Mostrando entradas con la etiqueta EL BAUTISMO - MEDITACIONES. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta EL BAUTISMO - MEDITACIONES. Mostrar todas las entradas

domingo, 8 de enero de 2023

BAUTISMO.... REFLEXIÓN



Bautismo

Autor:  Padre Guillermo Ortiz SJ.


No se trata solamente de echar agua sobre la cabeza. Juan Bautista decía: yo bautizo con agua, pero después de mí viene alguien que los bautizará con el Espíritu de Dios. Y cuando el mismo Juan Bautista echo agua sobre la cabeza de Jesús, se abrió el cielo, se escuchó la voz de Dios que dijo ‘Este es mi Hijo muy querido’ y descendió sobre Jesús el Espíritu. Y Juan repetía después: ‘Yo lo vi y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios’. Por eso no se trata de echar agua sobre la cabeza. El agua que reciben los bautizados en la Iglesia Católica, es el agua del bautismo en la muerte y en la resurrección de Jesús, que murió y resucitó para darnos el Espíritu de hijos, que clama a Dios llamándolo Padre. Jesús, hijo de Dios, resucitó, no se quedó muerto, alcanzó la plenitud de la existencia con su resurrección, como el primero, como el hermano mayor ... Por eso los bautizados estamos llamados a alcanzar la plenitud de la vida de Cristo, por el bautismo en el que recibimos el Espíritu de hijos, la Vida y el Amor de Dios. Por eso, no se trata solamente de echar agua sobre la cabeza. El Bautismo es el sacramento que nos hace cristianos; nos hace de la misma familia de Dios, por Jesucristo. Jesús les dijo a sus discípulos: ‘Vayan por el mundo y bauticen en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo’.

Algunos cuando pasan por la iglesia van a la pila bautismal o al lugar del agua bendita y se persignan con agua bendita recordando con alegría que somos de la familia de los hijos de Dios.


domingo, 9 de enero de 2022

¿PARA QUÉ CREER? - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 9 DE ENERO DE 2022 - EL BAUTISMO DE JESÚS



 ¿PARA QUÉ CREER?



Son bastantes los hombres y mujeres que un día fueron bautizados por sus padres y hoy no sabrían definir exactamente cuál es su postura ante la fe. Quizá la primera pregunta que surge en su interior es muy sencilla: ¿para qué creer? ¿Cambia algo la vida por creer o no creer? ¿Sirve la fe realmente para algo?

Estas preguntas nacen de su propia experiencia. Son personas que poco a poco han arrinconado a Dios de su vida. Hoy Dios no cuenta en absoluto para ellas a la hora de orientar y dar sentido a su existencia.

Casi sin darse cuenta, un ateísmo práctico se ha ido instalando en el fondo de su ser. No les preocupa que Dios exista o deje de existir. Todo eso les parece un problema extraño que es mejor dejar de lado para asentar la vida sobre bases más realistas.

Dios no les dice nada. Se han acostumbrado a vivir sin él. No experimentan nostalgia o vacío alguno por su ausencia. Han abandonado la fe y todo marcha en su vida tan bien o mejor que antes. ¿Para qué creer?

Esta pregunta solo es posible cuando uno «ha sido bautizado con agua», pero no ha descubierto qué significa «ser bautizado con el Espíritu de Jesucristo». Cuando uno sigue pensando erróneamente que tener fe es creer una serie de cosas enormemente extrañas que nada tienen que ver con la vida, y no conoce todavía la experiencia viva de Dios.

Encontrarse con Dios significa sabernos acogidos por él en medio de la soledad; sentirnos consolados en el dolor y la depresión; reconocernos perdonados del pecado y la mediocridad; sentirnos fortalecidos en la impotencia y caducidad; vernos impulsados a amar y crear vida en medio de la fragilidad.

¿Para qué creer? Para vivir la vida con más plenitud; para situarlo todo en su verdadera perspectiva y dimensión; para vivir incluso los acontecimientos más triviales e insignificantes con más profundidad.

¿Para qué creer? Para atrevernos a ser humanos hasta el final; para no ahogar nuestro deseo de vida hasta el infinito; para defender nuestra libertad sin rendir nuestro ser a cualquier ídolo; para permanecer abiertos a todo el amor, la verdad, la ternura que hay en nosotros. Para no perder nunca la esperanza en el ser humano ni en la vida.


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Lc (3,15-16.21-22)


CINCO DATOS QUE TAL VEZ NO SABÍAS DEL BAUTISMO CATÓLICO



5 datos que tal vez no sabías del Bautismo católico

Redacción ACI Prensa




Este artículo presenta 5 datos que tal vez no conocías sobre el sacramento del Bautismo, puerta para los otros sacramentos, a pocos días de la celebración de la Solemnidad del Bautismo del Señor.

“Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión”, dice el Catecismo de la Iglesia Católica (CCI 1213).


1. Jesús mismo fue bautizado y el bautismo se inició con los Apóstoles

La periodista, bloguera y oradora católica Marge Fenelon comenta en un artículo del National Catholic Register que “Jesús fue y es el Rey de reyes, Dios-Hombre y el Todopoderoso mismo. No tenía absolutamente ninguna necesidad de ser bautizado. Él es la salvación y él mismo no la necesita. En la Cruz, la sangre y el agua que brotaban de su costado son ‘tipos de Bautismo y Eucaristía, sacramentos de vida nueva’, como dice el Catecismo (CCI 1225)”.

“Aún así, Jesús insistió en que Juan lo bautizara (a pesar de la resistencia del Bautista). Jesús le dijo: ‘Permítelo ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia’. (ver Mt 3:14) ¡Qué ejemplo para todos nosotros!”.

“Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo. En efecto, san Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación: ‘Convertíos [...] y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo’ (Hch 2,38)”, indica el Catecismo en el numeral 1226.

San Higinio, pontífice aproximadamente entre los años 138 al 142, instituyó el padrino y la madrina en el bautismo de los recién nacidos para que guíen a los pequeños en la vida cristiana.


2. Tiene varios nombres

Bautizar, del griego “baptizein”, significa “sumergir” o “introducir dentro del agua”. Esta inmersión simboliza “el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con Él” (CCI 1214).

Este sacramento también es llamado “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo”, así como “iluminación” porque el bautizado se convierte en “hijo de la luz”.

San Gregorio Nacianceno decía que es “Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios”.


3. Se renueva cada año

“En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por eso, la Iglesia celebra cada año en la vigilia pascual la renovación de las promesas del Bautismo. La preparación al Bautismo solo conduce al umbral de la vida nueva. El Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana” (CCI 1254).

Fenelon indica también en su artículo que “el bautismo de Jesús, de hecho, el bautismo en general, me asegura la promesa de Dios de salvación para quienes lo buscan. Dios sabe, literalmente, que ciertamente lo busco. La Iglesia llama al bautismo el ‘lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo’. ¡Eso es realmente algo maravilloso para reflexionar!”.


4. Un no bautizado también puede bautizar

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1256) que “son ministros ordinarios del Bautismo el obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina, también el diácono (cf CIC, can. 861,1; CCEO, can. 677,1). En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede bautizar (cf CIC can. 861, § 2) si tiene la intención requerida y utiliza la fórmula bautismal trinitaria”.

“La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar. La Iglesia ve la razón de esta posibilidad en la voluntad salvífica universal de Dios (cf 1 Tm 2,4) y en la necesidad del Bautismo para la salvación (cf Mc 16,16)”(CCI 1253).


5. Es un sello único y permanente

“El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación (cf DS 1609-1619). Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado” (CCI 1272).

Fenelon recuerda asimismo que “junto con el bautismo, se me dio una misión y no soy la única. A todos los bautizados se les ha encomendado la misión de difundir la Buena Nueva de Jesucristo hasta los confines de la tierra y bautizar a todos los pueblos”.

“Traer a otros a la Iglesia no es una opción; es una obligación”, remarcó. 

domingo, 10 de enero de 2021

5 COSAS QUE TAL VEZ NO SABÍAS DEL BAUTISMO CATÓLICO


 

5 cosas que tal vez no sabías del Bautismo católico

Redacción ACI Prensa




“Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión”, dice el Catecismo de la Iglesia Católica (CCI 1213).

Te presentamos 5 cosas que tal vez no sabías de este sacramento, puerta para los otros sacramentos, en la víspera de la celebración de la Solemnidad del Bautismo del Señor.


1. Jesús mismo fue bautizado y el bautismo se inició con los Apóstoles

La periodista, bloguera y oradora católica Marge Fenelon comenta en un artículo del National Catholic Register que “Jesús fue y es el Rey de reyes, Dios-Hombre y el Todopoderoso mismo. No tenía absolutamente ninguna necesidad de ser bautizado. Él es la salvación y él mismo no la necesita. En la Cruz, la sangre y el agua que brotaban de su costado son ‘tipos de Bautismo y Eucaristía, sacramentos de vida nueva’, como dice el Catecismo (CCI 1225)”.

“Aún así, Jesús insistió en que Juan lo bautizara (a pesar de la resistencia del Bautista). Jesús le dijo: ‘Permítelo ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia’. (ver Mt 3:14) ¡Qué ejemplo para todos nosotros!”.

“Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo. En efecto, san Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación: ‘Convertíos [...] y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo’ (Hch 2,38)”, indica el Catecismo en el numeral 1226.

San Higinio, pontífice aproximadamente entre los años 138 al 142, instituyó el padrino y la madrina en el bautismo de los recién nacidos para que guíen a los pequeños en la vida cristiana.


2. Tiene varios nombres

Bautizar, del griego “baptizein”, significa “sumergir” o “introducir dentro del agua”. Esta inmersión simboliza “el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con Él” (CCI 1214).

Este sacramento también es llamado “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo”, así como “iluminación” porque el bautizado se convierte en “hijo de la luz”.

San Gregorio Nacianceno decía que es “Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios”.


3. Se renueva cada año

“En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por eso, la Iglesia celebra cada año en la vigilia pascual la renovación de las promesas del Bautismo. La preparación al Bautismo solo conduce al umbral de la vida nueva. El Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana” (CCI 1254).

Fenelon indica también en su artículo que “el bautismo de Jesús, de hecho, el bautismo en general, me asegura la promesa de Dios de salvación para quienes lo buscan. Dios sabe, literalmente, que ciertamente lo busco. La Iglesia llama al bautismo el ‘lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo’. ¡Eso es realmente algo maravilloso para reflexionar!”.


4. Un no bautizado también puede bautizar

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1256) que “son ministros ordinarios del Bautismo el obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina, también el diácono (cf CIC, can. 861,1; CCEO, can. 677,1). En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede bautizar (cf CIC can. 861, § 2) si tiene la intención requerida y utiliza la fórmula bautismal trinitaria”.

“La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar. La Iglesia ve la razón de esta posibilidad en la voluntad salvífica universal de Dios (cf 1 Tm 2,4) y en la necesidad del Bautismo para la salvación (cf Mc 16,16)”(CCI 1253).


5. Es un sello único y permanente

“El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación (cf DS 1609-1619). Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado” (CCI 1272).

Fenelon recuerda asimismo que “junto con el bautismo, se me dio una misión y no soy la única. A todos los bautizados se les ha encomendado la misión de difundir la Buena Nueva de Jesucristo hasta los confines de la tierra y bautizar a todos los pueblos”.

“Traer a otros a la Iglesia no es una opción; es una obligación”, remarcó.

viernes, 7 de agosto de 2020

VATICANO ADVIERTE: UN BAUTISMO NO ES VÁLIDO CUANDO USAN ESTAS PALABRAS



Vaticano advierte: Un bautismo no es válido cuando usan estas palabras
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



El Vaticano negó la validez de la fórmula empleada en algunas celebraciones del Sacramento del Bautismo administrado con las palabras: “Nosotros, el padre y la madre, el padrino y la madrina, los abuelos, los familiares, los amigos, la comunidad, te bautizamos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Afirmó también que el sacerdote “carece de autoridad para disponer a su gusto de la fórmula sacramental”.

En una respuesta de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del 24 de junio de 2020, se establece que el Bautismo conferido con esa fórmula no es válido y que las personas para las cuales se ha celebrado el Bautismo con esa fórmula deben ser bautizadas en forma absoluta.

Según se señala en el punto 1240 del Catecismo de la Iglesia Católica, la única fórmula válida en el Sacramento del Bautismo en la Iglesia latina es la que va acompañada de las palabras “Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”, después de pronunciar el nombre del catecúmeno.

Esa fórmula, como se recoge en el mismo punto del Catecismo, varía ligeramente en las liturgias orientales.

La respuesta de la Congregación para la Doctrina de la Fe está acompañada de una nota doctrinal en la que se explica que la modificación de esta fórmula “se ha introducido para subrayar el valor comunitario del Bautismo, para expresar la participación de la familia y de los presentes y para evitar la idea de la concentración de un poder sagrado en el sacerdote, en detrimento de los progenitores y de la comunidad”.


En ese sentido, se recuerda en la nota doctrinal que el Concilio Vaticano II, por medio de la Constitución Sacrosanctum Concilium, declara que “cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza”.

“La Iglesia, en efecto”, continúa la nota doctrinal, “cuando celebra un sacramento, actúa como Cuerpo que opera inseparablemente de su Cabeza, en cuanto es Cristo-Cabeza el que actúa en el Cuerpo eclesial generado por él en el misterio de la Pascua”.

En la Sacrosanctum Concilium se establece también que “nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia”.

Por ello, se afirma en la nota doctrinal, “modificar al propio arbitrio la forma celebrativa de un sacramento no constituye un simple abuso litúrgico, en cuanto transgresión de una norma positiva, sino también un vulnus (una ofensa) infligido tanto a la comunión eclesial como a la posibilidad de reconocer en ella la obra de Cristo, que en los casos más graves hace inválido el sacramento mismo, porque la naturaleza de la acción ministerial exige transmitir con fidelidad lo que se ha recibido”.

Y se insiste en que “en el caso específico del Sacramento del Bautismo, el ministro no solo carece de autoridad para disponer a su gusto de la fórmula sacramental”, “sino que tampoco puede declarar que actúa en nombre de los padres, los padrinos, los familiares o los amigos, y ni siquiera en nombre de la misma asamblea reunida para la celebración, porque el ministro actúa en cuanto signo-presencia de la acción misma de Cristo, que se realiza en el gesto ritual de la Iglesia”.

“Cuando el ministro dice ‘Yo te bautizo…’, no habla como un funcionario que ejerce un papel que se le ha asignado, sino que opera ministerialmente como signo-presencia de Cristo, que actúa en su Cuerpo”.

Se subraya también la completa sintonía entre el Concilio de Trento (celebrado entre 1545 y 1563), y el Concilio Vaticano II “al declarar la absoluta indisponibilidad del septenario sacramental a la discreción de la Iglesia”.

“La doctrina de la institución divina de los sacramentos, solemnemente afirmada por el Concilio de Trento, ve así su natural desarrollo y su auténtica interpretación en la citada afirmación de Sacrosanctum Concilium”, señala.


Por lo tanto, los sacramentos, “en cuanto instituidos por Jesucristo, se le entregan a la Iglesia para que los salvaguarde” y, aunque “como intérprete de la Palabra de Dios” la Iglesia pueda, en cierta medida, “determinar los ritos que expresan la gracia sacramental ofrecida por Cristo, no dispone de los fundamentos mismos de su existencia: la Palabra de Dios y los gestos salvíficos de Cristo”.

“Resulta, por tanto, comprensible que, a lo largo de los siglos, la Iglesia haya custodiado con atención la forma celebrativa de los sacramentos, sobre todo en aquellos elementos que la Escritura refrenda y que permiten reconocer con absoluta evidencia el gesto de Cristo en la acción ritual de la Iglesia”.

Sobre la pretensión de subrayar la importancia de la comunidad mediante la modificación de la fórmula del Bautismo, en la nota se indica que “en la celebración de los sacramentos, en efecto, el sujeto es la Iglesia-Cuerpo de Cristo junto con su Cabeza, que se manifiesta en la concreta asamblea reunida”.

Pero, al mismo tiempo, se recuerda que la asamblea “actúa ministerialmente, no colegialmente, porque ningún grupo puede hacerse a sí mismo Iglesia, sino que se hace Iglesia en virtud de una llamada, que no puede surgir desde dentro de la asamblea misma”.

“El ministro es, por consiguiente, signo-presencia de Aquel que reúne y, al mismo tiempo, lugar de comunión de la asamblea litúrgica con toda la Iglesia. En otras palabras, el ministro es un signo exterior de que el sacramento no está a nuestra disposición, así como de su carácter relativo a la Iglesia universal”.

La nota doctrinal finaliza subrayando que “alterar la fórmula sacramental significa, además, no comprender la naturaleza misma del ministerio eclesial, que es siempre servicio a Dios y a su pueblo, y no ejercicio de un poder que llega hasta la manipulación de lo que ha sido confiado a la Iglesia con un acto que pertenece a la Tradición”.

domingo, 13 de enero de 2019

5 COSAS QUE TAL VEZ NO SABÍAS DEL BAUTISMO CATÓLICO


5 cosas que tal vez no sabías del Bautismo católico
Redacción ACI Prensa




“Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión”, dice el Catecismo de la Iglesia Católica (CCI 1213).

Te presentamos 5 cosas que tal vez no sabías de este sacramento, puerta para los otros sacramentos.

1. Se inició con los Apóstoles

“Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo. En efecto, san Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación: ‘Convertíos [...] y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo’ (Hch 2,38)” (CCI 1226).

San Higinio, pontífice aproximadamente entre los años 138 al 142, instituyó el padrino y la madrina en el bautismo de los recién nacidos para que guíen a los pequeños en la vida cristiana.


2. Tiene varios nombres

Bautizar, del griego “baptizein”, significa “sumergir” o “introducir dentro del agua”. Esta inmersión simboliza el acto “el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con Él” (CCI 1214).

Este sacramento también es llamado “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo”, así como “iluminación” porque el bautizado se convierte en “hijo de la luz”.

San Gregorio Nacianceno decía que es “Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios”.

3. Se renueva cada año

“En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por eso, la Iglesia celebra cada año en la vigilia pascual la renovación de las promesas del Bautismo. La preparación al Bautismo sólo conduce al umbral de la vida nueva. El Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana” (CCI 1254).


4. Un no bautizado también puede bautizar

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1256) que “son ministros ordinarios del Bautismo el obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina, también el diácono (cf CIC, can. 861,1; CCEO, can. 677,1). En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede bautizar (cf CIC can. 861, § 2) si tiene la intención requerida y utiliza la fórmula bautismal trinitaria”.

“La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar. La Iglesia ve la razón de esta posibilidad en la voluntad salvífica universal de Dios (cf 1 Tm 2,4) y en la necesidad del Bautismo para la salvación (cf Mc 16,16)”(CCI 1253).

5. Es un sello único y permanente

“El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación (cf DS 1609-1619). Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado” (CCI 1272).

EL BAUTISMO DEL SEÑOR: INICIAR LA REACCIÓN


INICIAR LA REACCIÓN



El Bautista no permite que la gente lo confunda con el Mesías. Conoce sus límites y los reconoce. Hay alguien más fuerte y decisivo que él. El único al que el pueblo ha de acoger. La razón es clara. El Bautista les ofrece un bautismo de agua. Solo Jesús, el Mesías, los «bautizará con el Espíritu Santo y con fuego».

A juicio de no pocos observadores, el mayor problema de la Iglesia de hoy es «la mediocridad espiritual». La Iglesia no posee el vigor espiritual que necesita para enfrentarse a los retos del momento actual. Cada vez es más patente. Necesitamos ser bautizados por Jesús con su fuego y su Espíritu.

En no pocos cristianos esta creciendo el miedo a todo lo que pueda llevarnos a una renovación. Se insiste mucho en la continuidad para conservar el pasado, pero no nos preocupamos de escuchar las llamadas del Espíritu para preparar el futuro. Poco a poco nos estamos quedando ciegos para leer los «signos de los tiempos».

Se da primacía a certezas y creencias para robustecer la fe y lograr una mayor cohesión eclesial frente a la sociedad moderna, pero con frecuencia no se cultiva la adhesión viva a Jesús. ¿Se nos ha olvidado que él es más fuerte que todos nosotros? La doctrina religiosa, expuesta casi siempre con categorías premodernas, no toca los corazones ni convierte nuestras vidas.

Abandonado el aliento renovador del Concilio, se ha ido apagando la alegría en sectores importantes del pueblo cristiano, para dar paso a la resignación. De manera callada pero palpable va creciendo el desafecto y la separación entre la institución eclesial y no pocos cristianos.

Es urgente crear cuanto antes un clima más amable y cordial. Cualquiera no podrá despertar en el pueblo sencillo la ilusión perdida. Necesitamos volver a las raíces de nuestra fe. Ponernos en contacto con el Evangelio. Alimentarnos de las palabras de Jesús que son «espíritu y vida».

Dentro de unos años, nuestras comunidades cristianas serán muy pequeñas. En muchas parroquias no habrá ya presbíteros de forma permanente. Que importante es cuidar desde ahora un núcleo de creyentes en torno al Evangelio. Ellos mantendrán vivo el Espíritu de Jesús entre nosotros. Todo será más humilde, pero también más evangélico.

A nosotros se nos pide iniciar ya la reacción. Lo mejor que podemos dejar en herencia a las futuras generaciones es un amor nuevo a Jesús y una fe más centrada en su persona y su proyecto. Lo demás es más secundario. Si viven desde el Espíritu de Jesús, encontrarán caminos nuevos.


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc (3,15-16.21-22)

ORACIÓN DE SAN JUAN PABLO II EN EL SITIO DEL BAUTISMO DEL SEÑOR


Oración de San Juan Pablo II 
en el Sitio del Bautismo del Señor
Fuente: Aciprensa




En el Evangelio de San Lucas leemos "Que la Palabra de Dios bajó sobre Juan, Hijo de Zacarías, en el desierto. Y él recorrió toda la región del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados" (3, 2-3). Aquí, en el Río Jordán, cuyas orillas han sido visitadas por multitudes de peregrinos que rinden honor al Bautismo del Señor, también yo elevo mi corazón en oración:

¡Gloria a ti, oh Padre, Dios de Abraham, Isaac y Jaco
Tú has enviado a tus siervos, los profetas
a proclamare tu palabra de amor fiel
y a llamar a tu pueblo al arrepentimiento.
A las orillas del Río Jordán,
Has suscitado a Juan el Bautista,
una voz que grita en el desierto,
enviado a toda la región del Jordán,
a preparar el camino del Señor,
a anunciar la venida de Cristo.
¡Gloria a ti, oh Cristo, Hijo de Dios!
Has venido a las aguas del Jordán
Para ser bautizado por manos de Juan.
Sobre ti el Espíritu descendió como una paloma.
Sobre ti se abrieron los cielos,
Y se escuchó la voz del Padre:
"Este es mi Hijo, el Predilecto!"
Del río bendecido con tu presencia
Has partido para bautizar no sólo con el agua
sino con fuego y Espíritu Santo.
¡Gloria a ti, oh Espíritu Santo, Señor!
Por tu poder la Iglesia es bautizada,
Descendiendo con Cristo en la muerte
Y resurgiendo junto a él a una nueva vida.
Por tu poder, nos vemos liberados del pecado
para convertirnos en hijos de Dios,
el glorioso cuerpo de Cristo.
Por tu poder, todo temor es vencido,
Y es predicado el Evangelio del amor
En cada rincón de la tierra,
para la gloria de Dios,
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
a Él todo honor en este Año Jubilar
y en todos los siglos por venir. Amén.

S.S. Juan Pablo II

21 de marzo del 2000

miércoles, 12 de septiembre de 2018

BAUTIZAR A LOS NIÑOS O DEJAR QUE DECIDAN CUANDO CREZCAN?


¿Bautizar a los niños o dejar que decidan cuando crezcan?
Los padres católicos deben dar el bautismo a sus hijos poco después de su nacimiento, cuanto antes mejor


Por: Padre Federico | Fuente: InfoCatolica.com 




Se escucha con creciente frecuencia a padres de familia decir, con aires de sensatez, progresismo y apertura de mente, que no bautizarán a sus hijos, porque prefieren dejar que ellos mismos elijan la religión de su preferencia cuando tengan la madurez para hacerlo, sin la influencia de los padres… Olvidan estas personas que el mismo proceso de maduración de los hijos, el concepto que estos se formen de la realidad –y por consiguiente las decisiones que tomen en sus vidas–, está sujeto a una fuerte influencia de sus padres, y de otros individuos, algunas tal vez de influencia deseable, otras no tanto.

Nosotros afirmamos, con la Santa Madre Iglesia, que los padres católicos deben dar el bautismo a sus hijos poco después de su nacimiento, cuanto antes mejor, y que tienen la grave responsabilidad de formar a sus hijos en la fe católica. Pero antes de argumentar esta afirmación, preguntémonos, ¿qué es lo que motiva cada vez a más padres, que vienen de familias católicas, a pensar que es mejor dejar que sus hijos elijan por ellos mismos su religión? La respuesta parece encontrarse en dos causas, necesariamente vinculadas: la primera es que estos padres no tienen fe; la segunda consiste en un falso concepto de libertad.

Cuando los padres carecen de fe, bien porque la perdieron al no haber recibido el alimento de la sana doctrina católica y de los sacramentos, o bien porque en realidad nunca llegaron a creer al no haber sido movidos a ello por sus padres (o por quienes tuvieron la responsabilidad de educarlos), presentan una gran dificultad para ver que los hombres, hijos de Adán, tienen, por el pecado de este, la naturaleza caída, sometida a la debilidad, a la ignorancia y al poder de las tinieblas, e inclinada al pecado; de igual manera, la falta de fe dificulta, o imposibilita, a estos padres ver el bien infinito que recibe un alma por la gracia santificante.

La segunda causa, decíamos, radica en un falso concepto de libertad, según el cual se comprende a esta como la independencia de cualquier influencia previa o inclinación, de manera que, mientras más indiferente y ajena de toda inclinación sea una persona, más libre es; sin embargo el hombre no es libre cuando es independiente de inclinaciones, sino cuando es capaz de seguir aquellas inclinaciones que son acordes con la verdad de su ser, y la verdad del ser del hombre tiene su cumplimiento en la vocación por la que Dios lo ha creado: la filiación divina, ser hijo de Dios, que no está al alcance de las determinaciones ni esfuerzos humanos, sino que es un don absolutamente gratuito de Dios, sin ningún mérito previo de nuestra parte («Porque Dios es el que produce en ustedes el querer y el hacer, conforme a su designio de amor», Flp 2,13), y que Él ha dispuesto dárnoslo a través de la Iglesia por los méritos de Su Hijo Único, Jesucristo, Cabeza de la Iglesia («Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad, y ustedes participan de esa plenitud de Cristo, que es la Cabeza», Col 2,9). Solo existe una voluntad absolutamente libre, que es la de Dios; luego, la voluntad del hombre será tanto más libre cuanto mayor sea su disposición a unirse a la voluntad de Dios, y esta disposición será mayor cuando sea más fiel a su conciencia y esta esté más iluminada por la verdad, ya que la voluntad de Dios actúa siempre según la verdad, o sea que cuanto más acostumbrada esté el alma a Dios, más libre es, y este “acostumbramiento” a Dios, a Su voluntad, nos es dado, por disposición Suya, en un orden sobrenatural por el Bautismo, por el que pasamos a participar de la misma naturaleza de Dios, del amor entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo.

En las consideraciones precedentes ya podemos vislumbrar parte de la argumentación de por qué se debe bautizar a un niño lo más inmediatamente posible después de su bautismo, y también los motivos por los que una tal argumentación, aunque sea clara en los conceptos y su concatenación lógica, resultará oscura a quien carece de fe y de un correcto concepto de la libertad del hombre. Pasemos, pues, a comentar los argumentos que nos ofrece el Catecismo (numerales 1250-1252):

«Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original [el pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva], los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios.»
Si los padres entendiesen la realidad del pecado original, y las consecuencias de éste para el alma, entenderían que postergar el bautismo de su hijo hasta que este pueda decidir, significa dejarlo desnudo de la gracia santificante, privado del vestido del mismo Cristo de quien somos revestidos en las aguas bautismales. Curiosamente, no se escucha a ningún papá decir que, puesto que no desea influir sobre los gustos de ropa de su hijo, lo dejará desnudo hasta que este pueda escoger por sí mismo las vestimentas de su preferencia.

«La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños.»
Este argumento se relaciona con el falso concepto de libertad que explicamos más arriba. Cuando un papá quiere que su hijo sea libre para escoger su religión cuando tenga consciencia y conocimiento, es como pretender que sea libre para escoger a sus padres cuando tenga consciencia y conocimiento. Esa supuesta libertad es un engaño. El niño no necesita conocer varios candidatos a papás, y conseguirse el amor de alguno de ellos con ciertos méritos de su parte; él ya tiene papás desde el mismo momento en que ha sido concebido, y normalmente ya tiene garantizado el amor de estos, no necesita hacer méritos para ganarse su amor. Este es el caso con Dios, quien ha creado al hombre, y le ofrece Su amor y la salvación gratuitamente, pues todo acto meritorio de amor que puede hacer el hombre ya es un don de la gracia divina.

«Los padres cristianos deben reconocer que esta práctica corresponde también a su misión de alimentar la vida que Dios les ha confiado.»
Cuando los padres reciben un hijo, no reciben solo un cuerpo, reciben una persona, que es una unión indivisible de cuerpo, alma y espíritu. Por eso la responsabilidad de cuidarlo no implica solamente proveerle alimento material, sino también el espiritual. Uno dudaría del buen estado mental de un papá que se propusiera privar de alimento a su niño, aduciendo que prefiere esperar a que este tenga edad suficiente para decidir por sí mismo los tipos de alimentos de su preferencia, o que no le enseñase a hablar pensando que respeta mejor la libertad de su hijo si espera a que este tenga la edad suficiente para escoger por cuenta propia la lengua en la que desea comunicarse.

«La práctica de bautizar a los niños pequeños es una tradición inmemorial de la Iglesia está atestiguada explícitamente desde el siglo II. Sin embargo, es muy posible que, desde el comienzo de la predicación apostólica, cuando “casas” enteras recibieron el Bautismo (Cf. Hch 16,15.33; 18,8; 1Co 1,16), se haya bautizado también a los niños.»
Finalmente el Catecismo nos presenta aquí el argumento que para un católico es el de mayor peso: el testimonio de la Tradición de la Iglesia, fuente auténtica de la revelación divina. Siendo esta una práctica desde los comienzos del cristianismo, significa que fue instruida por nuestro Señor Jesucristo a los apóstoles, y que estos la transmitieron a la Iglesia, particularmente a los obispos que instituyeron para continuar el mandato del Señor de ir hasta los confines de la tierra, haciendo que todos los pueblos sean sus discípulos, bautizándolos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19), pues «el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.» (Jn 3,5).

Así como uno no puede escoger, cuando ya es joven, una pareja de padres para ser sus progenitores, y entonces comenzar a ser hijo, tampoco puede escoger un Dios para que sea su Creador y Salvador, y así como desde el nacimiento el niño necesita los cuidados y atención de sus padres, también desde el nacimiento el alma de ese niño necesita los cuidados y atención de su Padre y Salvador que es Dios, y de su Madre que es la Iglesia instituida por Dios. Si el cuerpo comenzase a tener alma recién de joven o adulto, o se pudiese escoger, entre varios dioses, de cuál recibir el alma, entonces coincidimos que sería muy sensato esperar a que el hijo tuviese el conocimiento y la madurez necesarias para hacer la mejor elección, como puede ocurrir con la vocación matrimonial o religiosa, por ejemplo. Concluimos con una cita de San Basilio, uno de los más grandes Padres de la Iglesia:


Hay un tiempo conveniente para cada cosa: un tiempo para el sueño y otro para la vigilia, un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz. Sin embargo, el tiempo del bautismo absorbe toda la vida del hombre. Si no es posible al cuerpo vivir sin respirar, mucho menos lo será para el alma subsistir sin conocer a su creador. La ignorancia de Dios es la muerte del alma. Aquel que no ha sido bautizado tampoco ha sido iluminado. Así como sin luz, la vista no puede examinar aquello que le interesa, del mismo modo, el alma no puede contemplar a Dios sin el bautismo.

martes, 29 de agosto de 2017

LA FECHA DE MI BAUTISMO


La fecha de mi bautismo



1)  Para saber
Si vemos una gran humareda, nos imaginamos que algo se está quemando. El humo es un signo del fuego. Los signos nos ayudan a dirigir nuestra mente a otra realidad. Y cuando se trata de realidades sobrenaturales, los signos nos ayudan a comprender un poco más de los misterios de Dios.
El Papa Francisco en una reciente audiencia habló del signo de la luz, muy presente en la liturgia de la Iglesia. Recordó que antiguamente los templos estaban orientadas hacia el este. Se entraba por una puerta abierta hacia occidente y, caminando se dirigía hacia oriente. El occidente es el punto cardinal del ocaso, donde muere la luz. El oriente, en cambio, es el lugar donde las tinieblas son vencidas por la primera luz de la aurora y nos recuerda a Cristo, Sol surgido de lo alto al horizonte del mundo (Cfr. Lc 1,78). Se puede decir que el mismo cosmos participa con su lenguaje.
Ya en el Antiguo Testamento el profeta Isaías había anunciado la llegada de Cristo y que recoge san Mateo: “El pueblo que yacía en tinieblas ha visto una gran luz; para los que yacían en región y sombra de muerte una luz ha amanecido (Mt 4,16). Nuestro Señor Jesucristo lo dirá de sí mismo: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8, 12).


2) Para pensar
Así como la luz nos permite ver bien las cosas, así la luz de la fe nos permite ver las cosas, y la misma vida, en su verdadera profundidad y sentido. Sin ella, nos dice el Papa, todo se vuelve confuso, es imposible distinguir el bien del mal, y nos hace perder el camino que nos lleva a nuestra felicidad.
La liturgia bautismal nos recuerda la importancia de esa luz. Al final del rito, se entrega una vela, cuya llama es encendida del cirio pascual. En este signo está la propagación de la Resurrección de Jesús en la vida de todos los cristianos. La vida de la Iglesia es iluminar con esta luz. Después, cada cristiano ha de llevar la luz de Cristo a los demás con su serenidad ante dificultades, con su deseo de recomenzar a querer el bien y seguir caminando incluso cuando se han experimentado muchas desilusiones.
Pensemos si, como bautizados, llevamos esa luz de Cristo a los corazones de los demás.


3) Para vivir
¿Qué cosa quiere decir ser cristianos? Quiere decir creer en la luz de la fe, incluso cuando el mundo está envuelto por la noche y las tinieblas. Ser cristiano, por la gracia de Cristo recibido en el Bautismo, es estar “orientado” a la luz: no creer en la oscuridad, sino en el resplandecer del día; no ser derrotados por la muerte, sino anhelar el resucitar. Esta es nuestra esperanza cristiana: la salvación que Jesús nos trae con su luz y nos salva de las tinieblas.
La luz de Cristo nos ilumina sobre lo que somos: No somos huérfanos, tenemos un Padre y... ¡nuestro Padre es Dios! ¡Creemos que Jesús es la luz! ¡Creemos que el Espíritu Santo obra sin descanso por el bien de la humanidad!
El Papa Francisco nos vuelve a invitar a recordar o investigar la fecha de nuestro bautismo y no olvidarla nunca. Es la fecha del renacer, es la fecha en la cual hemos sido iluminados por la luz de Cristo.


© Pbro. José Martínez Colín

lunes, 9 de enero de 2017

PENICILINA AL BAUTIZADO


Penicilina al bautizado



En la Biblia se da mucha importancia al nombre de las personas: en cierta manera indica su naturaleza y su misión. El cambio de nombre significa que la persona adquiere nuevas capacidades para una nueva misión. Por ejemplo: Jesús pone a Simón el nombre de Pedro: le da firmeza como para ser fundamento de la Iglesia

Un padre misionero que llegó al pueblito, se dedicaba no sólo a cuidar la salud espiritual de los fieles sino también la salud física. Una tarde un paisano llegó del campo para hacer bautizar a su hijita. —Mire, padrecito, ando con ganas de cristianar a mi niñita. —Cómo no, mi amigo, para eso estamos. Al empezar la celebración el sacerdote vio una infección en el bracito de la nena y pensando que era necesaria una curación inmediata, dijo al paisano: —Mire, señor, a esta chica hay que ponerle penicilina. A lo que el paisano un poco enojado le respondió: —No, no, no, usted a mi hija le pone “Ruperta”, o ya mismo la llevo a otro cura.

Lo del cambio del nombre es tan notable en la Biblia, que un día todos los que entren triunfantes en la Jerusalén celestial recibirán un nombre nuevo, adecuado a los redimidos del Señor (Ap. 3:12). Alabemos a Jesús, que significa “salvador”, porque para eso nació para librarnos del pecado y de la muerte eterna.


* Enviado por el P. Natalio

CINCO COSAS QUE TAL VEZ NO SABÍAS DEL BAUTISMO CATÓLICO



5 cosas que tal vez no sabías del Bautismo católico


 (ACI).- “Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión”, dice el Catecismo de la Iglesia Católica (CCI 1213). Aquí 5 cosas que tal vez no sabías de este Sacramento, puerta para los otros sacramentos.

1. Se inició con los Apóstoles


“Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo. En efecto, san Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación: ‘Convertíos [...] y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo’ (Hch 2,38)” (CCI 1226).

San Higinio, pontífice aproximadamente entre los años 138 al 142, instituyó el padrino y la madrina en el bautismo de los recién nacidos para que guíen a los pequeños en la vida cristiana.

2. Tiene varios nombres

Bautizar, del griego “baptizein”, significa “sumergir” o “introducir dentro del agua”. Esta inmersión simboliza el acto “el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con Él” (CCI 1214).

Este Sacramento también es llamado “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo”, así como “iluminación” porque el bautizado se convierte en “hijo de la luz”.

San Gregorio Nacianceno decía que es “Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios”.

3. Se renueva cada año

“En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por eso, la Iglesia celebra cada año en la vigilia pascual la renovación de las promesas del Bautismo. La preparación al Bautismo sólo conduce al umbral de la vida nueva. El Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana” (CCI 1254).

4. Puede bautizar un no bautizado


Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1256) que “son ministros ordinarios del Bautismo el obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina, también el diácono (cf CIC, can. 861,1; CCEO, can. 677,1). En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede bautizar (cf CIC can. 861, § 2) si tiene la intención requerida y utiliza la fórmula bautismal trinitaria”.

“La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar. La Iglesia ve la razón de esta posibilidad en la voluntad salvífica universal de Dios (cf 1 Tm 2,4) y en la necesidad del Bautismo para la salvación (cf Mc 16,16)”.

5. Sello único y permanente

“El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación (cf DS 1609-1619). Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado” (CCI 1272).

domingo, 8 de enero de 2017

UN NIÑO QUE DARÁ QUE HABLAR


Un niño que dará que hablar



Han pasado las navidades, y con el Bautismo del Señor, se inicia su andadura y su misión. ¿Qué andadura? ¿Qué misión?

Ni más ni menos que aquello, que nosotros los cristianos, olvidamos con frecuencia: ser discípulo de Jesús es ser conocedor de su vida, entusiasta de Dios y orientar nuestra vida desde el Evangelio. ¿Lo hacemos?

Este Niño, al que visitaron humildemente los pastores; al que reverenciaron los magos para abrir su historia y su nombre a todos los pueblos de la tierra, inicia con su bautismo personal aquello para lo que ha nacido: ha venido para estar junto a nosotros, para enseñarnos el camino de la vida y del amor de Dios, y sobre todo, para dignificar nuestra existencia, divinizarla y darle otro color.

Se involucra de lleno en aquello que Dios le pide. Se abre el cielo, una vez más, no para entrar en el seno virginal de María, y sí para caminar por las entrañas de la tierra ofreciendo esperanza e ilusión a todo aquel que la ha perdido.

Aquel Niño que nació en una noche estrellada y silenciosa, hablará con fuerza sobre el amor y la justicia. Nos dirá que, el perdón, es distintivo de aquellos que se dicen amigos suyos y, sobre todo, nos invitará a ser testigos de lo que, Él, dice, forja y enseña.

El Bautismo del Señor es el punto de salida de una tarea que, además, sacude nuestras conciencias y nos ofrece muchas posibilidades.

-Sacude nuestras conciencias. Nos invita a plantearnos varios interrogantes. ¿Es nuestra fe operativa, profunda, convencida, creativa y activa? ¿No la tenemos demasiado dormida y arrinconada por vicisitudes o por vergüenza a exhibirla? ¿Por qué tanta bravura para hablar de lo superfluo, de aquello que pasa, y tanto miramiento o timidez para expresar aquello que decimos creer y sentir?

-Nos da muchas posibilidades. El Bautismo del Señor nos abre, nuevamente, el cielo. Escuchamos, una vez más, que somos hijos preferidos por parte de Dios, que nos ama pero, que hemos de intentar practicar aquello que Jesús nos dice. Y que, su misión, es nuestra misión. Que su locura, ha de ser nuestra locura. Que su fin, ha de ser nuestro fin. Que su camino, ha de ser el nuestro.

El Bautismo del Señor es descubrir el sentido de nuestro propio bautismo. No se construye una casa para nunca habitarla. Ni, tampoco, se descorcha una botella de buen vino para desperdiciar su contenido. Ni, mucho menos, compramos un artículo de belleza para nunca lucirlo. De igual manera, el Bautismo del Señor, empuja y sazona el nuestro, con la luz de una gran verdad: hemos de ser sus testigos cumpliendo la voluntad de Dios allá donde nos encontremos.

Si Jesús, desde el día de su nacimiento, comparte nuestra condición humana, ahora, con su Bautismo carga con nuestras deficiencias y pecados, se compromete de lleno en un intento de recuperarnos y de llevarnos a Dios.

¿Qué ser cristiano no es cómodo ni fácil? ¡Por supuesto! ¡Nunca lo ha sido! Pero, Jesús, no se conformó con descender al Jordán para hacer el numerito. No cumplió el rito por simple tradición o presión social. En su ascenso, a la tierra llana y dura, comprobó enseguida que su mensaje era causa de tensión. ¡No dejaba indiferente a nadie! Fue un Niño que, siendo joven, no dejó frío a nadie.

A una con el Señor, renovemos en el inicio de este año nuestro deseo de que la presencia de Dios en nuestra vida sea algo real, vivo, visible y testimonial.


© Padre Javier Leoz

POR QUÉ SE HIZO BAUTIZAR JESÚS?


¿Por qué se hizo bautizar Jesús?
En el gesto de Jesús descubrimos su solidaridad redentora. Se hace uno de los nuestros, para compartir hasta el fondo nuestra suerte y así poder transformarla.


Por: P. Guillermo Juan Morado | Fuente: Infocatolica 




Jesús no tenía necesidad de ser bautizado. Juan Bautista acertaba plenamente al decir: "Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias" (cf Mc 1,7-11). El bautismo de Juan, que no es todavía el sacramento cristiano del bautismo, era un bautismo de penitencia, que expresaba el deseo de ser purificado de los pecados. Ningún pecado había en Jesús. Él es el Santo, el Inocente, el Hijo de Dios.

¿Por qué, entonces, quiso Jesús ser contado entre los pecadores y, como algunos de ellos, dejarse bautizar por Juan? En el gesto de Jesús descubrimos su solidaridad redentora. Se hace uno de los nuestros, para compartir hasta el fondo nuestra suerte y así poder transformarla. En realidad, no es el agua del Jordán la que purifica a Jesús, sino que es Él, dejándose sumergir en el agua, quien confiere al agua el poder de santificar.

La inmersión de Jesús en el Jordán prefigura su inmersión en la muerte. El Señor no sólo se dejó contar entre los pecadores, sino se apropió de todo el pecado de los hombres y asumió la consecuencia de ese pecado, la muerte. Haciendo suya la muerte la destruyó desde dentro, trasformándola en vida, al igual que convirtió el agua del Jordán en agua de vida.

El Señor, que posee el Espíritu en plenitud, puede comunicarlo a los suyos por medio de un Bautismo que ya no es, como el de Juan, un mero signo de penitencia, sino una participación sacramental en su Pascua. Al recibir el sacramento del Bautismo por el agua y el Espíritu Santo somos verdaderamente regenerados; morimos al hombre viejo, al pecado, y renacemos como hombres nuevos, como hijos adoptivos de Dios por la gracia, como miembros de la Iglesia.

El evangelio dice que apenas salió Jesús del agua se "rasgó el cielo". Los cielos se abrieron, comenta Santo Tomás de Aquino, para mostrar los elementos que pertenecen a la eficacia de nuestro Bautismo. Una eficacia que proviene, no de las fuerzas humanas, sino de la virtud del cielo. Una eficacia relacionada con la fe del que se bautiza y con la fe de la Iglesia, mediante la cual "contemplamos las cosas del cielo, que superan los sentidos y la razón humanos". Y, además, "se abrieron los cielos, para manifestar que el camino del cielo queda abierto para los bautizados" (STh III 39 5).

Debemos perseverar en la oración para que este nuevo nacimiento, que ha tenido lugar en nuestro Bautismo, llegue a su plenitud, a su cumplimiento, que no es otro que el cielo; la amistad con Dios, la comunión con Él y con todos los bienaventurados.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...