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domingo, 7 de junio de 2020
TERNURA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS CON LOS HOMBRES
Ternura del Sagrado Corazón con los hombres
Jesús que mira a todos los hombres como hermanos suyos amándolos con la mayor ternura.
Ternura del Sagrado Corazón con los hombres
I. Jesús es nuestro amigo
Del amor a Dios procede necesariamente el amor a los hombres que son hijos suyos. Jesús tiene para nosotros Corazón de amigo; así quiere Él mismo llamarse, y con razón, pues tiene de amigo el afecto, la fidelidad y el incesante desvelo. ¡Oh, palabra dulce! ¡Oh título amable! ¿Qué cosa hay incomparable con este amigo fiel? ni ¿qué es todo el oro y plata su comparación? (Eccl. 6).
Discípulo afortunado que reclinásteis vuestra cabeza sobre el Corazón de Jesús, y fuísteis objeto de su predilección, decidnos si el divino Salvador sabe amar a sus amigos, y si Él mismo es aquel amigo fiel que da la vida y la inmortalidad, sirviendo al mismo tiempo de defensa y baluarte a sus amigos (Ibid). Jesús es en efecto al amigo verdadero que no nos abandona en la desgracia ni aún en la muerte; que mira por nuestros intereses y nos ama con un amor puro y desinteresado. ¡Oh! ¡cuán mal he correspondido yo hasta aquí a su amistad divina! Dios mío, ¡cuán sensible es mi corazón para con las criaturas y cuán duro para Vos! ¡Ah! ¡Si al menos no hubiese yo jamás abandonado a este amigo!... ¡Si no le hubiese hecho traición!... ¡Oh Jesús mío! perdonad mi infidelidad.
II. Es nuestro hermano
El Corazón de Jesús es el Corazón de un hermano. Al título de amigo junta el Salvador otro todavía más tierno; el título de hermano. ¿Qué cosa hay más dulce que el amor fraternal? ¿Que cosa más íntima que los lazos que unen entre sí a los hermanos? "Id a mis hermanos, dijo Jesús a la Magdalena, y decidles de mi parte: suba a mi Padre y vuestro Padre" (Jo.20). Por otra parte este título no es en los labios de Jesús un nombre vano; puesto que en esta cualidad quiere que participemos de sus bienes haciéndonos coherederos de Él. Cohœeredes Christi (Rom. 8).
Pero lo que más hace resaltar la fuerza de este amor, es nuestra indignidad e ingratitud; por cuanto nosotros le hemos tenido en poco, le hemos rechazado, ultrajado y hasta entregado a la muerte, y a pesar de esto Él nos ha amado buscándonos para rescatarnos del infierno, y de infelices desterrados que éramos nos ha hecho hijos de Dios, abriéndonos las puertas del cielo.
Ahora bien: ¿Queréis dar al Salvador una prueba de agradecimiento al favor insigne que os dispensa recibiéndoos por hermanos? Amad a vuestro prójimo, y socorred a Jesucristo en sus pobres, seguros de que mirará como hecho a su persona lo que hicieseis con el más pequeño de los suyos. ¡Qué felices sois pudiendo de este modo pagar a Jesucristo lo mucho que le debéis!
III. Es nuestro Padre
El Corazón de Jesús es para nosotros un Corazón de Padre. Los vínculos que unen al Padre con los hijos son más íntimos aún que los que unen entre sí a los hermanos. Pues bien: Jesucristo ha querido tomar el nombre de Padre de sus escogidos, y amarles con una ternura paternal. "Heme constituido Padre de Israel, reconociendo a Efraín como a mi primogénito. Yo trataré con respeto a Efraín" (Jer. 31). Este Padre amantísimo a derramado su sangre para darnos la vida, y aún ahora nos alimenta con su preciosa carne, de manera que le pertenecemos con más justo título que los hijos pertenecen a su madre natural. "Heme aquí, dice el Salvador, y conmigo los hijos que Dios me ha dado" (Heb. 2) ¿Qué deben a su padre los hijos más queridos? ¿Qué debo yo a Jesucristo? ¿Qué me toca hacer por Él?
IV. Es nuestro esposo
El Corazón de Jesús es para nosotros Corazón de esposo. Sobre la unión de los hermanos entre sí, y la de un padre con sus hijos, hay otra todavía de mayor excelencia y que identifica más: esta unión es la de los esposos. ¿Quién es capaz de comprender, y menos aún de explicar lo que encierra la mística alianza de la criatura con el Creador? ¿Quién habría podido persuadirse jamás que el Hijo de Dios llegara a tal exceso de amor para con el hombre caído, ni de que nuestro corazón, desfigurado por la culpa, lleno de imperfecciones, despreciable en sus afectos y desarreglado en sus deseos, había de celebrar una unión tan estrecha con su Dios? Y sin embargo, es así. "Habéis herido mi Corazón, hermana mía, Esposa mía, dice el alma fiel. Vulnerasti cor meum, soror mea, sponsa" (Can. 4).
Yo me regocijaré con sumo gozo en el Señor, dice el profeta, y el alma mía se llenará de placer en mi Dios; porque me ha cubierto con el manto de la justicia, como a esposo ceñido de corona, y como esposa ataviada con sus joyas (Is. 61). En esta unión que se celebra entre el Corazón de Jesús y el corazón del hombre, la caridad sirve de lazo. Mi amado para mí: yo para Él. Dilectus meus mihi, et ego ili (Cant. 2). Mas ¡oh Dios! ¡quién podrá aspirar a una amistad tan íntima? La justicia, la pureza y la humildad nos disponen a ella. Dios nos las concede por su bondad, y sólo con una constante fidelidad se conserva.
Escucha, alma mía, lo que te dice el Señor: Te desposaré conmigo para siempre mediante la justicia, la misericordia y la fidelidad, y conocerás que Yo soy el Señor (Os. 2).
Autor: Pbro. Patricio Romero | Fuente: Archicofradía Guardia de Honor S. C. de Jesús
EL CABALLO ESCONDIDO
El caballo escondido
Hay en nuestras vidas hábitos que nos esclavizan e impiden ser la obra maestra que a veces soñamos. Todo es posible con la ayuda del Señor, a pesar de que no sea fácil. Procede con paciencia pues “nadie se desembaraza de un hábito o de un vicio tirándolo de una vez por la ventana; hay que sacarlo por la escalera, peldaño a peldaño” (Mark Twain).
Cuentan de un niño que un día entró en el taller de escultura de un vecino, y allí encontró un gran bloque de piedra. A los pocos meses volvió a entrar, y en el mismo sitio encontró la escultura de un caballo. Entonces le preguntó al escultor: —¿Cómo sabías tú que dentro había un caballo? —Ésta es la especialidad del artista: encontrar el caballo (o lo que sea) que hay dentro. Ir quitando toda la piedra que sobra hasta encontrar el caballo.
Sin duda dentro de ti mismo hay una obra de arte que debes sacar a luz con persistente labor. Se trata de ir quitando lo que sobra, lo que impide ser un hombre cabal, un hijo de Dios tal como él lo soñó. “Si todos los años extirpáramos un solo defecto, pronto llegaríamos a ser personas perfectas” (Kempis). El Señor te asiste, pon manos a la obra.
* Enviado por el P. Natalio
SANTORAL DE HOY DOMINGO 7 DE JUNIO DE 2020
Colmán de Dromore, Santo
Obispo y Abad, 7 de junio
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Antonio María Gianelli, Santo
Obispo y Fundador, 7 de junio
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María Teresa de Soubiran, Beata
Fundadora, 7 de junio
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Ana de San Bartolomé, Beata
Carmelita Descalza, Junio 7
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Roberto de Newminster, Santo
Abad, 7 de junio
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LA INTIIMDAD DE DIOS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY, SANTÍSIMA TRINIDAD
La intimidad de Dios
Si por un imposible la Iglesia dijera un día que Dios no es Trinidad, ¿cambiaría en algo la existencia de muchos creyentes? Probablemente no. Por eso queda uno sorprendido ante esta confesión del P. Varillon: «Pienso que, si Dios no fuera Trinidad, yo sería probablemente ateo […] En cualquier caso, si Dios no es Trinidad, yo no comprendo ya absolutamente nada».
La inmensa mayoría de los cristianos no sabe que al adorar a Dios como Trinidad estamos confesando que Dios, en su intimidad más profunda, es solo amor, acogida, ternura. Esta es quizá la conversión que más necesitan no pocos cristianos: el paso progresivo de un Dios considerado como Poder a un Dios adorado gozosamente como Amor.
Dios no es un ser «omnipotente y sempiterno» cualquiera. Un ser poderoso puede ser un déspota, un tirano destructor, un dictador arbitrario: una amenaza para nuestra pequeña y débil libertad. ¿Podríamos confiar en un Dios del que solo supiéramos que es omnipotente? Es muy difícil abandonarse a alguien infinitamente poderoso. Parece más fácil desconfiar, ser cautos y salvaguardar nuestra independencia.
Pero Dios es Trinidad, es un misterio de Amor. Y su omnipotencia es la omnipotencia de quien solo es amor, ternura insondable e infinita. Es el amor de Dios el que es omnipotente. Dios no lo puede todo. Dios no puede sino lo que puede el amor infinito. Y siempre que lo olvidamos y nos salimos de la esfera del amor nos fabricamos un Dios falso, una especie de ídolo extraño que no existe.
Cuando no hemos descubierto todavía que Dios es solo Amor, fácilmente nos relacionamos con él desde el interés o el miedo. Un interés que nos mueve a utilizar su omnipotencia para nuestro provecho. O un miedo que nos lleva a buscar toda clase de medios para defendernos de su poder amenazador. Pero esta religión hecha de interés y de miedos está más cerca de la magia que de la verdadera fe cristiana.
Solo cuando uno intuye desde la fe que Dios es solo Amor y descubre fascinado que no puede ser otra cosa sino Amor presente y palpitante en lo más hondo de nuestra vida, comienza a crecer libre en nuestro corazón la confianza en un Dios Trinidad del que lo único que sabemos por Jesús es que no puede sino amarnos.
* Padre José Antonio Pagola
LECTURAS BÍBLICAS DE HOY DOMINGO 7 DE JUNIO DE 2020 - SANTÍSIMA TRINIDAD
Lecturas de hoy Santísima Trinidad - Ciclo A
Hoy, domingo, 7 de junio de 2020
Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (34,4b-6.8-9):
En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor.
El Señor pasó ante él, proclamando: «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.»
Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo: «Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.»
Palabra de Dios
Salmo
Dn 3,52-56
R/. A ti gloria y alabanza por los siglos
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
bendito tu nombre santo y glorioso. R/.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/.
Bendito eres sobre el trono de tu reino. R/.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines
sondeas los abismos. R/.
Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (13,11-13):
Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso ritual. Os saludan todos los santos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros.
Palabra de Dios
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (3,16-18):
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy domingo, 7 de junio de 2020
Fernando Torres cmf
¡Tanto amó Dios al mundo!
Este domingo de la Trinidad se puede decir que marca el final de las celebraciones más importantes del año litúrgico. Adviento y Navidad traen consigo la primera pascua: el Nacimiento de Jesús. Cuaresma y Semana Santa nos llevan a la segunda pascua: la Resurrección de Jesús. Y los cincuenta días de Pascua nos guían hacia Pentecostés, la tercera pascua, la venida del Espíritu Santo. Se ha culminado así el proceso de la revelación de Dios, que se nos ha manifestado en Jesús. A través de sus palabras, de sus acciones y de su estilo de vida, nos ha revelado al Padre. Y cuando él desaparece de este mundo, nos envía su Espíritu Santo para que siga alentando en nuestros corazones el mismo fuego que nos dejó su presencia.
Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. No es cuestión de entrar en discusiones teológicas. Pero sí de dejar que llegue a nuestro corazón un mensaje claro: Dios es amor. Y no es otra cosa. Padre, Hijo y Espíritu Santo son relación de amor entre ellos. Y en ese amor viven en la más perfecta unidad que imaginarse pueda. Tanto que son un solo Dios.
Y lo que es más: ese amor se vuelve hacia nosotros. En Jesús se nos revela el amor del Padre y el Espíritu nos ayuda a reconocerlo con nuestra mente y con nuestro corazón. Hay que volver a leer el texto del evangelio de Juan: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”. Es decir, se entregó a sí mismo. Se dio totalmente por nosotros. Sin medida. Sin condiciones. ¿Cómo es posible que haya gente que todavía piense que Dios anda persiguiéndonos para castigarnos, para ponernos dificultades y piedras en el camino, para condenarnos incluso? Hay que repetir muchas veces ese texto: “Tanto amó Dios al mundo...” Y dejar que nos llegue adentro ese cariño inmenso de Dios y darnos cuenta de la incongruencia que supone pensar que Dios pueda estar planificando nuestra condenación o que pueda tener pensada la destrucción de este mundo y de sus hijos. Dios, lo dice también el evangelio de hoy, quiere que “el mundo se salve”.
Pero, ¿nos dejaremos salvar? Porque también es verdad lo que dice la primera lectura del libro del Éxodo: que somos un pueblo de cerviz dura, que a veces no somos capaces de aceptar la mano que Dios nos tiende para salvarnos. Hoy es tiempo de volver nuestros ojos a lo alto y reconocer que Dios está ahí, siempre deseoso de echarnos una mano, de ayudarnos, de estar a nuestro lado, de acogernos, de enseñarnos a perdonar (generalmente nos cuesta mucho perdonarnos a nosotros mismos y por eso nos cuesta también aceptar el perdón de Dios). Levantemos los ojos y nos daremos cuenta de que el Dios del amor y de la paz está con nosotros (segunda lectura). Para siempre. ¿No es tiempo de darle las gracias?
Para la reflexión
¿Pienso a veces que Dios me está castigando o que no me va a perdonar por algo que hecho? ¿Está de acuerdo eso con lo que hoy nos dice el Evangelio? ¿Soy capaz de perdonarme a mí mismo y a mis hermanos como Dios me perdona? Podría aprovechar un momento de silencio para darle gracias por su amor.
HOY DOMINGO 7 DE JUNIO CELEBRAMOS LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Hoy celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad, el misterio del amor de Dios
Redacción ACI Prensa
La Santísima Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, tres personas un solo Dios verdadero, es la solemnidad litúrgica que la Iglesia Universal celebra hoy.
El Papa Francisco en 2013 al explicar a unos niños las tres personas de la Santísima Trinidad les dijo que “el Padre crea el mundo, Jesús nos salva ¿y el Espíritu Santo qué hace? Nos ama, nos da el amor”.
El misterio de la Trinidad no se puede entender precisamente porque es un misterio, Santa Juana de Arco afirmaba que “Dios es tan grande que supera nuestra ciencia”, por tanto supera el entendimiento humano.
En una oportunidad San Agustín caminaba por la playa cuando observó a un niño que hacía un hoyo en la arena, y el santo le preguntó qué intentaba hacer, el niño le dijo que pensaba meter toda el agua del mar en ese hoyo.
San Agustín, admirado, le dijo: “pero ¡¿no te das cuenta que es imposible?!”, el niño le contestó que “es más posible meter toda el agua del mar en este agujero que intentar meter el misterio de la Trinidad en tu cabeza”.
El santo irlandés, San Patricio, para explicar este misterio lo comparaba con una hoja de trébol. Decía que cada hoja es diferente, pero las tres forman el trébol, y que lo mismo pasa con Dios donde cada persona es Dios y forman la Santísima Trinidad.
Oración a la Santísima Trinidad
La Santísima Trinidad es el misterio de un sólo Dios en tres personas. El hombre debe inclinarse con respeto ante ese misterio sublime y creerlo sin procurar profundizarlo, porque se halla por encima de la luz de su razón.
La Santísima Trinidad es el misterio fundamental de nuestra religión. En su nombre hemos sido bautizados. La señal de la cruz nos la recuerda, y el sacerdote, en el altar, la invoca para terminar todas sus oraciones. En su nombre somos absueltos en el tribunal de la penitencia, y en su nombre, se renueva todos los días, en nuestros altares, el sacrificio del Calvario.
La Santísima Trinidad es, además, prenda de nuestra felicidad eterna: Dios mismo será nuestra recompensa si hemos guardado su ley.
Santo, Santo, Santo, es el Señor, Dios de los ejércitos. Llenos están los cielos y la tierra de su gloria.
Os adoro, Dios tres veces santo, Padre, que nos habéis creado, Hijo que nos habéis, redimido con vuestra sanare, Espíritu Santo, que nos santificáis con las gracias que nos concedéis todos los días. Haced que guarde en mi alma vuestra semejanza o imagen, a fin de que, un día, me reconozcáis y reine con vos en la eternidad.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Así sea.
Texto de una estampa religiosa de finales del siglo XIX
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