miércoles, 9 de septiembre de 2020

GOTITAS DE AMOR


Gotitas de amor



Había un incendio en un gran bosque de bambú; el incendio formaba llamaradas impresionantes, de una altura extraordinaria; y una pequeña ave, muy pequeñita, fue al río, mojó sus alas y regresó sobre el gran incendio, y las empezó a agitar para apagarlo; y volvía a regresar
y volvía a ir una y otra vez; y los dioses que la observaban, sorprendidos la mandaron a llamar y le dijeron:

- Oye, por qué estás haciendo eso?
Cómo es posible?
Cómo crees que con esas gotitas de agua puedas tú apagar un incendio de tales dimensiones?
Date cuenta: No lo vas a lograr.

Y el ave humildemente contestó:
"El bosque me ha dado tanto, le amo tanto, yo nací en él, este bosque me ha enseñado la naturaleza. Este bosque me ha dado todo mi ser.
Este bosque es mi origen y mi hogar y me voy a morir lanzando gotitas de amor, aunque no lo pueda apagar".

Los dioses entendieron lo que hacía la pequeña ave y le ayudaron a apagar el incendio.

"Cada gotita de agua apacigua un incendio.
Cada acción que con amor y entusiasmo emprendemos, un mejor mañana será su reflejo.

No subestime sus gotas: millones de ellas forman un océano.
Todo acto que con amor realizamos, regresa a nosotros multiplicado"

REGALOS QUE NADA CUESTAN


Regalos que nada cuestan



1.  El regalo de escuchar.
     Pero realmente escuchar, sin interrumpir, bostezar, o criticar. Sólo escuchar.

2.  El regalo del cariño.
     Ser generoso con besos, abrazos, una palabra amable, un apretón de manos.  Con estas pequeñas acciones demuestras el cariño por tu familia y amigos.

3.  El regalo de la sonrisa.
     Llena tu vida de imágenes con sonrisas, dibujos, caricaturas, y tu  regalo dirá "me gusta reír contigo".

4.  El regalo de una nota escrita.
     Puede ser un simple "gracias por ayudarme". Un detallito así puede ser recordado toda una vida, y aún, tal vez, inclusive cambiarla.

5.  El regalo del reconocimiento.
     Un simple, pero sincero "te ves preciosa con ese vestido", "has hecho un gran trabajo", "fue una cena estupenda",  pueden convertir en    especial un día ordinario.

6.  El regalo del favor.
     Todo los días procura hacer un favor.

7.  El regalo de la soledad.
     Hay momentos en que preferimos estar solos. En esas ocasiones
     especiales ofrécete ese regalo a ti mismo, o pídele a otros que te lo obsequien.

8.  El regalo de la disposición a la gratitud.
     Una manera de hacer sentir bien a los demás es decirles esas cosas tan "hola",  "muchas gracias", "eres un cielo", "qué suerte tenerte  cerca"...

HOY SE INICIA LA NOVENA A SAN JOSÉ DE CUPERTINO, DEL 9 AL 17 DE SEPTIEMBRE



Hoy se inicia la novena a San José de Cupertino, conocido como el santo volador

 (ACI).-  La fiesta de San José de Cupertino que se celebra cada 18 de septiembre, ACI Prensa ofrece una novena de preparación en honor al patrono de estudiantes y conocido como el santo volador.

“Rezar, no cansarse nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo el que le pide, recibe”, afirmaba el franciscano que fue bendecido por Dios con muchos milagros que él siempre atribuía a la intercesión de la Santísima Virgen María.




Primer Día de la Novena a San José de Cupertino



Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición

Jesús, mi Señor y Redentor: Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos, ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confió en que, por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

Oración Inicial

Gloriosísimo San José de Cupertino, patrono de los estudiantes, no desprecies las súplicas que te dirijimos implorando tu auxilio en los exámenes de mis estudios. Alcánzame del Señor que, como verdadera fuente de luz y sabiduría, disipe las dos clases de tinieblas de mi entendimiento, el pecado y la ignorancia, instruyendo mi lengua y difundiendo en mis labios la gracia de su bendición. Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, y en el momento del examen, gracia y abundancia para hablar, acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar, si así conviene a la mayor gloria de Dios y provecho de mi alma. Amén.

Primer Día:

Máxima: “El que tiene fe es señor del mundo.”

Jaculatoria: San José de Cupertino, espejo de fe, ruega por mí.

(Meditar la Máxima y la Jaculatoria)

Padre Nuestro, Ave María y Gloria

Oración Final

Amable protector mío, San José de Cupertino, el estudio frecuentemente me resulta difícil, duro y aburrido. Tú puedes hacérmelo fácil y agradable. Tú que fuiste singularmente favorecido por Dios para superar las dificultades del estudio y de las preocupaciones de los exámenes, implora al Espíritu Santo que ilumine mi mente y fortalezca mi memoria en la búsqueda de su verdad y la sabiduría. Ayúdame especialmente en los momentos decisivos de todo tipo de prueba, protégeme del olvido y la ansiedad inquietante que a menudo me afectan. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Segundo Día de la Novena a San José de Cupertino

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición

Jesús, mi Señor y Redentor: Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos, ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confió en que, por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

Oración Inicial

Gloriosísimo San José de Cupertino, patrono de los estudiantes, no desprecies las súplicas que te dirijimos implorando tu auxilio en los exámenes de mis estudios. Alcánzame del Señor que, como verdadera fuente de luz y sabiduría, disipe las dos clases de tinieblas de mi entendimiento, el pecado y la ignorancia, instruyendo mi lengua y difundiendo en mis labios la gracia de su bendición. Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, y en el momento del examen, gracia y abundancia para hablar, acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar, si así conviene a la mayor gloria de Dios y provecho de mi alma. Amén.

Segundo Día:

Máxima: “Quien tiene esperanza en todo lugar, no hace poco.”

Jaculatoria: San José de Cupertino, espejo de esperanza, ruega por mí.

(Meditar la Máxima y la Jaculatoria)

Padre Nuestro, Ave María y Gloria

Oración Final

Amable protector mío, San José de Cupertino, el estudio frecuentemente me resulta difícil, duro y aburrido. Tú puedes hacérmelo fácil y agradable. Tú que fuiste singularmente favorecido por Dios para superar las dificultades del estudio y de las preocupaciones de los exámenes, implora al Espíritu Santo que ilumine mi mente y fortalezca mi memoria en la búsqueda de su verdad y la sabiduría. Ayúdame especialmente en los momentos decisivos de todo tipo de prueba, protégeme del olvido y la ansiedad inquietante que a menudo me afectan. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Tercer Día de la Novena a San José de Cupertino


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición

Jesús, mi Señor y Redentor: Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos, ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confió en que, por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

Oración Inicial

Gloriosísimo San José de Cupertino, patrono de los estudiantes, no desprecies las súplicas que te dirijimos implorando tu auxilio en los exámenes de mis estudios. Alcánzame del Señor que, como verdadera fuente de luz y sabiduría, disipe las dos clases de tinieblas de mi entendimiento, el pecado y la ignorancia, instruyendo mi lengua y difundiendo en mis labios la gracia de su bendición. Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, y en el momento del examen, gracia y abundancia para hablar, acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar, si así conviene a la mayor gloria de Dios y provecho de mi alma. Amén.

Tercer Día:

Máxima: “Todo se debe hacer para volver propicia la misericordia divina hacia el prójimo.”

Jaculatoria: San José de Cupertino, fuente de caridad, ruega por mí.

(Meditar la Máxima y la Jaculatoria)

Padre Nuestro, Ave María y Gloria

Oración Final

Amable protector mío, San José de Cupertino, el estudio frecuentemente me resulta difícil, duro y aburrido. Tú puedes hacérmelo fácil y agradable. Tú que fuiste singularmente favorecido por Dios para superar las dificultades del estudio y de las preocupaciones de los exámenes, implora al Espíritu Santo que ilumine mi mente y fortalezca mi memoria en la búsqueda de su verdad y la sabiduría. Ayúdame especialmente en los momentos decisivos de todo tipo de prueba, protégeme del olvido y la ansiedad inquietante que a menudo me afectan. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Cuarto Día de la Novena a San José de Cupertino


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición

Jesús, mi Señor y Redentor: Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos, ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confió en que, por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

Oración Inicial

Gloriosísimo San José de Cupertino, patrono de los estudiantes, no desprecies las súplicas que te dirijimos implorando tu auxilio en los exámenes de mis estudios. Alcánzame del Señor que, como verdadera fuente de luz y sabiduría, disipe las dos clases de tinieblas de mi entendimiento, el pecado y la ignorancia, instruyendo mi lengua y difundiendo en mis labios la gracia de su bendición. Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, y en el momento del examen, gracia y abundancia para hablar, acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar, si así conviene a la mayor gloria de Dios y provecho de mi alma. Amén.

Cuarto Día:

Máxima: “En cualquier tentación, no confiéis nunca en vosotros mismos; mas levantando la mirada al Crucifijo, apoyaos enteramente en el Salvador, y luego nada, temáis, que Dios no dejaré de seros fiel si vosotros permanecéis con El.”

Jaculatoria: San José de Cupertino, modelo de humildad, ruega por mi.

(Meditar la Máxima y la Jaculatoria)

Padre Nuestro, Ave María y Gloria

Oración Final

Amable protector mío, San José de Cupertino, el estudio frecuentemente me resulta difícil, duro y aburrido. Tú puedes hacérmelo fácil y agradable. Tú que fuiste singularmente favorecido por Dios para superar las dificultades del estudio y de las preocupaciones de los exámenes, implora al Espíritu Santo que ilumine mi mente y fortalezca mi memoria en la búsqueda de su verdad y la sabiduría. Ayúdame especialmente en los momentos decisivos de todo tipo de prueba, protégeme del olvido y la ansiedad inquietante que a menudo me afectan. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.




Quinto Día de la Novena a San José de Cupertino

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición

Jesús, mi Señor y Redentor: Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos, ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confió en que, por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

Oración Inicial

Gloriosísimo San José de Cupertino, patrono de los estudiantes, no desprecies las súplicas que te dirijimos implorando tu auxilio en los exámenes de mis estudios. Alcánzame del Señor que, como verdadera fuente de luz y sabiduría, disipe las dos clases de tinieblas de mi entendimiento, el pecado y la ignorancia, instruyendo mi lengua y difundiendo en mis labios la gracia de su bendición. Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, y en el momento del examen, gracia y abundancia para hablar, acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar, si así conviene a la mayor gloria de Dios y provecho de mi alma. Amén.

Quinto Día:

Máxima: “La obediencia es el más eficaz exorcismo contra el demonio.”

Jaculatoria: San José de Cupertino, modelo de prudencia, ruega por mí.

(Meditar la Máxima y la Jaculatoria)

Padre Nuestro, Ave María y Gloria

Oración Final

Amable protector mío, San José de Cupertino, el estudio frecuentemente me resulta difícil, duro y aburrido. Tú puedes hacérmelo fácil y agradable. Tú que fuiste singularmente favorecido por Dios para superar las dificultades del estudio y de las preocupaciones de los exámenes, implora al Espíritu Santo que ilumine mi mente y fortalezca mi memoria en la búsqueda de su verdad y la sabiduría. Ayúdame especialmente en los momentos decisivos de todo tipo de prueba, protégeme del olvido y la ansiedad inquietante que a menudo me afectan. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Sexto Día de la Novena a San José de Cupertino

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición

Jesús, mi Señor y Redentor: Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos, ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confió en que, por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

Oración Inicial

Gloriosísimo San José de Cupertino, patrono de los estudiantes, no desprecies las súplicas que te dirijimos implorando tu auxilio en los exámenes de mis estudios. Alcánzame del Señor que, como verdadera fuente de luz y sabiduría, disipe las dos clases de tinieblas de mi entendimiento, el pecado y la ignorancia, instruyendo mi lengua y difundiendo en mis labios la gracia de su bendición. Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, y en el momento del examen, gracia y abundancia para hablar, acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar, si así conviene a la mayor gloria de Dios y provecho de mi alma. Amén.

Sexto Día:

Máxima: “Quien tiene paciencia en todo lugar, no hace poco.”

Jaculatoria: San José de Cupertino, modelo de paciencia, ruega por mí.

(Meditar la Máxima y la Jaculatoria)

Padre Nuestro, Ave María y Gloria

Oración Final

Amable protector mío, San José de Cupertino, el estudio frecuentemente me resulta difícil, duro y aburrido. Tú puedes hacérmelo fácil y agradable. Tú que fuiste singularmente favorecido por Dios para superar las dificultades del estudio y de las preocupaciones de los exámenes, implora al Espíritu Santo que ilumine mi mente y fortalezca mi memoria en la búsqueda de su verdad y la sabiduría. Ayúdame especialmente en los momentos decisivos de todo tipo de prueba, protégeme del olvido y la ansiedad inquietante que a menudo me afectan. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.





Séptimo Día de la Novena a San José de Cupertino


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición

Jesús, mi Señor y Redentor: Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos, ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confió en que, por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

Oración Inicial

Gloriosísimo San José de Cupertino, patrono de los estudiantes, no desprecies las súplicas que te dirijimos implorando tu auxilio en los exámenes de mis estudios. Alcánzame del Señor que, como verdadera fuente de luz y sabiduría, disipe las dos clases de tinieblas de mi entendimiento, el pecado y la ignorancia, instruyendo mi lengua y difundiendo en mis labios la gracia de su bendición. Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, y en el momento del examen, gracia y abundancia para hablar, acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar, si así conviene a la mayor gloria de Dios y provecho de mi alma. Amén.

Séptimo Día:

Máxima: “Los santos no se hacen en el Paraíso, sino en la tierra, por donde es necesario padecer en este mundo para poder gozar del Paraíso.”

Jaculatoria: San José de Cupertino, ejemplo de penitencia, ruega por mí.

(Meditar la Máxima y la Jaculatoria)

Padre Nuestro, Ave María y Gloria

Oración Final

Amable protector mío, San José de Cupertino, el estudio frecuentemente me resulta difícil, duro y aburrido. Tú puedes hacérmelo fácil y agradable. Tú que fuiste singularmente favorecido por Dios para superar las dificultades del estudio y de las preocupaciones de los exámenes, implora al Espíritu Santo que ilumine mi mente y fortalezca mi memoria en la búsqueda de su verdad y la sabiduría. Ayúdame especialmente en los momentos decisivos de todo tipo de prueba, protégeme del olvido y la ansiedad inquietante que a menudo me afectan. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Octavo Día de la Novena a San José de Cupertino


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición

Jesús, mi Señor y Redentor: Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos, ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confió en que, por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

Oración Inicial

Gloriosísimo San José de Cupertino, patrono de los estudiantes, no desprecies las súplicas que te dirijimos implorando tu auxilio en los exámenes de mis estudios. Alcánzame del Señor que, como verdadera fuente de luz y sabiduría, disipe las dos clases de tinieblas de mi entendimiento, el pecado y la ignorancia, instruyendo mi lengua y difundiendo en mis labios la gracia de su bendición. Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, y en el momento del examen, gracia y abundancia para hablar, acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar, si así conviene a la mayor gloria de Dios y provecho de mi alma. Amén.

Octavo Día:

Máxima: “Refugio de pecadores, Madre de Dios, acuérdate de mi.”

Jaculatoria: San José de Cupertino, tesoro de gracia, ruega por mí.

(Meditar la Máxima y la Jaculatoria)

Padre Nuestro, Ave María y Gloria

Oración Final

Amable protector mío, San José de Cupertino, el estudio frecuentemente me resulta difícil, duro y aburrido. Tú puedes hacérmelo fácil y agradable. Tú que fuiste singularmente favorecido por Dios para superar las dificultades del estudio y de las preocupaciones de los exámenes, implora al Espíritu Santo que ilumine mi mente y fortalezca mi memoria en la búsqueda de su verdad y la sabiduría. Ayúdame especialmente en los momentos decisivos de todo tipo de prueba, protégeme del olvido y la ansiedad inquietante que a menudo me afectan. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Noveno Día de la Novena a San José de Cupertino


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición

Jesús, mi Señor y Redentor: Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos, ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confió en que, por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

Oración Inicial

Gloriosísimo San José de Cupertino, patrono de los estudiantes, no desprecies las súplicas que te dirijimos implorando tu auxilio en los exámenes de mis estudios. Alcánzame del Señor que, como verdadera fuente de luz y sabiduría, disipe las dos clases de tinieblas de mi entendimiento, el pecado y la ignorancia, instruyendo mi lengua y difundiendo en mis labios la gracia de su bendición. Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, y en el momento del examen, gracia y abundancia para hablar, acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar, si así conviene a la mayor gloria de Dios y provecho de mi alma. Amén.

Noveno Día:

Máxima: “Siendo tú creado para amar y servir a Dios, te será pedida cuenta de si has amado a tu Creador.”

Jaculatoria: San José de Cupertino, hoguera de amor de Dios, ruega por mí.

(Meditar la Máxima y la Jaculatoria)

Padre Nuestro, Ave María y Gloria

Oración Final

Amable protector mío, San José de Cupertino, el estudio frecuentemente me resulta difícil, duro y aburrido. Tú puedes hacérmelo fácil y agradable. Tú que fuiste singularmente favorecido por Dios para superar las dificultades del estudio y de las preocupaciones de los exámenes, implora al Espíritu Santo que ilumine mi mente y fortalezca mi memoria en la búsqueda de su verdad y la sabiduría. Ayúdame especialmente en los momentos decisivos de todo tipo de prueba, protégeme del olvido y la ansiedad inquietante que a menudo me afectan. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 9 DE SEPTIEMBRE DE 2020


Lecturas de hoy Miércoles de la 23ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, miércoles, 9 de septiembre de 2020



Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (7,25-31):

Respecto al celibato no tengo órdenes del Señor, sino que doy mí parecer como hombre de fiar que soy, por la misericordia del Señor. Estimo que es un bien, por la necesidad actual: quiero decir que es un bien vivir así. ¿Estás unido a una mujer? No busques la separación. ¿Estás libre? No busques mujer; aunque, si te casas, no haces mal; y, si una soltera se casa, tampoco hace mal. Pero estos tales sufrirán la tribulación de la carne. Yo respeto vuestras razones. Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 44,11-12.14-15.16-17

R/. Escucha, hija, mira: inclina el oído

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu Señor. R/.

Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras. R/.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.» R/.




Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,20-26):

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»

Palabra del Señor





Comentario al Evangelio de hoy miércoles, 9 de septiembre de 2020
Ciudad Redonda


Las Bienaventuranzas

Las Bienaventuranzas, si no nos puede la rutina, son una revolución, ponen patas arriba la escala de valores que manejan los mortales. Ya no están en primera fila la violencia, la riqueza, el dominio, el prestigio y cosas así. Quedan sustituidos por la paz, la mansedumbre y la pobreza del Reino. Lo que era maldición se torna fuente de felicidad.

Hoy nos toca la versión de San Lucas. Ya sabemos que son más populares las de San Mateo. Lucas se queda sólo con cuatro, y tienen un tono más agresivo, menos matizado que Mateo y, en contrapunto, añade cuatro “ay”, a modo de malaventuranzas, hacia los satisfechos y llenos de sí mismos.

Es de rigor comparar las Bienaventuranzas con los Diez Mandamientos del Sinaí. Es el Viejo y el Nuevo Testamento frente a frente. Recordamos esas cosas elementales: el Decálogo está escrito en piedra; aquí, en el corazón del hombre, corazón que resulta nuevo. Allí, se trata de una ley de mínimos; cerca del lago, se pretende el máximo de la ley, que se hace amor y santidad. En el Sinaí, encontramos la ley por excelencia; en las Bienaventuranzas, la liberación o superación de la ley. En fin, donde había normas morales, Jesús coloca una realidad viva. Así, este espejo de vida moral es un ideal de vida abierto a todo el mundo. Los que se sienten muy buenos nunca lo podrán alcanzar en su plenitud; los que se sientan frágiles y pecadores sepan que tienen un camino por donde comenzar a andar.

El esquema de su formulación es tripartito: una llamada a la felicidad, los sujetos de esa felicidad y la razón de su felicidad. Jesús comienza llamándonos a la felicidad; todos buscan la felicidad, aun los que dicen que no la buscan. La novedad chocante radica en los sujetos de la misma: los pobres, los hambrientos, los que lloran, los despreciados a causa del Hijo del hombre. La luz aparece en la tercera parte, en la promesa de Jesús: porque el Reino les pertenece, porque será grande la recompensa en el cielo.

Nosotros podemos adoptar diversas actitudes. Algunas negativas. Por ejemplo, que, por repetir tantas veces las palabras de las Bienaventuranzas, se nos hayan quedado sin color y sin sabor; no nos hieren, no nos dicen. Otra cosa negativa sería pensar que son irreales; que no son manjar para todos. Y, acaso,  si no se piensa, se actúa como si así se pensara.  Esperemos que nosotros seamos de los cristianos que nos sintamos felices de verdad porque hemos encontrado la razón de esa felicidad. Dios nos ofrece un Reino nuevo, y nosotros vemos lo que no ven los ojos del mundo. La vida en Cristo, vivir en Cristo es vivir de los frutos de su Espíritu: paz, mansedumbre, justicia, pobreza. Es decir, las Bienaventuranzas.

DATOS SOBRE LA NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA






CATEQUESIS DE LA AUDENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO: EL AMOR, RESPUESTA CRISTIANA A LA COVID 19






Catequesis de la audiencia general: El amor, respuesta cristiana a la COVID-19
Trabajar juntos por el bien común

SEPTIEMBRE 09, 2020 
LARISSA I. LÓPEZAUDIENCIA GENERAL



(zenit – 9 sept. 2020).- En la catequesis de la audiencia general de este miércoles, la sexta dentro del ciclo sobre la COVID-19, el Papa Francisco remarcó que “la respuesta cristiana a la pandemia y a las crisis se basa en el amor” y anima a todos construir “una sociedad sana, inclusiva, justa y pacífica” encima “de la roca del bien común”.

El Santo Padre ha hablado esta vez del tema “Amor y bien común”. (Lecturas Mt 15,32-37). La audiencia general de hoy, 9 de septiembre de 2020, es la segunda celebrada públicamente en el patio de San Dámaso tras la irrupción del coronavirus.

Salir mejores

En primer lugar, Francisco recalcó que la crisis que estamos viviendo a causa de la emergencia sanitaria “golpea a todos” y que “podemos salir mejores si buscamos todos juntos el bien común; al contrario, saldremos peores”.

Y lamenta que existan personas que se aprovechan de la situación “para fomentar divisiones: para buscar ventajas económicas o políticas, generando o aumentando conflictos”. Para él, la respuesta cristiana a la pandemia y a las crisis socio-económicas que experimentamos es el amor, “ante todo el amor de Dios que siempre nos precede (cfr 1 Jn 4, 19). Él nos ama primero, Él siempre nos precede en el amor y en las soluciones”.

Un amor que incluya todos

No obstante, el amor verdadero incluye a todos, incluso a los “que me hacen sufrir o que considero enemigos”, dice el Papa. “Esta es la sabiduría cristiana, esta es la actitud de Jesús. Y el punto más alto de la santidad, digamos así, es amar a los enemigos, y no es fácil”.

“Cierto, amar a todos, incluidos los enemigos, es difícil -¡diría que es un arte! Pero es un arte que se puede aprender y mejorar. El amor verdadero, que nos hace fecundos y libres, es siempre expansivo e inclusivo. Este amor cura, sana y hace bien”, agregó.

Se trata de un amor no limitado, que engloba “las relaciones cívicas y políticas (cfr Catecismo de la Iglesia Católica [CCC], 1907-1912), incluso la relación con la naturaleza (Enc. Laudato si’ [LS], 231)”, pues “el amor inclusivo es social, es familiar, es político: ¡el amor lo impregna todo!”.

El bien común, verdadero bien

El Pontífice apuntó que el coronavirus “nos muestra que el verdadero bien para cada uno es un bien común y, viceversa, el bien común es un verdadero bien para la persona (cfr CCC, 1905-1906” y que la salud, además de individual, “es también un bien público. Una sociedad sana es la que cuida de la salud de todos”.

Además, describe que un virus como el que nos amenaza, “que no conoce barreras, fronteras o distinciones culturales y políticas debe ser afrontado con un amor sin barreras, fronteras o distinciones”. Si las soluciones a la pandemia están marcadas por el egoísmo, de personas, empresas o naciones, “quizá podamos salir del coronavirus, pero ciertamente no de la crisis humana y social que el virus ha resaltado y acentuado”.

Desarrollar nuestro amor social

Por todo ello, el Papa Francisco indica que ahora es tiempo de desarrollar “nuestro amor social, contribuyendo todos, a partir de nuestra pequeñez”.

“Si cada uno pone de su parte, y si no se deja a nadie fuera, podremos regenerar buenas relaciones a nivel comunitario, nacional, internacional y también en armonía con el ambiente (cfr LS, 236)”, puntualizó.


A continuación, sigue la catequesis completa de Francisco.

***

Catequesis del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!:

La crisis que estamos viviendo a causa de la pandemia golpea a todos; podemos salir mejores si buscamos todos juntos el bien común; al contrario, saldremos peores. Lamentablemente, asistimos al surgimiento de intereses partidistas. Por ejemplo, hay quien quisiera apropiarse de posibles soluciones, como en el caso de las vacunas y después venderlas a los otros. Algunos aprovechan la situación para fomentar divisiones: para buscar ventajas económicas o políticas, generando o aumentando conflictos. Otros simplemente no se interesan por el sufrimiento de los demás, pasan por encima y van por su camino (cfr Lc 10, 30-32). Son los devotos de Poncio Pilato, se lavan las manos.

La respuesta cristiana a la pandemia y a las consecuentes crisis socio-económicas se basa en el amor, ante todo el amor de Dios que siempre nos precede (cfr 1 Jn 4, 19). Él nos ama primero, Él siempre nos precede en el amor y en las soluciones. Él nos ama incondicionalmente, y cuando acogemos este amor divino, entonces podemos responder de forma parecida. Amo no solo a quien me ama: mi familia, mis amigos, mi grupo, sino también a los que no me aman, amo también a los que no me conocen, amo también a lo que son extranjeros, y también a los que me hacen sufrir o que considero enemigos (cfr Mt 5, 44). Esta es la sabiduría cristiana, esta es la actitud de Jesús. Y el punto más alto de la santidad, digamos así, es amar a los enemigos, y no es fácil. Cierto, amar a todos, incluidos los enemigos, es difícil -¡diría que es un arte! Pero es un arte que se puede aprender y mejorar. El amor verdadero, que nos hace fecundos y libres, es siempre expansivo e inclusivo. Este amor cura, sana y hace bien. Muchas veces hace más bien una caricia que muchos argumentos, una caricia de perdón y no tantos argumentos para defenderse. Es el amor inclusivo que sana.


Por tanto, el amor no se limita a las relaciones entre dos o tres personas, o a los amigos, o a la familia, va más allá. Incluye las relaciones cívicas y políticas (cfr Catecismo de la Iglesia Católica [CCC], 1907-1912), incluso la relación con la naturaleza (Enc. Laudato si’ [LS], 231). Como somos seres sociales y políticos, una de las más altas expresiones de amor es precisamente la social y política, decisiva para el desarrollo humano y para afrontar todo tipo de crisis (ibid., 231). Sabemos que el amor fructifica a las familias y las amistades; pero está bien recordar que fructifica también las relaciones sociales, culturales, económicas y políticas, permitiéndonos construir una “civilización del amor”, como le gustaba decir a san Pablo VI [1] y, siguiendo la huella, san Juan Pablo II. Sin esta inspiración, prevalece la cultura del egoísmo, de la indiferencia, del descarte, es decir descartar lo que yo no quiero, lo que no puedo amar o aquellos que a mí me parece que son inútiles en la sociedad. Hoy a la entrada una pareja me ha dicho: “Rece por nosotros porque tenemos un hijo discapacitado”. Yo he preguntado: “¿Cuántos años tiene? – Tantos – ¿Y qué hace? – Nosotros le acompañamos, le ayudamos”. Toda una vida de los padres para ese hijo discapacitado. Esto es amor. Y los enemigos, los adversarios políticos, según nuestra opinión, parecen ser discapacitados políticos o sociales, pero parecen. Solo Dios sabe si lo son o no. Pero nosotros debemos amarlos, debemos dialogar, debemos construir esta civilización del amor, esta civilización política, social, de la unidad de toda la humanidad. Todo esto es lo opuesto a las guerras, divisiones, envidias, también de las guerras en familia. El amor inclusivo es social, es familiar, es político: ¡el amor lo impregna todo!

El coronavirus nos muestra que el verdadero bien para cada uno es un bien común y, viceversa, el bien común es un verdadero bien para la persona (cfr CCC, 1905-1906). Si una persona busca solamente el propio bien es un egoísta. Sin embargo, la persona es más persona, precisamente cuando el propio bien lo abre a todos, lo comparte. La salud, además de individual, es también un bien público. Una sociedad sana es la que cuida de la salud de todos.

Un virus que no conoce barreras, fronteras o distinciones culturales y políticas debe ser afrontado con un amor sin barreras, fronteras o distinciones. Este amor puede generar estructuras sociales que nos animen a compartir más que a competir, que nos permitan incluir a los más vulnerables y no descartarlos, y que nos ayuden a expresar lo mejor de nuestra naturaleza humana y no lo peor. El verdadero amor no conoce la cultura del descarte, no sabe qué es. De hecho, cuando amamos y generamos creatividad, cuando generamos confianza y solidaridad, es ahí que emergen iniciativas concretas por el bien común [2]. Y esto vale tanto a nivel de las pequeñas y grandes comunidades, como a nivel internacional.  Lo que se hace en familia, lo que se hace en el barrio, lo que se hace en el pueblo, lo que se hace en la gran ciudad e internacionalmente es lo mismo: es la misma semilla que crece y da fruto. Si tú en familia, en el barrio empiezas con la envidia, con la lucha, al final habrá la “guerra”. Sin embargo, si tú empiezas con el amor, a compartir el amor, el perdón, entonces habrá amor y perdón para todos.

Al contrario, si las soluciones a la pandemia llevan la huella del egoísmo, ya sea de personas, empresas o naciones, quizá podamos salir del coronavirus, pero ciertamente no de la crisis humana y social que el virus ha resaltado y acentuado. Por tanto, ¡estad atentos con construir sobre la arena (cfr Mt 7, 21-27)! Para construir una sociedad sana, inclusiva, justa y pacífica, debemos hacerlo encima de la roca del bien común [3]. El bien común es una roca. Y esto es tarea de todos nosotros, no solo de algún especialista. Santo Tomás de Aquino decía que la promoción del bien común es un deber de justicia que recae sobre cada ciudadano. Cada ciudadano es responsable del bien común. Y para los cristianos es también una misión. Como enseña san Ignacio de Loyola, orientar nuestros esfuerzos cotidianos hacia el bien común es una forma de recibir y difundir la gloria de Dios.

Lamentablemente, la política a menudo no goza de buena fama, y sabemos el porqué. Esto no quiere decir que los políticos sean todos malos, no, no quiero decir esto. Solamente digo que lamentablemente la política a menudo no goza de buena fama. Pero no hay que resignarse a esta visión negativa, sino reaccionar demostrando con los hechos que es posible, es más, necesaria una buena política [4], la que pone en el centro a la persona humana y el bien común. Si vosotros leéis la historia de la humanidad encontraréis muchos políticos santos que han ido por este camino. Es posible en la medida en la que cada ciudadano y, de forma particular, quien asume compromisos y encargos sociales y políticos, arraigue su actuación en los principios éticos y lo anima con el amor social y político. Los cristianos, de forma particular los fieles laicos, están llamados a dar buen testimonio de esto y pueden hacerlo gracias a la virtud de la caridad, cultivando la intrínseca dimensión social.

Es por tanto tiempo de incrementar nuestro amor social -quiero subrayar esto: nuestro amor social-, contribuyendo todos, a partir de nuestra pequeñez. El bien común requiere la participación de todos. Si cada uno pone de su parte, y si no se deja a nadie fuera, podremos regenerar buenas relaciones a nivel comunitario, nacional, internacional y también en armonía con el ambiente (cfr LS, 236). Así en nuestros gestos, también en los más humildes, se hará visible algo de la imagen de Dios que llevamos en nosotros, porque Dios es Trinidad, Dios es amor. Esta es la definición más bonita de Dios en la Biblia. Nos la da el apóstol Juan, que amaba mucho a Jesús: Dios es amor. Con su ayuda, podemos sanar al mundo trabajando todos juntos por el bien común, no solo por el propio bien, sino por el bien común, de todos.

© Librería Editorial Vaticana











“Un virus que no conoce barreras, fronteras o distinciones culturales y políticas debe ser afrontado con un amor sin barreras, fronteras o distinciones”. - 

PapaFrancisco
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