domingo, 20 de noviembre de 2022

ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAISO - VIVA CRISTO REY!!!




“Estarás conmigo en el paraíso”

Al término del año litúrgico, el evangelio nos propone una escena sacada de la Pasión según san Lucas: Jesús muere en la cruz. He aquí al Rey universal que ha aceptado libremente el castigo más cruel que el hombre pueda imaginar. Mientras que la crueldad disloca sus huesos y desgarra su carne asesinada, Cristo Rey cumple con toda lucidez su misión de Salvador. 

El contraste entre él y el rey David no puede estar más marcado. Mientras que este último tomó el poder político y militar en todo su pueblo, Jesús, solo, suspendido muere con los pobres, los pecadores y los marginados. No tiene en nada el esplendor de Luis XIV. Sin embargo, una inscripción impuesta por Pilato, en un gesto de desprecio altanero no hace nada más que subrayar su título de Rey.

¿Cuál es esta realeza? Cristo es eternamente vencedor, pero su victoria se realiza con el don de su propia vida. Observemos que el verbo “salvar” aparece cuatro veces en el curso de la narración. Es la esencia de nuestra fe: Cristo ha derramado su sangre, ha muerto crucificado para la salvación del mundo.

Contemplamos este misterio cuando una voz viene a romper el silencio: un crucificado no creyente, retorcido por el dolor, añade su desprecio a las vejaciones de los soldados y a sus jefes. Expresa el rechazo de una sección de la humanidad. El que no ha comprendido nada, ironiza: “¡Sálvate a ti mismo, y con nosotros!”

Del otro lado, otro crucificado, también dolorido y con tanta rabia como él, proclama la evidencia de la salvación de Dios. Le replica en nombre de una multitud de discípulos: “Para nosotros, es justo. Pero él no ha hecho nada malo”.

Formula la oración que le gusta decir a todo peregrino que va a Jerusalén a los pies de la cruz: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a inaugurar tu Reino”. Aquí, el Rey soberano ejerce sus plenos poderes: “¡Que así sea!” Le da la paz con Dios, con nosotros mismos y entre nosotros, y con el universo. Abre finalmente la puerta de la asamblea de los elegidos de Dios, en su paraíso.

(P. Felipe Santos SDB) 

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