jueves, 30 de septiembre de 2021

HOY ES JUEVES EUCARÍSTICO - ORACIÓN PARA UNA VISITA A JESÚS SACRAMENTADO


Oración para una visita a Jesús Sacramentado


¡Oh Jesús de mi alma, encanto único de mi corazón!, heme aquí postrado a tus plantas, arrepentido y confuso, como llegó el hijo pródigo a la casa de su padre. Cansado de todo, sólo a Ti quiero, sólo a Ti busco, sólo en Ti hallo mi bien. Tú, que fuiste en busca de la Samaritana; Tú, que me llamaste cuando huía de Ti, no me arrojarás de tu presencia ahora que te busco.

Señor, estoy triste, bien lo sabes, y nada me alegra; el mundo me parece un desierto. Me hallo en oscuridad, turbado y lleno de temor e inquietudes...; te busco y no te encuentro, te llamo y no respondes, te adoro, clamo a Ti y se acrecienta mi dolor. ¿Dónde estás, Señor, dónde, pues no gusto las dulzuras de tu presencia, de tu amor?

Pero no me cansaré, ni el desaliento cambiará el afecto que me impulsa hacia Ti. ¡Oh buen Jesús! Ahora que te busco y no te encuentro recordaré el tiempo en que Tú me llamabas y yo huía... Y firme y sereno, a despecho de las tentaciones y del pesar, te amaré y esperaré en Ti.

Jesús bueno, dulce y regalado padre y amigo incomparable, cuando el dolor ofusque mi corazón, cuando los hombres me abandonen, cuando el tedio me persiga y la desesperación clave su garra en mí, al pie del Sagrario, cárcel donde el amor te tiene prisionero, aquí y sólo aquí buscaré fuerza para luchar y vencer.

No temas que te abandone, cuando más me huyas, más te llamaré y verteré tantas lágrimas que, al fin, vendrás... Sí..., vendrás, y al posarte, disfrutaré en la tierra las delicias del cielo.

Dame tu ayuda para cumplir lo que te ofrezco; sin Ti nada soy, nada puedo, nada valgo... Fortaléceme, y desafiaré las tempestades.

Jesús, mío, dame humildad, paciencia y gratitud, amor..., amor, porque si te amo de veras, todas las virtudes vendrán en pos del amor.

Te ruego por los que amo... Tú los conoces, Tú sabes las necesidades que tienen; socórrelos con generosidad. Acuérdate de los pobres, de los tristes, de los huérfanos, consuela a los que padecen, fortalece a los débiles, conmueve a los pecadores para que no te ofendan y lloren sus extravíos.

Ampara a todos tus hijos, Señor, más tierno que una madre.

Y a mí, que te acompaño cuando te abandonan otros, porque he oído la voz de la gracia; a mí, que no te amo por el cielo, ni por el infierno te temo; a mí, que sólo busco tu gloria y estoy recompensado con la dicha de amarte, auméntame este amor y dadme fortaleza para luchar y obtener el apetecido triunfo.

Adiós, Jesús de mi alma salgo de tu presencia, pero te dejo mi corazón; en medio del bullicio del mundo estaré pensando en Ti, y a cada respiración, entiende. oh Jesús, que deseo ser tuyo.


Amén. 

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 30 DE SEPTIEMBRE DE 2021 - SAN JERÓNIMO, DOCTOR DE LA IGLESIA



 Jueves 26 del tiempo ordinario

Jueves 30 de septiembre 



1ª Lectura (Neh 8,1-4a.5-6.7b-12): En aquellos días, todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se abre ante la Puerta del Agua y pidió a Esdras, el escriba, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que Dios había dado a Israel. El sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era el día primero del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo —pues se hallaba en un puesto elevado— y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie. Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: «Amén, amén».


Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. Los levitas explicaron la Ley al pueblo, que se mantenía en sus puestos. Leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura. Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero: «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis». Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley. Y añadieron: «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza». Los levitas acallaban al pueblo, diciendo: «Silencio, que es un día santo; no estéis tristes». El pueblo se fue, comió, bebió, envió porciones y organizó una gran fiesta, porque había comprendido lo que le habían explicado.

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Salmo responsorial: 18

R/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.

La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.

Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.

La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.

Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila.

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Versículo antes del Evangelio (Mc 1,15): Aleluya. El Reino de Dios está cerca, dice el Señor; arrepiéntanse y crean en el Evangelio. Aleluya.

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Texto del Evangelio (Lc 10,1-12): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’.

»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».

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«Rogad (...) al dueño de la mies que envíe obreros a su mies»

Rev. D. Ignasi NAVARRI i Benet

(La Seu d'Urgell, Lleida, España)


Hoy Jesús nos habla de la misión apostólica. Aunque «designó a otros setenta y dos, y los envió» (Lc 10,1), la proclamación del Evangelio es una tarea «que no podrá ser delegada a unos pocos “especialistas”» (San Juan Pablo II): todos estamos llamados a esta tarea y todos nos hemos de sentir responsables de ella. Cada uno desde su lugar y condición. El día del Bautismo se nos dijo: «Eres Sacerdote, Profeta y Rey para la vida eterna». Hoy, más que nunca, nuestro mundo necesita del testimonio de los seguidores de Cristo.

«La mies es mucha, y los obreros pocos» (Lc 10,2): es interesante este sentido positivo de la misión, pues el texto no dice «hay mucho que sembrar y pocos obreros». Quizá hoy debiéramos hablar en estos términos, dado el gran desconocimiento de Jesucristo y de su Iglesia en nuestra sociedad. Una mirada esperanzada de la misión engendra optimismo e ilusión. No nos dejemos abatir por el pesimismo y por la desesperanza.

De entrada, la misión que nos espera es, a la vez, apasionante y difícil. El anuncio de la Verdad y de la Vida, nuestra misión, no puede ni ha de pretender forzar la adhesión, sino suscitar una libre adhesión. Las ideas se proponen, no se imponen, nos recuerda el Papa.

«No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias...» (Lc 10,4): la única fuerza del misionero ha de ser Cristo. Y, para que Él llene toda su vida, es necesario que el evangelizador se vacíe totalmente de aquello que no es Cristo. La pobreza evangélica es el gran requisito y, a la vez, el testimonio más creíble que el apóstol puede dar, aparte de que sólo este desprendimiento nos puede hacer libres.

El misionero anuncia la paz. Es portador de paz porque lleva a Cristo, el “Príncipe de la Paz”. Por esto, «en la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros» (Lc 10,5-6). Nuestro mundo, nuestras familias, nuestro yo personal, tienen necesidad de Paz. Nuestra misión es urgente y apasionante.

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30 de Septiembre: San Jerónimo, 

presbítero y doctor de la Iglesia


Texto del Evangelio (Mt 13,47-52): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos también es semejante a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?». Dícenle: «Sí». Y Él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo».

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«Una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases»

Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM

(Barcelona, España)

Hoy, leemos la parábola de la red que recoge todo tipo de peces. San Jerónimo, el hombre de la antigüedad que más y mejor estudió la Biblia, pone esta parábola en paralelo con la del trigo y la cizaña. En ambas parábolas el bueno y el malo coexisten, sin que estén marcados los límites que separan a uno del otro. En la vida real, los que nos decimos “buenos” quizá no lo somos tanto como nos pensamos; como tampoco hemos de considerar a los “malos” como casos perdidos. Un cambio siempre es posible, y lo podemos esperar en nosotros y en los otros. Dice el papa Francisco que «ahora es tiempo de esperanza, y que la esperanza, en principio, no descarta nada ni a nadie».

La alusión de Jesús al horno de fuego, a los lloros y al crujir de dientes (cf. Mt 13,50) no pretende herirnos ni desanimarnos. Todo lo contrario, lo que quiere es que tengamos viva la esperanza, que seamos previsores y que optemos ya ahora por el Reino de los cielos.

Sólo en la dimensión escatológica se discernirá quién es definitivamente bueno y quién no lo es. Por el momento, quien no es suficientemente bueno, siempre puede enmendarse. Al final es posible que aquel que considerábamos peor que nosotros, sea evaluado como bueno; y que quienes nos creíamos buenos, ¡quién sabe si nuestra bondad superará el riguroso examen que se nos hará!

En todo caso, la parábola deja entender que, en esta vida, nosotros no somos nadie para hacer ni el discernimiento ni la selección. No es de nuestra incumbencia. Hay que esperar al fin del mundo que es cuando el amo hará la elección definitiva.

Hacia el final, Jesús pone la cuestión que todo buen maestro pregunta a sus alumnos: «¿Habéis entendido todo esto?» (Mt 13,51). Nosotros, discípulos suyos, ¿qué le responderemos?


HOY SE CELEBRA A SAN JERÓNIMO, TRADUCTOR DE LA BIBLIA Y DOCTOR DE LA IGLESIA, 30 DE SEPTIEMBRE

  


Jerónimo, Santo

Doctor de la Iglesia, 30 de septiembre

Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net



Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: Memoria de san Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Dalmacia, estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí recibió el bautismo cristiano. Después, captado por el valor de la vida contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se ordenó de presbítero. Vuelto a Roma, fue secretario del papa Dámaso, hasta que, fijando su residencia en Belén de Judea vivió una vida monástica dedicado a traducir y explicar las Sagradas Escrituras, revelándose como insigne doctor. De modo admirable fue partícipe de muchas necesidades de la Iglesia y, finalmente, llegando a una edad provecta, descansó en la paz del Señor (420).

Etimología: Jerónimo = Aquel que lleva nombre santo, viene del griego


Breve Biografía

El siglo IV después de Cristo, que tuvo su momento importante en el 380 con el edicto del emperador Teodosio que ordenaba que la fe cristiana tenía que ser adoptada por todos los pueblos del imperio, está repleto de grandes figures de santos: Atanasio, Hilario, Ambrosio, Agustín, Crisóstomo, Basilio y Jerónimo.

Este último nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340; estudió en Roma y allí fue bautizado. Su espíritu es enciclopédico: su obra literaria nos revela al filósofo, al retórico, al gramático, al dialéctico, capaz de pensar y escribir en latín, en griego, en hebreo; escritor rico, puro y robusto al mismo tiempo. A él se debe la traducción al latín del Antiguo y del Nuevo Testamento, que llegó a ser, con el titulo de Vulgata, la Biblia oficial del cristianismo.

Jerónimo es de una personalidad fortísima: en cualquier parte a donde va suscita entusiasmos o polémicas. En Roma fustiga los vicios y las hipocresías y también preconiza nuevas formas de vida religiosa, atrayendo a ellas a algunas mujeres influyentes patricias de Roma, que después lo siguen en la vida eremítica de Belén.

La huída de la sociedad de este desterrado voluntario se debió a su deseo de paz interior, no siempre duradero, porque de vez en cuando reaparecía con algún nuevo libro. Los rugidos de este “león del desierto” se hacían oír en Oriente y en Occidente. Sus violencias verbales iban para todos. Tuvo palabras duras para Ambrosio, para Basilio y hasta para su amigo Agustín que tuvo que pasar varios tragos amargos. Lo prueba la correspondencia entre los dos grandes doctores de la Iglesia, que se conservan casi en su totalidad. Pero sabía suavizar sus intemperancias de carácter cuando el polemista pasaba a ser director de almas.

Cuando terminaba un libro, iba a visitar a las monjas que llevaban vida ascética en un monasterio no lejos del suyo. El las escuchaba, contestando sus preguntas. Estas mujeres inteligentes y vivas fueron un filtro para sus explosiones menos oportunas y él les pagaba con el apoyo y el alimento de una cultura espiritual y bíblica. Este hombre extraordinario era consciente de sus limitaciones y de sus propias faltas. Las remediaba dándose golpes de pecho con una piedra. Pero también se daba cuenta de sus méritos, tan es así que la larga lista de los hombres ilustres, de los que hizo un breve pero precioso resumen (el De viris illustribus) termina con un capítulo dedicado a él mismo. Murió a los 72 años, en el 420, en Belén.

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IMÁGENES DE SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE, 16 DE OCTUBRE














 

miércoles, 29 de septiembre de 2021

¿TE CUESTA ENTENDER LO QUE PASA EN LA MISA? TE LO EXPLICAMOS DE FORMA SENCILLA



 ¿Te cuesta entender lo que pasa en la Misa? 

Te lo explicamos de forma sencilla 

Escrito por: P. Juan José Paniagua


La Misa es el sacrificio de Cristo que se ofreció a si mismo una vez para siempre en la Cruz. Es el centro de nuestra vida cristiana y la acción de gracias que presentamos a Dios por su gran amor hacia nosotros. No es otro sacrificio, no es una repetición. Es el mismo sacrificio de Jesús que se hace presente. Es una re-presentación del Calvario, memorial, aplicación de los méritos de Cristo.

Tiene dos partes: la liturgia de la palabra (después de estar bien preparados por la petición de perdón de los pecados) y la liturgia de eucaristía, que es el  ofrecimiento al Padre por parte de Jesús y nuestra, pues también nosotros somos hijos de Dios.

Para saber aprovechar los grandes frutos espirituales que se nos dan a través de la Celebración Eucarística, hay que conocerla, entender sus gestos y símbolos, y participar en ella con reverencia.

Aquí te ofrecemos la primera entrega de una muy buena explicación que puede ayudarte a participar mejor en este sacrificio 🙂


1. Ritos iniciales

• Canto de entrada


Nos preparamos para comenzar la misa con el canto de entrada. Es un canto que nos une a todos porque a la misa venimos personas de distintos lugares, culturas, edades y cantamos a una voz, como un cuerpo que somos en torno a Cristo. Nos unimos para celebrar uno de los dones más grandes que Jesús nos dejó: la Eucaristía.



• Señal de la cruz

La misa empieza propiamente con la señal de la cruz y terminará también de la misma manera, cuando recibimos la bendición final. Hacer la señal de la cruz nos recuerda que le pertenecemos a Cristo. En el lenguaje bíblico, el nombre representa a la persona misma. Empezar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo no es sólo mencionar el nombre de Dios, sino ponernos en su presencia.



• Acto penitencial

Puestos en la presencia de Dios, la Iglesia nos invita a reconocer con humildad que somos pecadores. Porque como dice san Pablo: “Mi proceder no lo comprendo, pues no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Rm 7, 15). Algo así nos sucede a todos… Por eso, al empezar la Eucaristía reconocemos humildemente frente a todos nuestros hermanos, que somos pecadores. Y para pedirle perdón a Dios, usamos las palabras del ciego que oyó que Jesús pasaba cerca, y como sabía que no podía curarse a sí mismo, sino necesitaba del auxilio de Dios, se puso a gritar en medio de la multitud: “Señor, ten piedad de mí”. Así, con confianza en la misericordia de Dios, rezamos también el “Señor ten piedad”.



• Canto del Gloria

En los domingos y solemnidades se reza este himno, que resume el sentido máximo de la vida cristiana: darle gloria a Dios. Alabar a Dios, no sólo porque es bueno, o porque nos ayuda, o por las cosas que nos da. Darle gloria por quién es Él, porque es Dios. Nos ayuda a estar bien orientados, a afirmar que el sentido máximo de nuestra vida es Él.


• Oración colecta

Este no es el momento en el que se pasa la limosna, eso viene después. Se trata de la oración colecta. Es el momento en el que el sacerdote invita a toda la comunidad a rezar pidiendo. Por eso al empezar la oración el sacerdote dice a todos: “oremos”. Y extiende las manos en señal de súplica. Es el momento de recogernos todos en silencio y pedirle también al Señor por nuestras necesidades. Al terminar la oración colecta todos nos unimos a lo que el sacerdote ha pedido, diciendo juntos: Amén! Se llama colecta porque es la oración que recoge las peticiones de todos. Porque como dice el Señor en el Evangelio: “Si dos de Uds se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, lo conseguirán de mi Padre que está en los Cielos” (Mt 18, 19-20). Y es una oración que nos une con la Iglesia toda, ya que en cualquier rincón del mundo donde se celebre la misa ese día, se pedirá por lo mismo.


2. Liturgia de la Palabra

El Señor Jesús, antes de alimentarnos con su Cuerpo y con su Sangre en la mesa del sacrificio, nos alimenta primero en la mesa de la Palabra. A través de las lecturas, vamos a escuchar directamente a Dios que nos habla a nosotros, que somos su pueblo.


• Lecturas


La primera lectura está tomada de alguno de los libros del Antiguo Testamento. Es importante meditarlas, porque por estas palabras, Dios fue preparando a su Pueblo para la venida de Cristo. Y también nos preparan a nosotros para escuchar a Jesús, ya que la primera lectura está directamente relacionada con el Evangelio que se va a leer.

Después de la primera lectura, se lee el salmo. Los salmos siempre han sido una oración muy importante en la historia de la Iglesia, porque cuando rezamos con los salmos rezamos con las mismas palabras de Dios, palabras que Él pone en nuestra boca para que sepamos cómo pedir, cómo expresarnos. Con los salmos aprendamos a rezar, aprendemos a hablar con Dios, usando sus mismas palabras, que se convirtieron en oración.

La segunda lectura está tomada del Nuevo Testamento: de las cartas de San Pablo, o las Epístolas Católicas o del libro de los Hebreos o el Apocalipsis. Es decir, son los escritos de los apóstoles, escuchamos la predicación de los primeros hombres a los que Jesús les dijo: “Vayan y hagan discípulos míos a todas las gentes… enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado.” (Mt 28, 19-20).




• Evangelio

En la primera lectura Dios nos habló por sus profetas, en la segunda por sus apóstoles, ahora en el Evangelio nos habla directamente por medio de su Hijo Jesucristo. Es el momento más importante de la liturgia de la Palabra, vamos a escuchar directamente a Jesús hablando, enseñando, curando. La palabra Evangelio significa “buena noticia” y esta buena noticia no es sólo un mensaje, ¡es Jesús mismo! ¡La mejor noticia que ha existido! Es un momento muy importante, por eso nos ponemos de pie, cantamos con alegría el aleluya y el Evangelio es proclamado por el sacerdote. Lo escuchamos de pie, en señal de atención y de la prontitud que queremos tener para seguirlo. Y al iniciar, nos hacemos la señal de la cruz en la frente, la boca y el pecho, como diciendo que recibimos la Palabra de Dios en la mente, la confesamos con la boca y la guardamos en el corazón.


• Y por último … La Homilía

No basta oír la Palabra de Dios, sino que también necesitamos que nos sea explicada de manera adecuada. Homilía viene de una palabra griega que significa “diálogo”, “conversación”. Es el momento en el que el sacerdote explica los pasajes proclamados para poder ahondar en ellos. Si en el Evangelio Dios nos habla por su Hijo Jesucristo, en la homilía nos habla por su Iglesia.


3. Liturgia de la Eucaristía



Presentación de dones

Es el momento en el cual se lleva al altar el pan y el vino, dos alimentos muy sencillos, que el sacerdote ofrecerá a Dios para que Cristo se haga presente en la Eucaristía. La sencillez de estos alimentos nos recuerda al niño que le llevó a Jesús sus ofrendas, cinco panes y dos peces. Era todo lo que tenía, pero esa pequeñez, puesta en las manos de Jesús, se convirtió en abundancia y alcanzó para alimentar a una multitud inmensa e incluso sobró. Así nuestras sencillas ofrendas de pan y vino, puestas en las manos del Señor, también se convertirán en abundancia, en lo más grande, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo para alimentar a una gran multitud que está hambrienta de Dios. En cada misa, ¡nosotros somos esa multitud! Junto a este pan y vino, le presentamos también a Dios, de manera simbólica, algo de nosotros mismos. Le ofrecemos nuestros esfuerzos, sacrificios, alegrías y dolores. Le ofrecemos nuestra fragilidad para que Él haga obras grandes con nosotros. Para que cuando Dios convierta el pan y el vino en el Cuerpo y al Sangre, también nos convierta a nosotros, nos haga mejores, más semejantes a Él.



Oración secreta

Terminada la presentación de dones, el sacerdote se inclina ante el altar y dice una oración secreta. Es secreta pero no en el sentido que nadie la pueda conocer, sino en que la dice en voz baja. Son varios los momentos en los que el sacerdote dice una oración secreta. En esta ocasión dice: “Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro”. Es un momento importante porque manifiesta que cuando el sacerdote celebra la misa, está rezando, no simplemente repite gestos mecánicos, sino está dialogando con Dios.




Prefacio

Esta palabra viene de dos palabras en latín: pre – factum, que significa literalmente “antes del hecho”. Y se llama así porque está justamente antes del hecho más importante de toda la misa: la plegaria eucarística, que son todas las oraciones que rodean el momento de la consagración. En el prefacio hay un diálogo con el sacerdote, que siempre dice: “Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado hacia el Señor”. Es que en el prefacio hemos dado gracias a Dios, hemos reconocido sus obras de amor y lo alabamos. Todo esto verdaderamente eleva nuestro corazón. Ésa es la actitud interior a la que la liturgia nos conduce, elevar el corazón para estar listos para el momento más importante: cuando Cristo se haga presente con su Cuerpo y su Sangre. Por eso el Papa Benedicto decía: “Debemos elevar nuestro corazón al Señor no sólo como una respuesta ritual, sino como expresión de lo que sucede en este corazón que se eleva y arrastra hacia arriba a los demás”.



Santo

El prefacio termina con este canto de alabanza a Dios. La letra está tomada totalmente de las Sagradas Escrituras. La primera parte, es un canto que hemos aprendido del coro de los ángeles, que el profeta Isaías oyó que le cantaban a Dios junto a su trono. El tres veces santo repetido, nos recuerda las tres personas divinas de la Santa Trinidad. Y la segunda parte es la aclamación que le dicen a Jesús cuando está entrando montado en un burrito a Jerusalén el domingo de Ramos: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor, hossana!” Estaban felices aclamando Jesús, el rey esperado, que entraba a su ciudad. Nosotros en la misa también aclamamos a Cristo que está a las puertas de hacerse presente ante nosotros. Por eso podemos decir que el santo, es un canto de hombres y ángeles, que nos unimos para alabar a Dios.



Epíclesis

Es el momento en el cual se invoca al Espíritu Santo para que santifique las ofrendas de pan y vino que hemos presentado. Por eso en ese momento el sacerdote extiende e impone las dos manos sobre las ofrendas. Así como el Espíritu Santo descendió sobre la Virgen María para que concibiera e hiciera presente a Jesús en su seno, ahora invocamos al Espíritu Santo para que descienda sobre estos dones y también haga presente a Cristo entre nosotros.




Relato de la institución y consagración

Hemos llegado al corazón de la plegaria eucarística, al momento más importante de la misa. Siguiendo el mandato que Jesús le dijo a sus apóstoles: “Hagan esto en memoria mía”, el sacerdote, actuando en la persona misma de Cristo, pronuncia las palabras de la institución de la Eucaristía, las mismas que Jesús pronunció el día de la Última Cena. Y esas palabras tienen el poder de transformar la realidad. Así como cuando Dios dijo: “que se haga la tierra”, y la tierra se hizo. Cuando Jesús le dijo al paralítico: “toma tu camilla, levántate y anda” y el paralítico que nunca había podido caminar, se puso de pie y empezó a caminar. O cuando le dijo a su amigo Lázaro que llevaba 3 días en la tumba: “¡Lázaro sal fuera!” y Lázaro volvió a la vida y salió de la tumba. Así como Dios, cuando pronuncia su Palabra, la Creación le obedece, en la misa, cuando Dios pronuncia su Palabra a través del sacerdote: “tomen y coman que esto es mi cuerpo…”, “tomen y beban que esto es mi sangre…”, su Palabra, que es eficaz, transforma la realidad y las ofrendas de pan y vino dejan de serlo y se convierten realmente, en el cuerpo y la sangre del Señor Jesús. Verdaderamente Cristo, en su cuerpo, sangre, alma y divinidad.




Padre nuestro

Antes de recibir la comunión, la Iglesia nos invita a rezar la oración que Cristo nos enseñó. San Cipriano decía: “¿Qué oración podría escuchar el Padre más gustosamente que aquella en la que escucha la voz de su Hijo único, de Jesucristo?”. Cuando rezamos el Padre nuestro, el Padre reconoce la voz de su Unigénito en nosotros. Y es así, porque cuando rezamos el Padre nuestro, estamos rezando no con nuestras palabras, sino con las palabras de Dios, con las mismas palabras con las que Jesucristo nos enseñó a rezar. La oración no es Padre mío, sino nuestro. Es una invitación al amor entre nosotros, a la fraternidad, a la hermandad, a la reconciliación. El Papa Francisco lo ha dicho muy claramente: “Esta es una oración que no se puede rezar con enemigos en el corazón, con rencores con el otro”. Es una oración que prepara nuestro corazón, porque nos invita a la comunión.



Comunión

Cuántas veces hemos dicho: ¡me muero de hambre! Tanto así nuestro cuerpo rechaza la experiencia de tener el estómago vacío, que nos expresamos así. Pero tenemos un hambre más profundo aún. El hambre de Dios. Cristo se hace alimento, porque no quiere dejarnos vacíos, Él ha venido a traernos vida y vida en abundancia. Es el momento de la comunión. Es cuando el sacerdote se acerca a distribuir el alimento de la Eucaristía. Se le llama también comunión porque al recibir el cuerpo de Cristo, entramos en una íntima y profunda común – unión con Él. Cuando alguien come algo, eso que ha comido se convierte en parte de tu cuerpo y se hace uno contigo y ya nadie lo puede separar. Cuando recibimos el Cuerpo de Cristo, con este alimento sucede algo distinto, no sólo se vuelve parte de nosotros, sino sobre todo nosotros nos volvemos en aquello que comemos, nos Cristificamos, nos hacemos más como el Señor. Este es el verdadero alimento, el alimento de vida eterna, que quien lo reciba, vivirá para siempre.



Bendición final y despedida

La misa termina como la empezamos, con la señal de la cruz. Podemos ir en paz, porque hemos visto a Dios, nos hemos encontrado con Él y estamos renovados para seguir en la misión que Dios nos encarga. Al terminar la misa el sacerdote nos da la bendición final. La palabra bendición viene de dos palabras: bien y decir. Decir bien de alguien. Generalmente cuando alguien nos halaga, eso no nos hace ni mejores ni peores personas. Pero cuando Dios dice bien de nosotros, su Palabra sí nos hace distintos, nos da esa gracia para librar el buen combate de la fe. Así termina la misa y estamos listos para seguir adelante con nuestra vida cristiana.

CUÉNTALE A LOS MÁS PEQUEÑOS QUIÉNES SON LOS SANTOS ARCÁNGELES CON ESTAS CARICATURAS DESCARGABLES


 

Cuéntale a los más pequeños quiénes son los santos arcángeles con estas caricaturas descargables

Escrito por: Silvana Ramos

https://catholic-link.com/


¡Los arcángeles, qué hermoso tema! Puedo cerrar los ojos y recordar con nitidez el asombro que producían en mí las narraciones de mi abuela sobre los ángeles y el mundo angélico.

El corazón me latía rápidamente y la piel se me ponía de gallina con solo imaginar que si realmente pudiera ver, ángeles estarían a mi alrededor.

Era apenas una niña y el pensamiento mágico, la creatividad y esa capacidad de asombro que los niños tienen, me llevó a crear en mi imaginación historias fantásticas del mundo de los ángeles.

Con los años, esta capacidad de asombro y esta relación cercana con el mundo angélico no ha cambiado mucho.


Los arcángeles pueden ayudarnos siempre

A medida que estrecho mi relación con Dios y me formo en la fe, descubro que estas historias de seres espirituales que salen al encuentro de los seres humanos por mandato divino, son reales.

Las escrituras nos hablan de su presencia desde el Antiguo Testamento. Hay certeza de su compañía y asistencia constante a la humanidad. Un seguro don de Dios.

Creo, como madre, que hablar del mundo angélico a los niños es algo positivo. Formarse sobre ellos y contar historias con sustento, sin atribuirles más de lo que les corresponde, abre las puertas a un mundo sobrenatural que juntos iremos descubriendo.


Descarga las caricaturas para colorear de los arcángeles 

Mirar sus caritas de admiración por la grandeza de la creación de Dios es algo magnífico. Y pensando en esto es que hoy hemos preparado este post que contiene algo de su historia y unas lindas caricaturas para colorear.

Esperamos que los más pequeños las disfruten. Puedes descargarlas completamente gratis en este enlace 


Santos mensajeros de Dios

Los santos arcángeles, son santos porque ellos, que también tuvieron su tiempo (similar al nuestro) eligieron a Dios y rechazaron el mal para siempre.

Ahora viven en presencia perenne de Dios como algún día seguramente lo podremos hacer nosotros. La palabra «arcángel» significa mensajero de dios (arc proviene del griego principal y ángel que significa mensajero de Dios).

Ellos han estado presentes en la historia del pueblo de Dios para traer mensajes sumamente relevantes, como la llegada del mismo Salvador.


Son más de tres

Si bien conocemos por revelación a tres arcángeles: san Gabriel, san Rafael y san Miguel. Conocemos también por revelación que son siete. En Tobías 12, 15 y en el Apocalipsis 8, 2 las escrituras mencionan que son siete.

«…uno de los siete ángeles que están delante de la gloria del Señor y tienen acceso a su presencia» (Tobías 12, 15).

«Vi a los siete ángeles que estaban delante de Dios, y ellos recibieron siete trompetas» (Ap. 8,2).

Si bien por libros apócrifos se afirman los nombres de los otros cuatro, la Iglesia Católica solo reconoce a estos tres:



San Gabriel, «Fortaleza de Dios»

San Gabriel, el mensajero por excelencia, se le suele representar con una vara de azucena. Nos trajo la maravillosa noticia de la venida del Salvador. Creo que si solo hubiera tenido esta tarea en toda la historia del mundo hubiera bastado.

Comunicar semejante noticia al mundo debe haber sido uno de los honores más grandes que un ángel haya podido tener.

Es por esta gran tarea que se lo considera patrono de las comunicaciones. Pero como Dios es tan grande en generosidad, a Gabriel se le entregaron (y seguro se le siguen entregando) varias tareas más.


En el Antiguo Testamento, explicó e instruyó al profeta Daniel en las cosas futuras (Dn. 9,21-27). En el Nuevo Testamento anunció a Zacarías el nacimiento de Juan el Bautista, y a la Virgen María la encarnación de Nuestro Salvador.



San Rafael, «Dios sana»

A san Rafael lo conocemos gracias al libro de Tobías, el único libro de la Biblia que lo menciona. Tobías nos cuenta que Dios envió a este arcángel para que lo acompañara en un viaje.

Y en este viaje Tobías se casó con Sara, una mujer que había contraído matrimonio antes, pero que todos sus esposos habían sido asesinados por un demonio, Asmodeo.

Rafael, en este viaje también le indicó a Tobías cómo devolverle la vista a su padre. Por estas misiones a Rafael se le conoce como cura de Dios, aquel que aleja las enfermedades y que ayuda a llevar los viajes a buen término.

Un viaje también suele ser remedio para algunos dolores, ¿no creen?



San Miguel, «Quién como Dios»

El en libro «Historia del mundo angélico», el padre Fortea nos habla de san Miguel no como el ángel más grande y fuerte, ni tampoco como el más inteligente. Nos habla de Miguel como aquel que más amó.

Y fue este amor que lo condujo a ser guerrero infatigable e invencible. «La luz de su vehemente iluminó a muchos de los confundidos».

Fue con este amor que salió a enfrentar a Lucifer cuando este se reveló contra Dios. San Miguel es mencionado en tres libros distintos de la escritura.

Daniel nos lo presenta como uno de los «principales príncipes» celestiales. Judas nos cuenta que Miguel peleó con el diablo por el cuerpo de Moisés.

Y en el Apocalipsis, san Juan nos habla del arcángel y su ejército luchando contra el diablo y expulsándolo del cielo.

La devoción a este ángel es ciertamente necesaria. San Miguel y su milicia nos ayuden y liberen de los ataques del demonio y sus espíritus del mal.

Se le suele representar con traje de guerrero y pisando con su talón la cabeza del enemigo. ¡Santos arcángeles rueguen por nosotros!

Espero que este recurso sea de gran utilidad para ti y para los más pequeños, tus hijos, tus sobrinos, nietos o alumnos.

IMAGEN DE SANTA FAUSTINA KOWALSKA PARA COLOREAR



 

IMÁGENES DE LOS ARCÁNGELES PARA COLOREAR

 







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