Mostrando entradas con la etiqueta CUARESMA 2024. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta CUARESMA 2024. Mostrar todas las entradas

domingo, 17 de marzo de 2024

SI ALGUNO ME SIRVE, QUE ME SIGA - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 17 DE MARZO DE 2024



«Si alguno me sirve, que me siga»


Hoy escuchamos un pasaje evangélico cuyas palabras —de la mano del discípulo amado— debieron transmitir un fuerte coraje en el camino de la fe durante las persecuciones que sufrieron los primeros cristianos. En aquellos días de las fiestas judías, algunos griegos acudieron a Jerusalén para rendir culto y quisieron ver a Jesús. Pidieron ayuda a los discípulos.

“Ver a Jesús” no significa simplemente mirarle, cosa que probablemente pretendían aquellos griegos. “Ver a Jesús” es entrar totalmente en su modo de pensar; significa entender por qué Él tenía que sufrir y morir para resucitar. Como el grano de trigo, Jesucristo tiene que dejarlo todo, incluso su propia vida, para poder traer vida para Él y para muchos otros.

Si no captamos esto como el núcleo de la vida de Cristo, entonces no le hemos visto realmente. En palabras de san Atanasio, sólo podemos ver a Jesús a través de la muerte mediante la Cruz con la cual Él trae muchos frutos para todos los siglos. “Ver a Jesús” quiere decir rendirse ante una inmerecida muerte que trae los dones de la fe y de la salvación para la humanidad (cf. Jn 12,25-26). Mahatma Gandhi refleja la misma idea diciendo que «el mejor camino para encontrarse con uno mismo es perderse en el servicio a los demás».

Las palabras de Jesús recuerdan a sus discípulos que deben seguir sus pasos, incluso hasta la muerte. El grano, por supuesto, realmente no muere sino que se transforma en algo completamente nuevo: raíces, hojas y frutos (la Pascua). De manera similar, la oruga deja de ser oruga para transformarse en algo distinto —y a la vez— frecuentemente mucho más bonito (una mariposa).

Y, si nosotros queremos “ver a Jesús”, tenemos que andar su camino. «Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor» (Jn 12,26). Esto supone recorrer con Jesucristo y con María todo el camino del Calvario, dondequiera que se encuentre cada uno de nosotros. Jesús, que dejó todas las cosas por nosotros, nos llama a estar con Él todo el recorrido, imitando su entrega y procurando que se cumpla la voluntad de su Padre. 


Fr. Vimal MSUSAI

(Ranchi, Jharkhand, India)

¿POR QUÉ SE CUBREN LAS CRUCES E IMÁGENES EN LOS TEMPLOS DURANTE LA CUARESMA Y SEMANA SANTA?








domingo, 10 de marzo de 2024

NICODEMOS ACUDE A HABLAR CON JESÚS



Nicodemo acude a hablar con Jesús

Había entre los fariseos un hombre, llamado Nicodemo, judío influyente.

Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net




Entre los más conmovidos por los sucesos de aquellos días estaba un fariseo, magistrado del Sanedrín, -llamado Nicodemo-, que acudió a ver a Jesús de noche por temor a sus compañeros que se habían opuesto a Jesús.

"Había entre los fariseos un hombre, llamado Nicodemo, judío influyente. Este vino a él de noche y le dijo: Rabbí, sabemos que has venido de parte de Dios como Maestro, pues nadie hace los prodigios que tú haces si Dios no está con él"(Jn).

El clima de la conversación es afable y respetuoso, pero al mismo tiempo exigente. Sus compañeros fariseos se han declarado pronto contrarios a Jesús, a pesar de hechos patentes como los milagros y la autoridad con que Él hablaba. Se imponía la necesidad de una conversación sincera, sin discusiones apasionadas, con buena voluntad, y llegando al fondo, para aclarar la cuestión.


¿Es el Mesías?

El dilema era clave, y no admitía dilación ¿era Jesús realmente el Mesías, o no? Admite que es Maestro, pues lo ha oído; también acepta que ha venido de parte de Dios, pues ha visto los milagros; pero, ¿es posible llegar más lejos? Ahí radica su duda y su búsqueda cautelosa. La introducción está llena de respeto y delicadeza, pero Jesús supera de inmediato las amabilidades corteses, y va a lo hondo; necesita golpear con fortaleza para ver si sus palabras son sinceras, o son suaves por fuera, y falsas por dentro. Jesús contestará a Nicodemo en dos niveles: primero hablando de una vida nueva, luego, cuando ve que no entiende, eleva su mirada haciéndole comprender que su ciencia era muy poca y que necesita humildad para entender las verdades divinas.


La respuesta de Jesús

Así fue la respuesta del Señor: "En verdad, en verdad te digo que si uno no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios". Jesús centra su respuesta en la salvación que ha venido a traer. La nueva vida es una victoria sobre el pecado y un participar en la misma vida de Dios. Ante un sabio se puede expresar con profundidad. No se trata sólo de cumplir la ley, sino de vivir una nueva vida, que viene de lo alto y que -a la vez permite cumplir la ley- elevando a la vida divina. Es lo que luego los cristianos llamaremos la filiación divina, que nos consigue la gracia santificante y realiza una auténtica participación en la vida divina de una manera soberana.


Nicodemo no entiende y Jesús le aclara

Nicodemo no entiende la respuesta del Señor pues responde: "¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?". Es patente la dificultad de Nicodemo para entender las palabras espirituales de Jesús; su interpretación es humana. Quizá, pensaba en las objeciones a la reencarnación defendida por los hindúes en el lejano Oriente y por los órficos, los pitagóricos y casi todos los grandes filósofos griegos en Occidente. La intervención parece la típica de un intelectual acostumbrado a la discusión y defensor de la unidad del ser humano. Lo seguro, es que no entiende que se pueda dar un nuevo nacimiento eterno y espiritual.


La prefiguración del Bautismo

Jesús se lo aclara a través de ejemplos. "En verdad, en verdad te digo que si uno no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, carne es; y lo nacido del Espíritu, espíritu es. No te sorprendas de que te he dicho que es preciso nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va, así es todo nacido del Espíritu"(Jn). Cristo habla a Nicodemo de algo que él conocía bien: el bautismo de Juan realizado con agua. Este bautismo era un símbolo a través del cual movía a penitencia a los que se acercaban a él; les movía a arrepentirse de sus pecados. Pero el Maestro añade algo nuevo: la acción de Espíritu. Dios concederá con el nuevo bautismo el perdón pedido, y lo hace al modo divino, ya que no sólo perdona el pecado, sino que, además, eleva al hombre a la vida divina. La respuesta va precisando lo que quiere decir Jesús con la imagen del nuevo nacimiento.

Pero Nicodemo continúa sin entender "¿Cómo puede ser esto?". Entonces Jesús emplea unas palabras aparentemente duras. Le dice "¿Tú eres maestro de Israel y lo ignoras?". Es como decirle: ya ves que no basta toda tu ciencia de maestro de Israel, ni siquiera tu buena voluntad; es necesario superar una barrera nueva. Jesús está llamando ignorante a uno de los sabios del momento. Estas palabras podían ser recibidas mal por Nicodemo; y hubiera podido contestar con arrogancia que él era sabio oficial, mientras que Jesús era un artesano sin estudios que no ha frecuentado ninguna de las grandes escuelas de Israel: sería la reacción del orgullo. Pero Nicodemo no incurre en ella, porque busca sinceramente la verdad; le pesa demasiado el fardo de las interpretaciones sin vida, muy eruditas quizás, pero muertas, o poco espirituales; sabe que ese modo de pensar le frena para poder entender.


El anuncio de la cruz

Jesús le aclarará que ahí está la raíz del rechazo de sus amigos fariseos y del conjunto del Sanedrín. Necesitan convertirse con humildad y rechazar el pecado: "En verdad, en verdad te digo que hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os he hablado de cosas terrenas y no creéis, ¿cómo ibais a creer si os hablara de cosas celestiales? Pues nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del Cielo, el Hijo del Hombre. Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él" (Jn). Así, veladamente Cristo le señala el sacrificio que se realizará en la cruz, pero Nicodemo ahora no puede entender estas cosas.

Las dificultades con las que se va a enfrentar Jesús son más fuertes que las cuestiones de dinero o de poder; se trata de cuestiones de fe, que toca las más hondas caras del pecado. De momento, Nicodemo escucha.


La conversión

http://catholic.net/file/ver.php?id=9922Jesús le aclara en qué consiste la conversión y la salvación que ha venido a traer: "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no es juzgado; pero quien no cree ya está juzgado, porque no cree en el nombre del Hijo Unigénito de Dios. Este es el juicio: que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, ya que sus obras eran malas. Pues todo el que obra mal odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprobadas. Pero el que obra según la verdad viene a la luz, para que sus obras se pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios"(Jn)

Ante Nicodemo, Jesús se manifiesta como Maestro que habla con autoridad. Dialoga, pero desde el que sabe que posee toda la verdad y la manifiesta poniéndose a su nivel de su interlocutor. Jesús es doctor de una nueva verdad que puede ser aceptada por los hombres de buena voluntad se encuentre en el nivel que se encuentren. Jesús, con Nicodemo, puede hablar con profundidad y decir que lo que viene a traer es más que una reforma moral, se trata de un descendimiento de la vida de Dios a los hombres. Dios ama tanto a los hombres que quiere liberarlos del pecado e incorporarlos a una unión viva con Él. Jesús ha desvelado un poco el modo de realizar esa gran obra, al hablar de la serpiente elevada en el desierto, la cruz se apunta pero aún no se palpa ese exceso de amor de Dios por los hombres. Sin embargo, Nicodemo puede captar, mejor que la mayoría de los suyos, la grandeza de lo que está sucediendo ante sus ojos. Creer en ello es un obsequio de su libertad. 

TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO - MEDITACIÓN DE CUARESMA



¡Tanto amó Dios al mundo!


En el Evangelio de este domingo encontramos una de las frases absolutamente más bellas y consoladoras de la Biblia: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna».

Ante todo Dios, en la Biblia, nos habla de su amor a través de la imagen del amor paterno. El amor paterno está hecho de estímulo, de impulso. El padre quiere hacer crecer al hijo, empujándole a que dé lo mejor de sí. Por ello difícilmente un padre alabará al hijo incondicionalmente en su presencia. Teme que se crea cumplido y no se esfuerce más. Un rasgo del amor paterno es también la corrección. Pero un verdadero padre es asimismo aquel que da libertad, seguridad al hijo, que le hace sentirse protegido en la vida. He aquí por qué Dios se presenta al hombre, a lo largo de toda la revelación, como su «roca y baluarte», «fortaleza siempre cerca en las angustias».

Otras veces Dios nos habla con la imagen del amor materno. Dice: «¿Acaso olvida una mujer a su niño, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido» (Is 49, 15). El amor de la madre está hecho de acogida, de compasión y de ternura; es un amor «entrañable». Las madres son siempre un poco cómplices de los hijos y con frecuencia deben defenderles e interceder por ellos ante el padre. Se habla siempre del poder de Dios y de su fuerza; pero la Biblia nos habla también de una debilidad de Dios, de una impotencia suya. Es la «debilidad» materna.

El hombre conoce por experiencia otro tipo de amor, el amor esponsal, del cual se dice que es «fuerte como la muerte» y cuyas llamas «son flechas de fuego» (Ct 8, 6). Y también a este tipo de amor ha recurrido Dios para convencernos de su apasionado amor por nosotros. Todos los términos típicos del amor entre hombre y mujer, incluido el término «seducción», son empleados en la Biblia para describir el amor de Dios por el hombre.

Jesús llevó a cumplimiento todas estas formas de amor, paterno, materno, esponsal (¡Cuántas veces se ha comparado a un esposo!); pero les añadió otra: el amor de amistad. Decía a sus discípulos: «No os llamo ya siervos... a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15, 15).

¿Qué es la amistad? La amistad puede constituir un vínculo más fuerte que el parentesco mismo. El parentesco consiste en tener la misma sangre; la amistad en tener los mismos gustos, ideales, intereses. Nace de la confidencia, esto es, del hecho de que confío a otro lo más íntimo y personal de mis pensamientos y experiencias.

Ahora: Jesús explica que nos llama amigos, porque todo lo que él sabía de su Padre celestial nos lo ha dado a conocer, nos lo han confiado. ¡Nos ha hecho partícipes de los secretos de familia de la Trinidad! Por ejemplo, del hecho de que Dios prefiere a los pequeños y a los pobres, de que nos ama como un papá, de que nos tiene preparado un lugar. Jesús da a la palabra «amigos» su sentido más pleno. 

¿Qué debemos hacer después de haber recordado este amor? Algo sencillísimo: creer en el amor de Dios, acogerlo; repetir conmovidos, con San Juan: «¡Nosotros hemos creído en el amor que Dios nos tiene!» (1 Juan 4, 16).

.

Autor: Cardenal Raniero Cantalamessa 

domingo, 3 de marzo de 2024

DECÁLOGOS CUARESMALES


 

Decálogos cuaresmales


La CENIZA que Dios quiere:

Que no te consideres dueño de nada, sino humilde administrador.

Que no te gloríes de tus talentos, sino que con ellos edifiques a los demás.

Que no te creas santo o te creas algo, porque santo y grande es sólo Dios

Que no te deprimas ni te acobardes, porque Dios es tu victoria.

Que aprecies el valor de las cosas sencillas.

Que valores más la calidad que la cantidad.

Que vivas el tiempo presente, sin tantos miedos y añoranzas.

Que estés abierto siempre a la esperanza.

Que ames la vida y la defiendas.

Que no temas la muerte, porque siempre es Pascua.

 

El AYUNO que Dios quiere:

Que no hagas gastos superfluos.

Que tus inversiones las pongas en el banco del tercer mundo y en la cuenta corriente de los pobres.

Que prefieras pasar tú necesidad antes que la padezca el hermano.

Que ofrezcas tu tiempo al que lo pida.

Que prefieras servir a ser servido.

Que tengas hambre y sed de justicia.

Que te comprometas en la lucha contra toda marginación.

Que veas en todo hombre a un hermano.

Que veas en el pobre y en el que sufre un sacramento de Cristo.

Que esperes cada día una nueva humanidad.

 

La ABSTINENCIA que Dios quiere:

Que no seas esclavo del consumo, los juegos, las modas.

Que te abstengas de tanta televisión y de tanto celular.

Que frecuentes menos bares, discotecas y lugares parecidos.

Que no seas esclavo del sexo ni de nada.

Que te abstengas de toda violencia.

Que respetes todo ser vivo.

Que te abstengas de palabras ociosas y necias.

Que te alimentes de la palabra de Dios.

Que comas la carne de Dios.

Que ofrezcas al Señor estar menos tiempo conectado a Internet durante Cuaresma (navegación, redes sociales, etc.)

LIMPIEMOS EL TEMPLO NUESTRO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 3 DE MARZO - III DOMINGO DE CUARESMA



Limpiemos el templo nuestro


Seguimos avanzando, ayudados por los resortes que la Santa Cuaresma nos ofrece, hacia la celebración de la Pascua. Sólo, cuando sintamos en lo más hondo de nuestro ser, la presencia real y transformadora de Dios, podremos decir y concluir lo que el Evangelio de hoy nos viene a recordar: somos templos del Dios vivo y nada ni nadie lo puede descafeinar o adulterar. ¿Lo percibimos así? ¿Cuidamos –en decoro y con orden– la vida interior del templo de nuestro cuerpo? ¿Abrimos sus ventanas –oídos y ojos– para que se deslicen hasta su interior las Palabras y los gestos de Jesús?

Sí, amigos; el hombre es el templo de Dios. Somos el santuario de un Dios que no desea otra cosa que habitar en él. En lo más hondo de nuestra vida. Y, cuando el Señor, comprueba el desbarajuste interno y externo que existe en nuestra vida, en nuestras palabras, en nuestro testimonio, es cuando nos pone en el lugar que nos corresponde: no podemos hacer de la casa de Dios un mercado. No podemos confundir templo de Dios, con una simple tienda.

Porque el Señor nos quiere y desea para nosotros lo mejor, nos orienta con su Palabra y pide un mínimo de coherencia y de fidelidad. Y, esa coherencia y fidelidad, las podemos demostrar de las siguientes maneras:

a) Huyendo de una fe mercantilista. No podemos elegir lo que queremos, cuanto queremos y cuando queremos para seguir a Dios. Nuestro “sí” ha de ser un “si” y, nuestro “no” ha de ser un “no”. Muchas veces convertimos la fe en una estantería de la que vamos seleccionando aquellos productos (oraciones, sacramentos, devociones…) que más nos convienen.

b) No olvidando que, los 10 mandamientos, siguen estando vigentes. Que Jesús, lejos de derogarlos, viene a darles sentido y plenitud. Nos sorprende la violencia con la que Jesús actúa en este evangelio. El Señor, también entra dentro de nosotros, y con el látigo de la oración, de la reflexión o de la penitencia, va arrojando del templo de nuestras almas aquello que vicia o confunde nuestra vida cristiana. Aquello que nos impide ser totalmente hijos de Dios. Arroja lejos de nosotros, toda mercancía que obstaculiza el paso de la gracia. Vuelca las mesas de nuestro orgullo y de nuestra autosuficiencia. En definitiva; para apostar por el Reino de Dios, hemos de expulsar todo aquello que paraliza y distorsiona nuestra fe.

Hoy, al hilo de este evangelio, pedimos al Señor perdón por aquello que nos impide llegar hasta Él. Perdón por dar excesiva importancia y protagonismo de elementos que dificultan su reinado; fotógrafos, flores, banquetes, cámaras de fotos, músicas profanas, chicles, teléfonos móviles, vestidos llamativos y un largo etc. Qué bueno sería ir reduciendo todo ello en aras a unas más sinceras, limpias y dignas celebraciones cristianas. Hay cosas que, nunca mejor dicho, debieran de estar, verse, ofrecerse y darse del atrio hacia fuera. Aun a riesgo de ser impopulares.

.

P. Javier Leoz 

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 3 DE MARZO DE 2024 - III DOMINGO DE CUARESMA


 

Domingo 3 (B) de Cuaresma

Domingo 3 de marzo


1ª Lectura (Éx 20,1-17): En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso: castigo el pecado de los padres en los hijos, nietos y bisnietos, cuando me aborrecen. Pero actúo con piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso.

»Fíjate en el sábado para santificarlo. Durante seis días trabaja y haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el forastero que viva en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra y el mar y lo que hay en ellos. Y el séptimo día descansó: por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó. Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él».



Salmo responsorial: 18

R/. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.


Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.


La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.


Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila.


2ª Lectura (1Cor 1,22-25): Hermanos: Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para lo judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados —judíos o griegos—, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Versículo antes del Evangelio (Jn 3,16): De tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito; todo aquel que cree en Él, tiene la vida eterna.

Texto del Evangelio (Jn 2,13-25): Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado». Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.

Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «¿Qué señal nos muestras para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.

Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues Él conocía lo que hay en el hombre.



«No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado»

Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés

(Tarragona, España)


Hoy, cercana ya la Pascua, ha sucedido un hecho insólito en el templo. Jesús ha echado del templo el ganado de los mercaderes, ha volcado las mesas de los cambistas y ha dicho a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado» (Jn 2,16). Y mientras los becerros y los carneros corrían por la explanada, los discípulos han descubierto una nueva faceta del alma de Jesús: el celo por la casa de su Padre, el celo por el templo de Dios.

¡El templo de Dios convertido en un mercado!, ¡qué barbaridad! Debió comenzar por poca cosa. Algún rabadán que subía a vender un cordero, una ancianita que quería ganar algunos durillos vendiendo pichones..., y la bola fue creciendo. Tanto que el autor del Cantar de los cantares clamaba: «Cazadnos las raposas, las pequeñas raposas que devastan las viñas» (Cant 2,15). Pero, ¿quién hacía caso de ello? La explanada del templo era como un mercado en día de feria.

-También yo soy templo de Dios. Si no vigilo las pequeñas raposas, el orgullo, la pereza, la gula, la envidia, la tacañería, tantos disfraces del egoísmo, se escurren por dentro y lo estropean todo. Por esto, el Señor nos pone en alerta: «Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!» (Mc 13,37).

¡Velemos!, para que la desidia no invada la conciencia: «La incapacidad de reconocer la culpa es la forma más peligrosa imaginable de embotamiento espiritual, porque hace a las personas incapaces de mejorar» (Benedicto XVI).

¿Velar? -Intento hacerlo cada noche- ¿He ofendido a alguien?, ¿son rectas mis intenciones?, ¿estoy dispuesto a cumplir siempre y en todo la voluntad de Dios?, ¿he admitido algún tipo de hábito que desagrade al Señor? Pero, a estas horas, estoy cansado y me vence el sueño.

-Jesús, tú que me conoces a fondo, tú que sabes muy bien qué hay en el interior de cada hombre, hazme conocer las faltas, dame fortaleza y un poco de este celo tuyo para que eche fuera del templo todo aquello que me aparte de ti.

viernes, 1 de marzo de 2024

VIERNES DE CUARESMA: MEDITACIÓN DEL VÍACRUCIS



Viacrucis Meditado

Oración Inicial

Señor Jesús, reunidos en tu nombre volvemos a recorrer el camino de tu cruz, sabiendo que este es también nuestro camino. Pero nos ilumina una certeza: el camino no termina en la cruz, sino que llega más allá, llega hasta el Reino de la vida y es colmado con la alegría que nadie podrá arrebatarnos jamás.

Amen



I estación

Jesús es condenado a muerte

Te alabamos y te bendecimos oh Cristo

Que por tu santa cruz redimiste al mundo

Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Por tercera vez les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré». Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío. Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad (Lc 23,20-25).

Señor Jesús, a pesar de los fuertes gritos que nos distraen, te vislumbramos entre la multitud de cuantos vociferan que debes ser crucificado, y tal vez entre ellos estamos también nosotros, inconscientes del mal del que podemos llegar a ser capaces. Desde nuestras celdas, queremos pedir a tu Padre por quienes, como Tú, están condenados a muerte, y por cuantos quieren reemplazar todavía tu juicio supremo.


Oremos

Oh Dios, que amas la vida, siempre nos das una nueva oportunidad a través de la reconciliación para que gustemos tu misericordia infinita, te suplicamos que infundas en nosotros el don de la sabiduría, para que consideremos a cada hombre y a cada mujer como templo de tu Espíritu, y respetemos su dignidad inviolable. Por Cristo nuestro Señor. Amén.


II estación

Jesús con la cruz a cuestas

Te alabamos y te bendecimos oh Cristo

Que por tu santa cruz redimiste al mundo

Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y convocaron a toda la compañía. Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo: «¡Salve, rey de los judíos!». Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo (Mc 15,16-20).

Señor Jesús, nos hace tanto mal verte golpeado, despreciado y despojado, víctima inocente de una crueldad inhumana. En esta noche de dolor, nos dirigimos suplicantes a tu Padre para confiarle a todos los que han sufrido violencias e injusticias.

Oremos

Oh Dios, justicia y redención nuestra, que nos diste a tu único Hijo glorificándolo en el trono de la Cruz, infunde tu esperanza en nuestros corazones para reconocerte presente en los momentos oscuros de nuestra vida. Consuélanos en toda aflicción y sostennos en las pruebas, mientras esperamos tu Reino. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

III estación

Jesús cae por primera vez

Te alabamos y te bendecimos oh Cristo

Que por tu santa cruz redimiste al mundo

Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes (Is 53,4-6).

Señor Jesús, Tú también caíste por tierra. La primera vez es quizá la más dura porque todo es nuevo; el golpe es fuerte y prevalece el desconcierto. Confiamos a tu Padre a quienes se cierran en sus propias razones y no logran reconocer las culpas cometidas.

Oremos

Oh Dios, que levantaste al hombre de su caída, te suplicamos: ven en ayuda de nuestra debilidad y concédenos ojos capaces de contemplar los signos de tu amor que están diseminados en nuestra vida cotidiana. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

IV estación

Jesús encuentra a su madre

Te alabamos y te bendecimos oh Cristo

Que por tu santa cruz redimiste al mundo

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio (Jn 19,25-27).

Señor Jesús, el encuentro con tu Madre en el camino de la cruz es quizá el más conmovedor y doloroso. Entre su mirada y la tuya ponemos la de todos los familiares y amigos que se sienten destrozados e impotentes por la suerte de sus seres queridos.

Oremos

Oh María, madre de Dios y de la Iglesia, fiel discípula de tu Hijo, nos dirigimos a ti para confiar a tu mirada amorosa y al cuidado de tu corazón maternal el grito de la humanidad que gime y sufre, mientras espera el día en que se enjugarán todas las lágrimas de nuestros rostros. Amén.

V estación

El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz

Te alabamos y te bendecimos oh Cristo

Que por tu santa cruz redimiste al mundo

Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús (Lc 23,26).

Señor Jesús, desde el momento de tu nacimiento hasta el encuentro con un desconocido que te llevó la cruz, quisiste tener necesidad de nuestra ayuda. También nosotros, como el Cirineo, queremos hacernos prójimos de nuestros hermanos y hermanas, y colaborar con la misericordia del Padre para aliviar el yugo del mal que los oprime.

Oremos

Oh Dios, defensor de los pobres y consuelo de los afligidos, protégenos con tu presencia y ayúdanos a llevar cada día el dulce yugo de tu mandamiento del amor. Por Cristo nuestro Señor. Amén.


VI estación

La Verónica enjuga el rostro de Jesús

Te alabamos y te bendecimos oh Cristo

Que por tu santa cruz redimiste al mundo

Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro.

No rechaces con ira a tu siervo, que Tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación (Sal 27,8-9).

Señor Jesús, la Verónica tuvo compasión de Ti, encontró un hombre que estaba sufriendo y descubrió el rostro de Dios. En la oración confiamos a tu Padre a los hombres y las mujeres de nuestro tiempo que siguen enjugando las lágrimas de muchos hermanos nuestros.

Oremos

Oh Dios, luz verdadera y fuente de la luz, que en la debilidad revelas la omnipotencia y la radicalidad del amor, imprime tu rostro en nuestros corazones, para que sepamos reconocerte en los padecimientos de la humanidad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

VII estación

Jesús cae por segunda vez

Te alabamos y te bendecimos oh Cristo

Que por tu santa cruz redimiste al mundo

Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte (Lc 23,34).

Señor Jesús, estás otra vez caído por tierra, fatigado por mi apego al mal, por mi miedo a no lograr ser una persona mejor. Con fe nos dirigimos a tu Padre y le pedimos por todos los que todavía no han podido huir del poder de Satanás, del atractivo de sus obras y de sus mil formas de seducción.

Oremos

Oh Dios, que no nos abandonas en las tinieblas y en las sombras de la muerte, sostiene nuestra debilidad, líbranos de las cadenas del mal y protégenos con el escudo de tu poder, para que podamos cantar eternamente tu misericordia. Por Cristo nuestro Señor. Amén.


VIII estación

Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén

Te alabamos y te bendecimos oh Cristo

Que por tu santa cruz redimiste al mundo

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”» (Lc 23,27-30).

Señor Jesús, el reproche a las mujeres de Jerusalén lo sentimos como una advertencia para cada uno de nosotros. Nos invita a la conversión, pasando de una religión sentimentalista a una fe arraigada en tu Palabra. Te pedimos por quienes están obligados a soportar el peso de la vergüenza, el sufrimiento del abandono, el vacío de una presencia. Y por cada uno de nosotros, para que no permitamos que las culpas de los padres recaigan sobre los hijos.

Oremos

Oh Dios, Padre de toda bondad, que no abandonas a tus hijos en las pruebas de la vida, concédenos la gracia de poder descansar en tu amor y de gozar siempre del consuelo de tu presencia. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

IX estación

Jesús cae por tercera vez

Te alabamos y te bendecimos oh Cristo

Que por tu santa cruz redimiste al mundo

Es bueno que el hombre cargue con el yugo desde su juventud. Siéntese solo y silencioso cuando el Señor se lo impone; ponga su boca en el polvo, quizá haya esperanza; ponga la mejilla al que lo maltrata y se harte de oprobios. Porque el Señor no rechaza para siempre; y si hace sufrir, se compadece conforme a su inmensa bondad (Lam 3,27-32).

Señor Jesús, por tercera vez caes por tierra y, cuando todos piensan que es el final, una vez más te levantas. Con confianza nos ponemos en las manos de tu Padre y le encomendamos a quienes se sienten atrapados en los abismos de los propios errores, para que tengan la fuerza de levantarse y la valentía de dejarse ayudar.

Oremos

Oh Dios, fortaleza de quien en Ti espera, que concedes vivir en paz a quien sigue tus enseñanzas, sostiene nuestros pasos temerosos, levántanos de las caídas de nuestra infidelidad y derrama sobre nuestras heridas el aceite del consuelo y el vino de la esperanza. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

X estación

Jesús es despojado de sus vestiduras

Te alabamos y te bendecimos oh Cristo

Que por tu santa cruz redimiste al mundo

Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica» (Jn 19,23-24).

Señor Jesús, al contemplarte despojado de tus vestiduras experimentamos incomodidad y vergüenza. En efecto, ante la verdad desnuda, ya desde el primer hombre comenzamos a escapar. Nos escondemos detrás de máscaras de respetabilidad y tejemos ropas de mentiras, a menudo con los jirones deshilachados de los pobres, usados por nuestra avidez de dinero y de poder. Que tu Padre tenga piedad de nosotros y nos ayude con paciencia a ser más sencillos, más transparentes, más auténticos; capaces de abandonar definitivamente las armas de la hipocresía.

Oremos

Oh Dios, que nos haces libres con tu verdad, despójanos del hombre viejo que pone resistencia en nuestro interior y revístenos con tu luz, para ser en el mundo el reflejo de tu gloria. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

XI estación

Jesús es clavado en la cruz

Te alabamos y te bendecimos oh Cristo

Que por tu santa cruz redimiste al mundo

Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte. El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».

Señor Jesús, tu amor sin límites por nosotros te llevó a la Cruz. Estás muriendo, pero no te cansas de perdonarnos y de darnos vida. Confiamos a tu Padre a los inocentes de la historia que sufrieron una condena injusta. Que resuene en sus corazones el eco de tu palabra: «Hoy estarás conmigo en el paraíso».

Oremos

Oh Dios, fuente de misericordia y de perdón, que te revelas en los sufrimientos de la humanidad, ilumínanos con la gracia que brota de las llagas del Crucificado y concédenos perseverar en la fe durante la noche oscura de la prueba. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

XII estación

Jesús muere en la cruz

Te alabamos y te bendecimos oh Cristo

Que por tu santa cruz redimiste al mundo

Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró (Lc 23,44-46).

Señor Jesús, mueres por una sentencia corrompida, pronunciada por jueces inicuos y atemorizados por la fuerza impetuosa de la Verdad. A tu Padre confiamos a los magistrados, a los jueces y a los abogados, para que se mantengan con rectitud en el servicio que ejercen a favor del Estado y de sus ciudadanos, sobre todo de los que sufren por una situación de pobreza.

Oremos

Oh Dios, rey de justicia y de paz, que en el grito de tu Hijo acogiste el grito de toda la humanidad, enséñanos a no identificar a la persona con el mal que cometió y ayúdanos a percibir en cada uno la llama viva de tu Espíritu. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

XIII estación

Jesús es bajado de la cruz

Te alabamos y te bendecimos oh Cristo

Que por tu santa cruz redimiste al mundo

Había un hombre, llamado José, que era miembro del Sanedrín, hombre bueno y justo (este no había dado su asentimiento ni a la decisión ni a la actuación de ellos); era natural de Arimatea, ciudad de los judíos, y aguardaba el reino de Dios. Este acudió a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía (Lc 23,50-53).

Señor Jesús, ahora a tu cuerpo, deformado por tanta maldad, lo envuelven en una sábana y lo entregan a la tierra desnuda: esta es la nueva creación. Confiamos a tu Padre la Iglesia, que nace de tu costado abierto, para que nunca se rinda ante el fracaso y la apariencia, sino que siga saliendo para llevar a todo el mundo el anuncio gozoso de la salvación.

Oremos

Oh Dios, principio y fin de todo lo creado, que en la Pascua de Cristo redimiste a toda la humanidad, danos la sabiduría de la Cruz para poder abandonarnos a tu voluntad, aceptándola con ánimo alegre y agradecido. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

XIV estación

Jesús es puesto en el sepulcro

Te alabamos y te bendecimos oh Cristo

Que por tu santa cruz redimiste al mundo

Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo. Al regresar, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron de acuerdo con el precepto (Lc 23,54-56).

Señor Jesús, una vez más te entregan a las manos del hombre, pero esta vez te acogen las manos amables de José de Arimatea y de algunas mujeres piadosas venidas de Galilea, que saben que tu cuerpo es precioso. Estas manos representan las manos de todas las personas que nunca se cansan de servirte y que hacen visible el amor del que el hombre es capaz. Este amor es el que justamente nos hace esperar en que un mundo mejor es posible; sólo basta que el hombre esté dispuesto a dejarse alcanzar por la gracia que viene de Ti.

Oremos

Oh Dios, eterna luz y día sin ocaso, colma de tus bienes a los que se dedican a tu alabanza y al servicio del que sufre, en los innumerables lugares de sufrimiento de la humanidad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Oración final

Que el camino del calvario del cual hemos hecho memoria, nos anime a vivir con mayor sacrificio los quehaceres de nuestra vida cotidiana y nos guíe como ejemplo en nuestro caminar hacia la gloria y la resurrección final. Por Jesucristo nuestro señor. 

domingo, 25 de febrero de 2024

TIEMPO DE CUARESMA: EXPERIENCIA TRANSFORMADORA



Experiencia transformadora

La cuaresma que quiere renovar a cada cristiano, lo quiere hacer en beneficio de los demás.

 Fuente: Semanario Alégrate


La cuaresma es un proceso existencial que quiere tocar las fibras más íntimas del ser humano. El proceso que sigue naturalmente este tiempo está bien marcado y definido con toda claridad. De tal manera que, el que se impuso la ceniza al comienzo de la cuaresma, esté totalmente renovado al final de este proceso de conversión.

El objetivo de toda la cuaresma se revela en esta semana: se trata de dejarse transfigurar por el Señor. Por Dios que nos hizo, nos sigue haciendo y nos quiere transfigurar. Esta trasfiguración no es el resultado de un arduo ejercicio de prácticas de piedad. Todo lo contario, este cambio de figura en cada uno es posible sólo como consecuencia de saberse hijos amados del Padre.

En este sentido, el cambio profundo es un don de Dios. Modifica escuchar constantemente en la propia vida que se es hijo del Padre y que el Padre ama con su amor especialísimo. Es de esta experiencia existencial de amor sin reservas, de la que brotan los cambios. Quien se sabe profundamente amado, quiere estar a la altura del amor del que lo ama.

La experiencia de conversión-transfiguración que quiere conseguir la cuaresma en cada cristiano, no es algo que se viva en lo íntimo de la soledad personal, en realidad no tendría tanto sentido. Por eso Jesús insiste luego de su transfiguración, en bajar a continuar la vida. La cuaresma que quiere renovar a cada cristiano, lo quiere hacer en beneficio de los demás. Jesús es muy claro, no es posible construir chozas y quedarse ahí, es necesario bajar, ir al mundo de las necesidades, prisas, trabajos, encuentros: allá es donde surtirá efecto la conversión personal. 

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO II DOMINGO DE CUARESMA: ESCUCHAR A JESÚS



ESCUCHAR A JESÚS

Autor: José Antonio Pagola


Cada vez tenemos menos tiempo para escuchar. No sabemos acercarnos con calma y sin prejuicios al corazón del otro. No acertamos a acoger el mensaje que todo ser humano nos puede comunicar. Encerrados en nuestros propios problemas, pasamos junto a las personas, sin apenas detenernos a escuchar realmente a nadie. Se nos está olvidando el arte de escuchar.

Por eso tampoco resulta tan extraño que a los cristianos se nos haya olvidado, en buena parte, que ser creyente es vivir escuchando a Jesús. Sin embargo, solo desde esta escucha nace la verdadera fe cristiana.

Según el evangelista Marcos, cuando en la «montaña de la transfiguración» los discípulos se asustan al sentirse envueltos por las sombras de una nube, solo escuchan estas palabras: «¡Este es mi Hijo amado: escuchadle a él!».

La experiencia de escuchar a Jesús hasta el fondo puede ser dolorosa, pero es apasionante. No es el que nosotros habíamos imaginado desde nuestros esquemas y tópicos. Su misterio se nos escapa. Casi sin darnos cuenta nos va arrancando de seguridades que nos son muy queridas, para atraernos hacia una vida más auténtica.

Nos encontramos, por fin, con alguien que dice la verdad última. Alguien que sabe para qué vivir y por qué morir. Algo nos dice desde dentro que tiene razón. En su vida y en su mensaje hay verdad.

Si perseveramos en una escucha paciente y sincera, nuestra vida empieza a iluminarse con luz nueva. Comenzamos a verlo todo con más claridad. Vamos descubriendo cuál es la manera más humana de enfrentarnos a los problemas de la vida y al misterio de la muerte. Nos damos cuenta de los grandes errores que podemos cometer los humanos y de las grandes infidelidades de los cristianos.

Hemos de cuidar más en nuestras comunidades cristianas la escucha fiel a Jesús. Escucharle a él nos puede curar de cegueras seculares, nos puede liberar de desalientos y cobardías casi inevitables, puede infundir nuevo vigor a nuestra fe.

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 25 DE FEBRERO DE 2024 - II DOMINGO DE CUARESMA



Domingo 2 (B) de Cuaresma

Domingo 25 de febrero de 2024



1ª Lectura (Gén 22,1-2.9-13.15-18): En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: «¡Abrahán!». Él respondió: «Aquí me tienes». Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré».


Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo «¡Abrahán, Abrahán!». Él contestó: «Aquí me tienes». El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo». Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.


El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: «Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido».



Salmo responsorial: 115

R/. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Tenía fe, aun cuando dije: «¡Qué desgraciado soy!». Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.


Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor.


Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo, en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén.


2ª Lectura (Rom 8,31b-34): Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

Versículo antes del Evangelio (Mc Cf. 9,7): En la nube resplandeciente se oyó la voz del Padre: «Éste es mi Hijo el amado; oídle».

Texto del Evangelio (Mc 9,2-10): En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.

Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle». Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.

Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.





«Se transfiguró delante de ellos»

Rev. D. Jaume GONZÁLEZ i Padrós

(Barcelona, España)



Hoy contemplamos la escena «en la que los tres apóstoles Pedro, Santiago y Juan aparecen como extasiados por la belleza del Redentor» (San Juan Pablo II): «Se transfiguró delante de ellos y sus vestidos se volvieron resplandecientes» (Mc 9,2-3). Por lo que a nosotros respecta, podemos entresacar un mensaje: «Destruyó la muerte e irradió la vida incorruptible con el Evangelio» (2Tim 1, 10), asegura san Pablo a su discípulo Timoteo. Es lo que contemplamos llenos de estupor, como entonces los tres Apóstoles predilectos, en este episodio propio del segundo domingo de Cuaresma: la Transfiguración.

Es bueno que en nuestro ejercicio cuaresmal acojamos este estallido de sol y de luz en el rostro y en los vestidos de Jesús. Son un maravilloso icono de la humanidad redimida, que ya no se presenta en la fealdad del pecado, sino en toda la belleza que la divinidad comunica a nuestra carne. El bienestar de Pedro es expresión de lo que uno siente cuando se deja invadir por la gracia divina.

El Espíritu Santo transfigura también los sentidos de los Apóstoles, y gracias a esto pueden ver la gloria divina del Hombre Jesús. Ojos transfigurados para ver lo que resplandece más; oídos transfigurados para escuchar la voz más sublime y verdadera: la del Padre que se complace en el Hijo. Todo en conjunto resulta demasiado sorprendente para nosotros, avezados como estamos al grisáceo de la mediocridad. Sólo si nos dejamos tocar por el Señor, nuestros sentidos serán capaces de ver y de escuchar lo que hay de más bello y gozoso, en Dios, y en los hombres divinizados por Aquel que resucitó entre los muertos.

«La espiritualidad cristiana -escribió san Juan Pablo II- tiene como característica el deber del discípulo de configurarse cada vez más plenamente con su Maestro», de tal manera que -a través de una asiduidad que podríamos llamar "amistosa"- lleguemos hasta el punto de «respirar sus sentimientos». Pongamos en manos de Santa María la meta de nuestra verdadera "trans-figuración" en su Hijo Jesucristo. 

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...