domingo, 24 de noviembre de 2019

FELICIDAD EN EL CORAZÓN


Felicidad del corazón



“No profieran palabras inconvenientes; al contrario, que sus palabras sean siempre buenas, para que resulten edificantes cuando sea necesario y hagan bien a aquellos que las escuchan” (Efesios 4, 29). San Francisco de Sales escribió: “El trato cortés y delicado es la crema de la caridad”. Que este mensaje oriente cada día tu conducta.

Nunca la dicha y la maldad se vieron juntas. El daño que causemos a los demás se volverá contra nosotros. Fíjate en lo que te ocurre cuando, por ejemplo, lastimas a un compañero con una frase grosera. Al poco rato reflexionarás en lo que dijiste; comprenderás que has procedido mal; preferirías haberte expresado de otro modo. Sólo tienes un medio para librarte de la pena: buscar a la persona que has ofendido y pedirle disculpa por tus palabras. Mayor será tu amargura si empleas la violencia contra alguien. Te dolerá más a ti, pues te dolerá en el alma. Te durará más el sufrimiento, porque la conciencia te recordará tu crueldad por meses y años. Ser bueno es la primera condición para sentirte feliz.

La buena convivencia comienza por el respeto. Respetas a una persona cuando la tienes por lo que es: un ser humano con toda su dignidad. Una forma distinguida de respeto es el trato cortés y urbano. Las reglas fundamentales de la cortesía son bien simples: alabar lo bueno de los otros, suprimir los reproches, dar importancia a los demás y prestarles atención.



* Enviado por el P. Natalio

ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO - SOLEMNIDAD DE CRISTO REY 2019


“Estarás conmigo en el paraíso”



Al término del año litúrgico, el Evangelio nos propone una escena sacada de la Pasión según san Lucas: Jesús muere en la cruz. He aquí al Rey universal que ha aceptado libremente el castigo más cruel que el hombre pueda imaginar. Mientras que la crueldad disloca sus huesos y desgarra su carne asesinada, Cristo Rey cumple con toda lucidez su misión de Salvador.

El contraste entre él y el rey David no puede estar más marcado. Mientras que este último tomó el poder político y militar en todo su pueblo, Jesús, solo, suspendido en la cruz, muere con los pobres, los pecadores y los marginados. No tiene en nada el esplendor de Luis XIV. Sin embargo, una inscripción impuesta por Pilato, en un gesto de desprecio altanero no hace nada más que subrayar su título de Rey.

¿Cuál es esta realeza? Cristo es eternamente vencedor, pero su victoria se realiza con el don de su propia vida. Observemos que el verbo “salvar” aparece cuatro veces en el curso de la narración. Es la esencia de nuestra fe: Cristo ha derramado su sangre, ha muerto crucificado para la salvación del mundo.

Contemplamos este misterio cuando una voz viene a romper el silencio: un crucificado no creyente, retorcido por el dolor, añade su desprecio a las vejaciones de los soldados y a sus jefes. Expresa el rechazo de una sección de la humanidad. El que no ha comprendido nada, ironiza: “Sálvate a ti mismo, y con nosotros!”

Del otro lado, otro crucificado, también dolorido y con tanta rabia como él, proclama la evidencia de la salvación de Dios. Le replica en nombre de una multitud de discípulos: “Para nosotros, es justo. Pero él no ha hecho nada malo.”

Formula la oración que le gusta decir a todo peregrino que va a Jerusalén a los pies de la cruz: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a inaugurar tu Reino.” Aquí, el Rey soberano ejerce sus plenos poderes: “Que así sea!” Le da la paz con Dios, con nosotros mismos y entre nosotros, y con el universo. Abre finalmente la puerta de la asamblea de los elegidos de Dios, en su paraíso.



Padre Felipe Santos S.D.B.

EL MUNDO HA DE SABER QUE CRISTO ES REY


El mundo ha de saber que Cristo es el Rey
Hoy festejamos a Cristo Rey


Por: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net




Último Domingo de Calendario Litúrgico, dedicado a celebrar la festividad de Jesucristo Rey.

Instituida por la Iglesia precisamente en los tiempos de la democracia, para demostrar que la soberanía de Jesucristo no tiene condicionamientos humanos, ni es Jesucristo un Jefe elegido por votación popular, ni va a ser un día echado de su trono o suplantado por otro rival que le venga a privar de sus derechos.

Empezamos por escuchar al mismo Jesús, que reivindica su condición real ante una autoridad civil, la cual le puede hacer pagar caro su atrevimiento de proclamarse Rey.

Condenado ya como blasfemo por la Asamblea del pueblo judío, Jesús es llevado al tribunal de Roma, que no se va a meter en cuestiones religiosas sino en asuntos civiles.

Y empieza Pilato por la pregunta clave:
- ¿Tú eres el rey de los judíos?
Jesús sabe muy bien que esto no lo puede decir Pilato por cuenta suya, sino por otros que se los han ido a contar para prevenirlo en contra del acusado. Así que Jesús le pregunta a su vez:
- ¿Lo dices esto por ti mismo, o porque otros te lo han dicho de mí?
Pilato se molesta un poco, aunque le muestra a Jesús respeto y temor:
- ¿Acaso yo soy judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
Jesús le contesta, porque la pregunta es sincera, y, además, se la hace la autoridad:
- Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mis vasallos hubiesen luchado por mí, para no ser entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí abajo.
Hay mucha dignidad en estas palabras de Jesús, de modo que Pilato, pagano y que nada sabe de la religión judía, sospecha algo misterioso. Por eso vuelve a la primera pregunta, haciéndosela más concreta:
- Entonces, ¿tú eres rey?
Jesús sigue el diálogo con Pilato en un plano de mucha seriedad y sinceridad:
- Sí; yo soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Quien es de la verdad, escucha mi palabra.
Pilato no entiende. Pero se da cuenta de que tiene delante de sí a una persona muy especial. De ahí sus esfuerzos por salvarlo de las iras y del griterío que le viene de la calle, azuzada como está la gente por los jefes del pueblo. Su pecado, como le insinuará después el mismo Jesús, es estar haciendo caso a los enemigos personales de este reo en vez de atender los gritos de su conciencia. Jesús le deja como palabra última a Pilato esta confesión:
- Yo soy rey. Aunque mi reino no es de este mundo.
Y Pilato, que quede tranquilo... Jesús no causará ningún problema a los romanos, desde el momento que le asegura que su reino no es político sino espiritual, no de este mundo sino del otro...

Juan escribe su Evangelio para los cristianos, y más que narrar con taquigrafía el dialogo de Jesús con Pilato, quiere hacer ver que aquella calumnia lanzada contra Jesús --de que había sido condenado por revoltoso contra Roma--, carecía de todo fundamento.

La Iglesia de nuestros días ha reflexionado mucho sobre este hecho de la realeza de Jesucristo. Y ha mantenido y mantiene una fiesta que para muchos es inoportuna.

El mundo -que se aleja de Dios con un laicismo y una secularización tan peligrosos, ha de saber que por encima de los acontecimientos humanos y sobre los gustos de la sociedad hay un Rey que reivindica los derechos de Dios.

Ese mundo debe rendirse a Dios, y Jesucristo se proclama Rey para ser el primer testigo de la verdad.

A su Iglesia la constituye signo visible de esta autoridad que Él mantiene sobre el Reino de Dios en el mundo, y le encarga transformar las estructuras sociales de un modo conforme con el querer de Dios.

Jesucristo es Rey, y por eso hace de nosotros los cristianos un pueblo real, libre de toda esclavitud.

En particular nosotros los seglares --instruidos por el Concilio--, sabemos que participamos de la realeza de Jesucristo; somos reconocidos como encargados de promocionar a la persona humana; y se nos encarga meter el Evangelio en la sociedad como el fermento en la masa, llenando del espíritu de Jesucristo todas las realidades sociales, ya que estamos metidos dentro de todas las vicisitudes del pueblo.

Esta nuestra vocación dentro del Pueblo de Dios es un testimonio de la realeza de Cristo.

Porque, si Jesucristo no fuera Rey y no tuviera el dominio y la soberanía sobre todos los hombres y sobre todas las cosas, ¿con qué derecho y autoridad, o con qué título legítimo, nos presentaríamos nosotros ante los demás para hacerles cambiar de opinión, para mudar sus estructuras y modos de ser, para transformar el mundo conforme a nuestro parecer y nuestros gustos?... Aunque este parecer y estos gustos no son nuestros --afortunadamente--, sino del mismo Jesucristo y de su Iglesia.
¡Jesucristo es Rey!

Lo proclamamos nosotros a los cuatro vientos con humildad gozosa.
Lo proclamaron con valentía ante las balas muchos mártires modernos.

Y esta fe que profesan nuestros labios, la queremos proclamar, sobre todo, con la fidelidad diaria a nuestros deberes cristianos.

EL PAPA FRANCISCO ADVIERTE EN HIROSHIMA: SEREMOS JUZGADOS POR EL USO DE ARMAS ATÓMICAS



El Papa advierte en Hiroshima: “Seremos juzgados por el uso de armas atómicas”
POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa



Ante la presencia de 20 supervivientes del ataque con la bomba atómica contra la ciudad de Hirsohima (Japón), el 6 de agosto de 1945 durante los últimos rugidos de la Segunda Guerra Mundial, el Papa Francisco lanzó una dura condena al desarrollo y empleo de las armas nucleares: “El uso de la energía atómica con fines de guerra es inmoral. Seremos juzgados por esto”.

“Con convicción, deseo reiterar que el uso de la energía atómica con fines de guerra es hoy más que nunca un crimen, no sólo contra el hombre y su dignidad sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común”, dijo el Santo Padre este domingo 24 de noviembre en el Memorial de la Paz de Hiroshima en su viaje apostólico a Japón.

Tras saludar una por una a las 20 víctimas supervivientes de la bomba atómica, y después de dejar un mensaje en el libro de honor del Memorial, el Pontífice rezó en silencio mientras una campana sonaba en memoria de las víctimas.

En el libro de honor dejó el siguiente mensaje: “He venido como peregrino de la paz para afligirme en solidaridad con todos los que han sufrido heridas y muerte en aquel terrible día para la historia y para esta tierra. Rezo para que el Dios de la vida convierta los corazones a la paz, la reconciliación y el amor fraterno”.

En su discurso, el Papa recordó con tristeza las primeras consecuencias dramáticas de la explosión de la bomba atómica que segó, en un instante, la vida de cientos de miles de personas inocentes: “Aquí, de tantos hombres y mujeres, de sus sueños y esperanzas, en medio de un resplandor de relámpago y fuego, no ha quedado más que sombra y silencio”.

“En apenas un instante”, subrayó, “todo fue devorado por un agujero negro de destrucción y muerte”.

A pesar de los años transcurridos desde aquel evento, el ataque contra Hiroshima y Nagasaki tuvo lugar los días 6 y 9 de agosto de 1945, Francisco aseguró que “todavía hoy se sigue escuchando fuerte el grito de los que ya no están”.

Definió la explosión atómica como “una hora tremenda que marcó para siempre, no sólo la historia de este país sino el rostro de la humanidad”.

El Papa quiso hacer memoria de todas las víctimas, y no sólo de los muertos, tanto por la acción directa de la explosión como los que fallecieron en los días, semanas, meses e incluso años posteriores como consecuencia de la radiación. Si no, que también tuvo palabras para los heridos y supervivientes.

Ellos “han soportado en sus cuerpos durante muchos años los sufrimientos más agudos y, en sus mentes, los gérmenes de la muerte que seguían consumiendo su energía vital”.

Además, llamó la atención sobre la contradicción que supone hablar de paz, afirmar que se trabaja por la paz, cuando al mismo tiempo se desarrollan nuevas y más mortíferas armas.

“¿Cómo podemos proponer la paz si frecuentamos la intimidación bélica nuclear como recurso legítimo para la resolución de los conflictos? Que este abismo de dolor evoque los límites que jamás se pueden atravesar. La verdadera paz sólo puede ser una paz desarmada”.

El Papa continuó: “No podemos permitir que las actuales y nuevas generaciones pierdan la memoria de lo acontecido, memoria que es garante y estímulo para construir un futuro más justo y más fraterno; recuerdo expansivo capaz de despertar las conciencias de todos los hombres y mujeres, especialmente de aquellos que hoy desempeñan un papel especial en el destino de las naciones; memoria viva que nos ayude a decir de generación en generación: ¡nunca más!”.

El Papa Francisco finalizó su discurso con una “súplica abierta a Dios y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, en nombre de todas las víctimas de los bombardeos y experimentos atómicos”: “¡Nunca más la guerra, nunca más el rugido de las armas, nunca más tanto sufrimiento!”.

¿QUÉ ES LA SOLEMNIDAD DE CRISTO REY?



JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO


Jesucristo, Rey del Universo.



Y ese Universo es nuestro corazón. Jesús, es un rey que ejerce su poder únicamente con la fuerza del amor, del perdón, de la humildad... del acompañamiento, porque no nos quiere abandonar.

 Él está allí, siempre esperándonos, para abrazarnos y decirnos que todo saldrá bien. Según este Mundo, para ser rey has de nacer bajo unas condiciones de recursos materiales y económicos suficientes, pero su reinado es diferente, nace de la debilidad que comparte con nosotros, de ser humano con sentimientos y afectos. 

Y al final del Año litúrgico, este evangelio (Lc 23, 35-43) nos invita a preguntarnos: ¿Cuál es la enseñanza de Cristo para mi vida?

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY DOMINGO 24 DE NOVIEMBRE DE 2019 - JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO, SOLEMNIDAD


Lecturas de hoy Domingo 34º del Tiempo Ordinario. Jesucristo Rey del Universo - Ciclo C
Hoy, domingo, 24 de noviembre de 2019


Primera lectura
Lectura del segundo libro de Samuel (5,1-3):

En aquellos días, todas las tribus de Israel se presentaron ante David en Hebron y le dijeron:
«Hueso tuyo y carne tuya somos. Desde hace tiempo, cuando Saúl reinaba sobre nosotros, eras tú el que dirigía las salidas y entradas de Israel. Por su parte, el Señor te ha dicho: “Tú pastorearás a mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel”».
Los ancianos de Israel vinieron a ver al rey en Hebrón. El rey hizo una alianza con ellos en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos le ungieron como rey de Israel.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 121,1-2.4-5

R/. Vamos alegres a la casa del Señor.

V/. Qué alegría cuando me dijeron:
¡«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.

V/. Allá suben las tribus, las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 
(1,12-20):

Hermanos:
Demos gracias a Dios Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen del Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque en él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles.
Tronos y Dominaciones,
Principados y Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo,
y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas,
las del cielo y las de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Palabra de Dios



Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (23,35-43):

En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo:
«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero:
«Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo».
Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Jesús le dijo:
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio de hoy domingo, 
24 de noviembre de 2019

Fernando Torres cmf


¿Jesús Rey? ¿Está usted seguro?

      La lectura del Evangelio que la Iglesia nos propone para este día nos deja un poco confusos. Es el último domingo del año y la liturgia lo dedica a Cristo Rey. La Iglesia quiere que le veamos en triunfo, como aquel en quien llegan a plenitud todas las cosas. Con él, el Reino de Dios dejará de ser un sueño para empezar a ser realidad plena. ¿Cómo es posible que el Evangelio nos presente a Jesús en la cruz? Los condenados a muerte no han triunfado nunca a lo largo de la historia. Como mucho han conseguido que algunos nostálgicos derramaran algunas lágrimas por ellos. Pero nada más. Los gobernantes de cualquier país saben que lo mejor que se puede hacer con la oposición es eliminarla.

      Pero el caso de Jesús es diferente. Da la impresión de que su reinado no es exactamente igual que los gobiernos y reinos de este mundo. Jesús es un hombre que, a punto de morir en la cruz, todavía despierta pasiones opuestas. Unos se ríen de él y otros afirman su inocencia. Más todavía. En el momento de la cruz el mismo Jesús es capaz de prometer el paraíso al hombre que está crucificado a su lado. 

      Es que su reino no es de este mundo. Su reino es el reinado de Dios que junta y recoge a todos sus hijos e hijas dispersos para convertirlos en una familia. En el reino de Dios no somos súbditos. Tampoco somos ciudadanos. Somos hijos. Absolutamente diferente. 

      Desde esa perspectiva entendemos mejor la plenitud a que se refiere la lectura de la carta a los Colosenses. Cuando ahí se afirma la superioridad de Jesús sobre todas las cosas y sobre todas las personas, cuando se nos dice que en él el Reino de Dios va a llegar a su plenitud, no significa que en su tiempo ese reino vaya a ser próspero económicamente. Tampoco significa que se vayan a hacer unas grandiosas obras y monumentos como acostumbran a hacer nuestros gobernantes para perpetuar su memoria. Ni siquiera que vaya a tener el mejor y más poderosos ejército del mundo. Ninguna de esas cosas. En un reino donde todos somos hermanos y Dios, el centro y origen de todo, es nuestro padre, la plenitud se verá al realizarse de verdad la fraternidad, la solidaridad y la justicia entre todos y todas. La plenitud llegará porque, como en una buena familia, todos pondremos nuestra confianza en el padre de quien procedemos y en quien encontramos el amor que nos hace falta para vivir y llegar a nuestra propia plenitud. Y todo eso sin fronteras, sin divisiones por razón de raza, cultura, religión o nacionalidad, porque toda la humanidad, junto con toda la creación, está llamada a participar de esa plenitud. Jesús es el rey de ese reino. Precisamente por eso murió en la cruz. Precisamente por eso, Dios, el Padre que ama la vida, lo resucitó y hoy mantenemos viva la esperanza del Reino. 



Para la reflexión

      ¿Estamos todos los que formamos nuestra comunidad al servicio unos de otros? ¿Nos esforzamos para que entre nosotros reinen la fraternidad, la solidaridad y la justicia? ¿Mantenemos la esperanza a pesar de las dificultades que nos encontramos en el camino? 

¡VIVA CRISTO REY!






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