domingo, 25 de julio de 2021

DISCERNIR LAS FAKE NEWS



 Discernir las “fake news”


1)  Para saber

Las redes sociales se han convertido en algo inevitable, siendo una fuente inagotable de información. Sin embargo, no todo lo que ofrece es confiable. Ha aumentado el riesgo de encontrarse con falsedades, dificultándose distinguir entre lo verdadero y los falso. Debido a que las redes sociales son plataformas públicas, cualquiera puede publicar algo sin comprobar si es verdad. Así han proliferado las noticias falsas llamados con el anglicismo “fake news”. Son varias las razones por las que se difunden estas noticias falsas: para aumentar la audiencia; para tener más seguidores; por ignorancia; para tener mayor impacto en el mercado; para impresionar o ponerse sobre los demás al pretender tener una verdad que nadie tiene, considerando a los demás inferiores o para desprestigiar la verdad por intereses personales, políticos, económicos o religiosos.

Por ello el Papa Francisco comentó que la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas es muy actual pareciendo que se escribió para nuestra época, pues previene sobre falsas noticias. Los gálatas vivían en la región de Anatolia, en lo que hoy es Turquía. San Pablo había fundado pequeñas comunidades cristianas, pero habían llegado algunos difundiendo lo que hoy diríamos “fake news”, falsedades sobre la fe cristiana y sobre el mismo Pablo queriendo desprestigiarlo. Se presentaban como los únicos poseedores de la verdad, y sembraban confusión y división. No es algo nuevo, dice el Papa, es la táctica acostumbrada por el demonio que es “padre de la mentira”, queriendo con ello confundir y dividir a la gente, apartarla de la verdad.

 

2)  Para pensar

Cuenta una leyenda que un día la Mentira y la Verdad se encontraron en un río. Entonces, la Mentira saludó: “Buenos días, doña Verdad”. Y la Verdad, que no se fiaba, comprobó si realmente era un buen día. Miró al cielo azul sin nubes, escuchó cantar a los pájaros y, sí, era un buen día. “Buenos días, doña Mentira”. La Mentira le comentó: “Hace mucho calor hoy”. Y la verdad vio que era un día caluroso. La Mentira entonces invitó a la Verdad a bañarse en el río. Se quitó la ropa, se metió al agua y dijo: “Venga doña Verdad, que el agua está muy buena”. La Verdad confió, así que se quitó la ropa y se metió al río. Pero entonces, la Mentira salió del agua y se vistió con la ropa de la Verdad, mientras que la Verdad se negó a vestirse con la ropa de la Mentira, prefiriendo salir desnuda. La gente aceptaba a la Mentira vestida con la ropa de la verdad, pero se alejaba al ver a la Verdad desnuda.

Una interpretación de la fábula sería que solemos preferir las mentiras disfrazadas, en vez de la verdad tal cual es. Pensemos si amamos la verdad aunque nos cueste aceptarla.

 

3)  Para vivir

Preciso es saber discernir y tener precaución antes de aceptar algo como verdadero, pues no falta quien pretenda engañar. Pero, ¿cómo conocer la verdad? Ciertamente el hombre se encontraría desamparado si no fuera porque la Verdad misma se hizo hombre en Jesucristo, y nos dejó a su Iglesia para que transmita las verdades fundamentales a lo largo de los siglos. Podemos caminar confiados con la certeza de que el Espíritu Santo obra en todos los tiempos y guía a la Iglesia.

(Pbro. José Martínez Colín)

PAPA FRANCISCO: ÁNIMO, DA LO POCO QUE TIENES, SI COMPARTES, DIOS MULTIPLICA



 Papa Francisco: ¡Ánimo! Da lo poco que tienes, si compartes, Dios multiplica

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

Foto: Vatican Media



El Papa Francisco invitó este Domingo 25 de julio, memoria litúrgica de Santiago apóstol, a creer en el poder de la gratuidad para animarse a dar con generosidad “lo poco se que se tiene” para ponerlo a “disposición de Jesús y de los hermanos” porque “si compartes, Dios multiplica”.

“Ánimo, da lo poco que tienes, tus talentos y tus bienes, ponlos a disposición de Jesús y de los hermanos. No temas, nada se perderá, porque, si compartes, Dios multiplica. Echa fuera la falsa modestia de sentirte inadecuado, ten confianza. Cree en el amor, en el poder del servicio, en el poder de la gratuidad”, alentó el Santo Padre ante numerosos fieles reunidos en la plaza de San Pedro para rezar el Ángelus.

Antes de dirigir el rezo de la oración mariana, el Papa reflexionó en el pasaje del Evangelio de San Juan que describe el milagro de la multiplicación de los panes.

El Santo Padre reconoció que “tampoco hoy la multiplicación de los bienes resuelve los problemas sin una justa distribución” y lamentó “la tragedia del hambre, que afecta especialmente a los niños”.

“Se ha calculado que alrededor de 6.000 niños menores de cinco años mueren a diario en el mundo por motivos de desnutrición” indicó el Papa quien añadió que “ante escándalos como estos, Jesús nos dirige también a nosotros una invitación, una invitación similar a la que probablemente recibió el muchacho del Evangelio, que no tiene nombre y en el que todos podemos vernos”.

En esta línea, el Santo Padre se centró en el muchacho que ofreció lo que tenía -cinco panes de cebada y dos peces- que “es poco, no es nada, pero le basta a Jesús” ya que “, gracias a ese pequeño don gratuito y, por tanto, heroico, Jesús puede saciar a todos”.

“Es una gran lección para nosotros. Nos dice que el Señor puede hacer mucho con lo poco que ponemos a su disposición. Sería bueno preguntarnos todos los días: ‘¿Qué le llevo hoy a Jesús?’. Él puede hacer mucho con nuestras oraciones, con nuestro gesto de caridad hacia los demás, incluso con nuestra miseria entregada a su misericordia”, afirmó.

Luego, el Papa reconoció que “parece una propuesta sin sentido. ¿Por qué privar a una persona, sobre todo a un muchacho, de lo que ha traído de casa y tiene derecho a quedárselo para sí? ¿Por qué quitarle a uno lo que en cualquier caso no es suficiente para saciar a todos? Humanamente es ilógico. Pero no para Dios. De hecho, gracias a ese pequeño don gratuito y, por tanto, heroico, Jesús puede saciar a todos”.

“A Dios le encanta actuar así: hace grandes cosas a partir de las pequeñas y gratuitas”, destacó el Papa.

En este sentido, el Santo Padre explicó que “todos los grandes protagonistas de la Biblia, desde Abrahán hasta María y el muchacho de hoy, muestran esta lógica de la pequeñez y el don” y agregó que “la lógica del don es muy diferente de la nuestra” porque “nosotros tratamos de acumular y aumentar lo que tenemos; Jesús, en cambio, pide dar, disminuir. Nos encanta añadir, nos gustan las adiciones; a Jesús le gustan las sustracciones, quitar algo para dárselo a los demás. Queremos multiplicar para nosotros; Jesús aprecia cuando dividimos con los otros, cuando compartimos”.

Por ello, el Papa Francisco concluyó que “el verdadero milagro, dice Jesús, no es la multiplicación que produce orgullo y poder, sino la división, el compartir, que aumenta el amor y permite que Dios haga prodigios”.

“Que la Virgen María, que dijo “sí” a la inaudita propuesta de Dios, nos ayude a abrir nuestros corazones a las invitaciones de Dios y a las necesidades de los demás”, rezó el Santo Padre.


A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:

San Juan 6,1-15

1 Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, 2 y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos.

3 Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. 4 Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.

5 Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?» 6 Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer.

7 Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.»

8 Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: 9 «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?» 10 Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente.» Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000.

11 Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. 12 Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.»

13 Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

14 Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.» 15 Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

HOY ES FIESTA DE SANTIAGO APÓSTOL, PATRONO DE ESPAÑA, 25 DE JULIO

 


Biografía de Santiago el Mayor

25 de julio


El nombre Santiago, proviene de dos palabras Sant Iacob. Porque su nombre en hebreo era Jacob. Los españoles en sus batallas gritaban: "Sant Iacob, ayúdenos". Y de tanto repetir estas dos palabras, las unieron formando una sola: Santiago.

 

Fue uno de los 12 apóstoles del Señor.

Era hermano de San Juan evangelista. Se le llamaba el Mayor, para distinguirlo del otro apóstol, Santiago el Menor, que era más joven que él. Con sus padres Zebedeo y Salomé vivía en la ciudad de Betsaida, junto al Mar de Galilea, donde tenían una pequeña empresa de pesca. Tenían obreros a su servicio, y su situación económica era bastante buena pues podían ausentarse del trabajo por varias semanas, como lo hizo su hermano Juan cuando se fue a estarse una temporada en el Jordán escuchando a Juan Bautista. 

Santiago formó parte del grupo de los tres preferidos de Jesús, junto con su hermano Juan y con Simón Pedro. Después de presenciar la pesca milagrosa, al oír que Jesús les decía: "Desde ahora seréis pescadores de hombres", dejó sus redes y a su padre y a su empresa pesquera y se fue con Jesucristo a colaborarle en su apostolado. Presenció todos los grandes milagros de Cristo, y con Pedro y Juan fueron los únicos que estuvieron presentes en la Transfiguración del Señor y en su Oración en el Huerto de Getsemaní. ¿Por qué lo prefería tanto Jesús? Quizás porque (como dice San Juan Crisóstomo) era el más atrevido y valiente para declararse amigo y seguidor del Redentor, o porque iba a ser el primero que derramaría su sangre por proclamar su fe en Jesucristo. Que Jesús nos tenga también a nosotros en el grupo de sus preferidos. 

Cuenta el santo Evangelio que una vez al pasar por un pueblo de Samaria, la gente no quiso proporcionarles ningún alimento y que Santiago y Juan le pidieron a Jesús que hiciera llover fuego del cielo y quemara a esos maleducados. Cristo tuvo que regañarlos por ese espíritu vengativo, y les recordó que El no había venido a hacer daño a nadie sino a salvar al mayor número posible de personas. Santiago no era santo cuando se hizo discípulo del Señor. La santidad le irá llegando poquito a poco.

Otro día Santiago y Juan comisionaron a Salomé, su madre, para que fuera a pedirle a Jesús que en el día de su gloria los colocara a ellos dos en los primeros puestos: uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús les dijo: "¿Serán capaces de beber el cáliz de amargura que yo voy a beber?" Ellos le dijeron: "Sí somos capaces". Cristo añadió: "El cáliz de amargura sí lo beberán, pero el ocupar los primeros puestos no me corresponde a Mí el concederlo, sino que esos puestos son para aquellos para quienes los tiene reservado mi Padre Celestial". Los otros apóstoles se disgustaron por esta petición tan vanidosa de los dos hijos de Zebedeo, pero Jesús les dijo a todos: "El que quiera ser el primero, que se haga el servidor de todos, a imitación del Hijo del hombre que no ha venido a ser servido sino a servir". Seguramente que con esta lección de Jesús, habrá aprendido Santiago a ser más humilde.

Después de la Ascensión de Jesús, Santiago el Mayor se distinguió como una de las principales figuras entre el grupo de los Apóstoles. Por eso cuando el rey Herodes Agripa se propuso acabar con los seguidores de Cristo, lo primero que hizo fue mandar cortarle la cabeza a Santiago, y encarcelar a Pedro. Así el hijo de Zebedeo tuvo el honor de ser el primero de los apóstoles que derramó su sangre por proclamar la religión de Jesús Resucitado.

Antiguas tradiciones (del siglo VI) dicen que Santiago alcanzó a ir hasta España a evangelizar. Y desde el siglo IX se cree que su cuerpo se encuentra en la catedral de Compostela (norte de España) y a ese santuario han ido miles y miles de peregrinos por siglos y siglos y han conseguido maravillosos favores del cielo. El historiador Pérez de Urbel dice que lo que hay en Santiago de Compostela son unas reliquias, o sea restos del Apóstol, que fueron llevados allí desde Palestina.

Es Patrono de España y de su caballería. Los españoles lo han invocado en momentos de grandes peligros y han sentido su poderosa protección. También nosotros si pedimos su intercesión conseguiremos sus favores.





 Oración a Santiago Apóstol para pedir su intercesión


¡Gran Apóstol Santiago, familiar cercano de nuestro Señor y aún más cercano a Él por lazos espirituales! Al ser llamado por Él entre los primeros discípulos y ser favorecido con Su especial intimidad, tu respondiste con gran generosidad, dejándolo todo para seguirle a la primera llamada. También tuviste el privilegio de ser el primero de los Apóstoles en morir por Él, sellando tu predicación con tu sangre.

“Atronador” en el entusiasmo en la tierra desde el cielo, te has mostrado defensor de Su Iglesia una y otra vez, apareciendo en el campo de batalla de los Cristianos para derrotar y dispersar a los enemigos de la Cruz, y llevar a los descorazonados Creyentes a la Victoria. Fuerza de los Cristianos, refugio seguro de aquellos que te suplican con confianza, oh, protégenos ahora en los peligros que nos rodean.

Que por tu intercesión, nuestro Señor nos conceda Su Santo Amor, filial temor, justicia, paz y la victoria sobre nuestros adversarios, tanto visibles como invisibles, y sobre todo, que un día nos conceda la felicidad de verlo y tenerlo con nosotros en el cielo, en tu compañía y la de los ángeles y santos para siempre.

Amén.

IMÁGENES DE LAS BIENAVENTURANZAS PARA COLOREAR









MAPAS DE PALESTINA EN LOS TIEMPOS DE JESÚS






 

CINCO PANES Y DOS PECES



 Cinco panes y dos peces


Todos sabemos lo que significa el pan. Entre otros aspectos, nos trae connotaciones de bienestar. Nos recuerda que, el trabajo, nos procura aquello que más necesitamos para seguir adelante: el pan de cada día. 

El sabor a pan marca también el evangelio de este domingo. El secreto de la generosidad no está en la abundancia sino en la bondad del corazón. Constantemente nos encontramos con personas acaudaladas que son inmensamente tacañas y, por el contrario, con gente con escasos recursos económicos que son tremendamente espléndidos.

Y es que, la buena voluntad, es lo que nos hace grandes, solidarios, cercanos y sensibles a las carencias de los demás. Cuando existe la buena voluntad, está asegurado el primer paso para alcanzar un corazón grande. Es el todo, aun teniendo poco.

Para muestra un botón; un Jesús consciente de la necesidad de aquellos que le escuchaban. Eran personas con hambre de Dios pero, como humanos, con ganas de pan recién amasado. Las dos carencias, supo y quiso satisfacer con mano providente. Jesús les dio el pan del cielo y les multiplicó a manos llenas el pan que requerían para seguir viviendo.

¿Qué hubiera ocurrido con aquellas personas si Jesús no hubiera salido al frente de aquella necesidad? ¿Hubieran desertado? ¿Se hubieran quedado famélicos y decepcionados? Tal vez. Pero, el Evangelio, nos habla del auxilio puntual de Jesús. En su mano se encuentra la bondad misma de Dios. Es un Dios que salva al hombre de sus angustias.

Que aprendamos esta gran lección: la felicidad no reside tanto en el tener cuanto en el compartir. Cuando se ofrece, el corazón vibra, se oxigena, se rejuvenece. ¿Sirve, al final de la vida, un gran patrimonio que no ha estado inclinado o abierto al servicio de alguien o de una buena causa cristiana?

Todos, cada día, debiéramos de mirar nuestras manos. No para que nos lean el futuro, cuanto para percatarnos si –en esas horas– hemos realizado una buena obra; si hemos ofrecido cariño; si hemos desplegado las alas de nuestra caridad; si hemos construido o por el contrario derrumbado; si nos hemos centuplicado o restado en bien de la justicia o de la fraternidad.

Si, amigos. Cada día que pasa, cada día que vivimos es una oportunidad que Dios nos da para multiplicarnos, desgastarnos y brindarnos generosamente por los demás.

Al fin y al cabo, en el atardecer de la vida, nos examinarán del amor. Dejarán de tener efecto nuestras cuentas corrientes. Nuestras inversiones. Nuestros apellidos y nobleza. Nuestra apariencia y riqueza… y comenzará a valer, su peso en oro, las manos que supieron estar siempre abiertas.


* P. Javier Leoz

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 25 DE JULIO DE 2021



Hoy, domingo, 25 de julio de 2021 

Domingo 17 (B) del tiempo ordinario.


Lecturas del día y Evangelio de hoy, domingo 25 de julio de 2021

XVII Domingo del Tiempo Ordinario


Primera lectura de hoy

Lectura del Segundo libro de los Reyes

2R 4, 42-44

En aquellos días,  llegó un hombre de Baal-salisá llevando a Eliseo veinte panes de cebada recién horneados, y trigo fresco en su morral. Eliseo ordenó entonces a su criado:

—Dáselo a la gente para que coma.

Pero el criado respondió:

—¿Cómo voy a dar esto a cien personas? Y Eliseo contestó:

—Dáselo a la gente para que coma, porque el Señor ha dicho que comerán y habrá de sobra.

 Así pues, el criado les sirvió, y ellos comieron y hubo de sobra, como el Señor lo había dicho.

P/ Palabra de Dios

R/ Te alabamos Señor

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Salmo responsorial del día

Sal 145 (144),10-11.15-16.17-18

Que todo hombre alabe al Señor


R/. Abres tú la mano, Señor, y nos sacias


Que todas tus criaturas te den gracias,

Señor, que te bendigan tus fieles;

que proclamen la gloria de tu reinado,

que hablen de tus hazañas.  R/.


Los ojos de todos te están aguardando,

tú les das la comida a su tiempo;

abres tú la mano,

y sacias de favores a todo viviente.  R/.


El Señor es justo en todos sus caminos,

cerca está el Señor de los que lo invocan,

de los que lo invocan sinceramente. R/.


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Segunda lectura de hoy

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios

Ef 4,1-6

Conservar la unidad

Hermanos:

 Yo, que estoy preso por la causa del Señor, les ruego que se porten como deben hacerlo los que han sido llamados por Dios, como lo fueron ustedes. Sean humildes y amables; tengan paciencia y sopórtense unos a otros con amor; procuren mantener la unidad que proviene del Espíritu Santo, por medio de la paz que une a todos.  Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como Dios los ha llamado a una sola esperanza. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.


P/ Palabra de Dios

R/ Te alabamos Señor

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Lectura del Santo Evangelio según San Juan

Jn 6,1-15

Jesús da de comer a una multitud

En aquel tiempo, 1 Jesús se fue al otro lado del Lago de Galilea, que es el mismo Lago de Tiberiades. Mucha gente lo seguía, porque habían visto las señales milagrosas que hacía sanando a los enfermos. Entonces Jesús subió a un monte, y se sentó con sus discípulos. Ya estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.  Cuando Jesús miró y vio la mucha gente que lo seguía, le dijo a Felipe:

—¿Dónde vamos a comprar pan para toda esta gente?

Pero lo dijo por ver qué contestaría Felipe, porque Jesús mismo sabía bien lo que había de hacer. Felipe le respondió:

—Ni siquiera el salario de doscientos días bastaría para comprar el pan suficiente para que cada uno recibiera un poco.

Entonces Andrés, que era otro de sus discípulos y hermano de Simón Pedro, le dijo:

 —Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero, ¿qué es esto para tanta gente?

Jesús respondió:

—Díganles a todos que se sienten.

Había mucha hierba en aquel lugar, y se sentaron. Eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó en sus manos los panes y, después de dar gracias a Dios, los repartió entre los que estaban sentados. Hizo lo mismo con los pescados, dándoles todo lo que querían. Cuando ya estuvieron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos:

—Recojan los pedazos sobrantes, para que no se desperdicie nada.

Ellos los recogieron, y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. La gente, al ver esta señal milagrosa hecha por Jesús, decía:

—De veras éste es el profeta que había de venir al mundo.

Pero como Jesús se dio cuenta de que querían llevárselo a la fuerza para hacerlo rey, se retiró otra vez a lo alto del cerro, para estar solo.


P/ Palabra del Señor

R/ Gloria a ti, Señor Jesús


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Hoy, podemos contemplar cómo se forja en nuestro interior tanto el amor humano como el amor sobrenatural, ya que tenemos un mismo corazón para amar a Dios y a los otros.

Generalmente, el amor va abriéndose paso en el corazón humano cuando se descubre el atractivo del otro: su simpatía, su bondad. Es el caso del «muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces» (Jn 6,9). Da a Jesús todo lo que lleva, los panes y los peces, porque se ha dejado conquistar por el atractivo de Jesús. ¿He descubierto el atractivo del Señor?

A continuación, el enamoramiento, fruto de sentirse correspondido. Dice que «mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos» (Jn 6,2). Jesús les escuchaba, les hacía caso, porque sabía lo que necesitaban.

Jesucristo siente un poderoso atractivo por mí y quiere mi realización humana y sobrenatural. Me ama tal como soy, con mis miserias, porque pido perdón y, con su ayuda, sigo esforzándome.

«Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo» (Jn 6,15). Les dirá al día siguiente: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (Jn 6,26). Escribe san Agustín: «¡Cuántos hay que buscan a Jesús, guiados solamente por intereses temporales! (...) Apenas se busca a Jesús por Jesús».

La plenitud del amor es el amor de donación; cuando se busca el bien del amado, sin esperar nada a cambio, aunque sea al precio del sacrificio personal.

Hoy, yo le puedo decir: «Señor, que nos haces participar del milagro de la Eucaristía: te pedimos que no te escondas, que vivas con nosotros, que te veamos, que te toquemos, que te sintamos, que queramos estar siempre a tu lado, que seas el Rey de nuestras vidas y de nuestros trabajos» (San Josemaría).

* Rev. D. Pere CALMELL i Turet (Barcelona, España)


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN PRIMERA JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y PERSONAS MAYORES

 


 

Homilía del Papa Francisco en primera Jornada Mundial de los abuelos y personas mayores

Redacción ACI Prensa

 Foto: Captura Vatican Media




Más de 2.000 personas participaron este domingo 25 de julio a una Misa en la Basílica de San Pedro del Vaticano con ocasión de la primera Jornada Mundial de los abuelos y de las personas mayores que se celebrará cada año el cuarto domingo de julio, en la cercanía a la fiesta de los santos Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús.

El tema de esta primera Jornada Mundial de los abuelos y de las personas mayores fue “Yo estoy contigo todos los días” y para la ocasión el Papa Francisco escribió un mensaje y el Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida preparó una oración. 

En representación del Santo Padre, la Misa fue presidida por el presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, Mons. Rino Fisichella, quien leyó la homilía preparada por el Papa Francisco.


A continuación, el texto completo de la homilía del Papa Francisco y pronunciada por Mons. Fisichella:

Mientras estaba sentado enseñando, «al levantar la vista, Jesús vio que una gran multitud acudía a él, y le preguntó a Felipe: “¿Dónde compraremos pan para que coma esta gente?”» (Jn 6,5). Jesús no se limita a enseñar, sino que se deja interrogar por el hambre que anida en la vida de la gente. Y, de ese modo, da de comer a la multitud distribuyendo los cinco panes de cebada y los dos pescados que un muchacho le ofreció. Al final, como sobraron bastantes pedazos de pan, les dijo a los suyos que los recogieran, «para que no se pierda nada» (v. 12).

En esta Jornada, dedicada a los abuelos y a los mayores, quisiera detenerme precisamente en estos tres momentos: Jesús que ve el hambre de la multitud; Jesús que comparte el pan; Jesús que ordena recoger los pedazos sobrantes. Tres momentos que se pueden resumir en tres verbos: ver, compartir, custodiar.

Ver. El Evangelista Juan, al principio de la narración, señala este particular: Jesús levanta los ojos y ve a la multitud hambrienta después de haber caminado mucho para encontrarlo. Así inicia el milagro, con la mirada de Jesús, que no es indiferente ni está atareado, sino que advierte los espasmos del hambre que atormentan a la humanidad cansada. Él se preocupa por nosotros, nos cuida, quiere saciar nuestra hambre de vida, de amor y de felicidad. En los ojos de Jesús descubrimos la mirada de Dios: una mirada que es atenta, que escudriña los anhelos que llevamos en el corazón, que ve la fatiga, el cansancio y la esperanza con las que vamos adelante. Una mirada que sabe captar la necesidad de cada uno. A los ojos de Dios no existe la multitud anónima, sino cada persona con su hambre. Jesús tiene una mirada contemplativa, es decir, capaz de detenerse ante la vida del otro y descifrarla.

Esta es también la mirada con la que los abuelos y los mayores han visto nuestra vida. Es el modo en el que ellos, desde nuestra infancia, se han hecho cargo de nosotros. Habiendo tenido una vida a menudo muy sacrificada, no nos han tratado con indiferencia ni se han desentendido de nosotros, sino que han tenido ojos atentos, llenos de ternura. Cuando estábamos creciendo y nos sentíamos incomprendidos o asustados por los desafíos de la vida, se fijaron en nosotros, en lo que estaba cambiando en nuestro corazón, en nuestras lágrimas escondidas y en los sueños que llevábamos dentro. Todos hemos pasado por las rodillas de los abuelos, que nos han llevado en brazos. Y es gracias también a este amor que nos hemos convertido en adultos.

Y nosotros, ¿qué mirada tenemos hacia los abuelos y los mayores? ¿Cuándo fue la última vez que hicimos compañía o llamamos por teléfono a un anciano para manifestarle nuestra cercanía y dejarnos bendecir por sus palabras? Sufro cuando veo una sociedad que corre, atareada e indiferente, afanada en tantas cosas e incapaz de detenerse para dirigir una mirada, un saludo, una caricia. Tengo miedo de una sociedad en la que todos somos una multitud anónima e incapaces de levantar la mirada y reconocernos. Los abuelos, que han alimentado nuestra vida, hoy tienen hambre de nosotros, de nuestra atención, de nuestra ternura, de sentirnos cerca. Alcemos la mirada hacia ellos, como Jesús hace con nosotros.


Compartir. Después de haber visto el hambre de aquellas personas, Jesús desea saciarlas. Y lo hace gracias al don de un muchacho joven, que ofrece sus cinco panes y los dos peces. Es muy hermoso que un muchacho, un joven, que comparte lo que tiene, esté en el centro de este prodigio del que se benefició tanta gente adulta —unas cinco mil personas—.

Hoy tenemos necesidad de una nueva alianza entre los jóvenes y los mayores, de compartir el común tesoro de la vida, de soñar juntos, de superar los conflictos entre generaciones para preparar el futuro de todos. Sin esta alianza de vida, de sueños y de futuro, nos arriesgamos a morir de hambre, porque aumentan los vínculos rotos, las soledades, los egoísmos, las fuerzas disgregadoras. Frecuentemente, en nuestras sociedades hemos entregado la vida a la idea de que “cada uno se ocupe de sí mismo”. Pero eso mata.

El Evangelio nos exhorta a compartir lo que somos y lo que tenemos, ese es el único modo en que podemos ser saciados. He recordado muchas veces lo que dice a este propósito el profeta Joel (cf. Jl 3,1): Jóvenes y ancianos juntos. Los jóvenes, profetas del futuro que no olvidan la historia de la que provienen; los ancianos, soñadores nunca cansados que trasmiten la experiencia a los jóvenes, sin entorpecerles el camino. Jóvenes y ancianos, el tesoro de la tradición y la frescura del Espíritu. Jóvenes y ancianos juntos. En la sociedad y en la Iglesia: juntos.


Custodiar. Después de que todos comieron, el Evangelio refiere que sobraron muchos pedazos de pan. Ante esto, Jesús da una indicación: «Recojan los pedazos que han sobrado, para que no se pierda nada» (Jn 6,12). Es así el corazón de Dios, no sólo nos da mucho más de lo que necesitamos, sino que se preocupa también de que nada se desperdicie, ni siquiera un fragmento. Un pedacito de pan podría parecer poca cosa, pero a los ojos de Dios nada se debe descartar. Es una invitación profética que hoy estamos llamado a hacer resonar en nosotros mismos y en el mundo: recoger, conservar con cuidado, custodiar.

Los abuelos y los mayores no son sobras de la vida, desechos que se deben tirar. Ellos son esos valiosos pedazos de pan que han quedado sobre la mesa de nuestra vida, que pueden todavía nutrirnos con una fragancia que hemos perdido, “la fragancia de la memoria”. No perdamos la memoria de la que son portadores los mayores, porque somos hijos de esa historia, y sin raíces nos marchitaremos. Ellos nos han custodiado a lo largo de las etapas de nuestro crecimiento, ahora nos toca a nosotros custodiar su vida, aligerar sus dificultades, estar atentos a sus necesidades, crear las condiciones para que se les faciliten sus tareas diarias y no se sientan solos.

Preguntémonos: “¿He visitado a los abuelos? ¿a los mayores de la familia o de mi barrio? ¿Los he escuchado? ¿Les he dedicado un poco de tiempo?”. Custodiémoslos, para que no se pierda nada. Nada de su vida ni de sus sueños. Depende de nosotros, hoy, que no nos arrepintamos mañana de no haberles dedicado suficiente atención a quienes nos amaron y nos dieron la vida.

Hermanos y hermanas, los abuelos y los mayores son el pan que alimenta nuestras vidas. Estemos agradecidos por sus ojos atentos, que se fijaron en nosotros, por sus rodillas, que nos acunaron, por sus manos, que nos acompañaron y alzaron, por haber jugado con nosotros y por las caricias con las que nos consolaron. Por favor, no nos olvidemos de ellos. Aliémonos con ellos. Aprendamos a detenernos, a reconocerlos, a escucharlos. No los descartemos nunca. Custodiémoslos con amor. Y aprendamos a compartir el tiempo con ellos. Saldremos mejores. Y, juntos, jóvenes y ancianos, nos saciaremos en la mesa del compartir, bendecida por Dios.


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Así se vivió en Vaticano la primera Jornada Mundial de los abuelos y las personas mayores

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa



El Papa Francisco invitó en la Jornada Mundial de los abuelos y las personas mayores de este 25 de julio a aprender a compartir el tiempo con los ancianos, a cuidarlos con amor, a estar agradecidos por todo lo que hicieron por nosotros.

“Hermanos y hermanas, los abuelos y los mayores son el pan que alimenta nuestras vidas. Estemos agradecidos por sus ojos atentos, que se fijaron en nosotros, por sus rodillas, que nos acunaron, por sus manos, que nos acompañaron y alzaron, por haber jugado con nosotros y por las caricias con las que nos consolaron”, dijo el Papa en la homilía preparada para la Misa que se celebró en la Basílica de San Pedro del Vaticano y a la que acudieron más de 2.000 fieles.

La Eucaristía fue concelebrada por el presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, Mons. Rino Fisichella, el prefecto del Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida, Cardenal Kevin Farrell y el vicario del Papa para la Diócesis de Roma, Cardenal Angelo De Donatis.

En la homilía preparada por el Papa Francisco y pronunciada, en su representación por Mons. Fisichella, el Santo Padre comentó el pasaje del Evangelio de San Juan que relata el episodio de la multiplicación de los panes.

En esta línea, el Pontífice escribió que “los abuelos y los mayores no son sobras de la vida, desechos que se deben tirar” sino que “son esos valiosos pedazos de pan que han quedado sobre la mesa de nuestra vida, que pueden todavía nutrirnos con una fragancia que hemos perdido, la fragancia de la memoria”.

“No perdamos la memoria de la que son portadores los mayores, porque somos hijos de esa historia, y sin raíces nos marchitaremos. Ellos nos han custodiado a lo largo de las etapas de nuestro crecimiento, ahora nos toca a nosotros custodiar su vida, aligerar sus dificultades, estar atentos a sus necesidades, crear las condiciones para que se les faciliten sus tareas diarias y no se sientan solos”, invitó el Papa.

Por ello, el Santo Padre invitó a preguntarse: “¿He visitado a los abuelos? ¿A los mayores de la familia o de mi barrio? ¿Los he escuchado? ¿Les he dedicado un poco de tiempo?” y añadió “custodiémoslos, para que no se pierda nada. Nada de su vida ni de sus sueños. Depende de nosotros, hoy, que no nos arrepintamos mañana de no haberles dedicado suficiente atención a quienes nos amaron y nos dieron la vida”.

“Por favor, no nos olvidemos de ellos. Alíémonos con ellos. Aprendamos a detenernos, a reconocerlos, a escucharlos. No los descartemos nunca. Custodiémoslos con amor. Y aprendamos a compartir el tiempo con ellos. Saldremos mejores. Y, juntos, jóvenes y ancianos, nos saciaremos en la mesa del compartir, bendecida por Dios”, destacó.

Además, el Santo Padre se detuvo en el relato y los personajes que narra el Evangelista San Juan en el Capítulo 6 en el que Jesús se encuentra con un joven, que no tiene nombre, y que ofreció todo lo que tenía -cinco panes de cebada y dos pescados- y el milagro de la multiplicación de los panes gracias al que comió una multitud de personas.

En este sentido, el Papa dijo que en esta Jornada, dedicada a los abuelos y a las personas mayores, se detuvo en tres momentos: “Jesús que ve el hambre de la multitud; Jesús que comparte el pan; Jesús que ordena recoger los pedazos sobrantes. Tres momentos que se pueden resumir en tres verbos: ver, compartir, custodiar”.

En primer lugar, el Santo Padre resaltó “la mirada de Jesús, que no es indiferente ni está atareado, sino que advierte los espasmos del hambre que atormentan a la humanidad cansada” porque “Él se preocupa por nosotros, nos cuida, quiere saciar nuestra hambre de vida, de amor y de felicidad”.

“Esta es también la mirada con la que los abuelos y los mayores han visto nuestra vida. Es el modo en el que ellos, desde nuestra infancia, se han hecho cargo de nosotros. Habiendo tenido una vida a menudo muy sacrificada, no nos han tratado con indiferencia ni se han desentendido de nosotros, sino que han tenido ojos atentos, llenos de ternura”, afirmó.

Luego, el Papa invitó a cuestionarse “y nosotros, ¿qué mirada tenemos hacia los abuelos y los mayores? ¿Cuándo fue la última vez que hicimos compañía o llamamos por teléfono a un anciano para manifestarle nuestra cercanía y dejarnos bendecir por sus palabras?” y reconoció que “sufro cuando veo una sociedad que corre, atareada e indiferente, afanada en tantas cosas e incapaz de detenerse para dirigir una mirada, un saludo, una caricia”.

“Tengo miedo de una sociedad en la que todos somos una multitud anónima e incapaces de levantar la mirada y reconocernos. Los abuelos, que han alimentado nuestra vida, hoy tienen hambre de nosotros, de nuestra atención, de nuestra ternura, de sentirnos cerca. Alcemos la mirada hacia ellos, como Jesús hace con nosotros”, advirtió.

En segundo lugar, el Santo Padre se detuvo en la generosidad del joven “que comparte lo que tiene” y que está “en el centro de este prodigio del que se benefició tanta gente adulta, unas cinco mil personas”.

Ante esto, el Papa invitó nuevamente a realizar “una nueva alianza entre los jóvenes y los mayores, de compartir el común tesoro de la vida, de soñar juntos, de superar los conflictos entre generaciones para preparar el futuro de todos” porque “sin esta alianza de vida, de sueños y de futuro, nos arriesgamos a morir de hambre, porque aumentan los vínculos rotos, las soledades, los egoísmos, las fuerzas disgregadoras”.

“El Evangelio nos exhorta a compartir lo que somos y lo que tenemos, ese es el único modo en que podemos ser saciados. He recordado muchas veces lo que dice a este propósito el profeta Joel (cf. Jl 3,1): Jóvenes y ancianos juntos. Los jóvenes, profetas del futuro que no olvidan la historia de la que provienen; los ancianos, soñadores nunca cansados que trasmiten la experiencia a los jóvenes, sin entorpecerles el camino. Jóvenes y ancianos, el tesoro de la tradición y la frescura del Espíritu. Jóvenes y ancianos juntos. En la sociedad y en la Iglesia: juntos”, exhortó el Papa.

Por último, el Santo Padre advirtió la importancia de que “el Evangelio refiere que sobraron muchos pedazos de pan” y que Jesús pidió recoger “los pedazos que han sobrado, para que no se pierda nada” y añadió que “es así el corazón de Dios, no sólo nos da mucho más de lo que necesitamos, sino que se preocupa también de que nada se desperdicie, ni siquiera un fragmento”.

Se trata de una invitación profética de Jesús, que nos recuerda que “los abuelos y los mayores no son sobras de la vida, desechos que se deben tirar” porque “ellos son esos valiosos pedazos de pan que han quedado sobre la mesa de nuestra vida”.

“Ahora nos toca a nosotros custodiar su vida, aligerar sus dificultades, estar atentos a sus necesidades, crear las condiciones para que se les faciliten sus tareas diarias y no se sientan solos”, concluyó el Papa en la homilía.

Al finalizar la Misa, el Cardenal Farrell y Mons. Fisichella se colocaron delante de un cuadro de la Virgen María junto a un grupo de personas mayores, entre ellos, dos mujeres africanas con trajes típicos, y todos, junto a la asamblea presente, entonaron una canción a la Virgen María.

El Santo Padre instituyó esta Jornada Mundial de los abuelos y de las personas mayores que se celebrará cada año el cuarto domingo de julio, en la cercanía a la fiesta de los santos Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús.

El tema de esta primera Jornada Mundial de los abuelos y de las personas mayores fue “Yo estoy contigo todos los días” y para la ocasión el Papa Francisco escribió un mensaje, el Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida preparó también una oración. y la Penitenciaría Apostólica concedió Indulgencia Plenaria  a quienes visiten a un anciano por esta Jornada y cumplan con las condiciones establecidas por la Iglesia Católica.

FELIZ DOMINGO

 





 
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