domingo, 6 de abril de 2025

COMPASIÓN ANTE EL PECADO


 

Compasión ante el pecado


Mayormente conocemos este pasaje del Evangelio como ‘La Mujer Adúltera’, pero el enfoque queda más bien en el juicio de Jesús por los maestros de la ley y los fariseos. Jesús se encuentra en el Templo, sentado entre mucha gente con la intención de enseñar. Él había pasado la noche en el monte de los Olivos, orando y entrando en meditación. Al amanecer, llegó al Templo para compartir con la gente los resultados de su oración.

 

Pero no pudo seguir con su plan. Llegaron los maestros de la Ley y los fariseos, trayendo a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. Colocándole en medio, hablaron de la ley de Moisés y pusieron a Jesús la pregunta, “Tú, ¿qué dices?” Parece que ellos habían planeado este ataque contra Jesús, porque llegaron justo al momento cuando Jesús empezó a enseñar, trayendo a la mujer. No tenían ningún interés en la justicia. Era más bien una trampa para Jesús.

 

Jesús se da cuenta de sus intenciones y sabe que la mujer es nada más que una excusa para los fariseos. Si él dice que debe morir, va en contra de la ley de los romanos. Si dice que debe ser perdonada está violando la ley de Moisés. Entonces, en vez de enseñar con palabras, Jesús enseña con acciones. Sin decir nada, se inclina y se pone a escribir en el suelo con el dedo. Cuando insisten los fariseos, Jesús dice, “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra.” Y de nuevo se inclina y sigue escribiendo.

 

No sabemos lo que escribió Jesús, pero uno por uno se fueron retirando, comenzando por los más viejos. Cuando estaban solos, Jesús y la mujer, Jesús le trata no como juez ni acusador, no como los fariseos que le han visto solamente como pecadora. Jesús se muestra como un maestro lleno de compasión. No hay duda de que ella había pecado, pero Jesús no ve solamente su pasado, ve que ella es capaz de vivir en el futuro como hija amada de Dios.

 

Es interesante que la mujer tiene solamente una sola frase en el relato. No se defiende, pero tampoco se condena. A la pregunta de Jesús acerca de sus acusadores, ella contesta “Ninguno, Señor.” Parece que ella está lista a empezar su vida de nuevo como hija amada de Dios. No queda en la condenación. No se encierre en su pasado. Como dijo san Agustín, se quedaron solamente dos realidades, la miseria y la misericordia.

 

Como decimos al principio, este juicio trata más de Jesús que de la mujer. Los fariseos querían encontrar un pecado en Jesús para que pudieran juzgarle, como habían juzgado a la mujer. Pero Jesús no queda en la trampa. El usa esta situación para demostrar otra manera de vivir. El rechaza la condenación, enseñando que en Dios no hay condenación. Jesús le manda a la mujer con las palabras “Vete y en adelante no vuelvas a pecar.” Nos enseña que Dios está siempre listo a mandarnos hasta un futuro sin pecado. Jesús no se deja engañar por las trampas de los demás y nos enseña que tampoco tenemos que caer en tales trampas.

 

Durante este tiempo de Cuaresma, estamos invitados a aceptar esta misericordia de Dios en nuestras vidas. Cada vez que nos encontramos con Jesús, podemos empezar de nuevo, listos a vivir en el futuro con la libertad de los hijos e hijas de Dios. Hoy nos acercamos al altar con confianza, buscando la compasión y misericordia de un Dios de amor.

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Kathleen Maire OSF

EL PAPA FRANCISCO CONVALECIENTE EN EL VATICANO DICE EXPERIMENTAR LA DEBILIDAD Y LA DEPENDENCIA DE LOS DEMÁS



El Papa Francisco, convaleciente en el Vaticano, dice experimentar la “debilidad” y la “dependencia de los demás”


La homilía preparada por el Pontífice ha sido leída por Mons. Rino Fisichella | Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News



El Papa Francisco, de 88 años, que continúa recuperándose en Santa Marta, su residencia en el Vaticano, de la neumonía bilateral por la que estuvo 38 días hospitalizado, aseguró que, a través de la enfermedad, está experimentando la sensación de “debilidad” así como la “dependencia de los demás”.


“Queridos hermanos y hermanas enfermos, en este momento de mi vida comparto mucho con ustedes: la experiencia de la enfermedad, de sentirnos débiles, de depender de los demás para muchas cosas, de tener necesidad de apoyo”, señaló el Pontífice, que recibió el alta médica hace justo 15 días, el pasado 23 de marzo.


En aquella ocasión, el Papa Francisco, antes de regresar al Vaticano, se asomó durante poco más de un minuto al balcón de la quinta planta del hospital Policlínico Gemelli de Roma para saludar y bendecir a los fieles.


En la homilía que ha preparado él mismo para la Misa del Jubileo de los Enfermos, pero que ha sido leída por el pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, Mons. Rino Fisichella, el Santo Padre compartió su propia experiencia de enfermedad y reconoció que “no es siempre fácil”. Sin embargo, aseguró que esta realidad, aunque dolorosa, puede transformarse en un espacio de profunda comunión con Dios y con los demás.

“No es siempre fácil, pero es una escuela en la que aprendemos cada día a amar y a dejarnos amar, sin pretender y sin rechazar, sin lamentar y sin desesperar, agradecidos a Dios y a los hermanos por el bien que recibimos, abandonados y confiados en lo que todavía está por venir”, expresó.

Dirigiéndose con especial ternura al mundo de los enfermos, señaló que la “habitación del hospital y el lecho de la enfermedad pueden ser lugares donde se escucha la voz del Señor”.

Además, lanzó un mensaje especial para los médicos, enfermeros y todos los trabajadores de la salud, a quienes agradeció su entrega, invitándolos a reconocer en su vocación una oportunidad de conversión continua, de caridad concreta y de esperanza viva.

“Mientras atienden a sus pacientes, especialmente a los más frágiles, el Señor les ofrece la oportunidad de renovar continuamente su vida, nutriéndola de gratitud, de misericordia y de esperanza. Los llama a iluminarla con la humilde conciencia de que no hay que suponer nada y que todo es don de Dios; a alimentarla con esa humanidad que se experimenta cuando dejamos caer las máscaras y queda solo lo que verdaderamente importa, los pequeños y grandes gestos de amor”, manifestó.

También instó a que vivan la presencia de los enfermos “como un don en su existencia, para curar sus corazones, purificándolos de todo lo que no es caridad y calentándolos con el fuego ardiente y dulce de la compasión”.

El Pontífice citó el ejemplo de Benedicto XVI, “que nos dio un hermoso testimonio de serenidad en el tiempo de su enfermedad”. Y también se hizo eco de sus escritos, en concreto de su encíclica Spe salvi, en la que dejó claro que “la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento”.

El Papa Francisco hizo a continuación un llamamiento claro a no dejar de lado a las personas más frágiles y criticó las sociedades que colocan en los márgenes a los enfermos.

“No releguemos al que es frágil, alejándolo de nuestra vida, como lamentablemente vemos que a veces suele hacer hoy un cierto tipo de mentalidad, no apartemos el dolor de nuestros ambientes. Hagamos más bien de ello una ocasión para crecer juntos, para cultivar la esperanza gracias al amor que Dios ha derramado”, indicó.

Al comienzo de la homilía, el Pontífice reflexionó sobre las palabras que Dios, a través del profeta Isaías, dirige al pueblo de Israel en el exilio de Babilonia, después de que Jerusalén fuera conquistada y devastada por los soldados del rey Nabucodonosor II.

En ese momento “difícil”, apreció Mons. Fisichella al leer el texto preparado por el Papa Francisco, el “horizonte aparece cerrado, el futuro oscuro, cualquier esperanza frustrada”, pero el Señor “invita a acoger algo nuevo que está naciendo”.

Del mismo modo, reflexionó sobre el Evangelio del día, que narra el episodio de la mujer adúltera, que, según explicó, “está destruida” por la condena moral.

Sin embargo, aunque tampoco parece que haya esperanza para ella, “Dios no la abandona”.

“Jesús entra en su vida, la defiende y la rescata de esa violencia, dándole la posibilidad de comenzar una existencia nueva”, explicó el Pontífice, que llamó a renovar, en el camino cuaresmal, la confianza en Dios.

“No hay exilio, ni violencia, ni pecado, ni alguna realidad de la vida que pueda impedirle estar ante nuestra puerta y llamar, dispuesto a entrar apenas se lo permitamos. Es más, especialmente cuando las pruebas se hacen más duras, su gracia y su amor nos abrazan con más fuerza para realzarnos”, agregó.

De este modo, aseguró que la enfermedad es una de las pruebas “más difíciles y duras de la vida”, en la que se percibe claramente la fragilidad. “Esta puede llegar a hacernos sentir como el pueblo en el exilio, o como la mujer del Evangelio, privados de esperanza en el futuro”, señaló, tras constatar que Dios nunca abandona. 

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 6 DE ABRIL DE 2025

 


Domingo 5 (C) de Cuaresma

Domingo 6 de abril de 2025



1ª Lectura (Is 43,16-21): Esto dice el Señor, que abrió camino en el mar y una senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, la tropa y los héroes: caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. «No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, corrientes en el yermo. Me glorificarán las bestias salvajes, chacales y avestruces, porque pondré agua en el desierto, corrientes en la estepa, para dar de beber a mi pueblo elegido, a este pueblo que me he formado para que proclame mi alabanza».



Salmo responsorial: 125

R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.


Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos». El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.


Recoge, Señor a nuestros cautivos como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.


Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas.

2ª Lectura (Flp 3,8-14): Hermanos: Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él, no con una justicia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. Todo para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos.


No es que ya haya conseguido o que ya sea perfecto: yo lo persigo, a ver si lo alcanzo como yo he sido alcanzado por Cristo. Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacía el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús.

Versículo antes del Evangelio (Jl 2,12-13): Todavía es tiempo, dice el Señor. Arrepentíos de todo corazón y volved a mí, que soy compasivo y misericordioso.

Texto del Evangelio (Jn 8,1-11): En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?». Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.

Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».




«Tampoco yo te condeno»

Pbro. D. Pablo ARCE Gargollo

(Ciudad de México, México)


Hoy vemos a Jesús «escribir con el dedo en la tierra» (Jn 8,6), como si estuviera a la vez ocupado y divertido en algo más importante que el escuchar a quienes acusan a la mujer que le presentan porque «ha sido sorprendida en flagrante adulterio» (Jn 8,3).


Llama la atención la serenidad e incluso el buen humor que vemos en Jesucristo, aún en los momentos que para otros son de gran tensión. Una enseñanza práctica para cada uno, en estos días nuestros que llevan velocidad de vértigo y ponen los nervios de punta en un buen número de ocasiones.


La sigilosa y graciosa huida de los acusadores, nos recuerda que quien juzga es sólo Dios y que todos nosotros somos pecadores. En nuestra vida diaria, con ocasión del trabajo, en las relaciones familiares o de amistad, hacemos juicios de valor. Más de alguna vez, nuestros juicios son erróneos y quitan la buena fama de los demás. Se trata de una verdadera falta de justicia que nos obliga a reparar, tarea no siempre fácil. Al contemplar a Jesús en medio de esa “jauría” de acusadores, entendemos muy bien lo que señaló santo Tomás de Aquino: «La justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad; y la misericordia sin justicia es ruina, destrucción».


Hemos de llenarnos de alegría al saber, con certeza, que Dios nos perdona todo, absolutamente todo, en el sacramento de la confesión. En estos días de Cuaresma tenemos la oportunidad magnífica de acudir a quien es rico en misericordia en el sacramento de la reconciliación.


Y, además, para el día de hoy, un propósito concreto: al ver a los demás, diré en el interior de mi corazón las mismas palabras de Jesús: «Tampoco yo te condeno» (Jn 8,11).

FELIZ DOMINGO!!!!






 

jueves, 3 de abril de 2025

ORACIONES PARA EL PRIMER VIERNES DE ABRIL - SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

 



PRIMER VIERNES DEL MES DE ABRIL 
AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

BREVE CONSIDERACIÓN.- Jesús a su confidente Margarita María de Alacoque: "Lo he sacrificado todo por amor a los hombres, y ahora te pido que compenses su monstruosa ingratitud con los tesoros y méritos de mi Sagrado Corazón... He aquí por qué te busco; quiero con este fin de desagravio y para mi propia gloria imprimir en tu corazón la vida que llevo en la divina Eucaristía, vida oculta, de aniquilamiento y sacrificio".




ORACIÓN
(Fórmula para consagrarse al Corazón de Jesús)

Yo, ......., entrego y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo mi persona, vida, acciones, trabajos y padecimientos, con voluntad de no usar de ninguna parte de mi ser si no es para amarle, honrarle y glorificarle. Tal es mi voluntad irrevocable: ser todo suyo y obrar en todo por su amor, desprendiéndome de todo cuanto pueda desagradarle. Te elijo, pues, ¡Oh Corazón de Jesús!, por el único objeto de mi amor, por el protector de mi vida, áncora de mi salvación, remedio de mi inconstancia, reparador  de todas las faltas de mi vida y asilo seguro en la hora de la muerte. Sé, pues, Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios, tu Padre, y aleja de mí los rayos de su justo enojo. ¡Oh Corazón amoroso!, en Ti tengo puesta toda mi confianza; porque mi malicia y mi flaqueza me dan motivo de temer, pero todo lo espero de tu bondad. Acabe en mí y desaparezca todo corazón tan penetrado de tu amor, que jamás llegue a olvidarte ni a separarme de Ti. Te suplico, por tu bondad infinita escribas mi nombre en tu Corazón, porque quiero cifrar toda mi dicha y mi gloria en vivir y morir en calidad de esclavo tuyo. Amén.

De Santa Margarita María de Alacoque



 CUARTA PROMESA:
Yo mismo seré tu refugio en la vida, y, sobre todo, en la hora de la muerte.


(Recitemos las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús en gratitud a la promesa y para que se cumpla en nosotros...)

V: Señor, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
V: Cristo, ten piedad de nosotros.
R: Cristo, ten piedad de nosotros.
V: Señor, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
V: Cristo, óyenos.
R: Cristo, óyenos.
V: Cristo, escúchanos.
R: Cristo, escúchanos.

V: Dios, Padre celestial,
R: ten piedad de nosotros.
V: Dios Hijo, Redentor del mundo,
R: ten piedad de nosotros.
V: Dios Espíritu Santo,
R: ten piedad de nosotros.
V: Trinidad Santa, un solo Dios,

R: ten piedad de nosotros.

V: Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre.
R: Ten piedad de nosotros.
V: Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el
seno de la Virgen María, R/.
Corazón de Jesús, unido substancialmente al
Verbo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, de majestad infinita, R/.
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, R/.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y amor, R/.
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad, R/.
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de amor, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, R/.
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, R/.
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza, R/.
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, R/.
Corazón de Jesús, en quien están todos los tesoros
de la sabiduría y la ciencia, R/.
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud
de la divinidad, R/.
Corazón de Jesús, en quién el Padre halló sus
complacencias, R/.
Corazón de Jesús, en cuya plenitud todos hemos recibido, R/.
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados, R/.
Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia, R/.
Corazón de Jesús, rico para todos los que te invocan, R/.
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad, R/.
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, R/.
Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos, R/.
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, R/.
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza, R/.
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra, R/.
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, R/.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores, R/.
Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan, R/.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren
y esperan, R/.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, R/.

V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: perdónanos, Señor.

V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: óyenos, Señor.
V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: ten piedad y misericordia de nosotros.
V: Jesús, manso y humilde de corazón,
R: haz nuestro corazón semejante al Tuyo.
V: Sagrado Corazón de Jesús,
R: en Vos confío.

V: Sagrado Corazón de María,
R: salvad el alma mía.

V: Jesús y María os quiero con toda mi alma,
R: salvad almas y salvad el alma mía.



UNA PALABRA DE MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE A SUS HERMANOS ASOCIADOS: "Que el ejercicio de la presencia de Dios consista, para nosotros, en considerar cómo vive y lo que hace Jesús en el Sacramento del Altar...Y, confiados en la virtud de su Corazón, ofrezcámosle sus propias disposiciones para repara nuestra falta de fe, de amor y de humildad."





ACTO DE CONSAGRACIÓN
SE SOR MARÍA DEL DIVINO CORAZÓN

Amabilísimo Jesús, yo me consagro de nuevo y sin reserva a tu Divino Corazón. Te consagro mi cuerpo con todos sus sentidos, mi alma con todas sus potencias y mi ser todo entero. Te consagro mis pensamientos, palabras, obras, todos mis sufrimientos y trabajos, todas mis esperanzas, consuelos y alegrías. Especialmente te consagro mi pobre corazón para que no ame sino a Ti y se consuma como víctima en las llamas de tu amor. Acepta, !oh Corazón divino!, el deseo que tengo de consolarte y de pertenecerte para simpre. Toma de tal manera posesión de mí, que yo no tenga otra libertad que la de amarte, ni otra vida que sufrir y morir por Ti. Pongo en Ti toda mi confianza, una confianza sin límites, y espero de tu misericordia infinita perdón de todos mis pecados. Deposito en tus manos todos mis intereses, principalmente el de mi salvación eterna.

Prometo amarte y honrarte hasta el último momento de mi vida, y ayudado de tu divina gracia, prometo propagar con celo ardiente el culto de tu Sacratísimo Corazón. !Oh divino Corazón de Jesús!, dispón de mí como te agrade, no quiero más recompensa que tu mayor gloria y tu santo amor. Concédeme la gracia de hacer mi morada en tu Sacratísimo Corazón; allí es donde quiero pasar los días de mi vida y exhalar mi último suspiro.


Haz también de mi  corazón tu morada y el lugar de tu reposo, para quedarnos así íntimamente unidos, hasta que un día pueda yo alabarte, amarte y poseerte por toda la eternidad y cantar para siempre las misericordias de tu dulcísimo Corazón. Amén

Corazón divino de Jesús, ten misericordia de nosotros (tres veces)
Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.
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