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lunes, 30 de noviembre de 2020

5 CONSEJOS PARA VIVIR EN FAMILIA EL ADVIENTO 2020



5 consejos para vivir en familia el Adviento

Redacción ACI Prensa



El Adviento está lleno de hermosas y antiguas tradiciones únicas del cristianismo que los padres pueden compartir con sus hijos durante el tiempo de preparación para celebrar la Navidad.

Aunque la pandemia del coronavirus ha modificado algunas de nuestras costumbres personales y familiares, siguen vigentes estos 5 consejos prácticos para crecer en familia durante el Adviento, ofrecidos por el National Catholic Register.


1. Corona de Adviento sobre la mesa 

Esta tradición milenaria no puede guardarse solo para el día domingo en la iglesia, sino también puede realizarse por las noches a la hora de la cena. De hecho, ahora que se hace más complicado asistir a Misa en los templos, cobra aún más relevancia en cada hogar.

La corona de Adviento simboliza más que las cuatro semanas de Adviento; pues también pueden representar los 4 mil años que el hombre estuvo en la tierra antes de que naciera el Salvador. Por otro lado, los niños pueden turnarse para prender y soplar las velas.

Se puede recitar una oración diciendo antes la siguiente jaculatoria: "Ven, Señor Jesús, nace en nuestros corazones".


2. Hacer obras de misericordia

Es importante preparase espiritualmente durante el Adviento para el nacimiento de Jesús.

Una sugerencia para lograrlo es armar un pequeño pesebre en algún lugar de su casa y cada vez que algún miembro de la familia realice una obra de misericordia, dentro o fuera de la casa, puede poner un hilo de heno en el pesebre.

Es una bendición ver cada día más lleno el pesebre para Jesús cuando se acerca el día de su natividad. Recuerde no colocar la imagen del Niño Jesús hasta la víspera de Navidad.


3. No olvidar al verdadero San Nicolás

Según varios historiadores, el popular Santa Claus es la distorsión –primero literaria y luego comercial– de San Nicolás, el generoso Obispo de Myra, patrono de los niños, navegantes y cautivos.

La leyenda de Santa Claus deriva directamente de la figura de San Nicolás, quien según la tradición, entregó todos sus bienes a los pobres para hacerse monje y obispo, distinguiéndose siempre por su generosidad hacia los niños.

Por haber sido tan amigo de la niñez, en su día se reparten dulces y regalos. Es representado como un anciano vestido de rojo, con una barba muy blanca, que pasa de casa en casa repartiendo regalos y dulces a los niños.


4. Enseñar a los niños

Animar a los niños en este tiempo de preparación para la Navidad a orar por los demás, ayudar en casa, compartir los bienes con quien más necesite, cumplir las tareas sin quejarse, hacer un sacrificio, leer algún pasaje de la Biblia, dar gracias a Dios, saludar cariñosamente, no pelear con sus hermanos, entre otros.

La pandemia nos ha recordado que la vida es frágil, que la eternidad nos espera en cualquier momento. Eso también es algo que podemos enseñar de a pocos a nuestros hijos, de acuerdo a su edad y sin infundirles temor sino esperanza. La esperanza que solo da el Señor.

Es importante no solo que los niños se comprometan a realizar buenas acciones para el nuevo año que se aproxima, sino también que los padres enseñen a sus hijos el verdadero sentido del Adviento.

Es decir, que mediten sobre la venida final del Señor, así como del nacimiento de Jesús y su irrupción en la historia del hombre en Navidad. Además, mostrarles el significado de las coronas de Adviento, las velas y el color morado para la liturgia que significa preparación espiritual y penitencia.


5. Crecer espiritualmente

En este tiempo se puede añadir un tiempo de oración breve como la lectura de la Biblia cada mañana o un Rosario. Cualquiera podría convertirse en un gran hábito.

Ahora que en algunos lugares el ingreso de los niños a las iglesias no se permite, se genera una ocasión más urgente incluso de rezar con ellos, siempre algo de acuerdo a su edad.

El objetivo final siempre será que la Navidad traiga un nuevo celo y un amor más profundo por Cristo este año, que no nos deja solos a pesar de todo.

domingo, 29 de noviembre de 2020

TIEMPO DE VIGILANCIA - MEDITACIÓN DE HOY I DOMINGO DE ADVIENTO 2020



 Tiempo de vigilancia


¿No se puede decir que el mundo ya está en espera de su salvador? Hoy en día todos anhelan la salvación en forma de una vacuna para Covid. Están cansados de cubrir sus caras, de limitarse a la casa, y de sospechar a cada desconocido como portador del virus. Sin embargo, la vacuna será un mesías falso. Aunque nos salve del Covid, nos volverá al mismo egoísmo y codicia que han predominado en nuestro tiempo.

Primero, que reconozcamos cómo la pandemia ha revelado algunas faltas en nuestro estilo de vida. Con el confinamiento, las familias han pasado más tiempo juntos con el resultado que los adolescentes sienten menos ansiedad. Las muchas actividades de cada miembro de la familia habían producido el sentido de estar solos enfrentando los retos de la vida. También, por tomar clases con Zoom, los muchachos no han tenido que levantarse temprano en la mañana. Más sueño ha reducido el estrés. Esto no es a decir que la pandemia es cosa buena y la vacuna no será provechosa. Solamente tenemos que reconocer que la vacuna no nos entregará de nuestros problemas más graves.

La primera lectura hoy es de la tercera parte del libro del profeta Isaías. Fue escrita hace 2500 años, pero suena como pudiera haber escrita el año pasado. La gente se ha alejado de los mandamientos de Dios. Donde Dios ha dicho “no matarás”, el aborto es cada vez más aceptable. Donde ha dicho “mantendrás santo el día del Señor”, la asistencia en la misa sigue disminuyendo. No es necesario comentar sobre las violaciones contra el sexto y noveno mandamientos en nuestro tiempo. La lectura tiene su dedo en el pulso de nuestro tiempo cuando pregunta al Señor: “¿Por qué… dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte?” Por esta razón ello pide a Dios que se presente aunque significa que rasgue los cielos y estremezca a las montañas.

Creemos que Dios hizo caso al grito del profeta. En la segunda lectura San Pablo cuenta cómo Jesucristo murió y resucitó para dar a sus seguidores los “dones divinos”. Tenemos la gracia del Espíritu Santo para vivir por Dios y solo entonces por nosotros mismos.

Antes de su muerte Jesús dijo que iba a volver para llevar a sus discípulos a la vida eterna. En anticipación de este evento, Jesús nos dice en el evangelio hoy que velemos y nos preparemos. Esto no quiere decir que dejemos a trabajar para velar como un marinero en un nido de cuervo. Más bien Jesús quiere que velemos para él como alumnos esperando la visita del director de la escuela. Eso es, quiere que estemos ocupados avanzando en la verdad, el amor, y la bondad.

Adviento siempre tiene dos objetivos. En el principio de la temporada queremos recordar la promesa de Jesús para venir de nuevo. Vino una vez en carne y hueso para salvarnos del pecado. Al fin del tiempo vendrá en la gloria para llevar a sus discípulos a la vida eterna. El segundo objetivo es prepararnos para la Navidad. El misterio de la Encarnación abruma nuestra imaginación. Dios, el Creador y Soberano, ¡quería humillarse para mostrarnos el extendido de su amor! Vale un mes de confinamiento para prepararnos a celebrar este gran evento.

 

Padre Carmelo Mele O.P.

¿QUÉ ES LA CORONA DE ADVIENTO?


  La Corona de Adviento

La corona o guirnalda de Adviento es el primer anuncio de Navidad.

Fuente: Catholic.net



La palabra ADVIENTO es de origen latín y quiere decir VENIDA. Es el tiempo en que los cristianos nos preparamos para la venida de Jesucristo. El tiempo de adviento abarca cuatro semanas antes de Navidad.

Una costumbre significativa y de gran ayuda para vivir este tiempo es La corona o guirnalda de Adviento, es el primer anuncio de Navidad.


Origen:

La corona de adviento encuentra sus raíces en las costumbres pre-cristianas de los germanos (Alemania). Durante el frío y la oscuridad de diciembre, colectaban coronas de ramas verdes y encendían fuegos como señal de esperanza en la venida de la primavera. Pero la corona de adviento no representa una concesión al paganismo sino, al contrario, es un ejemplo de la cristianización de la cultura. Lo viejo ahora toma un nuevo y pleno contenido en Cristo. El vino para hacer todas las cosas nuevas.


Nueva realidad:

Los cristianos supieron apreciar la enseñanza de Jesús: Juan 8,12: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.». La luz que prendemos en la oscuridad del invierno nos recuerda a Cristo que vence la oscuridad. Nosotros, unidos a Jesús, también somos luz: Mateo 5,14 «Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte."

En el siglo XVI católicos y protestantes alemanes utilizaban este símbolo para celebrar el adviento: Aquellas costumbres primitivas contenían una semilla de verdad que ahora podía expresar la verdad suprema: Jesús es la luz que ha venido, que está con nosotros y que vendrá con gloria. Las velas anticipan la venida de la luz en la Navidad: Jesucristo.

La corona de adviento se hace con follaje verde sobre el que se insertan cuatro velas. Tres velas son violeta, una es rosa. El primer domingo de adviento encendemos la primera vela y cada domingo de adviento encendemos una vela mas hasta llegar a la Navidad. La vela rosa corresponde al tercer domingo y representa el gozo. Mientras se encienden las velas se hace una oración, utilizando algún pasaje de la Biblia y se entonan cantos. Esto lo hacemos en las misas de adviento y también es recomendable hacerlo en casa, por ejemplo antes o después de la cena. Si no hay velas de esos colores aun se puede hacer la corona ya que lo mas importante es el significado: la luz que aumenta con la proximidad del nacimiento de Jesús quien es la Luz del Mundo. La corona se puede llevar a la iglesia para ser bendecida por el sacerdote.


La corona de adviento encierra varios simbolismos:

La forma circular: El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno, sin principio y sin fin, y también de nuestro amor a Dios y al prójimo que nunca debe de terminar.

Las ramas verdes: Verde es el color de esperanza y vida. Dios quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas. El anhelo más importante en nuestras vidas debe ser llegar a una unión más estrecha con Dios, nuestro Padre.

Las cuatro velas: Nos hacen pensar en la obscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue dando poco a poco una esperanza de salvación que iluminó todo el universo como las velas la corona. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, los siglos se fueron iluminando con la cada vez más cercana llegada de Cristo a nuestro mundo. Son cuatro velas las que se ponen en la corona y se prenden de una en una, durante los cuatro domingos de adviento al hacer la oración en familia.

Las manzanas rojas que adornan la corona: Representan los frutos del jardín del Edén con Adán y Eva que trajeron el pecado al mundo pero recibieron también la promesa del Salvador Universal.

El listón rojo: Representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve.

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA DEL I DOMINGO DE ADVIENTO CON LOS NUEVOS CARDENALES



 Homilía del Papa Francisco en la Misa del I Domingo de Adviento con los nuevos cardenales

Redacción ACI Prensa




El Papa Francisco presidió este domingo 29 de noviembre en el altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro del Vaticano, la celebración de la Misa del Primer Domingo de Adviento, concelebrada junto con los cardenales creados en el Consistorio Ordinario Público celebrado ayer sábado 28.


A continuación, el texto completo de la homilía del Papa Francisco:

Las lecturas de hoy sugieren dos palabras clave para el tiempo de Adviento: cercanía y vigilancia. La cercanía de Dios y vigilancia nuestra. Mientras el profeta Isaías dice que Dios está cerca de nosotros, Jesús en el Evangelio nos invita a vigilar esperando en Él.

Cercanía. Isaías comienza tuteando a Dios: «¡Tú eres nuestro padre!» (63,16), y continúa: «Nunca se oyó [...] que otro dios fuera de ti actuara así a favor de quien espera en él» (64,3). Vienen a la mente las palabras del Deuteronomio: ¿Quién «está tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros, siempre que lo invocamos?» (4,7).

El Adviento es el tiempo para hacer memoria de la cercanía de Dios, que ha descendido hasta nosotros. Pero el profeta supera esto y le pide a Dios que se acerque más: «¡Ojalá rasgaras los cielos y descendieras!» (Is 63,19). Lo hemos pedido también en el Salmo: “Vuelve, visítanos, ven a salvarnos” (cf. Sal 79,15.3). “Dios mío, ven en mi auxilio” es a menudo el comienzo de nuestra oración: el primer paso de la fe es decirle al Señor que lo necesitamos, necesitamos su cercanía.

Es también el primer mensaje del Adviento y del Año Litúrgico, reconocer que Dios está cerca, y decirle: “¡Acércate más!”. Él quiere acercarse a nosotros, pero se ofrece, no se impone. Nos corresponde a nosotros decir sin cesar: “¡Ven!”. Nos corresponde a nosotros. Es la oración del Adviento: “¡Ven!”. El Adviento nos recuerda que Jesús vino a nosotros y volverá al final de los tiempos, pero nos preguntamos: ¿De qué sirven estas venidas si no viene hoy a nuestra vida? Invitémoslo.

Hagamos nuestra la invocación propia del Adviento: «Ven, Señor Jesús» (Ap 22,20). Con esa invocación finaliza el Apocalipsis: «Ven, Señor Jesús».

Podemos decirla al principio de cada día y repetirla a menudo, antes de las reuniones, del estudio, del trabajo y de las decisiones que debemos tomar, en los momentos importantes y en los difíciles: Ven, Señor Jesús.

Es una pequeña oración, pero nace del corazón. Digámosla, repitámosla en este tiempo de Adviento: «Ven, Señor Jesús».

De este modo, invocando su cercanía, ejercitaremos nuestra vigilancia. El Evangelio de Marcos nos propuso hoy la parte final del último discurso de Jesús, que se concentra en una sola palabra: “¡Vigilen!”. El Señor la repite cuatro veces en cinco versículos (cf. Mc 13,33-35.37). Es importante estar vigilantes, porque un error de la vida es el perderse en mil cosas y no percatarse de Dios.

San Agustín decía: «Timeo Iesum transeuntem» (Sermones, 88,14,13), “Tengo miedo de que Jesús pase y no me dé cuenta”. Atraídos por nuestros intereses y distraídos por tantas vanidades, corremos el riesgo de perder lo esencial. Por eso hoy el Señor repite «a todos: ¡estén vigilantes!» (Mc 13,37).

Pero, si debemos vigilar, esto quiere decir que es de noche. Sí, ahora no vivimos en el día, sino en la espera del día, en medio de la oscuridad y los trabajos. Llegará el día cuando estemos con el Señor. Vendrá, no nos desanimemos. Pasará la noche, aparecerá el Señor; Él, que murió en la cruz por nosotros, nos juzgará. Estar vigilantes es esperar esto, es no dejarse llevar por el desánimo, es vivir en la esperanza.

Así como antes de nacer nos esperaban quienes nos amaban, ahora nos espera el Amor mismo. Y si nos esperan en el Cielo, ¿por qué vivir con pretensiones terrenales? ¿Por qué agobiarse por alcanzar un poco de dinero, fama, éxito, todas cosas efímeras? ¿Por qué perder el tiempo quejándose de la noche mientras nos espera la luz del día?

¿Porqué buscar ‘padrinos’ para hacer una promoción, crecer y hacer carrera? Todo pasa. Vigilad, dice el Señor.

Mantenerse despiertos, sin embargo, es difícil. De hecho, es algo muy difícil. Por la noche es natural dormir. No lo lograron los discípulos de Jesús, a quienes Él les había pedido que velaran “al atardecer, a medianoche, al canto del gallo, de madrugada” (cf. v. 35). Y precisamente a esas horas no estuvieron vigilantes.

Al atardecer, en la última cena, traicionaron a Jesús; por la noche se durmieron; al canto del gallo lo negaron; de madrugada dejaron que lo condenaran a muerte. No vigilaron. Se quedaron dormidos. Pero sobre nosotros puede caer el mismo sopor.

Hay un sueño peligroso: el sueño de la mediocridad. Llega cuando olvidamos nuestro primer amor y seguimos adelante por inercia, preocupándonos sólo por tener una vida tranquila.

Pero sin impulsos de amor a Dios, sin esperar su novedad, nos volvemos mediocres, tibios, mundanos. Y esto carcome la fe, porque la fe es lo opuesto a la mediocridad: es el ardiente deseo de Dios, es la valentía perseverante para convertirse, es valor para amar, es salir siempre adelante.

La fe no es agua que apaga, sino fuego que arde; no es un calmante para los que están estresados, sino una historia de amor para los que están enamorados. Por eso Jesús odia la tibieza más que cualquier otra cosa (cf. Ap 3,16). Se ve el desprecio de Dios por los tibios.

Y entonces, ¿Cómo podemos despertarnos del sueño de la mediocridad? Con la vigilancia de la oración. Rezar es encender una luz en la noche. La oración nos despierta de la tibieza de una vida horizontal, eleva nuestra mirada hacia lo alto, nos sintoniza con el Señor.

La oración permite que Dios esté cerca de nosotros; por eso, nos libra de la soledad y nos da esperanza. La oración oxigena la vida: así como no se puede vivir sin respirar, tampoco se puede ser cristiano sin rezar. Y hay mucha necesidad de cristianos que velen por los que duermen, de adoradores, de intercesores que día y noche lleven ante Jesús, luz del mundo, las tinieblas de la historia.

Hay necesidad de adoradores. Hemos perdido un poco el sentido de la adoración, de estar en silencio ante el Señor, adorando.

Esta es la mediocridad, la tibieza, pero hay también un segundo sueño interior: el sueño de la indiferencia. El que es indiferente ve todo igual, como de noche, y no le importa quién está cerca. Cuando sólo giramos alrededor de nosotros mismos y de nuestras necesidades, indiferentes a las de los demás, la noche cae en el corazón.

Comenzamos rápido a quejarnos de todo, luego sentimos que somos víctimas de los otros y al final hacemos complots de todo. Lamentos, victimismo, y complot. Es una cadena, es lo mismo. Hoy parece que esta noche ha caído sobre muchos, que exigen sólo para sí mismos y se desinteresan de los demás.

¿Cómo podemos despertar de este sueño de indiferencia? Con la vigilancia de la caridad. Para dar luz a aquel sueño de la mediocridad, de la tibieza, está la vigilancia de la oración, para despertarnos de este sueño de la indiferencia está la vigilancia de la caridad. La caridad es el corazón palpitante del cristiano. Así como no se puede vivir sin el latido del corazón, tampoco se puede ser cristiano sin caridad.

Algunos piensan que sentir compasión, ayudar, servir sea algo para perdedores; en realidad es la apuesta segura, porque ya está proyectada hacia el futuro, hacia el día del Señor, cuando todo pasará y sólo quedará el amor.

Es con obras de misericordia que nos acercamos al Señor. Se lo pedimos hoy en la oración colecta: «Aviva en tus fieles […] el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras». Jesús viene y el camino para ir a su encuentro está señalado: son las obras de caridad.

Rezar y amar, he aquí la vigilancia. Cuando la Iglesia adora a Dios y sirve al prójimo, no vive en la noche. Aunque esté cansada y abatida, camina hacia el Señor.

Invoquémoslo: Ven, Señor Jesús, te necesitamos. Acércate a nosotros. Tú eres la luz: despiértanos del sueño de la mediocridad, despiértanos de la oscuridad de la indiferencia. Ven, Señor Jesús, haz que nuestros corazones distraídos estén vigilantes: haznos sentir el deseo de rezar y la necesidad de amar. 

ORACIÓN PARA EL PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO



 Oración para el Primer Domingo de Adviento

Oración para prender la primera vela de la Corona de Adviento

Por: Catholic.net |



La corona o guirnalda de Adviento es el primer anuncio de Navidad.

La palabra ADVIENTO es de origen latín y quiere decir VENIDA. Es el tiempo en que los cristianos nos preparamos para la venida de Jesucristo. El tiempo de adviento abarca cuatro semanas antes de Navidad.

Una costumbre significativa y de gran ayuda para vivir este tiempo es La corona o guirnalda de Adviento, es el primer anuncio de Navidad.



ORACIÓN PARA EL PRIMER DOMINGO

LLAMADA A LA VIGILANCIA

ENTRADA.


Se entona algún canto.

Saludo.

Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Acto de Contrición.

Guía: Reconozcamos ante Dios que somos pecadores.

Todos: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

LITURGIA DE LA PALABRA

 Lectura del santo evangelio según san Marcos 13,33: “Estén preparados y vigilando, ya que nos saben cual será el momento”. Palabra del Señor. (Breve pausa para meditar)

Reflexión.

Guía: Vigilar significa estar atentos, salir al encuentro del Señor, que quiere entrar, este año más que el pasado, en nuestra existencia, para darle sentido total y salvarnos.

ENCENDIDO DE LA VELA

Oración

Guía: Encendemos, Señor, esta luz, como aquel que enciende su lámpara para salir, en la noche, al encuentro del amigo que ya viene. En esta primer semana de Adviento queremos levantarnos para esperarte preparados, para recibirte con alegría. Muchas sombras nos envuelven. Muchos halagos nos adormecen.

Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú traes la luz más clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera. ¡Ven, Señor Jesús!. ¡Ven, Señor Jesús!

PADRE NUESTRO

Guía: Unidos en una sola voz digamos: Padre Nuestro...

CONCLUSION

Guía: Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.

Todos: Y seremos salvos. Amén.

sábado, 28 de noviembre de 2020

LECTURAS BÍBLICAS Y REFLEXIÓN DEL EVANGELIO - PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO 2020 - 29 DE NOVIEMBRE DEL 2020



 Lecturas de hoy Domingo 1º de Adviento - Ciclo B

Hoy, domingo, 29 de noviembre de 2020



Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (63,16b-17.19b;64,2b-7):

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es «Nuestro redentor». Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste y los montes se derritieron con tu presencia, jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él. Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasamos; aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.


Palabra de Dios


Salmo

Sal 79,2ac.3b.15-16.18-19


R/. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve


Pastor de Israel, escucha,

tú que te sientas sobre querubines, resplandece.

Despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.


Dios de los ejércitos, vuélvete:

mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña,

la cepa que tu diestra plantó,

y que tú hiciste vigorosa. R/.


Que tu mano proteja a tu escogido,

al hombre que tú fortaleciste.

No nos alejaremos de ti;

danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios

 (1,3-9):


La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!


Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,33-37):


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»


Palabra del Señor




SIEMPRE ES POSIBLE REACCIONAR


No siempre es la desesperación la que destruye en nosotros la esperanza y el deseo de seguir caminando día a día llenos de vida. Al contrario, se podría decir que la esperanza se va diluyendo en nosotros casi siempre de manera silenciosa y apenas perceptible.

Tal vez sin darnos cuenta, nuestra vida va perdiendo color e intensidad. Poco a poco parece que todo empieza a ser pesado y aburrido. Vamos haciendo más o menos lo que tenemos que hacer, pero la vida no nos «llena».

Un día comprobamos que la verdadera alegría ha ido desapareciendo de nuestro corazón. Ya no somos capaces de saborear lo bueno, lo bello y grande que hay en la existencia.

Poco a poco todo se nos ha ido complicando. Quizá ya no esperamos gran cosa de la vida ni de nadie. Ya no creemos ni siquiera en nosotros mismos. Todo nos parece inútil y sin apenas sentido.

La amargura y el mal humor se apoderan de nosotros cada vez con más facilidad. Ya no cantamos. De nuestros labios no salen sino sonrisas forzadas. Hace tiempo que no acertamos a rezar.

Quizá comprobamos con tristeza que nuestro corazón se ha ido endureciendo y hoy apenas queremos de verdad a nadie. Incapaces de acoger y escuchar a quienes encontramos día a día en nuestro camino, solo sabemos quejarnos, condenar y descalificar.

Poco a poco hemos ido cayendo en el escepticismo, la indiferencia o «la pereza total». Cada vez con menos fuerzas para todo lo que exija verdadero esfuerzo y superación, ya no queremos correr nuevos riesgos. No merece la pena. Preocupados por muchas cosas que nos parecían importantes, la vida se nos ha ido escapando. Hemos envejecido interiormente y algo está a punto de morir dentro de nosotros. ¿Qué podemos hacer?

Lo primero es despertar y abrir los ojos. Todos esos síntomas son indicio claro de que tenemos la vida mal planteada. Ese malestar que sentimos es la llamada de alarma que ha comenzado a sonar dentro de nosotros.

Nada está perdido. No podemos de pronto sentirnos bien con nosotros mismos, pero podemos reaccionar. Hemos de preguntarnos qué es lo que hemos descuidado hasta ahora, qué es lo que tenemos que cambiar, a qué tenemos que dedicar más atención y más tiempo. Las palabras de Jesús están dirigidas a todos: «Vigilad». Tal vez, hoy mismo hemos de tomar alguna decisión.


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Mc (13,33-37)

IMÁGENES DE ADVIENTO 2020






















 

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