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domingo, 21 de abril de 2024

HOY CELEBRAMOS LA JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES 2024 - OREMOS POR LAS VOCACIONES!!! ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

Foto: Oblatos de San José - Perú


 Hoy celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2024

Vatican Media

21 de abril de 2024


Hoy 21 de abril, Domingo del Buen Pastor, la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2024, día en que los fieles son llamados a rezar para que más personas, especialmente jóvenes, digan sí a la llamada de Dios.

Se le llama “Domingo del Buen Pastor” al IV Domingo de Pascua, pues el Evangelio del día corresponde a la lectura de Juan 10, 1-10, pasaje en el que Jesús afirma la siguiente frase: “Yo soy la puerta de las ovejas”, les explica que la humanidad son sus ovejas, y les enseña que su misión es conducir a las ovejas que no están en su redil para que sean un solo rebaño.

El Papa San Pablo VI instituyó y celebró por primera vez la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones el Domingo del Buen Pastor, el 12 de abril de 1964.

En su mensaje en esa ocasión, el Papa Pablo VI recordó que “la mies es mucha, más los operarios son pocos”, e hizo el siguiente pedido a los fieles del mundo: “‘Pidan al Señor de la mies que mande obreros’ a su Iglesia”.

El Papa aseguró que el número de sacerdotes “afecta a todos los fieles, no sólo porque de él depende el futuro religioso de la sociedad cristiana”, sino porque es un indicador de “la vitalidad de fe y amor de las comunidades” parroquiales, y es un “testimonio de la salud moral de las familias”.

También, destacó a los padres generosos que dan a sus hijos a la Iglesia con alegría y orgullo, y a los adolescentes que quieren servir a la Iglesia para reproducir los rasgos del Buen Pastor; y alentó a las vocaciones sacerdotales y religiosas a no descuidar “un deber tan grave y responsable”.




viernes, 19 de noviembre de 2021

¿DE DÓNDE VIENEN LAS VOCACIONES?





 ¿De dónde vienen las vocaciones?



Cada vocación inicia de modo diferente, personal, único. Hay, sin embargo, una raíz común: la del corazón de Dios, que prepara, que escoge, que ama, que envía.

Un elemento clave para toda vocación está en la fe, en ese regalo que viene de la gracia. Desde la fe, uno acepta a Jesucristo como Salvador del mundo, y da el paso que le permite formar parte de la Iglesia. Con ese primer paso, ya existe la base que prepara para algo especial: la vocación.

En otras palabras: sin la fe es imposible entender que un chico o una chica puedan dar sus vidas al servicio de los demás. En la fe, en cambio, cada vocación tiene sentido, porque nace desde la acción de Dios que busca a sus hijos y que invita a algunos bautizados para que se conviertan en colaboradores dedicados por completo a la tarea de anunciar el Evangelio y de servir a los hermanos.

¿Y cómo ayuda la fe a descubrir y aceptar la propia vocación? De un modo muy concreto: permite conocer mejor a Dios, acogerlo en la propia vida, amarlo como Padre, como Amigo, como Salvador. Incluso permite conocerse mejor a uno mismo, al descubrir que Dios lo ha bendecido con dones maravillosos, con una inteligencia para pensar y con un corazón para amar libremente.

Desde la fe, cada vocación madura y se concreta en un ámbito de libertad. Al hablar sobre las vocaciones sacerdotales, san Juan Pablo II escribía: “la libertad es esencial para la vocación, una libertad que en la respuesta positiva se cualifica como adhesión personal profunda, como donación de amor, o mejor como re-donación al Donador: Dios que llama, esto es, como oblación” (“Pastores dabo vobis” n. 36).

Si las vocaciones surgen en un clima de fe y de libertad, habrá vocaciones allí donde se conozca y se viva la fe, y donde se aprenda a usar la libertad de la forma más noble que puede darse en un cristiano: en el amor.

Cada familia tiene, en ese sentido, un papel muy importante en la creación de ámbitos cristianos donde puedan crecer y madurar sus hijos. Los padres ayudan a las vocaciones si saben transmitir a los hijos el don de la fe y si crean un clima espiritual en el que Dios ocupe el primer lugar, el Evangelio ilumine las decisiones, y se aprenda que el amor es el mejor camino para vivir libremente.

En conclusión, ¿de dónde vienen las vocaciones? Del corazón de Dios que habla a cada generación humana, que enciende una fe sincera en unos padres de familia y en sus hijos, que respeta la libertad de los que pueden ser llamados, y que susurra respetuosamente a algunos la pregunta: “¿quieres seguirme?”


* Fuente: Fernando Pascual / Catholic.net






viernes, 19 de marzo de 2021

PAPA FRANCISCO ELIGE A SAN JOSÉ CUSTODIO DE LAS VOCACIONES



Papa Francisco elige a San José “custodio de las vocaciones”

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

Crédito: Wikimedia Commons y Daniel Ibañez / ACI Prensa




En su mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2021 el Papa Francisco escribió este 19 de marzo que “le gusta pensar en San José, el custodio de Jesús y de la Iglesia, como custodio de las vocaciones” y destacó su disponibilidad en el servicio y la fidelidad en su vocación.

La 58ª Jornada Mundial de Oración para las Vocaciones se llevará a cabo el 25 de abril de 2021, cuarto Domingo de Pascua, con el tema: “San José: el sueño de la vocación”.

En el texto difundido por el Vaticano este 19 de marzo, Solemnidad de San José, el Pontífice destacó que San José es “una figura extraordinaria, y al mismo tiempo tan cercana a nuestra condición humana”. “San José no impactaba, tampoco poseía carismas particulares ni aparecía importante a la vista de los demás. No era famoso y tampoco se hacía notar, los Evangelios no recogen ni una sola palabra suya. Sin embargo, con su vida ordinaria, realizó algo extraordinario a los ojos de Dios”, explicó.

Además, el Santo Padre recordó que el pasado 8 de diciembre comenzó el Año dedicado especialmente a San José con motivo del 150º aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia universal. Ocasión en la que escribió la carta apostólica Patris corde para “que crezca el amor a este gran santo”.

El Papa señaló que, así como “San José reconoció un corazón de padre, capaz de dar y generar vida en lo cotidiano. Las vocaciones tienden a esto: a generar y regenerar la vida cada día” y agregó que “el Señor quiere forjar corazones de padres, corazones de madres; corazones abiertos, capaces de grandes impulsos, generosos en la entrega, compasivos en el consuelo de la angustia y firmes en el fortalecimiento de la esperanza”.

“Esto es lo que el sacerdocio y la vida consagrada necesitan, especialmente hoy, en tiempos marcados por la fragilidad y los sufrimientos causados también por la pandemia, que ha suscitado incertidumbre y miedo sobre el futuro y el mismo sentido de la vida. San José viene a nuestro encuentro con su mansedumbre, como santo de la puerta de al lado; al mismo tiempo, su fuerte testimonio puede orientarnos en el camino”, afirmó el Papa.


Tres palabras sobre San José

En esta línea, el Santo Padre destacó tres palabras claves sobre San José que pueden ayudar a toda vocación: sueño, servicio y fidelidad.

El Papa dijo que “todos en la vida sueñan con realizarse” sin embargo, advirtió que sobre los “objetivos efímeros -como el éxito, el dinero y la diversión-, que no son capaces de satisfacernos” y añadió que “es el amor el que da sentido a la vida, porque revela su misterio. La vida, en efecto, solo se tiene si se da, sólo se posee verdaderamente si se entrega plenamente”.

Luego, el Pontífice recordó que los Evangelios narran cuatro sueños de San José que eran “llamadas divinas, pero no fueron fáciles de acoger” ya que “después de cada sueño, José tuvo que cambiar sus planes y arriesgarse, sacrificando sus propios proyectos para secundar los proyectos misteriosos de Dios”.

De este modo, el Papa describió que “los sueños condujeron a José a aventuras que nunca habría imaginado. El primero desestabilizó su noviazgo, pero lo convirtió en padre del Mesías; el segundo lo hizo huir a Egipto, pero salvó la vida de su familia; el tercero anunciaba el regreso a su patria y el cuarto le hizo cambiar nuevamente sus planes llevándolo a Nazaret, el mismo lugar donde Jesús iba a comenzar la proclamación del Reino de Dios. En todas estas vicisitudes, la valentía de seguir la voluntad de Dios resultó victoriosa”.

“Así pasa en la vocación: la llamada divina siempre impulsa a salir, a entregarse, a ir más allá. No hay fe sin riesgo. Sólo abandonándose confiadamente a la gracia, dejando de lado los propios planes y comodidades se dice verdaderamente ‘sí’ a Dios. Y cada ‘sí’ da frutos, porque se adhiere a un plan más grande, del que sólo vislumbramos detalles, pero que el Artista divino conoce y lleva adelante, para hacer de cada vida una obra maestra”.

En este sentido, el Papa subrayó que “San José representa un icono ejemplar de la acogida de los proyectos de Dios” por lo que rezó para que “él ayude a todos, especialmente a los jóvenes en discernimiento, a realizar los sueños que Dios tiene para ellos; que inspire la iniciativa valiente para decir ‘sí; al Señor, que siempre sorprende y nunca decepciona”.

Después, el Santo Padre destacó que los Evangelios demuestran la importancia del servicio en la vida de San José “que vivió enteramente para los demás y nunca para sí mismo” y añadió que es un modelo para el sacerdocio y la vida consagrada porque “cuando una vocación, ya sea en la vida matrimonial, célibe o virginal, no alcanza la madurez de la entrega de sí misma deteniéndose sólo en la lógica del sacrificio, entonces en lugar de convertirse en signo de la belleza y la alegría del amor corre el riesgo de expresar infelicidad, tristeza y frustración”.

Así, el Papa indicó que “para San José el servicio, expresión concreta del don de sí mismo, no fue sólo un ideal elevado, sino que se convirtió en regla de vida cotidiana”.

“¡Qué hermoso ejemplo de vida cristiana damos cuando no perseguimos obstinadamente nuestras propias ambiciones y no nos dejamos paralizar por nuestras nostalgias, sino que nos ocupamos de lo que el Señor nos confía por medio de la Iglesia! Así, Dios derrama sobre nosotros su Espíritu, su creatividad; y hace maravillas, como en José”, dijo el Papa.

Asimismo, el Santo Padre explicó que “además de la llamada de Dios -que cumple nuestros sueños más grandes- y de nuestra respuesta -que se concreta en el servicio disponible y el cuidado atento-, hay un tercer aspecto que atraviesa la vida de San José y la vocación cristiana, marcando el ritmo de lo cotidiano: la fidelidad”.

Por ello, el Papa destacó que San José “en el silencio laborioso de cada día persevera en su adhesión a Dios y a sus planes... Cultiva todo con paciencia. Sabe que la existencia se construye solo con la continua adhesión a las grandes opciones. Esto corresponde a la laboriosidad serena y constante con la que desempeñó el humilde oficio de carpintero, por el que no inspiró las crónicas de la época, sino la vida cotidiana de todo padre, de todo trabajador y de todo cristiano a lo largo de los siglos. Porque la vocación, como la vida, solo madura por medio de la fidelidad de cada día”.

En esta línea, el Santo Padre recordó que “las primeras palabras que San José escuchó en sueños fueron una invitación a no tener miedo, porque Dios es fiel a sus promesas”.

“No temas: son las palabras que el Señor te dirige también a ti, querida hermana, y a ti, querido hermano, cuando, aun en medio de incertidumbres y vacilaciones, sientes que ya no puedes postergar el deseo de entregarle tu vida. Son las palabras que te repite cuando, allí donde te encuentres, quizás en medio de pruebas e incomprensiones, luchas cada día por cumplir su voluntad. Son las palabras que redescubres cuando, a lo largo del camino de la llamada, vuelves a tu primer amor. Son las palabras que, como un estribillo, acompañan a quien dice sí a Dios con su vida como San José, en la fidelidad de cada día”, destacó el Papa.

Por último, el Santo Padre señaló que “la fidelidad es el secreto de la alegría” porque “era la alegría cotidiana y transparente de la sencillez, la alegría que siente quien custodia lo que es importante: la cercanía fiel a Dios y al prójimo”.

“¡Qué hermoso sería si la misma atmósfera sencilla y radiante, sobria y esperanzadora, impregnara nuestros seminarios, nuestros institutos religiosos, nuestras casas parroquiales! Es la alegría que deseo para ustedes, hermanos y hermanas que generosamente han hecho de Dios el sueño de sus vidas, para servirlo en los hermanos y en las hermanas que les han sido confiados, mediante una fidelidad que es ya en sí misma un testimonio, en una época marcada por opciones pasajeras y emociones que se desvanecen sin dejar alegría. Que san José, custodio de las vocaciones, los acompañe con corazón de padre”, concluyó el Papa.

lunes, 18 de mayo de 2020

SAN JUAN PABLO II Y LAS VOCACIONES


Juan Pablo II y las vocaciones





«Vale la pena dedicarse a la causa de Cristo, que quiere corazones valientes y decididos. Vale la pena dedicarse a ayudar al hombre en el camino hacia la eternidad. Vale la pena hacer la opción por un ideal que proporciona grandes alegrías, aunque exija no pocos sacrificios». Juan Pablo II (México, 30-1-1979).  Del mismo Papa es esta oración:

Señor Jesús, te pedimos por los muchachos y chicas que invitas a seguirte de cerca; haz que sean capaces de desapegarse de las cosas de este mundo y abran su corazón a la voz que los llama.; que sientan el coraje de dedicarse por toda la vida, con un corazón no dividido, a ti y a la Iglesia; que crean que la gracia les dará la fuerza para tal donación y vean la belleza y la grandeza de la vida sacerdotal, religiosa y misionera. Haz, Señor, que los jóvenes sepan acoger con coherente aplicación las exigencias del llamado para el sacerdocio y para las otras formas de vida consagrada; bendícelos con la misericordia infinita de tu corazón. Amén.

La vocación es una llamada que Dios hace a quien él quiere, y que exige una gran renuncia de sí mismo para poder amar a todos. Es un servicio, es un testimonio, es amor. Es en definitiva, una llamada a vivir plenamente la gracia bautismal. Es vivir un riesgo absurdo a los ojos de los hombres, pero maravilloso a la luz de la fe.



* Enviado por el P. Natalio

sábado, 25 de abril de 2020

¿CÓMO EXPLICARLE TU VOCACIÓN A ALGUIEN QUE NO CREE Y NO MORIR EN EL INTENTO?

¿Cómo explicarle tu vocación a alguien que no cree y no morir en el intento?
Elegir esta opción por Cristo no es por no haber tenido novia… sino por haber sido conquistado por un amor más poderoso…


Por: Alexis Gatica Andrade, LC. | Fuente: Catholic-link.com



Casi todos los días, además de mi trabajo con los novicios, recibo alguna llamada de teléfono. No siempre puedo atender a todas las llamadas. Ya quisiera ayudar a todos, pero soy ser humano y no puedo con todo. Hoy, después de una reunión, recibí un mensaje de una chica que comencé a orientar el año pasado. “Era” católica pero, por una serie de circunstancias muy desagradables (que no mencionaré), dejó de serlo. Y aunque tenemos una muy buena amistad, cuando habla conmigo, me comparte sus dudas y quejas sobre la fe católica, especialmente sobre la moral de los sacerdotes. Hoy, sinceramente, tenía bastante trabajo por realizar. Pero mi corazón me decía que tenía que responder a la llamada. Le hice caso a mi corazón y le respondí. Hablamos de muchos temas. Hubo uno en concreto que me dejó pensando y que les quiero compartir.
En un momento de la conversación, ella me dijo que le costaba creer en la Iglesia, especialmente cuando algunos sacerdotes tenían serias caídas en la castidad. Y entonces comencé a explicarle que no todos los sacerdotes eran malos, que somos hombres y que también tenemos limitaciones y que es necesario mantener siempre fresco el amor a Dios, etc. Ella me lanzó unas preguntas afiladas: «¿Y tú no tienes problemas? ¿Te gustan las mujeres? ¿No te afecta la castidad?». Yo, con calma, comencé a explicarle que la vocación sacerdotal es una cuestión de amor. Cuando te enamoras de alguien, dejas de lado otra opción (por muy bonita y atractiva que sea) y te consagras de lleno a lo que te ha conquistado el corazón. Le expliqué que me gustan las mujeres (¡Gracias a Dios!), pero que mi corazón ha hecho una opción. Me dijo que yo no sabía lo que decía, porque nunca he tenido “experiencias” y que, si las tuviese, pensaría diferente. Esto me hizo reflexionar un poco y me vino del corazón decirle que no es necesario tener “experiencias” para optar o no por una vida consagrada a Dios, ofreciéndole especialmente mi castidad a Jesús. Me puse a pensar en que el próximo año cumpliré veinte años desde que entré al seminario menor y que mi corazón ha pasado por muchos momentos y etapas. ¡Claro que me ha costado! ¡Claro que he tenido que educar mi amor! Pero el que hoy esté haciendo esta opción por Cristo no es por no haber tenido novia… sino por haber sido conquistado por un amor más poderoso…
Esperaba que este argumento existencial le pudiese ayudar, pero no, ella me dijo que yo era un caso muy diferente al “normal” que ella dice conocer. Creo que, lamentablemente, ella solamente conoce casos tristes. Yo, al contrario, estoy rodeado de hombres que aman apasionadamente a Dios y a las personas. Y que han tenido que llorar sangre en muchas ocasiones. Esto me hizo pensar nuevamente y comprendí que la consagración virginal al Señor no puede ser entendida por los ojos del mundo. Ella me decía que Dios había dicho a Adán y a Eva que tenían que ser fecundos, y que, por ello, yo estaba malgastando mi fecundidad en el sacerdocio. En estos años nunca como antes me he sentido padre, amigo y hermano. He podido ejercer mi afectividad de una manera más profunda, más rica, más libre.
Sin la fe, mi opción de vida es un fracaso. Con la fe, es la mejor opción que hombre alguno puede hacer. Mi corazón tiene que madurar mucho. Lo sé. Pero también sé que tengo que dejarme llenar por Cristo. Tengo que dejarme amar. Amar es más que tener sexo. Amar es entregar lo mejor y recibir lo mejor.
Terminé la conversación y elevé mi oración a Dios por tres intenciones:

– Por los que no creen en Dios, para que se dejen amar por Él.
– Por los que hemos sido llamados por Dios a una entrega total, para que no nos cansemos de amar y siempre estar siempre enamorados, apasionados por Cristo.
– Por los que han caído, para que sepan levantar la mirada y acoger la misericordia de Dios. Nunca es tarde para acoger de verdad el amor de Cristo.
Explicar tu opción de vida a alguien que no cree es duro. Sin embargo, Dios te renueva por dentro y te hace ver que tu entrega no solamente ha valido la pena, sino la vida misma.

jueves, 6 de febrero de 2020

ENVÍO A LOS DISCÍPULOS DE DOS EN DOS


Envío a los discípulos de dos en dos
¿Cómo vivo yo y cómo transmito hoy el mensaje de Jesús en un mundo que se ha olvidado de Él?


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |




1 Reyes 2,1-4.10-12: “Yo ya me voy por el camino de todos los mortales. Ten valor, Salomón, y sé todo un hombre”

Salmo: 1Cr 29,10-12 : “Bendito seas, Señor, Dios nuestro”

San Marcos 6,7-13: “Envío a los discípulos de dos en dos”


Uno de los temas más importantes que nos narran los evangelistas, es el envío de los discípulos que los convierte en misioneros y portadores de la Buena Nueva. Hoy San Marcos nos recuerda las normas y las indicaciones que Jesús da a quienes serán sus enviados. Los enviados no llevarán consigo más que lo indispensable y contarán con la generosidad de aquellos que reciban el mensaje. Se les capacita y se les autoriza para que usen el mismo poder de Jesús.

Nos parecería a nosotros que les pide que no lleven nada pero es la reducción de la vida a lo esencial, apoyada en una absoluta confianza en el Señor, principal condición para estar al servicio de la Palabra. Quizás estas palabras nos cuestionen a nosotros, no solamente a los sacerdotes y religiosas, sino también a toda persona. ¿Qué necesito realmente para hacer el camino de la vida? De repente los medios de comunicación nos han atiborrado de necesidades superfluas que nos causan tristeza no tenerlas, y olvidamos lo esencial que debería haber en nuestras vidas, en nuestras familias y en la sociedad. Recordar cómo envía Jesús a sus discípulos nos debe llevar también a nosotros a precisar cuáles son nuestras prioridades y qué vamos cargando por el camino.

El final del pequeño pasaje nos muestra a los discípulos predicando el arrepentimiento, expulsando demonios, ungiendo y curando a los enfermos. La vida en su sencillez pero también en su plenitud. La tarea del discípulo que confía en el Señor. Parecería que los discípulos no llevan nada y sin embargo son capaces de compadecerse de los enfermos y de expulsar a los demonios. Si queremos dar testimonio de Jesús en nuestros días tendremos que regresar a la sencillez, generosidad y entrega de los primeros enviados. ¿Cómo vivo yo y cómo transmito hoy el mensaje de Jesús en un mundo que se ha olvidado de Él?

miércoles, 22 de enero de 2020

POR LA VOCACIÓN

Congregación Religiosa Oblatos de San José - Provincia del Perú
Foto: San José Marello "Un Santo para Nuestro Tiempo"
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Por la propia vocación



La vida del cristiano reclama ser vivida como “vocación”, como respuesta a un llamado. A todos, Jesús dice: ¡Sígueme! El cristiano es un llamado a seguir a Cristo, a compartir su estilo de vida y su misión en favor de los hombres. Cada uno, en el “jardín donde Dios lo plantó”: casado, soltero o célibe. Aquí tienes una oración para conocer la propia vocación:

Señor, dígnate mostrarme el camino que debo elegir y seguir para servir a mis hermanos y glorificarte. Haz mi corazón en todo momento disponible a tu llamado, y mi voluntad siempre pronta a dar lugar a tu voluntad. Si me quieres totalmente dedicado a tu servicio, en la vida sacerdotal, religiosa o misionera, haz Señor que yo sea en verdad otro Cristo en medio de los demás. Quiero responder con generosidad a tu llamado; cualquiera que él fuere, quiero hacer tu voluntad. Ayúdame, Señor, a conservar el ideal de mi juventud. María, Madre de Jesús y Madre mía, enséñame a descubrir la voluntad de Dios y dame fuerzas para seguirla. Amén.

También hoy, en medio de una cultura que no favorece la responsabilidad y el compromiso, Jesús sigue llamando: ¡Sígueme! Y hay jóvenes —y no tan jóvenes— que, con generosidad, dejan la carrera, los sueños juveniles y a veces, incluso, las novias o los novios…y siguen a Cristo para ponerse a su servicio a “tiempo y corazón” completos.



* Enviado por el P. Natalio

martes, 22 de octubre de 2019

JUAN PABLO II Y LA VOCACIONES


Juan Pablo II y las vocaciones



«Vale la pena dedicarse a la causa de Cristo, que quiere corazones valientes y decididos. Vale la pena dedicarse a ayudar al hombre en el camino hacia la eternidad. Vale la pena hacer la opción por un ideal que proporciona grandes alegrías, aunque exija no pocos sacrificios». Juan Pablo II, (México, 30-1-1979).  Del mismo Papa es esta oración:

Señor Jesús, te pedimos por los muchachos y chicas que invitas a seguirte de cerca; haz que sean capaces de desapegarse de las cosas de este mundo y abran su corazón a la voz que los llama.; que sientan el coraje de dedicarse por toda la vida, con un corazón no dividido, a ti y a la Iglesia; que crean que la gracia les dará la fuerza para tal donación y vean la belleza y la grandeza de la vida sacerdotal, religiosa y misionera. Haz, Señor, que los jóvenes sepan acoger con coherente aplicación las exigencias del llamado para el sacerdocio y para las otras formas de vida consagrada; bendícelos con la misericordia infinita de tu corazón. Amén.

La vocación es una llamada que Dios hace a quien él quiere, y que exige una gran renuncia de sí mismo para poder amar a todos. Es un servicio, es un testimonio, es amor. Es en definitiva, una llamada a vivir plenamente la gracia bautismal. Es vivir un riesgo absurdo a los ojos de los hombres, pero maravilloso a la luz de la fe.


* Enviado por el P. Natalio

sábado, 20 de julio de 2019

UNA VOCACIÓN QUE PUEDE SER LA DE TU HIJO


Una vocación que puede ser la de tu hijo
La vocación sacerdotal, un llamado al diálogo con Cristo que debe ser apoyado con amor por la familia


Por: Card. Juan Sandoval Iñiguez | Fuente: 27 de marzo de 2001 




El seminario es la institución más importante de una diócesis. Es el corazón de la diócesis, es la niña de los ojos del obispo, porque en el seminario está la esperanza. Las comunidades cristianas crecerán si hay pastores y si los pastores son santos, según el corazón de Dios. Sin sacerdotes no hay Eucaristía, no hay el perdón de los pecados por el sacramento de la reconciliación y no hay organización estable y permanente de la Iglesia.

El seminario es una obra mucho muy importante. A nosotros, los obispos, se nos ha dicho, una y otra vez, que debemos cuidar más que todo en la diócesis el seminario. El obispo debe ser un padre cercano, un amigo de los formadores que los alienta en su trabajo, alguien que está dispuesto a sacrificarlo todo por el bien del seminario. Se nos pide a los obispos que nos dediquemos a la formación de los futuros sacerdotes, a los mejores sacerdotes, que tal vez podrían hacer mucho fruto en otros campos del apostolado de la Iglesia. Pero deben ir al seminario aquellos sacerdotes más virtuosos y capacitados para llevar adelante la obra de la formación sacerdotal.


Quisiera decir una palabra a los formadores, una palabra de comprensión y de aliento y de cariño de parte de sus obispos, interpretando, yo que fui formador y que ahora soy obispo, los sentimientos que ellos pueden tener. El trabajo de los formadores en el seminario es un trabajo valiosísimo para la Iglesia de Dios. Es un trabajo eminentemente pastoral, porque se trata de formar a los pastores del pueblo de Dios. Es un trabajo que tiene prioridad y que requiere que los formadores en el seminario se dediquen a tiempo completo, con todo su corazón, con todo su amor y con todo su entusiasmo, dentro, no fuera del seminario, a acompañar a los alumnos, para conocerlos uno por uno, como el Buen Pastor conoce a sus ovejas y para poder dar el día que se requiera un testimonio fundado, objetivo, seguro, de su idoneidad.

Quisiera decirles a los formadores que sientan que nuestro Señor Dios los ha llamado a un trabajo excepcionalmente importante, que tal vez no tenga muchas compensaciones humanas, como las puede tener el ministerio en las parroquias, pero que es de primera importancia para la diócesis y para la edificación del Reino de Dios. Que estén de corazón en el seminario, que se dediquen a la formación de los alumnos en la ciencia y en la virtud y que todo esto sea acompañado con el buen ejemplo.

Los sacerdotes en el seminario tendrán eficacia en su formación, labor de formadores, si a la formación acompañan el ejemplo de su vida.

A ustedes, queridos alumnos, quisiera decirles aquí, delante del pueblo de Dios, que se entreguen a Nuestro Señor Jesucristo, que hagan con El un compromiso personal, o como dice el Papa en su Carta a la Iglesia en América, hagan el encuentro personal y vivo con Jesucristo, el Señor. El es el que los ha llamado a trabajar en su viña, El los ha distinguido a ustedes con una vocación que tiene, como ya saben, raíces eternas. Desde que Dios es Dios, pensó en ustedes y pensó invitarlos a trabajar en la viña.

Es el Señor quien nos ha elegido y con El tenemos un compromiso de respuesta generosa. En el seminario no se trata de pasar años. Esos se pasan fácilmente. La vida nos va empujando. Se trata de formarse, es decir, de adelantar en la configuración con Jesucristo nuestro Señor, Buen Pastor. Y de copiar en nuestras vidas las actitudes, los sentimientos, las virtudes de Nuestro Señor Jesucristo, la obediencia al Padre Celestial, para poder decirle en todo momento al Padre Dios que se haga su voluntad en nuestras vidas, la humildad, que reconoce los defectos propios y pide la Gracia de Dios para la obra que los encomienda, la caridad ardiente al pueblo de Dios para servirlo y la laboriosidad y el olvido de sí mismo en el trabajo apostólico.

Decídanse pronto a servir a Nuestro Señor Dios. No pasen los años del seminario en la indefinición. Los años de la indefinición son años perdidos, porque no se entregan a Cristo, ni copian en El ni en ustedes las virtudes del Señor. Mantengan todos los días de la vida el diálogo de la vocación, porque la vocación es un diálogo permanente con Cristo nuestro Señor. El que los llamó los trajo de su casa a través de su piadosa madre, del catequista, de la catequista, del maestro, los llamó y ustedes le dijeron que sí. Y ahora que están en el seminario, el diálogo de la vocación sigue adelante, el Señor los llama todos los días al amor, a la entrega, a la generosidad, y ustedes le van respondiendo y mientras más le responden, más les llama Dios. Y cuando dejan de responderle y se hace costumbre no responderle al Señor, en las cosas pequeñas y ordinarias de todos los días, el Señor va silenciando y apagando su voz, hasta que un día puede darse que el Señor deje de llamar y deje que el hombre se aparte de El y frustre su destino. Si el Señor los llamó a su servicio, esa es su felicidad, esa es su realización, ese es su destino: servir al Señor con íntegra vida y con íntegro corazón y tiempo, consagrados para el Señor.

Es muy importante también que el pueblo de Dios sepa apreciar debidamente el Sacerdocio de Cristo y la vida consagrada, que lo sepan apreciar.

Y esto lo digo por una experiencia de muchos años, donde al contacto con los seminaristas me di cuenta de las distintas actitudes de las familias. Hay en las familias cristianas de nuestro México actitudes muy diversas con respecto a la vocación. Hay quienes estiman mucho tener un hijo, un hermano, un pariente sacerdote. Lo quieren de corazón, lo desean, y lo piden a Dios y apoyan y ayudan. Hay familias indiferentes, que les da lo mismo si hay un sacerdote en su familia o si no los hay. Y hay familias que se dicen cristianas, pero se oponen a la vocación de sus hijos, porque llamándose familias cristianas tienen vidas puramente temporales, o sea, que no ven más allá hacia la eternidad ni hacia la voluntad de Dios y lo único que piensan es en este mundo y en que su hijo consiga una carrera y un título, en el cual pueda hacerse rico. Y en términos así, sencillos y ordinarios, le dicen al hijo: "¿Para qué te metes de cura? Ahí no vas a ganar nada". Todo el interés está en la ventaja temporal en este mundo. Eso no es ser creyente, eso no es ser cristiano. Y hay familias que se oponen cerradamente a la vocación de sus hijos. Si va a ser seminarista, le dicen: "conmigo no cuentes". Y si va a ser monja, la desconocen y la apartan del afecto y del trato de la familia, porque no les interesa aquello, olvidándose de que los hijos no son propiedad de la familia. El dueño es el Señor. El destino de los hijos en definitiva lo fija el Señor Dios Todopoderoso. El es el que fija el destino y el que da la vocación, y la familia debe, cuando es creyente y temerosa de Dios, tratar de conocer la voluntad de Dios y secundarla amorosamente.

La vocación es un don de Dios y hay que creer, si deveras tenemos fe, que el Señor tiene un destino para cada quien, una vocación para cada uno y la puede tener para sus hijos. Y cuando se manifiesta el designio de Dios sobre alguno de tu familia, no te opongas, porque te vas a enfrentar con el juicio del Señor. ¿Cómo puede ser católico y cristiano uno que contradice la vocación de sus hijos? Y ustedes, familias cristianas, sepan que la vocación viene de Dios, viene por caminos muy ordinarios. Eternamente Dios escogió a alguien y en el tiempo lo llama y se vale de cualquier cosa para llamar: de una buena madre, de un buen catequista, de un buen maestro, de un buen sacerdote, etcétera, se vale el Señor para llamar. Pero siempre la llamada es del Señor.


Texto parcial de la homilía que pronunciada por el Cardenal Juan Sandoval Iñiguez, arzobispo de Guadalajara, durante la misa de clausura por la celebración del 250 aniversario de la fundación del Seminario Conciliar de Yucatán.

domingo, 15 de julio de 2018

JESÚS ME NECESITA


Jesús me necesita
Ser Luz Brillante de Jesús es la misión de cada cristiano


Por: Madre Angélica | Fuente: www.ewtn.com 




Cada cristiano es una “carta de Cristo al mundo”, “escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo”, “escrita, no sobre tablas de piedra, sino en los corazones vivos.” (2 Cor, 3, 2-3) Cada persona discapacitada, tullida, minusválida, deforme, o quizás senil, que ha sido bautizada, es una central eléctrica para el bien, gracias a la gracia de Dios en el alma, en un mundo perverso. Esa persona no necesita entender o ser capaz de explicar tal gracia. Es suficiente con que la posea y su presencia en el mundo hace que éste sea mejor y todos los que lo habitan también solo por el hecho de haber nacido, aunque tenga solo una poca capacidad de comunicación con aquel mundo, ya que él es una nave que porta la luz de Dios en un mundo oscuro.

Los ancianos y los que están solos, cuyas vidas son consideradas inútiles porque no pueden producir según el máximo de sus capacidades, son verdaderos dínamos de energía espiritual cuando sus almas poseen la presencia de la Trinidad por la gracia; sus mentes poseen la sabiduría que viene de la experiencia y sus espíritus poseen la serenidad de los que han luchado el buen combate y esperan con alegría la llamada del Maestro.

No hay barreras para el cristiano que trabaja junto con Cristo, su líder, para el bien de todos. Cada uno es parte importante y preciosa del todo. Ricos y pobres, enfermos y sanos, jóvenes y viejos, analfabetos y genios, todos trabajan juntos en presencia de Dios que mora en cada uno como en un Templo vivo.

Jesús los necesita a todos, mientras unos construyen enseñando, algunos enmiendan con el arrepentimiento, otros con el sufrimiento, y otros animan por medio de su alegría, algunos guían por medio del ministerio, y otros ocupándose de los demás, algunos trabajando y otros por medio del cariño. Cualquier que sea su parte, ese cristiano es luz, una antorcha y una parte integral del Cuerpo Místico de Cristo.

Ningún cristiano puede sentirse inútil o solo. Él no busca ni aplausos ni valoración. La realización personal de poder llevar en su propia alma la Divina Presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo le hace un instrumento poderoso para la salvación del mundo. Cada cristiano es una central eléctrica de gracia que extiende su mano y toca al vecino por medio del ejemplo y la oración. Es poderoso no importa donde esté o que haga, porque el poder que posee no le viene de él mismo, sino del Poder de Aquél que habita en él y en quien todos “vivimos, nos movemos y existimos”.

Somos parte del Cuerpo de Cristo sobre la tierra y todo lo que hacemos y somos tiene consecuencias sobre Él.

Un corazón quebrado llena el Cuerpo de una soledad palpitante. Una sonrisa lo hace feliz. Una alegría lo hace emocionarse y un dolor lo hace gritar.
El pecado lo hace retroceder hacia las contorsiones del rechazo y la santidad lo construye con un vigor renovado. La gracia es su sangre vivificante, que constantemente renueva sus células muertas revivificando los miembros sanos. La Cabeza del Cuerpo es Cristo y a cada uno de nosotros nos ha dado una función que cumplir, un papel que actuar y una trinchera que defender.

Cada uno de nosotros es vital para el funcionamiento apropiado del cuerpo entero y aunque nuestro deber particular permanezca oculto o inadvertido, el Cuerpo entero sufriría sin nosotros.

Necesitamos a Jesús, pero Él también nos necesita. No nos necesita porque podamos agregar algo a su obra, ya que Él es Infinito en todas sus perfecciones, nos necesita porque así lo quiere; quiere que cooperemos con Él para la salvación del mundo. A través de nuestro prójimo, Él extiende la mano y nos dice “te necesito…
Necesito tus palabras de consuelo en mi dolor, tu seguridad cuando estoy enfermo, tu esperanza cuando estoy desalentado y tu amor cuando el mundo es frío, porque aquello que hagan a uno de estos pequeños, a Mí me lo hacen”.

San Pablo se postra en tierra cuando oye la voz del Señor que le dice: “Saúl, Saúl, ¿Por qué me persigues?” (Hch 9, 4)


“¿Quién eres Tú?” Pablo contesta. Sí, sabía que la voz que lo había echado del caballo era la voz de Dios, pero el Dios que Pablo conocía era solo uno, Creador del Universo, Creador y Señor de los hombres, a quien había que obedecer y temer.

Pablo estaba confundido. “¿Señor?” Le contestó, y luego Pablo tuvo su primer encuentro con Dios hecho hombre, con Jesús, la Segunda Persona de la Trinidad. Su concepto de Dios habría de cambiar, Había sido creado para entender que Dios vivía en su prójimo, pronto sería consciente de esa presencia al ser bautizado por Ananías y en el momento en que el Espíritu Santo se derramó en su alma con gracia y luz. “Yo le mostraré”, le dijo Jesús a Ananías, “cuánto tendrá que sufrir por mi nombre”.

Y lo mismo pasó con Pedro. Jesús le dijo después de la Resurrección: “Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas” (Jn 21, 17). Jesús necesitaba de Pedro y de los demás apóstoles para edificar los cimientos de un nuevo estilo de vida, una vida totalmente entregada a Dios, una vida de alegría y sacrificio, una vida de amor por el prójimo.

Jesús necesitó su martirio para que atestiguaran por El el poder de su Nombre. Les dio el poder de curar para revelar su preocupación por los enfermos. Les dio el poder de expulsar demonios para compartir su compasión con los pobres pecadores. Les dio el poder de soportar el dolor y alegrarse con él de modo que pudieran dar esperanza a otros.

Jesús necesitó a estos hombres en cada faceta de sus vidas para que lo ayudaran a salvar al mundo. Jesús nos redimió por su vida, por su sufrimiento y por su muerte. Necesitó de estos hombres y de muchos más para que lo siguieran enseñando, proclamando, sosteniendo y dando alegría.

Jesús necesitó a Juan, lo necesitó para que se hiciera cargo de su Madre cuando el tiempo de su regreso al Padre había llegado. “Viendo a su Madre y al discípulo que amaba, dijo Jesús a su Madre: “Mujer, éste es tu hijo, y dijo al discípulo: ésta es tu madre, y desde aquel momento, el discípulo hizo un lugar para ella en su casa.” (Jn 19, 26-27)
Jesús necesitó a María, de cuyo Cuerpo Inmaculado tomó su Humanidad. Necesitó a José, fuerte y apacible para protegerlo a él y a su madre durante su estancia terrena.

Jesús los necesitó a todos porque el Amor extiende su mano hacia el compañerismo, no para recibir, sino para dar, no para crecer en algo, sino porque quiere que experimentemos la alegría de ser serviciales y de estar unidos a Dios que es amable y bueno.


Jesús Necesita mi servicio

Dios creó nos creo a cada uno con un objetivo definido en su mente infinita. Aunque siempre tenga una visión panorámica de nuestras vidas enteras, este conocimiento no le impide buscar nuestra voluntad y nuestros corazones.

Cuando nuestro prójimo nos necesita, es porque tenemos algo para darle que él no posee. Lo que tenemos para darle puede no ser tangible, pero igual podremos saciar alguna de sus necesidades.

Con Dios esto es diferente. Todo lo que tenemos en el cuerpo, el alma, talentos y bienes, son un regalo suyo. Lo que le damos a Él en estas dimensiones no es un regalo en absoluto ya que desde ya nosotros le pertenecemos.

Se hace necesario para nosotros dar a nuestro prójimo aquellas cosas que no le podemos dar a Dios, de la misma manera que Dios nos da sus dones a nosotros. Debemos darlos gratuitamente y desinteresadamente, no porque nuestro vecino merezca estas ventajas, sino únicamente porque queremos imitar al Padre.

Sea que nuestro servicio sea tangible, alimento o ropa, o intangible como el amor, la oración, la compasión y la paciencia, tenemos que servir a nuestro prójimo en aquello que no podemos servir a Dios. Es por eso que Jesús nos dirá en el último día. “Yo os digo que todo lo que hiciste al más pequeño de mis hermanos, me lo hiciste a mí. (Mt 25, 40).


Jesús Necesita mi debilidad

“Todo aquél que no cargue su Cruz y me siga no puede ser mi discípulo” (Lc 14, 27) Duras palabras para un Salvador, un Redentor, que debía de liberarnos del mal.

La Cruz era un escándalo entonces y lo sigue siendo hoy. Sin embargo, debemos entender que no es tanto un escándalo como un misterio, un misterio que nunca comprenderemos en esta vida. No entendemos el amor desinteresado, aquel amor que no quiere nada más que parecerse al Amado, que busca unirse a él con la mente, el corazón, amor que dice “No temáis, yo también he tenido dolor, persecución, sufrimiento, pobreza y hambre. Mirad, yo les muestro como perseverar, yo les muestro como rezar, como perdonar, como amar, como estar en paz, como conformarse con el Plan del Padre sin importar dificultad alguna”.

Él se desprendió de sí para que nosotros pudiéramos estar llenos, llenos no por nuestra conveniencia sino por el bien del prójimo. Nos enseñó a aceptar la indiferencia desde su infancia. Nos mostró como aceptar la soledad durante su vida oculta. Nos mostró como aceptar el éxito por su actitud ante la gente que lo proclamaba Rey. Nos mostró como aceptar la voluntad de Dios en la Agonía en el Huerto, nos mostró cómo aceptar el dolor, los insultos, y la muerte, una muerte de Cruz.

Todo fue un signo de amor por el Padre y por nosotros, y todo debe ser también lo que nosotros testimoniemos al mundo. “Alégrense cuando os persigan”, nos dijo. Una y otra vez nos dijo que no temiéramos porque Él había conquistado el mundo. Él lo conquistó no cambiándolo, sino cambiando a los hombres que vivían en él.

Él lo dejó todo por nosotros, y quiere que sus discípulos hagan lo mismo. Vivir la privación fue parte de su testimonio ante el mundo y debe ser parte también del nuestro. Él instruyó a quienes lo seguían a no llevar nada para el camino salvo un bastón; ni pan, ni bolso, ni túnica, ni monedas para su bolsa. Debían usar sandalias pero al mismo los advirtió diciéndoles “no lleven túnica de repuesto”. (Mc 6, 8-9).

Nuestro testimonio no debe ser sano, rico y sabio, pero si debe ser el de aceptar todo lo que la Providencia pone en nuestro camino con alegría de corazón y paz en la mente: salud o enfermedad, pobreza o riqueza, éxito o fracaso. Nuestro testimonio debe ser realmente libre mentalmente, sin resentimientos; libre en el corazón, sin accesorios que nos puedan obstaculizar; libre en el cuerpo, que vive el autocontrol; y libre en el espíritu, siempre buscando la unión con Dios, su honor y su gloria.


Jesús necesita mi amor

Su deseo de que seamos “completamente como Él” tiene un toque de urgencia, es un deseo ardiente de que lo amemos tanto como Él nos ama. Cuando dos personas se aman el uno al otro, ese mismo amor demuestra al mundo que se pertenecen el uno al otro. Ese amor prueba que algunas personas en nuestras vidas son nuestros amigos y la falta de ese amor demuestra que otros son simples conocidos e incluso enemigos.

El amor demuestra su poder derritiendo los corazones helados, dando seguridad, cambiando las personalidades, inculcando la alegría y provocando un sentimiento de bienestar que nada más puede causar.

El amor demuestra que podemos cuidar de otros incluso sacrificándonos por ellos, el amor necesita probarse a sí mismo que ama, se esfuerza por probarle al otro cuan intenso es y es ingenioso en su modo de suministrar aquella prueba.

Las pruebas que vienen del amor verdadero permanecen ocultas y pasan inadvertidas para aquél que ama. Y la razón de esto es que aquél que ama a Dios intensamente y continúa amándolo siempre está tan ocupado amando que no se da cuenta del testimonio que da, ese testimonio es el fruto de aquel profundo amor, no su causa.

Jesús nos transforma en hermosas imágenes suyas por el poder del Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones.


Jesús me necesita

Todo lo que Jesús quiere de nosotros exige que confiemos en Él.

Las Bienaventuranzas son ocho escaños para confiar, porque demanda mucha confianza creer y vivir según el principio de que los pobres poseerán el Reino y de que los perseguidos estarán alegres.

Demanda mucha confianza comprender que, cuando todo parece desmoronarse, de algún modo todos los pedazos rotos están en Sus manos y Él volverá a unirlos.

Demanda mucha confianza ver el sufrimiento y comprender que Dios está educando a aquellos que ama y que el mismo Jesús sufre en ellos.

Demanda mucha confianza rezar fuerte y largo y no recibir la respuesta que uno quisiera.

Demanda mucha confianza pensar que Dios se valdrá de nuestras debilidades para nuestro bien mientras hagamos un sincero esfuerzo por vencerlas.

Demanda mucha confianza comprender que la muerte de alguien querido ocurre en el mejor momento de su vida.

Demanda mucha confianza abandonar a todos y todo en las manos de Dios sin preocuparnos.

Necesitamos confiar en Él en todo momento y toda nuestra vida, y esa confianza brillara como los rayos del sol, tocando a todos los que encontremos en el camino.

La confianza que Jesús demanda de sus seguidores parece imposible y este hecho demuestra que sólo Dios exigiría una confianza heroica.

Él nos pidió no preocuparnos por el mañana y cuando nuestro prójimo ve ese testimonio en nosotros, su corazón se eleva.

Él nos pidió saltar de alegría cuando somos perseguidos, porque cuando lo hacemos, le mostramos a los demás que hay un mundo mejor más allá de este, un mundo en donde descansa nuestro verdadero tesoro.

Él nos pidió cumplir la voluntad del Padre con absoluta confianza en la Sabiduría de aquél plan, y el ver esta clase de confianza es una experiencia suficientemente poderosa como para fortalecer a nuestros hermanos en las circunstancias más difíciles.

Él nos pidió ser mansos y humildes de corazón para que encontremos descanso para nuestras almas; la serenidad, que es el fruto del señorío de uno mismo se vuelve la envidia del mundo.

Cada cristiano es importante, importante para Dios, para el mundo y para el Reino.


Luz Brillante de Jesús

Ser Luz Brillante de Jesús es la misión de cada cristiano. Como el brillo de una estrella en medio de una noche oscura, así el cristiano debe dar luz y esperanza y levantar los corazones y las mentes de todo el mundo hacia el Amor y la Misericordia de Dios que es Padre y Señor.

El esfuerzo constante del cristiano por hacerse una réplica exacta de Jesús es motivo de esperanza para el prójimo, lo llena con la convicción profunda de que existe una realidad invisible lo suficientemente fuerte como para vencer cualquier tentación, como para sobreponerse a cualquier indignidad, soportar todas las cruces y mantener el gozo no importa lo que pueda suceder.

Jesús necesita que aquella imagen, aquel cristiano, lo ayude a irradiar su poder y su Persona al mundo. Pablo lo dice hermosamente, “Dios nos hace, en Cristo, compañeros en su triunfo, y a través de nosotros expande su conocimiento como un dulce aroma en todo lugar” (2 Cor 2, 14) “Somos incienso de Cristo para Dios… Son una carta de Cristo, escrita con el Espíritu de Dios vivo.” “Somos embajadores de Cristo; como si Dios hablara por medio de nosotros”.(2 Cor 5, 21).

Debemos irradiar a Jesús y los rayos de aquella luz brillarán en los confines de la tierra, sobre cada nación y sus gentes, porque trabajamos junto con Jesús para la salvación de la humanidad.

“Os he amado con un amor eterno” (Jer 31, 3).
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