miércoles, 21 de febrero de 2024

MEDITACIÓN DE CUARESMA: CREED PARA VER!!!



 Creed para ver.!!!!

Miércoles I semana de Cuaresma

Autor: Padre Javier Leoz



“Los ninivitas creyeron en Dios y se convirtieron” (Jonás 3,1-10)

“El hijo del hombre es signo para esta generación” (Lc 11,29ss)


Al igual que entonces también hoy, aún en situaciones y formas distintas pero con un mismo fondo, parecemos encontrarnos en la misma tesitura y lucha:


-Espectáculo o dudas

-Milagros o incredulidad

-Pruebas o deserción

-Ciencia o religión

-Dios o el hombre


(Ahí queda la reciente encuesta de la Fundación Santa María –que prescindiendo de su más o menos fiabilidad- nos muestra la duda y la apatía de un gran sector de las nuevas generaciones porque, entre otras cosas, desconfían de ella o no la ven como signo de la presencia de Dios en el mundo) 

¿Qué signos piden las generaciones actuales que clarifiquen y demuestren realmente la inmanencia y la presencia de DIOS en sus vidas?

¿Interesa al hombre contemporáneo y tecnócrata aquellas manifestaciones que denoten la huella de DIOS en el mundo o, por el contrario, se intenta eclipsar y arrinconar todo que “suene” a cristianismo?

¿Qué hacer para que CREAN y entonces puedan VER con nitidez a un Dios que anda mucho más cerca de lo que pensamos? 

Vivimos rodeados de personas que idolatran lo idolatrable. Es difícil y gravoso, en el contexto en el que nos encontramos, decir un “iré” o “aquí estoy” para llevar –contracorriente- algo que destruya el montaje y la telaraña del egocentrismo del hombre actual. ¿Creer para ver? –nos interpelan las nuevas generaciones- y, hasta ellas mismas nos contestan; ¡no gracias! ¡si no lo veo…no lo creo!. . 

Son (ellos) y somos (nosotros) los necesitados de miles de pequeños y grandes “Jonases” que se conviertan en una válvula de escape, en una razón para la esperanza, en una posibilidad de volver a la paz y a la fe debilitada, en una oportunidad para volver a la verdad de las cosas y de nuestra vida. La sociedad, sin darnos cuenta, se ha convertido en un gran cetáceo que ha absorbido sueños e ideales, fe, esperanzas e ilusiones. 

Ojalá, que esta reflexión cuaresmal, nos ayude a caer en la cuenta de que es mucho más importante buscar al Señor de los milagros.....que a los milagros del Señor. A pedirle con insistencia al Señor que CREAMOS para que así VEAMOS.

Basta con abrir bien los ojos (sobre todo los del corazón) y nos daremos cuenta que a DIOS no se llega exigiéndole pruebas sino, más bien, por la conversión personal y sabiendo descubrir en los acontecimientos y en las personas que nos rodean los rasgos de su presencia. 

¿ Es que DIOS no ha hecho ningún pequeño milagro en tu vida?

¿Es que no te das cuenta que “tú” puedes ser un signo de la presencia de DIOS para muchas personas y en muchas situaciones? 


MIRE AL CIELO

Y BUSQUE

HABLE AL CIELO

Y PREGUNTE

ELEVE MIS MANOS AL CIELO

PARA ENCONTRAR y....

UNA VOZ ME RESPONDIÓ: 

“YO ESTOY DONDE TÚ ESTÁS”


UN PROFETA DESOBEDIENTE: JONÁS



Un profeta desobediente

¡Perdónalos porque no saben lo que hacen!

Por: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net




Muchas veces pensamos que Dios, antes de que viniera Jesús, no era sino rigor, amenazas, castigos... Los rayos y truenos del Sinaí nos han impresionado siempre. Pero Dios se mostraba también muy bueno y misericordioso. Así nos lo dice la historia de Jonás, que no es más que una parábola preciosa, con la cual la Biblia nos transmite dos mensajes importantes y bellos.

El primero, y ante todo, que Dios es muy bueno con todos, a pesar de lo mal que a veces nos portamos con Él...

Y el segundo, siguiendo la interpretación que le dio Jesús es que un día, aunque hayamos muerto, la tierra nos devolverá a la vida, igual que el pez devolvió a Jesús el resucitado.

Era Nínive una ciudad enorme, capital de los asirios. Y se portaba mal, mal... Pero Dios, en vez del castigo, prefiere salvarla, y le encarga a Jonás:

- Vete a Nínive, y predícales la conversión. Como sigan pecando, la destruyo sin más.

Jonás tuvo miedo de ir, y se quiso esconder de Dios. ¡Como si fuera fácil engañar a Dios, de modo que Él no sepa dónde estamos cada uno!... Y se mete en una embarcación que se iba entonces hacia el extremo de la Tierra conocido. De repente, surge una tempestad furiosa, que destroza y hunde la nave. Tripulación y pasajeros buscan al responsable que así enojaba a Dios, y Jonás confiesa su culpa:

- Soy hebreo, y adoro al Dios que hizo el cielo y la tierra. Me he escapado de Dios, y por esto viene ahora esta desgracia sobre todos.

Temblando aquellos hombres, al oír eso del “Dios de cielo y tierra”, le intiman:

- Entonces, ¿qué tenemos que hacer contigo?

- Arrojadme al mar, y se calmará del todo.

Así lo hacen. Pero, asoma un pez enorme, que abre su boca y se traga a Jonás. Llega la calma más completa, y el profeta, metido en el vientre del cetáceo, exclama a Dios:

- Desde el profundo del abismo te invoco, rodeado como estoy de angustia. ¡Sálvame!

Al día tercero, el pez arrojaba vivo a Jonás en la playa. Ahora, escarmentado el profeta, sí que va a obedecer a Dios, el cual le dice:

- Vete a Nínive, como te lo mandé, y anúnciales: ¡Dentro de cuarenta días será arrasada la ciudad!

Los ninivitas, comenzando por el rey, creen al enviado de Dios y hacen dura penitencia. Dios, al ver aquella conversión, se compadece y le ahorra a Nínive la catástrofe anunciada.

Pero viene ahora la actitud desconcertante de Jonás, que se le queja a Dios porque no ha castigado a la ciudad pecadora:

- ¡Ya lo decía yo! Tú eres un Dios misericordioso y clemente, magnánimo, de gran corazón, y siempre te arrepientes y te retractas de las amenazas que haces. ¿Por qué no les has castigado?...

Y Dios, con calma:

- Pero, Jonás, ¿crees tú que puedo castigar a una ciudad como Nínive, si sus habitantes no saben distinguir la mano derecha de la izquierda, de ignorantes que son?...

¿Dónde está la fuerza de este hecho? Jesús reclamará en el Evangelio a las ciudades del lago:

- Los de Nínive se alzarán contra vosotras en el Juicio, porque sus habitantes se convirtieron a la voz de Jonás, y aquí está uno mayor que Jonás.

Y Jesús invocará la figura de Jonás dentro del pez como signo de su resurrección:

- Así como estuvo Jonás tres días y tres noches en el seno del cetáceo, así estaré yo tres días en el seno de la tierra.

Este es el significado de Jonás en la mente de Jesús.

Pero, aparte de eso, la predicación de Jonás en Nínive, su conversión y su perdón, resultan conmovedores por la imagen de Dios que hacen resaltar:

- ¿Por qué perdona los pecados?

Jonás se le queja a Dios, y Dios tiene que defenderse del profeta, que se lo echa en cara:

- ¡Tú, siempre bueno! ¡Tú, siempre misericordioso! ¡Tú, siempre compasivo! ¡Tú, siempre con tu amor! ¡Tú, a no cumplir con tus amenazas, porque te arrepientes pronto de ellas!... Entonces, ¿para que he predicado yo?...

El Dios nuestro, el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, es un Dios amor, y porque ama, es comprensivo y misericordioso. Y porque es misericordioso, salva. Lo único que Dios no puede pasar es el orgullo de la criatura. Quien se rinde ante Dios, ése no se pierde nunca.

Por eso nuestra confianza en Dios es firme. No nos apoyamos en nosotros mismos, que tenemos muy poca cosa que lucir ante Dios. Nos apoyamos en su bondad inmensa.

Como Jonás seguía refunfuñando, Dios le saca a relucir otra razón convincente:

- ¿Cómo voy a castigar a esos pobres pecadores, ignorantes como ellos solos, que no saben nada?... Esto, nos recuerda la petición de Jesús desde la Cruz:

- ¡Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!...

¡Este es nuestro Dios! Todo bondad. Eso que enojaba a Jonás, es precisamente nuestra esperanza mayor. Somos malos, ¡pero qué suerte la nuestra, porque tenemos un Dios bueno de verdad!... .

Jonás, todo. Mat. 12, 39-41. 

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 21 DE FEBRERO DE 2024

 


Miércoles 1 de Cuaresma

miércoles 21 de febrero de 2024



1ª Lectura (Jon 3,1-10): El Señor dirigió la palabra a Jonás: «Ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré». Jonás se puso en marcha hacia Nínive, siguiendo la orden del Señor. Nínive era una ciudad inmensa; hacían falta tres días para recorrerla. Jonás empezó a recorrer la ciudad el primer día, proclamando: «Dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada».

Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor. La noticia llegó a oídos del rey de Nínive, que se levantó de su trono, se despojó del manto real, se cubrió con rudo sayal y se sentó sobre el polvo. Después ordenó proclamar en Nínive este anuncio de parte del rey y de sus ministros: «Que hombres y animales, ganado mayor y menor no coman nada; que no pasten ni beban agua. Que hombres y animales se cubran con rudo sayal e invoquen a Dios con ardor. Que cada cual se convierta de su mal camino y abandone la violencia. ¡Quién sabe si Dios cambiará y se compadecerá, se arrepentirá de su violenta ira y no nos destruirá!».

Vio Dios su comportamiento, cómo habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó.



Salmo responsorial: 50

R/. Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.


Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme. No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.


Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. El sacrificio agradable a Dios es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú, oh, Dios, tú no lo desprecias.

Versículo antes del Evangelio (Jl 2,12-13): Ahora, pues, dice el Señor, convertíos a Mí de todo vuestro corazón, porque soy benigno y clemente.

Texto del Evangelio (Lc 11,29-32): En aquel tiempo, habiéndose reunido la gente, Jesús comenzó a decir: «Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás».





«Así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación»

Fr. Roger J. LANDRY

(Hyannis, Massachusetts, Estados Unidos)



Hoy, Jesús nos dice que la señal que dará a la “generación malvada” será Él mismo, como la “señal de Jonás” (cf. Lc 11,30). De la misma manera que Jonás dejó que lo arrojaran por la borda para calmar la tempestad que amenazaba con hundirlos —y, así, salvar la vida de la tripulación—, de igual modo permitió Jesús que le arrojasen por la borda para calmar las tempestades del pecado que hacen peligrar nuestras vidas. Y, de igual forma que Jonás pasó tres días en el vientre de la ballena antes de que ésta lo vomitara sano y salvo a tierra, así Jesús pasaría tres días en el seno de la tierra antes de abandonar la tumba (cf. Mt 12,40).

La señal que Jesús dará a los “malvados” de cada generación es su muerte y resurrección. Su muerte, aceptada libremente, es la señal del increíble amor de Dios por nosotros: Jesús dio su vida para salvar la nuestra. Y su resurrección de entre los muertos es la señal de su divino poder. Se trata de la señal más poderosa y conmovedora jamás dada.

Pero, además, Jesús es también la señal de Jonás en otro sentido. Jonás fue un icono y un medio de conversión. Cuando en su predicación «dentro de cuarenta días Nínive será destruida» (Jon 3,4) advierte a los ninivitas paganos, éstos se convierten, pues todos ellos —desde el rey hasta niños y animales— se cubren con arpillera y cenizas. Durante estos cuarenta días de Cuaresma, tenemos a alguien “mucho más grande que Jonás” (cf. Lc 11,32) predicando la conversión a todos nosotros: el propio Jesús. Por tanto, nuestra conversión debiera ser igualmente exhaustiva.

«Pues Jonás era un sirviente», escribe san Juan Crisóstomo en la persona de Jesucristo, «pero yo soy el Maestro; y él fue arrojado por la ballena, pero yo resucité de entre los muertos; y él proclamaba la destrucción, pero yo he venido a predicar la Buena Nueva y el Reino».

La semana pasada, el Miércoles de Ceniza, nos cubrimos con ceniza, y cada uno escuchó las palabras de la primera homilía de Jesucristo, «Arrepiéntete y cree en el Evangelio» (cf. Mc 1,15). La pregunta que debemos hacernos es: —¿Hemos respondido ya con una profunda conversión como la de los ninivitas y abrazado aquel Evangelio?

BUENOS DÍAS!!!





 

IMÁGENES DE PRIMERA COMUNIÓN

 


































martes, 20 de febrero de 2024

MEDITACIONES DE CUARESMA: CON JESÚS EN EL DESIERTO


 Con Jesús en el desierto


Concentrémonos en la frase inicial del Evangelio: «El Espíritu empujó a Jesús al desierto». Contiene un llamamiento importante en el inicio de la Cuaresma. Jesús acababa de recibir, en el Jordán, la investidura mesiánica para llevar la buena nueva a los pobres, sanar los corazones afligidos, predicar el reino. Pero no se apresura a hacer ninguna de estas cosas. Al contrario, obedeciendo a un impulso del Espíritu Santo, se retira al desierto donde permanece cuarenta días, ayunando, orando, meditando, luchando. Todo esto en profunda soledad y silencio.

Ha habido en la historia legiones de hombres y mujeres que han elegido imitar a este Jesús que se retira al desierto. En Oriente, empezando por san Antonio Abad, se retiraban a los desiertos de Egipto o de Palestina; en Occidente, donde no había desierto de arena, se retiraban a lugares solitarios, montes y valles remotos.

Pero la invitación a seguir a Jesús en el desierto se dirige a todos. Los monjes y los ermitaños eligieron un espacio de desierto; nosotros debemos elegir al menos un tiempo de desierto. Pasar un tiempo de desierto significa hacer un poco de vacío y de silencio en torno a nosotros, reencontrar el camino de nuestro corazón, sustraerse al alboroto y a los apremios exteriores para entrar en contacto con las fuentes más profundas de nuestro ser.

Bien vivida, la Cuaresma es una especie de cura de desintoxicación del alma. De hecho no existe sólo la contaminación de óxido de carbono; existe también la contaminación acústica y luminosa. Todos estamos un poco ebrios de jaleo y de exterioridad. El hombre envía sus sondas hasta la periferia del sistema solar, pero ignora, la mayoría de las veces, lo que existe en su propio corazón. Evadirse, distraerse, divertirse: son palabras que indican salir de sí mismo, sustraerse a la realidad. Hay espectáculos «de evasión» (la TV los propina en avalancha), literatura «de evasión». Son llamados, significativamente, ficción. Preferimos vivir en la ficción que en la realidad. Hoy se habla mucho de «alienígenas», pero alienígenas, o alienados, lo estamos ya por nuestra cuenta en nuestro propio planeta, sin necesidad de que vengan otros de fuera.

Los jóvenes son los más expuestos a esta embriaguez de estruendo. «Que se aumente el trabajo de estos hombres –decía de los hebreos el faraón a sus ministros– para que estén ocupados en él, de forma que no presten oído a las palabras de Moisés y no piensen en sustraerse de la esclavitud» (Ex 5, 9). Los «faraones» de hoy dicen, de modo tácito pero no menos perentorio: «Que se aumente el alboroto sobre estos jóvenes, que les aturda, para que no piensen, no decidan por su cuenta, sino que sigan la moda, compren lo que queremos nosotros, consuman los productos que decimos nosotros».

¿Qué hacer? Al no podernos ir a desierto hay que hacer un poco de desierto dentro de nosotros. San Francisco de Asís nos da, al respecto, una sugerencia práctica. «Tenemos -decía- una ermita siempre con nosotros; allí donde vayamos y cada vez que lo queramos podemos encerrarnos en ella como ermitaños. ¡El eremitorio es nuestro cuerpo y el alma es la ermita que habita dentro!». En este eremitorio «portátil» podemos entrar, sin saltar a la vista de nadie, hasta mientras viajamos en un autobús concurridísimo.  Todo consiste en saber «volver a entrar en uno mismo» cada tanto.

¡Que el Espíritu que «empujó a Jesús al desierto» nos lleve también a nosotros, nos asista en la lucha contra el mal y nos prepare a celebrar la Pascua renovados en el espíritu!

.

(Texto del Card. Raniero Cantalamessa )

EL EVANGELIO DE HOY MARTES 20 DE FEBRERO DE 2024


 

Martes 1 de Cuaresma

martes 20 de febrero de 2024


1ª Lectura (Is 55,10-11): Esto dice el Señor: «Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo».



Salmo responsorial: 33

R/. El Señor libra de sus angustias a los justos.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.


Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. El afligido invocó al Señor, Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.


Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.


Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.

Versículo antes del Evangelio (Mt 4,4): No de sólo pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Texto del Evangelio (Mt 6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.

»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».





«Al orar, no charléis mucho (...) porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis»

Rev. D. Joaquim FAINÉ i Miralpech

(Tarragona, España)



Hoy, Jesús —que es el Hijo de Dios— me enseña a comportarme como un hijo de Dios. Un primer aspecto es el de la confianza cuando hablo con Él. Pero el Señor nos advierte: «No charléis mucho» (Mt 6,7). Y es que los hijos, cuando hablan con sus padres, no lo hacen con razonamientos complicados, ni diciendo muchas palabras, sino que con sencillez piden todo aquello que necesitan. Siempre tengo la confianza de ser escuchado porque Dios —que es Padre— me ama y me escucha. De hecho, orar no es informar a Dios, sino pedirle todo lo que necesito, ya que «vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo» (Mt 6,8). No seré buen cristiano si no hago oración, como no puede ser buen hijo quien no habla habitualmente con sus padres.

El Padrenuestro es la oración que Jesús mismo nos ha enseñado, y es un resumen de la vida cristiana. Cada vez que rezo al Padre nuestro me dejo llevar de su mano y le pido aquello que necesito cada día para llegar a ser mejor hijo de Dios. Necesito no solamente el pan material, sino —sobre todo— el Pan del Cielo. «Pidamos que nunca nos falte el Pan de la Eucaristía». También aprender a perdonar y ser perdonados: «Para poder recibir el perdón que Dios nos ofrece, dirijámonos al Padre que nos ama», dicen las fórmulas introductorias al Padrenuestro de la Misa.

Durante la Cuaresma, la Iglesia me pide profundizar en la oración. «La oración, el coloquio con Dios, es el bien más alto, porque constituye (...) una unión con Él» (San Juan Crisóstomo). Señor, necesito aprender a rezar y a sacar consecuencias concretas para mi vida. Sobre todo, para vivir la virtud de la caridad: la oración me da fuerzas para vivirla cada día mejor. Por esto, pido diariamente que me ayude a disculpar tanto las pequeñas molestias de los otros, como perdonar las palabras y actitudes ofensivas y, sobre todo, a no tener rencores, y así podré decirle sinceramente que perdono de todo corazón a mis deudores. Lo podré conseguir porque me ayudará en todo momento la Madre de Dios.


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