jueves, 10 de diciembre de 2020

MEDITACIONES DE ADVIENTO - 10 DE DICIEMBRE



 Meditaciones de Adviento


Considera como todas las penas e ignominias que Jesús padeció en su vida y muerte, todas las tuvo presentes desde el primer instante de su vida; y todas ellas comenzó desde niño a ofrecerlas en satisfacción de nuestros pecados, principiando desde entonces a hacer de Redentor. Él mismo reveló a un siervo suyo, que desde el primer momento de su vida hasta la muerte siempre padeció; y padeció tanto por los pecados de cada uno de nosotros, que si hubiese tenido tantas vidas cuantos son los hombres, tantas veces habría muerto de dolor, a no haberle conservado Dios la vida, para padecer más. 

¡Oh! ¡Y qué martirio tuvo siempre el amante corazón de Jesús, al ver todos los pecados de los hombres! Dice Santo Tomás que este dolor de Jesucristo en conocer la ofensa del Padre, y el daño que del pecado debía después provenir a las almas de él mismo amadas, sobrepujó al dolor de todos los pecadores contritos, aún de aquellos que murieron de puro dolor. Sí, porque ningún pecador ha amado jamás a Dios y a su propia alma tanto, cuanto Jesús amaba al Padre y a nuestras almas. De aquí es, que aquella agonía padecida por el Redentor en el huerto a la vista de todas nuestras culpas, de cuya satisfacción se había encargado, la padeció ya desde el vientre materno: Pobre soy yo, y en trabajos desde mi juventud (Sal. 87). Así por boca de David predijo de sí nuestro Salvador, que toda su vida debía ser un continuo padecer. De esto deduce san Juan Crisóstomo, que nosotros no debemos afligirnos de otra cosa que del pecado; y que así como Jesús por los pecados nuestros fue afligido en toda su vida; así nosotros que los hemos cometido, debemos tener un continuo dolor, acordándonos de haber ofendido a un Dios que tanto nos ha amado.

Santa Margarita, no más, basta, el Señor ya te ha perdonado. ¡Cómo! Respondió la Santa: ¿Cómo pueden serme bastantes las lágrimas derramadas y el dolor por aquellos pecados que afligieron a mi Jesús durante toda su vida?

(San Alfonso María de Ligorio)

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