de sus problemas. Piense en qué pensará de sus problemas de hoy dentro de un año, cinco años, una década.

    9. Adopte una perspectiva humorística, de modo de ver sus problemas de manera más objetiva y poder reírse de ellos.

    10. Viva en el presente.

    lunes, 9 de diciembre de 2013

    RICOS SIN SABERLO


    Ricos sin saberlo


    En la época de la recesión económica en los EE.UU., el señor Yates poseía una vasta extensión de tierra al oeste de Texas, donde criaba ovejas. Vivía pobremente, luchando para alimentar a su familia, cuando una compañía petrolera se dirigió a él, diciendo: – Pensamos que en su terreno puede haber petróleo. ¿Nos permite efectuar una perforación allí? Yates dio el permiso, pensando que no tenía nada que perder.

           La compañía empezó a perforar. A poca profundidad encontró el más importante yacimiento que, hasta la fecha, se había hallado en Norteamérica. Ese yacimiento podía producir más de 80.000 barriles de petróleo por día. ¡De un día para otro el señor Yates se hizo millonario! De hecho lo era desde el día que compró el terreno. El petróleo siempre había estado allí; simplemente no lo sabía.

           El señor Yates nos recuerda a tantas personas que tienen una Biblia en casa, pero nunca la han leído. ¿Será porque secretamente tienen miedo de lo que ella pueda decirles, miedo de sus exigencias pero también de las transformaciones que podría producir en ellas? ¡Ah, si pudiéramos apreciar las inmensas riquezas que contiene este libro! “Tu palabra es verdad”, dijo Jesús. En ella está la vida eterna (Juan 17:17; 5:39).

           Es un libro único en su mensaje de perdón y de salvación, que transforma y llena el corazón, y cuyas profecías se van cumpliendo.

    CALMA


    Calma


    Si usted está apunto de estallar mentalmente, silencie algunos instantes pensar.

    Si el motivo es alguna molestia en su cuerpo, la intranquilidad la empeora.

    Si la razón es la enfermedad en un ser querido, su descontrol es factor agravante.

    Si usted sufrió perjuicios materiales, la actitud de reclamo es como bomba retardada.

    Si perdió algún afecto, la queja hará de usted una persona menos simpática entre sus amigos.

    Si perdió alguna oportunidad valiosa tiempo atrás,  la inquietud es desperdicio de tiempo.

    Si aparecen contrariedades, el acto de irritarse apartará de usted la asistencia espontánea.

    Si usted cometió un error, la desesperación es puerta abierta para fallas mayores.

    Si usted no alcanzó lo que deseaba, la impaciencia hará más larga la distancia entre usted y el objetivo a alcanzar.

    Sea cual fuere la dificultad, conserve la calma; porque en todo problema, la serenidad es el techo del alma pidiendo el servicio como solución.

    domingo, 8 de diciembre de 2013

    SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO


    VEN SEÑOR!!!



    VEN SEÑOR!!

    Ven, Señor, a salvarnos. Ven a saciar nuestras hambres, ven a curar nuestras llagas, ven a aliviar nuestras cargas, ven, Señor, a salvarnos.

    Ven a limpiar nuestro barro, ven a encender nuestras lámparas, ven a colmar la esperanza, ven, Señor, a salvarnos.

    Ven a llenar el vacío, ven a alegrar la tristeza, ven a vestirnos de fuerza, ven, Señor, a salvarnos.

    Ven a quitar el pecado, ven a romper las cadenas, ven a ahuyentar las tinieblas, ven, Señor, a salvarnos.

    Ven, Señor, y salva a todos los que somos víctimas del pecado y de la debilidad humana. Ven, Señor, a salvarnos.

    Sálvanos de tal manera que, con la medicina y el aceite de tu Espíritu, lleguemos a ser también nosotros salvadores.

    sábado, 7 de diciembre de 2013

    SAN JOSÉ DEL ADVIENTO


    SAN JOSÉ DEL ADVIENTO


    Es tiempo de espera fecunda, sendero seguro por donde se encaminan nuestros pasos al encuentro de ese Dios que se hace Niño, uno más entre nosotros.

    Y así como cuando decimos Adviento decimos también María, no podemos soslayar a José de Nazareth.
    Su presencia constante y silenciosa, el abdicar de todo protagonismo para estar siempre disponible allí en donde le necesiten, debería florecernos la mansedumbre y el servicio.

    Piadoso y religiosamente observante, es ante todo y por sobre todo, un hombre justo; a no confundirse, no está sometido a las veleidades de una limitada balanza humana. Antes bien, es justo con mayúsculas porque ajusta su voluntad a la del Dios del Universo por encima de todas las cosas.

    Cuando esa humilde muchacha galilea –a la que ama incondicionalmente- presenta los síntomas ciertos de un embarazo sospechoso, José duda. Sabe que la rigidez de la ley mosaica pone a su amor en grave riesgo: por eso decide irse en silencio, evitando la sombra ominosa de la muerte y la ignominia que acosa a María.

    Pero es un hombre que sabe oír y escuchar: ante el consejo de un Mensajero, no vacila y toma a María por esposa, casa en común, hogar fecundo
    -habría que imaginarse, por un momento, una fiesta campesina allí en esa aldea, en honor de los noveles esposos-

    El carpintero trabaja y trabaja; ya no es un hombre solo, hay una esposa con un hijo en camino que necesitan el sustento que puedan procurar sus manos encallecidas.
    Así los días, del amanecer al ocaso, madera y esfuerzo, y un vientre amado que crece ante sus ojos mansos.

    Edicto imperial, conteo de vasallos, censo: cada varón –las mujeres no cuentan- debe apersonarse en su pueblo natal para empadronarse.

    José se pone en marcha con María y el Niño cercano, de Nazareth a Belén, ciento cincuenta kilómetros de ruta terrera y pedregosa no exenta de peligros.
    Llegan a la Casa del Pan –Bethlehem de Judá- con apuros y urgencias: ese Niño ya no ha de esperar, el tiempo está maduro… allí mismo, toda la Creación contiene el aliento.

    José no disfraza su acento ni esconde sus ropas polvorientas en el pedido de albergue: un posadero tajante los rechaza con un predecible –no hay lugar-. Ni hablar: pobres y con maternidad inminente, todo un mal negocio.

    Les queda una gruta oscura, cueva en donde el ganado quizás busque alivio al frío nocturno.
    Solos ellos en la noche, solita la María en el trance bravo del parto, no hay lecho, posada ni mucho menos partera… Pero está la mano tranquilizadora del carpintero, que sostiene y asiste, quizás sin saber mucho qué cosa hacer en esos menesteres.

    -¿acaso hay algo tan gravitante y transformador en la vida como el nacimiento de un hijo?-

    Ese Niño, esperado amorosamente por María y José y ansiado durante generaciones, por fin ha llegado. Ya nada será igual: por el nombre de ese Niño Jesús -Yehoshua, Yahveh Salva- creemos rotundamente que Dios nos salva, que se hace uno de nosotros y que la vida plena se abre caminos desde los niños y a través de los pobres y los humildes.

    Un pequeño alto en el camino: usualmente se sindica a San José como padre legal de Jesús, custodio del Redentor o el menos certero padre adoptivo.

    Por un momento, intentemos ponernos en su alma... Si tanto maternidad como paternidad son -ante todo- cuestiones cordiales, es decir, en las que prima el corazón por sobre el hecho biológico fundante, José es verdaderamente padre de Jesús.

    Así lo reconoció desde sus primeros signos en María, y así lo cuidó con paternal afecto desde el mismo comienzo.
    Así sostuvo con su trabajo y esfuerzo a su esposa y a su hijo.
    Así los protegió en el duro camino del exilio -José, María y Jesús emigrantes a Egipto-.
    Así seguramente le fué enseñando su oficio, tekton hábil con la madera.
    Así lo guió en sus primeros pasos en la fé de Abraham y Jacob.
    Así se inundó de angustia cuando en tiempos de su Bar Mitzvah ese Hijo amado se les extravía por tres días, y lo encuentran en el Templo, enseñando a escribas y doctores.

    Seguramente, el Maestro pronunció vacilante ¡Immá! ¡Mamá! de Niño, descubriéndose en los ojos profundos de María.
    Seguramente, a José lo llamaba pleno de ternura infantil ¡Abbá! ¡Papá!, término cuyo significado descubrió en la vida mansa y santa del carpintero, y que luego utilizaría para enseñarnos y revelarnos a todos el rostro de ese Dios escondido, Padre suyo y nuestro.

    En este Adviento, dejando de lado cualquier intento laudatorio o ansias de reivindicar, grato es volver la mirada a José de Nazareth.
    Y con él, a tantas y tantos Josés silenciosos y serviciales, mansos y humildes renegados de cualquier éxito, siempre disponibles allí donde se los necesite, decididos protectores de esta Vida que se nos regala y que se viene asomando en pañales.

    viernes, 6 de diciembre de 2013

    PREPAREN EL CAMINO CON ALEGRÍA: ADVIENTO


    Preparad el camino con alegría: ADVIENTO


    En estos días, ya cercanos a la Navidad, hay muchas cosas que nos invitan a la alegría. Desgraciadamente muchos se quedan sólo en la parte externa, material. Y, como son cosas pasajeras y a veces muy deficientes, la alegría se deshace como un pedazo de hielo puesto al calor del sol. En este domingo 3º de Adviento la Iglesia quiere que en la misma liturgia resuene la palabra alegría. Hoy lo vemos un poco en las tres lecturas. En la primera sentimos al profeta Isaías que invita a la esperanza alegre, a pesar de que el pueblo está en el destierro, porque Dios, que es nuestro creador, no puede querer en definitiva el mal, sino la alegría, para la cual debemos colaborar con el arrepentimiento y el acercarse al Señor.

    San Pablo en la segunda lectura es más explícito y nos dice: “Estad siempre alegres”. A veces nos empeñamos en creer que Dios quiere el mal para nosotros. Es necesario que afiancemos nuestra fe en Dios, que es nuestro Creador bondadoso y que por lo tanto desea siempre nuestro bien y nuestra felicidad. Este mundo es imperfecto y hay dificultades, que son para todos, buenos y malos. Pero para el que está con Dios, en todo sabe hallar la alegría de corazón, aunque sepa que la perfección de la felicidad estará en la vida futura. Pero si se busca la alegría por caminos que no llevan a Dios, al final sólo se halla la infelicidad y la tristeza. La experiencia de las personas entregadas a Dios nos dice que el hecho de conocer a Cristo y vivir con Él es una fuente continua de alegría. Ello requiere diálogos con Dios Padre, o con Cristo, que nos espera en la Eucaristía.

    La tristeza nace del egoísmo, de buscar compensaciones materiales, que muchas veces no llegan. La alegría es verdadera cuando uno procura hacer alegres a los demás. Este es uno de los grandes mensajes de Navidad. La alegría perfecta es un don de Dios; por eso hay que estar en continua acción de gracias. Como salmo responsorial de este día, nos presenta el “Magnificat” de la Santísima Virgen. Ella siente su alma desbordar de gozo, que quiere transmitir a su prima Isabel, y ante ella proclama la grandeza del Señor. En ese momento se siente agradecida y humilde.

    Esta virtud de la humildad aparece, para nuestro ejemplo, en la figura de S. Juan Bautista, que hoy nos trae el evangelio. Juan no era la luz, sino que daba testimonio de la luz. Fueron gentes importantes a preguntarle quién era y él declaró que no era un profeta, aunque su misión era hablar a favor de otro. Para esto se requiere mucha humildad o conocimiento de la realidad. Tanta humildad que decía que no era digno ni de “desatar la sandalia del Mesías”. Su mensaje era: “Preparad el camino”. Hoy, en las vísperas de la Navidad, también nos dice a nosotros que preparemos el camino. Para ello debemos estar en una especie de “desierto”, que significa un cierto silencio en nuestro interior. Hay muchos que en estos días navideños sólo quieren mucho ruido, mucha bulla externa; pero con ello no dejan que penetre el mensaje de Jesús.

    San Juan se parecía a los motoristas que van por delante de una carrera ciclista anunciando que la carrera ya viene. A la gente no le interesa mirar a los motoristas, sino sólo saber que ya vienen los ciclistas, que es lo que quieren ver. Así a veces nos quedamos sólo con los festejos externos de la Navidad y no atendemos para nada a aquel que realmente festejamos en la Navidad, que es Jesús, Dios hecho hombre.

    Es lo que les decía el Bautista a aquellos sacerdotes y levitas: “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. ¡Cuántas veces se puede decir esto de muchos cristianos en la Navidad! En medio de tanto ruido y gasto no conocen al Redentor. Nos empeñamos a veces en ver tinieblas donde hay luz y esplendor. La Navidad es el mensaje de Dios que se hace hombre por amor. Dios muestra su compasión y misericordia y nos enseña que, a pesar de los sufrimientos de esta vida, su mensaje es de optimismo y alegría para los que están dispuestos a acogerle en su corazón.

    P. Silverio Velasco (España)



    jueves, 5 de diciembre de 2013

    MEDITACIÓN SOBRE EL ADVIENTO


    MEDITACIÓN SOBRE EL ADVIENTO

    El adviento significa despertar a todos los sueños diarios, despertar a la realidad.  La palabra "vigilar" alude a "estar fresco, atento", y quien está atento, quien vive con conciencia cada momento está completamente presente, vivo y sobrio.  Aquel que no se embriaga con el ajetreo está despierto.

    No tenemos que dedicarnos a responder todas las cartas que hemos dejado de lado durante el año, no tenemos que dejarnos arrastrar por el estado de exaltación propio del consumismo, y tampoco tenemos que darnos a la tarea de cumplir con nuestros deseos.  La atención y el estar despierto nos enseñan lo que realmente importa en la navidad. 

    Vigilar no es solamente la actitud fundamental del adviento.  La historia de navidad habla de los pastores que estaban de guardia por la noche y precisamente porque vigilaban, les es anunciado el alegre mensaje del nacimiento del Mesías. 

    Quién está despierto, está abierto y es receptivo al secreto que quiere capturar nuestra atención.

    PREPARAR PARA LA NAVIDAD CON LA ORACIÓN



    Autor: SS Francisco | Fuente: Catholic.net
    Preparar para la Navidad con la oración
    La oración, la caridad y la alabanza, con el corazón abierto para que el Señor nos encuentre.
     
    Preparar para la Navidad con la oración
    Fragmento de la homilía del Papa Francisco en Santa Marta el 2 de diciembre 2013


    Prepararse para la Navidad con la oración, la caridad y la alabanza: con el corazón abierto para dejarse encontrar por el Señor que todo lo renueva.

    En el Adviento empezamos un nuevo camino, un "camino de la Iglesia ... hacia la Navidad". Vayamos al encuentro del Señor, porque la Navidad no es sólo un acontecimiento temporal o un recuerdo de una cosa bonita.

    La Navidad es algo más: vamos por este camino para encontrarnos con el Señor. ¡La Navidad es un encuentro! Y caminamos para encontrarlo: encontrarlo con el corazón; con la vida; encontrarlo vivo, como Él es; encontrarlo con fe. El Señor, en la palabra de Dios que escuchamos, se maravilló del centurión: se maravilló de la fe que el tenia. Él había hecho un camino para encontrarse con el Señor, pero lo había hecho con fe. Por eso no sólo él se ha encontrado con el Señor, sino que ha sentido la alegría de ser encontrado por el Señor. Y este es precisamente el encuentro que nosotros queremos: ¡el encuentro de la fe!

    Pero más allá de ser nosotros los que encontremos al Señor, es importante "dejarnos encontrar por Él"

    Cuando somos nosotros solos los que encontramos al Señor, somos nosotros –digámoslo, entre comillas – los dueños de este encuentro; pero cuando nos dejamos encontrar por Él, es Él quien entra en nosotros, es Él el que vuelve a hacer todo de nuevo, porque esta es la venida, lo que significa cuando viene Cristo: volver a hacer todo de nuevo, rehacer el corazón, el alma, la vida, la esperanza, el camino. Nosotros estamos en camino con fe, con la fe del centurión, para encontrar al Señor y, sobre todo, ¡para dejar que Él nos encuentre!

    Pero se necesita un corazón abierto:¡para que Él me encuentre! Y me diga aquello que Él quiere decirme, ¡que no es siempre aquello que yo quiero que me diga! Él es Señor y Él me dirá lo que tiene para mí, porque el Señor no nos mira a todos juntos, como una masa. ¡No, no! Nos mira a cada uno a la cara, a los ojos, porque el amor no es un amor así, abstracto: ¡es un amor concreto! De persona a persona: el Señor persona me mira a mí persona. Dejarse encontrar por el Señor es precisamente esto: ¡dejarse amar por el Señor!

    En este camino hacia la Navidad, nos ayudan algunas actitudes:
    La perseverancia en la oración, rezar más; 
    La laboriosidad en la caridad fraterna, acercarnos un poco más a los que están necesitados; 
    y la alegría en la alabanza del Señor.

    Por tanto: la oración, la caridad y la alabanza, con el corazón abierto para que el Señor nos encuentre. 
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