jueves, 12 de diciembre de 2013

DIOS NO TOMA VACACIONES...


Dios no toma vacaciones


Te acompaña
Con su Palabra siempre eficaz y certera. Si la lees aprenderás que, una buena reflexión sobre tu vida, es el mejor oxígeno que puedes ofrecer a tu existencia.

Te habla
En el silencio. No lo busques en lo extraordinario. No lo reduzcas a la belleza que te seduce. Dios habla cuando se le busca en una atmósfera de paz y de sosiego.

Te protege
En las dificultades. El verano, por estar la familia más reunida, es proclive a los conflictos. No estamos acostumbrados a estar “demasiado juntos”. Dios es familia y nos ayuda a hacer más sólidos nuestros principios cristianos.

Te conduce
En los caminos que avanzas. Para descansar no es necesario ir muy lejos pero, allá donde estés, la mano de Dios te alcanza, su soplo te empuja, sus ojos te miran.

Desea tu recuperación
El Señor constantemente se retiraba para orar. Sus vacaciones preferidas eran esas: estar con Aquel que tanto le amaba. No olvides que, además de tu expansión física, tu alma necesita un alimento espiritual.

Disfruta estando contigo
Junto a Ti, en llano o en la montaña, Dios permanece alerta. Eres insustituible para Él. Te quiere y, por lo tanto, su mayor obligación mientras tú descansas… es que Él quiere estar contigo.

Te alimenta
En el desierto. Las vacaciones pueden ser un bien o un mal. Nos puede tentar el maligno o, por el contrario, bendecir Dios que habita en el cielo. No olvides la Eucaristía, una visita a la iglesia, una pequeña obra de caridad. El verano no puede ser cincelador de becerros de oro.

Te ofrece el cultivo de la fe
El verano, cuando no se vive como Dios manda, puede ser un “invierno para la fe”. Un descansar sin ser cristiano. No olvides lo que las agencias de viaje no te ofrecen: emplea algo de tiempo en amar a Dios y a los demás. Descansa no de Dios…sino con Dios.

Quiere tu crecimiento
En las vacaciones hay tiempo para lo más esencial: el testimonio (que a veces las prisas nos lo impiden), la conversación profunda y serena (que nuestras obligaciones nos evitan) o la preocupación por el estado de los otros que viven al lado. Dios nos ayuda cuando, también nosotros, lo hacemos con los que nos rodean.

Dios no guarda vacaciones
¡Y más vale! Lo necesitamos por cuanto que, en el descanso o en el trabajo, en el ocio o en deporte, en el mar o en el monte, en el conflicto o en la paz, en la alegría o en la tristeza, en verano o en invierno…necesitamos de una mano que nos indique nuestro camino a seguir.

P. Javier Leoz

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