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domingo, 24 de noviembre de 2019

ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO - SOLEMNIDAD DE CRISTO REY 2019


“Estarás conmigo en el paraíso”



Al término del año litúrgico, el Evangelio nos propone una escena sacada de la Pasión según san Lucas: Jesús muere en la cruz. He aquí al Rey universal que ha aceptado libremente el castigo más cruel que el hombre pueda imaginar. Mientras que la crueldad disloca sus huesos y desgarra su carne asesinada, Cristo Rey cumple con toda lucidez su misión de Salvador.

El contraste entre él y el rey David no puede estar más marcado. Mientras que este último tomó el poder político y militar en todo su pueblo, Jesús, solo, suspendido en la cruz, muere con los pobres, los pecadores y los marginados. No tiene en nada el esplendor de Luis XIV. Sin embargo, una inscripción impuesta por Pilato, en un gesto de desprecio altanero no hace nada más que subrayar su título de Rey.

¿Cuál es esta realeza? Cristo es eternamente vencedor, pero su victoria se realiza con el don de su propia vida. Observemos que el verbo “salvar” aparece cuatro veces en el curso de la narración. Es la esencia de nuestra fe: Cristo ha derramado su sangre, ha muerto crucificado para la salvación del mundo.

Contemplamos este misterio cuando una voz viene a romper el silencio: un crucificado no creyente, retorcido por el dolor, añade su desprecio a las vejaciones de los soldados y a sus jefes. Expresa el rechazo de una sección de la humanidad. El que no ha comprendido nada, ironiza: “Sálvate a ti mismo, y con nosotros!”

Del otro lado, otro crucificado, también dolorido y con tanta rabia como él, proclama la evidencia de la salvación de Dios. Le replica en nombre de una multitud de discípulos: “Para nosotros, es justo. Pero él no ha hecho nada malo.”

Formula la oración que le gusta decir a todo peregrino que va a Jerusalén a los pies de la cruz: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a inaugurar tu Reino.” Aquí, el Rey soberano ejerce sus plenos poderes: “Que así sea!” Le da la paz con Dios, con nosotros mismos y entre nosotros, y con el universo. Abre finalmente la puerta de la asamblea de los elegidos de Dios, en su paraíso.



Padre Felipe Santos S.D.B.

domingo, 17 de noviembre de 2019

PARA TIEMPOS DIFÍCILES - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE DE 2019


Para tiempos difíciles



Los profundos cambios socioculturales que se están produciendo en nuestros días y la crisis religiosa que sacude las raíces del cristianismo en occidente, nos han de urgir más que nunca a buscar en Jesús la luz y la fuerza que necesitamos para leer y vivir estos tiempos de manera lúcida y responsable.

Llamada al realismo
En ningún momento augura Jesús a sus seguidores un camino fácil de éxito y gloria. Al contrario, les da a entender que su larga historia estará llena de dificultades y luchas. Es contrario al espíritu de Jesús cultivar el triunfalismo o alimentar la nostalgia de grandezas. Este camino que a nosotros nos parece extrañamente duro es el más acorde a una Iglesia fiel a su Señor.

No a la ingenuidad
En momentos de crisis, desconcierto y confusión no es extraño que se escuchen mensajes y revelaciones proponiendo caminos nuevos de salvación. Estas son las consignas de Jesús. En primer lugar, «que nadie os engañe»: no caer en la ingenuidad de dar crédito a mensajes ajenos al Evangelio, ni fuera ni dentro de la Iglesia. Por tanto, «no vayáis tras ellos»: No seguir a quienes nos separan de Jesucristo, único fundamento y origen de nuestra fe.

Centrarnos en lo esencial
Cada generación cristiana tiene sus propios problemas, dificultades y búsquedas. No hemos de perder la calma, sino asumir nuestra propia responsabilidad. No se nos pide nada que esté por encima de nuestras fuerzas. Contamos con la ayuda del mismo Jesús: «Yo os daré palabras y sabiduría»… Incluso en un ambiente hostil de rechazo o desafecto, podemos practicar el Evangelio y vivir con sensatez cristiana.

La hora del testimonio
Los tiempos difíciles no han de ser tiempos para los lamentos, la nostalgia o el desaliento. No es la hora de la resignación, la pasividad o la dimisión. La idea de Jesús es otra: en tiempos difíciles «tendréis ocasión de dar testimonio». Es ahora precisamente cuando hemos de reavivar entre nosotros la llamada a ser testigos humildes pero convincentes de Jesús, de su mensaje y de su proyecto.

Paciencia
Esta es la exhortación de Jesús para momentos duros: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». El término original puede ser traducido indistintamente como «paciencia» o «perseverancia». Entre los cristianos hablamos poco de la paciencia, pero la necesitamos más que nunca. Es el momento de cultivar un estilo de vida cristiana, paciente y tenaz, que nos ayude a responder a nuevas situaciones y retos sin perder la paz ni la lucidez.



Padre José Antonio Pagola

sábado, 9 de noviembre de 2019

DECISIÓN DE CADA UNO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DEL DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DE 2019


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc (20,27-38)


DECISIÓN DE CADA UNO

Jesús no se dedicó a hablar mucho de la vida eterna. No pretende engañar a nadie haciendo descripciones fantasiosas de la vida más allá de la muerte. Sin embargo, su vida entera despierta esperanza. Vive aliviando el sufrimiento y liberando del miedo a la gente. Contagia una confianza total en Dios. Su pasión es hacer la vida más humana y dichosa para todos, tal como la quiere el Padre de todos.

Solo cuando un grupo de saduceos se le acerca con la idea de ridiculizar la fe en la resurrección, a Jesús le brota de su corazón creyente la convicción que sostiene y alienta su vida entera: Dios «no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos son vivos».

Su fe es sencilla. Es verdad que nosotros lloramos a nuestros seres queridos porque, al morir, los hemos perdido aquí en la tierra, pero Jesús no puede ni imaginarse que a Dios se le vayan muriendo esos hijos suyos a los que tanto ama. No puede ser. Dios está compartiendo su vida con ellos porque los ha acogido en su amor insondable.

El rasgo más preocupante de nuestro tiempo es la crisis de esperanza. Hemos perdido el horizonte de un Futuro último y las pequeñas esperanzas de esta vida no terminan de consolarnos. Este vacío de esperanza está generando en bastantes la pérdida de confianza en la vida. Nada merece la pena. Es fácil entonces el nihilismo total.

Estos tiempos de desesperanza, ¿no nos están pidiendo a todos, creyentes y no creyentes, hacernos las preguntas más radicales que llevamos dentro? Ese Dios del que muchos dudan, al que bastantes han abandonado y por el que otros siguen preguntando, ¿no será el fundamento último en el que podemos apoyar nuestra confianza radical en la vida? Al final de todos los caminos, en lo profundo de todos nuestros anhelos, en el interior de nuestros interrogantes y luchas, ¿no estará Dios como Misterio último de la salvación que andamos buscando?

La fe se nos está quedando ahí, arrinconada en algún lugar de nuestro interior, como algo poco importante, que no merece la pena cuidar ya en estos tiempos. ¿Será así? Ciertamente no es fácil creer, y es difícil no creer. Mientras tanto, el misterio último de la vida nos está pidiendo una respuesta lúcida y responsable.

Esta respuesta es decisión de cada uno. ¿Quiero borrar de mi vida toda esperanza última más allá de la muerte como una falsa ilusión que no nos ayuda a vivir? ¿Quiero permanecer abierto al Misterio último de la existencia confiando que ahí encontraremos la respuesta, la acogida y la plenitud que andamos buscando ya desde ahora?

domingo, 3 de noviembre de 2019

A BUSCAR Y SALVAR LO PERDIDO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 3 DE NOVIEMBRE DE 2019


A buscar y salvar lo perdido



Lucas narra el episodio de Zaqueo para que sus lectores descubran mejor lo que pueden esperar de Jesús: el Señor al que invocan y siguen en las comunidades cristianas «ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido». No lo han de olvidar.

Al mismo tiempo, su relato de la actuación de Zaqueo ayuda a responder a la pregunta que no pocos llevan en su interior: ¿Todavía puedo cambiar? ¿No es ya demasiado tarde para rehacer una vida que, en buena parte, la he echado a perder? ¿Qué pasos puedo dar?

Zaqueo viene descrito con dos rasgos que definen con precisión su vida. Es «jefe de publicanos» y es «rico». En Jericó todos saben que es un pecador. Un hombre que no sirve a Dios sino al dinero. Su vida, como tantas otras, es poco humana.

Sin embargo, Zaqueo «busca ver a Jesús». No es mera curiosidad. Quiere saber quién es, qué se encierra en este Profeta que tanto atrae a la gente. No es tarea fácil para un hombre instalado en su mundo. Pero éste deseo de Jesús va a cambiar su vida.

El hombre tendrá que superar diferentes obstáculos. Es «bajo de estatura», sobre todo porque su vida no está motivada por ideales muy nobles. La gente es otro impedimento: tendrá que superar prejuicios sociales que le hacen difícil el encuentro personal y responsable con Jesús.

Pero Zaqueo prosigue su búsqueda con sencillez y sinceridad. Corre para adelantarse a la muchedumbre, y se sube a un árbol como un niño. No piensa en su dignidad de hombre importante. Sólo quiere encontrar el momento y el lugar adecuado para entrar en contacto con Jesús. Lo quiere ver.

Es entonces cuando descubre que también Jesús le está buscando a él pues llega hasta aquel lugar, lo busca con la mirada y le dice: "El encuentro será hoy mismo en tu casa de pecador". Zaqueo se baja y lo recibe en su casa lleno de alegría. Hay momentos decisivos en los que Jesús pasa por nuestra vida porque quiere salvar lo que nosotros estamos echando a perder. No los hemos de dejar escapar.

Lucas no describe el encuentro. Sólo habla de la transformación de Zaqueo. Cambia su manera de mirar la vida: ya no piensa sólo en su dinero sino en el sufrimiento de los demás. Cambia su estilo de vida: hará justicia a los que ha explotado y compartirá sus bienes con los pobres.

Tarde o temprano, todos corremos el riesgo de "instalarnos" en la vida renunciando a cualquier aspiración de vivir con más calidad humana. Los creyentes hemos de saber que un encuentro más auténtico con Jesús puede hacer nuestra vida más humana y, sobre todo, más solidaria.
(Padre José Antonio Pagola)

domingo, 27 de octubre de 2019

LA POSTURA JUSTA - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 27 OCTUBRE 2019


La postura justa



Según Lucas, Jesús dirige la parábola del fariseo y el publicano a algunos que presumen de ser justos ante Dios y desprecian a los demás. Los dos protagonistas que suben al templo a orar representan dos actitudes religiosas contrapuestas e irreconciliables. Pero, ¿cuál es la postura justa y acertada ante Dios? Ésta es la pregunta de fondo.

El fariseo es un observante escrupuloso de la ley y un practicante fiel de su religión. Se siente seguro en el templo. Ora de pie y con la cabeza erguida. Su oración es la más hermosa: una plegaria de alabanza y acción de gracias a Dios. Pero no le da gracias por su grandeza, su bondad o misericordia, sino por lo bueno y grande que es él mismo.

Enseguida se observa algo falso en esta oración. Más que orar, este hombre se contempla a sí mismo. Se cuenta su propia historia llena de méritos. Necesita sentirse en regla ante Dios y exhibirse como superior a los demás.

Este hombre no sabe lo que es orar. No reconoce la grandeza misteriosa de Dios ni confiesa su propia pequeñez. Buscar a Dios para enumerar ante él nuestras buenas obras y despreciar a los demás es de imbéciles. Tras su aparente piedad se esconde una oración "atea". Este hombre no necesita a Dios. No le pide nada. Se basta a sí mismo.

La oración del publicano es muy diferente. Sabe que su presencia en el templo es mal vista por todos. Su oficio de recaudador es odiado y despreciado. No se excusa. Reconoce que es pecador. Sus golpes de pecho y las pocas palabras que susurra lo dicen todo: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador».

Este hombre sabe que no puede vanagloriarse. No tiene nada que ofrecer a Dios, pero sí mucho que recibir de él: su perdón y su misericordia. En su oración hay autenticidad. Este hombre es pecador, pero está en el camino de la verdad.

El fariseo no se ha encontrado con Dios. Este recaudador, por el contrario, encuentra en seguida la postura correcta ante él: la actitud del que no tiene nada y lo necesita todo. No se detiene siquiera a confesar con detalle sus culpas. Se reconoce pecador. De esa conciencia brota su oración: «Ten compasión de este pecador».

Los dos suben al templo a orar, pero cada uno lleva en su corazón su imagen de Dios y su modo de relacionarse con él. El fariseo sigue enredado en una religión legalista: para él lo importante es estar en regla con Dios y ser más observante que nadie. El recaudador, por el contrario, se abre al Dios del Amor que predica Jesús: ha aprendido a vivir del perdón, sin vanagloriarse de nada y sin condenar a nadie.



Padre José Antonio Pagola

domingo, 20 de octubre de 2019

¡Que no decaiga el ánimo! - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 20 OCTUBRE 2019


¡Que no decaiga el ánimo!



Siempre que escuchamos este evangelio de San Lucas nos debiera de sacudir en lo más hondo de las entrañas esa pregunta, que al final de la parábola del juez injusto, te hace, me hace y nos hace Jesús: “Cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará Fe sobre la tierra?

De sobra sabemos que Dios es grande y bueno. Que no hay límites en su corazón. Que, como buen Padre que es, nos concede a tiempo y a destiempo aquello que necesitamos para vivir o seguir como hijos en el camino de la fe. Pero ¿sabemos si la oración es grande en nosotros? ¿Si el motor de nuestra actividad humana y eclesial está sustentado en una relación de “tú a tú” con Dios o si, por el contrario, ese compromiso del día a día, ha caído en un puro activismo dejando caer el peso y toda su fuerza en nuestras habilidades, carismas, carácter, temperamento y aptitudes?

La crisis que estamos padeciendo en nuestra Iglesia y en nuestras parroquias, en nuestra vida de cristianos y en nuestros seminarios semivacíos, en nuestra felicidad y en nuestra forma de vivir se debe en gran parte a que nuestra oración es escasa, mediocre y débil. Muchos cristianos no saben marcar ni cómo conectar con ese número de la oración. Otros, hace tiempo que lo dieron de baja en su agenda telefónica. A otros, nadie se ha preocupado de hacerles sentir y ver el valor de una relación íntima y personal con Dios para que llegasen a conocer aquella experiencia que Santa Teresa de Jesús nos retrataba; “oración no es otra cosa sino tratar de amistad con quien sabemos que nos ama”.

Hemos de cambiar un poco el “chip” en nuestro pastoreo, en el modo de entender y llevar a cabo proyectos, cursos, dinámicas, departamentos, delegaciones, catequesis y otras actividades evangelizadoras. Es el momento, y el Evangelio de hoy nos lo urge más que nunca, de ser como esa insistente mujer que ante el juez injusto exponía una y otra vez sus necesidades con el convencimiento de que tarde o temprano se saldría con la suya. ¿De qué manera?: desde la confianza, constancia, esperanza y creyendo que Dios, siempre justo, permanece al otro lado disfrutando y escuchando nuestra plegaria.

Hoy, gracias a Dios, los misioneros –por miles entregados a su misión en diferentes continentes– siguen haciendo presente lo que nosotros, con más comodidad, vivimos en nuestras parroquias, comunidades, pueblos y ciudades. Hoy, ante el Señor, no puede faltar nuestra oración –insistente y confiada– para que, una de las caras más bonitas de la Iglesia Católica (los misioneros) sigan contando con los medios suficientes, espirituales y materiales, en su labor evangelizadora.

Si Dios nos ha dado tanto... ¡Qué menos que en este día compartamos algo! Si Dios nos ha bendecido con una economía estable... ¡Qué menos que pongamos, poco o mucho, como ayuda a nuestros misioneros!

Hoy, en el día del Domund, seguimos creyendo, apoyando y orgullosos de tantos hombres y mujeres que, creyendo en lo que predican, hacen y promueven, llevan el anuncio del Evangelio a tantos lugares de la tierra. Que nuestra oración, junto con nuestro donativo, sea muestra de que seguimos siendo dichosos por creer.



Padre Javier Leoz

domingo, 13 de octubre de 2019

CREER SIN AGREDECER - EVANGELIO COMENTADO DE HOY DOMINGO 13 DE OCTUBRE DE 2019


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc (17,11-19)


CREER SIN AGRADECER


El relato comienza narrando la curación de un grupo de diez leprosos en las cercanías de Samaría. Pero, esta vez, no se detiene Lucas en los detalles de la curación, sino en la reacción de uno de los leprosos al verse curado. El evangelista describe cuidadosamente todos sus pasos, pues quiere sacudir la fe rutinaria de no pocos cristianos.

Jesús ha pedido a los leprosos que se presenten a los sacerdotes para obtener la autorización que los permita integrarse en la sociedad. Pero uno de ellos, de origen samaritano, al ver que está curado, en vez de ir a los sacerdotes, se vuelve para buscar a Jesús. Siente que para él comienza una vida nueva. En adelante, todo será diferente: podrá vivir de manera más digna y dichosa. Sabe a quién se lo debe. Necesita encontrarse con Jesús.

Vuelve «alabando a Dios a grandes gritos». Sabe que la fuerza salvadora de Jesús solo puede tener su origen en Dios. Ahora siente algo nuevo por ese Padre Bueno del que habla Jesús. No lo olvidará jamás. En adelante vivirá dando gracias a Dios. La alabará gritando con todas sus fuerzas. Todos han de saber que se siente amado por él.

Al encontrarse con Jesús, «se echa a sus pies dándole gracias». Sus compañeros han seguido su camino para encontrarse con los sacerdotes, pero él sabe que Jesús es su único Salvador. Por eso está aquí junto a él dándole gracias. En Jesús ha encontrado el mejor regalo de Dios.

Al concluir el relato, Jesús toma la palabra y hace tres preguntas expresando su sorpresa y tristeza ante lo ocurrido. No están dirigidas al samaritano que tiene a sus pies. Recogen el mensaje que Lucas quiere que se escuche en las comunidades cristianas.

«¿No han quedado limpios los diez?». ¿No se han curado todos? ¿Por qué no reconocen lo que han recibido de Jesús? «Los otros nueve, ¿dónde están?». ¿Por qué no están allí? ¿Por qué hay tantos cristianos que viven sin dar gracias Dios casi nunca? ¿Por qué no sienten un agradecimiento especial hacia Jesús? ¿No lo conocen? ¿No significa nada nuevo para ellos?

«¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?». ¿Por qué hay personas alejadas de la práctica religiosa que sienten verdadera admiración y agradecimiento hacia Jesús, mientras algunos cristianos no sienten nada especial por él? Benedicto XVI advertía hace unos años que un agnóstico en búsqueda puede estar más cerca de Dios que un cristiano rutinario que lo es solo por tradición o herencia. Una fe que no genera en los creyentes alegría y agradecimiento es una fe enferma.

domingo, 6 de octubre de 2019

SOMOS CREYENTES? EVANGELIO COMENTADO DE HOY DOMINGO 6 DE OCTUBRE DE 2019


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc (17,5-10)

¿SOMOS CREYENTES?



Jesús les había repetido en diversas ocasiones: «¡Qué pequeña es vuestra fe!». Los discípulos no protestan. Saben que tienen razón. Llevan bastante tiempo junto a él. Lo ven entregado totalmente al Proyecto de Dios: solo piensa en hacer el bien; solo vive para hacer la vida de todos más digna y más humana. ¿Lo podrán seguir hasta el final?

Según Lucas, en un momento determinado, los discípulos le dicen a Jesús: «Auméntanos la fe». Sienten que su fe es pequeña y débil. Necesitan confiar más en Dios y creer más en Jesús. No le entienden muy bien, pero no le discuten. Hacen justamente lo más importante: pedirle ayuda para que haga crecer su fe.

Nosotros hablamos de creyentes y no creyentes, como si fueran dos grupos bien definidos: unos tienen fe, otros no. En realidad, no es así. Casi siempre, en el corazón humano hay, a la vez, un creyente y un no creyente. Por eso, también los que nos llamamos «cristianos» nos hemos de preguntar: ¿Somos realmente creyentes? ¿Quién es Dios para nosotros? ¿Lo amamos? ¿Es él quien dirige nuestra vida?

La fe puede debilitarse en nosotros sin que nunca nos haya asaltado una duda. Si no la cuidamos, puede irse diluyendo poco a poco en nuestro interior para quedar reducida sencillamente a una costumbre que no nos atrevemos a abandonar por si acaso. Distraídos por mil cosas, ya no acertamos a comunicarnos con Dios. Vivimos prácticamente sin él.

¿Qué podemos hacer? En realidad, no se necesitan grandes cosas. Es inútil que nos hagamos propósitos extraordinarios pues seguramente no los vamos a cumplir. Lo primero es rezar como aquel desconocido que un día se acercó a Jesús y le dijo: «Creo, Señor, pero ven en ayuda de mi incredulidad». Es bueno repetirlas con corazón sencillo. Dios nos entiende. Él despertará nuestra fe.

No hemos de hablar con Dios como si estuviera fuera de nosotros. Está dentro. Lo mejor es cerrar los ojos y quedarnos en silencio para sentir y acoger su Presencia. Tampoco nos hemos de entretener en pensar en él, como si estuviera solo en nuestra cabeza. Está en lo íntimo de nuestro ser. Lo hemos de buscar en nuestro corazón.

Lo importante es insistir hasta tener una primera experiencia, aunque sea pobre, aunque solo dure unos instantes. Si un día percibimos que no estamos solos en la vida, si captamos que somos amados por Dios sin merecerlo, todo cambiará. No importa que hayamos vivido olvidados de él. Creer en Dios es, antes que nada, confiar en el amor que nos tiene.

domingo, 29 de septiembre de 2019

NO IGNORAR AL QUE SUFRE


No ignorar al que sufre



El contraste entre los dos protagonistas de la parábola es trágico. El rico se viste de púrpura y de lino. Toda su vida es lujo y ostentación. Sólo piensa en «banquetear espléndidamente cada día». Este rico no tiene nombre pues no tiene identidad. No es nadie. Su vida vacía de compasión es un fracaso. No se puede vivir sólo para banquetear.

Echado en el portal de su mansión yace un mendigo hambriento, cubierto de llagas. Nadie le ayuda. Sólo unos perros se le acercan a lamer sus heridas. No posee nada, pero tiene un nombre portador de esperanza. Se llama «Lázaro» o «Eliezer», que significa «Mi Dios es ayuda».

Su suerte cambia radicalmente en el momento de la muerte. El rico es enterrado, seguramente con toda solemnidad, pero es llevado al «Hades» o «reino de los muertos». También muere Lázaro. Nada se dice de rito funerario alguno, pero «los ángeles lo llevan al seno de Abrahán». Con imágenes populares de su tiempo, Jesús recuerda que Dios tiene la última palabra sobre ricos y pobres.

Al rico no se le juzga por explotador. No se dice que es un impío alejado de la Alianza. Simplemente, ha disfrutado de su riqueza ignorando al pobre. Lo tenía allí mismo, pero no lo ha visto. Estaba en el portal de su mansión, pero no se ha acercado a él. Lo ha excluido de su vida. Su pecado es la indiferencia.

Según los observadores, está creciendo en nuestra sociedad la apatía o falta de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno. Evitamos de mil formas el contacto directo con las personas que sufren. Poco a poco, nos vamos haciendo cada vez más incapaces para percibir su aflicción.

La presencia de un niño mendigo en nuestro camino nos molesta. El encuentro con un amigo, enfermo terminal, nos turba. No sabemos qué hacer ni qué decir. Es mejor tomar distancia. Volver cuanto antes a nuestras ocupaciones. No dejarnos afectar.

Si el sufrimiento se produce lejos es más fácil. Hemos aprendido a reducir el hambre, la miseria o la enfermedad a datos, números y estadísticas que nos informan de la realidad sin apenas tocar nuestro corazón. También sabemos contemplar sufrimientos horribles en el televisor, pero, a través de la pantalla, el sufrimiento siempre es más irreal y menos terrible. Cuando el sufrimiento afecta a alguien más próximo a nosotros, no esforzamos de mil maneras por anestesiar nuestro corazón.

Quien sigue a Jesús se va haciendo más sensible al sufrimiento de quienes encuentra en su camino. Se acerca al necesitado y, si está en sus manos, trata de aliviar su situación.



Padre José Antonio Pagola

domingo, 22 de septiembre de 2019

PREDICACIÓN DEL EVANGELIO: DENUNCIAR LA DESHONESTIDAD


Denunciar la deshonestidad



Esta parábola del administrador deshonesto y astuto es un texto desconcertante, más aún, escandaloso, pues nos da la impresión de que se alaba el comportamiento antiético. La situación que se describe coincide con lo que han vivido algunas personas que tienen propiedades en el campo. Un día descubren que el administrador de la finca, a quien consideraban de absoluta confianza, lleva años robando.

El dueño reacciona de una manera normal: siente rabia por la traición, desilusión por haber sido víctima de un engaño; y lo despide por justa causa, después de pedirle que haga entrega del cargo. Hasta este momento nos encontramos frente al guión de un drama que se ha repetido innumerables veces.

Lo que sigue es lo sorprendente: como este mayordomo se va a quedar sin empleo, se gana los favores de los que tenían deudas con su patrón modificando los pagarés firmados. Y para sorpresa de todos, recibe el reconocimiento del jefe: “Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido”. ¡El ladrón resultó condecorado!

Los expertos en la literatura bíblica establecen una distinción entre los actos deshonestos y la actitud del que no se deja amilanar por las crisis:
- La condena ética por los comportamientos deshonestos aparece con claridad meridiana en la primera lectura, tomada del profeta Amós, quien denuncia las trampas que se habían generalizado entre los comerciantes de su época, que alteraban las medidas y las pesas, y se aprovechaban de la situación desesperada de los pobres.
- Parecería, pues, que el Evangelio valora la prontitud con la que el hombre buscó una solución a la crisis. ¡De todas maneras queda flotando una cierta ambigüedad!

A continuación, el evangelista Lucas hace una afirmación muy pertinente: “Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz”.

Este texto nos obliga a reflexionar sobre el comportamiento de las gentes honestas, que se acobardan ante la prepotencia de los malos:
- Con frecuencia, la sociedad guarda un silencio cómplice ante violaciones flagrantes de la ley: no denuncian por temor o porque quieren evitar incomodidades.
- En las instituciones circulan rumores sobre comportamientos que están en contra de la ética empresarial (por ejemplo, comisiones indebidas, acoso sexual, competencia desleal, acoso laboral) Todo el mundo habla en voz baja, pero nadie confirma. El chisme sigue circulando hasta que estalla el escándalo; resulta que casi todo el mundo sabía, pero ninguno se atrevió a denunciar.
- Estos comportamientos de complicidad pasiva también se dan en la vida de la Iglesia: permanecemos como espectadores pasivos ante los ataques de los que es víctima.
- ¡Atención! Ser hijos leales de la Iglesia no quiere decir que tratemos de ocultar la verdad por dolorosa que ésta sea. Ser hijos leales de la Iglesia no significa que tratemos de minimizar la gravedad de los hechos. Los que piensan que debemos obrar de esta manera le prestan un flaco servicio a la verdad, la cual debe brillar por encima de cualquier otra consideración.
- Ser leales con la Iglesia exige de nosotros dar la cara, reconocer lo que haya que reconocer, ilustrar a las personas menos formadas para que comprendan la miseria humana y no se hundan en el pesimismo; debemos entender que la Iglesia es, al mismo tiempo, santa y pecadora: santa por Cristo, su fundador, y por su doctrina; pecadora porque sus miembros somos seres  de carne y hueso.

En medio de la deshonestidad de su comportamiento es posible rescatar la prontitud con que salió al  paso de los acontecimientos que lo amenazaban. Dejemos a un lado nuestra pasividad como ciudadanos y como miembros de la Iglesia. Reaccionemos. Denunciemos. Participemos. De lo contrario nuestro silencio será aprovechado por los enemigos de la sociedad y de la Iglesia.



Padre Jorge Humberto Peláez S. J.

domingo, 15 de septiembre de 2019

UN DIOS QUE NO DA A NADIE POR PERDIDO - EL EVANGELIO COMENTADO DOMINGO 15 SEPTIEMBRE 2019



UN DIOS QUE NO DA A NADIE POR PERDIDO


Tres parábolas nos trae el Evangelio de hoy: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido. Podríamos decir que hoy Jesús nos está presentando al Dios de los perdidos o, mejor aún, a un Dios que no da a nadie por perdido.

Un Dios que pone en valor a aquellos que la sociedad ha desechado.

Un Dios que corre al encuentro de los excluidos, sin pedir explicaciones de su vida, restaurándoles con su abrazo como hijos suyos de pleno derecho.

Un Dios que nos da la seguridad de saber que, aunque nos sintamos totalmente perdidos, Él nos está buscando.

Un Dios que nos mueve a salir de la comodidad de nuestras comunidades, de los nuestros, y llegar hasta las periferias de la sociedad junto con los marginados de hoy.

Y lo más importante, un Dios que nos invita a celebrar estos momentos y a compartir con Él la alegría del reencuentro.

Nuestra primera tarea, al igual que hace Jesús, sería la de ser espacio de acogida donde aquellos que se sientan perdidos, excluidos o rechazados puedan acercarse a compartir con confianza. Sin juzgar, sin reproches. Siendo cobijo, perdón y escucha que no pide explicaciones de vida, sino que pone en valor y restaura a la persona.

Como dice el Papa Francisco: “Tenemos que ser pastores con olor a oveja” y esto solo se consigue estando cerca de ellas, buscando a las que se han perdido y trayéndolas sobre los hombros de vuelta a casa.

¿Dónde nos movemos ahora nosotros… entre los excluidos o solo entre los nuestros? ¿Cuántos somos espacio de acogida, de escucha y perdón? ¿A qué huelen nuestros hombros?


Evangelio Comentado por:
Fernando Mosteiro (odresnuevos.es)
Lc (15,1-32)

sábado, 24 de agosto de 2019

CONFIANZA, SÍ, FRIVOLIDAD NO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DEL DOMINGO 25 DE AGOSTO 2019


CONFIANZA, SÍ, FRIVOLIDAD NO


La sociedad moderna va imponiendo cada vez con más fuerza un estilo de vida marcado por el pragmatismo de lo inmediato. Apenas interesan las grandes cuestiones de la existencia. Ya no tenemos certezas firmes ni convicciones profundas. Poco a poco, nos vamos convirtiendo en seres triviales, cargados de tópicos, sin consistencia interior ni ideales que alienten nuestro vivir diario, más allá del bienestar y la seguridad del momento.

Es muy significativo observar la actitud generalizada de no pocos cristianos ante la cuestión de la «salvación eterna» que tanto preocupaba solo hace pocos años: bastantes la han borrado sin más de su conciencia; algunos, no se sabe bien por qué, se sienten con derecho a un «final feliz»; otros ya no piensan ni en premios ni en castigos.

Según el relato de Lucas, un desconocido hace a Jesús una pregunta frecuente en aquella sociedad religiosa: «¿Serán poco los que se salven?». Jesús no responde directamente a su pregunta. No le interesa especular sobre ese tipo de cuestiones, tan queridas por algunos maestros de la época. Va directamente a lo esencial y decisivo: ¿cómo hemos de actuar para no quedar excluidos de la salvación que Dios ofrece a todos?

«Esforzados en entrar por la puerta estrecha». Estas son sus primeras palabras. Dios nos abre a todos la puerta de la vida eterna, pero hemos de esforzarnos y trabajar para entrar por ella. Esta es la actitud sana. Confianza en Dios, sí; frivolidad, despreocupación y falsas seguridades, no.

Jesús insiste, sobre todo, en no engañarnos con falsas seguridades. No basta pertenecer al pueblo de Israel; no es suficiente haber conocido personalmente a Jesús por los caminos de Galilea. Lo decisivo es entrar desde ahora en el reino de Dios y su justicia. De hecho, los que quedan fuera del banquete final son, literalmente, «los que practican la injusticia».

Jesús invita a la confianza y la responsabilidad. En el banquete final del reino de Dios no se sentarán solo los patriarcas y profetas de Israel. Estarán también paganos venidos de todos los rincones del mundo. Estar dentro o estar fuera depende de cómo responde cada uno a la salvación que Dios ofrece a todos.

Jesús termina con un proverbio que resume su mensaje. En relación con el reino de Dios, «hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos». Su advertencia es clara. Algunos que se sienten seguros de ser admitidos pueden quedar fuera. Otros que parecen excluidos de antemano pueden quedar dentro.


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc (13,22-30)

domingo, 18 de agosto de 2019

SIGNIFICADO DEL FUEGO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DOMINGO 18 AGOSTO 2019


Significado del fuego



Estamos acostumbrados de pensar en el fuego como devastador. Cada año las noticias muestran incendios destruyendo casas tanto como bosques. En estos casos el fuego resulta en ambas la miseria humana y la erosión de la tierra. Pero el fuego puede llevar beneficios también. Los guardabosques se aprovechan de quema controlada para limpiar material combustible acumulado. En el Evangelio hoy Jesús dice que ha venido a traer fuego a la tierra. Tememos que este fuego sea dañino pero puede tener un gran beneficio para nosotros.

Si la imagen de Jesús trayendo el fuego no nos molesta, la idea de él sembrando división lo hará. Dice que dividirá familias y comunidades. Lo hará por volcar los modos de pensar equivocados. A veces estos modos que necesitan cambiarse no son patentemente nefastos. De hecho la mayoría los aceptan como naturales, pero no los consideran así los discípulos de Jesús. Hay muchas ideas equivocadas pero vamos a enfocarnos sólo en tres.

Muchos piensan que el éxito en la vida depende de tener una carrera que con gran salario. Por esta razón la competición de entrar en escuelas de medicina es particularmente fuerte. No solo ganan los médicos cuatro veces más que los demás trabajadores sino también son muy estimados por el público.  Pero Jesús nos dice algo distinto sobre salarios y fama. Recuerda a sus discípulos que vale nada ganar el mundo si pierde a si mismo (Lucas 9,25). Un poema habla de un caballero con tanto encanto, dinero, y buenas miradas que todo el mundo le admiraba. Sin embargo, tenía un corazón duro. Termina el poema por decir que este hombre regresó a casa una tarde y puso una bala en su cabeza. Una vida exitosa no es cuando la persona tiene un salario siempre creciendo sino cuando él crece un buen carácter. Eso es, cuando la persona no odia a nadie y trata a todos con la justicia.

Otro error que muchos interiorizan hoy es pensar que el sexo es necesario para ser feliz. Sí, el sexo entre los matrimonios tiene muchos beneficios que incluyen el placer y el sentido de la intimidad. Pero muchos viven felices sin el sexo. Pueden ser solteros, religiosas, aún los matrimonios que por una razón u otra no tienen relaciones sexuales. Si la persona busca el sexo principalmente por la satisfacción carnal, más tarde o más temprano estará decepcionada. Provee el sexo un placer pasajero que siempre anhela más. La felicidad, en contraste, es producto de hacer sacrificios para alcanzar una meta que vale. No disipa pronto el sentido de la felicidad. De hecho, porque es compartida con otras personas, queda por mucho tiempo. Jesús prohíbe la lujuria (Mateo 5,27), el constante deseo para relaciones sexuales.

Hay una tendencia, realmente lamentable, de minimizar el valor de los sacramentos. Muchos católicos –por ejemplo– opinan ya que la Eucaristía no es verdaderamente el cuerpo de Cristo. Esta gente no reconoce el poder de los sacramentos para salvarnos. Piensa que no importan mucho. Tenemos que admitir que el Espíritu Santo entrega la gracia de la salvación como él vea apropiado. Sin embargo, Jesús fundó los sacramentos como los medios ordinarios de la salvación. ¿Qué es la salvación? Al principio del Evangelio de San Lucas, Simeón sosteniendo al bebé Jesús en sus brazos, reza a Dios. Dice: “’Ahora, Señor, tu promesa está cumplida: puedes dejar que tu siervo muera en paz, porque ya he visto la salvación…’” La salvación es ser como Jesús: libre de pecado y empeñado a darse en el amor. En cada sacramento  encontramos a Jesús ayudándonos vivir el propósito del sacramento particular. En la Eucaristía, por ejemplo, lo encontramos como la comida que nos nutre para vivir como santos.

En el Evangelio hoy Jesús habla también del bautismo que va a sufrir en Jerusalén. Está refiriendo a su pasión, muerte, y resurrección. Como dice la segunda lectura, recordando este evento nosotros tenemos la fortaleza para sufrir las pruebas de nuestras propias vidas. Sí nos cuesta vivir contrario a las ideas de la mayoría. Sin embargo, estamos en buena compañía cuando lo hacemos. Allí se encuentran a Jesús mismo y también “la multitud de antepasados nuestros” como lo expresa la segunda lectura. Vale la pena estar con ellos.


Padre Carmelo Mele O. P.

sábado, 3 de agosto de 2019

COMENTARIO DEL EVANGELIO DEL DOMINGO 4 DE AGOSTO DE 2019

CONTRA LA INSENSATEZ


Cada vez conocemos mejor la situación social y económica que Jesús conoció en la Galilea de los años treinta. Mientras en las ciudades de Séforis y Tiberíades crecía la riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Mientras los campesinos se quedaban sin tierras, los terratenientes construían silos y graneros cada vez más grandes.

En un pequeño relato, conservado por Lucas, Jesús revela qué piensa de aquella situación tan contraria al proyecto querido por Dios, de un mundo más humano para todos. No narra esta parábola solo para denunciar los abusos y atropellos que cometen los terratenientes, sino para desenmascarar la insensatez en que viven instalados.

Un rico terrateniente se ve sorprendido por una gran cosecha. No sabe cómo gestionar tanta abundancia. «¿Qué haré?». Su monólogo nos descubre la lógica insensata de los poderosos que solo viven para acaparar riqueza y bienestar, excluyendo de su horizonte a los necesitados.

El rico de la parábola planifica su vida y toma decisiones. Destruirá los viejos graneros y construirá otros más grandes. Almacenará allí toda su cosecha. Puede acumular bienes para muchos años. En adelante, solo vivirá para disfrutar: «túmbate, come, bebe y date buena vida». De forma inesperada, Dios interrumpe sus proyectos: «Insensato, esta misma noche, te van a exigir tu vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?».

Este rico reduce su existencia a disfrutar de la abundancia de sus bienes. En el centro de su vida está solo él y su bienestar. Dios está ausente. Los jornaleros que trabajan sus tierras no existen. Las familias de las aldeas que luchan contra el hambre no cuentan. El juicio de Dios es rotundo: esta vida solo es necedad e insensatez.

En estos momentos, prácticamente en todo el mundo está aumentando de manera alarmante la desigualdad. Este es el hecho más sombrío e inhumano: «los ricos, sobre todo los más ricos, se van haciendo mucho más ricos, mientras los pobres, sobre todo los más pobres, se van haciendo mucho más pobres» (Zygmunt Bauman).

Este hecho no es algo normal. Es, sencillamente, la última consecuencia de la insensatez más grave que estamos cometiendo los humanos: sustituir la cooperación amistosa, la solidaridad y la búsqueda del bien común de toda la Humanidad por la competición, la rivalidad y el acaparamiento de bienes en manos de los más poderosos del Planeta.

Desde la Iglesia de Jesús, presente en toda la Tierra, se debería escuchar el clamor de sus seguidores contra tanta insensatez, y la reacción contra el modelo que guía hoy la historia humana. Así lo está haciendo repetidamente el papa Francisco.


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc (12,13-21)

domingo, 28 de julio de 2019

COMENTARIO DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 28 DE JULIO DE 2019


Comentario al Evangelio de hoy domingo, 28 de julio de 2019
Fernando Torres cmf


Defensores de nuestros hermanos

      El Evangelio de este domingo tiene para los creyentes una importancia especial. Recoge el momento en el que Jesús enseña a los discípulos la oración que hoy en día seguimos rezando y que nos identifica como discípulos de Jesús: el Padrenuestro. Es importante subrayar el contexto en el que el evangelio sitúa esta oración. La acompaña de una catequesis en la que Jesús ilumina a los discípulos sobre la insistencia en la oración. Por eso la parábola o el cuento del señor que va a pedir pan a su amigo porque ha tenido una visita. Y sobre la confianza con que debemos rogar a Dios. Por eso la parábola que compara entre la bondad de un padre de los nuestros y la bondad del Padre celestial.

      Además la Iglesia en su liturgia hace que este Evangelio esté precedido por la lectura del Génesis en la que Abrahán intercede ante Dios por los habitantes de Sodoma y Gomorra a los que Dios quiere castigar por sus iniquidades. Ahí diría que está la clave en la que nos podemos fijar este domingo. La oración que nos plantea Jesús no es la del que pide de forma egoísta por su propio bien sino la del que intercede por sus hermanos. Abrahán participa en esa especie de subasta a la baja con Dios para intentar encontrar una razón que salve a sus hermanos, los habitantes de Sodoma y Gomorra, del castigo y la muerte que se les avecina. En principio, Abrahán no tiene nada que ver con ellos. En Sodoma tiene un sobrino pero ése va a ser salvado por Dios. Con el resto de los habitantes de esas ciudades no le une ningún lazo más allá de pertenecer a la misma humanidad. Ellos son malos, por eso van a ser castigados, y él es el elegido de Dios para ser padre de un pueblo y depositario de la promesa. Abrahán podía haberse dado la vuelta y no mirar a lo que iba a suceder. O haber comentado con Dios cómo es necesario, aunque triste, tomar decisiones radicales y extirpar el mal de la sociedad humana. Pero hace exactamente lo contrario. Trata desesperadamente de salvar a los que se habían condenado por sus propias acciones. Y Dios cede ante él. La cifra de justos necesaria para salvar la ciudad baja de 50 a 10 ante la insistencia de Abrahán. Algo parecido se puede decir del Evangelio, donde el que va a pedir los panes no lo hace para sí sino para dar de comer a un amigo que le ha llegado a casa. 

      Podríamos decir que la clave de la oración está en la intercesión. Pedir a Dios por nuestros hermanos y hermanas. Para ello hemos de sentir una gran solidaridad. Es que realmente somos hermanos y hermanas. Su muerte o su fracaso es nuestra muerte y nuestro fracaso. Oremos intercediendo por ellos y ellas porque, si nosotros que somos malos damos cosas buenas a nuestros hijos, cómo no nos va a dar el Espíritu de Vida el Padre del cielo que tanto nos ama. 



Para la reflexión

      ¿Oramos alguna vez? ¿Lo hacemos con las palabras del Padrenuestro? ¿Tenemos en mente las necesidades de nuestros hermanos y hermanas? ¿Siento que son de verdad mías sus necesidades? ¿O acaso sólo miramos por “mis” necesidades?

domingo, 21 de julio de 2019

LO NECESARIO Y LO URGENTE


Lo necesario y lo urgente



Mientras el grupo de discípulos sigue su camino, Jesús entra solo en una aldea y se dirige a una casa donde encuentra a dos hermanas a las que quiere mucho. La presencia de su amigo Jesús va a provocar en las mujeres dos reacciones muy diferentes.

María, seguramente la hermana más joven, lo deja todo y se queda «sentada a los pies del Señor». Su única preocupación es escucharle. El evangelista la describe con los rasgos que caracterizan al verdadero discípulo: a los pies del Maestro, atenta a su voz, acogiendo su Palabra y alimentándose de su enseñanza.

La reacción de Marta es diferente. Desde que ha llegado Jesús, no hace sino desvivirse por acogerlo y atenderlo debidamente. Lucas la describe agobiada por múltiples ocupaciones. Desbordada por la situación y dolida con su hermana, expone su queja a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano».

Jesús no pierde la paz. Responde a Marta con un cariño grande, repitiendo despacio su nombre; luego, le hace ver que también a él le preocupa su agobio, pero ha de saber que escucharle a él es tan esencial y necesario que a ningún discípulo se le ha de dejar sin su Palabra «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán».

Jesús no critica el servicio de Marta. ¿Cómo lo va a hacer si él mismo está enseñando a todos con su ejemplo a vivir acogiendo, sirviendo y ayudando a los demás? Lo que critica es su modo de trabajar de manera nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones.

Jesús no contrapone la vida activa y la contemplativa, ni la escucha fiel de su Palabra y el compromiso de vivir prácticamente su estilo de entrega a los demás. Alerta más bien del peligro de vivir absorbidos por un exceso de actividad, en agitación interior permanente, apagando en nosotros el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz y amor.

Apremiados por la disminución de fuerzas, nos estamos habituando a pedir a los cristianos más generosos toda clase de compromisos dentro y fuera de la Iglesia. Si, al mismo tiempo, no les ofrecemos espacios y momentos para conocer a Jesús, escuchar su Palabra y alimentarse de su Evangelio, corremos el riesgo de hacer crecer en la Iglesia la agitación y el nerviosismo, pero no su Espíritu y su paz. Nos podemos encontrar con unas comunidades animadas por funcionarios agobiados, pero no por testigos que irradian el aliento y vida de su Maestro.



(Padre José Antonio Pagola)

domingo, 14 de julio de 2019

COMENTARIO DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 14 DE JULIO DE 2019


Comentario al Evangelio de hoy domingo, 14 de julio de 2019
 Fernando Torres cmf


El buen samaritano

      Ha pasado ya al acervo de nuestro idioma. No sabemos siquiera si existió el “samaritano” de la parábola. Pero hoy se llama “buen samaritano” a cualquier persona de buen corazón que ayuda a sus hermanos sin pedir nada a cambio. No hay mejor cosa que encontrarse un buen samaritano cuando uno anda por los caminos de la vida perdido, sin rumbo y quizá herido y vapuleado. Hasta es posible que nos sorprenda su generosidad sin límite, el cariño gratuito que recibimos, tan acostumbrados como estamos a pagar por todo lo que recibimos. 

      Pero la parábola de Jesús va más allá. Porque el samaritano no es sólo uno que se paró a atender a aquel hombre abandonado y herido a la vera del camino. En su parábola, Jesús pone en relación al samaritano con otros personajes bien conocidos del pueblo judío: un sacerdote y un levita. Los dos son representantes de la religión oficial judía. Los dos ofician en el templo y son mediadores entre Dios y los hombres. Sacerdotes y levitas se supone que tienen un acceso a Dios del que carecen el resto de los creyentes –lo mismo que hoy muchos cristianos piensan todavía de sacerdotes y religiosos–. El samaritano, desde la perspectiva judía, pertenecía prácticamente al extremo opuesto de la escala religiosa. Era un pueblo que había mezclado la religión judía con otras creencias extrañas. Era traidor a la fe auténtica, un pueblo impuro. Los judíos trataban de evitar todo contacto con los samaritanos. El contacto con un samaritano hacía que el judío se volviese impuro. 

      Por eso, tiene mucho más peso el hecho de que Jesús contraponga en la parábola a los representantes oficiales de la religión, un sacerdote y un levita, con un samaritano, pecador e impuro. Y, lo que es peor, que sea precisamente el samaritano el que sale bien parado, el que se comporta como Dios quiere, el que es capaz de acercarse al prójimo desamparado y abandonado. Dicho de otra manera, el que se hace prójimo-próximo-cercano de su hermano necesitado. 

      En realidad, Jesús está replanteando nuestra relación con Dios. Mucho más importante que el culto oficial y litúrgico del templo, es la cercanía al hermano necesitado. Mucho más valioso que ofrecer sacrificios y oraciones, es adorar a Dios en el hermano o hermana que sufren por la razón que sea. Jesús no es sacerdote sino profeta. Jesús se aleja del templo y nos invita a vivir nuestra relación con Dios en el encuentro diario, habitual, a pie de calle, con nuestros hermanos y hermanas. Ahí es donde se juega nuestra relación con Dios. Sólo si somos capaces de amar así, podremos decir que amamos a Dios. Porque, como dice Juan, el que dice que ama a Dios y no ama a su hermano, es un mentiroso. Ni más ni menos. 



Para la reflexión

      El mandamiento de Dios está tan a nuestro alcance como lo están nuestros hermanos y hermanas. ¿Me acerco a ellos y me intereso de verdad por ellos? ¿Les acompaño en sus necesidades? ¿Soy capaz de escuchar? ¿Soy un “buen samaritano”?

domingo, 30 de junio de 2019

SEGUIR A JESÚS EN LIBERTAD Y AMOR - COMENTARIO DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 30 JUNIO 2019


Comentario al Evangelio de hoy domingo, 30 de junio de 2019
 Fernando Torres cmf


Seguir a Jesús en libertad y amor

      La idea de seguir a Jesús nos hace pensar en la vocación. Todos somos llamados por Jesús a seguirle. Por otra parte es cierto que sólo a algunos se les invita a cambiar de estilo de vida, a asumir una nueva forma de vida en la Iglesia con respecto a la que tenían. 

      ¿Qué significa seguir a Jesús para los cristianos en general? En el Evangelio de hoy parece que Jesús pone las cosas difíciles a los que quieren seguirlo. A uno le promete vivir en la más total de las pobrezas –“las zorras tiene madriguera pero el Hijo no tiene donde reposar la cabeza”–, a otro le pide que abandone a su familia sin siquiera enterrar a su padre –para los judíos enterrar a los muertos es uno de los más sagrados deberes, cuánto más al padre–, a otro le impide incluso despedirse de su familia. La llamada de Jesús es una llamada radical que descoloca a las personas de su vida para ponerlas al servicio del Reino.

      Entonces, ¿quién puede seguir a Jesús? La respuesta está en la segunda lectura, de la carta a los gálatas. Ahí está la clave para comprender el servicio del Reino al que Jesús nos llama. Incluso se podría cambiar el orden de las lecturas y leer la segunda después del Evangelio. Pablo comienza proclamando que Jesús nos ha liberado para que seamos libres. El Reino es lo absolutamente contrario a la esclavitud. El Reino de Dios es el reino de la libertad. Vivir al servicio del Reino significa asumir radicalmente la libertad que Dios nos ha concedido en Cristo. Asumirla con sus riesgos y asumirla responsablemente. Entrar en el Reino es madurar como personas. Los hijos de Dios no tienen más vocación que la libertad. Y ahí no se pueden hacer concesiones. No hay que volverse a mirar el tiempo en que fuimos esclavos, no hay que preocuparse siquiera de enterrar lo que abandonamos. Nuestra vocación nos llama a crecer en libertad. No es fácil vivir en libertad y asumirla responsablemente. Es un camino duro –como el de Jesús, en subida hacia Jerusalén–. Supone renunciar a muchas seguridades. Pero ahí es donde nos quiere Dios. 

      Claro que es una libertad atemperada en la relación por el amor. Somos libres para amar con todo el corazón. Somos libres desde la verdad más verdadera de nuestras vidas: todos somos hermanos y hermanas en Jesús. Somos libres para tomar las decisiones que nos lleven a amar y respetar la vida en su integridad, la propia y la de los demás. Somos libres para defender la vida frente a todas las amenazas. Somos libres para vivir en solidaridad con toda la creación. Seguir a Jesús para el cristiano significa madurar en libertad, dejar de ser esclavo de las normas y ser agente activo en la construcción de un mundo más justo, más hermano y más libre. 



Para la reflexión

      ¿Cuáles son mis esclavitudes? Trata de concretarlas (el qué dirán, el alcohol, la pereza...). ¿Cómo trato de liberarme de ellas? ¿Qué significa para mí vivir en libertad? ¿En qué medida estoy trabajando para hacer que este mundo sea más humano, más libre y fraterno?

domingo, 16 de junio de 2019

DIOS ES UN MISTERIO DE AMOR - SANTÍSIMA TRINIDAD


Comentario al Evangelio de hoy domingo, 16 de junio de 2019
Fernando Torres cmf


Dios es un misterio de amor

      Hemos pasado ya las celebraciones más importantes del año litúrgico. El Adviento nos llevó de la mano hacia la Navidad, la celebración del nacimiento de Jesús, la primera Pascua. Un poco más adelante, la Cuaresma nos invito a seguir a Jesús hasta Jerusalén. Allí hicimos memoria de su muerte y resurrección, la segunda Pascua. Al terminar la celebración de la Pascua, hace pocos días, hemos celebrado la venida del Espíritu Santo, el comienzo de la historia de la Iglesia, de esta aventura de llevar a todos los hombres y mujeres la buena nueva de la salvación, del amor y la misericordia de Dios. Al final, a modo de conclusión y coronamiento, celebramos esta solemnidad de la Trinidad. 

      No es fácil hablar de Dios. No es fácil hablar de algo que se nos queda tan lejano y tan misterioso. “A Dios nadie le ha visto jamás”. Pertenece a otro orden de ser. Pero al mismo tiempo está profundamente implicado en la creación, porque es su creación y porque nosotros somos sus creaturas. A Dios no le encontramos como quien encuentra al vecino de al lado saliendo para el trabajo cada mañana. Pero hay muchas formas de conocer. 

      Cuando miramos a la creación, cuando nos miramos a nosotros mismos y la maravilla que es, por ejemplo, nuestro propio cuerpo, experimentamos a Dios como creador, el que nos ha sacado de la nada y nos ha dado la vida (en realidad, lo único que tenemos). Decimos entonces que es Padre precisamente porque lo vemos como generador de la vida, de nuestra vida. También hacemos memoria de Jesús, el que nació en Belén, el que luego pasó haciendo el bien, curando a los enfermos y anunciando el Reino de Dios, el que hablaba de Dios como su “Papá” –“Abbá”– y que luego murió en la cruz en una tarde sombría de viernes. Hacemos memoria de su vida y de su resurrección. Es el Hijo porque en aquel hombre había algo especial que no nos atrevemos a definir. Su humanidad era tan grande que en él vemos la presencia misma de Dios. Hacemos también memoria del tiempo posterior a Jesús. Los apóstoles y discípulos sintieron la presencia del Espíritu de Dios. Ese Espíritu los inspiró y animó a anunciar la buena nueva del Reino. Hoy sigue inspirando y animando a muchos a continuar con ese anuncio de salvación para todos. 

      Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Tres formas de ver una sola realidad? No. Hay algo más. Porque algo nos dice que ese misterio que es Dios es misterio de amor, de relación. Y que, cuando experimentamos la presencia de Dios, nos sentimos llamados a participar de ese amor y a compartirlo con los que nos rodean. Vivir como Dios –ésa es nuestra vocación– es vivir amando. 



Para la reflexión

      ¿Siento a Dios como un Padre que me cuida y me ama? ¿Veo a Jesús como el hermano mayor que me guía y me hace descubrir la fraternidad del Reino y comprometerme con ella?¿Experimento la presencia del Espíritu que me anima a vivir haciéndome hermano o hermana de los que me rodean?
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